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Película: La profesora de Historia

Película: La profesora de Historia

  • Título original:Les héritiers
  • Año:2014
  • Duración:100 min.
  • País: Francia
  • Director:Marie-Castille Mention-Schaar
  • Guión:Marie-Castille Mention-Schaar
  • Fotografía:Myriam Vinocour
  • Reparto:Ariane Ascaride, Ahmed Dramé, Geneviève Mnich, Xavier Maly, Martin Cannavo,Noémie Merlant, Stéphane Bak
  • Productora:Loma Nasha

Sinopsis:

Anne Gueguen es una profesora de Historia de instituto que además se preocupa por los problemas de sus alumnos. Este año, como siempre, Anne tiene un grupo difícil. Frustrada por su materialismo y falta de ambición, Anne desafía a sus alumnos a participar en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. Anne usa toda su energía y creatividad para captar la atención de sus alumnos y motivarlos. A medida que el plazo se acerca, los jóvenes comienzan a abrirse a los demás y a creer en sí mismos. Un proyecto que cambiará sus vidas.

 

Fuente de la reseña:https://www.filmaffinity.com/es/film819890.html

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Boaventura cobra posição do Fórum Social Mundial contra golpe no Brasil

Mayo 2016/Fuente y Autor: Sul21

Resumen: El sociólogo portugues Boaventura de Sousa Santos, envio una correspondencia a los integrantes del Consejo Internacional del Foro Social Mundial, en la cual fija su posición sobre lo que esta ocurriendo en Brasil, en la correspondencia Boaventura cuestiona el silencio del consejo y propone la creación de un tribunal ético internacional. A continuación la carta en su idioma original.

“Companheiros e companheiras,

Para todos os que estiveram com o Fórum Social Mundial desde o início e sobretudo para todos os membros do Conselho Internacional do FSM (CI) este momento da crise brasileira devia ser motivo para uma profunda reflexão que nos permitisse discutir algumas perguntas perturbadoras. Eis algumas delas:

1- Por que razão nos mantemos em silêncio? Por que razão não tem sido possível aprovar no CI uma moção contra o golpe parlamentar no Brasil ou contra quaisquer graves violações das leis democráticas em qualquer outro país? Evidentemente porque, de acordo com o entendimento dominante da nossa Carta de Princípios, não nos é permitido, enquanto CI ou FSM, tomar partido seja em que causa for.

2- Que preço pagamos nós por esta abstenção, se não mesmo omissão, política?  Nenhum, porque nos autodeclaramos politicamente irrelevantes?

3- Aproximam-se tempos turbulentos, à medida que o capitalismo financeiro neoliberal global toma conta de país após país. Concebemos o FSM para um tempo diferente, um tempo de lutas ofensivas e não defensivas. Será que vamos apostar na inércia como a única razão para prosseguir sem repensar profundamente o FSM?

4- O Brasil não é um caso especial, apesar de ter sido o país que nos inventou a todos enquanto FSM. Mas não será o que está a acontecer no Brasil a metáfora mais cruel do nosso fracasso histórico? O FSM-Montreal virá a ser uma ruína viva? Que deverá fazer-se para que tal não aconteça?

Proposta

O CI toma a iniciativa de criar o Tribunal Ético Internacional do FSM (TEI-FSM) cuja primeira sessão é convocada para ter lugar em Brasília nos próximos tempos.

Objetivo: analisar e avaliar politica e juridicamente o impeachment da Presidenta Dilma à luz de duas questões de importância global para os movimentos sociais e forças democráticas no mundo: quais os fatores que impedem a democracia representativa de se defender de forças antidemocráticas que produzem estados de exceção com fachada de normalidade democrática e golpes de Estado sem aparente ruptura institucional (os neo-golpes)? Quais as medidas e transformações exigidas para que no futuro a democracia prevaleça contra os seus inimigos?

Tempo: Esta sessão do TEI-FSM deve ter lugar nos próximos seis meses (enquanto dura o julgamento do impeachment) e quanto mais depressa melhor. Se for antes do FSM de Montreal as suas decisões serão amplamente discutidas durante o Fórum.

Juízes: Os juízes do tribunal serão escolhidos pelo seguinte  método (simples proposta, como tudo o resto):

– metade dos juízes serão escolhidos entre os membros do CI (igual número de homens e de mulheres e representando as várias regiões do mundo)

– este juízes escolherão por cooptação a outra metade entre homens e mulheres, personalidades internacionalmente reconhecidas pela sua luta em prol da justiça social  e da democracia real.

Procedimentos: A sessão dura três dias. Nos dois primeiros dias serão ouvidas testemunhas brasileiras e  de outros países. No último dia, será tomada e tornada pública a decisão. Todas as discussões, incluindo as que respeitarem à decisão, serão públicas.

Um abraço,

Boaventura de Sousa Santos, Universidade Popular dos Movimentos Sociais”

 

Fuente de la noticia: http://www.sul21.com.br/jornal/boaventura-cobra-posicao-do-forum-social-mundial-contra-golpe-no-brasil/

Fuente de la imagen: http://sul21.cdnfacil.com.br/wp-content/uploads/2016/01/20160120-jornal-sul21-8782cf200116-02.jpg

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Tokio:Los ministros del G7 acuerdan prestar educación a niños refugiados

Mayo 2016/ Fuente: Agencia EFE

Los ministros de Educación del G7 acordaron hoy cooperar para prestar educación a los niños refugiados e inmigrantes en los países europeos y en su mayoría provenientes de zonas en conflicto como Siria.

Tras una reunión que se prolongó dos días en la ciudad japonesa de Kurashiki (oeste), los representantes de las siete naciones más industrializadas señalaron en una declaración conjunta recogida por la agencia Kyodo que la educación juega un «rol significativo» en el mantenimiento de la paz internacional.

