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¿Quién gobierna América?

Por: James Petras

La élite del poder en tiempos de Trump

Introducción

En los últimos meses varios sectores políticos, económicos y militares en competencia –ligados a distintos grupos ideológicos y étnicos– han surgido claramente en los centros de poder.

Podemos identificar algunas claves de la competencia y direcciones entrelazadas de la elite del poder:

  1. Neoliberales [free marketers], con la presencia omnipresente del grupo «Israel First».
  2. Capitalistas nacionales, vinculados a los ideólogos de derecha.
  3. Generales,  vinculados a la seguridad nacional y al aparato del Pentágono, así como a la industria de defensa.
  4. Elites empresariales, vinculadas al capital global.

Este ensayo intenta definir a los poderosos, evaluar su rango de poder y su impacto.

La elite del poder económico: el grupo “Israel-First” y los CEOs2 de Wall Street

El grupo “Israel First” domina las principales posiciones económicas y políticas dentro del régimen de Trump y, curiosamente, está entre los opositores más vociferantes de la Administración. Estos incluyen: la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, así como su vicepresidente, Stanley Fischer, ciudadano israelí y exgobernador (sic) del Banco de Israel.

Jared Kushner, el yerno del presidente Trump y un judío ortodoxo, actúa como su principal asesor en asuntos de Medio Oriente. Kushner, un magnate inmobiliario de Nueva Jersey, se estableció como el archienemigo de los nacionalistas económicos en el círculo interno de Trump. Apoya todo el poder israelí y la toma de tierras en el Medio Oriente y trabaja en estrecha colaboración con David Friedman, Embajador de EE.UU. en Israel (y fanático partidario de los asentamientos judíos ilegales) y Jason Greenblatt, representante especial para las negociaciones internacionales. Con tres Israel-First’ers determinando la política de Medio Oriente, no hay ningún contrapeso.

El Secretario del Tesoro es Steven Mnuchin, exejecutivo de Goldman Sachs, quien lidera el ala del mercado libre neoliberal del sector de Wall Street dentro del régimen de Trump. Gary Cohn, un influyente de Wall Street desde hace mucho tiempo, encabeza el Consejo Económico Nacional. Forman los principales asesores de negocios y lideran la coalición neoliberal, anti-nacionalista, comprometida a socavar las políticas económicas nacionalistas de Trump.

Una voz influyente en la oficina del Fiscal General es Rod Rosenstein, quien nombró a Robert Mueller como el investigador en Jefe, lo que llevó a la eliminación de los nacionalistas de la Administración Trump.

El hada madrina del equipo antinacionalista Mnuchin-Cohn es Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs. Los tres “Israel-First-banqueros” están encabezando la lucha para desregular el sector bancario, que había devastado la economía, conduciendo al colapso del 2008 y llevando a juicio hipotecario a millones de propietarios y empresas estadounidenses.

La élite del mercado libre “Israel First” se extiende por todo el espectro político, incluyendo a los demócratas en el Congreso, dirigidos por el líder de la minoría del Senado, Charles Schumer y el jefe demócrata del Comité de Inteligencia de la Cámara Adam Schiff. Los “Israel First” del Partido Demócrata se ha aliado con sus hermanos neoliberales en la búsqueda de investigaciones y campañas en los medios masivos de comunicación contra los nacionalistas económicos de Trump y su eventual purga de la Administración.

La elite del poder militar: los generales

La élite del poder militar ha tomado el relevo del presidente electo en la toma de decisiones importantes. Donde una vez los poderes de la guerra descansaban en el Presidente y el Congreso, hoy una colección de fanáticos militaristas hace y ejecuta la política militar, decide las zonas de guerra y presiona para una mayor militarización de la policía doméstica. Trump ha delegado decisiones cruciales sobre lo que él llama cariñosamente «mis generales» mientras sigue evadiendo acusaciones de corrupción y racismo.

Trump nombró a un general de cuatro estrellas, James “Perro loco” Mattis –quien lideró la guerra en Afganistán e Irak-, como Secretario de Defensa. Mattis (cuyas «glorias» militares incluyeron el bombardeo de una gran fiesta de bodas en Irak) está liderando la campaña para intensificar la intervención militar estadounidense en Afganistán –una guerra y ocupación que Trump había condenado abiertamente durante su campaña. Como Secretario de Defensa, el general “Perro loco” empujó al desanimado Trump a anunciar un aumento de las tropas terrestres y los ataques aéreos estadounidenses por todo Afganistán. Fiel a su muy divulgado nom-de-guerre, el general es un rabioso defensor de un ataque nuclear contra Corea del Norte.

El Teniente General H.R. McMaster (un general activo de tres estrellas y defensor de la prolongación de las guerras en Medio Oriente y Afganistán) se convirtió en consejero de Seguridad Nacional después de la purga del aliado de Trump, el Teniente General Michael Flynn, quien se opuso a la campaña de confrontación y sanciones contra Rusia y China. McMaster ha sido el instrumento en la eliminación de “nacionalistas” de la Administración Trump y se une al general “Perro Loco” Mattis para presionar una mayor acumulación de tropas estadounidenses en Afganistán.

El Teniente General John Kelly (Marine retirado), otro veterano de guerra de Irak y entusiasta del cambio de régimen en Medio Oriente, fue nombrado Jefe de Gabinete de la Casa Blanca tras la expulsión de Reince Priebus.

La troika de tres generales en la Administración comparte con los asesores neoliberales del Israel-First de Trump, Stephen Miller y Jared Kushner, una profunda hostilidad hacia Irán y apoya plenamente la exigencia del Primer Ministro israelí Netanyahu de que el Acuerdo Nuclear de 2015 con Teherán sea desechado.

La dirección militar de Trump garantiza que el gasto en guerras en el extranjero no se verá afectado por recortes presupuestarios, recesiones o incluso desastres nacionales.

Los “generales”, los neoliberales del Israel-First y la élite del Partido Demócrata dirigen la lucha contra los nacionalistas económicos y han logrado asegurar que el imperio militar y económico de la Era Obama se mantendrá en su lugar e incluso se expandirá.

La elite económica-nacionalista

El principal estratega e ideólogo de los aliados económico-nacionalistas de Trump en la Casa Blanca fue Steve Bannon. Había sido el arquitecto político principal y el asesor de Trump durante la campaña electoral. Bannon ideó una campaña electoral que favoreciera las manufacturas nacionales y a los trabajadores estadounidenses contra Wall Street y las corporaciones multinacionales neoliberales. Desarrolló el ataque de Trump contra los tratados comerciales mundiales, que había llevado a la exportación de capital y la devastación de la mano de obra manufacturera estadounidense.

Igualmente significativo, Bannon elaboró la temprana oposición pública trumpista a la intervención de 15 años, y trillones de dólares, en Afganistán y aún las más costosas series de guerras en Medio Oriente favoreciendo a los Israel-First, incluida la actual guerra mercenaria para derrocar el gobierno secular nacionalista de Siria.

A los ocho meses de la administración de Trump, las fuerzas combinadas de la élite económica y militar del libre mercado, los líderes del Partido Demócrata, los militaristas abiertos del Partido Republicano y sus aliados en los medios masivos de comunicación lograron purgar a Bannon –marginando a su masiva base de apoyo de su agenda “America First”nacionalista económicamente y anti-régimen.

La «alianza» anti-Trump ahora tendrá como objetivo a los pocos nacionalistas económicos que quedan en la Administración. Estos incluyen: el director de la CIA Mike Pompeo, quien favorece el proteccionismo debilitando los acuerdos comerciales de Asia y el TLCAN, y Peter Navarro, presidente del Consejo de Comercio de la Casa Blanca. Pompeo y Navarro se enfrentan a la fuerte oposición ascendente de la neoliberal troika sionista que ahora domina el régimen de Trump. También, al Secretario de Comercio, Wilbur Ross, millonario y exdirector de Rothschild Inc., quien se alió con Bannon en las amenazas de imponer cuotas de importación para hacer frente al enorme déficit comercial de Estados Unidos con China y la Unión Europea.

Otro aliado de Bannon es el representante comercial estadounidense Robert Lighthizer, exanalista militar y de inteligencia con vínculos con el portal informativo Breitbart. Es un fuerte opositor de los globalizadores neoliberales dentro y fuera del régimen de Trump.

«Asesor Senior» y escritor de discursos de Trump, Stephen Miller promueve activamente la prohibición de viajar a los musulmanes y restricciones más severas a la inmigración. Miller representa el ala de Bannon dentro de la fanática cohorte pro-Israelí de Trump.

Sebastian Gorka, ayudante adjunto de Trump en asuntos militares y de inteligencia, era más un ideólogo que un analista, que escribió para Breitbart y dirigió la oficina tras las faldas de Bannon. Justo después de expulsar a Bannon, los “generales” purgaron a Gorka a principios de agosto por acusaciones de “antisemitismo”.

Quien permanezca entre los nacionalistas económicos de Trump permanecerá significativamente sin influencia debido la pérdida de Steve Bannon, que había proporcionado liderazgo y dirección. Sin embargo, la mayoría tiene antecedentes sociales y económicos que también los vinculan a la élite del poder militar en algunos asuntos y con los neoliberales pro-israelíes en otros. A pesar de ello, sus creencias básicas habían sido moldeadas y definidas por Bannon.

La elite del poder empresarial

El CEO de Exon Mobile, Rex Tillerson, Secretario de Estado de Trump y el exgobernador de Texas, Rick Perry, Secretario de Energía, lideran la élite empresarial. La élite empresarial asociada con la manufactura y la industria estadounidenses tiene poca influencia directa en la política interior o exterior. Mientras siguen a los neoliberales de Wall Street en política interior, están subordinados a la élite militar en política exterior y no están aliados con el núcleo ideológico de Steve Bannon.

