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América Latina y Chile: ¿Hay salida del capitalismo académico?

José Joaquín Brunner

América Latina es la región del mundo con una mayor participación de matrícula privada dentro del total de la matrícula de educación terciaria. Según la cifra más reciente de la UNESCO, los 18 países latinoamericanos, exceptuando a Cuba, poseen una matrícula privada promedio de un 45% la cual, puesta al día para cada uno de ellos, podría estimarse ascendería a un 50% o más. Las cifras nacionales oscilan entre un 14% en el caso de Uruguay y un 84% para el caso a Chile. De hecho, puede decirse que en varios países de la región,  la expansión, masificación y, en ciertos casos, universalización de la educación terciaria fue producto de procesos de privatización de la provisión. En un sentido podría afirmarse que ha culminado una amplia fase de expansión privatizada de la cobertura que se inició en los años ochenta y que estuvo acompañada por numerosas transformaciones en cuanto al financiamiento y la provisión de la educación superior, así como la multiplicación de los diplomas (títulos y grados) y el crecimiento de la heterogeneidad de los productos y servicios provistos y la calidad de los mismos.

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Frente a este contexto, se observa el inicio –durante los años recientes– de lo que podría llegar a ser un verdadero cambio de marea en las políticas de educación superior en la región. Según un estudio en elaboración, 11 de los 19 países latinoamericanos han promovido “iniciativas significativas de cambio de la legislación de base de la educación superior”. Una revisión panorámica de dichos cambios permite constatar que ellos corresponden en su mayor parte a una reacción frente a lo que se consideran excesos de las políticas neoliberales que favorecieron la privatización de la expansión, la creación de mercados en el ámbito de la educación superior y el uso por parte de los gobiernos de mecanismos e instrumentos de cuasimercado para el financiamiento de las instituciones estatales. Como consecuencia los sistemas nacionales habrían perdido cohesión, crecido anárquicamente y segmentado social y académicamente, debilitado su vocación pública y capacidad de servicio al desarrollo y bienestar nacionales. En breve, habrían sido envueltos por el capitalismo académico y hoy se desenvolverían de acuerdo a sus lógicas.

Un buen ejemplo del significado y  los límites de aquel cambio de marea es la reforma en curso en Chile, aunque todavía se halla en proceso de discusión, elaboración y recién al comienzo de su concreción. Programáticamente, esta reforma se propone modificar el paradigma de la política pública en este sector. Se trataría de pasar de la educación superior entendida como un bien de consumo, se dice, a entenderla como un derecho social garantizado. Representaría un intento de desmercantilizar o descomodificar de la educación superior chilena. En otras palabras, el objetivo programático y paradigmático sería crear un espacio desprivatizado (no comercial ni competitivo) para el desarrollo de una educación pública entendida como un bien público “puro” y, por ende, exclusivamente financiado por la renta nacional. Desaparecerían los precios (de mercado) de la educación superior y ella sería sujeta a una regla de “gratuidad universal”, según proclama el gobierno de la presidenta Bachelet.

Tan ambiciosa meta choca, sin embargo, con el hecho de que el régimen de provisión chileno es, como vimos, altamente privatizado tanto en la dimensión de la provisión (84% de la matrícula es privada)  como en la dimensión del financiamiento (éste alcanza en Chile a un 2.5% del PIB, del cual al momento un 60% es aportado por los estudiantes y sus familias con el apoyo de becas y créditos subsidiados por el Estado). Por lo mismo, desprivatizar la provisión supondría traspasar una parte progresivamente mayor de la matrícula del sector privado al estatal, aumentando el tamaño actual de las universidades estatales y creando un amplio conjunto de nuevas instituciones de este tipo en las principales ciudades del país. De hecho, desde ya el Estado ha acordado crear dos nuevas universidades regionales, pero de tamaño menor, y una red de centros de formación técnica (formación de ciclo corto), uno en cada una de las 15 regiones del país. De modo que la tarea de incrementar significativamente el peso de la provisión estatal aparece aun como una cuestión incierta y constituye un formidable desafío.

Desprivatizar el financiamiento, por su lado, supondría sustituir gasto privado por gasto fiscal, incrementando el financiamiento del Estado hasta alcanzar en el límite un 100% del gasto en educación de pregrado al momento de materializarse la “gratuidad universal”. En ese momento, el fisco chileno se transformaría en líder mundial de gasto en educación superior, por encima incluso de los países nórdicos, pero con una captación de recursos por vía de impuestos inferior a la mitad de aquellos países. Es decir, se trata de un desafío aún más formidable que el anterior. Y, a todas luces, imposible de afrontar en el actual estado de desarrollo del país, con su actual carga tributaria y con los enormes déficit de arrastre en cuanto a gasto público en educación temprana y cuidado de los niños y en los niveles primario y secundario de la educación.

Adicionalmente, la reforma chilena  intentaría modificar los demás componentes del modelo de gasto público de la educación terciaria, de forma tal manera de: (i) eliminar progresivamente el actual esquema de apoyos estudiantiles basado en créditos y becas, (ii) ofrecer un trato preferente a las instituciones estatales mediante fondos basales (no condicionados), (iii) mantener los subsidios directos actuales al grupo de universidades privadas “con vocación pública” como se las denomina allí y ampliar su número, y (iv) perseverar en el uso de ciertos mecanismos de cuasimercado (como fondos competitivos y contratos de desempeño) para el financiamiento de funciones de bien público de las universidades que reciben financiamiento directo del Estado.

