Mientras los docentes de la UNAM y de otras universidades continúan denunciando los bajos salarios y las condiciones de precarización, el Presupuesto 2022 apenas aumenta un porcentaje mínimo a las universidades.
El Presupuesto de Egresos Federal para el 2022 prevé un aumento, en términos reales, de apenas un 1.1% para la UNAM y de un 0.05% para las universidades públicas estatales.
En el marco de que hay al menos diez universidades estatales en crisis, este “aumento” resulta no solamente insuficiente, sino que es una muestra de la jerarquía que la da realmente la 4T a la educación pública superior.
Por otro lado, el aumento de apenas un punto porcentual a la Universidad Nacional, deja claro que, por parte de las autoridades federales, la problemática que empujó paros universitarios en casi la mitad de los planteles de la UNAM el semestre pasado, el problema de la falta de pagos, bajos salarios y condiciones precarias para más del 70% de la planta docente, no existe alguna intensión de revertir esta realidad.
Si a este “aumento” miserable, le sumamos la forma en que las autoridades en cada centro de estudio distribuyen el presupuesto, con enormes sueldos para directivos (como el rector de la UNAM con un sueldo mayor al del presidente) o desvíos de recursos, el panorama para pensar la educación superior como un derecho elemental se vislumbra más complejo.
La única forma de lograr un aumento de presupuesto para la educación, es la organización y la lucha construyendo una potente alianza entre estudiantes, profesores y trabajadores.
En el marco del regreso a clases presenciales, el presupuesto debería contemplar garantizar todas las condiciones edilicias, de seguridad e higiene en los planteles, sin embargo, tal parece que la salud de comunidad universitaria no es importante.
Desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista, consideramos que es muy importante organizarse para defender el presupuesto y luchar por un aumento del mismo a partir de dejar de pagar los millonarios intereses de la eterna deuda externa e imponer impuestos progresivos a las grandes fortunas, confiando en que con la fuerza de estudiantes y trabajadores podemos conquistar condiciones dignas de estudio.
Fuente de la información e imagen: https://www.laizquierdadiario.mx/Raquitico-aumento-a-las-universidades-en-el-Presupuesto-2022
El nuevo rector de la Universidad de Kabul, designado por los talibanes, anunció el lunes que se prohíbe por tiempo indefinido que las mujeres asistan a clase, ya sea como profesoras o estudiantes. Además, la primera escuela de conducción de automóviles para mujeres de Afganistán informa que sus actividades se han estancado desde la toma de poder de los talibanes en agosto.
Nilab Durrani: “Desde el colapso del Gobierno anterior, no hemos inscrito ni a una sola estudiante nueva, ni tampoco nadie se ha comunicado con nosotros para registrarse. Las alumnas que habíamos admitido nos llaman y nos preguntan si pueden volver a clase, pero están preocupadas por su seguridad”.
Existen patologías de los pies que están influenciadas por el deporte y la edad del niño y muchas pueden evitarse con ejercicios de potenciación y estiramientos
Existen patologías de los pies que están influenciadas por el deporte y la edad del niño y muchas pueden evitarse con ejercicios de potenciación y estiramientos. Tal como afirma Jairo Casal, podólogo de la Unidad Podocativa en el Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, que también tiene clínica en el Hospital Vithas Castellón, «antes de comenzar cualquier ejercicio físico el calentamiento es fundamental, porque un mal movimiento puede producir lesiones. Por otra parte, es muy importante vigilar la pisada de los más pequeños ya que los pies son el único punto de apoyo y una mala forma de pisar va a tener repercusión en otras estructuras como la rodilla, la cadera o la estructura muscular de la pierna».
En el caso de una lesión, Jairo Casal comenta que « los niños tienen una capacidad de regeneración muy alta y con el reposo y los medios necesarios estas lesiones se solucionan. En la infancia estamos a tiempo de tratar y curar algunas patologías, no solo del pie, también de la rodilla y de la espalda, si tienen su origen en un mal apoyo plantar. Las plantillas personalizadas y ejercicios de potenciación del tibial posterior pueden corregir los pies planos flexibles y semiflexibles, especialmente si se trabajan mucho las puntillas. También muchas escoliosis de la espalda, que son consecuencia de una asimetría en las piernas, pueden tratarse añadiendo unos milímetros a la pierna».
La patología más habitual es la enfermedad de Sever (osteocondritis del calcáneo), un dolor en el talón que aparece entre los 9 y 12 años. «El tratamiento que se solía mandar era reposo y ahora se ha demostrado que con una buena plantilla personalizada el niño no tiene que parar», precisa el especialista.
Gimansia rítmica, patinaje y ciclismo
«En gimnasia rítmica hay que tener mucho cuidado con las deformidades digitales porque los dedos pueden hacer ‘garra’. Tanto en este deporte como en el ballet se trabajan mucho las puntas de los pies y esto puede ser beneficioso para trabajar el pie plano, pero también puede potenciar los dedos en garra o producir juanete de forma prematura», agrega el especialista.
