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Educación, flexibilidad y cuidados en la tercera edad: una necesidad patente

Por: Sofía García-Bullé

En un futuro no tan lejano, la fuerza de trabajo tendrá muchas más personas mayores de 65 años.

Durante mucho tiempo, la edad que marcaba la jubilación o los últimos años de trabajo antes de llegar al final de una carrera profesional, eran los 50 años. Hoy en día, el escenario ha cambiado. La inviabilidad del plan pensionario mexicano y la condiciones económicas actuales del país, han construido una realidad distinta para los adultos jóvenes y los nuevos profesionales que entran al mercado laboral.

Actualmente la edad legal de jubilación en México es de 65 años, pero la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sostiene que la edad efectiva de retiro de la población promedio rondará por los 72 años. ¿Qué significa esto en términos de salud y educación?

La aproximación del tema suena sombría, incluso alarmista, pero un mercado laboral poblado por personas mayores no tiene que ser una situación negativa si comenzamos a preparar el terreno desde hoy.

Un nuevo perfil del adulto mayor

Cada vez son más los países cuya demografía se torna hacia las personas de edad mayor. España, por ejemplo, es actualmente el cuarto lugar en población de personas de la tercera edad, sin embargo, se calcula que para el 2040 sea el país más longevo del mundo con una esperanza de vida de 85,8 años. Lo que entendemos por longevidad está cambiando y nuestras percepciones sobre la misma también deben cambiar.

La longevidad siempre ha sido vista como algo problemático, asociamos la tercera edad y la vejez con la disminución de las capacidades físicas y mentales, por ende, vemos a la población mayor de 65 años como personas que debemos cuidar, no como miembros de la sociedad que todavía son útiles y activas, si abrimos nuevos caminos para habilitarlos.

El recurso más valioso que tienen las personas de la tercera edad es su conocimiento, su experiencia y el set de habilidades específicas que han desarrollado por un promedio de 30 a 40 años de carrera profesional y experiencias personales. Sería imprudente ignorar que pueden verse afectados estos recursos por enfermedades ligadas la senilidad, sin embargo, estos no son descalificadores de la población de la tercera edad, si se generan y aplican estrategias adecuadas para mantenerlos en buen estado de salud, además de procurarles oportunidades de trabajo que les permitan seguir activas y ejerciendo su independencia económica.

El caso de Japón

Japón cuenta no solo con una de las poblaciones más longevas a nivel mundial. También tiene uno de los niveles más altos de calidad de vida y bienestar para las personas de la tercera edad. Esto se logró cambiando el esquema de la cultura laboral y progreso social.

Usualmente, la trayectoria profesional comprende tres fases: educación, trabajo y retiro. Hoy en día, las instituciones educativas y el mercado laboral nos han mostrado que no siempre funciona así, ya no se deben tratarse como canales separados sino como caminos que se interconectan para el desarrollo personal y profesional.

Muchas universidades ya cuentan con programas para otorgar a los estudiantes oportunidades de trabajo antes de graduarse, para que obtengan experiencia; recursos como el del aprendizaje a lo largo de la vida permite a los profesionales ya graduados seguirse capacitando para ser más eficientes en su trabajo y escalar posiciones; también se ha vuelto común que los jóvenes tomen periodos de hiatus en lo que formulan un plan de vida o que cambien de carrera o área profesional.

Si ya no hablamos de un proceso lineal en lo que respecta a las trayectorias laborales, entonces ya no tiene sentido poner fechas de caducidad tan exactas e inamovibles a la vida útil de los trabajadores.

Japón entendió esto y por eso destinó recursos a la creación del Consejo para la Sociedad de los 100 años, una organización dedicada no solamente a asegurar cuidados básicos para las personas de la tercera edad, sino su inserción en el mercado laboral, la economía y la vida social.

Las primeras recomendaciones de esta organización fueron incrementar significativamente la paga del personal encargado del cuidado de las personas mayores, invertir en la creación de programas educativos específicamente dirigidos a ellos y facilitar las condiciones para mantenerlos empleados en las empresas.

En el resto del mundo puede también existen iniciativas que han llevado a cabo instituciones educativas para dirigirse al adulto mayor, presente hoy en día en la generación Baby boomer. Una de estas iniciativas es la “Red global de universidades amigables con la edad” en la que 51 universidades alrededor del mundo se unieron a esta red global especializada para personas mayores para motivar su participación en la oferta educativa y encontrar estrategias para reforzar sus aprendizajes.

Personas mayores y empresas: ¿Cómo mantenerlos juntos?

La tendencia demográfica mundial apunta hacia poblaciones más grandes de personas mayores, algunos países ven esta tendencia desarrollarse más velozmente que otros, en el caso de México, puede verse un crecimiento estable pero progresivo.

Según datos del INEGI, entre 1970 y 1990, el porcentaje de adultos mayores respecto a la población total pasó de 5.6 % a 6.2 %; en 2017 dicho porcentaje es de 10.5 %. Para 2030, esta población crecerá hasta un 55 %, por lo que habrá 14 millones de mexicanos por encima de los 65 años para entonces. Las empresas no pueden seguir evadiendo este asunto, necesitan encontrar maneras de emplear a más personas en este rango de edad.

Por parte de las empresas, ¿qué es lo más atractivo que puedes ofrecerle a un empleado de 65 años o más? Flexibilidad. Los empleados de la tercera edad tendrán más experiencia y facilidad para realizar un trabajo que tienen dominado en comparación con los empleados más jóvenes, pero necesitarán más disponibilidad de tiempo para administrar los descansos y cuidados extra que necesitan, en comparación con la población más joven.

Para adaptarse a un nuevo mercado laboral inclusivo con la edad, es necesario que las empresas incluyan otros indicadores en sus métricas de desempeño. La productividad no solo se mide con horas, sino con talento, experiencia y resultados.

Un buen programa de registro, capaz de tomar en cuenta los resultados de un trabajo basado en la experiencia y habilidades ya desarrolladas de una persona mayor, permitiría a las empresas tener una mejor idea de las ganancias que obtendrían del trabajo de las personas de la tercera edad.