Las anteriores medidas serían complementadas con cambios en la gobernanza del sistema de manera de ampliar la esfera de atribuciones del Estado; el fortalecimiento de la institucionalidad de control de la calidad (acreditación); la creación de un régimen de supervisión y fiscalización del uso de los recursos (superintendencia); el establecimiento de un marco nacional de cualificaciones para ordenar la oferta de cursos y programas y la adopción de nuevas modalidades de admisión y cuotas de discriminación  positiva para fines de mejorar la equidad.

Como puede verse, se trata de un ambicioso –iluso, lo llaman otros– plan de reformas que, expresivo del cambio de marea que parece estar ocurriendo en América Latina, reúne en un solo paquete el conjunto de reformas que diferentes gobiernos vienen promoviendo separada y gradualmente durante el último quinquenio.

Su aprobación en un solo paquete supondría una alta capacidad política-técnica y luego, su implementación, un aparato administrativo y de gobernanza de la educación superior dotado de una gran capacidad de ejecución. En ausencia de esos factores parece difícil que las reformas puedan acordarse y luego llevarse a la práctica. Existe la idea, además, que el gobierno Bachelet –que ha prometido presentar esas reformas durante los próximos meses– carece del respaldo de opinión pública, de los equipos, las habilidades y el tiempo requeridos para montar y conducir una tan compleja transformación socio-política, cultural y organizacional.

En suma, y cualquiera sea la evaluación sustantiva de las reformas anunciadas, resulta difícil imaginar que en los 24 meses que restan al actual gobierno, éste pueda poner en marcha una reforma paradigmática de las políticas y del sistema de educación superior para sustraerlo de las contradicciones del capitalismo académico y elevarlo a la condición de un servicio público gratuito, de calidad y libre de las tensiones del entorno. Por el contrario, lo más probable es que –por ahora– las contradicciones del sistema aumenten y su desempeño y resultados no mejoren significativamente.

José Joaquín Brunner es Profesor Titular de la Universidad Diego Portales de Chile y Director de la Cátedra UNESCO de políticas comparadas de Educación Superior.

Publicado originalmente en nexos: http://www.brunner.cl/?p=14120

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¿Es el preescolar la última oportunidad para enseñar habilidades blandas?

Autora: Aimee Verdisco

Exámenes, exámenes y más exámenes. Y aun así, en muchos países de todo el mundo, los estudiantes no parecen progresar de la manera esperada a pesar de todos los esfuerzos. Todas estas pruebas tratan de medir los resultados de aprendizaje en materias clave como lenguaje, matemáticas y ciencias, pero se presta poca atención al desarrollo de carácter, la mentalidad y de otras habilidades no técnicas que son importantes para el éxito, no sólo en el ámbito escolar sino más adelante en la vida.

De hecho, el premio Nobel James Heckman, así como muchos otros, argumentan que el desarrollo socioemocional es igual de importante que el cognitivo. De hecho, es fundamental para el aprendizaje permanente. Los niños que aprenden a controlar y gestionar sus emociones son más capaces de concentrarse y resolver problemas. En este sentido, un reciente informe titulado Habilidades para el Éxito: apoyo y evaluación de hábitos fundamentales, mentalidad y habilidades  por Melissa Tooley y Laura Bornfreund me llamó la atención. A pesar de que las investigaciones han demostrado la importancia de poseer estas habilidades, los autores señalan que su enseñanza solo se encuentra en programas preescolares de alta calidad, donde se preste debida atención al desarrollo de habilidades como colaboración, perseverancia e inteligencia emocional. En el preescolar y la primaria, la tendencia más fuerte es hacia el desarrollo de habilidades académicas. Pero no me malinterpreten. No me cabe la menor duda de que todos los niños tienen que aprender a leer y escribir correctamente. Sin embargo, sí parece que el aprendizaje académico debe ir de la mano del desarrollo de habilidades emocionales claves. Por otra parte, estas habilidades son maleables y pueden continuar siendo desarrolladas y afinadas incluso en la adolescencia.

Entonces, ¿Qué podemos hacer? Como primer paso, tenemos que volver a la educación preescolar. Tenemos que tomar nota de la importancia que estas tienen en el desarrollo holístico del niño y en la promoción de un clima escolar positivo en programas de calidad. El juego creativo, la socialización y el trabajo en equipo son las características principales de este tipo de programas. Vuelvo a pensar en las visitas que hice a los centros preescolares de Reggio Emilio en Italia hace muchos años y en el ambiente increíblemente enérgico  que existe allí. Claramente, del preescolar y en adelante, el clima escolar y la escuela pueden tanto ayudar a promover como desacelerar el desarrollo de habilidades para el éxito. El mejor profesor del mundo no será capaz de superar las barreras que coloca un ambiente educativo negativo. Por último, en cuanto a las pruebas, una evaluación más integral de los estudiantes, que balancee la medición de habilidades académicas con pruebas formativas podría ser más útil para maestros, padres y estudiantes.

