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Mactumactzá: el renacer del cerro de las once estrellas

Por:  Luis Hernández Navarro

 

Cuatro veces las autoridades han cerrado la Escuela Normal Rural de Mactumactzá (en Chiapas) y cuatro veces ha renacido. Así sucedió en 1935, 1942, 1946 y 2003. La tenacidad y la lucha de sus alumnos y egresados, y de las comunidades de las que provienen, la hicieron retoñar.

 

Lo que hoy es Mactumactzá (el cerro de las once estrellas, en lengua zoque), comenzó a funcionar con el nombre de Escuela Normal Rural de Cerro Hueco, el 24 de febrero de 1931, en un terreno donado por el gobierno de Raymundo E. Enríquez. Carente de infraestructura y mobiliario, con aulas de adobe y palma, se equipó con el trabajo voluntario de los estudiantes y las donaciones en especie de los campesinos. Funcionó hasta 1935.

 

En 1936, las autoridades la cerraron y, en su lugar, en la finca La Chacona, instalaron una Escuela Regional Campesina, que funcionó muy precariamente. No les duró mucho el gusto. En 1941, la SEP la transformó en Escuela Práctica de Agricultura. Sus alumnos emigraron a otras instituciones. Durante seis años impartió enseñanza técnica a los campesinos, quienes, al egresar, podían ejercer como maestros y titularse en otra normal.

 

Como a las autoridades les incomodaba profundamente el compromiso social de los alumnos, en 1945 se suprimió el primer año, con el argumento de que no había presupuesto. Un año más tarde, su suerte estaba echada. Los estudiantes fueron trasladados a otras instituciones. El gobierno anunció que, en su lugar, se instalaría un laboratorio de inseminación artificial para mejora del ganado. El edificio quedó abandonado.

 

Diez años más tarde, se impuso la imperiosa necesidad de formar maestros en una entidad que carecía de ellos, y la escuela renació como Escuela Normal Rural Mactumactzá (ENRM). En abril de 1956, abrió sus puertas como internado para hombres, con grandes limitaciones financieras y materiales.

 

En 1970, muchos egresados de la normal participaron activamente en las luchas campesinas e indígenas (y hasta en las obreras) que irrumpieron en Chiapas en esa década. Se convirtieron en intelectuales orgánicos del mundo rural. Su participación en tomas de tierras, organización de cooperativas de producción y consumo, protestas por servicios y para incrementar precios de garantía, fue fundamental. En 1979, los maestros del estado organizaron grandes paros para aumentar su salario y democratizar el SNTE. El equipo dirigente de ese movimiento se había formado políticamente en Mactumactzá, y en las Escuelas Técnicas Agropecuarias. En diciembre de ese año, fundaron, junto a las disidencias democráticas de todo el país, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

 

Esa centralidad organizativa de los egresados de la normal en las luchas populares en Chiapas ha disminuido conforme las organizaciones campesinas e indígenas han forjado liderazgos no vinculados al magisterio. Sin embargo, sigue siendo relevante. En el comité ejecutivo de la sección 7, integrado por 155 maestros, 34 son egresados de ­Mactumactzá.

 

Un momento clave en la historia de la normal fue su confrontación con el gobierno de Pablo Salazar. Su administración recibió un préstamo del Banco Mundial por 40 millones de dólares. Entre las sugerencias que el organismo multilateral hizo estaba el cancelar las plazas automáticas a los egresados de la ENRM.

 

El conflicto se intensificó. Las autoridades reprimieron salvajemente a estudiantes y trabajadores y los encarcelaron. Pablo Salazar se propuso cerrar la escuela y crear en su lugar un instituto politécnico. Sin esa normal, miles de campesinos ya no tendrán siquiera la aspiración de llegar a ser maestros profesionales, le expresó a Blanche Pietrich, el dirigente de la sección 7, Fortino Vázquez (https://bit.ly/3fa2Q3f).

 

El desenlace representó un golpe muy duro para el normalismo. Se cerró el sistema de internado; más de la mitad de las 560 matrículas que tenían se redujeron. La persecución política en su contra fue inclemente.

 

Pese a ello, Mactumactzá sobrevivió y poco a poco comenzó a recuperarse del descalabro. La matrícula fue creciendo, se construyeron dormitorios y el equipamiento mejoró.

 

Sin embargo, el fantasma de su desaparición ronda la escuela. Durante la administración del morenista Rutilio Escandón se ha utilizado, una y otra vez, de manera bestial la fuerza pública contra los normalistas. La detención de casi 100 estudiantes, la mayoría muchachas, y la agresión sexual de la que fueron víctimas apenas la semana pasada muestra cuánto incomoda la normal al gobernador.

 

La magnitud de la represión contrasta con las demandas estudiantiles. Los jóvenes exigen que se haga pública la convocatoria para nuevos ingresos a la escuela y que el examen de admisión sea presencial y escrito en un cuadernillo. Las autoridades, en cambio, están empecinadas en que sea en línea.

 

La ENRM es una escuela de pobres para pobres. Obligar a presentar un examen de admisión en computadora a un hijo de campesinos que no ha tenido acceso a una y que en su comunidad no hay servicio de Internet significa dejarlo fuera de la escuela. Nunca podrá competir así por un lugar para estudiar, con quienes, por vivir en las ciudades o tener más recursos económicos, están familiarizados con el uso de medios digitales.

 

La sospecha de que el gobierno quiere clausurar la escuela o, al menos, modificar la composición social de sus estudiantes, tiene bases firmes. Pero quienes acarician la fantasía de golpear a Mactumactzá olvidan que, las cuatro veces que han querido cerrarla, el cerro de las once estrellas ha renacido. Ésta, no será la excepción. Los jóvenes sueñan con ser maestros de los pobres. No van a renunciar a ello. De paso, han advertido que serán la pesadilla de quienes quieran arrebatarles sus sueños.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/05/25/politica/015a1pol?partner=rss

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El velo y los cuerpos de las mujeres

Introducción a ‘Los feminismos ante el islam’ (Ediciones La Catarata, 2021)