Fuente de la noticia:http://www.efe.com/efe/america/portada/los-ministros-del-g7-acuerdan-prestar-educacion-a-ninos-refugiados/20000064-2926324

Fuente de la imagen:http://estaticos.efe.com/efecom/recursos2/imagen.aspx?lVW2oAh2vjOvExImynXchJ-P-2fOZmK9iZqaQ4TncnkXVSTX-P-2bAoG0sxzXPZPAk5l-P-2fU5UDrJPi4kuXFMCtij0d-P-2fuQsw-P-3d-P-3d

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La revisión por pares (peer review) ha sido problemática desde sus comienzos

Los evaluadores no dan abasto. El problema de los sesgos es irresoluble. El sistema de evaluación ha colapsado y se ha convertido en un obstáculo para el progreso científico. La revisión tradicional de los trabajos científicos constituye hoy un procedimiento anticuado que acaso en el pasado pudo ser provechoso para la ciencia en punto a sacarla de su miseria.Esta letanía tan familiar se remonta a la lista de quejas expresadas por los científicos hace un siglo. Pero, aunque los reproches a las debilidades de los sistemas de evaluación no sean nuevos, esto no significa que tales métodos sean tan antiguos como pretenden algunos. Durante siglos, los investigadores del mundo natural comunicaron sus hallazgos sin mediar revisores. La decisión de en quién y en qué confiar habitualmente dependía del conocimiento personal entre investigadores de grupos estrechamente unidos. (Muchos pensarán que así ocurre aún hoy).

Los primeros sistemas de evaluación que reconocemos como tales los establecieron las sociedades científicas inglesas a principios del siglo XIX. Pero esos revisores jamás pretendieron atribuirse el papel de guardines supremos de la ciencia. Este problema se planteó alrededor del año 1900. Fue entonces cuando algunos empezaron a preguntarse si los sistemas de evaluación eran inherentemente defectuosos. En este sentido, la evaluación por pares ha estado siempre en crisis.

Hoy, cuando el debate acerca del futuro de la revisión por pares está más tirante que nunca, es fundamental entender que se trata de una institución relativamente reciente. Además, sus afanes y propósitos han evolucionado continuamente, de modo que las tensiones actuales no hacen sino acarrear todas estas proyecciones. El sistema de evaluación se ha convertido en un batiburrillo de prácticas, funciones y valores. Pero hay algo que destaca por encima de todo lo demás: los momentos cruciales de la historia de la evaluación por pares se han dado precisamente cuando estaba renegociándose el estatus público de la ciencia.

 

Los publicistas científicos

En 1831, William Whewell, profesor y filósofo de la ciencia de Cambridge, propuso un plan a la Royal Society de Londres. Sugirió que esta institución encargara informes de todos los artículos recibidos para ser publicados en la revista bianual Philosophical Transactions. Redactados por equipos de reputados especialistas, esos informes, sostenía Whewell, “a menudo podrían ser más interesantes que los propios textos originales”, y por ende una gran fuente de publicidad para la ciencia.(1) Amén de esto, los autores estarían agradecidos por ver que sus trabajos habrían sido cuidadosamente leídos por al menos dos o tres personas. En ese mismo periodo, la sociedad estaba preparando una nueva revista que llevaría el nombre de Proceedings of the Royal Society, pensada como una publicación mensual muy barata que incluiría los resúmenes de los artículos recibidos. Tenía suficientes páginas disponibles y parecía el lugar idóneo para incluir esos nuevos informes.

En esa época, los editores de las revistas científicas tomaban las decisiones científicas guiándose por el crédito personal, a veces con la ayuda de colaboradores de confianza. En las publicaciones que pertenecían a una academia o sociedad científica –como Philosophical Transactions– el destino de un manuscrito lo determinaría el voto de algún comité de personas eminentes. (La tentación de confundir ese tipo de prácticas con los sistemas modernos de evaluación ha llevado al fastidioso mito de que pueden rastrearse los orígenes del actual sistema de revisión científica hasta el mismísimo siglo XVII).

La preocupación de Whewell no tenía que ver con impedir la publicación de trabajos de mala calidad; él no proponía establecer un nuevo mecanismo para informar acerca de las decisiones de publicación. En realidad él era uno más de los que propugnaban fórmulas para aumentar la visibilidad pública de la ciencia y dar una identidad unificada a la empresa científica en Inglaterra. (Años más tarde, se acuñó el término “científico” con este mismo fin). Este movimiento empezó en 1830 y hoy los recordamos sobre todo por el texto de Charles Babbage, Reflections on the Decline of Science in England, una extensa diatriba acerca de la penuria en la que estaban sumidos la financiación estatal y el reconocimiento público de la ciencia. Pero su legado más significativo es el sistema de revisión.

Whewell no hacía sino emular la costumbre ya centenaria de la Academia Francesa de las Ciencias de París de redactar informes que evaluaban las invenciones y los descubrimientos al servicio del rey. Allí, los investigadores elegidos para formar parte de la academia percibían una retribución estatal para premiar su eminencia científica, y parecía que los políticos valoraban sus opiniones. De hecho, ser un experto (una palabra todavía poco común en inglés) era casi por definición ser un redactor de informes. Whewell creyó que esos académiciens franceses debían estar haciendo algo bien.

La propuesta de convertir la Royal Society en un cuerpo de jueces peritos al estilo de la academia francesa fue recibida con entusiasmo. Pero la transferencia de la práctica redactora de informes al otro lado del Canal fue algo más complicado de lo que Whewell esperaba.

 

¿Novedades o puntos de vista?

Whewell convino en redactar el primer informe. Su colaborador fue un antiguo estudiante de Cambridge, John William Lubbock, un astrónomo matemático que a su vez era el tesorero de la Royal Society. Seleccionaron un manuscrito enviado por George Airy, otro prometedor astrónomo. El artículo, “On an Inequality of Long Period in the Motions of the Earth and Venus”, utilizaba métodos matemáticos complejos para calcular cómo las órbitas de estos planetas están influidas por su fuerza gravitacional mutua.

Whewell y Lubbock se fueron turnando para leer el manuscrito (las tecnologías de reproducción en esa época dejaban mucho que desear). Cada uno de ellos enseguida tuvo claro qué pensaba sobre el trabajo de Airy. Y sus opiniones resultaron ser completamente opuestas.

Discutieron sobre el artículo durante meses. Redactaron borradores de informes que no podrían haber divergido más en sus apreciaciones. Lubbock se centraba en la inelegancia formal de las ecuaciones de Airy. Pero las principales disputas giraron alrededor de en qué debía consistir un informe de un revisor. Whewell pretendía a la vez fomentar la difusión del hallazgo y contextualizar su importancia en el conjunto de la actividad científica (piénsese en lo que hacen hoy Nature en la sección “News & Views” [“Novedades y puntos de vista”] y Science en la de “Perspectives” [“Perspectivas”]). “No creo que el cometido de los informantes sea el de criticar aspectos concretos de un artículo sino mostrar qué lugar ocupa en la ciencia”, le decía a Lubbock. Si sólo se destacaban las debilidades, advertía, eso no haría más que desalentar a los autores. Las prioridades de Lubbock eran otras: “No puedo imaginarme cómo podemos pasar por alto errores graves», escribió.

