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Joan Subirats: «Hasta que no seamos inmunes al virus no recuperaremos el uso del espacio público»

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Joan Subirats, catedrático de ciencias políticas en la UAB, comisionado de Cultura en el Ayuntamiento de Barcelona y sexto teniente de alcalde, ​​plantea la crisis del coronavirus como una antesala que abre un escenario de riesgos y posibilidades. El peligro de ceder nuestra intimidad en pro del bien común y acabar cediendo a lógicas controladoras y totalitarias se contrapone a la oportunidad de implementar las redes de solidaridad.

Sea como sea, sin embargo, la salida de la crisis, Subirats asegura que «no es tan fácil volver a la normalidad» y, es más, considera que «quizás tampoco queramos volver a ella». ¿Cómo serán las ciudades cuando podamos salir de casa en la nueva normalidad? ¿Tendremos miedo unos de otros y primará el miedo al contagio antes que el contacto? Si no se pueden retomar los espacios públicos y no se pueden hacer manifestaciones, ¿cómo será la protesta? Hablamos de cómo será, al fin y al cabo, nuestro trato con la ciudad, con el otro, después de la pandemia

Hace unas semanas publicó un artículo en Ctxt en que citaba a Boaventura de Sousa Santos, quien decía que la normalidad era una crisis permanente. ¿Cómo cree que esta pandemia ha evidenciado que nuestra normalidad era, precisamente, una excepcionalidad?

Boaventura dice que llevamos mucho tiempo en crisis, pero el concepto crisis tiene un problema y es que da la sensación de ser coyuntural. Una crisis es como si tuvieras, nunca mejor dicho, una gripe: la tienes durante un tiempo y luego la superas. Pero la organización mundial que impera actualmente fue gestada en 2008, desde el discurso de que la superación de la crisis lo justificaba todo. Justificó los recortes en sanidad pública, la precariedad laboral o los problemas de vivienda. Ya lo dice Naomi Klein en La doctrina del shock: normalizamos cosas que de normal no tienen nada.

Es ahora, que sufrimos una crisis de otra magnitud, que hablamos de emergencia y de peligro vital. Esto lo encontramos excepcional, pero no ha sido hasta esta excepcionalidad que hemos redescubierto cosas que habíamos perdido durante la ‘normalidad’ anterior. Hemos redescubierto el tiempo, la importancia de servicios y actividades en el hogar, la salud y la vida en relación al trabajo. La normalidad debería ser más segura, pero ahora nos damos cuenta de que estábamos rodeados de riesgos. Hoy, en esta excepcionalidad, aparentemente deberíamos estar inseguros, pero resulta que hemos recuperado seguridades que habíamos perdido.

El hecho de recuperar seguridades, que entiendo que excluye a las personas enfermas, depende mucho de las condiciones en que se viva esta excepcionalidad.

Evidentemente, las desigualdades siguen existiendo.

Darnos cuenta de ello, no significa necesariamente remediarlo. En 2008 se tiró de soluciones cortoplacistas. ¿Cree que habremos aprendido algo?

La crisis del 2008 no tuvo el nivel de esta. Fue muy grande y tuvo muchos efectos, pero no tuvo tanto impacto sobre la cotidianidad. Esto nos está haciendo redescubrir, más que entonces, el poder de la articulación comunitaria. Repensamos cosas que no tuvimos tiempo de repensar en 2008, porque impacta mucho más en los hábitos y modos de vivir y relacionarnos.

Existe el riesgo de hacer como en 2008 y volver al business as usual, reafirmando las desigualdades de los que más sufrieron la crisis, rescatando a los bancos y recuperando el sistema económico de la manera más ortodoxa posible. Pero creo que no pasará. De aquella crisis surgieron movimientos globales como el 15M o el Occupy Wall Street, de los que extrajimos aprendizajes que quizás nos permitan resolver esta crisis de manera diferente.

De 2008 surgieron movimientos globales como el 15M o el Occupy Wall Street, de los que extrajimos aprendizajes que quizás nos permitan resolver esta diferente

La crisis ayuda a evidenciar desigualdades e inseguridades, como la precariedad laboral, la crisis habitacional o la violencia de género. Pero, para un cierto estrato social, este confinamiento no ha supuesto sólo ponerlas de relieve, sino convivir con ellas 24 horas al día, 7 días a la semana.

Es evidente que la desigualdad juega un papel en los efectos de esta crisis. Se ve, no sólo en las condiciones físicas o materiales con las que la gente es capaz de subsistir, sino también en la distribución de los contagios. No es verdad que el virus sea democrático.

Por eso no será tan fácil volver a la normalidad y, además, la pandemia nos deja la reflexión de que no queremos volver a la normalidad. Después de las grandes crisis nunca se vuelve a lo que había antes: después del 11S vimos un cambio brutal en la seguridad del mundo y, ahora, es posible que se incorporen medidas de control tecnológico de la población. Se nos plantean peligros y oportunidades y que la salida sea mejor o peor dependerá de la atención que prestemos a los más perjudicados. Podemos acabar en un escenario con un control brutal de la conducta o en otro en que se haya recuperado la importancia de la red.

¿Corremos el riesgo de ceder los datos sobre nuestra intimidad de manera voluntaria, en pro del bien común?

Es una posibilidad. Las aplicaciones móviles que han creado la Generalitat y el Gobierno son apps en las que, de manera voluntaria, explicas cómo te encuentras. Puede parecer evidente que ahora hay que hacerlo, ya que contribuye sólo a tener más controlada la salud pública. Pero, a la vez, no sabemos si estos datos pueden ser usados de manera negativa.

En China, por ejemplo, cuando una persona en un vagón de tren tiene unos niveles de temperatura altos, que se detectan a través de un sensor, se avisa a los teléfonos de todos los pasajeros. Esto se puede ver como una intromisión brutal, pero también es una garantía para la salud pública. Es lo que Focault denominaba biopolítica, la capacidad de control. Normalmente no cederíamos tan fácilmente nuestra intimidad, pero cuando hablamos de salud, la cosa cambia.

Lo que no podemos hacer es dejar de politizar el debate, es un error pensar que estamos ante un problema estrictamente técnico o científico. Y cuando digo politizar no quiero decir hablar sobre si lo hace mejor Junts per Catalunya, el PP o el PSOE. Quiero decir discutir sobre quién gana y quién pierde con cada decisión, cuáles son los costes y los beneficios y cómo se distribuyen. Que no hay nada neutral.

No podemos dejar de politizar el debate, es un error pensar que estamos ante un problema estrictamente técnico o científico

¿Cómo cree que nos relacionaremos, una vez acabe el contagio? Ahora que hablaba del vagón en China, ¿cree que mandará el miedo al contagio? Y si es así,¿ esto podría aumentar las desigualdades y discriminaciones sociales?

Históricamente esto ya ha pasado: el barrio judío de Barcelona se destruyó en el siglo XIV porque corrió la voz de que la peste se había originado allí. En la India existe el rumor de que una buena parte de la pandemia nació en una mezquita y, con todo el conflicto que hay entre hindúes y musulmanes, esto es un barril de pólvora. En estas situaciones, buscar un culpable es sencillo y eso se notará a la larga. Nos costará volver a salir al espacio público para celebraciones multitudinarias. Hasta que no seamos inmunes al virus o haya una buena parte de la población con inmunidad adquirida, no recuperaremos la normalidad del uso de los espacios.

Es un aspecto del desconfinamiento que deberá ser regulado, sobre todo teniendo en cuenta las ganas que tenemos de recuperar el contacto. Será una decisión científica, médica y política, que deberá buscar la manera en que no acabe repercutiendo más sobre unos que sobre otros. Y aquí, la vuelta a la escuela también tendrá un papel importantísimo.

¿Las diferencias en el acceso a la tecnología y el tiempo y capacidad que tienen las familias para acompañar a los niños en el estudio durante el confinamiento generarán desigualdades que perdurarán en la vida académica de los niños y niñas?

Sabemos que el grado de éxito educativo depende de la formación de las familias. Es una variable importante, así como la disponibilidad de aparatos tecnológicos. Y habrá que continuar con estos debates en el futuro, ya que se deberá reforzar el equipamiento tecnológico de la sociedad cuando salgamos de esta pandemia. Al igual que en el siglo XIX se hicieron redes de saneamiento y alcantarillado, mañana se requerirá una red abierta para la ciudadanía, democrática, y no controlada de manera privativa.

En cuanto a los efectos que tendrá la pandemia en los niños, dependerán de nuestra capacidad de trabajar durante los meses posteriores. El verano será un escenario importantísimo: las colonias y los centros recreativos pueden ser una gran herramienta para eliminar los efectos de la pandemia y las dificultades que se hayan adquirido estos meses. Ahora bien, habrá que garantizar un acceso democrático de la mano de ayudas públicas. El ocio será un elemento central para reducir los efectos de la pandemia.

Los centros recreativos y el ocio durante el verano serán importantes para eliminar los efectos de la pandemia sobre los niños

Durante estos meses, parece que la situación ha cambiado pero los contenidos y la manera de estudiar se ha mantenido. ¿Cree que es momento para replantear metodologías pedagógicas?

La crisis actual pone más de relieve esta necesidad, pero ya hace tiempo que tenemos un problema en el sistema educativo. Hay que introducir más elementos artísticos, experimentales, propios de una lógica que no se base en la reproducción del conocimiento. Hay un gran desajuste entre el cambio de época que vivimos, llena de incertidumbres, y los currículos escolares. Necesitamos incorporar estas palabras mágicas, como la creatividad, la innovación o la emprendeduría para educar personas que sean flexibles en épocas cambiantes, como la nuestra. Y eso, la Covid-19 nos lo demuestra.

Habla de la necesidad de introducir más arte y cultura a la educación. Precisamente la cultura tiene un papel relevante durante este confinamiento. Estamos acostumbrados a consumir cultura gratis y estos días se está demostrando cuán vulnerable es el sector. ¿Es momento para dar más voz a la cultura?

La situación lo requiere. La cultura es determinante en el momento que vivimos, pero a la vez vive en una precariedad crónica. Hemos asumido una cultura de acceso libre que no tiene en cuenta la supervivencia de los creadores. Hay que poner de relieve la importancia de la subsistencia económica de la cultura, no sólo en términos de presupuestos: debemos asumir que vale un precio que hay que pagar.

Pero lo que está claro es que es un sector que saldrá muy tocado de esta crisis. Todavía ahora no tenemos claro cuál es el futuro de grandes eventos como festivales o fiestas. Tenemos Sant Jordi aplazado hasta junio. Y se nos viene la duda acerca de cómo celebrar grandes fiestas como el Grec, la Mercè o, incluso, fin de año. Somos muy conscientes de que los efectos del coronavirus se prolongarán en el tiempo y tenemos que encontrar el equilibrio entre la necesidad de recuperar el pulso de ciudad y los requerimientos sanitarios: entre la salud y el disfrute.

