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Entrevista a la maestra que escribió la carta al Ratón Pérez

Maia Guiu/ La Izquierda Diario/Jueves 5 de mayo de 2016

La Izquierda Diario entrevistó a Betty Jouve, docente y escritora rosarina que escribió la enternecedora carta al Ratón Pérez para un alumno. La carta se viralizó por redes sociales y tuvo repercusión internacional.

Vos acostumbras a llevar adelante acciones como la que ahora se reconoce y valora, ¿por qué crees que esta vez tuvo tanta trascendencia?

Me parece que es una combinación de factores. Pero sin dudas, las redes sociales producen el fenómeno de la viralización. Además, me parece que hay una profunda necesidad social de escuchar otras noticias. Eso se veía reflejado en la cantidad de mensajes de agradecimiento que me iban llegando desde distintos lugares del país, y también desde el extranjero.

¿Con qué realidad se encuentra una docente en la actualidad? ¿Qué vida viven los chicos que van al colegio?

Los docentes nos encontramos día a día con realidades muy difíciles. Son muchas las problemáticas que atraviesan a las infancias. Los niños y las niñas de los sectores más empobrecidos de la población cargan con situaciones de muchas carencias, agravadas por situaciones de violencia que se ven agudizadas por el ingreso del narcotráfico a nuestros barrios.
Pero tampoco la tienen fácil los niños y las niñas de sectores medios, por ejemplo. Muchas veces se ven arrojados al encierro y a la soledad frente a la tele, la compu o la play mientras sus padres enfrentan largas jornadas laborales. Esto produce un verdadero empobrecimiento en los vínculos.
Todas estas situaciones hacen caja de resonancia en las aulas y en los patios, exigiéndonos miradas cada vez más atentas y respuestas para las que no siempre nos sentimos preparados.

¿Qué rol crees que juegan hoy las docentes como vos en una sociedad con una profunda crisis social?

El rol de los docentes es sumamente complejo. No es lineal. Por un lado intentamos resistir, producir cambios, quiebres que cuestionen el orden establecido. Y por el otro nos encontramos muchas veces con situaciones que nos exceden. Porque la escuela sola no puede, no cura, ni remedia los males que ella no ha generado.
De todas maneras, creo que como docentes no podemos renunciar a hacer de la escuela un lugar mejor, más humano. Donde podamos mirar y reconocer a nuestros alumnos, respetando sus lugares de procedencia, su cultura, sus creencias, sus saberes. Para desarrollarlos y complejizarlos, pero tendiendo puentes desde lo que ellos traen, sienten, piensan.

¿Cómo repercutió entre tus alumnos de la escuela, en especial en Ignacio, y entre tus alumnos del profesorado la exposición mediática de esta acción puntual tuya?

La verdad es que lo vivieron con mucha alegría. La escuela se hacía famosa… Ignacio con muchísima naturalidad, muy tranquilo y muy feliz. Lo más gracioso: todos los días los chicos de primer grado me buscan para decirme que tienen algún diente flojo. O los más grandes me preguntan: – Seño, ¿cómo va tu fama hoy? Y bueno, por supuesto, nos reímos.
También las compañeras estaban muy movilizadas, creo que se sintieron incluidas en este reconocimiento, en primer lugar de la comunidad, al trabajo que venimos haciendo todos los días en esta escuela pública de barrio.
Con los alumnos del profesorado fue una oportunidad para conversar acerca de muchas cuestiones, sobre todo de la relación entre la teoría y la práctica. En una de las clases de pedagogía de los institutos donde trabajo, yo les decía que como docentes sacamos cosas de la galera todos los días. Por eso lo importante es saber qué le ponemos a la galera. Y ahí es donde no puede faltar la formación, la sensibilidad, la reflexión crítica sobre nuestras prácticas.

Además de docente, sos escritora. Pero esto no es una suma de dos términos, sos una docente que escribe o quizás una escritora docente que transmite encantadora, dolorosa, dulce, comprometida y críticamente las postales de los patios y los salones de las escuelas. ¿Qué te gustaría lograr con tu «militancia literaria», es decir con todo lo que escribís cotidianamente?

Yo no sé si llamarla “militancia literaria”. La verdad es que he atravesado por distintas etapas desde que empecé a escribir hasta ahora. En un primer momento tenía que ver con una forma de resistir y desnaturalizar las situaciones de pobreza y de dolor que vivía junto a mis alumnos allá por los noventa en una escuela muy pobre de la ciudad. Después, estuvieron muy atravesadas por el espacio radial en el programa de Carlos Del Frade, donde tenía una columna a la que llamaba “Urgente Escuela”. La última etapa es una versión más literaria de las historias que pueblan las aulas y los patios.
De todos modos, el hilo conductor de esta escritura es la de hacer crónica del mundo escolar: mostrar, hacer visible, desnaturalizar. Pero también tomar la palabra. Y animar a otros docentes a que también lo hagan. Que no sean sólo los técnicos los que escriben sobre la escuela, sentados desde sus escritorios.

Los medios buscan muchas veces oponer la imagen de una maestra dedicada con la de sindicalistas rutinarias y desaprendidas. Sin embargo, junto con ser una docente responsable y preocupada por lo pedagógico, tenés una participación gremial. ¿No crees, que a pesar de lo que a veces intentan instalar los medios y los gobiernos, la vida gremial docente puede ir acompañada por una profunda reflexión pedagógica y un compromiso real con la tarea escolar?

En realidad creo que no sólo PUEDE… también DEBE. Creo que la lucha por las condiciones de trabajo de los docentes es la misma que la lucha por las condiciones de aprendizaje de nuestros alumnos. En ese sentido, no son dos tareas, sino una sola.
Por otro lado, históricamente la vanguardia pedagógica era también vanguardia gremial. El movimiento escuela nueva, sin ir más lejos, tenía profundas raíces sindicales. Ni qué decir de la vanguardia de fines de los sesenta y comienzos de los setenta con el SINTER (Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario) . Creo que como docentes críticos no podemos ceder el espacio de la producción intelectual.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Entrevista-a-la-maestra-que-escribio-la-carta-al-Raton-Perez

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A conversation with Jürgen Habermas

Critique and communication: Philosophy’s missions –A conversation with Jürgen Habermas

Decades after first encountering Anglo-Saxon perspectives on democracy in occupied postwar Germany, Jürgen Habermas still stands by his commitment to a critical social theory that advances the cause of human emancipation. This follows a lifetime of philosophical dialogue.

Michaël Foessel: It has become commonplace to link your work to the enterprise that the Frankfurt School initiated in the 1930s: the elaboration of a critical theory of society capable of breathing new life into the project of emancipation in a world shaped by technocapitalism. When you began your university studies after World War II, a different image of philosophy was prevalent in Germany: the less heroic image of an impotent philosophy compromised by National Socialism. What motivated you to choose this discipline? Did the pessimistic judgement on reason expressed in Horkheimer and Adorno’s Dialectic of Enlightenment play a role in your initial choices in philosophy (the study of Schelling)?

Jürgen Habermas: No, that’s not how it happened. I didn’t go to Frankfurt until 1956, two years after the completion in Bonn of my doctoral thesis on Schelling. In order to explain how I came across critical theory, I’ll have to go into a bit more detail. At German universities between 1949 and 1954 it was in general only possible to study with professors who had either been Nazis themselves or had conformed. From a political and moral standpoint, German universities were corrupted. There was, therefore, an odd divide between my philosophy studies and the left-wing convictions that had developed in discussions night after night about contemporary literature, the important theatrical productions, and film, which was dominated at that time above all by France and Italy. As early as my last years at the gymnasium, however, I’d obtained the works of Marx and Engels and addressed the subject of historical materialism. In view of these interests, the obvious choice of study would have been sociology, but this subject was not yet taught at my universities in Göttingen and Bonn. After my studies, I was granted a scholarship for an examination of the «concept of ideology». During this time, I familiarized myself with the theoretical literature on Marxism from the 1920s and above all with the Hegelian-Marxist tradition – and I was then electrified when Adorno published Prisms in 1955. I already knew the Dialectic of Enlightenment by Horkheimer and Adorno, but the tenor of this thoroughly «dark» theory did not correspond to the attitude towards life of young people, who finally wanted to do everything better.

But Prisms made a completely different impression on me. It was a collection of Adorno’s great essays from the 1940s and early 1950s on Oswald Spengler, Karl Mannheim, Thorston Veblen, etc. Today, it’s no longer possible to imagine the contradiction between these sparkling texts and the mixed-up, clotted climate of the Adenauer era. The start of the Cold War was characterized in Germany by an anti-Communism that fostered the forced suppression of the perceptibly hushed up Nazi era. Into this ambiguous silence burst the sharply articulated words of a brilliant mind, who – undeterred by the anti-Communist zeitgeist – captured the mood of the day in dusted-off Marxist categories. The radical terminology and the complexity of the dark style pierced the fog of the early German Federal Republic. It was also the gesture of «absolute modernity» that hooked me. But in Adorno’s essays I was confronted above all by someone who overturned the historical distance – which up to that point had been taken for granted – between the ongoing Cold War and the Marxist social theory of the 1920s, because he dealt with these categories in a very current, very contemporary way! If you recall: even Jean-Paul Sartre, who dominated the post-war stages with his theatrical plays, was at that time not yet really political as a philosopher. For us students, The Second Sex by Simone de Bouvoir struck a political chord far more than Sartre’s Being and Nothingness.

When Adorno, who had read a few things of mine, then – via a journalist, Musil’s editor Adolf Frisé – invited me to come to the Institute of Social Research, there was no holding me back. My wife still says today that I rushed to Frankfurt «with banners flying». I still regard it as a stroke of luck that I became Adorno’s first assistant in 1956.

MF: You often portray your own intellectual career as a «product of re-education». After the German catastrophe, you were determined from the outset to re-evaluate the (generally negative) philosophical view of democracy. To what extent did this necessity play a role in your assessment of the figure of Heidegger, who – at least in France – has strongly influenced contemporary philosophy, which has borrowed a great deal from him? If we look for a moment beyond the personal involvement of Heidegger: doesn’t the point at issue also touch upon the appeal of philosophy in a world that is threatened by irrationalism?

JH: To this day, Kant and the French Revolution are decisive for my understanding of democracy. In the immediate aftermath of the war, we lived in the British occupation zone and learned more about the Anglo-Saxon democracies. Against this backdrop and in light of the fractured history of German democracy, we attempted at the time to comprehend the incomprehensible regression into the abyss of fascism. This infected my generation with a deep self-distrust. We began to search for those nagging, anti-Enlightenment genes that had to be hiding in our own traditions. Before any preoccupation with philosophy, that was for me the elementary lesson to be learned from the catastrophe: our traditions were under suspicion – they could no longer be passed on without being subjected to criticism, but only acquired reflexively. Everything had to be passed through the filter of rational examination and reasoned approval!

When, in the summer of 1953, that is, still during my university studies in Bonn, I read a recently published lecture by Heidegger from the year 1935, theIntroduction to Metaphysics, the jargon, the choice of terminology and the style told me at once that the spirit of fascism was manifested in these motives, thoughts and phrases. The book really unsettled me because I had regarded myself up till then as a student of Heidegger. The newspaper article, in which I poured out my great political and philosophical disappointment the same weekend, is therefore entitled: «Thinking with Heidegger against Heidegger». At the time it was impossible to know that Heidegger had written anti-Semitic letters to his wife as early as 1916 and that he had become a convinced Nazi long before 1933. The fact that he had remained an unrepentant Nazi, however, could be known by 1953 at the latest.