Viendo que estaban en un impasse, Lubbock se dirigió al autor del texto para entregarle sus sugerencias de mejora. Airy estaba comprensiblemente irritado por el hecho de que hubieran sometido su manuscrito a este extraño nuevo procedimiento. “Todo está en mi artículo”, le escribió a Whewell, “y desearía que le otorgaran el crédito que merezco”. No tenía intención alguna de modificar su texto. Lubbock amenazó con abandonar, pero al final suavizó algunas de sus críticas y soslayó otras, reconociendo que se trataba del “primer informe que había realizado jamás el Consejo” y haciendo hincapié en el contexto en el que se desarrollaba ese cometido. Agradeció a Whewell “su vigoroso empeño” y puso su firma en el informe.(2)

Sorteado el desastre, la versión de Whewell del informe se leyó en público en la sociedad el 29 de marzo de 1832 y se publicó en los Proceedings, mientras que el artículo completo apareció en Transactions. Las críticas de Lubbock jamás vieron la luz.

Poco antes, la Astronomical Society de Londres (hoy la Royal Astronomical Society) y la Geological Society de Londres habían empezado a experimentar con la redacción de informes similares. Fue un geólogo, George Greenough, quien introdujo el término “árbitro” (“referee”) en 1817, importando al campo de la ciencia un término del que tuvo conocimiento en su época de estudiante de derecho.(3) Pero fue el sistema de informes de la Royal Society el que hizo tomar nota al mundo científico británico. La práctica fue extendiéndose gradualmente a otras sociedades, incluida la Royal Society de Edimburgo y la Linnean Society de Londres. Pero no fue hasta el siglo XX que las revistas no afiliadas a sociedad alguna lentamente fueron adoptando la misma metodología.

 

Jueces anónimos

La disputa entre Whewell y Lubbock representaba la existencia de dos visiones distintas sobre en qué puede consistir ser un árbitro. Whewell era el generalizador competente, capaz de echar una ojeada al paisaje del conocimiento. No le preocupaban los detalles, y probablemente menos aún desde una perspectiva crítica. En palabras del presidente de la Royal Society, este tipo de evaluadores “por su carácter y reputación se elevaban por encima de sus sentimientos personales de rivalidad o envidia mezquina”.(4) Lubbock era un especialista más joven, un igual de Airy. Esto le había llevado a revisar los argumentos de Airy con un exceso de celo; además, el sistema le había puesto en situación de poder evaluar a un competidor directo.

Al comienzo, salió victoriosa la idea de Whewell. Pero el sistema empezó a transformarse desde el mismo momento en que nació. Al cabo de un par de años los informes fueron envueltos en un manto de secretismo. El último número de los Proceedings que incluyó series de informes fue de mediados del año 1833, y nunca más se publicaron informes negativos. Una carta escrita por Whewell en 1836 muestra cómo él mismo había cambiado de opinión: describe al árbitro como el defensor de la reputación de la sociedad, afanándose anónimamente para excluir las publicaciones que no eran pertinentes. Ni los archivos de la Royal Society –ni los documentos personales de los implicados– arrojan luz sobre cómo ocurrió esto, pero no es algo que deba sorprendernos. En Inglaterra, a diferencia de la tradición francesa, había muy pocos precedentes de juicios realizados por autoridades públicas que desde una posición prominente determinaran qué constituía buena o mala ciencia. Firmar con el propio nombre para criticar explícitamente a un colega habría sido considerado poco caballeroso.

Lo común era la figura del crítico anónimo que se erigía como la voz del público, encarnada en las reseñas anónimas ubicuas en publicaciones periódicas inglesas durante ese periodo, desde la Quarterly Review hasta el modesto Mechanich’s Magazine (una práctica que perdura hoy en The Economist). Mediante el anonimato, como afirmó un editor no identificado en 1833, “el individuo se funde en el tribunal que él representa, para hablar no en su nombre sino ex cathedra (con plena autoridad)”.(5)

Sólo tuvo que transcurrir una década para que el árbitro (referee) se convirtiera en una personalidad científica institucionalizada, y no meramente en alguien que acreditara rasgos de nobleza. Una pieza informativa aparecida en una revista londinense en 1845 trazaba un retrato en el que los evaluadores eran unos jueces intrigantes “henchidos de envidia, odio, malicia y sin un ápice de caridad”. El artículo daba a entender que, escondidos en alguna cámara secreta, este poder judicial de la ciencia sacaba provecho del espeso manto del anonimato para que prosperaran sus intereses personales –quizá mediantes actos de piratería indetectables– a expensas de los indefensos autores.(6)

No fue hasta principios del siglo XX que empezó a cuajar la idea de que los editores y revisores, integrados en un vasto sistema de evaluación, debían ser los garantes de la integridad del conjunto de la literatura científica. Al socaire de las llamadas a limitar “que se arrojaran aguas sucias a la corriente pura de la ciencia” (como sugirió el fisiólogo Michael Foster en 1894),(7) las sociedades científicas inglesas debatieron cómo incorporar a sus procedimientos de publicación un sistema integrado de evaluación que arbitrara sobre la totalidad de sus publicaciones. (El proyecto se abandonó, en parte porque habría significado tener que convencer a los editores de las revistas independientes, como el Philosophical Magazine, para que aceptaran ir a la quiebra).

No obstante, la figura del evaluador fue concibiéndose gradualmente como una especie de guardián universal encargado de preservar el buen nombre de la ciencia. A medida que esta idea fue ganando terreno, muchos empezaron a expresar su preocupación por que el sistema pudiera ser intrínsecamente defectuoso, que pudiera acabar resultando un obstáculo para la creatividad científica y que, por eso mismo, mereciera ser eliminado. Estas preocupaciones culminaron en lo que a buen seguro fue la primera investigación formal sobre el funcionamiento del sistema de revisión mediante evaluadores, llevada a cabo en 1903 por la Geological Society de Londres. La investigación reveló que había división de opiniones sobre el asunto, recabando un buen número de declaraciones mordaces acerca de las injusticias e ineficiencias de los sistemas que estaban en boga. El “evaluador” o árbitro estaba en una situación de tal descrédito que se prohibió el uso del término para toda actividad propia de la citada sociedad.

