Page 1 of 7
1 2 3 7

El 40 % de las y los adolescentes cree haber tenido problemas de salud mental

Por: 

Casi la mitad de chicas y chicos ha tenido o cree haber tenido problemas de salud mental en el último año. La mitad de todos ellos no se lo ha contado a nadie porque no sabe a quién acudir o cree que el tema no es tan importante.

Unicef y la Universidad de Sevilla (US) han hecho públicos algunos datos de su último Barómetro de opinión de la infancia y la adolescencia, que en esta ocasión ha puesto el foto en la salud mental, un tema clave en los últimos años.

Uno de los datos que más destaca es que el 40 % de todos cree haber tenido problemas de salud mental (ansiedad, depreción, TDAH, etc.)  en el último año. Pilar Ramos, investigadora de la US, ha aclarado que no significa que los hayan tenido y que probablemente con otros malestares menos graves.

La mitad de quienes han dicho que ha pasado por algún problema de salud mental, no se lo han contado a nadie, ni a sus padres ni a otros adultos. Entre los motivos, destacan dos: no saben a quién o dónde acudir para contarlo y, además, le quitan importancia para el propio problema.

Los servicios de orientación en los centros educativos deberían ser uno de esos lugares en donde chicas y chicos podrían acudir para hablar de sus malestares y problemas. Pero chicas y chicos destacan que no suelen acudir porque o bien creen que no tienen la formación necesaria para tratar con ellos como que no confían en que guarden el secreto de aquello que les cuenten.

A esto se suma la percepción de que faltan muchos de estos profesionales en los centros educativos, de manera que no tienen el tiempo ni la cercanía necesaria para escucharles. Durante la rueda de prensa de presentación del informe, José Ángel, estudiante de secundaria, ha explicado que en su centro hay 1.600 alumnos y un único orientador, con lo que es casi imposible que pueda atender al alumnado. Su compañera, Alae, también ha comentado que es necesario que tengan una formación específica sobre las pautas que deben seguir con chicas y chicos jóvenes y mostrarse como figuras más cercanas y alejadas, de ese modo, de otras figuras docentes más estrictas.

Desde hace años los colectivos de orientadoras y orientadores vienen reclamando la necesidad de un aumento de las plantillas y recordando la recomendación de que debería haber uno de estos profesionales por cada 250 estudiantes. Una ratio que en la mayor parte de los institutos no se cumple por mucho. Ramos comenta que “detectamos que en contexto educativo hay una gran falta de apoyo al centro para que sirva primera puerta donde pueda acceder a la ayuda”.

Pilar Ramos comenta que el hecho de que no pidan ayuda tiene múltiples causas y, entre ellas, está el desconocimiento sobre los recursos existentes. “Esto es muy relevante porque nos dice hacia dónde tenemos que intervenir: mensajes más claros y directos a las madres, padres y adultos de los centros educativos, y también para chicas y chicos, para que sepan dónde tienen que acudir”.

Estigma y redes sociales

Una de las buenas noticias del barómetro, como destacó Pilar Ramos, es el hecho de que las y los jóvenes cargan con menor prejuicios sobre la salud mental de los que esperaban cuando comenzaron el estudio. Esto se desprende de que cerca del 80,5 % declaró que estaría dispuesto a tener una relación de amistad con alguien que tuviera un problema de salud mental.

“Estamos dispuestos a apoyar a las personas con problema de salud mental” dijo Alae en la presentación del intorme. Cree esta joven que esto se debe al hecho de que ahora es posible que las y los jóvenes tengan mayor acceso a la información sobre estos temas, así como a la manera de lidiar con ellos.

En este sentido, el informe ha sacado a la luz que buena parte de las y los chicos obtienen su información sobre salud mental en las redes sociales. Es algo que demandan y que tienen bastante a la mano.

Dato que contrasta con el hecho de que en diferentes partes del barómetro se habla del impacto que en muchas ocasiones tienen estas redes en relación a los modelos de vida. Es decir, chicas y chicos viven bajo la presión de encontrarse en ciertas redes sociales modos de estar en el mundo demasiado positivos y perfectos, circunstancia que en no pocos casos les empuja a intentar imitar dichas conductas.

Además, tienen identificadas algunas redes sociales como Twitter, Tiktok o Instagram como las más perjudiciales para su propia salud mental.

En todo esto, además, existen diferencias de género que, según Ramos, han de tenerse en cuenta a la hora de afrontar las medidas y actuaciones que se implementan. “Ellas son más sensibles y vulnerables a la imagen que proyectan en las redes sociales, tratan de quedar perfectas. Además, se valoran peor, valoran peor sus herramientas a la hora de afrontar problemas de salud mental”, dice la investigadora que, asegura, es algo que se ha visto en otras muchas investigaciones del estilo.

Además, señala, hay diferencias también a la hora de juzgar cuáles son algunas de las herramientas que favorecen una mejor salud mental. Las chicas suelen destacar el hablar con otras personas y, aunque la investigadora asegura que es una buena idea, otras como la actividad física, que se ha demostrado que favorece la salud mental, está más considerada por los chicos que por ellas.

Demandas

Además de las relativas a una mejora de los servicios de orientación de los centros educativos, el barómetro de Unicef, ponen el foco en la necesidad, y obligación legal, de desarrollar las figuras de coordinación de bienestar que desde la aprobación de la Lopivi son obligatorias en los centros. Unas figuras que, más allá de los departamentos de orientación, deberían ser las encargadas de velar por la salud y el bienestar de chicas y chicos y que en muchas comunidades autónomas no se han terminado de desarrollar o lo han hecho cargando de trabajo a otros perfiles dentro de los centros, como equipos de dirección u otras coordinaciones.