La élite empresarial de Trump, que no tiene ningún vínculo con los nacionalistas económicos en su régimen, brinda una cara más amistosa a los aliados y adversarios económicos de ultramar.

Análisis y conclusión

La élite del poder atraviesa las filiaciones partidistas, las ramas del gobierno y las estrategias económicas. No se limita al Partido Republicano o al Demócrata. Incluye neoliberales, algunos nacionalistas económicos, agentes de poder de Wall Street y militaristas. Todos compiten y luchan por el poder, la riqueza y el dominio dentro de esta Administración. La correlación de fuerzas es volátil, cambiando rápidamente en cortos períodos de tiempo –lo que refleja la falta de cohesión y coherencia en el régimen de Trump.

Nunca la élite de poder estadounidense ha estado sometida a tan monumentales cambios en la composición y dirección durante el primer año de un nuevo régimen.

Durante la presidencia de Obama, Wall Street y el Pentágono compartieron cómodamente el poder con los multimillonarios del Silicon Valley y con la élite de los medios masivos de comunicación. Estaban unidos en la búsqueda de una estrategia imperialista «globalista», acentuando múltiples teatros de guerra y tratados multilaterales de libre comercio, que estaban en el proceso de reducir a millones de obreros estadounidenses a la esclavitud permanente.

Con la inauguración del Presidente Trump, esta élite del poder enfrentó desafíos y la emergencia de una nueva configuración estratégica, que buscó cambios drásticos en la política económica y militar de Estados Unidos.

El arquitecto de campaña y estratega del Trump, Steve Bannon, buscó desplazar a la élite económica y militar global con su alianza de nacionalistas económicos, obreros manufactureros y elites de negocios proteccionistas. Bannon presionó para una ruptura importante con la política de Obama, de múltiples guerras permanentes, para expandir el mercado interno. Propuso el retiro de las tropas y el fin de las operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán, Siria e Irak, al tiempo que aumentó una combinación de presión económica, política y militar sobre China. Trató de poner fin a las sanciones y enfrentamientos contra Moscú y crear vínculos económicos entre los gigantes productores de energía en Estados Unidos y Rusia.

Mientras Bannon era inicialmente el principal estratega de la Casa Blanca, rápidamente se encontró, cara a cara, con poderosos rivales dentro del régimen, ardientes globalistas Demócratas y Republicanos y especialmente neoliberales sionistas quienes maniobraron sistemáticamente para ganar posiciones económicas y políticas, estratégicas dentro del régimen. En lugar de ser una plataforma coherente desde la cual formular una nueva estrategia económica radical, la Administración Trump se convirtió en un «terreno de lucha» caótico y vicioso. La estrategia económica de Bannon apenas estaba comenzando a emerger de la tierra.

Los medios masivos de comunicación y los agentes del aparato estatal, vinculados a la estrategia de guerra permanente de Obama, primero atacaron la propuesta de reconciliación económica de Trump con Rusia. Para evadir cualquier “descalificación”, fabricaron la conspiración rusa de espías y manipulación de elecciones. Sus primeros tiros exitosos fueron disparados contra el Teniente General Michael Flynn, aliado de Bannon y principal defensor para revertir la política de Obama/Clinton de enfrentamiento militar con Rusia. Flynn fue rápidamente destruido y amenazado abiertamente con ser procesado como un «agente Ruso» en la histeria provocada, que se asemejaba a los días del senador Joseph McCarthy.

Los puestos económicos clave en el régimen de Trump se dividieron entre los neoliberales Israel-First y los nacionalistas económicos. El presidente Trump, “El negociador”, trató de enganchar a los sionistas neoliberales, afiliados a Wall Street, con la clase obrera vinculada a la base electoral trumpista, formulado nuevas relaciones con la Unión Europea y China, lo que favorecería a la manufactura estadounidense. Dadas las diferencias irreconciliables entre esas fuerzas, el ingenuo «pacto de clase» de Trump debilitó a Bannon, socavó su liderazgo y destruyó su estrategia económica nacionalista.

Mientras Bannon había conseguido varios nombramientos económicos importantes, los neoliberales sionistas socavaron su autoridad. La cohorte Fischer-Mnuchin-Cohn estableció con éxito una agenda competitiva.

Toda la élite del Congreso de ambos partidos se unió para paralizar la agenda de Trump-Bannon. Las gigantescas corporaciones de los medios masivos de comunicación sirvieron como un megáfono histérico y cargado de rumores para los fanáticos investigadores del Congreso y del FBI que magnificaban cada sutileza de las relaciones del gobierno norteamericano de Trump con Rusia en busca de conspiración. La combinación Estado-Congreso y el aparato de los medios de comunicación aplastaron a la masiva base electoral de Banon, desorganizada y desprevenida, que había elegido a Trump.

Completamente derrotado, el desdentado Presidente Trump se retiró en busca desesperada de una nueva configuración de poder, delegando sus operaciones diarias a «sus generales». El Presidente civil electo de los Estados Unidos abrazó la búsqueda de sus generales, de una nueva alianza militar-globalista y la escalada de las amenazas militares contra Corea del Norte, incluyendo a Rusia y China. Afganistán fue inmediatamente blanco de una intervención ampliada.

Trump reemplazó eficazmente la estrategia económica nacionalista de Bannon con un reanimado enfoque militar de guerras múltiples de Obama.

El régimen de Trump volvió a lanzar los ataques de Estados Unidos contra Afganistán y Siria –superando el uso por parte de Obama de ataques de drones contra presuntos militantes musulmanes. Intensificó las sanciones contra Rusia e Irán, abrazó la guerra de Arabia Saudita contra el pueblo de Yemen y puso toda la política de Medio Oriente en manos de su asesor político, el ultra sionista Jared Kushner (magnate inmobiliario y yerno) y el embajador de Estados Unidos en Israel David Friedman.

El retiro de Trump se convirtió en una derrota grotesca. Los generales abrazaron a los sionistas neoliberales en el Tesoro y a los militaristas globales del Congreso. El director de Comunicación Anthony Scaramucci fue despedido. El Jefe del Gabinete de Trump, John Kelly, purgó a Steve Bannon. Sebastian Gorka fue expulsado.

Los ocho meses de lucha interna entre los nacionalistas económicos y los neoliberales han terminado: La alianza sionista-globalista con los generales de Trump ahora dominan a la elite de poder.

Trump está desesperado por adaptarse a la nueva configuración, aliada de sus propios adversarios en el Congreso y los medios masivos de comunicación rabiosamente anti-Trump.

Habiendo casi diezmado a los nacionalistas económicos de Trump y su programa, la elite de poder montó entonces una serie de acontecimientos magnificados por los medios que se centraban en un golpe local en Charlottesville, Virginia, entre «supremacistas blancos» y «antifascistas». Después de que la confrontación condujera a la muerte y al daño, los medios utilizaron el intento inepto de Trump de culpar a ambos bandos como prueba de los vínculos del presidente con los neonazis y el KKK. Los neoliberales y los sionistas, dentro de la administración Trump y sus consejos empresariales, se unieron al ataque contra el presidente, denunciando su incapacidad de culpar de inmediato y unilateralmente a los extremistas de derecha por la violencia.

Trump está recurriendo a los sectores de negocios y a la élite del Congreso en un intento desesperado por mantener un apoyo a través de promesas de decretar masivos recortes de impuestos y desregular todo el sector privado.

La cuestión decisiva ya no se refería a una política u otra, ni siquiera a una estrategia. Trump ya había perdido en todas las batallas. La «solución final» al problema de la elección de Donald Trump está avanzando paso a paso –su destitución [impeachment] y posible detención por todos y cada uno de los medios.

Lo que el auge y la destrucción del nacionalismo económico en la “persona” de Donald Trump nos dice es que el sistema político estadounidense no puede tolerar ninguna reforma capitalista que pueda amenazar a la élite imperialista globalista.

Los escritores y activistas solían pensar que sólo los regímenes socialistas elegidos democráticamente serían el blanco del coup d’état sistemático. Hoy en día las fronteras políticas son mucho más restrictivas. Apelar al «nacionalismo económico«, completamente dentro del sistema capitalista, y buscar los acuerdos comerciales acorde a ello, es invitar a ataques políticos salvajes, inventos de conspiraciones y relevos militares internos que terminan en «cambio de régimen».

La purga hecha por la élite militarista-globalista contra los nacionalistas económicos y anti-militaristas fue apoyada por toda la izquierda de los Estados Unidos, salvo algunas notables excepciones. Por primera vez en la historia, la izquierda se convirtió en un arma organizativa pro-guerra, pro-Wall Street, pro-derecha sionista en la campaña para derrocar al presidente Trump. Más aún, movimientos y líderes locales, funcionarios sindicales, políticos de derechos civiles y de inmigración, liberales y socialdemócratas se han unido en la lucha por restaurar lo peor de todos los mundos: la política Clinton-Bush-Obama/Clinton de guerras múltiples permanentes, incrementando las confrontaciones con Rusia, China, Irán y Venezuela y la desregulación de la economía estadounidense por parte de Trump y recortes fiscales masivos para los grandes negocios.

Hemos recorrido un largo camino: desde las elecciones hasta las purgas y de los acuerdos de paz hasta las investigaciones policiales. Los nacionalistas económicos de hoy son etiquetados como «fascistas»; y los trabajadores excluidos son ¡»los deplorables»!