Since then, the uncritical reception in France, and the USA for that matter, has always struck me as strange. It seems to me completely absurd that today theBlack Notebooks are treated like something new – and that some colleagues even attempt to sublimate Heidegger’s anti-Semitism and the rest of his dull resentments into the history of being! On the other hand, I’m still convinced that the arguments of Being and Time, if read with the eyes of Kant and Kierkegaard, retain an important place in the history of philosophy. In spite of the political ambivalence of the style, I regard this work as a result of the long history of detranscendentalizing the Kantian subject: by appropriating the methods of Husserlian phenomenology in his own way, Being and Time also digests an important legacy of American pragmatism, German historicism and the kind of philosophy of language that originates from Wilhelm von Humboldt. Some critics read the book only from the perspective of a historian of political ideas. But then the reader overlooks the relevance of philosophical arguments and the waywardness of long-term philosophical learning curves. My friend Karl-Otto Apel always insisted that only in 1929 with Kant and the Problem of Metaphysics did Heidegger set the course for his fatal late philosophy – and subsequently assigned to himself a privileged access to the «destiny of truth». From that point on, Heidegger increasingly abandons philosophical argumentation and becomes a private thinker. The transition from the Marburg Lectures, which he gave jointly with the theologian Rudolf Bultmann, to his inaugural address as rector in Freiburg was a shift from the individualistic interpretation of «existence» (Dasein) to the collectivist (or völkisch) reading, to the «existence of the people». This turned Heidegger into a propagandist in 1933 and – after 1945 – into an apologist for the Nazi regime, or even into a spin doctor for Nazi crimes.

MF: Later, in The Philosophical Discourse of Modernity, you apply to contemporary French philosophy your criticism of unilateral incriminations of reason. In this context you make reference, especially with Foucault and Derrida, to the potential alliance between postmodernity and neoconservatism. Could you briefly recall the background to this verdict, as well as the reasons that later moved you to change it (think of the book you wrote with Jacques Derrida or your homage to the Foucault of Enlightenment)?

JH: In my generation there have been many misunderstandings between the philosophers on this side of the Rhine and those on the other side, and few attempts to get on instead of ignoring one another. One of the few exceptions is the admirable Paul Ricoeur. One explanation for this unfortunate situation is surely the Germans’ strong orientation towards Anglo-Saxon philosophy. Added to this are linguistic and accidental misunderstandings. Your question reminds me of the confusion over the terms «young conservative» and «neoconservative». I referred to Foucault and Derrida – admittedly in a polemically exaggerated and thus unfair way – as «young conservatives». I was attempting to make them aware that German authors, whom they invoke above all others, are placed in a politically poisoned context. Heidegger and Carl Schmitt drew on deeply German, namely militantly counter-revolutionary sources, which stand in stark contrast to the intentions of a reflective Enlightenment and, indeed, left-wing traditions in general. In Germany these young conservatives were characterized with the slogan «left-wing people from the right-wing» because they wanted to be «modern». They wanted to force through their elitist ideas of an authoritarian society welded together in uniformity by means of anti-bourgeois gestures. This activist mentality nourished itself on resentments against the Peace of Versailles, which was regarded as a humiliation. Carl Schmitt and Heidegger became intellectual pioneers for the Nazi regime not by chance, but as a result of motives deeply embedded in their theories. I was always aware of the contrast with the intentions of Foucault and Derrida. My affective attitude can perhaps also be explained in that it was precisely distinguished French left-wingers who fixated on such people. Admittedly, I should have done a better job of controlling my emotions.

But you asked me about the reasons for the disagreement regarding the Enlightenment. As far as I understand, this controversy is not about the indisputable ideological role repeatedly played in the history of western modernity by the selective application of our western standards of egalitarian and individualistic universalism. They often served, and still do serve, to cover up the practice of double standards – both in the hypocritical justification of repressive regimes, and in the imperialist destruction and exploitation of foreign cultures. The dispute is rather over the correct philosophical explanation of this fact. We must recognize that any criticism of a hypocritically selective application of universalist standards must appeal to the standards of this very same universalism. To the extent that the discourse on moral universalism is carried out at the conceptual level of Kantian arguments, it has become self-reflective: it self-consciously realizes that it cannot criticize its own flaws but by an appeal to its own standards. It was Kant who overcame the historical kind of so-called «universalism» that is centred upon itself and limited to its own fixed perspective. Carl Schmitt had in mind this political «universalism» which was typical of the ancient empires. For these empires, only barbarians lived beyond the borders. From that rigid perspective one’s own supposedly rational standards were applied to everything foreign without taking into consideration the perspectives of the foreigners themselves. By contrast, only those standards can withstand criticism that can be justified from a shared perspective developed in the course of an inclusive deliberation requiring themutual adoption of the perspective of all those affected. That is the discourse-ethical interpretation of a universalism that has become self-reflective and no longer assimilates the other to oneself. Universalism properly understood proceeds from the premise that everyone is foreign to everyone else – and wants to remain so!

In 1982, Foucault invited me to the Collège de France for six weeks. On the first evening we spoke about German films: Werner Herzog and Hans-Jürgen Syberberg were his favourite directors, whilst I spoke out in favour of Alexander Kluge und Volker Schlöndorff. Later we told each other about the curriculum of our respective years of philosophical study, which took something of a different course. He recalled how Lévi-Strauss and structuralism had helped him to liberate himself from Husserl and «the prison of the transcendental subject». With regard to his discourse theory of power, I asked him at the time about the implicit standards on which his criticism was based. He merely said: «Wait for the third volume of my History of Sexuality«. We had already arranged a date for our next discussion about «Kant and the Enlightenment». I was very shocked when he died in the interim. In the case of Derrida, fortunately I took the initiative just in time to clear up the misunderstandings between us. I subsequently visited him several times in Paris and he visited me in Frankfurt. We also met in New York and remained in telephonic contact – until the very end. I’m grateful for the cordial relationship of those final years. But since Bourdieu also died, it’s become lonely for me in Paris. Whom should I meet for lunch? I was all the more pleased about the interest shown by my young French colleagues when Jean-Francois Kervégan and Isabelle Aubert invited me late last year to an interesting conference in Paris.

MF: Your book The Structural Transformation of the Public Sphere (1962) laid the foundation for your philosophical standing in Germany and abroad. To what extent does this book, which attempts a re-evaluation of the bourgeois ideology of the Enlightenment and the ideal of the «public sphere», express a distancing from orthodox Marxism? Does this distancing require the renunciation of the project of «Realizing Philosophy» in favour of a reflexive method that rejects any «position that towers above» society?

JH: From its inception the Frankfurt Institute was anti-Stalinist – and all the more so after the war. There are also other reasons why I was never tempted by orthodox Marxism. For example, I was never convinced by the centrepiece of political economy, the theory of surplus value, in view of the intervention of the welfare state in the economy. During my youth I was certainly more closely aligned with left-wing activism than I was later. But also the early project of «Realizing Philosophy», to which you’re alluding, was more idealistic and inspired by the young Marx. The Structural Transformation of the Public Sphere, which was my post-doctoral thesis under the supervision of Wolfgang Abendroth, the only Marxist to hold a chair at a German university, at best points in the direction of socialist democracy. If you like, I was always a parliamentary socialist – in this respect I was in my early days influenced by the Austrian Marxists Karl Renner and Otto Bauer. My attitude to Theory and Practice has not significantly changed since I wrote the introduction to the new edition of this book in 1971. Academic studies are always written with the reservation that all research is fallible. This role must be clearly separated from the other two roles of a left-wing intellectual – from his involvement in political discussions in the public sphere and from the organization of joint political action. This separation of roles is necessary even if the intellectual attempts to combine all three roles in one person.

MF: One can say that your philosophical project, as it can be found in its provisional completion in The Theory of Communicative Action, strives to find a way out of the «battle of the gods» and of value relativism, which Max Weber spoke of in characterizing modernity. To what extent is this project linked to a new understanding of the term «reason»? To what extent do you think today’s condemnations of instrumental reason, given that they are once again finding a broad echo, are still inadequate for the purpose of avoiding the impasses of modernity?

JH: Max Weber’s «battle of the gods» cannot be reconciled with arguments, as long as it’s a question of competition between «values» and «identities». One culture brings values, in which it recognizes itself, into a different transitive order than other cultures. The same applies to the identity-building self-conception of people. In both cases existential questions of a good or successful life can only be answered from the perspective of the first person. But the dispute about moral universalism concerns issues of justice; and these issues can in principle be resolved when all parties are prepared to assume the perspective of the respective other in order to resolve the conflict in the equal interests of all sides.

A little different is your question about the criticism of instrumental – I would rather say functional – reason. This question arises today, for example, in view of financial capitalism, which has gone wild and is beyond all political control. To put it in a nutshell: from a long-term historical perspective, with the rise of a capitalist economy a clotted piece of «second nature» has emerged within society, namely an economic system that regulates itself by obeying exclusively the logic of a profit-orientated self-utilization of capital. Marx recognized this result of social evolution as the real engine of societal modernization. As we know, in view of its unleashing of productive forces, he enthusiastically welcomed this fact. But at the same time he examined and denounced the tendencies inherent in capitalism that demolish social cohesion and make a mockery of the self-conception of democratically constituted societies.

During the second half of the twentieth century such tendencies were to some extent tamed by means of the welfare state in the countries belonging to the OECD. By contrast, in our increasingly interdependent but still nationally fragmented world society, global financial capitalism, which has taken on a life of its own, still largely escapes the grip of politics. Behind democratic façades the political elites technocratically implement the imperatives of the markets almost without resistance. Trapped in their national perspectives, they have no other choice. Thus, they prefer to uncouple the political decision-making processes from the political public arenas, which are in any case dried out and whose infrastructure is crumbling. This colonialization of societies, which disintegrate from within and take up right-wing populist positions against each other, will not change as long as no political power can be found with the courage to take up the cause of achieving the political aim of universalizing interests beyond national frontiers, if only within Europe or the eurozone.

Neoliberalism insists on the rationality of leaving market mechanisms to their own devices. Your question now enquires as to how «rationality» or «reason» must be understood if one is not satisfied with the exclusive reference to patterns of rational choice or the functional rationality of self-maintaining systems. Social theory in the classical sense is distinguished from the individual disciplines of the social sciences not only by virtue of its relation to the whole but by virtue of its critical aspirations. With The Theory of Communicative Action, therefore, I’m attempting to explain the base for critical standards that are often hidden in pseudo-normative assumptions. My proposal is to seek out the traces of a communicative reason rooted in processes of communication in social practices themselves.

