Page 9 of 10
1 7 8 9 10

Autonomía estatal y universitaria, mercantilización del conocimiento y educación en el neoliberalismo

Por: Carlos Eduardo Massé Narváez

Resumen

El trabajo intenta mostrar un proceso de desintegración estatal, al que teóricamente denominamos desinstitucionalización social. Se concibe al Estado, en su vertiente neoliberal, como en franca parálisis de su “hacer” e imposibilitado de maniobrar en pro de la ciudadanía. Dicha visión y acción incide en la universidad pública negativamente. Las políticas neoliberales en materia de educación, en general y de educación superior, en particular, vulneran flagrantemente la autonomía universitaria y llevan a “la baja“ el desarrollo de la educación toda en nuestros países. Por lo que propugnamos por un cambio de actitud para enfrentar al liberalismo por parte de los universitarios hoy.

Palabras clave: neoliberalismo, Estado, universidad, educación, utopía concreta, capitalismo académico.

State and university autonomy, mercantilization of knowledge and education in the neoliberalism

Abstract

This paper tries to show a state disintegration process, which theoretically we call social un-institutionalization. The State is conceived, in its neoliberal lining, to be in a real paralysis of its “task” and unable of performing in favor of the citizens. Such vision and action insides negatively in the public university; the neoliberal policies in education matters, in general and in higher education in particular, openly infringes university autonomy and “take down” all education development in our countries. This is we are in favor of an attitude change to deal with liberalism by today’s university actors.  

Key words: neoliberalism, State, university, education, concrete utopia, academic capitalism. 

Recibido: 29 de noviembre de 2007 / Aceptado: 16 de enero de 2008.

Empiezo citando el espíritu motivo de esta colaboración. Espíritu de la Declaración de Córdoba que versa sobre: 

…si el pensamiento y la inspiración de la autonomía universitaria tienen vigencia en tiempos de la globalización neoliberal y de su peligro más inmediato representado por la orientación de un currículo netamente profesionalizante, sin perder de vista el secuestro de que es objeto la autonomía universitaria en nuestras casas de estudio por sectores neoconservadores que pretenden liquidar su carácter popular y democrático, manteniéndola atrapada desde un pensamiento elitista, discurso cientificista y una práctica aséptica, de las implicaciones y contradicciones políticas, económicas, sociales y culturales, entonces la utopía universitaria concreta, la que al menos se lleva a la práctica es, debe ser, aquella que renovando el espíritu crítico y autocrítico, no dé marcha atrás a los objetivos más caros de una educación libertaria, crítica y revolucionaria.

Partimos de proponer que la situación actual, al menos en países latinoamericanos, vive un proceso cada vez mayor de descomposición institucional universitaria, el que no escapa a la lógica más general del capitalismo globalizador. Esto implica un breve análisis del quehacer de las universidades públicas en el contexto de sus Estados nacionales, los cuales asumimos como determinados por dicha globalización y por la codicia de las oligarquías nacionales en cuanto a su atención o desatención al compromiso nacional de apoyo a los fines más caros de la universidad (investigación, docencia y difusión de la cultura).Es en este contexto que ubicamos la universidad, la que hoy ya no puede hacer cumplir sus fines.

Esto es así actualmente, porque para el mediano cumplimiento de sus metas, la universidad mexicana al menos, depende cada día más del sacrificio de sus docentes, pues al dejar el Estado de cumplir sus compromisos con una universidad pública y democrática, deja esta de contratar al número de los profesores que realmente necesita para el cumplimiento de metas; en vez de ello, explota a sus catedráticos, lo que repercute en una exclusión cada vez mayor de profesionales de la educación, por una parte, y por otra, en la exclusión de alumnos aspirantes a formarse en sus aulas.

1. Del Estado nacional  y su desinstitucionalización

Así las cosas, concebimos dicha realidad nacional como crítica y preocupante y con un futuro aún peor. Sin embargo, propugnamos por la adopción de una visión de futuro centrada en no claudicar frente al embate neoliberal y en la ponderación de una utopía realizable como práctica, crítica y revolucionaria.

Una consecuencia de la desatención estatal latinoamericana es la degradación del Estado o “Estado mafia” (Friedman, 1977), es la consecuencia de la imposibilidad de mantener la generosa utopía de la democracia clásica, a partir del hecho de que las dimensiones de la sociedad, su crecimiento poblacional, heterogéneo y diverso, inequitativo y desigual, aunados a la tergiversación de los fines por los medios (el Estado y su imposible democracia clásica, solo discursiva o simulada); surge como el medio de aparentar la impartición de justicia y regulación social de los distintos grupos y clases sociales, pero en realidad deambula hasta consolidarse como “Estado mafia”, cuyos fines son endogámicos, degenerando en una “supercorporación volcada en la administración de sí misma”: (Massé: 2006, pp. 13-42.), en mero patrimonio de la clase estatal.

El fenómeno de la degradación estatal y de los medios no es simplemente una consecuencia de la malevolencia de la clase política o invento de la masa crítica intelectual de nuestros países; más bien es el resultado de algunas imposibilidades fundamentales de las que nunca se habla; los dirigentes ya no pueden gobernar los estados, ya no pueden “mantener el contacto con las masas”, que se han hecho demasiado grandes. (Ibídem: 8)

A este fenómeno, en términos teórico-metodológicos le llamamos “desinstitucionalización social”. Es decir, las instituciones del Estado no funcionan como lo prometiera el bruto, pero también el “refinado positivismo”. El primero, exacto y ordenado; el segundo, funcional y armónico; en vez de ello, la sociedad y con ella el Estado (pero ubicado afuera), funciona como se puede ver, desde una óptica caótica. Como en un ir y venir de lo armónico momentáneo a lo caótico más perdurable. Epistemológicamente hablando, como menos ordenado, como más contingente y accidental (lo novum), como con fluidas y emergentes irrupciones, como en “permanente ruptura epistemológica”. 

2. Estado Nacional, universidad y autonomía

Si se acepta esta visión de la sociedad como mayormente identificada con lo caótico que con lo ordenado, y concebida en su ser como hipercompleja, ¿cómo entonces, conceptuaríamos a la universidad? en este caso a la universidad pública; ¿si se dice con orgullo que ésta es autónoma? Si atendemos solamente a la acepción más literal, tendríamos que admitir que la ley –para el caso de México– le otorga la autonomía a la universidad, pero la realidad nos dice otra cosa, pues es una autonomía intervenida por los intereses de las oligarquías nacionales asociadas al gran capital monopólico. Estos intereses no permiten a la universidad ser verdaderamente autónoma. 

De ahí se desprende que la autonomía universitaria no es nada, o mejor dicho, ha perdido su esencia inicial de autodefinición de sus quehaceres, para caer frente las políticas de grupos neoconservadores que la embisten día a día, para volverla una simple formadora de mano de obra barata para el capital, se ponderan programas deshistorizados y desconectados de la economía/política-monopólica y, sociedad en exclusión-pobreza de nuestros países. Todo ello para encumbrar los valores de la forma americana de vida, pero también los del eurocentrismo, ambos incidiendo y propugnando para que se dicten políticas públicas verticales y autoritarias desde el Centro de Poder (Ejecutivo), a través de sus entidades subalternas (Secretarías de Estado), y en donde las controversias que puedan presentarse por grupos de la sociedad civil, son resueltas por una corte de justicia a favor de la oligarquía a través del ejecutivo (mexicano).

En este contexto, no olvidemos el cada vez más limitado y controlado apoyo financiero estatal a las universidades públicas, empleado como mecanismo de presión. Presión para aceptar el montaje de esta doctrina competitiva, flexible y polivalente: los rasgos non plus ultra del ideal de hombre como fuerza de trabajo, como homo económicus; la perspectiva y la acción neoliberal. Ante todo este oropel de violencia globalizadora; ¿Cómo es que funciona la universidad?

En la universidad actual en casi toda América Latina, se han impuesto políticas, discursos y prácticas funcionales al modelo hegemónico intentando legitimar la lógica del mercado. Atrás ha quedado la defensa de la autonomía universitaria, supeditada hoy a las políticas establecidas desde los Ministerios de Educación que a la vez reflejan los condicionamientos de los organismos financieros internacionales.

Un vertiginoso ritmo de exigencias respecto a acreditaciones académicas de postgrado, investigaciones, publicaciones, gestión y evaluaciones establecidas bajo el denominador común de requerimientos para acceder a la excelencia académica, exhiben a la vez el deterioro de condiciones laborales, profesionales y salariales de los docentes universitarios. Muchas apariencias, exigencias y controles, poco espacio para la construcción común, la reflexión, el asombro, la creatividad. 

Esto ocurre simultáneamente junto a la depreciada tarea áulica de grado lo que ha aumentado, también a ritmo vertiginoso, las parcelas de competencia individual y grupal, un individualismo creciente; es decir, la fragmentación de la institución universitaria. 

Los innegables avances científico-tecnológicos ocurridos en algunos campos de conocimiento, entre los que resaltan la posibilidad de transitar las pistas informáticas de Internet, en muchos casos no demuestran orientarse al servicio de las urgentes e imperiosas necesidades humanas de las mayorías populares. Al menos no es esa la direccionalidad de políticas universitarias a las que se aludió más arriba.

