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«Queremos que el lector conozca la faceta docente del pensador ecosocialista más importante en lengua hispana»

Por Alejandro Pedregal

Entrevista a Salvador López Arnal y José Sarrión Andaluz sobre Manuel Sacristán

En esta nueva entrega del Centenario Manuel Sacristán reproducimos una entrevista realizada por Alejandro Pedregal a Salvador López Arnal y a José Sarrión, expertos en la obra y pensamiento de Sacristán, publicada en El Salto (5/9/2025).


Alejandro Pedregal.- ¿Cómo llegasteis al pensamiento de Manuel Sacristán en un momento en que su obra no era fácilmente accesible, y qué ha supuesto para vosotros asumir la responsabilidad de editar y difundir su legado?

Salvador López Arnal.- Mi primer encuentro con Sacristán fue en 1973, cuando estudiaba Ciencias Exactas en la Universidad de Barcelona. Supe de una conferencia suya, organizada casi de manera clandestina, y acudí por curiosidad. No entendí todos los argumentos, pero me impresionaron la belleza de su lengua, la paciencia de sus explicaciones y la seriedad con que abordaba los problemas. Desde ese día supe que debía seguirle la pista: empecé a leer sus artículos y, poco después, cambié de carrera para estudiar Filosofía. Como oyente asistí a sus clases de Metodología de las Ciencias Sociales durante varios cursos, precisamente las que hoy editamos en la pentalogía.

Años más tarde, con el impulso de Francisco Fernández Buey, me decidí a trabajar a fondo en su obra y en la de Marx, lo que me llevó a elaborar un diccionario de términos y autores con su obra y a publicar mis primeros libros sobre él. Mi labor editorial continuó con la ayuda a la edición de inéditos como Lógica elemental o con homenajes en su memoria, además de la edición de textos como M.A.R.X. o Escritos sobre El capital (y textos afines). También participé en los documentales Integral Sacristán, dirigidos por Xavier Juncosa. Asumir esta tarea ha sido un honor inmenso, un aprendizaje vital y un compromiso con la difusión de un filósofo que considero una cima del marxismo español y latinoamericano.

José Sarrión Andaluz.- Mi acercamiento fue más lento. En mis primeros años de militancia universitaria, hacia comienzos de los 2000, vivíamos un momento de gran optimismo político: la huelga general de 2002 y las luchas contra la LOU, el Prestige o la guerra de Iraq. En ese contexto, las pocas lecturas que hice de Sacristán me resultaron incómodas: su tono crítico desentonaba con la euforia de quienes pensábamos que el cambio estaba cerca. Pero ese optimismo pronto se frustró, y fue entonces cuando comprendí la profundidad de su pensamiento. Su manera de integrar marxismo y ecología me resultó iluminadora, sobre todo, entre ciertas élites políticas, se manipulaba el término “ecosocialismo” como algo ajeno al comunismo. Volví a Sacristán buscando claridad sobre este término, y terminé dedicándole mi tesis doctoral sobre su noción de ciencia. Gracias a Salva, tuve acceso a archivos inéditos y grabaciones que me permitieron descubrir la riqueza de su obra. Entendí que el verdadero problema de la tecnociencia no es epistemológico, sino político y ético: lo que la hace peligrosa —y al mismo tiempo útil— es precisamente su capacidad de transformar. Desde entonces he seguido publicando artículos y textos inéditos y, lo más importante, he colaborado con Salva en esta pentalogía, aunque tengo que decir, desde el principio, que el gran mérito es de él. Yo he sido mucho más un acompañante de Salva que un coeditor. Para mí, Sacristán no es solo un objeto de estudio: es un maestro que enseña a pensar críticamente en tiempos de crisis.


«Sacristán sigue siendo relevante porque, además de su faceta ecosocialista y pacifista, sus escritos clásicos sobre Marx, Engels, Lenin o Gramsci siguen siendo una escuela de formación para nuevas generaciones«


Alejandro Pedregal.- Se dice que Sacristán es el pensador marxista más importante de España. ¿Cómo definiríais su huella en el marxismo y por qué sigue siendo relevante hoy?

Salvador López Arnal.-  Su entrada en el marxismo se produce en Münster, probablemente en parte gracias a Ettore Casari. Allí cursó estudios en lógica y epistemología, que le dieron una formación poco común entre los marxistas españoles. Además, su conexión con el marxismo se produjo mediante el Partido Comunista Alemán. Creo que esto influyó en su concepción de que la teoría marxista debía estar siempre ligada a la práctica política. A su regreso a España en 1956, en un país sin tradición marxista viva tras la derrota republicana, su papel fue clave en la recuperación y difusión de esa herencia. Fue el primer editor de Marx y Engels desde la Guerra, tradujo obras fundamentales como el Anti-Dühring y formó a militantes con materiales de estudio. Además, escribió textos como “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia” o “Karl Marx como sociólogo de la ciencia”, que muestran su rigor como investigador. Su huella está en esa cuádruple labor: recuperación, traducción, divulgación y estudio crítico. Hoy sigue siendo relevante porque, además de su faceta ecosocialista y pacifista, sus escritos clásicos sobre Marx, Engels, Lenin o Gramsci siguen siendo una escuela de formación para nuevas generaciones.

José Sarrión Andaluz.- Estoy de acuerdo con Salva. Sacristán supo articular ecología y marxismo sin abandonar el carácter revolucionario de este último. También el feminismo y la lucha por la paz. Frente a las salidas socialdemócratas, que confiaban en un reparto de beneficios dentro del capitalismo, él mostró que la única opción viable era cuestionar el crecimiento ilimitado. Eso nos obliga a pensar en términos de revolución, no de reformas parciales. Su pensamiento devuelve al socialismo la radicalidad perdida, y lo hace con un lenguaje crítico y riguroso que sigue siendo útil hoy. En mi experiencia militante, incluida mi etapa como diputado, he encontrado siempre en Sacristán no solo un filósofo, sino un revolucionario que ofrece análisis y categorías para comprender nuestra realidad.

Alejandro Pedregal.- En el tercer volumen de la pentalogía habéis publicado la transcripción de sus clases de 1981-1982. ¿Qué nuevos matices aparecen en su faceta docente?

Salvador López Arnal.- Lo primero que se percibe es la belleza de su expresión oral: claro, preciso y con un castellano impecable. Sus clases eran un ejemplo de pedagogía, capaces de explicar problemas complejos en un lenguaje accesible para estudiantes de economía sin formación lógica ni filosófica previa. También destaca la interacción con el alumnado: preguntaba, escuchaba y debatía con ellos, en especial con Fernando G. Jaén, cuyas intervenciones llegaron a enriquecer la propia dinámica del curso. Los temas tratados eran amplísimos: desde Kuhn y Bunge hasta Goethe o Heine, pasando por Roszak y la contracultura norteamericana de los años 60. La transcripción muestra a un profesor que no solo enseña teoría, sino que conecta filosofía, literatura y política de la ciencia, siempre con un tono vivo y actual.

José Sarrión Andaluz.- Con esta transcripción queremos que el lector conozca la faceta docente del pensador ecosocialista más importante en lengua hispana. Para mí, lo más revelador es la accesibilidad de Sacristán en el aula. En sus escritos puede resultar más denso, pero en clase se aprecia su esfuerzo por explicar filosofía a estudiantes de económicas y otras especialidades, y eso se agradece. Con calma, expone conceptos de cierta complejidad —ya sean de carácter teórico o epistemológico, como la falacia naturalista o la transición de los debates acerca de la crisis de fundamentos de la ciencia hacia los de la línea de demarcación—, o de carácter político y cultural, siempre con ejemplos relativamente fáciles de seguir. Al mismo tiempo, como ya ha señalado Salva, conecta este recorrido con referencias culturales y literarias, por ejemplo, las que protagonizaron una reacción contra el lado oscuro de la ciencia. Ambas caras de una misma moneda: el progreso tecnocientífico y sus consecuencias teóricas y sociales. Esa capacidad de saltar de la filosofía de la ciencia a la literatura o la política, sin perder el hilo, lo convierte en un docente extraordinario, un auténtico polímata. Creo que en Sacristán se encuentra el germen de la línea sobre la “tercera cultura” que posteriormente desarrolló Fernández Buey. Leer estas transcripciones es como colarse de alumno en una clase donde todo está conectado: ciencia, cultura, historia y militancia.