Jairo Casal también indica que «en ciclismo es más fácil que aparezcan sobrecargas en la zona metatarsal (la almohadilla del pie), ya que es la que mayor fuerza realiza. Lo más importante es que el niño lleve la bicicleta adaptada a su altura, especialmente el sillín y el manillar, porque si está descompensada pueden producirse problemas de rodilla».
En cuanto al patinaje, el pie puede sufrir, sobre todo, si es un pie plano. El escafoides (hueso de la zona de dentro del pie) y algunas prominencias óseas pueden rozar contra la carcasa del patín e inflamarse. «El patinaje resulta beneficioso para aquellos niños que caminan en aducción, es decir, metiendo la punta de los pies hacia dentro, y para potenciar la rotación externa de cadera porque hace que abramos más la marcha. Sin embargo, es un deporte que puede potenciar el genu valgo (las rodillas tienden a juntarse) porque se doblan más las piernas hacia dentro», concluye el especialista.
Entrevista con el educador y pensador Orlando ‘Nano’ Balbo, y con la maestra Fermina Rivas, partícipes de una experiencia histórica de Educación Popular en Neuquén, a propósito de los 100 años del nacimiento de Paulo Freire.
Discípulo del pedagogo brasileño, Nano Balbo, el educador que participó en una de las primeras experiencias de Educación Popular que se realizó en Argentina, en 1973, en el marco del sistema educativo estatal, sostuvo la necesidad de recuperar el pensamiento del pedagogo brasileño “porque nos puede dar herramientas para intervenir en el contexto actual”.
“Aunque hoy se leen los textos de Freire en los Institutos de Formación Docente y es bibliografía obligatoria en las universidades, los docentes citan y recitan a Freire pero la aplicación de sus ideas, sacar al alumno de la invisibilización y plantear que el conocimiento es una suma articulada y contradictorio de saberes, es una asignatura todavía pendiente que tenemos”, dijo Balbo durante una entrevista con Vertientes del Sur.
-¿Se puede afirmar que el pensamiento de Freire en los 60 y 70 significó un giro decolonial en la pedagogía? –Si claro que se puede afirmar que Freire significó un cambio copernicano con respecto a la pedagogía; la puso en el centro del debate; cuando él define que la pedagogía está siendo, porque el mundo está siendo, los hombres estamos siendo, plantea recuperar la pedagogía con ese dinamismo que implica ir al acumulado pedagógico que nos permite interpelar este presente y poder construir futuro.
La escuela nuestra, que para mi es un dispositivo importante para la educación y es hija del iluminismo francés y después del positivismo, puso al alumno en un lugar de invisibilización, el alumno no contaba, el docente era el depositario del saber, y la escuela va al saber socialmente acumulado y lo convierte en saber escolar para que el maestro lo distribuya.
Balbo durante una charla. Fue reconocido por su trayectoria con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Luján (UnLu).
Freire con su concepto de educación ‘bancaria’ da por tierra con esta idea, saca al alumno de la invisibilización y lo pone como un sujeto que tiene saberes, que tiene una cultura, que puede enseñar y entonces plantea que el maestro en su proceso de intervención en el mundo enseña y aprende al mismo tiempo.
Freire fue un sujeto histórico, lo que hizo fue tomar un pensamiento de rebeldía que se venía dando en el campo pedagógico, que puede encontrar antecedentes en José Martí; en Simón Rodríguez, el maestro de Bolivar; en el peruano José Carlos Mariátegui, hasta en Frantz Fanon, y lo traduce en su experiencia en Brasil que después va ser tomada como herramienta en todo América Latina.
-La Educación Popular surge alternativa ¿pero es pensada para que sea alternativa?
Cuando Freire desembarca en Argentina en épocas de la dictadura de Onganía, por supuesto que no va a ingresar al sistema educativo pero sí va a encontrar un público sediento de esas ideas innovadores dentro de muchas experiencias alternativas que se venían haciendo porque el sistema no las permitía adentro.
Esto genera un error conceptual, pensar que Freire y la Educación Popular que se dio en llamar después en base a sus ideas, es una educación destinada a quienes la llevan a cabo por fuera del sistema.
No, en ese momento fue por fuera porque el sistema no lo permitía, pero también hubo experiencias desde adentro del sistema, desde el propio Estado como fue el proyecto que llevó el entonces ministro de Educación Jorge Taiana en el 73 donde el Estado tomando el pensamiento de Freire hace proyectos como la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR), totalmente nutrida del pensamiento de Paulo Freire.
Fue el primer testigo en declarar en Neuquén en el juicio contra represores por la causa denominada La Escuelita
El problema que tiene hoy la Educación Popular es la dificultad para ingresar al sistema. Creo que actualmente está en sectores que fueron marginados de la sociedad, que se organizaron como movimientos sociales, pero que poco a poco esa estrategia de sobreviviencia la van convirtiendo en una experiencia con sujetos políticos.
Allí la Educación Popular encuentra un campo fértil, entonces los bachilleratos populares, los programas de alfabetización, los programas de capacitación para mejorar la producción, son todas experiencias de Educación Popular que están marcando la potencia que tiene el pensamiento con el cual trabajó Freire.
-¿Qué significa ir hoy a Freire?
