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Regreso a clases y educación híbrida

Por: Miguel Casillas

El proceso de regreso a clases presenciales en el nivel universitario es muy diferente que el de la educación básica y se enfrenta a distintos desafíos. Estamos hablando de una población adulta, mayoritariamente vacunada contra la Covid-19, que enfrenta con incertidumbre el retorno a las actividades presenciales.

La incertidumbre deriva de la falta de claridad sobre las condiciones y modalidades de la nueva enseñanza. Las autoridades universitarias no han asumido su responsabilidad para orientar con claridad a las comunidades. Después de año y medio sigue el desconcierto y ahora el regreso a las actividades presenciales es muy confuso.

En efecto, más allá de los controles sanitarios, de medir la temperatura de las personas y de repartir gel para las manos, de establecer números clausus para la cantidad de estudiantes en un aula o de determinar el aforo máximo de bibliotecas y otros espacios universitarios, el problema del regreso a clases es un problema pedagógico, un desafío educativo.

Primero porque la pandemia no sólo no ha terminado, sino que no va a terminar pronto; lo que supondrá que conservemos las medidas de sana distancia y no sería descabellado que los semáforos epidemiológicos volvieran a subir de color y entonces se activaran los protocolos que restringen la movilidad y la reunión de las personas.

Segundo, porque los estudiantes y profesores ya no son los mismos que en el pasado cercano previo a la pandemia. Esta nueva generación de estudiantes ha terminado su bachillerato, iniciado o continuado sus estudios superiores de modo remoto, haciendo uso intensivo de las TIC, y por más que las universidades intenten un regreso al pasado, los jóvenes ya no son los mismos. Los profesores por su parte tuvieron que aprender rápidamente y de modo improvisado dar continuidad al trabajo académico de modo virtual; dando clases en línea utilizando sistemas de videoconferencia y aprendiendo a usar las plataformas de enseñanza; asesorando a los alumnos las 24 horas del día y por una diversidad de medios; llenando informes, formatos y reportes ahora electrónicos; sosteniendo frecuentes reuniones de trabajo; elaborando documentos compartidos; divulgando sus resultados de investigación en medios primordialmente electrónicos.

El regreso a las actividades presenciales no puede ser un regreso al pasado, a las viejas y tradicionales prácticas de enseñanza, a las prácticas autoritarias, al predominio del discurso magisterial, a los procesos analógicos de estudio y producción académica. En estos casi dos años de pandemia, los estudiantes y profesores han establecido nuevas formas de trabajo y de estudio, ha bajado el tiempo de rollo y se descansa mucho más en el trabajo autónomo de los estudiantes. El acceso a libros y artículos en formato electrónico ha facilitado el acceso a bienes culturales que antes eran muy selectos, además se ha complementado con miles de recursos educativos virtuales, con la expansión del video como recurso de aprendizaje y con la difusión masiva de infografías y recursos multimedia.

Las maneras de trabajar colectivamente se transformaron; ahora se usan masivamente los mensajeros y las redes sociales como espacio de trabajo, es usual y frecuente que se organicen reuniones de equipo a través de videoconferencias, que se elaboren documentos de modo colaborativo y en línea, que se envíen y reciban archivos de todo tipo para preparar las tareas escolares.

El pase de lista, el dictado y otras prácticas convencionales perdieron sentido; el autoritarismo y el hostigamiento se confrontan con una cámara apagada, y hay la libertad de tomar clases un pijama. Hay nuevas formas de participación en interacción académica, el chat de las videoconferencias es utilizado con libertad para comentar y participar, lo mismo que los foros en los mensajeros y las redes sociales. El uso de un libro de texto único está desapareciendo, el cuaderno de apuntes está siendo sustituido por el celular con el que se toman fotos y se graba video, se toman notas de voz o escritas, con el que puedes navegar y buscar los términos y conceptos que antes sólo se adquirían en los libros en papel.

El regreso a las actividades presenciales debe ser gradual y desde una perspectiva progresista incorporar los aprendizajes y las ventajas que ya experimentamos durante la pandemia. En términos pedagógicos, suponer que se puede volver al pasado es absurdo y expresa una actitud profundamente conservadora.

Si no es reductible a un problema sanitario, tampoco ha entendido nada quien supone que el asunto de la educación híbrida es una cosa de cables, fierros y cámaras. No es un asunto técnico y es un error conceptual dicha reducción.

De lo que se trata, afirman Kuklinski y Cobo en su libro Expandir la Universidad más allá de la enseñanza remota de emergencia, es de “eliminar definitivamente la barrera entre la formación presencial y virtual, y diseñar la experiencia académica como una única línea de tiempo narrativa multimedia expandida donde el docente y los estudiantes puedan servirse de modo colaborativo de lo mejor de ambos mundos, con un inventario de contenidos propios y externos surgidos de una intensa curaduría y ajustados a una secuencia de aprendizaje, como ha propuesto el Banco Mundial durante la pandemia refiriéndose a la educación básica”.

Fuente de la información: https://www.educacionfutura.org

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STEAM, un paso más allá de STEM

Por: Sofía García-Bullé

La educación en las ciencias se vuelve más integral cuando intersecciona con las artes y las humanidades.

La educación en las ciencias es un pilar de la formación didáctica para generar habilidades como la innovación, la lógica, solución de problemas, habilidades de investigación, colaboración, creatividad y demás estructuras cognitivas necesarias para el desarrollo de los estudiantes. En artículos anteriores hemos hablado sobre la importancia de la educación STEM, proyectos que la potencializan y la participación de niñas y mujeres en esta esfera del conocimiento.

Las siglas en inglés del término STEM, significa ciencia, tecnología ingeniería, y matemáticas, el término comenzó a utilizarse aproximadamente a principios del siglo XXI para referirse a carreras y currículos centrados en el ejercicio de las ciencias exactas.

Recientemente, se agregó la letra “A” al acrónimo para designar la disciplina del arte y completar el término para abarcar esta disciplina, ¿qué significa esto para el movimiento STEM y la educación en este rubro?

La integración del arte y las ciencias

El enfoque inicial del movimiento STEM y las habilidades que desarrolla parecía bastante completo, pero su punto ciego era una presencia escasa de las artes y las humanidades. Esto resultó en una disminución de los fondos destinados a su gestión y el problema de una comunidad estudiantil con pocas opciones de carrera que se relacionarán con artes.

Hacer espacio dentro para el arte y el diseño trae consigo beneficios que enriquecen a la educación con base en las ciencias. Además de las habilidades proporcionadas por una educación STEM, el progreso hacia STEAM abre el camino para adquirir facultades propias de disciplinas de artes y humanidades como el diálogo, el pensamiento crítico, la comunicación asertiva y la empatía entre otros.

Las artes también sirven al propósito de presentar a los programas de carrera y ciencia de una forma más atractiva, aprovechar las intersecciones entre las ciencias y las artes al momento de crear currículum y armar las clases. Además es crucial para que el proceso de aprendizaje sea más entretenido y ligero.

¿Cómo se ve un proyecto con STEAM bien aplicada?

El equipo mexicano de robótica Quantum Robotics está conformado por 29 estudiantes del Tec de Monterrey y el Instituto Politécnico Nacional. Los alumnos cubren un total de diversas áreas de conocimiento, entre las que se cuentan mecánica, electrónica, programación, planeación, ciencias biológicas, telecomunicaciones, gestión de negocios, tiempo y recursos, comunicaciones públicas, entre otras.

En artículos anteriores, hablamos de cómo los estudiantes trabajaron en conjunto para construir un robot capaz de explorar la superficie de Marte: Rover-to, cariñosamente apodado por los jóvenes, es un vehículo autónomo diseñado desde cero por los alumnos para participar en concursos internacionales como el Canadian International Rover Challenge y el University Rover Challenge 2022.

Lo que más llama la atención del impresionante proyecto de pasión mexicano no son sus especificaciones técnicas, sino la creatividad con la que le dieron nombre. “Rover-to es resultado de un trabajo conjunto. Quienes le damos vida quisimos bautizar a nuestro robot así en homenaje al idioma español y a la cultura mexicana”, explicó Michelle Sánchez co-fundadora y líder de negocios para el equipo, en entrevista con Forbes México. La también alumna del Tec de Monterrey agradeció a la institución por el apoyo a cada uno de los miembros del equipo, agregando que cada uno de ellos colabora con atributos y habilidades vitales para el éxito del proyecto.

Una acción tan simple como  la de nombrar un vehículo autónomo es suficiente para denotar la diferencia entre lo mucho que amplía la perspectiva cuando se admite un espacio para las artes y las humanidades en el ejercicio de la ciencia. Los participantes del equipo fueron suficientemente creativos para encontrar una forma de englobar su vínculo con la cultura mexicana y homenajear la historia de los Rovers, que han sido invaluables en el descubrimiento y exploración del suelo marciano.