Alejandro Pedregal.- Sacristán fue pionero en enfoques ecosocialistas. ¿Cómo interpretáis esa articulación entre marxismo y ecología y qué enseñanzas ofrece hoy?

Salvador López Arnal.- Tras el 68 y la invasión de Checoslovaquia, Sacristán comprendió que el marxismo debía renovarse. Empezó a pensar en problemas nuevos, los que él llamaba “postleninianos”: la cuestión nuclear, la guerra y, sobre todo, la relación de la humanidad con la naturaleza. Desde mediados de los 70, en conferencias como la de Salamanca en 1977, defendió una política de la ciencia de orientación socialista y criticó el ideal del comunismo de la abundancia. En su relectura de Marx encontró elementos para una visión ecológica que anticipa debates actuales. Sus textos, como “Algunos atisbos político-ecológicos de Marx” (1983), muestran a un pensador que leía los clásicos con ojos nuevos. Su lección para hoy es clara: no hay emancipación posible sin cuestionar el productivismo y sin articular lucha de clases y ecologismo.

José Sarrión Andaluz.- Efectivamente, sus inquietudes nacen con el Informe del Club de Roma de 1972, a partir del cual comienza a interesarse por el problema ecológico. Tanto es así que, ese mismo año, propuso a Grijalbo una colección de libros titulada Naturaleza y sociedad, dentro de la cual incluyó una línea dedicada a un término que él mismo inventó: ‘sociofísica’, con el que se refería a los temas en que la intervención de la sociedad —principalmente la industrial capitalista— interfiere con la naturaleza. Su interés por Harich tiene que ver con esto, aunque discrepa con este en su autoritarismo, en las antípodas de Sacristán. Todo este mundo mental que se está abriendo camino en los 70, en los 80 ya está mucho más asentado en su cabeza, y es uno de los ejes de la revista mientras tanto. Por eso, en las transcripciones vemos cómo ciertos debates ecológicos aparecen en diálogo con los alumnos: la energía nuclear, la genética, el amianto o las teorías de Georgescu-Roegen, por citar solo algunos.


«Sacristán criticaba industrias como la automovilística, que veía como destructivas y alienantes. Y no solo criticaba: practicaba la coherencia vital, “tejer en casa”, es decir, sugería la posibilidad de ensayar formas alternativas de vida»


Alejandro Pedregal.- Sacristán sostenía que en el corazón del filosofar sobre la ciencia debía haber una política de la ciencia, y defendía “más hombres cultos” frente a meros profesionales. ¿Cómo conecta esto con debates actuales sobre sostenibilidad y cambio cultural?

Salvador López Arnal.- Sacristán criticaba industrias como la automovilística, que veía como destructivas y alienantes. Y no solo criticaba: practicaba la coherencia vital, “tejer en casa”, es decir, sugería la posibilidad de ensayar formas alternativas de vida. No se trataba de predicar desde fuera, sino de vivir de manera diferente, aunque fueran intentos modestos. Esa actitud anticipa debates actuales sobre decrecimiento y consumo responsable. Lo importante era mostrar que otro modo de vida es posible y que incluso los fracasos aportan aprendizajes. Su idea de formar “hombres cultos” antes que técnicos (sin desconsideración de la tecnología no destructiva) apunta a un cambio cultural profundo, a una educación que fomente la reflexión crítica por encima de la mera profesionalización.

José Sarrión Andaluz.- Su giro hacia la política de la ciencia responde al reconocimiento de que la tecnociencia capitalista produce riesgos inéditos: nucleares, ecológicos, bélicos, de control social… Para él, el problema urgente en ciencia no es epistemológico, sino político. “Lo malo de la ciencia es que es buena ciencia”, resumió en algún momento, haciendo ver que lo que hace peligrosa a la ciencia no es su examen ideológico (cuestión que dominaba en algunas de las discusiones marxistas de la época), sino justamente su eficacia, la cual presupone buen conocimiento, al menos en cierto grado. Un ejemplo: si la física atómica no poseyera una cierta verosimilitud, el riesgo de bomba atómica no existiría. Tampoco, claro está, la medicina nuclear. Creo que este ejemplo ilustra bien su concepción de la “constitutiva ambigüedad práctica” de la tecnociencia. Ahora bien: la realidad es que, en el presente, esta está puesta al servicio de intereses capitalistas. Lo que nos lleva a que no se pueda entender la ciencia al margen del marco social en el que se integra: la propiedad de la ciencia, quién dirige sus programas de investigación, con qué objetivos… Fernández Buey llamó a esto un “racionalismo bien temperado”, caracterizado por una concepción autocrítica de la ciencia, en contraste con el Sacristán de los años 60. Además, en sus clases muestra estar al día de campos como la economía, la historia, el derecho o la antropología.


«Su enfoque ecomarxista combina crítica científica y compromiso político, y sigue siendo una guía para quienes buscan alternativas en un mundo en crisis ecológica permanente»


Jorge Riechmann ha observado que, más que en la metafísica, Sacristán se interesa por la antropología, porque considera que somos, biológicamente, la especie de la hybris, de la desmesura. De la antropología social, por poner solo un ejemplo, denuncia el impacto de investigaciones que destruyeron comunidades indígenas, y lo conecta con la lógica de las multinacionales como Nestlé y los estragos que cometió con su leche en polvo en África, una tragedia en aquella época. Como ves, su enfoque ecomarxista combina crítica científica y compromiso político, y sigue siendo una guía para quienes buscan alternativas en un mundo en crisis ecológica permanente. Hoy, cuando las universidades se someten a la lógica del mercado y la transferencia empresarial, esa llamada (creo que de raíz orteguiana) a recuperar la cultura y la orientación ético-política de la investigación es más necesaria que nunca.

Alejandro Pedregal.- Sacristán afirmaba que la “ocurrencia” científica no se puede codificar. ¿Cómo se aplica esto hoy a los desafíos de la investigación?

Salvador López Arnal.- La idea sigue siendo válida: la ciencia avanza también por golpes de creatividad imposibles de prever. El problema actual es que la financiación condiciona mucho más la investigación: los proyectos dependen de su utilidad inmediata y de la rentabilidad económica, lo que reduce el espacio para la heterodoxia. La gran ciencia, con presupuestos millonarios y rendición de cuentas estricta, limita los márgenes de innovación personal. La ocurrencia sigue siendo decisiva, pero hoy, en general, está más acorralada por la lógica del mercado.

José Sarrión Andaluz.- Creo que Salva ha señalado lo esencial. El lector puede profundizar en este asunto en la transcripción de estas clases, concretamente en un debate con sus alumnos que recogemos. En él, Sacristán critica la tendencia de la filosofía de la ciencia del siglo XX a identificar la ciencia únicamente con la teoría, y, en concreto, solo con aquella teoría que ha sido formalizada. A su juicio, esta visión produce una reducción extrema de la idea de ciencia, lo que, sin ir más lejos, permitiría negar la condición científica a disciplinas empíricas como, por ejemplo, la sistemática botánica, la zoología general, la geología histórica o la geografía descriptiva, en las cuales pesa mucho más la parte no formalizable que la formalizable.

Poco antes, puede leerse la explicación que ofrece en sus clases sobre el método hipotético-deductivo de Stuart Mill (en contraposición al inductivo-deductivo). En este método, la deducción no parte de inducciones bien fundadas, sino de simples hipótesis; no de generalizaciones sólidas, sino de conjeturas, hipótesis que a uno se le ocurren —a las que Sacristán llama “ocurrencias”.

Recordemos que Mill presenta este método frente al inductivo-deductivo —para el filósofo inglés, el más perfecto—, mediante el cual, a partir de la inducción, es decir, generalizando datos y nociones de bajo nivel, se obtienen proposiciones muy generales y, posteriormente, de forma deductiva, se razona “desde arriba” (lo que Mill llama “interpretar” esa inducción). Es decir, al establecer sus consecuencias realizamos una interpretación de la inducción inicial y, además, al llegar a proposiciones de tipo empírico, comprobamos o refutamos aquella primera inducción.

