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España activistas de la salud mental: «No hay educación emocional en la escuela»

Falta educación emocional en las escuelas. «Enseñan a hacer raíces cuadradas. pero no a hablar de las emociones, a ponerle nombre a eso que sentimos». Es el testimonio de dos activistas de la salud mental que han participado esta tarde en ‘Parlem de depressió’, el primer gran encuentro de salud mental después de la pandemia que ha reunido a personas que han sufrido una depresión, a entidades y personalidades políticas, como la concejala de Salut, Envelliment i Cures del Ayuntamiento de Barcelona, Gemma Tarafa, o la directora del Pacte Nacional de Salut Mental, Magda Casamitjana. El debate ha estado conducido por el periodista de EL PERIÓDICO Fidel Masreal.

«A mí en la escuela me han enseñado a resolverproblemas de matemáticas pero, cuando llegué a la psicóloga y me preguntó qué sentía, no supe qué responder», ha explicado Noa, una joven que superó una depresión. Para ella «saber de historia» es tan importante como «saber gestionar un ataque de ansiedad o un momento de nervios». Ha dicho lo mismo Carmen, una mujer que ha pasado cuatro depresiones y que ahora es activista. «Es tan importante, cuando no estás bien, ser valiente y decir: ‘No estoy bien’… Pero hay un gran estigma de la sociedad», ha opinado.

En este sentido, Casamitjana ha reconocido la falta de recursos y que los centros de salud mental infanto-juveniles (CSMIJ) difícilmente pueden ayudar a las escuelas porque las listas de espera son «tremendas».

Por su parte, Tarafa ha destacado que hablar de la depresión es algo «clave», y no solo con expertos, sino también con personas que la hayan sufrido o la sufran. La concejala del ayuntamiento ha recordado que, en los últimos tres años, la depresión y la ansiedad han aumentado un 27% en la Unión Europea (UE). «La salud mental tiene un sesgo de clase y género. Las mujeres tienen 10 puntos más de riesgo que los hombres», ha puntualizado.

Peor en las últimas décadas

Según el director de Salut Mental i Adiccions del Institut d’Assistència Sanitària, Claudi Camps, la pandemia ha puesto «en evidencia» la «vulnerabilidad» de la sociedad, sobre todo en las últimas décadas. «Vivimos en continuos cambios, pero somos analfabetos emocionales», ha dicho Camps, quien ha subrayado que lo más importante, en el fondo, son los «vínculos sociales».

La directora de Salut Mental Catalunya, Marta Poll, ha señalado que el empeoramiento de la salud mental de la población general tiene que ver con los «estilos de vida». «En 2015 ya comenzamos a poner sobre la mesa que este estilo de vida los jóvenes no lo aguantaban, que estaban comenzando a aparecer problemáticas de carácter emocional», ha dicho Poll. Por eso ha pedido «generar espacios» en los que hablar de estas problemáticas. En este sentido, la pandemia «ha ayudado» a que se hable de otra manera.

Poll también ha llamado a dejar de poner el foco de la salud mental únicamente en la sanidad. «Es verdad que faltan psicólogos y psiquiatras, pero falta hacer otras cosas. Falta poner el foco en la dimensión social y comunitaria», ha valorado.

Más presencia en los medios

Otra de las entidades que ha estado presente en el encuentro es Obertament Catalunya, que ha constado una «mejora» en los últimos años del tratamiento de la salud mental por parte de los medios de comunicación. «Hay más interés y comienzan a entender que hay que dar voz a la persona con experiencia propia», ha dicho Ariadna Rogero, de Obertament Catalunya.

La vicepresidenta del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya, Júlia Rossana, ha lamentado el «estigma» y la «criminalización» que recae en los jóvenes cuando se habla de ellos, también cuando se analizan sus problemas de salud mental. «El 80% de los titulares cuando se habla de los jóvenes son negativos», ha apuntado. La precariedad que sufre este colectivo no facilita las cosas, pero, ha asegurado Rossana, los jóvenes también quieren participar en debates de salud mental y de vivienda, por ejemplo. «Queremos participar, pero se nos debe creer, queremos ser escuchados», ha remachado.

https://www.elperiodico.com/es/sanidad/20221213/salud-mental-educacion-emocional-escuelas-79917445

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España: Los padres tenemos mucho que ver con la inteligencia de nuestros hijos

Los padres tenemos mucho que ver con la inteligencia de nuestros hijos

Fernando Alberca explica cómo provocar el talento en los hijos con ejercicios básicos pero profundos estructuralmente para su cerebro

El cociente intelectual (CI) de una persona es el índice resultante de una operación estadística de población y apenas cambia a lo largo de la vida de una persona. Es verdad que un niño o niña nace con mayor CI que otro, pero eso, según Fernando Alberca, autor de «Todos los niños pueden ser Einstein», «no tiene ninguna importancia y apenas tiene consecuencias; lo importante y de verdaderos efectos es qué hace el niño o la niña con su CI a lo largo de toda su vida, porque la inteligencia y el CI no son lo mismo», asegura.

El CI no cambia, pero «la inteligencia no deja de crecer al aprender con la experiencia y la madurez: con la vida —insiste Alberca—, de forma que no aprendemos porque seamos listos, sino que somos listos porque aprendemos. Más listos cuanto más aprendamos y aprendamos enseñanzas más importantes para resolver los problemas de nuestra vida».

A su juicio, si se define la inteligencia como la capacidad del ser humano de resolver problemas, «quien resuelva los problemas más decisivos para el ser humano es más inteligente. De modo que será más inteligente quien sepa resolver los problemas que dan como resultado ser más feliz. Esos son problemas más importantes que por ejemplo los que se reducen a un área del conocimiento o ámbito cultural por prestigioso que sea este».

Es decir, prosigue este profesor, «hay seres muy inteligentes que nacieron con un CI medio, pero han desarrollado extraordinariamente su inteligente al vivir, han aprendido lo más importante, y por el contrario hay quienes con un CI de nacimiento más alto se han ido convirtiendo en seres torpes , porque en su infancia no estimularon ni desarrollaron su inteligencia o no lo encaminaron a ayudarle a resolver los verdaderos problemas con los que uno se tiene que enfrentar. La verdad es que la inteligencia es un medio para alcanzar la felicidad –no un master en Harvard- y si no, no es verdadera inteligencia» .