Este es el tipo de detalle que distingue a un proyecto, mantiene alta la moral, facilita el aprendizaje y la colaboración, a grandes rasgos aportaciones pertenecientes al terreno de la intersección entre las artes, las humanidades y las ciencias. Recientemente el equipo inter-universitario participó en la Feria Aeroespacial México (FAMEX) 2021, esto como preparación para competencias como el University Rover Challenge 2022.

“Los integrantes de Quantum Robotics contaron con un stand en el que tuvieron la oportunidad de presentar a Rover-to, así como su misión de promover las actividades #STEAM en los niños y jóvenes mexicanos”, informó la profesora Elizabeth Toriz, mentora de los estudiantes, para el Observatorio. La profesora agregó que las conferencias y los cursos para la difusión de las ciencias son una parte fundamental para el plan de desarrollo del equipo al que apoya.

Actualmente Quantum Robotics se encuentra en búsqueda de patrocinadores para potencializar más proyectos como el de Rover-to. Si te interesa saber más sobre cómo puedes apoyar, consulta en la sección de contacto en su página.

¿Habías oído hablar sobre educación STEAM antes? ¿Qué beneficios crees que puede generar integrar las artes y las humanidades a la formación en la ciencia? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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¿Por qué el patriarcado nos roba el placer y los orgasmos?

Por Coral Herrera Gómez

Fuentes: https://www.eldiario.es

El placer de las mujeres es el epicentro del patriarcado. Un cuerpo que goza por sí mismo, que no se ofrece a las necesidades sexuales y reproductivas de los hombres, es un cuerpo rebelde.


Cuando empezamos a cultivar la tierra, los hombres la convirtieron en propiedad privada para poder explotarla y transmitirla en herencia a las nuevas generaciones. Después le tocó el turno a los animales: domesticaron a unas cuantas especies, empezaron a explotarlas, a hacer negocio con ellos y, sobre todo, con ellas. Las hembras que podían multiplicar las cabezas de ganado.

Después nos tocó a nosotras: las mujeres fuimos encerradas en el espacio doméstico, perdimos nuestro derecho a controlar nuestra sexualidad y nuestra reproducción. Fuimos obligadas a ser monógamas de por vida.

Los hombres patriarcales nos robaron el placer: nuestros cuerpos solo debían servir para hacer negocios entre ellos y para la explotación sexual, reproductiva, doméstica y laboral. Hasta el hombre más pobre de la Tierra tiene una criada personal que le cuida y le cubre sus necesidades sexuales.

A nosotras nos matan por tener sexo antes del matrimonio y por ser infieles dentro del matrimonio, incluso en los países en los que ya no es legal asesinar a tu esposa bajo ningún concepto.

Pero antes de matarnos, sufrimos otro tipo de castigos.

A las niñas, en la infancia y la adolescencia, nos ofrecen toneladas de romanticismo, pero no nos hablan de sexo. La primera vez que me hablaron de sexo en la escuela fue para advertirme de lo peligroso que era: podías quedarte embarazada y enfermar gravemente.

Nadie me explicó que el sexo, cuando estás llena de deseo y eres correspondida, es uno de los mayores placeres de la vida.

Nadie me explicó que el sexo, cuando no odias tu cuerpo y no estás en guerra contra él, es una de las pasiones más grandiosas y divertidas del mundo.

A mí no me hablaron de las delicias del sexo, pero al menos no me machacaron psicológicamente como a mis abuelas, que estuvieron sometidas al sadismo de la religión católica que las amenazaba con quedarse ciegas o sordas por masturbarse, que les hablaba de su cuerpo como un antro de pecado, que les metían miedo con la posibilidad de ir al infierno por tocarse y por tocar a otras mujeres y hombres.

Nuestras madres también sufrieron esta pesadilla, pero tuvieron la suerte de poder vivir la revolución sexual de los 70 del siglo XX. No solo se desligó el sexo de la reproducción con la comercialización de los preservativos y las píldoras, sino que también pudimos liberarnos de la culpa y del pecado.

De esta revolución sexual pudieron beneficiarse unas pocas mujeres en el mundo: mujeres de países desarrollados que vivían en las ciudades, mayoritariamente. La gran mayoría de las mujeres del mundo viven aún bajo el yugo de obispos, curas y pastores misóginos que las bombardean con los mismos mensajes que a nuestras abuelas. Para muchas niñas y adolescentes, su primera experiencia sexual sigue siendo una violación, generalmente perpetradas por sus padres, padrastros, abuelos, hermanos, tíos y primos. No solo las violan con diez años de vida: las obligan a casarse con sus violadores y las obligan a parir. Si no mueren en el parto, las torturan a sufrir una maternidad no deseada para toda su vida.

Millones de mujeres jóvenes en el mundo siguen sin recibir educación sexual y emocional en las escuelas, y no tienen acceso a anticonceptivos. Siguen muriendo todos los días mujeres por abortos clandestinos. Sus cuerpos no son suyos: lo único que pueden hacer con ellos es cedérselo a hombres para que hagan negocios entre ellos. El cuerpo de las mujeres pobres es una mercancía que los hombres utilizan para ganar dinero. Traficar con los cuerpos de mujeres pobres y con sus bebés es uno de los negocios más lucrativos del mundo.

Por eso, un cuerpo de mujer que no está al servicio del placer del hombre, es un lugar de resistencia a la violencia del patriarcado y el capitalismo. El cuerpo que no se vende, el cuerpo que no se puede usar y tirar, el cuerpo que no se ofrece a la mirada y al deseo del hombre, es un cuerpo subversivo.

Y por eso el placer de las mujeres es el epicentro del patriarcado. Un cuerpo que goza por sí mismo, que no se ofrece a las necesidades sexuales y reproductivas de los hombres, es un cuerpo rebelde, y pone en peligro todo el sistema de dominación masculina.

¿Cuántas mujeres en el mundo podemos gozar de nuestro erotismo y sexualidad sin miedo?, ¿cuántas podemos elegir nuestra maternidad?, ¿cuántas podemos elegir a nuestras compañeras y compañeros sexuales? Somos muy pocas.

Nuestros cuerpos no son para nosotras: son para el marido, para el putero, para el proxeneta, para el adicto al porno, para los dueños de las clínicas reproductivas o de identidad de género, para los dueños de las clínicas de belleza, pero no son para nosotras.

Nos disciplinan para que nos torturemos a nosotras mismas pasando hambre con dietas extremas, entrando en los quirófanos para quitarnos trozos de carne y de piel, entrenando durante horas el cuerpo para que luzca firme, musculoso y bello.

Nos amenazan con la idea de que, si nuestros cuerpos no gustan a los machos, no vamos a conseguir marido, ni trabajo, ni familia feliz y, por tanto, vamos a quedarnos excluidas, en los márgenes del sistema y solas.

Nos crían para que nuestro objetivo en la vida sea despertar el deseo y subir la libido de los machos, y nos dan a elegir: podemos ofrecernos a un solo macho para formar pareja o a varios. Lo importante es que gustemos, que nos arreglemos, que invirtamos toneladas de dinero, de energía y de tiempo en estar bellas, y que nos ocupemos y nos preocupemos del placer masculino.

¿Y qué pasa cuando reivindicamos nuestro derecho al placer? Que somos unas degeneradas, y unas putas. Es el insulto preferido para castigar a las mujeres libres: nos rebajan a la categoría de mujer mala, mujer de usar y tirar, mujer que no merece respeto, para castigarnos a todas.

Es un mecanismo muy eficaz para que las mujeres nos olvidemos de nuestro placer, renunciemos a nuestros orgasmos, nos reprimamos a nosotras mismas, y nos entreguemos de por vida a satisfacer las necesidades sexuales de los hombres.

Hace poco un estudio de LELO, marca sueca de juguetes eróticos, declaraba que el 46% de las mujeres consultadas llegaba al orgasmo en la pareja heterosexual. Las que no logran alcanzarlo cuando están en pareja, el 29%, dijeron que no se relajaba lo suficiente como para poder disfrutar del sexo; un tanto por ciento de las mujeres no llegaba por culpa de la falta de estimulación clitoriana, y un 40% de las mujeres confesaron fingir sus orgasmos para no herir al macho.

¿Por qué las mujeres heterosexuales nos preocupamos más por el ego frágil de nuestros compañeros que por nuestro propio placer?, ¿por qué renunciamos a corrernos a gusto y le damos más importancia a los orgasmos masculinos que a los nuestros?

A los hombres les cuesta disfrutar del sexo y del amor porque no saben cómo hablar del tema. Están acostumbrados a hablar de sexo con otros hombres, generalmente para alardear de sus conquistas, no para intercambiar conocimientos en las artes del amor.