La situación socio-cultural-educativa que se viene analizando, se ubica en las antípodas de la praxis freireana: en ella son los sujetos indagando su historia, identificando raíces, reivindicando luchas, y aun reconociendo sumisiones, los únicos que pueden tener conciencia y por eso liberarse. Una liberación comprometida, relacional, de construcción permanente, no la caricatura del individualismo competitivo, o el egoísmo defensivo elevado a categoría de valor en este fin de siglo (Revista Contextos: www.unrc.edu.ar

3. Las reformas neoliberales en la universidad 

Situándose frente al cambio de una sociedad industrial que estuvo caracterizada por largo tiempo, entre otras cosas, por la sustitución de la fuerza de trabajo por capital, con un sistema de producción basado en la apropiación del plustrabajo, el poder del capital financiero motor de las transacciones mercantiles, rudimentarias formas de mercantilización del conocimiento, subjetividades cerradas, poder político y económico definido territorialmente, estandarización y masificación de productos. Estas bases evolucionan a una forma inédita dentro del mismo capitalismo; las fuentes de creación de riqueza y de poder asumen un rostro distinto en la sociedad postindustrial (Spies, 2003). Entre las características sobresalientes de este tipo de sociedad encontramos la sustitución del trabajo intelectual por capital, la profundización de la mercantilización del conocimiento (Burke, 2002) con base en el recurso tecnológico, la estandarización y masificación de los contenidos del aprendizaje, el poder financiero y político de las corporaciones empresariales desterritorializado, subjetividades hipertextuales (fusión de cuerpo, mente y máquina) (Antulio, 2001), y venta de imaginarios (logos) que ocultan la precarización del trabajo. (Autores citados en Pedroza: 2005, pp. 193-194).

La finalidad de la universidad está, en cierta medida, determinada por la incertidumbre que provoca la inestabilidad del mercado, por eso se determina como finalidad la idea de competencia. La competitividad es el artífice de la renovación pedagógica en ambos modelos, y lleva a la exageración la negación de las finalidades históricas de la universidad tradicional.

Esta finalidad renovada de la universidad, en ambos modelos, es la conformación de analistas simbólicos dotados de competencias genéricas Just in time. Este ideal de hombre, corresponde a la sociedad postindustrial. El mercado académico se rige por las leyes de la oferta y la demanda; pueden acceder los que estén en disposición de pagar los beneficios individuales que obtendrán por la posesión de un diploma que habrá de refrendarse conforme cambien las disposiciones de la oferta y la demanda laborales (Pedroza, 2005, p. 197).

En todo diagnóstico de la universidad tradicional existen razones económicas, políticas y sociales y no sólo intelectuales. Por eso no nos extraña que el diagnóstico de la universidad tradicional realizado a principios de los años ochenta, califique a esta institución como obstáculo para la apertura del mercado de la educación superior, es un diagnóstico que lleva nombre y apellido, basta revisar a Friedman, Hayek y a Popper para comprender el antihistoricismo y la impronta de la eficacia mercantilista en la educación.

Según Pedroza (2006, p. 45), las nuevas reglas académicas están asociadas a principios básicos del pensamiento neoliberal. Un estado “evaluador” garantiza la eficacia, la privatización de la enseñanza concuerda con el principio de la “evolución espontánea del mercado»: 

“La participación del estado en la educación, trae consecuencias adversas a aprendizaje… por su paternalismo y por el relajamiento de la disciplina en cuanto a la responsabilidad individual» (Friedman: 1980, p. 214; 1962, p. 86 citado en Pedroza: 2006, p. 46); la ”rendición de cuentas” va asociada con la reducción del gasto público en materia de educación: el cambio en las condiciones laborales del personal docente (aumento de tareas, salarios bajos y programas de incentivos económicos que intensifican los ritmos de trabajo, encajan con el “derecho natural”, de la libertad económica del derecho de apropiarse del trabajo de otro. El debilitamiento y cooptación de los sindicatos académicos se vincula con la desaparición de los mecanismos de protección social del Estado de Bienestar. Así, –siguiendo la argumentación del autor– un sistema de educación superior jerarquizado, diferenciación en la capacidad de adaptación; a la que se suma la compleja instrumentación de los procesos de evaluación, acreditación y certificación (que sustituyen el tiempo real de la productividad, que, si no se han dado cuenta los propulsores de esta propuesta, incide directamente en la calidad y en la atención a las tareas sustantivas: el docente convertido en mecanismo de control de su propio trabajo: a la vez que debe atender docencia y dirección de tesis, investigación, debe además llenar una cantidad de formatos para sus evaluaciones, las que tienen lugar mediante comisiones en las que él mismo ha de participar, con lo que la propuesta pondera más el control que la calidad1), todo lo cual corresponde –distorsionadamente–, con las llamadas “capacidades individuales innatas”, donde el individuo es el “juez supremo” de sus acciones. Este juez es el sistema educativo local insuflado de los valores neoliberales, con los que se nutre la tecnocracia nacional, ¿de qué más podría nutrirse?

Ahora bien, al articular los argumentos económicos de Friedman con los planteamientos políticos de Hayek, Pedroza (Ibídem) encuentra que se asume como una cuestión “natural” el desplazamiento de un individuo que ya no tiene cabida en el mercado, este acepte como un sacrificio su salida, en beneficio de la “especie humana”.Esta falacia naturalista es, sin embargo, la punta de lanza para engranar todo el aparato que participa en el mercado: instituciones, corporaciones, organismos políticos, etcétera. No habría que ser ingenuos, es claro que ese engranaje no está exento del uso posible de la fuerza, y que su desarrollo no es libre como se propone.Está respaldado por una serie de recursos económicos, políticos y bélicos para asegurar su implementación.

Estos promotores del capitalismo académico han dado forma a un modelo empresarial de educación superior orientado a la profesionalización cuyo rasgo principal es la transformación de las prácticas y de los discursos académicos. El énfasis se coloca en la formación profesional que responde al movimiento de las necesidades del mercado, donde la investigación no se concibe como una tarea primordial; los académicos diversifican sus tareas y no son vistos únicamente como docentes o investigadores, sino como parte administrativa (managerial staff), expertos contables (qualified accountant) o hábiles directores de la compañía educativa (entrerpreneurial ability); las instancias colegiadas y personales de representación están subordinadas al aparato de la gestión que rinde cuentas y la autonomía académica se sujeta a la toma de decisiones empresariales. (Pedroza, Ibídem, p. 46)

A estas alturas el lector se preguntará ¿por qué esta cruzada? Porque la universidad es un mercado en disputa por las grandes corporaciones empresariales. Están en juego 32 millones de estudiantes (léase clientes) que según cálculos de Merill Lynch anualmente representan unos 11 billones de dólares (Moe: 1998: citado en Ibídem.). Lo que representa a su vez, un excelente negocio que ha motivado la apertura del mercado académico con las reformas que se sustentan en los principios económico-políticos de los pensadores en cuestión. Las corporaciones universitarias quieren acaparar la oferta tanto de educación presencial, como virtual. 

Al parecer el punto central de este debate es entre los modelos de universidad pública y universidad empresarial, el cual no está terminado y nos lleva a considerar que, el planteamiento de Friedman acerca de que la educación no debe verse como un bien público, también aplica para él: “no está demostrado que los beneficios de la educación superior sean una cuestión individual y que el Estado sea el promotor de la baja calidad de la enseñanza superior o de que el capital privado ofrezca mejor educación” (Pedroza, Op. Cit., 58).

3.1. Tecnología y pedagogía. Rupturas  y acomodos 

Partimos en este punto de pensar la tecnología como una construcción social, situándonos desde la sociología de la tecnología, que trabaja sobre el supuesto de la existencia de diversos factores sociales involucrados en su producción. Comprender de esta manera la producción tecnológica nos hace dudar de las opiniones que reducen las innovaciones pedagógicas a efectos tecnológicos. Porque caen en la postura antihistoricista al menospreciar a la historia de la educación y de la pedagogía y al pretender separar dos modelos con base en la diferenciación de integración tecnológica. Fragmentan, en ese sentido, a la pedagogía, porque hablan de una pedagogía para el modelo de una universidad virtual: la tecnología como productora de pedagogía (Pedroza, 2005.)

No se está de acuerdo en reducir la pedagogía a una cuestión de capacitación técnica. Un asunto es el analfabetismo tecnológico que se debe atender en los agentes universitarios, y otra, el planteamiento pedagógico de las prácticas de la enseñanza y aprendizaje. Ambas cuestiones tienen que ser atendidas tanto en el modelo tradicional como en el virtual.

El analfabetismo tecnológico es un problema grave en las comunidades universitarias, que tiene que ver con usos pero también con subjetividades objetivadas en recursos tecnológicos aplicados en otros tiempos y que generaron hábitos. Ambos aspectos tienen que ver con las disposiciones duraderas que incorporan lo social, como se señala:

El cuerpo está en el mundo social, pero el mundo social está en el cuerpo. Y la incorporación de lo social que lleva a cabo el aprendizaje es el fundamento de la presencia del mundo social que supone la acción socialmente ejecutada con éxito y la experiencia corriente de este mundo evidente (Bourdieu, 2002: 41) citado en Pedroza: (2005, p. 201).

