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Educación cumple con su amenaza de llevar a Murcia ante el Tribunal Superior de Justicia por las instrucciones de inicio de curso

Por: El Diario de la Educación

El recurso, que acaba de interponer el Ministerio, pretende que el tribunal decida sobre la legalidad de las instrucciones de inicio de curso en primaria y secundaria y solicita su paralización cautelar.

Ha pasado un mes desde que la ministra Isabel Celaá enviara un requerimiento a la Comunidad de Murcia para que echase marcha atrás con las instrucciones de inicio de curso que suponían la implantación del veto parental de VOX sobre los contenidos de las actividades complementarias. Al no recibir respuesta satisfactoria, el Departamento ha recurrido al Tribunal Superior de Justicia de Murcia para que decida si la medida impuesta por la Consejería atenta contra el derecho a la educación del alumnado de la Región. Y mientras lo hace, se ha solicitado que, como medida cautelar, se congele la implantación de dicho veto.

El pasado mes de septiembre, la Consejería de Educación del Gobierno de Murcia publicó unas instrucciones de inicio de curso en las que se recogía, de manera más o menos velada, esa petición de VOX (partido que sostiene al ejecutivo de la Región) de poner en marcha el veto parental y, con ello, dar a las familias la opción de «objetar» a ciertas actividades complementarias si chocan con sus creencias.

Ya se montó revuelo en la Comunidad entonces, aunque de facto, como explican organizaciones de Murcia, ya venía funcionando desde el curso anterior un sistema parecido. En aquel momento, dicen estas mismas personas, por presiones de la ultraconservadora organización Hazte Oír.

Isabel Celáa esperó hasta inicios de 2020 para pedir explicaciones a la Región y solicitar la rectificación de estas instrucciones al entender que atentan al derecho a la educación de niñas, niños y menores en aquella Comunidad. Desde Murcia hicieron caso omiso, de hecho, decidieron no asistir si quiera a la reunión que estos días está llevando a cabo la ministra con las consejerías de Educación del país.
Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2020/02/18/educacion-cumple-con-su-amenaza-de-llevar-a-murcia-ante-el-tribunal-superior-de-justicia-por-las-instrucciones-de-inicio-de-curso/
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La guerra de los muchachos

Por: Unai Aranzadi

La guerrilla más antigua de Asia acaba de cumplir 50 años de existencia, y lo hace con una gran cantidad de jóvenes en sus filas. Viajar a las entrañas de este conflicto, caminar con sus frentes móviles y escuchar sus motivaciones es descubrir la cara menos paradisíaca de las siete mil islas que componen las Filipinas.

Más que llover diluvia, pero nada impide al camarada Drigo terminar su arriesgada tarea. “Mira, la única forma de llegar a donde hemos acampado es mediante este sendero. Si un operativo del Ejército se acerca, cojo estos dos cables, los pego a la batería, y la carga explosiva que he dejado a un lado del camino, estalla. Con eso tenemos unos cuantos minutos extra para escapar tan lejos como podamos”. Drigo, de veintitrés años, complexión fuerte y bigotillo incipiente, es miembro del Nuevo Ejército del Pueblo (o NPA según sus siglas en inglés) la guerrilla más antigua de todo Asia. Fundada en 1969 por el profesor de Literatura y Ciencias Políticas, José María Sisón, esta estructura armada está formada por unos 5.000 hombres y mujeres que responden a las directrices del ilegalizado Partido Comunista filipino. Sisón, que a sus 80 años sigue gozando de buena salud, reside desde 1987 en Holanda, país de una Unión Europea que en el 2009 decidió suprimirlo de su lista de líderes y organizaciones “terroristas”. Ajena a cómo la puedan juzgar los gobernantes de unos estados tan ricos como distantes, la guerrilla es capaz de mantener combatientes en todas las islas más importantes del archipiélago. En el caso del “Frente Apolonio Mendoza” del que hace parte el camarada Drigo, esta presencia significa vivir a las faldas de la Sierra Madre, en la Isla de Luzón, no muy lejos de esa metrópoli de 21 millones de almas a la que sus habitantes se refieren como “la Gran Manila”.

El recodo de un río, y mejor aún, si éste está protegido por alguna cota desde la que divisar la posible llegada de militares, es el lugar ideal donde poder instalarse durante unas pocas semanas. Allí, mientras una unidad peina el perímetro, los oficiales de inteligencia definen sus próximas acciones armadas junto a los integrantes del bureau político. Sentada sobre un banco hecho con juncos (todo el mobiliario de la guerrilla se construye a golpe de machete) y tejiendo una bandera roja con la hoz y el martillo, está “Cleo del Mundo”, una mujer curtida en mil batallas, y ya hoy, pese a su juventud, uno de los rostros más visibles del NPA. Con más de un década en el frente bélico, Cleo (o Ka Cleo, pues aquí el Ka de camarada se antepone a todo nombre de guerra) expone los motivos por los que se sumó a la insurrección. “En Filipinas la mayoría de los campesinos siguen viviendo en un régimen semifeudal. Ni poseen la tierra que trabajan ni su esfuerzo les da para salir del ciclo de pobreza que se releva generación tras generación. Por eso decimos que el régimen es semifeudal. Porque la tierra aún está en poder de una elite que gana mucho y paga poco. Y ese fue el primer objetivo de nuestra lucha armada. Destruir los mecanismos militares que los oligarcas tienen para dar continuidad al sistema que sigue manteniendo al país en la pobreza”. Preguntada por las escasas posibilidades de lograr amplias victorias en el terreno militar, responde: “Cierto, pero podemos debilitarlos. Desestabilizarlos para que cedan en algunos aspectos, cosa que a menudo conseguimos. Lo nuestro es la guerra popular. Ellos llevan casi medio siglo diciendo que van a terminar con nosotros, pero aquí seguimos. Nunca nos rendiremos”.

Las acciones armadas que habitualmente se llevan a cabo son la quema de maquinaria agroindustrial en plantaciones, “donde se explota al proletariado rural”, y ataques, “a proyectos de minería que destruyen el medio ambiente, el futuro del país y la vida de sus operarios explotados”. Admiten aquello que el Gobierno califica de “extorsión” y ellos tildan de simple “impuesto revolucionario”. No en vano, a lo largo de los días pasados en el campamento era común ver cómo los jóvenes guerrilleros, (algunos de ellos incluso menores) simulaban atentados con sus armas ligeras de 9 mm. En ocasiones, a empresarios que no pagan lo que se les pide. En otras, a presuntos confidentes que avisan al Ejército de sus planes, rutas de suministros o escondites habituales. Según Ka Apo, uno de los oficiales políticos del frente Apolonio Mendoza, “el dinero se pide a dos sectores. Primero a la burguesía que comercia y trafica con lo que producen los grandes industriales, y luego a los industriales terratenientes que poseen el territorio donde se produce la explotación”. Este joven con la cabeza rapada y aspecto intelectual, asegura que “ambos tienen representación en los grupos de burócratas capitalistas”, que ostentan el poder, “gracias a la financiación de los anteriormente citados, así ellos hacen el juego de la democracia mientras se valen del poder ejecutivo y legislativo para hacer la guerra al pueblo y seguir lucrándose”. En Filipinas lo del “régimen semifeudal” no es retórica marxista. Organizaciones No Gubernamentales como la británica Oxfam también se refiere en esos términos a una realidad que en muchas zonas del país mantiene a 7 de cada 10 familias bajo el umbral de la pobreza.

El NPA se ha definido como maoísta. Para ellos, dos de los principales problemas que históricamente atraviesa el archipiélago son el reparto de la tierra y las políticas neocolonialistas. Con 105 millones de habitantes, repartidos fundamentalmente en sólo 11 de sus más de 7.000 islas, la pobreza rampante es campo abonado para la continuidad de la guerrilla. Década a década, generación a generación, la suya es la guerra prolongada tal y como definió el padre de su ideario, Mao Tse-Tung. Apoyarse en las masas para subsistir; practicar una guerra ligera, donde la capacidad de moverse es mucho más importante que la capacidad de fuego; y por encima de todo, valerse del factor sorpresa. Dadas estas condiciones, encontrarse con estos combatientes exige meses de preparación, algunas formalidades y seguir un protocolo de actuación una vez se aterriza en el archipiélago. Relativamente aislada del exterior, y siempre en zonas remotas, la insurgencia delega en su base social el contacto con lo urbano, de ahí aquello de que “el pueblo es a la guerrilla, lo que el agua al pez” que dejó escrito Mao. Saliendo en autobús desde Manila se llega a un municipio acordado, lugar en el que, ya sí, se es recibido por alguien con quien nuevamente se toma un jeep colectivo hasta alcanzar un segundo punto de encuentro, por lo general, una infravivienda del campo. Con la noche encima y una vez cenados, se hacen los preparativos para iniciar un camino que dependiendo del lugar y terreno no suele durar más de tres o cuatro horas. Selva a dentro se terminan escuchando unos silbidos, un santo y seña, y por fin, la presencia de unos guerrilleros con pistolas de 9mm asomando en la cadera. “El secreto de nuestra supervivencia es muy sencillo. Conocemos el terreno al detalle y nos movemos donde las masas simpatizan con nosotros. Aquí particularmente nos apoyan desde hace mucho”, afirma la curtida Ka Cleo. De hecho el embrión del NPA bebe de estas selvas, y se remonta a la experiencia del Hukbalahap, que primero fue resistencia armada contra la la ocupación japonesa durante la II Guerra Mundial y después, ya en los cincuenta, contra el neocolonialismo estadounidense que terminó erradicándolos. Esos “Huks” (tal y como se les conoció popularmente) fueron, de alguna manera, el origen del pálpito rebelde que recorre las aldeas de esta región. “De todos modos en el NPA no sólo hay campesinos. En nuestros cuadros hay también muchos universitarios que han renunciado a una vida pequeño burguesa para cambiar el país. Yo misma vengo de ese proceso”, afirma Ka Yumi, una joven de gafas, “aún en proceso de adaptación a este frente de guerra”. Una guerra que entre insurgentes, soldados y civiles ya ha costado 40.000 vidas.

El legado del imperialismo español está bien presente, no sólo en algunos edificios y topónimos, sino en la propia guerrilla que en días de fiesta hace “cocido con chorizo”, dicho tal y como suena en la lengua de Cervantes, o celebrando la boda entre los camaradas con nombres castellanos como José y Andrés, pues el NPA acepta y celebra matrimonios civiles entre combatientes del mismo sexo. Es algo que lleva haciendo desde el 2005, años antes de que la mayoría de países europeos aprobaran este tipo de derechos para el colectivo LGTB. Una mirada progresista del mundo que en las filas del Ejército que los combate fue vista como “inmoral y cuestionable”. Así las cosas, mientras otros países de la región, como China o Vietnam, hacen tímidos progresos en relación a la pobreza entendida como falta de acceso a la salud, nutrición y vivienda, Filipinas no termina de sacudirse una desigualdad que empuja a sus ciudadanos a ser mano de obra barata en otros rincones de Asia como Hong Kong o Emiratos Árabes, donde se han reportado casos de semiesclavitud. En las ciudades más pobladas del archipiélago, como Cebú o Manila, son innumerables los menores que sobreviven sólos en la calle, desnutridos y a merced de todo tipo de abusos. Tierra adentro y lejos de las urbes, la situación no es mejor. En las aldeas de campesinos que a lo largo de la elaboración de este reportaje frecuentó el NPA, se vieron aldeas alumbradas a la luz del fuego y niños con heridas por sanar. De vuelta en el campamento, los muchachos del NPA viven en unas condiciones no menos difíciles que las del campesinado. Buena prueba de ello es la visión del camarada Lito bajo una lluvia implacable, comiendo arroz blanco servido en una cascara de coco, que es lo que usa como platos la guerrillerada. En el Frente Apolonio Mendoza, el arroz es la base del desayuno, comida y cena. Este se sirve junto a un exiguo trozo de piel de cerdo, y en ocasiones especiales, con unas sardinas en lata o un trozo de lagarto a la brasa. Además de la comida, aquí el mundo de los objetos también brilla por su ausencia. Un pequeño pedazo de cristal viene a ser un espejo; un peine se comparte cada mañana, y toda bala es un objeto codiciado que se cuenta en poco más de un puñado por cada militante armado. Aunque unos viejos M16 de fabricación estadounidense son los fusiles más populares, también se ven reliquias con más de 60 años de batalla acuestas. Tal es el caso del M14 que se usó en la guerra de Corea y hoy tiene en las manos un combatiente con rostro de niño. Las pocas granadas que atesoran estas unidades sirven o bien para esconder trampas en el camino, o bien para persuadir al enemigo en caso de encontronazo. Sin embargo, y aún con carencias, el buen humor es el espíritu que aparentemente predomina en el campamento. Desde que se inicia el día con la gimnasia colectiva al ritmo del, “un, dos, tres, un, dos, tres, derecho, otra, derecho…”, dicho así, en castellano, hasta el pequeño “desayuno” las bromas y risas forman parte del despertar cotidiano. Luego, tras tomarse un respiro, la tropa que no está comprometida con ninguna responsabilidad concreta se reúne para programar las actividades del día. Asimismo, el trabajo de alfabetización y formación de cuadros políticos también es diario, tanto para los militantes como para aquellos civiles de confianza que se encuentren en el área. En fechas como las presentes, las clases coinciden con el aprendizaje de canciones y consignas que serán entonadas en las celebraciones de su próximo aniversario. Con gran ahínco y determinación, los muchachos se vuelcan con temas como la Internacional, el himno del NPA y otras canciones que relatan los sacrificios de la vida revolucionaria. Escribiendo con un rotulador sobre una bolsa de basura verde, el siempre animado camarada Lito instruye a una unidad de muchachos imberbes y algún que otro varón maduro. La tropa parece pasarlo en grande. Aquí, “salir de la rutina siempre nos gusta”, afirma Lito, que dice haber sobrevivido a una infancia de penurias en Makati. Mientras tanto la dirección política se reúne en ese cuadrilátero de bambú y toldo al que llaman “aula”. Hoy hablan de los campesinos y de los problemas a los que se enfrentan con los grandes hacendados por la tenencia de vacas. No lejos de aquí, hay una empresa que cede las vacas a los campesinos para que estos las críen y engorden, sin embargo los pequeños granjeros están notablemente insatisfechos. Por lo que cuentan, la empresa les paga mucho menos de lo acordado. Sin sindicatos ni cooperativas eficaces, el campesino con sobrecarga familiar se encuentra a expensas de lo que decida el empresario. Alertada la guerrilla, “se esperan consecuencias”, afirma Ka Cleo sin dar más explicaciones.