La cultura es determinante en el momento que vivimos, pero a la vez vive en una precariedad crónica: debemos asumir que vale un precio que se debe pagar

Recuperar los espacios públicos es recuperar la soberanía como ciudadanía. Al principio de la entrevista hablaba de los aprendizajes de la crisis del 2008, a través del 15M o el Occupy Wall Street. Ambos basados en la movilización. Si en un futuro cercano se imposibilitan las manifestaciones o la movilización, ¿cómo será la protesta?

En todo el mundo padecemos la misma excepcionalidad y creo que se generarán procesos de cooperación y aprendizajes globales cruzados. Esto se dio en 2008 con el Ocuppy y creo que se volverá a dar, aunque no de forma física. Las redes serán un elemento importantísimo, pero la movilización en la calle se seguirá dando y tendremos que valorar los riesgos. Volvemos a lo que hablábamos antes: en momentos de incertidumbre existe el riesgo de que se valore la seguridad y la salud pública por encima de todo; puede que las lógicas autoritarias aprovechen esta incertidumbre para delimitar las posibilidades de la protesta.

Estos días se da el debate sobre la presencia del ejército en las calles. Por un lado la imagen violenta y de gasto público asociado a los militares y por otra las tareas de desinfección de la UME. ¿Qué pesa más?

Hay que pensar en la capacidad de aprovechamiento político que unos y otros puedan hacer de este debate. Pero creo que ahora lo que corresponde es aprovechar todos los recursos disponibles para hacer frente a una situación excepcional que puede superarnos. En este sentido, me sorprende la politización de este debate, que nos distrae de los verdaderos objetivos de estos días.

Esto, sin embargo, no significa ser naif y que nos dé igual de dónde venga la ayuda y quién nos la ofrezca. No comparto la retórica militarista a las ruedas de prensa y no simpatizo con cómo la monarquía se aprovecha de la situación para intentar salir de la situación patética en la que está. Pero son detalles relativamente pequeños en relación a la dimensión del problema. Es absurdo que haya buques hospital militares o dispositivos de desinfección y que no los usemos. Y eso no justifica la existencia del ejército.

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Entrevista a Silvio Schachter: «En esta pandemia, con la gente alejada forzosamente del consumismo desenfrenado, se descubre cuál es la esencia del sistema»

Entrevista/23 Abril 2020/Autor: Mario Hernández/rebelion.org

M.H.: ¿Qué nos podés decir de George Orwell y su obra 1984 escrita en 1947 y publicada en 1949?

S.S.: Podemos hablar tanto de su obra como de su vida. Participó en  la Guerra civil española, a la cual le dedico su libro Homenaje a Cataluña.  Fue permanente su actividad contra la guerra, y a favor de la paz. Escribió 10 libros entre ficción, poemas, crónicas y  ensayos,  los más conocidos son Rebelión en la Granja y 1984. Además escribió numerosos artículos, fue un excelente periodista, y quizás menos  conocida su producción poética.

George Orwell es un seudónimo, su verdadero nombre era Arthur Blair, lo cambió en 1933 cuando empezó a incursionar en el  periodismo, su padre era funcionario británico y no quería  traerle complicaciones con el contenido de sus notas.

Rescato mucho su coherencia, entre lo que pensaba y hacía. Su decisión a poner el cuerpo. En España recibió un balazo en el cuello. Muere muy joven, antes de los 50 años producto de una tuberculosis que comenzó en París, cuando escribe un libro que se llama Sin Blanca entre París y Londres, que cuenta cómo es la vida de los pobres en esas ciudades

M.H.: Algunas frases de él han perdurado  en el tiempo. Dicen que cuando su amigo Henry Miller, le pregunta ¿qué vas a hacer a España?, le responde “voy a matar fascistas porque alguien debe hacerlo”. Orwell había defendido a Miller tras la salida de Trópico de Cáncer, novela que fue censurada por el gobierno estadounidense.

Militó en el POUM ¿verdad?

S.S.: En España se incorpora a las milicias del POUM cuando llegó con una recomendación de un dirigente inglés. Después señalo que si hubiese conocido un poco más de la situación de España se hubiese sentido más cómodo militando en la CNT de posiciones anarquistas.

Desde allí se crea una dualidad de sus posiciones políticas, porque a Orwell lo reivindican los trotskistas y, al mismo tiempo, lo referencian los anarquistas. Formalmente no era ni un militante  trotskista, de hecho cuestionaba la forma orgánica de partido, ni tampoco era un anarquista en su percepción del pasado. Se acercó al trotskismo en su cuestionamiento hacia lo que pasaba en la URSS y, sobre todo, hacia el estalinismo. En España confrontó mucho con el Partido Comunista español y la posición soviética frente al conflicto en España.

M.H.: Leyendo un artículo de Le Monde Diplomatique lo califican de anarquista “tori”.

S.S.: Es una interpretación amañada de su posición de rescate de ciertos valores humanistas  que consideraba perdidos.

En 1984 cuándo Winston y Julia están por ser detenidos, porque el Gran Hermano los identifica como transgresores de las normas y subversivos, minutos antes de ser detenidos, lo intuyen y en la conversación surge la famosa frase “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.

Sobre 1984, esta novela distópica que describe  apocalípticamente el mundo después de una catástrofe, se ha escrito mucho y se le han dado muchas interpretaciones. La escribe en la inmediata posguerra, en plena Guerra fría. Según dicen fue Orwell quien usó por primera vez el término “Guerra fría”, así como la figura del “Gran Hermano” que sigue vigente, aunque ya no exista  formalmente el contexto para el cual lo pensó. Sus detractores de izquierda señalan,   lo cual es cierto, que el libro fue utilizado por sectores de derecha para hacer macartismo, para hacer una lectura maniquea, un anticomunismo ramplón, pues el texto es una crítica a la figura donde el Partido y el Estado son un todo que controla la voluntad y la vida de las personas.

Rebelión en la granja es claramente una crítica al estalinismo, aunque él dijo taxativamente que no quería el fin de la URRS, sino esclarecer lo que allí estaba sucediendo para favorecer a un cambio sustancial de esa realidad. Sobre 1984, justamente en 1984 se estrenó la película dirigida por Michael Radford  donde actúan John Hurt en el personaje central de Winston Smith y Richard Burton en el papel de O´Brien. Si bien el film es una síntesis de la trama de la novela, logra crear el clima opresivo que construyó Orwell en su obra.

Está muy bien que cada uno se cuide, pero no es suficiente, hay que tener una solidaridad colectiva

M.H.: Hoy en día esta crítica de Orwell al totalitarismo está más ligada a internet, el control de las masas, la inteligencia política. Ha cambiado el enfoque.

S.S.: Cuando escribe el libro estaba muy lejos de pensar hasta donde llegaría el capitalismo, los mecanismos de dominación cultural e ideológicos, de las nuevas formas vigilancia y control, pero la esencia del planteo, es de un súper poder que puede controlar las vidas, hoy a través de otros métodos.

En la novela es el cine y también la radio, los medios de masa en ese momento, los que se usan para disciplinar y generar consensos, para la represión incluida. Ahora con los mismos objetivos se agregan el consumismo, el individualismo, el hedonismo, la falta de solidaridad, la acumulación desmedida  de riqueza frente a millones que sufren hambre y que en estos días son los más vulnerables frente a la pandemia.

Estamos ante una situación que como en el cuento “El rey  desnudo”, de Hans Christian Andersen si algo ha demostrado esta pandemia es que la gente alejada forzosamente del efecto narcótico del consumismo desenfrenado, el  supuesto traje invisible para los tontos, se  descubre cuál es la esencia del sistema. Lo cual no significa que eso vaya a devenir ni en la destrucción del capitalismo ni en el advenimiento de una sociedad superadora.

Hay un debate muy intenso sobre el “día después” a pesar de que muchos lo consideran extemporáneo porque la pandemia está en pleno desarrollo y no se sabe cuándo va a terminar ni qué consecuencias traerá. Me parece pertinente dar esa discusión, porque cómo se actúe frente a la pandemia va a condicionar lo que pasará cuando se termine.

M.H.: Justamente ayer, entrevistando a César Hazaki, uno de los directores de la Revista y Editorial Topía, hacia el final se dio la situación donde César plantea que la salida de esta pandemia va a generar un mundo más ciborg, que es uno de sus temas. Y le pedí armar un intercambio de ideas para la próxima porque yo no estoy de acuerdo con eso.

Evidentemente hay muchas discusiones que se cruzan, por ejemplo, lo que tiene que ver con el fracaso de la Unión Europea. Un tema que se ha instalado muy fuertemente porque cada país hizo un sálvese quien pueda y a Italia lo terminan ayudando los chinos y los cubanos.

S.S.: Así es, también podemos utilizar lo que se denomina pensamiento “orwelliano”, un término que se utiliza para cuestionar el uso autoritario del poder político y del Estado para decidir sobre nuestras vidas, y para repudiar a personajes como Bolsonaro,  Trump o Boris Johnson; o incluso en referencia a quienes toman decisiones más acertadas pero  a las cuales se les sigue transfiriendo la decisión unidireccional para hacer y resolver.

En realidad ese tipo de confianza teológica, en un salvador, un infalible, sea cual fuere su capacidad y posición, es parte de una cultura política que también es responsable del actual cuadro de situación que no solo afecta a la humanidad sino a toda la naturaleza.

M.H.: Ahora se aclararon las aguas de Venecia, aparecieron patos, cisnes y peces.

S.S.: Sí. Eso muestra cierta capacidad resiliente de una parte de la naturaleza frente a la agresión. Todos esos temas que están dando vueltas, demuestran que no solamente han fracasado los partidos políticos y los Parlamentos para actuar y generar defensas ante este tipo de situaciones de catástrofe humana internacional, sino que los organismos internacionales   se han mostrado ineficaces y burocráticos para abordar estas situaciones. La propia OMS se ha transformado simplemente en un ente que da consejos, que no tiene capacidad de intervenir ni incidir. Lo mismo que otros organismos de las Naciones Unidas y entes regionales.

A pesar de la gravedad de la crisis humanitaria, los únicos que muestran actividad son las entidades financieras, más preocupadas por salvar al capital que a las personas. Quienes tendrían que actuar ante la contingencia a nivel mundial están paralizados. No solamente está en crisis la Unión Europea, hay muchas otras formas de pensar, actuar y ordenar el mundo que son puestas en crisis.

M.H.: Pero lo de la U.E. es impactante porque siempre nos vendieron esa idea y de pronto Francia se arregla como puede, Alemania y España también, cada uno hace su juego. No hay Unión Europea que valga. Ahí se demuestra que es fundamentalmente un proyecto financiero.

S.S.: Funciona dentro de la lógica de las finanzas, eficaces para hacer negocios. La mayoría de los gobiernos europeos tomaron tarde las medidas necesarias, a pesar de la experiencia china, porque en sus cabezas, como gobiernos de una clase social, estaba primero mantener el funcionamiento de la economía.