El enfoque de aprendizaje a lo largo de la vida se volverá el mejor aliado del adulto mayor a largo plazo, pues puede proporcionarle la misma flexibilidad que necesita de sus empleadores para seguirse capacitando.

El esquema ya está cambiando, gracias al poder de la “ola de plata”, que representa el poder económico de los Baby boomer en edad de retiro y que demandan productos y servicios dirigidos especialmente a ellos. La educación es uno de estos servicios; los estudiantes mayores pagan entre 440,000 y 1.4 millones de dólares en cuotas de estudio y alojamiento cuando regresan a la universidad a continuar sus estudios.

Es posible tomar nota de estos aprendizajes y cambiar la manera en que vemos tanto el mercado laboral como la educación, para ser más inclusivos con los trabajadores de la tercera edad que formarán un parte importante del mercado laboral a futuro.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/educacion-tercera-edad

Imagen: pasja1000 en Pixabay

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UN chief calls for ending child poverty

United Nations/20-10-2019/Author: Mu Xuequan/Source: www.xinhuanet.com

UN Secretary-General Antonio Guterres on Thursday urged the international community to empower children to end poverty.

In his message for the International Day for the Eradication of Poverty, which falls on Thursday, the UN chief said children are more than twice as likely to live in extreme poverty than adults, and poverty condemns many children to lifelong disadvantage and perpetuates an intergenerational transfer of deprivation.

He highlighted that girls are at particular risk, but they are also a force for change. «For every additional year a girl remains in school, her average income over a lifetime increases, her chances of being married early decrease, and there are clear health and education benefits for her children, making it a key factor in breaking the cycle of poverty,» he said.

One of the keys to ending child poverty is addressing poverty in the household, from which it often stems, said Guterres, adding that access to quality social services must be a priority, yet today, almost two-thirds of children lack social protection coverage.

He added family-oriented policies are also indispensable, including flexible working arrangements, parental leave and childcare support.

The International Day for the Eradication of Poverty is observed on Oct. 17 each year since 1993. This year’s theme is «acting together to empower children, their families and communities to end poverty.»

Source: http://www.xinhuanet.com/english/2019-10/18/c_138480403.htm

Image: billy cedeno en Pixabay

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El aprendizaje de la espera en la educación

Por: Julio Rogero

Aprender a no tener prisa significa que nos tomamos el tiempo que necesitamos para analizar la realidad, para conocernos a nosotros mismos, para conversar con los demás, y para entender los ritmos de la naturaleza y de la vida también en nosotros.

Fotografía: Cole Stivers / Pixabay

Uno de los procesos educativos más importantes en la sociedad neoliberal de las tecnologías de la aceleración, del eslogan del “quiero todo aquí y ahora”, de la tiranía del tiempo sin tiempo, es el aprendizaje de la espera. Es primordial desarrollar la capacidad de esperar a que lleguen los acontecimientos en su momento, que no suele ser el momento en que se produce el deseo de lo querido.

La sociedad, impulsada por la publicidad que produce el mercado, tiende a satisfacer lo que demandamos en cada momento de forma instantánea. Las empresas de distribución compiten en responder antes a las demandas de los clientes. Los individuos aprendemos que la espera es un tiempo desaprovechado cuando podemos acceder a casi todo en el instante. Y así en múltiples aspectos de la vida. Porque vivimos en el tiempo de la simultaneidad, del rendimiento perpetuo, de la desaparición de la espera, que siempre está enraizada en el momento presente, en el instante. Los padres, si está en sus manos, se prestan con frecuencia a dar a los hijos lo que quieren en el instante en que lo piden.

En la sociedad de la aceleración y del rendimiento, la educación se convierte en una carrera contra el tiempo. La sobreoferta educativa del mercado produce la sensación constante de que nos falta tiempo para dar respuesta a todas las exigencias de una sociedad cada vez más competitiva. Es preciso llegar a todo y no perder ninguna de las oportunidades que se nos ofrecen y que, con frecuencia, parece que son todas. Por eso, estamos en una sociedad donde la espera pierde todo valor en sí misma, y esta se convierte en un tiempo perdido e inútil, sacrificado al resultado inmediato bajo el poder de la rapidez y la prisa. Observamos constantemente que uno de los males mayores de nuestro tiempo es el olvido de la espera y la lentitud. Y, sin embargo, aprender a esperar puede ayudarnos a perder el temor de encontrarnos con nuestros propios pensamientos y nuestro propio ser eludiendo la huida a las pantallas y los estímulos de evasión que vienen del mundo exterior.

Aprender a observar los tiempos de espera en la vida cotidiana tiene una gran importancia en la modulación del propio ser y de las manifestaciones emocionales ante lo esperado y lo inesperado. La espera proporciona momentos de incertidumbre que pueden provocar una gran desazón o ser anunciador de grandes oportunidades. El tiempo de la espera puede ser un tiempo de reflexión, de pensar y repensar el lenguaje de la educación, de la política, de la emancipación, de la fraternidad. Necesitamos el tiempo de una espera reflexionada y compartida para crear discursos y narraciones basadas en las posibilidades de imaginar y poder producir un futuro alternativo al de este presente sin espera. Podemos aprender que ésta, casi siempre, es un tiempo de incertidumbre. El acontecimiento esperado puede no suceder y la sorpresa, lo inédito, puede acontecer.