Filipinas, hoy una república y, según hallazgos científicos, territorio habitado desde hace 67.000 años, mantiene esta denominación desde el siglo XVI, cuando los colonizadores peninsulares la impusieron como homenaje a la hispanidad y Felipe II. Hoy el presidente, Rodrigo Duterte, un abogado que ha puesto precio a las cabezas de los guerrilleros muertos, quiere cambiar el nombre del país, recuperando una propuesta de un senador que en los setenta propuso Maharlika, un término no menos polémico dado que los historiadores no se ponen de acuerdo sobre su significado real. Para Ka Wino, uno de los más veteranos combatientes del Frente Apolonio Mendoza, “el nombre de Filipinas nos recuerda cada día que el hecho colonial aún no se puede decir que sea pasado, pues tenemos multinacionales saqueando como de costumbre y fuerzas de Estados Unidos en nuestro archipiélago… De todos modos y aún siendo un viejo debate, lo importante no es tanto los nombres, sino las políticas. Decir que se deja de ser una colonia por el simple hecho de cambiar el nombre es querer ganarse a las masas con propaganda barata”. Duterte, quien nada más llegar al poder detuvo las últimas negociaciones de paz auspiciadas por Noruega, ha declarado la “guerra total” al NPA, asegurando que terminará con la guerrilla para el 2022, año en el que termina su actual legislatura. Esta previsión suena optimista dado que la guerrilla sigue operando en todos sus frentes y causando bajas en las filas del Estado.

Fuente: https://rebelion.org/la-guerra-de-los-muchachos/

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Epistemologías desde abajo

Por: Isabel Rauber

I. Salir del cerco de la epistemología occidental II. Sacudirse el fantasma de la modernidad III. Pensar con los sujetos y no para (ni por ) los sujetos I. Salir del cerco de la epistemología occidental Elementos de partida 1. Parecería un lugar común comenzar haciendo referencia a la crisis civilizatoria que nos atraviesa y […]

I. Salir del cerco de la epistemología occidental

II. Sacudirse el fantasma de la modernidad

III. Pensar con los sujetos y no para (ni por ) los sujetos



 
I. Salir del cerco de la epistemología occidental
Elementos de partida
1.

Parecería un lugar común comenzar haciendo referencia a la crisis civilizatoria que nos atraviesa y por la que atravesamos. Pero es necesario recordarla para tener presente que -aunque muchos lo reconozcan teóricamente- es importante enfrentarla con la profundidad y multidimensionalidad que ella tiene e impone, es decir, desde la raíz para desde ahí buscar su superación.

La cualidad de «civilizatorio» indica que se trata de una crisis de los cimientos mismos del sistema – mundo dominante, hegemónico, del cual -en este caso‑ se buscaría «salir», superar, ir «más allá». Esto es: superar-reemplazar-abandonar el sistema de producción y reproducción que lo gestó, expandió y afianzó multidimesionalmente en sus modos de vida y en la existencia y espiritualidad humanas. No solo en lo económico, sino en lo político-institucional, en la educación, el conocimiento, la cultura, la ideología, la subjetividad, el lenguaje, la comunicación social y sus medios, las interrelaciones humanas, en la producción y reproducción de su hegemonía en todos los órdenes de la vida.

En tanto economía es sociedad, un modo de producción y reproducción económica es a la vez un modo de producción y reproducción social; define modos de vida, de interrelacionamiento humano y con la naturaleza, modos de pensar, de sentir, de soñar, desear y morir.

Hoy transitamos un tiempo de agotamiento civilizatorio integral y multidimensional: de un modo de producción, reproducción, distribución (intercambio), apropiación y acumulación económica, cultural, social y política capitalista que se ha desarrollado a tal punto que evidencia descarnadamente su irracionalidad creciente, situación que prácticamente ha anulado su inicial racionalidad [Hinkelammert]. Esta irracionalidad se expresa nítidamente en su irrefrenable destrucción de la vida; es un modo de no-vida que cínicamente los defensores del capital pretenden sostener y defender, disfrazándolo como una evolución «natural» de la sociedad y, por tanto, «irremediable» para la humanidad. Por eso resulta «saludable» no confiar en sus propuestas de soluciones a los problemas por ellos mismos creados, ni adoptar sus pretendidas alternativas de «superación» de los anteriores patrones de «desarrollo», por ejemplo, la llamada «economía verde».

Indagar una salida por fuera de esta civilización generada y sostenida por el capital requiere de la creación colectiva global del conjunto de sujetos sociales populares, para pensar y construir propuestas capaces salir del cerco económico-cultural del capital y poner fin a sus mecanismos de producción y reproducción, a sus preceptos ideológicos y a sus paradigmas justificatorios.

Se trata de buscar, crear y definir alternativas superadoras a esta locura de la muerte, lo que demanda un «pensamiento crítico» consciente de las exigencias del tiempo histórico en el que se desarrolla y de las realidades en las que los sujetos populares despliegan sus experiencias de resistencia, luchas y creaciones con grandes atrevimientos políticos, expresándolos con toda la riqueza de la diversidad de su existencia, sus identidades, culturas, cosmovisiones, cosmopercepciones, conocimientos, saberes, sabidurías, pensamientos y prácticas sociales y comunitarias (base para su articulación). Esta cualidad del pensamiento crítico es la que expreso con el concepto «pensamiento crítico situado».

Implica asumir el desafío histórico de buscar, crear y construir una nueva civilización, basada en una cosmovisión abierta que ‑dando cabida a diversas cosmovisiones‑, promueva la armonía, el intercambio y la complementariedad entre los seres humanos y con la naturaleza, en búsqueda, creación y tránsito hacia un nuevo modo de producción, reproducción y acumulación sociales, que se haga cargo de promover y sostener la reproducción en equilibro con la naturaleza. Esto se expresará en un nuevo modo de vida.1

Una semblanza del modo de vida al que aspiramos resulta sintetizada, por ejemplo, en la propuesta de los pueblos indígenas originarios conocida como el vivir bien o buen vivir: en equilibrio, equidad entre los seres humanos y con la naturaleza de la cual somos parte; sin asimetrías de poder. Esto contrasta con las propuestas consumistas de bienestar y progreso individuales (e individualistas) alimentadas por la filosofía occidental moderna (capitalista). Se asienta en un principio civilizatorio para la vida que, en aras de ella, promueve y defiende el bien común: «No es posible vivir bien si los demás viven mal». No resultan compatibles con él las guerras, ni el saqueo, ni las desigualdades extremas que provocan hambre, enfermedades, muertes… que destruyen nuestro hábitat y -con ello‑ nuestra humanidad. De ahí que su carácter civilizatorio para la vida, sea una de las claves para pensar crear un mundo nuevo.

2.

Cuando se hace referencia al «pensamiento crítico» se abre una dimensión de diversidad; hay mucho escrito, pensado, publicado. Acá quiero referirme particularmente a las corrientes cuyos representantes o referentes lo colocan (y se colocan) «afuera» de la historia, es decir, se refieren a un pensamiento no situado elaborado al margen de las realidades concretas del tiempo histórico de que se trate y de sus sujetos. Estas vertientes de pensamiento resultan incapaces de identificar claramente los problemas raizales que la crisis civilizatoria plantea a la sobrevivencia de la humanidad. Tampoco reconocen que tanto el origen como el desarrollo de los conceptos y paradigmas del «pensamiento crítico» que enarbolan fueron moldeados, de alguna manera, por la civilización que pretenden analizar críticamente, por lo que resultan también alcanzados por los cimbronazos (culturales e ideológicos) de su crisis.

En tanto pensamiento abstracto (atemporal, no contingente y sin sujetos concretos), esta corriente de «pensamiento crítico no situado» comulga con la concepción liberal y cientificista . Con ello pretendió dotarse de una objetividad no «contaminada» con las contradicciones de la vida real, pero ‑por esa vía‑, terminó desconectado de la realidad, sus acontecimientos y sus actores sociales. Resultó entonces, un pensamiento «crítico» dogmático, apriorístico, trascendental.

En tanto esta corriente se desarrolló y difundió con el apoyo de poderosas instituciones académicas, políticas y culturales (editoriales) a nivel mundial, en primer término la Academia de Ciencias del PCUS y el Instituto de Marxismo-Leninismo de la URSS, su influencia fue considerable también en el terreno de las actividades político‑sociales. En Indo-afro-latinoamérica su irradiación fue devastadora: negación o rechazo de las realidades socioeconómicas; de los sujetos realmente existentes y de sus realidades, identidades, culturas, etc., implantación de esquemas clasistas teóricos extrapolados, desconocimiento generalizado de las deformaciones de la dependencia multidimensional impuesta por el colonialismo, etcétera.

Adoptando la denominación de «marxismo» -transformado en doctrina‑, esta corriente de pensamiento ha sido -y aún es, en ciertos ámbitos‑, considerada como uno de los mayores exponentes del «pensamiento crítico» de izquierda, cualificación que muchos emplearon para descalificar otros aportes teóricos revolucionarios, como los de la educación popular, la teología de liberación, el feminismo…. Con tales actitudes, su difusión e instrumentación política se tradujo en intolerancia, desprecio, rechazo y marginación de lo diferente. Sus referentes intelectuales fueron (y muchos aún lo son) considerados poco menos que dioses a los que habría que reverenciar y seguir si se deseaba ser parte del cuerpo crítico «iluminado» o contar con su aprobación (para publicaciones, doctorados, becas, concursos, distinciones, premios…).

3.

Ese «pensamiento crítico» que adoptó posiciones supuestamente «objetivas e imparciales», resultó un pensamiento sin sujetos, despojado de sus realidades, contradicciones y subjetividades (reducidas a «lo subjetivo»). Fue un pensamiento disecado, desposeído de la riqueza emergente de la diversidad de los sujetos, de sus sentimientos, saberes y sabidurías, de sus cosmovisiones y cosmopercepciones, negador de sus identidades y culturas… En síntesis, devino un pensamiento no situado (abstracto), ajeno a las contingencias de la historia y a los sujetos y sus subjetividades (y sus calamidades, luchas, resistencias…). Ello constituyó y constituye su deficiencia epistemológica de raíz. Y alcanza tanto a su matriz raizal como a sus contenidos, sus conceptos y paradigmas, sus lenguajes y formatos y, de conjunto, fundamentalmente, a su proyección práctica.

Muchos ejemplos dan cuenta de ello, pero vale recordar aquí a uno de sus resultados más negativos para el pensamiento y la acción sociopolítica de la izquierda en el mundo y, particularmente, en Asía, África y en este continente. Me refiero, en primer lugar, a la fragmentación del pensamiento revolucionario (de Marx, Engels y Lenin) en materialismo dialéctico y materialismo histórico. Con ello, sus promotores pretendían, tal vez, evitar una posible herencia idealista de Hegel («corte epistemológico» althuseriano, por ejemplo), pero en realidad, al separar materialismo y dialéctica sepultaron la gran revolución epistemológica realizada por Marx en el pensamiento social. Sobre esa base hicieron posible la creación de un materialismo histórico sin sujetos y sin sus contingencias en la historia; es decir, sin atender tampoco a las transformaciones que ello exigiría en los contenidos de los conceptos, las categorías, las propuestas… La dogmatización se abría paso ocultándose tras una supuesta concepción «científica» que aislaba al «marxismo» de su fuente genealógica sine qua non: la concepción dialéctico‑materialista de la historia. Despojado de la dialéctica y de los sujetos, artífices, creadores y constructores de las dinámicas vivas, con sus luchas y pensamientos‑, ese «marxismo» solo podía ser doctrina muerta, vacía de contenido histórico social, su raíz y proyección revolucionaria.

Un referente importante de esta concepción fue Althusser, quien ‑aunque se pretendió anti-dogmático‑, definió al materialismo histórico como «ciencia de la historia». Ella aborda temas relativos a la estructura social y a la superestructura. Las clases y la lucha de clases existen, pero estáticas, pues no modifican sustantivamente la realidad ni son modificadas por ella, ni pueden tampoco crear algo nuevo. Y aunque se afirma que la lucha de clases marca el curso de los acontecimientos, en realidad estos resultaban pautados apriorísticamente por esa supuesta «ciencia de la historia», en virtud de su conocimiento de las leyes que rigen el movimiento histórico. Un galimatías que fue el adalid del «pensamiento crítico» de gran parte de la izquierda autodenominada marxista en el siglo XX. Para ella Mariátegui fue un «bicho raro», un pensador «maligno» cuyos textos no había que leer, ni nombrar. Al igual que Gramsci, Lukács, Rosa Luxemburgo, Ernesto Che Guevara, Flora Tristán… junto a tantos otros y otras que pensaron, escribieron y lucharon en el mundo.

En nuestro continente esta variante del marxismo rígido, dogmatizado, antidialéctico y desconocedor de los sujetos reales hizo verdaderos estragos. El reconocimiento -esta expresión ya lo evidencia‑, de los pueblos indígenas originarios como integrantes del sujeto social y político, ha sido ‑y en muchos casos aún lo es‑, una carencia, una ausencia. Como así también a los peones rurales, a los trabajadores golondrinas temporarios, a los asalariados en condiciones de semi-esclavitud, a los afrodescendientes, mestizos, criollos y mulatos… Todos ellos fueron desconocidos y excluidos de los análisis sociopolíticos, pues no se ajustaban a la definición de clase social proveniente de los manuales.

Hoy esto parece estar cambiando significativamente y eso contribuye a la proliferación de lecturas sociológicas y políticas más ajustadas a las realidades y a la diversidad de sujetos sociopolíticos concretos. Pero hay mucho por hacer aún en este sentido. Porque no es un tema que pueda resolverse solo con declaraciones o escritos; es vital abrir el pensamiento y el corazón y reconocer las identidades, culturas, saberes, conocimientos y cosmovisiones de los sujetos diversos. Esto provoca un cortocircuito en los liderazgos político-ideológicos dentro del campo popular, tradicionalmente hegemonizados por una izquierda (intelectual y política) ilustrada y por ello -supuestamente‑ dueña de la verdad y, por tanto, del (verdadero) «pensamiento crítico».

4.

Surgen entonces varias interrogantes, entre ellas: ¿Quiénes elaboran el pensamiento crítico? ¿De cuáles fuentes, realidades, sujetos, fuerzas o pensamientos se nutren? ¿Quiénes lo interpretan o «entienden»? ¿Quiénes le dan vida, lo «llevan a la práctica», lo «concretan» o lo «aplican»?