Con sus parejas femeninas les cuesta aún más porque no están acostumbrados a escuchar a una mujer hablar de su placer, de su deseo, de sus fantasías, de sus oleadas, de sus orgasmos múltiples.

Nosotras hablamos mucho de sexo con nuestras amigas. Con los hombres no podemos hablar porque la mayoría de ellos se asustan y sus penes se hacen pequeños cuando se ven frente a una mujer libre. Así que tenemos que tener cuidado porque si creen que somos mujeres para follar, no se van a enamorar de nosotras: la mayoría de los hombres siguen creyendo que hay mujeres buenas y malas, y que las malas son de usar y tirar.

La masculinidad patriarcal es muy frágil y a los hombres les cuesta disfrutar del sexo porque creen que su obligación como macho es eyacular para demostrar su hombría. Les falta humildad, curiosidad y generosidad: no preguntan a las mujeres qué es lo que les gusta en el sexo por miedo a no dar la talla, y aunque se avergüenzan de su ignorancia, les cuesta preguntar y prefieren aparentar que son machos potentes que saben complacer perfectamente a sus parejas.

Nosotras hacemos como que nos complacen para que no se sientan mal.

Pero lo cierto es que estas mentiras piadosas solo sirven para que los machos mantengan su ego y no aprendan jamás a dar placer a una mujer.

¿Qué ocurre cuando nos atrevemos a decirle a nuestra pareja lo que nos gusta y lo que no, cuáles son nuestras fantasías y dónde están nuestros límites? Que los hombres se sienten incómodos porque tienen miedo a la mujer libre que conoce y ama su cuerpo.

Cuando nosotras reivindicamos que somos algo más que agujeros, estamos pidiendo un trato humano, y eso a muchos hombres les parece humillante.

Nuestros orgasmos no son nuestros porque su fin es hacerle creer al macho que es potente y grandioso. El macho generalmente disfruta solo cuando la mujer se somete, se pone de rodillas, y se olvida de sí misma. El macho no disfruta con el sexo, disfruta con el poder que siente teniendo frente a sí a una mujer sometida y humillada.

Los hombres con mucho apetito sexual son hombres.

Las mujeres con mucho apetito sexual somos ninfómanas.

No solo nos etiquetan como enfermas, también como locas, histéricas, brujas, zorras, putas, degeneradas. Por eso desde que somos pequeñas aprendemos a reprimirnos y a silenciarnos, y a poner el cuerpo al servicio de los demás.

No solo nos reprimen los hombres: la voz del Señor patriarcal que habita en nuestro interior también nos regaña cuando estamos demasiado calientes, cuando estamos demasiado ardientes, cuando nos corremos como posesas, y cuando nos ponemos reivindicativas.

Los abusos sexuales y las violaciones que sufrimos en nuestra infancia sirven para que las mujeres entendamos que nuestros cuerpos no son nuestros, que en ellos manda el médico, el cura, el profesor, el padre, el abuelo, el vecino y el marido, y que son ellos los que nos quitan la inocencia y la virginidad.

Otra forma de disciplinamiento y tortura que sufrimos las mujeres es la violencia obstétrica: el embarazo y el parto son experiencias sexuales que siguen estando controladas por los hombres. Ginecólogos, enfermeros y personal sanitario ejercen esta violencia contra nuestros cuerpos para que tengamos claro que quienes mandan son ellos. Cuando nos quitan a los bebés recién nacidos lo hacen para que tengamos claro quién manda sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, y para que los bebés sufran desde el primer minuto el poder del Estado y del Patriarcado.

El objetivo final es que vivamos en guerra con nuestros cuerpos y renunciemos a nuestro derecho al placer, para dedicarnos a complacer a los machos. Por eso nos torturan y nos machacan: no hay nada más amenazante para el Patriarcado que las mujeres que gozan.


Fuente: https://www.eldiario.es/pikara/patriarcado-roba-placer-orgasmos_132_8434191.html

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Una guía de falsas soluciones para la COP 26

Por: Silvia Ribeiro

La publicación «Engañados en el Invernadero» revela las maniobras de las empresas y gobiernos respecto del reduccionismo de los problemas ambientales al carbono, la financiarización de la naturaleza y un creciente utopismo tecnológico; y propone ir hacia una justicia ambiental, con una mirada transversal que aporte soluciones verdaderas.

“Para ir a la raíz de las injusticias ambientales y climáticas injusticias ambientales y climáticas hay que confrontar más de cuatros siglos de imperialismo colonial, opresión ininterrumpida del patriarcado y supremacía blanca, y la actual expansión del capitalismo industrial, neoliberal y globalizado.” Así comienza la introducción del material de formación popular Engañados en el invernadero, elaborado por un amplio grupo de organizaciones de base indígenas, sociales, campesinas, urbanas, ambientales de América del Norte, entre ellas la Red Ambiental Indígena, el Proyecto Global de Justicia Ecológica, la Red por Justicia Energética, la Alianza por una Transición Justa y otras.

Hace más de una década se propusieron explicar en lenguaje sencillo la injusticia ambiental y climática, develando las maniobras de las empresas y gobiernos con las llamadas “falsas soluciones”propuestas tecnológicas, de manipulación de la naturaleza y financieras, que no tienen nada de “soluciones” sino que están diseñadas para lo contrario: evitar exponer, y mucho menos cambiar, las causas de la injusticia ambiental. Y en ese camino inventar nuevos negocios con esos tramposos mecanismos.

Este colectivo de organizaciones presenta ahora la tercera edición de un material revisado y aumentado, que es especialmente útil frente a la próxima reunión de la ONU en Glasgow (COP 26 del clima), por la que pronto nos inundarán con titulares catastróficos y engañosos.

MARIE HIPPENMEYER / Telam

¿Cuáles son las «falsas soluciones» y por qué resistirlas?

El fondo del trabajo de las organizaciones es mucho más que la reacción ante propuestas del capitalismo sobre el clima. Como lo dicen desde el comienzo, se plantean una crítica al colonialismo, al patriarcado, al racismo implícito. Como parte de la información que necesitamos para entender y resistir las múltiples trampas del capitalismo, este material colectivo se enfoca en revisar una amplia lista de “falsas soluciones” climáticas.

Desde propuestas que ya llevan años, hasta otras más recientes, el libro presenta brevemente de qué se trata cada propuesta o tecnología, los impactos que tiene y por qué debemos resistirlas. Toma los problemas como fijar precios al carbono, las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”, y actividades como: la bioenergía, la extracción y quema de gas natural y fracking, la producción de energía a partir de hidrógeno, de rellenos sanitarios, de incineración de residuos, la energía nuclear, energía hidráulica, las técnicas de geoingeniería, captura de carbono y las energías renovables. En este último caso, cuando son llevadas por empresas y no como un recurso de las comunidades y pueblos, en sus propias condiciones y con el conocimiento que tienen del medio.

Es un material muy útil en la vorágine de temas en que todas y todos estamos, ya que es sintético pero con información sólida, y nos guía con mano solidaria en la oscuridad que ha generado el teatro de las “falsas soluciones” climáticas. Especialmente cuando la discusión climática sigue creciendo y cada vez hay más términos que están diseñados para que no entendamos lo que realmente está pasando o para hacernos creer que con sus propuestas de alto riesgo se puede resolver el calentamiento global.

Como lo llama el colectivo editorial, este libro es un poco como entrar en la caja de Pandora de las propuestas climáticas falsas, diseñadas para lucrar con las crisis, pero es útil para entenderlas y resistirlas.

Justicia climática y soluciones verdaderas

El colectivo editorial reflexiona también sobre lo ocurrido desde el año en que publicaron la primera edición: “Estamos viendo una alarmante tendencia hacia una ‘política de la desesperanza’, incluso dentro de algunos movimientos, donde el capitalismo del desastre, junto con la ceguera del reduccionismo del carbono —que reduce todo a medir carbono, en lugar de ver las múltiples crisis—, la financiarización de la naturaleza y un creciente utopismo tecnológico, han fomentado la proliferación de esquemas falsos que se benefician económicamente del deterioro climático”.

“Incluso el simbólico Acuerdo de París celebrado en Naciones Unidas en 2015 ha servido en gran medida para habilitar y promover una serie de estafas tecnológicas corporativas, mecanismos del mercado de carbono y de impuestos al carbono”, agregan.

Por otra parte, reflexionan sobre la organización contra la “política de la desesperanza”: “Hoy más que nunca, el centro de gravedad de los movimientos por el clima ha virado hacia una perspectiva basada en la justicia climática, en la cual no distinguimos entre la guerra global contra la biodiversidad emprendida por la avidez de las corporaciones y las guerras contra las culturas, las cosmovisiones, las comunidades y los cuerpos de la gente oprimida en todo el mundo.”