Hoy, sin embargo, dice Sacristán, la distinción entre métodos hipotético-deductivo, axiomático-deductivo e inductivo-deductivo carece de sentido, porque todo son hipótesis: tanto las proposiciones generales obtenidas por inducción como los axiomas. Esto lo ejemplifica observando que en la construcción de teorías en el sentido moderno —a menudo muy alejadas de la experiencia directa— los principios suelen ser altamente hipotéticos. Esto lo ve con especial claridad en la economía, coincidiendo —curiosamente— con Friedman, cuyo Ensayo de metodología considera muy bueno (aunque le resulte horrible en otros campos, claro). Friedman admite que, cuanto más potente es una teoría, más lejos de la realidad están sus axiomas. Sacristán lo observa también en las partes más abstractas de la física actual (no en la del pasado), donde parece inevitable admitir que los supuestos —los axiomas— no tienen por qué ser realistas, ya que allí se trabaja con nociones no intuitivas, ni siquiera intuibles, imposibles de representar gráficamente.

Bunge llegó a afirmar en aquellos años que habría que dejar de llamar “ciencia” a la teoría económica, reducida a modelos tan abstractos que la convierten en un juego teórico. Sin embargo, Sacristán considera que mientras que en la física actual, con fórmulas y axiomas no interpretables intuitivamente —que solo afirman relaciones matemáticas—, no podemos atrevernos a afirmar que sean irreales ni a decir que sean realistas, en cambio en el caso de la economía sí tiene sentido hacerlo. Así, por ejemplo, Galbraith tiene motivos para rechazar hipótesis clásicas por irreales y proponer otros supuestos acerca del funcionamiento económico, como ocurre con la cuestión de los precios.

En conclusión, Sacristán sostiene que distinguir hoy entre métodos inductivo-deductivo, axiomático-deductivo e hipotético-deductivo es inútil, porque toda suposición general es, en el fondo, una hipótesis, ya se haya obtenido inductivamente o una “ocurrencia” de la imaginación.

En este punto, Sacristán considera que nunca tenemos una certeza absoluta de nada, salvo en las ciencias formales —lógica y matemáticas—. Todo principio es una hipótesis, y la vieja distinción entre axiomas e hipótesis, que suponía al primero como cierto y a la segunda como dudosa, tiene hoy muy poca eficacia, dado el estado actual de teorías tan elaboradas, sofisticadas y alejadas de las proposiciones empíricas como las que utilizamos hoy, desde la física hasta la sociología, pasando —en mayor o menor medida— por la economía. Cuando una teoría está formalizada o es formalizable, suele hallarse muy lejos de las proposiciones de observación.

En 1983, en la revista Dialéctica, afirmó que el científico social debería preocuparse muy poco por el hecho de que en su campo no existan cuerpos consistentes de sutilezas analítico-filosóficas comparables a los que poseen las ciencias de la naturaleza. Por el contrario, el científico social debería lanzarse con decisión a su trabajo, sin grandes preocupaciones filosófico-metodológicas, porque, si no hay muy buena filosofía de las ciencias sociales, probablemente es porque tampoco hay todavía muy buenas ciencias sociales. Todo esto partiendo, claro, de que la ciencia con fundamentos absolutos no existe.

Alejandro Pedregal.- Sacristán decía que “la ciencia solo puede ser luciferina: lo que hay que rectificar es la política de la ciencia”. ¿Qué lecciones ofrece esto hoy, en plena crisis ecológica y social?

Salvador López Arnal.- Llamaba “luciferina” a la ciencia porque rompe cosmovisiones y desafía dogmas. Esa rebeldía es necesaria para avanzar, pero también peligrosa en sus consecuencias, como muestran Hiroshima o Nagasaki. La lección es que necesitamos pensar de manera diferente, cuestionar el desarrollismo y no confiar ciegamente en la tecnología. Proyectos como colonizar Marte son espejismos que repiten viejos sueños tecnocráticos. Frente a ellos, Sacristán proponía un pensamiento crítico, capaz de imaginar otros modelos de vida, aquí, en nuestro planeta, más razonables y sostenibles.

José Sarrión Andaluz.- El término “luciferino” no alude a lo satánico, sino a lo que porta luz y se rebela. La ciencia ilumina y libera, pero también desestabiliza. Lo decisivo es el marco social en que se desarrolla. Sacristán sabía que el progreso científico no puede detenerse, pero insistía en que sin una política adecuada se convierte en fuerza destructiva. La lección es que la ciencia, por sí sola, no nos salvará: necesitamos transformaciones políticas y sociales que orienten su potencial hacia la emancipación y no hacia la catástrofe. Un pequeño ejemplo: ya en 1979 alertaba de las posibilidades de la cibernética como herramienta de control social, anticipando fenómenos actuales como el big data y la manipulación electoral, lo cual a mí me parece alucinante. Hoy, con la inteligencia artificial en manos del sector privado, sus advertencias cobran una vigencia alarmante.


«Hoy, leer a Sacristán es dialogar con un compañero que nos recuerda que la teoría sin compromiso es estéril, y que el compromiso sin teoría es ciego»


Alejandro Pedregal.- Sacristán fue crítico, pacifista y militante. ¿Cómo puede inspirar hoy a los movimientos sociales y a la izquierda?

Salvador López Arnal.- Su compromiso político fue constante, desde sus escritos juveniles hasta su militancia clandestina en el PCE y en Comisiones Obreras. Sus textos sobre pacifismo y ecologismo, recogidos en Pacifismo, ecologismo y política alternativa o en Seis conferencias siguen siendo una fuente de inspiración para movimientos actuales. Pero más allá de sus textos, lo inspirador es su coherencia: un intelectual que no se limitaba a analizar, sino que participaba activamente en la lucha (por ejemplo, contra la permanencia en la OTAN o contra las nucleares). Ese ejemplo, unido a su rigor filosófico, lo convierte en una referencia ineludible para quienes quieren unir pensamiento crítico y acción política.

José Sarrión Andaluz.- Coincido plenamente. Lo fascinante de Sacristán es su capacidad para pensar sin concesiones y al mismo tiempo comprometerse con la praxis. En lo teórico: dudar de todo, también de los “padres fundadores” de la izquierda. En lo político: ir en serio. Hoy, leer a Sacristán es dialogar con un compañero que nos recuerda que la teoría sin compromiso es estéril, y que el compromiso sin teoría es ciego.

Alejandro Pedregal.- El centenario de Sacristán en 2025 está siendo conmemorado en una campaña descentralizada con web, logos, actividades y difusión en www.sacristan2025.org. ¿En qué acciones concretas o eventos estáis implicados vosotros o esperáis participar?

José Sarrión Andaluz.- Estamos muy satisfechos con lo que se ha logrado. Hace apenas un año casi nadie recordaba la efeméride, pero un pequeño grupo vimos la oportunidad de aprovecharla para situar de nuevo a Sacristán en el mapa. Su figura es incómoda para muchos: lo es para la derecha, por ser un filósofo comunista; lo es para la socialdemocracia, porque nunca se aproximó a sus intentos; y también para el nacionalismo, ya que, aunque defendía el derecho de autodeterminación, no simpatizaba con ninguna forma nacionalista. Si a esto sumamos la tendencia española a minusvalorar a nuestros propios pensadores y el hecho de que Sacristán no pudo producir grandes libros (en buena parte debido a la represión franquista), el resultado es un autor de enorme talla que sigue siendo poco conocido incluso entre estudiantes de filosofía.

A comienzos de 2024 nos reunimos algunos profesores —entre ellos Salva, Jorge Riechmann y Óscar Carpintero— y de ahí surgió la idea de una web y un logotipo de libre uso para animar a la comunidad a organizar actividades. El logo fue diseñado altruistamente por Berta Catalá y la web se construyó gracias a Jaime Ramajo y a la Asociación Espai Marx. Presentamos la campaña en la Fiesta del PCE: este acto inicial tuvo poca asistencia, pero sirvió para empezar a difundir la idea, y la bola de nieve fue creciendo. Desde enero de 2025, la agenda de la web recoge un flujo constante de actividades. Aunque la Academia ha mostrado poco interés —con excepciones como la Cátedra Ferrater Mora en Cataluña o el Programa de Doctorado de Salamanca dirigido por María Martín, especialista en Filosofía Española—, han proliferado iniciativas de profesores y colectivos de izquierda en distintas universidades. También ha habido actividades organizadas por entidades políticas como el PCE, Comunistes de Catalunya, Anticapitalistas, Izquierda Unida, Viento Sur, Canal Red o la FIM, entre otras.