Fuente del artículo: http://blogs.iadb.org/educacion/2015/02/22/preschool-last-opportunity-soft-skill-development/

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Aprender es más importante que saber

 Javier Martínez Aldanondo

Stannis Baratheon: ¿Por qué la obsidiana iba a matar a un caminante?
Sam: No lo sé
Sam: Lo he visto alteza
Stannis Baratheon: ¿Qué has visto?
Sam: El ejercito de los muertos y cuando vengan…
Stannis Baratheon: Tenemos que saber cómo luchar contra ellos, sigue leyendo Samwell Tarly
Game Of Thrones (Temporada 5)

Indiscutiblemente, nuestra vida está organizada alrededor del saber. Nadie te contrata para un trabajo sin revisar tu curriculum y verificar lo que sabes (qué carrera y en qué universidad estudiaste). Todos los países han establecido 12 años de enseñanza obligatoria pero el colegio ha terminado imitando al concurso Quien quiere ser millonario al convertirse en una interminable sucesión de saberes (asignaturas) que todos los niños deben dominar, aunque inmediatamente olvidan casi todos esos conceptos. Para el sistema educativo, aprender no es prioritario ya que evalúa el resultado pero no el proceso. Nadie pregunta a un niño qué aprendió sino cómo le fue, qué nota sacó. Y la tendencia no hace más que acentuarse. La industria educativa nos bombardea con todo tipo de productos y nos tiene convencidos de que si no estudias al menos un Master, no tienes futuro laboral. Incluso socialmente, ser considerado una persona culta (haber leído libros y autores clásicos y saber muchas “cosas”) sigue siendo muy valorado. Sin embargo, la hegemonía del saber comienza a tambalearse. El responsable de RRHH de Google reconoce que, para su empresa, el expediente académico no sirve de nada. El Media Lab del MIT (uno de los centros de investigación más prestigiosos del mundo) contrató como director a un experto sin título universitario. Steve Jobs en Apple o Amancio Ortega en Zara, demostraron cómo crear y liderar multinacionales sin estar respaldados por esos saberes intelectuales aparentemente imprescindibles.

¿Por qué podría ser más importante aprender que saber? La primera razón es obvia: solo sabes algo si antes lo aprendiste. No hay conocimiento sin aprendizaje previo. La segunda razón pasa más desapercibida: El conocimiento tiene fecha de caducidad. Tarde o temprano, lo que sabes va perdiendo vigencia. Recuerden los casos de Blackberry o Kodak. Ambas empresas disfrutaron de un saber (conocimiento) que les permitió liderar sus mercados ejerciendo un dominio aplastante. Sin embargo, las dos han desaparecido de la cúspide porque ese saber se estancó, no evolucionó y otros competidores con nuevos conocimientos más avanzados las sobrepasaron.
No hay duda de que saber es importante, sobre todo cuando eres el único que sabe y ese saber permanece inalterable. Pero dormirse en los laureles con lo que sabes puede ser letal. El refrán “Pan para hoy y hambre para mañana” lo ilustra a la perfección. Desde el momento en que el mundo cambia a velocidades vertiginosas, puedes estar seguro de que cada vez falta menos para que lo que sabes sea sustituido por otro conocimiento más innovador. En ese caso, la única alternativa posible es aprender.

¿Cómo diferenciar aprendizaje de conocimiento? En la película de Quentin Tarantino Kill Bill Volumen 2, la protagonista Uma Thurman llega a un monasterio dirigido por un legendario maestro de artes marciales. El monje le demuestra cómo atravesar una gruesa tabla de madera con un golpe de puño y le ordena severamente que practique hasta que lo consiga. La nueva pupila comienza a ejercitarse y durante el extenuante proceso, se rompe los nudillos, sangra y sufre enormemente. Más adelante en la película, la misma protagonista es enterrada viva en un ataúd de madera y cuando despierta, se da cuenta de que la única manera de salir con vida es rompiendo el ataúd a puñetazos (lo que hace mientras suena música de Morricone). Aprender es todo lo que haces antes de tener un problema y te exige motivación, sacrificio, constancia, tiempo y mucha práctica. Eso es justo lo que Uma hace desde que llega al monasterio para aprender a romper la madera con el puño. No hay teoría, solo práctica. Gestión del conocimiento es lo que haces cuando tienes el problema, que es lo que le ocurre cuando se encuentra sepultada. Si llegado el momento no tienes conocimiento, no puedes resolver el problema (sobrevivir) y en ese caso mueres. Pero claro, para tener conocimiento, anteriormente has tenido que dedicar un colosal esfuerzo a aprender ya que no hay conocimiento sin aprendizaje. El saber solo llega como consecuencia de aprender.

Cada vez que doy una conferencia, llevo un cubo Rubik y ofrezco un cheque de 1 millón de dólares a cualquier miembro de la audiencia que sea capaz de resolverlo. La inmensa mayoría reconoce que, por más que quieran ganar el premio, carecen del conocimiento para hacerlo. Los problemas no existen, lo que falta es conocimiento para solucionarlos. El campeón mundial de Rubik necesita apenas 5 segundos para resolver el cubo. Claro que para ello, ha dedicado un sinfín de horas a aprender, a practicar. Una vez que cuentas con el conocimiento, los problemas pasan a convertirse en tareas que solo te demandan tiempo. Cuando escribí La vida es una sucesión de cubos de Rubik, me refería a que aunque domines perfectamente un cubo, puedes estar seguro que pronto ese cubo te lo van a cambiar, se va a complejizar porque cambiará el mercado, la competencia, la tecnología, la legislación… y por tanto, lo que sabes ya no te servirá. La única manera de adaptarte y seguir vigente será aprendiendo cosas nuevas. Cambiar es sinónimo de aprender. Innovar significa aprender.