Los estadounidenses tienen mucho que aprender y desaprender. Nuestra ventaja estratégica puede residir en el hecho de que la vida política en los Estados Unidos no puede empeorar –realmente hemos tocado fondo y (salvo una guerra nuclear) sólo podemos mirar hacia arriba.

Notas:

1 Traducción libre del artículo de James Petras, “Who Rules America? The Power Elite in the Time of Trump”, publicado el 5 de septiembre de 2017 en http://petras.lahaine.org/?p=2153.

2 CEO es el acrónimo en inglés de Chief Ecutive Officer, designa a la persona con la máxima autoridad de la gestión en alguna empresa, administración, organización o institución.

Traducciones libres del Centro de Estudios, Documentación y Análisis Materialista (CEDAM)

cdamcheguevara.wordpress.com

cedam.ecg@gmail.com

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Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231424

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No pongáis vuestras sucias manos sobre la muerte

Por: Juan Carlos Monedero

No, no es lo mismo publicar la foto de Aylan que la de la niña asesinada por los fanáticos islamistas o los vídeos de los cadáveres atropellados en Las Ramblas. Una busca generar conciencia. Las otras alimentan el odio. Y precisamente porque el odio ciega, le hacen el caldo gordo a los asesinos. Asesinos que merecen, sin una brizna de duda, las más contundente de las repuestas. Y como la ira que desatan es comprensiblemente enorme, hay que combatirles con inteligencia. Nada le complace más a los bárbaros del ISIS que lograr en los telediarios la retransmisión de un degüello. Los que odian en diferentes sitios terminan necesitándose.

No se publican las fotos por las mismas razones. Una nace del dolor y la intuición de que se podía haber evitado esa muerte y la de miles de refugiados que sólo porque ya se sienten muertos van a morir encima de una embarcación de juguete para llegar a Europa. La otra nace de la estupidez, del odio racista -que es un derivado de la estupidez- y de la justificación de las propias ideas xenófobas y supremacistas que pretenden hacer suyas las víctimas aunque eso multiplique el dolor de las verdaderas víctimas.

Resulta curioso que quienes dicen que publicar ambas fotos responde a un idéntico criterio son los mismos que tienen en la cabeza una sociedad donde la corrupción no es un problema determinante para estar o no estar en el gobierno; son los mismos que antes de tener información ya acusaban a las CUP y decían que el atropello era un asunto de turismofobia (algún dipsómano incluso ha llegado a decir que las invasiones occidentales en Oriente Medio, África, Asia o América Latina eran una forma de turismo occidental que generó “turismofobia” en locos como, por ejemplo, Gandhi. Opiniones de borracho); son los mismos que consideran que los fascistas de Charlotesville son iguales que los antifascistas y suelen coincidir con los descerebrado que creen que es lo mismo la bandera de una dictadura -la franquista- que la bandera de un gobierno legítimo y legal -la de la República-. Equidistantes mientras no puedan imponer su distancia.

Las fotos en un medio de comunicación son en sí mismas el editorial del medio. Por eso los medios pantuflos publican todos los días ataques con información falsa a Podemos, truculencias, accidentes y, por supuesto, desnudos múltiples de señoras o líos redundantes entre famosos. Su ideario es la basura y sus fotos son una apología de la basura porque editorializan la basura. Por eso publican fotos o vídeos de las víctimas. Porque viven de ofrecer basura. Una foto de una víctima, especialmente del terrorismo islamista, por lo general está desprovista de contexto. A Aylan le mató el mar, que era el único camino que le dejó Europa para huir de las guerras que precisamente Europa ha creado. Pero le asesinó nuestra indiferencia. Su cuerpo sin vida en la orilla es la metáfora cruel de un proceso que nace con Occidente impidiendo que prosperen gobiernos progresistas en Oriente Medio, que organiza invasiones que rompen con arrogancia demente cualquier convivencia -los criminales Aznar, Bush y Blair en Las Azores- y que vende armas a los locos porque el negocio está por encima de cualquier dolor. Ese niño en la orilla nos habla de nuestro modelo de vida y de nuestras políticas públicas. Los padres de Aylan no querían que su niño terminara en el orilla. Los asesinos de las Ramblas querían que esa niña terminara en la acera. Compararlos es no entender que publicar esa foto es complacer a los asesinos. Es evidente que los medios -y twiteros- que han publicado las fotos y vídeos no lo hacen por connivencia con los asesinos. Pero su odio y su manera de estar en el mundo está tan quebrada que ni siquiera se dan cuenta de a quién terminan sirviendo.

Para luchar contra el terrorismo, contra cualquier terrorismo, Occidente necesita unidad. Y la unidad sólo puede lograrse sobre dos principios: que la democracia sea la base que nos una, y que sepamos que habrá que ceder parte para que nos encontremos en lo relevante, que es luchar contra los enemigos de la democracia. No es tan sencillo.

Primero hay que ponerse de acuerdo en cuáles son las bases de la democracia tanto en Europa como en otros lugares del mundo. Las propuestas de la derecha para frenar la violencia islamista son evidentes: más insistencia en el supremacismo cristiano y occidental, más represión interna y externa, más sospechas sobre la sociedad, más ley mordaza, más desconfianza y descalificación ante los que piensen diferente y, por supuesto, más castigo militar en las sociedades rotas de Irak, Siria, Libia, Yemen o Afganistán (al tiempo que no se dirá nada sobre, por ejemplo, el gobierno de Marruecos o el de Arabia Saudí). En cambio, la derecha no estará de acuerdo en acabar con los paraísos fiscales, en dejar de vender armas a gobiernos dictatoriales, en invertir para revertir la influencia cultural del islamismo radical, en recuperar económicamente a los países donde el islamismo radical aprovecha la pobreza para extenderse y en aumentar el gasto en inteligencia y prevención como forma de prevenir atentados. Ni en reconocer que desde que se decidió invadir Irak, el mundo está mucho más roto.

La izquierda por su parte tendrá que entender que el miedo social es legítimo, que no se ha avanzado gran cosa en el diálogo entre civilizaciones y religiones y que la solución no viene de ninguna afirmación simple sobre la bondad humana. En resumen, la derecha y la izquierda tendrán que apelar a la inteligencia, y viendo el mundo que se ha construido desde que unos bandidos decidieron invadir Irak no es nada sencillo. Ahí está Trump al que le cuesta incluso condenar el racismo. Malos tiempos.

Publicar la foto de Aylan nos hace mejores personas porque apela al compromiso, a la responsabilidad, a no mirar para otro lado. Publicar las fotos de las víctimas de un atentado islamista -sea en Barcelona, Niza, Londres o París- es apelar el odio y al ojo por ojo que terminará dejándonos a todos tuertos. Una foto va al corazón y a la cabeza. La otra al vientre. Por eso, los que quieren acabar con el drama de la muerte, de cualquier muerte, hablan con la muerte con dolor y respeto. En otro lado están los que sólo tienen un espacio pequeño para la empatía y sienten muy selectivamente. Son los que han defendido a los nazis de Charlottesville, los que piden “echar a los moros” de España como en 1492, los que presentan el apoyo a las Primaveras Árabes en 2011 (que hubieran frenado tanta locura) con un apoyo a los asesinos del ISIS, los que son incapaces de trenzar un artículo sin armar una milicia para entrar en guerra, los que utilizan la conmoción para barrer para una casa, la suya, que está cada vez más sucia.

Fuente: http://blogs.publico.es/juan-carlos-monedero/2017/08/18/no-pongais-vuestras-sucias-manos-sobre-la-muerte/

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Nancy Fraser, intelectual feminista: “Todo movimiento emancipador tiene que adquirir hoy una dimensión populista»

Por Tatiana Llaguno/ctxt.es

A raíz de las manifestaciones convocadas por el movimiento feminista contra la investidura de Donald Trump, Nancy Fraser, actualmente profesora de Filosofía y Política en la New School for Social Research de Nueva York, firmó –junto a muchas otras, como Angela Davis y Rasmea Odeh– un llamamiento a un ¨feminismo del 99%”, transnacional y anticapitalista. Su apuesta trata de construir un feminismo de mayorías, inclusivo, que rehúya la cooptación neoliberal. Con varias décadas de trabajo académico a las espaldas, en las que ha indagado cuestiones como la justicia, el capitalismo y el feminismo, Fraser es a día de hoy una de las más reconocidas intelectuales dentro del pensamiento crítico. Firme defensora de la estrategia emprendida por Bernie Sanders, crítica de Clinton y ferviente opositora a Trump, en esta entrevista analiza en detalle la situación política actual, posicionándose a favor de un “populismo de izquierdas” que se oponga al “neoliberalismo progresista” y al “populismo reaccionario”.

¿Cuál sería su evaluación de los primeros cien días de mandato del Presidente Trump? ¿Qué pueden decirnos estos meses sobre su proyecto, límites y posibles resistencias?

Diría que hay que señalar dos aspectos: por un lado, la facilidad con la que las corrientes más convencionales del Partido Republicano han conseguido recuperarlo y desarmar la dimensión populista de su campaña. Básicamente está dando marcha atrás en varios asuntos, como el NAFTA, que ya no pretende abandonar, sino renegociar. Está siendo arrastrado a una agenda de libre comercio y bajos impuestos. No hay ningún indicio medianamente serio de proyectos de infraestructura, algo que incluía en su campaña como fórmula de creación de empleo. Se dedica a hacer todos esos “gestos” mediáticos espantosos (como el veto a musulmanes, etc), sabiendo perfectamente que serán revocados por el poder judicial. Pero parece ser su forma de alimentar unas bases que, por otro lado, está engañando en cada una de las medidas económicas que toma. De hecho, si hacemos memoria, veremos que ganó a 17 rivales en las primarias del Partido Republicano con un discurso que apelaba a los trabajadores. Puede que el fraude no sea sorprendente, pero sí lo es la rapidez con la que está sucediendo.