Reforzar los servicios y programas de salud mental de infancia y adolescencia, aumentando los recurso y haciendo que sean accesibles en cualquier parte del país; incremento del número de profesionales de la salud mental en la atención primaria y con formación específica en salud mental infanto-juvenil o promover la visión preventiva en los sistemas sanitarios autonómicos para lo cuál sería, dice el informe, “necesaria una mayor integración y desarrollo de los programas de prevención y detección precoz dirigidos a niños, niñas y adolescentes”.

En este sentido, Pilar Ramos insiste en que se deben fomentar servicios que atienden al derecho a la salud: “Tenemos listas de espera de meses; es una cuestión absolutamente necesaria desde la atención primaria”. “Está habiendo una crisis de atención sanitaria, especialmente, de atención primaria”, explica la investigadora que, continúa, “en salud mental estamos partiendo de cero”.

Mejorar la información que se tiene sobre estos temas, así como realizar campañas entre chicas y chicos y personas adultas para conocer este tipo de casuísticas, dónde acudir si se tiene algún problema o se cree tenerlo, son otras recomendaciones.

Entre otras muchas recomendaciones, también se mira a la empresa privada y a la necesidad de una mayor y mejor control de los contenidos que se publican en las redes sociales. Entre otros, los relativos a la salud mental, para que sean rigurosos y que aborden, dice el texto, desde el malestar emocional hasta la existencia de un problema de salud mental”.

La necesidad, finalmente, de dar información y formación a las familias, no solo en lo relativo al uso de pantallas, sino a cómo afrontar situaciones  de estrés o que puedan empujar a problemas de salud mental, es otro de los puntos clave dentro de las recomendaciones que se lanzan desde este nuevo barómetro de Unicef y la Universidad de Sevilla.

“Está bien no estar bien”, cerraba Alae en la presentación del texto. “Es necesario se consciente de la existencia del problema y no se debe tener vergüenza por pedir ayuda”, insistía esta joven. Un mensaje que apunta a buena parte de las claves que se señalan en en informe: la posibilidad de hablar con otras personas que te puedan ayudar para que una situación que, posiblemente, no haya derivado en un problema de salud mental, se quede en eso, un malestar que se pueden solucionar con mayor facilidad. Y que las vidas perfectas que muchas veces las redes sociales publicitan, no existen. Y no pasa nada.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2024/10/08/el-40-de-las-y-los-adolescentes-cree-haber-tenido-problemas-de-salud-mental/

Comparte este contenido:

El recreo y el aprendizaje

Por: Manuel Alberto Navarro Weckmann

“El juego permite a los niños usar su creatividad mientras desarrollan su imaginación, destreza y fuerza física, cognitiva y emocional”. Asociación Americana de Pediatría.

El recreo no es simplemente un tiempo para que las niñas, niños y adolescentes se desahoguen o un espacio para que sus maestros tomen un respiro. Es, en realidad, una parte crucial del día escolar que beneficia a los niños tanto a nivel físico como psicológico y social. Aquí, los niños exploran, crean, resuelven problemas, construyen relaciones y, en última instancia, aprenden.

En primer lugar, debemos entender que el recreo contribuye al desarrollo físico esencial de las niñas, niños y adolescentes. En una época en la que la obesidad infantil es un problema de salud pública, el recreo ofrece la oportunidad de que se muevan, quemen calorías y fortalezcan músculos y huesos. Más allá de esto, también fomenta la coordinación motora y el equilibrio, habilidades necesarias para la vida diaria.

En términos de salud mental, el recreo es una oportunidad para que los estudiantes reduzcan el estrés y la ansiedad que a veces pueden acumularse en el aula. Este tiempo libre también puede mejorar el estado de ánimo y la autoestima, aliviando la presión de las tareas académicas y permitiendo a estudiantes volver a las aulas con una mente renovada y lista para aprender.

El recreo también es un espacio vital para el desarrollo social. Aquí, en un entorno menos formal y estructurado, los estudiantes aprenden a compartir, a resolver conflictos, a negociar y a cooperar con otros. Estas son habilidades esenciales para la vida que a menudo no se enseñan de manera explícita en el aula, pero son igualmente importantes para su futuro.

Es en el recreo que los niños tienen la oportunidad de explorar y aprender a través del juego. Este tipo de aprendizaje lúdico, lleno de estrategia, memoria y habilidades motoras, complementa el aprendizaje formal que ocurre en el aula, ofreciendo a los niños un contexto práctico y agradable para aplicar y desarrollar nuevas habilidades.

Es importante destacar que el recreo fomenta la creatividad y la autonomía. Los niños son libres de inventar sus propios juegos, crear historias, practicar la toma de decisiones y asumir responsabilidades. Estos son factores esenciales para el desarrollo de la creatividad, la resiliencia y la capacidad para manejar situaciones nuevas.

Por todo lo anterior, es vital entender que eliminar o reducir el recreo, ya sea por castigo, por trabajo o por presiones de cualquier tipo contraproducente. En lugar de mejorar el rendimiento académico, puede terminar perjudicándolo. Los niños necesitan descansos para recargar energías, renovar su concentración y absorber la información que se les enseña.

Así, es fundamental comprender la importancia del recreo y defender su lugar en el día escolar. El recreo no es un lujo, es una necesidad para el desarrollo integral y saludable de nuestras niñas, niños y adolescentes. Juntos, podemos trabajar para asegurar que el recreo sea valorado como una parte esencial de la educación de nuestros hijos. Porque la educación es el camino…

https://manuelnavarrow.com

manuelnavarrow@gmail.com

Comparte este contenido:

El 25% de las y los jóvenes tomaron psicofármacos en el último año

Por:

  • La FAD publica la tercera edición de su Barómetro Juvenil. Salud y Bienestar en el que certifica la «mala salud» de la población entre los 15 y los 29 años; una situación que, en algunos indicadores, ha empeorado de forma alarmante.

