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Fidel: su legado

Por: Atilio Borón

Desde La Habana

La desaparición física de Fidel hace que el corazón y el cerebro pugnen por controlar el caos de sensaciones y de ideas que desata su tránsito hacia la inmortalidad. Recuerdos que se arremolinan y se superponen, entremezclando imágenes, palabras, gestos (¡qué gestualidad la de Fidel, por favor!), entonaciones, ironías, pero sobre todo ideas, muchas ideas. Fue un martiano a carta cabal. Creía firmemente aquello que decía el Apóstol: trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras. Sin duda que Fidel era un gran estratega militar, comprobado no sólo en la Sierra Maestra sino en su cuidadosa planificación de la gran batalla de Cuito Cuanevale, librada en Angola entre diciembre de 1987 y marzo de 1988, y que precipitó el derrumbe del régimen racista sudafricano y la frustración de los planes de Estados Unidos en África meridional. Pero además era un consumado político, un hombre con una fenomenal capacidad para leer la coyuntura, tanto interna como internacional, cosa que le permitió convertir a su querida Cuba -a nuestra Cuba en realidad- en una protagonista de primer orden en algunos de los grandes conflictos internacionales que agitaron la segunda mitad del siglo veinte. Ningún otro país de la región logró algo siquiera parecido a lo que consiguiera Fidel. Cuba brindó un apoyo decisivo para la consolidación de la revolución en Argelia, derrotando al colonialismo francés en su último bastión; Cuba estuvo junto a Vietnam desde el primer momento, y su cooperación resultó de ser de enorme valor para ese pueblo sometido al genocidio norteamericano; Cuba estuvo siempre junto a los palestinos y jamás dudó acerca de cuál era el lado correcto en el conflicto árabe-israelí; Cuba fue decisiva, según Nelson Mandela, para redefinir el mapa sociopolítico del sur del continente africano y acabar con el apartheid. Países como Brasil, México, Argentina, con economías, territorios y poblaciones más grandes, jamás lograron ejercer tal gravitación en los asuntos mundiales. Pero Cuba tenía a Fidel …

Martiano y también bolivariano: para Fidel la unidad de América Latina y, más aún, la de los pueblos y naciones del por entonces llamado Tercer Mundo, era esencial. Por eso crea la Tricontinental en Enero de 1966, para apoyar y coordinar las luchas de liberación nacional en África, Asia y América Latina y el Caribe. Sabía, como pocos, que la unidad era imprescindible para contener y derrotar al imperialismo norteamericano. Que en su dispersión nuestros pueblos eran víctimas indefensas del despotismo de Estados Unidos, y que era urgente e imprescindible retomar los iniciativas propuestas por Simón Bolívar en el Congreso Anfictiónico de 1826, ya anticipadas en su célebre Carta de Jamaica de 1815. En línea con esas ideas Fidel fue el gran estratega del proceso de creciente integración supranacional que comienza a germinar en Nuestra América desde finales del siglo pasado, cuando encontró en la figura de Hugo Chávez Frías el mariscal de campo que necesitaba para materializar sus ideas. La colaboración entre estos dos gigantes de Nuestra América abrió las puertas a un inédito proceso de cambios y transformaciones que dio por tierra con el más importante proyecto económico y geopolítico que el imperio había elaborado para el hemisferio: el ALCA.

Estratega militar, político pero también intelectual. Raro caso de un jefe de estado siempre dispuesto a escuchar y a debatir, y que jamás incurrió en la soberbia que tan a menudo obnubila el entendimiento de los líderes.  Tuve la inmensa fortuna de asistir a un intenso pero respetuoso intercambio de ideas entre Fidel y Noam Chomsky acerca de la crisis de los misiles de Octubre de 1962 o de la Operación Mangosta, y en ningún momento el anfitrión prestó oídos sordos a lo que decía el visitante norteamericano. Una imagen  imborrable es la de Fidel participando en numerosos eventos escenificados en Cuba –sean los encuentros sobre la Globalización organizados por la ANEC; los de la Oficina de Estudios Martianos o la Asamblea de CLACSO en Octubre del 2003- y sentado en la primera fila de la platea, munido de un cuadernito y su lapicera, escuchando durante horas a los conferencistas y tomando cuidadosa nota de sus intervenciones. A veces pedía la palabra y asombraba al auditorio con una síntesis magistral de lo dicho en las cuatro horas previas, o sacando conclusiones sorprendentes que nadie había imaginado. Por eso le decía a su pueblo “no crean, lean”, fiel reflejo del respeto que sentía por la labor intelectual.

Al igual que Chávez, Fidel un hombre cultísimo y un lector insaciable. Su pasión por la información exacta y minuciosa era inagotable. Recuerdo que en una de las reuniones preparatorias de la Asamblea de Clacso del 2003 nos dijo: “recuerden que Dios no existe, pero está en los detalles” y nada, por insignificante que pareciera, debía ser librado al azar. En la Cumbre de la Tierra de Río (1992) advirtió ante el escepticismo o la sonrisa socarrona de sus mediocres colegas (Menem, Fujimori, Bush padre, Felipe González, etcétera) que la humanidad era “una especie en peligro” y que lo que hoy llamamos cambio climático constituía una amenaza mortal. Como un águila que vuela alto y ve lejos advirtió veinte años antes que los demás la gravedad de un problema que hoy está en la boca de cualquiera.

Fidel ha muerto, pero su legado –como el del Che y el de Chávez- vivirá para siempre. Su exhortación a la unidad, a la solidaridad, al internacionalismo antiimperialista; su reivindicación del socialismo, de Martí, su creativa apropiación del marxismo y de la tradición leninista; su advertencia de que la osadía de los pueblos que quieren crear un mundo nuevo inevitablemente será castigada por la derecha con un atroz escarmiento y que para evitar tan fatídico desenlace es imprescindible concretar sin demora las tareas fundamentales de la revolución, todo esto, en suma, constituye un acervo esencial para el futuro de las luchas emancipatorias de nuestros pueblos.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/5454-el-legado-de-fidel-por-atilio-a-boron

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Boaventura de Sousa: “Hay que repensar cuanto antes la política de izquierda”

Entrevista a Boaventura de Sousa

Por: Sergio Segura

Boaventura de Sousa Santos es autor de varios libros, entre los que se destacan Epistemologías del sur y Hacia una sociología de las ausencias y de las emergencias; en ellos cuestiona la epistemología occidental dominante y los contextos culturales de la “producción y reproducción del conocimiento”. Parte de sus aportes académicos han estado orientados a acompañar diversos movimientos sociales latinoamericanos. Lanzas y Letras y la Fundación Rosa Luxemburgo retoman este diálogo dado en el cono sur sobre el panorama político de América Latina, las izquierdas europeas y el análisis de perspectivas organizativas cimentadas desde los movimientos populares.

¿Cómo se ven las organizaciones sociales latinoamericanas desde Europa?

En Europa tenemos otra noción del territorio, porque Europa se ha aprovechado del saqueo, de los recursos naturales. Ahí tenemos otros problemas, no solo la explotación capitalista sino la dominación colonial y patriarcal. En Europa el colonialismo no surge por el territorio sino por el racismo, ahora más con todos los inmigrantes y refugiados; es una vergüenza, es lo peor de la trayectoria colonialista de Europa.

Los movimientos sociales a veces excluyen el colonialismo; con el movimiento de Los Indignados (también llamado Movimiento 15-M por las protestas en España desde 2011) hicimos reuniones en España y Dinamarca, y nos dimos cuenta que los movimientos de lucha contra el capitalismo rara vez incluyen a los inmigrantes, y mucho menos a los que buscan asilo político; son invisibles, son los otros ausentes, son los indígenas de Europa, no son considerados como sujetos políticos. En Europa tienes el racismo como forma de colonialismo combinado con capitalismo y naturalmente con patriarcado. En América Latina, en India y en África el problema es por territorio, claro que hay otros problemas como el de las mujeres o la economía informal, pero la cuestión del territorio surge porque realmente es un problema planetario.

Este neoliberalismo es de raíz financiera, pero busca la especulación con una forma de acumulación primitiva. Como decía Rosa Luxemburgo, esa es una constante del capitalismo, no una fase del capitalismo, y hoy se manifiesta con el saqueo del territorio mucho más intensivo que el colonialismo, porque la maquinaria que no existía en el tiempo colonial permite hoy saquear los recursos de una manera más intensa: despojo, desplazamiento de poblaciones, expulsión de la gente. Estuvimos en Mozambique y en Zimbabue y es lo mismo, pero con diferentes perfiles. En África no tenemos el problema indígena, porque todos son indígenas, por así decirlo. En cada país la tierra funciona de manera distinta porque el colonialismo fue distinto. En América Latina la independencia fue obtenida por los hijos de los colonos, en África son pueblos originarios los que conquistaron la independencia, son problemas distintos.

sou1¿Qué posibles diálogos pueden existir entre las izquierdas europeas y las de América Latina?

Parte de mi trabajo los últimos 10 años ha sido en la crítica radical a las izquierdas europeas para refundarlas, reinventarlas; por otro lado, aprovechar todas las energías que surgieron en este continente los últimos 15 años. Hubo una izquierda que se mantuvo con un carácter genuino de búsqueda de socialismo; la gran mayoría, sobre todo los socialdemócratas, se vendieron al capitalismo, a la llamada ‘tercera vía’, en el caso del Partido Laborista inglés. En Alemania es un desastre porque prácticamente la izquierda no existe. Los socialistas que están en el poder no ofrecen ninguna política novedosa para Europa, los socialistas alemanes son los que han sido más duros con los países del sur de Europa, con la izquierda de Syriza en Grecia, por ejemplo. Eso es muy difícil de entender. Pero ahí viene la renovación desde dos factores: el primero es que los jóvenes que estaban formados para la política socialdemócrata, que no contribuye en nada a ninguna perspectiva socialista o poscapitalista en Europa, pasaron algún tiempo en América Latina con los gobiernos progresistas de Venezuela, Bolivia, Ecuador, también Brasil, y aprendieron mucho de este continente, aprendieron no solo a mantener la idea del socialismo del siglo XXI, sino también formas de democracia participativa. Esto fue lo que de alguna manera pasó a ser utilizado por los jóvenes inconformes con los socialdemócratas, por ejemplo en España con los consejos de ciudadanos de Podemos, con algunos problemas que se pueden discutir; también está Syriza, una trayectoria propia de una disidencia del partido comunista; por la misma línea está el bloque de izquierda en Portugal. Son partidos que están buscando reinventar la izquierda a través de alianzas e interconocimientos que han sido originados en América Latina.

Europa realmente no tiene nada que enseñarle al mundo, tampoco puede aprender por la tradición colonialista que tiene, pero algunos jóvenes como Los Indignados, entre otros movimientos, han intentado aprender con la experiencia latinoamericana. El problema con estas experiencias es que muchos partidos se olvidaron de la renovación política debido al modelo de desarrollo que se seguía, el único que lo intentó fue Hugo Chávez, pero de una manera muy carismática; ya sabemos que todo poder carismático depende del líder, y cuando el líder se va el poder se queda en vacío. Así pasó en Venezuela por la debilidad de las instituciones y los movimientos sociales, toda la movilización de izquierda vino desde arriba, al contrario de lo que pasó en Brasil y Argentina.