Hay que ir a Freire para que nos ayude a interpelar este presente y entonces poder construir futuro, la educación es un proceso instituyente, y hoy tenemos que tener la habilidad intelectual de ponerlo en este contexto y en esta realidad y ver qué de eso nos puede ayudar.
Freire planteaba ‘no me imiten porque es repetirse’ ¿A cuál Freire voy a imitar, al de la Pedagogía del Oprimido, al de la Pedagogía de la Esperanza? Lo importante es tomar las ideas para ponerlas de frente a esta realidad que el no conoció, el no conoció la inteligencia artificial, el algoritmo, la big data. Seguir citando y recitando a Freire puede ser musical pero es improductivo.
Él decía, no me imiten porque yo no soy, yo estoy siendo. Freire fue un tipo coherente; entre el decir y el hacer intentaba que existiera la menor distancia posible.
Ante la gran producción de actividades y escritos a propósito de los cien años del nacimiento del pedagogo brasileño, Balbo expresó que “ojalá sirva este justo homenaje para que tenga más presencia. Me parece interesante porque ayuda a apuntalar sus ideas”.
Una experiencia histórica llena de magia
La experiencia de Educación Popular que vivió Balbo en 1973 cuando era coordinador provincial de la Crear en Neuquén -quien fue secuestrado el 24 de marzo del 76, torturado, y luego exiliado- había comenzado por fuera del sistema escolar pero en junio del 73 se incorpora con la creación de la Crear desde la cartera educativa nacional y la Dirección de Educación del Adulto (Dinea).
Allí colaboró y participó de todo el proceso educativo Fermina Rivas, quien en ese entonces era una joven de 15 años, de una familia muy pobre que vivía en el humilde barrio de Villa Obrera, a orillas del río Neuquén, en las afueras de la localidad de Centenario, donde una huella de tierra dividía las viviendas a un lado y al otro, sin agua corriente, sin luz eléctrica. Y ahí una casa se transformó en escuela.
Fermina Rivas.
“Cuándo el intendente preguntó cuáles eran las necesidades más imperiosas, se pidió una escuela”, contó a este portal Rivas, quien había logrado comenzar la secundaria gracias a una familia que la albergó en su casa en Centenario.
En ese barrio con tantas necesidades, donde la escuela era una posibilidad lejana, llegó la maestra -Elsa Pallavicini – y llegaron también voluntarios y curiosos. “El intendente convocó a gente de la Universidad del Comahue y de la Dirección de Adultos donde estaba Nano Balbo”, recordó Fermina.
“Era una época -continuó- en que veníamos de años de dictadura y les jóvenes de entonces nos sentimos convocados a ser participes de un proceso que se avecinaba como diferente, y queríamos colaborar, no sé si con un gobierno determinado pero sí impulsar una serie de transformaciones”.
En Villa Obrera se estaba desarrollando una experiencia prácticamente única: “venía mucha gente a ver qué pasaba, porque había un grupo de gente que estaba aprendiendo aceleradamente a leer y escribir y a hacer un montón de cosas, a ser participe de una acción transformadora, lo que le daba sentido a esa alfabetización”, precisó la educadora actualmente jubilada.
Quedaba claro acá cómo el proceso de lecto escritura iba de la mano con la necesidad de transformar las necesidades concretas que rodeaban a la gente cotidianamente.
La maestra Elsa Pallavicini en la escuela de Villa Obrera 1973.
Rivas participó acompañando a la maestra y apoyando a los alumnos. “Esa experiencia fue refundante en mi vida; en todo lo que hago y dejo de hacer aparecen las cosas que aprendi en esa instancia”, expresó.
En esa casa se habilitó el espacio con un generador, unas mesas y el pizarrón, y se armó la escuela. Luego se trasladaron a otra en el otro extremo del barrio que tenía luz eléctrica.
El relato de Rivas se llena de imágenes: “Lo que pasaba allí era algo maravilloso, llegábamos para comenzar la clase y empezaba a caer la gente que caminaba a oscuras con sus hijos porque no los podían dejar solos, o alumbrados con faroles, porque no había linternas”.
Llegaban -continuó- con una alegría enorme; era gente que trabajaba en servicio doméstico, en el aserradero, en galpones de empaque, en la chacra, en la construcción, y llegaban contentos, bien presentados, y empezaba algo mágico”.
A pesar de que venían de trabajar y la cursada era de noche, “la gente atendía con mucha avidez por aprender, por completar; y estaba la sabiduría de Elsa de poder generar esas preguntas apropiadas para buscar las relaciones e iniciar un diálogo, y entonces aparecían las vinculaciones con esa realidad que había que transformar”.
“Elsa generaba esa confianza para que la gente pudiera hablar de las cosas que soñaba, que esperaba, de las cosas que les habían prometido y nunca llegaban y entonces aparecían las necesidades y empezaba una problematización que terminaba en una demanda concreta. Así con reclamos y trabajo voluntario lograron el agua corriente, la luz, la guardería”.