Sin embargo, en los inicios de la vida y de la experimentación de la existencia nos enfrentamos con el aprendizaje de la demora, del aplazamiento, de la postergación, que va ligado al primer entrenamiento de la vida. Introducirse en los procesos y entornos de aprendizaje de los elementos de la vida cercana y cotidiana requieren tiempos de espera y de hacerse conscientes de la necesidad de ella: conocer y adaptarse a los ritmos del día y la noche; el curso que comienza y camina hacia unas metas; la observación de los procesos reproductivos en la naturaleza (en el huerto escolar, en el parque, en el campo…); saber esperar y acompañar a los que tienen diferentes ritmos de aprendizaje y singulares habilidades y capacidades que requieren un tiempo de desarrollo que no es el nuestro; saber ser esperado para confluir con los demás en tantas actividades compartidas de la vida cotidiana (la preparación de una fiesta o un acontecimiento, el paso de una actividad a otra, el comienzo y el final de un proyecto de trabajo…); saber que los procesos madurativos en el desarrollo humano requieren su tiempo.

En la infancia, con frecuencia y cuando no se somete su vida a los intereses de los adultos, hay tiempos prolongados e indefinidos que pueden parecer un juego feliz o una tortura. En esos espacios se produce una experimentación del aburrimiento necesario y saludable. También significa el aprendizaje de la autonomía para organizar el propio tiempo, frente a las imposiciones de un modo de vivir que nos colonizan y diseñan otros. Aprender a esperar así, es poner la mirada en el pensamiento crítico y utópico. Todos tenemos idealizados momentos de espera de nuestra infancia: la llegada del cumpleaños, de la navidad, de la fiesta, del encuentro con los primos, de la llegada de las vacaciones, del comienzo de la escuela y del encuentro con los amigos y amigas. Era degustar una alegría anticipada en la espera del acontecimiento. A veces, la demora también nos contagiaba la angustia del posible castigo amenazante: “verás mañana”, “eso no se hace y…”, “si no haces…”, “pierdes el tiempo”.

Sin saber esperar el niño se convierte en tirano y la pataleta es el grito que pide que se calme y satisfaga su deseo al instante; el adulto en un ser sumiso, infantilizado, dependiente de los estímulos externos de consumo. La infancia y la juventud son un tiempo de autocreación en la espera, de la inversión a largo plazo, de paciencia e incertidumbre, de sueños y esperanzas por cumplir.

¿Qué pasa en la escuela y en la educación con los tiempos de espera, si es que los hay? ¿Son tiempos vacíos? ¿De qué se llenan? Con frecuencia se parecen más al contenido de la sala de espera de un hospital donde el miedo y la urgencia llenan de angustia un tiempo que debiera ser de libertad y alegría de vivir. Cuando observas un centro educativo desde fuera, conociendo lo que sucede dentro, percibes la desaparición de los tiempos calmados, ya que se impone un ritmo acelerado por la urgencia de acabar los contenidos del currículo oficial, de llegar a tiempo a los exámenes, de alcanzar el éxito exigido, de la burocracia impuesta, de no perder el tiempo en función de llegar a un rendimiento y unos resultados que se han de medir y pesar. Parece que siempre falta tiempo, ¿para qué? Hay una pérdida de relación tranquila, de conversación serena, de pensamiento calmado y reflexivo, de auténtica relación educativa.

Es necesario recordar que esta escuela no es la que queremos. El aprendizaje de la espera solo es posible en la escuela sin prisa, la de la calma, la lentitud, del respeto a los diferentes procesos de aprendizaje, del conocimiento en profundidad de las diferentes identidades y singularidades, del cuidado mutuo, de la cooperación, de la solidaridad y la empatía compartidas. Una escuela liberada del modelo educativo de la aceleración constante y el rendimiento sin límites que nos impone la configuración de la personalidad neoliberal. A. Köhler (2018) nos dice que “mientras tengamos espera, nuestra existencia tiene una dirección y un fin”. La educación sin espera es una educación sin dirección ni sentido.

Aprender a habitar en la espera es aprender a resistir. Y resistir es no entrar en las formas de vida del neoliberalismo, de los resultados inmediatos, de las respuestas instantáneas a los deseos incontrolados, de la tensión estresante del éxito sobre otros. La escuela, en general, ha entrado de lleno en estas dinámicas deshumanizadoras. Sabemos que esperar no es pasividad, es tener la paciencia y el sosiego suficiente para construir procesos creadores de las formas y contenidos de la vida que queremos vivir. Es el aprendizaje de una espera activa, dinámica, comprometida ética y políticamente con la sociedad, la persona y la educación que queremos construir. Por eso, aprender y saber esperar es aprender a vivir y saber que la vida es tránsito, que no hay otro modo de acercarse a su sentido casi indescifrable, que esperamos que algún día nos desvele el misterio del ser. Podemos aprenderla todos y practicarla ya en la escuela. Pero no cualquier espera, sino la que nos ayuda a vivir y a convivir en la inestable seguridad que nos da la incertidumbre compartida.

Necesitamos un tiempo educativo de espera sostenido en el sosiego y la calma, en el respirar profundo antes de precipitarnos y acelerar poniendo velocidad de crucero a la catástrofe. Aprender a no tener prisa significa que nos tomamos el tiempo que necesitamos para analizar la realidad, para conocernos a nosotros mismos, para conversar con los demás, y para entender los ritmos de la naturaleza y de la vida también en nosotros.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/10/17/el-aprendizaje-de-la-espera-en-la-educacion/

Imagen: cherylt23 en Pixabay 

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La reforma educativa y la máquina de impedir

Por: Darío Balvidares

En septiembre se conoció otro informe, del que hablamos en el artículo anterior1, del Observatorio Argentinos por la Educación (AxE, la fundación de ceos empresariales que funciona como casa matriz de Ministerio de Educación de la Nación) y recientemente, una lectura que realizan tres especialistas para la AxE en función de los resultados de las Pruebas Aprender 2018 (descriptos en el informe) y que señalan la brecha entre la escuela pública y la privada.

De esa lectura se desprende, según lo publicado2, que: “La desigualdad está ligada a la falta de oferta educativa de gestión estatal en el nivel inicial, que garantice la cobertura universal y asegure el acceso a todos los niños a una educación igualitaria desde el comienzo3.

Siguiendo la línea otro de los comentarios destacados abre el dilema: “Claramente hay dos hipótesis. O las privadas hacen algo mejor, o en realidad cuentan con una población que, por sus características socioeconómicas, ya parte desde una base más alta4.