En este momento estamos en una fase de reflujo en América Latina y en Europa con algunas novedades, por ejemplo, el hecho de que en Portugal en este momento tengamos un gobierno de izquierda donde el partido socialdemócrata ha abandonado la tercera vía y se ha aliado con los comunistas y con el bloque de izquierda, donde está la izquierda socialista que es luxemburguista. Entonces está el aprendizaje desde el sur y el temor a la derecha revanchista, o a la extrema derecha como en Polonia, Hungría, Alemania. Ante el temor a la extrema derecha, la izquierda se está uniendo; por eso es que tenemos este gobierno en Portugal, por el temor de tener cuatro años más de una derecha totalmente revanchista que quería destruir todo lo que habíamos conquistado en los últimos 40 años.

De acuerdo a tus textos, tienes críticas al Estado-Nación, a la vez aprecias la construcción de un ‘Estado plurinacional’ en países de América Latina. ¿Qué saldo organizativo proyectan estas experiencias? Frente al actual giro conservador, ¿cuál es tu balance de la relación Estado-movimientos sociales?

La política de izquierda hay que repensarla cuanto antes. No es fácil, en algunos países es muy difícil porque los partidos de izquierda generaron sectarismo interno que liquida la disidencia. Quien tiene la posición crítica es echado o silenciado. Es necesario repensar la lógica de partido como existe. Los partidos, de ninguna manera, pueden tener el monopolio de la representación, hay que encontrar otras formas desde la democracia participativa, de los ciudadanos, de los movimientos sociales, tienen que tener una palabra fuerte de la renovación política. Hay que crear otras figuras políticas, eso es algo que está por hacer. Por otro lado, pienso que casi todos los gobiernos se vendieron a un modelo de desarrollo que acompañaron con una incidencia histórica que pareció muy buena pero que al final fue desastrosa.

El hecho de que la avanzada de los precios internacionales coincidiera con estos gobiernos y que pudieran tener alguna plata, sin cambiar la estructura de poder, sin cambiar las jerarquías sociales, sin cambiar la estructura de clase, sin cambiar el Estado, que podía generar alguna redistribución social, con algunos casos significativos como el de Brasil donde más de 45 millones de personas salieron de la pobreza… eso no se puede olvidar.

El costo social fue muy grande para los pueblos indígenas y campesinos, no fue un sistema sostenible porque estaba basado en los precios internacionales, no se luchó para que hubiera, por ejemplo, una reforma fiscal. Los ricos siguieron sin pagar impuestos y vemos que su plata está en los paraísos fiscales. Si esa plata pagara impuestos tendríamos salud para todos, educación de buena calidad. Esta izquierda va a tener que refundarse, básicamente porque la que hubo en la última década no es sostenible, después de la crisis interna en algunos casos hubo corrupción, con todo lo que puedas imaginar, por eso exige una renovación. En algunos países van a surgir partidos nuevos, en otros no es posible pero quizás hay partidos que se van a refundar. Algo dramático tiene que ocurrir. A menos que la derecha revanchista sea tan revanchista que gobierne de una manera tan desastrosa que los gobiernos de izquierda puedan volver rápidamente sin reconstruirse, ahí podemos tener un periodo de estabilidad a corto plazo.

Desde las ciencias sociales hay abordajes que obturaron el diálogo con los procesos sociales comunitarios que asumieron su opción por los gobiernos progresistas, con términos como “populismo”. ¿Qué desafíos quedan de este diálogo entre saberes académicos y saberes populares, conceptos que trabajas durante tu trayectoria investigativa?

Esos términos en América Latina son parte del debate, porque ya había una trayectoria en ese sentido. El concepto de ‘progresismo’ debería ser una cosa positiva, pero ahora es una mala palabra para muchos compañeros y colegas de izquierda con quienes tenemos algunas divergencias. El populismo en América Latina, sobre todo en Argentina, un patrimonio intelectual debido al trabajo de Ernesto Laclau, no se ha aceptado mucho fuera de Argentina, porque no es una buena hipótesis para hablar de lo popular.

Lo nacional-popular es una posición que toma un gobierno por ‘los de abajo’ y que tiene algún respeto por la soberanía nacional; pero allí puede haber fascismo y también clases de abajo, por eso se puede hablar de lo nacional-popular como se pudo hablar en Bolivia con el libro de René Zabaleta Mercado. Hablar de populismo se transformó en una manera de estigmatizar la izquierda por parte de la derecha, entonces cuando se dice que la derecha es populista es un elogio para ellos, no les molesta que les llamen populistas, cuando dicen que la izquierda es populista es para decir que la izquierda no es creíble. Ahora, todos los intentos por mejorar la vida de la gente, de defender derechos, son considerados populistas. El populismo es una trampa, se volvió en contra de quienes crearon la teorización del populismo. Discutí con Ernesto Laclau y con Chantal Mouffe (intelectuales posmarxistas) que nunca fue un significante vacío sino un significante vaciado, yo por eso prefiero los significantes dudosos, mejor lo nacional-popular que el populismo.

sou2¿Qué opinión te suscita la coyuntura colombiana en el marco de las ‘pedagogías de paz’ para darle fin al conflicto armado que aqueja al país hace más de medio siglo?

Desde los años 90 empecé a trabajar en Colombia, me apasiona. Fue un periodo de tanta violencia… pero también de mucha creatividad de los movimientos sociales. Durante un proyecto en el que estaba mataron a 15 padres jesuitas del CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular); a cada momento que matan a un cura otro movimiento surge, con otra gente, por los derechos humanos. Es fabulosa la energía del país. Los movimientos sociales son la esperanza de Colombia, hay un Congreso de los Pueblos que está siendo representado en varios países. Hay que hacer pedagogía de paz como alternativa contrahegemónica porque [el presidente, Juan Manuel] Santos ya hizo su pedagogía de paz, que es sacar a la guerrilla para profundizar la minería. Para mí simplemente es así.

Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), por su naturaleza política, hicieron un proceso de negociación muy cerrado en La Habana (Cuba), sin gran participación popular de las comunidades. El ELN (Ejército de Liberación Nacional) es distinto, quiere que sea un proceso de más participación social, de asambleas populares, movimientos sociales; no sé si lo va a lograr, pero la idea de una pedagogía de paz contrahegemónica me parece importante, no solamente para Colombia sino para todo el continente, porque vamos a tener guerras de baja intensidad que ya están emergiendo, y “baja” entre comillas en muchos territorios, porque se trata de masacres de pueblos indígenas, entre otros.

La afectación del nivel de vida en Argentina ha sido considerable tras el cambio de gobierno, al igual que la represión. ¿Qué retos enfrentan las organizaciones sociales que están en la oposición? ¿Cómo se puede dar la discusión de los “derechos que se perdieron”?

El gobierno de Mauricio Macri entró a hacer una ruptura con todo el periodo anterior, esto creó perplejidad entre los movimientos, se quedan paralizados sin saber cuál va a ser el contexto político, sin claridad de cuáles son los aliados, enemigos o adversarios. Aquí surgen muchas diferencias, pero también hay avances. Hace un par de años, por ejemplo, la cuestión indígena no se discutía en Argentina, ni negros ni indios. Hoy en día al menos se reconoce que son invisibles y están marcando una agenda a partir de su exclusión, que como digo normalmente, son exclusiones radicales; en sus territorios no hay derechos porque hay apropiación violenta, muerte y saqueo. Es difícil, porque a veces viven en zonas remotas que los pobladores urbanos no conocen. Lo más importante de los encuentros de organizaciones es que se conozcan, que estén intercambiando ideas.

Yo creo que hay que recuperar los derechos. No hay una zona de derechos en nuestras sociedades coloniales sino, insisto, una zona de no-derechos, de gente que está en zonas de despojo, de violencia, de apropiación. Frantz Fanon, un gran teórico que me gusta bastante, le llamaba “zonas de no-ser”: no existen. Ahora entra un gobierno de derecha que dice que los trabajadores tenían demasiados privilegios, y que hay que rebajar todos los derechos, en Portugal fue así, a punto de intentar eliminar lo que llamamos ‘la concertación social’, que es negociación colectiva de contratos, como están haciendo en los Estados Unidos, contratos individuales entre el patrón y el empleado, un fascismo sobre la forma contractual, porque son dos personas que no tienen el mismo poder; si no acepta las condiciones del patrón, ¿qué va hacer? Tenemos que ver que esos derechos tienen que ser recuperados, no hay otra forma de luchar por eso, y eso es muy difícil porque el capitalismo financiero que tenemos hoy logró transformar el trabajo en un recurso global, pero prohibió la posibilidad de un mercado global de trabajo: los sindicatos no se pueden unir, los trabajadores no se pueden organizar, hay federaciones mundiales pero no hay eficacia en ninguna en este momento. Cada vez hay más trabajadores pero cada vez menos identidad obrera; sin embargo, Argentina tiene mucha, estuve en una universidad creada por sindicatos, la única en el mundo que conozco. El sindicalismo está vivo, dividido por cierto, pero están intentando ver que realmente se necesita más unidad. El problema es cuando olvidamos los derechos de los indígenas, cuando no diferenciamos las clases sociales y se homogenizan las lógicas de las diferentes luchas, en sus diferentes tiempos y con sus diferentes alcances.

¿Cuáles son los resultados de los talleres realizados en diferentes partes del mundo como parte de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales?

Han participado diferentes intelectuales comprometidos, que son minoría, porque la mayoría son movimientos diversos. Ha sido significativo que las personas hablan de manera abierta, y nos damos cuenta de las diferencias y de las convergencias, hablan sin tutela ni conocimientos privilegiados. Los talleres son una manera muy simple de contribuir a una visión más amplia entre movimientos, se invierte tiempo y dinero porque tenemos como objetivo un cambio político, transformador, emancipador. Es importante que la gente vea que detrás de esto no hay grandes organizaciones, por eso las síntesis que hacemos son novedosas, porque dependen de los contextos específicos.

Fuente: http://www.marcha.org.ar/hay-que-recuperar-los-derechos-en-argentina-boaventura-de-sousa-santos/

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Inversión sostenida en ciencia y tecnología para crear riquezas. El mensaje de Salvador Moncada

Por: Salvador Moncada

Un logro relevante es el Programa de Jóvenes Talentos desarrollado desde 1997 en la Facultad de Ciencias Naturales y Matemática de la Universidad de El Salvador.

Uno de los más destacados científicos del mundo en las ciencias bionaturales en las últimas cuatro décadas, el Dr. Salvador Moncada, formado en la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador en la década del sesenta, regresó a nuestro país donde vivió de los 4 a los 27 años. Nos dijo que necesitamos invertir en ciencia y tecnología de manera sostenida en las próximas décadas para crear riqueza y salir progresivamente de la pobreza. Este es un extracto de su ponencia.

En la conferencia pronunciada en la Universidad de El Salvador el lunes recién pasado –“América Latina: Retos y Perspectivas en la Sociedad del Conocimiento”–, el Dr. Moncada dijo que en el mundo de hoy crecientemente interconectado con casi la mitad de la población mundial conectada al internet, es mucho más fácil el acceso a la información y la interacción y cooperación científica. “La digitalización de la información y el internet han facilitado la aplicación del conocimiento a la actividad económica, volviéndose un factor predominante en la creación de riqueza”.

Efectivamente, “las conexiones de la gente, a través de canales formales e informales, comunidades de la diáspora, redes globales virtuales y comunidades profesionales de intereses compartidos, son importantes impulsores de colaboración internacional”, mientras países como China, India y Brasil ofrecen oportunidades para que los estudiantes talentosos en el exterior regresen después de graduarse a trabajar en sus países.