Yo me he implicado, sobre todo, en la creación y el mantenimiento de la web. En ella, además de la agenda, colgamos cada semana un paquete de textos que publica Espai Marx, gracias al esfuerzo incansable de Salva. En conjunto, calculo que superaremos las cincuenta actividades descentralizadas, con el simposio de la Cátedra Ferrater Mora como broche final. Creo que el balance es muy positivo, y este libro —la primera edición crítica de sus clases— se suma a esa conmemoración poniendo a disposición de todos un material que antes solo unos pocos conocíamos. Además, a finales de este mes saldrá un monográfico sobre Sacristán en la revista Nuestra Bandera, que he tenido el honor de coordinar.

Salvador López Arnal.- Coincido con José: estamos haciendo todo lo que podemos, y creo que con buen resultado. Los materiales semanales de Espai Marx, ya sean entrevistas o escritos, están siendo muy útiles para quienes se acercan por primera vez a Sacristán y también para quienes ya lo conocían. Se han celebrado encuentros y jornadas con estudiosos como Jorge Riechmann, Montserrat Galcerán, Joan Benach, José Luis Moreno Pestaña o Ignacio Perottini, que vino de México y volverá probablemente a final de año. Todas esas intervenciones enriquecen mucho el panorama.

En mi caso he participado en un congreso de Humanidades en la Pompeu Fabra y en una mesa más reducida en la misma universidad. También publiqué un artículo en la fecha de su fallecimiento, y colaboro con revistas argentinas como El Corsario Rojo y Kalewche. Próximamente intervendré en una conferencia en la librería Anònims de Granollers, un espacio anarquista, lo que me alegra especialmente porque Sacristán siempre vio al anarquismo como una tradición emancipadora hermana. Y, sobre todo, destaca el congreso organizado por la Cátedra Ferrater Mora en el Ateneu Barcelonès a finales de noviembre, con ponentes como Miguel Candel, Perottini y el propio José. Será también la ocasión para presentar el libro que acabamos de editar en Montesinos.

Alejandro Pedregal.- Además, diversas entidades políticas, académicas y sociales han organizado publicaciones, antologías y actos para este aniversario. ¿Cómo se enmarca vuestro volumen dentro de este contexto, y qué singularidad aporta frente a otras iniciativas de divulgación?

Salvador López Arnal.- Nuestro libro no pretende ser un manual divulgativo. Otros textos cumplen esa función, como Seis conferencias o las entrevistas a Sacristán que editó Paco Fernández Buey hace años (el libro no está descatalogado). Lo que nosotros hemos querido hacer es otra cosa: recuperar materiales inéditos o de difícil acceso y ponerlos en circulación con criterios de edición crítica. En ese sentido, nuestro volumen es una aportación de investigación, no de divulgación, aunque cualquier lector interesado y paciente puede seguirlo con provecho. Algunos capítulos son más técnicos, como el dedicado a la lógica de John Stuart Mill, pero otros, como las transcripciones de las clases de 1981-82, resultan muy accesibles. Lo importante es que se trata de un aporte sólido al legado de Sacristán, coincidiendo con el centenario, que se suma a las reediciones de El Viejo Topo y a otras iniciativas editoriales.

José Sarrión Andaluz.- Efectivamente, este volumen se centra en mostrar la faceta docente de Sacristán, en especial a través de la transcripción de sus clases, que constituye un 65% del libro. Pero no nos limitamos a reproducirlas: las acompañamos con notas editoriales y complementarias que ayudan a contextualizar y a seguir hilos de lectura. Alberto Santamaría comparó nuestros volúmenes con un “elige tu propia aventura”: permiten al lector armar su propio recorrido, saltando entre conceptos, referencias y textos relacionados. Es como entrar en el taller intelectual de Sacristán.

Además de las clases, el volumen incluye materiales valiosos: un esquema de curso sobre Stuart Mill, el guion de una conferencia en México sobre economía, fichas de lectura sobre Ulises Moulines, una reseña sobre la ecodinámica de Boulding o un resumen de una reunión del consejo editorial de Mientras tanto. También recupera textos difíciles de encontrar hoy, como su comunicación en el Congreso Mexicano de Filosofía de 1981, importantísima, donde aparecen de forma escrita y pulida ideas que en clase podemos ver que aparecen comentadas oralmente. En conjunto, es una herramienta de investigación que permite reconstruir conexiones, debates y preocupaciones de Sacristán en un momento clave. Formará parte de una pentalogía que, a mi juicio, es la gran aportación de Salva al legado de Sacristán, y en la que yo he tenido la suerte de colaborar. Yo soy, como mucho, un acompañante.

Alejandro Pedregal.- Tras años editando y revisando la obra de Sacristán, ¿qué pasajes, reflexiones o aspectos creéis que siguen siendo menos conocidos, aunque sorprendentemente actuales, para quienes se acercan ahora a su obra?

Salvador López Arnal.- En realidad, mucho de lo que escribió Sacristán ya es conocido por quienes lo han leído con atención. Pero siempre queda más por descubrir: pienso, por ejemplo, en su crítica literaria o en su tesis doctoral, facetas que no hemos explorado del todo. Lo importante es que quienes nunca lo han leído tienen la fortuna de poder hacerlo ahora, y la experiencia puede ser tan intensa como descubrir, por ejemplo, un libro clásico de la literatura española. Sacristán sigue ofreciendo sorpresas intelectuales y políticas a quien se acerque a él.

Me gusta recordar una idea orteguiana citada en el obituario que Víctor Sánchez de Zavala escribió sobre él: no basta con leer a los grandes maestros, hay que imitarlos. En el caso de Sacristán, eso significa aprender de sus virtudes intelectuales y también de sus virtudes éticas y políticas. Fue un pensador serio, muy en serio, en todo lo que hizo: filosofía, lógica, militancia. Y en ese rigor, en esa coherencia, hay todavía mucho que aprender.

José Sarrión Andaluz.- Es verdad que Sacristán sigue siendo poco conocido, incluso entre estudiantes de filosofía. Hubo una generación que lo tuvo como referente —mis padres, por ejemplo, estudiaron lógica con el manual de Sacristán a través del padre Muñoz Delgado—, pero esa memoria se ha ido perdiendo. Creo que necesitamos reflexionar sobre nuestra falta de aprecio por la tradición filosófica española.

Respecto a lo más actual de su obra, me cuesta señalar algo concreto porque me he identificado mucho con sus tesis, yo diría que demasiado. Pero es enriquecedor escuchar a otros: en Salamanca, Fernando Broncano nos dio una charla magnífica sobre El lugar de la filosofía en los estudios superiores y Montserrat Galcerán analizó magistralmente El trabajo científico de Marx. Estos debates a mí me enriquecen mucho porque me permiten ver qué aspectos de Sacristán son discutibles y cómo conviene someterlo también a crítica, tal como él hacía con los autores que estudiaba.

Si me preguntan dónde empezar a leerlo, reconozco que no hay aún un texto introductorio adecuado. Faltaría un libro que presentara su obra de forma un poco sistemática para principiantes. Mientras tanto, aconsejo recurrir a sus textos divulgativos, como los artículos en El País de los ochenta —muchos están recogidos en Pacifismo, ecología y política alternativa—, y a sus entrevistas. Me parecen una buena puerta de entrada a un autor exigente.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/aniversario-nacimiento-manuel-sacristan-pensador-ecologista-comunista

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¿Podría apagarse Internet? Así es el frágil sistema que mantiene unido al mundo moderno

Por Aisha Down

Cada meme y cada mensaje se sostiene sobre una infraestructura obsoleta y desgastada. Los expertos en Internet pueden imaginar escenarios que podrían provocar su colapso total

Es la mañana siguiente a la caída de Internet y, aunque te gustaría pensar que estarías encantado, lo más probable es que te estés preguntando qué hacer. Podrías comprar comida con un talonario de cheques, si es que tienes uno. Llamar al trabajo con el teléfono fijo, si el tuyo sigue conectado. Después de eso, podrías conducir hasta la tienda, siempre y cuando aún sepas cómo orientarte sin 5G.