Evidentemente, al asumir la condición de «científico» siguiendo los cánones liberales, la corriente de «pensamiento crítico no situado» lo (auto)constituyó en una cualidad propia de especialistas, expertos, académicos, élites iluminadas alejadas de las prácticas sociales populares.Sobre esa base, establecieron una brecha entre quienes elaboran pensamiento y quienes lo «aplican». Es decir, entre los que saben (y piensan) y los que no saben (y ejecutan).

En el mundo universitario esto se expresó -tal vez de un modo más benévolo‑, particularmente en la distinción entre los saberes académicos y los saberes populares, brecha que desde hace algún tiempo se intenta acortar con el llamado «diálogo de saberes», evidentemente por la presión que ejercen los movimientos sociales en la arena política y por la fuerte influencia cultural de la concepción de Paulo Freire con su defensa de los saberes de los oprimidos.

El «diálogo de saberes» resultó ciertamente una especie de puente ideológico y cultural entre dos categorías de saberes (y de sujetos) que, a la vez que los articula, los diferencia y distancia. Un claro ejemplo de ello es que, en décadas, el tan mentado «diálogo de saberes» no llegó a generar propuestas deselitizantes del saber. Hasta hoy no hay logros significativos en este sentido; no se ha conseguido, por ejemplo, que los currículos universitarios se abran e incorporen -institucionalmente‑, otros conocimientos, sabidurías, cosmovisiones…

Existen espacios como el de la llamada «extensión universitaria» con los que se busca poner parches a esta separación, pero esto ‑lejos de disminuir las distancias‑, las reafirma. En primer lugar porque en ese esquema, son los académicos los que «se acercan» a los espacios «no ilustrados», pero los referentes de estos espacios no son recibidos con la misma amplitud en los espacios de la academia. Además, la concepción de la educación popular tampoco ha sido epistemológicamente comprendida e integrada a una profunda reforma pedagógica educativa; se mantiene en las orillas, construyendo otra epistemología, no para disputar espacios sino porque las realidades de este continente y sus sujetos así lo reclaman y lo producen en consecuencia. En resumen: la fractura epistemológica de saberes se mantiene y afianza.

Un diálogo de saberes requiere reconocimiento del otro, de la otra, respeto, preguntar y escuchar; estar abiertos a racionalidades diferentes, a no excluir, a sumar en actitud de articular; lo que en el pensamiento indígena se denomina complementar o completar (completitud en matemáticas). Y esto supone lo intercultural y, de conjunto, la descolonización. «Aquí es importante reflexionar y entender que forjar el respeto mutuo, entre civilizaciones, implica descubrir lo encubierto, dignificar lo marginado, excluido y colonizado, poner en condiciones de diálogo, luego recién viene el respeto mutuo entre las partes. Una vez logrado el descubrimiento de los valores ancestrales, haber dignificado, y forjado el respeto mutuo, viene el apthapi/complementario de saberes y conocimientos intercivilizatorios…» [Yampara, 2009: 21]. Y claro, esto habla de una relación no unívoca, que articula múltiples dimensiones de existencias e intereses. Ponerse con ello es, precisamente, parte de los desafíos.

5.

En tanto aceptamos que saber es poder, todo ensimismamiento del «pensamiento crítico» obstaculiza el reconocimiento y la comprensión de la dimensión destructiva raizal de la civilización del capital que actualmente carcome y desangra a la humanidad. Y esto -a su vez‑, limita sus posibilidades para buscar, identificar, definir y construir las respuestas de superación civilizatoria alternativa, tarea que no puede ser obra de un grupo de intelectuales sino elaborada entrelazadamente con los quehaceres, experiencias, conocimientos, saberes y propuestas de los actores-sujetos populares, tal como lo exigen la magnitud y los alcances de las amenazas dominantes que definen el tiempo actual.

La grieta histórico-cultural de saberes, conocimientos, sabidurías… condensa entonces, uno de los principales obstáculos epistemológicos, gnoseológicos, políticos e ideológicos del «pensamiento crítico» hasta ahora predominante, cuyo sostén impide su transformación en fuente de inspiración y guía del quehacer socio-transformador de los sujetos populares. Esto no puede lograrse desde afuera de las prácticas sociales de los sujetos, tampoco en el fragor de los hechos; es importante contar con un pensamiento comprometido con las prácticas, que sea parte de ellas pero que -a la vez‑tenga la suficiente capacidad para distanciarse y aportar un punto de vista crítico, es decir, reflexivo, que ponga de relieve lo que la experiencia arroja como enseñanzas, conceptos, propuestas, caminos… y nada de esto puede resultar de una labor individual ni monocultural. Construir pensamientos y saberes colectivos es la clave. Interculturalidad, descolonización, despatriarcalización resultan en este empeño ‑junto con la educación popular y la investigación participativa‑ postulados insoslayables, a la vez que posibilidad, concepción y herramientas.

6.

El «pensamiento crítico no situado» predominante en el siglo XX ‑aparte de dejar afuera a los sujetos, sus subjetividades y sus experiencias históricas‑, se constituyó en torno a una cientificidad a-histórica y quedó anclado a sus «rigores científicos», correspondientes a las revoluciones industriales y sus exigencias socioculturales. Luego se fue acoplando -de diferentes maneras‑, con los descubrimientos de las ciencias y la tecnología: la física cuántica y nuclear, la robótica, la electrónica, la informática… De conjunto, esto se tradujo -no sin debates y contradicciones‑, en una suerte de aggiornamiento científico del «pensamiento crítico», apoyado en lo que se ha dado en llamar «teoría de la complejidad». Esta perspectiva le ha brindado a ciertas corrientes una mayor flexibilidad y apertura, pero ‑lejos de reencaminar al «pensamiento crítico» hacia una transformación raizal de sus cimientos‑, fortaleció, en general, sus tendencias al elitismo.

Es importante tener presente que toda producción de conocimiento parte de una base cultural y está también intercondicionada por ella, además de estarlo también por los instrumentos que emplea, por el «clima ambiental» donde se hacen los estudios… Todo esto influye e interviene en la creación de lo nuevo, en el desarrollo de nuevas miradas, nuevas lecturas, análisis, síntesis y en la elaboración de propuestas encaminadas a superar‑colocarse, desde la experiencia viva de sus procesos internos, «afuera» de la civilización del capital (occidental, moderna). Por eso es saludable promover siempre una actitud abierta, atenta a la pluralidad y diversidad de cosmovisiones, conocimientos, saberes… en búsqueda de posibilidades y nuevas herramientas para construir las convergencias hacia un horizonte compartido común. Lo común implicaría al menos, en tal caso, la creación de un ámbito para pensar colectivamente en clave intercultural, descolonizada y abierta a renovaciones y transformaciones constantes.

Llegado a este punto, entre las huellas más fuertes de los siglos XIX y XX que marcaron la pretendida cientificidad de la corriente predominante del «pensamiento crítico», pueden subrayarse las siguientes:

  • Pensamiento lineal, cuantitativo-ascendente
  • Pensamiento binario
  • La historia como una sucesión lineal de hechos inconexos
  • Lo universal abstracto divorciado y contrapuesto a lo particular concreto y viceversa
  • Monoculturalidad, uniformidad y pensamiento único (verdad absoluta)
  • Posicionamiento liberal como sinónimo de independencia, objetividad (y racionalidad)
  • Predominio de lo cuantitativo (desarrollo como crecimiento, por ejemplo)
  • La naturaleza como objeto (y mercancía)
  • El capital como dinero
  • El mercado como «piso y techo» inevitable
  • Las clases y sus luchas como datos (no como raíz y motor)
  • La exacerbación de lo individual
  • La competencia como modalidad «natural» de las relaciones humanas
  • El conocimiento como un acto de erudición individual y no como práctica social colectiva
  • La sociedad y los sujetos como «objeto de estudio»
  • Los sujetos reales y su diversidad como «problemas»
  • Las mujeres como «objeto» de explotación a «liberar»
  • Los pobres como ignorantes e incompetentes por «naturaleza»
  • La enajenación como fenómeno externo
  • La subjetividad como un defecto
  • La conciencia como «un espacio vacío» a colonizar.
  • El adoctrinamiento como práctica «concientizadora».
  • El fundamentalismo epistémico como sustrato
  • La soberbia como característica
  • La colonización cultural como alternativa

II. Sacudirse el fantasma de la modernidad

Los reclamos, las tareas y los desafíos para el «pensamiento crítico» son muchos y se multiplican potenciándose unos a otros a diario. Urgen cambios raizales. No bastan aggiornamientos formales o retoques; se trata de abrir las entendederas, despojarse de la herencia colonial del pensamiento único, para crear y construir dialogal e interculturalmente lo que será -ya se avizora‑, un nuevo «pensamiento crítico» abierto, centrado en el quehacer sociotransformador de los sujetos populares, intercultural, con identidades socioclasistas claras, es decir, con pertenencia de clase y compromiso con la búsqueda, creación y construcción de una nueva civilización.

Esto supone salir del cerco ideológico-cultural hegemónico del poder del capital, replantearse y revitalizar los horizontes sociotransformadores del pensamiento crítico, recuperar su sentido y sus contenidos revolucionarios, no para quedarse allí sino para nutrirse desde los orígenes con el quehacer teórico-práctico de los pueblos. Esto supone abrir las compuertas del pensamiento, fortalecerlo con la vitalidad epistemológica de las prácticas sociotransformadoras de los movimientos indígenas y sociales que buscan, luchan y construyen día a día en sus comunidades y territorios avances hacia un nuevo mundo, una nueva civilización plurinacional indo-afro-latinoamericana.

Esto coloca en el centro del quehacer epistemológico a los «viejos» y nuevos actores sociales y políticos, y al conflicto social como dimensión vertebradora de articulaciones sociopolíticas, ámbitos de desarrollo de potencialidades colectivas que pueden emerger de la convergencia programática de actores sociopolíticos diversos del campo indopopular. Estos han sido y son:

  • Protagonistas históricos de la resistencia, social, cultural y política.
  • Creadores de nuevos «paradigmas» de transformación social.
  • Creadores-constructores de nuevas modalidades y formas organizativas para la representación social y política: la comunidad y lo común como corazón, referencia y eje.
  • Creadores y desarrolladores de nuevas concepciones acerca del poder y la democracia, de nuevas modalidades de interrelación sociedad-ciudadanía: intercultural, descolonizada, despatriarcalizada, plurinacional…
  • Baluartes de esperanza y re-creación de las utopías libertarias, socialistas, humanistas en el siglo XXI. 

Pistas epistémicas indispensables para un nuevo pensamiento crítico Un pensamiento situado con pertenencia de clase

Pensar integralmente el poder y los caminos para su transformación raizal (desde abajo) implica rechazar la supuesta neutralidad epistemológica que, en aras de su «objetividad» prefiere no exponer sus presupuestos reales de partida ni explicitar «desde dónde» realiza el análisis o, aunque lo haga, no logra superar el horizonte abstracto liberal burgués que no da cuenta de los fundamentos últimos de la explotación, desigualdad, discriminación u opresión entre seres humanos, contribuyendo a invisibilizar el contenido de clase de las realidades sociales, para afianzar, por esa vía, la idea de que la diferenciación socioclasista de las sociedades resulta una característica «natural» de la vida social y por tanto, es inevitable.

Es precisamente contra este forma de leer y explicar las realidades que se levantan también los pueblos, apoyados en sus experiencias de vida, sus luchas y creaciones colectivas. Con su epistemología de la praxis ponen sobre el tapete el colapso de las viejas formas de conocer y entender las realidades sociales, de las viejas modalidades de pensar y practicar la política, la organización y articulación de los sujetos y sus interrelaciones, del viejo papel de las instituciones y sus interrelaciones con la ciudadanía… Tales reflexiones tienen un posicionamiento de clase ‑tal cual la clase existe y se proyecta actualmente‑, y sobre esa base analizan las realidades socioeconómicas de nuestro continente e identifican quiénes son (o podrían llegar a ser) los sujetos populares concretos de los cambios.

P ara importante s corrientes de las ciencias sociales y políticas, esto se resolvía afirmando genéricamente que la clase obrera era el sujeto revolucionario. Dicha postura se identificó durante el siglo XX como «clasismo», cuyo contenido era obviamente abstracto, no situado ni en el lugar y ni en el tiempo histórico concreto de que se trataba, ni con los sujetos concretos existentes en cada tiempo y lugar.

En el estadio actual del capital, su lógica de producción y acumulación se resume y expresa en la contradicción antagónica vida‑muerte. Esta contradicción resulta del agravamiento extremo de la contradicción capital‑trabajo y de las contradicciones a ella articuladas. Es decir, que ella contiene, sintetiza y expresa las contradicciones raizales de clase (burguesía‑proletariado) de un modo específico, propio del momento histórico concreto y, ‑convergentemente‑ configura además, nuevas contradicciones y sujetos sociales, a la vez que posibilita la visibilización y el reconocimiento de viejos sujetos, negados como tales por los paradigmas propios de la epistemología de la modernidad.

Esto se relaciona directamente con la necesidad de analizar con un claro posicionamiento histórico‑concreto la existencia e interrelación sujeto‑clase y en Indo-afro-latinoamérica particularmente a la relación sujeto-clase-pueblo/s originarios… para reconocerla en todo su diversidad.

En las complejas realidades de las sociedades indo-afro-latinoamericanas lo «clasista» no resume la totalidad de lo conflictivo sociopolítico, así como tampoco la clase obrera o trabajadora puede identificarse con la totalidad del sujeto político revolucionario. La clase obrera, en toda la diversidad de su existencia, es potencialmente parte constitutiva del sujeto popular junto con otros actores sociales y políticos, del mismo modo que la lucha de clases se expresa actualmente en un sinnúmero de luchas y conflictos sociales no necesariamente encasillables en la antigua definición «clasista». Por ejemplo: las luchas ecológicas, de género, de identidad sexual libre, la de los pueblos indígenas originarios, la de los campesinos, la de las poblaciones urbanas empobrecidas y marginadas, la de los migrantes, etc. Obviamente, la clase obrera con empleo y sus organizaciones «naturales» como son los sindicatos, pueden desempeñar un papel activo motorizador de la articulación de las luchas, problemáticas y actores e identidades sociales, pero ello no es algo que ocurrirá indefectiblemente. Si ocurre impulsa los procesos socio-transformadores, pero -como lo evidencia nuestra historia continental reciente‑, no es condición necesaria ni suficiente para ello.

