Page 1 of 16
1 2 3 16

Sudán persigue una paz esquiva entre la hambruna y la violencia continua contra la población

Por: Sarah Babiker

 

El pasado 31 de julio, el general de las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) Abdel Fattah al-Burhan se encontraba en una ceremonia de graduación del ejército. En ese momento, un dron atacó el evento con el objetivo de acabar con la vida del todavía jefe de Estado de facto en el país africano. Cinco personas murieron en el ataque, pero entre ellas no estaba el dirigente, quien sobrevivió ileso. Nabil Abdallah, portavoz militar, denunció la ofensiva y señaló como culpables a las milicias contra las que el ejército lleva más de un año en guerra, las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), pero desde el grupo paramilitar liderado por Mohamed Hamdan Dagalo negaron toda responsabilidad, sugiriendo que el ataque provendría de las propias filas del ejército como respuesta a conflictos internos.

El intento de asesinato de Al-Burhan llega en un momento en el que estarían en marcha nuevas conversaciones de paz lideradas por Estados Unidos, que se hallaría en conversaciones con ambas partes con el fin de que se sienten a negociar en un encuentro el próximo 14 de agosto en la ciudad suiza de Ginebra. El enviado especial de Estados Unidos para Sudán, Tom Perriello, remarcaba el pasado 2 de agosto, en una conferencia de prensa en Addis Abeba, que esta iniciativa contaría con tres objetivos: cese de la violencia a nivel nacional, acceso de ayuda humanitaria a los 18 estados que componen el país, y herramientas de monitoreo para garantizar los dos primeros puntos.

Desde el medio sudanés Sudan War Monitor se apunta a que la posición ante las conversaciones de paz pueda estar acelerando un proceso de relevo al frente de la Junta Militar, donde desde hace meses se produce una tensión entre quienes son más favorables a las conversaciones, y quienes quieren seguir en guerra sobre la base de que creen poder vencer a sus contrincantes. La pieza, publicada ayer 5 de agosto, apunta al rumor de que Al-Burham querría echarse a un lado, y para ello apostaría por el relevo con un militar nubio, con experiencia en negociación: Shams Al-Din Kabbashi.

El general Yasser Al-Atta, quien confirmó los rumores, está entre quienes quieren continuar con la guerra esperando una victoria para las Fuerzas Armadas Sudanesas. Llegó, de hecho, a afirmar que la guerra contra las FAR debería continuar hasta su derrota, aunque durara incluso cien años. Estas aseveraciones generaron rechazo entre las fuerzas civiles —articuladas en torno a la coalición contra la guerra Taqadum— que primero  vieron cómo se les arrebataba el proyecto de transición, para después tener que sufrir las consecuencias de una guerra.

Las de Ginebra no son las primeras conversaciones de paz que aspiran a lograr un alto el fuego que se presenta esquivo. Desde que estallara la guerra entre los antiguos aliados, el 15 de abril de 2023, han sido numerosos los intentos de poner fin al conflicto, con iniciativas en Jeddah, en Arabia Saudí, en las semanas siguientes al estallido de la guerra, en Addis Abeba, o en Bahrain. La falta de compromiso de unos y otros para cumplir unos mínimos ha hecho imposible hasta ahora cualquier acuerdo, en el marco de una guerra que ni el ejército regular ni las milicias de Dagalo (conocido como Hemedti) parecen estar en condiciones de ganar.

Las conversaciones de Ginebra se presentan complejas, no solo no es claro el compromiso de las FAS, que exigen se tenga en cuenta sus condiciones. Otros actores han manifestado su  desacuerdo al considerarse excluidos de las negociaciones de paz. Así lo expresaba Mini Arko Minnawi, el líder del otrora grupo rebelde Movimiento/Ejército para la Liberación de Sudán (SLM/A en sus siglas en inglés), contendiente histórico del régimen de Al Bashir —el dirigente militar defenestrado en abril de 2019—. Del mismo modo protestaba el grupo armado y político Justicia e Igualdad (JEM), con Jibril Ibrahim al frente. Ambos grupos se habían mantenido neutrales hasta el pasado noviembre, cuando entraron en la guerra del lado del ejército. Su postura refleja la demanda histórica de que sean tenidos en cuenta los otros territorios que componen Sudán, más allá de los centros de poder de la capital y el este del país. Desde hace meses, los antiguos grupos rebeldes combaten junto al ejército para defender Al Fasher, la capital del Darfur del Norte, del asedio de las fuerzas del general Dagalo.

Y es que el ataque del pasado miércoles 31 de julio se produjo en una base militar de Jebit, sita en el estado del Mar Rojo, al Este del país, área que se mantiene bajo el control del ejército. Mientras, las milicias se han hecho con Darfur —su lugar de origen— donde solo la ciudad de Al Fasher resiste. Las FAR han ido extendiendo su dominio también por los Estados de Kordofán y Sennar, dominando el Oeste y el Sur del país, mientras mantiene el control sobre el Estado de Al Jazirah, tras ocupar su capital el pasado diciembre, un territorio fundamental pues desde allí se organizaban una parte relevante de las operaciones humanitarias en el país. Además, esta región al sur de Jartum es la principal productora de cereales. Es en la capital y el Norte de Darfur donde el frente de la guerra es más activo, dándose el mayor número de combates y ataques.

