José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía «Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares». Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).
Seguimos en el capítulo VII: «Resultas y reparaciones» apartado 7.4.: «Estudio epidemiológico». Una previa. Me he olvidado una pregunta que anuncié en un cuestionario anterior. Te la hago ahora. ¿Qué sabes de la simulación de una detonación nuclear en Palomares? ¿Cuándo fue? ¿Por qué se hizo?
JH.- Cuando hablamos de armas nucleares, cuando vas al museo y las ves, la mayoría del tamaño de una convencional, no te haces una idea de su potencial, del Horror con mayúsculas que originaría una sola detonación: la muerte súbita e indiscriminada de masas, o diferida en larga agonía. Incierto tiempo de llanto y crujir de dientes para los supervivientes. Por eso, cuando presencié dos de las implicadas en Palomares, como si de dos torpedos se tratara, pensaba en su poder destructor, de la necesidad de analizar in situ las consecuencias inmediatas y conocer realmente de lo que estamos hablando. Tras intentar vanamente que ese estudio lo hiciesen varios físicos nucleares, me enteré que cualquier persona podría realizar una simulación cualificada usando los recursos informáticos de un modelo escalable de la página web de Alex Wellerstein, en las que ya se han obtenido más de 99 millones de simulaciones. Para más detalle, he aquí el enlace.
Simulación de lo que hubiese ocurrido con los vientos de ese día si no hubiesen funcionado los elementos de seguridad de la Mk-28FI. Tras los efectos devastadores de la explosión se forma la precipitación radiactiva, compuesta por restos vaporizados de la bomba y miles de toneladas de tierra altamente radiactiva, tan letal o más que la detonación si no se adoptan medidas. Vista de las 6 horas posteriores (A. Wellerstein s/mapa ©2015 Google, Inst. Geográfico Nacional)
Me centro en el apartado de este capítulo. Hablas aquí del desinterés casi generalizado por realizar «un trabajo sistematizado de estudio analítico de variables y su interdependencia a tenor de la particular situación radiológica». ¿Y por qué ese desinterés? ¿Ni a la Administración española ni incluso a la de EEUU?
JH.- Con la excepción de los que aspiran a conocer la verdad, luchar contra la impunidad de los poderes, por la justicia y la restitución a los posibles afectados, a nadie más le interesa y mucho menos a las instituciones. Un estudio epidemiológico publicado en revista científica puede ser utilizado como prueba pericial de cargo en un interminable rosario de demandas judiciales por parte de los enfermos o familiares de los fallecidos por cáncer en la barriada, así como abrir la puerta a multimillonarias demandas internacionales contra el país causante. Además de esa pesadilla judicial, la zona afectada sufriría mucho en sus pilares económicos por la mala publicidad generada.
Destaca aquí una figura poco conocida: la del doctor Martínez Pinilla (y de su esposa-compañera Teresa). ¿Nos explicas algo de este doctor? ¿Qué tareas realizó?
JH.-Este doctor y su mujer Teresa, cual Quijotes de la huerta murciana, se metieron en un berengenal a finales de los 80 para intentar investigar posibles consecuencias en la salud de los vecinos. Durante algunos años estuvo desempeñando su oficio en Turre, muy cerca de Mojácar y a pocos kilómetros de la zona afectada. Comparó los datos de morbilidad por cáncer en Palomares y una población testigo similar llamada Guazamara, en el mismo término municipal. Al principio no hubo problemas, pero cuando aparecieron resultados algo alarmantes en el periodo 85-95, entonces boicotearon la continuidad de su trabajo impidiéndole el acceso al Registro Civil de Cuevas del Almanzora.
Creo que el trabajo estuvo dirigido por el doctor Pedro Marset. Te pregunto lo mismo: ¿nos haces un breve resumen de papel del director de la investigación?
JH.- Pedro Marset era un médico de prestigio, entonces decano de la Facultad de Medicina de Murcia. Desde el comienzo apoyó a Pinilla en su investigación con la orientación y supervisión de la metodología científica empleada, dentro del ámbito académico, indispensable en un tema tan delicado como este.
¿Qué hipótesis de trabajo se tuvieron en contra? En el libro se habla de tres. ¿Por qué esas tres precisamente? ¿Cuál de ellas se contrastó positivamente?
JH.- Las hipótesis que se barajaron fueron: 1) Hipótesis Biológica: podría ser demasiado pronto intentar estudiar efectos causales de la contaminación prolongada a bajos niveles de plutonio por su latencia mínima de dos a tres décadas. 2) Hipótesis Sanitaria: que atendía a la hipersensibilización de los profesionales y organismos sanitarios hacia el cáncer y su posible relación con la radiación remanente. 3) Hipótesis Sociológica: dada la soterrada pero permanente presión social en la barriada, cabía la posibilidad de infrarregistrar los posibles fallecimientos por neoplasias.
Entre otras conclusiones, la Hipótesis Sociológica apareció en la primera década (1966-76). Mientras la curva de decesos por cáncer se incrementaba en la población testigo, en Palomares se mantenía con la inclusión de causas ambiguas en los certificados de defunción, como parada cardiorespiratoria o similar.
¿Publicó el doctor Martínez Pinilla sus investigaciones? ¿Dónde, cuándo? Hablas de un segundo estudio. ¿Corregía los resultados anteriores?
JH.- Si te refieres a publicaciones científicas, con sus comités de evaluación previos, no hubo. Sí se publicó parcialmente en varios medios. Una mayoría de ellos tuvo, según el propio Martínez Pinilla, un tratamiento inadecuado cuando no sensacionalista, de un tema tan delicado, proclive a las malas praxis periodísticas.
Por diversas causas el estudio se convirtió en una carrera de fondo, en un maratón que duró décadas, marcadas por varias etapas en las que empleó mucho de su tiempo libre, esfuerzo y hacienda. El primer estudio comprendía el período 1946-85. Los siguientes: 1986-90; 1991-93 y el último hasta 2005. El segundo mostró un marcado cambio de tendencia, con un alarmante incremento de defunciones por cáncer.
Cito una frase: «Aquí en Palomares el dinero antes que la salud , y con esto está to dicho». En Palomares y en muchos más sitios por supuesto. Te pregunto por ella.
Cuando quieras.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=223261