In the routines of their everyday actions, the acting parties mutually presuppose that they are acting responsibly and speaking about the same objects. They conventionally and tacitly presuppose that they mean what they say, that they will keep the promises they make, that the claims they make are true, that the norms they tacitly assume to be valid are indeed justified, etc., etc. These naive everyday communicative actions operate in a space of reasons which remain latent in the background as long as the reciprocal claims to validity are accepted as credible. But criticizable claims to validity can be negated at any time. And every «no» interrupts the routines; every contradiction mobilizes latent reasons. I term as «communicative reason» the capacity of social actors to operate in this space of reasons with a critical probe instead of fumbling blind. This ability manifests itself in saying «no», in loudly protesting or in quietly annulling an assumed consensus. Furthermore, in the refusal to follow conventions for the sake of convention, in the revolt against intolerable conditions or in the tacit withdrawal – whether out of cynicism or apathy – on the part of the marginalized and the excluded. All social orders and institutions are established on the basis of reasons. We would not even bother to go to court in intractable conflicts if we did not expect a more or less fair trial. We would not take part in democratic elections if we did not assume that every vote «counts». These are admittedly idealistic and often counterfactual assumptions but – from the perspective of the participants – necessary ones. Today we see what happens when these assumptions are obviously refuted by post-democratic conditions – increasing rates of election abstention. If the social scientist reconstructs such necessary assumptions from the participants’ perspective, he can base his criticism, for example of post-democratic conditions, on a form of reason that emerges in social practices themselves.

MF: All your work is characterized by the attempt to detranscendentalize philosophy, i.e. to renounce the paradigm of the subjective awareness of the certainty of oneself and one’s faculties. The surrender of the transcendental point of view reveals in particular themes such as discourse, intersubjectivity and the necessity to combine philosophy with the social sciences. Does this mean for you that the concept of «subjectivity» has lost any normative validity?

JH: With the paradigm shift from the philosophy of the subject to the philosophy of language you touch upon an important issue. Hegel was already aware of the symbolic and historical embodiment of reason in the forms of the «objective mind», for example in law, state and society. But Hegel then sublates this objective mind after all in the dematerialized thoughts of the absolute mind. By contrast, J.G. Hamann and Wilhelm von Humboldt or the young Hegelians, i.e. Feuerbach, Marx and Kierkegaard, regard the transcendental achievements as being realized only in the performative acts of subjects capable of speech and action and in the social and cultural structures of their lifeworlds. For them, apart from the subjective mind there is only the objective mind left, which materializes itself in communication, work and interaction, in appliances and artefacts, in the living out of individual life stories and in the network of socio-cultural forms of life. But in the process, reason does not lose the transcendental power of spontaneously projecting world-disclosing horizons. This «creative» power of imagination expresses itself in every hypothesis, in every interpretation, in every story with which we affirm our identity. In every action there is also an element of creation.

Photo: Európa Pont. Source: Flickr

Pragmatism and historicism were involved in the development of this detranscendentalized concept of reason just as much as phenomenology, philosophical anthropology and existential philosophy. I myself would grant a certain precedence to language, communicative action and the horizon of the lifeworld (as the background context of all processes of communication). The media in which reason is embodied, i.e. history, culture and society, are symbolically structured. The meaning of symbols, however, must be shared intersubjectively. There is no private language and no private meaning that can be understood only by a single person. This precedence of intersubjectivity does not mean, however, that – to return to your question – to some extent subjectivity would be absorbed by society. The subjective mind opens a space to which everyone has privileged access from the perspective of the first person. This exclusive access to the evidence of one’s own experiences may not, however, belie the structural correlation between subjectivity and intersubjectivity. Every additional step in the process of the socialization of a person, as they grow up, is simultaneously a step towards individuation and becoming oneself. Only by externalization, by entering into social relationships can we develop the interiority of our own person. Only by marching in step with the communicative entanglement in social networks does the subjectivity of the «self», i.e. of a subject that assumes relationships to itself, deepen.

MF: During the course of the 1980s you began a long-term debate with Anglo-Saxon philosophy, both on the front of political philosophy (Rawls, Dworkin) and on the front of the philosophy of language (Searle, Putnam, Rorty, Brandom, etc.). How would you characterize the contribution of the diverse Anglo-Saxon schools of thought to the awareness that philosophy has of itself and of its own limits?

JH: In political theory, for which you mention the names of John Rawls and Ronald Dworkin, the gap between continental philosophy, dominant in France and Germany, and Anglo-Saxon philosophy was never as pronounced as it was in the philosophy of language or in the philosophy of science, the two core areas of analytical philosophy. In all these fields I learned a lot from my collaboration and friendship with American colleagues, who belonged to the pragmatic school of thought in the widest sense – above all the connection of a fallibilist mentality with a non-defeatist concept of discursive reason. It certainly helped to be able to refer to a common background. Via the Emersonian Transcendentalism of the early nineteenth century, American pragmatism is namely also rooted in German traditions – in Schiller, in German idealism, in Goethe’s view of nature, etc. If you’re asking in general about the contribution of the Anglo-Saxons to the self-understanding of philosophy and the necessary limits of post-metaphysical thinking, however, then it’s necessary to differentiate more. Today, a deep split runs through analytical philosophy itself.

The hard, scientistic core of the analytical philosophy was always alien to me. Today, it comprises colleagues who take up the reductionist Programme of the Unified Sciences from the first half of the twentieth century under somewhat different assumptions and more or less regard philosophy as a supplier for the cognitive sciences. The advocates of what we might call «scientism» ultimately view only statements of physics as capable of being either true or false and insist on the paradoxical demand of perceiving ourselves exclusively in descriptions of the natural sciences. But describing and recognizing oneself are not the same thing: decentring an illusionary self-understanding requires recognition on the basis of a different, improved description. Scientism renounces the self-reference required to be present in every case of re-cognition. At the same time, scientism itself utilizes this self-reference performatively – I mean the reference to us as socialized subjects capable of speech and action, and who always find themselves in the context of their lifeworlds. Scientism buys the supposed scientification of philosophy by renouncing the task of self-understanding, which philosophy has inherited from the great world religions, though with the intention of the enlightenment. By contrast, the intention of understanding ourselves exclusively from what we have learnt about the objective world leads to a reifying description of something in the world that denies the self-referential application for the purpose of improving our «self»-understanding.

MF: In view of an increasing distrust of the promises of democracy, and confronted with what you call the «colonization of the lifeworld» by the logic of the market, what is philosophy still capable of in this respect? To what extent is philosophy quite rightly still part of the emancipation project of the Enlightenment?

JH: As I said, philosophy, which, by the way, in its platonic origins constituted something of a religious world view, similar to Confucianism, inherited the important, even vital task of self-understanding, albeit with the intention to enlighten the self-understanding of man in a rational way, i.e. on the basis of improved knowledge about the world, including us as something in this world. I would like to expand on this sentence in two respects.

Under premises of post-metaphysical thinking, philosophy today, unlike myths and religions, no longer has the power to create a world view of its own – in the sense of an image of the world as a whole. It navigates between religion and the natural sciences, social sciences and humanities, culture and art, in order to learn and to dissolve illusions. No more, but also no less than this. Today, philosophy is a parasitic enterprise feeding on foreign learning processes. But it is precisely in this secondary role of a reflexive connection to other, already extant forms of the objective mind that philosophy can critically take into account everything we know or think we know. «Critical» means «with the intention to enlighten». This curious ability to lead to a decentred view of the world and of ourselves, by the way, was acquired by medieval Christian philosophy during the course of long-lasting discussions about «faith and knowledge». Philosophy can enlighten us regarding an illusionary self-conception by making us aware of the meaning that an increase in knowledge about the world has for us. In this way, post-metaphysical thinking is dependent on scientific progress and new, culturally available perspectives on the world, without itself becoming another scientific discipline, though it remains an academic activity pursued in the scientific spirit. Within universities philosophy has established itself as a subject, but it belongs to the scientific expert culture without assuming the exclusively objectifying perspective of a discipline that is defined by the focus on a methodically limited subject area. On the other hand philosophy, unlike religion, which is rooted in the cult of religious communities, must fulfil the task of rationally improving the self-understanding of mankind through arguments alone that, according to their form, are permitted to lay fallible claim to universal acceptance.

I furthermore regard the function of self-understanding as vital, for this was always coupled with a socially integrative function. This was the case as long as religious world views and metaphysical doctrines stabilized the collective identities of religious communities. But even after the end of the «Age of World-Views», the pluralized and individualized self-understanding of citizens retains an integrative element in modern societies. Since the secularization of state authority, religion can no longer meet the requirement of legitimizing political rule. As a result, the burden of integrating citizens shifts from the level of social to the level of political integration, and this means: from religion to the fundamental norms of the constitutional state, which are rooted in a sharedpolitical culture. These constitutional norms, which secure the remainder of collective background consent, draw their persuasive power from the repeatedly renewed philosophical argumentation of the rational law tradition and political theory.

Today, however, the increasingly high-pitched appeal by politicians to «our values» sounds ever emptier – alone the confusion of «principles», which require some kind of justification, with «values», which are more or less attractive, irritates me beyond all measure. We can see our political institutions being robbed more and more of their democratic substance during the course of the technocratic adjustment to global market imperatives. Our capitalist democracies are about to shrink to mere façade democracies. These developments call for a scientifically informed enlightenment. But none of the pertinent scientific disciplines – neither economics nor political science or sociology – can, in and of themselves, provide this enlightenment. The diverse contributions of these disciplines have to be processed in the light of a critical self-understanding. Since Hegel and Marx it is precisely this that is the task of critical social theory, which I continue to regard as the core of the philosophical discourse of modernity.

Fuente de la noticia : http://www.eurozine.com/articles/2015-10-16-habermas-en.html
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Entrevista a Jacques Rancière: La Nuit Debout es la transformación de una juventud de luto en una juventud en lucha»

Entrevista a Jacques Rancière: La Nuit Debout es la transformación de una juventud de luto en una juventud en lucha»

Francia / mayo 2016 /Autor: Europa constituyente./ Fuente: http://anarquiacoronada.blogspot.mx/

¿Cuál es su opinión sobre el momento/ movimiento Noche en Pie?

Primero digamos que mi punto de vista es estrictamente limitado: es el de un observador externo que simplemente reacciona a lo que para él representan los temas y las formas de este movimiento. A primera vista, uno puede captar en este movimiento una especie de versión francesa en miniatura del «movimiento de las plazas» que surgió en Madrid, Nueva York, Atenas o Estambul. Es un movimiento tolerado en el espacio que ocupa, más que invade. Pero comparte con estas ocupaciones la preocupación por devolver a la política su dimensión de subversión material efectiva de un orden dado de espacios y de tiempos. Ha costado que esta práctica llegase a Francia, donde toda la «política» se reduce hoy a la lucha de los competidores por la presidencia de la República. A la Noche en Pie le cuesta creer en sí misma y, a veces se asemeja a una «ocupación a medias». Pero sí que pertenece a aquellos movimientos que han llevado a cabo una conversión de la forma manifestación en la forma ocupación. En este caso, ello se ha traducido en el paso de una lucha contra determinadas disposiciones de la Reforma laboral en una oposición frontal a lo que algunos llaman «uberización» del mundo del trabajo, una resistencia contra esta tendencia, que querría suprimir todo control colectivo sobre las formas de vida colectiva.

Más allá de las medidas específicas de la ley El Khomry, es de hecho lo que está en juego. La Reforma laboral fue concebida como la culminación de todo un proceso de privatización del espacio público, de la política, de la vida… ¿El contrato de trabajo es algo que se negocia para cada individuo, lo que significa volver a la situación del siglo XIX, antes del nacimiento de las formas modernas  de lucha obrera, o bien defendemos una sociedad basada en control colectivo y la discusión colectiva tanto de la vida como del trabajo?