Así, continua Alberca, «como la inteligencia crece desde que nacemos, tiene que ver con la experiencia y el aprendizaje, por tanto “se hace” mucho más que “se nace”». Por eso los padres tenemos mucho que ver con la inteligencia de nuestros hijos , con su estimulación y el desarrollo inteligente definitivo de nuestros hijos. En esa inteligencia es donde han de centrarse desde que nacen, pudiendo despreciar sin consecuencias el CI con el que nace».

Los seres humanos, recuerda este escritor, «tienen un CI normalmente entre 70 y 140. Menos de 70 se considera que tiene un CI límite (borderline o fronterizo, se decía antiguamente) y si supera 140, podemos considerarle superdotado. La mayoría se mueve entre 85 y 115. Entre 120 y 140 podemos considerarle de altas capacidades . Yo he conocido muchísimos niños suspendiendo en la escuela de CI entre 120 y 136 y muchos de alta capacidad, pero nunca he conocido un superdotado , aunque sé que los hay por algún documental». Cualquiera que sea el caso de nuestros hijos, advierte Alberca, «lo que realmente nos ha de ocupar son nuestros esfuerzos como padres en hacer que se desarrolle lo más posible su inteligencia , que siempre parte de una dosis más notable –sea cualquiera que sea el caso— de lo que parece. El ser humano es más inteligente de lo que demuestra y su capacidad es inimaginable. Los padres deben enseñarle que pueden enfrentarse a resolver los problemas más complejos y al tiempo los más importantes de su vida: que puede lograr ser feliz, además de resolver los retos con los que le apasione enfrentar su capacidad intelectual y emocional: por afición o profesión u otra circunstancia.

En esto, concluye este docente, los padres tenemos un papel decisivo, a cualquier edad del hijo. « Todos los seres humanos son capaces de mucho más siempre . Todos los niños pueden ser Einstein en ese sentido, siempre que hagamos lo que hizo Albert Einstein, utilizar variadas partes de su cerebro (del hemisferio derecho, por ejemplo su creatividad e imaginación) para unirlo al izquierdo (racional y lógico, que le planteaba los problemas físicos y matemáticos), y acabar así resolviendo con la imaginación según él mismo contaba). La genialidad al fin y al cabo es unir todo el cerebro para resolver un problema y entonces la solución que surge será sorprendente, increíble a primera vista, eficaz, completa, rotunda, extraordinaria y genial».

Para potenciar de forma práctica y completa la inteligencia de nuestro hijo, podemos, por ejemplo, hacerlo con prácticas como las que Fernando Alberca sugiere a continuación:

1. Decirle a los hijos que son inteligentes, porque lo son . En el peor de los casos, solo falta que ponga en práctica su capacidad, sobrada.

2. Tratarles como si tuvieran dos años más de lo que tengan. Tratarles como mayores y hablarles en consecuencia.

3. Potenciar el desarrollo y habilidad de sus cinco sentidos externos: por ejemplo enseñándole aceite y vinagre y que rápidamente los distinga, lo mismo la sal y el azúcar, distinguir grosores de folios o cartulinas tocándolas, distinguir instrumentos musicales por su sonido, jugar a distinguir con los ojos vendados sabores, empezando por definirlos como salados, sosos, picantes, dulces, ácidos…; también con ojos vendados distinguir superficies rugosas, ásperas, liosas, abultadas, rayadas…; calcular distancias a simple vista; etc.

4. Escucharles siempre tomándolos en serio , aunque lo que digan aún sea inmaduro.

5. Explicarles con detalle cuanto sepamos ante una pregunta. Por ejemplo, podemos explicar el principio de Arquímedes cuando pregunten por qué flota un barco. Nuestro hijo se irá a media explicación probablemente, después de sacar las siguientes conclusiones: «mi padre sabe, mi padre me escucha y contesta a todo; y esto es muy complicado, pero flotan por algo que sabe mi padre».

6. Nunca decir –si se puede evitar- ante una pregunta de un hijo (por ejemplo: «¿Papá, porque tienen una mancha blanca los caballos?»), respuestas como: «ahora no», «porque sí» o «yo qué sé» La conclusión que sacaría cualquier hijo sería: mi padre no sabe y no soporta que se sepa, por eso disimula, mi padre le da igual mi pregunta, mi padre nunca tiene tiempo para contestarme.

7. Cuando no se conozca la respuesta a su pregunta , conviene reconocerlo y ayudarle a buscar la solución en cuanto se pueda, si es en el acto mejor, si no, en el primer momento del que se disponga.

8. Hacer puzzles.

9Fomentar el gusto por la música clásica y por un instrumento.

10. Aprender a leer sin silabear (por ejemplo con el método Doman). Adelantar el aprendizaje de la lectura a cuando muestre interés y deseos de aprender: antes de los 4 años siempre. El niño puede aprender a leer con mucha soltura y sin razonamiento antes de pronunciar.

11. Proponerle leer libros donde los héroes sean valiosos y ricos emocional e intelectualmente y enseñen cómo resolver problemas en los dos ámbitos. Ver a sus padres disfrutar con ellos.

12. Enseñarle el mayor número posible de realidades y sus clasificaciones (estructura su mente): por ejemplo, enseñarle todos los tipos de razas de perros que se pueda con los que se encuentre (no decir nunca perro, sino perro dálmata); especificar igualmente los tipos de materiales (plástico, madera…); tipos de telas (pana, raso…); nombre de formaciones de las nubes si se conocen; de hortalizas; de pescados; de partes del cerdo o ternera que se come; frutas; legumbres; lunas; etc.

13. Utilizar ante él la mayor riqueza de adjetivos , sustantivos y verbos, así como la mayor variedad de argumentos.

14. Enseñarle a jugar al ajedrez , damas; scattergories; juegos de memoria, pictionary; cluedo; legos; mastermind, o cualquier juego en el que ganar no dependa de la suerte, sino de la estrategia, la memoria o el razonamiento.

15. Establecer una dieta razonable para el consumo de dispositivos digitales . Procurar jugar a videojuegos donde ponga más en juego su razonamiento, memoria, lógica, intuición (construir ciudades, operar en ellas, por ejemplo), más que simplemente reaccionar a ataques o peligros.

16. Enseñarle una foto en una revista e imaginar un diálogo entre ellos.

17. Pedirle que diga diez formas distintas «te quiero» .

18. Proponerle que diseñe un portafotos para un regalo.

19. Jugar con él a utilizar herramientas para resolver problemas que le son impropios: por ejemplo, cómo calcular distancias con un tenedor, o para qué utilizaría un ladrillo al cocinar un plato tradicional en la familia.