Una violencia que no se detiene

Y es que, mientras los diversos intentos para detener la guerra no parecen avanzar, la violencia no para. Ayer, 5 de agosto, se registraba la peor ofensiva terrestre de las FAR contra la ciudad de Al Fasher, que dejó 30 víctimas mortales en un solo ataque, después de que las milicias de Hemedti acabaran también con la vida de 23 personas en el estado de Al Jazirah el pasado jueves 1 de agosto. Dos días después los paramilitares invadían varios barrios del norte de Jartum. El estado Blue Nile también ha sido en estos días escenario de enfrentamientos entre las FAR y las FAS.

El régimen del terror que las milicias están imponiendo allá donde llegan no parece tener límites. Las fuerza dirigidas por Hemedti han sido denunciadas por incendiar decenas de pueblos, sobre todo en Darfur, cometer violencia sexual a gran escala —un informe de Human Right Watch publicado a finales de julio documenta la violencia sexual sistemática ejercida contra las mujeres en Jartum por parte de las FAR principalmente, aunque sin eximir a los soldados del ejército regular— y saquear todo lo que encuentran a su paso. Desde el principio de la guerra se apuntó a los Emiratos Árabes Unidos, o el grupo Wagner, como quienes mantenían el flujo de armas hacia los paramilitares.

Las FAR cuentan así con armamento y capacidad de confrontar al ejército, pero no con el apoyo de la población, que los conoce como los Janjaweed, la milicia aliada con el ejército que tuvo un lugar central en los crímenes de guerra cometidos en Darfur a principios de siglo, pero también en la represión de las protestas que llevaron al fin del régimen de Al Bashir y el inicio de una transición democrática en 2019.

El ejército tampoco cuenta con la adhesión de una población que vio cómo sus sueños democráticos, agitados por la rebelión que comenzó en diciembre de 2018, se truncaban con el golpe de Estado del 25 de octubre de 2021, cuando Al-Burhan se negó a cumplir con el compromiso adquirido en la transición, que obligaba a los militares a entregar el poder al gobierno civil, en virtud del turnaje establecido en los acuerdos de julio de 2019.

Ahora enfrentado a su antiguo aliado, después de que las FAR se negaran a integrarse en el ejército regular en el marco de un nuevo acuerdo de transición firmado en diciembre de 2022, el ejército intenta recuperar el terreno perdido desde abril del 2023. En los últimos días ha avanzado posiciones en Omdurman, ciudad que forma parte de la capital, en una lenta avanzada sobre la capital durante los últimos meses que, sin embargo, no acaba de afianzarse. Y si bien sobre el ejército no recaen las mismas acusaciones que apuntan a los de Hemedti, este tampoco se distingue por su respeto a los derechos humanos, como las FAR, ha torturado y ejecutado a combatientes enemigos, tiene como práctica bombardear a la población civil —el 4 de agosto bombardeaba el campo de refugiados de Zamzam, cercano a Al Fasher— y está acusado tanto de atacar la muy afectada infraestructura sanitaria, como de propiciar la  gran emergencia humanitaria que afecta al país.

Sin alimento ni cuidados médicos

Son 400.000 los refugiados que se encuentran en Zamzam, un campo al que las agencias de ayuda humanitaria apenas pueden acceder. El Comité de Examen de la Hambruna de Naciones Unidas ha certificado que las personas residentes en el campo están en situación de hambruna. Es la primera vez que el comité determina la existencia de hambruna en los últimos siete años, y solo la tercera ocasión en la que hace esta declaración en las últimas dos décadas, después de que se creara el sistema de monitoreo.  Los expertos advierten de que la hambruna va más allá de este campo y alcanzaría a otras regiones del país. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), cerca de la mitad de la población, 25,6 millones de personas, sufren hambre aguda.

En un comunicado conjunto de UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) apuntaban tanto a Darfur como a Jartum, Kordofán y Al Jazirah como territorios en riesgo de hambruna, y recordaban que  “730.000 niños y niñas sufrirán desnutrición aguda grave este año, la forma de desnutrición que más vidas pone en peligro”. Y es que la declaración de hambruna implica que ya hay personas, y especialmente niños y niñas, muriendo de desnutrición. Las entidades denuncian que la hambruna es consecuencia de la decisión humana y lamentan que los actores del conflicto imposibiliten con sus ataques continuos la llegada de ayuda humanitaria. Frente a la dificultad de acceso a las poblaciones, el PMA ha colaborado con los Comités de Resistencia locales que, surgidos durante la revolución, han conseguido ayudar a vecinas y vecinos a través del apoyo mutuo.

Por otro lado, los ataques continuos a hospitales dificultan hasta lo imposible la atención médica a la población. Así lo denuncia Médicos Sin Fronteras, que en un informe publicado el pasado mes de julio con el título La guerra en Sudán es una guerra contra las personas afirma que “las dos partes en conflicto muestran un total desprecio por la misión médica: los hospitales son saqueados y atacados sistemáticamente y la ayuda humanitaria, bloqueada deliberadamente”. Con presencia en ocho de los estados del país, la organización documenta “al menos 60 incidentes de violencia y ataques contra nuestro personal, bienes y centros”, y cita a la OMS para afirmar que solo entre el 20 y 30% de los centros sigue funcionando, aunque sea con servicios limitados en el país.

Más de 10 millones de sudaneses se han visto forzados a abandonar su hogar, siendo desplazados también de los primeros lugares donde habían buscado refugio. A la hambruna, los enfrentamientos y el colapso del sistema sanitario, en la última semana se han unido las fuertes lluvias e inundaciones, que han afectado principalmente al estado de Kessala, donde se refugian más de 250.000 personas.