Pero los sistemas de revisión mediante evaluadores sobrevivieron y fueron haciéndose hueco también en los procedimientos de las revistas independientes. Fuera del mundo científico anglófono, esos sistemas de evaluación seguían siendo raros. Por ejemplo, en 1932, Albert Einstein quedó muy sorprendido cuando una revista estadounidense le envió un artículo para que lo revisara. La idea de que cualquier revista que aspire a la legitimidad científica debe aplicar un sistema formal de revisión mediante evaluadores comenzó a afianzarse en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

 

Apoteosis y caída

En la década de 1960, este sistema de arbitraje simbolizó el juicio objetivo y el consenso en la ciencia. El evaluador era, en palabras del físico y escritor científico John Ziman, “el eje central sobre el que pivotaba toda la ciencia”.(8)Del mismo modo que había ocurrido en la década de 1830 en Inglaterra, en el transfondo de estos cambios estaba el problema de la relación de la ciencia con el gran público. De nuevo, la comunidad científica se afanaba por consolidar la percepción social de que su papel era único y valioso. La propia expresión «comunidad científica» data de esta época. Los investigadores querían a la vez preservar su autonomía y seguir contando con el apoyo de la próvida financiación estatal instituida desde la Segunda Guerra Mundial. Los fondos destinados a investigación básica en Estados Unidos, por ejemplo, se multiplicaron por 25 en menos de una década.(9)

La expresión “revisión por pares” (peer review) se tomó prestada de la jerga procedimental que utilizaban las agencias estatales para decidir la distribución de la financiación para la investigación científica y médica. Cuando los “sistemas de árbitro” se convirtieron en “sistemas de revisión por pares”, el proceso evaluador pasó a jugar el papel de gran símbolo público de la idea de que estos poderosos y caros investigadores del mundo natural disponían de procedimientos eficazmente autorreguladores y propiciadores de consensos, aun cuando algunos observadores se preguntaban en voz baja si los evaluadores científicos merecían tener tanto predicamento.

Los intentos actuales de reconceptualizar la revisión por pares debaten con razón acerca de los sesgos psicológicos, el problema de la objetividad y cómo medir lo que es fiable y de lo que es importante, pero suelen prestar poca atención a la diversidad de enfoques superpuestos que históricamente tuvo esta institución. La revisión por pares no se desarrolló simplemente por la necesidad de los científicos de promover la confianza mutua en sus investigaciones. También constituyó una respuesta a las demandas públicas de rendición de cuentas. Cualquier intento responsable de trazar la senda futura por la que debe transitar este asunto debe empezar por comprender cabalmente que en el pasado se aplicaron otras prácticas de juicio científico. Las funciones pensadas para esta institución están hoy en proceso de cambio, pero en realidad nunca estuvieron tan firmemente establecidas como muchos creen.

 

Notas:

(1) W. Whewell a P. M. Roget, 22 de marzo de 1831; Royal Society of London Library [DM/1].

(2) J. W. Lubbock to W. Whewell, 27 de enero de 1832; Trinity College Library, Cambridge [a/216/61].

(3) George Greenough Papers; University College London [Add. 7918/1621].

(4) Proc. R. Soc. Lond. 3, 140–155 (1832).

(5) New Monthly Magazine 39, 2–6 (1833).

(6) Wade’s London Rev. 1, 351–369 (1845).

(7) Nature 49, 563–564 (1894).

(8) Ziman, J. Public Knowledge: An Essay Concerning the Social Dimension of Science (Cambridge Univ. Press, 1968).

(9) Kaiser, D. Nature 505, 153–155 (2014).

 

es profesor de la Harvard University. Historiador de la ciencia, especializado en historia de los medios de comunicación y de las tecnologías de la información en las ciencias, con un particular interés por estudiar la institucionalización del conocimiento en las ciencias naturales y las estrategias para hacerlo fiable para los propios científicos. Autor del libro de próxima aparición: The Scientific Journal: Authorship and the Politics of Knowledge in the Nineteenth Century (University of Chicago Press).

Fuente:

Nature, 21 de abril de 2016

Traducción:Jordi Mundó

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El nuevo fordismo individualizado

¿De verdad hemos salido felizmente del fordismo del siglo XX? ¿O es que estamos simplemente en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

¿De verdad hemos salido felizmente del fordismo del siglo XX? ¿O es que estamos simplemente en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

¿De verdad que ha cambiado el trabajo, hoy, en tiempos de la tercera (o ya de la cuarta, con la digitalización) revolución industrial, respecto a la primera de finales del XVIII? ¿De verdad que hemos salido felizmente (¡y finalmente!) del fordismo asfixiante y pesado del siglo XX para llegar al post-fordismo ligero, flexible y virtuoso, a la producción ágil, a la economía del conocimiento y a laera del acceso, a la “new economy” de los años 90, y ahora a la “sharing economy” [“economía colaborativa”] y a los “smart jobs” [“empleos inteligentes”], y hay quien (Paul Mason) imagina incluso un fabuloso post-capitalismo? ¿O estamos simplemente (y dramáticamente) en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

Si un rasgo típico y definitorio del fordismo era la producción industrial masiva basada en el empleo de trabajo repetitivo y generalmente sin particulares cualificaciones ni especializaciones («Yo» – decía Henry Ford – «no lograría hacer lo mismo todos los días, pero para otros las operaciones repètitivas no son un motivo de horror. El obrero medio desea un trabajo en el cual no tenga que gastar mucha energía física, pero sobre todo desea un trabajo en el que no tenga que pensar»), el post-fordismo se caracterizaría en cambio por la adopción de tecnologías y criterios organizativos que ponen un énfasis particular en la especialización y la cualificación del trabajo y de las competencias, además de en la flexibilidad de los trabajadores. Pero de aquí a imaginar el paso – gracias también a a las nuevas tecnologías – de un trabajo puramente material (el fordismo ligado, precisamente, a la manufactura) a un trabajo sobre todo intelectual e inmaterial (eran las retóricas de la economía del conocimiento y del capitalismo cognitivo de hace pocos años), el paso ha sido breve, pero también demasiado rápido. Como breve e igualmente rápido ha sido el paso de las retóricas de la “wikinomics” a las de la “sharing economy”, así como de la precarización del trabajo al énfasis de su  virtuosauberización. Los economistas y, sobre todo, nosotros, los sociólogos, tenemos (no todos, pero) mucha culpa por haber favorecido esta revolución lingüística. Que se basaba y todavía se basa – es la tesis que aquí nuevamente se sostiene y se intenta profundizar – en un dramático error de valoración de las transformaciones acontecidas y todavía en juego, justamente en la organización del trabajo técnica y capitalista. Un error. Intelectual y de análisis.