20. Jugar a adivinar personajes haciendo preguntas , a las palabras encadenadas, al recuerdo de palabras que se van añadiendo a una historia o a deletrear al revés palabras.

21. Tener una actitud positiva ante los obstáculos en los estudios del hijo y un concepto del hijo como un ser sobradamente inteligente, como todos, para resolver los problemas con los que se va a encontrar si aprende a resolverlos.

22. Dejarles que resuelvan sus problemas a su edad : desde abrocharse el abrigo cuando es pequeño, hacer su cama, hacer un trabajo solo, las tareas escolares con la menor indicación posible o la orientación solo necesaria. No resolver sus problemas .

23. Reconocerle lo positivo que haga en lo escolar o intelectual: si juega al fútbol bien es porque es inteligente y su cerebro hace muchas operaciones de cálculo físico entre otros conocimiento durante el juego. O sabe hacer buenos esquemas, o estudiar con intensidad, o…

24. Favorecer su modo propio de resolver problemas y si sorprende el resultado, preguntar por qué antes de decir que está mal, nos podemos llevar una sorpresa nosotros. Por ejemplo, escribe con cifras el siguiente número trescientos seis, resultado: 307, «¿por qué?», «porque es el siguiente número».

25. Bailar al son de la música.

26. Recitar poesía y dramatizar fragmentos de teatro.

27. Preguntarle su opinión sobre todos los temas.

28. No reírse nunca de sus ocurrencias y menos de sus errores.

29. Tener en cuenta que el talento se provoca y se contagia , por eso coinciden en tiempo y espacio. Así, recuerda este profesor, «podemos recordar por ejemplo en España autores como coincidieron Cervantes, Lope, Calderón de la Barca, Quevedo o Góngora, en la misma calle de Madrid y el mismo día. O Vivaldi, Bach, Mozart y Beethoven en el centro de Europa del siglo XVIII, inventores en el siglo XIX, pintores en Italia durante el Renacimiento o deportistas en España al final del siglo XX. Provocar ese talento en los hijos, en buena medida, depende de sus padres y de ejercicios tan básicos pero profundos estructuralmente para su cerebro como los descritos».

Fuente: Carlota Fominaya / abc.es

Fuente de la Información: https://www.redem.org/los-padres-tenemos-mucho-que-ver-con-la-inteligencia-de-nuestros-hijos/

 

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La educación pública es el mayor ascensor social en España

La educación pública es el mayor ascensor social en España

El último Foro de Vistalegre del año 2022 trató sobre los “Retos educativos y adolescencia”.

Animado debate sobre educación con los ponentes Antonio José Espín, actualmente diputado del PSRM-PSOE en la Asamblea de la Región de Murcia y Rosa Peñalver, que fue Secretaría de Estado de Educación y Presidenta de la Asamblea Regional, y la moderación del debate por parte de Maria José Fernández Tendero, Presidenta de la Liga de la Educación en Murcia.

Comenzaba Maria José Fernández Tendero afirmando que “la educación pública es el mayor ascensor social y el activo que permite una efectiva transmisión de valores, hábitos y como formador del sentido crítico”.

El diputado Antonio José Espín puse negro soble blanco la realidad educativa de la Región de Murcia. “Somos la segunda comunidad con mayor absentismo y abandono escolar. Somos la comunidad que menos invierte por alumno público y la quinta que más invierte en lo privado. Somos la comunidad con menos becas comedor. El Presidente y la Consejera hablan de reducir el ratio de alumnos por clase, pero los presupuestos de 2023 no aumentan la dotación para contratación de profesorado”, explicaba Antonio José. Continuaba indicando que “el Gobierno de España ha enviado 40 millones de euros para incrementar en 4000 las plazas de 0 a 3 años en la pública. Estamos en diciembre y la comunidad no ha gestionado nada.”.

“Desde el PSRM-PSOE, tras escuchar a todas las partes en educación, hemos propuesto bajar las ratios, aumentar las becas de comedor, las plazas 0-3 años, la inversión en centros públicos, la financiación de las actividades extraescolares… Es posible, económicamente se puede y únicamente se trata de prioridades. El PP prefiere lo privado y abandonar lo público.  Lo que nosotros proponemos lo está haciendo el Gobierno de España y otras comunidades.”, explicaba Antonio José.

Terminaba la ronda de intervenciones iniciales Rosa Peñalver, comentando que “nos toca de nuevo trabajar la educación en principios y valores para que esto permita que nuestros jóvenes fomenten una sociedad más igualitaria, humana y concienciada.” Planteaba Rosa Peñalver algunos restos como “avanzar en la corresponsabilidad, las tareas no tienen género ni sexo, formación contra la violencia de género y educación afectivo sexual.”

Tras la intervención de los ponentes se abría un animado e ilustrativo turno de palabras en que se continuaban indicando los pésimos datos educativos de la Región de Murcia, situándonos en la cola de España y la UE.

Con este foro se daba por concluido el ciclo de foros de vistalegre 2022, quedando todos los asistentes invitados al siguiente foro que tratará sobre sanidad y se celebrará durante el mes de enero del próximo año.

https://murciaactualidad.com/la-educacion-publica-es-el-mayor-ascensor-social-en-espana/

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Educar la voluntad, educar la independencia

Por: Carlos Javier González Serrano

Como adultos, deberíamos preguntarnos a qué estamos invitando a que se adapten nuestros niños y jóvenes, por qué se les empuja a gestionar sus emociones (al igual que a los adultos) y para qué deben sacar provecho o rentabilizar las crisis. En realidad, el pensamiento es el único que nos procura valentía para actuar.

La sociedad del espectáculo lo pone todo en venta. Nuestra vida ha quedado supeditada a los estándares de la producción y el consumo en todas sus facetas y, encadenados a una continua y agotadora dinámica del rendimiento (revestida de ocio, entretenimiento y libertad), llegamos a pensar –con resignado talante– que incluso el descanso no es más que la pausa que necesitamos para poder seguir alimentando las voraces fauces de un modo de existir extenuante. Para, como nos dicen innumerables libros de autoayuda, «gestionar» nuestras emociones y «rentabilizar» nuestras fuerzas vitales.