Cuando el problema se enmarca bajo la premisa de la justicia climática, la crisis climática deja de reducirse al simple hecho de contabilizar carbono. “Movimientos de base liderados por comunidades de todo el mundo proponen una mirada transversal sobre la economía —sobre la explotación de la tierra, del trabajo y los sistemas vivientes, la erosión de las semillas, el suelo, la historia y el espíritu— y buscan promover soluciones verdaderas a nuestro alrededor, todos los días, en diversas fuentes: desde el conocimiento tradicional indígena, la soberanía alimentaria, la desmercantilización de la tierra, la vivienda y la atención médica, hasta la abolición del complejo militar industrial que pretende extraer hasta la última de gota de combustible fósil de la Madre Tierra”.

En ese tono concluyen: “También en la transición justa y la democracia energética, que procuran impulsar energías democratizadas, descentralizadas, no tóxicas y descarbonizadas para alimentar nuestra vida, y en la justicia transformativa, con la cual respondemos al trauma y la violencia.”

Silvia Ribeiro, directora para América Latina del Grupo ETC

Nota publicada originalmente en: Desinformémonos

El libro se pueden descargar libre en el sitio https://climatefalsesolutions.org/ 

Título original: ¿Atrapados en el invernadero? . Edición: Tierra Viva

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/una-guia-de-falsas-soluciones-para-la-cop-26/

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Cumbre climática a prueba de fuego

Por: Sergio Ferrari

Clima vs sistema

Aunque el planeta agoniza, los remedios son insuficientes. La comunidad internacional intenta de nuevo, esta vez en Glasgow, Escocia, lanzar una terapia. Lamentablemente, casi inofensiva en relación al diagnóstico.

Gran parte del mundo científico y el movimiento ambientalista consideran este esfuerzo como la última oportunidad para frenar el ya irreversible aumento de la temperatura terrestre. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), organizada en esta ocasión por el Reino Unido en colaboración con Italia, empieza este domingo 31 de octubre y se extiende hasta el 12 de noviembre.

El ABC de Glasgow

La Conferencia de las Partes –de ahí la sigla COP– de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es una cita anual en la cual representantes gubernamentales de alto nivel discuten y negocian eventuales propuestas para reducir el calentamiento global.

Esta 26ª sesión reunirá, según los organizadores, a delegados de casi todos los países que integran el sistema de Naciones Unidas; entre ellos, un centenar de jefes de Estado y de Gobierno. También expertas-os en el tema ambiental, dirigentes empresariales, representantes de Organismos No Gubernamentales (ONG) y de la sociedad civil en general (https://unfccc.int/es/process-and-meetings/conferences/conferencia-sobre-el-cambio-climatico-en-glasgow).

Todo anticipa que será un vértice particularmente trascendente ya que, a pesar de los seis años transcurridos desde la adopción del Acuerdo de París en la COP21, los esfuerzos implementados hasta ahora para limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius han resultado insuficientes. (https://unfccc.int/files/essential_background/convention/application/pdf/spanish_paris_agreement.pdf).

Para el mundo científico, esta cifra –1,5 grados Celsius– constituye el umbral límite o punto de ruptura, superado el cual el cambio climático podría tener impactos dramáticamente irreversibles tanto para el ser humano como para la naturaleza. Los recientes incendios, olas de calor, inundaciones y otras catástrofes naturales cada vez más intensas exigen una acción climática urgente y mancomunada.

El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, del 9 de agosto del año en curso, es contundente. Afirma que “Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos de los cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios” (https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/ ).

En dicho informe se ofrecen nuevas estimaciones sobre las probabilidades de sobrepasar el nivel de calentamiento global de 1,5 ºC en las próximas décadas, y se concluye que, a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, “limitar el calentamiento a cerca de 1,5 ºC o incluso a 2 ºC será un objetivo inalcanzable”.

Otro tema clave de la agenda de la COP26 de Glasgow será la financiación climática, es decir, la ayuda que los países industrializados han prometido proporcionar a aquellos más afectados por el calentamiento global, casi siempre las naciones en vías de desarrollo. Todavía se está muy lejos de los 100.000 millones de dólares anuales anunciados en 2009 en la Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague, Dinamarca, para el financiamiento de proyectos de reducción de emisiones y de adaptación climática en las regiones de menos recursos.

El Acuerdo de París como espejo

¿Es posible que una eventual “terapia” surgida de la Conferencia de Glasgow ayude a recuperar el tiempo que se ha desaprovechado en la lucha contra el calentamiento planetario? ¿O será un mero espejo que se mire en París 21 pero sin superarlo, con propuestas consensuadas y promesas que no responden a la agonía?

El objetivo principal del Acuerdo de París del 12 diciembre de 2015 establece que el aumento de la temperatura terrestre, en este siglo, no supere los 2 grados centígrados – siempre en relación con los niveles preindustriales. E incluso propuso que se redoblaran los esfuerzos mundiales para intentar que dicho incremento sea como máximo de 1,5 grados centígrados.

Esta meta incluye la necesidad de un salto significativo de cada país para hacer frente a los efectos del cambio climático, limitar sensiblemente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y lograr el financiamiento necesario para hacerlo posible. Por otra parte, establece informar periódicamente sobre sus respectivos niveles de emisión y sus esfuerzos por poner lo acordado en práctica, además de realizar cada cinco años y en forma conjunta un inventario mundial para evaluar el progreso colectivo en el cumplimiento de dichos compromisos.

Con todo esto en mente, lo acordado en París fue como un mandato para que los países desarrollados siguieran asumiendo una responsabilidad principal mediante objetivos de reducción absolutos para toda la economía, mientras que los países en desarrollo continuaran intensificando sus esfuerzos de mitigación.

Dicho Acuerdo quedó abierto a la firma el 22 de abril de 2016 –Día de la Tierra– en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Meses más tarde, el 4 de noviembre de 2016, entró en vigencia, treinta días después de que se cumpliera con el “doble criterio”, es decir, su ratificación por 55 países que representan al menos el 55% de las emisiones mundiales. Desde entonces ha sido suscripto por 192 países.

A juzgar por los resultados alcanzados, ni el Acuerdo de París ni los esfuerzos posteriores han dado los resultados proyectados. Los análisis retrospectivos sugieren que, aun si se hubieran cumplido las promesas asumidas en París en 2015-2016, solo se habría limitado el aumento de la temperatura a menos de 4° C, muy lejos del tan proclamado aumento máximo de 1.5 grados. Es decir, los compromisos asumidos por los Estados en ese momento eran ya insuficientes para lograr las metas planteadas.

Según Alok Sharma, presidente entrante de la COP26, “Ha habido progreso, pero no lo suficiente. Es por eso que necesitamos, especialmente, que los mayores emisores, las naciones del G20, presenten compromisos más fuertes para 2030 si queremos mantener el objetivo del 1,5° C durante esta crítica década».

Promesas (casi) imposibles

Los compromisos climáticos más recientes de varios países de aquí al año 2030 “no son suficientemente ambiciosos y ponen al mundo en camino a un aumento de temperatura este siglo de por lo menos 2,7° C”, señala el último Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), publicado el 26 de octubre.

Los anuncios a nivel nacional hechos hasta ahora permitiría una escasísima reducción: tan solo un 7,5% de las emisiones previstas para 2030 (https://www.unep.org/es/resources/emissions-gap-report-2021). “Para mantenernos en la ruta hacia el objetivo del 2° C deben asegurarse reducciones de emisiones del 30%”. Si se pretende alcanzar el objetivo de 1,5%, se necesitarían reducciones en el orden de un 55%. Nuevamente, de cara a la COP26, las promesas de las Partes no corresponden con los objetivos acordados. Se repite así la larga historia de respuestas tibias para salvar un planeta en llamas.

Al presentar el informe de PNUMA, algo así como un marco de referencia conceptual para la Cumbre de Glasgow, Inger Aderson, la directora de dicha organización recordó que «el cambio climático ya no es un problema del futuro. Es un problema ahora». PNUMA insiste en que sólo disponemos de ocho años de oportunidad para limitar el calentamiento global a 1,5° C mediante la reducción a casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Menos de una década para hacer planes, implementar políticas y, finalmente, presentar resultados tangibles. “El reloj avanza rápidamente», subraya este organismo internacional.

Al pasado 30 de septiembre, 120 países, responsables de poco más de la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, habían comunicado nuevas metas, actualizadas. Adicionalmente, tres miembros del G20 (las 20 naciones más desarrolladas) anunciaron nuevas promesas de mitigación para 2030. En su evaluación del informe del 26 de octubre, Alok Sharma, consideró que, si los países cumplen con sus metas pautadas para 2030 y los compromisos de cero emisiones anunciados, “estaremos dirigiéndonos hacia aumentos promedio de la temperatura global de poco más de 2° C”.

Dos visiones en conflicto

La Cumbre de Glasgow tiene tanto de laberinto como de encrucijada para el clima planetario. Y mucho más de sofisma, una falacia construida sobre la base de promesas que la gran mayoría de las naciones sabe que realmente no podrán cumplir.