Esto llevó a Moncada y a varios de sus colegas hondureños a crear Honduras Global, la red de conocimiento para el desarrollo cuyo objetivo es identificar y conectar hondureños altamente calificados a nivel mundial con el fin de promover la transferencia de conocimientos y fomentar la innovación y el desarrollo científico, tecnológico y empresarial en Honduras. Un embrión de esta red ha dado inicio en El Salvador, debiendo potenciar El Salvador Global.

La inversión en el desarrollo de la ciencia se hace a través del gobierno, de los privados y de la cooperación internacional. Y las etapas de dicho desarrollo son el entrenamiento, el desarrollo de infraestructura, buenas condiciones para retornar, y redes y más redes de trabajo.

El gasto global mundial en investigación y desarrollo en 2013 ($1.48 trillones) respecto a 2007, creció más rápido (30.5%) que la economía global (20.1%), mientras Latinoamérica gasta solo 0.82% del producto interno bruto mundial frente a 2.63% de Norteamérica, 1.95% Oceanía, 1.89% Asia y 1.76% Europa. Y por cada millón de habitantes, hay 4,820 investigadores en Argentina, 1,440 en Chile, 850 en Cuba y 840 en México. Mientras 40.8% de las mejores universidades del mundo está en Europa, 34.6% en Norteamérica y 21.6% en Asia/Pacífico, solo 2.2% se encuentra en Latinoamérica.

Tres grandes recomendaciones generales nos dejó Moncada: 1. Los gobiernos nacionales necesitan mantener la inversión en la base de la ciencia para asegurar la prosperidad económica. 2. Las actividades y colaboración internacional deben de estar enraizados en la ciencia nacional y en estrategias innovadoras. 3. El compromiso con los esfuerzos de investigación multinacional y con la adquisición de infraestructuras no deben ser vistos como blancos fáciles de recortes durante períodos de turbulencia económica.

Un logro relevante es el Programa de Jóvenes Talentos desarrollado desde 1997 en la Facultad de Ciencias Naturales y Matemática de la Universidad de El Salvador de atención a estudiantes sobresalientes de los niveles básicos y medio del sistema educativo nacional en San Salvador, y desde 2006 en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente. Prueba del éxito de dicho programa es el historial creciente de medallas de nuestros estudiantes en las olimpiadas centroamericanas, iberoamericanas e internacionales de matemática, física, química y biología, disputándose dos décadas después, los primeros lugares. Hasta hace 28 meses su director fue el actual ministro de Educación.

Otros dos logros importantes son la creación, desde el gobierno anterior, del Viceministerio de Ciencia y Tecnología, y desde hace un mes, de la sede regional del Consejo Internacional de Ciencias para América Latina y el Caribe para los próximos 5 años, en El Salvador. A ambos logros debemos sacarle el mejor provecho.

La excelente Facultad de Medicina de los tiempos de Fabio Castillo y María Isabel Rodríguez sentó las sólidas bases académicas y de investigación que le permitieron al talentoso médico e investigador centroamericano continuar su formación en las mejores universidades y centros de investigación europea. Y después, conquistar las estrellas… Gracias, Salvador, por regresar nuevamente a tu país del que no solo llevas su nombre, sino también especiales recuerdos y afectos de toda la vida.

Fuente: http://www.laprensagrafica.com/2016/10/20/inversion-sostenida-en-ciencia-y-tecnologia-para-crear-riqueza-el-mensaje-de-salvador-moncada

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Reseña de Libro: Movimiento indígena y educación intercultural en Ecuador .

María Isabel González Terrero.
Colección Becas de Investigación.
ISBN 978-607-4919-4
CLACSO. Universidad Nacional Autónoma de México.
México D.F..
Noviembre de 2011
 

Aunque el tema de los movimientos indígenas ha sido muy estudiado en los últimos años, tanto en América Latina como en todo el mundo, la mayoría de esos estudios se han centrado en los temas de la lucha por la tierra y el territorio, o en sus demandas políticas. En cambio, el tema de la educación, propuesta e implementada por esos movimientos, ha sido mucho menos problematizado e investigado. Y ello, a pesar de que según esos mismos movimientos indígenas, la educación es uno de los espacios privilegiados de definición del tipo de nación, de Estado y de sociedad, que cada grupo humano desea construir como su marco de convivencia social general. Siguiendo esta pista fundamental de los diversos proyectos de educación reivindicados por las comunidades indígenas en lucha, este estudio se centra en el caso de los conflictos y disputas que en Ecuador, se han generado como resultado de los esfuerzos y conquistas prácticas de las organizaciones indígenas, frente, tanto a las inercias de la obsoleta educación tradicional, como a los embates y la resistencia de los diferentes gobiernos.

Fuente: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/becas/20120417111214/Movimiento.pdf
Imagen: http://www.clacso.org.ar/clacso/novedades_editoriales/img_tapas/644_Tapa.gif
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Problemas de la paz y la guerra en el capitalismo actual

Por: Atilio Borón

Se me ha pedido que comparta con ustedes algunas observaciones sobre el tema de la paz y la guerra en el capitalismo actual. Es, sin duda, un asunto de la mayor importancia porque el capitalismo estuvo desde su nacimiento asociado a la guerra y al arte militar. Diversos escritos de Marx y Engels así lo confirman, tanto como sus cuidadosos seguimientos de las guerras en curso dentro y fuera del continente europeo. En su Introducción General a la Crítica de la Economía Política, de 1857, Karl Marx nos dice que “la guerra se ha desarrollado antes que la paz: mostrar la manera en que ciertas relaciones económicas tales como el trabajo asalariado, el maquinismo, etcétera, han sido desarrollados por la guerra y en los ejércitos antes que en el interior de la sociedad burguesa.”1 De los dos jóvenes amigos fue Friedrich Engels quien se especializó en el estudio sistemático de la problemática militar. Este, a quien por su pasión por las cuestiones de la guerra Marx lo había apodado como “el general”, dejó innumerables escritos dispersos a lo largo de su obra que son una fuente fundamental de reflexión sobre el tema que nos ocupa.2

Va de suyo que no será el objetivo de esta presentación indagar en las reflexiones de Marx y Engels sobre la materia. Tampoco haré un examen del corpus de teorizaciones en torno a la guerra surgido al calor de la Primera Guerra Mundial, en donde Lenin, Trotksy, Rosa Luxemburg, Kautsky y, más tarde, Gramsci, se refieren extensamente al tema. El propósito de esta intervención está fuertemente signado por las exigencias que impone la coyuntura y, por consiguiente, me limitaré a invitar a los lectores y a quienes están aquí presentes a incursionar en esos escritos militares de los padres fundadores y de las principales figuras del marxismo clásico. En todo caso será suficiente señalar aquí que en la medida en que la tradición marxista coloca en el centro de la dinámica histórica el enfrentamiento social era tan sólo lógico que sus análisis sociológicos y económicos terminaran refiriéndose, de una u otra manera, a la guerra social, desarrollada abierta o encubierta. Por eso en el célebre Manifiesto del Partido Comunista Marx y Engels hablan de “la guerra civil más o menos encubierta” que se desarrolla en las sociedades burguesas y de ahí también la permanente referencia a los escritos sobre la guerra de Carl von Clausewitz, el más importante teórico de la guerra en aquellos tiempos.3

Dicho lo anterior vayamos al grano.

I. Caracterización de la fase actual del capitalismo: la tercera ola de la expansión imperial.

La expansión/mundialización del modo de producción capitalista es un rasgo estructural de este sistema económico. Adquiere un impulso especial luego de la Segunda Revolución Industrial que, a mediados del siglo diecinueve, modificó radicalmente el panorama de los transportes y los medios de comunicación. La revolución en la navegación y el ferrocarril, y la telegrafía sin hilos dieron un nuevo impulso al comercio mundial y a la expansión territorial del capitalismo. Poco más de un siglo después, en la época actual, las telecomunicaciones, la Internet y los avances en los transportes aéreo, marítimo y terrestre producirían idénticos resultados pero en una escala incomparablemente mayor.

Hoy estamos inmersos en lo que apropiadamente podría llamarse “la tercera ola” de la expansión imperialista. La primera tuvo su origen como colofón de la Segunda Revolución Industrial y logró que las principales potencias coloniales europeas se repartiesen el mundo, pillaje consagrado y legalizado en la Conferencia de Berlín de 1884-85 que si bien tuvo como eje de las discusiones el desmembramiento de África también tuvo implicaciones para el resto de los países que luego serían denominados como el Tercer Mundo. Las consecuencias de esta división criminal e irresponsable la sufren muchos pueblos hasta el día de hoy. La tragedia que enluta a muchos países africanos y al Medio Oriente tiene en esa conferencia una de sus causas más significativas. Esta primera ola de expansión imperialista culmina con la carnicería de la Primera Guerra Mundial, el derrumbe de cuatro imperios: el Zarista, el Alemán y el Austro-Húngaro y, en cámara lenta, el Otomano; y nada menos que con el triunfo de la Revolución Rusa, abriendo una nueva etapa en la historia universal.

Lo que sigue no es la paz sino un armisticio. Para algunos autores, como Immanuel Wallerstein en varios de sus escritos, en realidad no hubo dos guerras mundiales sino una, con una tregua de dos décadas hasta que, realineadas las fuerzas y las alianzas, se produjo la batalla definitiva en lo que normalmente se reconoce como la Segunda Guerra Mundial. Si en la anterior cayeron cuatro imperios, en esta se derrumbaron los dos que quedaban en pie: el imperio británico y el francés, sobreviviendo en extrema precariedad aventuras imperiales marginales como la de los belgas y los holandeses. La Segunda Guerra Mundial, además, observó el imprevisible y hasta increíble fortalecimiento de la Revolución Rusa, que no sólo había sobrevivido a los horrores de la guerra civil y la invasión por una veintena de ejércitos de las “democracias occidentales” dispuestas a hacer lo que fuere necesario para acabar con la peste soviética sino que su protagonismo fue decisivo para derrotar al Nazismo. No sólo eso: con la derrota de las potencias del Eje se hundió también la vieja y compleja estructura del sistema internacional cuya potencia integradora era el Reino Unido para dar lugar a una más simplificada, de carácter bipolar y que enfrentaba en la cúspide a dos potencias y sus aliados y vasallos: Estados Unidos y la Unión Soviética.

La redistribución del poder económico, político y militar internacional unida a la fenomenal destrucción de vidas humanas, territorios y fuerzas productivas provocada por la conflagración no podía sino dejar profundas huellas en la conciencia de la época, especialmente si se tiene en cuenta que fue en ese marco cuando se realizaron los dos mayores atentados terroristas de la historia universal: el bombardeo atómico sobre las indefensas ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Suele decirse que la segunda posguerra abriría el capítulo más esplendoroso de la historia del capitalismo, el famoso “cuarto de siglo de oro” transcurrido entre 1948 y 1973. Fue en ese breve lapso que, según la recientemente fallecida teórica marxista Ellen Meiksins Wood, el capitalismo dio lo mejor que podía ofrecer: expansión de la ciudadanía, de los derechos sociales y laborales, construcción de regímenes democráticos, fortalecimiento de las organizaciones populares, de los sindicatos, de los partidos comunistas. Ese período llegó a su abrupto fin a mediados de los setentas con el auge del neoconservadurismo en los países desarrollados y la implantación de sangrientas dictaduras militares en casi toda América Latina y, tal como lo asegurara Meiksins Wood, ya no volvería a repetirse. Con la desintegración de la Unión Soviética el capitalismo retornó a su normalidad y las antiguas conquistas fueron o bien suprimidas de plano o severamente recortadas, al paso que las democracias burguesas fueron sufriendo una perversa metamorfosis que las convirtió en vergonzantes plutocracias. La soberanía popular europea descansa en los tentáculos de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) que saca y pone gobiernos a su antojo, como lo demuestran varios casos, siendo Grecia el más resonante de todos, aunque lejos de ser el único. En otras palabras, si la dominación del capital admitió aquellos avances en materia de derechos ciudadanos y organización democrática fue debido a la presencia amenazante de la Unión Soviética y el peligro de un “contagio” con el “virus ruso” que diera por tierra los regímenes burgueses imperantes en la época.