Las relaciones pedagógicas enclaustradas en esa estructura y en esos procesos, han limitado la expresión de la pedagogía. Diferentes pedagogos han escrito acerca del aprendizaje autónomo, de la referencia con la realidad y de la autoroferencialidad del sujeto; sin embargo, no siempre han tenido eco: Contamos con un bagaje teórico no suficientemente valorado de la pedagogía que cubre un espectro amplio: existen enfoques de la pedagogía individual, psicológica, de la experimental, social, filosófica y práctica. (Pedroza, Op. Cit., p. 202).

Las TIC, en el modelo de universidad tradicional y en el modelo virtual, no producen ni producir pueden, pedagogía en sí mismas, como erróneamente se plantea. Son un medio, pero no un fin pedagógico. Aclarado esto, en efecto, sí sirven ese sentido, para allanar el camino que supere los obstáculos de estructuras rígidas y de poder anquilosados en dispositivos de aprendizaje racionalistas y objetivistas. La universidad virtual, desde este punto de vista, adquiere un significado social relevante en la ruptura de obstáculos pedagógicos.

Los profesores de ciencias se imaginan que el espíritu comienza como una lección, que siempre puede rehacerse como una cultura perezosa repitiendo una clase, que pueden hacerse comprender una demostración repitiéndola punto por punto. No han reflexionado sobre el hecho de que el adolescente llega al curso de física con conocimientos empíricos ya constituidos; no se trata, pues, de adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los obstáculos amontonados por la vida cotidiana. “En el transcurso de una carrera ya larga y variada jamás he visto a un educador cambiar de método de educación. Un educador no tiene el sentido del fracaso precisamente porque se cree un maestro. Quien enseña manda” (Bachelard, 1983: 21) (Citado en Pedroza: 2005, p. 203).

Si la sociología del sistema de enseñanza y del mundo intelectual me parece primordial, es porque también contribuye al conocimiento del sujeto de conocimiento al introducir, más directamente que ningún análisis reflexivo, las categorías de pensamiento impensadas que delimitan lo pensable y determinan lo pensado (Bourdieu, 2002: 11).

Tanto en la universidad virtual como en la tradicional se tiene que resolver la cuestión del proyecto pedagógico, que no puede quedar reducido a una pedagógica técnica, como supone Colom, 1998 (citado en Pedroza, Op. Cit., p, 204), que al resolver los mecanismos en el uso de dispositivos tecnológicos resuelve el problema de la pedagogía impidiéndole un sentido únicamente práctico, o como pretenden los políticos y administradores, en la universidad tradicional, con mecanismos de adaptación pragmáticos que menosprecian a la historia y a la teoría. Se requiere de replanteamientos teóricos no sólo de la pedagogía sino también de las ciencias de la educación. El autoestudio, las sociedades de aprendizaje, la flexibilidad, la polivalencia y la tecnología tienen que pensarse desde el campo del currículo, de la didáctica, de la psicología educativa, de la cultura, de la filosofía educativa, etcétera. (Pedroza, Op. Cit., p. 204)

Todo el mundo tiene que contribuir al duro y creativo trabajo de imaginar, inventar, crear y gestionar una nueva economía política así como un nuevo ambiente y nuevas comunidades de aprendizaje para el siglo XXI. Tampoco debemos pasar por alto la urgente necesidad de responder al cambio en el paradigma de la formación profesional, lo cual, con la digitalización de la universidad, podría contribuir a generar una formación orientada a la conformación no sólo de competencias para el trabajo, sino también competencias académicas orientadas a la conformación de la ciudadanía, que tanta falta hace.

En ese sentido, la pedagogía aplicada al aprendizaje no puede quedar anclada en las pretensiones de la neotecnología educativa, o en el pragmatismo conductista; ante todo, retomando a Bourdieu, la pedagogía tendrá que hacer énfasis en la conformación del sujeto de manera integral, incluyendo la idea de formación y de acción (Pedroza, 2004, 205). Hasta aquí hemos acotado nuestra contribución al tema de la educación superior, pero ¿qué pasará con la educación y la sociedad en general bajo estas reformas neoliberales tan pragmáticas que ven a la educación solo como negocio? 

4. Educación y sociedad desde una visión crítica frente al neoliberalismo

Para reflexionar sobre la pregunta de si el liberalismo responde a las sociedades con que cerramos el apartado anterior, en este apartado problematizamos y asumimos a la vez que, la complejidad de la relación educación-sociedad desde la reflexión social existe aun antes de que el término complejidad ocupara la atención cada vez más en los científicos, filósofos, epistemólogos y metodólogos de la educación. Por ello, en este breve apartado aludimos a la gran parte de la diversidad de dimensiones de lo real intrínsecas al objeto educativo: transhistóricas, estructurales, prácticas disciplinarias, temporales, contextuales, etc.; con el fin de intentar prever cómo se irán plasmando los principios neoliberales en otros niveles educativos.

Para iniciar este esbozo, lo hacemos en primer lugar, con el concepto de finalidad, al que también se le concibe como los fines de la educación. No obstante, en la mayoría de los casos la connotación de su significado se entiende como proveniente de sus diversos contextos históricos culturales. Lo que debe entenderse como el conjunto de referentes empíricos y teóricos que circulan socializadamente en la época de los diversos autores que hablan sobre ello; con tintes liberales, conservadores, socialistas, neoliberales (hoy), sistemas complejos, etc.

Al lado (no se quiere proponer un orden o jerarquía a los conceptos y categorías aquí enunciados) aparece el tema del sujeto (objeto de la educación) y su naturaleza (no necesariamente individualista como lo vimos líneas arriba con el evolucionismo). Por otra parte, la discusión sobre el sujeto, pasa necesariamente por la pregunta antropológica y axiológica: ¿es el sujeto un ser bueno o malo, individualista, o es un ser colectivo, o constituido socialmente, por ambas características? ya se dijo que la educación es un campo complejo.

Encontramos también el concepto de necesidad (de la educación), concepto casi indiscutible –por demasiado obvio en nuestros días–, el cual se conceptúa de diferente forma desde las distintas visiones de los autores; por ejemplo, con otro concepto de la mayor importancia, el de libertad. Para algunos, la educación es necesaria porque libera al individuo de los mitos y prejuicios (cosa que niega Luhmann); se sostiene que la falta de ésta, permite que circulen pesadamente en la sociedad prenociones y prejuicios de las diversas cosas materiales e inmateriales (espirituales), que circulan como verdades para ciertas clases sociales impidiéndoles su liberación.Por poner un ejemplo, el concepto “par excellence” del discurso de la ilustración en el siglo XIX, sapere aude (atrévete a pensar por ti mismo), fue un concepto político frente al viejo orden de organización social (el feudal), que surge como parte del discurso de una clase social emergente (la burguesía), en ese contexto histórico cultural y como ariete para la liberación mental. Aunque Luhmann no lo admitiría, podríamos imaginar una especie del “surgimiento de un entorno” a partir de la muerte de otro.

El mismo concepto como finalidad de la educación es deconstruido y reconstruido en el siglo pasado por Paulo Freire, para luchar precisamente en contra de una corriente pedagógica a la que consideraba enajenante y alienadora. Perspectiva a la que consideraba nefasta y obstaculizante, para una libertad necesariamente requerida para el desarrollo cultural en general de los pueblos latinoamericanos. Por supuesto, nunca pensamos que el neoliberalismo: Friedman, Hayek tuviese en sus propósitos la mejora social, sino en la ganancia económica que le demandan sus patrones: el capital trasnacional y las oligarquías nacionales: clases políticas, empresariado local, clero católico, ejercito y otros.

Si vinculamos el concepto de cultura con el de creatividad, ambos en general, podrían aceptarse como indisolubles. Si decimos que una cultura, o una época cultural, con elevado desarrollo social y educativo en general, es comparablemente mayor a otra, decimos que ha pasado por grandes momentos de creatividad e inventiva. Esto lo interpretamos dialécticamente, como un proceso cuyas incidencias materiales, culturales y humanas (economía, política y cultura) articuladamente, impulsaron dicha sociedad, la que se caracterizó por su mayor o menor creatividad. Ahora bien, creatividad puede ser, así mismo, sinónimo de invención y de innovación.

No podría estar ausente la problemática de los medios (los métodos) para conseguir la educación. Es necesario no obstante acotar la discusión que devendrá de esta problemática. Pero adelantando un poco la discusión, entendemos el asunto como algo muy complejo, pero difuso. En la perspectiva en que aquí se le concibe, no se exagera considerarlo además de un reto, como un campo de batalla entre las diferentes escuelas de pensamiento, autores y paradigmas; pues tanto la creación, asunción o adopción con respecto a su uso, conlleva una concepción del mundo y tiene que ver con la perspectiva de los fines. Es decir, el método está relacionado con el ¿para qué educar? Y, lo terrible hoy en día para los jóvenes: ¿con qué fin hacerlo?

La problemática por abstracta que parezca, se articula empíricamente con el nivel institucional; con el sistema, los sistemas educativos. Con las universidades, pero también con los otros niveles escolares y con las distintas orientaciones, énfasis que se otorga a la educación, etc. La educación de los niños en la escuela ortogénica2; la aplicación psicoanalítica a la vida familiar a los problemas sociales. Se pasa también por la reinterpretación del psicoanálisis, a las “medidas” en psicología. Así también, al estudio del individuo como objeto de la ciencia. Sin dejar, además, la preocupación latente el perfil del educador, profesional: ético, formativo y actualmente “competitivo” y “flexible”, como el sistema quiere que sea (Durkheim, 1976).