La COP26 desnuda, además, el choque de dos concepciones confrontadas. La visión de una “institucionalidad” onusiana, con propuestas a mediano y largo plazo, a pesar de que el mundo científico viene diagnosticando, desde años, la gravedad extrema de la enfermedad. Y, enfrente, la visión de una buena parte de la sociedad civil planetaria –movimientos ambientalistas, ONG de desarrollo, sindicatos, redes y plataformas–, que se movilizará críticamente en las calles de Glasgow durante la COP26, que insiste en la “urgencia climática” como clave de interpretación de una sociedad humana en carrera acelerada hacia su propia desaparición.

No sorprende, entonces, que una de las principales consignas comunes de los millones de jóvenes movilizados en los últimos años en torno a la “huelga del clima” lo describa con elocuencia: “No hay que cambiar el clima, sino el sistema”.

Cumbre climática a prueba de fuego

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Aplicaciones y redes sociales según las necesidades de los niños desde infantil a educación especial

Por: ABC

Estas son las sugerencias de Pilu Hernández Dopico, de «El Pupitre de Pilu», de cara a la nueva normalidad» en los colegios.

El uso de las redes sociales y de la tecnología está siendo cada vez más usual en los colegios, muchos profesores las integran para impartir sus clases. La experta en educación y CEO de El Pupitre de Pilu, Pilu Hernández Dopico, cree que esta es una buena opción para educar a los alumnos y hacer un uso responsable de internet. «Hoy en día es difícil escapar de las aplicaciones y las redes sociales. Utilizarlas en los colegios beneficia a los alumnos porque les da las herramientas necesarias para hacer un buen uso. Hay que dejar claro que los conocimientos que se enseñan no son distintos, el libro de texto sigue existiendo, pero en un formato distinto. Hemos cambiado el continente, no el contenido».

Desde El Pupitre de Pilu os dejamos unas recomendaciones sobre aplicaciones en función de las necesidades de los niños:

INFANTIL

Masha y el oso: es una serie infantil y han creado la app que contiene 30 juegos que se dividen en diferentes categorías y así poder trabajar distintas áreas. Disponible en IOS y Android.

Loopimal: iniciación a los más pequeños al gran mundo musical.

Cookie Monster´s Challenge: con el monstruo de las galletas como protagonista enseñará a los niños conceptos básicos.

Tangram: ¿quién no recuerda este juego?, pues sí ya lo tenemos en app y lo que quiere conseguir adentrar a los más pequeños en el mundo de la geometría y sus formas, creando múltiples figuras.

PRIMARIA

Mario Abecedario: una aplicación muy útil para aprender las letras. Con Mario irán atravesando diferentes mundos con sus respectivos obstáculos, las letras. Cuando se arrastra una letra reproduce su sonido y al superar la misión reproduce una palabra que empieza por esa letra. Lo mejor de esta app es que además es gratuita.

Cuadernos by Rubio: ¡sí! A lo mejor alguien pensaba que los clásicos cuadernos no estarían en app, pues erros, viene y pisando fuerte. Los tenemos de todo: operaciones, problemas y para educación infantil. Incluye al búho-tutor que será quien guíe al niño explicándole las actividades y lo mejor corrigiéndolas.

Geometría Montessori: con esta app aprenderán formas geométricas trabajando la lógica.

SECUNDARIA

1. Tik Tok: conocida por todos, pequeños y no tanto. Con ella se pueden hacer vídeos con música y filtros de más de un minuto.

2. Spotafriend: red social entre los más jóvenes de 13 a 19. Cuenta con 2 mill de usuarios.

3. Discord- habla, chatea: también una red social, pero más pensada en videojuegos.

4. Spotify: app de música.

5. Instagram: red social para compartir fotografías y donde los demás pueden ver lo que haces al instante.

EDUCACIÓN ESPECIAL

1. Soy visual: actividades interactivas para el desarrollo del lenguaje, adaptado al nivel del menor.

2. Jose aprende: cuentos visuales con pictogramas.

3. Araword: convierte cualquier texto en pictogramas.

4. Pictosonidos: una app que trabaja por categorías semánticas a través de las onomatopeyas.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-aplicaciones-y-redes-sociales-segun-necesidades-ninos-desde-infantil-educacion-especial-202108220038_noticia.html

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COP26: Basta de blablablá, sólo la lucha pagará

Por: DANIEL TANURO

El creciente número de catástrofes climáticas en todo el mundo es el resultado de un calentamiento de apenas 1,1° a 1,2° C en comparación con la era preindustrial. De la lectura del informe especial del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Clima) sobre 1,5°C[1], cualquier lector razonable concluirá que hay que hacer todo, absolutamente todo, para mantener la Tierra muy por debajo de este nivel de calentamiento. Más allá de eso, los riesgos aumentan muy rápidamente[2]. Existe incluso la posibilidad creciente de que una cascada de retroalimentaciones positivas provoque un cambio irreversible en el planeta hacia un régimen que acabe provocando un incremento del nivel del mar en trece metros o incluso varias decenas de metros más alto que el actual[3]. Una distopía inimaginable… ¡ciertamente incompatible con la existencia de siete mil millones de seres humanos en la Tierra!

Dado el tiempo perdido desde la Cumbre de la Tierra (Río, 1992) -y desde París-, no es seguro que el límite de 1,5°C pueda seguir respetándose: al ritmo actual de emisiones, se superará en… ¡2030! Sin embargo, lo que es absolutamente cierto es que la carrera hacia el abismo no puede detenerse sin salir del productivismo inherente a la economía de mercado. Como bien dijo Greta Thunberg, «la crisis climática y ecológica simplemente no puede resolverse dentro de los sistemas políticos y económicos actuales. No es una opinión, es simplemente una cuestión de matemáticas»[4]. Dado que la COP26 se mantiene «en el marco de los sistemas económicos y políticos actuales», el pronóstico es claro: la conferencia de Glasgow no detendrá la catástrofe más que las anteriores.

¿Significa esto que podemos ignorar lo que ocurrirá en Escocia? No, en la agenda de la cumbre hay temas importantes. Por ejemplo: ¿cuántos países aumentarán el nivel de sus ambiciones climáticas[5]?, ¿hasta qué punto se reducirá la diferencia entre los compromisos de los países y lo que debería hacerse a nivel mundial para salvar el clima?[6] en los compromisos de los principales contaminadores, ¿cuál será la proporción respectiva de las reducciones reales de emisiones nacionales, la «compensación de carbono» mediante sumideros forestales, la captura y el secuestro, y las llamadas inversiones limpias en el Sur?,  ¿se aplicará, y cómo, el «nuevo mecanismo de mercado» para el carbono adoptado en la COP21[7]? ¿Se adoptará un precio global para el carbono, o los países ricos lo impondrán de facto a través de un impuesto sobre el carbono en las fronteras[8]? ¿Cumplirán por fin estos países su promesa de pagar cien mil millones de dólares anuales al Fondo del Clima, para ayudar al Sur global a afrontar el reto climático? Etc.

Estas cuestiones serán objeto de fuertes disputas entre los representantes de los Estados, en función de sus intereses económicos y rivalidades geoestratégicas. Todo esto tendrá que ser analizado en detalle para sacar lecciones sobre el estado del capitalismo y la agudeza de su crisis sistémica. Sin olvidar que, en ciertos puntos y hasta cierto punto, las movilizaciones de los movimientos sociales pueden pesar en el resultado. Esto no carece de importancia. Por ejemplo, no está de más poner obstáculos a la «compensación de carbono», y si se pudiera prohibir este sistema, sería una victoria importante. Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones: en general, la COP26 se mantendrá «dentro de los sistemas políticos y económicos actuales», como dice Greta Thunberg. Así que podemos ser categóricos: básicamente, Glasgow no resolverá NADA.

Más energías renovables… y emisiones

A este punto de vista radical, a veces se objeta que la irrupción de las renovables podría ofrecer una salida a la crisis. Este avance es realmente real, principalmente en el sector de la generación de energía. En los últimos veinte años, la proporción de las energías renovables en mix energético mundial ha aumentado una media anual del 13,2%. El precio del kWh verde se ha vuelto muy ventajoso (especialmente en la eólica terrestre y la fotovoltaica). Según la AIE (Agencia Internacional de Energía), en la próxima década, más del 80% de las inversiones en el sector eléctrico se destinarán a las energías renovables. Pero es completamente erróneo concluir que «el proceso mundial de abandono de los combustibles fósiles está muy avanzado», como escribió recientemente la Comisión Europea[9]. De hecho, esta afirmación es una gran mentira. En diez años, la cuota de los combustibles fósiles en el mix energético mundial ha disminuido solo de forma imperceptible: del 80,3% en 2009 al 80,2% en 2019[10]; en veinte años, solo la cuota del carbón ha disminuido, pero muy ligeramente (-0,3% de media anual); la del gas natural ha aumentado un 2,6% y la del petróleo un 1,5% (de 2014 a 2019). ¡No existe el menor indicio de que se haya iniciado un “proceso mundial para abandonar” los combustibles fósiles! Por ello, las emisiones mundiales de CO2 siguen aumentando inexorablemente (salvo durante la crisis de 2008 y la pandemia de 2020).

