Entrevista a: Paulo Speller
El secretario general de la OEI para la educación, la ciencia y la cultura quiere intensificar la relación con Galicia.
Es la decana de los organismos iberoamericanos. La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) para la Educación, la Ciencia y la Cultura, se remonta a 1949. Su secretario general, Paulo Speller, visitó Galicia para mantener varias reuniones institucionales, entre ellas con el presidente de la Xunta, e incrementar la relación con la comunidad.
-La OEI tiene su secretaría general en Madrid, y por lo tanto tenemos una relación muy intensa con las comunidades y queremos incrementarla. Eso por un lado, por otro, Galicia en particular ha tenido un rol muy importante con la emigración a América Latina y tenemos mucha presencia gallega, por eso queremos retomar esta relación.
-¿Estaba aparcada?
-¿Puede haber democracia sin educación?
-La OEI es un organismo intergubernamental, que trabaja por lo tanto con gobierno de distintos signos políticos, ¿es complicado?
-Eso forma parte de cualquier organismo intergubernamental. En este son miembros titulares 23 países de Sudamérica, Centroamérica, el Caribe y la Península Ibérica. Además, hay otos siete miembros lusófonos observadores en Asia y en África, que también participan.
-¿Algún proyecto educativo o cultural de un país ha corrido riesgo por culpa de un gobierno?
-No, la diversidad es la marca de cualquier organismo internacional o intergubernamental. Desde que yo he llegado hemos tenido elecciones, cambios de partidos políticos, y eso es parte de la vida democrática. Los gobiernos se turnan de acuerdo a las reglas del juego democrático.
-Hay gobiernos como el de Venezuela en los que se cuestiona este juego democrático.
-Son gobiernos elegidos, incluso el presidente Maduro es un presidente elegido. Nosotros apostamos por el fortalecimiento de las instituciones y de la vida democrática, por supuesto que hay crisis políticas, económicas y sociales, pero la organización busca colaborar para construir sociedades cada vez más democráticas y que respondan al reto que tenemos, que es el perfeccionamiento de las sociedades democráticas y de la justicia social.
-¿Sigue siendo un reto en estos 23 países alcanzar la alfabetización?
-Ha cambiado un poco el concepto, antes se consideraba alfabetización las primeras letras y en algunos casos incluso solo firmar, ahora se trata de una alfabetización a la largo de toda la vida, de dar continuidad y de que los jóvenes, cuando lleguen a adultos, puedan seguir sus estudios. Significa poder aprender y avanzar a lo largo de toda la vida.
-¿Hay diferencia en cuanto al nivel de los países miembros en su nivel educativo, cultural…?
-Sí, hay diferencias muy fuertes. Nosotros tenemos programas que están abiertos a todos, pero hay situaciones diferentes como las de la Península Ibérica o el cono sur, en donde la alfabetización es un logro desde hace muchos años, o regiones de Centroamérica en donde hay mucho que avanzar. Por lo tanto hay diferentes niveles de demanda porque el nivel de desarrollo es diferente. Países como Ecuador nos han demandado un proceso de formación intensa y masiva del profesorado de educación básica. Pese a las diferencias, hay un avance en todas las regiones y una concienciación de los gobiernos de que la educación tiene un rol estratégico.
-¿Miden los avances?
-Sí, elaboramos una publicación, llamada Miradas, en la que cada año se publican los avances y los objetivos del proyecto metas educativas 2021.
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2017/05/17/alfabetizar-ensenar-letras-aprender-largo-vida/0003_201705G17P32992.htm

En la muestra de Carmela García ocupan un lugar relevante las militantes de “Mujeres Libres”, organización anarcosindicalista que desplegó su actividad durante la guerra española de 1936 y llegó a contar con 20.000 afiliadas. Así, la abogada y pedagoga Mercedes Comaposada Guillén, la médica Amparo Poch y Gascón o Lucía Sánchez Saornil, entre otras, promovieron un feminismo anarquista “que no subordinaba la autonomía de las mujeres a las aspiraciones de la revolución social”, destaca la profesora de Historia de la Educación en la Universitat de València y militante del movimiento feminista, Llum Sanfeliu. Fue Lucía Sánchez Saornil la gran impulsora de la revista “Mujeres Libres”, quien se hizo cargo de la línea editorial y ha inspirado a Carmela García para la presente exposición. Pero tan importantes como las personas son los espacios de la memoria. De ahí la fotografía del Conservatorio de Valencia, donde se celebró en octubre de 1937 la Segunda Conferencia de Mujeres Antifascistas. O, en el siglo XXI las “Mujeres de Negro”, que manifiestan su luto contra la guerra y a quien la artista fotografía bajo un imponente ficus. También las “Lesbian Band”, que en una de las imágenes de la muestra ensayan el son de las “batukadas” debajo de un puente. El arte, lo lúdico y lo festivo como vía de autoafirmación.
Imágenes de gran formato, un mapa “subjetivo” con documentos, acotaciones, fotografías sobre asociaciones de mujeres de los años en que Valencia fue capital de la II República… ¿Qué queda de todo ello en la actualidad? Tal vez sea la pregunta que haya motivado el trabajo de la fotógrafa. Y la artista canaria quizá responda captando las imágenes de una ristra de colectivos (actuales) de mujeres: “Las Heidis”, “Joves Desobedients”, “Mujeres Libres”, “Dones de Frontera”, “Dones Progressistes” o la “Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas del País Valenciano”. “Ellas necesitan asociarse para tener más fuerza en el espacio público, como forma de resistencia y para sobrevivir; por esta razón hago las fotografías en la ciudad”, explica la autora en un recorrido guiado por la exposición. Llama la atención a los visitantes sobre un muro, que no es urbano. Se trata de una réplica de la pared de su estudio, donde cuelga anotaciones, ideas, dibujos y fotografías, como la de un cuadro que pintó Lucía Sánchez Saornil; pero no el paisaje entero, sino –ampliada- la parte que aloja la firma. Hay también en el muro simples hojas, con una leyenda a bolígrafo y subrayado en rotulador: “Lo que no se ve no se nombra, y lo que no se nombra no existe”.
De la docena de fotografías sólo hay dos retratos individuales. Uno es la de Mariló Rodríguez, del colectivo “Joves Desobedients”, que en los años 90 del siglo pasado realizaban acciones como salir de noche con antorchas para reclamar seguridad frente a las agresiones sexuales. Tomada en el centro histórico de Valencia, la fuerza de la imagen hace que vaya a figurar en la portada de una próxima publicación, según informa Carmela García a los visitantes. El segundo retrato es el de Heide Braun, una librera especializada en temática feminista. Con la biblioteca de la universidad al fondo, su figura cuestiona los tradicionales espacios de poder y la manera en que históricamente se ha negado a las mujeres el acceso al conocimiento. Se produce, así pues, un choque entre espacios, que también se da en la fotografía de tres jóvenes activistas en el tradicional barrio del Cabanyal, en Valencia, amenazado desde hace décadas por los procesos especulativos y de “gentrificación”. Las muchachas forman parte del colectivo “Brúfol”, que trabaja en la formación no reglada, con mujeres y en el ocio con niñas y niños en situación precaria. La imagen pone de manifiesto la degradación de esta barriada marinera.





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