Por otro lado, está la cuestión de la oposición, porque cuando haces todos estos gestos de los que hablamos, produces muchísimo miedo y rabia a la vez. Creo que podemos decir que existe de hecho una oposición movilizada contra Trump y que el país está más politizado de lo que lo ha estado en años. No obstante, es una oposición incipiente y diría que ambigua. Probablemente, la mayor y más poderosa parte de la resistencia a Trump está intentando volver a Obama o al clintonismo. Se trata de una oposición que pretende restablecer el statu quo. Desde mi punto de vista, esto es realmente insuficiente e incluso altamente problemático, ya que el statu quo anterior es lo que produjo a alguien como Trump. Así que hay un círculo vicioso: si volvemos a eso, tendremos mayores y peores Trumps. La otra posibilidad es que la resistencia se mueva en la dirección de un populismo de izquierdas, como el que Bernie Sanders efectuó en su campaña. En ese caso, no se trataría de restaurar la normalidad anterior a Trump. Creo que la oposición está rondando estas dos posibilidades y que ha habido una apertura lo suficientemente grande como para que las voces de una alternativa de izquierdas sean escuchadas. Con todo, aún existe una suerte de inercia en nuestras sociedades que empuja hacia lo que yo llamo, el “neoliberalismo progresista”.

Recientemente apoyó la candidatura de Jean-Luc Mélenchon en las elecciones francesas, aunque finalmente la decisión tuvo que tomarse entre Le Pen y Macron. Me gustaría conectar el caso francés con lo que argumenta en un libro publicado hace poco, donde explica que el dilema entre el neoliberalismo progresista y el populismo reaccionario puede ser entendido como una “elección de Hobson”. ¿Podría desarrollar esto un poco más?

Creo que hay paralelismos sorprendentes entre las últimas elecciones francesas y las presidenciales de 2016 en los EE.UU. Aquí tuvimos un aparente colapso de los dos principales partidos, que se tradujo en la pérdida de control de los votos de las bases por parte de las burocracias de los mismos. A partir de ahí tuvimos la espectacular victoria de Trump, que vino casi de ninguna parte, que nunca había ocupado un cargo electo, sin experiencia política previa, pero que finalmente consigue diezmar a los candidatos escogidos a dedo por los jefes del partido, que claramente querían a alguien como Rubio. Trump lo logra articulando un populismo reaccionario, que viene a ser una combinación entre el rechazo a una creciente financiarización de la economía, una defensa de la industria y de sus trabajadores, y una más que desagradable utilización de la población inmigrante, musulmanes, latinos, junto con una retórica misógina y racista. Mientras tanto, en el lado demócrata, teníamos a Sanders enfrentándose a Clinton, la candidata escogida por el aparato del partido, del cual supimos más tarde que aunque su deber era permanecer neutro, favoreció a Clinton en detrimento de Sanders. En este escenario, Clinton encarnaba el neoliberalismo progresista, Trump el populismo reaccionario y Sanders aquello que yo llamaría populismo progresista o de izquierdas. Para Sanders, la idea era mezclar una “política de reconocimiento” antirracista, antisexista y en favor de los inmigrantes junto con una “política distributiva” anti-Wall Street y en favor de la clase trabajadora.

Mutatis mutandis, podemos decir que en el caso francés Le Pen era nuestro Trump, Macron nuestra Clinton, y Mélenchon nuestro Sanders. En ambos casos, lo que fue eliminado fue la opción de izquierdas, en parte porque se cerraron filas detrás del neoliberalismo progresista, por miedo y por oposición al populismo de derechas. En ese sentido, las situaciones en Francia y EE.UU. eran bastante parecidas y firmé, junto a muchos otros, una carta instando a los electores franceses a evitar el mismo error que se había cometido aquí. Creo que debemos romper el círculo. Con la elección de Hobson –que es una expresión idiomática del inglés– quería decir que tanto el neoliberalismo progresista como el populismo reaccionario son opciones terribles, que además se refuerzan mutuamente de forma simbiótica. Si bien son por un lado opciones diferentes y opuestas, por otro, cada una crea las condiciones para que la otra se haga más fuerte. Por ello, es necesaria una tercera opción que rompa el esquema. Creo que al menos en los EE.UU. no todo está perdido, Sanders sigue siendo uno de los políticos más populares y mejor valorados, no parece querer irse a ninguna parte y espero que las fuerzas que ha sido capaz de movilizar tampoco desaparezcan.

En un artículo publicado a principios de año en la revista Dissent, defendió, como aquí, que lo que necesitamos es un populismo progresista. ¿Por qué cree que el populismo es la respuesta y cuáles sería para usted los beneficios y las limitaciones del populismo como lógica política?

Para mí, ‘populismo’ no es una palabra negativa. Jan-Werner Müller publicó el año pasado un libro diciendo que el populismo es inherentemente antidemocrático, excluyente, persecutorio, etc. Yo no estoy de acuerdo con esto y creo que es una mala definición del término. Me siento mucho más próxima a alguien como Ernesto Laclau, que veía el populismo como una lógica que podía ser articulada de muchas formas distintas. Es cierto que hay populismos reaccionarios, pero no tiene por qué ser siempre el caso. Por otro lado, para mí, el populismo no es la última palabra, no es una suerte de ideal al que llegar, sino más bien una fase política transicional, casi como aquello que los trotskistas llamaban “programa de transición”. Lo que yo quiero en último término es la emergencia de un socialismo democrático. Dicho esto, el lenguaje que surgió con el movimiento Occupy, y que ahora intento adaptar al feminismo, es el del 99% versus el 1%. Esto es claramente una retórica populista, es un lenguaje distinto del que utilizamos cuando hablamos de capitalismo global, de la clase trabajadora, aunque estos términos sean posiblemente más certeros a la hora de describir cómo funciona nuestra sociedad. Creo que hay una posibilidad de ganar y convencer a más gente ahora utilizando una retórica populista, pero claro, tiene que ser un populismo de izquierdas.

Hubo un punto en el que Sanders y Trump se solaparon un poco y fue en la discusión sobre aquello que Sanders llamó “economía distorsionada o amañada” [“rigged economy”], un término del cual Trump se apropió, porque evidentemente es una expresión que se entiende de forma inmediata. Si empiezas a hablar sobre las dinámicas de explotación y expropiación del capital, se vuelve más complicado. Así que para mí es un gran comienzo para empezar a cambiar la cultura política, para hacer a la gente pensar de forma más estructural sobre aquello que no funciona en nuestra sociedad. El 99% es evocador, y su función principal es sugerir que los trabajadores blancos víctimas de la desindustrialización y los afroamericanos encarcelados y expropiados son parte, potencialmente, de la misma alianza. Y que hay un grupo oligárquico, llamémoslo capital global financiero o lo que sea, que es el enemigo común. Esto es una re-organización del universo político inmensa, y es otra forma de articular un “nosotros” versus“ellos”. El neoliberalismo progresista articula superficialmente a inmigrantes, personas de color, musulmanes, LGTBIQ como el “nosotros” y convierte al hombre blanco en un “ellos”. Esto es una forma horrible de dividirnos, una forma que solo beneficia al capital. Para mí el populismo es una forma de cambiar el juego. Lo que lo hace progresista es que es inclusivo, el 99% es un número muy inclusivo. Por el momento es un discurso estupendo para movilizar y organizar.

En la construcción de esta fuerza populista y progresista contrahegemónica, parece haber una tensión entre la escala nacional y la transnacional. Normalmente, el neoliberalismo progresista se vende como abierto a la diversidad, cosmopolita, en oposición a los valores defendidos por un populismo de tipo reaccionario. ¿Cómo debería un populismo de izquierdas situarse en este debate? ¿Cómo debería habitar la tensión entre su carácter nacional-popular y la escala transnacional?

Creo que esta es una pregunta muy complicada y no estoy segura de tener una respuesta totalmente trabajada, pero es una de las cuestiones más importantes a tratar. Creo que al final lo que se necesita es un mayor internacionalismo en la izquierda, tenemos que volver a la vieja idea de un internacionalismo obrero hasta que consigamos estándares de protección laboral y del medio ambiente que sean transnacionales. No será posible resolver estos problemas de ninguna otra forma. Diría que cualquier forma de populismo progresista tiene que ser internacionalista y trabajar, en ese sentido, en la construcción de coaliciones y fuerzas transnacionales, además de trabajar en la protección de derechos de los territorios tal y como existen actualmente.

También ha dicho que cree que estamos en un momento de interregno, una situación política inestable pero también abierta al cambio. Partiendo de las declaraciones de Jean-Claude Juncker cuando afirmó aquello de “sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”, ¿diría que existe, entre las élites, una carencia de una narrativa sólida y que esto de alguna forma les pone más a la defensiva que a la ofensiva? 

Sí, estoy de acuerdo con este diagnóstico. No sólo la narrativa de Reagan y Thatcher ha desaparecido, sino también su continuación, la de Blair y Clinton. Hubo por un tiempo un intento de “nuevo laborismo”, de una tercera vía, del cual Obama fue también parte. Aquí, Bill Clinton fue el principal fundador y arquitecto del “Democratic Leadership Council”, que se encargó de llevar al Partido Demócrata en una dirección diferente a la tradicional, vinculada al New Deal. Y tenían una narrativa pero, sobre todo, una estrategia: decían que la demografía del país había cambiado hasta tal punto que ya no se necesitaba a la clase blanca trabajadora, que se podían ganar elecciones apelando a las clases altas, las clases medias suburbanas, los sectores tecnológicos y del entretenimiento, las minorías y las mujeres. Su narrativa era el neoliberalismo progresista.