La tercer de las reflexiones fue: “En los últimos años, obligada por la coyuntura, la escuela primaria cedió algunos espacios destinados a su rol pedagógico (y los reemplazó) por un rol de contención de los múltiples conflictos sociales por los que atraviesan tanto sus alumnos, alumnas y sus respectivas familias5.

Por supuesto que también dieron, las especialistas, otras apreciaciones sobre lo que ocurre en el nivel medio respecto de los índices de no escolarización y abandono.

Hasta aquí, las citas que dan motivo a este artículo, porque justamente uno de los temas puntuales respecto las pruebas estandarizadas en general y las Aprender en particular, que no aparece en la discusión, es el uso de esas mediciones.

La primera afirmación contundente sobre la desigualdad está ligada a la falta de oferta educativa en las escuelas públicas de nivel inicial que garantice la cobertura universal y asegure el acceso (…) a una educación igualitaria…

Es la lexicografía uno de los lugares comunes en donde se encubren otras dimensiones. La primer falacia es insinuar que la desigualdad es un problema escolar o peor aún, insistir en una “educación igualitaria” en un contexto de profundización de las “desigualdades” y de marginalidad, no parece ser más que una declamación “correcta”.

Los discursos de los reformadores buscan una falaz solución con “recomendaciones” (siempre tomadas de los informes de los mismos organismos internacionales) sobre la oferta, el acceso, la cobertura y todo lo que implique la métrica numerológica que puedan testear en las pruebas estandarizadas (de un par de horas de duración) para concluir en el “deseo” de una “educación igualitaria”. Un falso deseo, más cercano a la alucinación que el cristal por el que filtran su mirada les muestra.

La realidad no pasa por el ojo métrico de la estandarización, ese es el velo que potencia a la meritocracia como condición de “verdad” social.

La otra lectura es la que concluye en que “hay dos hipótesis: 1) que las privadas “hacen algo mejor”; 2) que el “nivel socioeconómico” de su población marca la diferencia.

El problema de las desigualdades y sus mediciones dentro del sistema educativo y el “deseo” de una “educación igualitaria” terminan siendo el mayor artificio que la reforma ha sostenido desde el comienzo, por lo menos desde hace 30 años; porque son los propios reformadores desde sus usinas de poder y pensamiento los que apuestan a una educación en la formación de líderes, de talentos individuales, de sostener y formar sujetos meritocráticos. Esa es una de las contradicciones en su propio discurso.

Los peligros del enmascaramiento de los objetivos reales de la reforma derivan en un problema aun mayor como bien lo ha expresado Pierre Bourdieu: “En resumen, aunque contradiga a la justicia real sometiendo a las mismas pruebas y a los mismos criterios a sujetos fundamentalmente desiguales, el procedimiento de selección que no toma en cuenta más que las performances medidas con el criterio académico, todas cosas iguales además, es el único que conviene a un sistema cuya función es producir sujetos selectos y comparables.

(…)

Las clases privilegiadas encuentran en la ideología que podríamos llamar carismática (pues valoriza la gracia o el talento) una legitimación de sus privilegios culturales que son así transmutados de herencia social en talento individual o mérito personal. Así enmascarado el “racismo de clase” puede permanecer sin evidenciarse jamás. Esa alquimia triunfa mucho mejor cuando, lejos de oponer otra imagen del éxito educativo, las clases populares retoman por su cuenta el esencialismo de la clase alta y viven su desventaja como un destino personal…6”(pág. 106).

Desde el punto de vista del sociólogo francés, este tipo de instrumentos enmascaran el “racismo de clase”. Siguiendo en esa idea, no podemos menos que recordar que tanto el Observatorio AxE no va a poder evitar la mirada desde la clase, puesto que está compuesto por ceos empresariales y todo “análisis” va a estar regido desde la perspectiva de clase alta y agregaría dominante, en el alucinatorio de poseedores de la “verdad”.

Además, también ocultan, los reformadores, que la mera existencia de la educación privada contribuye no sólo a generar mayor desigualdad, sino a profundizar la fragmentación social. Es por eso que Finlandia la suprimió7.

La última de las “lecturas” que hemos citado en este artículo remite a que la escuela pública “reemplazó” gran parte de su rol pedagógico “por un rol de contención de los múltiples conflictos sociales por los que atraviesan tanto sus alumnos, alumnas y sus respectivas familias”.

Otra vez el enmascaramiento, llaman “conflictos sociales” a las políticas que decidió el gobierno y sus aliados (políticos y gremiales que ha tenido muchos que ahora navegan en otra nave) que provocaron más pobres, más indigentes, más vulnerados.

Ocurre que los docentes de las escuelas públicas saben (tal vez sin necesidad de los porcentajes de la UCA y/o el INDEC) y conocen la realidad que viven sus alumnxs y sus familias.

El gran desafío es que los propios docentes, que son los que viven el aquí y ahora, no son los que crean los instrumentos que contextualizan la actividad educativa.

El docente es un instrumento desubjetivado en función de un sistema que no es pensado por ellxs que lo movilizan junto con los estudiantes. Para la reforma, lxs docentes son “recursos” que deben aplicar las decisiones de esa clase que se supone que piensa por todxs nosotrxs; los ceos corporativos devenidos en gobernantes de la miseria planificada o en funcionarios de un mundo que le es ajeno y al que le temen.

Crean coloniales herramientas estandarizadas que lejos de apostar por generar sujetos libres, solidarios y críticos; generan sujetos liberalizados, individualistas y sin conciencia social, el emprendedurismo que promocionan tantas ong y fundaciones como agentes virales de las “recomendaciones” de los organismos internacionales.

Y sobre estos parámetros nos hablan de mantener la gobernabilidad como sustento de la democracia y la igualdad de oportunidades o de educación igualitaria. ¡Cinismo de producción privada para consumo público!