Fuente de la información e imagen:  El Salto

Comparte este contenido:

Haití y la “ayuda humanitaria” como doctrina de intervención imperialista

Por: Ana Dagorret

 

El último Informe Global sobre la Crisis Alimentaria, publicado en 2023, alerta sobre las posibilidades de una hambruna en Haití, país donde las sucesivas intervenciones extranjeras -para su “normalización”- han consolidado una crisis de carácter estructural.

La crisis humanitaria que vive Haití no es ninguna novedad. Tanto el terremoto de 2010, que dejó más de 200.000 muertos y millones de desplazados, las “intervenciones humanitarias” plagadas de denuncias de abuso sexual y participación en diferentes masacres contra organizaciones barriales, así como las constantes crisis políticas -desde golpes de Estado hasta el asesinato del presidente Jovenel Moïse- han servido de excusa, por parte de los organismos internacionales, de una acción conjunta internacional para “normalizar” el país.

De los 11,4 millones de habitantes que tiene Haití, al menos 5 millones sufren inseguridad alimentaria. A esta situación de miseria generalizada, se le suma la violencia que padece la población frente a las bandas criminales, que controlan gran parte del territorio ante la omisión (o acción) del gobierno de turno.

Sólo en 2023, se cometieron 1.446 asesinatos en el territorio, un promedio de 14 por día. A su vez, se registró 28% más secuestros que en 2022, con un total de 395 hasta la fecha. Estos datos reflejan la situación de violencia sistemática, pese a las sucesivas misiones humanitarias que llegaron al país a instancias de los organismos multilaterales.

Si bien los números son escalofriantes, la solidaridad internacional para con Haití está lejos de ser verdadera. Las sobradas muestras de preocupación y exigencias de una normalización del país se reducen únicamente a pedidos de intervención extranjera, algo que las y los haitianos conocen bien, y que sólo ha servido para empeorar la situación.


Según explican Mamyrah Prosper y Lautaro Rivara en el artículo “El intervencionismo humanitario. Misiones de paz, ONG coloniales y violencia sexual: el caso Haití”, este llamado a la intervención por cuestiones humanitarias “es una de las modalidades, cada vez más dominantes, del cambio de régimen”, cuyo carácter es indirecto y subsidiario.


Bajo el paradigma de “ayuda humanitaria”, tanto las potencias imperialistas como los organismos internacionales por ellas creadas pretenden una recolonización permanente del territorio. El argumento es que tanto el gobierno como la sociedad civil son incapaces de propiciar las condiciones para una normalización a la medida de Occidente, lo cual no sólo deshumaniza a las poblaciones receptoras de dicha ayuda, sino que las entiende incapaces de gestionar por sí mismas los aspectos más elementales de su existencia.

Bajo esta lógica es que, en Haití, se llevan a cabo una serie de intervenciones desde 2004, año en que una crisis política doméstica motivó el despliegue de más de 10.000 soldados de diferentes países, en lo que se denominó como Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). La decisión fue impulsada por la ONU y la Organización de Estados Americanos (OEA), quienes, a instancias de Estados Unidos, Canadá y Francia (con fuertes intereses en el territorio), determinaron de forma deliberada que Haití representaba una amenaza a la seguridad internacional.

Si bien la MINUSTAH fue concebida para actuar en el territorio durante seis meses, su presencia se extendió por 13 años, durante los cuales se aplicó una política sistemática de violencia sexual contra la población y se cometieron una serie de masacres con el fin de diezmar a la resistencia y someter a la sociedad civil.

A lo largo de su historia como nación, la violencia sexual en Haití sirvió como forma de generar terror en las personas y su consecuente desplazamiento, algo que permitió a las potencias imperialistas consolidar su dominio sobre territorios ancestrales de las comunidades. A su vez, las masacres en barrios populosos de la zona metropolitana (la más famosa ocurrida en Cité Soleil), atribuidas a los Cascos Azules, tuvieron como fin desmembrar organizaciones sociales y la desmovilización popular para romper los lazos comunitarios. En esos territorios es donde hoy crece el dominio de las bandas criminales y organizaciones armadas.

Estas intervenciones humanitarias contaron también con otro factor: problema de las organizaciones no gubernamentales. Con las ONG, que comenzaron a ganar peso en la década de 1990 con la consolidación del neoliberalismo como política económica, se dio una instrumentalización particular del intervencionismo humanitario. A través de la captación de ayuda internacional, las ONG hicieron de la ayuda humanitaria un mecanismo de intervención para la defensa de los intereses geoestratégicos de los Estados centrales.

En palabras de Rivara y Prosper, “en el caso haitiano, los cuantiosos flujos de cooperación internacional ayudaron a inhibir aún más el deficitario accionar estatal, privatizando y fragmentando la oferta de servicios públicos en materia sanitaria, educativa, productiva y habitacional”.

La narrativa de la ayuda humanitaria sirvió durante años para Haití y, con el tiempo -y su éxito en la opinión pública debido al abordaje que de ella se hace en los medios hegemónicos-, otros países como Venezuela y Cuba fueron objeto de pedidos de intervención humanitaria, cuyo fin último es forzar el cambio de régimen en favor de los intereses del imperialismo.

La situación de Haití, con la violencia social y la extrema pobreza como características estructurales, es consecuencia directa de la lógica intervencionista humanitaria. No se trata de “normalizar” el país para imponer allí una democracia que responda a los intereses de Occidente, sino de una estrategia sostenida y sistemática de recolonización, la cual comienza a vislumbrarse como una nueva forma de intervención en los países donde el imperialismo pretende mantener su influencia.