La Noche en Pie apareció en este contexto, como una reducción a escala francesa de algo singular que podría llamarse un deseo de comunidad. Conocimos una época en que nos encontrábamos en poderosas estructuras colectivas dentro de las cuales se reñían batallas, ya sea en la universidad o en la empresa. La lucha entonces oponía en un mismo lugar dos formas de hacer comunidad. Pero hemos llegado a final de una gran ofensiva, que algunos llaman neoliberal, y que yo llamaría más bien la ofensiva del capitalismo absoluto, que tiende a la privatización absoluta de todas las relaciones sociales y a la destrucción de los espacios públicos donde dos mundos se enfrentaban.

Contra esta privatización e individualización vimos nacer, y se sentía muy intensamente en «Occupy Wall Street», un deseo más bien abstracto de comunidad que ha encontrado para materializarse el último lugar disponible: la calle. La ocupación tenía antaño por lugar privilegiado la fábrica, en la  que la comunidad obrera afirma su poder sobre el lugar y el proceso en el que sufría el poder patronal, haciendo así de ese lugar privado un espacio público. En la actualidad, la ocupación se practica en las calles y plazas, que son los últimos espacios públicos en los que se puede estar en común; discutir y actuar en común.

En la Noche en Pie se invoca a menudo la Revolución Francesa, la Comuna o mayo del 68. ¿Qué opinas de esta movilización de la historia revolucionaria, que algunos consideran más paródica que real?

Los Amigos de la Comuna tienen su puesto en la Plaza de la República. ¿Significa esto que nos encontremos por ello en la continuidad de una gran tradición histórica? Debe quedar claro que la ofensiva del capitalismo absolutizado vino acompañada de una intensa contrarrevolución intelectual, de una ofensiva revisionista contra todas las formas de la tradición de izquierda, sea esta revolucionaria, comunista, anticolonialista o resistente. Esta contrarrevolución intelectual se ha esforzado por reducir a la nada o incluso criminalizar todos los aspectos de esa tradición. La Revolución de 1917 quedó reducida a los campos de concentración estalinianos, la Revolución Francesa al Terror, el anticolonialismo al inútil «sollozo del hombre blanco» y, por último, la Resistencia a los excesos de la purga. Ha habido un gran cancelación de todo un pasado, llevada a cabo por personas que, por otra parte, no cesan de gemir por la «transmisión» perdida.

Este deseo de volver a conectar con el pasado es, pues, importante, aunque pueda parecer formal y simbólico. Estos recuerdos de una historia de lucha y de contradicciones también pueden actuar como contrapeso frente al riesgo de disolución de la política en una especie de fraternidad «New Age», en un movimiento como el de Noche en Pie, que ya no se sitúa, como el de  Mayo del 68, sobre un trasfondo garantizado de creencia marxista en la lucha de clases y los conflictos obreros.

¿Cuál es su lectura de la exigencia tan horizontalista, sin representantes ni líderes, que defiende la Noche en Pie?

Hay que situar esta exigencia dentro de un contexto que es el del creciente horror que puede inspirar la política oficial: para el 15M en Madrid, el gran lema, dirigido a aquellos que estaban haciendo campaña electoral en aquel momento, fue: «No nos representan». Pero también corresponde a un descrédito de las vanguardias políticas revolucionarias que eran todavía muy fuertes en 1968. Las asambleas actuales reaccionan contra aquellas  asambleas que conocimos, en mayo del 68 y posteriormente, manipuladas por grupúsculos. Hay que entender este recordatorio de lo que puede significar la igualdad, incluso en sus formas más materiales. Pero más allá de eso, lo problemático es la ideología de consenso, que parte de la idea de que todo el mundo debe estar de acuerdo y la fetichización de la forma asamblea, que sería sólo el lugar donde todo el mundo debe poder hablar.

Esta es una preocupación compartida también por muchas personas que participan en el movimiento: una asamblea popular no debe ser sólo una asamblea en la que cada cual viene a expresar por turnos su  problema o su rebelión y a defender su causa militante predilecta. La Noche en Pie, al igual que todas las ocupaciones de este mismo tipo,  reúne por un lado individuos deseosos de volver a crear lo común, pero también esa multitud de militancias parciales, especializadas, que se han desarrollado en el mismo contexto de privatización de la vida pública y de rechazo de las «vanguardias». Es importante que se afirme el derecho de todas las voces, pero una asamblea debe poder decidir sobre algo  y no limitarse a proclamar que «todos somos iguales».

Una asamblea debe, pues, manifestarse mediante decisiones y luchas y no sólo con una figuración formal de la igualdad. No cabe duda de que es importante plasmarla espacialmente. En 1848, hubo una propuesta de asamblea en la que los representantes estaban abajo, y encima de ellos, miles de personas comunes para supervisarlos. El aspecto propiamente material de la política igualitaria es importante. Sin embargo, el actuar de la libertad y la igualdad no puede limitarse a tomar la forma de una asamblea en la que todo el mundo tiene su  libertad de palabra. La igualdad es un proceso de verificación, un proceso de invención, no es sólo una fotografía de la comunidad.

Sigue existiendo el problema de inventar acciones y consignas para que la igualdad se ponga en marcha.

Una asamblea igualitaria no es, pues, una asamblea de consenso, incluso si la idea de consenso está en el corazón de todos los movimientos que ocupan plazas. Recuerdo la conmoción que experimenté una vez cuando me invitaron a hablar en una universidad ocupada por los estudiantes en Amsterdam ante una gran pancarta que proclamaba: «Consensus. No leaders«. La lucha contra las jerarquías es una cosa, la ideología del consenso es otra. Desafiar a los líderes y la jerarquía, por supuesto, pero eso no quiere decir que todo el mundo esté de acuerdo y que solo se haga algo si todos están de acuerdo.

¿Quiere  decir esto que hay que redefinir lo que entendemos por democracia,  cuando se ha visto con el incidente de Finkielkraut que había división sobre el contenido de este término: consenso o conflicto?

El episodio Finkielkraut ha descalificado a la Noche en Pie en entornos en los que, de todos modos, ya estaba descalificada de antemano. ¿Qué hubiera pasado si Finkielkraut se hubiese marchado sin que nadie se fijara en él ? Joffrin, Onfray y otros, en lugar de denunciar el totalitarismo, se habrían burlado: «¡mirad a los terribles revolucionarios, que ni siquiera se han atrevido a desafiar a Finkielkraut! Todo esto no tiene mucha importancia. El problema está en otra parte.

La democracia significa que dentro mismo del pueblo democrático existan posiciones que estén en conflicto entre sí y no sólo la sucesión al micrófono de una persona que viene a hablar del marxismo, de otra que discurre sobre los derechos de los animales y de una tercera que recuerda la situación de los migrantes. Se necesitan  varios tipos de asambleas: asambleas donde cada uno pueda decir lo que quiera, ya que también puede surgir algo inesperado, pero sobre todo asambleas en las que uno de pregunte: «¿qué estamos haciendo aquí y qué es lo que queremos?». El problema de la democracia es llegar a constituir la voluntad de un pueblo. ¿Conforme a qué consignas se decide que se va a «hacer pueblo», que se puede construir un colectivo democrático?

Actualmente, se tiene la sensación de estar en una especie de espacio de subjetivación, pero sin que se instaure realmente una subjetivación colectiva. Esto supondría sin duda que existan en otro lugar fuertes movimientos sociales y, en particular, que todos los jóvenes que viven como al margen de la comunidad nacional constituyan a su vez colectivos para decir lo que quieren. En la década de 1980, hubo aquella Marcha por la igualdad en la que participaron jóvenes procedentes de la inmigración, que luego fue recuperada, manipulada, aniquilada, al igual que todas las energías engullidas por la mentira «socialista». Hoy es muy difícil volver a poner en marcha la igualdad. No tengo más imaginación que otros, pero creo que es ahí donde está el problema. A menudo seguimos teniendo la idea de que cuanto mayor es la opresión, más resistencia hay. Sin embargo, las formas de opresión que nos gobiernan no crean resistencia, sino desánimo, asco de uno mismo, la sensación de que uno es incapaz de hacer nada. Así que podemos decir que la Noche en Pie funciona en el vacío y vive de ilusiones, pero salir del desaliento sigue siendo fundamental.

¿Qué piensa usted de esta temática de escribir una constitución y preparar una asamblea constituyente?

El desinterés por las formas de de la vida pública institucional en nombre de un supuesto radicalismo revolucionario ha contribuido sin duda a la desmovilización de las energías. Es importante, por lo tanto, reiterar hasta que punto el estado en que nos encontramos es una consecuencia de la desastrosa Constitución de la V República y de la anestesia de toda vida política y de la podredumbre de los espíritus que ha producido a largo plazo. Un movimiento anti-V República, o anti-Presidencia es, por consiguiente, una necesidad. Y, del mismo modo, el recuerdo de algunas verdades provocadoras acerca de la democracia, como el sorteo y lo que este implica: la desprofesionalización de la vida política.

Sin embargo, por un lado, el llamamiento a la Asamblea Constituyente se acompaña a menudo de ideologías «ciudadanistas» de poco calado y de ideologías «republicanas» algo rígidas. Pero sobre todo no hay que imaginar que vamos a salir de la podredumbre oligárquica actual limitándonos a escribir una buena constitución. Redactar una constitución es importante cuando lo hacen personas a las que no se les pidió que lo hicieran, que no tienen «calidad» para hacerlo. Pero también esto es importante cuando se integra en un proceso de lucha donde las palabras no son recetas para la felicidad futura, sino armas del presente. Estaría bien, por ejemplo, que estas constituciones «redactadas por los ciudadanos» se enmarquen en procesos de lucha efectivos contra el orden constitucional vigente, que sirvan por ejemplo para «montar lío» en las famosas «grandes primarias democráticas». Las personas allí presentes denunciarían la negación de la democracia, pero ello daría lugar a una discusión sobre el propio significado de la palabra democracia que podría ser útil.

El fondo del problema es que hay que imaginar formas de vida política, que, a la vez, sean totalmente heterogéneas con respecto a esta vida política oficial totalmente confiscada por una clase de profesionales que se reproduce indefinidamente – una situación que ha alcanzado en Francia un nivel sin precedentes en Europa occidental – y que sean capaces, sin embargo, de enfrentarse a ella conforme a sus propias formas y su propia agenda.

¿Qué le parece el reproche de homogeneidad sociológica que se hace a  la Noche en Pie?

Inicialmente, mayo del 68 fue un movimiento de un pequeño grupo de estudiantes «pequeño burgueses». Y trajo consigo la dinámica de la huelga general que transformó al propio movimiento, con la convergencia en la Sorbona de múltiples formas de lucha que estallaban aquí y allá. Hay que recordar el papel de modelo que desempeñó para la propia ocupación de la Sorbona la huelga con ocupación y secuestro que llevaba desarrollándose durante varias semanas en el taller de Sud-Aviation en Nantes. La Noche en Pie llega después del juicio simbólico que condena a penas de prisión sin fianza por el mismo delito a trabajadores de Goodyear. Se presenta en un contexto de la deslocalización de empresas, de cierres de fábricas, de derrotas obreras y de criminalización de las formas de resistencia. No puede beneficiarse de la dinámica social que se conoció en mayo del 68. Claro que harían falta movimientos de tipo Noche en Pie o de otro tipo en todas partes y en especial en los barrios que se rebelaron en 2005.