Que el 25 % de las y los jóvenes de entre 15 y 29 años haya consumido psicofármacos es un problema, casi se mire como se mire. Bien es cierto, como explica Anna Sanmartín, directora del centro de estudios Reina Sofía, dependiente de la FAD, que del barómetro de 2019 a este ha habido una levísima mejora. Pero ya es un porcentaje elevadísimo.

Para Sanmartín esto tiene mucho que ver con una deficiente atención psicológica desde el sistema de salud en el que falta personal de psicología y psiquiatría y, tal vez con más frecuencia de la necesaria, se recurre a recetar psicofármacos para evitar las largas listas de espera en estos servicios públicos.

La FAD acaba de publicar su Barómetro Juvenil. Salud y Bienestar, el tercero que realiza (2017 y 2019 fueron antes) con una encuesta a 1.501 jóvenes de entre 15 y 29 años. En él ha preguntado sobre salud mental, uso de fármacos, ideación suicida, o cuáles son los temas que les preocupan.

El estudio de FAD deja una foto fija de 2021 poco alentadora que, en algunos momentos, cuando se compara con las de 2019 y 2017, resulta peor. Uno de los datos más llamativos es el obtenido al preguntar a las y los jóvenes por la percepción que tienen de su propia salud. El 54% cree que es buena o muy buena. En 2019 eran algo más del 77 % y en 2017, estsaba por encima del 86 %; 32 puntos porcentuales son una bajada estrepitosa en cuanto a la percepción que tienen las y los jóvenes de su propia salud.

O el dato de que el 56,4 % crea que ha sufrido, en el último año, algún problema de salud mental. Un autodiagnóstico que no consigue una certificación médica porque, de este grupo, el 49 % no pidió ayuda (principalmente porque no tenía cómo pagarla o porque subestimó el tema).

Y como suele pasar, los datos no son iguales para ellas que para ellos. En la práctica totalidad de los indicadores, ellas se encuentran en peor situación que ellos, salvo en el consumo de psicofármacos sin receta, donde ellos están a la cabeza. Para la investigadora Anna Sanmartín la cosa está en que «ellas tienen más presión» que ellos; «están más expuestas, se sienten más vulnerables y tienen más riesgo de sufrir algún tipo de violencia».

En cualquier caso, «no es fácil dar una respuesta sencilla», asegura Sanmartín y, no quiere que parezca un lugar común el hecho de que son cuestiones que están atravesadas por la visión de género. Ellas tienen más presiones en los estudios, en el mundo laboral y en las relaciones afectivas. También han sufrido una mayor cantidad de estrés por la responsabilidad de los cuidados en los últimos dos año. Sanmartín asegura que estos datos, esta tendencia, es conocida en la población general, pero es preopante que ya en edades adolescentes está tan presente.

Ingesta de medicamentos

El de la salud mental es, sin duda, uno de los temas «estrella» de los últimos meses. El confinamiento y la pandemia se han limitado a sacar a la luz la situación en la que miles de personas se encuentran a diario: con necesidad de algún tipo de tratamiento y/o terapia y sin posibilidad de acceder a la segunda, aunque sí al primero. Esta es una de als realidades de muestra este barómetro, al revelar que un algo porcentaje de personas, el 25 %, ha hecho uso de psicofármacos  en los últimos 12 meses.

Los datos globales mejoran unos pocos puntos para las mujeres mientras empeoran de forma muy leve en el caso de los hombres entre la oleada de 2019 y la de 2021.

Al preguntar a estas personas cómo han tomado este tipo de medicación, en el global, el 50,4 % lo hizo sin receta médica. Hablamos de medicamentos como ansiolíticos, hipnóticos, antidepresivos, etc. Los datos aquí son peores para los hombres, que en un 58,9 % no tienen receta frente al 41,8 % de ellas.

Si se atiende a las edades, cuanto mayores son más consumo hacen de este tipo de medicación. El barómetro de la FAD cubre entre los 15 y los 29 años, aunque se divide en tres bloques de edades: 15-19, 20-24 y 25-29. Mientras en este último grupo las cifras se reducen del 32,6 % de 2019 al 26,1 % de 2021, en el grupo de los más jóvenes las cosas han empeorado: de 18 % a 22,3 %. Y, en este caso, todavía es peor el uso sin receta médica: el 58,9 % de las personas entre los 15 y los 19 años lo hacen.

Ideación suicida y salud mental

Y más allá del uso de medicación o incluso de psicofármacos, la FAD ha querido preguntar por la ideación suicida en los últimos 12 meses. También lo hizo en 2019, año en el que, globalmente, el 5,8 % de las personas encuestadas afirmó tener ideas suicidas continuamente o con mucha frecuencia. En 2021 el porcentaje ha llegado al 8,9 %. Datos que empeoran más en hombres que en mujeres.

Bien es cierto que otros indicadores de menor frecuencia sobre ideación suicida con mejores. La ideación de baja frecuencia pasa de 34,3 % al 35,4 %. En este caso, las cifras de las mujeres mejoran, al mismo tiempo que las de los hombres empeoran. Para el porcentaje de quienes nunca las han tenido, de media pasan del 56,6 % al 52,8 % entre 2019 y 2021.

Estos son los datos globales. En el detalle por edades, la pandemia ha supuesto un golpe más duro entre las personas más jóvenes.

Como explicita Anna Sanmartín, «la salud mental empeora, en todos los casos. Pese a todo, baja el porcentaje de quienes piden ayuda». Este es uno de los puntos en los que la investigadora pone el foco; al hablar de las dificultades de acceso a ayuda psicológica. En el último año hay un 56,4 % de personas jóvenes que cree haber sufrido algún tipo de problema de salud mental (autodiagnóstico). De estas, el 49 % no pidieron ayuda y, de estas, el 37,3 % no lo hico por el coste. El 34 %, por subestimar el problema.