No hay ningún gobierno europeo que haya roto con ese esquema. El caso más brutal es el de Italia, de hecho hoy sigue siendo así, se calcula que en Italia hay 12 millones de trabajadores involucrados en la producción de cosas que no son imperiosas a pesar de lo cual siguen en sus puestos. Hoy hubo un paro en Airbus de España porque los están haciendo fabricar aviones, prevalece eso.

M.H.: Y acá tenemos las empresas de call center que dicen que son empresas de emergencia. Y hoy me llamaron de Visa para ofrecerme un plan nuevo.

S.S.: Mercado Libre sigue funcionando. Son los argumentos de Bolsonaro. El problema no es que piensan en la economía, sino que piensan en un tipo de economía que no debe seguir.

M.H.: O como Trump que decía que quería todo funcionando después de Semana Santa.

S.S.: Hay un fuerte  debate. Hay una parte del intercambio que se concentra, como debe ser, en el hoy, en el sistema de prevención y acción frente a la pandemia, que involucra a los trabajadores de la salud, a los sectores de la investigación que están en esta batalla contra el tiempo buscando la vacuna y medicamentos antivirales; y hay una parte del universo del pensamiento, de los intelectuales que reflexionan sobre el día después.

Algunos lo descalifican, diciendo que no es este el momento para hablar de estos temas, porque no sabemos aún cuándo y cómo va a terminar la pandemia. Pero insisto en que si bien no es perentorio, sí me parece pertinente porque ese debate debe orientar como actuar hoy porque conforme a qué queremos y cómo lo materializamos se condiciona lo que viene.

En ese cruce más que interesante  aparecen intelectuales como Agamben, que ve con preocupación y alerta acerca de cómo se usa la pandemia para dar forma a una nueva etapa de control político-social en el estado de excepción.

La posición de Slavo Zizek que dice que esto se va al demonio, que el capitalismo no podrá superar indemne esta crisis y en función de esa situación surge la posibilidad de un nuevo sistema pos-capitalista y un nuevo tipo de socialismo.

O la del surcoreano Chul Han, para quien no existe ninguna fuerza contraria al capitalismo, madura y con capacidad para dar una salida no reaccionaria, menos aún cuando la gente está encerrada respondiendo a un mecanismo de cuarentena medieval.

Hay muchos textos  interesantes, lo cual es positivo pues se ha puesto en cuestión lo dado y se vuelve pensar sobre el futuro. Lo principal ha vuelto a estar en el centro de la discusión y su devenir no está cerrado.

M.H.: Volvamos a Orwell. 1984 tuvo un éxito rápido.

S.S.: Rebelión en la granja estuvo prohibida durante un tiempo en Inglaterra, en EE UU fue difundida, pero también temían que se leyera  no solo como crítica al estalinismo sino a todas las formas de poder que se estaban dando en ese momento, durante la Guerra Fría.

Hace unos años atrás, apareció un informe de la inteligencia inglesa que dio a conocer que fue perseguido por los servicios de inteligencia británico durante 12 años hasta su muerte, por sus ideas y vínculos con organizaciones de izquierda.

Su vida no fue fácil. Pasó hambre, estuvo en la guerra, lo balearon, fue perseguido, censurado y vigilado estrechamente por los servicios de su país. A partir de eso rescato mucho su entereza, esa idea que aparece en 1984 que ser minoría o incluso ser una sola persona que piensa de manera diferente, no significa estar loco. Él reivindica ese derecho.

Ciertamente 1984 ha sido una novela exitosa a pesar que la interpretación más lineal la ve como la historia de un fracaso; porque la rebelión fracasa, Orwell incluso describe que la principal fuerza rebelde es inventada por el poder para tener una excusa para reprimir y controlar a la sociedad.

Pero lo que poca gente vio que lo que fracasa es la rebelión individual, por mas heroica, justa y apasionada que sea, no sirve. En estos tiempos, está muy bien que cada uno se cuide, pero no es suficiente, hay que tener una solidaridad colectiva, particularmente  con aquellos que son más vulnerables, no alcanza con quedarse en la casa, portarse bien y no salir. Ese mensaje de Orwell yo lo rescato para el día de hoy. Los grandes cambios y las grandes luchas se libran colectivamente, el romanticismo individualista, que puede ser una respuesta desesperada, no sirve.

Fuente: https://rebelion.org/en-esta-pandemia-con-la-gente-alejada-forzosamente-del-consumismo-desenfrenado-se-descubre-cual-es-la-esencia-del-sistema/

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Entrevista a Edna Bonilla la Secretaria de Educación de Bogotá : «Me preocupa la deserción escolar por la cuarentena»

Entrevista/23 Abril 2020/Autor y fuente: Semana.com

SEMANA Educación habló con la secretaria de Educación de Bogotá, Edna Bonilla, sobre lo que ha pasado y lo que viene con el estudio virtual en casa.

En Colombia, el número de jóvenes que no tienen clases presenciales a causa del coronavirus es de alrededor de 11 millones y según el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE), de la Pontificia Universidad Javeriana, el 96 % de los municipios del país no cuentan con herramientas para poder implementar lecciones virtuales.

Debido a este panorama, la implementación de la educación en casa ha sido todo un reto en las diferentes regiones del país. En el caso de Bogotá, no interrumpir el calendario escolar de más de 780 mil estudiantes de colegios públicos ha sido un reto para la alcaldía, dado que cada joven tiene un contexto completamente diferente, y algunos no tienen acceso a computador o internet.

Además, se debía buscar una estrategia para seguir dando la alimentación escolar, ya que muchos estudiantes y familias cuentan con que recibirán esta comida.

En diálogo con SEMANA Educación, la secretaria de Educación Edna Bonilla dio un balance de la implementación de la educación en casa y de lo que se avecina para los estudiantes de la capital.

SEMANA EDUCACIÓN (S.E.): ¿Por qué en Bogotá decidieron darle continuidad al calendario escolar a diferencia de todo el país que salió a vacaciones?

EDNA BONILLA (E.B.): En Bogotá actuamos muy rápido. Cuando el virus comenzó a llegar, en el país decidimos empezar a prepararnos junto con los maestros para una eventual cancelación de las clases presenciales. Al momento, gracias a la estrategia que adoptamos el 93 por ciento de los estudiantes no ha visto interrumpido su proceso pedagógico. Sin embargo, y a pesar de las estrategias que adoptamos, la calidad se va a ver afectada, pero es una decisión en la que prima la salud pública y se mantiene la jornada pedagógica utilizando los diferentes medios que tenemos, ya sea con el portal y los recursos que dispusimos en internet, franjas en televisión y radio, así como las guías físicas. Decidimos que lo mejor era mantener el calendario académico, aunque eso trajera consigo retos importantes como mantener la alimentación escolar y el hecho de que en las zonas rurales llevar a cabo la estrategia es más complicado.

S.E.: Ya cumplimos más de un mes sin clases presenciales, ¿cuál es el balance de la educación en casa y qué problemáticas han afrontado en materia de conectividad?

E.B.: Con la estrategia «Aprende en casa», que se complemente con radio, televisión e internet, hemos podido llegar a los estudiantes, a pesar de que algunos no tengan acceso a internet. Además, se ha hecho entrega de las guías físicas en los casos que ha sido necesario. Tenemos en este momento un reporte de 305 colegios vinculados a la estrategia. Más o menos el 37 por ciento de los niños no tiene acceso a internet en Bogotá y por eso se complementó con los diferentes canales. Esto no es educación virtual, aunque es un paso que estamos dando en ese camino.

S.E.: ¿Cómo será el calendario escolar en Bogotá por el resto del año?

E.B.: A diferencia de otras regiones, nosotros mantuvimos el mismo calendario escolar; por el momento seguiremos con la estrategia de clases no presenciales hasta el 31 de mayo y se evaluará dependiendo de cómo evolucione la situación.

S.E.: ¿Qué hacer para que esta situación no afecte de manera tan grave la calidad?

E.B.: Por esta situación habrá un impacto en calidad y en evaluación. La evaluación tiene que estar, pero tiene que cambiar y nos tenemos que preparar. Cuando regresemos a clases presenciales no podemos llegar como si aquí no hubiese pasado nada. Durante estas semanas los niños, niñas y jóvenes han hecho un gran esfuerzo por seguir con la jornada escolar. Se han presentado todas las situaciones. Algunos padres dicen que no les han dejado tareas, otros que les dejan en exceso. Tendremos que hacer un balance para que no repitamos contenidos que ya han hecho en casa con el modelo de tutoría. Sin embargo, en estos momentos, más allá de los retos en calidad, mi mayor preocupación es la deserción escolar que pueda generar la cuarentena. Tenemos que enfocarnos en que no nos abandonen los cursos.

S.E.: ¿Cómo ha sido la entrega de la alimentación escolar? Hace algunos días hubo quejas de aglomeraciones para redimir los bonos…

E.B.: Durante la primera semana de clases no presenciales se entregaron 646.832 complementos alimenticios a 187 mil estudiantes. Con el inicio de la cuarentena, definimos la entrega de bonos por 50 mil pesos para redimir únicamente en alimentos. Inicialmente definimos 93 establecimientos donde podían redimirlos. Cada persona tuvo asignada una hora para acercarse al supermercado. El problema fue que muchos no respetaron ese horario, lo que generó las aglomeraciones que vimos en redes sociales. En estos momentos ya hay 400 establecimientos donde las personas pueden cambiar el bono y la situación se ha normalizado.

S.E.: Es partidaria de que en las excepciones de la cuarentena se incluya una que permita que los niños salgan en algún momento del día, tal y como sucede en algunos países de Europa.

E.B.: La situación para los niños sin duda ha sido difícil. Aquí lo que toca es aceptar lo que las autoridades médicas reconocen y es que los niños también se enferman. Por eso debemos tomar las medidas preventivas necesarias. Cuando los expertos nos digan que los niños pueden ir saliendo, seremos los primeros en facilitarlo.

S.E.: ¿Qué tareas deja al sistema educativo esta pandemia?

E.B.: Tenemos que tener claro que esta situación a futuro va a dejar cosas positivas. La virtualización la veíamos como algo lejano, como algo a lo que en algún momento iba a llegar la educación. Ahora es una realidad. Con ello debemos mirar el rol de maestros, directivos y familias. Yo he insistido en que el colegio aporta entre el 30 y el 35 por ciento en la formación de un niño. El resto depende de las familias, que son a las que tenemos que acompañar el proceso formativo.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.semana.com/educacion/articulo/me-preocupa-la-desercion-escolar-que-pueda-generar-la-cuarentena/664762

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Entrevista a Emanuele Coccia: «La Tierra puede deshacerse de nosotros con la más pequeña de sus criaturas»

Por: Nicolas Truong

El filósofo explica por qué, en su opinión, la actual pandemia devuelve al ser humano a la naturaleza. Y cómo la ecología necesita ser repensada, para alejarla de la ideología patriarcal basada en el “hogar”

El filósofo Emanuele Coccia es profesor en la École des hautes études en sciences sociales y uno de los intelectuales más iconoclastas de su tiempo. Autor, en la editorial Payot et Rivages, de las obras La Vie sensible (2010), Le Bien dans les choses (2013), La Vie des plantes. Une métaphysique du mélange (2016), acaba de publicar Métamorphoses (Payot et Rivages, 236 páginas, 18 euros), un libro que recuerda cómo se relacionan entre sí las especies vivas, incluyendo los virus y los humanos, porque, según escribe “somos la mariposa de esta enorme oruga que es nuestra Tierra”. En la entrevista que sigue a continuación analiza los impulsores de esta crisis sanitaria mundial, y explica por qué, por mucho que sea necesaria, “la orden de quedarse en casa es paradójica y peligrosa”.