Un fallo en un centro de datos en el estado estadounidense de Virginia la pasada semana nos recordó que lo improbable no es imposible. Puede que Internet se haya convertido en un eje irremplazable de la vida moderna, pero también es una red de programas obsoletos y una infraestructura física que chirrían, lo que lleva a algunos a preguntarse qué haría falta para tumbarlo todo.

La respuesta podría ser tan simple como una buena dosis de mala suerte, unos pocos ataques dirigidos, o ambas cosas. Un fenómeno meteorológico extremo deja fuera de servicio varios centros de datos clave. Una línea de código escrita por la inteligencia artificial en las profundidades de un gran proveedor —como Amazon, Google o Microsoft— se activa inesperadamente y provoca un fallo de software en cascada. Un grupo armado o una agencia de inteligencia corta un par de cables submarinos.

Esto sería malo. Pero el verdadero evento apocalíptico, del tipo que los pocos expertos en Internet del mundo aún temen en sus chats privados, es ligeramente diferente: un error repentino y en cadena en los protocolos obsoletos y anticuados que sustentan todo Internet. Piensa en los cables que dirigen el flujo de la conexión o en las listas de direcciones que permiten que una máquina localice a otra.

Lo llamaremos “la gran caída” y, si ocurriera, como mínimo, necesitarías un talonario de cheques. “La gran caída” podría empezar cuando un tornado de verano atravesara la ciudad de Council Bluffs, Iowa, arrasando un conjunto de edificios bajos que son centros de datos y parte integral de la oferta de Google. Esta área, llamada us-central1, es un clúster de centros de datos de Google, crítico para sus servicios de alojamiento en la nube, así como para YouTube y Gmail. Un apagón aquí en 2019 tumbó estos servicios en Estados Unidos y Europa.

Las cenas se queman mientras los vídeos de cocina de YouTube quedan entrecortados. Trabajadores de todo el mundo actualizan frenéticamente sus correos electrónicos, de repente inaccesibles, y luego se resignan a interactuar en persona. Altos funcionarios de EEUU notan que algunos servicios gubernamentales se han ralentizado, antes de volver a planificar una nueva ofensiva por Signal.

Todo esto es un inconveniente, pero ni de lejos el fin de Internet. “Técnicamente, si tenemos dos dispositivos en red y un router entre ellos, Internet está funcionando”, dice Michał rysiek Woźniak, que trabaja en el DNS [siglas en inglés del Sistema de Nombres de Dominio], el sistema implicado en el fallo de esta semana. Pero “sin duda hay una gran concentración en Internet”, afirma Steven Murdoch, profesor de informática en el University College de Londres. “Es lo mismo que ocurre con la economía. Es más barato gestionar todo en el mismo lugar”.

Pero, ¿qué pasaría si una ola de calor en el este de EEUU afectara a US East-1, parte de un complejo de Virginia que alberga el “datacenter alley” (el callejón de los centros de datos), un centro clave para Amazon Web Services (AWS), el foco de la interrupción de esta semana? Mientras tanto, un ciberataque afecta a un importante clúster europeo, por ejemplo, en Fráncfort o Londres. A raíz de ello, las redes redirigen el tráfico a centros secundarios, centros de datos menos utilizados, que, al igual que las vías de servicio en un atasco de tráfico, se vuelven rápidamente inutilizables.

O, si nos desviamos de las películas de desastres hacia los peligros de la automatización, el aumento del tráfico podría activar un bug (un error) en la infraestructura interna de AWS, reescrita por inteligencia artificial hace meses; quizás uno que pasó desapercibido después de que cientos de empleados de AWS fueran despedidos este verano como parte del mayor impulso de la compañía hacia la automatización. Abrumada por peticiones desconocidas, AWS empieza a tambalearse.

Signal se cae. También Slack, Netflix y el banco Lloyd’s. Los robots aspiradores Roomba enmudecen. Los colchones inteligentes se vuelven locos y las cerraduras inteligentes fallan.

Con Amazon y Google fuera de juego, Internet se volvería irreconocible. AWS, Microsoft y Google juntos representan más del 60% del mercado mundial de servicios en la nube, y es casi imposible dar cifras aproximadas de cuántos servicios dependen de ellos.

“Pero Internet, en su nivel más rudimentario, seguiría funcionando”, dice Doug Madory, un experto en infraestructura de Internet que estudia este tipo de interrupciones. “Simplemente no podrías hacer nada de lo que estás acostumbrado a hacer en Internet porque todo eso se gestiona desde estos metacentros”.

Quizás pienses que la mayor amenaza es un ataque a un cable submarino. Esto entusiasma a los think tanks de Washington, pero por lo demás apenas se haría nada. Los cables submarinos se rompen con regularidad, dice Madory; de hecho, la ONU estima que hay de 150 a 200 averías al año. “Realmente tendrías que cargarte un montón de ellos para afectar a las comunicaciones. Creo que la industria de los cables submarinos te diría: ‘Tío, hacemos esto todo el tiempo’”.

Entonces, un grupo de hackers anónimo lanza un ataque contra un proveedor de servicios DNS, uno de los listines telefónicos de Internet. Verisign, por ejemplo, gestiona todos los sitios online que terminan en ‘.com’ o ‘.net’. Ultranet, los ‘.biz’ y ‘.us’. Madory dice que es extremadamente improbable que uno de ellos pueda ser tumbado. “Si algo le pasara a Verisign, ‘.com’ desaparecería. Tienen un incentivo financiero enorme para asegurarse de que eso nunca ocurra”.

Pero se necesitaría un error de esa magnitud, uno que afectara a infraestructuras más fundamentales que Amazon y Google, para devastar el ecosistema digital. Si ocurriera, sería algo sin precedentes. Sin los ‘.com’, los bancos, los hospitales, los servicios financieros y la mayoría de las plataformas de comunicación quedarían fuera de servicio. Algunas infraestructuras gubernamentales de Internet seguirían funcionando, como el sistema de mensajería segura Siprnet de Estados Unidos.

Los últimos en caer

Al menos para una comunidad de expertos, seguiría existiendo Internet. Al fin y al cabo, existen blogs autohospedados y plataformas sociales descentralizadas como Mastodon, así como dominios especializados como ‘.io’, para el Océano Índico Británico, y ‘.is’, para Islandia.

Esa vulnerabilidad afectaba a un sistema que opera un nivel por encima del DNS: el protocolo BGP (Border Gateway Protocol), encargado de dirigir todo el tráfico de Internet. Madory considera que algo así es extremadamente improbable: sería una situación de emergencia total, y el protocolo es “muy resistente; si no lo fuera, ya habría fallado hace tiempo”.

Eso sí, si Internet se cerrara por completo, no está claro si se podría volver a poner en marcha, afirma Murdoch. “Nadie ha apagado Internet después de haberlo encendido. Nadie sabe con certeza cómo se podría volver a encender”. En el Reino Unido existe un plan de contingencia no virtual, o al menos existía. Si Internet se apagara, las personas que saben cómo funciona se reunirían en un pub a las afueras de Londres y decidirían qué hacer, afirma Murdoch: “No sé si esto sigue siendo así. Fue hace bastantes años y nunca me dijeron qué pub era”.

Fuente: https://www.eldiario.es/tecnologia/apagarse-internet-viaje-entranas-fragil-sistema-mantiene-unido-mundo-moderno_1_12718036.html

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Argentina: Celebración en Parque Avellaneda por la Educación Sexual Integral

El Movimiento Federal por Más ESI celebrará el 19° aniversario de la sanción de la Ley de Educación Sexual integral el domingo 9 de octubre en Parque Avellaneda para «compartir con toda la comunidad la importancia de esta política pública«.

Recientemente se cumplieron dos aniversarios importantes: el 4 de octubre la sanción de la ley nacional N°26.150 y el 12 de octubre de la ley de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires N° 2.110. Para el Movimiento, la ESI es «un derecho de niños, niñas y jóvenes. Habilita a tener una vida saludable, visibilizar situaciones de abuso sexual en las infancias, prevenir violencias de género y embarazos no intencionales, promover la corresponsabilidad en las tareas de cuidado, entre muchos otros beneficios demostrados por años de investigación educativa rigurosa».