En la franja de los 15 a los 19 años, la mayor parte de los jóvenes (66,9 %) siente estrés por los estudios/trabajo, su salud física o mental (46,3 %) o su situación económica (44,8 %). Puesto esto, junto con los modos que tienen de intentar lidiar con el estrés, sale a la superficie que es el colectivo que menos herramientas tienen o utiliza para combatir el estrés (como puedan ser realizar actividades deportivas, relajantes o hablar con alguna persona sobre sus problemas).

Del total de las personas que han participado en el estudio, el 37,5 % sí tiene un diagnóstico. El 17 % de depresión y el 16,5 % de ansiedad, pánico o alguna fobia.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2022/06/02/el-25-de-las-y-los-jovenes-tomaron-psicofarmacos-en-el-ultimo-ano/

Comparte este contenido:

Entrevista a Remedios Zafra: Hay una precariedad laboral que se camufla con motivación y entusiasmo

Por: Jara Atienza

«He venido a perturbar», advierte de entrada Remedios Zafra (Zuheros, 1973) antes de iniciar su conferencia en la última edición de ‘Diálogos de Cocina’, unas jornadas organizadas bienalmente por el Basque Culinary Center, el restaurante Mugaritz y Euro-toques desde hace ya 15 años como espacio de reflexión sobre la creatividad y el mundo de la gastronomía. La voz melódica y apacible de Zafra, científica titular del Instituto de Filosofía del CSIC, contrasta con la severidad de sus palabras, que impactan como un golpe de realidad en los oyentes. La misma sensación que permanece tras leer su primera obra, ‘El entusiasmo’, un ensayo sobre la precariedad y el trabajo creativo en la era digital. En su último libro, ‘Frágiles’ (Anagrama), la escritora ahonda en la ansiedad y el agotamiento derivados de «una autoexplotación normalizada». Hablamos con ella sobre esa «nueva cultura» que, cuando menos, perturba. 


«En el gesto de escribir, hablar y compartir hay una belleza que excede la del pensar. Me refiero a la belleza de crear contagio y pensamiento colectivo, que es donde se asume un riesgo: el de incomodar a una comunidad acostumbrada o resignada», le explicaste al filósofo Diego S. Garrocho en un reportaje de Ethic sobre la belleza del pensar. ¿Por qué crees que nos resulta tan difícil atrevernos a pensar, a poner un pie fuera de lo que nos viene dado como inamovible?

Una de las cosas que caracterizan la cultura contemporánea es la complacencia. Estamos acostumbrados a que todo aquello que nos molesta tenga un botón que nos permite apagar, encender o comprar. Esa forma de construir la sociedad consumista (y complaciente) hace que pidamos que nos suministren cosas positivas porque la vida ya viene, por defecto, con cuestiones muy negativas. Creo que los que nos dedicamos al pensamiento crítico, a la filosofía o al arte tenemos la obligación de facilitar la incomodidad del pensamiento. Todos tenemos miedo a aquello que pueda doler y el pensamiento comienza, irremediablemente, doliendo; nos hace ver cómo somos frente a un espejo o en relación a los otros. Esa visión es incómoda porque siempre nos hemos visto mejor que lo que somos. Todo lo que ha cambiado el mundo ha tenido que ser, de entrada, incómodo y perturbador. Para mí, esa es la base de la transformación de lo humano y de la mejora de la sociedad. Aunque, claro, ante el cambio acostumbra a haber resistencia.

En tus libros hablas de cómo hemos asumido la autoexplotación movilizados por el entusiasmo. ¿Cómo hemos llegado a normalizar esta situación? 

Hay una línea muy orgánica entre la precariedad y la autoexplotación, porque la precariedad hace referencia no solo a personas en situaciones precarias, sino también a la precariedad que existe hoy en el proceso de creación. Para los que nos dedicamos a trabajos más creativos, cuando estamos sometidos a situaciones de precariedad lo normal es que hagamos obras flojas, hechas de cualquier manera, porque prima la cantidad, hacer mucho desde la productividad frente a la calidad. Hablamos de una precariedad laboral que se camufla con la motivación y el voluntarismo, con el entusiasmo. Por eso es normal escuchar frases como: «Qué suerte tienes de dedicarte a lo tuyo», aunque «lo tuyo» esté precarizado. En ese circuito en el que se introduce la normalización precaria es fácil llegar a la autoexplotación, independientemente del rango salarial.

Hay quien dirá que es algo que hemos elegido cada uno de nosotros.

Esa es la gran perversión de la autoexplotación: al estar en proceso de normalización se nos hace pensar que somos responsables de nuestra propia subordinación. Nosotros mismos nos decimos que hemos elegido autoexplotarnos para ser mejores en el trabajo o porque tenemos suerte de estar donde estamos, cuando en realidad es un problema estructural.

«El pensamiento comienza, irremediablemente, doliendo»

¿Dónde está el origen de esa estructura?

Hoy es el capitalismo el que promueve la autoexplotación, pero hay que ir más allá. La analogía más ilustrativa de lo que pasa la encontramos en el patriarcado, que promovía la subordinación de las mujeres haciéndolas responsables de su propia subordinación y creaba un sistema que perpetuaba el aislamiento en las casas, la enemistad entre mujeres, etc. Hablamos de cualquier sistema que se articula como normal y escogido cuando realmente no hay elección.

Esa autoexplotación es la que, sostienes, genera ansiedad en la sociedad. ¿Existe algún remedio?