Es fácil reprochar a la gente que está en la Plaza de la República que sean estudiantes de secundaria, jóvenes precarios o personas que no se representan más que a sí mismas. Pero es el estado general de lo que se llama política lo que hay que tener en cuenta aquí. En una Francia que se ha vuelto amorfa por la llamada ofensiva neoliberal, la superchería socialista y la intensa campaña intelectual contra toda la tradición social militante, uno no puede darse por satisfecho reduciendo la Noche en Pie al hecho de que este movimiento no representa gran cosa sociológicamente.

Para que este movimiento vaya más lejos, tendría que poder inventar consignas, que lo hagan estallar más allá de sí mismo. Puede que exista la posibilidad de aprovechar la situación preelectoral para crear no unas “primarias de la verdadera izquierda», sino una muy fuerte movilización contra el sistema presidencial. Cabría imaginar que ese movimiento no sólo condujese a las declaraciones en el sentido de que nunca más vamos a votar socialista, sino a algo así como un movimiento por la no-presidencia o por la supresión de la presidencia de la República.

¿Pueden permitir las Nuits Debout salir del clima plomizo posterior a los atentados de noviembre,  simbolizada por una plaza de la República reocupada por la palabra y la lucha, cuando se había convertido en un mausoleo?

No hay que pedirle demasiado a este movimiento. Es cierto, sin embargo, que una de sus características importantes es la transformación de una juventud de luto en una juventud en lucha, aunque esa transformación no es fácil. Cuando uno va a la Plaza de la República, vemos cómo muy lentamente alrededor de la estatua los símbolos de la lucha colectiva se superponen a las expresiones de dolor. Es difícil darle forma a esto debido a la contrarrevolución intelectual que logró separar a los jóvenes de toda una tradición de lucha social con un horizonte político. La característica de todos los movimientos de las plazas ha sido la dificultad de identificarse como portadores de una potencia de futuro y  de determinar subjetivaciones colectivas, identidades que hay que trabajar y transformar contra las identidades impuestas, como ha podido ser el caso de los colectivos de trabajadores o de los colectivos de mujeres.

Esto es aún más cierto en Francia, debido al clima ideológico plomizo creado por la contrarrevolución intelectual. En Grecia hay poderosos movimientos autónomos, que han creado espacios de vida, de saber o de cuidados. En España, en torno a la lucha contra los desahucios, ha convergido un grupo que ahora ocupa el Ayuntamiento de Barcelona. No existen en Francia movimientos ni formas de organización a esta escala, y el movimiento Noche en Pie está huérfano de las bases de lucha que han podido movilizarse en otros lados.

¿Incluso si persiste la impresión de que que con la Noche en Pie pasa algo que pone de manifiesto una potencia de invención que renueva ciertas formas de pensar de la izquierda radical?

No sabemos exactamente lo que tienen en la cabeza las personas que se mezclan entre sí en la Plaza de la República. Allí nos encontramos con un montón de cosas dispares. Pero es cierto que hay una exigencia democrática que se opone a la vieja cantinela de la «democracia formal» como mera apariencia que cubre la dominación económica burguesa. La exigencia de «democracia real ya» tiene el mérito de romper con la lógica de la denuncia que dice ser radical, pero en realidad produce una especie de quietismo, en última instancia reaccionario, del tipo: de todas formas, el capital es el causante de todo, y aquellas personas que se agitan en nombre de la democracia sólo enmascaran su dominación y fortalecen su ideología. Pero, obviamente, lo ganado se echa a perder si reducimos la democracia a la forma asamblea. La democracia es una cuestión de imaginación.

¿Es importante la circulación de la palabra, la escritura, las historias en las Nuits Debout?

En realidad, hay una gran cantidad de palabras que circulan, aunque no siempre son de una riqueza inolvidable. Hay gente que viene a leer sus poemas, pero no suele ser una poesía que impacte por su novedad. Al mismo tiempo, vemos personas que nunca han hablado y que se atreven a hablar en este lugar y por eso esto es importante, incluso si por lo que podemos comprender de ella, esa circulación de la palabra es menos rica de la que percibimos en mayo del 68. Por un lado, la forma asamblea permite que venga más gente a contar su historia. Por otro lado, parece que estamos por debajo del florecimiento de consignas y de imágenes múltiples que, en muchas manifestaciones recientes, había sustituido a las pancartas unitarias de antaño. Más profundamente, se trata de que el deseo de una comunidad igualitaria no ponga freno a la potencia de invención igualitaria.

Los promotores de la Noche en Pie quieren converger con los sindicatos para el 1 de mayo ¿Cómo ve usted esa propuesta? 

La «Convergencia de las luchas» parece una versión del sueño de mayo del 68, la unión entre los estudiantes y los trabajadores. En aquel momento esto se materializó en cortejos estudiantiles en dirección de Billancourt. Billancourt hoy está arrasado y la Sorbona es un lugar donde solo se entra con una tarjeta. Se debatió así en el pequeño espacio que separa la Plaza de la República de la Bolsa del Trabajo, sobre la preparación de las manifestaciones del 1 de mayo. En cualquier caso, la cuestión de la convergencia de las luchas depende de la cuestión de la naturaleza de estas luchas

Fuente: http://anarquiacoronada.blogspot.mx/2016/05/la-nuit-debout-es-la-transformacion-de.html

Fuente de la imagen: https://1.bp.blogspot.com/-m23JLSiFAmU/Vye7TIQdZeI/AAAAAAAALM0/PLG7N5qAbuc4uXs6KsFCVh3fMt0E9LhSQCLcB/s1600/le-monde-ok-680×365.jpg

Traducción del francés de Juan Domingo Sánchez Estop.

Socializado por: Carlos A. Bracho León

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Entrevista a Valeria Flores: “Una puede leer sobre género y poscolonialidad pero es fundamental intervenir en la práctica”

Buenos Aires, Argentina / Mayo 2016 /Autoras: Estefania Veronica Santoro y Andrea Beltramo./ Fuente: http://derrocandoaroca.com/

Valeria Flores es escritora, profesora y activista lesbiana feminista. A través de sus textos y su carrera docente supo visibilizar y cuestionar determinadas narrativas que reproducen la heteronorma en el ámbito educativo. Cree necesaria la emergencia de textos político-disruptivos, que desafíen los límites de los discursivos vigentes y permitan florecer otras formas de escritura y de nombrar la sexualidad, la cultura y la sociedad en su conjunto. Derrocando a Roca charló con ella para conocer qué prácticas hay que desnaturalizar en las aulas y cuáles son las “normas” que nos enseñaron y continuamos reproduciendo. Además nos adentramos en su nuevo libro “El sótano de San Telmo” y sus investigaciones sobre el activismo lésbico en Argentina.

_¿Actualmente estás dando clases?

_No, estoy dando talleres en centros culturales o en mi casa, no estoy en el ambiente de la escuela. Hoy en día, mi trabajo está relacionado con la educación desde el sindicato docente -UTE (Unión de los Trabajadores de la Educación), en la parte de formación con tutorías de escritura.

_¿De qué se trata?

_Desde el Instituto Cacho Carranza, instituto de formación e investigación, se convoca anualmente a un congreso pedagógico para estimular la escritura de las y los docentes, y se hace todo un proceso de acompañamiento de esa escritura, por eso se le llama tutoría. No es una corrección del texto ni una evaluación, sino que es como un diálogo, hacia una construcción más horizontal del conocimiento. La ponencia está pensada como un debate público que quieren dar los docentes: estimular el posicionamiento político-pedagógico y recuperar ese saber que se construye en la escuela, y que muchas veces queda ninguneado o impugnado o privatizado en el ámbito del aula. Estamos cerrando este congreso que se llama “Poéticas de la pedagogía del sur. Educación, emancipación, igualdad”.

_En tu etapa de docente de escuela primaria implementaste talleres de sexualidad. ¿Cuál era la dinámica de aquellas clases y cómo las preparabas para “correrte” de los textos escolares que imponen determinada sexualidad y que acompañan la heteronorma?

_Trabajé 15 años en escuelas primarias de la ciudad de Neuquén. La intervención dentro de mi propia práctica sobre sexualidad, géneros y deseos fue variando a lo largo de los años y tiene que ver con los cruces con el activismo y una formación bastante autodidacta desde el feminismo, la disidencia sexual, la teoría queer. Hubo todo un proceso. Desde un principio fue el de incorporar la temática dentro de algún área, en general el área de naturales. Le fui dando un espacio y tiempo propios al taller de sexualidad como tal, con actividades corporales, de debate, desplazando el guión escolar de la clase hacia otros formatos mucho más participativos y lúdicos. Tiene que ver con las bibliografías políticas y pedagógicas donde hay activistas y feministas. Esa confluencia de saberes permitió que el recorrido de ese tipo de intervención vaya cambiando: desde una postura más encuadrada en un feminismo, tal vez, más clásico a propuestas un poco más radicales y menos ortodoxas.

_En tu escrito “Alegorías del temblor” hablas de la necesidad de deshacerse del conservadurismo social y político que imponen los textos escolares y que inevitablemente coartan la formación de un adolescente. Como docente, ¿qué se podría hacer para elegir otro camino que no sea el impuesto? ¿Cómo lograste hacerlo desde tu experiencia?

_Usaba materiales que por ahí no tenían que ver con la escuela y los buscaba, o también los producía. Todo el tiempo tenía una mirada atenta sobre esa capilaridad de las prácticas que organiza el espacio escolar. Desde el material que les das a los chicos a cómo se dispone el espacio, las voces, las relaciones entre chicos y chicas, estar de algún modo interviniendo esas micro-situaciones donde se va produciendo el género. Por ejemplo, en el almuerzo, los varones repetían la comida porque eran los más rápidos en comer y las nenas no llegaban a repetir. Otra situación similar se daba en los recreos: tenía un alumno amanerado, los varones constantemente lo acosaban, le sacaban la pelota. Entonces, acudía a la maestra que estaba a cargo del sector para que preste atención a ese tipo de situaciones. Otro caso es el de los profesores de educación física, respecto a las ejercitaciones que establecían para chicos y chicas: saltar a la soga, los chicos lo hacian 20 veces y las chicas, 40.

_Por otro lado, te nombraste lesbiana en la escuela; desde el lugar de la docencia, ¿qué reacciones notaste?

_El proceso de visibilidad siempre estuvo articulado no para pensar la visibilidad como un fin en sí mismo sino como una herramienta que permite politizar o (des)heterosexualizar la tarea docente, como siempre, en el marco de una propuesta de repensar la producción del conocimiento escolar. No fue solo “salir del closet” y como maestra decir “soy lesbiana”, sino que esa autoafirmación estuviera ligada a una problematización del conocimiento dentro de la escuela y por lo tanto, en la articulación de una propuesta que sea descolonizadora, antirracista, que tenga una perspectiva de clase porque sino quedamos entrampados en una cuestión meramente identitaria que no interpela la norma que rige el conocimiento escolar.