Pero como lo recuerda en su notable obra el historiador catalán Josep Fontana entre el fin de la Segunda Guerra y el inicio del “cuarto de siglo de oro” hubo tres años terribles. La URSS perdió 27 millones de vidas, especialmente de varones jóvenes. La ocupación alemana arrasó 1.710 ciudades y unas 70.000 aldeas. Alemania y Japón vieron destruido gran parte de sus territorios por los bombardeos. Y a esta devastación se sumó el hambre, producto de la destrucción de la agricultura, la sequía que arruinó las cosechas de 1946 y el inusualmente frío invierno de 1946-1947. “A los millones de muertos causados por la guerra” –observa Fontana- “habría que sumarles otros millones de víctimas de las grandes hambrunas de 1945 a 1947.” 4

Un tendal que sumando las gentes que murieron no sólo en el escenario europeo sino también en el asiático, sobre todo a causa de los horrores de la ocupación japonesa, se llega fácilmente a unos 100 millones de personas sacrificadas en el altar de la tasa de ganancia del capital. Este fue el necesario preámbulo de aquellos años “gloriosos” de 1948-1973, que coincidieron con la veloz expansión del imperialismo norteamericano a escala planetaria, cuyos orígenes se remontan a su expansión en la región centroamericana y caribeña en las postrimerías del siglo diecinueve y, sobre todo, a su secuestro de la victoria cubana sobre el colonialismo español en 1898. Después de la SGM con el Reino Unido y Francia desbaratados, sus colonias en franca rebeldía y sin rivales a la vista, la expansión imperial norteamericana parecía que no conocería límites. Esta fue la segunda ola imperialista, que coincide en términos generales con los “años gloriosos”. Sólo que con la recuperación europea y japonesa, visible desde los años sesentas, el paisaje del imperialismo comienza a reconocer múltiples banderas y no sólo la de las estrellas y barras de Estados Unidos. Las transnacionales norteamericanas poco a poco comenzaron a verse desafiadas por la rápida aparición de grandes conglomerados corporativos de origen europeo y japonés primero, y luego de otros países, principalmente Corea del Sur.

La segunda ola imperialista culminó con el abandono del keynesianismo, el retorno de la ortodoxia (al decir de Raúl Prebisch), el auge de la globalización neoliberal impulsada por los enormes avances tecnológicos en el campo de la informática, las telecomunicaciones y el transporte. Todo esto en un clima conservador orquestado por un formidable tridente reaccionario compuesto por Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Papa Juan Pablo II. Al finalizar la década de los ochentas se derrumba el Muro de Berlín y, poco después, se desintegraría la Unión Soviética. Parecía entonces que la victoria de Occidente estaba asegurada y así algunos intelectuales y académicos estadounidenses, de pensamiento rápido que se mueve en la superficie de las cosas, concluyeron que había llegado la hora del “nuevo siglo (norte)americano” y que de ahora en más la estructura del sistema internacional sería “unipolar”. Ni lerdos ni perezosos las corporaciones y las agencias del gobierno federal comenzaron a alimentar financieramente a una fundación creada con el objeto de elaborar la hoja de ruta de ese nuevo siglo que aparecía como tan propicio para Estados Unidos. Centenares de académicos, expertos e intelectuales se dieron a la tarea de diseñar los contornos de tan promisoria jornada. Bill Clinton, en compañía de sus mayordomos británicos hizo lo suyo: desmontó las últimas piezas que quedaban en pie de las regulaciones financieras y creó el mundo soñado por Wall Street y la City londinense. Parecía, efectivamente, que todo estaba bajo control. El ALCA no era sino la manifestación hemisférica de este proceso de reorganización global de un imperio sin rivales.

Pero, como lo dice Rubén Blades, “la vida te da sorpresas” y vaya si las tuvo Washington. Primero que nada, en medio de estos himnos y cantos de alegría por el nuevo siglo americano se producen los atentados del 11 de Septiembre, el primer ataque en territorio norteamericano en casi dos siglos. Recuérdese que Estados Unidos había participado en las dos guerras mundiales sin que un tiro se disparase en su territorio. Súbitamente el país cayó en la cuenta de su terrible vulnerabilidad, y que el enorme presupuesto militar no garantizaba su inviolabilidad. Si militarmente Estados Unidos dejaba de ser inexpugnable, el vertiginoso ascenso de China –no inesperado pero sí prematuro, según los analistas del imperio, que lo estimaban para el año 2030 aproximadamente- junto con el inquietante retorno de Rusia a los primeros planos de la política mundial, la impetuosa entrada de la India en los asuntos internacionales y la consolidación de una serie de potencias regionales como Brasil, Sudáfrica, Indonesia, Corea del Sur y Turquía configuraron un escenario global muchísimo más desafiante que el de la era bipolar. Porque ahora, con la desintegración de la Unión Soviética y los avances de la informática la no proliferación nuclear se convertía en una quimera, y la “seguridad nacional” de los Estados Unidos demostraba ser más incierta que antaño.

Es en este escenario que la liberalización financiera y comercial, junto con la violenta aplicación de las políticas neoliberales en casi todo el mundo dio lugar al tercer ciclo de expansión imperialista, que precisamente cobra impulso en la década de los noventas y que continúa hasta nuestros días, incorporando profundamente como cotos de caza del capital imperialista a regiones y países otrora vedados a sus ambiciones: Rusia, los países del Este europeo, China, Vietnam, todo lo cual permite hablar de un imperialismo recargado y estimulado por nuevos horizontes en los cuales desarrollar sus proyectos. Varios son los signos distintivos de este tiempo, pero quisiera llamar la atención sobre dos. En primer lugar, el acelerado ritmo de concentración de la riqueza en todos los países desde China a Estados Unidos, sin ninguna relevante excepción. Esto ha sido denunciado recientemente por Oxfam en su reporte ante el Foro Económico Mundial de Davos al señalar que según estimaciones oficiales al momento actual el 1 por ciento más rico de la población mundial detenta el control del 51 por ciento de la riqueza del planeta, es decir, más que lo que posee el 99 por ciento de la población mundial.5 En línea con lo anterior, un estudio realizado bajo los auspicios de la Universidad de Zurich ha demostrado que 147 mega corporaciones controlan el 40 por ciento de la riqueza del planeta.6 La segunda seña de identidad de la fase actual ha sido la intensificación de la carrera armamentista, el surgimiento de varias zonas de extrema tensión bélica y el aumento en el número de guerras y de sus víctimas. Hay en la actualidad tres puntos calientes en el sistema internacional: el polvorín del Medio Oriente, infame consecuencia de la rapacidad de Estados Unidos y sus compinches europeos que no han hesitado un minuto en destruir países enteros (Líbano, Siria, Irak, Libia, entre los más recientes) con tal de apropiarse de su petróleo, que es lo único que les interesa. Han desencadenado una serie de dramas humanitarios como el mundo no había visto desde fines de la SGM. Segundo punto caliente: Ucrania y su extensión en Europa del Este, en donde el afán de la Casa Blanca y la Unión Europea de contener al “oso ruso” (¡que no soviético!) ha llevado a promover un golpe de estado en aquel país, con el activo protagonismo del Departamento de Estado en la persona de su Subsecretaria, Victoria Nuland, y desplazar las tropas de la OTAN hacia la propia frontera ruso-ucraniana. Esto pese a que cuando se derrumbó la URSS los líderes de las “democracias” occidentales juraron solemnemente que la OTAN “no se movería ni una pulgada en dirección al Este.” Se movieron varios centenares de kilómetros. El tercer punto caliente se localiza en el Mar del Sur de la China, rico en petróleo, y que es un territorio en disputa entre varios países: China, Japón y Vietnam, entre los más directamente involucrados. Esta es una situación que puede fácilmente salirse de control, al igual que las ya señaladas y de una gravedad especial: Washington puede reaccionar tibiamente ante una invasión de Rusia a Ucrania, o una retaliación de Moscú a Turquía por el derribo del avión ruso. Pero no puede sino reaccionar con toda su fuerza si China, el segundo presupuesto militar del planeta, decidiera atacar a Japón.

En resumen, esta fase, tercera en la historia de la expansión imperialista, presenta como todas las demás la guerra como su necesaria contrapartida. Esta lacerante realidad demuestra, por enésima vez, los errores de la teoría del super-imperialismo, o ultraimperialismo, desarrollada en primer lugar por Karl Kautsky y continuada por muchos de sus seguidores contemporáneos que insisten en rechazar la tesis de que el imperialismo podría hoy, no necesariamente en el pasado pero sí hoy, desembocar en una guerra entre potencias capitalistas. Pese a su glorioso pasado soviético Rusia lo es, y con sus peculiaridades, también lo es China. Y para los más recientes documentos del Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos Rusia es, explícitamente, el enemigo a derrotar. Aparte de ello hay que tener en cuenta que aún durante los años del bipolarismo Estados Unidos-Unión Soviética, las guerras proliferaron sin cesar en la periferia del sistema, y en la actualidad el panorama lejos de haber mejorado no hizo sino agravarse.

II. Factores explicativos

¿Cómo entender esta delicada situación actual? Sucintamente hablando, y a riesgo de simplificar demasiado esta presentación, digamos que hay tres rasgos del sistema internacional que pueden ofrecer algunas claves interpretativas para comprender esta escalada guerrerista.

En primer lugar, la inestabilidad del equilibrio geopolítico mundial es un elemento de decisiva importancia. Uno tras otro los diversos documentos elaborados por los organismos militares y de inteligencia de Estados Unidos insisten en señalar que el nuevo escenario mundial está erizado de amenazas a la seguridad nacional y que, en consecuencia, el país debe prepararse para varias décadas de guerras. La paz es algo que ni se menciona en estos documentos; el supuesto básico es la continuación indefinida de la guerra, sea de carácter “preventivo”, como lo planteara George W.Bush; sea de tipo “retaliatorio” ante un ataque a los Estados Unidos, a sus aliados o a sus ciudadanos. El multipolarismo actual es un formato del sistema internacional relativamente novedoso. Hubo en el pasado algo que se llamó “Concierto de Naciones” pero era un sistema exclusivamente europeo: ni Estados Unidos, ni Japón y menos aún la China tenían parte en esos acuerdos que perduraron desde la paz de Westfalia (1648) hasta su estrepitoso derrumbe con la Primera Guerra Mundial. Durante esos casi tres siglos ningún país extra-europeo tenía algo que decir en las mesas de negociaciones. Hoy es muy diferente, porque las potencias extra-europeas han empequeñecido a la declinante y decadente Europa y los consensos difíciles del pasado, entre naciones que compartían básicamente una misma cultura, son muchísimo más difíciles de lograr en la actualidad cuando quienes toman parte de la discusión son naciones y gobiernos portadores de cosmovisiones muy diferentes y, en cierto sentido, incompatibles. Y, por supuesto, intereses muy diferentes y claramente incompatibles. Bajo estas condiciones, la paz se convierte en una empresa que debe sortear enormes dificultades para su concreción y marca también la excepcionalidad de América Latina que, de lejos, es la macroregión más pacífica del planeta. Los principales líderes de la izquierda y el progresismo latinoamericano no han dejado de marcar esta singularidad, ratificada además formalmente por la aprobación, en Enero de 2014, en el marco de la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que tuvo lugar en La Habana, de América Latina y el Caribe como una zona de paz.

