Los exámenes de UNIR se enfocan más en el razonamiento que en la memoria. Y utilizan herramientas digitales que evitan el plagio y garantizan la equidad de la evaluación.
Debido a la pandemia del Covid-19, diversas instituciones educativas han tenido que cambiar su metodología de evaluación presencial a modalidad en línea.
La Universidad Internacional de la Rioja (UNIR)experta en educación en línea, no fue la excepción. Hasta la fecha, UNIR realizaba la toma de exámenes de manera presencial para garantizar un sistema de evaluación de calidad, justo y seguro.
¿Cómo lograr una evaluación en línea que no pierda estas tres características? Rubén González, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la UNIR, explica que han desarrollado aplicativos informáticos que permiten garantizar la autenticidad de la evaluación.
Estrategias
UNIR ha optado por remplazar los exámenes memorísticos “que son susceptibles de ser copiados” por evaluaciones que se apoyan más en el razonamiento.
“De esta manera, se ha permitido a los alumnos incluso que tuvieran apuntes. Lo que importa es la capacidad para resolver el problema planteado”, dice González sobre los cambios implementados en los exámenes.
Desde el punto de vista tecnológico, la universidad desarrolló una aplicación que “de manera incremental, ha ido vigilando cada vez más exhaustivamente a nuestros alumnos, dentro del campus virtual”, explica González.
Dicha herramienta valida documentos de identificación que generan sistemas de bloqueo. Este mecanismo impide que el estudiante pueda consultar durante el examen páginas de Internet que no estén permitidas.
Herramientas telemáticas
González anuncia que están desarrollando un sistema con ‘proctoring’. Esta herramienta permite realizar evaluaciones allá donde se encuentre el estudiante, y pueden ser monitoreadas y vigiladas desde diferentes lugares a través del empleo de recursos telemáticos.
“Tendremos la posibilidad de hacer un estudio biométrico en el momento del examen para constatar que no se produce ninguna suplantación de identidad”, explica el vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de UNIR.
La herramienta será sometida a diversos estudios y proyectos piloto antes de ser implementada, ya que para UNIR resulta fundamental precautelar la seguridad informática de los estudiantes.
Se espera poder aplicar este sistema para septiembre próximo, según González. Pero antes se realizará una prueba con los estudiantes, pues es necesario que ellos lo autoricen.
Experiencia
UNIR inició las evaluaciones en línea a mediados de marzo de este año, ante la imposibilidad de viajar debido al coronavirus.
En UNIR, cada asignatura tiene hasta 10 modelos de examen distintos.“Rendir un examen virtual generaba mucha incertidumbre en los alumnos”, dice González. Por este motivo, UNIR trabajó con los estudiantes desde el primer momento. Así se logró que los estudiantes desarrollen la confianza necesaria para realizar una evaluación a distancia. “Con un soporte muy grande por parte de los tutores, hemos conseguido que los alumnos estén realmente satisfechos con la experiencia”.
“Para el mundo educativo, la pandemia ha sido una revolución, un incentivo. Lo que nunca hubiésemos planteado en una circunstancia normal, ha ocurrido de repente en solo tres meses”. Rubén González, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la UNIR.
“A través de la tecnología, hay que lograr que el sistema educativo sea cada vez más satisfactorio para nuestros alumnos”, Rubén González, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la UNIR.
Rendimiento
Uno de los datos relevantes de este mecanismo de evaluación, dice González, es solventar las dudas sobre si es más difícil aprobar con exámenes presenciales o virtuales, o si es más fácil copiar o no.
“Para resolver estas inquietudes realizamos un estudio comparativo de los resultados del examen en línea y descubrimos que la situación es la misma”, hace énfasis González.
Es decir, el número de aprobados y suspensos no ha variado con el cambio de modalidad. “En realidad, los estudiantes que durante el curso académico lo han ido haciendo bien, terminan aprobando”.
El campus virtual acoge a más de 40 mil alumnos; con la pandemia los ingresos simultáneos aumentaron al punto de tener hasta 5 mil usuarios en una hora, sin que la página haya colapsado.Otra estrategia que dificulta que se cometan fraudes durante las evaluaciones consiste en elaborar hasta 10 modelos de examen por cada asignatura: “Vamos combinando los modelos de examen por países y por franjas horarias, de manera que es muy difícil que se difundan las pruebas, porque no coinciden entre países y franjas”.
La UNIR trabaja arduamente para conseguir que cada evaluación tenga el mismo grado de dificultad.
Campus virtual, para sentirse ‘en casa’
Entrar a la evaluación a través de la plataforma (campus virtual) UNIR “ha disminuido el miedo de los alumnos”, ya que están familiarizados con el espacio, dice González.
El estudiante ingresa con su usuario y contraseña, y encuentra la sección ‘Exámenes’. El campus virtual permite que los docentes vean la hora de ingreso y salida del alumno, para que luego puedan calificar la prueba.
El actual reto de la evaluación virtual “crea un modelo más maduro, más sólido y con mayor calidad”, concluye el experto.
Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102323041/unir-implementara-un-sistema-de-proctoring-para-garantizar-la-calidad-de-las-evaluaciones
La Universidad Internacional de La Rioja ya cuenta con seis programas de estudio en los que aplica esta tecnología disruptiva. Entre otros beneficios para los estudiantes, permite que realicen prácticas mediante laboratorios virtuales y simuladores con maquinaria real.
La inteligencia artificial no es tangible, pero nos rodea en espacios cotidianos. Lo vemos al entrar en una página de comercio on-line o en actividades de entretenimiento y ocio. En estos espacios, la inteligencia artificial es capaz de observar y aprender sobre nuestros gustos y hábitos de compra. Después, sin que nos demos cuenta, permite recomendar aquello que nos pueda interesar.
“Tiene tantas aplicaciones, en tantos sitios, que cada vez nos rodea más; prácticamente todos los procesos digitales se pueden mejorar o aumentar mediante inteligencia artificial”, dice Pablo Moreno Ger, Director de la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología (ESIT) de Universidad Internaciones de La Rioja (UNIR).
Basados en la premisa de que la inteligencia artificial permite mejorar procesos y acercar a las personas, desde 2014, la UNIR ha comenzado a implementar esta tecnología disruptiva en diversos programas de titulación que abarcan ingenierías y ciencias de la salud.
“Con la inteligencia artificial, el estudiante tiene una experiencia práctica de uso de laboratorios y de maquinaria. La tecnología nos permite impartir una docencia de calidad en nuevas áreas”, Pablo Moreno Ger, Director de la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología (ESIT) de UNIR.
Laboratorios virtuales y simuladores
Moreno Ger explica que la UNIR ha introducido varios conceptos innovadores. Los laboratorios remotos (que se controlan a distancia) y los aparatos simulados y maquinaria (que se manejan a través de realidad virtual) son dos de los más destacados.
También se aplican en el área de ciencias de la salud: los laboratorios virtuales y simuladores permiten aprender técnicas que tienen que ver con control remoto de maquinaria médica que realiza tareas como ultrasonidos y monitoreo de pacientes.
En las asignaturas de ingeniería, es posible aprender sobre máquinas de resistencias estructurales, o experimentar con conceptos de física que se ponen a prueba con maquinaria ubicada en un laboratorio a la distancia. “En lugar de obligar al alumno a ir al laboratorio, se lo puede hacer desde un simulador”, explica Moreno Ger.
¿Cómo se logra?
La tecnología de tres dimensiones (3D) permite que los alumnos ingresen a un laboratorio virtual y aprendan a manejar maquinaria de forma simulada. Además, existe otra categoría que hace posible controlar de manera remota una máquina real “que está ahí, o acepta un paciente, o cuyo trabajo es industrial y el alumno actúa de forma real con el aparato”, agrega Moreno.
Esta tecnología, señala el experto, ha permitido que UNIR amplíe su oferta académica. Al ser una universidad en línea, no resultaba factible tener carreras que exigiesen la presencia física para, por ejemplo, manipular determinadas maquinarias. Sin embargo, la realidad virtual ha hecho que esto sea posible.
Conexión y experiencia
Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) no son únicamente aplicables a las áreas antes mencionadas, sino que ayudan a mejorar la calidad y calidez educativa que un estudiante necesita.
Los programas cortos tienen una duración de cuatro meses.Moreno explica que, mediante avatares (identidad virtual que representa a los estudiantes en el sitio web), los alumnos de UNIR pueden interactuar unos con otros en un campus virtual compuesto por edificios y aulas. Es decir, se crean -virtualmente- espacios de conexión para la comunidad universitaria.
“La inteligencia artificial es una pieza clave. En UNIR somos conscientes de que no vale solamente con contarle al alumno los contenidos; sino que el alumno tiene que tener una serie de experiencias para poder aprender”, Pablo Moreno Ger, Director de la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología (ESIT) de UNIR.
Seis programas de inteligencia artificial
Actualmente, UNIR cuenta ya con seis programas donde se aplican la realidad virtual, la realidad aumentada y otras tecnologías disruptivas. Estos no han sido preparados únicamente para quienes diseñan estas tecnologías, sino también para quienes tienen un enfoque empresarial:
1.- Máster Universitario en Inteligencia Artificial:
Es el programa ‘madre’ de las titulaciones de este tipo. Es un posgrado de 60 créditos que se cursa en un año, donde se aprende la inteligencia artificial en distintas áreas. Este perfil profesional es cada vez más demandado en el sector empresarial.
2. Máster en análisis y visualización de Datos Masivos:
También está muy vinculado al área de la inteligencia artificial, pero centrado en el Big Data. Ofrece formación como experto en el ámbito de la comunicación digital y la visualización de datos. Es una disciplina que cada vez adquiere mayor importancia en medios de comunicación, agencias y organizaciones de todo tipo.
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3. Programa corto de Inteligencia Artificial:
Está acoplado al área ejecutiva, y dirigido a quienes gestionarán equipos que desarrollen la inteligencia artificial.
4. Inteligencia de Negocio:
Se adapta a un público menos técnico. Está orientado a la toma de decisiones empresariales de estudiantes que pertenecen al área de ciencias empresariales.
5. Programa en Big Data ‘for Business’:
Proporciona enseñanza sobre los principales elementos de digitalización y monetización del negocio, trabajando con datos y los algoritmos.
6. Realidad Aumentada y Virtual:
Entrena a los alumnos en temas referentes a avatares, la conexión interpersonal y cómo trasladar los métodos de interacción de un contexto a otro.
Además, evita la deserción
Implementar nuevas tecnologías es clave en la educación a distancia. Cuando la formación es presencial, solo mirando a los estudiantes es posible saber si se están comprendiendo o no. De manera virtual, esto no resulta tan sencillo.
UNIR se apoya en la inteligencia artificial para saber qué alumnos necesitan más apoyo. “Me permite levantar alertas para saber qué alumno necesita más atención por parte del docente, y quiénes pueden tener mayores dificultades durante el curso”, dice Moreno Ger. “La inteligencia artificial puede detectar que al llegar a ‘X’ tema, el ritmo de estudio baja”, agrega.