A nivel personal, creo que tuvo la posibilidad del empoderamiento, de plantarme y entrar más entera al aula y a su vez, dentro de las reacciones de los chicos y las chicas ante el proceso de visibilidad conjugada con una propuesta crítica, me tomaron como la maestra que siempre tenía algo para decir. Era una conjunción de cosas que a veces estallaba en los sentidos más instalados respecto de lo que debe ser la maestra, la práctica, la escuela en sí y generaba una incomodidad, un interrogante y también reacciones violentas. De parte de los chicos y las chicas, en general, las chicas tienen una recepción bastante amigable, genera un diálogo, inquietudes y curiosidad. En los varones, los que tienen una masculinidad más hegemónica, hay una resistencia que se muestra en repreguntar: “Seño, ¿usted tiene novio?”; lo repreguntan como una forma de negar.

_Con las madres y los padres, ¿qué reacciones hubo?

_Algunas madres me venían a consultar si yo había dicho “eso” en la escuela. “Eso”, nunca nombraban la palabra lesbiana ni lesbianismo. También hubo algunos padres varones que nunca venían a las reuniones, no los conocía, y aparecían de forma intimidatoria, enojados porque había comentado ante los chicos mi identidad sexual.

Cuando me corté el pelo, incrementó la violencia de los padres que pretendían que me adecuara a los parámetros de lo que debe ser una maestra. Pero hay que pensarlo en el contexto, porque cuando yo empiezo a trabajar sobre cuestiones de sexualidad y géneros en la escuela, en Neuquén ya había una ley provincial de educación sexual desde 1997, previa a la ley nacional que crea el programa de educación sexual integral. Es decir, que ya había un marco jurídico que habilitaba el tratamiento de este tema. Lo que no había era una decisión política de que esto se implementara en las escuelas. Por ejemplo, las escuelas privadas y católicas tienen programas de educación sexual, pero están orientados a fines reproductivos, a reforzar la heterosexualidad y los mandatos de la maternidad.

_Ante estas reacciones de la “comunidad educativa”, ¿tuviste que crear una pedagogía propia, o pudiste entablar relaciones con otras docentes como para tener una línea distinta que cuestione el discurso de la heteronorma?

_Eso variaba según la escuela. En una pude hacer articulación con mi compañera con la que daba clases en otras áreas. Y en la última escuela en la que estuve, en la zona este de la ciudad de Neuquén donde es una zona más empobrecida, titularizamos en un año varias maestras nuevas. La directora también era nueva y eso creó todo un proyecto pedagógico bastante singular y muy potente, de mucho trabajo grupal, mucho debate pedagógico y político. La escuela tuvo distintas líneas que tenían que ver con el trabajo en educación sexual, tal vez no todas las maestras implementando los talleres, pero sí mínimas reflexiones que tenían que ver con la cuestión de género, los chistes sexistas, heterosexistas, el trabajo sobre los actos escolares encarándolos siempre en vinculación con la comunidad. Para un acto del “Día de la Independencia”, hicimos preguntas sobre el presente y se llamaba “La toma”; la toma de la palabra por parte de las mujeres.

_¿Qué otras prácticas desnaturalizaste para que entren en tensión para su cuestionamiento entre lxs estudiantes?

_La propuesta de sexualidad tenía otros modos de escucha que hacía que fuera más permeable a repensar algunas prácticas, incluso en un momento pensamos cambiar las filas de chicos y chicas y eso generó discusiones porque era como que se derrumbaban los cimientos de una institución. Cuando yo lo planteé a la entrada generó muchísima resistencia por parte de las madres que planteaban cosas como: “Ah bueno, después van a ir al baño todos juntos”. Era un pánico moral y sexual porque justo lo planteaba una maestra lesbiana. Donde encontramos más resistencia en desbaratar la formación fue en los varones, para ellos pasarse a ese lugar simbólico que está instalado para las nenas implicaba un cambio de género que los feminizaba. En este sentido, algunas maestras no ponían mucho énfasis en tratar de modificar esa práctica pero sí ponían mucha energía en el tema de la gripe A, por ejemplo, en llevarlos al baño, lavarles las manos, volver… Como que esa práctica sí merecía tiempo y compromiso para hacerlo, ahora esto de cambiar las filas se intentó dos o tres veces y como no resultó se dejó.

_En estas prácticas descolonizadoras, en el desplazamiento del poder y la construcción de autoridad, que en principio genera obediencia inmediata, se genera tensión con las teorías que se leen. ¿Notaste esa tensión en vos como lectora o como estudiante?

_Tengo una relación con la teoría que no es la que se instituye en general en la academia. Entonces, para mí, producir teóricamente es poner la práctica en el centro de escena y construir desde ahí en términos de praxis política. Por un lado, es una disputa con ciertos modos de producción académicos y por otro lado, también dentro del activismo donde hay cierta impugnación de la producción teórica, porque la producción teórica está vista como una tarea que se hace por fuera de los contextos y desvinculada de las prácticas. En este sentido, creo que las maestras sí históricamente tienen un lugar de subordinación intelectual, así que para mí, pensar la práctica y producir teóricamente es una forma de disputar ese lugar de subordinación, de apostar a la autonomía intelectual y esto es intervenir también el dispositivo de feminización de las maestras. El sistema educativo es super jerárquico y produce esa feminización, donde las maestras de primaria o de inicial son el último orejón del tarro. Son aquellas que deberían bajar la teoría a su práctica. Esas concepciones no me resuenan. Sí me alimento de producciones académicas, obviamente, para mí es un gráfico constante sin dejar de estar atenta a que la academia impone determinados modos de construcción de conocimiento donde el cuerpo del investigador está soslayado o autoinvisibilizado para construir el criterio de objetividad. Pero no sé si me pondría a pensar tanto en que los que producen académicamente no tienen que ver con la práctica sino que hay algo más para problematizar que es el modo de producción de conocimiento. Es una práctica constante donde tenemos que descolonizar nuestros propios cuerpos en contextos particulares porque son disposiciones que hemos construido en relación a otros cuerpos. Es una práctica de vida constante.

_Volviendo a las aulas, considerando que la autoridad es la maestra y los demás son personas “sin luz” (alumnos), subordinadas a recibir información constante como una paralización de lo corporal y una construcción de obediencia…

_Una puede sentarse a leer cuestiones de género, poscolonialidad, pero es fundamental intervenir los modos de la práctica y los modos de hacer del cuerpo. En nuestras propias historias escolares, si uno se pone a pensar, ¿cuáles son las cuestiones que hicieron huella, de las cuales tenemos memoria? Siempre hay algo relacionado a la corporalidad que está presente. Nuestras propias historias nos están diciendo cómo construimos memoria, cómo construimos esos aprendizajes que muchas veces son mucho más significativos de eso que está pasando, de lo que está enseñando la maestra en ese momento. Esas miles de formas si no tienen una presencia dentro del aula a través de materiales gráficos, a través de audios donde se pueda también escuchar otros tonos de voz, hay algo de la cuestión perceptiva en la que tiene que intervenir la escuela. Siempre nos encontramos una lámina con un nene o una nena con una carita sonriente, con formas muy suaves porque están vinculadas a como debería ser la infancia y no hay otras experiencias visuales, sonoras, corporales, entonces no hay manera de transformar esos modos de hacer del cuerpo o darle vida o entidad a otras formas para ser niños y niñas.

Citando uno de tus textos, ¿de qué manera es posible desmontar la lengua del mandato de la que vos hablás y qué caminos podemos transitar para criar la lengua del desacato?

_Es un diálogo que mantuve con dos activistas chilenos. Fue una apuesta de Jorge Díaz – que pertenece a la Coordinadora Universitaria de la Disidencia Sexual (CUDS)- y Enrique Murga. Esa coordinadora en la Universidad de Santiago de Chile es un grupo con el cual dialogo dado que tienen una apuesta por la producción de otras ficciones feministas, entender el lenguaje como un campo político donde se puede intervenir. A partir de un diálogo virtual que mantuvimos se organizó el fanzine. La idea es pensar el lenguaje como aquel contrato fundamental que organiza al mundo y la necesidad de intervenirlo para desarmar esas categorías que resultan opresivas y son normativas que requieren ponerse a pensar en la lengua del desacato, en la posibilidad de construir una lengua que intervenga constantemente esas normativas.

_¿Qué importancia tiene para vos hablar de disidencia sexual en lugar de diversidad sexual?

_Para mí, diversidad sexual es una práctica política epistemológica y afectiva que tiene que ver con estar analizando permanentemente como funcionan las políticas sexuales en articulación con las políticas económicas, culturales, sociales y estar atenta a todos los procesos de normalización de la identidad sexual, genérica, racial, de clase o como se articulan entre ellas en función de las diversas coyunturas históricas. Y disidencia sexual no nombra una población específica, no es sinónimo de población LGTB, sino que la verdad es una operación política y de problematización permanente. La diversidad sexual es un término que viene de las políticas neoliberales y en el ámbito educativo se instaló como inclusión, tolerancia, integración; que lo que hace es organizar, pacificar y homogenizar el conflicto político que plantea las diferencias. Es decir, que vino a desnombrar las identidades, con suerte se dice sexual.

_Desde la docencia, ¿cómo lo tratas? ¿Cómo ves que lo hacen tus colegas?

_Las maestras pueden decir “Yo trabajo la diversidad sexual”, pero diversidad sexual es otra forma de nombrar lo que no es heteronormativo entonces lo que se termina haciendo es no poner en el centro de la escena la norma que organiza la sexualidad: la heteronormatividad . Se corre siempre la mirada hacia la existencia de lesbianas, gays, trans con narrativas bastante estereotipadas, homogéneas, desproblematizadas, o se presenta de manera armónica como lo hace siempre la escuela respecto del saber y termina teniendo cierto efecto político que  acalla ciertos debates. No repensar las relaciones de poder que construyen esas categorías, eso tiene que ver con las políticas estatales que imponen ciertos términos para hablar de ciertas poblaciones.

Una como maestra se encuentra atravesada por estas políticas públicas en la educación, donde por un lado tenés la ley de educación sexual, que plantea un marco jurídico, que habilita a trabajar ciertas temáticas, el tema es que como una no es funcionaria en términos de obediencia hacia el Estado sino que también puede intervenir esas narrativas y plantearlas en términos de disputa política con ciertos saberes que justamente lo que hacen es neutralizar la potencia política que tienen ciertas identidades de desbaratar la organización o ciertos régimen de poder. Muchas veces aparecen en las charlas esto de trabajar la diversidad sexual y con una pregunta muy sencilla que es, ¿vos dónde te pones respecto de la diversidad la sexual? La gente no lo ha pensado, damos cuenta que la diversidad sexual opera como un término para nombrar a otro que no es heterosexual. Las categorías de diversidad cultural que hay han sido problematizadas hasta por la propia antropología, por los propios pueblos originarios que vienen a (des)nombrar, a pacificar ciertos conflictos porque ahora adoptar el término de diversidad sexual.

_Por último, tu nuevo libro “El sótano de San Telmo”, ¿qué nos podés contar?