Segundo, un factor que alienta y promueve las guerras y la violencia es la creciente gravitación del complejo militar-industrial-financiero en el proceso decisorio del gobierno norteamericano y, en poca menor medida, de sus aliados europeos. Esa infernal maquinaria vive de la guerra y para la guerra. Para ellos la paz significa su ruina, la bancarrota, y la única estrategia razonable para estas megacorporaciones es estimular los conflictos y las rivalidades por todos los medios posibles. Su tasa de ganancia está directamente asociada con la guerra y es inversamente proporcional a la paz. Su poderío es inmenso: fue denunciado nada menos que por el presidente Dwight Eisenhower en su discurso de despedida del 17 de Enero de 1961 y lo describió como la más seria amenaza para la libertad y la democracia de Estados Unidos. A lo largo de más de medio siglo ese inmenso poder no hizo otra cosa que acrecentarse, hasta asumir proporciones monstruosas. Si en aquella época era una amenaza hoy es quien realmente manda en Estados Unidos, acelerando el tránsito de una república democrática a un régimen plutocrático.7 Es decir una forma política que, parafraseando a Lincoln, es el gobierno del dinero, por el dinero y para el dinero. Y dado que el gasto militar de Estados Unidos es el principal motor de la economía, aglutinando en su seno a sectores industriales, financieros y petroleros, es en interés de los gobiernos otorgar toda clase de garantías a las empresas de ese sector. Y estas, a su vez, disponiendo de fenomenales recursos, se convirtieron en las principales e indispensables financiadoras de las carreras políticas de representantes, senadores, gobernadores y presidentes, prostituyendo definitivamente el funcionamiento de la democracia en Estados Unidos y abriendo las puertas para la constitución de la plutocracia que hoy gobierna a ese país. No es de extrañar, en consecuencia, que desde la Guerra de Corea en adelante Estados Unidos no haya conocido un solo año sin estar en guerra. Tampoco lo es que, pese a los optimistas anuncios, el gasto militar haya aumentado aún luego de la desaparición de quien durante los largos años de la Guerra Fría fuera su enemigo fundamental: la Unión Soviética. En este sentido, la operación propagandística del imperio en el sentido de exaltar los “dividendos de la paz” como fuente de una renovada ayuda al desarrollo quedó rápidamente al desnudo. Ni se mejoró la asignación de recursos para facilitar el progreso económico y social de los países de la periferia ni se redujo la escalada del gasto militar. Según los cálculos más rigurosos el gasto militar total de Estados Unidos superó el umbral considerado hasta no hace mucho como absolutamente insuperable de un billón de dólares, es decir, un millón de millones de dólares, lo que equivale aproximadamente a la mitad del gasto militar mundial.8 Con perfiles menos acusados que en Estados Unidos el complejo militar-industrial-financiero también opera en los países europeos, Japón y Corea del Sur. En otras palabras, la acumulación capitalista siempre estuvo signada por la violencia (si no, cómo explicar la “Conquista de América”, o el masivo despojo del campesinado en los países del capitalismo metropolitano) y en tiempos recientes esta violencia se ha institucionalizado y profundizado pari passu con el fenomenal crecimiento del aparato militar, lo que impulsa las guerras a la vez que socava los fundamentos de la democracia tanto en el mundo desarrollado como en la periferia del sistema.

Un tercer elemento que impulsa las guerras es lo que un autor como Michael Klare ha denominado “la cacería de los recursos naturales”.9 En un mundo cada vez más amenazado por el agotamiento de ciertos bienes comunes de carácter estratégico, comenzando por el agua y siguiendo por el petróleo, la biodiversidad, los minerales estratégicos y los alimentos, y frente a un imparable aumento de la población mundial que, hacia mediados de este siglo, cruzaría la barrera de los 10.000 millones de habitantes, las principales potencias se han lanzado con toda su fuerza en una campaña mundial para asegurarse los insumos básicos requeridos por un patrón de consumo capitalista caracterizado por la utilización irracional y el derroche de los recursos naturales. Para nadie es un misterio que la vigorosa expansión de China en los países del Tercer Mundo tiene como objetivo fundamental asegurarse el suministro de ciertos recursos naturales imprescindibles para su economía, fenómeno este que se manifiesta sobre todo en África pero también, aunque en menor medida, en América Latina. No es necesario ser un pesimista radical para reconocer que muy a menudo lo que comenzó como una guerra comercial termina siendo una guerra en el sentido más integral del término.

III. El lugar de América Latina y el Caribe

En este escenario en donde la guerra –o la amenaza de su estallido- es el telón de fondo sobre el cual se desenvuelven las relaciones internacionales América Latina y el Caribe juegan un papel de especialísima importancia.

Por empezar, somos la región del mundo mejor dotada de recursos naturales: con 7 por ciento de la población mundial disponemos entre el 42 y el 45 por ciento del agua dulce de la Tierra. Somos, además, el pulmón del planeta, dueños de la mitad de la biodiversidad mundial, sede de enormes depósitos de petróleo, gas y minerales estratégicos y de tierras extraordinariamente bien dotadas para la producción de todo tipo de alimentos de origen vegetal o animal. Esta formidable dotación suscita los apetitos del imperio norteamericano por subordinar, a cualquier costo, a un país como Venezuela, cuyas reservas comprobadas de petróleo son las mayores del mundo, hoy superiores a las de Arabia Saudita. Un continente que cuenta con el 80 por ciento de las reservas mundiales de litio, fuente energética fundamental para toda la industria microelectrónica y sus derivados (teléfonos móviles, computadoras en sus diversas variantes, cámaras fotográficas corrientes y satelitales, filmadoras, automotores híbridos y así sucesivamente). La nanotecnología y sus increíbles aplicaciones tienen como fundamento práctico la biodiversidad, de la cual América Latina (y especialmente Sudamérica) tienen el mayor caudal del planeta. Ni hablemos del agua, crucial para un país como Estados Unidos cuyo derroche de ese líquido elemento lo ha llevado a convertir el otrora impetuoso río Colorado, capaz de cavar un profundo cañón en Arizona en un arroyo que a menudo no llega ni siquiera a desaguar en el Océano Pacífico. Tendrían que ser unos tremendos ignorantes los administradores imperiales (y no lo son) como para ser indiferentes ante una realidad tan exuberante como la que ofrece nuestra región. Por eso, desde los inicios de su vida independiente, Estados Unidos consideró a esta parte del mundo como su “patio trasero”, su zona de seguridad. Y por eso también tanto Fidel como el Che no se cansaron de decir que América Latina y el Caribe eran “la retaguardia estratégica del imperio.”

En segundo lugar, las concepciones estratégicas militares de Estados Unidos desde los años fundacionales de la república siempre adhirieron a la tesis de la “gran isla americana”, extendiéndose desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Esta concepción militar asume que la seguridad nacional de Estados Unidos depende de la capacidad de Washington para evitar que poderes extracontinentales hagan pie firme en algún sector de la isla americana, o que existan en ella gobiernos hostiles a los designios de Estados Unidos. Esta concepción se perfeccionó desde mediados del siglo diecinueve y adquirió connotaciones claramente belicosas hacia el final de ese siglo con sucesivas invasiones a varios países de Centroamérica y el Caribe, incluyendo a México. La “Doctrina Monroe” de 1823 y el Corolario a dicha pieza doctrinaria formulada por Theodore Roosevelt en 1904 plantean abiertamente la aspiración hegemónica de Estados Unidos sobre esta dilatada geografía que yace al sur del Río Bravo. A resultas de ello Washington puede tolerar, aunque sea a regañadientes, un gobierno socialista en algún país africano (casos de Mozambique, Zimbawe o Angola, en determinadas épocas) pero responde con fulminante brutalidad cuando una pequeña isla de 344 km2 y 90.000 habitantes como Granada comete “el error” de elegir, en 1979 un gobierno socialista radical bajo el liderazgo de Maurice Bishop. La respuesta de la Administración Reagan no se hizo esperar: en Octubre de 1983 despachó un poderoso contingente militar compuesto por casi 8.000 hombres (poco menos que el 10 por ciento de la población invadida) y en pocos días depuso al gobierno y ejecutó al Primer Ministro Bishop y sus principales colaboradores. La justificación por este crimen: la construcción de un nuevo aeropuerto para facilitar el turismo a la isla, lo cual fue interpretado por los criminales de Washington como un perverso plan para facilitar el aterrizaje de aviones de guerra soviéticos en el Caribe. Nada siquiera remotamente semejante fue jamás hecho por Estados Unidos en ninguna otra región del planeta ante un país de las pequeñas dimensiones y casi nula gravitación de Granada, salvo en América Latina y el Caribe, díscola y turbulenta frontera de un imperio protegido por un enorme hinterland y dos grandes océanos.10 El único peligro proviene del Sur, del mundo del subdesarrollo latinoamericano. Es a causa de ello que, si bien con algunos matices, argumentos semejantes a los expresados en el caso de Granada sobre una supuesta amenaza a la “seguridad nacional” han seguido esgrimiéndose hasta el día de hoy. Se hizo antes con la Guatemala de Arbenz en 1954, con Cuba desde el 1° de Enero de 1959, después con la revolución nicaragüense en 1979 y, apenas ayer, en Marzo del 2015, lo reiteró el presidente Barack Obama cuando emitió una orden ejecutiva estableciendo una “emergencia nacional” por la amenaza “inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional y a la política exterior causada por la situación en Venezuela.

De todo lo anterior se desprende que Washington se opondrá a cualquier proceso genuinamente democratizador que se escenifique en nuestros países. Cualquier fuerza política que acceda al gobierno y trate de hacer verdad aquello de la soberanía popular -que se asienta sobre la soberanía económica y política en un mundo de naciones poderosas, imperialistas y colonialistas, y países débiles y sometidos- será ferozmente combatido por el imperio. Cuando Obama y sus colaboradores hablan de la “normalización” de las relaciones con Cuba y con los países del hemisferio lo que entienden por ello es regresar a la situación en que se encontraba esta parte del mundo al anochecer del 31 de Diciembre de 1958, es decir, en las vísperas de la Revolución Cubana. “Normalizar” es un eufemismo que oculta la intención de encuadrar y subordinar a los países de Nuestra América para que sirvan de apoyatura a las aventuras imperiales de Washington, tanto en esta parte del mundo como en otros continentes. Piénsese si no en la parafernalia de vínculos existentes entre los aparatos de inteligencia norteamericanos (nada menos que dieciséis según la última cuenta) y los organismos militares y policiales del imperio con sus homólogos de América Latina y el Caribe. El gobierno de Estados Unidos entrena a nuestros espías, soldados y policías; les enseña tácticas de interrogatorio; les aporta las armas, y junto con las armas, la definición doctrinaria de quienes son los amigos y quienes los enemigos a los cuales habrá que disparar; coordina con sus ejercicios conjuntos las labores de nuestros ejércitos de aire, mar y tierra; tiene escuelas especiales, como la remozada Escuela de las Américas, ahora cambiada de nombre pero que sigue cumpliendo las mismas funciones; mantiene en vigor la Junta Interamericana de Defensa, para coordinar los estados mayores de nuestras fuerzas armadas en función de las prioridades y necesidades militares de Estados Unidos. Todo esto sigue en pie, pese a los esfuerzos de la UNASUR y sus tentativas de concebir y coordinar una estrategia sudamericana de contención de la virulencia imperial. Hay, eso sí, algunas valiosas excepciones como Cuba, naturalmente; Venezuela y, sólo parcialmente, Bolivia y Ecuador. Hablar de imperialismo, violencia y guerra es algo tan elemental que no debería exigir mayores argumentaciones.