Todas estas tecnologías ayudan al docente a centrar mejor sus esfuerzos en impactar positivamente a sus alumnos.
Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102322192/inteligencia-artificial-un-recurso-didactico-de-unir-para-mejorar-la-experiencia-y-cercania-educativa-
Ludwig van Beethoven (1770-1827) es quizá el compositor más influyente de la historia de la música. A partir del siglo XX, la música popular tuvo una masividad que no era alcanzable en sus tiempos, pero en ella el portador de influencias es la interpretación, no la composición, y, además, la gran segmentación de ese sector impide que se destaque una figura, cosa que sí es posible en la cultura eurocéntrica del siglo XIX. Sólo Wagner (1813-1883) puede hacerle mella, pero hay que señalar que la idolatría suscitada por este estuvo siempre potenciada por una controversia encendida, mientras que el caso de Beethoven se parece más a la de su casi casi coetáneo Artigas, es decir, se convirtió en una figura casi intocable y reivindicada por todos (en la famosa controversia entre Wagner y Brahms, ambos fundamentaban sus posiciones evocando a Beethoven).
Con Beethoven se da un fenómeno único: hay una etapa extensa de su trayectoria –el momento en que él operó de forma más concentrada su revolución musical– en que parece que no había otro compositor en el mundo. En 1803, Joseph Haydn (1732-1809) dejó de componer. De ahí hasta 1813, cuando Rossini (1792-1868) embocó sus primeros éxitos operísticos, no hay obra alguna, que no sea de Beethoven, que integre el repertorio habitual de los conciertos, grabaciones, que esté en la memoria común o haya ejercido una influencia significativa. Recién a partir de ese momento empezaron a surgir las primeras composiciones relevantes de Schubert, Paganini, Weber y Meyerbeer, que prepararon la llegada de la llamada generación romántica (Berlioz, Mendelssohn, Chopin, Schumann, Liszt, Wagner).
Por supuesto, durante esos diez largos años de soledad histórica de Beethoven, la vida musical siguió tan activa como siempre. Cada corte, cada iglesia y cada municipalidad tenía su maestro de capilla. Los nombres más destacados, como Spohr, Reicha, Cherubini, Hummel, Boieldieu, Méhul, Gossec, Kozeluch, Dussek, Ries, Spontini, Paer, Paisiello y Mayr rellenan los libros de historia, porque quedaría poco serio no poner a nadie. Pero ¿cuántas personas que no tengan el oficio de musicólogos tuvieron un contacto real con alguna de sus producciones? Quienes estudiaron piano a la antigua habrán sufrido las piezas didácticas, increíblemente aburridas, de Czerny, Cramer o Clementi. Del que todos sí escucharon hablar fue de Salieri, cuya exagerada fama de compositor mediocre se debe a las versiones ficcionales de la leyenda urbana de que, envidioso, envenenó a Mozart (cuyo hijo Franz Xaver Mozart también integra esa legión generacional de compositores olvidados).
Esos diez años en que la historia hace un primer plano (en sentido cinematográfico) sobre Beethoven, y que deja a los demás como extras fuera de foco al fondo, se puede explicar de dos maneras. Lo más racional sería asumir que la versión hegemónica de la historia, Beethoven-céntrica, borró esos nombres en forma injusta o determinó criterios de valor moldeados por Beethoven en los cuales ellos no encajan. La otra explicación sería mágica, aunque la sensibilidad romántica, con su propensión teleológica, podría aceptarla: el resto del mundo se replegó expresamente para que el destino histórico se pudiera cumplir, sin impedimentos, a través del avatar elegido por las musas: Beethoven.
El relato canónico hizo mucho por romantizar a Beethoven con el estereotipo del genio artístico: el hombre de personalidad impulsiva, consciente de su propia grandeza y en eterno conflicto con las circunstancias; desgreñado y descortés, porque su concentración en la inspiración no le dejaba tiempo para pequeñeces prosaicas. Encima de sufrir de una gran infelicidad en el amor, fue acometido por el golpe cruel de quedar privado de la audición. En vez de doblegarse frente a esas dificultades, respondió componiendo unos monumentos de magnitud sin precedentes, como sacándole la lengua al destino en un estilo que, a veces, podía ser avasallantemente furibundo. Era fácil sentir esa música como un reflejo espontáneo de su personalidad excepcional y de los eventos de su vida, y ese componente de sinceridad podía excusar extrañezas que, en otras circunstancias, hubieran sido tomadas como errores. Aun en vida, se generó con él (y él cultivó) esa idea historicista de que estaba adelante de su tiempo, y quedó como un crack, porque efectivamente el futuro le dio la razón.
Beethoven se convirtió en la personificación ideal de la afirmación de un humanismo individualista y de la sustitución de una estética de lo bello por una estética de lo sublime. Su música ya no funciona como un ornamento convencionalmente agradable para la vida, sino que es un objeto extraño cuya apreciación exige esfuerzo, y la recompensa no es el simple placer inmediato, sino la elevación trascendente, la iluminación del espíritu. Entran en juego criterios como los de la originalidad, la innovación e incluso el de un cierto grado de desacomodo, de provocación al público. Forcejeó con los límites (de lo técnicamente tocable, de lo estéticamente soportable) y contribuyó a establecer nuestro modelo de consumo musical, es decir, el que jerarquiza radicalmente a los creadores e intérpretes profesionales y los opone a un amplio público pasivo que paga por el acceso (relegando los otros formatos, el de la música doméstica y el de las músicas funcionales de las cortes e iglesias).
Es muy fácil poner en duda la seriedad de un vanguardista que hace cosas incomprensibles, pero Beethoven bloqueó esas críticas demostrando un indiscutible virtuosismo de escritura también en terrenos conocidos, y, además, logró movilizar el entusiasmo popular de su tiempo y del nuestro: aparte de “Para Elisa”, todo el mundo conoce su “Oda a la alegría”, la “Sonata del claro de luna”, el cha cha cha chaaaan que empieza la Quinta sinfonía, o incluso la música del programa de televisión Chespirito (que proviene de Las ruinas de Atenas, 1811). Junto a esas piezas integradas al folclore global hay como cuarenta más que son archiconocidas de los frecuentadores de conciertos, y no hay nada que lleve su firma que no suscite curiosidad, que no esté disponible en ediciones impresas de partituras o no se consiga en grabaciones.
Beethoven produjo un gran impacto por haber hecho lo que hizo y por haber sido como era, pero también hubo, entre sus contemporáneos más jóvenes y en las generaciones siguientes, muchas ganas de que existiera una figura como él. La sensación es que vino a ocupar un lugar que estaba ahí, a la espera de ser ocupado. Para satisfacer ese deseo colectivo, los relatos de su vida y obra suelen ser parcializados. Se puso mucho énfasis en su apoyo a la revolución francesa y en su admiración por Napoleón; el alma liberal demócrata vibra con la anécdota de que, cuando Napoleón se autoproclamó emperador (1804), Beethoven, que había recién completado una Sinfonía Bonaparte, se indignó y quitó su nombre del título (la obra se publicaría como Sinfonía heroica). El título original fue tachado en forma tan intempestiva que agujereó el papel. Este precioso registro de la furia beethoveniana (la copia agujereada) persiste en la biblioteca de la Gesellschaft der Musikfreunde, en Viena, y apoya la idea del compositor como un decidido revolucionario, republicano y antiautoritario. El resto de la historia, aunque no es ningún secreto, no hizo tanta leyenda: con el paso de los años, Beethoven tendió a hacerse más conservador, y su cercanía personal y profesional con miembros de la aristocracia, además de un cambio global de sensibilidad, lo hizo menos propicio a la idea de cambios sociopolíticos revolucionarios.
La vida
Por haber nacido en la ciudad de Bonn (el 16 de diciembre de 1770), Beethoven suele ser vindicado por Alemania como un compositor alemán. Bonn era la sede del Arzobispado de Colonia, un electorado teocrático católico.
Su padre era músico y soñó con que fuera un niño prodigio, como había sido Mozart. Alcohólico, golpeaba constantemente al hijo para que diera todo de sí en los estudios. Ludwig nunca llegó al nivel descollante que Mozart había tenido de niño, pero cuando tenía 7, dio su primer concierto como pianista, y a los 11 escribieron el primer artículo periodístico sobre su talento. Cuando tenía 12, aparecieron las primeras publicaciones de composiciones suyas, y a los 13 fue nombrado organista de la corte de Bonn (el único empleo regular que tuvo en su vida).
En 1792 se mudó a Viena, becado por el gobierno de Bonn para estudiar con Haydn. Mozart se había muerto el año anterior, y todos veían a Beethoven como el nuevo Mozart. Vaya mochila pesada para cargar, sumada a la presión sufrida desde niño. Es realmente admirable que Beethoven haya podido contemplar con humildad y lucidez sus diferencias con su ídolo y modelo: componer le resultaba mucho más difícil y el momento histórico-estético estaba cambiando. Incluso tras haberse convertido, de inmediato, en una de las más importantes personalidades musicales de Viena, en vez de dejarse inflar, siguió buscando ayuda (luego de las clases con Haydn, estudió con Johann Georg Albrechtsberger y con Salieri). Aunque ya tenía composiciones publicadas, recién a los 24 años se dignó a considerar que empezaba su obra canónica, estampando su colección de tríos como “opus 1”. Se atrevió con su Primera sinfonía a los 29, una edad en la que Mozart ya había escrito una cincuentena de sinfonías.
Así fue estableciendo su modalidad, la de escribir relativamente pocas obras pero de alto impacto, mientras causaba furor como pianista, incluso más virtuoso que Mozart, aunque con un sonido más duro. Todo parecía ir viento en popa cuando, en 1801, se percató de una notoria pérdida de audición. Al año siguiente, los médicos concluyeron, correctamente, que el proceso era irreversible y que, con el paso de los años, quedaría totalmente sordo. Es entonces que Beethoven redacta su testamento de Heiligenstadt, dirigido a sus hermanos, pero que luego le habla a Dios y a la humanidad. Allí manifiesta el propósito de suicidarse, pero luego recapacita frente a la necesidad de seguir creando. El lenguaje tiene mucho de la cursilería que caracterizó a Beethoven, tanto en la expresión verbal como en la musical, cuando pretendía volcar sentimientos y pensamientos elevados. El documento nunca fue enviado y, al igual que su otro escrito famoso, la carta a la anónima amada inmortal (1812), fue encontrado entre sus pertenencias luego de su muerte, como si él tuviera la pretensión de que esas proclamas contribuyeran a direccionar, románticamente, la imagen que la posteridad tendría de él.