La solidaridad. El movimiento feminista es el mejor ejemplo para esta propuesta que hago orientada a responder a esa ansiedad derivada de las vidas-trabajo y de la autoexplotación. He pensado en ejemplos que lo hayan logrado y el más claro es la ola feminista, esas mujeres a las que el patriarcado tenían en situaciones muy similares a la del trabajador del siglo XXI, con la diferencia de que ese aislamiento en el hogar ahora es una adicción –o un aislamiento– frente a las pantallas, que nos dan la sensación de estar conectados, pero que en realidad, cuando estamos frente a ellas, estamos concatenando trabajos. Esa enemistad que antes se alimentaba entre las mujeres y ese fomento de la rivalidad es algo que en el contexto laboral actual se hace ahora entre compañeros que compiten por los escasos trabajos o por trabajos convertidos en premio. Es como si no se pudiese garantizar unos trabajos dignos para todos.

¿Es la fragilidad lo que nos une?

Es la vulnerabilidad reconocida. Si nos fijamos en el ejemplo feminista, la solidaridad entre mujeres logró convertir algo íntimo de lo que no se hablaba porque nos hacía sentir culpables –como que ante una violación la culpa era de la mujer por llevar la falta corta– en una denuncia pública. Llega un momento en el que una mujer comparte con otra esa interiorización de culpa que ha convertido en silencio e intimidad todo el dolor proyectado por el patriarcado. Y al compartir eso íntimo se convierte en algo político, como el movimiento #Metoo, para el que solo ha sido necesario identificar algo que nos ha pasado a todos y dejar que la empatía lleve a la solidaridad. Ha sido algo revolucionario para el feminismo.

¿Cómo se puede crear esa red de solidaridad en relación al trabajo?

Cuando el trabajo es opresivo debemos compartirlo. Puede que el lazo no sea tan potente como el que existe entre las mujeres, pero debemos ser capaces de compartir para crear un conexión colectiva y promover la solidaridad. El individualismo de la autoexplotación es algo que favorece el sistema capitalista, que sostiene la precariedad como base y mantiene la riqueza de unos pocos.

Parece un poco paradójico que, como sostienen algunas estadísticas y defienden diversos pensadores, tengamos los índices de progresos más altos de la historia de la humanidad y, a la vez, seamos una sociedad repleta de ansiedad. ¿Cómo dar respuesta a esta contradicción?

Las contradicciones me gustan porque forman parte del pensamiento complejo. Hay que ver qué se entiende por progreso. El progreso es una palabra fetiche que se suele utilizar cargada de connotaciones positivas, aunque si nos fijamos bien, vemos que se trata de un contexto en el que los logros conseguidos a nivel científico y tecnológico siguen sosteniéndose en una tremenda desigualdad donde las clases medias y bajas tienden a estar cada vez más precarizadas. A eso debemos unirle la normalización de la ansiedad, como parte de esa salud mental de la que no solemos hablar, y la respuesta que el progreso nos da a esa ansiedad y que es que, como hemos progresado mucho, tenemos pastillas que, aunque no quitan la ansiedad la apagan temporalmente para que podamos seguir siendo productivos. La medicación es la respuesta contemporánea que nos da la sociedad a los problemas de ansiedad, de depresión o de estrés y son medicamentos que nos convierten en adictos. Solo hay que ver lo que ha sucedido en Estados Unidos con la adicción a los opioides. Es curioso que la respuesta no sea la psicología, dar tiempo a los trabajadores o reducir las jornadas laborales, sino que sea: ante la ansiedad, ansiolíticos. Lo digo desde un punto de vista también personal: como consumidora de ansiolíticos, cuando los tomo estoy más productiva, y cuando los dejo sufro muchísimo y me siento mucho peor. Esa medicación va agravando mi ansiedad y creando nuevas dependencias. Así que un progreso que se hace a costa de la salud de las personas no es un progreso bueno.

«La respuesta que el progreso nos da a la ansiedad son los ansiolíticos, que nos hacen seguir siendo productivos»

Me recuerda a lo que hablábamos al inicio de la entrevista, de ese miedo a enfrentarnos a asuntos incómodos, al dolor. 

Yo convivo con los ansiolíticos desde que murió mi hermana y cuando paso mucho tiempo sin tomarlos es cuando me doy cuenta de que el pensamiento vale para esto, para vivir con lo que nos causa dolor, con lo que nos perturba. Si no pensáramos estaríamos todo el día en esa inercia del placer, buscando series para ocupar nuestros espacios y pantallas. La toma de conciencia es tan importante como dolorosa. Pero ese dolor que experimentamos cuando tomamos conciencia de que sufrimos, por ejemplo, una desigualdad, es necesario.

Ligado a la autoexplotación, en Frágiles hablas de que estamos sometidos a una evaluación constante, de cómo cada uno de nuestros movimientos va seguido de una valoración o puntuación. ¿Qué papel juegan las redes sociales en ese proceso de revalidación constante?

Está claro que tiene mucho que ver el haber asentado lo cuantitativo como forma de valor. Esto se debe a la cultura digital, que se asienta desde unas lentes que nos permiten ver el mundo, pero que se invisibilizan como lentes. En la cultura digital todos somos fácilmente operacionalizables y evaluables. Y esa deriva como primacía favorece las lógicas más competitivas y favorece, a medida que vas ganando puntos, dividir a las personas a favor o en contra. Las lógicas polarizadas están favorecidas por algoritmos que pueden cambiarse y ser más sofisticados, y que ahora adoptan forma de formularios y de apps donde dejamos nuestros datos. Además, nosotros, como sujetos, utilizamos aplicaciones que nos evalúan constantemente para que podamos cuantificar nuestra valía y tengamos ese impulso exponencial de ir mejorando. Sin duda, las redes sociales están muy bien pensadas para resaltar lo positivo y destacar las cosas a mejorar, de forma que las evaluaciones hacen que siempre estemos compitiendo con nosotros mismos, buscando mejorarnos en esa carrera por la perfección.

¿En esta rueda incansable, dónde se encuentra la felicidad? 