IV. Conclusiones.

Nuestro continente es prioridad número uno para la política exterior de Estados Unidos. Es la región más importante del mundo, de lejos. Hemos planteado esto en todo detalle en un trabajo previo y no tiene sentido insistir sobre el tema en este lugar.11 Washington puede perder Angola, Namibia, Nigeria, Cambodia, Vietnam, pero no se quedará de brazos cruzados ante la perspectiva de perder Granada, Nicaragua, Cuba, Chile, ni digamos Brasil o Venezuela. Puede esforzarse por “contener al comunismo” como lo hizo en los años de la Guerra Fría y, para ello, elaborar una serie de alianzas regionales. Siendo que el eje articulador de la revolución comunista mundial (como se decía en esos años en Washington) estaba en Europa, en Moscú para ser más precisos, ¿fue Europa la primera beneficiaria de la estrategia de contención que elaborara George Kennan para el presidente Harry S. Truman? ¡No! Fue América Latina. En un mundo amenazado por el riesgo mortal de la dominación comunista la primera región que Estados Unidos puso a salvo de esa indeseada eventualidad fue América Latina. En 1947 firma el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) con ese propósito. ¿Y Europa? Tendría que esperar dos años más, pues recién en Abril de 1949 se crearía la OTAN. Y en el apogeo del auge progresista en la región y en coincidencia con los anuncios del presidente Lula da Silva informando al mundo el descubrimiento de los grandes yacimientos petrolíferos en el litoral paulista la respuesta de la Casa Blanca fue ordenar la reactivación de la Cuarta Flota, que había sido desactivada en 1950. Como lo dice un conocido aforismo estadounidense, “first things first”, o sea, “lo primero es lo primero”. Y lo primero es América Latina. Si Africa cae en manos del comunismo es un problema; si cae Asia es un problema mayor; si cae Europa es una tragedia; pero si cae América Latina es una catástrofe de incalculables proyecciones. Porque Asia, África y Europa están lejos, separadas por grandes océanos. Pero desde América Latina los enemigos del imperio ¡pueden llegar caminando!, como en medio de la psicosis despertada por la revolución sandinista se escuchaba en los pasillos del gobierno estadounidense en Washington. Los cambios en el paisaje sociopolítico latinoamericano desde finales del siglo veinte marcaron un importante retroceso de la influencia norteamericana en la región. El rechazo del ALCA fue una durísima derrota para el imperio, y la consolidación de una serie de gobiernos progresistas, algunos de izquierda y la heroica sobrevivencia de la Revolución Cubana marcaron a fuego todo el período abierto desde la elección presidencial de Chávez en Diciembre de 1998 hasta nuestros días. La victoria del líder bolivariano fue la chispa que incendió la pradera: su carisma y su fenomenal capacidad didáctica movilizó y excitó las ansias emancipatorias de los pueblos y naciones del área abatidos y humillados por siglos de opresión colonial y neocolonial. Chávez voltea en Venezuela la primera ficha de un dominó que luego recorrería todo el continente: la segunda caería en Brasil con Lula en el 2002 para seguir con Kirchner en Argentina, en el 2003; con Evo y Tabaré Vázquez en Bolivia y Uruguay, en el 2005; con Correa en Ecuador, en el 2006 y en ese mismo año con Ortega en Nicaragua y Zelaya en Honduras; con Cristina en el 2007; con Lugo en Paraguay en el 2008 y Funes en El Salvador, en el 2009, despejando el camino para que el ex Comandante del FMLN, Salvador Sánchez Cerén, asumiera la presidencia de ese país en el 2014. En el 2010 José “Pepe” Mujica ratificaría la hegemonía del Frente Amplio y conquistaría la presidencia del Uruguay, misma que en el 2015 volvería a recaer en las manos de Tabaré Vázquez. En una revisión actualísima Angel Guerra plantea una tesis que hacemos nuestra al decir que “califico como gobiernos que en distintos grados son independientes de Estados Unidos, se distancian de los dictados del Consenso de Washington, abogan activamente por la unidad y la integración latino-caribeña y por un mundo multipolar. Si atendemos a estos rasgos podemos decir que cumplen con ellos en alguna medida: Antigua y Barbuda, Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Uruguay y Venezuela.”12 En suma: basta con recordar esta radical modificación del mapa sociopolítico latinoamericano para calibrar el imperecedero espesor político de la herencia chavista y la ansiedad de la burguesía imperial para retomar la “normalidad” en las relaciones hemisféricas. La contraofensiva estadounidense no se hizo esperar: comenzó con un golpe de estado contra Chávez en Abril del 2002 y siguió, ante su fracaso, con el paro petrolero de Diciembre 2002-Febrero del 2003. Derrotadas estas iniciativas, que tuvieron un efecto boomerang y liquidaron el ALCA en el 2005, el imperio volvió a la carga: tentativa de golpe y secesión de Bolivia en 2008; golpe “jurídico-parlamentario” contra Zelaya en 2009; golpe frustrado contra Correa en 2010; golpe exitoso, también “jurídico-parlamentario” contra Lugo en 2012 y violentas protestas (“guarimbas”) en Venezuela en Febrero de 2014.

Esto no ha cesado y en los momentos actuales esta ofensiva restauradora se encuentra en pleno desarrollo. “Normalización” tramposa con Cuba, necesaria para despejar el descontento de los gobiernos de la región con la absurda e injusta política del bloqueo pero sin que éste se haya modificado; “guerra económica”, ofensiva diplomática y terrorismo mediático contra Venezuela; campañas sucias y difamatorias contra Evo Morales en Bolivia; agresión financiera y mediática en contra de Rafael Correa en Ecuador; intensas presiones desestabilizadoras desde la re-elección de Dilma Rousseff, obligándola a desnaturalizar por completo el programa del PT adhiriendo a una orientación claramente neoliberal; “golpe judicial por etapas” para sacar a Lula del juego y de su posible candidatura en el 2018; acoso también judicial contra Cristina Fernández en la Argentina y, de paso, apoyo explícito de la Casa Blanca a la Alianza del Pacífico, ardid norteamericano para atenuar o neutralizar por completo la influencia de China en el hemisferio. No es un dato menor que sobre tres de los cuatro países originalmente signatarios de la Alianza: México, Colombia y Perú recaen fuertes sospechas sobre la penetración en sus aparatos estatales del narcotráfico y el paramilitarismo. Sólo Chile, por ahora, se encuentra libre de esa acusación en los propios medios norteamericanos.

Dadas estas circunstancias, o mejor dicho, habida cuenta de las condiciones estructurales que pautan la relación entre el imperio y su principal región tributaria, se comprende que América Latina y el Caribe haya sido una región en estado de permanente agitación y no por casualidad la vanguardia a nivel mundial de la resistencia a las exacciones del imperialismo desde las primeras décadas del siglo veinte. Y en este contexto hay un país que juega un papel de excepcional importancia en Nuestra América: Colombia.

En este sentido la firma, en Junio del 2013, de un acuerdo de cooperación entre Colombia y la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) ha causado una previsible preocupación en Nuestra América. Para justificar su decisión el presidente Santos señaló que Colombia tiene derecho a «pensar en grande», y que él va a buscar que su país sea de los mejores «ya no de la región, sino del mundo entero». Continuó luego diciendo que «si logramos esa paz” –refiriéndose a las conversaciones de paz que están en curso en Cuba, con el aval de los anfitriones, Noruega y Venezuela- “nuestro Ejército está en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya lo estamos haciendo en muchos frentes», aseguró Santos. Y piensa hacerlo nada menos que asociándose a la OTAN, una organización sobre la cual pesan innumerables crímenes de guerra y masiva violaciones a los derechos humanos perpetrados en la propia Europa (recordar el bombardeo a la ex Yugoslavia y las masacres de los Balcanes) la destrucción del Líbano, Irak, Libia; su complicidad con el gobierno fascista de Israel en su continuo genocidio del pueblo palestino y ahora su colaboración con los terroristas que han tomado a Siria por asalto y sembrando de muerte y destrucción todo el Medio Oriente.13 Jacobo David Blinder, ensayista y periodista brasileño, fue uno de los primeros en dar la voz de alarma ante las implicaciones de la decisión del presidente colombiano. Hasta ahora el único país de América Latina “aliado extra OTAN” había sido la Argentina, que obtuvo ese deshonroso status durante los nefastos años de Carlos S. Menem, y más específicamente en 1998, luego de participar en la Primera Guerra del Golfo (1991-1992) y aceptar todas las imposiciones impuestas por Washington en muchas áreas de la política pública, como por ejemplo desmantelar el proyecto del misil Cóndor y congelar el programa nuclear que durante décadas venía desarrollándose en la Argentina. Dos gravísimos atentados que suman más de un centenar de muertos –en la Embajada de Israel y en la AMIA- fue el saldo que dejó en la Argentina la represalia por haberse sumado a las actividades de la organización terrorista noratlántica.

El status de “aliado extra OTAN” fue creado en 1989 por el Congreso de los Estados Unidos –no por la organización sino por el Congreso estadounidense- como un mecanismo para reforzar los lazos militares con países situados fuera del área del Atlántico Norte y que podrían ser de ayuda en las numerosas guerras y procesos de desestabilización política que Estados Unidos despliega en los más apartados rincones del planeta. Australia, Egipto, Israel, Japón y Corea del Sur fueron los primeros en ingresar, y poco después lo hizo la Argentina, y ahora Colombia. El sentido de esta iniciativa del Congreso norteamericano salta a la vista: robustecer y legitimar sus incesantes aventuras militares -inevitables durante los próximos treinta años, si leemos los documentos del Pentágono sobre futuros escenarios internacionales- con un aura de “multilateralismo” que en realidad no tienen. Esta incorporación de los aliados extra-regionales de la OTAN, que está siendo también promovida en los demás continentes, refleja la exigencia impuesta por la transformación de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en su tránsito desde un ejército preparado para librar guerras en territorios acotados a una legión imperial que con sus bases militares de distinto tipo (más de mil en todo el planeta), sus fuerzas regulares, sus unidades de “despliegue rápido” y el creciente ejército de “contratistas” (vulgo: mercenarios) quiere estar preparada para intervenir en pocas horas para defender los intereses estadounidenses en cualquier punto caliente del planeta. Con su incorporación como “aliado extra OTAN” Colombia se pone al servicio de tan funesto proyecto y, puertas adentro, refuerza la militarización de un país que lleva más de medio siglo de guerra civil y que clama por la paz.