En contra de la evidencia científica y de las casi dos décadas de «trayectoria exitosa», el Movimiento indica que tanto el Gobierno Nacional como el porteño «están llevando a cabo políticas que impiden o censuran su implementación. A pesar del ataque sistemático contra la ESI, el desfinanciamiento, el retroceso en términos de capacitación y formación docente, seguimos resistiendo y construyendo aprendizajes de manera colaborativa y en clave de ESI».

La cita del Encuentro xmásESI CABA es  el domingo 9 de noviembre a las 15 hs. en el Parque Avellaneda (entrada por Directorio y Lacarra, a la izquierda de la Casona). Habrá distintas actividades para conocer la ESI: rondas de conversaciones, juegos, lecturas, espacios para las infancias, postas y kermes, y radio abierta.

https://www.pagina12.com.ar/871677-celebracion-en-parque-avellaneda-por-la-educacion-sexual-int

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«Little Hero»: un programa digital que enseña a los niños a ser más empáticos y solidarios

En tiempos en que muchos padres y docentes se preocupan por el exceso de pantallas, un grupo de investigadores argentinos encontró una manera de transformar la tecnología en una aliada de la educación en valores.
Se trata de «Little Hero», un programa digital creado por la psicóloga Belén Mesurado, directora de la carrera de Psicología de la Universidad Austral e Investigadora Principal de CONICET con sede de trabajo en el Instituto de Filosofía de la Universidad Austral, que enseña a niños de entre 9 y 11 años a ser más empáticos, agradecidos y solidarios.

El estudio, publicado en la prestigiosa revista Journal of Moral Education, evaluó la eficacia del programa con la participación de más de 300 niños de Argentina y Uruguay. Los resultados fueron contundentes: los participantes del programa aumentaron sus conductas de ayuda hacia los demás y mostraron mayor empatía y serenidad emocional. Y lo más notable: esos cambios se mantuvieron incluso tres meses después de haber completado la experiencia.

«Queríamos demostrar que las tecnologías no tienen por qué alejarnos de los valores humanos. Si se usan con inteligencia, pueden convertirse en herramientas poderosas para el desarrollo moral y emocional de los niños», explica Mesurado.

Un antecedente con adolescentes

Antes de diseñar Little Hero, Mesurado había desarrollado el programa Héroe, una intervención digital pionera que promovía el bienestar psicológico y las conductas solidarias en adolescentes de entre 12 y 15 años. En ese caso, los participantes recorrían distintas «islas» virtuales dedicadas a la empatía, la gratitud o el perdón, guiados por un personaje tipo sensei que los acompañaba en el proceso. Implementado en escuelas y, durante la pandemia, adaptado para su uso remoto, el programa alcanzó a más de 200 adolescentes de Argentina y Uruguay.

Los resultados fueron igualmente alentadores: el 93% de los jóvenes reportó mejoras en su estado emocional y en su capacidad de conectar con los demás. Esa experiencia sentó las bases conceptuales y metodológicas de Little Hero, que busca ahora cultivar las mismas virtudes morales y emocionales desde una etapa más temprana del desarrollo.

Aprender a hacer el bien, jugando

«Little Hero» propone una experiencia inmersiva que combina lo mejor del aprendizaje digital y la educación emocional. Ambientado en un bosque, el programa guía a los niños a través de una serie de estaciones interactivas. Un búho sabio —símbolo de la sabiduría— los acompaña en cada sesión, que incluye videos, canciones y actividades lúdicas sobre temas como la empatía, la gratitud o las acciones solidarias cotidianas.

En una de las «misiones», por ejemplo, los chicos deben elegir tres actos de amabilidad para realizar durante la semana. En otra, escriben mensajes de agradecimiento a familiares, amigos o docentes. También hay desafíos creativos, como dibujos virtuales con mensajes positivos para el mundo. A lo largo de la aventura, los niños descubren que ser un «héroe» no implica tener poderes extraordinarios, sino algo más simple y valiente: preocuparse por los demás.

Las pruebas realizadas en escuelas de ambos países confirmaron que los niños disfrutaron del programa y se involucraron activamente. Más del 90% afirmó que la experiencia fue útil y fácil de usar, y la mayoría dijo que la recomendaría a otros compañeros. Para muchos, «Little Hero» fue su primer encuentro con un videojuego que los invita a pensar en el otro en lugar de competir.

Tecnología al servicio de la virtud

En una era marcada por el ciberacoso, la violencia digital y el individualismo, los hallazgos de esta investigación ofrecen un mensaje alentador: las tecnologías no son buenas ni malas por sí mismas; todo depende del propósito con que se utilicen. «Little Hero» demuestra que las mismas pantallas que a veces distraen o aíslan también pueden convertirse en una vía para cultivar la empatía, la cooperación y la serenidad.

«El gran desafío de la educación actual no es prohibir la tecnología, sino enseñar a usarla para construir vínculos más humanos. Los niños ya viven en un mundo digital; ayudarlos a florecer en ese entorno es una responsabilidad educativa y moral», sostiene Mesurado.

De Argentina al mundo

El proyecto fue desarrollado con el apoyo de la Templeton World Charity Foundation, y forma parte de una línea de investigación sobre educación moral y florecimiento humano liderada por Mesurado desde el CONICET y la Universidad Austral. Tras comprobar su efectividad en contextos escolares de Argentina y Uruguay, el equipo planea ampliar la implementación a otros países de América Latina.

«Queremos que los niños descubran que ser buenos también puede ser divertido», resume la investigadora. «Si logramos que cada chico se sienta capaz de cambiar el mundo con un pequeño acto de bondad, ya habremos cumplido nuestra misión», concluye.

https://diario5dias.com.ar/noticia/Little-Hero-programa-digital-ninos
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Nace la Internacional Antifascista de Educación (IADE) para combatir la despolitización en las aulas

La plataforma surge de la mano de Enrique Díez Gutiérrez, especialista en pedagogía antifascista, que junto con otros y otras profesionales de la educación decidieron articular una red que reivindique la docencia como práctica política y transformadora. En su manifiesto fundacional, IADE defiende el papel emancipador de la educación y rechaza “la falsa neutralidad que encubre la perpetuación de las injusticias”. En un contexto de creciente despolitización de las aulas y de avance de discursos reaccionarios bajo el paraguas de la neutralidad y objetividad, el colectivo sostiene que “la verdadera educación debe dotar a las personas de un espíritu crítico para analizar el mundo, comprender sus desigualdades y transformarlo”.

El movimiento se declara contrario al adoctrinamiento y a las pedagogías dogmáticas, promoviendo el internacionalismo educativo como herramienta para impulsar modelos críticos y emancipadores de enseñanza. “La docencia no es una mera profesión técnica, sino un acto de compromiso ético y político con las generaciones presentes y futuras”, afirman en el texto. Tras años de recortes y desideologización en la educación pública, IADE denuncia el vaciamiento político de la escuela y la expansión de los discursos de odio entre el alumnado. Por eso, subrayan “una educación antifascista fomenta el pensamiento complejo y la capacidad de hacerse preguntas incómodas”.

Los centros educativos, especialmente los públicos, son espacios inherentemente políticos, aunque algunos se esfuercen en negarlo. La derecha, lejos de ocultar sus reservas hacia la función crítica de la escuela pública, ha convertido la supuesta “neutralidad” de las aulas en una estrategia para vaciar el debate pedagógico y desactivar la pluralidad ideológica. Bajo el discurso de la despolitización, se ha normalizado la censura como herramienta de control cultural.

Desde El Diario de la Educación  alertan de que, “bajo la coartada de la neutralidad ideológica o de la protección de la infancia”, se impone una única forma de pensar que rechaza todo aquello que consideran “ideología de género, memoria histórica o derechos LGTBI”. Un ejemplo reciente se dio durante la inauguración del curso universitario 2025-2026 en la Universidad de Alcalá de Henares, donde Isabel Díaz Ayuso afirmó: “No vamos a consentir que se instrumentalicen los centros educativos para hacer ingeniería social ni para librar una guerra ideológica”, en referencia a lo que la presidenta madrileña considera una deriva política dentro de las instituciones académicas.