Porque en verdad – una verdad que debería ser ya evidente, si se excavase foucaultianamente bajo las apariencias, si se hiciera arqueología pero sobre todo se analizase la genealogía de los saberes y de los poderes que gobiernan la red y el capitalismo (el tecno-capitalismo) – lo que no van a cambiar son lasformas y las normas de organización y de funcionamiento del sistema. Basadas siempre – de la  primera revolución industrial a la Red y hoy a la digitalización – antes sobre la subdivisión y la individualización del trabajo, y luego sobre su recomposición/totalización (Foucault una vez más) en algo que debe ser siempre mayor que la suma de las partes subdivididas y separadas. Formas ynormas de organización que justamente no han cambiado substancialmentedesde que el capitalismo se desposó con la industria (un matrimonio de interés, pero más estable y prolífico que un matrimonio por amor), si acaso se afinan cada vez más con el surgimiento y difusión de las diversas tecnologías dominantes: los telares, la máquina de vapor, la fábrica de clavos de Adam Smith y, sobre todo, el reloj (según Lewis Mumford, la verdadera máquina que ha permitido la industrialización) y la división de tiempo y su utilización cada más exhaustivo – en la primera revolución industrial; la cadena de montaje y la organización científica del trabajo, y todavía más el reloj y el control y la intensificación del tiempo de trabajo mediante su subdivisión incrementada – con la segunda revolución industrial; y ahora con la Red y todavía el reloj (el tiempo real) y mañana con la fábrica 4.0.

La mutación que – errando – hemos llamado post-fordismo y ahora “sharing economy” y fábrica 4.0 ha tenido lugar, entonces, no en las formas y en lasnormas de organización (subdivisión y totalización: del trabajo de producción, del trabajo de consumo, en la fruición de los productos de la industria cultural) sino en la calidad y en la cantidad de esta individualización. Si ayer en el fordismo era necesario concentrar miles de trabajadores en el interior de lugares cerrados como eran precisamente las grandes fábricas, porque el medio de conexión/totalización de las partes subdivididas del trabajo era necesariamente físico y presuponía un espacio concentrado y concentrador (esto permitía la eficiencia productiva de entonces), hoy el medio de conexión, o sea, la Red, permite descomponer e individualizar n veces más la forma y lanorma de organización y hacerla explotar en trabajos (y en trabajadores) disconectados de un lugar físico (la fábrica), pero conectados en un lugar virtual, como es precisamente la Red. Del fordismo concentrado de ayer hemos pasado, así pues, no al post-fordismo sino a un fordismo individualizado. Pasando por el fordismo territorial y de distrito, por el pequeño y hermoso, por el capitalismo personal y el trabajo free-lance. Ningún post-fordismo; si acaso la socialización del ordoliberalismo (la sociedad en forma de mercado y según la norma del mercado, la vida como empresa, la competición como imperativo existencial).

Gracias a la red – cada vez más medio de conexión y cada vez menos medio de comunicación y de conocimiento; cada vez más capitalista y cada vez menos libre y anarquista como en los orígenes – todo trabajador antes físicamente y contractualmente subordinado puede (debe) hoy convertirse en un trabajador autónomo, un emprendedor  de sí mismo, un “maker” que produce innovación, un trabajador individualizado; con su puesto de trabajo y sus tiempos de ejecución de la prestación, pero externos a toda fisicidad concentrada. Aparentemente (pero también contractualmente) es de veras un trabajador autónomo, es de veras un emprendedor de sí mismo; concretamente es, por el contrario, un falso emprendedor de sí mismo (así como es un falso individuo) porque está subordinado a un nuevo patrono.

Es, sí, externo a la estructura de la empresa pero está aun más integrado-conectado a ella. Es un proceso análogo y paralelo al que concernía a la sociedad de masas del siglo XX. Antes se trataba de masas predominatementeconcentradas, después hemos pasado (es la lección de Günther Anders) a una masa individualizada, en la que cada uno tiene comportamientos de masa (en el consumo, en la industria cultural, en los comportamientos colectivos, en el conformismo, en el hedonismo, en la nueva sociedad del espectáculo y hoy de la espectacularización de uno mismo) pero la practica individualmente, haciéndose la ilusión de ser libre. Algo análogo se ha verificado precisamente en la organización del trabajo. Todos estamos integrados en el sistema capitalista y en la Red, pero uno por uno, separados físicamente de los demás, pero virtualmente todavía más integrados con los demás y con el tecno-capitalismo de lo que se estaba en tiempos del fordismo.

Es en el trabajo en forma de multitud – el crowd-work – que es una multitud (mejor: una masa) de individuos y, sobre todo, es una masa de individuos conectados, porque el  concepto de multitud/masa es incompatible con el de libertad y de autonomía individual, y el trabajo en forma de masa es un trabajo que, como sucede en la multitud-masa, anula la individualidad haciéndola más bien disolverse en la multitud (el mercado, la red); pero al mismo tiempo dando al individuo en la locura-masa una sensación de gran fuerza colectiva, de potencia, de capacidad de cambiar el mundo (¿el post-capitalismo?) – haciendo olvidar que también este trabajo se finaliza para beneficio de alguien. Individuos, entonces, pero que se mueven como un solo hombre, aunque sea  individualmente. Que se creen emprendedores de sí mismos, pero están todavía más suordinados a las formas y a las normas de funcionamiento del aparato que los han transformado en masa (la socialización del capitalismo), masa como forma clásica de organización donde cada uno está solo pero junto a los demás, pero este estar junto a los demás y conectados con los demás impide (y es una gran ventaja para el poder que organiza la masa) la formación de toda posible consciencia colectiva o de clase, porque estar en una multitud-masa individualizada excluye toda consciencia de clase como toda autonomíaindividual y todo discurso sobre los fines). Aparato tecno-capitalista que luego ha logrado disolver a su adversario de clase (su organización antagonista, su estructura organizativa, su conciencia) individualizándolo justamente mediante subdivisión creciente del trabajo y  personalización del consumo; aparato que precariza el trabajo e individualiza, pero crea al mismo tiempo la retórica (el “storytelling”) del compartir. Que aliena más que en el pasado, pero ofrece a cada uno la ilusión de ser patrono de los propios medios de producción (el ordenador personal, el dispositivo personal móvil), además de los bienes que produce, quizás gracias a una impresora 3D. Es el triunfo del capitalismo de plataforma, que no es algo virtuoso que permita una cooperación libre entre sujetos también ellos libres, justamente mediante una plataforma tecnológica (un medio), pudiendo cada uno disfrutar del trabajo compartido con otros. Pero que es un capitalismo de plataforma porque los beneficios (el fin) son de quien posee la plataforma (como en el caso de Uber o de Airbnb), no de quien la usa. Y la misma “sharing economy” significa sí  compartir, pero debe producir “business” para la plataforma; o si no, es definible mejor comoeconomía de la supervvivencia en tiempos de empobrecimiento de masa.