_Es parte de “Potencia tortillera”. “Potencia” es el archivo digitalizado del activismo lésbico en Argentina que desde el 2011 veníamos sosteniendo con Fabiana Tron, Gabriela Adelstein, María Luisa Peralta y yo. En este último tiempo, dentro del archivo me interesó instalar algunas líneas de investigación. Cuando volví a Buenos Aires en el 2014, me había quedado con esta inquietud que durante la presentación pública del archivo en el 2011 que hicimos en “Sembrando”, Adriana Carrasco había traído el dato de que en la parte del archivo que tenía menos documentación, la parte del período de la Dictadura, se hablaba de un sótano donde se juntaban lesbianas a hacer actividades. Me contacté con Adriana que reconstruyó la experiencia del sótano que fue motorizado por quien fue su compañera Marta Ferro, una periodista trotskista. Este sótano funcionaba como un centro de actividades culturales y políticas en la dictadura y terminaba siendo un lugar de sociabilidad lésbica. No era un lugar de activismo lésbico porque todavía el término lesbiana no constituía una identidad que agrupara políticamente sino que terminaba siendo un lugar donde la mayoría de los que concurrían eran lesbianas. Marta Ferro, por ejemplo, se decía a sí misma “karmática”. Había distintas maneras de nombrar que no son las de ahora. De algún modo en el sótano se articulaba la lucha de clases, la emancipación de las mujeres, la liberación de las mujeres como se denominaba en aquel momento y la posibilidad de vivir el deseo de otra manera. Lo que hace el libro, que en realidad es un artículo que se publica en Potencia tortillera a fines del 2014, es articular la experiencia de la izquierda, el activismo lésbico y resistencia política. El año pasado la Editorial Madreselva me propone publicarlo y adquiere la forma de libro, pero el artículo ya estaba en “Potencia tortillera”. Las memorias históricas del movimiento lésbico también son distintas porque las configuraciones han sido diferentes. En Córdoba se dan articulaciones que en Buenos Aires no: entre trabajadoras sexuales y el movimiento de la disidencia sexual. Córdoba esta a favor del reconocimiento del trabajo sexual y no necesariamente reglamentarista y acá es hegemónicamente abolicionista. Entonces, también eso marca distintas alianzas y posibilidades de diálogos o de no-diálogos. Lo interesante justamente del archivo es la propuesta de convocar a estas compañeras de los distintos lugares del país es que estén presentes todas esas configuraciones que se dan en los distintos lugares lo cual también es una práctica descolonizadora..

Fuente: http://derrocandoaroca.com/2016/05/03/valeria-flores-una-puede-leer-cuestiones-de-genero-poscolonialidad-pero-es-fundamental-intervenir-en-la-practica/

Fuente de la imagen: http://diarium.usal.es/frias/files/2014/07/valeria-flores.png

Autoras:  Estefania Veronica Santoro @fanusantoro y Andrea Beltramo @AnBeltramo

Fotografía: Nati Aue @NatiAue

Socializado por: Carlos A. Bracho León. Docente e Investigador del Centro Internacional Miranda (Venezuela), del Núcleo Académico “Investigación sobre Transformaciones Sociales” Universidad Bolivariana de Venezuela.

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Pilar Suárez, amor por la ciencia

Por Roxana de León / Conacytprensa.mx

San Luis Potosí, San Luis Potosí. 6 de mayo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).-Carmen del Pilar Suárez Rodríguez es profesora investigadora de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), Coordinación Académica Región Huasteca Sur (CARHS). Desde su llegada al municipio, se ha dado a la tarea de impulsar la divulgación científica en jóvenes, adultos y en especial niños.

Ella promueve eventos como la Feria de Ciencia y Tecnología de Tamazunchale, el Verano de la Ciencia, Semana de Ciencia y Tecnología, el programa Un día conciencia, el club de ciencias Ciencia en contexto y diversos concursos de ciencias para todos los niveles educativos. Entre sus diversos reconocimientos, este año recibió el de Mujer Potosina 2016. En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Suárez  Rodríguez nos habló de sus proyectos realizados y futuros.

Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Por qué decide estudiar física?

Carmen del Pilar Suárez Rodríguez (CPSR): Creo que es principalmente por la curiosidad y el amor a la naturaleza, por ejemplo, de niña jugaba a adivinar hacia dónde se iban a mover las ramas de los árboles, yo no entendía por qué se movían de la manera que lo hacían y cómo el viento las llevaba de un lado a otro dificultando predecir su posición final. Me gustaba mucho observar la naturaleza y tenía la necesidad de saber y conocer el porqué de muchos fenómenos, como los colores del atardecer, el cambio en la coloración de las hojas al desprenderse de los árboles, por qué se estiraban los globos y se sentían diferentes si se llenaban con agua o con aire, entre otras cosas.

AIC: ¿Quiénes influyeron para elegir su profesión?

CPSR: Cuando estudiaba el bachillerato recuerdo haber estudiado vectores y calculado velocidades, aceleración y fuerzas. Por esas fechas fue a la preparatoria a dar una charla el profesor Gustavo Pérez, quien posteriormente fue mi maestro en la facultad, él nos habló de la escuela de física y cómo se podía estudiar la naturaleza a través de las carreras que ahí se ofertaban, eso terminó por convencerme. Mientras avanzaba en la carrera la visión de mis profesores contribuyeron a que amara la ciencia y creo después de todos estos años que no pude elegir mejor.

AIC: ¿Qué líneas de investigación maneja?

CPSR: En física educativa trabajo en: formación docente en la clase de ciencias, transformación conceptual, procesos cognitivos y didácticos, divulgación de la ciencia. En materiales: aprovechamiento de macromoléculas.

AIC: ¿Cuáles han sido sus mayores logros como docente y como investigadora?

CPSR: Contribuir en la formación de estudiantes. Cuando ves a tus alumnos de bachillerato obtener un grado de doctor en ciencias, por ejemplo, y reconocer que de alguna manera has sido parte de su decisión es maravilloso; o bien, ver a los chicos convertidos en profesionistas que aman su profesión y la ejercen con responsabilidad, que te recuerden con cariño y te dicen que fuiste parte fundamental de su formación, no hay nada que lo iguale. He asesorado a estudiantes que han participado y ganado concursos de ciencias locales, estatales, nacionales e internacionales. He tenido la oportunidad de impartir cursos de docencia a profesores en México y en el extranjero permitiendo conocer diversas formas de trabajar, lo que además me ha llevado a colaborar con grupos de investigación en México y en España.

AIC: ¿Qué proyectos de investigación realiza actualmente?

CPSR: Con el grupo de física aplicada y biofísica de la Universidad de Castilla La Mancha, Campus Albacete, representado por el doctor Enrique Arribas Garde, estamos trabajando en el uso del teléfono inteligente para realizar experimentos de física de bajo costo, de ahí surgió una publicación que presentamos el año pasado en la Revista Europea de Física, que fue seleccionada como una de las publicaciones de mayor impacto de la revista en el 2015;  así como en estudios relacionados con la radiación electromagnética no ionizante y su relación con el cáncer de cerebro. Con la doctora Miriam Rubí de los Milagros Gamboa León, investigadora de la UASLP CARHS, especialista en enfermedades tropicales, estamos diseñando estrategias didácticas para la promoción de la salud en la Huasteca Sur en torno de la enfermedad de Chagas. Por otro lado, con el doctor Vicente Espinosa Solís (UASLP CARHS) participo en el estudio y aprovechamiento de macromoléculas, entre otros trabajos.

ciencia recuadro 56Otro proyecto que estamos trabajando es el de geoparques, en colaboración con la maestra Irma Suárez de la UASLP Campus Huasteca. Es una propuesta para que la Huasteca sea considerada geoparque, distinción otorgada por la Unesco a sitios turísticos de geología única en el mundo, con cultura y biodiversidad, de ahí se desprenden varios proyectos. En el área de divulgación de la ciencia, tenemos la campaña permanente de divulgación en la Huasteca Sur, mediante los programas antes mencionados.

AIC: En su opinión, ¿por qué es importante que el investigador dedique parte de su tiempo a la divulgación?

CPSR: Los investigadores tienen la responsabilidad de generar conocimiento y aplicarlo en la resolución de problemas, como parte de ese compromiso se debe informar a la sociedad sobre los trabajos que se realizan, el impacto y sus beneficios, es decir, divulgar los resultados de la investigación científica. Por otro, es de vital importancia contribuir a la formación de recursos humanos, la divulgación de la ciencia permite impactar fuertemente en los niños y jóvenes al momento de decidir una carrera.

Por lo anterior, considero importante tomar con mayor seriedad esto de la divulgación y respetarla como línea de investigación, al igual que a la investigación en educación. Así como a los investigadores se les forma en docencia sería interesante se les formara también en divulgación de la ciencia.

AIC: ¿Qué eventos de divulgación ha impulsado?

CPSR: Desde hace muchos años comenzamos con los concursos de ciencias, tenemos ya tiempo trabajando con el doctor Refugio Martínez con el Fismat. Lo hemos llevado a Tamazunchale, desde 2013 se ha hecho promoción en las escuelas, se han impartido cursos a niños y profesores para que participen. Se impulsan las olimpiadas de química, biología y física. También hemos apoyado al Consejo Potosino de Ciencia y Tecnología en diversos eventos. Este año estamos ya preparando la tercera Feria de Ciencia y Tecnología en Tamazunchale (algo nuevo en la región), el año pasado tuvimos cerca de mil 500 niños en la inauguración. Este año hemos cambiado la logística para atender a un número mayor de niños; ya hay muchos profesores que quieren participar y muchas escuelas que desean asistir. Se ha apoyado también en ExpoCiencias San Luis, como jurado y como asesor de niños y este año seremos sede. En la universidad tenemos un programa que se llama Un día conciencia, en donde visitamos comunidades, llevamos talleres —algunos en náhuatl—, donde atendemos a niños y papás en esas comunidades.

AIC: ¿Cómo compaginar su labor como investigadora y madre?

CPSR: Esto es una labor muy difícil, vivo en un lugar donde nos han recibido muy bien, estoy muy agradecida con la comunidad de la Huasteca; la situación es complicada, porque además soy mamá, papá, ama de casa, como muchas mujeres en el mundo. No somos supermujeres, pero tenemos que cuidar de nuestras familias, apoyarlas económicamente, moralmente, sacarlos adelante. Lo que he tratado es de involucrar a mi hijo en mis actividades (así como muchas mamás lo hacen), participa en proyectos, va al laboratorio y si ya está ahí pues lo pongo a trabajar con el microscopio, a aprender algún software y otras cosas, buscando incluirlo y enamorarlo en lo que haces. El próximo mes impartiremos un taller a niños y profesores en Puerto Rico como muestra de estas actividades.

AIC: ¿Cuáles son sus proyectos de investigación?

CPSR: En la universidad quiero echar a andar las instalaciones del laboratorio de ciencias básicas del campus, que está pensado como un centro de desarrollo de habilidades cognitivas de orden superior, más allá de un laboratorio de física solamente. La idea es desarrollar materiales de aprendizaje y tener un equipamiento de laboratorio que permita hacer investigación educativa.

A corto plazo, se busca fortalecer los programas de divulgación de la universidad en la Huasteca Sur; ahora se tiene una cobertura amplia, hay profesores que están trabajando a nivel básico, con primarias y secundarias.