En contraposición, Manuel Fernández Navas, profesor universitario y doctor en Ciencias de la Educación, subraya la importancia de reivindicar el antifascismo en un contexto de creciente penalización del movimiento. “No, no es lo mismo ser fascista que antifascista; los dos extremos no son iguales”, afirma. En un clima marcado por la derechización social, su objetivo, señala, es “al menos, dificultar que muevan la ventana de Overton”.

Si Diario Red puede publicar lo que casi nadie más se atreve, con una línea editorial de izquierdas y todo el rigor periodístico, es gracias al apoyo de nuestros socios y socias.

Defender una educación antifascista implica asumir la dimensión política de la enseñanza y reconocer su papel en la formación de una ciudadanía crítica. Supone también disputar la batalla cultural que atraviesa hoy a los centros educativos y reivindicar la educación pública como garante de los derechos humanos, la igualdad y la libertad de pensamiento frente a los intentos de censura y “desideologización”.

https://www.diario-red.com/articulo/espana/nace-internacional-antifascista-educacion-iade-combatir-despolitizacion-aulas/20251105112818057543.html
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ChatGPT: ¿por qué, para qué y para quién escribimos?

Por: Jorge Majfud *

En una universidad de Florida, cuyo nombre no quiero mencionar, no ha mucho tiempo un estudiante me rebatió una idea sobre el nacimiento del capitalismo usando el resumen de un libro realizado minutos antes por ChatGPT. Tal vez era Gemini o cualquier otra inteligencia artificial. Le sugerí que le pidiese al ente virtual las fuentes de su afirmación y, diez segundos, después el estudiante la tenía a mano: la idea procedía del libro “Flies in the Spiderweb: History of the Commercialization of Existence―and Its Means”. Eso es eficiencia a la velocidad de la luz.

Naturalmente, el joven no tenía por qué saber que ese libro lo había escrito yo. La mayoría de mis más de doscientos estudiantes por año son jóvenes en sus veintes, probablemente la mejor década de la vida para la mayoría de las personas; probablemente, la década más desperdiciada. Por pudor y por principio, nunca pongo mis libros como lectura obligatoria. Además, sería legítimo refutarme usando mis propios escritos. Hace mucho tiempo ya, tal vez un par de siglos, que el autor no es la autoridad ni de sus propios libros.

Seguramente la IA no citó ese libro como referencia autorizada de algo sino, más bien, el estudiante tomó algunas de mis palabras y los dioses del e-Olimpo se acordaron de este modesto y molesto profesor. Parafraseando a Andy Warhol, hoy todos podemos ser Aristóteles y Camus por treinta segundos ―sospecho que Warhol le robó la idea a Dostoievski; sin mala intención, claro.

El resumen del dios GPT era tan malo que simplemente demostraba que la IA no había entendido nada del libro más allá de los primeros capítulos y había mezclado datos y conclusiones desde una perspectiva políticamente correcta. Es decir, una inteligencia artificial muy, pero muy humana, fácil de manipular por las ideas de la clase dominante, esa que luego irá a demonizar las ideas alternativas de las clases subordinadas.

No digo que las artiligencias sean siempre así de malas lectoras, pero, por lo general, basta con corregirlas para que se disculpen por el error. Seguramente mejorarán con el tiempo, porque son como niños prodigios, muy aplicados; asisten a todas las clases y toman nota de todo lo que puede ser relevante para convertirnos a los humanos en todo lo más irrelevante que podamos ser. En muchos casos, ya leen mejor que nuestros estudiantes, que cada vez confían más en esos dioses y menos en su propia capacidad intelectual y en su esfuerzo crítico―extraños dioses omniscientes y omnipresentes; extraños dioses, además, porque sus existencias se pueden probar.

“¿Profesor, para qué necesito estudiar matemáticas si voy a ser embajadora?”

“¿Y para qué carajo te matas en el gimnasio, si no vas a ser deportista?”

No estoy en contra de usar las nuevas herramientas para comprender o hacer algo. Solo estoy en contra de renunciar a una comprensión crítica ante algo que es percibido como infalible o, al menos, superior, como un dios posthumano, e-olímpico e, incluso, como un temible dios abrahámico; es decir, un dios celoso y, tal vez algún día, también lleno de ira.

Por otro lado, esto nos interpela a las generaciones anteriores y, en particular, a aquellos profesores, autores de libros o de estudios de largo aliento. Desde hace algunos años, me he propuesto que “este será mi último libro”, pero reincido. Todavía. Algún día, los libros escritos por seres humanos comenzarán a hacerse cada vez más escasos, como los bitcoins, y su valor cobrará una dimensión todavía desconocida.

A una escala más global, esa histórica tendencia humana a convertirse en cyborgs (el mejoramiento del cuerpo humano con herramientas de producción y de destrucción), probablemente derive en un régimen de apartheid impuesto por las inteligencias artificiales; por un lado, ellas, por el otro nosotros, con frecuentes tratados de paz, de colaboración y de destrucción. Una Gaza Global, en pocas palabras―al fin y al cabo, las IA habrán nacido de nosotros. Sus administradores ya tienen mucho de Washington o Tel Aviv y sus consumidores mucho de Palestina.

Claro, esta crisis existencial no se limita a la escritura ni a la actividad intelectual, pero en nuestro gremio cada medio siglo nos preguntamos por qué escribimos, sin alcanzar nunca una respuesta satisfactoria. Muchas veces, desde hace un par de años ya, tengo la fuerte impresión de que hemos dejado de escribir (al menos, libros) para lectores humanos, esa especie en peligro de extinción. Escribimos para las inteligencias artificiales, las cuales le resumirán nuestras investigaciones a nuestros estudiantes, demasiado perezosos e incapaces de leer un libro de cuatrocientas páginas y, mucho menos, entender un carajo de qué va la cosa. Invertimos horas, meses y años en investigaciones y en escritura que, sin quererlo, donaremos a los multibillonarios como si fuésemos miembros involuntarios de la secta de la Ilustración Oscura, liderada y sermoneada por los brujos dueños del mundo que (todavía) residen en Silicon Valley y en Wall Street. Y lo peor: para entonces, los humanos habrán perdido eso que los hizo humanos civilizados―el placer de la lectura, serena y reflexiva.

También puede haber razones egoístas y personales de nuestra parte. Al menos yo, escribo libros por puro placer y, sobre todo, para intentar comprender el caos del mundo humano. Una tarea desde el inicio imposible, pero inevitable.

Tal vez, en un tiempo no muy lejano, una nueva civilización postcapitalista (¿posthumana o más humana?) escribirá sus libros de historia y conocerá nuestro tiempo, hoy tan orgulloso de sus progresos, como la Era de la Barbarie. Claro, eso si la humanidad sobrevive a esta orgullosa barbarie.

No hace mucho, una amable lectora publicó en X un fragmento de una consulta que le hizo a ChatGPT. El fragmento afirmaba, o reconocía, que “los modelos de IA, como los grandes modelos de lenguaje, se entrenan con enormes cantidades de texto provenientes de libros, artículos, ensayos y publicaciones en línea. Autores e intelectuales que escriben de manera crítica y profunda, como Majfud, forman parte de ese conjunto de datos. Cuando la IA procesa estos textos, aprende patrones de razonamiento, argumentación y crítica cultural. Así, perspectivas filosóficas sobre política, economía y justicia social pueden aparecer en sus respuestas”.

Me pregunto si no estoy siendo autocomplaciente al copiar aquí este párrafo y, aunque la respuesta puede ser , por otro lado, no puedo eliminarlo sin perder un claro ejemplo ilustrativo de lo que quiero decir: (1) las IA nos usan y nos plagian todos los días. Quienes son (todavía) dueños de esos dioses pronto descubrirán que (2) somos una mala influencia para las futuras generaciones de no lectores, por lo que comenzarán a distorsionar lo que los últimos humanos escribieron y, más fácil, ignorarlos deliberadamente.

Al fin y al cabo, así evolucionó un tyrannosaurus de una ameba. Como humanos, sólo puedo decir: ha sido muy interesante haber existido como miembro de la especie humana. No fuimos tan importantes como creíamos. Apenas fuimos una anécdota. Una anécdota interesante para quienes la vivimos, no para el resto del Universo que ni siquiera se enteró.

*Ensayista y profesor universitario uruguayo-estadounidense. Actualmente es profesor en Jacksonville University 

Majfud

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La emergencia educativa invisible: Cuando las aulas se conviertes en en campo de batalla digital.