Tener claridad de estas realidades es tanto más necesario cuanto que los institutos ideológicos del capital, en especial la industria cultural y los medios de comunicación de masas a su servicio influyen de modo perverso en la mente de los desposeídos desdibujando los contenidos de su pertenencia clasista.

Urge salir del manual, de lo abstracto, genérico, binario, anquilosado, encorsetado, para situarse en la realidad concreta en tiempo y espacio. Esta es la primera condición de «situado» y es, precisamente, la que posibilita y posibilitará al pensamiento recuperar su sentido y su carácter crítico, esclareciendo -a la vez‑ su pertenencia de clase, no referida a la mítica clase obrera de los manuales, sino expresando el claro punto de vista de los sujetos populares diversos, cuestión que abordaron con claridad, entre otros, Mariátegui y Camilo Torres.

Al igual que Mariátegui, Camilo tenía cabal conciencia de la «estrechez» de la concepción «clasista» importada e impuesta en estas latitudes, que se limita a identificar únicamente a la «clase obrera» (idílica) como sujeto del cambio revolucionario en las sociedades latinoamericanas. Reconoce la diversidad de nacionalidades, clases, sectores y actores sociales que conforman el pueblo, y para expresarlo conceptualmente, se refiere a ellos identificándolos como «clase popular»2. Esta clase es la que constituye al sujeto pueblo: plural, diverso, multicultural y plurinacional.

Reflexiones como esta -aunque minoritarias‑, no son una excepción ; sin embargo, una suerte de ceguera persiste todavía en amplios sectores de la izquierda partidaria e intelectual cuyos exponentes se resisten a quitarse las anteojeras para ver y escuchar lo que los sujetos de nuestras realidades sociopolíticas muestran y gritan. Enredados con los dogmas de su marxismo y la ideología del poder, continúan abonando el camino del pensamiento binario y dicotómico generando oposiciones falsas entre: ¿clase o etnia?, ¿clase o género?, ¿ideología o cultura?, ¿condiciones objetivas o condiciones subjetivas?, ¿conciencia o subjetividad?… Pretende definir lo que está «incluido» y lo que es o será «excluido», lo que es correcto e incorrecto, la verdad y el error, el bien y el mal… Su enfoque es binario y binario es lo que reproduce, afianza, proyecta y acepta como válido.

Estas contraposiciones ocultaron lo central: la complejidad de la vida real, las identidades y culturas de los pueblos indígenas, de la población negra, de los campesinos empobrecidos, de los obreros, de las mujeres… Todo ello es parte de la problemática «de clase» en este continente porque su existencia ha estado y está marcada por la llegada del capitalismo temprano a estas tierras de la mano de la conquista y colonización.

Capitalismo y colonización son parte de un mismo proceso de violencia, muerte, exclusión, explotación, opresión, discriminación, saqueo… Y esa realidad perdura hasta nuestros días, reciclada y ampliada por diversos mecanismos sociales, económicos, jurídicos, culturales, además de los mecanismos ideológicos dominantes que se modernizan y expanden su hegemonía día por día, actuando mancomunadamente con la reproducción de las lógicas de una sociedad-mercado colonizada (dependiente).3

No vale entonces pretender ubicarse «fuera» de los acontecimientos históricos y sus sujetos; no es así que se logra la «objetividad» tan infundida por las academias.

En la perspectiva epistemológica desde abajo la objetividad se logra situándose adentro del proceso del cual se opina, pensando críticamente con la diversidad de los actores del campo popular, para actualizar colectivamente la conciencia política y el pensamiento sociotransformador en las condiciones concretas, en el tiempo concreto, con los sujetos concretos. Esta sería una segunda dimensión del pensamiento crítico situado (junto con los sujetos populares).

En los procesos de transformación raizal del poder, los sujetos populares -mancomunadamente con intelectuales orgánicos y académicos «situados»‑, irán reflexionando desde sus experiencias, aprendiendo de sus errores y aciertos, nutriéndose de sus creaciones cotidianas de lo nuevo, en las comunidades, las comunas, los movimientos barriales… En ese proceso construirán la contrahegemonía popular, aportando claramente a la construcción de un nuevo pensamiento crítico popular colectivo.

Interculturalidad y descolonización

Al reconocer (y reconocerse) parte activa de las experiencias colectivas, al contribuir a recuperar y analizar críticamente los caminos de resistencia, luchas, organización y creación de lo nuevo, los diversos actores y actoras sociales populares resultan co-partícipes de la creación de horizontes comunes de conocimientos, saberes y sabidurías, fortaleciendo así sus prácticas sociotransformadoras colectivas. Esto supone articular la diversidad y, en ello resulta clave la perspectiva intercultural y la descolonización. Ambas contribuyen a ampliar las miradas sectoriales y a derribar muros de contención y divisiones apriorísticamente fijadas entre los/las actores/as diversos, sus identidades, saberes y culturas.

Lo intercultural remite de inmediato, en primer lugar, a un ámbito de prácticas sociopolíticas y cognitivas que están en contradicción con los paradigmas predominantes en el pensar, el saber y el «deber ser» dominantes, hasta hace poco considerados los únicos valederos y eficientes, hoy en crisis profunda.4 Por un lado, porque lo intercultural significa ‑de entrada‑ el reconocimiento de la diversidad de identidades, culturas, cosmovisiones, saberes, modos de vida y organización sociales (económicas, políticas y jurídicas), todas racionalidades válidas que es necesario rearticular sin exclusiones ni jerarquizaciones en sus interrelaciones. Por otro lado, porque esto pone en cuestión el sentido y el contenido de la racionalidad -del poder occidental‑ predominante hasta ahora. Todo ello remite las miradas hacia los creadores de las diferentes racionalidades, es decir, a los sujetos de la producción y reproducción de la vida (comunitaria, urbana, social), a los sujetos de los saberes, a los sujetos de las transformaciones sociales (culturales, políticas, económicas). En segundo lugar, es saludable tener en cuenta que el propio planteo de la interculturalidad es intercultural. Es decir, sus contenidos, definiciones y significaciones, son diversos y múltiples.

No hay una única propuesta intercultural monolítica (dogmática); el abordaje de esta dimensión en estas páginas no pretende, por tanto, ser «la interpretación» de la interculturalidad, ni todo «lo que hay que saber» acerca de ella, sino brindar los elementos claves que permiten colocar a la interculturalidad como una de las piedras conceptuales (y prácticas) fundantes de la nueva racionalidad plural y multidimensional ya en gestación.

Construir colectivamente un pensamiento crítico emancipatorio y las alternativas emancipadoras, requiere nutrirse y articular diferentes experiencias, saberes, sabidurías y cosmovisiones. Y esto hace imprescindible que todos y todas dejemos de lado viejos prejuicios discriminatorios y jerárquicos, en lo organizativo y también en lo cultural, para reconocer(nos) y aceptar(nos) en la diversidad, entendiéndola -no como una «desgracia» que hay que soportar, sino‑ como fuente enriquecedora, forjadora de capacidades colectivas para conocer, saber y poder actuar con equidad y mayor tino. Esto supone, obviamente, desterrar la concepción (y las prácticas propias) del pensamiento y la verdad únicos, correspondientes con la ideología, cultura y hegemonía de los poderosos. A este proceso, se lo identifica como descolonización. La descolonización abre las entendederas y el corazón para adentrarnos en este empeño munidos con los posicionamientos interculturales. Ambas: interculturalidad y descolonización resultan entrelazadas en este proceso que es cimiento y parte del complejo proceso de liberación.

No existe una única cosmovisión «verdadera». Los nuevos paradigmas epistemológicos civilizatorios interculturales descolonizados en construcción se fundamentan en la riqueza de la pluralidad y diversidad, y se anclan en principios tales como: solidaridad, ética, diferencias, equilibrio, complementariedad, paridad, horizontalidad, espiritualidad, democracia intercultural, vivir bien, buen vivir, autogestión, vida comunitaria, redes sociales.

Cuidar de no «tirar el niño con el agua sucia»

Descolonizar no significa renegar ni rechazar los aportes y el legado cultural y de los saberes de la modernidad, sino relacionarnos con ellos desde un lugar diferente, ajeno a la subordinación y la dependencia.

Coincido en esto con Samanamud, cuando señala que «…los propios presupuestos de la modernidad se van a entrelazar de una manera diferente en nosotros, no es que se van a negar (…), sino que se van a entrelazar de otra forma, pues la interculturalidad supone también encontrarnos con lo humano. Si desde nuestro ángulo, que no es universal, encontramos también lo humano que hay en mí, en tí y en lo que estamos haciendo, en el momento de descolonizarnos, no estamos realizando ninguna negación de occidente ni otra síntesis necesariamente. En este sentido debe ser explicitado este movimiento de la descolonización, no se trata de una síntesis, no es sólo eso, allí podremos «articularnos» relacionalmente sin negar la dialéctica, es simplemente otra conciencia de la realidad. // Se va entender de otra manera el sujeto, pero no va a desaparecer, se va a entender de otra manera la autonomía del sujeto, pero no va a desaparecer.» [2009]

Un pensamiento «abierto al mundo» y en debate con «los otros»

Es importante nutrirse de las enseñanzas de la historia de las luchas anticapitalistas y de las experiencias socialistas del siglo XX, revalorizar y actualizar los aportes teórico-filosóficos de Marx, Engels, Lenin, Mao Tse Tung, Luxemburgo, Gramsci, Luckacs, Korsch, Freud, Althusser, Ho Chi Min, Foulcault, Mészaros, Amín, Mariátegui, Mella, Gabriela Mistral, Varela, Ingenieros, Flora Tristán, Guevara, Nela Martínez, Dussel, Sánchez Vásquez, Graciela Bustillos, Zavaleta Mercado, Kusch y muchos otros/as grandes pensadores/as revolucionarios, profundizar la crítica al funcionamiento del sistema del capital en la actualidad, y -en nuestro caso, muy importante‑ rescatar la riqueza de los pensamientos independentistas (de San Martín, Bolívar, Juárez, Martí…), de los pensamientos y cosmovisiones de los pueblos indígenas, de la teología de liberación, de la educación popular, de los feminismos y las concepciones despatriarcalizadoras, etc., en aras de fortalecer el pensamiento crítico intercultural, emancipatorio, despatriarcalizado y descolonizado indo-afro-latinoamericanista y su papel político estratégico de orientador de las luchas de los sujetos y las sujetas populares.

Esto resume su posicionamiento político y epistémico revolucionario actual, a la vez que lo torna parte de las herramientas de rechazo a la colonización y colonialidad del poder [Quijano] y fortalece las búsquedas de fundamentos descolonizados e interculturales para aportar a la construcción de un proyecto colectivo común, encaminado a la superación concreta de la civilización creada y afianzada por el capital, es decir, creada, desarrollada y afianzada por la humanidad bajo la dominación del capital y sus tentáculos hegemónicos, contribuyendo a construir una civilización rehumanizada, intercultural, que apueste por la diversalidad del mundo, con interrelaciones humanas individuales y colectivas basadas en principios de solidaridad, justicia, equidad y horizontalidad , reencontrada con la naturaleza, la vida y el futuro.

Despatriarcalización, feminismos, igualdad de géneros e identidades

En principio vale destacar que el feminismo y los enfoques de género ‑y sobre todo las luchas de las mujeres durante años‑, han contribuido claramente a pensar lo colectivo y la unidad sobre nuevas bases, haciendo del reconocimiento de las diferencias ‑en vez de un obstáculo‑ un enriquecimiento, un pilar para las articulaciones. Es un granito de arena aportado por las mujeres militantes al pensamiento emancipatorio y al caldero de la construcción plural y diversa del nuevo sujeto popular colectivo.

Este posicionamiento llama a dar cuenta de las nuevas realidades y sus nuevos suje­tos/as: los/as desplazados/as de diversos orígenes, los/as precarizados/as permanentes, los LGTBIQ…, así como también de los viejos sujetos negados: los movimientos indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los/las jóvenes, los niños y las niñas, los y las adultos/as mayores… Llama a abrir espacios a las di versas identidades, cosmovisiones, saberes, sabidurías y corrientes de pensamiento: los saberes originarios y sus cosmovisiones, los saberes ecológicos, la biopolítica, la bioética, el feminismo político y la despatriarcalización como crítica raizal del poder del capital. 5

La generalización de los privilegios de los hombres en el capitalismo -y antes en el feudalismo, etcétera-, como si fueran características «naturales» propias de todos los hombres, le garantiza al poder machista‑patriarcal del capital, por un lado, el ocultamiento de su origen, contenido y pertenencia de clase y, por el otro, la permanencia de su brutal autoritarismo subordinante, discriminante y explotador de los seres humanos. Es aquí donde género y clase se dan la mano, y lejos de contraponerse y excluirse logran desentrañar la génesis raizal del poder patriarcal‑machista, poniendo al descubierto -a la vez‑, su pertenencia de clase: la de los que detentan el poder en lo económico, político, jurídico, ideológico, religioso, cultural.

Perfeccionando viejos mecanismos, modelos y modalidades de subordinación de la mujer al hombre, el capital ha acondicionando el funcionamiento de la vida social pública y privada y los roles de hombres y mujeres en ellas, acorde con el funcionamiento del mercado y los complejos mecanismos de producción y reproducción de su hegemonía. Las consecuencias deshumanizantes que ello acarrea en la vida familiar de millones de seres humanos empobrecidos, despojados de sus trabajos, de sus tierras, de sus casas, de su país, representa una sobrecarga económica, física y espiritual para las mujeres y alcanza hoy niveles antes insospechados. Todos los sectores empobrecidos y excluidos lo sufren en carne propia, pero doble o triplemente las mujeres del pueblo que suman jornadas mal remunerada s a su agotadora jornada laboral doméstica. Ellas en primer lugar -y sus hijos-, resultan los soportes humanos de la criminal y gigantesca nueva etapa de acumulación del capital a escala global.

En tanto nuevas actoras sociales, las mujeres resultan fuera de los paradigmas del pensamiento político tradicional. En tal sentido, el feminismo ‑con enfoque de género‑ propone una profundización inexcusable a la democracia (en la práctica y en su contenido políticosocial), incluyendo en ella también a las relaciones sociales hombre-mujer fuera y dentro del hogar, incluyendo la diversidad de identidades sexuales y de géneros. Resulta por ello enriquecedor de los procesos de despatriarcalización‑transformación raizal de la sociedad y de un nuevo pensamiento crítico de cuya construcción es parte y del cual, a su vez, se nutre.