Obviamente, también están presentes los asuntos de la Pedagogía, como hemos visto: sus problemas didácticos fundamentales; la relación pedagógica, etc., la educación de adultos (sus tiempos culturales); la educación intercultural y/o la educación de las Etnias. El interés por educar, pero también por aprender. Educar para la paz; para la preservación ecológica, etcétera. Otro asunto es analizar la función de la teoría (de la teoría pedagógica, pero también de la social y educativa; sin desatender la individualidad, la propugnada por la modernidad y la posmodernidad); así como el vínculo (sociología – psicología). Hacer caso a la visión genética. Los mecanismos del pensamiento y sus tiempos: el psico-tempo-génesis. ¿Acaso Friedman y Hayek han pensado en ello?

No se puede. Sólo por la codicia capitalista, tampoco dejar de lado la relación entre dogmatismo y ética: entre ellos se arma el discurso político en general; el que vinculado a la retórica, puede armar el discurso demagógico; y, retornamos –por fuerza– al problema antropológico mencionado. Pero tampoco podemos dejar de articular a éste, con el discurso del vínculo: cientificismo y progreso. ¿Progreso para quién? ¿Para el bien común, o el individual, o el grupal, el familiar, el partidista o el corporativo?

Tampoco son estos simples conceptos provenientes de discursos disciplinarios sin más; son elementos empíricos fundamentales del régimen monopólico ayer y hoy, bastiones del globalismo económico, pero también político y cultural. Su impacto en la educación es un tema actual de la mayor complejidad. Para su análisis, hay que acotar, sustanciar las expresiones, desdoblar los conceptos y trascender el orden discursivo. Ir de la filosofía, a la psicología y de ahí, a la pedagogía; a la que no está de más una crítica epistemológica y ontológica. ¿Recursos a la mano? La transdisciplinariedad en la ciencia. El uso de paradigmas de las diversas ciencias naturales a la cuestión social: del algoritmo al sujeto, apoyarnos en el paradigma de lo complejo. Lo meta-paradigmático.

Tampoco está fuera de este objeto (la educación y su entorno), estudiar el vínculo entre la escuela de la vida y la educación formal, distinguir aquella de la educación informal-“formal”. De ahí también, hay que reflexionar cómo vive el niño el paso del juego al trabajo “productivo”. ¿Productivo para quién? Más aún, la relación entre productividad y depredación ambiental y fáunica es hoy una pregunta obligada. En política (concreta, educativa), ¿quién, quiénes, para qué y por qué se delinean de una forma y no de otra las políticas públicas al respecto, cuánto hay de error y cuánto de tino en su perverso diseño e implementación? ¿Quiénes deciden estas políticas? ¿Cuánto analfabetismo campotemático (educativo) hay en nuestros supuestos representantes? ¿Con qué argumentos, con qué bases se construyen; y cuál es la relación entre conocimiento e interés (Habermas)? ¿Cuánto interés hay en incluir a los excluidos y a los marginados (ninguno para el neoliberalismo), y cuánta es la posibilidad de integrarlos ciertamente? (habría que arreglar primero el asunto de nuestra democracia); ¿es esta representativa? ¿A alguien del poder o con poder le interesaría un proyecto de inclusión de los millones de excluidos? También cabe preguntarse sobre si los consejos, las asociaciones profesionales y las redes por venir ¿son comunidades científicas progresistas, o son clubes de amigos sólo con aspiraciones políticas y, o de poder, o son ambas cosas?

¿Cómo poder articular lo anterior con la relación entre educación y democracia desde el pragmatismo neoliberal? Y estos conceptos-problema con el concepto que pretende dar cuenta del proceso de globalización y exclusión, en su relación con los aspectos de soberanía y nacionalismo en la educación. Lo que conduce a la disyuntiva Individualismo o Colectividad/Solidaridad. Se trata también de ver cómo inciden las reformas, pero también cuáles son sus alcances de acuerdo a la estructura socialmente construida; y preguntarse por ¿cómo se ha articulado con todo esto la educación, para entender el aquí y ahora?

Y finalmente (por el momento), ¿cómo han incidido también las corrientes de las ciencias sociales volcadas al estudio de la educación, cómo lo abordan, qué sesgos le imprimen, cuáles son sus influencias de y en algunos autores? Cuánto sesgo causa o puede causar “enfocar” la educación desde esos discursos. ¿Se puede abordar aquella sin éstos; cuáles opciones existen desde la ciencia? ¿Se puede hablar de una actitud y un movimiento alternativo que lo permita? A continuación y a manera de conclusión, ensayamos una propuesta de actitudes para quienes nos dedicamos a la educación.

El universitario del realismo utópico

Fue Marx quien concibió que la práctica ética, pasa a ser práctica material y sensible y la dialéctica del espíritu autocontemplativo pasa a ser dialéctica de la práctica material. Gracias a Marx, el sujeto ensalzado por Kant en su autonomía respecto al mundo y a la historia, pasa a englobarse dentro de la objetividad de un mundo que es la historia de la humanidad en desarrollo. Parafraseando a Bloch, el ser universitario es la utopía de sí mismo o, lo que es lo mismo, que el ser universitario es la materia y la materia es la utopía de su forma. Esta es <<la materia primera>> o <<sustrato del mundo>> que permea e inspira todo el mundo y la historia social con una universal fuerza de aspiración a eso que llamamos la patria de la identidad.

Ante una materia así, que concibe y preña su forma genuina, la actitud a tomar del universitario es la esperanza, pero no como pasiva o especulativa de algo que en el porvenir podrá acontecer sin nosotros, sino como praxis revolucionaria cierta de su éxito futuro, como con un militante oportunismo, como algo positivo que puede suceder a condición de desenmascarar y negar la negatividad (de la desinstitucionalización estatal, de su patética burocratización, de detectar lo factible de este cambio hacia mejor), a través de la concretes de la utopía, de la acción de la esperanza. Por su relación con la práctica la utopía deja de ser un mero sueño para convertirse en el motor de la utopía concreta, como ariete de factibilidad y su proceso epocal de realización y aterrizaje. Por su relación con la utopía, la práctica se convierte en una estrategia política. Por la práctica, la utopía se vuelve transformación y liberación hacia la eficiencia y el humanismo que necesita la sociedad civil (incluye a la universidad). Pero desde la universidad, hay que proyectar hacia aquélla la necesidad de la autocrítica y de la utopía concreta.

La utopía concreta será el horizonte de la práctica material y ésta el motor y la mediación de la utopía. La práctica que se pone en movimiento al rechazar la alienación o no identidad del universitario, toda vez que ha sido y está siendo objeto de los desatinos de la desinstitucionalización estatal y de una burocracia que pasó hábilmente de ser el medio de apoyo al quehacer universitario, al fin patrimonialista de su conservación y reproducción. El binomio se ha invertido. El quehacer de los universitarios (aún no utópicos concretos, aún sin ser universitarios del realismo utópico) se ha convertido en el medio de los fines patrimonialistas de una tal buro-aristo-cracia (la sociedad política universitaria: Gramsci).

Por ello, “Para Bloch, pues, la utopía es un concepto dual, como la etimología griega lo sugiere. “No aquí y ahora” (sentido negativo) y, por inferencia, “Sí allá y después» (sentido positivo), con la necesaria condición de que el No pueda desaparecer. Un negativo al comienzo, una negación de la negación en el proceso y, por esto, un posible futuro positivo: en esto consiste el horizonte utópico de la historia social y de la existencia humana” (Aguilar, 1977: 21-36). Una existencia humana, universitaria si se quiere no es, como una terminología equívoca parece sugerir, lo dado, algo con contexto y límites definitivos y perceptibles. A lo real no le son de esencia ni límites ni contexturas definitivos, sino al contrario “frontera”, que, como su nombre indica, es un “hasta aquí se ha llegado”, y “horizonte”, que es el “novum” hacia el que tiende. “No hay realismo –dice Bloch– si no se entiende la realidad como algo inacabado y en trance de realización”. De esta suerte, puede Bloch tachar de tautología el principio de identidad de la lógica tradicional: No A = A es la proposición, sino A = todavía no A: (González, 1979).

Suspendida entre el pasado y el futuro, lo dado, el presente burocratizado, desinstitucionalizado adquiere una significación nueva. No es ya, la relación clásica de un proceso que camina a un “resultado” en el sentido hegeliano. Es más bien un paradigma de cómo las posibilidades de un presente se van necesariamente haciendo futuro. Un futuro que queremos incidir hacia mejor quienes asumimos la necesidad de llegar a buen puerto, a devolver a las instituciones y sobre todo a la universidad, los fines para los que fue creado. El universitario del realismo utópico, con el arma de la esperanza como aquí la concebimos, camina por las letras y por el aula, hacia la siembra de conciencias liberadoras.