Aprender está íntimamente relacionado con el pasado porque es lo que tuviste que hacer para acumular saber. Pero también condiciona el futuro porque todo lo que hagas de ahora en adelante depende de tu capacidad para aprender. Aprender, al igual que comer o dormir, es algo que necesitarás hacer durante toda tu vida. El conocimiento, sin embargo, tiene que ver con el presente, es lo que te permite tomar decisiones y actuar, aquí y ahora. Si te proyectas a medio o largo plazo, para tus planes de futuro, aprender es más importante que saber.

Si aprender es tan importante, entonces resulta imprescindible saber cómo se aprende. Cada vez que pregunto cómo aprendemos, pasan 2 cosas curiosas: primero, los interrogados dudan mucho antes de responder, como si nunca se hubiesen hecho la pregunta. Y segundo, su respuesta reproduce fielmente el modelo adquirido en la escuela: Haces un curso dirigido por un profesor, te entregan los contenidos, estudias… Afortunadamente, también aquí las cosas están mejorando. Hace 2 semanas, pregunté a los participantes en un taller de innovación ¿cómo se aprende? y para mi sorpresa, y con toda naturalidad, respondieron “Haciendo”.  Si el proceso de producción de conocimiento se llama aprendizaje, más vale que te conviertas en un experto en el arte de aprender porque tu vida depende de ello. Pero ojo, no confundamos aprender con estudiar. Aprender es el mejor ejercicio para el cerebro. La característica que nos hace más humanos es la habilidad de aprender. En EEUU, se habla ya del concepto de “Learning agility” (agilidad o flexibilidad para aprender) como la principal cualidad de un profesional del siglo XXI.

¿Por qué le damos mayor relevancia al saber que al aprendizaje? Muy simple: por pereza. Queremos disfrutar los beneficios del saber sin hacer el esfuerzo de aprender. Ansiamos el resultado pero no estamos tan dispuestos a realizar el sacrificio del proceso. Todo el mundo quiere tener un cuerpo perfecto pero muy pocos quieren moderarse con la comida o hacer ejercicio a diario. El saber te entrega estabilidad y seguridad. Cuando eres reconocido por lo que sabes, tienes pocos incentivos para aprender. Con el paso del tiempo, es inevitable acomodarse, perder el hambre de progresar y la emoción de descubrir cosas nuevas. Dado que aprendemos aquello que nos apasiona, la motivación emerge como un factor fundamental. Por eso mismo, un profesor tiene que estar enamorado de su rol porque de otra manera no puede entusiasmar a sus alumnos. Es necesaria una gran dosis de curiosidad, cansarse de lo que sabes y aburrirse de hacer siempre lo mismo para estar abiertos a innovar. Una persona con actitud siempre corre con ventaja: tiene voluntad de aprender y un enorme futuro mientras el resto tienen sobre todo pasado. El actor Will Smith confiesa “Siempre he considerado que tengo un talento promedio pero en lo que si destaco es en una obsesión enfermiza para la práctica y la preparación”. Cuando alguien tiene capacidad de aprender, puede llegar a saber cualquier cosa. Pero si te quedas únicamente con lo que sabes y no sigues aprendiendo, bien porque no te interesa o porque no tienes la humildad de reconocer que no lo sabes todo, corres un riesgo mortal. La verdadera ignorancia no es la falta de conocimiento sino negarse a aprender. Si tienes que escoger, es más valiosa la capacidad de aprender (que genera nuevos saberes continuamente) que la de aferrarse a un solo saber y tratar de explotarlo.

Hace algunas décadas, en España se hizo muy famoso un anuncio en televisión impulsado por la industria del lujo cuyo eslogan era “Un diamante es para siempre”. Desafortunadamente, nada es para siempre. Saber es fundamental pero aprender lo es mucho más porque no existe saber si no hay un proceso de aprendizaje anterior. Al ritmo al que cambia la sociedad, si dependes únicamente de lo que sabes, rápidamente te deprecias, pierdes vigencia y valor. El único remedio para evitar anquilosarte es aprender. Para el presente, el conocimiento es esencial. Para el futuro, aprender es la clave. El escritor Mario Benedetti lo expresó espléndidamente “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas». No puedes dejar de aprender. La buena noticia, como plasma en un libro reciente el tío y entrenador de Rafael Nadal, es que todo se puede aprender. Va siendo hora de cambiar el “tanto sabes, tanto vales” por el “tanto aprendes, tanto vales”. Por cierto, ¿ayer aprendiste algo?

Fuente del artículo: http://www.novagob.org/discussion/view/141085/aprender-es-mas-importante-que-saber

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Los fracasos de la OCDE y las propuestas de los maestros democráticos

Lev Moujahid Velázquez Barriga

Desde 1994, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ha sido la principal consultora del gobierno mexicano, cuyos honorarios ascienden a miles de millones de pesos con cargo al erario. Cabe señalar que dichos pagos no han sido transparentes. A pesar de los resultados negativos de sus recomendaciones en materia educativa, ningún funcionario ha cuestionado la pertinencia de su injerencia en la política mexicana, aunque la ineficacia de sus propuestas ha quedado por demás demostrada. Tal es el caso de la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), creado y promovido por la consultora para medir la competitividad de los aprendizajes de los alumnos en sus países miembro. El fracaso de sus orientaciones curriculares fue tan evidente que tuvo que ser eliminado por su inviabilidad.