Foto de portada: Andrés Martínez Casares – Reuters

Fuente de la información e imagen:  La Tinta

Comparte este contenido:

Unicef: Protegemos del frío a los niños y niñas de Afganistán

Un invierno con temperaturas extremas pone en riesgo a miles de familias que ya se enfrentan a la desnutrición, a un largo conflicto y al impacto de la pandemia de COVID-19.

20/01/2022

En palabras de nuestro director de Emergencias, Manuel Fontaine, la infancia en Afganistán está «al borde de la catástrofe«. El país encadena una sucesión de eventos, como el prolongado conflicto, desastres naturales – particularmente sequías – y, por supuesto, la pandemia de COVID-19, que conducen inevitablemente a que la mitad de los habitantes del país necesite ayuda humanitaria.

Algunas cifras describen la situación extrema en la que se encuentra la población afgana:

  • Se estima que más de 1 millón de niños y niñas están en riesgo de padecer desnutrición aguda grave.
  • Las altas tasas de desempleo provocan un mayor empobrecimiento de la población.
  • Aumenta el riesgo de trabajo infantil por la necesidad de las familias de conseguir el sustento diario.
  • Unas 700.000 personas están desplazadas por el conflicto.
  • Crece el riesgo de enfermedades, como el sarampión.
  • Alrededor del 80% de la población no tiene acceso a agua segura, lo que hace más frecuente la aparición de diarreas entre los niños.
  • Más de 4 millones de niños y niñas no van a la escuela y muchos otros corren el riesgo de abandonarla.

Protegemos del frío a los niños de Afganistán.

La situación de vulnerabilidad en la que viven estos niños y niñas es alarmante, a lo que se añade actualmente la amenaza del frío, que deja a miles de familias en peligro por las bajas temperaturas del invierno.

El frío intenso en una tienda de campaña

Protegemos del frío a los niños de Afganistán.

En la provincia de Herat, al oeste del país, está ubicado el campamento para desplazados internos de Shaydayee. Allí viven Sediqa y sus hermanas, en una frágil tienda de campaña con escasa capacidad para atajar las inclemencias del tiempo.

Para soportar el frío, intentan calentarse con el fuego de la leña que les sirve también para cocinar. El combustible no es una opción, las familias se apoyan en estos pequeños «fogones» para mantenerse calientes.

Las temperaturas en muchas zonas de Afganistán ya están muy por debajo del punto de congelación. Las familias están luchando por mantener a sus niños y niñas a salvo, calentando sus hogares como pueden y buscando abrigo para proteger a sus hijos.

En Nuristán, una provincia montañosa, los niños y sus familias están expuestos a los 15 grados bajo cero que se alcanzan durante la noche. Las regiones de gran altitud son especialmente vulnerables.

Transferencias monetarias para cubrir necesidades básicas

Incluso antes de los recientes acontecimientos en Afganistán, ya se estimaba en 56% los niños y niñas que vivían en situación de pobreza multidimensional, es decir, con carencias en la atención de la salud, escaso acceso a educación, y, en general, un nivel de vida inadecuado.

La situación es particularmente difícil para las mujeres y las niñas, que corren el riesgo de que el cumplimiento de sus derechos se vea interrumpido, al igual que el acceso a los servicios esenciales.

En estas circunstancias, las transferencias de dinero en efectivo desempeñan un papel esencial para satisfacer las necesidades críticas más inmediatas y evitar que en las familias se tengan que tomar decisiones difíciles, como optar por el trabajo infantil. Una madre beneficiaria del programa en Parun, nos contaba lo importante que es para ella: «yo compraré comida y ropa de abrigo para mis niños».

En UNICEF estamos ampliando el uso de transferencias humanitarias de efectivo para facilitar una respuesta más rápida y digna para  las familias vulnerables que luchan por cubrir sus necesidades diarias y superar las múltiples crisis a las que se enfrentan, incluidos los duros inviernos. Durante estos meses de frío, 65.000 familias en tres provincias de Afganistán recibirán transferencias monetarias.

UNICEF está en marcha con suministros que salvan vidas

Distribuimos ropa de abrigo en Afganistán.

La llegada del camión que trae suministros es un alivio para los miles de niños, niñas y sus familiares en Herat. En esta ocasión, descargamos 5.000 mantas, lonas de plástico y cubos para distribuir entre 1.700 familias.

Estamos entregando estos kits a las familias más vulnerables en diferentes provincias de Afganistán, priorizando aquellas que cuentan con mujeres embarazadas y lactantes, familias con niños con discapacidad y hogares encabezados por mujeres.

En UNICEF llevamos 70 años trabajando en Afganistán, con el objetivo de salvar, proteger e impulsar los derechos de la infancia. Actualmente, nuestra prioridad es el fortalecimiento de los servicios esenciales que se han visto interrumpidos por la complicada situación que atraviesa el país.

Solo el pasado mes de noviembre, por ejemplo, junto a nuestros aliados en el terreno, tratamos a más de 37.000 niños menores de cinco años con desnutrición aguda grave, vacunamos a casi 105.000 niños y niñas contra el sarampión, apoyamos una campaña contra la polio y dimos acceso a la educación formal e informal a más de medio millón de niños.