Todo ha sido sometido a la lógica del mercantilismo. Incluso nuestro deseo. Pero deberíamos tener en cuenta que consumir rápida y enfermizamente (series, películas, podcasts e incluso emociones) impide construir con pausa nuestros deseos. Cuando el filósofo danés Søren Kierkegaard escribió que «el goce decepciona, pero la posibilidad no», invitaba a aprender a dar valor a la bella distancia que media entre nuestros deseos y su satisfacción. A estimar y cuidar la enriquecedora grieta que se abre entre la aparición de aquello que deseamos y la posibilidad de alcanzarlo. Hemos extraviado la preciosa e irremplazable hendidura de lo erótico, de la fuerza (eros) que nos impulsa a perseverar.

De manera paulatina y casi imperceptible, en las últimas décadas se ha perdido el valor del tránsito, del camino, del esencial espacio que media entre el deseo y su satisfacción. Por eso hay que trabajar en la dilación de la satisfacción, por un lado, y en la construcción del deseo, por otro. No se trata del viejo y mal planteado debate «materialismo sí o materialismo no».

Existen bienes materiales que pueden resultar muy útiles e incluso necesarios para nuestro trabajo o nuestra vida diaria: la cuestión es aprender a distinguir qué necesitamos y qué no, qué deseos nos han sido suscitados (pasivamente) por la mercadotecnia, la publicidad y las prisas y qué deseos emanan de nuestra voluntad.

«Con la llegada de la Navidad, se presenta una oportunidad muy indicada para enseñar a los más pequeños y jóvenes la destacada significación del autoconocimiento»

Con la llegada del periodo navideño, se presenta una oportunidad muy indicada para enseñar a los más pequeños y jóvenes la destacada significación del autoconocimiento: mostrar desde edades tempranas el valor de examinar por qué hacemos lo que hacemos. No se trata de desilusionarlos o desengañarlos antes de tiempo, sino de señalar que tras nuestras acciones hay una voluntad, la nuestra, que consiente o no consiente en aquello hacia lo que es encaminada.

No depende de nosotros desear algo o no desearlo, pero sí depende de nosotros qué hacer con esos deseos, y en ello consiste la independencia. Los niños y los adolescentes tienen un escaso control del impulso, por lo que precisan de algo o alguien que, desde fuera, les indiquen ciertos límites. Un desde fuera que, a lo largo del proceso madurativo, se irá convirtiendo en un proceso interno: en el empleo del juicio propio, en la autonomía y en la emancipación respecto al constante ruido que aturulla nuestra vida. La tarea de la educación es, pues, central.

Y es que nuestra contemporaneidad se caracteriza por ese permanente ruido, tan difícil de acallar. Se trata de un ruido que no solo tiene que ver con nuestros oídos, sino también con nuestros ojos o con el tacto, como en el caso del smartphone o la tablet, objetos que raramente abandonamos y que se han transformado en apéndices de nuestro cuerpo, o más aún, en nuestro propio cuerpo, puesto que a través de ellos nos ponemos en contacto con el mundo.

«Vivimos anclados al aquí y al ahora, sin poder detenernos a pensar en nuestro pasado o en el porvenir»

El ruido incesante secuestra nuestra capacidad de concentración y nos impide vivir otro tiempo que no sea el puro presente. Vivimos anclados al aquí y al ahora, sin poder detenernos a pensar en nuestro pasado o en el porvenir. Desde hace siglos, la filosofía nos ha invitado a hacernos dueños de nuestra atención para poder pensar antes de actuar y, sobre todo, para poder alcanzar independencia de juicio y autonomía en la acción. Modular el molesto ruido de nuestro alrededor puede ser el comienzo para reconquistar nuestra emancipación, para no ser esclavos del entorno.

Recordaré aquí una inolvidable cita de Dostoyevski en Memorias del subsuelo: «¿Cómo han podido imaginar todos los sabios que necesitamos una voluntad virtuosa? ¿De dónde han sacado que necesitamos desear de una manera sensata y provechosa? Sólo una cosa necesitamos: querer con independencia, cueste lo que cueste».

No nos engañemos: acostumbrar a niños y niñas a un lapso de tiempo corto entre la aparición del deseo y su satisfacción genera adultos emocionalmente dependientes, con una capacidad de atención y concentración mermada, maleables y condenados a la frustración; si no satisfacen rápidamente su deseo, aparece el sufrimiento, la desazón y la desilusión. Y de su mano, trastornos emocionales como la ansiedad o la depresión o los trastornos de déficit de la atención e hiperactividad.

«No nos engañemos: acostumbrar a niños y niñas a un lapso de tiempo corto entre la aparición del deseo y su satisfacción genera adultos emocionalmente dependientes»

Por eso también urge pensar sobre la categoría del regalo. Deberíamos mostrar a los más pequeños que lo importante no es propiamente el regalo, sino el acto de dar, la preocupación por el otro, por sus gustos y necesidades. El regalo no es más que la materialización de ese tiempo de atención por el otro, y es lo que debemos enseñar.

Vivimos rodeados de estímulos que nos instigan a comprar y, en numerosas ocasiones, ya tenemos de todo, vivimos atiborrados de objetos, mientras nos faltan la compañía, la calidez o la calidad y hondura en los vínculos. Todos sabemos de personas que pasan días y semanas paseando por tiendas sin saber qué comprar a sus familiares, lo que da lugar a una sensación de vacío y frustración por no llegar a cumplir las expectativas.

Por supuesto que el regalo, como objeto, cobra un papel relevante cuando hablamos de la generosidad, pero no es lo fundamental; deberíamos enseñar que la generosidad tiene más que ver con la pre-ocupación por el otro que por aquello que se da. Lo mismo sucede con la solidaridad, que no ha de asociarse a sentimientos de pena o compasión, porque no debería ser un acto puramente pasivo («me compadezco, luego soy solidario», «qué pena me da», etc.), sino activo: decido dar mi dinero, comida o bienes de cualquier tipo a una causa porque la considero necesaria, justa, buena o bella. La generosidad y la solidaridad deberían sostenerse, por tanto, sobre valores que construyamos –y ayudemos a construir– paulatinamente, y no sobre afectos y emociones que nos arrastran y nos hacen reaccionar pasivamente, en lugar de actuar responsable y activamente.