Por: Ángeles Ramírez / Laura Mijares 


Para muchas feministas socializadas en España y en Europa, la reflexión sobre el pañuelo y sobre las mujeres musulmanas en general las conduce a un dilema moral y político cuyas consecuencias son devastadoras para la construcción de sus posiciones y las del propio feminismo. Por un lado, condenan, como no podría ser de otra manera, la violencia a la que las mujeres se ven expuestas en muchos contextos musulmanes, en los que el islam es directamente instrumentalizado para ejercerla y legitimarla, y que en ocasiones incluye la imposición directa o indirecta de un pañuelo o niqab. Por otro, la comprensión y solidaridad con estas mujeres parece conducir a algunas feministas a condenar el pañuelo de las musulmanas como una forma de violencia en todas las circunstancias; en muchas ocasiones, las lleva incluso a apoyar las leyes represivas y racistas de muchos Estados –básicamente europeos– que legislan contra el derecho de esas mujeres a vestirse como quieran. Es decir, siguiendo esta lógica, la condena del autoritarismo de los Estados musulmanes que legislan en contra de las mujeres –por poner un ejemplo, la crítica de las normas vestimentarias en Irán– es la que las lleva a apoyar las mismas prácticas autoritarias de otros Estados que, como Francia o Bélgica, prohíben el pañuelo o el niqab. Sin embargo, esto no siempre es percibido desde sus posiciones feministas como una contradicción. Pero, para las mujeres que sí lo perciben como una incoherencia, se plantea como un dilema que se concreta en preguntas como las siguientes: ¿estar en contra de la represión que se produce en Irán contra las mujeres en nombre de la República Islámica implica que hay que estar a favor de las leyes que prohíben el hiyab en Europa? ¿Estar a favor del derecho de las mujeres musulmanas a llevar el pañuelo nos convierte en cómplices de la violencia que se ejerce en Arabia Saudí y que incluye la imposición vestimentaria del niqab? ¿Hacer una crítica de las fuertes corrientes conservadoras que son hegemónicas en los contextos musulmanes nos lleva a apoyar la prohibición del burkini en las playas francesas (por cierto, prohibido por corrientes conservadoras)? ¿Cómo puede el feminismo defender el derecho de las mujeres a vestir como quieran en unas regiones y, en otras, defender la prohibición sobre lo mismo?

La islamofobia es lo que ocasiona que la crítica a la violencia contra las mujeres en países que tienen mayorías musulmanas se transforme en un argumento punitivista en Europa

Estos dilemas se intentan resolver, o más bien, disolver, en la idea de que el pañuelo es el mismo pañuelo en todos los lugares y posiciones, y que siempre implica una opresión, de modo que ha de ser eliminado y ninguna mujer debería querer llevarlo y, si lo lleva, sería falsa conciencia. Esta perspectiva es socialmente hegemónica y, a pesar de que hay un feminismo inclusivo que debate y reflexiona sobre la diversidad de las mujeres, es difícil sustraerse a este planteamiento. Además, hay una parte del feminismo que comparte abiertamente estas posiciones esencialistas sobre el islam y el pañuelo, pero, sobre todo, sobre las situaciones de opresión a las que tiene que enfrentarse la “mujer musulmana”. Este planteamiento invisibiliza los diferentes contextos en los que se desarrolla la vida de las mujeres y proyecta sobre las musulmanas los viejos marcos pensados desde el colonialismo, el racismo y, ahora, las políticas antiterroristas.

Al hilo de esta idea emerge una pregunta crucial: ¿el pañuelo siempre ha de considerarse una forma de violencia contra las mujeres? La respuesta solo puede ser no. Para empezar, porque no se puede hacer semejante afirmación a propósito de cómo usan el pañuelo millones de mujeres musulmanas en el mundo. Pero la respuesta tampoco puede ser que cada mujer lo usa de modo diferente, porque el pañuelo es efectivamente una cuestión individual, pero sobre todo social. Por tanto, pensamos que es imprescindible conocer los contextos en los que se ubica el pañuelo, que naturalmente son enormemente diversos. Si esto es así, ¿por qué la mayoría de la gente en contextos no musulmanes piensa que siempre significa opresión y violencia?

Como feministas y como académicas, debemos reconocer que en muchos lugares la violencia se produce en nombre del islam y toma el cuerpo de las mujeres como un campo de batalla, imponiendo modos de vestir y de estar en el mundo. Además, conocemos la poderosa ola conservadora que arrastra a buena parte de los países de mayorías musulmanas, que se refleja también en el control de las vidas y de los cuerpos de las mujeres, en especial de las pobres. Esto no tiene por qué ser islamofobia. Tampoco lo es tomar una posición política contra las estrategias patriarcales de un fuerte conservadurismo religioso que renace de sus cenizas y que focaliza sus esfuerzos en el cuerpo de las mujeres, con un hombre actuando como guardián, a veces incluso de manera pública. La islamofobia o el racismo antimusulmán o antiárabe, según sea el caso, vienen dados más bien por el marco desde el que se produce este posicionamiento, que, más allá de actitudes individuales, es estructural y se fundamenta en una relación sedimentada en el capitalismo, desde los procesos coloniales, hasta los recientes protocolos de lucha contra la radicalización islamista, pasando por las migraciones. La islamofobia es lo que ocasiona que la crítica a la violencia contra las mujeres en países que tienen mayorías musulmanas se transforme en un argumento punitivista en Europa, que prohíbe el pañuelo y que penaliza a las mujeres que lo llevan, porque las hace responsables y cómplices de todas esas violencias. Este deslizamiento, argumento central de las posturas prohibicionistas, solo puede ser el producto de un sistema racista.

Es el racismo lo que, en definitiva, coloniza el pensamiento que lleva a algunos sectores del feminismo a pensar en las musulmanas como menos mujeres y, desde luego, como menos –o no– feministas, solo por ser musulmanas. Para otras tendencias, es indirectamente el racismo, que se apoya en la idea de que el feminismo es uno y único, y no hay lugar para otras formas de ser mujer ni de ser feminista. Aquí el discurso “Ain’t I a Woman?” de Sojourner Truth se reactualiza en las posiciones de muchas mujeres musulmanas, que luchan contra el estatuto de víctima o contra la acusación de falsa conciencia que les adjudica la ideología dominante. Es en el feminismo anticapitalista y antirracista, llamado también “autónomo”, “crítico” o “de las huelgas”, donde se da esa reflexión que plantea Truth, aunque de manera dispersa y, en ocasiones, veteada por los planteamientos hegemónicos sobre qué es una mujer. Tanto este feminismo como el movimiento antirracista abren en teoría un espacio para la discusión, que, desde luego, es reducido e insuficiente, lo cual explica que la acción feminista desde el islam se sitúe absolutamente fuera de sus límites, en ámbitos específicos y militantes, sin mantener apenas relación con los anteriores.