Fuente de la informaciòn e imagen: UNICEF

Comparte este contenido:

Quienes viven para servir

Por:  Roberto Patiño

En medio de las mayores crisis humanitarias que atraviesa nuestro país, una de las pocas certezas que aún conserva el venezolano está en la capacidad de trabajo y entrega de nuestro personal sanitario que sigue aferrado a la frontera que separa a los ciudadanos de la vida y la muerte.

Hay que tener profundas convicciones personales y una ética de trabajo inquebrantable, para seguir asistiendo a centros de salud sin recursos ni condiciones, y aún así exponer la vida frente a una pandemia letal, con el único incentivo de tratar de salvar al mayor número de venezolanos que sea posible.

Hay servidores públicos que, por cotidianos, a veces parecen invisibles, pero que en esta Venezuela tan llena de urgencias merecen el mayor reconocimiento y solidaridad de sus ciudadanos. Un agradecimiento eterno y siempre necesario.

Convencidos de ello, acompañamos el pasado 10 de febrero a los trabajadores de la salud en una movilización desde el Hospital J. M. de los Ríos hasta la Defensoría del Pueblo, en su lucha por justas demandas por un sueldo digno y mejores condiciones de trabajo. No hay contradicción, de eso estamos convencidos, entre la vocación de servicio del personal sanitario y la necesidad de visibilizar, exigir y reclamar con determinación, para lograr mejores condiciones laborales y de vida, para quienes están poniendo en juego su propia  existencia para salvar a otros compatriotas.

Aquel encuentro fue una oportunidad para volver a escuchar a estos profesionales de la salud y actualizar la comprensión que tenemos del verdadero tamaño de la crisis humanitaria que vivimos, una crisis que se instaló en Venezuela, cabe recordar, mucho antes de las sanciones norteamericanas y europeas, aún cuando el régimen se empeñe en buscar, fuera de nuestras fronteras, a los responsables de nuestra tragedia.

Nuestra participación, en esta manifestación, nos sirvió para reforzar nuestra certeza de que Venezuela, en estos momentos, no puede por sí misma hacer frente a esta crisis y que necesitamos con urgencia todo el apoyo internacional en forma de ayuda humanitaria y en el trabajo de las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil que están sobre el terreno.

El régimen tiene que permitir la entrada de la ayuda humanitaria, apoyar con transparencia y bajo criterios técnicos y profesionales la cooperación internacional y, sobre todo, debe garantizar el libre ejercicio de los profesionales, técnicos y voluntarios de la sociedad civil quienes están expuestos, junto a nuestro personal médico, a los mayores rigores de la crisis.

Es una exigencia que cobra más fuerza frente a la pandemia. La llegada de vacunas contra el covid-19 debe estar acompañada de una metodología de distribución que garantice la transparencia del proceso, atendiendo a criterios de prioridades bien definidos (primero el personal sanitario y luego la población de mayor riesgo) para garantizar una inmunización de manera justa.

Desde nuestra experiencia de trabajo y con el fin de visibilizar los esfuerzos de la sociedad civil, construyendo redes de trabajo, nos unimos a otras organizaciones y creamos la Red de Apoyo a los Trabajadores de la Salud y nuestro aporte, durante los últimos 4 meses del año pasado, a través de nuestro emprendimiento social Sustento, fue la elaboración y distribución de 1.500 almuerzos diarios a los trabajadores de 15 hospitales de Caracas.

Desde nuestro espacio de convivencia estamos convencidos de que la salud, la alimentación y la educación son los tres pilares fundamentales de la sociedad y que estas bases se consolidan si vivimos en un sistema democrático y libre, razón por la cual seguiremos en la calle, junto a los ciudadanos, trabajadores sanitarios y compañeros de otras ONG, luchando por el cambio que necesita nuestro país.

Creemos en una Venezuela donde estén presente los valores de la solidaridad, la  productividad y la democracia y este compromiso nos lleva a estar al lado de los trabajadores de la salud, un gremio que entiende muy bien aquel principio según el cual quienes no viven para servir, no sirven para vivir.

Gracias a todos quienes constituyen esa gran comunidad que cuida por la salud de los venezolanos, por su esfuerzo, dedicación y compromiso.

www.robertopatino.com

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/quienes-viven-para-servir/

Comparte este contenido:

Israel vacuna a los colonos que ocupan Cisjordania, pero excluye a los palestinos

Israel vacuna a los colonos que ocupan Cisjordania, pero excluye a los palestinos

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recibió una inyección de vacuna Covid-19 el sábado, iniciando un despliegue nacional en los próximos días.

La campaña de vacunación masiva, que se dice que es la más grande en la historia de Israel y que se titula «Give a Shoulder» (“poner el hombro”), no incluirá a millones de palestinos que viven bajo el control israelí a pesar de un aumento reciente en los casos y muertes derivadas del virus.

Mientras tanto, los colonos judíos que viven en la ocupada Cisjordania son elegidos para la vacuna en un claro acto de segregación social y racial.

Las últimas cifras del Ministerio de Salud israelí informaron que más de 370.000 personas habían dado positivo por el virus desde que el estado hebreo, un país de alrededor de nueve millones, confirmó su primer caso en febrero.

La vacuna se lanzará en 10 hospitales y centros de vacunación en todo Israel para los trabajadores de la salud a partir del domingo, según el Ministerio de Salud. Durante el transcurso de la semana, dice un comunicado del ministerio, las vacunas se extenderán al público en general, comenzando con los mayores de 60 años.