5. Conclusiones

Nos declaramos incapaces y sin derecho a concluir, a “cerrar» un debate –aunque ese no sea el único sentido de una conclusión–, que, creemos que por su importancia actual y futura –inmediata y de largo plazo–, porque está en juego –pero en condiciones de desigualdad en la arena de lucha– el proceso básico del futuro de la juventud mundial. Solo nos atrevemos a concluir, pragmáticamente también, que el neoliberalismo académico, no es, no puede ser –más que para una minoría (los “más aptos”)– de acuerdo a lo aquí caracterizado, una salida a la educación en general, y a la educación superior universitaria en particular.

Notas

* Doctor en Sociología (UNAM). Magíster y Licenciatura en Sociología (UNAM). Investigador de El Colegio Mexiquense, A. C.; Profesor de la Universidad Autónoma del Estado de México, México.

1 Este no es obviamente el concepto de calidad de Friedman, en él, se refiere a que los bajos costos hacen que no se tome en serio la educación superior por los alumnos: “En las instituciones públicas en que los gastos de la educación son bajos, los estudiantes son clientes de segunda. Son los destinatarios de la beneficencia parcialmente proporcionada a expensas del contribuyente. Esta característica afecta a los estudiantes, al claustro y a los administradores”. 1980, p. 243, citado en Pedroza: 2006, p. 46).

2 Perspectiva de la psicología infantil, creada por Betlelheim (2006) en la Escuela de Chicago.

Fuente: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102008000200017

Imagen:http://enriquealvarezconde.es/blog

Comparte este contenido:

La Significación de la Autonomía Universitaria

Por: Jorge Díaz Piña

La autonomía universitaria es parte de un imaginario social ( C. Castoriadis) adosado por el pensamiento liberal clásico (W. von Humbolt)  a la universidad en tanto institución,“el Estado debe permanecer siempre consciente del hecho de que precisamente estos centros llevan a cabo lo que él no es capaz de realizar y que, incluso, su intervención puede llegar a constituir un obstáculo” (Humbolt en La situación de la universidad.) Para entonces, era un alto funcionario del Estado alemán impulsor de la reforma educativa.

Argumentaba que los centros universitarios: “liberados de toda forma estatal, no son más que la vida espiritual de los hombres, a quienes las condiciones exteriores o un impulso exterior empujan hacia la ciencia y a la investigación” (Ob. cit.). Esto se conjugaba con el rechazo a la instrumentalidad: “El Estado no debe tratar a sus propias universidades ni como gimnasios ni como escuelas especializadas, y no debe utilizar a la propia academia como si fuese una comisión técnica y científica” (Ob. cit.), y sostuvo que  si  alguien producía algo obedeciendo el mandato de otro “podremos admirar lo que hizo, pero despreciaremos lo que es” (Humbolt citado en Chomsky en Sobre democracia y educación)

La autonomía universitaria  simbolizó una espacialidad  institucional ( no un mero espacio o  territorio) que semiotizó una relación “dentro-fuera” con el Estado y la Sociedad Civil (ámbito de los intereses económicos para entonces) que  ha operado como identificación institucional de manera  imaginaria y mítica : ”espacio que vence las sombras”,  “templo del saber y la ciencia”, “territorio libre del pensamiento crítico”,  etcétera.

No obstante, esa autonomía inicial la perdió cuando cedió instrumentalmente ante el cerco del Estado burgués que dejó de ser retóricamente liberal, y del mercado laboral que  se desarrolló y fortaleció reduciéndola a ser primordialmente formadora de los profesionales o fuerza de trabajo requerida para atender las necesidades reproductivas del capital presentadas como de la sociedad en general.

Necesidades re-productivas del capital que se tradujeron también como pautas de una lógica o racionalidad (la Razón Instrumental) “neutra y aideológica”   para pensar y actuar científica y tecnológicamente en las universidades que las aceptaron acríticamente pese a su protección autonómica.

El gesto más simbólico que reivindicó socioculturalmente la autonomía de la universidad para “Latinoamérica” ( mejor Indoafrolatinoamérica) fue la Reforma de Córdoba (1918) en su lucha contra el orden oligárquico-clerical que la sujetaba.

En Venezuela, luego del simbólico decreto del Libertador sobre la autonomía de la universidad para liberarla de su sujeción clerical-colonial,  la autonomía es efectivamente reivindicada y legalmente reconocida luego del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez en 1958 por su participación decisiva en esa gesta. Autonomía que es menguada por su posición opositora a los gobiernos de entonces (la oposición de hoy), con la aprobación de la Ley de Universidades en 1970  vigente y, luego reivindicada con rango constitucional en 1999 por el gobierno del presidente Hugo Chávez, para propiciar su reinstitucionalización.

Se pudiera concluir que la vigencia institucional de la autonomía universitaria,  en tanto condición imaginaria instituida o reinstituyente de la  universidad frente a sus relaciones con el  Estado, con los intereses y lógica capitalistas o con  los del pueblo, y con la democracia universitaria misma, dependerá de la correlación de fuerzas a favor o en contra de la significación hegemónica contextualizada sociohistóricamente  que se le asigne. De aquí la importancia de la  lucha por su significación.

 

Correo: diazjorge47@gmail.com

Comparte este contenido:

Sociedad de la comunicación, educación superior y la democratización. N

1. Introducción.
Los objetivos de este estudio de educación superior internacional comparada son:
1) referirnos al impacto cualitativo y cuantitativo de la globalización, de la sociedad de la comunicación, en las instituciones de educación superior (IES) y en los sistemas de educación superior (SES) de distintas regiones y países en los últimos veinte años;2) destacar cómo son necesarios ciertos niveles de equidad social para
lograr una educación permanente para todos y para toda la vida mediante políticas educativas adecuadas y para lograr una verdadera democratización en el acceso a la educación superior; 3) y formular conclusiones y propuestas con relación al compromiso social de las universidades y la construcción de la equidad.

2. Autonomía y Reformas: universidades públicas y privadas.

La autonomía no es una concepción nueva. Ha sido una preocupación desde el mismo origen de la universidad. El papel autonómico de la Universidad ya se consideraba en el conjunto de leyes más antiguas sobre esta institución que aparecen en las Siete Partidas del Rey Alfonso X El Sabio (1256-1263). La Carta Magna de las universidades europeas (Universidad de Bolonia, 1988), antecedente de la creación del espacio europeo común de ES, establece que la Universidad es una “institución autónoma” que “produce, examina, valora y ofrece cultura, mediante la investigación y la enseñanza”. (Escotet, 2004)

Un debate dentro de la Asociación Internacional de Universidades (AIU) llegó a las siguientes conclusiones respecto de la autonomía:

1) La Universidad debería tener el derecho de escoger su personal; 2) y sus estudiantes; 3) las universidades deberían elaborar sus propios programas y ser capaces de decidir el nivel requerido para cada título y diploma, y, en aquellos países donde los títulos, los diplomas y la práctica profesional están definidos por ley, las universidades deberían participar de una manera efectiva en la definición de sus programas y niveles de educación; 4) cada universidad debería decidir sus programas de investigación; 5) la Universidad es libre dentro de límites generosos para distribuir su presupuesto -ingresos financieros de varios tipos- y recursos – edificios, equipamiento- entre las actividades desarrolladas para el cumplimiento de su misión. (AIU, 1966)

Pero conceptos como autonomía y libertad académica, resultan hoy complementados por la noción de rendición de cuentas y de responsabilidad social. En la medida en que un nuevo contrato entre la universidad y la sociedad toma forma, la noción de autonomía resulta condicionada. (AIU, 2004). “La cuestión más importante de la Universidad actual es su adaptación a los cambios que la sociedad le exige, tanto en relación a las enseñanzas que imparte como a la investigación que realiza”. (Bricall, 2000, p. 7)

La excesiva legislación es, en ocasiones, de los factores que entorpecen la capacidad de creación e innovación, debido a la rigidez. El control es un mecanismo necesario con el fin de enseñar a las IES a desarrollar procedimientos de auto-control, pero no para convertirse en sistemas inflexibles de 3 control, o bien sistemas de autoridad vertical. (Tünnermann, 1999, p. 105; Escotet, 2004, p. 7)

La adopción de herramientas de mejora, como planificación estratégica, evaluación de proyectos, dirección por objetivos, gestión por competencias, calidad total y evaluación institucional, al mismo tiempo que se introducen tecnologías de información y gestión ha mejorado los procesos académicos y administrativos e incrementado su eficiencia. Esto ha permitido la transparencia en la relación entre objetivos y medios y ha perfeccionado los procesos de rendición de cuentas. Pese a esto, el nivel gerencial del personal universitario sigue siendo alarmantemente bajo, cosa especialmente delicada teniendo en cuenta que afecta a los puestos directivos, ocupados habitualmente por académicos excelentes, pero con muy poca preparación para la dirección y la gestión. Probablemente la solución no es, como piensan algunos, importar administradores provenientes de corporaciones sin experiencia académica, sino formar a los directivos y reforzarlos con la colaboración de profesionales.