Lo que sucedió en 2016 fue que esa narrativa se desgarró, así que ahora no tienen ni el bloque Reagan-Thatcher ni el bloque Clinton-Obama. ¿Qué tienen? Bueno, no diría que no son capaces de proponer nada nuevo, son gente muy creativa, y estoy segura de que en sus think tanks están intentando prever el próximo movimiento, pero hasta ahora no está del todo claro. Mi intuición es que intentan resucitar el neoliberalismo progresista bajo figuras nuevas, más sexys. Hillary Clinton no funcionó en ese sentido, así que intentarán encontrar a alguien que pueda llevar a cabo esa tarea. Y como dije antes, la oposición a Trump es ambigua y probablemente una parte de la misma podría ser convencida de nuevo, si una narrativa de izquierdas, convincente y amplia no se materializa. Pero hay definitivamente una crisis de legitimidad y de hegemonía y están buscando de qué forma pueden reconstituirse. Es un momento de apertura, para las Le Pen y los Trump, pero también para los Sanders y los Mélenchon. Lo segundo que hace de este tiempo un interregno es ver que alguien como Trump ha sido incapaz de estabilizarse como alternativa. En el caso de Trump, en el que no puede o no quiere ofrecer a la clase trabajadora lo que le ha prometido, la pregunta es durante cuánto tiempo ésta estará satisfecha con sus gestos mediáticos. Probablemente no estarán ahí esperando para siempre, van a buscar algo más y ese algo no será otra forma de neoliberalismo progresista.

Asumiendo que el populismo es una lógica política que puede llevarnos en una dirección emancipadora, ¿diría que debería establecer un diálogo teórico y político con el feminismo? ¿Cómo deberían los movimientos feministas participar en la construcción de esta lógica populista? ¿Su apuesta por el “feminismo del 99%” está yendo en esta dirección?

Sí, esa es justamente la idea. Creo que todo movimiento emancipador hoy, no solo el feminismo, tiene que adquirir una dimensión populista. La mayoría de movimientos sociales han sido cooptados por el neoliberalismo. El feminismo dominante en los EEUU y en muchos otros sitios ha sido el de “romper el techo de cristal”, el conocido como “lean in feminism” [en relación al best-seller publicado en 2013 por la Directora de Operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, llamado Lean In: Women, Work, and the Will to Lead] que, de hecho, es el feminismo del 1%. Así como Sanders habla a las víctimas de la rigged economy, y así como Occupy hablaba en nombre del 99%, el feminismo y el resto de movimientos sociales tienen ahora la oportunidad de decir: “rompamos con el 1%, no queremos ese feminismo, queremos un feminismo para las mujeres migrantes, para las trabajadoras domésticas, para todas aquellas que se encargan de los cuidados en sus trabajos y en sus casas, para las mujeres con trabajos precarios, para todas aquellas que intentan buscar la manera de cuidar de sus hijos, de sus familias y de sus comunidades al mismo tiempo que se ven forzadas a trabajar más y más horas por menos dinero”.

Veo la lucha por una sanidad pública universal, una que cubra por supuesto permisos de maternidad y aborto libre, como parte del feminismo del 99%. Veo al “feminismo del 99%” como un feminismo que se aleja del neoliberalismo y como parte de un movimiento populista de izquierdas más amplio. Y creo que todo movimiento social, desde el movimiento LGTBIQ al ecologista, debe re-pensarse en términos del 99%, y abandonar las versiones cooptadas, como el “capitalismo verde” o la defensa del matrimonio homosexual poco o nada interesada en los derechos sociales. Todo movimiento es potencialmente aliado en la construcción de un bloque contrahegemónico, pero solo si abandonan la retórica neoliberal y se mueven en una nueva dirección. Y por supuesto los movimientos por los derechos laborales tienen que participar, los sindicatos no son muy fuertes en EE.UU., pero hay otras luchas como la Fight for 15 que sí lo son.

El año pasado publicó en la New Left Review un artículo titulado Las contradicciones del capital y los cuidados, donde defendía que estábamos pasando por una nueva mutación de la sociedad capitalista, y que habría una posibilidad de reinventar la división reproducción-producción y el modelo de “familia con dos proveedores”. ¿Podría hacer algunas conjeturas sobre cuáles deberían ser las demandas concretas del movimiento feminista en relación a la cuestión de los cuidados y la reproducción social?

Sí, creo que ésta es una de las principales tareas del feminismo del 99%. Estoy convencida de que un feminismo que concentre toda su atención en la producción, en conseguir que más mujeres entren en el mercado laboral, y que descuide lo que sucede en el ámbito de la reproducción va por mal camino. Ambas esferas se encuentran separadas y sin embargo están también entrelazadas, lo cual es parte de la dificultad. Necesitamos una nueva forma de pensar su relación.

Un buen punto de partida sería no ponerlas en absoluta contradicción, algo que sucede ahora mismo y que se puede ver en fenómenos como la congelación de óvulos o las bombas mecánicas de alta tecnología para extraer leche materna. Se pone a las mujeres en situaciones en donde les es imposible tener una carrera y a la vez tener hijos antes de los 45. Implicaría también medidas como la reducción de las horas de trabajo, salarios dignos y suficientes para no tener que buscar más de un empleo, que permitan sustentar un hogar y no una persona, ya que no todos los hogares cuentan con o quieren tener más de un proveedor. La idea sería formular políticas de empleo y de bienestar bajo el supuesto de que todos somos sujetos sustentadores y cuidadores. Si hacemos de ello el ideal de ciudadanía, entonces tendremos un conjunto de políticas completamente diferentes.

Fuente: http://ctxt.es/es/20170823/Politica/14519/ctxt-fraser-trump-populismo-neoliberalismo-feminismo.htm#.WZ9Mcz79GwQ.twitter

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UNESCO reflexiona sobre los grandes momentos de diálogo en la historia

Unesco / www.tendencias21.net / 23 de Agosto de 2017

Treinta expertos de 20 países van a encontrarse para examinar ejemplos de intercambios culturales fecundos identificados gracias a los monumentales proyectos de la UNESCO “Historias generales y regionales” y “Rutas de Diálogo”, a fin de determinar por qué medios se puede fomentar el diálogo intercultural hoy en día.

Este encuentro internacional tendrá lugar los días 29 y 30 de agosto en Samarcanda (Uzbekistán) y consistirá en la celebración de un seminario sobre el tema “Los grandes momentos de diálogo en la historia de la humanidad – Evaluación, enseñanza y perspectivas”.

En este seminario se definirán cuáles han sido los periodos históricos importantes del diálogo intercultural y se pondrán de relieve las características principales de las interacciones de culturas en diferentes lugares del mundo, a fin de profundizar nuestros conocimientos sobre los procesos en los que éstas se han influenciado mutuamente.

Los participantes también examinarán las posibilidades ofrecidas por las actuales redes sociales en Internet para difundir los conocimientos existentes en este ámbito, así como la elaboración de instrumentos que coadyuven a esa difusión. Por último, formularán directrices concretas para elaborar materiales e instrumentos pedagógicos que recurran a tecnologías de la información y comunicación, con vistas a promover el entendimiento mutuo, el diálogo y la reconciliación.

En estos últimos años, el agravamiento de las tensiones, conflictos y atentados terroristas en distintas partes del mundo ha dado lugar a que una vez más se difundan ideas, desacreditadas desde hace mucho tiempo, sobre la inevitabilidad de los choques y enfrentamientos entre los pueblos y entre las naciones.

Las tensiones actuales han reavivado los prejuicios raciales y culturales inspirados en teorías acientíficas sobre la presunta existencia de una jerarquía de las etnias, culturas y religiones. El hecho de que esas ideas hayan ido ganando terreno últimamente ha puesto de actualidad cuán necesario es reflexionar de nuevo sobre el acervo y los valores que la humanidad comparte en común.

Fuente: http://www.tendencias21.net/notes/UNESCO-reflexiona-sobre-los-grandes-momentos-de-dialogo-en-la-historia_b16652828.html

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¿A quién le interesa la Moral?

Por Fernando Buen Abad

Cuando se trata de “desmoralizar” a los pueblos en lucha no faltan los moralistas de coyuntura siempre entrenados para asestar golpes simultáneos a las golpizas económicas y las golpizas policiales. “Kit” completo. Las grandes vertientes moralistas (clericales y legalistas) lanzan sus denuedos axiológicos contra quienes rompen el “orden”. Porque se trata de bajarles la guardia, demolerles las convicciones y los entusiasmos… hacerlos sentir enemigos del “bien”. Fuerzas del mal. La culpa serial.

No se privan de tentación alguna para maldecir y ensuciar hasta las más incipiente luz de rebeldía social. Por un milagro de resurrección cívica los moralistas del “establishment”, no importa si son choferes de taxi, “amas de casa”, burócratas o vendedores de enciclopedias… lanzan (por ejemplo) denuestos y maledicencias a los cuatro vientos cuando un grupo organizado políticamente hace conocer su malestar y sus denuncias con huelgas, paros o cortes de calles.