El trabajo de hoy no es, por tanto, diferente del de ayer. Sí que es todavía más individualizado, pero se ha hecho también más integrado (y esta es la esencia de funcionamiento de toda organización industrial y moderna del trabajo: subdividir e individualizar cada vez más, pero consiguientemente integrar cada vez más gracias al medio de connexión dominante; hacer prevalecer los intereses de la organización-sistema sobre los individuales). Incrementando la cantidad de prestación requerida a cada uno, extrayendo de cada uno una cantidad cada vez mayor de valor y de beneficio, pero haciéndole creer que es libre. Se ha producido una autentica mutación antropológica y cultural. Que se puede representar bien con esta ejemplificación.

En estos días, en algunos trenes de alta velocidad italianos, en los videos que cuelgan en los vagones, se pasa un video promocional en el que se ve a un maquinista a los mandos de su tren. Mirada intensa, gran atención, gran participación en la tarea asignada. Imagenes del tren desde lo alto, bello y velocísimo. Luego la imagen se divide en dos, a la izquierda todavía el maquinista, a la derecha una mujer en casa que pone flores en los jarrones y cuida a su niño. Luego, siempre a la izquierda, el tren llega a la estación, el maquinista desciende de la locomotora y, atravesando la línea que divide en dos mitades la pantalla, entra en casa ya sin uniforme de maquinista y saluda sonriente a la mujer y al niño. En ese punto la mujer besa a su niño, atraviesa a su vez, pero en sentido contrario al del hombre, la línea divisoria de la pantalla y se convierte ella también en maquinista, sube a la locomotora y hace partir el tren de alta velocidad.

Un anuncio que trae a la memoria un cuento de 1958 de Italo Calvino, tituladoL’avventura di due sposi [La aventura de dos esposos] También en Calvino hay un él y un ella. Él, el obrero Arturo Massolari, trabaja en el turno de noche, el que termina a las seis. Vuelve a casa más o menos a la hora en que suena el despertador de la mujer, Elide, que trabaja, en cambio, de día. Un breve encuentro entre ellos, algunas caricias, luego ella sale de casa para ir a trabajar y él se mete en la cama por su lado, pero moviéndose enseguida hacia donde había dormido Elide para buscar su calor y su perfume. Todo muy parecido al anuncio antes descrito. Hoy como entonces, la familia, la pareja, el amor hacen cuentas con el trabajo. Nada ha cambiado desde entonces. Sin embargo, hay una diferencia: entonces, Calvino describía, con su estilo ligero una realidad amarga hecha de fatiga y de separación forzada entre él y ella, implícitamente criticaba ese modo de organizar el trabajo y (consiguientemente) la vida de las personas. Hoy la misma condición humana es vivida y ofrecida como positiva y como virtuosa forma de emancipación, de paridad de géneros, de liberación de la mujer, sobre todo de modernidad. Cambia la casa: obrera y pobre la de Calvino, espaciosa y con una gran cocina la de hoy. Las desigualdades de entonces – y  la alienación – son las mismas de hoy. Pero se ofrecen precisamente como modernidad e innovación, no como un pasado que no cambia. La mutación antropológica acontecida está también en este vuelco.

Y llega entonces Uber y los procesos de uberización del trabajo. Hay quien lo toma como ejemplo de máximo autoemprendimiento, pero ¿qué son los falsos taxistas de Uber si no trabajadores multitud o mejor todavía trabajadores fordistas individualizados en el capitalismo de las plataformas? Creen poseer los medios de producción  (el coche, el smartphone), pero el verdadero medio de producción es la plataforma, que no son ellos, ellos sólo están en sus dependencias, están subordinados a la platadorma, con lo cual están absolutamente alienados (en el sentido de Marx), pero no creen estarlo.

Además: la uberización de las empresas como nuevo momento transformador de época y evidentemente virtuoso y positivo y por lo tanto (en opinión de Max Bergami, de la Bologna Business School, en Il Sole 24 Ore del 3 de abril pasado) «como algo difícilmente obstaculizable, porque la difusión de la innovación es mayor que cualquier reacción». Es decir, que la uberización es un proceso positivo de cualquier modo, porque es innovador y la innovación es siempre positiva y quienquiera que trate de obstaculizarla es irracional y antimoderno, razonando como Taylor hace cien años cuando criticaba a los sindicatos en caso de que hubiesen querido contestar su organización científicadel trabajo que, siendo por autodefinición (por autoreferencialidad) científica, era por lo tanto también racional, mientras que irracional se volvía ipso factocualquier contestación/oposición. La uberización del trabajo permitirá comprar trabajo y competencias en caso de necesidad, descompondrá las organizaciones de empresa, flexibilizará todavía más el mercado de trabajo, pero producirá miles de falsos emprendedores de sí mismos, pero esto no tiene de verdad nada de nuevo, como no sea extremar el viejo “just in time” aplicado a los recursos humanos. Y es trabajo cuasi servil, es decir, peor que fordista. Rebarnizado de modernidad y de ineluctabilidad.