La idea dominante sobre las mujeres musulmanas es que su mayor problema es que están oprimidas por los hombres y por su cultura machista. Esta explicación es su mayor problema en las sociedades occidentales

Hemos escrito este libro porque pensamos que hay muchas maneras de ser mujer, y eso lo hemos aprendido del feminismo. Y por eso creemos en un feminismo que no le diga a las mujeres qué tienen que hacer o cómo debe ser su cuerpo para serlo. Sabemos que es compatible el pañuelo con el feminismo porque hemos conocido a feministas que lo llevaban, de la misma forma que nos hemos encontrado a muchas mujeres que no lo llevaban y no se sentían feministas.

En el libro también reflexionamos sobre el papel del pañuelo como eje de la opresión, pues hemos encontrado una intersección en la que merece la pena detenerse. Toda la sociedad española podría estar de acuerdo en que las mujeres con pañuelo están discriminadas, pero las razones que se darían podrían variar. Para una parte, serían los hombres musulmanes los que  subyugan; otra hablaría de islamofobia. El hecho es que a la mayoría nunca se le ocurriría conectar la situación de las mujeres musulmanas con el racismo. Pero, por nuestra profesión, en la que llevamos más de 30 años, y por nuestras relaciones personales, hemos pasado demasiado tiempo escuchando los relatos sobre el racismo contra las mujeres musulmanas: en la calle, en la escuela, en el transporte o en el trabajo. Sin embargo, la idea dominante sobre las mujeres musulmanas es que su mayor problema es que están oprimidas por los hombres y por su cultura machista. Esta explicación es racista precisamente porque borra el racismo, que es en realidad su mayor problema, al menos en las sociedades occidentales. Esto no implica que no padezcan también el sexismo. Lo que sí que es cierto es que el pañuelo impide que las mujeres pasen desapercibidas en Europa y en España. Por tanto, es una tarea ímproba despañuelizar el análisis social, por más que en ocasiones se corra el peligro de convertir el hiyab en fetiche una vez más. Como nos enseñó Bourdieu, el velo permite expresar posiciones racistas inconfesables escudándose detrás de la defensa de grandes principios como la libertad o la igualdad entre los hombres y las mujeres. Es un subterfugio para esconder y reproducir el racismo. Hablemos más de racismo y de islamofobia y menos del hiyab.

Fuente e imagen: ctxt.es

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Pobreza, sequía y cambio climático: no olvidemos por qué los menores huyen de África

Por: Gloria Fernández- Pacheco Alises*

Las imágenes de la pasada semana en Ceuta de menores perseguidos por agentes de la Policía Nacional o por militares nos han sorprendido. Es una clara manifestación de un juego político entre España y Marruecos, en el que se utiliza como peones a menores de edad marroquíes.

No obstante, estas acciones policiales son el protocolo que siguen las autoridades españolas para cumplir con los procedimientos para garantizar el respeto de los derechos de los niños y niñas que llegan a Europa sin protección de un adulto.

Los derechos de (todos) los niños

Los menores migrantes tienen derecho a la protección pública en igualdad de condiciones con los menores españoles. El artículo 39.4 de la Constitución Española no diferencia entre menores españoles y menores extranjeros. Por tanto, todos los derechos que recoge la Convención de los Derechos del Niño deben ser disfrutados también por los menores extranjeros.

La obligación de garantizar el respeto y disfrute de esos derechos por parte de los niños y niñas se extiende a todos los poderes del Estado, ya sea legislativo, ejecutivo o judicial. Los órganos de policía serían los encargados de hacer cumplir ese mandato.

En el caso de los menores no acompañados, el hilo conductor de las actuaciones de las Administraciones sería el principio del interés superior del menor, tal y como establece el artículo 3 de la Convención de Derechos del Niño. El Comité de Derechos del Niño se ha encargado de especificar el contenido y valoración de este principio en la Observación general nº 14 (2013) sobre el derecho del niño a que su interés superior sea una consideración primordial.

La determinación del interés superior del menor debe documentarse en todo momento, es decir, ha de justificarse y motivarse en cada decisión que afecte a un menor. Además, no se trata de determinar el interés superior de la infancia, sino del menor en concreto que se verá afectado por la decisión o medida a tomar.

Para cumplir con este principio, se necesita evaluar la identidad del niño: su nacionalidad, crianza, antecedentes étnicos, culturales y lingüísticos, así como las necesidades especiales de protección que pueda presentar.

Las devoluciones en caliente de menores no acompañados forman parte de los efectos colaterales del juego fronterizo, pero son a todas luces inconstitucionales y contrarias a la normativa internacional de protección de derechos humanos.

Las herramientas jurídicas de protección

Al igual que sucede con las llegadas intermitentes de migrantes a través de la frontera sur de Europa, las pautas de actuación en situaciones derivadas de la apertura de fronteras por parte de gobiernos norteafricanos serían las directrices de garantía de derechos humanos que establecen los convenios internacionales en la materia.

No obstante, se impone una reflexión pausada sobre los flujos migratorios, sus tendencias e impactos. Tradicionalmente, el estudio de la inmigración se ha abordado desde su impacto territorial, el impacto económico y en el mercado de trabajo. Pero es evidente que las migraciones tienen tendencias y requieren enfoques de naturaleza transversal para la optimización de recursos y la planificación de estrategias de geopolítica más efectivas.

Las crisis migratorias y el cambio climático

En los años 60 y 70 del siglo XX, España asistió a movimientos migratorios fundamentalmente protagonizados por hombres que acudían solos a trabajar a Europa, al igual que hicieron ciudadanos españoles en esa época. Estos trabajadores comenzaron a reclamar la reagrupación de sus familias, en lo que puede considerarse una segunda etapa migratoria.

Posteriormente, y debido al endurecimiento de los requisitos para la reagrupación, comenzó a registrarse una feminización de la migración. En concreto, a partir de 1985 se constata un aumento de la presencia de mujeres que emigraban solas hasta España.

