Por: Daniel Comin
Una de las más extendidas propuestas en la intervención en el autismo es normalizar, es como un dogma que nadie se cuestiona. Hay que generar entornos normalizados para que la vida de la persona con autismo se normalice bajo una norma, todo muy normal. Muy normado.
Claro que si luego le preguntas a la gente ¡qué diantres es eso de la normalidad!, tienes tantas respuestas como personas. Es decir, que en realidad no tenemos ni idea de qué narices hablamos, pero pretendemos que un grupo de personas se adapte a esa presunta normalidad. Muy normal todo ¿no creen?
Porque en realidad normalizar implica incrustar a la persona en una norma, te guste o no esa norma, y si no te gusta pues te fastidias. Y esa norma, pretende básicamente ajustar la realidad de alguien a unas determinadas reglas o criterios de comportamiento social, que la verdad, no tengo claro quien las dicta.
En diversas ocasiones he hablado sobre la naturalización de los procesos de aprendizaje, esta naturalización no es otra cosa que dar las herramientas necesarias a alguien para que pueda vivir en un entorno diferente al suyo propio. Es convertir -un espacio o lugar- en una zona donde los acontecimientos sucedan de forma no condicionada por reglas establecidas, sino por reglas al uso de los que en ese momento habitan ese espacio.
Naturalizar es vivir de forma no condicionada, sin nada artificial que regule la libertad de cada persona. Tampoco es una loa a la anarquía, todo lo contrario, es el respeto a una ley natural, acorde siempre a principios éticos, de la libertad y el ejercicio del libre albedrío. Esta visión de la naturalización huye de la norma, de los preestablecido, de lo inamovible, del modelo dirigista y fósil que durante mucho tiempo se lleva imponiendo a las personas. Tomás de Aquino (1225-1274) se refería a la ley natural como: Una ordenación de la razón destinada al bien común, en virtud de su inteligencia y libre albedrío, el hombre es amo de su conducta. A diferencia de las cosas del mero mundo material, él puede variar su acción, actuar, o abstenerse de actuar, como le plazca. Aun así, él no es un ser sin ley en un universo ordenado.
Hay cosas que la normalidad nos roba, pero nadie parece percatarse de ello. Y es algo que las personas con autismo tratan de enseñarnos a nosotros, los neurotípicos de mentes cuadradas y embotadas de tanta norma. La normalidad no te deja ver la belleza de la diversidad, mata tu creatividad, apaga tu imaginación, no te deja pensar; la normalidad te convierte en normal. A más normalizadas están las sociedades, más adoran -paradójicamente- a los diferentes ¿Curioso no creen? Y es que los diferentes son siempre más creativos, librepensadores, innovadores,…, en suma, son más libres. Y por eso, los normales adoran a los diferentes. A los normales les gustaría ser libres.
¿Queremos condicionar la libertad de las personas a través de la normalización de sus vidas? Pues no, no se pretende condicionar la libertad, ¡lo que se pretende es eliminarla! Eso hacemos sin darnos cuenta con millones de niños en todo el mundo, muchos de los cuales -por cierto- tienen autismo.
Cuando unos padres de un niño con autismo pretenden (condicionados fuertemente por su entorno y educación) normalizar a su hijo, es decir, tener un hijo “normal”, no caen en la cuenta de lo que su hijo perderá al ser embutido en la norma. Ser diferente no es malo, lo malo es que te juzguen por ser distinto, aunque ya saben, en el fondo la gente envidia a los diferentes.
Con esto tampoco pretendo decir que hay que dejar que vivan a su aire (que hay mucho fenotipo ampliado y mucha gente “normal” leyendo esto). Dar apoyos, educación, herramientas, medios,.., a la persona con autismo es básico, pero no para normalizarlos, sino para que puedan ejercer su vida por sí mismos, desde su propia libertad, no desde la imposición de reglas y condiciones sociales que les va a costar mucho entender, indistintamente del nivel de apoyos que puedan, a lo largo de su vida, requerir.
En el autismo se habla de la tríada de Wing (dimensiones alteradas en el espectro del autismo: trastorno de la reciprocidad social, trastorno de la comunicación verbal y no verbal y ausencia de capacidad simbólica y conducta imaginativa. Aunque luego añadió los patrones repetitivos de actividad e intereses), que pretendía, no solo explicar, sino definir los aspectos nucleares del autismo. Yo, de forma totalmente arrogante, me he permitido proponer mi propia tríada, no para definir, sino para intervenir: Integración Sensorial, Comunicación y Emociones. Esta tríada se debe basar siempre en un modelo natural, que dé a la persona la capacidad de desarrollarse como tal, sin tener que vivir de forma acompasada a criterios preestablecidos, sino que, sea la misma persona la que pueda decidir por sí misma.
Esas herramientas deben permitirle interactuar con el mundo que le rodea, deben permitirle comprender, pero sobre todo, deben dar un principio de autodeterminación e independencia, si no fomentamos eso desde niños, mal futuro le podemos augurar a la persona. Debemos enseñar a vivir, y no a sobrevivir.
Así que: ¡Por favor, no me digan que soy normal!
Tomado de: https://autismodiario.org/2016/08/20/por-favor-no-me-digan-que-soy-normal/