Beethoven sublimó sus frustraciones en obras monumentales, que empiezan en forma dramática y afligida, pero que, luego de un sufrido proceso de lucha y esfuerzo, arriban a la victoria. En su tiempo, no todos entendían esa música compleja, intensa, extraña y desmesurada, pero para muchos, sobre todo jóvenes, fue la encarnación misma de una sensibilidad nueva. En su histórica crítica (1810) de la Quinta sinfonía, E.T.A. Hoffmann considera que “la música de Beethoven […] enciende ese anhelo infinito que es la esencia del Romanticismo”.
En Viena, Beethoven prescindió de tener empleo fijo, lo que no era usual, salvo en el mundo de la ópera. Prefirió preservar su independencia y lanzarse al mercado cumpliendo encargos puntuales y vendiendo piezas a editores de partituras. No era un camino fácil (Mozart había tratado de emprenderlo y murió pobre, dejando desvalida a su familia), pero, en la práctica, pudo subsistir. Hubo un momento especialmente desalentador, en 1808, en el que consideró capitular y aceptó el ofrecimiento de Jerónimo Bonaparte para asumir como el compositor oficial del reino de Westfalia. Ello inquietó sobremanera a la aristocracia vienesa, y un grupo de nobles de altísima jerarquía acordaron otorgarle una pensión vitalicia con la única condición de que siguiera viviendo en Viena. Ese ejemplo pionero de mecenazgo por subvención es muy significativo. Hasta unas décadas antes, un músico, por mejor que fuera, era visto por el aristócrata como un servidor encargado de agregar entretenimiento, placer y belleza a su vida, y un elemento más en su ostentación de magnificencia. Ahora, sin embargo, había cambiado la balanza de poder, ya que auspiciar las artes no era meramente un lujo, sino una necesidad. Había conciencia de que los esquemas mercadológicos del capitalismo industrial todavía no eran capaces de sostener la actividad artística altamente especializada que la civilización europea había desarrollado, de modo que el auspicio de la aristocracia era fundamental, y ejercer esa función contribuía a legitimar la nobleza. En los hechos, pasados más de dos siglos, los nombres de los príncipes Kinsky, Lobkowitz y Lichnowsky o del archiduque Rodolfo sobreviven por su asociación con Beethoven mucho más que por sus realizaciones políticas.
El valor de compra de la pensión vitalicia mermó pronto, debido a la fuerte inflación que siguió a las guerras napoleónicas. El aprieto económico fue uno de los motivos para la amargura que pautó sus últimos años. Otras razones fueron la sordera (ya entonces total), la soledad afectiva y la sensación de que, a partir de aproximadamente 1815, muchos del público y de la intelectualidad empezaron a preferir compositores más jóvenes y fáciles, como Rossini y Weber.
Aportes musicales
Desde muy joven, Beethoven se destacó por la originalidad de su material temático y de su escritura instrumental. Se destacaba por la energía rítmica, un aspecto en que su único precedente, Vivaldi (1678-1741), en ese momento estaba totalmente olvidado. A ello Beethoven agregaba una impetuosa agresividad que es, quizá, su rasgo más reconocible.
Es muy común que historiadores y críticos dividan su obra en tres períodos, pero luego se ven en problemas para caracterizar esos períodos de una manera que condiga con la realidad. Podemos incrementar la precisión y reducir la incoherencia dividiendo cada uno de esos períodos en dos y sustituyendo las descripciones generales por el mero señalamiento de la presencia destacada de determinados rasgos. La primera parte del primer período (llamémoslo 1A) serían las obras de la infancia y adolescencia. El 1B vendría a partir de sus Tríos, opus 1 (1795); comprende su etapa como el nuevo Mozart o el nuevo Haydn y se extiende a obras de una notoria originalidad que ya no son el nuevo nadie. De ese tiempo, su obra más recordada debe ser la Sonata casi una fantasía, opus 27, nº 2, conocida como “Claro de luna”, prototipo de una concepción romántica de pieza para piano destinada a funcionar no tanto como discurso, sino como una instalación sonora que genera un clima sugerente: el flujo de los tresillos en la mano derecha, las notas profundas y esparcidas del bajo bien grave, la melodía parca, los claroscuros dados por la alternancia súbita entre mayor y menor, y la intervención eventual de esa figura zigzagueante que sube y baja, todo bañado en resonancia (el pedal constantemente apretado).
La etapa 2A sería la llamada fase heroica de su producción, posterior al diagnóstico de sordera y al testamento de Heiligenstadt. Es su momento más influyente, el de la soledad histórica aludida al inicio de esta nota. Para hacer la Sinfonía heroica (1804), entre otras cosas, Beethoven tuvo que resolver problemas estructurales para sostener una pieza tan larga (unos 50 minutos). La dimensión de la obra no era una mera cuestión de megalomanía: era una condición imprescindible para acentuar el aspecto antropomórfico que la música clásica venía desarrollando, es decir, músicas que emulan procesos psicológicos o narrativos. Aquí los picos de emoción son construidos con recursos que imitan el esfuerzo: un intento sale mal, entonces buscamos otro camino, recobramos el aliento, redoblamos y finalmente accedemos al clímax. Sin esa sensación de tiempo transcurrido, de sustancia acumulada, no se podría justificar el clímax de una crispación sin precedentes: la orquesta a pleno martillando por cinco veces consecutivas un acorde disonante (séptima mayor) que suena como un bocinazo y que desemboca, antes de aflojar, en un acorde aun más disonante. La duración del movimiento permite algo más: generar una historia para el tema principal. Ese tema tiene todos los atributos de un toque militar, pero es presentado de una forma que contradice esa vocación: con una dinámica suave en los violonchelos y con un final descendente y disonante. En el correr de la pieza ese tema irá, poco a poco, cumpliendo su destino: la sonoridad brillante de cornos y trompetas, la dinámica fuerte y un final consonante y ascendente, erecto. En términos de guion cinematográfico, se puede decir que ese tema tiene un arco de desarrollo, sufre un proceso irreversible, termina distinto de como empezó luego de haber pasado por una serie de aventuras, algunas dolorosas y otras placenteras. Esa profundización de la narrativa dramática de la música contribuyó a incrementar el estatus y el atractivo de la música instrumental, que ahora competía con la novela, el teatro y, más adelante, con el cine, compartiendo la potencialidad transformadora o filosófica de esas formas artísticas y trascendiendo la mera función de modular el ánimo momentáneo del oyente.
La duración del primer movimiento de la Heroica estaba obtenida con el procedimiento mozartiano de emplear una profusión de ideas temáticas. Pero el ideal de Beethoven, siguiendo a Goethe, tenía más que ver con la conquista de una organicidad, que fue lo que buscó con la Quinta sinfonía (1808). El motivo inicial de cuatro notas aparece por doquier, no sólo en el primer movimiento. El scherzo engancha con el finale luego de una extensa preparación, en que la música crece desde la esquelética sonoridad de pizzicati hasta la explosión solar del tutti con toda la orquesta haciendo un tema rimbombante. Es un efecto tan fuerte que, para la reexposición, Beethoven lo tuvo que repetir, reiterando una parte del movimiento previo, que surge implantado en el Finale como si fuera un flashback. De esa manera, los movimientos de la obra se volvieron inseparables, ya que están entrañados unos en los otros, y la pieza entera suena como un periplo unificado que va del inconformismo rabioso del inicio a la gloria victoriosa del final.
La relativa tranquilidad propiciada por la pensión vitalicia (1808) dio inicio a la etapa 2B, la fase romántica. Las obras se vuelven más breves y también más líricas, nostálgicas, menos incisivas. Es el momento en que Beethoven más se va a parecer a la generación siguiente, la generación romántica. En ese momento, hay dos invenciones especialmente importantes. Una es la del ciclo de canciones; la canción, o Lied, era un género cercano a lo popular, intimista, breve. Agrandarlo, como Beethoven había hecho con los movimientos sinfónicos, lo hubiera descaracterizado. En A la amada distante (1816), el compositor enganchó seis canciones distintas con una temática común de anhelo amoroso, separación y nostalgia. La canción final rememoraba la primera. Con el ciclo, era posible preservar la sencillez de cada piecita constituyente, generando, en lo global, una obra de mayor alcance. Variantes de ese recurso serían usadas por varios compositores, y, en definitiva, el LP conceptual, que ganaría prominencia en la era del rock, derivó de la idea del ciclo de canciones. El otro invento, que se manifiesta en A la amada distante o en la sonata opus 101 (también de 1816), es el acto de memoria: el regreso de determinada idea musical como si fuera una reminiscencia traída a colación por alguna asociación de ideas, que aparece a veces de manera fugaz y sugiere un nuevo camino a seguir. Esa emulación de la memoria profundizó el carácter antropomórfico (o psicomórfico) de la música.
Su período 3A se caracteriza por la falta de característica o, mejor dicho, por la copresencia de rasgos extremos y muy distintos entre ellos. Aquí surgen sus obras más monumentales (la Missa solemnis, la Novena, las Variaciones Diabelli, la Sonata Hammerklavier) junto con las brevísimas bagatelas: lo más masivo se abre paso junto a lo más exclusivo y casi impenetrable.
La Novena (1824), con cerca de una hora de largo, parecía romper los límites no sólo de duración, sino también del propio género, ya que en el movimiento final intervenían un coro y cuatro cantantes solistas. Esa transgresión sería, de ahí en más, un importante punto de discusión. Para la tendencia más vanguardista de mediados del siglo XIX (Berlioz, Liszt, Wagner), Beethoven estaría demostrando que la noción de género musical había perdido sentido, y de acá en más uno debería componer tan sólo en función de las necesidades intrínsecas a cada idea, sin encuadrarse en modelos ya establecidos.
En la Novena, Beethoven buscó compatibilizar la duración enorme (aun más que la de la Heroica) con la demanda de integración orgánica. El inicio era lentísimo, como una situación estática que paulatinamente iba ganando mayor movimiento. Eso, por un lado, imponía una disposición a un discurso extenso. Por otro lado, un inicio así parecía presuponer un público expectante, silencioso, reverencial, que la obra de Beethoven había contribuido a formar. Sin esa actitud casi religiosa de parte del público, ese inicio carecería de sentido y perdería efecto. El clímax ya no estaba en el desarrollo, sino en la reexposición: el tema principal, cuando regresaba luego del desarrollo, irrumpía como un cataclismo. Es como si se hubiera roto una represa: toda la orquesta tocando en fortísimo, los timbales sosteniendo un rulo atronador y el tema dejándose oír, pero medio ahogado en una masa sonora descontrolada, que sólo poco a poco se iría asentando para devolvernos una atmósfera respirable y límpida. El segundo movimiento fue el prototipo del scherzo malvado. Es juguetón, sí, como lo es por definición un scherzo, pero juega con su propia cara seria, con cierto aire diabólico, medio burlón, medio inquietante. Y el final coral, que contiene la famosa Oda a la alegría; para sostenerse en sus 25 minutos de largo recurría a la táctica, también sumamente influyente, de contener, en un mismo movimiento continuo, todas las distintas etapas que solían constituir una sinfonía entera y algunas más: un inicio calamitoso, un recitativo, la presentación de la idea básica (dos veces, una instrumental y otra cantada), un momento juguetón (como un scherzo), otro bien lento y sentimental (como un movimiento lento), y el vivo y catártico jolgorio final.