«El ruido incesante secuestra nuestra capacidad de concentración y nos impide vivir otro tiempo que no sea el puro presente»

La manera más efectiva de transmitir valores ha sido, es y siempre será el ejemplo. La ejemplaridad en la acción es fundamental para que niños y niñas y jóvenes no solo comprendan el contenido de ciertos valores, sino la importancia de llevarlos a cabo, de hacerlos efectivos en nuestro mundo, en nuestras circunstancias. Cuando somos pequeños somos muy sensitivos, y necesitamos ver, oír y tocar todo aquello de lo que nos hablan. Así se enseña a leer en las etapas de infantil y primaria, con la representación visual e incluso táctil de las letras y los números.

Con los valores sucede algo similar, y cabría decir que también nos ocurre a los adultos. Hay una cita del pensador Henry-David Thoreau que suelo recordar mucho cuando hablo con padres y madres en tutorías o en charlas con adultos: «Si busca persuadir a alguien de que hace mal, actúe bien. Los seres humanos creen en lo que ven. Consigamos que vean».

«La cuestión es entregarse a la tarea de investigar qué es el bien, pero para eso se necesitarían clases de filosofía desde temprano en la educación»

La cuestión, por supuesto, es entregarse a la tarea de investigar qué es el bien, pero para eso se necesitarían clases de filosofía desde temprano en la educación. Lamentablemente, el fomento del pensamiento crítico y las humanidades tienen cada vez menos espacio en los centros educativos. Para la nueva pedagogía, lo importante es desarrollar destrezas, habilidades y competencias que los ayuden a adaptarse a lo dado (sin cuestionarlo), a gestionarse (sin preguntarse qué deben gestionar exactamente) y a rentabilizar las oportunidades de las crisis (sin interrogar si esas crisis son o no algo de lo que deban responsabilizarse).

Como adultos, deberíamos preguntarnos a qué estamos invitando a que se adapten nuestros niños y niñas, nuestros jóvenes, por qué se les empuja a gestionar sus emociones (al igual que a los adultos) y para qué deben sacar provecho o rentabilizar las crisis. Quizá nos hayan acostumbrado a lo que jamás deberíamos habernos acostumbrado: como explicó María Zambranofácil es deslizarse por la vida y arduo y áspero resulta el sendero del pensamiento, aunque es el único que nos procura independencia para pensarnos y valentía para, tras haber pensado, actuar.

Fuente de la información e imagen: https://ethic.es

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Lo Importante No Es Lo Que Pasa En El Metaverso, Sino En El Otro Lado

Por: Esther Peñas

Tal y como advierte la tecnóloga madrileña Lucía Velasco, la disrupción digital en los entornos productivos es cada vez más evidente: 85 millones de empleos se transformarán debido a la revolución tecnológica antes de 2025 en todo el mundo. En su último libro, ‘¿Te va a sustituir un algoritmo?’ (Turner), esta experta independiente de la Comisión Europea, que además dirige el Observatorio Nacional de la Digitalización y el Impacto de la Tecnología en la Sociedad (ONTSI), analiza los beneficios, desafíos, contrariedades y amenazas de este nuevo escenario donde el metaverso parece interpretar el papel de protagonista. ¿Su recomendación? Reflexionar sobre las decisiones que debemos tomar para no quedarnos descolgados en un mundo donde nada, nunca, será igual.


«Estamos en un momento –respecto de las nuevas tecnologías– tan importante como la era atómica», afirmas en tu libro. ¿Cuántas personas se quedarán por el camino y de qué manera?

Los riesgos son importantes. Precisamente por eso he escrito este libro, porque debemos ser conscientes de ellos. Pero también estoy convencida de que estamos a tiempo de evitar que nadie se quede atrás y acompañar a aquellos que no puedan hacer esta transición digital.

¿Hasta qué punto son útiles los algoritmos y sus combinaciones? ¿Cuándo conviene desterrarlos para obtener resultados?

Los algoritmos nos facilitan la vida: nos dicen cómo llegar a los sitios, priorizan los correos, ayudan a interpretar radiografías, sugieren dosis de medicaciones, nos recomiendan música o películas, hacen un match en cualquier aplicación de ligoteo o le dicen al banco que dé o no, un crédito. No pienso que haya que desterrarlos sino, más bien, entenderlos y controlarlos. Siempre tiene que haber supervisión humana cuando se toman decisiones sobre personas y debemos ser capaces de saber cómo llegan a las conclusiones que llegan. Hay que estar muy atentos para evitar que nos lleven a lugares que ya habíamos superado: esto sucede porque repiten patrones, utilizándose datos que, sin tratar, son el reflejo de lo peor y lo mejor de la sociedad. Debemos avanzar en la auditoría algorítmica y en su transparencia.

Crece la incertidumbre ante la posibilidad de que los algoritmos vengan a quitarnos el trabajo. Aunque sabemos que, a su vez, las nuevas tecnologías crearán nuevos empleos, la proporción entre la destrucción y la creación de puestos de trabajo será escalofriante. ¿Qué sucederá con esas grandes masas de gente en paro?

Diría que vienen a quitarnos trabajo, no el trabajo. La revolución digital hará que tengamos que adaptarnos rápida y masivamente a cambios en gran parte de los trabajos, pero no habrá grandes masas de gente en paro. Los Gobiernos no lo permitirán.

¿Podría la digitalización acentuar aún más la brecha entre muy ricos y pobres?

Ya lo está haciendo. Hay una concentración de riqueza y de poder en unas pocas empresas y en quienes las lideran. Se debe equilibrar la balanza usando herramientas más tradicionales de economía política, pero también hay que atreverse a probar nuevas. La competencia de los mercados y la protección de los trabajadores, independientemente del tipo de contrato que tengan, son pilares fundamentales para combatir estas brechas.

«Tenemos en riesgo nuestra privacidad, que es en el fondo, nuestra libertad»

Argumentas que la capacidad de intercambiar grandes cantidades de datos de forma rápida y barata ha sentado las bases para el auge de la economía digital y sus nuevas formas laborales. Pero con este carácter financiero, ¿acaso la transformación no favorece una ‘economía ficticia’ (o abstracta) y más vulnerable, como vimos en la crisis de Lehman Brothers?

La gran crisis que hizo tambalear las economías más importantes del mundo hace casi 15 años vino provocada por una agresiva desregulación y un poder desproporcionado de los poderes financieros para influir en las normas que les restringían la especulación. Es necesario poner límites a los gigantes tecnológicos precisamente para evitar que vuelva a suceder. Esta vez tenemos en riesgo nuestra privacidad, que es en el fondo, nuestra libertad.

¿De qué modo podríamos reindustrializar España en clave digital?