Veintiún años después se siguen transfiriendo recursos públicos para que la OCDE diseñe políticas educativas, reciclando las mismas tácticas y discursos: la privatización educativa bajo el esquema de la “participación social”, la organización curricular y de los conocimientos de la humanidad reducidos a “competencias”, los sistemas meritocráticos basados en la Evaluación para el ascenso y la diferenciación salarial de la carrera magisterial. Todo esto no es nuevo, fue planteado desde 1993 con el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB); tampoco lo es el instituto autónomo para la evaluación, pues existe desde 2001; ni las pruebas estandarizadas para los alumnos, ya que se aplicaron a partir de 2006.

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), el Servicio Profesional Docente (SPD) y el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea), componentes de la reforma constitucional a los Artículos 3 y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, representan la misma fórmula que durante 2 décadas ha dado las más graves señales de su ineficiencia. En ese contexto, tanto el gobierno como los empresarios encabezados por Mexicanos Primero (quienes, unilateralmente decidieron representar a México ante la OCDE) han construido el chivo expiatorioperfecto para exonerar a la oligarquía nacional y multinacional de su responsabilidad ante la crisis educativa. Por ese motivo, al magisterio se le presenta como el culpable del fracaso de la modernización, de las crisis financieras estatales y de los bajos resultados en sus mismas pruebas estandarizadas.

A pesar de que la intromisión gerencial en los asuntos de carácter educativo no ha sido un proceso terso, lo que actualmente aparece en el ambiente social, político y de los medios de comunicación, es solamente la negación de los docentes a la evaluación; sin embargo, ellos han mantenido una constante oposición al proyecto trasnacional a través de múltiples formas de organización, que justamente atienden la complejidad de la reforma educativa. Quienes han encabezado esta resistencia de manera más sólida son los maestros y maestras de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE).

La CNTE ha pasado de la demanda de aumento salarial como objetivo primordial en 1989 a la democratización del Sindicato Nacional de Trabadores de la Educación (SNTE), la defensa de la educación pública, la construcción de un proyecto alternativo y contrahegemónico de educación, la lucha por la seguridad social y en la actualidad por la estabilidad laboral. Si bien cada demanda ha tenido cierto énfasis en contextos históricos específicos, no estamos hablando de cosas separadas, son todas ellas parte integral de una misma plataforma política encaminada a edificar una sociedad más democrática.

No es fortuito que en los estados y secciones más atacados por los empresarios y sus voceros en los medios de comunicación se estén dando los procesos más sólidos de organización social del magisterio con los sectores populares: el Movimiento Popular Guerrerense con la Sección XIV, sin olvidar que la tragedia de dimensiones globales por la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa dio origen a la Asamblea Nacional Popular; el Frente Cívico Social con la Sección XVIII de Michoacán, que aglutina 49 organizaciones populares y sindicales que han paralizado al gobierno de la entidad, los sectores estratégicos de la economía, los servicios y los transportes, al menos en dos ocasiones a través de la huelga general; y el Frente Único de Lucha con la Sección XXII de Oaxaca, que recupera la experiencia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) enfilándose a conformar una organización de articulación nacional.

Todas estas expresiones comparten la idea del agotamiento de la vía electoral y de la organización partidista; tienen, además, las condiciones para llevar a cabo lo que han llamado el “boicot electoral” en cada una de sus entidades, con sus respectivas particularidades y posibilidades; en su defecto han optado por impulsar procesos de empoderamiento desde abajo que resultan de poca legitimidad para un estatus cada vez más dictatorial que se legitima por la farsa de las “elecciones”.

Tampoco es ninguna casualidad que en estos mismos estados se estén desarrollando teórica y prácticamente las propuestas educativas contrahegemónicas más acabadas (mas no las únicas) de la CNTE. Hablamos de las escuelas altamiranistas, del Programa para las Transformaciones Educativas de Oaxaca (PTEO) y del Programa Democrático de Educación y Cultura para el Estado de Michoacán (PDECEM). Los antecedentes de dichas iniciativas se remontan a la crítica epistemológica frente al proyecto neoliberal plasmado en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y a la oposición social contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

La necesidad de un modelo educativo alternativo ha estado ligada, por 2 décadas, a la construcción histórica de una nueva sociedad y a la formación de sujetos libres y democráticos como agentes de las transformaciones sociales. La concepción política de la pedagogía es parte de la tradición latinoamericana que ha definido la conformación de una concepción propia llamada “educación popular”. No está por demás decir que los maestros mexicanos de la CNTE, en todo nuestro Continente, son el único movimiento “sindical” de su naturaleza que ha realizado aportaciones teóricas y experiencias concretas en los espacios de la educación pública para el diseño de proyectos de educación popular ligados a la emancipación social.

No debe resultarnos extraño que también Michoacán y Oaxaca hayan sido el paradigma en la democratización del SNTE, cuyo lastre ha estado siempre vinculado a los gobiernos federales y sus reformas educativas neoliberales. Sea por la vía legítima o por la legal-estatutaria respectivamente, según sus contextos específicos en cada sección y estado, el magisterio va generando autonomía frente al Estado y sus partidos políticos, así como procesos de empoderamiento desde los núcleos delegacionales de la organización sindical hasta los congresos de bases como máximos órganos de gobierno, de modo que ninguna decisión de la CNTE es cupular, siempre pasa por el consenso de las mayorías.

En suma, la oposición a la evaluación es apenas lo que se vive en la coyuntura política, en el momento en que el INEE ha presentado la calendarización de la evaluación hasta 2016, la cual puede caracterizarse también como la ruta del despido, pero la raíz de la protesta magisterial es multifactorial y su propuesta no se limita a la estabilidad laboral: integralmente la CNTE ha construido alternativas pedagógicas, de organización popular y sindical, así como marcos legales para que los estados garanticen realmente educación pública y gratuita como derecho humano.