Y entonces como todavía una vez más, la pálabra mágica (no del post-capitalismo sino) del ultra-capitalismo: compartir. También aquí asistimos al retorcimiento del diccionario, es decir, a la producción industrial de una neolengua conforme al tecno-capitalismo, porque en realidad debemoscompartir sólo lo que permite al capitalismo extraer beneficio para sí (nuestros datos, nuestros perfiles, nuestros “selfies”), pero luego podemos y más bien debemos ser egoístas en la realidad (hacia los migrantes-prófugos, por ejemplo; pero también hacia los demás individuos, ya no individuos que forman una sociedad sino nuestros incesantes competidores). También el concepto y las prácticas del compartir se han alterado y plegado al beneficio de los capitalistas y de los señores de Silicon Valley. En realidad, compartir y ayudarse son prácticas antiguas y no el producto virtuoso de las redes. La Revolución Francesa nació para realizar un principio de fraternidad y de solidaridad, es decir, de compartir. La Enciclopedia significaba compartirconocimiento. Y el “welfare” público posterior a 1945 se basaba también encompartir  (la redistribución de la riqueza de arriba abajo en la sociedad, la creción de igualdad de oportunidades para todos, los seguros sociales como forma de participación y de compartir social de los riesgos), más que sobre lafraternidad/solidaridad intergeneracional. Pero todo esto ha quedado progresivamente desechado, cancelado. Como el hecho de que el trabajo era un derecho y se ha convertido en una mercancía, llamando, sin embargo, a todo esto modernidad e innovación.

Publicado originalmente en sinpermiso.info

 

es profesor de Sociología Económica de la Universidad de Insubria, en Varese, colaborador de MicroMega y Sbilanciamoci, y especialista en sociología de las organizaciones, de la industria y del trabajo, en fordismo y post-fordismo y en el análisis de los mecanismos biopolíticas y de las formas de biopoder en las sociedades modernas.
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¡Pasa la capucha, hermana!

¡Pasa la capucha hermana! Trasciende la rabia y únete a esta marea negra, para juntas hacer tambalear el heteropatriarcado.

Siguiendo el camino recorrido por muchos otros colectivos feministas, compartiendo y llevando a cabo formas de lucha nada nuevas, y desde la necesidad de dar una respuesta contundente a la violencia machista, nace el colectivo FARRUKAS en el año 2014.

Independientemente de quiénes seamos, lo importante y por lo que nosotras apostamos es por tejer redes de solidaridad entre compañeras y colectivos feministas, alianzas como forma y estrategia de lucha. El contagio de capuchas puede estallar en cualquier punto, en cualquier momento; se está expandiendo, contagiado, colectivizando, sin directrices ni lideresas. Y en este sentido, volvemos a recordar, que aunque nuestra apuesta sea el negro, la peluca de colores, el tanga o el pasamontañas, todo suma y nada resta, para tejer esas alianzas tan necesarias en la lucha contra las violencias machistas.

Nuestra apuesta, desde el primer momento, es salir juntas a la calle a denunciar y responder la violencia machista, siendo y haciendo aquello que nos es negado: ir encapuchadas, vestidas de negro, con antorchas, haciendo ruido, expresando rabia, con fuerza…Transgredimos la imagen de mujer víctima, sumisa, pasiva y nos mostramos activas y combativas, siendo conscientes de nuestro poder y de nuestra fuerza. Nos ponemos la capucha porque crea una identidad colectiva como estrategia de lucha contra la individualización y el control heteropatriarcal. Cualquiera puede ser agredida, podemos ser todas. ¡Si tocan a una respondemos todas!

El objetivo de ir tapadas no es ocultarnos; no lo hacemos ni por miedo, ni por vergüenza. Muy al contrario, hemos tenido que encapucharnos para que se nos vea. La trascendencia y el impacto que ha tenido lo demuestran.

El miedo va a cambiar de bando es el lema que concienzudamente hemos elegido como estrategia política, sabiendo que es provocador y no conciliador, porque, precisamente, queremos generar debate. Si alguien se siente aludido, que se plantee y se responsabilice de lo que tiene que cambiar. Ahí van algunas ideas: silencio ante las múltiples violencias machistas, colaboración, legitimación, apoyo, pasividad y, directamente, el ejercicio de la violencia. No queremos generar temor al género masculino, pero sí al agresor: queremos que tenga suficiente miedo para que no nos agreda. Es lícito provocar el miedo suficiente para que no se repita. El terror que el sistema genera a las socializadas como mujeres es violencia, y nosotras lo que hacemos es responderla. Y, sí, amigos, la pérdida de poder y privilegios da miedo, y he aquí, el aporte pedagógico de la frase. Por cierto: ante la feminización del miedo nadie se inmuta.

¿Cuándo se van a responsabilizar los hombres? ¿Cuándo los agresores? ¿Cuándo la sociedad en su conjunto? ¿Cuándo van a empezar los socializados hombres a cuestionar su masculinidad y a deponer sus privilegios?

A nosotras se nos inculca el miedo y, encima, se nos niega la agresividad.Nos reapropiamos de ella, porque es una herramienta muy útil para responder, para poner límites, para decir que no, para hacernos respetar. Queremos y apostamos por transformar ese miedo en respuesta activa, afirmativa y combativa.

¿Violentas? Nosotras lo que hacemos es responder a la violencia que el sistema ejerce contra las mujeres y otras corporalidades no hegemónicas. ¿Violentas? La violencia machista está asesinando a mujeres y no pasa nada. ¿Y se nos cuestiona por salir a denunciarlo y decir que vamos a responder? ¿Qué estamos debatiendo: si nos ponemos las capuchas o sobre los asesinatos machistas?

¿Qué nos pasa cuando se juntan las palabras mujer y violencia? Por un lado, los roles de feminidad impuestos nos niegan la posibilidad de utilizar la agresividad y la autodefensa. Y, por otro, por cualquier cosa que hagamos se nos tacha de violentas, se nos castiga y criminaliza porque, precisamente, estamos rompiendo con esa posición de sumisión obligatoria asignada a las mujeres. ¡Si respondemos mal y si no también!

Es falaz e hipócrita el discurso que equipara la violencia que ejerce el sistema heteropatriarcal con la autodefensa feminista, porque la primera se ejecuta desde una posición de poder hegemónica y la segunda es una respuesta desde un lugar de opresión.

No nos callamos, ni nos callaremos, cuando vemos cómo la violencia golpea, invisibiliza, oprime, niega, excluye y acalla nuestras vidas. Y mientras esto siga sucediendo, seguiremos entonando el grito de guerra. Continuaremos subvirtiendo los roles de feminidad impuestos y respondiendo unidas, enmarañadas, todas a una, porque como el pasado 9 de abril quedó bien claro en Gasteiz, todas las respuestas son válidas, legítimas y necesarias.

Una marea negra que se expresa con rabia y contundencia, sí, una rabia estridente que revienta los tímpanos de aquellos que nos quieren calladas, pasivas y sumisas. Pero nosotras vamos a seguir bailando y celebrando, a la par que luchando y peleando. Porque la fuerza explosiva revolucionaria del movimiento feminista está más viva que nunca. Porque somos más que cuando empezamos, y lo seguiremos siendo.