A finales del siglo XX e inicios del siglo XXI encontramos una nueva tendencia que consiste en la emigración de menores solos o no acompañados. Esta perspectiva nos indica que los flujos migratorios se rigen por pautas propias y determinan los perfiles de la población migrante en función de las circunstancias sociales y políticas de cada momento.

En la actualidad, la recepción de flujos migratorios en la frontera sur de Europa se caracteriza por rutas migratorias cada vez más extensas y procedentes en su mayoría del África subsahariana. Las condiciones económicas empobrecidas, la sequía y el cambio climático han propiciado la percepción de que emigrar es la única salida en los jóvenes y niños del continente africano. Otra cosa bien distinta es la utilización puntual de menores para generar tensión fronteriza entre Marruecos y España.

Por tanto, es necesario predecir las situaciones de crisis migratoria para anteponernos y responder de manera adecuada en función de los perfiles de migrantes que llegan a las costas de Europa, y no tanto en función de las circunstancias económicas o políticas.

La crisis de la covid-19 y sus efectos sociales

En los últimos tiempos hemos presenciado discursos xenófobos en relación con las migraciones. Se ha generado la imagen social de que algunos problemas de nuestra sociedad derivan o son acentuados por la presencia de inmigrantes de otros países menos desarrollados.

Los conflictos raciales, étnicos, culturales, de clase o simplemente de competencia en el ámbito laboral o de movilidad social adquieren una relevancia especial si tienen lugar en época de crisis.

Las crisis son terrenos propicios para la agudización de los conflictos económicos, y nos encontramos inmersos en una de las más devastadoras crisis sanitarias a nivel mundial. Ha tenido repercusiones profundas sobre el mercado de trabajo y sobre la situación de los grupos más empobrecidos, entre los que se encuentran los colectivos de inmigrantes.

A lo anterior se añade el ámbito social, por una amplificación del miedo hacia el otro, y la consiguiente utilización política a través de la radicalización de los discursos contra la inmigración.

La delincuencia protagonizada por menores de origen extranjero es un tema muy debatido y con resultados contradictorios en la literatura científica. Lo que sí está clara es la tendencia creciente de los delitos de odio en los países occidentales.

Las estrategias políticas xenófobas son peligrosas no solo por generar discursos violentos en las redes sociales. También por alimentar, y por tanto ser responsables últimos, de la delincuencia violenta contra determinados grupos minoritarios y especialmente vulnerables.

Soluciones basadas en la prevención

Ante la situación de crisis migratoria derivada del empobrecimiento de las zonas geográficas y colectivos más vulnerables, a nivel global, urge la necesidad de plantear estrategias de cooperación internacional que potencien el desarrollo sostenible de una manera global.

Para ello contamos con pautas bien conocidas como los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Una distribución más equitativa de recursos permitiría reducir el impacto de las migraciones tanto en las personas migrantes como en las sociedades de origen y de acogida.

También las nuevas tecnologías pueden aportar respuestas a través de la predicción de situaciones de crisis internacional, la identificación de perfiles y la gestión de riesgos. Debemos predecir para reducir riesgos y proteger a los más vulnerables.


*Profesora en Criminología y coordinadora del Grupo de investigación sobre Migraciones, Universidad Loyola Andalucía


Fuente e imagen: nuevarevolucion.es

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El Dilema De Foucault: Byung Chul Han

Texto del filósofo surcoreano Byung Chul Han, publicado por primera vez en su libro Psychopolitik, en el año 2014.

Por: Byung Chul Han

«En realidad, no es el exceso de responsabilidad e iniciativa lo que enferma a uno, sino el imperativo de lograrlo: el nuevo mandamiento de la sociedad laboral tardía moderna.» – Byung Chul Han

Después de Vigilar y castigar, Foucault se dio cuenta de que la sociedad disciplinaria no refleja exactamente su tiempo. De ahí que a finales de los setenta se ocupe del análisis de las formas de gobierno neoliberales. No obstante, el problema reside en que se aferra tanto al concepto de población como al de biopolítica: «Una vez que se sepa qué es ese régimen gubernamental denominado liberalismo, se podrá, me parece, captar qué es la biopolítica».  En el resto de la lección Foucault no menciona más la biopolítica. Tampoco habla de población. No cabe duda de que en ese momento Foucault no tiene del todo claro que biopolítica y población, en cuanto categorías genuinas de la sociedad disciplinaria, sean ambas apropiadas para describir el régimen neoliberal. Así, Foucault no realiza el giro a la psicopolítica, lo que hubiera sido necesario.
En su lección de 1978-1979, Foucault no llega a ocuparse del análisis de la biopolítica neoliberal. Al respecto, se muestra autocrítico sin llegar a reconocer el verdadero problema:

“Les aseguro que, pese a todo, en un comienzo tuve en verdad la intención de hablarles de biopolítica, pero después, como las cosas son lo que son, resulta que terminé por hablarles extensamente —demasiado extensamente, tal vez— del neoliberalismo.”

En su introducción a Homo sacer, Agamben expresa su suposición: «La muerte impidió a Foucault desarrollar todas las implicaciones del concepto de bio-política y también mostrar en qué sentido habría podido profundizar posteriormente la investigación sobre ella».  Frente a la pretensión de Agamben, la muerte temprana privó a Foucault, si acaso, de la posibilidad de repensar su idea de biopolítica y de abandonarla en favor de la psicopolítica neoliberal. Tampoco el análisis de la dominación de Agamben proporciona acceso alguno a las técnicas de poder del régimen neoliberal. Los actuales homines sacri ya no son los excluidos, sino los incluidos en el sistema.
Foucault vincula expresamente la biopolítica con la forma disciplinaria del capitalismo, que en su forma de producción socializa al cuerpo: «Para la sociedad capitalista, la biopolítica es lo que realmente cuenta, lo biológico, lo somático, lo corporal». Así, la biopolítica se asocia fundamentalmente a lo biológico y a lo corporal. Se trata, en última instancia, de una política corporal en sentido amplio.
El neoliberalismo como una nueva forma de evolución, incluso como una forma de mutación del capitalismo, no se ocupa primeramente de lo «biológico, somático, corporal». Por el contrario, descubre la psique como fuerza productiva. Este giro a la psique, y con ello a la psicopolítica, está relacionado con la forma de producción del capitalismo actual, puesto que este último está determinado por formas de producción inmateriales e incorpóreas. No se producen objetos físicos, sino objetos no-físicos como informaciones y programas. El cuerpo como fuerza productiva ya no es tan central como en la sociedad disciplinaria biopolítica. Para incrementar la productividad, no se superan resistencias corporales, sino que se optimizan procesos psíquicos y mentales. El disciplinamiento corporal cede ante la optimización mental. Así, el neuro-enhancement  se distingue fundamentalmente de las técnicas disciplinarias psiquiátricas.
Hoy el cuerpo es liberado del proceso productivo inmediato y se convierte en objeto de optimización estética y técnico-sanitaria. Así, la intervención ortopédica cede a la estética. El «cuerpo dócil» ya no tiene ningún lugar en el proceso productivo. La ortopedia disciplinaria es reemplazada por la cirugía plástica y los centros de fitness. La optimización corporal es mucho más que una mera praxis estética. El sexness y el fitness se convierten en recursos económicos que se pueden aumentar, comercializar y explotar.
Bernard Stiegler reconoce con razón que el concepto foucaultiano de poder ya no es adecuado a nuestro tiempo:

“Tengo la impresión de que el biopoder que Foucault ha descrito convincentemente en un sentido histórico y geográfico, es decir, principalmente teniendo en cuenta Europa, no es el mismo poder que marca nuestra época presente.”

En palabras de Stiegler, las «psicotecnologías del psicopoder» entrarían en escena en lugar del biopoder. Con ello se refiere propiamente a las «industrias de programas telecráticas» como la televisión, que nos rebaja a un ente consumidor movido por impulsos y conlleva la regresión de la masa. Esta psicotécnica se opone a la técnica de la escritura y la lectura. El medio de la escritura equivale para Stiegler a ilustración: «En definitiva, Kant parte de un dispositivo de la lectura y la escritura como fundamento de la mayoría de edad».
Es problemática la importancia excesiva que Stiegler le concede a la televisión. La eleva al aparato psicotécnico por antonomasia:

“Entretanto, compiten por nuestra atención la radio, internet, el teléfono móvil, el iPod, el ordenador, los videojuegos y la agenda electrónica de bolsillo, pero la televisión sigue dominando la afluencia de información.”

Sin embargo, lectura y escritura frente a televisión es un esquema anticuado de la crítica cultural que pasa por alto la revolución digital. De forma sorprendente, Stiegler apenas se ocupa de los medios digitales genuinos, que se distinguen radicalmente de los viejos mass media. Apenas presta atención a la estructura panóptica de la red digital. Con ello no trata adecuadamente la psicopolítica neoliberal que de forma masiva se sirve de la técnica digital.
A principio de los años ochenta, Foucault se ocupa de las «tecnologías del yo». Por ellas entiende las prácticas sensatas y voluntarias por las que los hombres no solo se fijan reglas de conducta, sino que buscan transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo.
Foucault desarrolla una ética histórica del yo, separada en gran medida de las técnicas del poder y de la dominación. De ahí que se crea que aborda una ética del yo opuesta a las técnicas de poder y dominación. El mismo Foucault hace referencia expresa al tránsito de las tecnologías del poder a las tecnologías del yo:

“Quizás he insistido demasiado en el tema de la tecnología de la dominación y el poder. Cada vez estoy más interesado en la interacción entre uno mismo y los demás, así como en las tecnologías de la dominación individual, la historia del modo en que un individuo actúa sobre sí mismo, es decir, en la tecnología del yo.”

La técnica de poder del régimen neoliberal constituye la realidad no vista por el análisis foucaultiano del poder. Foucault no ve ni que el régimen neoliberal de dominación acapara totalmente la tecnología del yo ni que la permanente optimización propia, en cuanto técnica del yo neoliberal, no es otra cosa que una eficiente forma de dominación y explotación.  El sujeto del rendimiento neoliberal, ese «empresario de sí mismo», se explota de forma voluntaria y apasionada. El yo como obra de arte es una apariencia hermosa, engañosa, que el régimen neoliberal mantiene para poderlo explotar totalmente.
La técnica de poder del régimen neoliberal adopta una forma sutil. No se apodera directamente del individuo. Por el contrario, se ocupa de que el individuo actúe de tal modo que reproduzca por sí mismo el entramado de dominación que es interpretado por él como libertad. La propia optimización y el sometimiento, la libertad y la explotación coinciden aquí plenamente. A Foucault se le oculta totalmente la técnica de poder que genera la convergencia entre libertad y explotación en la forma de autoexplotación.
Fuente e imagen: bloghemia
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¡Qué viva la lectura!

Por: Elisabeth De Puig

En estos días de encierro me transporté a Japón, Irán y España con intensidad y en algunos casos con mucha emoción, gracias al poder de las palabras y talento de los autores.

Se ha dicho que los kindles, las tabletas, los smartphones han entablado una competencia feroz con el libro papel. No obstante, este soporte aún no da señales de perder la carrera.

En mi familia coexisten los defensores de ambas tendencias:  los amantes del libro como objeto que se puede palpar, tocar, subrayar, que no pueden dormirse sin el santo ritual dedicado a la lectura. Uno de ellos con tanto amor y aprecio hacia el objeto que ha asumido el difícil reto de editar libros. Y otro que desde que ha sacado sus libros de adolescente y cursos universitarios de su biblioteca lee solamente en tableta.

Entre los abanderados de los dos modos de lectura circulan motivos de sobra para inclinarse hacia una u otra modalidad que a veces conjugan.  Por ejemplo, que hay muchas más opciones impresas con los millones de libros imprimidos en el mundo, a pesar del aumento de los catálogos de e.books.

En cuanto a saber cuál de las dos versiones es más ecológica, se puede considerar que los libros papel tienen una vida generalmente más larga que los numéricos y que pueden sobrevivir hasta millares de años, resisten a las caídas y no necesitan electricidad para ser recargados.

Para algunos, tener un estante de biblioteca en su casa, al ser un mueble abierto, favorece la socialización. Saber lo que lee el otro es un potente indicador de personalidad y un tema de discusión. Claro está que, desde este punto de vista es más difícil tener a la vista su colección de e.books. Ahora bien, une biblioteca llena de libros requiere de un buen espacio y no es lo ideal si uno vive en una pequeña superficie.

Es verdad que hay que tomar en cuenta que al momento de mudarse los libros son pesados para transportar. En la cartera, en viaje, el kindle permite tener acceso a una inmensa biblioteca que no pesa nada.