Incorporando a la economía del dato los sectores tradicionales que sostienen nuestra economía, como el turismo, para que puedan competir en el siglo XXI; pero también entendiendo dónde está el futuro, como por ejemplo en la ciberseguridad. Debemos incorporar a nuestra reindustrialización coordenadas de soberanía digital y de autonomía estratégica para reducir dependencias.

Y el futuro, ¿son las criptomonedas?

El futuro inmediato es la regulación de las criptomonedas para evitarle disgustos a muchas personas que se dejan llevar por las promesas de pelotazos digitales.

A la hora de hablar de ciberseguridad, o del vehículo eléctrico o la educación digital…  ¿En qué podemos competir y estar a la altura?

En todo. España no tiene nada de qué acomplejarse. Somos líderes mundiales en los índices de ciberseguridad. De hecho, el primer PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) del Gobierno de España, con los fondos del plan de recuperación, pretende crear el ecosistema para fabricar vehículos eléctricos, convirtiendo a nuestro país en el Hub Europeo de electromovilidad, con una inversión total de más de 24.000 millones de euros. Solo tenemos que creernos que somos capaces.

Respecto de nuestra formación digital, ¿cuál es nuestro talón de Aquiles?

Tenemos un país con unas infraestructuras digitales envidiables que nos permiten aprovechar al máximo esta ola de educación digital. Sin embargo, es necesario mejorar la recogida de datos para diseñar programas que sean realmente efectivos, asegurarnos que la desigualdad y la brecha educativa no son un obstáculo para que todas las personas puedan aprovechar el potencial de la revolución digital.

¿Caben las humanidades en un mundo digitalizado?

Son más necesarias que nunca. La tecnología debe tener una perspectiva humanista para que tenga sentido y mejore nuestras vidas.

«España no tiene nada de lo que acomplejarse: somos líderes en ciberseguridad y tenemos unas infraestructuras digitales envidiables»

Parece difícil imaginar hoy en día una desglobalización. En cambio, asegura que está ahí, a la vuelta de la esquina. ¿Podría esa desglobalización considerarse un retroceso en el bienestar?

En muchos casos yo lo consideraría una garantía de suministro y de recuperación de muchos trabajos que se fueron en su día. Depender de países cada vez más inestables, con regímenes no siempre democráticos que reniegan del orden global, no parece la mejor apuesta para mejorar en bienestar. El repliegue regional está sucediendo.

En este sentido, las redes, por un lado, estimulan el activismo (el fenómeno Greta Thunberg no se entiende sin ellas, por ejemplo) pero, por otro, nos alejan de la calle, de los espacios en los que realmente se cambia la realidad. Quiebra los vínculos fuertes como los afectos. ¿Esta tendencia se acusará más en el futuro?

Esa va a ser uno de los grandes retos. Convertir las redes en la nueva plaza pública como espacio de convivencia, garantizar nuestros derechos digitales y educar para que nos demos cuenta por nosotros mismos de que lo importante no es lo que pasa en el metaverso, si no al otro lado.

La tecnología suele generar la expectativa de que todo es controlable, medible y predecible. Desde la hora a la que va a llover hasta las pulsaciones nocturnas. Sin embargo, la vida siempre se abre paso e irrumpen con su contingencia, impredecible de todo punto. 

Esa es la magia, que cuando menos te lo esperas, la vida te da la vuelta. Sin magia no se puede vivir.

Ante una tecnología con la que recopilamos todo, parece que la memoria es prescindible. Pero sin ella, sin memoria, no pueden establecerse redes de conocimiento. Ni siquiera la imaginación funciona sin memoria. ¿Cómo repercutirá esto en el ser humano?

Hay que profundizar en los efectos que tiene la tecnología en la salud mental, precisamente para evitar este tipo de consecuencias y educarnos a todos en los límites que debemos crear para preservar nuestro bienestar y, sobre todo, nuestra esencia.

Fuente de la información e imagen: https://ethic.es/entrevistas

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España: El papel de las universidades en la lucha contra el cambio climático

El papel de las universidades en la lucha contra el cambio climático

Las universidades desempeñan históricamente una importante labor social. Proporcionan educación superior a la ciudadanía y realizan una contribución fundamental a la investigación científica en todas las áreas del conocimiento. Además, sirven como foro de debate y discusión para el progreso y la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria.

La función educativa de la universidad es su principal contribución a la sociedad: su misión es formar a una ciudadanía con capacidad de análisis crítico, preparada para mejorar la sociedad cambiante en que vivimos y aportar soluciones a los nuevos retos a los que nos enfrentamos. Pero sobre todo, contribuyen al desarrollo personal.

Nuevas necesidades, adaptación de contenidos

En un mundo cada vez más complejo e interconectado, las necesidades formativas evolucionan de manera muy rápida y dinámica, y las universidades no se han mantenido ajenas a estos cambios.

En este contexto digitalizado y multicultural, las instituciones de educación superior se están esforzando para innovar en la docencia y mejorar la calidad educativa.

La educación cada vez está dando más importancia a capacidades y habilidades esenciales para que los egresados puedan desenvolverse con éxito en su vida personal y profesional. Habilidades transversales como el trabajo en equipo, la negociación, la capacidad de síntesis, la gestión del cambio, la multidisciplinariedad, las habilidades multiculturales o la gestión del tiempo están cada vez más presentes en los programas educativos. Aunque este planteamiento no debería de implicar una menor adquisición de sólidos conocimientos teóricos.

Para ello, es cada vez más común que la docencia y el aprendizaje se lleven a cabo utilizando técnicas de aprendizaje activo como la gamificación (que incluye actividades como las simulaciones o los juegos serios), los estudios de caso, los intercambios virtuales, o el aprendizaje-servicio.

Estudiantado activo y en permanente formación

Todas estas metodologías resultan de enorme utilidad para abordar los diferentes Objetivos de Desarrollo Sostenible. Al poner al estudiantado en el centro del proceso educativo, y al facilitar que los alumnos adopten un papel activo en su propia formación, el aprendizaje activo ofrece múltiples ventajas para enriquecer la etapa formativa con cuestiones relacionadas con la sostenibilidad y el cambio climático.

Además, la formación permanente a lo largo de la vida es cada vez más importante. Esto se debe a la necesidad de adquirir las capacidades y habilidades específicas que requiere el mercado laboral, como por ejemplo el análisis de datos, la digitalización, la inteligencia artificial o el diseño gráfico.