11/05/2016

GORA BORROKA FEMINISTA!!

FARRUKAS (Feministas Autónomas Revolucionarias y Ruidosas Unidas Kontra las Agresiones Sexistas)

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Entrevista a Claude Steiner :»Las caricias son tan necesarias como la comida o la bebida»

Steiner cree que los hombres todavía tienen que aprender a decir “te quiero”

El psicólogo Claude Steiner, protagonista del Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y Bienestar, defiende la importancia de identificar y controlar las emociones para obtener efectos positivos de ellas. Anima a las personas a acariciarse, con el tacto y con las palabras, y a expresar sus sentimientos sin miedo para ser felices.

Claude Steiner nació en Francia, pero su familia es de origen austriaco, estudió en Estados Unidos y vivió durante mucho tiempo en México. Visitó Zaragoza para participar en el Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y Bienestar, en el que cientos de expertos procedentes de todo el mundo han trabajado en la búsqueda de la felicidad.

Considerado uno de los padres del análisis transaccional y de la psiquiatría radical, Steiner ha estudiado en profundidad la relación entre la información racional y las emociones, y cómo éstas influyen en la vida de las personas. En sus conferencias, es capaz de conseguir que el público intercambie “caricias” en forma de halagos.

P.- ¿Qué es la inteligencia emocional?

R.- La inteligencia emocional está basada en la capacidad de entender nuestras propias emociones y las de otros. Eso significa no sólo identificar qué emoción sentimos en cada momento –rabia, amor, tristeza, miedo, alegría– sino además conocer su intensidad y su causa, porque las emociones no son caprichosas, siempre tienen una razón. Una vez capaces de entender las emociones propias y también las ajenas a través de la empatía, es importante aprender a controlarlas de forma que tengan efectos positivos, incluso si son emociones negativas, para que nos beneficien no sólo a nosotros mismos sino también a las personas a nuestro alrededor.

P.- Llevemos ese concepto a la práctica. En España, uno de los problemas sociales más importantes actualmente es la elevada tasa de paro. ¿Cómo podría un desempleado controlar sus emociones de rabia y desesperación para sacar algo positivo?

R.- Cualquier persona desempleada atraviesa un proceso tremendamente doloroso, sobre todo si lleva mucho tiempo sin trabajo y llega a pensar que ya nunca lo encontrará. Estas emociones pueden aliviarse en parte pero son muy reales y es posible que no desaparezcan. Uno puede sentirse mejor al reunirse con otras personas que tienen el mismo problema. Puede compartir con otros desempleados la rabia hacia el Gobierno, la tristeza de no poder mantener a su familia o el miedo de no volver a trabajar. Estas emociones se pueden comunicar para que no sean tan pesadas, pero a fin de cuentas son reales y no se pueden evitar.

CARICIAS Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

P.- Usted propone que todas las personas vivimos en un estado continuo de hambre de caricias. ¿Puede ocurrir que los mensajes de móvil y las redes sociales acaben sustituyendo a las caricias reales y recurramos a ese tipo de comunicación para saciar ese apetito de estímulos?

R.- El apetito de caricias es igual que el de comida, lo tenemos y no lo podemos cambiar. Si no comes, vas a morir de hambre. Si no tienes bastantes caricias, te vas a deprimir e incluso puedes morir de depresión. Las caricias son tan necesarias como la comida y la bebida. Qué va a pasar con toda la gente que esta sustituyendo caricias reales por virtuales es una pregunta importante y no sé la respuesta. Da miedo. Si no aprendes a comunicarte personalmente, cuando llegue el momento de casarte o tener hijos, no sabrás como manejar relaciones reales en lugar de virtuales. Porque virtualmente no puedes estar casado ni tener niños. Podemos anticipar problemas debidos a este cambio, aunque no sé cuáles serán.

P.- Igual que tenemos hambre de caricias, dice usted que tenemos hambre de información. ¿Deberíamos marcarnos algunos límites para no consumir toda la que hay disponible hoy en día?

R.- Está claro que uno necesita aprender a filtrar la información de Internet porque existe tal cantidad que podríamos pasarnos toda la vida viendo videos de Youtube y nunca terminaríamos de verlos todos. Además hay que tener cuidado, porque incluso yo he descubierto que algunas de las cosas que Wikipedia dice sobre mí no son ciertas. Aunque la verdad es que es imposible corregir todo lo que pueda haber mal, y ni siquiera es necesario.

EMOCIONES UNIVERSALES

P.- Desde su experiencia como psicoterapeuta en países diversos, ¿cree que las emociones son diferentes según el lugar en el que viva cada persona?

R.- Las emociones son universales. Todo el mundo tiene emociones y son las mismas, pero es cierto que ciertas culturas enfatizan unas sobre otras. Hay países donde la gente es más amorosa, otros donde la gente tiene miedo, donde la gente odia… Son preferencias que pasan de generación en generación. Pero las emociones son las mismas. Otra cosa es la forma de expresarlas, y eso sí que puede variar mucho.

P.- En sus libros define a las mujeres como eternas guardianas de las emociones. En el siglo XXI, ¿los hombres ya dicen “te quiero”?

R.- Más que antes pero no tanto como deberían. El problema clásico entre hombres y mujeres es que ellas dan amor y ellos lo reciben, pero a la inversa no es tan fácil. Así que todavía queda mucho camino por recorrer, pero estamos en ello.

P.- Cuando hablamos de educación emocional, ¿nos referimos a algo que se puede enseñar en el colegio?

R.- Los maestros pueden tener mucha influencia, en el sentido de que pueden enfatizar las emociones que tienen los niños y animarles a expresarlas. El problema es que si en casa reciben la educación contraria, no sirve de nada. Por eso hay que educar emocionalmente a los niños, pero también a los adultos.

P.- ¿Cómo ve el futuro de la inteligencia emocional?

R.- Cada vez hay un entorno más acogedor para permitir a las personas que expresen sus emociones, aunque sean difíciles, como la tristeza, el miedo o el amor, que también es una emoción muy difícil de expresar. Se va incrementando la facilidad y el permiso que damos a las personas para compartir emociones; estos es un síntoma muy positivo y creo que seguiremos por este camino.

Fuente de la entrevista: http://www.congresointeligenciaemocional.com/las-caricias-son-tan-necesarias-como-la-comida-o-la-bebida/

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