Fuente: http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2015/05/31/los-fracasos-de-la-ocde-las-propuestas-de-los-maestros-democraticos/

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Comunicado de FECODE: La Soberanía Nacional y la Educación Colombiana sometidas a los designios de la OC

Bogotá/ Abril 19, 2016 / Renovación Magisterial

El Presidente Juan Manuel Santos con el sofisma de «Colombia la más educada en el 2020» ha embarcado y comprometido a nuestro país -sin ninguna consulta ciudadana y mucho menos sin la Opinión del sector educativo (padres de familia y estudiantes) y en particular de los edutadores- a cumplir las exigencias de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Economico OCDE. A continuacion el comunicado de la Federación Colombiana de Docentes ante esta situación:

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Fuente: http://www.renovacionmagisterial.org/portada/la-soberan%C3%ADa-nacional-y-la-educaci%C3%B3n-sometidas-los-designios-de-la-ocde

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A todas as pessoas amigas de perto e de longe

CARLOS RODRIGUES BANDÃO
Neste 21 de abril de 2016 quero deixar clara a minha compreensão a
respeito do que estamos vivendo neste momento. Desde mais de 50 anos
vivo uma definida e clara vocação altermundista (“um outro mundo é
possível”), fundada em princípios de uma vida solidária, uma
sociedade humanizada e personalizadamente socialista, e também uma
adesão ativa ao povo brasileiro e aos seus movimentos.

Sou um professor universitário desde 1967 e um militante de causas
humanistas e populares desde 1961. Minhas aulas, meus vários livros e
minhas incontáveis falas e palestras aqui no Brasil e no exterior são
testemunhas disto.

Se tenho críticas ao governo ao PT (ao qual nunca pertenci mas que
sempre apoiei) elas correm na contramão de todas as críticas feitas
por forças e interesses de direita, e submetidas aos poderes do capital
neoliberal e do mundo empresarial.

Lamento que sobretudo o que realizou o Governo Dilma não tenha ousado
ultrapassar uma vocação entre populista e popular, em direção a uma
política de real compromisso com as causas populares.

Lamento o apoio maior ao agronegócio que aos camponeses e à
agricultura orgânica e familiar. Lamento os titubeios e recuos em favor
da demarcação efetiva das terras camponesas, indígenas e quilombolas.
Lamento terras e territórios devastados, florestas queimadas, entre o
Cerrado e a Mata Atlântica e outros biomas mais. Lamento árvores
arrancadas, animais carbonizados, pessoas e famílias ancestrais
expulsas para que tudo se transforme em pasto ou, pior, nos desertos
verdes da soja e do eucalipto.

Lamento a fragilidade da reforma agrária e de outras urgentes reformas
(quase revoluções necessárias, a meu ver). Lamento a maneira como
educadoras e professores das redes públicas de educação são tratadas
até hoje. Lamento que ainda não tenhamos saído de uma democracia
formal em direção a uma efetiva democracia ativa e de raízes e
vocações humanizadoras e populares.

Considero que o que se pratica agora contra um governo eleito nas urnas
é mais uma experiência de violência política. Não foi a primeira.
Poderia ser a última. Ela é a meu ver algo pior do que um golpe.
Lembro que em toda a América Latina as forças submetidas aos
interesses capitalistas sempre souberam – entre golpes militares e
golpes parlamentares (como o que vivemos agora) – comprometer ou mesmo
estancar avanços dos governos, das frentes e das causas populares. O
sistema capitalista é histórica e intrinsecamente perverso. Ele é
excludente, injusto, devastador. E aquilo a que a que damos o sonoro
nome de “corrupção” é apenas uma de suas assinaturas. E, bem
sabemos, diante de seu poder de “compra-e-venda” governo político
algum escapa. Se o PT errou nisto (e ele errou) apenas seguiu a lição
que aprendeu com governos e partidos políticos anteriores.

Lamento, mais ainda, o triste e melancólico nível de mediocridade e
ausência de um mínimo de crítica justa e de criatividade e jurídica
e política no escuro momento que vivemos. Relembro com saudade e com
pesar que os nossos encontros, debates e confrontos de estudantes
universitários da década dos anos 60 – quando eu fui um estudante
universitário, um militante da Juventude Universitária Católica e um
educador popular – sempre foram bastante mais inteligentes, dialógicos,
críticos e criativos do que o que com perplexidade e tristeza assisto
entre os debates parlamentares de agora.

Considero revoltante estarmos sendo “governados” por um Congresso
com pessoas e grupos políticos de um tão baixo nível de
inteligência, de um tão voraz interesse pessoal, partidário ou
empresarial, e de tão ínfima sensibilidade (guardadas raras e honrosas
exceções) para com o sofrimento da gente brasileira.

Não me sinto só, pois desde companheiros/as de longos anos até as
pessoas ainda lúcidas, críticas, solidárias e militantes que conheço
pessoalmente, ou cujas ideias me chegam de perto ou de longe – cada uma
em seu campo de pensamento e ação, – eu as vejo todas dizendo,
escrevendo, partilhando, vivendo e agindo de um modo ou de outro com as
palavras e os gestos semelhantes aos que eu quis expressar neste
depoimento.

Que este testemunho seja encerrado com palavras não minhas, mas de
Eduardo Galeano.