Se están tomando medidas importantes para asegurar que la economía no se derrumbe. ¿Debería hacerse lo mismo para la vida social?

Frente a la pandemia, la mayoría de los gobiernos han tomado medidas firmes y valientes: no solo la vida económica se ha detenido en gran medida o se ha visto fuertemente ralentizada, sino que también la vida social pública ha quedado ampliamente interrumpida. Se ha instado a la población a quedarse en casa: se han prohibido las reuniones, las comidas compartidas, los ritos de amistad y de debate público y el sexo entre desconocidos, pero también los ritos religiosos, políticos y deportivos. De repente, la ciudad ha desaparecido o, mejor dicho, se la han llevado, ha sido sustraída del uso: se presenta ante nosotros como tras un escaparate. Ya no hay espacio público ni lugares para la libre circulación, abiertos a todos y a las actividades más populares y dispares, dedicadas a la producción de la felicidad tanto individual como compartida. La población se ha quedado sola frente a este enorme vacío, y llora la ciudad desaparecida, la comunidad suspendida, la sociedad cerrada junto con las tiendas, las universidades o los estadios: los directos de Instagram, los aplausos o los cánticos colectivos en el balcón, la multiplicación de  las arbitrarias y alegres carreras semanales son en su mayoría rituales de elaboración de duelo, intentos desesperados de reproducir la ciudad en miniatura.

Esta reacción es normal y fisiológica. La interrupción de la vida económica –que ya venimos experimentando cada domingo– ha sido objeto de un número infinito de reflexiones y medidas de anticipación y reconstrucción. En cambio, el gesto de suspender la vida en común, mucho más inédito y violento, ha sido abrupto y radical: sin preparación, sin seguimiento.

La necesidad de estas medidas está fuera de toda discusión: solo de esta manera seremos capaces de defender a la comunidad. Pero se trata de medidas muy serias: relegan a toda la población al hogar. Y, sin embargo, no ha habido ningún debate, ningún intercambio ni ningún otro discurso más allá del de la muerte y el miedo, por uno mismo y por los demás.

¿Cuál es la responsabilidad de los gobiernos en este olvido social del confinamiento? 

Es bastante infantil imaginar que se puede mantener a millones de vidas bajo arresto domiciliario únicamente a través de amenazas o difundiendo el miedo a la muerte. Es muy irresponsable por parte de estos mismos gobiernos el pretender obtener la renuncia de una comunidad a sí misma haciéndola sentir culpable o infantilizándola. El coste psíquico de esta forma de proceder será enorme. No se han tenido en cuenta, por ejemplo, las diferencias en cuanto al tamaño de los apartamentos, su ubicación, el número de individuos de diferentes edades que conviven en ellos: es casi como si, al tomar medidas en relación con la vida económica, hubiéramos optado por ignorar las diferencias en cuanto al volumen de negocio o al número de empleados de cada empresa.

No se ha tenido en cuenta la soledad, las angustias y especialmente la violencia que todo espacio doméstico a menudo oculta y amplifica. Invitar a cada uno a coincidir con el propio hogar significa producir las condiciones para una futura guerra civil. Podría estallar de aquí a unas pocas semanas.

Además, si para la vida económica hemos tratado de buscar un compromiso entre la necesidad de mantener a la sociedad viva y la de protegerla, para la vida social, cultural o psíquica hemos afinado mucho menos. Por ejemplo, hemos dejado abiertos los estancos, pero no las librerías: la elección de lo que se consideran “necesidades básicas” traslada una imagen bastante caricaturesca de la humanidad. Hay un tema iconográfico que ha atravesado la pintura europea: el de “San Jerónimo en el desierto”, representado con una calavera y un libro –la Biblia que estaba traduciendo–. Las medidas hacen de cada uno de nosotros y nosotras “jerónimos” que contemplan la muerte y sus miedos, pero que ni siquiera tienen derecho a llevar consigo un libro o un vinilo.

“¡Quédense en casa!”, dice el presidente. Ahora bien, en Métamorphoses, haces una crítica de este “todos para casa”, y de esta obsesión con asignar la vida a la residencia. ¿Por qué razones?

Esta experiencia inaudita de arresto domiciliario indeterminado y colectivo que se extiende de golpe a miles de millones de personas nos enseña muchas cosas. En primer lugar, experimentamos el hecho de que el hogar no nos protege, no es necesariamente un refugio: también puede matarnos.

Podemos morir por exceso de hogar. Y la ciudad, la distancia que implica cualquier sociedad, nos protege normalmente contra los excesos de intimidad y de proximidad que cualquier casa nos impone. Así que no hay nada extraño en el malestar que vive la gente estos días. La idea de que el hogar, la casa, es el lugar de la proximidad a la “naturaleza” es un mito de origen patriarcal. La casa es el espacio dentro del cual conviven una serie de objetos e individuos sin libertad, en el seno de un orden orientado a la producción de una utilidad. La única diferencia que existe entre las casas y las empresas es el vínculo genealógico que une a los miembros de las unas pero no de las otras. También por esto, cualquier casa es exactamente lo opuesto a lo político: de ahí que la orden de quedarse en casa sea paradójica y peligrosa.

¿En qué sentido el análisis ecológico de la crisis sanitaria te parece inapropiado, romántico en el mejor de los casos y reaccionario en el peor? 

La experiencia de estos días debería por lo tanto enseñarnos que la ecología, la ciencia que debería ayudarnos a reparar el planeta, debe ser completamente reformada, empezando por su nombre, que todavía alberga la imagen de hogar (oikos en griego significa hogar, casa). La ecología no solo es romántica, sino que sigue siendo esa ciencia profundamente patriarcal que, a pesar de todos los esfuerzos del ecofeminismo, no ha logrado liberarse de su pasado.

De hecho, al seguir pensando que la Tierra es el hogar de lo vivo, y que todas las especies tiene la misma relación privilegiada con un territorio que un individuo humano tiene con su apartamento, no solo nos empeñamos en someter a arresto domiciliario a la totalidad de las especies vivas, sino que además estamos proyectando un modelo económico en la naturaleza. La ecología y la economía de mercado nacieron al mismo tiempo, son dos gemelos siameses que comparten los mismos conceptos y un mismo marco epistemológico, y es ingenuo pensar que, desde la ecología, tal y como está estructurada hoy en día, se pueda llegar a luchar contra el capitalismo.

No, no hay casas u hogares ontológicos, ni para nosotros, los humanos, ni para los no humanos; en la Tierra solo hay migrantes, porque la Tierra es un planeta, es decir, un cuerpo que está constantemente a la deriva en el cosmos. En tanto que ser planetario, cada ser vivo está a la deriva, cambia de lugar, de cuerpo y de vida, constantemente. Es imposible protegerse de los otros, y esta pandemia lo demuestra. Solo podemos evitar algunas de las consecuencias del contagio, pero el contagio como tal, nosotros, como seres vivos, nunca podremos evitarlo.

Contrariamente a lo que nos gustaría imaginar, esta pandemia no es la consecuencia de nuestros pecados ecológicos: no es un azote divino que nos envía la Tierra. Es solo la consecuencia del hecho de que toda vida está expuesta a la vida de los otros, que todo cuerpo alberga la vida de otras especies, y es susceptible de ser privado de la vida que lo anima. Nadie, entre los vivos, está en su casa: la vida que habita en el fondo de nosotros y que nos anima es mucho más antigua que nuestros cuerpos, y también es más joven, porque seguirá viviendo cuando nuestro cuerpo se descomponga.

El virus se percibe como algo preocupante, por supuesto, pero también radicalmente diferente a nosotros. Y, sin embargo, en tu libro muestras que él es parte de nosotros. ¿En qué sentido es una de las caras de la metamorfosis de lo vivo?

Todos los seres vivos, cualquiera que sea su especie, su reino, su estadio evolutivo, comparten una sola y misma vida: es la misma vida que cada ser vivo transmite a su descendencia, la misma vida que una especie transmite a otra especie a través de la evolución. La relación entre los seres vivos, no importa si pertenecen a especies diferentes, es la que existe entre la oruga y la mariposa. Toda vida es tanto repetición como metamorfosis de la vida que la precedió. Cada uno de nosotros (y cada especie) es al mismo tiempo la mariposa de una oruga que se ha formado en un capullo y la oruga de mil futuras mariposas. Si somos mortales es únicamente por el hecho de que compartimos la misma vida. Porque la muerte no es el final de la vida, sino solo el paso de esa misma vida de un cuerpo a otros. Aunque no lo parezca, este virus también es una vida futura en ciernes –no necesariamente idéntica a la que conocemos, ni desde un punto de vista biológico, ni cultural–.

El virus y su propagación pandémica también tienen una importancia crucial desde otro punto de vista. Llevamos siglos contándonos a nosotros mismos que estamos en la cima de la creación –o de la destrucción–. Muy a menudo, el debate en torno al antropoceno ha derivado en el empeño por parte de unos moralistas perversos en pensar la magnificencia del hombre en la ruina: somos los únicos capaces de destruir el planeta, somos excepcionales en nuestro poder nocivo, porque ningún otro ser posee un poder semejante.

Con el brote del nuevo coronavirus, ¿estamos experimentando nuestra extrema vulnerabilidad?

Por primera vez en mucho tiempo –y a una escala planetaria, global– nos hemos topado con algo que es mucho más poderoso que nosotros, y que nos va a dejar paralizados durante meses. Tanto más porque se trata de un virus, que es el más ambiguo de los seres que pueblan la Tierra, un ser que es incluso difícil calificar de “vivo”: habita en el umbral entre la vida “química” que caracteriza a la materia y la vida biológica, y no alcanzamos a definir si pertenece a la una o a la otra. Es demasiado animado para la química, pero demasiado indeterminado para la biología.

Resulta perturbador constatar, en el propio cuerpo del virus, la clara oposición entre la vida y la muerte. Y, sin embargo, este agregado de material genético se ha liberado y ha puesto a la civilización humana –la más desarrollada, desde el punto de vista técnico, de la historia del planeta– de rodillas. Soñábamos que éramos los únicos responsable de la destrucción…. y estamos cayendo en la cuenta de que la Tierra puede deshacerse de nosotros con la más pequeña de sus criaturas. Es muy liberador: por fin nos hemos liberado de esa ilusión de omnipotencia que nos obliga a imaginarnos como el principio y el fin de cualquier acontecimiento planetario, tanto para bien como para mal, y a negar que la realidad que tenemos delante sea independiente de nosotros.