En este empeño busca‑experimenta y aporta modalidades de convivencias interculturales que, nutriéndose de la diversidad de miradas y subjetividades, van construyendo también un pensamiento revolucionario indo-afro-latinoamericano, acorde con las realidades socioculturales de cada pueblo, un pensamiento descolonizado, despatriarcalizado, intercultural, abierto a la creación colectiva permanente de los pueblos con toda la riqueza de su diversidad y desarrollo histórico.

Esto es parte de las nuevas prácticas, pero al ser estas todavía culturalmente minoritarias constituye ante todo un llamado de alerta.

Las herramientas conceptuales culturales heredadas de la cultura occidental moderna nos impiden asiduamente trabajar en y con pluralidad; ellas hacen de la exclusión su modus vivendi por lo tanto hay que dar un paso al costado, salir del cerco de la modernidad para replantearse otras miradas y rumbos. La interculturalidad supone la descolonización; y anudadas con los feminismos, la despatriarcalización y los enfoques de géneros, abren caminos hacia el nuevo mundo y conforman uno de los nervios constitutivos de las epistemologías emergentes desde abajo.

Aportar a la construcción de un nuevo tipo de unidad del campo popular

Interculturalidad, descolonización y despatriarcalización contribuyen a replantear también los criterios acerca de la unidad del campo popular y los caminos para construirla: no se logrará sobre la base de la unicidad ni la homogenización de todo pensamiento y opción, ni aplicando la lógica del «ordeno y mando». Abren las puertas a un nuevo tipo de unidad del campo popular formada sobre la base de la complementariedad y la articulación de los y las diferentes para enriquecer lo colectivo. Esto supone, por ejemplo -siguiendo cosmovisiones otras‑, reconocer la incompletitud de cada uno, en lo individual y en lo sectorial y, consiguientemente, ver en las diferencias, en el otro y en la otra, la posibilidad de completitud, desarrollando variados procesos de articulación basados en el reconocimiento de las virtudes y ventajas de lo diferente más que en sus restricciones.6

En contraste con la supuesta «verdad absoluta» de pocos, la «verdad revolucionaria» se construye entre todos los sectores del pueblo, con sus puntos de vista, identidades, subjetividades, perspectivas y objetivos diversos. Por eso es plural, intercultural, descolonizada, compartida, relativa, histórica y en desarrollo. Concibe y apuesta a la unidad con diversidad a la que articula. Se va construyendo día a día en las prácticas, en las conciencias. Existe con diversidad y se fortalece en las interdependencias y en los ámbitos comunes para germinar nuevas pertenencias e identidades colectivas. Porque la «verdad revolucionaria» es una verdad históricamente construida por los actores sociales y políticos del campo popular. Por ello suma, fortalece y multiplica en vez de disciplinar, debilitar, restar y dividir, rescata en vez de desechar, constituye sujetos a la vez que es constituida por ellos.

No hay metodología alguna que garantice resultados ni verdades. Se trata de un complejo proceso práctico‑reflexivo, yuxtapuesto y simultáneo de sujetos en lucha y creación intercultural, descolonizada, despatriarcalizada, cuya coherencia y trascendencia está marcada por la participación consciente en él del conjunto de sus protagonistas.

La educación popular y la investigación acción participativa

¿Por qué articular educación popular, interculturalidad y descolonización? ¿Qué relación guarda esto con la revitalización-refundación del pensamiento crítico y con los actuales procesos de constitución-autoconstitución del «sujeto colectivo» del cambio social en Indo-afro-latinoamérica?

En realidades donde la cultura predominante y dominante ha sido y es aplastantemente monocultural, patriarcal-machista y colonizadora, la tarea pendiente no se agota en los enunciados de interculturalidad, descolonización o despatriarcalización. Hay que buscar caminos para construir, sostener y afianzar estas nuevas concepciones y cosmovisiones, contribuyendo a abrir canales estables de intercomunicación entre los actores sujetos, vasos comunicantes y puentes entre las diversas identidades y sus modalidades de existencia socioculturales, que hagan visibles y pongan en valor epistémico y cultural los saberes sumergidos. Ello contribuirá a recuperar y sistematizar experiencias colectivas, a construir conocimientos colectivos interrelacionados a partir de la interculturalidad descolonizadora.

Se trata, en definitiva, de poner en sintonía diversas formas, entendimientos y modalidades del saber hacer que convergerán en la conformación de nuevas modalidades y saberes colectivos surgidos de los pueblos y construidos a partir de su participación y sabiduría. Son los saberes populares fragmentados, rescatados, interarticulados y potenciados como saberes de todos para todos. Tal es la labor primera de la pedagogía intercultural: los distintos actores y actoras sociales la llevan adelante simultáneamente con el proceso de construcción de saberes colectivos. En este, la concepción (y la práctica) de la educación popular resulta altamente enriquecedora.

La educación popular es una concepción del mundo que reconoce los saberes oprimidos, ocultados, negados por el poder y, con ello, a los y las diferentes sujetos de esos saberes y poderes otros. Esto supone un modo de interrelacionamiento entre sujetos diversos que ‑desde el inicio‑ rompe con las estructuras y los presupuestos del poder dominante.

La educación popular busca rescatar al otro y a la otra para construir colectivamente nuevos saberes y nuevas interrelaciones. Fortalece (y se fortalece con) la propuesta intercultural y descolonizadora. Como dijo Paulo Freire, es una concepción del mundo que supone una concepción de los seres humanos en y con el mundo, en la que -afirma‑ podemos asumirnos como sujetos en el proceso de [auto]concientización. Por lo tanto, la educación popular es ‑a la vez que una concepción del mundo‑, una concepción del saber y el poder para transformar el mundo. Y resulta una herramienta político‑cultural imprescindible en la construcción de un pensamiento crítico situado.

La educación popular o pedagogía de los oprimidos toma como punto de partida las experiencias concretas, los saberes, conocimientos y cosmovisiones de los pueblos en ellas participantes. Reconoce y parte de la diversidad de los sujetos populares para reflexionar desde allí, promoviendo el diálogo de saberes de modo intercultural y descolonizado. Se propone re-construir el conocimiento fragmentado desde abajo, con los y las protagonistas de las luchas, enriquecer el pensamiento crítico desde las prácticas y con sus protagonistas participantes, articulados con el trabajo comprometido de la intelectualidad orgánica. Por ese camino, busca definir ‑coletivamente‑ los rumbos, alcances y objetivos del proceso sociotransformador.

La educación popular se caracteriza por construir ámbitos donde los sin voz toman la palabra, contribuye a hacer visible ‑social y políticamente‑ la presencia de los y las excluidos/as en los procesos sociotransformadores, para dignificar y valorizar su palabra, su pensamiento y su acción. Por eso puede constatarse que ‑aunque con diferenciaciones‑ la educación popular está presente en las organizaciones sociales, en sus procesos de formación y en las prácticas de vida y organización comunitaria promoviendo interrelaciones horizontales y participativas.

Su práctica pedagógica ‑que construye saberes a partir de los modos de vida de los sujetos concretos‑, pone al descubierto los nexos e intercondicionamientos entre un determinado modo de existir y reproducirse del mundo privado y un determinado modo de existir y reproducirse del mundo público, y contribuye a que los que participan del proceso pedagógico puedan descubrir los nexos entre una realidad supuestamente privada e individual, aparentemente casuística, con la realidad de un determinado modo de existencia económica, política y cultural de la sociedad en que viven.

Por ello la educación popular resulta, por un lado, cuestionadora raizal del poder hegemónico, discriminador y excluyente del capital, contribuyendo a que los sujetos tornen visibles sus nexos e interrelaciones. Por otro, al fortalecer el conocimiento colectivo de los movimientos sociales acerca de sus experiencias, al contribuir a un mejor análisis de evaluación de logros y deficiencias, la educación popular resulta clave también para los procesos de empoderamiento social, entendiendo que el primero y fundamental de ellos es el del saber: qué, cómo, para qué, quiénes.7

Queda claro, una vez más, que la conciencia no puede ser traída de afuera e implantada como «doctrina» en los sujetos. Estos construyen y desarrollan su conciencia a partir de su participación en los procesos de lucha y transformación, reflexionando críticamente acerca de ellas y de su modo de vida en interacción concreta con sus realidades, sus subjetividades, identidades y cosmovisiones. La «toma de conciencia» resulta por tanto, un proceso histórico concreto permanente y complejo de conocimiento-acción-reflexión crítica individual y colectivo que articula raizalmente la interculturalidad con la descolonización y viceversa. Como subraya Samanamud, «…no hay, por tanto, recetas, sino que se trata también de plantearse problemas pertinentes con el proceso histórico.»[2009]

En este sentido, en Indo-afro-latinoamérica la educación para la descolonización para la educación… resulta un entrelazamiento vital. A construirlo contribuyen: la educación popular, la investigación acción participativa (IAP), las historias de vida (con historia oral) y la construcción de conocimiento colectivo: gestión intercultural del conocimiento mediante.

La importancia de la investigación acción participativa (IAP)

La educación popular aporta su concepción acerca de la relación poder-saber-sujetos oprimidos al desarrollo de procesos de construcción‑reconstrucción de saberes populares (oprimidos, negados, excluidos) desde abajo. En este empeño conjuga la recuperación y articulación de la memoria histórica de los pueblos, la recuperación crítica de sus experiencias de lucha, organización y propuestas, mediante la sistematización de las mismas, interrelacionando su concepción y sus propuestas metodológicas con la investigación participativa (IAP) y las historias de vida, apelando, fundamentalmente, a la historia oral. Y todo ello reditúa en la posibilidad de enriquecer un pensamiento crítico emancipador intercultural colectivo, partícipe de las prácticas colectivas de búsqueda y construcción de un mundo nuevo.

La investigación acción participativa se articula directamente con la educación popular pues se nutre conceptualmente de ella, comparte sus principios. Apuesta a la construcción de conocimientos partiendo de los actores (desde abajo), reconociéndolos co-investigadores de su realidad. La investigación participativa se basa en una interrelación horizontal de saberes compartida entre sujetos, en tanto no reconoce «objetos de investigación», sino sujetos, actores, terrenos, problemas, temas, búsquedas de respuestas que son emprendidas co-participativamente por los investigadores «de afuera» y «de adentro» de la situación o realidad concreta de la cual se trate.

Se busca, en definitiva, interactuar entre sujetos/as que tienen conocimientos y saberes diversos anclados en experiencias adquiridas/desarrolladas durante años, en organización de tareas de sobrevivencia en diversos ámbitos, y que tienen por tanto amplios saberes que aportar, con pleno derecho a ser incorporados al pensamiento socio-transformador; son caminos también de empoderamiento y reconocimiento de sus valores en tanto protagonistas-creadores con reconocimiento de sus identidades, sus culturas, sus experiencias, sus tradiciones, cosmovisiones…

En ese sentido, la investigación acción participativa comparte los objetivos con la educación popular, la interculturalidad, la descolonización y la construcción de un pensamiento crítico situado.

III. Pensar con los sujetos y no para (ni por) los sujetos

Lo expuesto hasta aquí perfila un reto clave para intelectuales orgánicos del campo popular y de la izquierda político-partidaria: dejar de pensar por y para los sujetos, y disponerse a pensar con los sujetos, a partir de sus experiencias, conocimientos, saberes y sabidurías concretas para ‑desde ahí‑ crecer colectivamente en pensamiento y acción liberadoras.

Esta definición resume y proyecta uno de las más importante principios de las epistemologías emergentes desde abajo , revolucionarias, transformadoras, en tanto habilitan, posibilitan y sustentan las búsquedas y creaciones del nuevo mundo, la nueva civilización rehumanizada en hermandad armónica con la naturaleza, con centro en la vida, la paz , el bienestar colectivo y la felicidad.

En la perspectiva expuesta resulta claro que la construcción de un nuevo pensamiento crítico emancipador es una obra colectiva que supone la interacción de intelectuales con los y las protagonistas de los procesos de resistencias, luchas, creaciones y construcciones de los pueblos.

Las propuestas y reflexiones de cada actor sociopolítico del campo popular aportan contenidos claves al nuevo pensamiento sociotransformador construido en interacción dialéctica con los intelectuales orgánicos, en proceso de diálogo colectivo para la producción de nuevos saberes.

Esto supone articular las diversas dimensiones del pensamiento reflexivo crítico, es decir, del saber que es elaborado en su dimensión estrictamente teórica, con el saber que emerge de abajo y que mayormente queda contenido (inmerso) en las prácticas . D e ahí, entre otras razones, la importancia de rescatarlas, sistematizarlas y conceptualizarlas. La articulación de estas dimensiones diversas e interconectadas posibilita la integración e interrelación y construcción de un renovado diálogo horizontal entre los saberes: «científico» y «popular», encaminado a la construcción de un pensamiento colectivo común (pensamiento sobre pensamiento), indispensable para la producción de un nuevo pensamiento crítico estratégico situado sociotransformador indo-afro-latinoamericano.

Crear, no «aplicar»

En tanto la nueva civilización buscada solo puede ser producto de la creación de los pueblos, es inédita. Parte de la realidad concreta y de las experiencias de los sujetos populares, es decir, no está contenida en ningún texto; no es un algoritmo diseñado a priori que los sujetos tendrían que «aplicar».

El nuevo mundo supone la conjunción de procesos epopéyicos de creación heroica colectiva que se nutrirán y a la vez abonarán desde abajo el pensamiento crítico para promover, fortalecer, impulsar, aprender… y crecer colectivamente en ese empeño. Y para ello -desde esta perspectiva epistemológica‑, sus creadores, militantes sociales, intelectuales y académicos, tienen que ser parte del mismo. Es la democracia de la epistemología y por consiguiente de la política desde ella construida.

En tal sentido, vale subrayar que la primera y principal fuente de aprendizaje que tenemos es la experiencia colectiva de los pueblos; reflexionar críticamente a partir de ellas, con sus protagonistas, es fundamental. Al decir de Houtart: «Ver‑juzgar‑actuar, constituye la base de nuevas esperanzas que puedan reconstruir la adhesión de nuevas generaciones, actualmente muy despolitizadas.» [2016]

Y aquí radica un nudo epistemológico clave para el pensamiento crítico situado: la inseparabilidad sujeto‑objeto, teoría‑práctica, a la que se articulan pensamiento y acción, ser social y conciencia social, lo objetivo y lo subjetivo. Esto significa que:

‑La realidad social histórico-concreta es el punto de partida inequívoco de todo análisis social, económico, político, filosófico, cultural y, a su vez, también el destino de los mismos. Está claro, en esta perspectiva, que el pensamiento solo puede ser de la historia, si lo es en la historia.