Los moralistas se encrespan y repiten al unísono un tendal de frases u oraciones huecas sacadas del noticiero más cercano o de sus pares también moralistas de pacotilla. Miran a la clase trabajadora como seres de otra dimensión, como enemigos del “orden”, del “respeto” y del “bien común” urbano o rural. Las luchas sociales son “engendros del demonio”, perversiones del averno, amenaza contra la “paz” y las “buenas costumbres” burguesas  y, sobre todo, enemigas del “orden establecido”. La sacrosanta (inexistente) civilidad entre hermanos citadinos es amenazada por la barbarie de la lucha proletaria y eso indigna a los “ciudadanos” guardianes de la moral burguesa.

Son los territorios ganados por la ideología de la clase dominante para, también de esta manera, poner a pelear a pobres contra pobres. La contienda con frases hechas, todas con muy dudosa procedencia y contenido, se inflama con adjetivos que operan como bofetada moralizante. Todos critican por el “bien común” por un (desconocido) “respeto al prójimo”. Todos vociferan con tono parroquial desde la cúspide de su mediocridad prefabricada a espaldas de su ignorancia para que no se percaten de tono titiritezco que adquieren todas sus invectivas inyectadas con almíbar de razón simplista. “Si ellos tienen derecho a protestar nosotros tenemos derecho a libre tránsito” de dice con suficiencia cardenalicia.

Pero la espiral de la Moral dominante y condenatoria de las luchas sociales, asciende hasta complejidades y prácticas de muy diversa envergadura y daño. En su cima sirve para justificar genocidios y torturas, sirve para camuflar canalladas de todo tipo y sirve fundamentalmente para hacer invisible el hurto burgués sobre el producto del trabajo. Con capas de pintura moralista se disimulan y ocultan los fraudes electorales, la connivencia con el crimen organizado, la permisividad servil con los trinquetes bancarios, la corrupción a todo vuelo y -también- los fardos ideológicos que se hacen tragar a los estudiantes en las universidades burguesas (y en algunas otras también). Todo es por su “bien”.

Con la Moral burguesa y con su “doble Moral” se asientan los valores dominantes donde todo vale en manos del poder económico y no importa la gravedad, ilegalidad o la irracionalidad de la afrenta todo se arregla con dinero y el que no lo tiene ha de resignarse unas veces al silencio y otras veces pagando los “platos rotos” que no rompió. Ese es el orden de las cosas. “La vida es así”. “Uno no puede cambiarlo todo”… y sin fin de retóricas espeluznantes que se hacen pasar por solidez moral y solvencia de principios. Mientras tanto lo que reina es la “moral burguesa” que, vista bien, no es más que la inmoralidad misma del capitalismo que es inmoral por definición. La bomba a Hiroshima es una inmoralidad inolvidable.

Pero la Moral que los pueblos necesitan es un conjunto de afirmaciones y principios colectivos y dinámicos cuya unidad de clase debe exprese en paradigmas enriquecedores de la fortaleza intelectual y de la fortaleza emotiva. Para eso es necesario conocer a los seres humanos en su fase de lucha transicional que, mientras sale del fardo de supercherías morales burguesas, accede a un territorio de significación en el que se renueva el conocimiento y se renueva su enunciación sobre la conciencia proactiva de un ser distinto esta vez respetuoso del interés común y del desarrollo en colectivo. Moralidad humana real del futuro. La moral desde la base productiva y la relación con la naturaleza.

Semejante Moral no es un decálogo “acabado” ni sencillo, no puede serlo jamás, porque se trata de un instrumental de orientación y dirección política y humanista (en sus sentido estricto) en movimiento y transición social. Esa será sin duda una de las cualidades de la Moral nueva, la Moral de la lucha permanente, de la Moral que no admite la resignación a los intereses de una clase privilegiada contra una mayoría desposeída.

La Moral tiene una “viva e inquietante actualidad” como insistía nchez Vázquez. Pero ha de someter a su jurisdicción temas como la violencia, el terrorismo, la depredación de la naturaleza… la mercantilización avasallante de la vida. La Moral de los pueblos, la de la clase trabajadora en lucha, ha de afirmarse en valores históricos como la libertad, la igualdad, la democracia… que cada día son más urgentes. Valores de justicia social real porque no puede haber libertad verdadera en condiciones de desigualdad e injusticia social y tampoco justicia social cuando se niega la libertad y la democracia. Es en la práctica donde se demuestra la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de la Moral en lucha.

Cuando hablamos de la Moral del pueblo en lucha, no hablamos de la Moral burguesa. Aunque usen palabras similares sus contenidos no son lo mismo. Una Moral participativa que propicie una democracia participativa; que ponga fin a los beneficios irracionales de las empresas capitalistas. Una Moral de la lucha social dispuesta a terminar con la pobreza para muchos y la abundancia para pocos. Moral para la defensa de la educación pública gratuita y crítica en todos sus niveles; para garantizar los derechos de los trabajadores y el respeto a las diferencias (étnicas, raciales, genéricas, etc.); Moral para la defensa incondicional de los derechos humanos. Moral no sólo para cambiar el modo de producción sino también las relaciones de producción. Una Moral que será distinta porque es su deber serlo. Una Moral cuyo aliento sea el desarrollo social y no la represión de los seres humanos. Una Moral para la emancipación que dé cuerpo y fortaleza a las nuevas condiciones de la vida organizada y coincidente con lo indispensable para ser felices, para ser creativos, para ser amorosos y para ser iguales; para ser distintos en unidad para lo que necesitamos y contra lo que nos daña. Una moral para el bien común… moral de lucha permanente.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/A-quien-le-interesa-la-Moral-20170721-0002.html

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Ser griego

Por: Uri Avnery

Todo el mundo ha expresado a estas alturas su opinión sobre la crisis griega, tenga o no una, de modo que siento la obligación de expresar también la mía.

La crisis es algo inmensamente complicado. Sin embargo, a mí me parece bastante simple.

Los griegos gastaron más de lo que ganaban. Los acreedores, en su increíble desfachatez, quieren recuperar su dinero. Los griegos no tienen dinero y, de todos modos, su orgullo no les permite pagar.

Entonces, ¿qué hacer? Todos los comentaristas, desde los economistas laureados con el Nobel hasta mi taxista de Tel Aviv, tienen una solución. Por desgracia, nadie los escucha.

Angela Merkel y Alexis Tsipras siguen combatiendo la Segunda Guerra Mundial. Pero las relaciones entre las dos naciones jugaron un papel en mi familia mucho antes de eso.

Cuando era niño, mi padre era alumno de una escuela secundaria alemana «humanista». En aquellas escuelas los alumnos aprendían latín y griego clásico en lugar de inglés y francés. Así que escuché refranes latinos y griegos antes de ir a la escuela y de comenzar estudiar yo mismo latín durante medio año, antes de que afortunadamente saliéramos de Alemania para Palestina en 1933.

Los alemanes cultos admiraban a los romanos. Los romanos eran gente de principios rectos que hacían leyes y las obedecían, casi como los propios alemanes.

A los alemanes les encantaban los antiguos griegos, y los despreciaban. Como dijo su poeta más importante, Wolfgang von Goethe: «Das Griechenvolk, es taugte nie recht viel» (el pueblo griego nunca valió gran cosa).

Los griegos inventaron la libertad, algo con lo que los antiguos hebreos ni siquiera soñaron. Los griegos inventaron la democracia. En Atenas, todo el mundo (excepto los esclavos, las mujeres, los bárbaros y otra gente inferior) participaba en los debates públicos y en la toma de decisiones. Eso no les deja mucho tiempo para trabajar.

Así era como los veía mi padre, y así los ven ahora los alemanes decentes. Gente agradable para codearse con ellos en vacaciones, pero no gente seria para hacer negocios. Demasiado perezosos. Demasiado hedonistas.

Sospecho que estas actitudes arraigadas influyen en las opiniones de los líderes y votantes alemanes actuales. Ciertamente, influyen en las actitudes de los líderes y votantes griegos hacia Alemania. ¡Al diablo con ellos y su obsesión por la ley y el orden!

He estado varias veces en Grecia, y siempre me agradó su gente.

A mi esposa Rachel le encantaba la isla de Hydra y me llevó a visitarla. Encontrar un barco para ir hasta allí desde El Pireo fue toda una odisea. Eso era, por supuesto, antes de la llegada de Internet. Cada agencia marítima tenía un horario para sus barcos, pero no existía un horario general. Eso habría sido demasiado ordenado, demasiado alemán. (Si El Pireo hubiera sido Haifa habría habido una lista integral de horarios colgada en el escaparate de cada tienda.)

Fui invitado a participar en varias conferencias internacionales en Atenas. Una de ellas la presidió la maravillosa Melina Mercouri, tan inteligente y hermosa, a la sazón ministra del gabinete. Era una conferencia sobre cultura mediterránea y estuvo aderezada con un montón de buena comida y bailes folclóricos. En cierta ocasión actué como anfitrión de Mikis Theodorakis en Tel Aviv.

Así que no tengo prejuicios contra los griegos. Todo lo contrario. Antes de las últimas elecciones griegas recibí un mensaje de correo electrónico de una persona a la que no conocía y que me pedía que firmara una declaración internacional de apoyo al partido Syriza. Tras leer el material firmé el manifiesto. Me solidarizo con su lucha heroica.

El asunto griego me trae a la memoria la «revuelta de los marineros» que tuvo lugar en Israel a principios de 1950. Fue un levantamiento contra la burocracia gobernante. La apoyé de todo corazón y fui incluso arrestado durante unas horas. Cuando todo terminó en una gloriosa derrota, me encontré con un famoso general de izquierdas de quien esperaba recibir alguna alabanza. Me dijo: «¡Sólo los necios comienzan una lucha que no pueden ganar!»