Si la Novena crecía hacia afuera, había otras obras, como las Variaciones Diabelli (1823), que parecían crecer hacia adentro. Desde un tema casi ofensivamente bobote, Beethoven da inicio, variación tras variación, a un recorrido lleno de ocurrencias inesperadas hasta que, de pronto, nos percatamos de que estamos en contacto con los sentimientos más sutiles, más delicados, más profundos, más complejos. Pero claro, llegar ahí requiere tiempo, paciencia, confianza, complicidad, concentración.
La etapa final, que sería la 3B, es la de la relativa abstracción. Aquí Beethoven compuso, en forma casi exclusiva, cuartetos de cuerdas (1825-1826). Es un momento desconcertante en su obra, ya que se aparta de la empatía psicológica y parece regresar al concepto preclásico de generar un objeto sonoro interesante. Eso sí, ese interés ya no está determinado por la belleza y las formas convencionales, sino por un algo metafísico, no muy fácil de ubicar. Son obras misteriosas, caprichosas construcciones de sentido esquivo, fascinantes objetos de contemplación y análisis, pero que nunca se volvieron populares porque no es cómodo escuchar algo en lo que cueste tanto entender de dónde agarrarse. Es lindo asociar el carácter algo abstracto de esas obras finales con el desapego de quien adivina estar cerca de la muerte, pero eso parece presuponer un cierto poder premonitorio en el compositor, ya que la enfermedad del hígado que lo mató a los 56 años se manifestó sólo unos meses antes del fin y, a partir de entonces, justamente, ya no pudo componer.
Con su demanda de concentración, paciencia, esfuerzo y apertura a una carga dramática movilizadora, la música de Beethoven puede lucir medio desubicada en la era del trap y del reguetón, pero, por suerte, sigue disponible en miles de grabaciones y, cuando vuelva a existir tal cosa, conciertos. Sin ella es imposible entender aspectos cruciales de la historia de la música. Escucharla es, además, una manera muy vívida y gratificante de entrar en contacto con la sensibilidad que imperaba hace dos siglos. Quienes logren conectarse con ella accederán al privilegio de enfrentarse a algunas de las máximas proezas creativas, intelectuales y sensibles del mundo de la música.
Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article16123
¡Mujeres en la primera línea de la crisis sanitaria y en el combate contra el capitalismo patriarcal y racista!
Manifiesto internacional de la agrupación feminista, socialista y revolucionaria Pan y Rosas
FOTO: Nuestra compañera Tre Kwon, enfermera de New York, manifestándose frente al hospital con otras trabajadoras, reclamando equipos de protección
Hace cien días, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud reconocía que la covid-19 se había convertido en una pandemia global. Desde entonces, el coronavirus -que había saltado de China y otros países asiáticos a Europa- se propagó a todos los continentes, dejando medio millón de personas muertas y varios millones de infectadas.
Hoy, a cien días del inicio de la pandemia, la cifra de muertes de Europa ha sido superada por América Latina donde recién se está acercando a alcanzar el punto máximo de la curva de contagios y fallecimientos. Pero, además, el cierre de fábricas, comercios, escuelas, las restricciones de viajes y espectáculos, tuvieron un impacto inmediato en la vida de millones de familias del pueblo trabajador. Se estima que, en solo tres meses, se perdieron casi 300 millones de puestos de trabajo y 60 millones de personas cayeron bajo el umbral de pobreza extrema, sumándose a los 700 millones que ya sobrevivían con menos de dos dólares diarios, antes de la pandemia.
Mientras tanto, los Estados capitalistas fortalecieron sus fuerzas represivas durante la pandemia, con el incremento de la vigilancia y el control social, pero también aumentando la represión contra la clase trabajadora y los sectores oprimidos, en particular contra la comunidad negra. El reciente asesinato de George Floyd en Minneapolis, se da en este contexto de una creciente violencia policial y de los grupos supremacistas blancos apoyados por Trump, contra la población negra, como ocurrió también con el crimen de Breonna Taylor, una trabajadora sanitaria asesinada por la policía en marzo pasado, mientras dormía en su casa en Kentucky.
Pero, el racismo, la xenofobia, el sexismo y la transfobia de Donald Trump ya han desatado masivas movilizaciones que, ahora, desafían los “toques de queda” y enfrentan la represión ordenada por gobernadores y alcaldes, tanto republicanos como demócratas. El grito de “Black Lives Matter!” (Las vidas negras importan) y, durante el mes del orgullo, el lema “Black Trans Lives Matter” (Las vidas negras trans importan) encendieron la bronca y la solidaridad que se esparcieron como reguero de pólvora desde Brasil hasta Alemania, desde Gran Bretaña hasta Argentina. En Francia, miles se movilizaron contra el racismo y los crímenes cometidos por la policía, convocados por Assa Traoré, la hermana del joven Adama, asesinado dentro de una comisaría en 2016. En Brasil, las mujeres denunciaron el
asesinato de sus niñas y niños dentro de sus casas, pidiendo justicia por Miguel y João Pedro.
El odio racista que destila el gobierno de Trump es la muestra exacerbada de la profunda y estructural segregación de la población afrodescendiente en los Estados Unidos. Algo que también se evidencia en la pandemia, donde la mayoría de las víctimas son personas negras y pobres. En Chicago, donde la población negra representa apenas un tercio del total de habitantes, cargan con el 73% de las muertes por coronavirus. En Milwaukee, son el 26% de la población y representan el 81% de los muertos. Cifras similares se repiten en Michigan, donde el 14% de la población es afrodescendiente, pero son el 40% de los muertos durante la pandemia. Una situación que se vive no solo en los estados gobernados por el Partido Republicano, sino también en aquellos donde gobierna el Partido Demócrata.
Las personas afrodescendientes son quienes pusieron en riesgo su vida, junto a la comunidad latina y migrante, en los trabajos de servicios esenciales, en los trabajos precarios, sin protección sanitaria. Y son un sector significativo entre los 40 millones de trabajadoras y trabajadores que tuvieron que tramitar el seguro de desempleo de la noche a la mañana, durante esta pandemia. Si la rebelión antirracista contra la violencia policial en Estados Unidos encontró eco en todo el mundo, es porque la comunidad negra, como la población migrante, en todo el mundo se han convertido en las víctimas preferenciales del coronavirus, cuyo riesgo de mortalidad está estrechamente vinculado a la precariedad y las condiciones de superexplotación, agravadas por el racismo. Las mujeres negras en Brasil -el país, fuera del continente africano, con la población negra más numerosa- reciben hasta un 60% menos de salario que los hombres blancos y son las que pierden a sus hijas e hijos a manos de una de las policías más asesinas del mundo. Son las mujeres negras las que están más sometidas a la precarización laboral, los peores trabajos y las que sufren las peores consecuencias de los abortos clandestinos.
FOTO: Nuestra compañera Leticia Parks al frente de Pão e Rosas, en São Paulo
Para las mujeres, también hubo otras consecuencias particulares de la pandemia: el cierre de escuelas, centros de infancia y recreación para niñas y niños, como las propias condiciones del confinamiento, aumentaron la carga de tareas de cuidado que realizan las mujeres en sus hogares. Esto es aún peor para las mujeres que sostienen solas a su familia, para las que se vieron obligadas a seguir trabajando, las que se quedaron sin empleo y las mujeres de los sectores populares. Además, se estima que unos 18 millones de mujeres que tenían acceso a métodos anticonceptivos pueden haberse quedado sin ellos durante la pandemia, ya que, en muchos países escasearon durante estos meses y resultó imposible adquirirlos en medio de las restricciones. Por otra parte, los recortes presupuestarios de los sistemas sanitarios -previos a la pandemia- también limitaron su capacidad operativa y, entre otras consecuencias, hoy se estima que una reducción de apenas un 10% del acceso a servicios de abortos seguros en los países más empobrecidos, habría producido 3 millones de abortos clandestinos con la muerte de alrededor de 28 mil mujeres, mientras otros 15 millones de mujeres terminarían asumiendo embarazos no deseados. Y, durante los confinamientos dictados por los gobiernos en todo el mundo, se incrementaron en un 30% las denuncias por violencia de género.
Hoy, a 100 días de que se declarase la pandemia global, el personal sanitario -donde más de un 70% son mujeres- aún está lidiando con la saturación de las unidades de cuidados intensivos en algunos países y, en otros lugares, ya empieza a alertar sobre la falta de recursos para afrontar las secuelas de ansiedad, miedo y estrés que produjeron tanto la pandemia como la inseguridad laboral, la pérdida del salario y la falta de recursos para familias enteras. También están denunciando la falta de inversión y preparación de los gobiernos, ante posibles rebrotes del coronavirus, como también exigiendo mayores recursos para la Salud Pública.
Pocos días antes de que la OMS declarara la pandemia global, millones de nosotras nos habíamos movilizado en cientos de ciudades de todo el mundo, como lo hicimos en todos los 8 de marzo de los años recientes, para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres en las calles, por nuestros derechos, contra la violencia sexista y los feminicidios, por la legalización del aborto, contra la precarización laboral… Por eso, las mujeres que firmamos este manifiesto, a 100 días que se declarara la pandemia de covid-19, nos dirigimos a todas aquellas a las que los capitalistas nos ponen en “la primera línea” de la superexplotación y la precariedad; a las que trabajamos en “la primera línea” para la reproducción de nuestras familias sin ningún salario, pero que también trabajamos en las primeras líneas de múltiples servicios e industrias esenciales para garantizar la vida social. A las que cobramos menos salario que nuestros compañeros y no tenemos acceso a las mismas categorías laborales, pero somos las que estamos en “la primera línea” produciendo más y más beneficios para un puñado de capitalistas; a las que ocupamos “la primera línea” en la lucha contra la miseria y el hambre, sobreviviendo a expensas de nuestro propio trabajo bajo las peores condiciones. Hoy, nos dirigimos a todas aquellas mujeres, las organizadas sindicalmente y sin derecho a organizarse, nativas, negras, migrantes, racializadas, indígenas, campesinas, a las madres de personas torturadas, encarceladas, desaparecidas y asesinadas por la violencia de los aparatos represivos del Estado, a las defensoras del territorio, a las jóvenes estudiantes, activistas lesbianas y transgénero.
Queremos organizarnos en la primera línea de la lucha económica, social y política, contra las patronales, los gobiernos y los partidos que representan sus intereses, contra la burocracia sindical que nos divide y limita nuestras fuerzas. Nuevamente, como tantas otras veces en la Historia, estamos dispuestas a estar en la primera línea de la lucha de clases, tomando el cielo por asalto.