Una democracia que al decir de Peter McLaren: “Hay una aceptación a priori del despotismo de mercado en las teorías liberales de justicia (…) Fue Marx, después de todo, quien demostró cómo la igualdad formal de los derechos puede existir, mano a mano con la explotación y el sufrimiento más brutal. La separación de los derechos económicos y políticos es la verdadera condición de imposibilidad de la democracia8.

Y, por supuesto, la verdadera condición de imposibilidad de una educación igualitaria, pública y solidaria. Eso es lo que se viene llevando a cabo; una máquina de impedir la generación de una sociedad libre de la colonialidad del poder y del oscurantismo instrumental estandarizado que promocionan en función de los intereses corporativos que impone la llamada reforma educativa.

Próximos a las elecciones, el nuevo gobierno deberá decidir si es con los docentes o con las corporaciones que operan hasta hoy, vía fundaciones y ong,

Notas:

1 http://contrahegemoniaweb.com.ar/descolonializar-la-educacion-implica-renunciar-a-la-reforma?fbclid=IwAR0hqv6-oEFIvAaTs1v6cjNX8idK2zN_0KkHLfrStbslXuWj10C-SSmcaR8

2 https://www.eldia.com/nota/2019-10-6-2-46-52-la-prueba-aprender-abre-un-debate-sobre-la-brecha-entre-escuela-publica-y-privada-la-ciudad

3 Julia Galizzi Observatorio de la Calidad Educativa.

4 María Lombardi. Universidad Di Tella.

5 Guillermina Díaz. Observatorio por la Calidad Educativa bonaerense.

6 Pierre Bourdieu/Jean-Claude Passeron. Los Herederos: los estudiantes y la cultura – 1° Ed. Siglo XXI Editores. Argentina. 2003. Original 1964.

7 https://www.eleconomista.com.mx/politica/Finlandia-suprimio-la-educacion-privada-y-con-ello-disminuyo-las-desigualdades-20180827-0060.html

8 Peter McLaren. La pedagogía crítica revolucionaria. El socialismo y los desafíos actuales. Ed. Herramienta. Buenos Aires 2012.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261519

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Los jóvenes de hoy en día no son peores: es sólo una ilusión de nuestra memoria

Por: Agencia SINC

¿Son los millennials y a generación Z un caso perdido? ¿Menos respetuosos o inteligentes comparados con generaciones anteriores? Es todo una ilusión fruto de recuerdos sesgados, tal y como revela una investigación estadounidense.

 

Los millennials corresponden a los nacidos desde principios de los 80 hasta mediados de los 90 y a generación Z son los nacidos desde mediados de los 90 hasta mediados de los 2000.Pixabay

Si leemos las columnas de opinión de cualquier medio al azar, probablemente nos toparemos con alguna crítica más o menos velada sobre la juventud actual. “Menos respetuosos”, “menos inteligentes”, “menos emprendedores” o incluso “más vagos” son ideas que subyacen en determinados artículos y que también están presentes en el imaginario colectivo de parte de la sociedad. Pero no es algo raro, es un pensamiento que se lleva repitiendo durante siglos.

La primera conclusión a la que han llegado es que las personas más autoritarias son las más proclives a pensar que los jóvenes respetan menos a sus mayores. Para ello, midieron el nivel de autoritarismo de 1.824 adultos de Estados Unidos de entre 33 y 51 años y les preguntaron cuánto creían que los chavales de hoy en día respetaban a los adultos en comparación con cuando ellos eran jóvenes.

En una segunda prueba, en la que los científicos midieron la inteligencia de 134 participantes con diferentes cuestionarios de vocabulario, descubrieron que las personas más inteligentes pensaban que los jóvenes de hoy en día eran menos listos, algo que es completamente falso.

En cuanto a la lectura, los investigadores volvieron a encontrar una pauta similar: cuanto más leía el adulto, más creía que los chavales ya no disfrutaban con ese hábito. En este caso, los científicos encuestaron a 1.500 personas a los que se les evaluó su nivel de lectura con un test sobre una lista de autores. En ninguna de las tres pruebas los autores encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres.

¿Por qué las personas que sobresalen en determinados ámbitos tienden a infravalorar a los jóvenes? La culpa es de la memoria, que es caprichosa. “Objetivamente, no tenemos una memoria precisa de los rasgos, cualidades y tendencias de los niños cuando nosotros también lo éramos”, aclara Protzko. “Pensamos como niños y nuestra memoria es imperfecta”, añade.

Para nivelar estas imperfecciones, según el investigador, imponemos nuestro yo actual en los recuerdos y si actualmente somos autoritarios, tendremos un recuerdo sesgado de niños que también respetaban la autoridad cuando éramos pequeños (aunque realmente no fuera así).

Al observar a la juventud actual “estamos comparando el presente con una visión del pasado inflada artificialmente”, subraya el científico, quien atribuye este mismo patrón a las quejas que los mayores llevan haciendo de los jóvenes desde hace más de 2.500 años. De esta forma, hemos mantenido este sesgo en la percepción sobre nosotros mismos siglo tras siglo.

Además, los autores achacan a esta visión sesgada otro responsable: tendemos a apreciar las limitaciones de los demás cuando sobresalimos en algún aspecto de la vida, como serían en este caso la inteligencia, la autoridad o el disfrute con la lectura.

Los sesgos marcan cómo valoramos a los demás

Helena Matute, catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto (Bilbao) y autora del libro Nuestra mente nos engaña  (2019), es experta en sesgos. La investigadora califica este estudio –en el que no ha participado– como “muy bien pensado y creativo”. “El resultado puede sorprender inicialmente, pero siguiendo la argumentación de los autores tiene todo el sentido del mundo”, destaca a Sinc.

Matute echa mano de un refrán para explicar por qué cuando destacamos en algún aspecto de la vida tendemos a menospreciar al resto en ese ámbito: es relativamente fácil ver los sesgos en el ojo ajeno y muy difícil verlos en nosotros mismos. Para poder preservar los recuerdos como realmente fueron, Matute aconseja utilizar métodos externos como diarios, cuadernos de notas, vídeos, fotografías o audios.