Todo se reduce a esto: los griegos deben un dineral. Una cantidad desorbitada de dinero. En estos momentos es irrelevante cómo se acumuló esa deuda y quién es el culpable. Europa (el nombre mismo es griego) no tiene ninguna posibilidad de recuperar esos miles de millones. Pero se cortará un brazo antes de seguir arrojando más dinero a ese pozo sin fondo. ¿Cómo puede sobrevivir Grecia sin más dinero?

No lo sé. Tengo la firme sospecha de que nadie más lo sabe, ni siquiera los economistas laureados con el Premio Nobel.

Para mí, el aspecto más importante de esta catástrofe es el futuro de los dos grandes experimentos: la Unión Europea y el euro.

Cuando la idea europea ganó terreno en el continente tras la fratricida Segunda Guerra Mundial, se produjo un gran debate sobre sus contornos futuros. Algunos propusieron algo así como los Estados Unidos de Europa, una unión federal en la línea de los EEUU. Charles de Gaulle, una voz muy influyente en aquel tiempo, se opuso enérgicamente y propuso la Europa de las Naciones, una confederación mucho más laxa.

Idéntico debate tuvo lugar en América antes de la decisión final de crear los Estados Unidos, y de nuevo cuando estalló la guerra civil. Al final, los federalistas ganaron y las banderas confederadas se siguen quemando incluso ahora.

En Europa ganó la idea de De Gaulle. No hubo una voluntad fuerte para crear un Estado europeo unido. Al cabo de algunos años los gobiernos nacionales estaban dispuestos a crear una unión de Estados independientes que transfieren a regañadientes algunos poderes soberanos al súper-gobierno en Bruselas.

(¿Por qué Bruselas? Porque Bélgica es un país pequeño. Ni Alemania ni Francia estaban dispuestas a permitir que la capital de la Unión se encontrara ubicada en territorio del otro país. Eso me recuerda al bíblico rey David, que trasladó su capital a Jerusalén, que no pertenecía a ninguna tribu, a fin de evitar los celos entre las poderosas tribus de Judá y Efraín.)

La burocracia de Bruselas parece ser cordialmente odiada por todos, pero su poder va creciendo inexorablemente. La realidad moderna favorece unidades cada vez más grandes. No hay futuro para los pequeños Estados.

Esto nos lleva a la cuestión del euro. La idea europea condujo a formación de un gran bloque en el que una moneda común podría fluir libremente. Para un profano como yo, parecía una idea brillante. No recuerdo a un solo economista prominente que advirtiera contra ella.

Hoy en día es fácil decir que el bloque del euro estaba viciado desde el principio. Incluso yo entiendo que no se puede tener una moneda única cuando cada Estado miembro formula su presupuesto nacional según sus propios caprichos e intereses políticos.

Ésa es la diferencia fundamental entre una federación y una confederación. ¿Cómo funcionarían los EEUU si cada uno de sus 50 Estados miembros gestionara su propia economía independientemente de los otros 49?

Tal como los economistas nos enseñan ahora, algo como la crisis del euro no puede suceder en los EEUU. Si el Estado de Alabama se encuentra en situación precaria desde el punto de vista financiero, todos los demás Estados intervienen de forma automática. El banco central (la Reserva Federal) inyecta dinero y ya está. No hay problema.

La crisis griega surge del hecho de que el euro no se basa en una federación de ese tipo. Si así fuera, el Banco Central Europeo habría puesto freno al desplome económico griego mucho antes de que se llegara a la situación actual. El dinero habría fluido de Bruselas a Atenas sin que nadie se diera cuenta. Tsipras podría haber abrazado a Merkel en su cancillería y habría anunciado felizmente: «Ich bin ein Berliner!» (Se me hace difícil imaginar a Merkel acudiendo a Atenas y proclamando «Ich bin eine del Griechin!«)

La primera lección de esta crisis es que la creación de una unión monetaria implica una disposición de todos los Estados miembros a renunciar a su independencia económica. Un país que no está dispuesto a hacer eso no puede integrarse en una unión de esa naturaleza. Cada país puede mantener su precioso equipo de fútbol, e incluso su sagrada bandera, pero su presupuesto nacional debe estar sujeto al super-gobierno económico conjunto.

Actualmente eso es muy claro. Por desgracia, no estaba tan claro para los fundadores del bloque del euro.

En este sentido, una nación gigantesca como China tiene una gran ventaja. Ni siquiera es una federación, pero en la práctica es un Estado unitario con una moneda unitaria.

Los Estados pequeños, como Israel, carecen de la seguridad económica que proporciona pertenecer a una gran unión, pero disfrutamos de la ventaja de ser capaces de maniobrar libremente y de fijar nuestra moneda, el shekel, de acuerdo con nuestros intereses. Si los precios de exportación son demasiado altos, se devalúa la moneda. Siempre y cuando tu calificación de crédito sea lo suficientemente alta, puedes hacer lo que quieras.

Afortunadamente, nadie nos invitó a unirnos al bloque del euro. La tentación habría sido demasiado fuerte.

Siendo esto así, estamos en condiciones de observar la crisis griega con alguna ecuanimidad.

Pero para quienes creemos que después de lograr la paz con el pueblo palestino y con todo el mundo árabe Israel debe integrarse en una especie de confederación regional, esta es una lección instructiva.

Escribí sobre esto incluso antes del nacimiento del Estado de Israel, llamando a la creación de una «Unión semita». Probablemente no sucederá en mi tiempo, pero estoy bastante seguro de que llegará antes de finales de este siglo.

No puede suceder mientras que la brecha económica entre Israel y los países árabes sea tan inmensa como lo es ahora -con un ingreso per cápita 25 veces mayor en Israel que en Palestina y en muchos países árabes. Pero una vez que los países árabes superen las turbulencias que los sacuden actualmente, pueden abrigar la esperanza de progresar rápidamente, como está sucediendo en Turquía y en los países musulmanes de Asia oriental.

En algún momento, en un futuro no muy remoto en términos históricos, el mundo estará formado por grandes unidades económicas que se esforzarán por crear un orden económico mundial eficiente basado en una moneda común.

Puede parecer una tontería pensar en ello en la situación actual. Pero nunca es demasiado pronto para pensar.

Sin olvidar jamás lo que Sócrates dijo: «La única verdadera sabiduría es saber que no sabes nada».

Fuente original: http://zope.gush-shalom.org

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201627

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Los comisarios del pensamiento único

Por: Carlos Fazio

Hoy, cuando la canalla mediática está desatada en el mundo occidental, no está de más recordar que como otros términos del discurso político, la palabra “democracia” tiene un significado técnico orwelliano cuando se usa en exaltaciones retóricas o en el “periodismo” habitual, para referirse a los esfuerzos de Estados Unidos y de sus aliados para imponer la democracia liberal representativa a Estados considerados “forajidos” como la Venezuela actual.

En ese contexto, se ha convertido en un lugar común que cuando más democracia y libertades se dice reconocer y defender, más se reprime la facultad de pensar; sobre todo, la actividad de pensar a contracorriente. Con la novedad de que en la persecución del pensamiento crítico ya no hay fronteras. Pero sucede, además, que en el nuevo panóptico planetario y en el marco de la guerra de espectro completo en curso, quienes cuestionan el orden hegemónico o no se ajustan al marco del dogma establecido por los amos del universo, pueden convertirse en un objetivo político-militar.

Pensar entraña riesgos y trae consecuencias. Ello ocurre en las ciencias sociales y las humanidades, pero también en el periodismo. En la actual coyuntura, bien lo saben, entre otros, Atilio Borón (Página 12, Rebelión.org,) y Luis Hernández (coordinador de Opinión de La Jornada), quienes por practicar el ejercicio crítico de pensar con cabeza propia, son objeto de mofa, presiones y campañas de estigmatización y criminalización por un puñado de diletantes vigilantes del pensamiento único neoliberal que responden a un mismo y nauseabundo guión de Washington.

“Nicolás Maduro dictador” emite la voz del amo desde las usinas del poder mundial, y el eco es amplificado urbi et orbi por una cohorte de amanuenses subvencionados y tarifados. El esquema es simple: para el periodismo mercenario, el “Maduro dictador” sustituye hoy a “las armas de destrucción masivas” de Sadam Hussein, en 2003. El saldo de la mentira del Pentágono como arma de guerra costó más de un millón de muertos; pero eran iraquíes.

El modelo “comunicacional” está bien engrasado. Permite debates, críticas y discrepancias, en tanto se permanezca fielmente dentro del sistema de presupuestos y principios que constituyen el consenso de la elite. Es un sistema tan poderoso que puede ser interiorizado en su mayor parte, sin tener conciencia de ello. En general, quien tiene ideas equivocadas o intenta romper el molde es apartado o ignorado; pero en ocasiones puede ser satanizado por los llamados intelectuales públicos, los pensadores políticamente correctos, la gente que escribe editoriales y cosas así, y es colocado frente al paredón de la “prensa libre”.

Recuerda Marcos Roitman que los ideólogos del actual sistema de dominación han reinterpretado los saberes y el conocimiento bajo una única racionalidad: la del capital. El capital niega su carácter totalitario. En su dimensión política, el capitalismo socializa la violencia y deslastra la historia que le resulta incómoda. Bajo los criterios de la “colonialidad del saber”, es capaz de eliminar al nazismo y al fascismo −también al franquismo, al somocismo, al duvalierismo y el pinochetismo− como fenómenos inherentes a su racionalidad.