Contó que tiene guardadas anotaciones de aquella época en la escuela: “Un día se les preguntó para que querían educación y las respuestas fueron, para ser libres, para terminar con la explotación, para trabajar en mejores condiciones, para aprender ortografía, para concientizarnos mi mujer, mis hijos y mis compañeros, para que no me jodan más”.Destacó que esta reactivación que se realizó de la educación en ese momento se hizo usando lo que entonces era una propuesta del método de enseñanza de Paulo Freire, que “empezamos a estudiarlo, que era partir del conocimiento del lugar, de las necesidades, de sus aspiraciones”.
“La dimensión política de la educación de la que habla Freire se ve clarísimo en el proyecto de Villa Obrera, se ve esa relación entre la escuela y el medio social, que se materializa con un sentido de ‘el para qué’ de la educación, que es transformar todo aquello que es injusto pensando en una educación emancipadora”.
Rivas enfatizó que en Villa Obrera la gente modificó sus condiciones de vida objetivamente y realizaron ese aprendizaje de unidad para lograrlo, ese trabajo colectivo que es fundamental en organizaciones de todo tipo.
Esta experiencia quedó testimoniada en una película “Uso mis manos, uso mis ideas”, que hizo el grupo Mascaró al recuperar la filmación que había hecho en ese momento un fotógrafo local Raúl Rodríguez, “quien apareció con una máquina que se la había ofrecido el cineasta Jorge Prelorán cuando lo escuchó decir, de paso por Neuquén, que quería filmar esa experiencia”, contó Fermina.
Recordó que Rodríguez le dijo al cineasta que quería filmar para entusiasmar a la gente, para que vea que se podía ir a la escuela, que se podía aprender a leer y escribir, que para eso no había límites.
-¿Cómo fue filmar mientras se daba clase?– “Él le dijo a la gente que ellos iban a aprender a escribir y que él iba a aprender a filmar y que lo único que quería era que ese aparato no los interrumpiera, entonces él empezó a filmar -los alumnos no reparaban en él-, Elsa a trabajar y yo a colaborar y a aprender un montón de cosas”.-¿Qué pasó con esa filmación?– “El director la guardó por las cosas que fueron pasando en el país, y 30 años después en 2003 un grupo de estudiantes de la Universidad de las Madres se encuentra con un periodista de Neuquén que les habla de aquella filmación. Realizaron el documental que fue titulado con esa frase, tomada de un trabajo que había hecho la gente en Villa Obrera”.
“Verla con el pueblo después de tanto tiempo fue algo muy emocionante, muy impactante”.
Fuente de la información e magen:: http://www.retruco.com.ar/la-intervencion-de-freire-en-el-mundo/
El objetivo es que mujeres y hombres no tengan vergüenza de la sexualidad y enseñar que el placer también es un derecho.
Como parte de uno de los proyectos de titulación de la Universidad Casa Grande llega ¿Cómo acabar de conocerte?, un podcast que se deriva de Derecho al Placer (DAP). Este es un espacio en Spotify que impulsa el diálogo y educación sobre la sexualidad y el placer. El objetivo también es sensibilizar sobre la importancia de reconocer este derecho por medio de educación en espacios de diálogo con fuentes avaladas y confiables. Cada episodio cuenta con una invitada o invitado profesional en su área. Entre ellos psicólogas, sexólogas, ginecólogas; incluso, diferentes posturas del abordaje generacional y tabúes sociales que se buscan desmentir.
DAP nació como un proyecto de aplicación profesional en el 2017 en la Universidad Casa Grande, que año a año ha contribuido a empoderar y educar a hombres y mujeres de diferentes ciudades del país a través de plataformas digitales. Las estudiantes parte del proyecto son María José Landívar, Julissa Aguilar, Ornella Ávila, Eduarda Durán, María Gabriela Duque, Génesis Molina y Andrea Albarracín.
Hasta el momento cuentan con cuatro episodios en los que han participado la psicóloga María Gracia León, la terapeuta Susi Hidalgo, con los dueños de la tienda de juguetes de adultos Dulce de leche y la ginecóloga Mónica Alvarado.
DAP invita a informarse en sus plataformas digitales. Actualmente cuentan con una revista digital https://derechoalplacer.com/.
Conversamos acerca de educación y un necesario cambio de paradigma con la filósofa Marina Garcés a raíz de su último ensayo, ‘Escuela de aprendices’ (Galaxia Gutenberg)
Para qué aprendemos cuando no se puede imaginar el futuro, cuando éste se ha convertido en algo que solo unos pocos pueden disfrutar. Esta es una de las preguntas que se realiza la filósofa Marina Garcés en su último ensayo, Escuela de aprendices (Galaxia Gutenberg), una necesaria reflexión en torno a la educación, el aprendizaje y su sentido, sobre todo en unos tiempos marcados por la incertidumbre y por el desdibujamiento de todo horizonte.
¿Qué sentido tiene aprender cuando uno ya se sabe excluido? ¿Qué valor tiene el aprendizaje cuando en el horizonte solo se vislumbra la reiteración de códigos impuestos? El ensayo de Garcés nos plantea todas estas cuestiones y nos devuelve al estado de aprendices, recordándonos que el aprendizaje es un recorrido a lo largo de toda la existencia.
Quería comenzar preguntándole sobre cómo la experiencia de volver a ser alumna le hizo replantearse la pregunta sobre la educación desde la perspectiva de quien aprende.