En la última década los sistemas de ES a nivel mundial han pasado de la simplicidad y la homogeneidad a la complejidad y la heterogeneidad. Se ha generalizado la formulación de políticas que controlan la calidad mediante la evaluación institucional y se han hecho cambios con el fin de adecuar la Universidad a la sociedad del conocimiento. Pero la orientación meramente de mercado de muchas universidades privadas, de un lado, y el concepto tradicional de autonomía corporativa, de otro, parecen ser algunos de los principales obstáculos para que se logre este cambio cualitativo. En el primer caso, la universidad tiende a convertirse en una empresa cuyo principal fin es producir ganancias, en el segundo, la Universidad deja de ser una institución de y para la sociedad y pasa a convertirse en una institución de y para los integrantes de la comunidad universitaria e incluso con el pretexto autonómico, muchas veces se ha lesionado la misma autonomía universitaria, poniendo las autoridades académicas la universidad al servicio del partido gobernante o de la oposición

El autoritarismo y el exceso de control pueden lesionar la autonomía de la universidad, pero, por otra parte, la universidad autónoma necesita de un sistema de control que armonice la libertad de crear, enseñar y aprender con la obligación de rendir cuentas de los objetivos alcanzados o frustrados. De ahí la importancia de la evaluación institucional. Actualmente las universidades de los países en desarrollo, en especial de África y América Latina y el Caribe, enfrentan una gravísima crisis. Las universidades en estas regiones han sido victimas de las reformas neoliberales orientadas al mercado. En América Latina, tras la Reforma de Córdoba (1918), la reforma de los 80 y 90 caracterizada por la desinversión y la privatización en la Universidad, fue una auténtica contrarreforma. Fue más bien alterar y deformar las universidades, que reformarlas para que pudiesen cumplir su misión ante los vertiginosos cambios de la sociedad del conocimiento. En 1950 existían en América Latina y el Caribe unas 75 universidades, casi todas ellas públicas, en 1995 habían pasado a 300 públicas y 400 privadas.

Si esto ocurrió en América Latina y el Caribe, con universidades de fundación anterior a las de América del Norte, más dramática ha sido aún la consecuencia del ajuste estructural y de las políticas del Banco Mundial en las jóvenes universidades de África. La desinversión pública en educación, en la era en que los sectores más dinámicos de la economía son las industrias “cerebro- intensivas”, tiende a dejar al margen de la modernidad a los países de África, de América Latina y el Caribe y de diversas zonas de Asia, debido a su incapacidad para competir en la economía internacional, a no ser por la intervención de la universidad privada.

Según el Director de la División de Educación Superior de UNESCO, “la educación superior debe evolucionar constantemente para cumplir sus misiones. Reformas y crisis en Europa y en todos los países desarrollados es el rasgo esencial en los sistemas de educación superior existentes, que están en proceso de cambio y adaptación. Sería totalmente inapropiado hablar de reformas o crisis en los países en vías de desarrollo. En esta área, como en muchas otras, la situación es más bien de emergencia y este término en ocasiones es demasiado débil para describir la situación real, en especial, aunque no únicamente, en algunos países de África Sub-Sahariana”. (Haddad, 2004, p.2)

Pese a la tendencia mundial al incremento acelerado de la educación superior privada (ESP) existen distribuciones distintas entre públicas y privadas según áreas y países: 1) En Europa Occidental un 95% de los estudiantes cursan sus estudios en universidades públicas. 2) En Rusia y los países de Europa del Este, en cambio, la ESP ha tenido un incremento notable. 3) Si bien muchas de las más famosas universidades en EE.UU. son privadas, el 80% de los estudiantes norteamericanos asisten a instituciones públicas de educación superior. Sin embargo, una peculiaridad de su SES es que hay universidades públicas donde la matrícula es en ocasiones más cara que en las privadas. 4) Asia es la región donde la ESP es más fuerte. En varias naciones de Asia, como Japón, la República de Corea, Taiwán, las Filipinas, Indonesia, la ESP domina la matrícula de los SES. 5) En ALC se ha producido el enorme incremento señalado y han proliferado las pseudouniversidades privadas. Existen, no obstante, universidades privadas de excelencia como son en su mayoría las católicas. 6) África, después de Europa Occidental, es la región con mayor porcentaje de estudiantes en la educación superior pública. Sin embargo, la ESP crece en África aceleradamente. (Altbach, 1999, pp. 2-4). Pero los defensores de la educación superior privada (ESP) ocultan el hecho de que países a la vanguardia en la enseñanza y la investigación como Francia y Canadá tienen muy pocas universidades privadas, que Alemania tiene sólo una, que los tigres asiáticos son famosos por sus universidades públicas y que en EE.UU. los fondos públicos, en especial los federales, desempeñan un papel decisivo en el financiamiento de las universidades “privadas”

En conclusión, todas las universidades, sean públicas o privadas, deberían compartir una clara vocación de servicio a lo público, a la sociedad. El Estado debe velar para que esto ocurra, con el fin de impedir que existan las universidades “de servicio privado” o las que no tengan calidad, como ocurre en especial en los países en desarrollo. La autonomía de la universidad no puede eludir su compromiso social y, por lo tanto, la obligación de rendirle cuentas a la sociedad.

Fuente:

http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/reggen/pp24.pdf

 Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/VBGoMpgToM30CFRah6vQ2BYfl6iLUOd-55_jtmTpqRocAfEOqY8hkM5dBtzBTRY8bHYV_EM=s85

Comparte este contenido:

Génesis de la Universidad Nacional

Por: Ignacio Mantilla

Como ha sido costumbre desde hace algunos años, la celebración se realizó en el marco de la semana universitaria en la que se programan múltiples eventos culturales y académicos, y en la que tiene lugar el acto académico más importante del año, cuyo propósito es exaltar y distinguir a personalidades y profesores que con rectitud y dedicación han llevado a cabo una labor que la comunidad universitaria destaca como sobresaliente y ejemplar.

Este año, la celebración ha tenido un especial significado: la Universidad se prepara para conmemorar en 2017 el sesquicentenario de su fundación. Será un año lleno de eventos que resaltarán su papel y destacarán el legado universitario que como consciencia y guía fundamental para la educación superior del país, ha dejado en la formación de miles de profesionales y nuevos investigadores.

Los orígenes de la Universidad Nacional pueden rastrearse en la promulgación de la Ley del 18 de marzo de 1826 y el Decreto del 3 de octubre del mismo año que fijó el plan de estudios del gobierno del general Santander en la Gran Colombia, para apoyar la construcción de una nación moderna e ilustrada.

Aquel Código de 1826, redactado por el general Santander, constituyó un avance importante en la concepción educativa del país, pues eliminó el dominio religioso en la educación, pasando este poder al Estado; y extendió la instrucción pública a todos los rincones de la patria, creando los Colegios Santanderianos y escuelas y universidades en distintos departamentos. Gracias a este Plan de educación se logró la creación de las universidades Central de Bogotá, Central de Quito y Central de Caracas. La reforma educativa del 26 implantó el modelo napoleónico de educación, ampliamente adoptado por las nuevas repúblicas latinoamericanas, desplazando el modelo clerical del Imperio Español.

En 1830 y gracias a las conversaciones sostenidas con Wilhelm von Humboldt durante su exilio, Santander se introduce en las ideas renovadoras sobre educación que se desarrollaron con éxito en Alemania a partir de la famosa reforma educativa de 1808 adelantada precisamente por Humboldt. En los encuentros con el sabio alemán y en su visita a la Universidad de Berlín, Santander recibe la influencia metodológica, científica e investigativa de la reforma educativa alemana que se contrapuso a los modelos napoleónicos de la educación en Europa y que habían sido los paradigmas teóricos, utilizados por el mismo Santander en la fundación de la Universidad Central con sus tres seccionales en Quito, Bogotá y Caracas.

Su obsesión por la educación pública lo condujo a adquirir un gran conocimiento en esta materia, Santander pensaba que la educación superior debía ganar ante todo en autonomía. Estaba convencido de que los decretos de 1826 ponían a las universidades cadenas estatales indebidas que la limitaban para desarrollar libremente la investigación científica. El general trabajó por más de dos años redactando y discutiendo un nuevo código de instrucción pública que fue entregado al Congreso para su aprobación en 1834.

Lamentablemente, dichas ideas encontraron fuerte oposición en el Congreso de la Nueva Granada. El respeto de Santander por la institucionalidad le detuvo a forzar su aprobación. El proyecto de 1834 se discutió por cerca de ocho años y al final no fue aprobado por el Congreso. No obstante, Santander sí llevó a cabo, durante su período como presidente, algunos cambios en la educación de la República con los que logró incrementar sustancialmente el número de escuelas, la participación de la mujer en la educación y los cupos para la formación superior.

Estos ideales liberales del general Santander están de alguna manera reflejados en el proyecto de ley de 1864 que buscaba organizar la universidad, presentado por Manuel Plata Azuero y José María Samper al Congreso de los Estados Unidos de Colombia. Este proyecto, que se convertiría en la ley que finalmente da vida a la Universidad Nacional fue un proyecto de profundas motivaciones pacifistas para formar a jóvenes provenientes de cada rincón del país recién constituido. Un proyecto de universidad para toda la nación y de todos los colombianos en donde los jóvenes encontraran verdaderas posibilidades para desarrollarse personalmente y, a partir de allí, llevar progreso a sus regiones.

El gran esfuerzo del Estado en esta línea de acción se consolidócon la ley 66 por la cual se organiza la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, hoy conocida como la Universidad Nacional de Colombia, aprobada el 22 de septiembre de 1867. El objetivo principal de esta Ley era contar con una institución mediante la cual el Estado organizara y desarrollara las políticas de educación superior para el país.