Israel llegó a un acuerdo con la compañía farmacéutica Pfizer para suministrar 8 millones de dosis de su vacuna recién aprobada, suficiente para cubrir casi la mitad de la población israelí de nueve millones, ya que cada persona requiere dos dosis. Además llegó a un acuerdo por separado con Moderna a principios de este mes para comprar seis millones de dosis de su vacuna, suficiente para otros tres millones de personas.

Los palestinos seguirán esperando

Millones de palestinos que viven bajo el control israelí tendrán que esperar mucho más que el resto del país.

La campaña de vacunación de Israel incluirá a colonos judíos que son ciudadanos israelíes que viven en las profundidades de Cisjordania, pero no a los 2,5 millones de palestinos del territorio.

Tendrán que esperar a que la Autoridad Palestina, con problemas de liquidez, que administra partes de la Cisjordania ocupada, un territorio delineado en los llamados Acuerdos de Oslo en 1993.

’Si vemos que se han cumplido las demandas de Israel y tenemos capacidad adicional, sin duda consideraremos ayudar a la Autoridad Palestina’ dijo Yoav Kisch, viceministro de salud de Israel a Kan Radio.

La Autoridad Palestina espera obtener vacunas a través de una asociación liderada por la Organización Mundial de la Salud con organizaciones humanitarias conocidas como COVAX, que hasta ahora no ha alcanzado las 2 mil millones de dosis que espera comprar durante el próximo año para aquellos en países pobres.

Se trata de una ayuda humanitaria internacional histórica que recibe la Autoridad Palestina que permite a Israel continuar con su statu quo de ocupación y segregación.

Lo que complica las cosas es el hecho de que los palestinos apenas tienen una unidad de refrigeración capaz de almacenar la vacuna Pfizer y una infraestructura sanitaria muy deficiente debido centralmente a políticas racistas, similares a las del apartheid en Sudáfrica, y el bloqueo económico a toda la Franja de Gaza.

La Autoridad Palestina ha informado de más de 85.000 casos en Cisjordania, incluidas más de 800 muertes, y el brote se ha intensificado en las últimas semanas.

La situación es aún más grave en Gaza, hogar de dos millones de palestinos y que está bajo el bloqueo israelí y egipcio desde que Hamas tomó el poder en 2007. Las autoridades han informado de más de 30.000 casos, incluidas 220 muertes. Además el sistema de salud está diezmado y destruido por las bombas que no han dejado de caer sobre Franja de Gaza desde el inicio de la pandemia.

Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Israel-vacuna-a-los-colonos-que-ocupan-Cisjordania-pero-excluye-a-los-palestinos

 

Comparte este contenido:

Los más vulnerables en Beirut tras la explosión: los niños

Asia/Líbano/15 septiembre 2020/elpais.com

Un mes después de la explosión que sacudió la capital del Líbano, numerosas organizaciones internacionales y locales han lanzado campañas de ayuda humanitaria para paliar los efectos de la catástrofe entre los más pequeños

La explosión en el puerto de Beirut dejó 190 muertos, 6.500 heridos y 300.000 personas afectados por la destrucción o daños en sus hogares, y el impacto del desastre sobre los niños ha sido grave. Según los últimos datos de la agencia de Naciones Unidas para la Infancia, entre los fallecidos había cuatro niños y 1.000 heridos, y se estima que unos 100.000 se vieron desplazados de sus hogares. Desde entonces numerosas ONG trabajan en el terreno para dar apoyo humanitario y protección urgente a los más pequeños y sus familias.

“Un mes después de las devastadoras explosiones, las necesidades siguen siendo graves y debemos mirar hacia el futuro”, declaró Yukie Mokuo, representante de Unicef en Líbano, en una rueda de prensa celebrada en Karantina, uno de los barrios más damnificados por la explosión del 4 de agosto, cuando se cumple un mes del trágico suceso.

Tras guardar un minuto de silencio en homenaje y recuerdo de las víctimas de la detonación, la responsable de Unicef en el Líbano ha asegurado que, aunque haya “pasado un mes de la explosión, el corazón de todos está roto. Todo el mundo ha quedado conmocionado después del gran impacto”. Ahora “el bienestar de los niños es nuestra prioridad” y “el futuro del Líbano depende de que los niños crezcan sanos, en un entorno seguro”.

Actualmente, la repuesta de Unicef se centra en mantener seguros a los niños y rehabilitar servicios básicos como el acceso a la atención médica, educación y agua segura. En este sentido, la entidad ha enviado 18 cargamentos de ayuda humanitaria esencial, ha reconectado más de 160 edificios al sistema público de agua, ha instalado alrededor de 870 tanques de agua en hogares afectados, y ha distribuido 4.485 kits de higiene y 462 para bebés entre las familias. Asimismo, Unicef ha proporcionado apoyo psicosocial a 1.406 niños, padres y cuidadores y planea facilitar apoyo para que las familias puedan reconstruir sus casas y medios de vida. Todo ello, junto con la movilización de 2.000 jóvenes que se han echado a las calles para limpiar, hacer pequeñas reparaciones en viviendas y distribuir comidas.

Para cubrir las necesidades más inmediatas de los niños y sus familias durante los próximos tres meses, la agencia de la ONU para la infancia dijo que necesitaba 42 millones de euros y ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional para recaudar estos fondos.

A los esfuerzos de Unicef se suman los de otras organizaciones de la sociedad civil libanesa como la Cruz Roja, que hasta el momento ha podido ofrecer kits de higiene y paquetes de comida a más de 51.000 personas y asistencia médica y psicológica a otras 11.000. Además, ha organizado una campana de donación de sangre en sus centros de transfusion, ha completado alrededor de 11.500 evaluaciones de edificios dañados y reubicado a más de 100 familias que no pueden regresar a sus hogares.