_Nossa autêntica identidade coletiva nasce do passado e se nutre dele
– pegadas sobre as quais caminham nossos pés, passos que representem
nossas andanças de agora – mas não se cristaliza na nostalgia. Somos
o que fazemos e, sobretudo, o que fazemos para mudar o que somos: nossa
identidade reside na ação e na luta. Por isso a revelação do que
somos implica na denúncia do que nos impede de ser o que podemos ser._

Trata-se de um texto de 1976 chamado _Em defesa da Palavra_. o primeiro
do pequeno livro _A descoberta da América (que ainda não houve). _

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Significado de la discriminación sudafricana

Alberto Benegas/ 20/04/2016/Informe21

Como es sabido y está en todos lados registrado, la historia en territorio sudafricano comienza hace más de cien mil años y se divide en el período pre-colonial, colonial, post-colonial, la era del apartheid y, finalmente, el post-apartheid.

Los primeros visitantes extranjeros a la zona fueron los portugueses Bartolomé Dias en 1488 y en 1497 Blasco de Gama. Luego lo hizo el holandés Jan van Riebcek en 1652 y un grupo numeroso de ingleses en 1795.

A partir del descubrimiento de oro y diamantes durante el período decimonónico esa región comenzó a mudar de las faenas agrarias a las industriales en el contexto de luchas encarnizadas entre la dominación holandesa y la inglesa que culminaron en las guerras Boer entre 1899 y 1902 y que en gran medida sustituyeron las feroces batallas y las consiguientes matanzas entre tribus nativas. En aquellas guerras triunfó el imperio inglés de donde surge la unión sudafricana en 1909. Mucho más adelante, por un referendo de 1961 se decidió la independencia y el establecimiento de la república. Ya en 1934 se había proclamado un así llamado “self-government” en cuyo contexto dominó la situación el nacionalismo local de 1948 a 1994 y el más crudo apartheid (llamado “separateness”, un espantosamente violento sistema opresivo a favor de la casta gobernante y sus amigos que acentuaron muchos de los aspectos repulsivos de la era colonial y pre-colonial). En este último año se concretó el sufragio universal y asume Nelson Mandela con un gobierno de coalición y unidad nacional al efecto de eliminar el apartheid, ya terminada la ingerencia de la Unión Soviética debido a su colapso sellado con el derrumbe del Muro de la Vergüenza.

Si bien la expresión apartheid se comenzó a utilizar a partir de la década del cuarenta del siglo xix , la discriminación por el color de la piel comenzó de facto mucho antes. El apartheid fue la segregación de jure. En todo caso esta espantosa situación significaba el apartamiento legal de los negros del derecho a trabajar en ciertos lugares, la obligación de vivir en barrios asignados, la imposibilidad de casamiento con blancos y de no mantener relaciones sexuales entre colores diversos de piel “que significan inmoralidades e indecencias” (!), colegios separados, medios de transporte segregados y en general la conculcación de los derechos individuales y restricciones de la mayoría nativa, incluyendo el debido proceso. En otras palabras, lo opuesto a los valores de una sociedad abierta.

Hay dos obras que a mi juicio resultan las más esclarecedoras respecto a Sudáfrica que son South Africa´s War against Capitalism de Walter E. Williams y The Economics of The Colour Bar de W. H. Hutt. En el primer libro, el autor subraya que la referida discriminación se basa en puro racismo que siempre descansa en la atrabiliaria idea de la superioridad en la naturaleza de unas personas sobre otras, sustentada en la completamente falsa noción de diferencias de naturaleza biológica (más abajo volveremos sobre la noción equivocada de “raza”). Esto no es patrimonio de los sudafricanos, por ejemplo, el profesor de educación de la Universidad de Yale, Charles Duram, y el historiador estadounidense Edgar Brookes le escribían los discursos apoyando el segregacionismo al primer ministro sudafricano James Hertzog.

Por otra parte, también escribe Williams que los profesores de la Universidad de Cape Town, Bronislaw Malinowski y A. R. Radcliffe-Brown, argumentaban lo que estimaban un peligro de permitir que los nativos tomen contacto con la sociedad Occidental por lo que concluían la necesidad de mantenerlos separados, tal como insistió el Rev. Charles Bourquín en cuanto a que “la segregación disminuye la tensión racial” lo cual, claro está ha sido demostrado una y mil veces que lo contrario es la verdad (además de la lesión a los derechos de las partes interesadas).

También el primer ministro sudafricano Jan C. Smuts decía que permitir la unión de blancos y gente de color “en lugar de hacer que se eleven los negros, degradarán a los blancos”. Y hasta el “educador” sudafricano John Cecil Rhodes sostenía que “el propósito de Dios fue hacer de los anglo-sajones la raza predominante”.

Por otro lado, Alfred Milner, comisionado de Sudáfrica comenzó en 1904 a justificar la proscripción de los procesos electorales de “los incivilizados, sean estos del color de piel que fueran”, fundamentación que luego condujo a acalorados debates en ese país. Este tipo de propuesta ha calado en distintas partes del mundo en diversas épocas debido a la preocupación del futuro de la democracia que a veces aludía a cierto nivel patrimonial para poder acceder al antedicho escrutinio. Sin embargo, está visto que completar doctorados no asegura la adhesión a los principios de la sociedad libre, lo cual también ocurre con personas de gran patrimonio (aun suponiendo que lo haya adquirido legítimamente).