W. Lippmann y la ingeniería del consenso

Hace más de un cuarto de siglo, en Los guardianes de la libertad (Grijalbo Mondadori, 1990), Noam Chomsky y Edward S. Herman develaron el uso operacional de los mecanismos de todo un modelo de propaganda al servicio del “interés nacional” (de EU) y la dominación imperial. Nos enseñaron a examinar la estructura de los medios (la riqueza del propietario) y cómo se relacionan con otros sistemas de poder y de autoridad. Por ejemplo, el gobierno (que les da publicidad, fuente principal de ingresos), las corporaciones empresariales, las universidades.

Asimismo, diseccionaron a los medios de elite (The New York TimesThe Washington Post, CBS y otros) que marcan “la agenda” de los gestores políticos, empresariales y doctrinarios (profesores universitarios), pero también la de otros periodistas, analistas y “expertos” de los medios de difusión masiva que se ocupan de organizar el modo en que la gente debe pensar y ver las cosas.

Demostraron, en síntesis, cómo mediante la violencia psicológica o simbólica e indignantes campañas de intoxicación lingüística (des)informativas y supresiones (“las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca”, nos alerta a su vez Emir Sader); manipulaciones, normas doble-estándares y duplicidades; sesgos sistemáticos, matizaciones, énfasis y tonos, y de la selección del contexto, las premisas y el orden del día general, se lleva a cabo el control elitista de la sociedad mediante lo que Walter Lippmann denominó “la ingeniería del consenso”.

Ese modelo de propaganda −por lo general dicotómico o maniqueo: verbigracia “Maduro dictador vs. la oposición democrática de la MUD”; las hordas chavistas vs. los luchadores de la libertad de D. Trump− deja entrever que el “propósito social” de los medios es inculcar y defender el orden del día económico, social y político de los grupos privilegiados. Para ello, la fórmula es sencilla: los dueños de la sociedad utilizan a una “clase especializada” −conformada por “hombres responsables” y “expertos” que tienen acceso a la información y a la comprensión, en particular, académicos, intelectuales y periodistas− para que regule las formas de organización del rebaño desconcertado; para manufacturar el consentimiento y mantener a la chusma a raya.

Todo el sistema de ideas políticas del imperialismo tiende a argumentar su derecho a la dominación, a la supeditación del Estado a los monopolios en todas las esferas de la vida; a la manipulación de las masas y la desinformación de la “opinión pública. Según Lippmann, la labor del público es limitada. El público no razona, no investiga, no convence, no negocia o establece. Por ese motivo, “hay que poner al público en su lugar”. La multitud aturdida, que da golpes con los pies y ruge, “tiene su función: ser el espectador interesado de la acción”. No el participante.

Medios domesticados: la mentira del silencio

Para Chomsky, la tarea de los medios privados que responden a los intereses de sus propietarios, consiste en crear un público pasivo y obediente, no un participante en la toma de decisiones. Se trata de crear una comunidad atomizada y aislada, de forma que no pueda organizarse y ejercer sus potencialidades para convertirse en una fuerza poderosa e independiente que pueda hacer saltar por los aires todo el tinglado de la concentración del poder. ¿Ejemplo? Los 8.089.320 votantes que a despecho de las amenazas imperiales y la ofensiva terrorista paramilitar decidieron empoderar a los/as nuevos constituyentes.

Sólo que para que el mecanismo funcione, es necesaria, también, la domesticación de los medios; su adoctrinamiento. Es decir, generar una mentalidad de manada. Hacer que los periodistas y columnistas huyan de todo imperativo ético y caigan en las redes de la propaganda o el doble pensar. Es decir, que se crean su propio cuento y lo justifiquen por autocomplacencia, pragmatismo puro, individualismo exacerbado o regodeo nihilista. Y que, disciplinados, escudados en la “razón de Estado” o el “deber patriótico”, asuman –por intereses de clase o por conservar su estabilidad laboral− la ideología del patrioterismo reaccionario. En definitiva, el miedo a manifestar el desacuerdo termina trastocando la prudencia en asimilación, sumisión y cobardía.

Moraleja: no se vale discrepar con el consenso. Solo se debe pensar en una sola dirección, la presentada por el sistema de dominación capitalista. Y si para garantizar el consentimiento es necesario aplicar las herramientas de la guerra psicológica para el control de las masas (como azuzar el miedo, fomentar la sumisión y generar un pánico y terror paralizantes), los comisarios del gran hermano entran en operación bajo el paraguas de lo políticamente correcto, amparados por todo un sistema de dádivas y premios que brindan un poco de confort y poder acomodaticio.

La no noticia y el Consenso de Lima

Ya encarrerado, el pensamiento reaccionario se refuerza bajo un discurso de desprecio y odio clasista, xenófobo y racista. Siete jóvenes han sido quemados por parecer “chavistas” por los “demócratas” que defienden los 12 presidentes latinoamericanos del “Consenso de Lima”.

En consecuencia, aduladores de los poderes fácticos que actúan en las zonas de penumbra, los social-conformistas de los grandes medios –con el periódico El País de Madrid como buque insignia de la prensa en español− practican a diario el lenguaje operacional del orden sistémico, reproduciendo la lógica de la dominación de manera expansiva.

Así, casi cada día durante los últimos cuatro meses, en Ciudad de México, Madrid, Bogotá o Buenos Aires, el pensamiento reaccionario apuntala la contrarrevolución en Venezuela. Y ello es así porque el poder real ha creado un ejército de hombres y mujeres dedicados a mantener y reproducir la ideología dominante y desarticular el pensamiento crítico; dedicados a frenar el cambio social y democrático de los de abajo mediante “la mentira del silencio” (Sader). Es decir, negando la existencia de lo que no se quiere que se conozca, por ejemplo, en la coyuntura, la formidable victoria del chavismo bravío y los nuevos constituyentes antisistémicos (anticapitalistas y antimperialistas). O, como señala Ángeles Díez, sustituyendo la información principal por la “no noticia”: un atentado de los violentos de la MUD se atribuyó mágicamente a la “represión” de Maduro (aderezado con titulares que reforzaban una matriz de opinión con eje en el autogolpe de Estado, la violencia, el caos y la emergencia humanitaria), para difuminar la verdadera noticia: que el 30/J ocho millones respaldaron la Constituyente.

El poder reclama una única racionalidad, un solo orden, una sola intransigencia verdadera. Es por eso, también, que a la manera de divisiones y/o francotiradores de un ejército vasallo en el frente externo −y dado que toda intervención militar es precedida por una campaña de intoxicación mediática con eje en la guerra psicológica−, los paraperiodistas tienen la misión de vigilar, hostigar y presionar a quienes, como Atilio Borón y Luis Hernández, se apartan del consenso de la elite reaccionaria.

A la biopolítica del cuerpo se suma hoy la psicopolítica de la mente (Roitman). Y así, los saberes políticamente correctos forman parte del modelo de dominación y marcan el ritmo de la pulsión del poder: quienes levanten la voz y se aparten de la manada serán denigrados, hostigados y/o castigados. En sentido contrario, y en el marco de la guerra no convencional y asimétrica que libran el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra el gobierno constitucional y legítimo de Nicolás Maduro y el pueblo de Venezuela, una agenda con la atención constante hacia las víctimas de la represión de la “dictadura” venezolana, ayuda a convencer al público de la maldad del enemigo y prepara el terreno para justificar la subversión de la MUD y una eventual intervención “humanitaria” del Pentágono.

Auschwitz, el trabajo sucio y los neomaccarthistas

El genocidio de Hitler y la Alemania nazi fue un acto consentido por el pueblo alemán; los hornos crematorios funcionaron a plena luz del día. Con distintas modalidades, el horror de Auschwitz y Treblinka se replica hoy en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Colombia y en el México de las fosas comunes. Las víctimas mortales de las guerras coloniales del Pentágono y la OTAN en Afganistán, Pakistán e Irak ascienden a cuatro millones. En general, la “buena prensa” de Occidente ha apoyado o justificado todas esas atrocidades. Es fácil predecir qué ocurriría en caso de estallar una intervención “humanitaria” o una guerra civil auspiciada por Estados Unidos en Venezuela.

El uso de la mentira con fines políticos es de vieja data. En 1950, el informe de la Comisión Tydings sobre el senador Joseph McCarthy y el maccarthismo, señaló: “Hemos visto utilizar aquí por primera vez en nuestra historia la técnica de ‘la gran mentira’. Hemos visto cómo, mediante la insistencia y la mezcla de falsedades (simples habladurías, tergiversaciones, murmuraciones y mentiras deliberadas), es posible engañar a un gran número de gente”.

Los periodistas, editores y directores de la gran prensa estadunidense, que con frecuencia sabían que McCarthy estaba mintiendo, escribían y divulgaron lo que él decía y dejaban que el lector, que no tenía ningún medio de averiguarlo, intentara deducir la verdad. Un día, el senador republicano John Bricker, le dijo a McCarthy: “Joe, usted es realmente un hijo de puta. Pero a veces es conveniente tener hijos de puta a nuestro alrededor para que se encarguen de los trabajos sucios”.

El propósito del maccarthismo fue revertir el pacto social keynesiano (el Estado benefactor) que redistribuía parte de las ganancias del capital hacia abajo. Ronald Reagan profundizó el proyecto conocido hoy como neoliberalismo, con epicentro en la liquidación de los bienes y la esfera pública y la mercantilización y privatización radical de todo. El macartismo hizo escuela y lo practican ahora muchos periodistas en el caso Venezuela (¡estúpidos, es el petróleo!), pero las madres no tienen la culpa…

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=230219

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