La felicidad, igual que la creatividad o el entusiasmo, ha sido utilizada por el capitalismo para cargarla de valores muy positivos, empaquetarla y ofrecerla. De hecho, esa pregunta de dónde está la felicidad acaba legitimando al propio contexto capitalista que también sabe sacarle partido a la felicidad. En general, cualquier contexto de poder hegemónico que nos precede ha sido capaz de crear y señalarnos aquello que dicen que es la felicidad. Es algo como lo que decía Simone de Beauvoir: «Siempre es fácil declarar feliz una situación que se quiere imponer». El sistema actual se basa en el consumo, en vender productos, para lo que genera una imagen de placer y felicidad en torno al disfrute de consumir. Crea un determinado tipo de vida porque le sale rentable y una vez que decide que renta, proyecta la idea de qué es ser feliz. Así que la pregunta es quién tiene el poder para proyectar una idea de un mundo feliz en determinados ámbitos. Existe cierta flexibilidad que permite al mercado ir cambiando en función de lo que interese que sea esa idea de felicidad. Lo que sí queda es la esperanza, pero esa respuesta requiere detenerse a pensar en mayor profundidad.

Fuente de la información e imagen: https://ethic.es/2022/01/remedios-zafra-entrevista/

Comparte este contenido:

Reflexión. La salud mental, un derecho laboral que debe defender el magisterio

Por: Rosa García *

El magisterio mexicano vive momentos de alta presión laboral, producto de la precarización en aumento y la degradación de sus vidas con la pandemia y la crisis económica, pero principalmente las mujeres.

Hace pocos días, algunos medios de comunicación informaron que una maestra de primaria intentó arrojarse del balcón de la escuela donde laboraba en la colonia Escandón, en la alcaldía Miguel Hidalgo, producto de una crisis nerviosa. Y aunque la noticia se viralizó explicando que la maestra fue atendida rápidamente por servicios médicos, a ciencia cierta se desconocen los motivos que provocaron tal crisis.

No obstante, y sin intentar hacer conjeturas sobre la vida personal y laboral de una docente, ni utilizarlo de forma oportunista como muchos medios amarillistas, como maestra que ejerzo la docencia en una escuela primaria, no quiero dejar de comentar a nuestros lectores lo que vivimos en nuestro sector, particularmente las mujeres, y cómo se fueron recrudeciendo las condiciones y los padecimientos desde el inicio de la pandemia.

Por muchxs es bien conocido que la docencia se ha vuelto un trabajo cada vez más esclavizante y estresante para los y las maestras desde que empezó la pandemia, la carga de trabajo ha aumentado terriblemente y ahora, en la presencialidad, se siguen duplicando las jornadas laborales, pues debes de atender a tus alumnos tanto en lo presencial como a distancia, atender a padres y madres de familia, planificar clases, elaborar el material didáctico, rúbricas de evaluación, múltiples e innecesarios documentos que piden las autoridades educativas, mejoras en las escuelas como pintura, arreglos de muebles y limpieza, además de los cursos de la SEP; aunque seguramente olvido algunas otras tareas.

Pero, la gran mayoría de estas actividades solemos hacerlas después de la jornada laboral, ocupando muchas horas que, obviamente, no nos son pagadas pues no se reconocen como parte de nuestra jornada de trabajo ni como horas extraordinarias, y lo peor es que si no cumplimos con estas labores se nos sanciona con actas administrativas, extrañamientos, etc.

Además se le suman las labores del hogar, que como sabemos son interminables, la atención de los hijos para aquellas que son mamás, e incluso, con los salarios tan paupérrimos y la inflación que no cesa, no alcanza para llegar a fin de quincena y muchxs profesorxs tenemos otro trabajo a contraturno, ya sea fuera del hogar o en él, en ventas, encuestas, corrección de estilo y los malabares múltiples que cada unx de nosotrxs solo sabe.

Las cifras de la OCDE, tan solo en 2017, pueden evidenciar la precarización laboral descrita más arriba, ya que los y las maestras mexicanas ocupan entre el segundo y tercer lugar en el ranking de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos con más horas trabajadas por año, con récord de entre 500 y más de mil 100 horas trabajadas en ese período. Pero lo sorprendente de este dato es que, estas cifras, solo toman en cuenta las horas frente a grupo. Y, en materia de ingresos, estamos entre los ocho que menos dinero obtenemos a nivel de preprimaria y primaria, mientras que en secundaria, directamente no superan el promedio de la organización.

Ansiedad, estrés y suicidio al alza

Para las y los trabajadores ya es un hecho que las condiciones de vida cada vez son peores, derivadas de la crisis sanitaria y la crisis económica. De acuerdo con datos publicados en una nota de Forbes (revista especializada en el mundo de los negocios y las finanzas), el aumento de los casos de ansiedad en la población a partir de la pandemia llegó a cifras de hasta el 14%”, mientas que en años anteriores solía aumentar del 5 al 7%.

Además, otras cifras alarmantes en México son las relacionadas a los suicidios, que arrojan que en 2019 hubo 7,223, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En este tema, es de especial importancia el efecto del suicidio en las y los jóvenes, ya que se proyecta que a causa de la pandemia por COVID-19 se incrementaron las tasas de suicidio con énfasis en este sector de la población, más que en adultos mayores. Al respecto, el mismo organismo indica que, en el primer semestre del 2020, el suicidio fue la tercera causa de muerte en los grupos etarios de 10 a 24 años de edad.

La salud mental debe ser considerada como un derecho laboral

En una nota del diario El Sol de México de este año, se afirma que entre 2020 y 2021 el Gobierno federal redujo 81.6 por ciento los recursos destinados a los estados para atender la salud mental de la población. En el extremo, hay 12 entidades que este año no cuentan con recursos de la Federación para hacer frente a trastornos como depresión, ansiedad y esquizofrenia, entre otros.