En la universidad tenemos un taller de robótica sabatino para niños, donde los alumnos no solo ven conceptos de robótica sino que conocen otras áreas de la ciencia; por ejemplo, construyeron un elevador y ahí pudieron ver conceptos de física como fricción, velocidad, rapidez, peso, entre otros. Queremos ampliar el taller, porque hay una lista de espera muy grande, de aproximadamente 100 niños. Se están diseñando materiales y se busca formar gente, como parte del servicio social, donde ellos atiendan a los niños de robótica.

AIC: ¿Y sus proyectos personales?

CPSR: Dentro de mis proyectos personales estamos por abrir una escuela secundaria particular. Se busca darle énfasis en ciencias, por ahora será de paga, pero esperamos en un futuro poder dar becas a niños de alto rendimiento, hay mucho talento en la región y no se cuenta con programas para ese tipo de niños.

Me gustaría terminar con un sueño que tengo, yo visualizo un Tamazunchale como centro donde se formen científicos; al ser una región de difícil acceso por su geografía no hay industria, pero ¿por qué no hacer de Tamazunchale un punto de reunión de centros de investigación, donde se puede explotar la cantidad de recursos y talento humano con que cuenta la zona para hacer investigación? Yo creo que es un área de oportunidad, que podrá en un determinado momento convertirse en un centro de desarrollo tecnológico y de formadores de científicos y tecnólogos de alto nivel.

Fuente: http://conacytprensa.mx/index.php/sociedad/personajes/7208-entrevista-con-la-doctora-pilar-suarez

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Guillermo Cánovas: «El uso correcto de las redes no puede quedar al margen del sistema educativo»

España, Madrid/2 mayo 2016/P.Hidalgo/La Rioja

El director del Observatorio para el Uso Saludable de la Tecnología EducaLIKE, Guillermo Cánovas, reconoció ayer en el marco del curso de formación sobre menores y redes sociales que acoge hasta hoy la Escuela Riojana de Administración Pública que la sociedad ha cometido el «error» de «poner en manos de los niños y adolescentes la tecnología más potente que tenemos sin haberles formado previamente al respecto». «Así que ahora tenemos el reto de educar a los educadores para luego poder educar a los más pequeños», continuó. Precisamente, éste es el objetivo del citado programa de formación.

¿Qué riesgos vinculados a las redes sociales enfrentan los menores?

Los riesgos que encaran son numerosos y diversos. El primero, no tener acceso a la tecnología. Este acceso es básico porque los menores que carezcan de él están en clara desventaja respecto a los demás, ya que estas herramientas son absolutamente necesarias tanto para el aprendizaje escolar como para el mundo laboral. Nosotros tenemos que velar por que su uso sea lo más saludable, seguro y responsable posible. Para ello debemos prevenir situaciones de abuso (adicciones a Internet); de acceso a contenidos inapropiados; prácticas de riesgo (el acoso entre menores o ‘ciberbullying’, el ‘grooming’ o acoso sexual de adultos hacia menores, el ‘sexting’ o la práctica de hacerse fotografías inapropiadas para mandárselas a alguien); el uso de aplicaciones sin saber quién está detrás de ellas; o la infoxicación, que son los problemas derivados del exceso de información.

¿Cómo se realiza un uso correcto ante tal volumen de desafíos?

En la mayoría de los casos se está haciendo un uso correcto. No obstante, la mejor forma de afrontar estas situaciones es que los padres y educadores tengan muy claro cuáles son las situaciones de riesgo que existen y cómo se puede intervenir en ellas para prevenirlas. Y lo segundo es formar a los niños. Todo esto se trata de una cuestión de educación y prevención, que debería estar integrada en los planes de estudio de los colegios. Las redes sociales constituyen herramientas que ellos utilizan durante horas todos los días y no pueden quedar al margen del sistema educativo.

¿Cómo deben llevar a cabo los padres y educadores esa formación?

Tienen que educarles previamente iniciándose con ellos en el uso de la tecnología. Así aprenderán a hacer un uso correcto, seguro y responsable. Además los padres tienen que realizar una labor de supervisión, sobre todo durante los primeros años para confirmar que el uso está siendo correcto. A partir de los 14 o 15 años, ellos ya tienen una responsabilidad sobre todo lo que hacen y también tienen que hacer uso de su derecho a la privacidad en las comunicaciones. En ese momento deben funcionar en casa la comunicación, la confianza y todo el trabajo que se ha hecho previamente.

Entonces, ¿podría aconsejarse un inicio en redes sociales a edades tempranas bajo una tutela parental?

Sí. El inicio en esta tecnología debe producirse en el momento en que el chico es receptivo. Si los padres esperan a cuando haya más conflicto o la comunicación se resienta, el adolescente no les dejará ver su perfil en una red social o considerará cualquier cosa como una injerencia. Entonces resultará muy difícil educar.

Últimamente se han constatado bastantes casos de control de chicos jóvenes hacia chicas a través de la tecnología que bordean o se enmarcan en la violencia de género.

Sí. Esto refleja que necesitamos mucha educación sobre cómo y para qué utilizar estas herramientas y mucha prevención, tanto desde el ámbito de la tecnología como desde la violencia de género.

Y en materia de privacidad, ¿qué aspectos habría que considerar?

En primer lugar tenemos que educar a los niños y a los educadores para que aprendan a defenderse ante aplicaciones abusivas que están capturando demasiada información o información que no guarda relación con el servicio que ofrecen. En segundo término, debería haber una exigencia legal. No se debería permitir que aplicaciones con sede en distintos países obtengan información sobre niños y adolescentes sin cumplir los requisitos que en España se exigirían a cualquier empresa (por ejemplo, el alta en la Agencia Española de Protección de Datos).

Fuente de noticia:

http://www.larioja.com/la-rioja/201604/26/correcto-redes-puede-quedar-20160426004342-v.html

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Silvia Rivera Cusicanqui: “El colonialismo es una cadena de opresiones que nos hemos metido dentro”

La activista y socióloga Silvia Rivera Cusicanqui visitó comunidades indígenas de Talamanca, acompañada del programa Kioscos Socioambientales UCR

Aunque Silvia Rivera Cusicanqui se reconoce como una cultivadora del silencio, su visita a Costa Rica dejó germinando muchas palabras nuevas. Sus ideas contagiaron desde las montañas de Talamanca hasta los pasillos universitarios de Estudios Generales de la UCR, con un aire de compromiso y rebeldía.

Pese a que su agenda estuvo más que cargada, UNIVERSIDAD encontró el momento justo para conversar con esta socióloga y activista boliviana. Dentro de un taxi rumbo a Heredia –para dar otra conferencia–, tejimos un diálogo ameno de diversos temas de la teoría cultural, los pueblos indígenas y las ciencias sociales.

Me llamó la atención que usted habla castimillano: algo así como una mezcla entre castellano y aimara, una expresión de su mestizaje. ¿Cómo ha sido para usted esa experiencia de juntar esos dos mundos, de reconocerse mestiza?

−Es una experiencia que sale de que en una familia de clase media hay una “nana” aimara, y te identificas con ella. Piensas que es tu mamá, y de pronto viene el trauma de que no es tu mamá. Y todo ese amor se ve cuestionado por una sociedad que te quiere meter a un camino de olvido y de negación. Todo eso se tradujo de algún modo en una toma de posición más o menos temprana de cuestionamiento de una serie de esquemas; primero de la izquierda y, posteriormente, de todo el conjunto de elementos dominantes de la sociedad.

Hay un momento en los años 70 en que decides irte al campo. ¿Por qué?

−A mí me aburrió mucho el discurso de la Alianza Obrero Campesina, porque había unos señores que andaban con el Libro Rojo de Mao, hablando de la alianza entre obreros y campesinos. Yo decía: ¿habrán hablado alguna vez con una persona campesina más allá del modo imperativo?

Me aburrí, de verdad me harté de la universidad, de la exuberancia de los discursos izquierdistas, y me fui a buscar trabajo en el Ministerio de Educación como profesora rural. Me tocó ir a un lugar donde nadie quería ir. Me encontré que había una opresión basada en la cultura, en el color de la piel, una discriminación brutal. Caminaba con los alcaldes indígenas y cuando llegaba a un restorán a servirme un té les ponían a ellos un cuero de oveja en el piso y a mí una silla; a ellos les daban una taza de lata y mí una de loza. Entonces ahí vi la brutalidad.

Esto que decías de cuando llegaban los alcaldes es muy interesante, porque nos recuerda que más que colonialidad como solo un discurso, una teoría o una moda, son prácticas de la vida diaria.

−Por eso digo que es un colonialismo internalizado, porque la señora que hacía eso, que era la dueña de la pensión, vestía polleras, un traje de chola, pero por tener un estatus de pueblerina se sentía muy superior a los indígenas. Por ser comerciante y no cultivar la tierra, ya se sentía muy por encima. Es eso lo que me llevó a pensar que el colonialismo es una cadena de opresiones que nos las hemos metido adentro. No es una bisagra entre blancos e indios, sino una cosa que afecta nuestra subjetividad.

Has hablado de modernidad de lo indígena. A mí lo que se me viene a la cabeza son los grupos de rock y rap que hay en idioma maya.

−Claro. A la persona que está dentro de una mentalidad eurocéntrica le gustaría ver indios puros, y le molesta el mezclado. El manchado no entra en el repertorio de los atractivos turísticos; entonces rompe con esa visión del espectáculo étnico, de la autenticidad. Eso es lo que me gusta de los hiphoperos aimaras, que les vale que para el europeo, para el curioso de afuera, ellos no sean puros. Ellos expresan su realidad, y esta es mezclada, es urbana y está sometida a diversos influjos.

¿Cuál es la diferencia entre el mestizaje que vos hablas, que es el ch´ixi, y conceptos más comunes como hibridación o sincretismo?

−La hibridez apela a que al cruzarse un caballo con una burra sale una mula. Y la mula es estéril. Eso siempre dicen en las comunidades: “Nosotros no somos híbridos, porque eso es ser mula”. Pero la idea de fusión, hibridez, sincretismo, supone un tercero, que es lo nuevo. De dos opuestos sale un tercero del cual quedan borradas las diferencias entre los dos polos originales. El mestizaje oficial es el hombre nuevo, en el cual ya no hay huellas del sufrimiento y la opresión; lo blanco y lo indio se han unido en una ciudadanía universal mestiza. Esa es la ideología oficial del Estado y el sentido común dominante. El ch´ixi reconoce la contradicción, pero de esos dos opuestos se saca la energía descolonizadora. El choque entre esos opuestos energiza.

¿La historia oral puede considerarse una práctica descolonizante?

Sí. Se puede pensar eso siempre que superes los discursos de lamento, que son funcionales al miserabilismo y a los discursos de la pobreza. La historia oral puede tener un filo miserablista: te acercas al subalterno para que te cuente su sufrimiento y te haga sentir culpable. La otra distorsión de la historia oral es creer que esa voz es “la” voz del subalterno y que no está mediada. Si tú te das cuenta cuánto está mediado el proceso de emisión de esa voz, por el hecho de que eres universitario, tratas de hacer un diálogo; esa persona ya tiene un cierto condicionamiento de pensar que tiene que decir lo que a ti te parece interesante. Y eso va a crear una falsa objetividad.

Fuente: http://semanariouniversidad.ucr.cr/cultura/el-colonialismo-es-una-cadena-de-opresiones-que-nos-hemos-metido-dentro/

(Créditos: Foto: Adriana Araya Chaves)

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