Concluida esta investigación, lo que se han propuesto los autores es analizar por qué solemos tener visiones idealizadas el pasado. “Es una tradición que se remonta a milenios, tender a pensar que la sociedad ideal ocurrió antes que la nuestra”, avanza Protzko. En definitiva, averiguar si es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor o también es una ilusión.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/los-jovenes-de-hoy-en-dia-no-son-peores-es-solo-una-ilusion-de-nuestra-memoria-articulo-886580

 

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El racismo, un instrumento del poder en América Latina y el Caribe

Por: Javier Tolcachier

Mientras en una Europa arrasada por la pobreza, la enfermedad, las guerras intestinas,  contra el Islam y la inquisición medieval despuntaba no sin esfuerzo la luz del Humanismo renacentista, la Iglesia imponía su credo a sangre y fuego en los nuevos territorios.

El racismo, un instrumento del poder en América Latina y el Caribe

América, la llamaron tiempo después, en honor a un comerciante-navegante florentino allegado a la familia Médici. En adelante, la Corona española, la portuguesa y los violentos recién llegados se repartieron territorio y fortuna, compartiendo la triste gloria de sus delitos de lesa humanidad.

A compartir el triste destino de los menguados autóctonos – llamados “indígenas” en honor al mismo error fundacional de los colonizadores – émulos de Colón -, fueron traídos en cadenas africanos esclavizados. Para gloria y fortuna de los dueños de las plantaciones, pertenecientes a la aristocracia criolla.

Al abominable saqueo se sumaron ingleses y franceses hasta que una de las antiguas colonias –replicando las antiguas enseñanzas de su madre patria británica- barrió a los demás piratas y reclamó potestad -ya entrado el siglo XX- sobre un conglomerado de repúblicas dominadas por una oligarquía criolla surgida de la misma prosapia colonial.

Oligarquía  a la que se sumaron inmigrantes de Medio Oriente o expulsados de Europa del Este, cuya cultura de avezados comerciantes los hizo colocarse rápidamente en situación económica ventajosa.

Para los esclavos y los autóctonos, sus hijos y los descendientes de una cruza mayoritariamente forzada, quedó tan sólo la servidumbre y la aceptación de una cultura extraña como superior, a fuerza de látigo, hambre y plomo. Esa es la breve historia de la “civilización” de América y de la crucifixión de sus culturas originarias.

Una herida en llaga

La matriz económica fundada en la exportación de productos primarios, la imposición de deudas, el subdesarrollo tecnológico, la enorme desigualdad, la extranjerización de sus principales activos y la instalación de una minoría acaudalada al comando de los asuntos públicos son herencia directa del mundo colonial.

El sistema republicano, importado de la democracia burguesa del norte, es venerado como único posible a pesar de que hace agua a manos de la falta de real participación ciudadana, la manipulación mediática, la conspiración geoestratégica, la persecución política y la violencia estatal.

De un calado histórico determinante ha sido la extirpación y negación de la subjetividad cultural de los conquistados, condición de perdurabilidad que habitualmente intentan implantar los imperios, aunque siempre de manera imperfecta. En la época colonial, las clases dominantes miraban al “refinamiento” europeo como la cúspide de las buenas costumbres y el buen gusto. Igual a lo que sucede hoy, cuando los sectores medios y altos de las sociedades latinoamericano caribeñas miran al Norte con admiración, despreciando por completo la riqueza cultural del suelo que habitan.

Indio o negro continúan siendo términos despectivos y los indios y los negros continúan siendo los últimos de la tierra. Ser indio o negro es considerado hasta hoy sinónimo de atraso y aún exhibiendo en el propio rostro la historia y la cultura mestizada de indios o negros, muchos prefieren distanciarse de su memoria. Esta negación cultural fue exigida pero también utilizada por el poder blanco para impedir que indios y negros y sus descendientes tuvieran acceso a formación profesional y con ello a ascenso social y por supuesto a toda posibilidad de obtener incidencia política.

Por eso mismo, aquél que quería “escalar” socialmente debía abjurar de toda condición indígena o negra. Para ser aceptado y pertenecer, aunque de modo subalterno, el mestizo debía demostrar su desprecio por sí mismo, debía dividirse y combatir internamente su ligazón histórica con los sometidos, colaborando así con el sistema de opresión.

A esta porción de la población se agregó una nueva inmigración de europeos. Algunos trajeron su modelo de ideación técnico y conocimiento industrial. Otros tantos, su arraigada tendencia a la comercialización, lo que les permitió forjarse rápidamente una posición social intermedia. Su historia, hábitos e inserción generaron una nueva grieta, a distancia de los segregados parias americanos. Hubo también entre ellos muchos luchadores por sociedades equitativas, pero la empatía profunda llegó sólo a una minoría que se atrevió a reconocer la plena humanidad en el otro.

Sobre esta estructura psicosocial de oligarquías extranjerizadas, de sectores medios compuestos por inmigrantes diferenciadores y mestizos complacientes y de una casta segregada de negros, indígenas y mestizos pobres, se pretendió erigir la ficción de una república de iguales derechos.

La geolocalización social de América Latina y el Caribe

La pobreza es visible y fácilmente geolocalizable. No así la riqueza que se esconde detrás de gruesos muros electrificados, de exilios voluntarios u obligados, que se oculta en múltiples paraísos fiscales, que se fuga a casas matrices de corporaciones o a la órbita especulativa y de inversión internacional.

En las ciudades, donde hoy vive más del 80% de la población latinoamericana, debido al alto costo del suelo (producto de la especulación inmobiliaria) la pobreza se encuentra en los altos cerros y morros, pero también en las ciénagas y las periferias urbanas sin servicios públicos. Es habitual también que los marginados se asienten en zonas cercanas a donde las urbes desaguan sus desechos y olvidan sus derechos. En las zonas rurales la mayoría es indígena o proviene de su mestizaje.