Por su parte, la ONG libanesa Offrejoie respondió rápidamente poniendo en marcha un programa de rehabilitación de emergencia en dos de los vecindarios más golpeados, —Karantina y Mar Mikhael— e iniciando obras de rehabilitación en 44 edificios y pequeñas viviendas. “El objetivo es ayudar a más de 300 familias a volver a su vida normal con dignidad y seguridad antes del invierno”, explica Carla Jreidini, jefa del equipo de comunicación y captación de fondos de Offrejoie. Además, la asociación distribuye diariamente desayunos y almuerzos calientes a unas 80 familias y organiza actividades psicosociales una vez a la semana para decenas de niños de diversos orígenes afectados por la explosión.

Otra de las organizaciones que también está ayudando a paliar las consecuencias de la deflagración es el Banco de Alimentos Libanés (LFB). La entidad ha repartido aproximadamente 100 toneladas de alimentos entre las familias más necesitadas y planea preparar paquetes de alimentos para niños que incluyan dibujos, juguetes y comida infantil, según ha explicado por teléfono Soha Zaiter, directora ejecutiva de LFB.

No obstante, a pesar de la gran cantidad de asistencia facilitada o prometida, algunas personas que se vieron afectadas por la explosión lamentan que la ayuda aún no les ha llegado. Tres familias asiladas sirias que viven en la zona cristiana de Achrafiyeh (otro vecindario muy dañado por la detonación), aseguran a Planeta Futuro que, aunque vino gente de distintas ONG a comprobar cómo estaban y prometieron ayudarles, todavía no han recibido ningún tipo de apoyo. “La ayuda solo la está dando la comunidad local”, afirma Mohammad, padre de una de las familias sirias y cuyo hogar resultó parcialmente destruido por el efecto de la onda expansiva.

El último golpe a un país en crisis

Las secuelas de la apocalíptica explosión en la zona portuaria de Beirut se han entremezclado con los numerosos problemas que arrastra el Líbano desde hace meses. El país de los cedros atraviesa una profunda crisis económica y política, agravada por la pandemia, y que ha provocado que la moneda nacional haya perdido más del 80% de su valor, que los precios de productos básicos se hayan disparado un 60% y que la tasa de paro aumente hasta el 35%; todo ello en un país que con el mayor número de refugiados per cápita del mundo.

Con más de un millón y medio de desplazados sirios, el Líbano alberga a unos 630.000 niños refugiados de entre 3 y 18 años y, además acoge a más de 400.000 de origen palestino y a 20.000 de otras nacionalidades.

Precisamente, la difícil coyuntura que atraviesa el país ha perjudicado, sobre todo, a las familias y niños en contextos más frágiles. Alrededor de 3,3 millones de personas en el Líbano —más de la mitad de la población total— está clasificada como vulnerable, y se estima que 2,7 millones están clasificadas como «pobres». En un estudio publicado a final de julio, Save the Children advirtió que más de 900.000 personas, entre ellos aproximadamente 550.000 niños, no tenían suficiente dinero para comprar productos básicos como alimentos.

Ahora, tras la devastadora explosión en la capital libanesa, los niños y las familias desfavorecidas están más expuestas que nunca. Por ello, organizaciones como Save the Children ha puesto en marcha un fondo de ayuda para la infancia en el Líbano con el que dar respuesta a las necesidades más urgentes de niños y familias vulnerables.

Voluntarios de la ONG libanesa Offrejoie realizan juegos con los niños del barrio de Karantina.
Voluntarios de la ONG libanesa Offrejoie realizan juegos con los niños del barrio de Karantina. OFFREJOIE

Otro factor peligroso para los niños y familias es la interrupción de la atención médica primaria. Por un lado, al menos 16 centros sanitarios de atención primaria, que atienden a 160.000 personas, sufrieron daños. La detonación también dejó totalmente destruida la unidad de cuidados intensivos para recién nacidos del Hospital de Karantina. Igualmente, una decena de contenedores con cientos de miles de guantes, batas y mascarillas fueron destruidos, al igual que cinco de las siete cámaras frigoríficas para vacunas de un almacén de cuyo mantenimiento se encarga Unicef.

Además de los daños materiales en los centros médicos y hospitales, el caos y las aglomeraciones tras el brutal estallido aceleraron la expansión de la covid-19 en el Líbano. En el ultimo mes se ha registrado un aumento significativo de los contagios y, desde el inicio de la pandemia en febrero, se han contabilizado más de 20.426 positivos y 191 muertes, según datos del Ministerio de Salud Pública libanés.

Ante esta situación de emergencia sanitaria, Unicef ha adquirido dos neveras solares nuevas que se instalarán en el Hospital Rafic Harriri y ha suministrado más de 430.000 mascarillas de tela a la población y Equipos de Protección Personal (EPI) a centros de atención primaria. Del mismo modo, la Cruz Roja Libanesa ha estado trabajando las 24 horas del día para dar apoyo en el transporte en ambulancia de casos confirmados y sospechosos de COVID-19 y de tests PCR.