Aunque el regreso a clases, según Delfina Gómez y AMLO, lo impusieron por la salud mental de los alumnos y de las mujeres, bien sabemos que las escuelas no cuentan con este servicio ni muchos otros, y esta falta de asistencia y contención resalta mucho más en momentos donde las familias trabajadoras han sufrido pérdidas irreparables por el Covid-19, pero también considerando que durante el aislamiento la violencia machista y sexual, para estos dos sectores en particular, se elevó como jamás antes.

Ante esta realidad que ya no puede ocultarse con discursos, los maestros y las maestras junto con las madres de familia debemos empezar a organizarnos para mejorar nuestras condiciones laborales y de vida, entre ellas nuestra salud mental y emocional; para que cada escuela cuente con profesionales en el tema, como psicólogos y psiquiatras que ayuden en este fundamental aspecto. Pero también para exigir juntos un aumento en el presupuesto educativo, así como para el sector salud y salarios que alcancen para cubrir todas las necesidades de una familia trabajadora.

Fuente de la información e imagen:  https://www.laizquierdadiario.mx

Comparte este contenido:

‘El Juego del Calamar’: por qué los menores no deberían verla

La popular serie está catalogada para mayores de 16 años. Sin embargo, muchos menores ya la han visto y se están dando casos de estudiantes de Primaria que reproducen los juegos de la ficción en el patio de los centros. Docentes y expertos hablan del efecto negativo de la serie sobre los menores.

La serie surcoreana ‘El Juego del Calamar’ está siendo todo un éxito en la plataforma Netflix. Pero, ¿cuáles son las razones para que 130 millones de usuarios la hayan visto desde su estreno el pasado septiembre?

Quizá es el argumento: 456 desconocidos aceptan participar en una competición con una millonaria recompensa económica (que solo puede ganar uno) y que aliviaría las deudas que tiene cualquiera de los participantes. Quizá son las pruebas a las que se somete a los protagonistas, todas ellas inspiradas en juegos infantiles: luz roja, luz verde (basada en el escondite inglés), la cuerda, el juego de las canicas, las galletas de azúcar, el puente de cristal y el juego del calamar (al que se debe el título de la ficción y que se trata de un conocido juego de los años 70 en Corea del Sur). O quizá es la violencia extrema a la que exponen a los competidores (los jugadores que pierden son literalmente ‘eliminados’) y por la que la serie ha sido catalogada para mayores de 16 años.

Lo cierto es que la ficción no solo está enganchando a adultos de todo el mundo. También está teniendo mucha repercusión entre los niños desde los 7 u 8 años que ven la serie y, en algunos casos, se lanzan a ‘imitar’ en la vida real los juegos de la serie.

¿‘El Juego del Calamar’ en los colegios?

Y para comprobarlo sólo hay que ver que las ya famosas pruebas a las que se enfrentan en la serie de ficción se están haciendo virales en forma de retos a través de redes sociales como TikTok (como este o este otro) y los estudiantes son los que, principalmente, los llevan a cabo. Tanto es así que ‘reproducen’ los juegos en los propios patios de los centros. Y así lo comentan distintos docentes en la red social Twitter:

El Juego del Calamar ha llegado a los patios de la escuela. Juegan al pica-pared de toda la vida, pero si alguien se mueve le disparan con pistolas y se quedan tendidos en el suelo hasta que termina la partida. Hay que revisar los referentes de los niños y niñas del siglo XXI. Tenemos trabajo!”

Anna Martori es docente en la Escuela de Educación Infantil y Primaria FEDAC de Montcada i Reixach (Barcelona) y hace unos días se dio cuenta de que un grupo de 15 estudiantes de segundo de Primaria (entre seis y siete años) estaban jugando a ‘luz roja, luz verde’ (es decir, al escondite inglés), pero reproduciendo la versión de la serie. Tal y como comenta para el periódico Nius: “Había un niño que la ‘paraba’ y otros dos que vigilaban y, cuando uno se movía cuando no debía, simulaban dispararle con sus manos imitando una pistola, y este se quedaba estirado hasta acabar el juego».

Esta otra maestra destaca que estudiantes de 3º y 4º de Primaria también estaban jugando a esa misma prueba en el patio, lo que les obligó a investigar cómo habían llegado a conocer la serie. Así lo señala en el hilo de este tweet: “Decidimos indagar hasta dónde llegaba el tema y de forma aparentemente casual preguntamos en clase qué película o serie habían visto últimamente. Al salir ‘El juego del calamar’ y preguntar quién la había visto, más de la mitad lo había hecho… Al preguntar cómo la habían visto, la mitad dijo que la había visto solo en su móvil. La otra mitad la han visto ¡CON SUS PADRES! “

Otro docente se muestra ‘impotente’ al comprobar que la mayoría del alumnado ha visto la serie y cómo le está afectando (a los que no la han visto) para socializar con los demás, ya que no pueden ser partícipes de los juegos.

“Impotencia de ver a todos los alumnos en el patio jugando a “Línea roja, línea verde” (Que no al pollito inglés, que hasta hace 4 días era “muy infantil para nosotros”)…  De ver un alumno con un triángulo pintado en la frente… De ver a una alumna llorando porque no le dejan jugar, ya que los abuelos y las mujeres son débiles y no se les quiere en su grupo. De ver como ya piden en Halloween poder disfrazarse de los seguridades que vigilan a los jugadores”.

¿Moda pasajera?

Pero este fenómeno no solo ocurre en los colegios españoles. En Bélgica son varios los centros que se han alarmado al comprobar que los estudiantes estaban recreando algunas de las escenas de la ficción (incluso haciendo uso de la violencia). Y no únicamente en las escuelas. En Reino Unido se ha detectado una serie de mensajes en redes sociales que animan a participar en una prueba similar a la que aparece en la serie y en la que el perdedor puede ser disparado en la cara con una pistola de aire comprimido.