La segregación tiene rasgos y color. Los marginados portan su origen en la piel, en sus ojos y cabello. Llevan la historia tallada en sus facciones.

La orografía humana de América Latina y el Caribe muestra además que las zonas más abandonadas, empobrecidas, subdesarrolladas o alejadas son habitadas mayoritariamente por indígenas y negros. El Nordeste brasileño, el Chocó colombiano, Haití y la mayor parte del Caribe, la Sierra y Amazonía ecuatorianas, el Ande peruano y boliviano, el Norte argentino, la selva paraguaya, el Sur mexicano, la ruralidad guatemalteca y salvadoreña, el Darién panameño, la costa del Pacífico en Nicaragua, Honduras y Costa Rica son ejemplos vívidos.

Huyendo a zonas liberadas de esclavitud, permaneciendo forzadamente en zonas portuarias y periurbanas o resistiendo a la termita devoradora del capitalismo en entornos difíciles y poco accesibles, más de un cuarto de la población latinoamericana continúa siendo discriminada y explotada.

La rebelión de los discriminados y la contrarrevolución racista

Las revueltas negras e indígenas fueron numerosas y han sido el germen inequívoco de posteriores gestas libertarias republicanas. Rebeliones que tuvieron en ocasiones relativo éxito aunque fueron invariablemente respondidas con represión, tormento y asesinato por parte del poder establecido.

En la mayor parte de los países de Latinoamérica y el Caribe, la abolición de la esclavitud se decretó en la primera mitad del siglo XIX, a excepción del Brasil, en la que hacendados y el Imperio se resistieron hasta 1888. En relación a la población indígena, los sistemas de mita y encomienda a favor de conquistadores fueron recién prohibidos hacia fines del siglo XVIII. En la práctica, indígenas y negros siguieron sirviendo con escasa remuneración y generalizado desprecio.

En tiempos más recientes, los pueblos indígenas y afrodescendientes optaron por distintos caminos. Uno de ellos fue adscribir a procesos nacionales de emancipación popular como en Cuba, Venezuela o Brasil, siendo masacrados en Guatemala y el Salvador por el terrorismo de Estado, lo mismo que en Perú, tanto por la dictadura fujimorista como por la insurgencia maoísta.

Una variante distinta y muy significativa ha sido la emergencia del EZLN en México, con la denuncia del Estado como mecanismo de sojuzgamiento y la afirmación del autogobierno local.

Casos sobresalientes lo constituyen Ecuador o Bolivia, donde el movimiento indígena adoptó la estrategia de la plurinacionalidad en defensa de sus reivindicaciones colectivas y derecho a la autonomía. En la nación andina, los movimientos indígenas y sociales llevaron a Evo Morales a ser el primer presidente de origen indígena. En Ecuador, como en Bolivia, las organizaciones indígenas emergen como sujetos políticos fundamentales en razón de su poder de movilización, pero cuya incidencia electoral disminuye debido a su concentración territorial y su menor peso demográfico.

A esta legítima rebelión de negros e indígenas, tal como en épocas pretéritas, los sectores dominantes oponen un racismo despiadado. En ocasiones sin cortapisas, como es el caso de la ultraderecha blanca en Bolivia, Brasil, Ecuador, Chile o Uruguay, por sólo citar algunas, en asociación con los nuevos fundamentalistas evangélicos y sectores del ejército. En otros casos con engaños mediatizados, clavando la cuchilla en el segregacionismo latente en parte de los sectores medios. Único modo de dividir a las mayorías poblacionales, que de otro modo, en unidad, no podrían dominar.

Reparación y reconstitución social

Los llamados a una conciliación social voluntarista, como muestran las estadísticas y un proceso que lleva ya varios siglos son ingenuas y poco eficientes. La recomposición del tejido social exige la nivelación de condiciones de vida y la diversidad de posibilidades vitales para todos.

Una efectiva nivelación de oportunidades afecta sin duda la estructura general de un sistema de lucro exorbitante para pocos y una geoeconomía cuyas posiciones dominantes están enclavadas – al menos hasta la reciente emergencia de China – en el Norte global.

La Comisión de Reparación del Caribe, organismo surgido del CARICOM en su Plan de 10 Puntos, señala que es imprescindible que las naciones europeas acepten su responsabilidad histórica por los crímenes cometidos. Dicho plan incluye como ejes fundamentales la repatriación y reinserción de aquellos descendientes de africanos que así lo quieran, ofrecer desarrollo con participación a las comunidades indígenas, erradicar el analfabetismo, ampliar el sistema de salud y el acceso a la educación y posibilitar un conocimiento más profundo de su propia y dolorosa historia.

Al mismo tiempo, se indica que el subdesarrollo tecnológico y la condena de la exportación de productos primarios generada por el sistema colonial deben ser reparadas, al menos parcialmente, con una abundante transferencia de capacidades tecnológicas y científicas y del mismo modo, ser canceladas las deudas impuestas por la usura anterior y actual.

Para que proclamas, declaraciones y planificaciones bienintencionadas se conviertan en hechos, es preciso remover las estructuras a través de fuertes movimientos emancipadores que promuevan la redistribución y el acceso al conocimiento al interior de sus países y conformen un poderoso eje de integración y unidad para equilibrar la relación de fuerzas existente.

A fin de proceder a una verdadera reconciliación, sin embargo, habrá de realizarse en simultáneo un ejercicio doblemente difícil. Será procedente comprender las corrientes subjetivas que fluyen en el interior de conjuntos e individuos, cuyos profundos significados culturales, generacionales y biográficos son condicionantes de su accionar. De allí surgen comprensiones transformadoras que constituyen el piso firme del mañana.