Una vuelta a las aulas marcada por la incertidumbre

La interrupción del año escolar vinculada a las manifestaciones antigubernamentales en octubre-noviembre y, más tarde, al caos económico y al cierre de las escuelas por la pandemia, ha hecho que muchos niños no hayan podido mantenerse al día con su trabajo escolar debido a un aprendizaje remoto inaccesible o inadecuado, revela una encuesta de Save the Children. A esto se añade que, tras la explosión muchas familias han visto reducidos sus ingresos a cero, por lo que sus hijos corren el riesgo de tener que renunciar a su educación.

De nuevo, esto afecta principalmente a los niños y jóvenes en situación de desplazamiento, quienes a menudo ya habían perdido años de educación debido a la guerra y, además, el 70% de ellos viven en hogares bajo el umbral de pobreza. Así, incluso antes de los cierres, más de la mitad de los niños sirios entre 3 y 18 años (el 58%) estaban fuera de la enseñanza formal, de acuerdo con datos de la ONU.

Actividades de juego que organiza la ONG libanesa Offrejoie en el barrio de Karantina.
Actividades de juego que organiza la ONG libanesa Offrejoie en el barrio de Karantina. OFFREJOIE

Por otro lado, la explosión también ha dejado huella en muchas escuelas del Líbano y unos 183 centros educativos están dañados o destruidos, algo que afecta a más de 77.000 niños y adolescentes.

Unicef —actor clave en la provisión de educación en el Líbano— ha recordado que se necesita actuar urgentemente y aumentar la ayuda para garantizar que todos los niños afectados por las explosiones de Beirut puedan tener acceso a la educación cuando a finales de mes cuando comience el nuevo curso escolar.

“Cuando se produce un desastre como este, la educación puede suponer un salvavidas para los niños cuyas vidas se han vuelto del revés, ya que proporciona un espacio seguro si pueden ir a la escuela, y una sensación de normalidad en medio del caos”, expone la representante de Unicef en Líbano, Yukie Mokuo. Por ello el organismo ha pedido a la comunidad internacional que aumente con urgencia su apoyo a la educación de los niños en Beirut y los recursos se están movilizando con rapidez para iniciar la rehabilitación de las instituciones educativas menos dañadas (un 80% de los centros totales) y que puedan estar operativas antes del comienzo del nuevo año escolar en octubre.

Asimismo, la covid-19 es una dificultad añadida y, debido a ella, todas las escuelas planean implementar un enfoque mixto que combine la educación presencial con la online. “Debemos asegurarnos de que los niños estén protegidos contra la infección por la covid-19”, ha incidido Mokuo en la rueda de prensa, haciendo hincapié en que la planificación del “nuevo año escolar con el apoyo de la educación a distancia” es una “prioridad máxima”.

Sin embargo, estos planes también se han complicado debido al impacto de la explosión. Dado que muchas familias perdieron sus hogares y sus medios de subsistencia, ahora se enfrentan a problemas para tener conectividad y adquirir materiales educativos.

“Es fundamental que encontremos soluciones urgentes para que los niños retomen su educación —también en remoto— lo antes posible”, sostiene Mokuo. “Con el tiempo que puede llevar reconstruir y rehabilitar las escuelas dañadas y reemplazar los muebles y el material escolar perdido, urge impulsar alternativas de aprendizaje remoto para los niños afectados”, agrega. Para ello Unicef ha adelantado que durante los próximos tres meses suministrará material escolar y dispositivos electrónicos y proporcionará Internet a los estudiantes, así como capacitación y apoyo a los maestros “para garantizar que los niños, especialmente los de las áreas afectadas más pobres, reciban no solo un aprendizaje remoto de calidad, sino también el nivel de atención psicosocial que necesitan para superar el trauma”, detalla la responsable de Unicef en el Líbano.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/07/planeta_futuro/1599466838_440585.html

Comparte este contenido:

2,4 millones de niños al borde de la hambruna en Yemen, alerta Unicef

Asia/Yemen/02 Julio 2020/https://eldiariosolidario.com/

Unicef ha vuelto a levantar la voz: el número de niños que sufren de desnutrición en Yemen podría aumentar a 2,4 millones a finales de año, debido a la grave escasez de fondos para la ayuda humanitaria.

El informe “Yemen, cinco años después: niños, conflicto y Covid-19” del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia sobre el país, advierte sobre el aumento en un 20% del número de pequeños destruidos menores de cinco años. Prácticamente, el 50% de este grupo de edad.

“Si no recibimos fondos urgentemente, los niños se verán empujados al borde la hambruna y muchos morirán. La comunidad internacional estará entonces enviando el mensaje de que las vidas de los niños en una nación arrasada por el conflicto, la enfermedad y el colapso económico, simplemente no importan”, explica la representante en Yemen de Unicef, Sara Beysolow Nyanti.

Agua y saneamiento

El trabajo también destaca que, a menos que se garantice la llegada de 40 millones de euros, los servicios de agua y saneamiento para tres millones de niños y sus comunidades empezarán a cerrar a finales de julio. Un impacto en los más de dos millones de niños desnutridos que son especialmente vulnerables, y cuyo estado nutricional podría empeorar desastrosamente si la ayuda se interrumpe.

En total, desde Unicef han realizado una petición de 410 millones de euros para su respuesta humanitaria en Yemen, y otro de 47 millones de euros solo para la respuesta a la COVID-19. Hasta ahora, el llamamiento para dar respuesta a la pandemia solo ha recibido el 10% de los fondos necesarios, y el humanitario el 39%

Fuente: https://eldiariosolidario.com/yemen-hambruna-unicef

Comparte este contenido:
Page 1 of 16
1 2 3 16