FOTO: Pan y Rosas – Argentina en una manifestación por la legalización del aborto frente al Congreso Nacional
1. La pandemia del coronavirus no es “natural”: tiene profundas raíces y graves consecuencias económicas y sociales
El origen de esta pandemia se encuentra en la brusca ruptura de los equilibrios ecológicos provocados por el avance desenfrenado del agrobusiness. Su veloz propagación, por todo el planeta, fue de la mano de las cadenas globales de valor que, en las últimas décadas, expandieron inusitadamente las fronteras del capital en búsqueda de una mayor rentabilidad. Pero, además, la pandemia estalló brutalmente en países cuyos sistemas sanitarios venían de décadas de planes de austeridad, ajustes presupuestarios, despidos y vaciamiento; mientras la industria farmacéutica invertía en desarrollos para enfermedades “rentables” y los gobiernos desoían o desfinanciaban los programas de investigación sobre epidemias.
Tampoco se puede afirmar que las decenas de miles de muertes provocadas por la covid-19 son la consecuencia inevitable de la propagación del virus: los gobiernos tardaron en responder a las alertas y en paralizar las actividades no esenciales por resguardar al máximo el lucro capitalista; luego, impusieron confinamientos drásticos y globales, sin testeos masivos ni ampliación, a tiempo, de la capacidad hospitalaria. Y después, también se apresuraron en enviarnos de regreso al trabajo, sin información clara ni medidas de prevención e higiene adecuadas, por el mismo motivo. En la mayoría de los países, se evitó al máximo avanzar sobre el sistema privado de salud y tomar otras medidas fundamentales para no afectar los intereses de los capitalistas.
Mientras nos acercamos a la cifra de 500 mil muertes, también denunciamos que no es “natural” -como ya señalamos- que en algunas ciudades de Estados Unidos, donde las personas afrodescendientes constituyen un 30% de la población, sean el 70% de los muertos por coronavirus. Lo mismo sucede con las comunidades latinas en ese país y se repite en los barrios pobres de todas las grandes metrópolis imperialistas, donde habitan, mayoritariamente, familias migrantes. En los países dependientes, la situación es aún mucho más terrible. Las tasas de contagio y mortalidad segmentadas demuestran que no es lo mismo afrontar la pandemia con viviendas adecuadas, agua corriente, cloacas, alimentación equilibrada, acceso a los productos de prevención e higiene, que sin todo eso. La conclusión es que cualquiera puede contagiarse de coronavirus; pero la exposición de las personas al contagio y la distribución de los recursos para enfrentar la enfermedad es profundamente desigual, afectando con especial dureza a las clases explotadas y los sectores oprimidos. Quienes estamos más expuestos al contagio y la muerte somos las trabajadoras y trabajadores, precarias, afrodescendientes, indígenas, campesinas, migrantes, poblaciones urbanas empobrecidas, hacinadas y marginalizadas, sin techo…
El virus no hizo más que acelerar, condensar y exponer las brutales contradicciones del sistema capitalista, que se encuentra en su fase de declinación histórica. Mientras siguen los debates sobre cómo se originó el coronavirus y sobre cuáles son las verdaderas cifras de muertes provocadas por la desastrosa gestión de la pandemia, lo único claro para millones -en todo el mundo- es que, en el capitalismo, las ganancias, el lucro y los beneficios de unos pocos están por encima de nuestras vidas.
FOTO: Estudiantes y trabajadoras ferroviarias en huelga de Du Pain et Des Roses de Francia, en manifestación del 8M
2. El coronavirus no es responsable de la crisis capitalista que quieren descargar sobre nuestras espaldas
Los capitalistas y sus gobiernos están aprovechando la pandemia del coronavirus para multiplicar los despidos, los cierres de empresas, las suspensiones con rebajas salariales, a lo que le seguirán mayor precarización y empeoramiento de las condiciones de trabajo. Las cifras son tan brutales y escandalosas como las de los contagios que no pudieron evitar: en Estados Unidos, cerca de 40 millones de personas pidieron el seguro de desempleo; se produjeron caídas históricas de la producción en China y casi toda Europa. En todo el mundo, los rescates son esencialmente para los grandes capitalistas y sólo en menor medida, los países imperialistas están otorgando algunas ayudas insuficientes a la población, con el objetivo de evitar una parálisis mayor de la economía y, sobre todo, estallidos sociales. En los países dependientes, se prioriza el pago de las deudas externas, el rescate a los empresarios y los paliativos para millones de familias trabajadoras y pobres resultan irrisorios ante la catástrofe.
Pero el coronavirus no es culpable de esta crisis, que hunde sus raíces en las tendencias que se desarrollaron después de la anterior crisis de 2008: bajo crecimiento de la inversión y la productividad, alto endeudamiento de Estados y empresas y burbujas bursátiles, que ya anunciaban la posibilidad de una recesión antes de la pandemia. Las respuestas que ensayan los gobiernos al coronavirus solo han acelerado esa situación, más aún teniendo en cuenta que muchos sectores seguirán paralizados o con menor actividad y que nuevos rebrotes o una vacuna son aún incógnitas para los comités de científicos.
Los capitalistas buscarán salvarse con nuevos ataques sobre las clases trabajadoras y los sectores populares, mayores aún a los que vimos durante estos primeros 100 días: solo nos deparan miseria y hambre a miles de millones, recortes salariales y empeoramiento de las condiciones laborales, jornadas de trabajo más flexibles y elevados índices de desocupación. Por eso, cada conquista en condiciones y puestos de trabajo o salarios, por sistema de salud universales y de calidad, contra la destrucción del medioambiente, deberemos arrancarlas con la lucha. ¡Que la crisis la paguen los capitalistas!
FOTO: Pan y Rosas – México en la manifestación del 8M
3. El sistema capitalista no funciona sin la clase trabajadora asalariada y sin subordinar el trabajo gratuito de las mujeres en su beneficio
Aunque durante largas décadas de neoliberalismo, a nivel mundial, se deslocalizó, fragmentó y atacó a la clase trabajadora, la pandemia develó que tanto las trabajadoras y trabajadores -formales e informales- de la primera línea de los sistemas sanitarios, como las obreras y obreros agrícolas, recolectores de residuos, textiles, trabajadores de la logística, del transporte terrestre, fluvial, marítimo y aéreo, del reparto a domicilio, de los servicios de telecomunicaciones, de la industria energética, de las plantas potabilizadoras de agua y tantas otras y otros somos quienes, verdaderamente, hacemos funcionar el mundo, garantizando la supervivencia de millones.
Pero, con nuestras protestas, reclamos y huelgas para exigir la paralización de fábricas y empresas de sectores que no se consideraron esenciales durante la pandemia, también demostramos la enorme dependencia que el capitalismo tiene del trabajo humano. Es que, pese a los grandes avances de la robotización y la inteligencia artificial, somos las trabajadoras y trabajadores quienes generamos las ganancias que van a parar a los bolsillos de los capitalistas.
Mientras tanto, la vida se siguió reproduciendo en los hogares, esencialmente gracias a las mujeres que somos las que, mayoritariamente, realizamos el trabajo gratuito para la reproducción social de la fuerza de trabajo. Y esa jornada laboral gratuita se suma a la que ya tenemos de trabajo asalariado, donde representamos un sector mayoritario o muy destacado de las primeras líneas, como personal sanitario, en la atención de la tercera edad y el cuidado de las personas dependientes, en la limpieza, la producción y comercialización de alimentos y otros insumos básicos, en el trabajo doméstico remunerado en las casas de los ricos. ¡Pero no solamente, porque las mujeres ya representamos un 40% de los asalariados en general, a nivel mundial, por primera vez en la Historia!
En síntesis, la pandemia evidenció que del trabajo de esta clase socialmente mayoritaria dependen tanto la economía como el cuidado que sostiene, cotidianamente, al sistema capitalista y la vida de millones. No solo quedó demostrado que nuestra labor es esencial para la reproducción social -como ya nadie puede dejar de reconocer-, sino también que ocupamos posiciones estratégicas para la reproducción del capital: ocupando esos “puntos de vulnerabilidad” de las cadenas de suministros a escala mundial, constituimos -colectivamente, junto a nuestros compañeros- el sujeto social que posee la potencialidad de afectar el funcionamiento del capitalismo.
FOTO: Pan y Rosas – Bolivia en la manifestación del 8M en La Paz
4. ¡Organicemos y ampliemos nuestra primera línea en la lucha de la clase trabajadora!
Las mujeres trabajadoras y del pueblo pobre -como tantas otras veces en la Historia- somos también la primera línea de las luchas contra quienes nos quieren arrebatar el pan y el futuro. Por eso ya los escribas de la burguesía alertan a sus jefes y patrones sobre posibles insurrecciones y revoluciones que podrían ocurrir cuando pase la pandemia y los planes de austeridad, recortes y ajustes de los gobiernos capitalistas descarguen, con mayor brutalidad, la crisis sobre nuestras espaldas.
Las enfermeras italianas fueron de las primeras en convocar a todos los trabajadores a la huelga general, en marzo pasado, que su labor salvando vidas les impedía efectuar. Hoy, en el Estado español, las trabajadoras sanitarias reclaman que les devuelvan el porcentaje del salario que le robaron con el ajuste que siguió a la anterior crisis de 2008 y para defender la Salud Pública. En Estados Unidos, trabajadoras y trabajadores sanitarios tuvieron que enfrentar la represión policial y las detenciones mientras acudían a las movilizaciones que pedían “Justicia para George Floyd”, para asistir a las y los manifestantes. Las trabajadoras del sistema sanitario, como las educadoras, cuidadoras y trabajadoras sociales, en todos los países, siguen acumulando bronca contra los gobiernos responsables del descalabro y los privilegios de los ricos cuyas ganancias y propiedades son las primeras en ser “rescatadas”.
Miles de trabajadoras de empresas de comidas rápidas, supermercados y distribuidoras, maquilas y fábricas de producción no esencial, junto a sus compañeros, se rebelaron contra las patronales criminales en Italia, Francia y, particularmente, en el corazón del imperialismo norteamericano, además de diversos países de América Latina. En diferentes lugares, protestas y hasta verdaderas revueltas contra el hambre, el desabastecimiento y la carestía, fueron protagonizadas por las familias del pueblo pobre. Son un adelanto de lo que puede pasar si millones de trabajadoras y trabajadores retornan a sus empleos en condiciones inseguras, si se les quiere imponer nuevas y peores condiciones de contratación, peores salarios y jornadas más largas o si más familias, aún, quedan en la calle.
Sin embargo, las burocracias sindicales han cerrado filas con las patronales y los gobiernos, poniendo en cuarentena los reclamos y los planes de lucha para defender nuestros derechos. Donde hay una lucha, la mantienen aislada y tratan de limitar las demandas de cada sector a los intereses corporativos. Por el contrario, impulsamos el frente único obrero, exigiendo a las direcciones de las organizaciones actuales de la clase trabajadora, acuerdos en la lucha que nos permitan golpear juntos, aunque marchemos separados. Pero nuestra perspectiva es barrerlos de la conducción de nuestras organizaciones y recuperar los sindicatos para nuestra clase.