Por otro lado, según un estudio realizado por investigadores canadienses y noruegos, la lectura sobre papel permite tener una mejor representacion mental del contenido que sobre kindle o tablet, además de que no cansa tanto los ojos como la luz azul de las pantallas.

Tenemos, hoy en día,  una pluralidad de soportes, sin embargo la constatación de la decadencia de la lectura, especialmente entre los niños y los jóvenes, es casi universal y se ha demostrado que el abuso de los medios informáticos entre la gente joven les invalida para el acceso a la cultura tradicional. Es notorio que  la progresiva disminución de la lectura acarrea como consecuencia cierta superficialidad del ser humano.

Empero, cuando se habla de las diferentes formas de leer hay algo alentador al demostrarse que uno puede seguir leyendo con las dos modalidades.

A la hora de Netflix, de la Playstation, de Facebook, etc. que roban cada vez una fracción mayor de nuestro tiempo, cada persona que lee un libro es una victoria que se debe saborear. Ver a alguien que lee un viejo libro de bolsillo de Neruda debe hacernos feliz de la misma manera que alguien que lee a Stephen King sobre su tableta.

Por el placer y los inumerables beneficios que generan buenas lecturas vale la pena luchar para que los niños, niñas y adolescentes de la República Dominicana tengan acceso a libros y a bibliotecas con buenos contenidos.

El libro desarrolla la imaginación y el sentido crítico. Nos abre al mundo, nos permite saber quiénes somos y vivir mil y unas vidas. La lectura es además un refugio, una pausa en el bullicio, una actividad que se realiza en el silencio y que merma la soledad.

Desarrollé mi gusto por la aventura leyendo los libros de una escritora francesa para niños, T. Trilby, seudónimo de Marie Thérese de Marnyhac, que escribía, entre otros temas, sobre países exóticos y lejanos como la India o Vietnam: Florette o el río de los Perfumes o Mâlasika, pequeño principe indu. De niña tenía una alcancía y juntaba cada franco recibido para comprar el último libro de esta autora y de muchos otros escritores para niños.

El viaje emprendido con la lectura puede ser interior y geográfico, a veces es sencillamente mágico. En estos días de encierro me transporté a Japón, Irán y España con intensidad y en algunos casos con mucha emoción, gracias al poder de las palabras y talento de los autores.

Como dijo últimamente el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire: “la literatura es libertad y la pantalla puede sojuzgar”.  La elección está en nuestras manos.

Fuente: acento.com.do

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Ética del cuidado

Por: Leonardo Díaz

El problema del cuidado se revela como un imperativo moral que Camps sitúa frente a la responsabilidad del Estado de aplicar la justicia. Mientras el primero, debe ser asumido por cada uno de nosotros, la segunda atañe al Estado.

La filósofa española Victoria Camps ha sido entrevistada por el diario El país (23-4-2021) con motivo de la publicación de su libro Tiempo de cuidados.

En la referida entrevista, la catedrática emérita de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona subraya la necesidad de replantear nuestra concepción tradicional del cuidado percibido como una acción privada.

Del referido supuesto se deriva la idea de que no todos estamos obligados a cuidar, pues se trata de una cualidad “femenina” e “íntima” que no constituye un deber público. Siendo así, los hombres no tienen el deber de cuidar y el espacio público, históricamente un dominio masculino, se constituye como escenario de competencia y de conflicto.

En la perspectiva opuesta representada por una ética del cuidado, nos encontramos inmersos en una red de interdependencia. Es un tópico de suma importancia en el contexto de una atmósfera cultural que glorifica la individualidad y la autosuficiencia intentando ocultar la condición de vulnerabilidad y dependencia constitutiva de nuestra especie.

El problema del cuidado se revela como un imperativo moral que Camps sitúa frente a la responsabilidad del Estado de aplicar la justicia. Mientras el primero, debe ser asumido por cada uno de nosotros, la segunda atañe al Estado. Este tiene la responsabilidad de configurar el ámbito que posibilite el acceso equitativo a los bienes, pero no puede ejercer el cuidado que nos atañe como personas.

Para desarrollar dicha capacidad se requiere el desarrollo de lo que Aristóteles denominó “el alma sensitiva”, lo que nos remite al reiterado problema abordado en muchos de mis artículos de la “educación sentimental”, una formación que “feminice” nuestro modo de relacionarnos con los otros.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/etica-del-cuidado-8945938.html

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Colombia, Chile y Perú encienden las alarmas de las elites neoliberales de América Latina

Por: Jorge Elbaum

Dos décadas atrás, las compulsas electorales en el subcontinente enfrentaban a partidos o coaliciones de derecha neoliberal contra vetustas organizaciones adscriptas a la socialdemocracia de cuño europeo, pasteurizadas y dóciles frente a las políticas impulsadas por el Consenso de Washington promovidas por el Departamento de Estado.

En el primer decenio de este siglo XXI, se configuraron en América Latina inéditos procesos soberanistas que impulsaron proyectos de integración regional.

Dichas iniciativas motivaron la hostilidad y el literal acoso de sus figuras más representativas por parte de una alianza compuesta por CEOs de empresas trasnacionales, fundaciones tecnocráticas y propaladoras mediáticas disfrazadas de neutrales, todas ellas coordinadas por diferentes agencias gubernamentales del Departamento de Estado.

La segunda ola anti-neoliberal se diferencia de su primera etapa, suscitada a principios de siglo, por el protagonismo de sectores independientes, movimientos sociales, colectivos feministas y pueblos originarios conjugados con la irrupción de una nueva cohorte etaria que articula la cultura y la política en formatos creativos de expresividad callejera.

Todas esas fuerzas sociales coinciden en repudiar las políticas de ajuste y cuestionar de alguna manera a los partidos tradicionales, al tiempo que exigen formas más horizontales de representación política. Las últimas puebladas contra Lenin Moreno en Ecuador, las que arrancaron la elección de constituyentes a Sebastián Piñera y las opuestas al programa de ajuste de Iván Duque –en plena pandemia– se emparentan con la resistencia de las comunidades campesinas ocurridas durante el gobierno golpista de Jeanine Áñez en Bolivia, donde las mujeres tuvieron un rol central.