El juego del calamar

No obstante, voces como las de Toni Solano, docente y director del IES Bovalar de Castellón de la Plana, consideran que será una moda pasajera, como tantos otros fenómenos televisivos. “Seguramente en unos meses tendremos otra serie de la que no pararán de hablar, como ya hemos visto con ‘La Casa de Papel’ y otras similares”. Y apunta dónde se encuentra el verdadero ‘peligro’: “Es sorprendente que esto levante tanto revuelo cuando muchos niños de 12 años reconocen que se meten con el móvil en su habitación y pasan horas sin control, incluso de madrugada. Por ello, me preocupa mucho más el impacto de la publicidad sexista en casi todos los contenidos adolescentes o infantiles, que reproducen modelos machistas o en los que aparece implícita la violencia hacia las mujeres” ¿Pero cómo se gestiona esta situación? “Desde casa, donde cada familia debe ocuparse de filtrar el contenido según la edad o madurez de sus hijos”, destaca el docente.

Ansiedad, estrés y miedo

Al hilo de lo comentado por Solano en relación al control por parte de las familias, la psicóloga Rocío Rivero ofrece tres claves a tener en cuenta cuando se trata de contenidos violentos o dirigidos exclusivamente al público adulto.

  • Evitar que los menores la visualicen. “Una serie de este tipo, con alto contenido violento, no debería verla ningún menor ya que puede generar ansiedad, estrés y miedo. Los niños cuentan con pocos recursos para gestionar esas emociones”.
  • Tener en cuenta los problemas que una ficción de este tipo le puede acarrear a un menor a largo plazo. “Puede que estos efectos (el miedo, la ansiedad o el estrés) no sean inmediatos, pero sí son acumulativos si los menores que ven esta serie también ven otras del mismo estilo o juegan a videojuegos violentos, por ejemplo”.
  • Saber diferenciar entre realidad y ficción. “Los niños aprenden por imitación y, por tanto, van a reproducir las conductas que vean a su alrededor. Además, les cuesta diferenciar entre realidad y ficción. Esta serie no solo refleja un alto grado de violencia, sino que además lo han asociado a los juegos propios de la infancia”, concluye.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/el-juego-del-calamar/

Comparte este contenido:

Clases presenciales, a distancia o híbridas… ¡así debes cuidarte!

Por: Valentina González

De cara al arranque de un nuevo ciclo escolar, algunas instituciones abrirán sus puertas para regresar a clases de forma presencial, aunque también ofrecerán otras modalidades (a distancia o híbridas) para sus estudiantes. Independientemente de la forma, es importante no descuidar la salud mental, la cual ha sido afectada seriamente por la pandemia del COVID-19.

La Dra. Ana Paola Sáenz, académica del Departamento de Psicología de la IBERO, habló de la importancia de identificar situaciones o pensamientos que están disparando la ansiedad, pues esto permitirá validar emociones y saber de dónde vienen emociones como el miedo, la angustia o la tristeza.

Ante el regreso de algunos sectores a las actividades presenciales, habrá quienes manifiesten inquietud, enojo o ansiedadporque en estos meses de pandemia aprendieron y se adaptaron a vivir en confinamiento; además, existe incertidumbre sobre cómo, en la práctica, se dará el regreso a la presencialidad.

En ese sentido, el Dr. Juan Carlos Hurtado, psicoterapeuta de la Clínica de Bienestar Universitario (CBU) -instancia que tiene a su cargo ofrecer a toda la comunidad universitaria atención psicológica-, explicó que, ante el confinamiento, las personas adoptaron un estilo de vida distinto en donde el aislamiento y los cuidados han sido parte esencial de sus vidas.

Para el especialista, el hecho de retomar rutinas que se interrumpieron genera inquietud en colaboradores y estudiantes; por lo cual, “todas y todos tendremos que desarrollar más flexibilidad y tolerancia ante un regreso gradual. Será importante ejercitar esta flexibilidad y probar cómo se sienten y hasta dónde pueden retomar actividades sin sentirse angustiados».

En el caso de la IBERO, las clases presenciales se darán en grupos reducidos en los que se garantice la sana distancia y el respeto a las medidas protocolarias para salvaguardar la salud. En este regreso, sólo podrán asistir bajo el formato presencial quienes requieran el uso de talleres y laboratorios.

Cabe destacar que este plan se puede modificar de acuerdo al panorama sanitario a nivel local y nacional, y a las medidas que recomienden las autoridades de salud del Gobierno de la Ciudad de México y de instancias federales.

Para las y los alumnos que continúen con clases a distancia, la Dra. Ana Paola Sáenz, responsable del Programa de Tutorías del Departamento de Psicologíarecomendó no descuidar el área afectiva y social de la educación porque esto tiene que ver con el autocuidado.

“Para que el aprendizaje sea significativo deben estimularse las relaciones entre compañeros de clase, y entre el estudiantado y docentes. Es importante tener retroalimentación con ellas y ellos para no sentirse rebasados. Es indispensable fomentar una comunidad de aprendizaje y no de asilamiento”, explicó la académica.

La psicóloga recomendó al estudiantado, sobre todo quienes continuarán con las clases a distancia, cuidar la rutina, es decir, establecer y respetar horarios como los de las comidas y acordar con la familia sobre la hora en que se reunirán para compartir tiempos. Esto permitirá estar bien organizados.

También deberán cuidar la ingesta excesiva de comidas, de bebidas alcohólicas, así como las compras en línea, ya que los consumos problemáticos tienen que ver con la ansiedad y el estrés.

Además, se debe hacer un ejercicio para identificar la fuente del estrés. Es decir, estar atentos a si se debe a la situación que vivimos a causa de la pandemia, al encierro, a un tema académico o personal. “Es importante saber de dónde viene mi estrés para poder trabajarlo”, dijo.

Fuente de la información e imagen:  IBERO

Comparte este contenido:
Page 1 of 7
1 2 3 7