Si bien la Argentina es un lamentable precedente (que en el año 2012 afortunadamente perdió el status de “aliada extra-OTAN”) el caso colombiano es muy especial, porque desde hace décadas ese país recibe, sobre todo en el marco del Plan Colombia, un muy importante apoyo económico y militar de Estados Unidos –de lejos el mayor de los países del área- y sólo superado por los desembolsos realizados a favor de Israel, Egipto, Irak y Corea del Sur y algún que otro aliado estratégico de Washington. Cuando Santos declara su vocación de proyectarse sobre el “mundo entero” lo que esto significa es su voluntad para convertirse en cómplice de Washington, para movilizar sus bien pertrechadas fuerzas más allá del territorio colombiano y para intervenir en los países que el imperio procura desestabilizar.14 Y no es un secreto para nadie que la primera en esa lista no es otra que Venezuela. Es poco probable que su anuncio signifique que está dispuesto a enviar tropas a Afganistán, a Siria u a otros teatros de guerra. La pretensión de la derecha colombiana, en el poder desde siempre, ha sido convertirse, especialmente a partir de la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, en la “Israel de América Latina” erigiéndose, con el respaldo de la OTAN, en el gendarme regional del área para vigilar, amenazar y eventualmente agredir a vecinos como Venezuela, Ecuador y otros -¿Bolivia, Nicaragua, Cuba?- que tengan la osadía de oponerse a los designios imperiales.

A nadie se le puede escapar que con esta decisión el gobierno del presidente Santos tensiona los Diálogos de Paz en curso en La Habana porque cómo podría la insurgencia colombiana confiar en las promesas de un gobierno que con su asociación a la OTAN acentúa una perniciosa vocación injerencista y militarista. Por otra parte, esta decisión no puede sino debilitar los procesos de integración y unificación supranacional en curso en América Latina y el Caribe. La tesis de los “caballos de Troya” del imperio, que repetidamente hemos planteado en nuestros escritos sobre el tema, asumen renovada actualidad con la decisión del mandatario colombiano. ¿Qué hará ahora la UNASUR y cómo podrá actuar el Consejo de Defensa Suramericano cuyo mandato conferido por los jefes y jefas de estado de nuestros países ha sido consolidar a nuestra región como una zona de paz, como un área libre de la presencia de armas nucleares o de destrucción masiva, como una contribución a la paz mundial para lo cual se requiere construir una política de defensa común y fortalecer la cooperación regional en ese campo? ¿Qué implicaciones tiene sobre la UNASUR y, más generalmente, sobre los diversos proyectos de integración y coordinación de políticas en América Latina, el hecho de que Colombia, al asociarse a la OTAN adhiere a la postura británica en el diferendo con la Argentina por las Islas Malvinas?

Un proyecto largamente acariciado por nuestros pueblos es lograr que América Latina sea un continente desnuclearizado. Si durante décadas pudimos estar seguros de ello ya no más. Hay evidencias que sugieren que existe armamento nuclear en las Islas Malvinas, y no sabemos que clase de armamentos hay en las 7 bases que Washington dispone en territorio colombiano, o en las 11 existentes en Perú.15 Los acuerdos que hicieron posible la instalación de esas bases contienen cláusulas que le confieren a Estados Unidos el derecho a ingresar cargamento militar sin tener que ser sometido a control alguno de los estados anfitriones. Por algo cuando en una de las reuniones de la UNASUR Chávez solicitó a la organización que se procediera a verificar que era lo que había en cada una de las bases norteamericanas en la región tropezó con la cerrada negativa de Álvaro Uribe y Alan García, no por casualidad los dos países que abrieron de par en par sus puertas para la penetración de tropas y pertrechos militares estadounidenses en sus territorios. Es imposible que este continente conquiste la paz con las ochenta bases militares norteamericanas existentes en nuestros países. Esas bases son dispositivos para la guerra, no para la paz. Y entrarán plenamente en funciones a medida que el deterioro de la situación internacional impulse a Washington a consolidar su reaseguro en el patio trasero y a sofocar cualquier intento de autodeterminación nacional o avance democrático. Deberíamos lanzar una campaña continental para expulsar a todas las bases norteamericanas, y las pocas que existen del Reino Unido, Holanda y Francia, de la región. Ellas sólo traerán violencia y muerte, y los latinoamericanos y caribeños queremos la paz. Es una propuesta razonable, que atraviesa la gran mayoría de las fuerzas políticas y movimientos sociales de la región. Y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos jamás nos perdonarán que no hayamos hecho todo lo que esté a nuestro alcance para acabar con esas amenazas.

Notas

1  En Cuadernos de Pasado y Presente 1 (Córdoba: 1974), pp. 56-57.

2  En una carta a Joseph Weidemeyer en la cual le pedía libros y artículos sobre la cuestión militar y las guerras le dice que se había propuesto estudiar a fondo el asunto “por la inmensa importancia que le debemos asignar al mismo con vistas a la próxima insurrecciòn de la clase obrera.” Cf. F.E., “Carta Weydemeyer”, 19 de Junio de 1851.  

3 Agradezco a Paula Klachko por haberme llamado la atención sobre este asunto, así como su muy cuidadosa lectura de la primera versión de este trabajo. De esta misma autora recomiendo muy especialmente el libro escrito conjuntamente con Katu Arkonada: Desde abajo, desde arriba. De la resistencia popular al gobierno. Escenarios y horizontes del cambio de época en América Latina (en prensa en Cuba,México y País Vasco)

4  Josep Fontana, Por el Bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945 (Barcelona: Pasado & Presente, 2011), p. 25

5  Cf. https://www.oxfam.org/en/pressroom/pressreleases/2015-01-19/richest-1-will-own-more-all-rest-2016

6  Stefania Vitali, James B. Glattfelder, and Stefano Battiston, “The Network of Global Corporate Control”, PLoS ONE, October 26, 2011,http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0025995. El estudio fue el primero en observar 43.060 sociedades transnacionales y estudiar la tela de araña de la propiedad entre ellas. La investigación creó un “mapa” de 1.318 compañías del núcleo de la economía global. El estudio encontró que 147 corporaciones forman una “súper entidad” dentro de este mapa, controlando un 40 por ciento de la riqueza del planeta.

7  Sobre esto ver Tom Engelhardt, “El nuevo orden estadounidense”, en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=196927

Ver asimismo dos textos clásicos sobre este tema: Peter Dale Scott, The American Deep State: Wall Street, Big Oil and the Attack on U.S. Democracy . (ediciones varias)

Sheldon Wolin, Democracia S.A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido (Buenos Aires: Katz Editores, 2009)

También Juan Bosch, El Pentagonismo, sustituto del imperialismo (Santo Domingo: Fundación Juan Bosch, 2015)

8  Hemos desarrollado este cálculo en nuestro América Latina en la Geopolítica del Imperialismo (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012).

9  Cf. su The race for what is left (New York: Metropolitan Books, 2012)

10  Sobre este tema del intervencionismo norteamericano en Nuestra América es insoslayable la referencia a la monumental obra de Gregorio Selser, Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina (México DF: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades/Universidad Autónoma de la Ciudad de México/Centro Académico de la Memoria de Nuestra América, s/f). Véase asimismo la obra, más reciente, del politólogo e historiador cubano Luis Suárez Salazar, Madre América. Un siglo de violencia y dolor (1898-1998)originalmente publicada en Cuba en 2006 pero de inminente publicación en Colombia con un prólogo de Atilio A. Boron

11  Cf. América Latina en la geopolítica del imperialismo, op. Cit.

12 Ver la nota de Guerra en su blog en Telesur: http://www.telesurtv.net/bloggers/El-presunto-fin-del-ciclo-progresista-20150820-0001.html”)

13  Las declaraciones de Santos se encuentran en http://www.infobae.com/2013/06/01/1072485-santos-solicitara-el-ingreso-colombia-la-otan Sobre el siniestro papel de la OTAN ver el completo estudio publicado como libro bajo el título de OTAN: la globalización del terror, de Mahdi Darius Nazemroaya (Managua: PAVSA, 2015) Prólogo de Atilio A. Boron.

14  No es un secreto para nadie que las fuerzas armadas colombianas son las únicas en la región que cuenta con una experiencia de combate de varias décadas. Ningún otro ejército de la región cuenta con una un antecedente siquiera remotamente similar.

15  Sobre el tema de las bases consultar el fundamental estudio de Telma Luzzani, Territorios vigilados. Como opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica (Buenos Aires, Debate, 2012)

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209873

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Libro: (Re)construcción de las matrices de bienestar en América Latina

Resumen:

Los dilemas de las izquierdas latinoamericanas

Christian Adel Mirza. [Autor]

…………………………………………………………………………
Colección Estudios sobre las Desigualdades.
ISBN 978-987-722-020-9
CLACSO.
Buenos Aires.
Mayo de 2014

Tras los ensayos neoliberales aplicados en el último cuarto del siglo pasado quedaron secuelas negativas en toda la región. Más pobreza, ensanche de la brecha social, desempleo y precarización del trabajo, mayor incertidumbre e inseguridad socioeconómica. En otras palabras, mientras que el modelo económico y social (cuyos ejes rectores se condensaron en el denominado consenso de Washington) beneficiaba a unos pocos, las grandes mayorías populares latinoamericanas seguían hundiéndose en el desamparo más absoluto y apenas contempladas en programas sociales hiperfocalizados.
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¿Puede una buena crianza formar un campeón olímpico?

Rita Funaro

Sale disparada por la colchoneta como un velocista, da un salto y vuela por el aire de espaldas dando dos volteretas con medio giro y cae a ciegas y de pie con absoluta perfección, con los brazos extendidos y una sonrisa incontenible. Es una hazaña acrobática de tal grado de dificultad, elegancia y soltura por parte de Simone Biles, con sus 19 años de edad y apenas cuatro pies y ocho pulgadas de estatura, que la maniobra se ha dado en llamar “la Biles”. Y junto con otras evoluciones aparentemente imposibles en el potro, el riel de equilibro y las barras asimétricas, ha dejado bien sentado su renombre como la mejor gimnasta de todos los tiempos, con tres Campeonatos Mundiales seguidos y cuatro medallas de oro en las Olimpíadas de Río de Janeiro.

Muchos artículos y los comentarios de la propia Biles le atribuyen ese éxito no solo a un talento atlético único, sino también a padres que le supieron transmitir su amor, su apoyo y la confianza en sí misma desde la primera infancia. Pero la cosa no fue así desde el principio. Biles tuvo unos primeros años de poca estabilidad y turbulencia, y de no haber sido por una intervención oportuna, bien pudo haber tenido una vida de sueños rotos y potencial desperdiciado.

Biles es la prueba viviente de que una buena crianza efectivamente es importante; un hallazgo respaldado por las investigaciones que contiene el estudio abanderado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas. El libro distingue entre casa y hogar, y entre la planta física de una escuela y un centro de aprendizaje, con la idea de que las características físicas de la estructura son secundarias a la labor de alimentar, apoyar y orientar de padres, maestros y demás personas. Los niños necesitan una atmósfera en la que los adultos puedan conversar con ellos y les lean, estimulando así el desarrollo de su capacidad cognitiva y de uso del lenguaje. Los padres deben mostrarse alentadores y receptivos para ayudar a sus hijos a alcanzar su potencial, a la vez que les brindan un entorno físicamente seguro y protegido. Estas cualidades, medidas según una escala conocida como la Observación en el Hogar para la Cuantificación del Medio Ambiente (Home Observation for Measurement of the Environment – HOME), están vinculadas con mejores resultados de desarrollo en niños.