Incluso una minúscula porción de materia organizada es capaz de amenazarnos. La Tierra y su vida no nos necesitan a la hora de imponer órdenes, inventar formas o cambiar de dirección.

Fuente e imagen: http://lobosuelto.com/la-tierra-puede-deshacerse-de-nosotros-con-la-mas-pequena-de-sus-criaturas-entrevista-a-emanuele-coccia/
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Entrevista a Noam Chomsky y Adam Shapiro: Escepticismo entre un sistema de salud colapsado y las próximas elecciones en EE.UU.

Por: Roberto Manríquez.

 

Ambos entrevistados resaltan que EE.UU. nunca ha tenido un sistema nacional de salud que funcione. Señalan que en este momento la crisis se centra en la salud, pero luego habrá una nueva crisis económica.

En uno de los dramáticos testimonios recogidos por estos días en New York, el enfermero Derrick Smith describió en su página de Facebook lo que calificó como el peor día en sus 12 años de trabajo en un hospital. Esta semana un paciente que agonizaba por las complicaciones tras contagiarse con corona virus, en sus últimas palabras, consultó con angustia “¿Quién pagará por esto?”. “Esto es un estado fallido”, resumió el funcionario.

Para el intelectual Noam Chomsky y el director de la ONG Front Line Defenders, Adam Shapiro, si bien el sistema de salud estadounidense debiera formar parte central del debate en la próxima contienda presidencial, no está claro si Trump pagará el costo.

Pregunta: El manejo de la epidemia en un país rico como Estados Unidos se ha estrellado con un sistema de salud pública deficiente ¿percibe el estadounidense promedio esta contradicción?

Noam Chomsky: Los estadounidenses en su abrumadora mayoría han tendido a favorecer las iniciativas para el establecimiento de una atención médica universal garantizada, esto durante mucho tiempo. No he visto encuestas recientes, pero espero que la crisis actual signifique que este apoyo ha aumentado.

Adam Shapiro: La mayoría de los estadounidenses están conmocionados por lo frágil que es el sistema de salud en general. Aunque la gran mayoría no se ha visto afectada por el virus hasta ahora, muchos conocen a las personas afectadas. En este punto, sin embargo, la crisis se centra en la salud. No se han enviado facturas todavía. Cuando los hospitales y las compañías de seguros vengan a cobrar, habrá una nueva crisis económica. En cuanto a la gestión: a nivel estatal, donde los gobernadores están a cargo, las cosas se han manejado bastante bien. El problema es el nivel federal, y eso es entera responsabilidad de Trump, que ha demostrado ser incompetente en todo, no solo en esto.

¿Usted diría que el sistema de salud pública ha sido desmantelado?

NC: Eso suena engañoso. Estados Unidos nunca ha tenido un sistema nacional de salud en funcionamiento. Es, hasta cierto punto, una sociedad dirigida por el mundo de los negocios. A pesar de su riqueza extraordinaria y sus ventajas naturales únicas, en políticas de justicia social se ubica próximo a los países OCDE con los peores indicadores, incluida la atención médica. Pero también es cierto que sufrió aún más bajo las doctrinas neoliberales de «eficiencia», que resultaron una receta para el desastre, una verdadera peste.

Trump, Bolsonaro y Johnson parecieron liderar una negación inicial con la pandemia, ¿cree que sufrirán las consecuencias en términos de opinión pública?

NC: No sé qué porcentaje de la población en Brasil apoya las vigorosas protestas contra Bolsonaro. En los Estados Unidos se divide en líneas partidarias bastante estrictas. La base de votación republicana continúa apoyando a Trump, sin importar cómo este socava el país, votantes fuertemente influenciados por su verdadera cámara de eco que es el canal de televisión Fox News. El apoyo en el exterior ha sido bajo y sigue disminuyendo. No estoy seguro sobre el Reino Unido.

AS: Si bien Johnson hizo declaraciones ridículas, la política en el Reino Unido en realidad se basó intencionalmente en la idea de crear inmunidad colectiva para un virus que no tenía una vacuna. No es un enfoque no científico, pero sí significa que una gran cantidad de personas se enfermarán y un porcentaje de ellas morirá. Esa no es realmente una estrategia políticamente viable. En cuanto a Turmp y Bolssonaro, es consistente con todas sus carreras y enfoques políticos. No debería haber ninguna sorpresa en esto. y las consecuencias son las que serán: un gran número de personas infectadas, enfermas y moribundas. La pregunta es, ¿las personas que los votaron los harán pagar por esto? difícil de decir, ya que los populistas a menudo desafían la lógica

Bernie Sanders finalmente ha renunciado a la carrera de nominaciones, ¿Lo percibe como una derrota?

NC: La campaña de Sanders ha sido un gran éxito, rompiendo con más de un siglo de elecciones compradas en su mayoría. No condujo a la victoria, pero ha cambiado sustancialmente la arena del debate y la formación de políticas. Los problemas sociales que eran casi inexistentes hace algunos años ahora son el centro de atención, y hay opciones disponibles para abordarlos. El New Deal verde es uno de los muchos ejemplos.

AS: Bernie estuvo en una posición muy difícil. No creo que deba haber respaldado a Biden, pero suspender su campaña fue probablemente lo más responsable: evitar obligar a los estados a celebrar elecciones cuando hacerlo pone en riesgo a las personas. La realidad de esta crisis demuestra que Bernie tenía razón, pero era insostenible continuar haciendo campaña.

¿Es una mejor alternativa de Biden aún mejor que Trump?

NC: Incomparablemente mejor. Biden probablemente se parecería mucho a Obama. Es probable que cuatro años más de Trump sean un desastre sin posibilidad de mitigación futura.

AS: Cualquier alternativa del Partido Demócrata es mejor que Trump, es sólo que Biden es probablemente el candidato menos interesante que estuvo en la carrera y no está a la altura del desafío de llevar el país a donde necesita ir para mejorar a su gente y mejorar el mundo.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/escepticismo-entre-un-sistema-de-salud-colapsado-y-las-proximas-elecciones-en-ee-uu/

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Entrevista: «Si nos quedamos en casa, no tenemos cómo sobrevivir y si salimos a buscar cómo subsistir nos arriesgamos a contagiarnos… es un dilema muy perverso»

Por: Silvia Arana.

En la sexta entrevista de la serie, una joven estudiante cuenta que en su barrio no se han realizado fumigaciones indispensables para combatir el mosquito transmisor del virus que causa el dengue, enfermedad endémica de la región, cuyos síntomas tienen similitudes con el COVID-19. Esto incrementa el pánico en la población.

Entrevista a L. S., estudiante universitaria. Reside en Jardines del Salado, Guayaquil.

1) ¿Cómo describiría el nivel de organización del municipio de Guayaquil frente a la epidemia? ¿Le transmite seguridad?

NO, no me logra trasmitir seguridad, pues el proceso de acción fue tardío ante esta epidemia que iba en crecimiento cada día. La municipalidad no movió ni un dedo hasta que ya fue demasiado tarde, y aún sigo creyendo que no está dando el cien por ciento de su labor, pues decidió dejar en manos del gobierno nacional todo el trabajo, y no se responsabilizó por tomar medidas adecuadas a tiempo.

Comenzando, porque las únicas limpiezas de transporte que ha hecho la municipalidad son de las metrovías, y no proporcionando a los transportes públicos y a la ciudadanía seguridad al utilizar los otros medios de transportes como buses, taxis, furgonetas y transportes de carga. Sumándole a esto, las fumigaciones que se han hecho por sectores seleccionados, que no logran cubrir las necesidades de los barrios más alejados de la ciudad, ya que no solo tememos a la nueva pandemia, sino a distintas plagas que azotan en este invierno, que hacen preocupar aún más, ya que la similitud que existe entre los síntomas de estas enfermedades (dengue, por ejemplo) y la nueva pandemia, es alarmante; haciéndonos preocupar por las distintas manifestaciones que presentan en nuestros cuerpos, provocando así el pánico en la población.

2) ¿Qué piensa del rol del gobierno nacional en asistir a la ciudad y a la provincia del Guayas durante la pandemia de coronavirus?

Es decepcionante, desde el inicio de la pandemia nunca estuvieron atentos a la ciudad ni a la provincia del Guayas. Creo que si desde que se supo del caso cero se hubieran tomado medidas de precaución, el panorama sería diferente. Lamentablemente tuvimos que ser el mal ejemplo ante la sociedad internacional para que recién recapacitaran y pudieran poner en marcha la supuesta “ayuda” que se está brindando y el protocolo a seguir; la impotencia y frustración fue muy grande al saber que no se hacía nada, hasta que fueron expuestos por dichos medios. Antes de eso el gobierno nacional trataba a la información que se presentaba por redes sociales de «falsas» y «complot de correístas», que solo tenían el propósito de desestabilizar al país; ignoraba las declaraciones de la ciudadanía por redes sociales; aquellas personas solo tenían el propósito de manifestar su dolor e impotencia, al ver que ni el gobierno ni la municipalidad de Guayaquil mostraron preocupación ante esta grave pandemia.

3) ¿Ha podido adquirir víveres y remedios sin problema en los lugares de abastecimiento de su vecindario? ¿Se ha podido guardar la distancia recomendada entre las personas evitando las aglomeraciones?

Es difícil, ya que lamentablemente las tiendas no se abastecen con las diferentes mercancías, haciendo que se aprovechen de la situación para subir el precio de los productos más básicos, como los huevos, el verde, los limones, queso, algunas verduras, entre otras; dada la dificultad de obtenerlos en la ciudad, pues los mayoristas que los abastecen ya casi no llegan a estos lugares. En las tiendas del barrio la distancia no es respetada del todo y por todos, pues debido a este desabastecimiento, la gente intenta conseguir lo más rápido los alimentos para regresar a sus casas antes del toque de queda o que se agoten. En los supermercados el panorama no es muy diferente, ya que afuera se logra respetar  de alguna manera esta distancia por parte de algunas personas, pero la situación es diferente en el interior, ya que debido al apuro de ciertas personas por salir de esos lugares, pierden la noción de la distancia y el orden e irrespetan estas medidas al momento de andar por los pasillos de los supermercados o en las propias cajas registradoras.

4) ¿Tiene familiares o vecinos afectados por el coronavirus?

Hasta el momento no. Y deseo que así se mantenga.

5) ¿Qué piensa sobre los hospitales y centros de emergencia públicos y/o privados de la ciudad?