Los movimientos populares han dado lugar a procesos electorales en los que indefectiblemente ha sido protagonista algún candidato de izquierda, progresista o portador de credenciales nacionalistas revolucionarias. Los modelos de concertación al estilo chileno, en los que la socialdemocracia se aliaba a partidos de centroderecha para administrar –de forma edulcorada– los programas neoliberales, evidencian su agotamiento. Esos signos de pérdida de legitimidad de la partidocracia histórica se observan también en Perú y en Colombia de forma particular. En el primer caso, bajo la evidencia de una fragmentación cariocinética del sistema político –evidenciada en la dimisión de dos Presidentes en los últimos tres años­, Martín Vizcarra y Pedro Kuczynski–; en el segundo caso, por la irrupción de un movimiento horizontal que logró imponerle límites a Iván Duque.

Los tres países que han evidenciado claras muestra de resistencia al programa neoliberal se habían mantenido al margen de la primera ola soberanista liderada por Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales y Lula, surgida durante la primera década del siglo. A pesar de las interesadas interpretaciones de los analistas de la derecha continental, los tres casos se suman –y no relevan ni sustituyen– a los procesos de autonomía que se manifiestan en la actualidad en México, la Argentina y Bolivia. Incluso en el caso de Ecuador, donde ganó en segunda vuelta el candidato de la derecha neoliberal, la primera minoría de la Asamblea Nacional es ocupada por el correísmo, hoy bajo el paraguas partidario de la Unión por la Esperanza (UNES).

En Colombia se cumplieron tres semanas de movilizaciones con una huelga general promovida por los sindicatos, los estudiantes y las organizaciones sociales. El pliego de condiciones que fue entregado al gobierno incluye el inmediato fin de la violencia, la transformación de los organismos de seguridad, la aplicación de una renta básica para las familias pobres y la extensión de los programas de empleo y educación para los y las jóvenes. Hasta el último viernes, los manifestantes lograron derribar el paquete fiscal que contenía un aumento de impuestos a los alimentos básicos y la reforma del sistema de salud que profundizaba una mayor privatización en plena pandemia.

Mientras continúan los emplazamientos de barricadas en diferentes puntos del país, el gobierno recurrió a las Fuerzas Armadas para desbloquear las carreteras. Por su parte, en una clara señal de solidaridad con el régimen, el futuro subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols, anunció la colaboración de Washington con el mandatario colombiano sin hacer referencia a la represión que se cobró –luego de un mes de protestas pacíficas– más de 2000 víctimas.

Según el Observatorio de Conflictividades del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), hasta el último jueves se contabilizan 49 personas asesinadas por parte de los grupos paramilitares, la Policía Nacional y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD). Además los medios de comunicación coinciden en el número de 124 heridos, 13 personas con daños oculares, 6 hechos de agresión sexual, 726 detenciones arbitrarias, 45 defensores de derechos humanos detenidos o limitados para realizar sus funciones, y 1089 casos de violencia institucional de los organismos de seguridad.

La represión gubernamental se suma a la violencia sistémica que se observa en las regiones rurales, invisibilizada por los medios locales e internacionales que han naturalizado el genocidio por goteo de líderes y lideresas sociales que defienden sus territorios contra las bandas de narcotraficantes apañadas por el Estado. Desde 2016, han sido asesinadxs aproximadamente 900 líderes y lideresas sociales, y se han denunciado 6.042 víctimas fatales, en hechos descriptos como “falsos positivos”, es decir campesinos a los que se masacra y luego se disfraza de guerrilleros para justificar sus muertes. La revuelta colombiana repite algunas características de lo sucedido en Chile en 2019.

En Puerto Resistencia, Cali, Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga y Popayán se conformaron grupos de defensa popular que se describieron como integrantes de la Primera Línea, en abierta identificación con sus antecesores trasandinos. Colombia tiene planificadas las elecciones para mayo de 2022. Todos los analistas, incluso los más cercanos al actual gobierno, pronostican un triunfo del candidato de izquierda, Gustavo Petro, en la primera vuelta.

Alamedas grandes

Las elecciones de constituyentes chilenos, llevadas a cabo el fin de semana del 15 y 16 de mayo, su sumaron a las votaciones para nominar a 346 alcaldes, concejales municipales y, por primera vez, gobernadores de las 16 regiones. Los resultados de los comicios sorprendieron a la derecha continental y generaron escozor en la Embajada de Estados Unidos en Santiago: además de la revuelta colombiana, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México, de lxs Fernández en la Argentina y del MAS en Bolivia, Perú se debate entre un candidato progresista y la hija de un recluso condenado a 25 años de prisión bajo acusaciones de crímenes de lesa humanidad, a quien ella misma (Keiko Fujimori) anunció, tiempo atrás, que indultará en el caso de ser electa.

Las movilizaciones de 2019 en Chile le arrancaron al gobierno de Sebastián Piñera una elección constituyente que terminó influyendo de forma decisiva en las votaciones electivas locales. Las manifestaciones producidas entre octubre de 2019 y marzo de 2020 arrojaron un saldo fatídico de 34 personas asesinadas por parte de las fuerzas de seguridad. A eso se le sumaron 500 víctimas con daño ocular y miles de personas detenidas. Los comicios se llevaron a cabo en un contexto de pandemia aún no superada, situación que explica el 43% de participación en un sufragio no obligatorio.

El proceso constituyente busca terminar con la Carta Magna neoliberal impuesta hace 41 años durante la dictadura pinochetista, situación que fue advertida con inquietud por la derecha. Cuando estos últimos sectores no lograron impedir su convocatoria, impulsaron la limitación del tercio, consistente en garantizarse el veto a cualquier modificación profunda una vez que alcanzaran el 33% de los votos. Fracasaron también en ese intento, alcanzando poco menos que un cuarto de los votos válidos.

El sufragio constituyente prefijó, por primera vez en América Latina, la paridad de género obligatoria, que resultó en la elección de 78 varones y 77 mujeres. La participación de activistas feministas fue decisiva, y su performance fue mejor, en términos comparativos, que la de los varones. Los grandes ganadores fueron los independientes –mayoritariamente de izquierda– que obtuvieron 48 escaños. La derecha unificada alcanzó los 37, la lista del Partido Comunista y aliados obtuvo 28 lugares, la socialdemocracia 25 (de los cuales 15 son del Partido Socialista y sólo 2 de la Democracia Cristiana) y 17 correspondieron a los pueblos originarios.