No hay apriorismo en las reflexiones ni en las conclusiones de los análisis y las propuestas. Estas se construyen interarticulada y orgánicamente con las luchas de los movimientos sociales (indígenas, obreros, campesinos, de mujeres … ).

Al articular el pensamiento con las prácticas sociotransformadoras, el pensamiento crítico que las capta y sintetiza en conceptos y categorías, resulta ‑por su génesis‑ histórico, inacabado… y demanda, por ello, actualización y desarrollo permanentes junto con la construcción de nuevos conceptos. Se trata por tanto de un pensamiento abierto a la vida de los sujetos y sus prácticas en sus realidades histórico-concretas.

Son las prácticas sociohistóricas concretas de los actores-sujetos populares por cambiar la sociedad en que viven en el sentido de su liberación, las que posibilitan y articulan este pensamiento crítico situado con pertenencia de clase que, a la vez, se caracteriza por ser autocrítico, liberador y de liberación.

«Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario», sintetizaba Lenin, lo que señala también, interdependientemente, que sin movimiento revolucionario no hay teoría revolucionaria; son ambos a la vez o no son.

A diferencia de los saberes absolutos abstractos que abundan en las academias, que luego buscan canales para «aplicarse» a la realidad, el nuevo pensamiento crítico emancipatorio en gestación , el pensamiento crítico situado, no busca «aplicarse» a la realidad porque nace de ella, en interacción con sus protagonistas, los/las que piensan, disputan y construyen la nueva realidad. No cimenta sus posiciones y propuestas en legados académicos dogmáticos coloniales , eurocéntricos o nortecéntricos ni busca legitimarse en estos espacios; define su sentido en función del horizonte político intercultural de la transformación de la sociedad desde la raíz, desde abajo, por los de abajo en articulación con intelectuales, académicos…

Hacia un nuevo tipo de intelectual orgánico

Esto presupone el diálogo horizontal de saberes, miradas y experiencias, en construcción articulada desde abajo. Y constituye parte de las nuevas dimensiones del desempeño de lo que nos hemos acostumbrado a identificar como intelectual orgánico. En la perspectiva epistemológica expuesta, este no es «el que sabe y orienta», sino el que construye conocimiento, saberes y conciencia crítica colectiva junto con los actores-sujetos concretos de una sociedad determinada, partiendo de sus realidades, compartiendo prácticas, búsquedas, ideales y horizontes estratégicos para la liberación del yugo del capital.

Esto hace a una nueva forma de pensar el saber: como realidad presente y diseminada (múltiple) entre las distintas actoras y actores sociales del continente. El pensar no es un patrimonio exclusivo de la intelectualidad, está entre todos nosotros y nosotras, y tenemos que aprender a extraerlo, hacerlo palpable y construirlo (articularlo) colectivamente. Esto, claro está, sin desmerecer la necesidad de contar con pensamiento teórico en el sentido pleno del concepto; las dos vertientes son necesarias. 8

La organicidad de los intelectuales comprometidos se define entonces, no por su pertenencia partidaria, sino por su capacidad de ser y sentirse parte del proceso sociotransformador, en diálogo constante con los actores que lo protagonizan. Debe ser comprometido para ser creíble, y crítico para ser útil y así contribuir al avance del conocimiento y la conciencia colectiva. Y asumir que los protagonistas no están destinados a «ejecutar» o «aplicar» las ideas generadas por intelectuales, académicos o políticos, sino que son también creadores y portadores de ideas, conocimientos, pensamientos… el desafío es poner todos estos conocimientos y saberes diversos en común para producir un saber colectivo orientado hacia un horizonte estratégico común.

La creación de una nueva civilización, capaz de contener en pie de igualdad a las múltiples civilizaciones existentes y sus cosmovisiones para crear y construir un mundo en el que quepan todos los mundos, es tarea de multitudes no de élites iluminadas. En este espíritu van formándose las nuevas generaciones de luchadores sociales e intelectuales militantes orgánicos por la vida, conscientes de la integralidad manifiesta en la unidad entre humanidad y naturaleza, el reconocimiento de la diversidad y la búsqueda del equilibrio en la paridad, equidad y horizontalidad de sus interrelaciones.

La construcción de nuevo pensamiento crítico emancipatorio resulta entonces raizalmente articulada con los proceso de construcción‑acumulación de conciencia y poder propio que llevan adelante con sus luchas y propuestas los actores sociopolíticos del campo popular en el continente. Los análisis críticos sistemáticos de sus experiencias, la identificación colectiva de sus logros, sus errores y enseñanzas concretas constituyen una suerte de brújula epistémica sociopolítica que abona el camino hacia una nueva civilización. En este empeño es especialmente importante:

  • Salir del cerco ideológico, político, cultural y mediático del poder hegemónico.
  • Que los sujetos (concretos) recuperen su centralidad protagónica práctica y teórica.
  • Replantearse desde abajo los caminos de transición hacia la nueva civilización.

En conclusión, el desafío -en este sentido‑ supone construir colectiva y dialogalmente un nuevo pensamiento crítico, situado, con pertenencia de clase, intercultural, despatriarcalizado y descolonizado. Esto es clave para crear, pensar y simultáneamente encaminarnos hacia una convergencia global orientada hacia una salida civilizatoria colectiva superadora de la actual.

Bibliografía empleada

Houtart F. (2016). Carta a Marta Harnecker, compartida conmigo (4/10/16)

Marx, Carlos y Federico Engels (1845). La ideología alemana. 5ª ed. 1970. Barcelona (España) Ediciones Grijalbo.

Rauber, Isabel (2017) Refundar la política. Desafíos para una nueva izquierda latinoamericana. Ed. Continente-Peña Lillo, Buenos Aires.

Rauber, Isabel (2014) «Sujeto plural, descolonización y nuevo tipo de organización política (El legado de Camilo Torres)», en: Unidad en la diversidad. Camilo Torres y el Frente Unido del Pueblo. pp. 301-322Fundación Colectivo Frente Unido (CFU); Periferia Fondo Editorial; Ediciones Desde Abajo, Bogotá.

Rauber, Isabel (2012). Revoluciones desde abajo. Ed. Continente-Peña Lillo, Buenos Aires

Rauber, Isabel (1998). Género y poder. Ed. UMA, Buenos Aires.

Samanamud, Jiovanny (2009). «Interculturalidad, educación y descolonización» En: Integra Educativa Vol. III / Nº 1 79

Yampara (2009). En: Integra Educativa Vol. III / Nº 1 77.

Notas:

1. Según Marx: «El modo como los seres humanos producen sus medios de vida no se reduce a la reproducción de su existencia física, dado quemanifiesta un modo de vida del que son portadores. Esos seres humanos son tanto lo que producen como el modo como lo producen, siendo esto último el primer hecho histórico del que constantemente son protagonistas (…).» [Marx y Engels (1845: 19, 20, 28]

2. «Con la palabra clase popular yo quiero dar a entender los pobres de Colombia. Naturalmente que desde el punto de vista estrictamente sociológico yo comprendo que es una expresión bastante vaga, pero es la expresión que el pueblo entiende. Yo no creo que en Colombia los pobres tengan una conciencia de clase. Y en mi concepto tener la conciencia de clase es uno de los elementos importantes para constituir una clase, pero para designar a los pobres, y para no referirme únicamente a los obreros, sino también a los campesinos he utilizado esa expresión de clase popular». [C. Torres, 2014: 126]

Partiendo de la realidad latinoamericana, al referirse a los sujetos del cambio, Torres comienza reconociendo a los pueblos indígenas y sus realidades e identidades como sectores sociales que hacen al sujeto social y político; también se refiere, en ese sentido, a las poblaciones mestizas, a los obreros, a los campesinos, a las clases medias, a los empobrecidos de las ciudades y el campo, a los hombres y las mujeres, a los jóvenes, a las organizaciones sociales… [Rauber: 2014: 302]

3. Ver [Rauber, 2014: 305]

4. La interculturalidad supone la interrelación de las culturas, modos de vida y cosmovisiones diferentes. Y esto trae debates y pugnas por el corrimiento de los poderes históricos acuñados acerca de la posesión del conocimiento verdadero y válido consolidado en las sociedades coloniales y poscoloniales sobre la base del monoculturalismo, las academias, las instituciones públicas… Por otro lado, la interculturalidad se diferencia del multiculturalismo‑aunque lo presupone‑, porque no es una sumatoria estática de la diversidad sino que propone su interacción e interdefiniciones en pos del enriquecimiento y crecimiento mutuo colectivo a partir de ella.

5. «El planteamiento de género, en su cuestionamiento, llega hasta los cimientos mismos de la cultura del poder patriarcal heredado y desarrollado por el capitalismo. De ahí su fundamental importancia para un replanteamiento profundo del conjunto de relaciones sociales y del poder de una sociedad dada, en el sentido de nuevo proyecto social. No digo que sea suficiente, pero sí necesario, imprescindible, insoslayable.» [Rauber, 1998: 7]

6. Completitud-incompletitud: conceptos claves de las cosmovisiones indígenas. Lo que está solo, según esta lógica, está fraccionado, incompleto, y busca ‑casi ontológicamente‑ su completitud; la complementariedad es parte de esa búsqueda.

7. El levantamiento indígena de Chiapas, por ejemplo, es parte del proceso de toma de conciencia de sus integrantes acerca de su realidad. Y se construyó con el apoyo de la concepción y las prácticas político-pedagógicas de la educación popular desarrolladas en función de transformar las condiciones de vida colectivas, que fue , a la vez, un proceso de construcción de alternativas para la vida. Es decir, que supone, simultáneamente, la construcción de sujetos con capacidad de autonomía. Y esto también es parte de la descolonización.

8. Ver [Rauber, 1998: 7]

Fuente: https://rebelion.org/epistemologias-desde-abajo/

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La colonización historiográfica

Por: Facundo Di Vincenzo

Hace más de diez años soy docente de materias vinculadas a la enseñanza de la Historia Moderna y Contemporánea en diferentes espacios e instituciones educativas: universidades, terciarios, secundarios, antes fui estudiante de Grado y Posgrado de Historia en la UBA de materias similares. Cuando releo los textos de los estudiosos sobre el tema y al […]

Hace más de diez años soy docente de materias vinculadas a la enseñanza de la Historia Moderna y Contemporánea en diferentes espacios e instituciones educativas: universidades, terciarios, secundarios, antes fui estudiante de Grado y Posgrado de Historia en la UBA de materias similares. Cuando releo los textos de los estudiosos sobre el tema y al preparar las clases, siempre me molestó la ausencia de América en este periodo. Peor aún, me fastidia la forma en que se la menciona, cuando se la menciona. ¿Por qué me irritan estos autores? Intentaré explicarlo.

El progresismo de los «significantes» y su significado en el derrotero académico

A partir de la década de 1990, prácticamente a quinientos años de la conquista Española de América, una camada de historiadores, antropólogos, sociólogos, filósofos europeos y norteamericanos, descubrían América.

En su mayoría, provenían de corrientes de pensamiento «crítico», se definían como superadores del estructuralismo (utilizando el léxico marxista europeo), eran post estructuralistas o super-estructuralistas. En definitiva, eran cientistas sociales que claudicaban, se rendían. Consideraban que de ahora en más, el capitalismo no volvería a ser discutido. El problema era la superestructura. Algunos de ellos, como Francis Fukuyama, llegaron a escribir sobre el «fin de la historia»; otros, sólidamente posicionados en las académicas, cátedras e institutos de investigación, despilfarraban las sumas de dinero destinadas a la investigación por sus Estados, para tratar temas vinculados a la corriente del «giro linguistico». Estos últimos, en líneas generales, sostenían que la disciplina histórica era una disciplina de la que había que desconfiar. Afirmaban que los historiadores habían leído a las fuentes, pero en su producto: el texto histórico; ellos reproducían sus propias lógicas históricas y sociales. En síntesis, cuando uno leía un texto histórico no estaba leyendo a la fuente histórica, sino que uno leía aquello que el historiador quería que el lector sepa de esa fuente histórica.

Hayden White, Ricouer, Foucault, Todorov, Wolf, Chomsky, Mary Louise Platt, lectores (y fanáticos) de Wittgenstein y Cassirier, descubrían que la historia había sido escrita desde una mirada eurocéntrica. Que se había ejercido poder sobre las otras regiones no «centrales». Se asombraban al ver que nos habían silenciado, a nosotros, los periféricos. Al mismo tiempo, con una mirada situada en Europa, comenzaban a escribir «para nosotros» (¿?). Escribieron muchos libros. Hacían alusión a los campos de control académicos que cercenaban toda voz desarrollada desde afuera del centro de poder académico-científico. Otros, más místicos y espirituales quizás, se volcaron al estudio de las obras Heidegger o a textos provenientes del lejano oriente, con el objeto de encontrar un nexo universal a toda la raza humana (infinidad de términos vinculados con estas tendencias he escuchado: Numen, Dasein, Karma, Chacras, etc…) así se satisfacían con pensar que nosotros no somos diferentes a los europeos.

Ellos se deslumbraban al leer a Heidegger, quien transcribía la voz de un campesino y hablaban alucinados de las enseñanzas de ese campesino, aunque extrañamente, hacían oídos sordos a las diferentes voces de los trabajadores de nuestra América.

En definitiva, a quinientos años de la conquista española, estos autores descubrían que hacer historia, sociología, filosofía, antropología, era y es también, hacer política. Peor aún, es sostener solapadamente, determinada ideología política. Esta camada de autores, con sus trabajos vinculados a los relatos, a la «performance», la teoría del discurso y las re significaciones posibles de un texto, en realidad lo que verdaderamente hicieron fue desvirtuar las verdaderas discusiones. ¿Por qué afirmo esto? Por qué sin preocuparse en estudiar y reflexionar sobre las posibles respuestas a nuestros problemas históricos más profundos, ellos: sociólogos, historiadores, antropólogos y filósofos, también fueron responsables del naufragio de nuestra región durante buena parte del siglo XX, ya que desde el campo científico que obtenía el financiamiento de los diferentes Estados latinoamericanos, encuentro muy pocos autores que hayan elaborado lecturas desde nuestra región y para nuestra región. Incluso observo que la producción desde el mundo de las ciencias sociales en esos años, se ha dedicado especialmente a silenciar a los autores que han elaborado estudios, investigaciones e intervenciones vinculadas a diferentes exploraciones teóricas fundamentales para responder a nuestros problemas: el imperialismo británico/francés/norteamericano, la integración latinoamericana, las características de nuestros sistema democrático, las distintas Constituciones Nacionales, los dueños de los medios de comunicación y la discusión sobre el control los recursos naturales.