La interrogación y la preocupación por la educación siempre ha estado presente en mi trabajo y en mi profesión, pero pude dar la vuelta a la pregunta e interrogarme desde otra perspectiva sobre el hecho educativo cuando, hace ya tres años, me puse en posición de aprender de cero algo para lo cual no había recibido ninguna formación sólida como es la música y, más en concreto, el piano. Esta posición de aprendiz, este acceso a un lenguaje completamente nuevo y este cuerpo a cuerpo frente a un instrumento y corpus de conocimiento nuevo me permitió elaborar las preguntas sobre la situación actual de la educación, así como sobre el propio hecho educativo desde la perspectiva del aprendiz y teniendo en cuentas las relaciones que el propio aprendizaje nos abre hacia los otros y hacia el mundo que compartimos.
La pregunta que da título al primer capítulo, Cómo queremos ser educados, nos convoca a todos, puesto que usted entiende la educación como un proceso continuo, no como una etapa vital que atañe a los niños o a los más jóvenes.
Este es precisamente el giro que propone el libro. Habitualmente, hemos reflexionado sobre la educación a partir de la pregunta sobre cómo educar. Esta es la cuestión que ha guiado y guía todas las reflexiones en torno a la educación desde la filosofía y la pedagogía hasta las políticas educativas más concretas. Esta pregunta implica que la reflexión siempre se realiza desde la perspectiva y la mirada de quien está en posición o piensa que está en posición de educar: maestros, padres, madres, legisladores, intelectuales, expertos en educación, revolucionarios… Esta pregunta es el reflejo de una mirada sobre los demás, sobre aquellos que están en posición de ser o tener que ser educados. Poner el foco en la figura del aprendiz obligar a girar la pregunta y situar la mirada en ese terreno donde no se trata de unos educando a otros y, por tanto, donde se trata de elaborar modelos, políticas y métodos educativos, sino donde lo relevante son las relaciones de aprendizaje que se establecen tanto en la institución formal como en la mutua convivencia. La educación es el fundamento de la convivencia, es el sustrato de las formas posibles de vida; es decir, es en el aprendizaje donde se ensayan las maneras en las que como sociedad estamos dispuestos a convivir.
Asimismo, la pregunta del primer capítulo es una contestación a una concepción jerárquica de la educación.
Para mí este punto de vista antijerárquico implica no delegar asiduamente la educación en manos de unos expertos que deben y pueden guiar nuestras trayectorias de vida, nuestros caminos y nuestros futuros. Se trata de todo lo contrario: es cuestión de entender que toda educación parte de una alianza y de una reciprocidad. Esto no quiere decir que todos seamos igualmente ignorantes o igualmente sabios. Por suerte, sabemos desigualmente acerca de muchas cosas, por experiencia vital, por conocimientos, por práctica, por oficio… De lo que se trata es de pensar la educación a partir de la igualdad desde la desigualdad de puntos de partida y de recorridos y no desde la jerarquía maestro-alumno, estudiante-padre, es decir, nunca concibiendo la educación como el lugar de reproducción de la autoridad.
Imagen vía galaxia Gutenberg.
Además, la educación se ha convertido en un lugar de reproducción de las lógicas del mercado, donde se hace hincapié en la productividad del alumno.
Es obvio que la educación es un gran negocio. Lo ha sido siempre y, ahora, lo es todavía más. Se ha convertido en un negocio global en el que cada vez están implicadas más dimensiones tecnológicas. Hay, por tanto, toda una mercadotecnia en el mundo de la educación, convirtiéndolo en un espacio de competitividad y de negocio. Pero, más allá de todo esto, la educación es el espacio donde se construye la subjetividad que yo llamo “servidumbre adaptativa”: ahí se crea a ese individuo cada vez más entregado a hacer rendimiento de su propia flexibilidad. Cuanto más flexible, más rentable, con más capacidad de reinvención, de actualización y, en resumen, de ese aprendizaje reducido a una adaptación constante al cambio. En el libro, por tanto, no solo realizo una crítica a las viejas formas que concebían la educación como algo jerárquico y rígido, sino también a la alternativa promovida por el neoliberalismo: el entrenamiento constante a la flexibilidad, a la capacidad constante de cazar oportunidades y a pensarse a sí mismo como un potencial en constante aumento.
De hecho, cada junio se habla de las carreras con más futuro, es decir, de aquellas que “sirven al mercado”.
Hemos reducido el concepto de estudiar a tener un título. La pregunta “¿Has estudiado?” implica “¿Tienes un título?”, olvidando que la educación y la formación es una forma de relación con los otros. Los niños pequeños estudian el mundo, miran con atención de qué está hecho y cómo está compuesto. Nosotros, cuando estamos en una situación o en un contexto que desconocemos, también lo miramos con la misma atención de un niño, cuya actitud no es distinta a quien estudia por conocer y saber algo nuevo. Lo que sucede es que, por un lado, hemos reducido el deseo de aprendizaje en la simple obtención de resultados, títulos o distinciones, mientras que, por el otro lado, hemos convertido toda una serie de actividades propias del aprendizaje en hobbies y distracciones propias de un mercado del ocio y/o cultural o del simple consumo.