Fatal, realmente pienso y siento que la prioridad no es el pueblo. La falta de aseo y la precariedad de la atención y de la administración de los diferentes espacios hacen que se marque una clara incompetencia por parte de las gestiones administrativas de los hospitales públicos del estado como el IESS de Guayaquil, en el cual se ha visto como la falta de organización ha provocado un colapso en su sistema de atención, teniendo que atender de forma improvisada en espacios que no son adecuados para el tratamiento del COVID-19. Un ejemplo de esto son las largas filas de espera afuera del establecimiento,  dando así como resultado las lamentables e irreparables pérdidas de nuestros queridos familiares y allegados.

6) En su opinión, ¿la deficiencia del sistema de salud pública de Guayaquil es el mayor problema para confrontar la epidemia? ¿O piensa que el mayor problema es otro? ¿Cuál?

En mi consideración pienso que estos espacios deberían estar adecuados para contener y combatir esta grave pandemia, pero lamentablemente no es así,  la precariedad de la institución, se ve reflejada por el poco interés del personal administrativo para ejercer un verdadero control en las actividades dentro de los hospitales, creando así un desempeño laboral ineficiente, que marca preferencias solo para ellos mismos y no salvaguarda la salud y la integridad de las personas que asisten día por día a estas instituciones, sin mencionar el desinterés de unos cuantos especialistas de la salud, que no tienen una devoción por la vida de los paciente que se encuentran afrontando esta enfermedad. Aparte del poco empeño del personal de limpieza, que no logra desempeñar sus actividades laborales correctamente, haciendo que la gente se enferme aún más por asistir a estas instituciones, en donde el ambiente de trabajo no es adecuado, ya que este tiene que ser lo más limpio posible. Pero no todo el peso recae en el personal que se encarga de la salud, sino en la poca ayuda del gobierno nacional que no proporciona los insumos adecuados que otros tantos personales médicos piden a gritos, para salvaguardar su vida y la de las personas que enfrentan al COVID-19.

Barrio Jardines del Salado en cuarentena y toque de queda. Foto de L.S.

7) ¿Sigue recibiendo el mismo salario con la cuarentena y suspensión laboral o se ha quedado sin ingreso?

No, soy una estudiante universitaria y me he quedado sin ingresos debido a eso, estoy sobreviviendo con los pocos recursos que tenía antes de la cuarentena.

8) Si es un trabajador independiente, ¿puede seguir trabajando en esta situación?¿Y los integrantes de su familia más cercana?

Casi todos mis familiares están en la misma situación, debido a que ninguno cubre las modalidades de trabajos permitidos por el gobierno.

9) ¿Cuánto tiempo más cree que podrán subsistir (económicamente) en estas condiciones de cuarenta y suspensión laboral?

Incalculable, lamentablemente es una situación que no sabemos qué será de nuestro destino, si nos quedamos en casa, no tenemos como sobrevivir y si salimos de casa a buscar la forma de como subsistir nos arriesgamos a contagiarnos y a contagiar a nuestros seres queridos, es un dilema muy perverso. El gobierno dice beneficiar a los más necesitados, pero habemos una lista muy larga de personas que no somos favorecidos con ningún tipo de subsidios.

«Voces de Guayaquil, epicentro de la pandemia en Ecuador» consiste en una serie de entrevistas a residentes días posteriores a que su ciudad estuvo en la primera plana de las noticieros internacionales por los muertos sin sepultura y sus familiares clamando por ayuda a un Estado aparentemente inexistente. Trabajadores, artistas, estudiantes, docentes comparten sus vivencias en la ciudad que es el centro económico y financiero más importante del país, y que paradójicamente también es la ciudad con mayor concentración de pobreza. Se estima que un 17% de los 2.700.000 habitantes de la urbe viven en condiciones de pobreza. Recostada sobre las aguas terrosas del río Guayas, con un clima muy cálido y húmedo que no hace mella en la actividad intensa y el carácter hospitalario y amable de sus habitantes, Guayaquil tiene la mayor densidad de población del país y el sistema de transporte público con mayor cantidad de usuarios. Estos elementos unidos a las profundas deficiencias del sistema de salud pública nacional cuyo presupuesto fue reducido un 36% en el último año y la desorganización de una alcaldía de corte marcadamente neoliberal son factores que ayudarían a explicar por qué la ciudad concentra el 70% de los casos de COVID-19 en Ecuador, y la mayor cantidad de contagios per cápita en toda América Latina.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/dolor-e-impotencia-al-ver-que-ni-el-gobierno-nacional-ni-la-municipalidad-de-guayaquil-mostraron-preocupacion-ante-esta-grave-pandemia/

 

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Un ejercicio de memoria y escritura

Un ejercicio de memoria y escritura

ENTREVISTA A MARTÍN KOHAN

Charlamos con Martín Kohan (escritor, ensayista, docente de teoría literaria) sobre recuerdos y olvidos, sobre las formas en que la literatura narra, representa y experimenta, sobre la infancia, la empatía y la memoria colectiva, a propósito de su nuevo libro Me acuerdo, publicado por Ediciones Godot.

En 1970 el escritor estadounidense Joe Brainard publica un libro titulado Me acuerdo, una colección de frases cortas e imágenes que van conformando una especie de autobiografía muy particular. Cada párrafo comenzaba con la frase “Me acuerdo…”, y lo que rememoraba podían ser cosas de la vida cotidiana o hasta reflexiones sobre el estado del mundo. Y esto es antes de que existiera Twitter.

La idea no podía sino gustarle George Perec, el escritor francés que formó parte del grupo OULIPO (Taller de literatura potencial), que hacía experimentaciones con la escritura cumpliendo alguna consigna determinada: desde una letra a repetir constantemente hasta seguir una especie de ecuación matemática. Así que en 1978 retoma la idea y publica Me acuerdo: cosas comunes.

Ahora Es el turno de Martín Kohan, que en un nuevo libro publicado por Ediciones Godot que se puede conseguir en versión digital, se pone también a ejercitar la memoria y la escritura con una regla fija: enumerar recuerdos.

Martín, para escribir esta especie de punteo de recuerdos, ¿te pusiste reglas estrictas para cumplir, como los largos de las frases, u ojear o no fotos para evocar recuerdos?

No, las reglas vinieron solas de la lectura de los dos libros que ya existen con el formato Me acuerdo y que fueron el disparador para mi propia escritura, que son el de Brainard y el de Perec. Nada que ver con fotografías, y ni siquiera, te diría, mi propia memoria como impulso para la escritura de este libro. Eso no habría podido ocurrir jamás. La idea de escribir y la necesidad de escribir salió de la lectura de esos dos libros, de manera que las reglas, el formato, las restricciones, vinieron ya dadas por esa lectura, que es cómo están hechos esos dos libros.

Sobre todo la concisión, en especial es en Perec –Brainard narra un poco más–. En Perec hay una resolución todavía más ajustada a la idea de que lo que está haciendo es enumerar recuerdos, no narrar recuerdos, entonces el efecto no tiene que ser el de la memoria sino el del listado, y eso efectivamente funciona como regla de escritura. Pero esa regla para mí, lejos de ser una restricción, fue la que me permitió escribir, porque la idea misma de ponerme a contar recuerdos míos me parece una catástrofe. La idea que menos me entusiasma en el universo como para ponerme a escribir es esa, y en cambio sí la idea de listado, y el efecto tiene que ser una lista de recuerdos sin su desarrollo, sin su narración, la regla sería esa.

Sin embargo hay como una narración que se va formando, porque nos va siguiendo a alguno de los personajes que nombrás: la primera chica que te gustó después aparece de nuevo, otro amigo aparece nuevo… Porque parece fácil decir “bueno, empieza todo con ‘me acuerdo’, pero eso que parece tan sencillo le da una cierta dificultad, porque tampoco es que están tirados así digamos los recuerdos, uno va construyendo algo.

Claro, no están tirados. Efectivamente el formato parece fácil y –bueno, por ahí son limitaciones mías– no me fue tan fácil. Pero esas conexiones que bien señalás que se producen, no se producen bajo la forma de la narración, no es que retomó el hilo –creo yo–…. Me es más fácil pensarlo en Brainard y en Perec que en mí mismo, no funciona como esas novelas –y son muchas ya– que tienen distintas capas de tiempo y distintas líneas de personajes, que pueden rebotar entre sí las distintas historias o no, pero que el personaje reaparece después y entonces vos retomás la historia. No funciona así, no hay línea narrativa, hay ecos, pero son los mismos hechos que se producen de recuerdo en recuerdo, es como si los mismos recuerdos se recordaran, no soy yo diciendo y después “de eso vino esto otro”, aunque lo ponga más adelante.

Por ahí es el lector el que, con los pocos tips que les das, que va construyendo algo…

Sí, claro, porque te resuena, pero resuena porque resuenan los recuerdos, no es que queda algo así como una intriga. Por ejemplo, decías la primera novia. No es que uno dice “bueno y después vemos cómo sigue la historia con la primera novia”. No sigue ninguna historia –creo yo–: apareció tal recuerdo, después apareció este otro, más adelante apareció otro, y aunque parezca paradójico –o lo sea en su formulación–, una cosa importante de la escritura era olvidarse. El olvido, que es que probablemente que, al poner el segundo recuerdo, yo no me acordaba de haber escrito el primero, y no hay relectura. Y había que evitarlo porque precisamente lo que había que evitar, por las reglas por las que preguntás, que es el formato de esta clase de escritura, para mí, es que efectivamente si yo agrego un recuerdo porque lo enlazo o recuerdo cosas que escribí antes, ahí ya solo se produce el efecto narrativo. A mí me sonaba “de esto ya hablé”, pero no me acordaba bien, y no importaba.
En una novela, con una trama, tenés que ver eventualmente, si no te acordás –yo particularmente no me acuerdo de nada–volvés atrás en la página y decís “ah no, estaba en tal lado o dejé en este punto”. Y acá… insisto, tiene algo de paradójico, pero hace falta olvidar. Te vas olvidando los recuerdos anteriores, entonces vas acudiendo a los nuevos que aparecen.

Para recordar tenés que olvidar cosas…

Y es que sí, y entre otras cosas olvidar lo que ya habías estado recordando, lo que estuviste recordando. Porque si no se empieza a producir esa narración. Volviendo a la cuestión de la regla: en algunos recuerdos, yo los escribía y me venían recuerdos de cómo siguió eso después. Bueno, eso no lo escribía: qué pasó con tal situación, en que derivó. Eso ya no había que escribirlo, porque si no ya empiezo a narrar memorias, y la experiencia de lectura de esos libros y en la escritura de este más bien me permitió advertir la distancia y la diferencia que hay entre narrar memoria y enumerar recuerdos. Narrar memoria es la cosa que menos me interesa en el universo, en cambio enumerar recuerdos me sedujo.

Los recuerdos que enumerás son recuerdos de infancia, una etapa que en las producciones culturales suele aparecer como “lugar o momento feliz”.

Pero en tus recuerdos aparecen momentos así, felices, pero también otros donde hay injusticias, angustias o imposiciones de los adultos que un chico no comprende o no comparte. ¿Cómo ves la infancia vos? ¿Te parece que muchas veces aparece romantizada en la literatura?