El BID no es la única organización en resaltar el papel que cumplen los padres en el desarrollo de jóvenes felices, saludables y productivos en general, y de campeones olímpicos en especial. En la antesala de las Olimpíadas de Río, Procter & Gamble se asoció con atletas y sus madres en 21 países para lanzar su campaña Gracias mamá, con el video Strong. El mensaje es que a la hora de sacar la fuerza necesaria para competir en el escenario atlético más importante del mundo, muchos atletas recurren a la fortaleza que sus madres les inculcaron.

Muchas de las condiciones que se bosquejan en el estudio del BID y que se presentan en el video de P&G parecen no haber estado presentes durante los primeros años de Biles. Si bien la familia Biles se ha mantenido relativamente discreta en sus comentarios a la prensa, lo que se sabe es que Biles nació en Texas, de una madre adicta a las drogas y un padre que abandonó a la familia al poco tiempo. La colocaron en un hogar sustituto a los dos años de edad y pasó de un hogar sustituto a otro hasta que cumplió los seis, cuando su abuelo y la segunda esposa de éste la adoptaron a ella y a una hermanita suya. La adopción lo cambió todo. Sus nuevos padres vivían en un suburbio acomodado de Houston. Su nueva madre era una enfermera jubilada nacida en Belice, mientras que su nuevo padre tenía un buen empleo con la Administración Federal de Aviación. Juntos, según un artículo del New York Times, le brindaron un hogar formativo y cálido, con la disciplina y las metas que le permitieron desarrollarse. La cereza en el pastel fue el país adoptivo al que sus padres llevaron a Simone, quien ha pasado un tiempo considerable en Belice. Y el sentimiento es recíproco. Los paisanos adoptivos de Simone le han devuelto con creces la preferencia por Belice y se enorgullecen de su éxito en Río. De hecho, el gobierno beliceño le ha extendido una invitación a todo el equipo estadounidense de mujeres gimnastas.

Claro que la mayoría de los niños provenientes de familias desatendidas no tienen la misma suerte que le permitió a Biles sustraerse a un medio inclemente para pasar a otro con tanto que ofrecer. Como mínimo, es un caso poco usual. Sin embargo, hay mucho que los gobiernos pueden hacer para ayudar a los jovencitos a prosperar y alcanzar su potencial del mismo modo que lo ha hecho Biles.

En América Latina, los gobiernos pueden comenzar por invertir más en sus ciudadanos más jóvenes. Por cada dólar que se invierte en niños de menos de cinco años de edad, se invierten tres en los niños entre seis y 11 años. Pero la manera en que se invierte ese dinero es incluso más importante que la cantidad invertida. Los programas de educación para padres, que comprenden visitas al hogar y otras intervenciones por parte de trabajadores sociales y consejeros de familia, han demostrado su eficacia para hacer que cada dólar cuente. Estos programas no solo enseñan a las madres a mejorar la alimentación de pecho y la nutrición. Han ayudado a los padres a mejorar la capacidad mental, las aptitudes sociales y el potencial de empleo de sus hijos. Por ejemplo, en un famoso programa de Jamaica, trabajadores de salud visitaron los hogares de niños desnutridos entre los nueve y los 24 meses de edad, en los vecindarios más pobres de Kingston, durante una hora cada semana a lo largo de dos años. Durante las visitas, como se desprende de un blogreciente, los trabajadores enseñaron a los padres a usar juguetes caseros y libros con ilustraciones para enseñarles a sus hijos palabras y conceptos básicos como los colores y los números. Hacia el final del programa, los niños no solo obtuvieron puntuaciones considerablemente más altas en desarrollo cognitivo que el grupo de control. Veinte años más tarde, los participantes en el programa mostraron un coeficiente intelectual, niveles educativos e ingresos más altos, así como una mayor salud mental, que el grupo de control.

Los gobiernos nunca podrán crear estrellas como Simone Biles. No se puede producir talento innato. Tampoco pueden tomar el lugar del amor y la dedicación de los padres. Pero sí pueden brindar recursos para cubrir las necesidades básicas, ayudar a la gente a aprender a ser mejores padres y, si los programas están bien diseñados, a hacerlo mediante inversiones que produzcan verdaderos resultados. Todo comienza por un buen hogar donde se forjen personalidades, intelectos e incluso aptitudes atléticas sobresalientes. La clave para tener una sociedad creativa y productiva está, como mínimo, en asegurar que la mayoría de la gente crezca en una.

Sale disparada por la colchoneta como un velocista, da un salto y vuela por el aire de espaldas dando dos volteretas con medio giro y cae a ciegas y de pie con absoluta perfección, con los brazos extendidos y una sonrisa incontenible. Es una hazaña acrobática de tal grado de dificultad, elegancia y soltura por parte de Simone Biles, con sus 19 años de edad y apenas cuatro pies y ocho pulgadas de estatura, que la maniobra se ha dado en llamar “la Biles”. Y junto con otras evoluciones aparentemente imposibles en el potro, el riel de equilibro y las barras asimétricas, ha dejado bien sentado su renombre como la mejor gimnasta de todos los tiempos, con tres Campeonatos Mundiales seguidos y cuatro medallas de oro en las Olimpíadas de Río de Janeiro.

Muchos artículos y los comentarios de la propia Biles le atribuyen ese éxito no solo a un talento atlético único, sino también a padres que le supieron transmitir su amor, su apoyo y la confianza en sí misma desde la primera infancia. Pero la cosa no fue así desde el principio. Biles tuvo unos primeros años de poca estabilidad y turbulencia, y de no haber sido por una intervención oportuna, bien pudo haber tenido una vida de sueños rotos y potencial desperdiciado.

Biles es la prueba viviente de que una buena crianza efectivamente es importante; un hallazgo respaldado por las investigaciones que contiene el estudio abanderado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas. El libro distingue entre casa y hogar, y entre la planta física de una escuela y un centro de aprendizaje, con la idea de que las características físicas de la estructura son secundarias a la labor de alimentar, apoyar y orientar de padres, maestros y demás personas. Los niños necesitan una atmósfera en la que los adultos puedan conversar con ellos y les lean, estimulando así el desarrollo de su capacidad cognitiva y de uso del lenguaje. Los padres deben mostrarse alentadores y receptivos para ayudar a sus hijos a alcanzar su potencial, a la vez que les brindan un entorno físicamente seguro y protegido. Estas cualidades, medidas según una escala conocida como la Observación en el Hogar para la Cuantificación del Medio Ambiente (Home Observation for Measurement of the Environment – HOME), están vinculadas con mejores resultados de desarrollo en niños.

El BID no es la única organización en resaltar el papel que cumplen los padres en el desarrollo de jóvenes felices, saludables y productivos en general, y de campeones olímpicos en especial. En la antesala de las Olimpíadas de Río, Procter & Gamble se asoció con atletas y sus madres en 21 países para lanzar su campaña Gracias mamá, con el video Strong. El mensaje es que a la hora de sacar la fuerza necesaria para competir en el escenario atlético más importante del mundo, muchos atletas recurren a la fortaleza que sus madres les inculcaron.

Muchas de las condiciones que se bosquejan en el estudio del BID y que se presentan en el video de P&G parecen no haber estado presentes durante los primeros años de Biles. Si bien la familia Biles se ha mantenido relativamente discreta en sus comentarios a la prensa, lo que se sabe es que Biles nació en Texas, de una madre adicta a las drogas y un padre que abandonó a la familia al poco tiempo. La colocaron en un hogar sustituto a los dos años de edad y pasó de un hogar sustituto a otro hasta que cumplió los seis, cuando su abuelo y la segunda esposa de éste la adoptaron a ella y a una hermanita suya. La adopción lo cambió todo. Sus nuevos padres vivían en un suburbio acomodado de Houston. Su nueva madre era una enfermera jubilada nacida en Belice, mientras que su nuevo padre tenía un buen empleo con la Administración Federal de Aviación. Juntos, según un artículo del New York Times, le brindaron un hogar formativo y cálido, con la disciplina y las metas que le permitieron desarrollarse. La cereza en el pastel fue el país adoptivo al que sus padres llevaron a Simone, quien ha pasado un tiempo considerable en Belice. Y el sentimiento es recíproco. Los paisanos adoptivos de Simone le han devuelto con creces la preferencia por Belice y se enorgullecen de su éxito en Río. De hecho, el gobierno beliceño le ha extendido una invitación a todo el equipo estadounidense de mujeres gimnastas.

Claro que la mayoría de los niños provenientes de familias desatendidas no tienen la misma suerte que le permitió a Biles sustraerse a un medio inclemente para pasar a otro con tanto que ofrecer. Como mínimo, es un caso poco usual. Sin embargo, hay mucho que los gobiernos pueden hacer para ayudar a los jovencitos a prosperar y alcanzar su potencial del mismo modo que lo ha hecho Biles.

En América Latina, los gobiernos pueden comenzar por invertir más en sus ciudadanos más jóvenes. Por cada dólar que se invierte en niños de menos de cinco años de edad, se invierten tres en los niños entre seis y 11 años. Pero la manera en que se invierte ese dinero es incluso más importante que la cantidad invertida. Los programas de educación para padres, que comprenden visitas al hogar y otras intervenciones por parte de trabajadores sociales y consejeros de familia, han demostrado su eficacia para hacer que cada dólar cuente. Estos programas no solo enseñan a las madres a mejorar la alimentación de pecho y la nutrición. Han ayudado a los padres a mejorar la capacidad mental, las aptitudes sociales y el potencial de empleo de sus hijos. Por ejemplo, en un famoso programa de Jamaica, trabajadores de salud visitaron los hogares de niños desnutridos entre los nueve y los 24 meses de edad, en los vecindarios más pobres de Kingston, durante una hora cada semana a lo largo de dos años. Durante las visitas, como se desprende de un blog reciente, los trabajadores enseñaron a los padres a usar juguetes caseros y libros con ilustraciones para enseñarles a sus hijos palabras y conceptos básicos como los colores y los números. Hacia el final del programa, los niños no solo obtuvieron puntuaciones considerablemente más altas en desarrollo cognitivo que el grupo de control. Veinte años más tarde, los participantes en el programa mostraron un coeficiente intelectual, niveles educativos e ingresos más altos, así como una mayor salud mental, que el grupo de control.

Los gobiernos nunca podrán crear estrellas como Simone Biles. No se puede producir talento innato. Tampoco pueden tomar el lugar del amor y la dedicación de los padres. Pero sí pueden brindar recursos para cubrir las necesidades básicas, ayudar a la gente a aprender a ser mejores padres y, si los programas están bien diseñados, a hacerlo mediante inversiones que produzcan verdaderos resultados. Todo comienza por un buen hogar donde se forjen personalidades, intelectos e incluso aptitudes atléticas sobresalientes. La clave para tener una sociedad creativa y productiva está, como mínimo, en asegurar que la mayoría de la gente crezca en una.

Fuente del articulo: http://blogs.iadb.org/Ideasquecuentan/2016/08/23/puede-una-buena-crianza-forjar-un-campeon-olimpico/

Fuente de la imagen: http://blogs.iadb.org/wp-content/blogs.dir/74/files/2016/08/biles.jpg

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