Lo paradójico es que hemos reducido el estudio a la obtención de títulos, cuando estos ya no sirven para proyectar un futuro mejor, como sucedía antes.
En esta cuestión, se observa ahora un cambio con respecto a momentos anteriores de las sociedades modernas. Se ha roto la idea de promesa, es decir, la idea de que estudiar y formarse es la base para un futuro mejor para el propio individuo y su familia, pero también un futuro mejor en términos de progreso para el conjunto de la sociedad. La experiencia del siglo XX con la quiebra de los imaginarios de progreso y, en tiempos más recientes, la acumulación de crisis económicas, de procesos de precarización y de pérdida de expectativas, incluso para las partes más ricas de las sociedades del mundo han puesto en cuestión la ecuación: estudio igual a progreso. Entonces, para qué estudiar si ya no es garantía de un futuro mejor ni para el que estudia ni para sus hijos. En esta situación, se abre un vacío de expectativas que se convierte, como señalo en el libro, en una disputa por los futuros: el futuro como algo mejor pasa a ser un bien escaso y solo una minoría podrán tener una expectativa de futuro. Por tanto, la disputa entre imaginarios posibles en torno a cómo querer vivir o cómo imaginamos una posible sociedad pasa a ser por el futuro, que solo algunos tendrán. En otras palabras, la pregunta es quién va a tener un tramo más de futuro en este mundo abocado al no futuro.
Al respecto, usted subraya la falacia del concepto de “meritocracia”.
Es un concepto sobre la que se ha escrito bastante en los últimos años y que Rendueles a partir de una larga tradición de crítica de dicho concepto y de la idea liberal que concibe el individuo como aquel que, a partir de un grado cero, de una igualdad formal de derechos y posibilidades, labra su futuro. Esta idea la hemos visto representada en los héroes de las películas clásicas, así como en la figura del hombre hecho a sí mismo y se sustenta en la ficción del grado cero, es decir, en esta ficción según la cual todos partimos desde la misma línea de salida y quien no llega es porque no ha aprovechado sus oportunidades o no ha gestionado sus potencialidades, sus emociones y sus expectativas. Esta es una ficción que condena al fracasado, que es considerado culpable de su propio fracaso, y encumbra al exitoso por supuestos méritos propios. Y digo supuestos porque, en realidad, de lo que se trata es de la reproducción de desigualdades que están desde el inicio y que se repiten hasta el punto de llegada y que en muy raras ocasiones se subvierten. Para subvertir de forma generalizada dichas desigualdades es necesario un proyecto colectivo que mire a la transformación de las condiciones que las producen y, evidentemente, la educación es una pieza clave de este proceso de transformación y no debe ser entendida como una carrera o como un mercado de oportunidades.
Este es, en el fondo, la herencia del Thatcherismo y de esa idea que todo individuo puede tener éxito y hacer que su país tenga éxito y que si no lo hace es por debilidad.
Totalmente. Esta ficción liberal intensificada por el neoliberalismo se transforma y se perpetúa en un momento como es el actual en el que, incluso, las condiciones de éxito son muy poco estables. Tenemos este capitalismo de burbuja que produce grandes inflaciones de valor y de acumulación de riqueza bursátil, financiera, extractivista… en fracciones y conjuntos de población muy reducidas del planeta y, por tanto, no se distribuye la riqueza, más bien todo lo contrario: en esta humanidad vertedero, se deja en una condición residual a cada vez más gente y cada vez más tempranamente. Tenemos grandes masas de juventud en el mundo, de ahí esos flujos migratorios cada vez más intentos, que simplemente no tienen punto de partida y es que ya están residualizadas. La pregunta, entonces, que se plantea es en qué medida el sistema educativo más que paliar esta situación lo que hace es contener los conflictos que nacen de esta situación.
De ahí el concepto de“hospitalidad”. ¿Única forma de contrarrestar la idea de exclusión?
Para mí, la educación es un arte de la hospitalidad, no en el sentido idealista según el cual todo el mundo es bienvenido y ya está. Esta sería una mirada muy naif sobre la educación, mirada que a veces se tiene considerando la educación como un espacio donde todos tienen cabida y no hay conflictos. Y no es así. La educación es un sistema muchas veces duro, donde es difícil comparecer y estar con los demás de una forma acogedora. Por tanto, para mí la clave está en entender la educación como un conjunto de relaciones posibles en torno al saber y al aprendizaje que hacen posible acoger la existencia de cada cual con toda su carga de singularidad. No se trata de integrar a la singularidad dentro de un sistema, no se trata de pensar las personas como meras piezas, sino de componer un medio donde poder tomar ese riesgo tan difícil y necesario como es el de aprender juntos a vivir y el de aprender a vivir juntos.
Ahora que habla de comparecer y de aparecer, una reflexión clave de su ensayo gira en torno al sentimiento de vergüenza.