Depende. Yo creo que lo que estás planteando funciona por el formato que estamos diciendo, que es que al no haber desarrollo narrativo, ni las tensiones y distensiones propias de una narración, tampoco tenés una relación de conflicto y resolución por ejemplo. Ni siquiera la decisión de dejar sin resolución un conflicto, que no deja de ser una resolución, que escribiendo una novela te lo planteás: bueno ¿qué hacemos? ¿Sotenemos esta tensión, no la sostenemos, la desactivamos, resolvemos o agravamos el conflicto? Son decisiones narrativas. Acá no hay eso, no tiene que haber decisiones narrativas. Entonces cuando vos dejás que los recuerdos se dispongan como se dispone cualquier colección de cosas que arman secuencia –porque está lo que vos decías, en el lector se arma una secuencia–, es la secuencia en cualquier colección. Vos en tu repisa ponés tus muñequitos y bueno, uno, otro y efectivamente en la secuencia se puede armar sentido, pero lo único que los une, en un punto, es el efecto de colección. No decís “bueno, y este después creció y este es más alto que este”, eso ya corre por tu imaginación. Lo único que los tiene dispuestos uno junto al otro es que integran una colección.

Entonces en esa relación, los recuerdos que vienen y son gratos o remiten a cosas gratas, y los recuerdos que vienen y remiten a cosas ingratas, no plantean el problema de ¿cómo se resuelve esto?, ¿qué pasa entre una cosa y la otra?. Cualquiera de esas variantes se resolvería hacia felicidad/infelicidad. Acá es simplemente disponer cosas que estuvieron bien, cosas que no…
En términos más generales… yo te diría depende –estoy rápidamente así también haciendo como una colección de lecturas de niños y de infancias–. Obviamente lo que viene más rápido son las lecturas que uno tiene más presentes como Benjamin o Proust. La escena de Proust –que es famos– de él en la cama esperando que la madre le venga a dar el beso de las buenas noches, y no viene –y hay visitas en la casa y él escucha la la felicidad de la madre sin él, y va entendiendo que no va a venir porque se olvidó, porque está haciendo algo más importante, porque a ella no le parece grave y a él sí, lo que sea– es una escena de infancia de las de más angustia que uno pueda imaginar. Porque no hay ningún adulto ahí que desestime lo que está pasando, no hay ningún narrador adulto que diga “bueno, los chicos, qué apegado”. No, se carga esa angustia y esa expectativa de que la madre venga porque uno en ese momento dice “claro, ¿y cómo te vas a dormir si tu mamá no vino?”. Entonces pues ahí tenés un caso. En la literatura de Aira hay mucho de infancia, y en Aira es muy distinto, porque la infancia en Aira aparece como el lugar que su literatura necesita: va a la infancia para encontrar fábula y juego. Y como en la literatura de Aira la fábula y el juego funcionan –vamos a decirlo así– como un principio constructivo muy fuerte en muchos textos, la infancia ahí es eso. Entonces no se podría decir algo general. Que hay una idealización seguro, yo mismo la tengo.

Capaz la idealización viene cuando uno ya es grande, porque creció y ya no va a volver a ser eso…

Obviamente es retrospectivo. Pero eso es tan evidente como que muy a menudo a los chicos los ves llorando por algo que el adulto puede llegar a decir que era una pavada, pero para el niño no lo es, entonces la carga de angustia… Los chicos están enojados una gran parte del tiempo, y tristes. Triste no sería la palabra, pero contrariados.

Uno se acuerda de chico que no tenía que trabajar, no tenía obligaciones… Igual eso también es para un sector, porque no todas las infancias evidentemente son así…

Por eso tenemos a Dickens, para comprender infancias que no son así. Pero porque al mismo tiempo, en la mirada adulta, todo eso que te producía tanta congoja se desvanece, pierde gravedad, entonces el efecto de idealización es automático. Porque las cosas que te hacían feliz sostienen todo su poder de persuasión: las vacaciones, obvio. Voy a decir lugares comunes: la primera bicicleta; decís “claro, cómo no voy a ser feliz con la primera bicicleta?”. Ahora, si se te arruinó el día porque estabas jugando a la pelota y te dijeron “entrará a bañarte” decís “bueno, no es para tanto”. No es para tanto lo decís ahora. Querías romper todo, estabas amargadísimo, estabas hecho una furia. Entonces me parece que la idealización es el efecto de ese cambio de escala por el cual las felicidades nos siguen pareciendo felicidades y las frustraciones nos parecen menores. Pero nos parece menores por perspectiva, en la infancia no lo vivís así.

A pesar de que son recuerdos salteados, hay elementos que repiten y que pintan un poco la época: desde los números de teléfono que arrancaban con dos cifras o los modelos de autos, pero también los “controles vehiculares” del ejército en plena dictadura, o situaciones de discriminación por ser judío. ¿Buscaste intencionalmente que esos aspectos sociales de la época estuvieran presentes, o aparecieron porque dejaron su marca generacional?

Yo soy del 67 así que ya se pueden sacar las cuentas de lo uno quiera: cuando murió Perón tenía 7, en el golpe militar tenía 9, primer campeonato del mundo de Boca tenía 11 y así con distintos jalones de mi vida.
Ahora bien: no, no solo no lo busqué sino que fueron las partes en las que puse más atención para dudar. Porque entregado a que los recuerdos vinieran, sin buscar –también es verdad que hay una cadena asociativa, cuando vino un auto vino el otro y en un momento dije bueno, esto va todo junto porque uno me está llevando al otro–, pero traté de no condicionar, justamente, no solo no los busqué sino que me propuse no buscar ningún recuerdo que tuviese una carga de sentido determinada por ninguna razón –política o social o lo que fuera–, sino dar lugar a los recuerdos como fueran viniendo, con las características que tienen: algunos son importantes, otros son totalmente banales, algunos pueden significar muchísimo para mí y para los demás nada, otros puede ser muy significativos para otros y quizás no tanto para mí, sin embargo si me lo acuerdo, lo puse… Pero sí claramente no tener la premeditación de decir “bueno, que entre algo de lo social, que entre algo de la dimensión política de esos años”, y cuando el recuerdo venía, aparecía tal escena, me acordaba de algo, estar especialmente alerta para esta clase de recuerdos, para que entraran si legítimamente habían había llegado a mí: tal recuerdo de tal situación política del mismo modo que el teléfono de Néstor Frenkel. O sea, tenía que tenía que tener el mismo derecho de ingreso al texto y no pensar “bueno, acá hay que poner un poco más de tal cosa o tal otra”. Solo entra con el sentido que de que me acuerdo de eso.

Habría que ver cómo son las lecturas generacionales. Porque muchas de las cosas que ponés tienen pocos datos pero yo, que estoy más cerca, los reconocí inmediatamente, incluso puedo recordar cosas similares. Pero habría que ver cómo lo leen generaciones que, así como el número de teléfono con dos cifras o los modelos de los autos no le significan nada, los pocos detalles que das de lo social le significan una cosa u otra. Igual tienen un peso… vos decís que los dejaste ingresar como vinieran pero saltan. Por ahí también porque son los que más reconocí, pero tienen peso…

Pero el peso tiene que estar dado por el recuerdo mismo, no por mi gesto. Está dado por el recuerdo y no por el gesto de recordar. Y eso tiene que ver con el efecto de colección, efectivamente, porque si narrás, jerarquizás. Si narrás das sentido, entonces puesto a narrar, yo ya sé que los carteles de “El centinela abrirá fuego” en la ESMA –yo vivía muy cerca de ahí– son más importantes qué que en el Peugeot 504 se abría el techo y se podía sacar la cabeza –igual se pueden combinar, porque si podés sacar la cabeza, podés tirar–. Sin embargo, en el formato que el libro tiene… Si yo hubiera escrito mi autobiografía de infancia –es la última cosa que sería capaz de hacer, una de las últimas– habría tenido que hacerme cargo de esa jerarquía y de esa distribución, de cómo entra eso en una narración; mientras que acá entran como lo que son, recuerdos. Y uno pesa más que el otro porque tienen más peso que el otro, y no está en mi gesto “bueno, ahora viene una cosa importante”. No, viene como vienen los recuerdos, de pronto uno, el otro. Y en la lectura, claro, en ese punto te diría que como en cualquier lectura, es interesante de ver.
Yo he tenido muchas experiencias, todas muy felices, de intercambio con estudiantes de colegio secundario que leen Dos veces junio. Y fatalmente están cada vez más lejos de esa época. Tienen siempre 15 años pero como en la Facultad, tienen siempre veinte y pico pero uno está cada vez más lejos y ellos están cada vez más lejos de ciertas referencias mías. ¿En qué se detienen y en qué no? Fui, por suerte para mí, muchas veces. Me acuerdo de los lugares. En San Isidro, Necochea, estuve en Comodoro Rivadavia, estuve en San Juan, estuve en La Pampa hablando con pibes de 15-16, y en algunos era “mi papá me contó, mi mamá dijo” o no, porque la diferencia no solo es de edad sino de ideología, posición social y la historia de cada cual. Y es tan interesante para mí ver qué leen y qué líneas siguen o no siguen, qué preguntas te plantean, qué los inquieta, qué subrayan –para decirlo así– los que tienen ciertas referencias, cierta codificación previa –por edad, por contemporaneidad, por proximidad, por afinidad ideológica o por lo que sea– como los que no la tienen y leen desde otro lado, o leen desde la ajenidad, y decirme los que leen desde la ajenidad qué leen, qué subrayan.
Entonces volviendo a un libro como Me acuerdo, que es tan distinto, a mí me intriga tanto la cercanía del que reconoce algo como el que no, qué se siente con esa ajenidad. ¿A qué suena, a antiguo, a extranjero? No me lo puedo ni imaginar. O sí, solamente cuando vuelvo a referencias de cosas de los años 40 que leo yo en la literatura que no sea con el formato Me acuerdo. Porque me parece que si no, sería como suponer que puede haber una una lectura más pertinente que otra, que el que está más cerca y reconoce va a hacer una lectura más pertinente que el que no. A mí atrae, me da la misma curiosidad el que no para ver qué se lee cuando se desconoce. Vos decías “cuando los números de teléfono tenía dos cifras en la característica”, con el sobresalto del que lo siente muy cortito, el que dice “claro, era 49”, sino el sobresalto del que dice “acá falta algo”. Hasta podría enfatizar y decir que en más auténtica –si se puede decir así– la lectura del que no sabe que antes el prefijo no era de tres –ni hablar del 4–, que los prefijos tenían 2, que no había 4, el que no lo sabe y choca contra algo que le resulta más corto de lo que tiene que ser. Esa lectura sería para mí perfecta, está leyendo lo que hay que leer, que es ¿qué es esto?
Pero vos fijáte, yo antes de escribir esto, y ahora deberíamos decir para escribir esto, leí el de Brainard y el de Perec. Tomemos el de Perec: está plagado de recuerdos de canciones o marcas de su infancia en Francia. O sea, cero. Pero uno ahí no dice “bueno esto no lo entendí”; porque no hay nada que entender en un recuerdo. Es proximidad o lejanía, o reconocimiento o extrañeza, y el reconocimiento no es más valioso que la “extrañeza”.