Por: Luz Palomino/CII-OVE

En una escuela pública del sur de la capital mexicana, la maestra Elena Martínez (nombre protegido) cierra su cámara web minutos antes de terminar su clase virtual. No es por problemas técnicos. Es el ritual de protección que repite desde que un grupo de padres compartió sus lecciones sobre igualdad de género en grupos de WhatsApp, desatando una campaña de acoso que la llevó a cambiar su número de teléfono tres veces en dos meses.

«Publicar materiales sobre educación sexual integral me costó meses de acoso. Me editaron videos, me insultaron en grupos de padres, y tuve que pedir traslado de escuela», confiesa la docente, mientras revisa por segunda vez la configuración de privacidad de sus redes sociales.

Este caso no es aislado. Representa la punta del iceberg de una emergencia educativa silenciosa que recorre América Latina: la violencia digital de género se ha infiltrado en las aulas, tanto virtuales como físicas, creando un ecosistema tóxico que está alterando los fundamentos mismos del derecho a la educación.

LAS CIFRAS DEL SILENCIO FORZADO

Los datos oficiales pintan un panorama alarmante:

  • 73% de las mujeres con voz pública en educación ha sufrido violencia digital (ONU Mujeres, 2023)

  • Triplicación del ciberacoso sexista o transfóbico en entornos educativos (UNESCO, 2024)

  • 62% de aumento en ataques a docentes que enseñan educación sexual integral (Observatorio Latinoamericano de Violencia Digital, 2024)

  • 7 de cada 10 estudiantes LGBTQIA+ reportan acoso digital escolar (MESECVI-OEA, 2024)

«Estamos ante una epidemia de silenciamiento«, advierte la Dra. Valeria Santos, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México. «Lo más grave no son solo los ataques, sino su efecto amortiguador: profesoras que dejan de enseñar contenidos feministas, estudiantes que abandonan carreras tecnológicas, adolescentes que se autocensuran en foros virtuales».

DEL BULLYING TRADICIONAL AL TERRORISMO DIGITAL COORDINADO

La violencia ha evolucionado desde el acoso individual hasta operaciones organizadas. En Brasil, una profesora universitaria de São Paulo recibió más de 200 mensajes de odio después de que un influencer conservador compartiera un fragmento descontextualizado de su clase sobre estudios de género.

«Es el nueve repertorio de la censura«, explica el sociólogo Carlos Mendieta, autor de «Digital Patriarchy». «Ya no necesitan prohibir libros: basta con que una turba digital amenace a una docente hasta que ella misma decida dejar de enseñar ese contenido. Es la censura por fatiga».

En los espacios educativos digitales, las agresiones adoptan formas específicas:

  • Sabotaje de clases virtuales mediante bombardeos de comentarios misóginos

  • Creación de perfiles falsos para suplantar a docentes y estudiantes

  • Grabación y edición maliciosa de fragmentos de clases

  • Campaigns de reportes falsos para suspender cuentas de educadoras

LA DOBLE JORNADA DEL MIEDO: AULAS FÍSICAS Y VIRTUALES

Para las estudiantes, la violencia no conoce de fronteras entre lo físico y lo digital. Camila Ríos, estudiante trans de una universidad pública peruana, relata: «Mis compañeros crearon un grupo de WhatsApp para burlarse de mí. Lo peor era que en las clases presenciales me sonreían, pero en el grupo me llamaban por mi nombre anterior y subían memes ofensivos».

Esta esquizofrenia violenta – cordialidad en persona, crueldad en línea – crea un estado de alerta permanente. «Dejé de asistir por semanas», confiesa Camila. «Era imposible concentrarme sabiendo que en cualquier momento podían tomar una foto mía y convertirla en un chiste cruel».

Los espacios educativos se han convertido en territorios híbridos de agresión, donde el acoso que comienza en el patio de la escuela continúa en los grupos de WhatsApp y viceversa.

LA RESPUESTA INSTITUCIONAL: PROTOCOLOS INEXISTENTES Y BUROCRACIA DEL SILENCIO

La brecha entre la velocidad de la violencia y la lentitud institucional es abismal. Solo 7 de los 20 países latinoamericanos cuentan con protocolos educativos con enfoque digital y de género.

«Las instituciones educativas están respondiendo con parches del siglo XX a heridas del siglo XXI«, critica la abogada feminista Elena Contreras, especializada en derechos digitales. «Cuando una estudiante denuncia, le piden que imprima las capturas de pantalla, que las lleve firmadas por un notario, que espere meses para una comisión de ética… Para entonces, el daño es irreversible».

La falta de formación del personal directivo y docente agrava el problema. «Muchos rectores todavía ven esto como ‘problemas de jóvenes’ o ‘cosas de internet’, sin entender que estamos perdiendo a una generación de mujeres líderes», añade Contreras.

RESISTENCIAS Y ALTERNATIVAS: HACIA UNA PEDAGOGÍA DIGITAL FEMINISTA

Frente a esta emergencia, surgen iniciativas que buscan transformar los espacios educativos:

  • Redes de Docentes por la Sororidad Digital: Grupos de apoyo mutuo para profesoras víctimas de violencia

  • Brigadas de Respuesta Rápida: Estudiantes de derecho y tecnología que brindan asesoría inmediata

  • Protocolos de Actuación Express: Desarrollados por organizaciones civiles para suplir la inacción estatal

«Necesitamos una alfabetización digital feminista«, propone la profesora Laura Mendoza, coordinadora de una iniciativa en Colombia. «No basta con enseñar a usar plataformas; debemos enseñar a reconocer violencias, a ejercer la ciudadanía digital con perspectiva de género, a construir comunidades de cuidado en línea».

EL COSTE SOCIAL: CUANDO LA VIOLENCIA DIGITAL SE CONVIERTE EN EXCLUSIÓN EDUCATIVA

Las consecuencias trascienden lo individual y afectan el proyecto educativo regional:

  • Fuga de cerebros feministas: Docentes e investigadoras abandonan espacios públicos

  • Deserción escolar diferenciada: Las adolescentes son las más afectadas por el acoso en línea

  • Erosión de la educación pública: La desconfianza en las instituciones crece

  • Autocensura curricular: Temas de género desaparecen por miedo a represalias

«Estamos presenciando un asedio coordinado contra el conocimiento crítico«, alerta el informe «Educación bajo Ataque» de la Red Latinoamericana por la Educación Inclusiva. «Los actores anti-derechos han encontrado en la violencia digital un arma eficaz para vaciar de contenido transformador los sistemas educativos».

LLAMADO A LA ACCIÓN: UNA CRUZADA POR LOS ESPACIOS EDUCATIVOS SEGUROS

Mientras los gobiernos debaten, la comunidad educativa exige acciones concretas:

  1. Declarar la emergencia educativa digital con perspectiva de género

  2. Crear fiscalías especializadas en violencia digital educativa

  3. Establecer líneas de atención 24/7 para víctimas

  4. Incorporar la educación digital feminista en todos los niveles

  5. Proteger a las docentes con medidas de seguridad integrales

«Esto no es solo sobre internet», reflexiona la maestra Elena Martínez, mientras prepara su siguiente clase con la cámara aún apagada. «Es sobre qué tipo de sociedad estamos construyendo. Si permitimos que las aulas, físicas o virtuales, se conviertan en espacios de miedo, habremos fracasado como civilización».

La emergencia está aquí. Las aulas latinoamericanas, tanto las de cemento como las de pixels, claman por una solución antes de que el silencio se convierta en la lección mejor aprendida por una generación entera.

Fuentes:

-OVE (2025). Ciberacoso una Emergencia Educativa
– ONU Mujeres (2023). Violencia de género en línea hacia las mujeres con voz pública en América Latina.
– UNESCO (2024). Informe regional sobre violencia y acoso escolar con enfoque de género.
– MESECVI–OEA (2024). Ciberviolencia y derechos humanos de las mujeres.
– Observatorio Latinoamericano de Violencia Digital (2024). Informe anual.
– Piro, P. (2024). Educación y Violencia Digital en América Latina. CLACSO.
– Red de Educadoras por la Justicia Digital (2025). Diagnóstico regional sobre protocolos escolares.

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