El hecho de que alguien te haga nacer es una imposición, puesto que nadie nos ha preguntado si queríamos vivir, cuándo y cómo. Es decir, se nace de forma impuesta y, a partir de aquí, se existe. Y existir es poder ser y poder comparecer junto a los otros. Este es el gran arte de la educación, que es la que hace posible que esas irrupciones que somos todos nosotros comparezcan y puedan llegar a presentarse y decir: “Estoy aquí”. En poder comparecer no viene dado, es fruto del trabajo de la vida social y de la educación. El problema es que, muchas veces, para poder llegar a decir “estoy aquí” o “así soy yo” se atraviesa un camino a lo largo del cual pasan muchas cosas, entre las cuales está la posibilidad de que el propio camino sea interrumpido por la mirada sancionadora de otro o de otros. Y llamo precisamente “vergüenza” a esa destrucción del vínculo que se produce cuando uno mismo quiere desaparecer por la mirada sancionadora de unos otros que te hacen sentir que no puedes estar donde estás o que no puedes ser visto ni siquiera por ti mismo. Es destructivo ese ejercicio de avergonzar al otro por ser diferente, por no saber determinadas cosas, por no tener un cuerpo normativo… La colección de escenas de la vergüenza es muy amplia y el repertorio es muy sutil. Para mí, era muy importante recordarlo, porque sino caemos en el error de pensar la educación solo en lo bueno que puede dar, sin darnos cuenta de que estamos atravesando siempre la posibilidad de caer en el pozo de la vergüenza o de hacer caer a otro en ese poso imposibilitándole ser como es junto a nosotros.
Al final, la educación es una herramienta de construcción de roles sociales y, como se ve en la historia de las mujeres, de censura de quien se sale de dichos roles.
Exactamente. Esto es fruto de una construcción milimétrica de los gestos, de los comportamientos, de las miradas, de las formas de hablar, de las condiciones sociales que te legitiman o no. Es una microfísica de la vergüenza en la que ir sorteando cada una de estas trampas hace posible aparecer, comparecer o participar. Por ejemplo, no está de más preguntarse qué significa participar en clase, quién puede y quién no puede participar, con qué condiciones se participa, qué hace que participar implique comparecer y no sea un acto competitivo.
Asimismo, a partir de Primo Levi y Deleuze, usted redefine la vergüenza como herramienta de autocrítica y transformación colectiva.
Sí, la vergüenza es una emoción social y, por tanto, hace aparecer aquellos límites a partir de los cuales no podemos continuar siendo lo que somos. Cuando alguien es capaz de interrumpir entre sus compañeros una situación de bullying, por ejemplo, subrayando la vergüenza de la situación lo que está haciendo es mostrar que hay un límite a partir del cual la destrucción ya no es solo del otro, sino de todos los que componemos ese espacio y/o situación. Hay una larga historia de la vergüenza colectiva, entendida como aquello que, cuando aparece y se puede verbalizar, transforma la historia de los pueblos y comunidades donde se han producido atrocidades. En el momento en que ese límite es verbalizado, no solo como culpa o perdón, como vergüenza, como revulsivo es cuando se produce la transformación.
Asimismo, usted analiza críticamente la burocratización de la educación.
Se considera que uno de los problemas de la educación actual es la autoridad. Se subraya que el docente y los padres han perdido autoridad, pero ¿qué pasa cuando se desdibujan estas figuras? Creo que nos fijamos demasiado en este desdibujamiento y no vemos suficientemente que la autoridad se ha desplazado a otras instancias, como se observa en todos los procedimientos burocráticos, que tienen una parte empresarial, vinculada a la financiación del centro educativo, sea público como privado, y a los procedimientos de evaluación cualquier tipo de resultado y de índice en relación con cuestiones de calidad y cantidad en las tareas educativas. En este sistema burocrático, la evaluación y financiación son dos parámetros que pueden hundir una escuela, un proyecto, una línea educativa… Ha habido, por tanto, una transferencia de autoridad, que atraviesa a docentes y a alumnos, puesto que todos tenemos que colaborar para que nuestros resultados e indicadores sean los necesarios para los proyectos sigan existiendo. Se crea así una maquinaria muy servil y agobiante.
Esto que comenta me hace pensar en el ensayo de Sara Mesa, Silencio administrativo, donde se observa de qué manera la burocracia es un mecanismo de exclusión.
Efectivamente. Según tu capacidad, tus habilidades, tu paciencia o tu paquete de competencias acabarás cayendo antes o después. No se trata tanto que te digan que no, que te lo pueden decir, sino más bien que te caes tú antes de llegar, porque no rindes las cuentas que te exigen. Esto es lo trágico de este tipo de ejercicio de poder.
Y de esta manera, el poder se blinda.
El poder se blinda y se asegura que lo que funciona dentro de esos laberintos es la aceptación de sus códigos. No solo hay que obedecer, hay que funcionar y reproducir unos códigos muy precisos, tanto de comportamiento como de lenguaje y de uso del tiempo. Esta es la servidumbre adaptativa: eres tú la que te estás adaptando constantemente en lugar de estar recibiendo órdenes de forma pasiva.
A las puertas del 2021, cabe preguntarse hasta qué punto la pandemia, en lugar de hacernos mejores, lo que ha fomentado es la reiteración y reforzamiento de ciertos códigos.
