Por: Paulette Delgado.
Según el Instituto Nacional de Salud Mental, aproximadamente el 32 por ciento de los adolescentes tiene un trastorno de ansiedad, esto significa que, en un aula de 24 estudiantes, ocho de ellos sufrirán de ansiedad clínica.
Es importante comprender que la ansiedad es una reacción normal que puede ser provocada por muchos factores desencadenantes. Sin embargo, puede convertirse en un problema real, especialmente en los niños.
De acuerdo con la organización The WayAhead Anxiety, cada etapa de desarrollo infantil tiene diferentes temores y ansiedades, que se describen de la siguiente manera:
-
Siete meses a infante: miedos a extraños, a la separación, ruidos fuertes, animales y a máquinas grandes.
-
Infante a la infancia media: miedo a los animales o insectos, la oscuridad, la separación, los monstruos y otros seres sobrenaturales, como por ejemplo el trueno.
-
Infancia media a infancia tardía: miedo a la oscuridad, seres sobrenaturales, lesiones, miedo a las alturas, a perderse o atraparse, ser víctima de un delito, a los dentistas, médicos y miedo a morir.
-
Infancia tardía a la adolescencia temprana: los temores se centran en situaciones sociales, especialmente el rechazo por parte de otros, la vergüenza, las citas, las presentaciones orales, los exámenes, la muerte y las lesiones físicas.
La parte crítica es observar e identificar qué miedo puede provocar un ataque de ansiedad en el estudiante. Si interfiere con sus actividades diarias, la preocupación no es apropiada para su edad (como por ejemplo, un niño de diez años estresado porque no están sus padres). Si la angustia dura un tiempo inusualmente largo, puede ser un problema de ansiedad y el maestro debe buscar un experto.
¿Cómo pueden ayudar los docentes?
Tener emociones negativas es normal y los estudiantes necesitan aprender cómo sobrellevar y manejar estos sentimientos. La forma en que los docentes, y todos los adultos, reaccionan a estas emociones sirve de ejemplo para ellos, por lo que los educadores deben saber cómo reconocer y comprender las emociones del niño.
En primer lugar, cuando alguien está sufriendo un ataque de ansiedad, el profesor no deben descartarlo como algo tonto o decirle que deje de preocuparse. Para ellos, sus temores son muy reales, por lo que aceptarlos o validarlos puede tranquilizar al estudiante, especialmente en momentos estresantes como época de exámenes o presentaciones.
Otra forma de ayudar a los estudiantes es enseñándoles a nombrar diferentes emociones para que puedan identificar el origen de manera que puedan lidiar con sus emociones y obtener cierto control sobre ellas. Esto se puede lograr a través de juegos como las charadas o mostrándoles diferentes personajes de dibujos animados que representan emociones distintas y haciendo que las identifiquen y expliquen por qué el personaje puede sentirse así.
Pedirles que recuerden momentos específicos en los que se hayan sentido ansiosos puede ser realmente útil. ¿Es antes de una prueba o presentación en clase? Después de que recuerden lo que los puso nerviosos o preocupados, discute con ellos qué hicieron para superar ese momento y qué pueden hacer para ayudar a un compañero de clase que puede sentirse así.
Además, la ansiedad hace que las personas se sientan incómodas, angustiadas y alarmadas, por lo que enseñarles cómo reducir esos sentimientos puede ser muy enriquecedor para ellos. Las habilidades de relajación, como la respiración lenta y la relajación muscular, son habilidades que los niños pueden dominar y usar casi en cualquier momento.
Otra forma de ayudarlos es guiándolos a pensar a través de sus sentimientos negativos. Los estudiantes ansiosos a menudo piensan en el peor de los casos y buscarán el estímulo de un adulto para intentar justificar su miedo. Entonces, en lugar de darles una respuesta concreta, ayúdalos a pensar en lo que les preocupa.
Cuando las personas experimentan una situación de ansiedad, piensan emocionalmente, no lógicamente, por lo que otra forma de hacerlas sentir mejor es mediante la resolución de problemas. Esta habilidad les hace desarrollar una forma sistemática de abordar los problemas, para que aprendan a manejarlos. Pregúntales cuál es el problema, qué pueden hacer para manejarlo y qué pasaría si hicieran esas cosas. Pregúntales qué piensan que es lo peor que podría pasar, qué sucedió la última vez que pasaron por esto; ¿Qué saben ellos sobre la situación? Ayúdales a diferenciar entre un resultado realista y no realista.
Otra característica de los estudiantes ansiosos es el diálogo interno negativo porque tienden a pensar lo peor de sí mismos y de la situación. Los maestros deben alentar una conversación positiva con uno mismo o tener sesiones de lluvia de ideas en clase para pensar en formas en que pueden cambiar su propia conversación. Si alguien está pasando por un momento difícil, puede comenzar por pensar lo que puede decirle a otra persona. Haz que cambien: «No tengo remedio, sé que no puedo hacer esto», por cosas como: «Puedo hacer mi mejor esfuerzo».
Exponer gradualmente a los estudiantes a su miedo también puede ayudarlos realmente con su ansiedad. Por ejemplo, si la profesora nota que un estudiante tiene ansiedad antes de hablar en la clase, puede iniciar haciendo preguntas simples (de sí o no) hasta que el alumno se sienta más cómodo. Luego, cambia a preguntas abiertas o más complicadas, hasta que empiecen a sentirse más relajados cuando hablan en clase.
Más allá de las actividades en el aula o la enseñanza al alumno, los docentes también deben aprender a autorregularse en torno a personas ansiosas, principalmente para evitar las actitudes sobreprotectoras. Al «rescatar» al estudiante de situaciones estresantes, el estudiante recibe el mensaje equivocado: que el profesor no cree que pueda hacer frente por sí mismo a esa situación o que es peligroso y que, al estar ansioso, recibirá consuelo y protección. Por el contrario, si el maestro reacciona de manera enojada, el estudiante se irritará.
Una forma de controlar la reacción al enfrentarse a un estudiante ansioso es mediante la planificación, especialmente la planificación para ignorar un comportamiento indeseable, porque prestar demasiada atención puede reforzar este tipo de comportamiento. Los estudiantes pueden ver que, al sentirse estresados, pueden evitar las presentaciones en el aula o dejar impune el mal comportamiento y obtener consuelo, por lo que, al comenzar a ignorar lentamente, un estudiante ansioso fomentará la independencia.
La ansiedad clínica se está convirtiendo en una crisis de salud mental. Los docentes que aprenden cómo ayudar al estudiante a manejar su ansiedad y aprender a sobrellevar este tipo de situaciones pueden hacer realmente una diferencia. También el saber distinguir entre un estudiante “travieso” y uno ansioso. Además, es muy importante saber identificar cuando un problema se puede manejar en clase y cuándo se necesita un profesional, sobre todo cuando está interfiriendo con la vida académica del estudiante.
Fuente de artículo: https://observatorio.tec.mx/edu-news/ansiedad-una-crisis-de-salud-publica