Esta universidad, de carácter nacional, ostentaba una relativa autonomía frente al gobierno de turno y total financiamiento por parte del Estado, como lo había propuesto Santander. Su misión se definió como la de desarrollar y fortalecer el saber académico, la ciencia y la investigación a través de seis escuelas que pretendían cubrir todas las áreas del conocimiento: la Escuela de Medicina, de Derecho, de Ciencias Naturales, de Ingenieros, de Artes y Oficios y de Literatura y Filosofía.

La Universidad Nacional de Colombia, desde sus inicios, ha estado comprometida con grandes objetivos sociales y con el pensamiento libre. Ahora, 149 años después, la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, continúa fiel a los principios rectores de sus orígenes de servicio a Colombia, desarrollando con excelencia su quehacer académico.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/genesis-de-universidad-nacional

Imagen: https://plus.google.com/118431447098053475449

Comparte este contenido:

Academia, prensa y gobierno

Por: Pedro Flores Crespo

Tratándose de alejar de las presentaciones de libro tradicionales, el Fondo de Cultura Económica (FCE) ha organizado las Conversaciones a Fondo. En éstas se selecciona una temática a propósito de alguna novedad editorial del Fondo y se invitan a especialistas sobre el tema. Pero la cosa no queda ahí, se convoca también a periodistas.

El pasado 5 de septiembre, el FCE organizó la Conversación a Fondo sobre el Modelo Educativo, a propósito de la publicación de dos libros de Fernando Reimers, profesor de la Universidad de Harvard. Uno de ellos, editado junto con Connie K. Chung, e intitulado Enseñanza y aprendizaje en el siglo XXI y el otro, coordinado junto con O.B. O´Donnell llamado Quince cartas sobre la educación en Singapur. Reflexiones desde la Perspectiva Estadunidense.

En esta Conversación a Fondo no solo asistieron académicos y especialistas, sino también autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE). El encuentro —realizado en la magnífica librería Rosario Castellanos del FCE—, sirvió para reflexionar sobre la experiencia internacional y así ubicar mejor nuestras fallas y fortalezas. En un ambiente abierto, colegas como Manuel Gil cuestionaron, de manera fundada, diversos aspectos de la Reforma Educativa y del Modelo Educativo y con ello, los periodistas obtuvieron la nota del día.

La relación entre periodistas y académicos es clave para el desarrollo de las políticas públicas porque los primeros poseen los medios para llegar a amplias audiencias mientras que los segundos, al estudiar sistemáticamente los fenómenos sociales y educativos, pueden tener una visión más profunda de los problemas que enfrentan estudiantes, maestros y escuelas.

Si la prensa y la academia se unen pueden, por un lado, mejorar sustancialmente la opinión pública al contrarrestar la visión oficialista y por otro, darle visibilidad a temas comúnmente omitidos por el gobierno. De ahí que la relación entre estos tres sectores (gobierno, prensa y academia) sea comúnmente adversa y no hay que alarmarse por ello; así se construye un pilar de la democracia. Entre más profesionales e independientes sean tanto la prensa como los académicos, mayores serán nuestras posibilidades de corregir los errores de política pública. Por esta razón, la libertad de prensa, así como la autonomía universitaria no solo deben ser celosamente defendidas, sino también plenamente garantizadas.

Pero cuestionar, por un lado y publicar una noticia por el otro, implica ciertas reglas. Gracias al extraordinario Newsmuseum de Washington, recuerdo que la Asociación Americana de Editores de Periódicos, en su primera reunión nacional de 1923, adoptó un código de ética, el cual estuvo basado en lineamientos como responsabilidad, precisión (accuracy), imparcialidad, “juego limpio” (fair play) y decencia. Un periódico, como una persona, decía E.A. Grozier, ex editor de The Boston Post, debe ser decente en sus métodos y maneras de actuar.

¿Y se puede ser objetivo al ejercer el periodismo? La lucha política y pugna ideológica comúnmente invaden nuestros medios pese a que algunos periódicos tienen como lema “buscar la verdad”. ¿Y les convendría a los periódicos ser objetivos e imparciales? Quizás política y financieramente no, pero socialmente sí, ya que al presentar los diversos ángulos de las noticias podrían ganar mayor credibilidad.

La pregunta es si la “objetividad” de un periódico es lo que buscamos como lectores. Javier Marías, el lúcido escritor español, afirma que “muchos individuos desean enterarse solo de lo que previamente les gusta o aprueban”. Pretenden, prosigue Marías, “ser reafirmados en sus ideas o en su visión de la realidad nada más, y se irritan si su periódico o su canal favoritos se las ponen en cuestión. Solo aspiran a ser halagados, a cerciorarse de lo que creen saber, a que nadie les siembre dudas ni los obligue a pensar lo que ya tienen pensado (es un decir). Nuestra capacidad para tragarnos mentiras o verdades sesgadas es casi infinita, si nos complacen o dan la razón. El autoengaño carece de límites.”

Las palabras de Marías resuenan fuertemente en México cuando discutimos la Reforma y el Modelo Educativo. Mientras la SEP exagera las bondades de la reforma al anunciarla como el “proyecto de nación más importante para superar la pobreza”, los periódicos se muestran renuentes a organizar debates entre especialistas con puntos de vista diversos y contrarios. Entrevistan y citan en sus noticias recurrentemente a las voces que son afines a su línea editorial cuando sabemos que el desacuerdo genera conocimiento, como diría Karl Popper. Varios medios periodísticos escritos y en línea hacen noticias “políticamente correctas” para su público meta y los académicos hemos sido conformistas al no llamar la atención sobre el peligro de querer ser reafirmados en nuestras propias creencias. Quizás hemos olvidado que dudar es un camino para aprender a pensar bien. He aquí entonces un aporte al modelo educativo de México. Pongámosle, desde la prensa y la academia, un límite al autoengaño.

Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=4916:academia-prensa-y-gobierno&Itemid=152

Comparte este contenido:

La larga sombra de la Noche de los Bastones Largos

Daniel Filmus

Se llamó Noche de los Bastones Largos a la represión del 29 de julio de 1966 contra profesores y estudiantes que resistían la intervención de la UBA y el fin de su autonomía

Es difícil tomar conciencia de la dimensión del daño que produjeron a la ciencia, la cultura y el desarrollo argentino los acontecimientos que tuvieron lugar en la Universidad de Buenos Aires hace 50 años. Pero estamos seguros de que las consecuencias de lo ocurrido la noche del 29 de julio de 1966 se extienden hasta hoy.

Un mes después de haber derrocado al gobierno democrático de Arturo Illia, la dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía decidió terminar con la autonomía y el cogobierno universitario que habían permitido uno de los períodos más prolíficos de la Universidad Argentina. Unos años antes, el general Onganía como comandante en jefe del Ejército ya había planteado su limitada visión de la democracia: «El deber de obediencia al gobierno surgido de la soberanía popular habrá dejado de tener vigencia absoluta si se produce al amparo de ideologías exóticas».

Desde su perspectiva, en las universidades imperaban este tipo de ideas. Las había explicitado el rector reformista Risieri Frondizi al hacerse cargo de la conducción de la UBA: «…es necesario construir una Universidad para el pueblo, para todo el pueblo argentino, sin renunciar a las exigencias más rigurosas en el orden de la cultura y en el cultivo de la ciencia…». Esta posición se vio reflejada en el estatuto de la UBA, en el que se afirmaba que ésta no debía desentenderse de los problemas sociales, políticos e ideológicos y que era un instrumento de mejoramiento social al servicio de la Nación y de los ideales de la humanidad. Durante este período, entre otros avances,  se concursaron los cargos de profesores, se vinculó estrechamente la docencia con una investigación de alta calidad que tuvo un desarrollo sin precedentes, se crearon institutos científicos y nuevas carreras como Sociología y Psicología. También se fundó Eudeba que, bajo la dirección de Boris Spivakow, editó más de 12 millones de libros.

En este contexto, la acción del 29 de julio fue una decisión premeditada contra una Universidad cuyo Consejo Superior, el mismo día del golpe de Estado, había adherido a una declaración del rector Hilario Fernández Long: «En este día aciago en el que se ha quebrantado en forma total la vigencia de la Constitución, el Rector de la Universidad de Buenos Aires hace un llamado a los claustros universitarios en el sentido de que sigan defendiendo la autonomía universitaria, que no reconozcan otro gobierno universitario que el que ellos libremente han elegido de acuerdo con su propio Estatuto, y que se comprometan a mantener vivo el espíritu que haga posible el restablecimiento de la democracia».