¿Por qué hay más renovables y más emisiones fósiles al mismo tiempo? Porque las renovables no sustituyen a los combustibles fósiles: sólo cubren una parte creciente del consumo energético mundial. Este consumo sigue creciendo al mismo ritmo que la acumulación de capital (en particular, la creciente digitalización y mayor complejidad de las cadenas de valor internacionales, son dos dinámicas muy intensivas en energía[11]). Así pues,la política climática burguesa tiene dos caras, como Jano. Por una parte, los gobiernos capitalistas compiten entre sí con bonitas declaraciones sobre la transición energética y la neutralidad del carbono inspirada en la mejor ciencia. Pero sus compromisos están más orientados a favorecer a las empresas que se lanzan al mercado de las tecnologías verdes que a salvar el clima. Por eso, esta es la otra cara, estos mismos gobiernos tiran del freno de la transición cada vez que es necesario para mantener el crecimiento del PIB. Así, la ley del beneficio prevalece sobre las leyes de la mejor ciencia de la física. Esto es lo que han puesto de manifiesto las tensiones sobre el suministro energético de China.

Cuando los precios de la energía suben en el taller del mundo…

Conocemos el contexto: la naciente potencia china pretende imponerse como líder geoestratégico mundial. Esta ambición se ha vuelto inseparable de una política climática responsable, como es el capitalismo verde. Por eso Xi Jiping prometió en Davos que las emisiones de su país empezarían a bajar antes de 2030; un poco más tarde, incluso añadió que China dejaría de construir centrales eléctricas de carbón en el extranjero. Hasta aquí lo que se dice de cara a la galería. En la práctica, aún no se había secado la tinta de los periódicos que informaban de estas declaraciones cuando Pekín aumentó la producción de carbón en Mongolia Interior en un 10%. Esta decisión es fruto de la combinación de unos objetivos climáticos más ambiciosos y la recuperación posterior a la crisis del COVID. Los pedidos de productos fabricados en China llegan a raudales, lo que provoca una relativa escasez de electricidad. Las exportaciones rusas de combustibles fósiles -especialmente de gas, que también es una carga para Europa- son insuficientes para cubrir la escasez, así que los precios están subiendo… lo que amenaza la recuperación mundial. La estanflación es una amenaza. Por ello, Pekín está reactivando sus minas de carbón.

El análisis del Financial Times sobre esta situación es claro: «China, al igual que otros mercados energéticos que se enfrentan a la escasez, debe realizar un acto de equilibrio: utilizar el carbón para mantener el negocio y, al mismo tiempo, mostrar su compromiso con los objetivos de descarbonización. En vísperas de la COP26, esto suena incómodo (¡sic!) pero la realidad a corto plazo es que China y muchos otros no tienen más remedio que aumentar el consumo de carbón para satisfacer la demanda eléctrica[12].

Cabe destacar que Estados Unidos y Europa se cuidaron de criticar la decisión china. Por una razón obvia: una subida incontrolada del precio de la energía en el taller del mundo capitalista tendría consecuencias en cascada en todo el mundo. Los dirigentes chinos también son muy pragmáticos: aunque han impuesto un embargo al carbón australiano -para castigar a Canberra por su postura respecto a Taiwán, Hong Kong y otras cuestiones-, hacen la vista gorda cuando los cargueros australianos descargan su carbón en los puertos chinos… Conclusión: no te fíes de las promesas climáticas de los políticos capitalistas, aunque se cubran con la bandera del comunism». Al final, es el capital el que tendrá la última palabra, no el clima. Tanto en la República Popular China, como en otros lugares.

… ¡se consumen más fósiles en nombre de la transición ecológica!

Estas tensiones en el mercado energético ponen de manifiesto las contradicciones insolubles de la transición energética capitalista. De hecho, China es el principal proveedor mundial de paneles fotovoltaicos (la mayoría de los cuales se fabrican en Xinjiang, con trabajo forzado). También es el principal productor de esas tierras raras cuya explotación y transformación requieren grandes cantidades de energía y que son indispensables para muchas tecnologías verdes… Mientras la humanidad está al borde del abismo climático, la lógica capitalista del beneficio lleva así a este absurdo evidente: hay que quemar más carbón, y por tanto emitir más CO2… para mantener los beneficios… ¡de los que depende la transición a las renovables!

Como China es el taller del mundo, el problema deviene global. ¿Cómo afectará esto a la política climática en general? Se supone que la COP26 debe ser más ambiciosa. Esto puede hacerse sobre el papel, para convencer a la gente de que la situación está bajo control, pero hay un largo camino por recorrer. Sin ir más lejos, un reciente informe de la ONU señala que 15 países (entre ellos Estados Unidos, Noruega y Rusia) proyectan que la producción de combustibles fósiles en 2030 ¡será más del doble del límite compatible con el Acuerdo de París! En total, en 2030 se superaría el límite en un 240% en el caso del carbón, un 57% en el del petróleo y un 71% en el del gas. [13]

A preguntas del Financial Times, una experta no cree que «la escasez de carbón y la subida de los precios de la energía sean un problema cíclico y a corto plazo en China». Más bien, dice, este episodio pone de relieve «los retos estructurales a largo plazo de la transición a sistemas energéticos más limpios». La experta tiene razón. El reto estructural es el siguiente: no hay más margen de maniobra, las emisiones tienen que reducirse inmediatamente, de forma radical. Por tanto, no basta con decir que las renovables podrían sustituir a los combustibles fósiles. Hay que decir cómo se van a compensar las emisiones adicionales derivadas del hecho de que haya que utilizar combustibles fósiles para fabricar los convertidores de energía renovable, sobre todo al principio. Técnicamente, este reto sólo puede ser superado reduciendo la producción y el transporte a nivel global[14]. Socialmente, esta solución técnica sólo puede plantearse si se reparte masivamente el trabajo, el tiempo y la riqueza necesarios. Volveremos sobre ello en la conclusión, pero está claro que las dos ramas -técnica y social- de la solución son totalmente incompatibles con la lógica capitalista de la competencia en el mercado. Es en este contexto donde hay que examinar las promesas de neutralidad del carbono.

La verdadera cara de la neutralidad de carbono y los acuerdos verdes

Desde que Trump cedió el testigo a Biden, los principales contaminadores del mundo declararon su intención de lograr la neutralidad de carbono para 2050 (2060 para Rusia y China) aplicando distintas variantes de acuerdos verdes. Pero, en la práctica, esta neutralidad de carbono es un señuelo. En teoría, el concepto se basa en la idea de que es imposible eliminar por completo todas las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, por lo que habrá que compensar el remanente eliminando el carbono de la atmósfera. Pero en la práctica, los capitalistas y sus representantes políticos llegan a la conclusión de que pueden enviar al infierno las drásticas reducciones de emisiones que se necesitan urgentemente, porque un día en el futuro, un deus ex machina tecnológico eliminará cada año de la atmósfera no un remanente sino 5, 10, incluso 20Gt de CO2. En consecuencia, mientras que la Unión Europea y Estados Unidos deberían reducir sus emisiones al menos en un 65% en 2030 (para mantenerse por debajo de 1,5°C y cumplir con sus responsabilidades históricas), sus compromisos en el marco de la neutralidad de carbono sólo consisten en reducirlas en un 55% y en un 50 o 52% respectivamente[15].

En esta estrategia subyace un escenario completamente descabellado, el llamado «rebasamiento temporal. Un escenario que contempla que el mercurio suba por encima de 1,5ºC y se aposta a que, más tarde, la Ciencia enfriará la Tierra con «tecnologías de emisiones negativas» (TNE)[16]. Sin embargo, (1) la mayoría de estos TEN sólo están en fase de prototipo o prueba; (2) estamos muy cerca del punto de inflexión de la capa de hielo de Groenlandia, que contiene suficiente hielo como para elevar el nivel del mar en siete metros[17]; y (3) por lo tanto, suponiendo que los TEN funcionen, es muy posible que se desplieguen después de que haya comenzado un proceso masivo deshielo. En ese caso, el daño será evidente: el rebasamiento temporal habrá provocado un cataclismo permanente…

Supongamos, sin embargo, que el rebasamiento temporal sigue siendo muy limitado (lo que exigiría, en cualquier caso, reducciones de emisiones mucho más severas que las que se están discutiendo): en ese caso, cataclismo aparte, ¿cómo sería el mundo sometido a una estrategia de crecimiento basada en la neutralidad de carbono?