Williams le atribuye gran relevancia el destacar que el inicio del desmoronamiento del inaceptable apartheid comenzó con trabajos intelectuales al iniciarse los años ochenta y ejecutada en forma más acabada el 31 de enero de 1986 con el discurso ante el Parlamento del presidente Pier W. Botha al decir que “creemos que la dignidad humana, la vida, la libertad y la propiedad de todos debe ser protegida, independientemente del color, la raza o la religión”.

Pero hay dos puntos que son los centrales en el libro que comentamos. En primer término, el gravísimo dislate de asimilar durante décadas el apartheid con el capitalismo cuando en realidad es su antónimo. Así, por ejemplo, el Obispo Desmond Tutu, el premio Nobel de Sudáfrica de enorme predicamento, escribió en Frontline en el número de septiembre de 1980 que “De entrada debo decir que soy anticapitalista […] lo aborrezco debido a que estimo es un orden económico esencialmente de explotación […] Lo que he visto en mis 48 años en todo el mundo me ha convencido que ninguna dosis de cirugía plástica puede alterar su básicamente cara fea”.

En esta misma línea argumental, Raymund Sutter, el conocido activista anti-apartheid, consignó en Business Day el 22 de agosto de 1985 que “cualquier programa que pretenda terminar con la opresión racial en Sudáfrica debe ser anti-capitalista”. Y Winnie Mandela dijo a Pravda el 14 de febrero de 1986 que “la Unión Soviética es la antorcha de todos nuestros anhelos y aspiraciones. En la Unión Soviética el poder genuino del pueblo ha transformado los sueños en realidad”.

Concluye Williams con acopio de documentaciones que todas las medidas fiscales, del sector externo, y laborales del anti-apartheid apuntaban a profundizar en grado sumo el intervencionismo y el estatismo de los gobiernos segregacionistas. Enfatiza que en el terreno laboral las legislaciones sobre salarios mínimos naturalmente barrían del mercado a los menos eficientes al efecto de proteger el trabajo de los blancos respecto a los que se hubieran ofrecido por salarios más bajos para realizar las faenas marginales.

Este último punto lo desarrolla extensamente Hutt en su obra mencionada más arriba para concluir que el mercado no distingue color de piel ni religión, “es ciego ante las diferencias personales” lo que pretenden los consumidores es la mejor calidad al menor precio, “la ética del mercado libre es que le niega al estado el poder de discriminar”. En este contexto la sociedad abierta es consubstancial a la igualdad ante la ley.

Lo dicho sobre el apartheid va para Nelson Mandela quien en su autobiografía apunta que “adquirí las obras completas de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tse-tung […] me sentí muy estimulado por el Manifiesto Comunista, El Capital me dejó exhausto. No obstante, me sentí fuertemente atraído por la idea de una sociedad sin clases, que a mi parecer era un concepto similar al de la cultura tradicional africana, en que la vida es comunal y compartida. Suscribía el dictado básico de Marx, que tiene la simplicidad y la generosidad de una regla de oro: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades” […] Descubrí que los nacionalistas y los comunistas africanos tenían, en términos generales, muchas cosas en común”.

Los veintisiete años en prisión de Mandela no modificaron sus ideas básicas (lo cual surge en su autobiografía, ya liberado con motivo de su visita a París a Mitterand y su extremista mujer Danielle), aunque su obsesión seguía siendo finiquitar los vestigios de segregación aun vigentes, lo cual logró en pasos muy significativos durante su mandato en los que mitigó su estatismo con algo de keynesianismo a raíz de sus conciliaciones para gobernar. Así escribe que su plataforma electoral ponía en primer plano “el Programa para la Reconstrucción y Desarrollo, en que se exponía nuestro plan de creación de puestos de trabajo a través de las obras públicas”. Como es sabido la obra pública “para la creación de puestos de trabajo” solo reasigna factores de producción desde las áreas que reclama el mercado a las impuestas por burócratas con lo que se consume capital y se reducen salarios.

Esa obsesión por integrar blancos y negros es indudablemente el mérito de Mandela más allá de sus ideas en otros campos por lo que fue muy merecido su premio Nobel de la Paz nada menos que junto a de Friederik de Klerk con quien venía en negaciones desde hacía algún tiempo.

Por último, para cerrar esta nota reitero el tema de la raza que, en gran medida, estaba presente en ambos bandos enfrentados por el apartheid. Hitler y sus sicarios, después de sus descabelladas, embrolladas y reiteradas clasificaciones con la intención de distinguir “la raza” aria de la judía (sin perjuicio de su confusión con lo que es una religión), adoptó la visión marxista y concluyó que se trata de “una cuestión mental”, mientras tatuaba y rapaba a sus víctimas para diferenciarlas de sus victimarios. A lo dicho cabe enfatizar que en todos los seres humanos hay solo cuatro posibilidades de grupos sanguíneos y que las características físicas son el resultado de la ubicación geográfica.

Spencer Wells, el biólogo molecular de Stanford y Oxford, ha escrito que “el término raza no tiene ningún significado”. En verdad constituye un estereotipo. Tal como explica Wells en su obra mas reciente (The Journey of Man. A Genetic Odyssey), todos provenimos de África y los rasgos físicos, como queda dicho, se fueron formando a través de las generaciones según las características climatológicas en las que las personas han estado ubicadas, lo cual también ha sido expresado por Darwin y
Dobzhansky.

Fuente del articulo: http://informe21.com/blog/alberto-benegas-lynch/significado-de-la-discriminacion-sudafricana

Imagen: https://rosanasalinas.files.wordpress.com/2014/06/image0041.jpg

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