Evidentemente hay mucho de nuevo y de desconocido en la vivencia colectiva de la pandemia, pero hay también mucho de producido y de reproducido. Y esta es una de las causas del gran desánimo de gran parte de la sociedad. Estamos haciendo un esfuerzo muy grande para adaptar nuestras vidas a la situación que nos viene impuesta por esta enfermedad, pero, al mismo tiempo, ni los cambios ni la posibilidad de realizarlos. Y tampoco vemos que se esté planteando otro camino que no sea el de subsistir para continuar con lo mismo. Por esto, la pregunta sobre el aprendizaje se hace más importante aún. ¿Qué hemos aprendido de la transformación práctica y concreta de aquello que consideramos esencial? ¿Qué hemos aprendido del hecho de haber tenido que interrumpir nuestras vidas de forma tan abrupta? ¿Qué hacemos con todo lo vivido? ¿Nos lo tragamos y ya está? Mucho del dolor está en los muertos y en los enfermos, pero también está en este no saber qué hacer con lo que hemos visto, con lo que hemos vivido.
El departamento de estudios urbanos de la Universidad de Winnipeg tiene el objetivo de crear un espacio seguro y de apoyo para los estudiantes indígenas y otros estudiantes en desventaja estructural que de otra manera no asistirían a la universidad.
Esto, además de construir relaciones de confianza entre pueblos indígenas y no indígenas, lo que consideran fundamental para alcanzar lo que consideran “un enfoque descolonizador”.
Y es que, aunque el aprendizaje remoto fue necesario durante la pandemia, también interrumpió la capacidad de involucrar a los estudiantes en el tipo de diálogo significativo, a menudo incómodo, que es fundamental para pasar de la verdad a la reconciliación y la acción.
Esta institución, ubicada en el North End de Winnipeg, un vecindario mayoritariamente indígena que durante mucho tiempo ha luchado y resistido los efectos devastadores de las políticas coloniales, se encuentra en una esquina donde hay también un antiguo hotel vacío, el Merchants Hotel, reconvertido en un edificio de aprendizaje multigeneracional en respuesta a los deseos de la comunidad indígena local.
Así, han encontrado que dar la bienvenida a los estudiantes que desean aprender sobre los problemas del centro de la ciudad en un espacio con personas que experimentan pobreza, racismo y opresión es una parte importante de la reconciliación, en una ciudad que es infamemente conocida por su racismo anti-indígena y división geográfica entre el norte y el sur.
El barrio de North End ha sido el corazón del activismo indígena en la ciudad, como se puede ver en las historias de un libro de próxima aparición en el que colabora la activista indígena Kathy Mallett, quien comparte:
“Muchos pueblos indígenas han trabajado incansablemente, con pasión y compromiso, para resistir el racismo y la colonización sistémicos. Hemos avanzado, apoyándonos en los hombros de nuestros antepasados. El campus de North End en Merchants Corner es uno de los muchos desarrollos orgánicos en el centro de la ciudad de Winnipeg, defendido por la comunidad indígena durante muchas décadas”.
Las investigaciones muestran que los estudiantes con desventajas estructurales prosperan en entornos de aprendizaje físico donde se sienten seguros para cuestionar abiertamente y desafiar activamente los sistemas y estructuras opresivas.
Para los estudiantes indígenas, los entornos de aprendizaje universitario con clases de gran tamaño y donde el racismo, la discriminación y la insensibilidad cultural siguen siendo una realidad, normalmente no funcionan bien.
Para ellos, el significado de ser un «aliado» comienza a convertirse en más que un concepto aprendido de un libro de texto.
Ellos han descrito el aprendizaje en el campus North End como una transformación de la forma en que entienden las divisiones sociales, económicas y raciales en su ciudad.
En sus respuestas a una encuesta, los estudiantes describieron barreras que incluyen el acceso inadecuado a la tecnología, la falta de cuidado infantil y espacios de vida abarrotados sin ningún lugar tranquilo para participar en cursos en línea sincrónicos. Pero la mayor preocupación notada por los estudiantes es perder la interacción con maestros y compañeros.
Los hallazgos preliminares dicen que el aprendizaje a distancia no es un espacio ideal para la reconciliación. No permite que los residentes ingresen a un espacio físico donde puedan concentrarse en sus estudios; no promueve el tipo de construcción de relaciones que sabemos que es importante para la reconciliación; no alienta a los estudiantes no indígenas a alejarse de sus zonas de comodidad física y estar presentes en los espacios indígenas, escuchando activamente, aprendiendo y escuchando las verdades duras de sus compañeros.
Tener conversaciones difíciles a través de plataformas en línea puede ser particularmente problemático para los estudiantes que se desencadenan de esas conversaciones y quieren hablar con sus compañeros, instructores y otras personas en las que han llegado a confiar.
A medida que regresamos al aprendizaje en clase, se ha hablado mucho sobre los beneficios del aprendizaje remoto. La reconciliación es un trabajo duro.
Las instituciones postsecundarias tienen la responsabilidad de crear espacios descolonizadores seguros para este trabajo. Estos son espacios donde se pueden compartir verdades dolorosas, se pueden desarrollar y nutrir relaciones y puede surgir un proceso de reconciliación genuina.
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