Pero además, la formación permanente busca satisfacer las inquietudes intelectuales y formativas de la ciudadanía. En este contexto, el enfoque europeo sobre las micro credenciales es un ejemplo de esfuerzo colectivo para internacionalizar el proceso formativo y garantizar una educación abierta a toda la ciudadanía para responder a sus necesidades.

Generación y transferencia de conocimiento

La universidad siempre ha tenido una misión clara de contribuir a la generación del conocimiento, tanto investigando sobre cuestiones novedosas como aplicando nuevas metodologías para investigar.

Avances científicos cruciales en áreas como la medicina, la física, la química, la biología o la astronomía serían imposibles sin la actividad que se lleva a cabo en las universidades.

Mejorar el mundo

En este sentido, la investigación científica siempre trata de comprender mejor el mundo en que vivimos y, en definitiva, mejorar de las condiciones de vida de las personas.

La investigación desempeña un papel fundamental para entender nuestra relación con el entorno, los efectos negativos que la actividad humana puede tener en las personas y el medio ambiente, así como las posibles soluciones que se pueden implementar para mitigar nuestro impacto negativo.

En este contexto, han surgido recientemente planteamientos económicos que tratan de transformar nuestra forma de vida, con enfoques más respetuosos con las personas y el medio ambiente: el crecimiento verde, el post crecimiento, el decrecimiento, la economía de rosquilla o la economía circular son alternativas que buscan satisfacer nuestras necesidades de una manera más respetuosa con los límites ecológicos del planeta, las bases sociales y el objetivo principal de mejorar el bienestar común.

Una gestión más eficiente y sostenible

En tercer lugar, la universidad también desempeña un papel fundamental en la mejora de la gestión de la sociedad. Por un lado, mediante la búsqueda constante de una mejora en las formas de gestionar la propia institución universitaria, mediante la adopción de prácticas sostenibles en la propia institución (eficiencia energética, movilidad sostenible, reducción de desperdicios alimenticios, mejora de gestión de residuos o fomento de los viajes sostenibles entre el personal universitario).

Además, puede contribuir a la adopción de prácticas sostenibles a nivel externo. En este sentido, las universidades contribuyen a la mejora de la legislación y los mecanismos de gestión de otras instituciones.

Las universidades también constituyen un importante catalizador de la colaboración público-privada, fundamental para el éxito de multitud de proyectos para la mitigación de los efectos del cambio climático que requieren la colaboración de diferentes actores y la optimización en el uso de los recursos.

Además, cada vez es más frecuente que las universidades se conviertan en laboratorios dinámicos en los que experimentar propuestas innovadoras con el objetivo de poder aplicarlas posteriormente a contextos más amplios de la sociedad para avanzar en la adaptación al cambio climático y la reducción de sus consecuencias negativas.

¿Se puede hacer más?

A pesar de todo lo mencionado, queda mucho por hacer y cada vez nos queda menos tiempo para afrontar de forma satisfactoria los enormes retos a los que nos enfrentamos. En este contexto de emergencia climática, las universidades deben de apostar claramente por cuestiones como la multidisciplinariedad y la multiculturalidad.

Para ello es necesario poner el foco en enfoques colaborativos que potencien la cooperación entre universidades, entre las universidades y otros actores sociales, y entre países de todas las regiones del mundo.

De esta forma, las universidades podrían aumentar su contribución al fortalecimiento del tejido local y a la cooperación internacional. Además, potenciarían la corrección de desigualdades globales y ayudarían a que el Sur global estuviera adecuadamente representado, no sólo en el ámbito universitario, sino que también serviría para aumentar su representatividad institucional a nivel mundial.

Por último, las universidades deben de poner de relieve la importancia de la financiación pública para la investigación, el desarrollo y la innovación en la sociedad del conocimiento en la que vivimos. Sin un sector público sólido y un sistema universitario que cuente con los recursos humanos y económicos adecuados, será muy difícil que podamos lograr resolver los serios problemas a los que se enfrenta la humanidad.

Fuente: Javier Sierra, María-José Rodríguez-Conde y Nicolás Rodríguez-García / theconversation.com 

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Fuente de la Información: https://www.redem.org/el-papel-de-las-universidades-en-la-lucha-contra-el-cambio-climatico/

 

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La evaluación interna en la escuela: ¿está bien enfocada?

Por: Albano De Alonso Paz

Es necesario repensar los planes de evaluación y mejora hacia la reflexión interna basada en la escucha, a la búsqueda de soluciones contextualizadas y a la identificación de los signos de marginación y vulnerabilidad en el origen, con el fin de detectar esos factores endógenos y exógenos que inciden en la merma del aprendizaje y que deterioran la convivencia escolar

En el sistema educativo, a veces siento que se planifican y se gestionan determinadas cosas al revés. Una de ellas es el proceso de evaluación institucional dentro de la propia escuela, de lo que se habla muy poco. De hecho, cuando se construyen los planes de mejora o las evaluaciones internas, casi siempre queda fuera el análisis del grado de marginación que viven determinados estudiantes en los centros escolares, que tanto afecta al rendimiento. Y eso me lleva a pensar: ¿Son realmente útiles estos planes tal y como están enfocados?

Cuando se elaboran estos documentos se toman como base pautas ofrecidas desde fuera, por las administraciones, y están construidos, de esa manera, con criterios hegemónicos de normalización o estandarización: “Quien no se adecua a la identidad normalizadora institucional es excluido, no es reconocido como sujeto” (Calderón, Calderón y Rascón, 2016, p. 54).

De esta situación surge la necesidad de repensar estos procesos, que los equipo pedagógicos ven también como una carga burocrática más que no conduce a nada. Así, un paso interesante podría esbozar en dichos planes indicadores no desde la perspectiva del éxito que hay que alcanzar para la rendición de cuentas ante jerarquías superiores como, por ejemplo, la inspección (las tasas de éxito, de idoneidad, etc.), sino desde la mirada de los alumnos que son clasificados a causa de su diversidad en categorías prefijadas por una institución que sigue aferrándose a modelos hegemónicos. Se trata de reconstruir, así, un modelo que también vuelva la atención hacia quienes transitan casi invisibles a través de su recorrido educativo, a causa de la presión que ejercen sobre ellos distintos mecanismos del sistema, muchas veces en forma de barreras simbólicas, y a pesar de todo lo cual solo hacen acto de presencia para perpetuar a su alrededor la visión negativista que se tiene de su aportación al sistema educativo.