En síntesis, la gran mayoría del campo académico estatal ha silenciado las exploraciones más interesantes surgidas de nuestra región, desde los trabajos «fundantes» de Manuel Ugarte con El porvenir de Hispanoamerica (1910), Pedro Henriquez Ureña con La utopía de América (1925), Víctor Raúl Haya de la Torre, en su libro: Por la emancipación de América Latina (1927) o José Carlos Mariategui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), hasta los textos de autores vinculados con la liberación nacional surgidos luego de las experiencias de gobiernos nacionales y populares en Latinoamérica como Arturo Jauretche, Fermín Chavez, Juan José Hernández Arregui, Amelia Podetti, Carlos Montenegro, Jorge Abelardo Ramos, Alberto Methol Ferré, Álvaro García Linera, Alcira Argumedo o Norberto Galasso, entre otros tantos.

El problema de las edades «universales»

Para una brevísima comprensión del problema, comenzaré planteando el tema de la periodicidad establecida por las ciencias sociales, marcadamente evolucionista-positivista, y que aún hoy es la cronología vigente en manuales de escuela primaria y secundaria, universidades y Wikipedia. Repasemos. En primer lugar, los estudios clásicos, tradicionales, comienzan a hablar de los procesos históricos de la humanidad tras la llamada Revolución del Neolítico. El proceso que se inicia hace unos 9000 años, en donde grupos humanos ubicados en el continente africano pasan de ser recolectores y cazadores. Se pasa de una economía recolectora a otra productora (agrícola y de cría de animales). Un proceso en donde los humanos se transformaban en productores de alimento. Luego, la cronología continúa con la edad antigua, que comienza con la aparición de la escritura hace unos 3500 años a.c. Subrayo: la pre historia, de aquí en más, será el terreno para aquellos pueblos que no desarrollen la forma de comunicación escrita. Serán «pueblos sin historia», como señala el antropólogo Eric Wolf. La Edad Antigua se origina en la Mesopotamia y Egipto, con las primeras formaciones urbanas, «la revolución urbana» que menciona el historiador Mario Liverani. Esta era histórica finaliza con la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 a.c. a manos de los «barbaros». La caída de Roma, según esta lectura, da comienzo a la edad más oscura de todas para la humanidad, la llamada Edad Media o Feudal, que debería terminar en el 1492, el momento en el cual los europeos «descubren» América. Sin embargo, no hay una posición definida sobre el tema, algunos historiadores sostienen que la caída del Imperio Romano de Oriente, en 1453, debería marcar el corte o la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en 1450. Destaco: la aparición de América no ha sido considerada como un acontecimiento trascendente para todos los historiadores, sino que la Edad Moderna o modernidad tiene tres comienzos diferentes según quien uno lea: 1492, 1450 o 1453. La modernidad finaliza con la Revolución Francesa de 1789, dando inicio a la Edad Contemporánea, que estaríamos transitando hasta nuestros días.

Como puede observarse, las edades históricas de la humanidad, son en realidad edades históricas que no atraviesan a toda la humanidad, ni siquiera a la mitad de la humanidad, sino que sus principios y finales se encuentran determinados por Europa y sus vecinos. Como escribió el historiador francés Fernand Braudel, es la historia del mediterráneo y sus contornos.

Comencemos nosotros ahora. En América, la revolución del Neolítico no se produjo hace 9000 años. Tampoco nos vimos afectados por la Revolución del Neolítico de las comunidades africanas, sino que los recolectores y cazadores que cruzaron el estrecho de Bering, entre Rusia y Alaska, hace unos 15.000 años, desarrollaron tiempo después, su revolución del Neolítico. Remarco, los habitantes de nuestro continente hicieron por sí solos, el paso de una economía recolectora a otra productiva hace unos 7000 a 5000 años. Específicamente los arqueólogos hallaron vestigios de comunidades humanas sedentarias en el Valle mesoamericano de Tehuacan, pero también en la cordillera de los andes las comunidades andinas desarrollan la domesticación de plantas y animales, bajo relaciones de producción y técnicas inéditas para la humanidad: el ayllu.

Continuemos. En nuestro continente, los primeros grandes centros urbanos surgen hace 1700 a 1100 años, mientras que las organizaciones estatales centralizadas políticamente en grandes extensiones territoriales aparecen entre hace 1100 a 500 años. No tuvimos la misma cronología que la «humanidad». No tuvimos feudalismo y nuestra entrada a la modernidad, como veremos, no fue moderna para nosotros.

¿Cómo fue nuestra modernidad?

La modernidad llega América en barcos europeos. Peor aún, la historia de América que se escribió, será la historia desde la llegada de estos barcos europeos. No es extraño. Como señala el sociólogo marroquí Abdelkebir Kathibi, «toda sociedad humana escribe la historia de la relación con el territorio en el que vive». Los europeos comenzarán desde 1492 a proyectar sobre los habitantes de América un pasado no americano, tampoco real. Un pasado no histórico. ¿Cómo es esto? Su imagen de los tiempos anteriores a su llegada, será la imagen de un pasado bíblico primero, en donde los nativos estaban como en los tiempos de Adán y Eva (así lo expresaban los primeros conquistadores y religiosos que llegaban «al nuevo mundo»), y cuatrocientos años después, se continuará escribiendo sobre una América «no real», relatos signados por la caracterizaciones de una América inferior, bárbara y salvaje. Tras la emancipación, el proceso de conformación y construcción de los Estados en América será de llevado a cabo por las elites letradas de las ciudades portuarias, defensoras de economías abiertas al mercado europeo. Estas elites, como señala el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, realizarán una segunda conquista contra todos «los pueblos» (los originarios, mestizos, negros y mulatos) que lograron la emancipación, vencerán en las guerras civiles a todos los representantes elegidos por los «pueblos» de las provincias y regiones no hegemónicas. La victoria sobre estos sectores, iniciará un proceso que llega hasta nuestros días, en donde primó la negación del pasado histórico (indígena, colonial, mestizo, gaucho, africano, católico y comunitario).

En este sentido las elites letradas de las ciudades-puerto inventarán las naciones americanas desde una matriz de pensamiento iluminista e ilustrada durante el siglo XIX y positivista ( racista y eurocéntrica) después. Sin embargo, lo paradójico de todo esto, es que la contemporaneidad surgida de la revolución francesa reconoce el pasado histórico, de hecho la conformación de las nacionalidades europeas, en Francia, Alemania e Italia, redimensionan la esencia de sus «pueblos» dedicando especial atención a su pasado, historia, cultura y tradiciones. Por ello la contemporaneidad europea se asume como representativa de sus pueblos, devenidos de ahora en más en ciudadanos. Sus principios fundantes son los declarados durante la Revolución Francesa de 1789: Libertad, Igualdad, fraternidad. Principios que aunque se declararon como universales fueron negados en otros lugares del planeta. Por ejemplo, los franceses revolucionarios niegan estos principios en América para los Revolucionarios negros de Haití. Los principios, afirman, eran solo para los blancos. Incluso como señala el filósofo Eduardo Grüner con la victoria de los haitianos, son los haitianos y no los franceses los que vuelve universales a estos principios, porque no distinguen color, raza y ni lugar de nacimiento.

A la vez, el inicio de la contemporaneidad europea habla del origen de la ciudadanía, sin embargo en América Latina y el Caribe, la mayoría de sus habitantes ni podían elegir a sus representantes, ni podían gozar de una ciudadanía plena. ¿Por qué digo esto? Porque como señala el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, para que sea posible ejercer la ciudadanía, se deben cumplir tres elementos: los derechos civiles, derechos políticos y derechos sociales. Derechos civiles, que son los derechos fundamentales a la vida, la libertad, la igualdad ante la ley; los derechos políticos, se refieren a la participación en el gobierno de la sociedad, y los derechos sociales; que son aquellos que garantizan la vida en sociedad, la participación en el gobierno del barrio, comunidad o ciudad, aquellos que garantizan la participación en la riqueza colectiva, es decir, se basan en la justicia social. En consecuencia, con una hojeada rápida por la historia de nuestra región podemos dar cuenta que para nosotros, los habitantes de América y el Caribe, la ciudadanía plena llego, cuando llego, recién hacia mediados del 1900 con las primeras democracias de representación popular. Y no mencioné siquiera el tema económico, que considero fundamental para comprender que no podría haber sido posible el desarrollo del modo de producción capitalista en Europa, sin la explotación (de mano de obra esclava, servil y/o con pago en especie) de las regiones colonizadas por los europeos desde el siglo XIV. Sin la explotación abusiva y violenta de estas zonas hubiera sido imposible la acumulación necesaria que fomentó la innovación tecnológica de la llamada «revolución industrial». En fin, hay muchísimo más por decir.

Fuente: https://rebelion.org/la-colonizacion-historiografica/

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Calendario escolar y contramemorias del poder

Por: Lev M. Velázquez Barriga

La propuesta del presidente de la República para reordenar el calendario escolar, eliminar los puentes por los días festivos y volver a las celebraciones o mejor dicho suspensiones en las fechas históricas específicas, no deja de ser un asunto mediático que desenfoca del debate público posterior la esencia del modelo educativo de la cuarta transformación. […]

La propuesta del presidente de la República para reordenar el calendario escolar, eliminar los puentes por los días festivos y volver a las celebraciones o mejor dicho suspensiones en las fechas históricas específicas, no deja de ser un asunto mediático que desenfoca del debate público posterior la esencia del modelo educativo de la cuarta transformación. La historia contenida en los programas oficiales y toda la liturgia escolar que la refuerza a través de los actos cívicos, las efemérides, los periódicos murales, los nombres de las escuelas y el calendario de celebraciones nacionalistas, siguen siendo parte de un proceso de legitimación de los poderes fácticos y de la neo colonización monocultural de las élites criollas para salvaguardar los intereses del capital transnacional.

Comparto la idea de que los maestros deberíamos hacer una revisión profunda, que incomode incluso nuestras prácticas más arraigadas, sobre la utilidad pedagógica de estos rituales escolares cotidianos y de su impacto real en la formación crítica de los alumnos; pero, esto no será posible si no reconocemos que también hemos partido de narrativas históricas donde las y los sujetos de las transformaciones sociales no aparecen, o bien, son abiertamente acallados para desmantelar las memorias populares y de las clases subalternas.

Liberar a los días históricos del calendario escolar de las cadenas del consumismo promovido para favorecer a la industria del turismo, puede ser un buen inicio, pero es insuficiente para formar una ciudadanía crítica, protagónica de la democracia, promotora de la diversidad, comprometida con el desarrollo planetario sostenible, garante de derechos y de la justicia social. Para esto, es necesario establecer una simbiosis a la que Paulo Freire se refería como la lectura del texto y del contexto; es decir, la relación del aprendizaje que surgiría a partir del libro de historia y la comprensión de la realidad actual, pero también las posibilidades para transformarse a sí mismos en mejores personas y hacer un mundo cada vez más justo.

Al romper con las narrativas del poder y buscar la relación del aprendizaje histórico a partir de la comprensión del texto y del contexto, podremos darnos cuenta de que los protagonistas de la historia siguen vivos: son las comunidades indígenas que mantuvieron por siglos la resistencia al establecimiento del patrón de poder y de saber colonial que perdura hasta nuestros días, las mismas que han defendido el territorio del asedio de los megaproyectos de muerte que trajo el neoliberalismo con la minería, las eólicas, las presas y que continúan con el plan de devastación llamado «Tren Maya». Para hacer justicia por las mujeres violadas, tratadas como si fueran fábricas de mano de obra esclava y obligadas a ser madres de otros hijos descuidando los propios, además de buscarlas en las páginas ocultas del pasado colonial y traerlas a la memoria en la efeméride que nos recuerda el tres de julio de 1953, podemos encontrarlas y reivindicarlas en las huelgas universitarias contra el acoso sexual y en las manifestaciones contra los feminicidios en el México del siglo XXI.

Lo que aquí planteamos son ideas que los maestros de la disidencia han dialogado por años y que se han materializado en varias propuestas: la implementación del calendario alternativo o de la resistencia, donde los días de asueto han sido de lucha y de profundos debates; los desfiles marciales o deportivos que se han convertido en desfiles pedagógicos y culturales escenificando los acontecimientos y personajes de la historia más próximos a las clases oprimidas, otras veces hacen de ágora popular para recordarnos que no hemos alcanzado la verdadera independencia o cómo las reformas estructurales nos han despojado de aquello que ganamos con la revolución mexicana; las efemérides alternativas documentadas por el maestro normalista y fundador de la CNTE Enrique Ávila Carrillo, pero también las de la Agenda del Movimiento Social que se reedita cada año con una temática distinta, el número anterior tuvo como tema central la historia de los 40 años de la CNTE, así como los pedagogos y pensadores que la han inspirado; y por supuesto los libros de texto alternativos que han escandalizado a la derecha porque unos maestros revoltosos se atrevieron a desacralizar la verdad única del currículo oficial.

Recientemente los maestros disidentes de Chiapas lanzaron una convocatoria para escribir las memorias del pueblo y las historias comunitarias; en el fondo se trata de construir otros relatos, la otra historia escrita y vivida por las clases subalternas, la visión de los vencidos como diría Miguel León Portilla. Es así como se puede romper con el currículo neoliberal, como podría construirse la Nueva Escuela Mexicana; sin embargo, lo que hemos visto es el activismo abierto del secretario de educación recogiendo programas del sector empresarial que paulatinamente le dan forma y contenido a la educación para la cuarta transformación, institucionalizando las mismas iniciativas del sector privado, pero con otro nombre, tal cual sucedió con las orquestas infantiles de Fundación Azteca.

Fuente: https://rebelion.org/calendario-escolar-y-contramemorias-del-poder/

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La deconstrucción del teléfono móvil en las aulas, según el alumnado

Por Evaristo Gonzalez

Como cada año, en el mes de febrero Barcelona se convierte en la capital del mundo de la tecnología móvil con el Mobile World Congress. En esta ocasión, los nuevos virus de China (coronavirus) han condicionado también la salud del encuentro, con empresas que han anulado su participación y, dadas las circunstancias, han provocado la suspensión de la edición de 2020. Después del boicot a la empresa china Huawei por parte del presidente de EEUU, Donald Trump, y de algunos países y empresas europeas, ha aparecido una grave enfermedad de grandes efectos que, además, ha generado xenofobia contra las personas chinas por parte de algunos colectivos. Parece como si aquel boicot hubiese encontrado al gran aliado de los virus para incrementar las guerras comerciales contra China. Por si fuera poco el racismo, campañas concretas de medios de comunicación y muchas noticias falsas incrementan estados de opinión pública contra aquel país. Las relaciones comerciales, los vaivenes del mundo económico y la xenofobia a veces se relacionan. También son contenidos muy apropiados para estudiar en las clases.