Por eso, llamamos a organizar y ampliar esa primera línea de luchadoras, contra las burocracias que nos dividen y buscan conciliar con los gobiernos y los Estados capitalistas, porque tenemos que lograr el triunfo de las luchas presentes y prepararnos para que triunfen las que vendrán, que seguramente se multiplicarán.
FOTO: Nuestras compañeras enfermeras de Brot und Rosen, en la manifestación del 8M en Munich
5. Por la independencia política respecto de los partidos que representan los intereses de los capitalistas
Somos conscientes de que la clase trabajadora, cada vez más feminizada y racializada, tiene el potencial de interrumpir el funcionamiento de la economía y afectar las ganancias capitalistas, de establecer alianzas con otros sectores populares oprimidos, de construir un nuevo orden social que se base en la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías y no en el afán de lucro de una clase parasitaria. Pero cuando ese potencial se pone en marcha, enfrentando a la patronal, no sólo enfrentamos a los burócratas sindicales -sus agentes en el movimiento obrero-, siempre dispuestos a negociar la tasa de explotación, pero nunca a eliminarla de raíz. También enfrentamos al Estado y los partidos políticos que representan los intereses de los capitalistas.
Ellos no son, únicamente, los Donald Trump, Giuseppe Conte, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera o Emmanuel Macron. También están las mujeres como Angela Merkel que, con sonrisa “maternal” y firmeza imperialista propone un programa de reconstrucción de Europa que canjeará salvatajes a los Estados y las grandes empresas por planes de austeridad que pagará la clase trabajadora, cuyos términos aún están por definirse a nuestras espaldas. O la golpista Jeanine Áñez que, en Bolivia ahora llama al rezo y al ayuno para enfrentar la pandemia, y no dudó en ordenar masacres militares para consumar el golpe de Estado en noviembre del año pasado. Incluso hay otras fuerzas de la extrema derecha que ya venían creciendo antes de la pandemia, desplegando una cruzada reaccionaria contra el movimiento de mujeres, las personas LGTBI y las inmigrantes. Coincidiendo con el Vaticano y las iglesias evangélicas fundamentalistas, cargaron contra lo que denominaron «ideología de género» y el feminismo, combinando la intención conservadora de subordinar a las mujeres en los roles tradicionales familiares, con el odio hacia los extranjeros. Ahora, ante la crisis, intentan nuevamente capitalizar el descontento social con los gobiernos, en un sentido reaccionario.
Frente al crecimiento de estas fuerzas de la extrema derecha, las izquierdas reformistas en Europa, Estados Unidos o América Latina promueven que debemos resignarnos al “mal menor”, tanto de los viejos partidos social-liberales en Europa, como del Partido Demócrata en Estados Unidos o los “progresismos” en América Latina. Pero esas salidas del “mal menor” nos condenan siempre a aceptar las mismas políticas neoliberales combinadas con algunas medidas sociales muy limitadas, que se revelan completamente cosméticas ante la magnitud de la crisis en curso. Para enfrentar a la extrema derecha, no son ninguna alternativa esos gobiernos de «mal menor» que dejan intactas las ganancias de los capitalistas y que se siguen apoyando en las instituciones más reaccionarias de sus Estados, como las policías, los tribunales o las jerarquías de las iglesias. Antes las movilizaciones feministas y hoy las movilizaciones antirracistas, fueron el único freno a sus mensajes de odio, que ninguna fuerza política de los regímenes capitalistas se atrevió a poner.
Por eso, tenemos que abrirnos paso, además, entre los viejos y nuevos reformistas que, con lenguaje de izquierda, gestionan o se ofrecen para gestionar la decadencia capitalista. Ellos son los que regatean, con sus empresarios nacionales, las migajas que pueden ofrecer hoy para salir del paso, con la ilusión de que, después de la pandemia, todo vuelva a como estaba antes: pingües negocios para los capitalistas y salarios de hambre con más precarización para las familias trabajadoras. Ese es el escandaloso papel que está cumpliendo Unidas-Podemos, co-gobernando con el neoliberal PSOE el Estado imperialista español, rindiendo pleitesía a la parasitaria monarquía de los Borbones y ciñéndose a la constitución del ‘78 heredada del franquismo. Son los que hablan de inclusión, como el Frente de Todos, de Argentina, pero en el gobierno no dejan de pagar la fraudulenta deuda externa mientras, en pleno centro de la capital del país, mueren mujeres jóvenes de los barrios precarios, después de quince días de reclamar que no tienen acceso al agua potable en medio de la pandemia. O como en México, donde el gobierno de AMLO llegó sostenido por las esperanzas de cambio de millones, incluyendo a amplios sectores de mujeres que confiaron en su discurso de gobernar “para ricos y pobres” y que, sin embargo, ahora muestra una política que beneficia a los empresarios, continúa la militarización -que aumentó los feminicidios desde hace doce años-, como parte de la subordinación al imperialismo y las exigencias de Trump. O como en Bolivia, donde el MAS de Evo Morales ha negociado sistemáticamente con los golpistas que hoy controlan el Estado, utilizando como moneda de cambio la sangre derramada durante la valiente y espontánea resistencia popular al golpe, en la que tuvieron un rol protagónico las las valientes “mujeres de pollera”. Son los que, como Bernie Sanders, cumplen el triste y trágico papel de lavarle la cara a sanguinarias formaciones políticas como el Partido Demócrata norteamericano, prometiendo algunas escasas reformas sociales con encendidos discursos, para terminar retirándose de la campaña y apoyando al candidato Joe Biden, quien, por más que lo intenten, no puede disimular que es un viejo político del establishment. Ante la crisis de Trump y la emergencia de las protestas antirracistas, el Partido Demócrata está llamado a jugar su rol histórico de pasivizar a los movimientos sociales y asimilarlos al régimen burgués imperialista. Está por verse si lo logrará con el candidato que, en la misma ceremonia por la memoria de George Floyd, aseveró que había que educar a la policía para que “cuando hay una persona desarmada que viene hacia ellos con un cuchillo o algo le disparen en la pierna en lugar del corazón”. Un candidato sobre el cual pesan, además, acusaciones de acoso y otros comportamientos marcadamente misóginos. En nada se diferencian del rol que ya le vimos cumplir, calamitosamente, a Syriza en Grecia cuando llegó al gobierno siendo “la promesa de la izquierda” y terminó aplicando los brutales planes de austeridad, durante la última gran crisis de 2008, que impuso la troika europea.
Mientras los representantes de los partidos conservadores, de la derecha y del populismo de extrema derecha, se disputan el primer puesto en el campeonato de misóginos, xenófobos, racistas, homofóbicos, lesbodiantes y transodiantes, entre los viejos y nuevos reformistas abundan los discursos “políticamente correctos” que, en gran medida, carecen de políticas concretas que los sostengan y modifiquen sustancialmente las vidas de millones de mujeres, lesbianas y personas trans, migrantes, racializadas y precarizadas. En muchos países, con algunas medidas y bastante palabrerío, han asimilado y cooptado a una buena parte de las referentes feministas y del movimiento de mujeres. Mientras millones de trabajadoras y jóvenes estudiantes abrazaron, en los últimos años, la lucha antipatriarcal, algunas de las activistas más reconocidas fueron integradas a las instituciones de gobierno o se convirtieron en voceras de los partidos reformistas, candidatas o impulsoras de sus campañas electorales.
Por el contrario, nosotras luchamos por la más amplia y profunda independencia del movimiento de mujeres, de todas las variantes políticas del régimen que, de distintas maneras, representan los intereses de diferentes sectores capitalistas, pero no los nuestros, los del pueblo trabajador. Y luchamos por una salida propia de la clase trabajadora a esta enorme crisis. ¡No en nuestro nombre!
FOTO: Nuestras compañeras de Pan y Rosas – Estado español, en la movilización del 8M de Madrid
6. ¡Nuestras vidas valen más que sus ganancias!
Los capitalistas, los gobiernos y partidos políticos que representan sus intereses y la burocracia sindical como agente en el movimiento obrero, tienen un programa de medidas para hacernos pagar la crisis. Nosotras levantamos un programa opuesto que plantea tocar los intereses de los capitalistas para que esta crisis no la vuelva a pagar el pueblo trabajador.
En todo el mundo, para atender la pandemia, seguimos exigiendo la centralización del sistema de salud, incluyendo la salud privada, en la perspectiva de su nacionalización, para prestar servicios de salud de calidad, con inversión y salarios acordes, bajo control de sus trabajadoras y trabajadores.
La pandemia no es excusa para cerrar o reducir los programas de salud sexual y reproductiva, los servicios públicos de aborto seguro ni ningún otro servicio de atención a las mujeres y personas sexodiversas. Tampoco para seguir condenando a secuelas graves en la salud o la muerte por abortos inseguros y clandestinos a las mujeres y personas gestantes, en aquellos países donde aún no ha sido legalizado este derecho. Por eso, seguimos luchando por el derecho al aborto, para que sea legal, seguro y gratuito, como lo reclama el movimiento de mujeres en Argentina, México, Chile y otros países del mundo.
Impulsamos la organización de quienes debemos seguir trabajando, para exigir el control sobre las condiciones de seguridad e higiene. A su vez, peleamos contra las suspensiones con rebajas salariales y contra los despidos, exigiendo su prohibición. Prestamos especial atención a las trabajadoras precarias, sin derechos laborales, exigiendo subsidios o salarios de cuarentena, es decir, un ingreso que les permita cubrir sus necesidades mínimas. Peleamos por igual salario por igual trabajo. El racismo y el machismo son mecanismos de dominación que refuerzan la superexplotación, por eso luchamos por eliminar la brecha salarial entre hombres y mujeres, como también por discriminación racial, étnica o xenofobia.
Enfrentamos el racismo al grito de “Black Lives Matter!”. Exigimos justicia por Marielle Franco. Defendemos los derechos de las mujeres migrantes que, ante el cierre indiscriminado de las fronteras, han quedado hacinadas en campamentos de trabajadoras temporeras agrícolas, en condiciones inhumanas, sin atención sanitaria ni servicios esenciales, o las que fueron obligadas a pasar la cuarentena en las casas de sus patrones, viviendo como internas, separadas compulsivamente de sus familias. Exigimos el cierre de todos los centros de detención de inmigrantes. Contra la demagogia de la derecha hacia las clases medias arruinadas, peleamos para que las organizaciones de la clase trabajadora exijan subsidios del Estado, condonación de deudas y créditos baratos para pequeños comerciantes, cuentapropistas y autónomos que dejaron de percibir ingresos durante los períodos de confinamiento.