No, es un nivel que uno no puede evitar tener o no tener como lector cuando hay algo como de recuerdo conjunto en las cosas que compartís y otras que son novedad.

Exacto, es que el que está recordando ahí es otro, porque si no nos iríamos muy para el lado de esta sobrevaloración de la empatía que se viene produciendo últimamente, que es que hay que pensar que cuando uno empatiza está bien y si no empatiza está mal. Si vos pateás a un mendigo por la calle el problema no es que no empatizaste, es que lo pateaste. Podrías patearlo porque empatizaste: te acordaste cuando eras mendigo, te da bronca, lo pateás. Me parece que la empatía puede ser muy grata y muy adecuada en muchísimos casos, pero como mandato del Bien supone que solamente hay un bien cuando hay una una posibilidad de ser como el otro, de ponerse en el lugar del otro, y de ver las cosas como las ve el otro; lo que significa ni más ni menos que anular al otro como otro. Si yo logro ver las cosas como el otro, ese otro ya no es un otro para mí, porque estoy viendo como él. Entonces la relación con el otro, incluso la necesidad de empatizar para comprender, indica que si al otro no lo asimilo a mí, o al revés, si no me proyecto yo sobre el otro empatizando, no lo voy a poder comprender. Es decir, no lo voy a poder comprender como otro. No empatizo, no tengo esos criterios, no tengo esos valores, no veo el mundo así en absoluto, no lo vería jamás… pero lo comprendo.
Entonces me parece que en un caso como este, en donde ni siquiera se trata de comprender –son recuerdos que desfilan uno tras otros– hay cercanía cuando lo reconocés, pero me parece igual de intensa y hasta me atrae más la relación con la alteridad: decir “esto es otra cosa, nada que ver conmigo”. ¿Qué me pasa con algo que no me toca en nada?, porque como lector no necesito reconocerme para interesarme. Otra vez, sería el efecto empático: si te reconozco me intereso, o sea, el otro no me interesa, me interesa solamente si empatizo.

Mirá, yo pongo un ejemplo que me da no sé qué pero es una persona muy presente en el libro, que es mi abuela paterna, mi abuela Dina. Cuando existían los álbumes de fotos que se pegaban, con una especie de celofán, se sentaba, pasaba las hojas –que eran como de unas cartulinas pesadas–, pasaba una, otra, se detenía y decía “Acá salí bien”. Una, dos, tres, cuatro… “Acá estoy despeinada”. Pasaba todo y solamente se detenía, solamente le significaba algo cuando se encontraba a ella misma. En mi abuela eso me parece adorable porque todo en mi abuela me parece adorable, pero como matriz de lectura ya me ofrece más dudas, que es el lector que “se busca” a sí mismo en el texto. Pasa donde no está y le encanta cuando se ve a sí mismo, cuando se encuentra. Capusotto hace una parodia de esto: “es tal cual, es tal cual”. El que se alegra solamente cuando se ve a sí mismo como si uno mismo fuese la medida de todas las cosas. Leer un mundo otro, leer un mundo ajeno, leer recuerdos que para uno no significan nada, es una experiencia de la otredad, y a mí como lector me seduce tanto o más que la del reconocimiento.

De hecho aunque muchos buscan reconocerse, el sentido común de qué es leer es conocer otros mundos, otras cosas, estar por otro lado, y no leer lo mismo que uno podría pensar por sí mismo.

A mí por lo menos la literatura me gusta muchísimo, por muchísimas razones, pero una es que que no es más de mí.

Hablando de lo personal, ¿tuviste que negociar con los otros que aparecen en tus recuerdos? Tu hermana –a la que le dedicás el libro–, tu abuela…

Mis abuelos murieron, mi papá murió. Lo que hubo fue, acá en mi casa, una sesión de lectura de las partes delicadas con mi mamá, que es la figura delicada además para todo esto. Con mi hermana, va a estar bien. Entonces hubo como una especie de selección de recuerdos ríspidos –si se puede decir así–, polémicos, y hubo una sesión de lectura. Incluso mi mujer había propuesto que si el libro se llegaba a presentar –soy reacio a hacer presentaciones, no me gustan, no me gustan las mías–, pero se le había ocurrido un formato de presentación porque mi mamá, lo que tenía frente a cada uno de los recuerdos que yo iba leyendo, era una especie de alegato más bien. Alegato, refutación o adenda correctiva: “pero lo que pasa es que…”. Mi mujer había propuesto que hiciéramos la presentación así, o sea mi mamá y yo, yo leía y ella…

Aclaraba…

Aclaraba, refutaba, especificaba, ajustaba… y esa puesta en escena, si lo hubiésemos hecho, si lo hiciéramos, respondería a ese formato, que es que incluso la persona que participó de los mismos hechos, que estaba ahí, no tiene el mismo recuerdo; y tiene mucho para decir “en contra”. Por ejemplo, es pertinente para esta misma conversación: creo que uno de los comentarios que emanó mi madre aquí en la lectura fue “pero las clases de guitarra a vos te gustaban”. ¡Noooo! “Vos ahora decís que no pero en ese momento… yo me acuerdo”.

Bueno, los recuerdos suelen variar de una otra persona, de las mismas cosas. Y una con el tiempo se da cuenta que lo notorio es qué tan distinto es lo que te acordás vos de lo que te puede decir otro, que dice “de ninguna manera”. Y los dos están convencidos. Incluso a veces los recuerdos de los que uno está muy seguro te das cuenta que uno los construyó mirando fotos, o porque te contaron… Es una cosa que más que recuerdo es una construcción que uno hizo después.

Cuando eso que muy bien definís, es colectivo, a mí no sabés cómo me interesan los falsos recuerdos sociales. Por lo que estamos diciendo, está la memoria social y está el recuerdo en falso. A mí me interesan mucho los olvidos colectivos –que todos olvidados lo mismo– y sobre todo el recuerdo equivocado, cuando es social justamente.

Son sintomáticos…

Creo, si no me estoy equivocando yo: mucha gente jura jura jura –dos me vienen ahora a la mente– que es el oscurecimiento de la ciudad de Buenos Aires en prevención de un ataque aéreo fue durante Malvinas. Y fue, juraría, en vísperas de lo que parecía o que podía llegar a ser la guerra con Chile por el Beagle. No sabés la gente que me ha dicho “no, no, yo me acuerdo porque mi cuñado ya estaba viviendo con nosotros…”. Me interesa mucho porque alguna motivación hay. Si es una persona, dos, tres, es un error. Cuando un recuerdo social está corrido es interesante ver por qué. El mundial de fútbol en colores. No fue transmitido en colores para la Argentina. En la Argentina fue transmitido en blanco y negro.

Vimos las escenas a color después por ahí…

Después, y lo que sí hubo mucho por esos años fue la campaña propagandística de la dictadura de la construcción de Argentina Televisora Color. Eso sí estuvo muy presente en términos de “el Mundial va a traer nuevas tecnologías, el avance, el futuro, ya tenemos un canal que transmite a color”. Y de hecho yo creo –me gustaría averiguar– si ATC no fue el último canal del mundo en explicitar que era a color. Hasta cuándo se llamó Argentina Televisora Color, y si en ese momento había algún otro nombre de canal en el mundo que dijera “estos es a colores”. Argentina seguía diciéndo “miren, tenemos color ¿eh? Esto sale en colores”. Y me parece que ese ese corrimiento produjo un recuerdo falso.

Los olvidos son tambien sintomáticos. Freud…

Mirá, ya que lo nombré: Dos veces junio está escrito por muchas vueltas y líneas, pero una fue verificar entre futboleros –que es la gente con la que yo más hablo– que el partido que Argentina perdió en el Mundial 78 estaba olvidado. Que había perdido un partido estaba olvidado. Gente que sabe, ¿eh? Que te puede decir “sí, el gol de Luque a Francia, sí, el penal que atajó Filliol contra Polonia…”. Vos decís “listo, esta persona sabe” y entonces decís ¿y el partido que perdió? No se acordaban que había perdido un partido.
Claro, la épica victoriosa es tan potente, que a mí no me interesaba digamos revertirla o contrarrestarla con el terror que había detrás –una cosa razonable pero esperable también–, sino con la derrota deportiva, y contar solo la noche en que Argentina pierde con Italia. Gol de Roberto Bettega. Y hacer chocar una memoria estabilizada no con la denuncia del horror, porque jamás escribiría una novela de denuncia, pero sí con una especie de choque de imaginarios. Hacer chocar al imaginario victorioso no con la denuncia –nada más ajeno a mí–, sino con la derrota deportiva. Y Bettega, Roberto Bettega.

Por estos días está saliendo también otro libro tuyo, Confesión. ¿Podés adelantarnos un poquito de qué se trata?

Sí, salen juntos, creo que digitalmente ya están, y cuando se restablezca eso que llamamos “realidad” saldrán a la realidad en forma de papel también.
La novela –Confesión es una novela–está divida en tres partes, y ahí sí las tres partes están en un punto encapsuladas como modalidad narrativa y en su tensión narrativa son tres bloques, pero por supuesto que todo funciona a partir de las secuencias que esos tres bloques arman.
Puedo contar el principio, el segundo y el tercer bloque me es más difícil, pero el principio son las confesiones de una nena de 12 –11, 12 o 13, está por ahí–, en la iglesia de su pueblo –vive en un pueblo de la provincia de Buenos Aires que es Mercedes, años 40–, y algo que a mí me gusta, porque en alguna otra cosa que escribí está también de por medio, son estas situaciones en las que el que narra no entiende del todo lo que le pasa. Y algo le pasa en su cuerpo, algo le está pasando a su cuerpo, quien narra no termina de darse cuenta qué es, el lector sí. En este caso yo diría que el lector entiende, el cura que confiesa entiende de más, sobreinterpreta –como suele pasar con un sistema de vigilancia– y ella no termina de saber lo que le pasa. Y lo que le pasa es que –digamos así– se le alborota el cuerpo cuando desde la ventana de su casa ve pasar, con la regularidad de ciertos horarios que ya puede establecer, a un vecino: los viernes pasa para un lado, los domingos pasa para el otro. Se le alborota el cuerpo de un modo que ella misma no puede terminar de definir, y ese vecino, por entonces de 16 años, es Videla… volviendo a Mercedes y volviendo de Mercedes a Buenos Aires por esos años…

Inquietante.

Vamos a ver, si salió bien va a ser inquietante, si lo escribí mal, cagué la idea.

Bueno, ni bien la tengamos la leemos y volvemos a hablar. Muchas gracias Martín.

Muchas gracias a vos.

Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Un-ejercicio-de-memoria-y-escritura

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