Aquí, desde hace unos días también han aparecido otros virus que quieren introducirse en la enseñanza en forma de censura: el llamado pin parental. Pero, con los matices adecuados y de otra forma, también se extienden al uso de la tecnología en las aulas, en concreto, el eterno debate sobre si los teléfonos móviles se han de utilizar para educar o prohibirlos.

Amenazas

El tema, decimos, tiene similitudes con la ideología del pin parental, con el añadido de que un cierto volumen de profesorado también se ha unido al miedo a usar uno de los aparatos que dominan el mundo y las costumbres de todos. Prohibirlos por el pánico a sus efectos negativos, como si hubiera algún invento que no los tuviera; reafirmar la zona de confort de las clases y apartarlos de las aulas, evitando educar con el aparato más potente que nunca hasta ahora habíamos tenido en nuestros bolsillos, con la conjunción de muchas herramientas y recursos y siempre conectado con el mundo; alegaciones a la protección de la infancia y adolescencia; a la supuesta mejora del clima escolar cuando el perverso objeto no está presente; a alejar al alumnado de las redes sociales, de consultes de páginas concretas y malignas, de adicciones de todo tipo, de dificultades que entorpecen la convivencia y la concentración.

¿Ya no recordamos qué pasaba antes del móvil?

Hablamos de la importancia de acompañar, educar, planificar, prevenir y, desde algunos sectores, piensan que solo se puede conseguir con prohibiciones.

¿Identificamos el móvil como un artefacto dañino, solo con disfunciones por falta de una previsión en la planificación educativa y formación en general? En estas circunstancias tan específicas podríamos recurrir a la antigua y eterna pregunta: ¿quién educa a los educadores?

Realidades

Afortunadamente, cada vez hay más centros educativos y profesorado que ven la tecnología desde puntos de vista más positivos, contemplando también los efectos negativos y educando para prevenirlos. Hay Comunidades Autónomas que barajan la posibilidad de prohibirlos en las aulas. En Cataluña el Departamento de Educación, que deja autonomía a los centros para decidir sobre el uso del móvil, apuesta por la educación y la cultura digitales. Prueba de esto es la creación de la Dirección General de Innovación, Investigación y Cultura Digital. Y programas innovadores, valientes y bien planificados como el llamado mòbils.edu, con conexiones con otros programes como el #aquiproubullying, proyecto de convivencia, educación emocional, en los centros que los tengan. Todo el conjunto está interrelacionado y sirve para educar en responsabilidad, sin prohibir.

Deconstrucción

En algunos otros espacios hemos manifestado que se debería deconstruir el móvil por capas mientras se utiliza. ¿Cómo? Que al alumnado y el profesorado sean protagonistas, que se abran espacios de debate y reflexión en las clases para llegar a establecer conclusiones y líneas de actuación, pensando en su uso, tanto entre ellos como en el mundo adulto. ¿De qué forma? Proponiendo temas transversales para trabajar competencias donde la tecnología esté presente, el uso que hacen y que esto dé lugar a presentaciones, debates y publicaciones en espacios compartidos en Internet. ¿Ejemplos? En un instituto que lleva 26 años con la tecnología en las aulas y más de seis cursos con el móvil, y también con los ordenadores portátiles de cada alumno, se han creado algunos espacios en los que se han analizado y, juntos, en un trabajo de meses, hemos llegado a definir algunas capas, por ejemplo estas:
la capa de su interfaz: pensar en la usabilidad de lo que tenemos en la pantalla, qué comunicación mutua hay y en la cantidad de recursos que vienen con el móvil, en los sistemas de las conexiones y empresas que intervienen en la conectividad. Y la interacción que tenemos con las Apps: cuáles bajamos y cuáles no, por qué, cómo funcionan, qué informaciones y servicios nos aportan y que damos nosotros a cambio, qué nos piden, si son intuitivas y amigables, qué emociones nos producen, cuándo las suprimimos y por qué, cuáles usamos más y cuáles no, y qué otras podríamos bajar para que favorecieran los aprendizajes.

La capa de los lenguajes multimedia y la imagen digital, su construcción, interpretación y posibles confusiones: analizar los mensajes que llegan y cómo saber construir la información sirve también para producir otras y, entre unas y otras, trabajar aspectos lingüísticos, icónicos como los emojis (el lenguaje corporal de la era digital, les denominan los expertos), el lenguaje prescriptivo de los navegadores a la hora de escribir y también la imagen en general. Todo el conjunto, por ejemplo, puede dar pie a una actividad interesante: agrupar al alumnado por parejas de amistad, que cada persona pueda ver y leer mensajes enviados y recibidos en el móvil de la otra y que se fije en qué imagen personal transmite en el mundo digital. Comentarlo en pareja después, extraer conclusiones personales y generalizar consejos ante el gran grupo ayuda mucho a aprender a partir de la reflexión práctica.

La capa de los datos, los algoritmos y el big data cuando navegamos: la información que continuamente ofrecemos, las diferencias entre público y privado en la red, la aceptación de las cookis y a qué nos comprometemos al hacerlo, el efecto de las consultas en las propuestas publicitarias que nos llegan, cómo navegar en privado.

La capa de la dependencia del aparato: pensar en el número de veces que lo abrimos para interactuar con mensajes, consultar las redes sociales, evaluar la dedicación de tiempo en otros posibles usos informativos, de los que quizá no tengamos costumbre. Hace unos días unas alumnas de 13 años proponían a su clase: Ser capaces de olvidarnos un rato cada día del móvil y no estar consultándolo continuamente, ponerlo en modo avión a veces.

La capa del móvil como objeto del deseo y opio del pueblo: se interesaron por esta frase y su marco histórico, con un debate posterior sobre los sistemas que tiene el aparato y las aplicaciones para llamarnos la atención y engancharnos si no ponemos límites. Propuestas de otro grupo de alumnos: Cuando estemos estudiando, no tener el móvil cerca para no distraernos y centrarnos en lo que estamos haciendo, o dejarlo en silencio. También: A la hora de dormir dejarlo en otra habitación para no perder tiempo de descanso con las redes sociales.

La capa de la verdad/mentira: el escepticismo y la consulta de diversas fuentes fiables antes de creer algunas informaciones (fake news). Proponíamos medios de comunicación, webs verificadoras y sentido común. En redes de mensajería, no caer en la respuesta rápida y espontánea sin pensar, no distribuir mensajes atractivos pero sospechosos, evitar el engaño. Y hablar, consultar, debatir, leer libros en digital o en papel.

La capa de la salud y del bienestar digitales en torno al aparato: efectos que nos produce, la nomofobia, la posibilidad de apreciar el silencio, la desconexión y la conversación presencial u otras actividades. Proponían: Quedar con amistades, practicar deporte, desconectar de la tecnología. Un alumno de 13 años fue más allá con un mensaje profundo: Hemos de intentar dejar de soñar con una vida deseada por lo que vemos o nos envían por el móvil y hemos de comenzar a disfrutar de nuestra propia vida. Otra opinión: Hemos de estar más atentos a nuestro alrededor y menos al móvil, el cual no puede ser el protagonista de nuestra vida pero sí ha de estar presente.

La capa de los errores, para aprender de aquello que se ha hecho mal y para aportar soluciones. Cualquier mal uso debe reforzar el buen uso.

En centros donde se utiliza la tecnología desde hace tiempo, con formación y autoformación del profesorado y del alumnado, con un equipo directivo que lidere el proyecto y con una visión general del móvil como herramienta educativa, los conflictos son mínimos, las actitudes mejoran, la preparación para el futuro desde el presente y los aprendizajes aumentan, hasta convertir el móvil en invisible porque forma parte de la cotidianeidad del aula.
Esta deconstrucción del móvil por capas ha sido posible gracias a alumnado que puede utilizarlo en su instituto con normalidad y responsabilidad. Si estuviera prohibido, las líneas anteriores sobrarían.

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Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2020/02/19/la-deconstruccion-del-telefono-movil-en-las-aulas-segun-el-alumnado/

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Private supplementary tutoring: a global phenomenon with far-reaching implications 

Por GEM Report

Resumen:

El equipo del Informe GEM es muy aplaudible por centrarse en los roles de los actores no estatales en la educación en su edición de 2021, cuya consulta aún está abierta. Entre estos actores hay tutores privados. Pueden ser estudiantes universitarios y otros que trabajan informalmente como tutores privados, maestros en escuelas públicas que desempeñan funciones adicionales como tutores privados y empresarios que operan centros de tutoría como empresas y cadenas independientes. La tutoría complementaria privada se conoce ampliamente como educación paralela porque gran parte de ella imita la escolarización convencional. En todo el mundo , muchos millones de estudiantes reciben alguna forma de educación en la sombra cada día. El Informe GEM 2017/8 estimó que el tamaño del mercado superaría los US $ 227 mil millones para 2022.  A nivel mundial, la República de Corea es mejor conocida por la escala de la educación en la sombra. En 2018, el 82% de los estudiantes de primaria recibían apoyo complementario junto con el 70% de los estudiantes de secundaria y el 65% de los estudiantes de secundaria general. La mayor parte de este apoyo fue en instituciones llamadas hagwons, que se parecían al juku por el que Japón es famoso. Las instituciones de contraparte también son muy comunes en China continental y Hong Kong.  Pero la tutoría complementaria privada no es solo un fenómeno del este asiático. También se ha expandido notablemente en Europa, por ejemplo. Una actualización de 2020 de un informe de 2011 para la Comisión Europea mostró que la educación en la sombra es cada vez más visible, incluso en los países escandinavos donde anteriormente había sido insignificante. Inglaterra y Gales, por ejemplo, tenían poca tradición de tutoría suplementaria privada en el pasado, al menos para estudiantes regulares en escuelas estatales; pero una encuesta de 2019 de estudiantes de 11 a 16 años realizada por Sutton Trust descubrió que el 27% de los encuestados en la muestra total había recibido tutoría privada en algún momento de sus carreras, aumentando al 41% entre los encuestados en Londres. Las estadísticas de Egipto e India muestran que la tutoría complementaria también es evidente en los países de bajos ingresos. Una encuesta nacional egipcia citada por Sieverding et al. (2019) indicaron que el 36% de los alumnos de primaria, el 53% de secundaria inferior y el 84% de los alumnos de secundaria general estaban recibiendo tutoría complementaria. Y en el estado de Bengala Occidental de la India, el 70% de los estudiantes rurales en los grados 1-5 y el 77% de los estudiantes rurales en los grados 6-8 muestreados por Pratham (2019) estaban recibiendo tutoría suplementaria privada. Las proporciones para estudiantes urbanos probablemente habrían sido aún mayores. La evidencia actualizada para África se presentará en el Informe GEM 2021.


By Mark Bray, Centre for International Research in Supplementary Tutoring (CIRIST), Faculty of Education, East China Normal University, and UNESCO Chair in Comparative Education, The University of Hong Kong.
The GEM Report team is much to be applauded for focusing on the roles of non-state actors in education in its 2021 edition – the consultation for which is still open. Among these actors are private tutors. They may be university students and others who work informally as private tutors, teachers in public schools who take additional roles as private tutors, and entrepreneurs who operate tutorial centres as stand-alone enterprises and chains.
Private supplementary tutoring is widely known as shadow education because much of it mimics mainstream schooling. Across the world, many millions of students receive some form of shadow education each day. The 2017/8 GEM Report estimated that the size of the market would surpass US$227 billion by 2022.
Globally, the Republic of Korea is best known for the scale of shadow education. In 2018, 82% of elementary-school students were receiving supplementary support alongside 70% of middle-school and 65% of general-high-school students. Most of this support was in institutions called hagwons, which resembled the juku for which Japan is famous. Counterpart institutions are also very common in Mainland China and Hong Kong.
But private supplementary tutoring is not just an East Asian phenomenon. It has also expanded remarkably in Europe, for example.  A 2020 update of a 2011 report for the European Commission showed that shadow education is increasingly visible, including in Scandinavian countries where it had previously been negligible. England and Wales, for example, had little tradition of private supplementary tutoring in the past, at least for regular students in state schools; but a 2019 survey of students aged 11-16 by the Sutton Trust found that 27% of respondents in the total sample had received private tutoring at some point in their careers, rising to 41% among respondents in London.
Statistics from Egypt and India show that supplementary tutoring is also evident in lower-income countries. An Egyptian national survey cited by Sieverding et al. (2019) indicated that 36% of primary, 53% of lower-secondary, and 84% of general-secondary students were receiving supplementary tutoring. And in India’s West Bengal State, 70% of rural students in Grades 1-5 and 77% of rural students in Grades 6-8 sampled by Pratham (2019) were receiving private supplementary tutoring. Proportions for urban students would likely have been even greater. Updated evidence for Africa will be presented in the 2021 GEM Report.
The format for such tutoring may be very varied. It can be provided one-to-one, in small groups, or in large lecture theatres. Increasingly, tutoring is delivered over the internet. Such tutoring can bridge rural-urban divides, but also raises questions about content, pedagogy and regulation.

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Source: 2017/8 GEM Report. Credit: GADO

The issues also include questions about the roles of mainstream teachers. Public school teachers who provide supplementary tutoring can increase their incomes and perhaps are more likely to stay in the profession. However, in under-regulated settings teachers may be tempted to short-change their mainstream teaching in order to force their students to come to private classes after school. This pattern raises issues of corruption. And even in settings where teachers do not themselves provide tutoring, schools commonly assume that the majority of students gain extra support, and then themselves fail to provide all the support that they should.

Private supplementary tutoring is also a financial burden for millions of families, and raises major issues about social inequalities. The 2017/8 GEM Report indicated that the richest families in Viet Nam spent 14 times more on private tutoring than the poorest; and in 2015, 35% of United Kingdom parents who did not pay for private tutoring cited cost.
Shadow education is a growing phenomenon, and it must be analysed anew in the 2021 GEM Report on non-state actors. The implications of shadow education must be more transparent in connection with the SDG4 goal of inclusive and equitable quality education for all.
Fuente: https://gemreportunesco.wordpress.com/2020/02/13/private-supplementary-tutoring-a-global-phenomenon-with-far-reaching-implications/
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