Podemos hacernos una idea de ello a partir de las propuestas de la Agencia Internacional de la Energía (AIE)[18]. Son edificantes. De hecho, según la AIE, para poder alcanzar cero emisiones netas en 2050 necesitaríamos duplicar el número de centrales nucleares; aceptar que una quinta parte de la energía mundial siga procediendo de la combustión de combustibles fósiles (que emiten 7,6Gt de CO2/año); capturar y almacenar esas 7,6Gt de CO bajo tierra cada 2año en depósitos geológicos (cuya estanqueidad no puede garantizarse); dedicar 410 millones de hectáreas a monocultivos industriales de biomasa energética (¡esto representa un tercio de la superficie agrícola en cultivo permanente!); utilizar esta biomasa en lugar de combustibles fósiles en las centrales eléctricas y otras instalaciones de combustión (de nuevo capturando el CO2 emitido y almacenándolo bajo tierra); producir hidrógeno azul a partir del carbón (¡de nuevo capturando el CO2!) esperando que más adelante la electrólisis industrial del agua permita producir hidrógeno verde a un precio competitivo; duplicar el número de grandes presas; y… seguir destruyendo todo -incluso la Luna- para acaparar las tierras raras indispensables para las gigantescas inversiones que se harán en tecnologías verdes» ¿Quién quiere vivir en ese mundo?

Políticas de mercado, catástrofes sociales y ecológicas aseguradas

La AIE tiene un plan, otros también tienen planes, pero nadie se plantea la planificación. El neoliberalismo dicta que el mercado debe coordinar la evolución hacia la neutralidad de carbono mediante impuestos, incentivos y un sistema generalizado de derechos de emisión intercambiables. La Unión Europea está en primera línea con su plan Fit for 55. Pionera en la aplicación de los derechos de emisión en sus principales sectores industriales, la UE los extenderá a los sectores de la construcción, la agricultura y la movilidad. Cuanto peor aislada esté la vivienda o más contaminante sea el vehículo, mayor será el aumento de precio para los consumidores. Las rentas bajas se verán penalizadas. Las economías del Sur también se verán penalizadas -y a través de ellas, sus poblaciones- mediante la compensación de carbono y los impuestos fronterizos sobre el carbono[19]. Y todo ello por un plan que (a no ser que hagamos trampas) ni siquiera alcanzará su objetivo insuficiente, que no se puede alcanzar por los mecanismos del mercado.

Reducir las emisiones en un 52% o 55% es mejor que nada, dirán ustedes. Pero, en contra de lo que dicen incluso algunos expertos[20], planes como Fit for 55 no «van por el buen camino». Desde el punto de vista climático, no nos sitúan en la senda de permanecer por debajo de los 1,5 grados de calentamiento: hay una brecha importante entre la senda del 55% y la del 65% de reducción para 2030, y esta brecha no puede cerrarse después, ya que el COse acumula en la atmósfera. Socialmente, planes como Fit for 55 tampoco van en la buena dirección, ya que suponen una acentuación de los mecanismos coloniales de dominación, la mercantilización de la naturaleza y políticas neoliberales a costa de las clases trabajadoras. Así pues, no hay tiempo para cometer el mínimo de los errores. Para ir por el buen camino«, tenemos que fijar el rumbo correcto desde el primer paso.

Sí, es una simple cuestión de matemáticas

Volvamos a la cita de Greta Thunberg al principio de este artículo. La joven activista sueca tiene mucha razón al decir que es «una simple cuestión de matemáticas». Las cifras de la ecuación climática son perfectamente claras: 1°) mantenerse por debajo de 1,5°C requiere una reducción de las emisiones globales netas de CO del 59% para 2030 y del 100% para 2050[21]; 2°) el 80,2% de estas emisiones se deben a la quema de combustibles fósiles; 3°) en 2019, los combustibles fósiles seguían cubriendo el 84,3% de las necesidades energéticas de la humanidad (se sabe desde hace años que 9/10 partes de las reservas se deberían quedar en el subsuelo, ¡pero la explotación y la exploración continúan como si nada!); 4°) las infraestructuras fósiles (minas, oleoductos, refinerías, terminales de gas, centrales eléctricas, etc.), cuya construcción no se ralentiza, ¡o apenas!, constituyen inversiones a largo plazo (40, 50 años) del capital; 5°) el valor del sistema energético de los combustibles fósiles se evalúa en 1/5 del PIB mundial, pero, amortizado o no, este sistema debe ser desechado, ya que las renovables requieren otro.

Así pues, con tres mil millones de personas que carecen de lo básico y el 10% más rico de la población que emite más del 50% del COmundial, la «simple cuestión matemática» conduce a una serie de implicaciones políticas sucesivas:

  • Dejar los fósiles bajo tierra y cambiar el sistema energético manteniéndose por debajo de 1,5°C y dedicando más energía a satisfacer los derechos legítimos de los pobres es estrictamente incompatible con la perpetuación de la acumulación capitalista;
  • La catástrofe sólo se puede ser detener por un doble movimiento planificado, que reduzca la producción mundial y la reoriente al servicio de las necesidades humanas reales y democráticamente determinadas, respetando los límites naturales;
  • Este doble movimiento pasa necesariamente por la supresión de la producción inútil o nociva y del transporte superfluo, y por la expropiación de los monopolios de la energía, las finanzas y la agroindustria;
  • Obviamente, los capitalistas no lo quieren: según ellos, es criminal destruir el capital, incluso para evitar un monstruoso cataclismo humano y ecológico;
  • Así pues, la alternativa es dramáticamente sencilla: o bien una revolución permite a la humanidad liquidar el capitalismo para reapropiarse de las condiciones de producción de su existencia, o bien el capitalismo liquidará a millones de inocentes para seguir su curso bárbaro en un planeta mutilado y tal vez invivible.

Estas implicaciones estratégicas no significan que podamos repetir simplemente la solución, la revolución. Quieren decir que no hay nada que esperar de los gobiernos neoliberales, de sus COP, de su sistema y de sus leyes. Durante más de treinta años, los responsables políticos vienen afirmando haber comprendido la amenaza ecológica, pero no han hecho casi nada. O, mejor dicho, han hecho mucho: sus políticas de austeridad, privatización, desregulación, ayudas para maximizar los beneficios de las multinacionales y apoyo al agronegocio han fragmentado las conciencias, erosionado la solidaridad, arruinado la biodiversidad y desfigurado los ecosistemas, al tiempo que nos han empujado al borde del abismo climático. Estos políticos no son más que gestores al servicio de la lógica mortuoria del capital. Es inútil esperar convencerlos de otra política: en el mejor de los casos, sólo pueden retroceder en función de la relación de fuerzas.

La esperanza está en las luchas

Es necesaria una alternativa y, por tanto, un programa reivindicativo. No existe una solución llave en mano, sino que hay que elaborarla paso a paso, partiendo del movimiento real. Para lograrlo, no debemos preocuparnos principalmente por el nivel de conciencia de las clases trabajadoras, sino por proponer (el inicio de) una respuesta global coherente con la situación objetiva diagnosticada por la física del clima. En resumen: necesitamos un plan para mantenernos por debajo de 1,5°C de calentamiento dejando los fósiles en el suelo, sin rebasamiento temporal, sin compensación de carbono y salvando la biodiversidad; un plan que excluya las tecnologías peligrosas como la BECCS y la nuclear; un plan que desarrolle la democracia, difunda la paz, respete la justicia social y climática (principio de responsabilidades y capacidades diferenciadas); un plan que fortalezca el sector público; un plan que haga que el 1% pague por producir menos, transportar menos y compartir más: trabajo, riqueza y recursos. Este plan debe eliminar la producción innecesaria y perjudicial, garantizando al mismo tiempo la reconversión colectiva de los trabajadores en actividades útiles, sin pérdida de salario; debe, en particular, sacarnos de la agroindustria y de la industria cárnica y llevarnos a la agroecología. Es evidente que se trata de un plan anticapitalista. Pero su fuerza radica en que es vital, en el sentido literal de la palabra: es esencial para salvar la vida.

No tiene sentido negarlo: hoy estamos lejos de ese plan. Se necesitará mucha determinación y empeño para convencer, superando la dificultad de las derrotas sufridas por nuestro campo social. Por desgracia, los obstáculos a superar son numerosos. En una situación así, no se puede descartar el riesgo de una desesperación masiva. Pero la estupefacción melancólica no resuelve nada. Como decía Gramsci, sólo se puede predecir la lucha, no su resultado. No olvidemos las terribles lecciones del siglo XX: bajo el capitalismo, lo peor siempre es posible. Así que debemos seguir repitiendo: sólo la lucha colectiva puede invertir la tendencia y nunca es demasiado tarde para luchar. Por supuesto, lo que se pierde se pierde, y las especies extinguidas no volverán. Pero por mucho que nos adentremos en la catástrofe, la lucha siempre puede reabrir el camino de la esperanza.