Peleamos por impuestos progresivos a las grandes fortunas, porque es obsceno que el 1% más rico del planeta acumule un 82% de la riqueza global. Las propiedades eximidas de gravámenes de la Iglesia, como las enormes cantidades de inmuebles vacíos de los grandes grupos inmobiliarios que especulan con los alquileres y el turismo, deben ser puestos al servicio de las necesidades del pueblo trabajador, empezando por las personas sin techo, las familias que viven hacinadas y en condiciones insalubres en chabolas y otras construcciones precarias y las mujeres, niñas y niños que son víctimas de violencia machista y abusos.
En los países dependientes planteamos el desconocimiento soberano de las deudas externas, porque los bancos y los capitales financieros no pueden seguir hundiendo países y regiones, ni cargando a los Estados con deudas impagables. Por eso, también proponemos luchar por la nacionalización de la banca bajo control de sus trabajadoras y trabajadores, para centralizar el ahorro nacional en función de las necesidades populares.
El monopolio estatal del comercio exterior también es una necesidad en todos los países: en aquellos exportadores de materias primas, permitiría impedir que las rentas se las lleven un puñado de multinacionales agroexportadoras, mineras o pesqueras.
Y rechazamos el fortalecimiento de los aparatos represivos de los Estados: no son las policías, fuerzas de seguridad ni fuerzas armadas que asesinaron a mansalva a George Floyd (como lo hacen a diario con los jóvenes afrodescendientes de las barriadas populares y los hijos de las familias pobres en todo el mundo), aquellas que reprimen nuestras protestas y son responsables de torturas, extorsiones, narcotráfico o trata de mujeres, las que van a garantizar el cumplimiento de las cuarentenas. Rechazamos también el espionaje y el control policial y estatal, con el supuesto fin de controlar los contagios. Estamos por nuestra más amplia autoorganización para ejercer el autocontrol y la autodisciplina de la clase trabajadora frente a la pandemia.
En los países imperialistas combatimos al patriotismo reaccionario que enfrenta a los pueblos y también al racismo como a todas las formas de discriminación hacia las y los migrantes. El antiimperialismo es una bandera esencial en estos países, cuyas empresas monopólicas y Estados ejercen la más brutal expoliación sobre la mayoría de las naciones oprimidas. Exigimos el fin de las sanciones contra Venezuela, Cuba e Irán.
Así como las mujeres nos movilizamos masivamente en todo el mundo por nuestros derechos, cada uno de los últimos 8 de marzo, apelamos también al internacionalismo de la clase trabajadora, para unirnos por sobre las fronteras contra nuestros enemigos de clase comunes. Nosotras, con nuestras voces encendidas de rabia, llamamos a las trabajadoras de todo el mundo a organizarse y luchar por este programa, porque ¡nuestras vidas valen más que sus ganancias!
FOTO: Nuestras compañeras de Pan y Rosas «Teresa Flores», de Chile en una manifestación en Santiago, contra el gobierno de Piñera y por una Asamblea Constituyente
7. Por el pan y por las rosas
Las mujeres de la clase trabajadora nunca aceptaron, pasivamente, los ataques contra sus condiciones de vida, ni se quedaron quietas viendo a sus familias morir de hambre. No se callaron cuando atropellaron sus derechos y libertades ni dudaron cuando quisieron conquistar lo que creyeron justo. Eso sucedió con las mujeres del pueblo pobre de Francia en 1789, con las mujeres negras que fueron protagonistas de la revolución que abolió la esclavitud en Haití en 1804, con las obreras textiles rusas en 1917 que dieron el puntapie inicial del proceso revolucionario que llevó al poder a la clase trabajadora y son muchos los ejemplos históricos de procesos revolucionarios que fueron desencadenados por la chispa incendiaria de las mujeres.
Del mismo modo, las mujeres de la clase trabajadora enfrentarán los próximos ataques que hoy se cuecen en la crisis de la pandemia que, además, abona el terreno para el surgimiento de nuevas formas de pensar. ¿Sus actuales y próximas luchas por el pan encenderán la pradera? Nuestro objetivo es doblarle el brazo a los capitalistas y abandonar la eterna resistencia, para conquistar la victoria. Como decía la revolucionaria Rosa Luxemburgo: “Queremos una nueva sociedad y no establecer algunas modificaciones insustanciales de la antigua sociedad que nos ha esclavizado”.
Luchamos por una sociedad en la que la reproducción y la producción se desarrollen armoniosamente con la naturaleza; una sociedad liberada de todas las formas de explotación y opresión que hoy apremian a las inmensas mayorías. Pero somos conscientes de que esa sociedad no emergerá, espontáneamente, de la actual crisis, aunque la recomposición del sistema capitalista cada vez sea más difícil y de más corto alcance que la recuperación anterior. Sabemos que aunque las contradicciones del capitalismo sean cada vez más irresolubles bajo sus propias normas de funcionamiento, su decadencia no implica el advenimiento de una insurrección global triunfante de manera automática. Es necesario prepararla desde ahora.
Las trabajadoras, feministas anticapitalistas y socialistas revolucionarias apostamos a que las mujeres también estemos en la primera fila de la lucha política y la lucha de clases para derrotar a los capitalistas, sus gobiernos y su Estado. Somos conscientes de que, en estos combates presentes, luchando por imponer un programa que dé una salida obrera e independiente de los capitalistas, a la crisis que atraviesa la humanidad, se juega cómo llegaremos preparadas a los combates futuros. Somos conscientes de que necesitamos poner en pie una organización política revolucionaria de la clase trabajadora si no queremos ser impotentes en los próximos enfrentamientos de la lucha de clases a los que nos conducen los capitalistas que nos declararon una verdadera guerra, profundizada por la pandemia.
¡Manos a la obra! Construyamos una organización política revolucionaria internacional de la clase trabajadora que abra la perspectiva de derrotar al capitalismo e imponer un nuevo orden socialista, donde abunden el pan y también las rosas.
19 de junio de 2020
FOTO: La delegación de Pan y Rosas, en un Encuentro Nacional de Mujeres en Argentina
FIRMAN
ALEMANIA Charlotte Ruga, enfermera obstetra del Hospital «München Klinik», Munich; Lisa Sternberg, enfermera de cuidados intensivos del Hospital «München Klinik», Munich; Lilly Schön, economista, trabajadora de la Universidad de Tecnología y Economía, Berlín; Tabea Winter, estudiante de Trabajo Social, Universidad Alice Salomon, Berlín // ARGENTINA Myriam Bregman, abogada, diputada del Frente de Izquierda, Buenos Aires; Andrea Lopez, médica generalista Hospital José Ingenieros, miembro de la Comisión Directiva de Cicop, La Plata; Natalia Aguilera, enfermera Hospital San Martín, La Plata; Pamela Galina, médica residente Hospital Noel Sbarra, delegada Cicop, La Plata; Natalia Paez, médica residente Hospital San Martin, delegada Cicop, La Plata; Lucía Rotelle, psicóloga Hospital José Ingenieros, delegada ATE, La Plata; Laura Cano, médica residente del Hospital José Ingenieros, delegada Cicop, La Plata; Julieta Katcoff, enfermera, delegada ATE, Hospital Castro Rendón, Neuquén; Florencia Peralta, enfermera, delegada ATE, Hospital Castro Rendon, Neuquén; Barbara Acevedo, enfermera Hospital Garrahan, Buenos Aires; Carina Manrique, enfermera Hospital Garrahan, Buenos Aires; Florencia Vargas, administrativa Hospital Garrahan, delegada ATE, Buenos Aires; Florencia Claramonte, administrativa Hospital Garrahan, delegada ATE, Buenos Aires; Laura Magnaghi, técnica médica, miembro de la directiva de ATE Sur, Hospital Alende, Lomas de Zamora; Claudia Ferreyra, enfermera Hospital Rivadavia, Buenos Aires; Melina Michniuk, psicóloga concurrente Hospital Piñero, Buenos Aires, Andrea D’Atri, fundadora de Pan y Rosas, Buenos Aires // BOLIVIA Fabiola Quispe, abogada y miembro de PRODHCRE (Profesionales Por Los Derechos Humanos y Contra la Represión Estatal), La Paz; Gabriela Ruesgas, economista y profesora de la Carrera de Sociología – UMSA, La Paz; Daniela Castro, tesista de Antropología – UMSA, La Paz; Gabriela Alfred, Licenciada en Filosofía, investigadora, Tarija; Violeta Tamayo, politóloga e investigadora, La Paz // BRASIL Letícia Parks, militante do Quilombo Vermelho; Fernanda Peluci, diretora do Sindicato dos Metroviários de São Paulo; Carolina Cacau, professora da Rede Estadual do Rio de Janeiro; Silvana Araújo, linha de frente da greve das terceirizadas da Universidade de São Paulo; Diana Assunção, directora de base del Sindicato de los Trabajadores de la Universidade de São Paulo; Maíra Machado, diretora da Apeoesp (Sindicato dos Professores do Estado de São Paulo); Flávia Telles, coordenadora do Centro Acadêmico de Ciências Humanas da Universidade Estadual de Campinas; Flavia Valle, professora da Rede Estadual de Minas Gerais; Val Muller, estudante da UFRGS e militante da Juventude Faísca, Rio Grande do Sul; Virgínia Guitzel, militante trans e estudante da UFABC, São Paulo. // CHILE Natalia Sánchez, médica del Comité de Emergencia y Resguardo, Antofagasta; Silvana González, trabajadora del aseo Hospital de Antofagasta y dirigente sindicato N°1 Siglo XXI, Antofagasta; Carolina Toledo, enfermera e integrante de las Brigadas de Salud en la revuelta del 18 de Octubre 2019, Santiago; Carolina Rodriguez, Técnica Paramédica en Hospital Sotero del Río; Santiago;; Isabel Cobo, trabajadora industrial y dirigente sindical de laboratorios; Santiago; Joseffe Cáceres, trabajadora de limpieza y dirigente sindical de la Universidad Pedagógica, Santiago; María Isabel Martínez, dirigente del Colegio de Profesores Comunal Lo Espejo, Santiago; Patricia Romo, presidenta del Colegio de Profesores Comunal, Antofagasta; Pamela Contreras Mendoza, asistente de educación y ex vocera Coordinadora 8 de Marzo, Valparaíso; Nataly Flores, trabajadora retail, directora sindicato de Easy, Antofagasta; Camila Delgado, dirigente sindical retail, Temuco. // COSTA RICA Stephanie Macluf Vargas, estudiante Universidad de Costa Rica; Fernanda Quirós, presidenta Asociación de Estudiantes de Filosofía de la Universidad de Costa Rica; Paola Zeledón, trabajadora de call center, conductora del programa «Perspectiva de Izquierda», La Izquierda Diario CR // ESTADO ESPAÑOL Josefina L. Martínez, periodista e historiadora, Madrid; Cynthia Burgueño, historiadora y trabajadora de Educación, Barcelona; Raquel Sanz, trabajadora del hogar, Madrid; Àngels Vilaseca, trabajadora de Servicios Sociales y Cuidados, Barcelona; Soledad Pino, teleoperadora, Madrid; Rita Benegas, inmigrante trabajadora del hogar, Barcelona; Neris Medina, trabajadora inmigrante en cadena de comida rápida, Madrid; Lucía Nistal, investigadora UAM, Madrid; Verónica Landa, periodista de Esquerra Diari, Barcelona. // ESTADOS UNIDOS Tre Kwon, enfermera del Hospital Monte Sinaí, New York; Julia Wallace, activista de Black Lives Matter, miembro del Local 721 del Sindicato de Trabajadores de Servicios Públicos de California Sur; Tatiana Cozzarelli, estudiante de doctorado en Educación Urbana en CUNY, New York; Jimena Vergara, inmigrante mexicana, corresponsal de Left Voice, New York. // FRANCIA Laura Varlet, trabajadora ferroviaria en la SNCF en Seine-Saint Denis, région parisina; Nadia Belhoum, colectivera en la RATP (empresa de transportes urbanos de Paris); Marion Dujardin, docente de artes plasticas en region parisina; Elise Lecoq, docente de Historia en region parisina; Diane Perrey, docente en Toulouse // ITALIA Scilla Di Pietro, trabajora gastronómica; Ilaria Canale, estudiante de enfermería// MÉXICO Sandra Romero, paramédica en primera línea de atención Covid-19; Úrsula Leduc, laboratorista del IMSS y la Secretaría de Salud; Lucy González, trabajadora precarizada del sector salud; Sulem Estrada Saldaña, Docente de educación básica; Flora Aco González, Trabajadora estatal reinstalada y defensora de derechos laborales; Yara Villaseñor, trabajadora precarizada de servicios; Alejandra Sepúlveda, trabajadora estatal reinstalada, defensora de derechos laborales; Miriam Hernández, trabajadora administrativa STUNAM; Claudia Martínez, médica pasante del sector salud // PERÚ Zelma Guarino, estudiante de agronomía; Cecilia Quiroz, dirigente de Pan y Rosas; Melisa Ascuña, docente; Fiorela Luyo, estudiante // URUGUAY Karina Rojas, Trabajadora Social; Virginia Amapola, estudiante y trabajadora de la Educación, Fernanda Parla, trabajadora // VENEZUELA Suhey Ochoa, estudiante de Universidad Central de Venezuela
*** Y siguen las firmas de trabajadoras, estudiantes, amas de casa y activistas que integran Brot und Rosen, Alemania; Pan y Rosas, Argentina; Pan y Rosas, Bolivia; Pão e Rosas, Brasil; Pan y Rosas “Teresa Flores”, Chile; Pan y Rosas, Costa Rica; Pan y Rosas, Estado español; Bread & Roses, Estados Unidos; Du pain et des roses, Francia; Il pane e le rose, Italia; Pan y Rosas, México; Pan y Rosas, Perú; Pan y Rosas, Uruguay; Pan y Rosas, Venezuela.
Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Mujeres-en-la-primera-linea-de-la-crisis-sanitaria-y-en-el-combate-contra-el-capitalismo-patriarcal
Mundo/28-06-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net
La mayoría de los países tienen infraestructuras de educación a través de la radio y la televisión.
Más del 90 por ciento de la población estudiantil mundial ha sido afectada por la pandemia del nuevo coronavirus, calificada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como “uno de los mayores trastornos de la educación que el mundo ha conocido”.
En este contexto, explica la UNESCO que numerosos países optaron por la educación a distancia en línea para garantizar la continuidad del aprendizaje. Sin embargo, una investigación reciente del Instituto de Estadística de este organismo internacional (UIS) y la Teacher Task Force, refiere que cerca de unos 826 millones de los estudiantes que se quedaron en casa durante la pandemia, no tienen acceso a una computadora.
Mientras, explican que aproximadamente unos 706 millones de alumnos no pueden acceder a Internet y otros 56 millones viven en regiones de silencio de redes móviles.
Advierte la UNESCO que ante esta situación, tanto Gobiernos, instituciones y organizaciones del mundo, han debido encontrar “rápidamente soluciones eficaces a esta situación, y la televisión y la radio han demostrado ser una buena alternativa cuando el aprendizaje en línea no es posible”.
Educación a través de radio y televisión
Un reporte del Banco Mundial, afirma que los países de bajos y medianos ingresos han estado utilizando la televisión educativa desde la década de 1950, “incluidas las lecciones de televisión interactiva más recientemente”, y en el contexto de la pandemia del nuevo coronavirus, se ha desarrollado una programación de televisión educativa que hace frente al cierre de las escuelas.
De acuerdo con la Alianza Global para la Educación, afortunadamente, la mayoría de los países tienen algún tipo de infraestructura técnica de educación a distancia, y entre las más empleadas se encuentran la radio y la televisión.
En el caso de la radio, en medio de una era móvil digitalmente saturada, continúa siendo “la tecnología más comúnmente disponible y accesible en todo el mundo”. En este sentido, refiere la UNESCO que el “75 por ciento de los hogares a nivel mundial tienen acceso a la radio, y en África subsahariana, entre el 80 por ciento y el 90 por ciento de los hogares tienen acceso a un equipo de radio que funciona”.
En ese escenario, explica la Alianza Global para la Educación, que la transmisión de lecciones de radio sería la opción más rápida para continuar la escolarización, pues la mayoría de los países tienen estaciones de radio estatales, privadas y comunitarias que se están usando para educar a los estudiantes que se encuentran fuera de la escuela.
Por su parte, la televisión, si bien tiene más altos costos de producción, también existen otras ventajas como su amplio alcance y el hecho de ser visual, familiar y atractivo. Como medio de educación a distancia, explica la Alianza Global que esta posee una tradición en países con una infraestructura de transmisión o satélite bien desarrollada, como por ejemplo, Cuba y el Reino Unido, y que cubren una gran extensión geográfica como Canadá, Australia, China, México, Brasil, Indonesia y Estados Unidos.
Argumenta la UNESCO, que el interés de las emisiones educativas difundidas por la televisión va más allá de las necesidades de los estudiantes, pues en algunos países, “estos programas han sido elaborados para proporcionar un aprendizaje intergeneracional, en el que figuran las lenguas locales, y que incluyen también cuestiones tales como la salud y el bienestar psicosocial, dos elementos importantes para respaldar a las poblaciones afectadas por la amenaza que representa el Covid-19”.
Desafíos y recomendaciones
Para la UNESCO, la utilización de la radio y la televisión como herramientas educativas en el contexto de la pandemia, implica desafíos como la ausencia de contenido educativo en formatos audiovisuales; las dificultades de algunos países para elaborar en poco tiempo informaciones significativas en cantidad y calidad; la comunicación y colaboración entre especialistas del ámbito educativo y profesionales del sector audiovisual para elaborar planes de estudio, así como la poca práctica y experiencia en el seguimiento de la evaluación del aprendizaje.
Ante estos desafíos, instituciones como el Banco Mundial recomiendan emplear una combinación de transmisiones en vivo, contenido pregrabado, bajo demanda y programas de entretenimiento educativo.
Además, sugieren identificar canales para programas de transmisión, desarrollar horarios para la programación educativa de televisión, así como brindar apoyo a estudiantes, padres y educadores, quienes requerirán asistencia, apoyo pedagógico y socioemocional.
Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/coronavirus-educacion-distancia-radio-television-20200625-0057.html
En un momento en que la atención se ha centrado en los esfuerzos para detener la propagación de la pandemia de COVID-19, uno de cada dos niños en el mundo sigue padeciendo violencia física, sexual o psicológica, según un nuevo informe publicado por la UNESCO, la OMS, el UNICEF, la representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la violencia contra los niños y la Alianza para la eliminación de la violencia.
El Informe de la situación en 2020 sobre la prevención de la violencia contra los niños en el mundo – pone de relieve el número creciente de niños que son víctimas de heridas, impedimentos físicos y homicidio porque los países no siguen las estrategias implementadas para protegerlos de estos. Este informe, el primero de su tipo, proporciona un panorama de los logros alcanzados por los países en lo relativo al marco “INSPIRE”, un conjunto de siete estrategias para combatir la violencia contra los niños.
El informe contiene las primeras estimaciones mundiales de los homicidios entre niños de menos de 18 años. Se estima que, en 2017, 40.150 niños han sido víctimas de homicidio. Se basa también en los datos del informe de 2019 elaborado por la UNESCO, Detrás de los números: para poner fin a la violencia y el acoso escolares, a la vez que hace hincapié en que el acoso es un problema considerable en todo el mundo, con el 32% de los alumnos entre 11 y 15 años de edad víctimas de acoso escolar por parte de sus compañeros, al menos una vez durante el último mes.
“Con la pandemia de COVID-19 y el cierre de los establecimientos escolares que esto conlleva, hemos constatado un aumento de la violencia y del odio en línea – incluido el acoso. Ahora que los centros escolares comienzan su reapertura, los niños expresan su temor de regresar a la escuela”, declaró Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO. “Todos debemos responsabilizarnos con velar por que todos los niños se sientan seguros en la escuela. Debemos reflexionar y actuar conjuntamente para poner fin a la violencia en el ámbito escolar y en nuestras sociedades en general.”
Avances desiguales en la aplicación de las estrategias de prevención de la violencia
Según el informe, las leyes que prohíben los castigos corporales infligidos a los niños en todos los lugares, incluida la escuela, tienen el potencial necesario para reducir el número de actos violentos perpetrados contra los niños, así como entre niños. No obstante, mientras el 79% de los países han respondido al informe que prohíbe los castigos corporales, solo el 30% de los que lo han hecho, estima que las personas responsables de los actos violentos contra los niños, independientemente del motivo, y entre los que se encuentran los docentes, serán sancionadas.
“Este informe nos recuerda sin ambages que no es suficiente disponer de buenas políticas y que debemos trabajar constantemente para garantizar que estas políticas se apliquen”, declaró Stefania Giannini,
Subdirectora General de Educación de la UNESCO. “No podremos lograr una educación inclusiva y equitativa para todos si los niños no pueden aprender en escuelas seguras y libres de violencia, incluida la violencia perpetrada por los alumnos, los docentes y otros miembros del personal escolar, así como los castigos corporales.”
La respuesta ante el COVID-19 y su repercusión en los niños
Las medidas de confinamiento y el cierre de los centros escolares han limitado las fuentes habituales de apoyo a las familias y a las personas (los amigos, la familia ampliada, los profesionales). Las víctimas tienen aún menos posibilidades de gestionar las crisis y de reorganizar su vida cotidiana. Se ha observado un aumento considerable del número de llamadas a los centros de ayuda telefónica a los niños maltratados y a las víctimas de violencia conyugal.
Mientras las comunidades en línea se han vuelto esenciales para que numerosos niños sigan aprendiendo, jugando y beneficiándose de un apoyo, se ha observado un recrudecimiento de los comportamientos nefastos en líneas, entre los que figuran el ciberacoso, las conductas de riesgo y la explotación sexual.
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