La Convención que reunirá a los 155 delegados deberá debatir una nueva Carta Magna durante 9 o 12 meses, y su resultado volverá a ser aprobado o desechado por un referéndum. Los 17 representantes de los pueblos originarios incluyen a referentes de 9 identidades: aymaras, quechuas, atacameños, collas, diaguitas, mapuches, kawashqares, yámanas y rapa nui, habitantes de la Isla de Pascua.

En las elecciones locales, se destacó el sorpresivo triunfo de la economista, feminista y militante comunista de 30 años, Irací Hassler –en la comuna de Santiago centro– quien venció al referente de la derecha Felipe Alessandri, que había proferido insultos misóginos y declaraciones macartistas durante la campaña. También renovó su alcaldía el activista del PC Daniel Jadue, en el municipio de Recoleta, alcanzando el 65% de los votos. Este triunfo lo posiciona como uno de los candidatos a la presidencia. Otros candidatos victoriosos de la izquierda fueron Jorge Sharp en Valparaíso, Carla Amtmann en Valdivia y la integrante del Frente Amplio Macarena Ripamonti en Viña del Mar, después de vencer al candidato de la derecha más rancia, que controló dicha localidad durante 17 años.

En el gran Santiago resta una segunda vuelta, que será el 13 de junio, para dilucidar quién será gobernador. Esa plaza la disputan un referente de la Democracia Cristina, Claudio Orrego, y Karina Oliva, del Frente Amplio, apoyada por toda la izquierda. El calendario electoral continúa el 18 de julio con las primarias presidenciales y parlamentarias, y el 21 de noviembre con la elección para elegir al primer mandatario y a los congresistas.

Déjame que te cuente, limeña

El próximo 6 de junio se llevará a cabo la segunda vuelta de la elección presidencial que enfrentará al docente de izquierda Pedro Castillo y a la hija del ex Presidente condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad, Keiko Fujimori. Se prevé que el 28 de julio asuma el nuevo gobierno y tomen posesión los 135 congresales electos durante los comicios del 11 de abril.

La candidata de las fuerzas de derecha niega las esterilizaciones masivas a mujeres campesinas impulsadas por su padre –uno de los delitos por los que fue condenado– y propone como jefe de seguridad de su próximo gobierno al militar retirado y ex ministro Óscar Valdez, a quien se responsabiliza por la represión en Cajamarca en 2012, que dejó un saldo de cinco personas asesinadas en el marco de las disputas ambientalistas con las empresas mineras.

La derecha peruana, liderada intelectualmente por el escritor Mario Vargas Llosa, considera que un triunfo del maestro rural haría de Perú un país inviable. La trayectoria de Castillo se remonta a 2017, cuando lideró una huelga de docentes durante 75 días, exigiendo mejores condiciones laborales. Entre los integrantes del equipo técnico del candidato de izquierda figura el ex fiscal supremo Avelino Guillén, quien fuera el responsable de la acusación realizada contra el padre de Keiko, que motivó su posterior condena.

La candidata de Fuerza Popular tiene un currículum original. El 10 de octubre 2018 fue detenida por haber recibido un millón y medio de dólares de aportes de la empresa Odebrecht para su campaña electoral de 2011. Tres meses después fue liberada bajo fianza. El 28 de enero de 2020, el juez Víctor Zuñiga Urday volvió a dictar su prisión preventiva y el jueves 30 de abril de ese año logró acceder al beneficio de la libertad bajo fianza. El 11 de marzo de 2021 el fiscal especializado en crimen organizado, José Domingo Pérez Gómez, le solicitó al tribunal que la actual candidata fuera condenada a 30 años y 10 meses de cárcel por lavado de activos, obstrucción a la justicia y falso testimonio. La instrucción por dichos delitos se suma a otros procesos en curso como la recepción de aportes para su actual campaña proveniente del narcotraficante Eudocio Martínez Torres.

Es la primera vez en la historia del Perú que una imputada por delitos de esa envergadura –con fuerte apoyo del mundo empresario y de la embajada de Estados Unidos– compite por ocupar la Casa de Pizarro, nombre del palacio presidencial. Los medios concentrados del Perú no parecen turbados por dichos antecedentes. La izquierda, aunque ética, siempre es más peligrosa que la derecha corrupta.

Existen dos razones sustanciales por las que Castillo se ha convertido en el enemigo declarado del establishment: su propuesta de reactivar las reformas agrarias planteadas medio siglo atrás por el general Juan Francisco Velazco Alvarado, y su decisión de poner fin a los acuerdos que han permitido, desde 1983, el establecimiento de tres bases del Comando Sur en Perú (NAMRU 6), ubicadas en el Hospital Naval de Lima, en la Clínica Naval de Iquitos y en la zona portuaria.

Desde hace un lustro, los grupos concentrados y las fuerzas armadas se resisten a darle tratamiento al Acuerdo de Escazú que habilitaría –por parte del Congreso– las fiscalizaciones de las actividades que realiza la NAMRU 6 en la zona del Amazonas peruano.

Los tres procesos se dan en el contexto de la peor crisis económica transitada en América Latina durante el último siglo, mientas la pandemia incrementa diariamente la pérdida de vidas sin que los países centrales se decidan a liberar las patentes o agilizar la producción y/o la provisión de los principios activos de las vacunas. La región enfrenta la emergencia sanitaria después de que el neoliberalismo desmanteló los pilares del Estado de Bienestar, privatizó la salud, arrasó con los derechos sociales y produjo niveles de desigualdad inéditos.

Los modelos culturales que legitimaron la austeridad, la devastación de las capacidades estatales y la financiarización de las economías habilitaron la obscena acumulación de riquezas en porcentajes ínfimos de la sociedad y la correspondiente marginación de las mayorías. Las consecuencias de estas políticas son hoy palmarias: niveles crecientes de precarización acompañados por discursos xenófobos, misóginos y racistas.

A principios del siglo XXI, los analistas proyectaban un siglo pavimentado de neoliberalismo, fin de la historia y prevalencia del mercado por sobre la política. Por aquella época, también, el panameño Rubén Blades cantaba su tema profético: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”.

*Jorge Elbaum. Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).

Fuente: tercerainformacion.es

Fuente Original: elcohetealaluna.com

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