América Latina y el Caribe es sometida hoy a una intensa presión del poder del Norte, constituyendo una pieza clave en el sostenimiento del viejo mundo o en la apertura a uno nuevo, multilateral, libre, compartido, humanista. Un error en la elección de los pueblos no podrá detener la historia, pero sí retrasarla.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/El-racismo-un-instrumento-del-poder-en-America-Latina-y-el-Caribe-20191014-0002.html

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La criticidad cerebral potencia la cognición

Por: Tendencias 21

El frenesí sináptico maximiza el procesamiento de información

 

El cerebro provoca un estado crítico en la actividad neuronal para maximizar el procesamiento de información. No solo sabe cómo encontrar el orden dentro del caos, sino también vivir en un frenesí sináptico permanente sin caer en una deriva patológica.

Una investigación desarrollada en la Universidad de Washington en San Luis ha confirmado una vieja sospecha científica: que el cerebro desenvuelve su actividad en una delgada línea que se sitúa entre la quietud y el caos.

Y procede así porque de esa manera maximiza el procesamiento de información: se comporta como una máquina biológica, constituida por miles de millones de neuronas independientes que se unen frenéticamente para adquirir una capacidad computacional insólita en la naturaleza.

Esa delgada línea representa un estado cerebral en el que la excitación de las neuronas alcanza niveles máximos, sin por ello caer en el desorden y pasar a una especie de transición de fase que le llevaría a un estado inferior de actividad neuronal y de capacidad computacional.

El cerebro se mantiene por sí mismo en esa frontera peligrosa sin perder por ello el control de la situación. Una proeza de la naturaleza soporta los procesos cognitivos. Cuando el cerebro pierde este equilibrio, cae en una deriva patológica: la tranquilidad neuronal es síntoma de enfermedad, el caos y la agitación son fuente de inteligencia.

«Cuando las neuronas se combinan, buscan activamente un régimen crítico», explica Keith Hengen, autor principal, en un comunicado. «Nuestro estudio demuestra que la criticidad es un sello distintivo de las redes que funcionan normalmente».

Criticidad y cerebro

La criticidad (o permanencia en un estado crítico) es el único régimen computacional conocido que, en informática, optimiza el procesamiento de la información, como la memoria y la capacidad de codificar y transmitir patrones complejos.

En el caso del cerebro se llama criticidad autoorganizada, porque las avalanchas de actividad neuronal aparentemente caóticas, son las que le permiten vivir y permanecer en ese estado crítico y, en consecuencia, realizar los cálculos rápidos que necesitan los procesos cognitivos.

La nueva investigación ha comprobado la criticidad cerebral usando datos de grabaciones neuronales de ratones que vivían en régimen de comportamiento libre.

Las grabaciones abarcan meses de actividad de cientos de neuronas y permitieron a los investigadores modelar la actividad de redes neuronales enteras.

De esta forma confirmaron por primera vez que la dinámica de la red neuronal en la corteza visual se ajusta firmemente a la criticidad, incluso a través de los ciclos de luz y oscuridad.

Es decir, que si las neuronas implicadas en los procesos de la visión no se excitan hasta el paroxismo, el cerebro no puede conocer ni  interpretar la complejidad del mundo exterior.

Los científicos lo comprobaron porque, durante el experimento, bloquearon intencionadamente la visión en uno de los ojos de los ratones. Y observaron que en ese momento la criticidad fue severamente interrumpida por las neuronas implicadas.

Las neuronas encargadas de procesar la visión de ese ojo bloqueado abandonaron su frenesí, pero no por ello dejaron de seguir emitiendo sus impulsos clásicos, aunque sin obtener el mismo resultado que en el momento de excitación o criticidad.

«Parece que tan pronto como hay un desajuste entre lo que el animal espera y lo que está pasando por ese ojo, la dinámica computacional se desmorona», explica Hengen.

Neuronas inhibidoras

«Esto es consistente con la física teórica, según la cual el régimen crítico es independiente de la tasa de disparo», añade.  «No se trata solo del número total de picos en la red, porque la tasa de disparo no ha cambiado en absoluto durante de la privación de la visión, y sin embargo, el régimen se desmorona».

Es decir, la criticidad no depende de cuántos impulsos generan las neuronas, sino del frenesí sináptico en el que entran para formar los procesos cognitivos: podemos taparnos un ojo y se interrumpe el frenesí, pero no la generación de pulsos nerviosos por las neuronas implicadas.

Los investigadores creen que la criticidad en el cerebro probablemente esté conectada a las neuronas inhibidoras que imponen y organizan la dinámica computacional.

Esas neuronas son las que permiten al cerebro conservar la energía porque seleccionan los estímulos visuales, descartando los irrelevantes y procesando únicamente la información clave para interpretar un entorno. Esta capacidad se potencia en la criticidad.

Implicaciones importantes

El descubrimiento podría tener implicaciones importantes para el aprendizaje motor y la enfermedad neurodegenerativa, señalan los investigadores.

La autoorganización del cerebro en torno a la criticidad es un proceso activo, señala Hengen, y la regulación homeostática alterada (desequilibrios internos en las redes neuronales) está cada vez más implicada en patologías humanas graves como el Alzheimer, la epilepsia, el síndrome de Rett (trastorno en el desarrollo neurológico infantil), el autismo y la esquizofrenia.

«Una interpretación de este trabajo es que la criticidad es la que permite mantener el equilibrio interno (homeostasis) en las redes neuronales», concluye Hengen. Una nueva pista para tratar enfermedades neurodegenerativas.

Tal como informamos en otro artículo, recientemente se descubrió cómo se las arregla el cerebro para encontrar el orden dentro del caos que reina en las sinapsis.

Ahora sabemos que ese caos es el recurso que usa el cerebro para procesar la información sensorial de forma excelente. También que el frenesí neuronal le permite mantenerse en equilibrio entre el caos y la quietud,  sin bascular hacia una transición de fase que le supondría entrar en una deriva patológica.

Referencia

Cortical Circuit Dynamics Are Homeostatically Tuned to Criticality In Vivo. Zhengyu Ma et al. Neuron, October 07, 2019. DOI:https://doi.org/10.1016/j.neuron.2019.08.031

Fuente: https://www.tendencias21.net/La-criticidad-cerebral-potencia-la-cognicion_a45486.html
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