Para luchar, debemos ser conscientes no sólo de los terribles peligros, sino también de lo que puede reforzar la alternativa. La mera magnitud del peligro puede fortalecernos, siempre que veamos en él la posibilidad de un cambio revolucionario necesario. La asombrosa crisis de legitimidad del sistema y de sus representantes nos refuerza: han dejado crecer la catástrofe ecológica sin hacer nada, aunque estaban informados. Los diagnósticos de la ciencia del cambio climático nos refuerzan: argumentan objetivamente a favor de un plan como el expuesto. La creciente movilización de la juventud internacional nos fortalece: se levantan contra la destrucción del mundo en el que tendrán que vivir mañana. La nueva ola feminista nos fortalece: su lucha contra la violencia difunde una cultura del cuidado, lo contrario de la mercantilización de los humanos. La admirable resistencia de los pueblos indígenas nos fortalece: su visión del mundo puede ayudarnos a establecer otras relaciones con la naturaleza. Las luchas de los campesinos nos fortalecen: al decir no al agronegocio, ponen en práctica cada día modos de producción alternativos. Podemos ganar la batalla ética y levantar montañas.

Se trata de articular y hacer converger las luchas contra todas las formas de explotación y opresión y de hacer circular los conocimientos que las acompañan. Esta confluencia es decisiva. Es la única manera de poner en marcha un movimiento tan masivo que permita vislumbrar de nuevo la posibilidad concreta de un cambio profundo en la sociedad, que sea a la vez ecológico, social, feminista y ético. Sin duda, en el contexto actual, será indispensable una poderosa corriente social para que el mundo del trabajo y sus organizaciones rompan el compromiso productivista con el crecimiento capitalista, que les está mutilando. En cualquier caso, esta ruptura es un reto importante: no ganaremos la batalla por la Tierra si las y los productores no se levantan contra el productivismo. Tenemos que prepararnos para este levantamiento. A través de discursos y reivindicaciones que combinen lo rojo y lo verde (en particular la reducción masiva de la jornada laboral sin pérdida de salario), pero esto no es suficiente: hay que multiplicar las iniciativas concretas para reunir y poner en red a las izquierdas sindicales, ecologistas, feministas, campesinas e indígenas.

En este contexto, hay que prestar especial atención a las luchas territoriales contra los megaproyectos productivistas que destruyen la naturaleza y las personas. Es aquí donde lo social y lo medioambiental se enfrentan al reto de superar las barreras que el capital levanta entre ellos. Naomi Klein, en su libro sobre la crisis climática, ha propuesto llamar a estas luchas con el término general de Blockadia[22]. Es en el crisol de esta Blockadia ecológica, y en su convergencia con una Blockadia social del tipo de los Chalecos Amarillos, donde surgirá una alternativa a la apisonadora del Capital: un proyecto ecosocialista para vivir bien en esta Tierra, limpiarla de las manchas del capital, y nosotros con ella.

26/10/2021

https://puntodevistainternacional.org/cop26-basta-de-blablabla-solo-la-lucha-pagara/

Escrita para el sitio web de la IV Internacional, esta contribución incluye algunos extractos de la introducción del libro Luttes écologiques et sociales dans le monde. Le rouge s’allie au vert, editado por Daniel Tanuro y Michael Löwy, a publicar por Textuel.

Notas:

[1] IPCC, Informe Especial 1,5°C, https://www.ipcc.ch/sr15/

[2] Entre ellos: el riesgo de fenómenos meteorológicos extremos, el riesgo de que grandes ciudades de la civilización desaparezcan bajo el mar y el riesgo de que grandes zonas queden inhabitables por una combinación de calor y humedad.

[3] STEFFEN, Will et al, «Trajectories of the Earth System in the Anthropocene», PNAS, agosto de 2018

[4] https://twitter.com/gretathunberg/status/1274618877247455233?lang=en

[5] En la actualidad, diecisiete países, además de la Unión Europea, han aumentado sus ambiciones. https://www.nytimes.com/article/what-is-cop26-climate-change-summit.html#link-67cd21b3

[6] Sobre la base de las «contribuciones determinadas a nivel nacional» (planes climáticos de los países), el calentamiento será de entre 2,7 y 3,5°C en 2100.

[7] Este «nuevo mecanismo de mercado» sustituirá y englobará los distintos sistemas aplicados anteriormente en el marco del Protocolo de Kioto. Sus modalidades determinarán en gran medida las posibilidades de eludir las obligaciones nacionales de reducción de emisiones. Las negociaciones sobre este tema condujeron al fracaso de la COP25.

[8] La tasa fronteriza forma parte de la estrategia «Fit for 55» propuesta por la Comisión Europea.

[9] Comisión Europea, Comunicación «Fit for 55».

[10] https://www.reuters.com/business/environment/global-fossil-fuel-use-similar-decade-ago-energy-mix-report-says-2021-06-14/?fbclid=IwAR15kFNSqXJwwGhq-DRb0NxE63mywyNp0L9Y5nPxP-c00W6BbLb_kCTdlQU

[11] Como  recordatorio: las emisiones de la aviación y el transporte marítimo se disparan, pero no se atribuyen a ningún estado

[12] Financial Times, 8/10/2021.

[13] ¿https://www.nytimes.com/2021/10/20/climate/fossil-fuel-drilling-pledges.html?campaign_id=51&emc=edit_mbe_20211021&instance_id=43401&nl=morning-briefing%3A-europe-edition&regi_id=85183110&segment_id=72245&te=1&user_id=2144565f4536aa0319f5ecec544291d4&fbclid=IwAR2vps6dZIGD516Iw5tF7TYFeJXwis-acimoYRyzKqstG9FhTLqUP3Q6H54

[14] Ya lo señalé en El imposible capitalismo verde  (La Oveja Roja-viento sur, 2011). Como dice Smil Vaclav en «Energía y civilización, una historia» (Rústica, 2018), es una «ley fundamental»: «toda transición a una nueva forma de suministro de energía debe ser alimentada por el despliegue intensivo de las energías existentes y los motores clave…»: la transición de la madera al carbón tuvo que ser energizada por el músculo humano, la quema de carbón alimentó el desarrollo del petróleo, y las células solares fotovoltaicas y las turbinas eólicas actuales son encarnaciones de los combustibles fósiles necesarios para fundir los metales requeridos, sintetizar los plásticos necesarios y procesar otros materiales que requieren altos insumos de energía. »

[15] «El término reducir se utiliza en cursiva, ya que los acuerdos verdes de Europa y Estados Unidos hacen un amplio uso de mecanismos alternativos a la reducción de emisiones nacionales, como la plantación de árboles y la compra de créditos de carbono’

[16] Las RTE eliminan el CO2 de la atmósfera, la geoingeniería (hasta ahora desaconsejada por el IPCC) devuelve al espacio una fracción de la radiación solar. el uso de la energía nuclear («tecnología de bajo carbono», como se denomina ahora).

[17] Según el informe del IPCC sobre los 1,5 °C, el punto de inflexión para la capa de hielo de Groenlandia se sitúa entre 1,5 y 2 °C más caliente que en el periodo preindustrial.

[18] https://www.iea.org/reports/net-zero-by-2050

[19] Se presta muy poca atención al hecho de que el impuesto fronterizo impondrá el precio del carbono en el Norte a los países del Sur global. Por tanto, contraviene el principio de responsabilidades y capacidades diferenciadas consagrado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

[20] Por ejemplo, François Gemenne (profesor de la Universidad de Lieja y de Sciences Po, entrevista en Le Soir, 18 de julio de 2021) y Jean-Pascal van Ypersele (antiguo vicepresidente del IPCC, profesor de la Universidad Católica de Lovaina, entrevista en RTBF): https://www.rtbf.be/info/societe/detail_ des-inondations-extremes-le-giec-les-annoncait-en-1990-rappelle-jean-pascal- van-ypersele?id=10804972)

[21]  IPCC, informe sobre 1,5°C. Las emisiones netas se obtienen deduciendo de las emisiones de COlos aumentos de las eliminaciones por parte de los bosques y los suelos, siempre que estos aumentos sean inducidos deliberadamente. El 59% es un objetivo global. Teniendo en cuenta las diferentes responsabilidades del Norte y del Sur, los países desarrollados deberían reducir sus emisiones de forma mucho más drástica (en el caso de la UE: al menos un 65%) para 2030, y alcanzar las «emisiones netas cero» mucho antes de 2050.

[22] Naomi Klein, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima, Paidós, 2015.

https://vientosur.info/cop26-basta-de-blablabla-solo-la-lucha-pagara/

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