Era mucho más que lo que la dictadura podía permitir. El 29 de julio sancionó la Ley 16.912, que estableció la intervención de las universidades. Al mismo tiempo les dio a los decanos la oportunidad de que continuaran en sus cargos con la condición de que anularan el estatuto universitario. En un ejemplo de dignidad, las autoridades se negaron. Esa misma noche la policía cercó varias facultades. En la Manzana de las Luces, donde funcionaban las de Ciencias Exactas y Arquitectura, se habían concentrado más de 300 alumnos y profesores que fueron conminados a salir por los efectivos policiales. Años después, Manuel Sadosky, vice decano de Exactas en aquel momento, relató la represión: » …tratamos de salir como pudimos, con pañuelos blancos para mostrar que no íbamos a resistir, pero me llamó la atención cómo golpearon a Rolando García y a las mujeres. A mí me golpearon en la cara. A Carlos Varsaskyle abrieron una herida profunda. Rompían puertas y vidrios. Era una situación de enorme violencia…»

Mientras el Presidente Onganía ordenaba la quema de miles de libros de EUDEBA, se prohibieron los Centros de Estudiantes y la actividad política. La respuesta de la comunidad universitaria fue masiva.En agosto de 1966 renunció el 77,4% de los docentes de Ciencias Exactas y muchos otros del resto de las facultades. En total 1.378. Una parte importante de ellos (301) debió emigrar, 215 eran algunos de nuestros mejores científicos. Entre ellos los mencionados Risieri Frondizi, Rolando García y Manuel Sadosky, pero también Sergio Bagú, Gregorio Klimovsky, David Jacovkis, Tulio Halperín Donghi, Telma Reca, Mariana Weissmann y tantos otros.

La Noche de los Bastones Largos significó la puesta en práctica por parte de la dictadura de un modelo oscurantista y ultraconservador que se extendió a otras esferas de la sociedad y también implicó el inicio de la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional. Pero desde el punto de vista del desarrollo nacional produjo el quiebre de un proceso de producción de conocimiento y de formación de profesionales y científicos destinados a fortalecer un crecimiento autónomo, sólidamente vinculado a las necesidades de las mayorías. Todos los indicadores muestran que fue éste el momento en que se inició el fuerte deterioro que sufrió un sistema educativo y científico-tecnológico del que estábamos orgullosos. Deterioro que luego fue profundizado en el tiempo por la dictadura que se inició en 1976 y posteriormente por los gobiernos neo-liberales que mandaron a «lavar los platos» a los científicos poniendo en evidencia que no jugaban ningún papel en el modelo de desarrollo que proponían. Los avances logrados en el gobierno de Raúl Alfonsín con la conducción del Conicet a cargo de Manuel Sadosky, y en los últimos 12 años de intento de transformación del paradigma de crecimiento hacia un modelo productivo basado en la ciencia y tecnología, muestran que Argentina tiene enormes potencialidades.

En momentos en que la comunidad universitaria y científica vuelve a manifestar su preocupación sobre la prioridad que tiene el financiamiento y el apoyo que reciben sus actividades, y cuestiona el modelo de apertura de mercado, ya que prescinde del aporte de la ciencia y tecnología nacional, es necesario recuperar la convicción de que las políticas educativas y científicas se deben concebir como políticas de Estado. Como hemos visto,todo se puede destruir en un día (o una noche) pero lleva décadas recuperar las capacidades perdidas.

Recordar la Noche de los Bastones Largos, honrar a quienes enfrentaron la violencia de la dictadura y pagaron con la exclusión y el exilio la dignidad de sus acciones, debe significar volver a poner en debate por qué la educación, la universidad, la ciencia y la tecnología deben jugar un papel central en la construcción de un proyecto de país con cada vez mayores niveles de autonomía, crecimiento, integración y justicia social.

 @FilmusDaniel

Parlamentario del Mercosur, profesor titular UBA, investigador Citra Conicet

Fuente del articulo:http://www.infobae.com/opinion/2016/07/29/la-larga-sombra-de-la-noche-de-los-bastones-largos/

Fuente de la imagen: http://2.bp.blogspot.com/-8TM2GrvsLBI/VZMw_4JjQOI/AAAAAAAAH_k/qxYFUfm6uXA/s640/represi%25C3%25B3n%2Bfrente%2Ba%2Bexactas%2Bhoy%2Bmanzanan%2Bde%2Blas%2Bluces%2Bcopia.jpg

Comparte este contenido:

India: Prakash Javadekar must ensure ideology does not take precedence over reform

Asia/India/11 de Julio de 2016/Autora: Sarah Farooqui/Fuente: The Indian Express

RESUMEN: El nombramiento de Prakash Javadekar como el nuevo ministro de Desarrollo de Recursos Humanos se encuentra en el punto medio del período de su gobierno.  Sus tareas incluyen la limpieza de elementos pendientes del ministro anterior y la búsqueda de sus propios amarres en este ministerio. A nivel de políticas, hay resultados que se esperan del ministro, los más significativos se definen, según informes,  resolver el estancamiento entre el PMO y el Ministerio de Desarrollo de Recursos Humanos sobre la autonomía de las universidades propuestas en las «universidades de clase mundial». La segunda sería finalizar la Política Nacional de Educación, que iba a ser lanzado por Irani antes de la reproducción aleatoria. La tercera sería la de completar la creación del Depósito Académico Nacional, para mantener las bases de datos a nivel nacional de todas las calificaciones académicas. Otros temas pendientes incluyen el establecimiento de una Junta de Educación Védica por pathshalas y Gurukuls ved, iniciando una revisión de los programas escolares, junto con la elaboración de una política lingüística.

Over the last two years, education in India was often in the limelight for the wrong reasons. Whether it was the debates around the HRD minister’s educational qualifications, the suicide of Rohith Vermula and subsequent events at Hyderabad University, the fracas at JNU and absolute disregard for student agitation, the sacking of two university vice chancellors, and evolving saffronisation, education across the country found itself appropriated by one absurdist controversy after another.

Instead of using her assertive personality to bring tangible shifts in a sector that could change India’s growth trajectory, Smriti Irani was often seen oscillating between social media spats, or on the defensive or the offensive over one banal controversy or the other. Her personality often preceded her department’s policies, and its detrimental consequences were heard resonating across university campuses including the IITs and IIMs.

Prakash Javadekar’s appointment as the new HRD minister is at the midpoint of the Modi government’s term. His tasks include cleaning up the previous minister’s pending items and finding his own moorings in this ministry. He will need to work at three levels which include policy, politics and ideology. At the policy level, there are defined outcomes expected of the minister, the most significant, according to reports, being resolving the logjam between the PMO and the HRD ministry over the autonomy the proposed universities under the “world-class universities” project should have. The second would be to finalise the National Education Policy, which was to be released by Irani prior to the shuffle. The third would be to complete the establishment of the National Academic Depository, to maintain national-level databases of all academic qualifications. Other pending items include establishment of a Vedic Education Board for ved pathshalas and gurukuls, initiating a review of the school curriculums along with drafting a language policy.

So far the most significant HRD ministry decisions have been with respect to higher education. Attention to some of the micro-issues with respect to school education within and outside of the mandates of the Sarva Shiksha Abhiyan is necessary. As the Annual Status of Education Report (ASER) has found, even after the annual government spending per child increased, learning outcomes did not improve. There needs to be more focus with respect to teacher training, infrastructure development and improving syllabus across schools. Reading levels across schools remain low, and math levels have declined in almost every state. Teacher shortage in government schools — there are over seven lakh vacancies — also needs urgent attention of the minister.

A government that has built a reputation for being “anti-intellectual”, will find it in its own interests to consider the opinions and criticisms from academics and intellectuals across the ideological spectrum, especially in designing new policy initiatives and curriculum.

At the political level, the new minister will need to manage and work with state governments where policy implementation will have to precede politics. The minister’s office should take precedence over his personal identity and political affiliation. Irani’s lack of tact in handling controversies clouded her significant achievements, such as the completion of the Swachh Vidyalaya target, of having over four lakh toilets in government schools. Managing criticism without resorting to pettiness, working in collaboration with the state governments, and allocating work across bureaucratic verticals are aspects of the job.

Most significantly, the new minister needs to ensure that ideology does not percolate and hijack the reformist agenda. Poor policies can be redesigned or rolled back. Ideological indoctrination, however, can have grave consequences. Tampering with academic syllabus, distorting historical facts, deleting historical figures who don’t align with contemporary political agendas, and an unreasonable promotion of tradition over scientific reasoning are reducing education to a single perspective and a farce. The purpose of education is to open minds and new vistas; not to force students to live in an imagined golden past or within the wastelands of the known.

Escalating majoritarianism, the uncontested goal of saffronisation, dilutes democracy and promotes bigotry. The new education minister must steer clear of this path and try to reassure detractors that this government is serious about its growth and development agenda outside the ambit of ideological authoritarianism.

Tradition and cultural values no doubt are important, but the primary purpose of a modern education is to boost intellectual, social and economic growth and spur innovation and employment. In the long run, a country cemented on false ideals of nationalistic pride and ideology will become like Pakistan, which is fast disintegrating because of the influence its indoctrinated madrassas and agenda-driven and state-approved curriculum wields on education. A modern and holistic education cannot be framed if it is confined to local or even national culture or a single set of disciplines. It will need to encompass aspects of scientific reasoning, liberal values, analysis and progressive ideologies.

The new minister has asserted that his priority is to “raise the quality of education and ensure that it encouraged innovation”. This is an encouraging sign. One hopes the rhetoric is matched by protracted action. It will require him to balance policy design and implementation, political management and ideological pigeonholes.

Fuente: http://indianexpress.com/article/opinion/columns/prakash-javedkar-hrd-ministry-education-minister-modi-cabinet-reshuffle-smriti-irani-2905599/

 

Comparte este contenido:
Page 9 of 10
1 7 8 9 10