El debate público alrededor de la ESO en los últimos años se lleva a cabo con gran desconocimiento de las situaciones particulares de muchos de sus principales actores: ese alumnado de la educación básica que aparece como convidado de piedra o como pretexto para un debate siempre instrumentalizado políticamente. También hay una construcción mediática de este alumnado que se dibuja de forma fatalista, con una profecía en negativo que forzosamente se ha de cumplir: sus déficits como algo generalizable e inmutable. (Hernández y Tort, 2009, p. 8)

Estos, de forma habitual, se pierden una vez salen de la escuela, ya sea tras haber finalizado los estudios o cuando se ven obligados a marcharse sin obtener el título de la ESO; se difuminan tras haber visto transcurrir a su alrededor una maraña de medidas y acciones físicas, materiales y humanas que tratan de derribar –muchas veces de manera estéril y ante la incapacidad de una escuela desbordada y sin apoyos– todo signo de desigualdad, pero que se quedan en el intento: los esfuerzos se destinan al afán por detectar barreras en donde docentes, estudiantes y familias tienen casi imposible intervenir (Booth y Ainscow, 2015), ya que muchas de ellas pertenecen al aparato estructural.

La presencia, por lo tanto, en los mecanismos de evaluación periódica de las escuelas, de procesos de evaluación entendidos de otra manera (no desde la culminación estandarizada del éxito sino a partir de la identificación precoz de las señales de marginación o vulnerabilidad) puede servir de aliciente renovador para animar a las comunidades educativas, a través de la cooperación entre todos sus componentes, a explorar a través de una práctica reflexiva esa precariedad oculta que no se presenta en cifras o en un análisis simplista que defienda intereses partidistas, sino en la narración de cualquier persona con vinculación a este entorno y que de una manera u otra forman parte de la educación.

Para ello, tiene que prestarse especial atención al relato de las propias vivencias de los afectados que además cargan con el sentimiento de culpa al sentirse fracasados o inadaptados, lo cual marca muchas veces su progreso en los programas compensatorios para los que son propuestos (Escudero y Martínez, 2012), decisiones que hasta cierto punto pudieran ser justificables ya que, como expresa Seibold, “algunos de estos métodos permitirán conocer mejor las experiencias de los alumnos, que son la base de la adquisición de nuevos saberes realmente significativos en la escuela.” (2000, p. 231): al fin y al cabo, una propuesta más flexibilizada de los currículos y una atención escolar con unas ratios más reducidas favorecen las estrategias de trabajo colaborativo y un aprendizaje dialógico y más interactivo. Sin embargo, esto muchas veces no es suficiente: falta revisar esos procesos de evaluación institucional de los que hablo.

Para su eficacia, una propuesta de indicadores que oriente el trabajo de los centros a través de la ruptura de métodos de estudio tradicionales y contribuya a rescatar del abandono a este alumnado, no solo tiene que ser adaptable a los contextos en los que vayan a llevarse a cabo, sino que tiene que germinar de estos, ya que esas personas y esas acciones pedagógicas forman parte de ese ecosistema escolar y social que siempre será particular y diferenciado.

Ese debate, que debe darse en los claustros, comisiones de coordinación pedagógica, equipos de ciclos, etc., tiene que representar un primer paso en el diseño de una educación contra el abandono que nazca desde dentro del centro educativo, y no porque nos lo pidan desde fuera: la definición de los signos contextualizados de marginación escolar que forman parte del día a día de la escuelas, debe empezar, así, en la experiencia de cada centro, de sus aciertos y errores en la práctica cotidiana. La costumbre de importar modelos o acciones de mejora de un contexto a otro, por lo tanto, tampoco será válida a la hora de esbozar indicadores para identificar la marginación educativa.

Esto tiene consecuencias importantes, porque invalida la pretensión de implantar en un determinado contexto de “paquetes de reformas o medidas”, importadas de un modelo educativo y de un contexto diferente, sin tener en cuenta las condiciones locales, o trasplantar sin más los modelos de eficacia y mejora generados en otros sistemas educativos totalmente diferentes.

Esos indicadores, además, tendrían que formalizarse -a través de niveles o grados de consecución si se quiere- en una mirada compartida que se realice en diferentes momentos de una etapa o curso escolar (por ejemplo, al principio de curso, en las memorias finales o cada vez que se hagan los correspondientes análisis del rendimiento por parte de los diferentes órganos o colectivos), ya que, como afirma Bolívar, “el rendimiento de cuentas por niveles de consecución requiere el desarrollo de una práctica de mejora escolar continua, un cuerpo de conocimientos acerca de cómo incrementar la calidad de la práctica docente y estimular el aprendizaje de los alumnos”. (2003, p. 8).

En definitiva, se trata de repensar los planes de evaluación y mejora, dejándolos de concebir como procesos fiscalizados destinados a esa rendición de cuentas, y dirigirlos, en cambio, hacia la reflexión interna basada en la escucha, a la búsqueda de soluciones contextualizadas y a la identificación de los signos de marginación y vulnerabilidad en el origen, con el fin de detectar esos factores endógenos y exógenos que inciden en la merma del aprendizaje y que deterioran la convivencia escolar, hasta el punto de convertir el periplo escolar de muchos estudiantes en un tortuoso camino hacia la exclusión social.


Referencias

Bolívar, A. (2003). «Si quiere mejorar las escuelas, preocúpese por capacitarlas». El papel del rendimiento de cuentas por estándares en la mejora. Revista de Currículum y Formación del Profesorado, 7 (1-2). Recuperado de http://www.ugr.es/~recfpro/rev71ART4.pdf

Booth, T.; Ainscow, M. (2015). Guía para la Educación Inclusiva. Desarrollando el aprendizaje y la participación en los centros escolares. Madrid: FUHEM.

Calderón, I., Calderón, J.M. y Rascón, Mª T. (2016). De la identidad del ser a la pedagogía de la diferencia. Teoría de la Educación. Revista Interuniversitaria, 28 (1). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Escudero, J. M. y Martínez, B. (2012). Las políticas de lucha contra el fracaso escolar: ¿programas especiales o cambios profundos del sistema y la educación? Revista de Educación, número extraordinario 2012, 174-193.

Hernández, F. y Tort, A. (2009). Cambiar la mirada sobre el fracaso escolar desde la relación de los jóvenes con el saber. Revista Iberoamericana de Educación, 49 (8). Recuperado de http://www.rieoei.org/deloslectores/3109Hernandez.pdf.

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