Asia/Líbano/15 septiembre 2020/elpais.com
Un mes después de la explosión que sacudió la capital del Líbano, numerosas organizaciones internacionales y locales han lanzado campañas de ayuda humanitaria para paliar los efectos de la catástrofe entre los más pequeños
La explosión en el puerto de Beirut dejó 190 muertos, 6.500 heridos y 300.000 personas afectados por la destrucción o daños en sus hogares, y el impacto del desastre sobre los niños ha sido grave. Según los últimos datos de la agencia de Naciones Unidas para la Infancia, entre los fallecidos había cuatro niños y 1.000 heridos, y se estima que unos 100.000 se vieron desplazados de sus hogares. Desde entonces numerosas ONG trabajan en el terreno para dar apoyo humanitario y protección urgente a los más pequeños y sus familias.
“Un mes después de las devastadoras explosiones, las necesidades siguen siendo graves y debemos mirar hacia el futuro”, declaró Yukie Mokuo, representante de Unicef en Líbano, en una rueda de prensa celebrada en Karantina, uno de los barrios más damnificados por la explosión del 4 de agosto, cuando se cumple un mes del trágico suceso.
Tras guardar un minuto de silencio en homenaje y recuerdo de las víctimas de la detonación, la responsable de Unicef en el Líbano ha asegurado que, aunque haya “pasado un mes de la explosión, el corazón de todos está roto. Todo el mundo ha quedado conmocionado después del gran impacto”. Ahora “el bienestar de los niños es nuestra prioridad” y “el futuro del Líbano depende de que los niños crezcan sanos, en un entorno seguro”.
Actualmente, la repuesta de Unicef se centra en mantener seguros a los niños y rehabilitar servicios básicos como el acceso a la atención médica, educación y agua segura. En este sentido, la entidad ha enviado 18 cargamentos de ayuda humanitaria esencial, ha reconectado más de 160 edificios al sistema público de agua, ha instalado alrededor de 870 tanques de agua en hogares afectados, y ha distribuido 4.485 kits de higiene y 462 para bebés entre las familias. Asimismo, Unicef ha proporcionado apoyo psicosocial a 1.406 niños, padres y cuidadores y planea facilitar apoyo para que las familias puedan reconstruir sus casas y medios de vida. Todo ello, junto con la movilización de 2.000 jóvenes que se han echado a las calles para limpiar, hacer pequeñas reparaciones en viviendas y distribuir comidas.
Para cubrir las necesidades más inmediatas de los niños y sus familias durante los próximos tres meses, la agencia de la ONU para la infancia dijo que necesitaba 42 millones de euros y ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional para recaudar estos fondos.
A los esfuerzos de Unicef se suman los de otras organizaciones de la sociedad civil libanesa como la Cruz Roja, que hasta el momento ha podido ofrecer kits de higiene y paquetes de comida a más de 51.000 personas y asistencia médica y psicológica a otras 11.000. Además, ha organizado una campana de donación de sangre en sus centros de transfusion, ha completado alrededor de 11.500 evaluaciones de edificios dañados y reubicado a más de 100 familias que no pueden regresar a sus hogares.
Por su parte, la ONG libanesa Offrejoie respondió rápidamente poniendo en marcha un programa de rehabilitación de emergencia en dos de los vecindarios más golpeados, —Karantina y Mar Mikhael— e iniciando obras de rehabilitación en 44 edificios y pequeñas viviendas. “El objetivo es ayudar a más de 300 familias a volver a su vida normal con dignidad y seguridad antes del invierno”, explica Carla Jreidini, jefa del equipo de comunicación y captación de fondos de Offrejoie. Además, la asociación distribuye diariamente desayunos y almuerzos calientes a unas 80 familias y organiza actividades psicosociales una vez a la semana para decenas de niños de diversos orígenes afectados por la explosión.
Otra de las organizaciones que también está ayudando a paliar las consecuencias de la deflagración es el Banco de Alimentos Libanés (LFB). La entidad ha repartido aproximadamente 100 toneladas de alimentos entre las familias más necesitadas y planea preparar paquetes de alimentos para niños que incluyan dibujos, juguetes y comida infantil, según ha explicado por teléfono Soha Zaiter, directora ejecutiva de LFB.
No obstante, a pesar de la gran cantidad de asistencia facilitada o prometida, algunas personas que se vieron afectadas por la explosión lamentan que la ayuda aún no les ha llegado. Tres familias asiladas sirias que viven en la zona cristiana de Achrafiyeh (otro vecindario muy dañado por la detonación), aseguran a Planeta Futuro que, aunque vino gente de distintas ONG a comprobar cómo estaban y prometieron ayudarles, todavía no han recibido ningún tipo de apoyo. “La ayuda solo la está dando la comunidad local”, afirma Mohammad, padre de una de las familias sirias y cuyo hogar resultó parcialmente destruido por el efecto de la onda expansiva.
El último golpe a un país en crisis
Las secuelas de la apocalíptica explosión en la zona portuaria de Beirut se han entremezclado con los numerosos problemas que arrastra el Líbano desde hace meses. El país de los cedros atraviesa una profunda crisis económica y política, agravada por la pandemia, y que ha provocado que la moneda nacional haya perdido más del 80% de su valor, que los precios de productos básicos se hayan disparado un 60% y que la tasa de paro aumente hasta el 35%; todo ello en un país que con el mayor número de refugiados per cápita del mundo.
Con más de un millón y medio de desplazados sirios, el Líbano alberga a unos 630.000 niños refugiados de entre 3 y 18 años y, además acoge a más de 400.000 de origen palestino y a 20.000 de otras nacionalidades.
Precisamente, la difícil coyuntura que atraviesa el país ha perjudicado, sobre todo, a las familias y niños en contextos más frágiles. Alrededor de 3,3 millones de personas en el Líbano —más de la mitad de la población total— está clasificada como vulnerable, y se estima que 2,7 millones están clasificadas como «pobres». En un estudio publicado a final de julio, Save the Children advirtió que más de 900.000 personas, entre ellos aproximadamente 550.000 niños, no tenían suficiente dinero para comprar productos básicos como alimentos.
Ahora, tras la devastadora explosión en la capital libanesa, los niños y las familias desfavorecidas están más expuestas que nunca. Por ello, organizaciones como Save the Children ha puesto en marcha un fondo de ayuda para la infancia en el Líbano con el que dar respuesta a las necesidades más urgentes de niños y familias vulnerables.
Otro factor peligroso para los niños y familias es la interrupción de la atención médica primaria. Por un lado, al menos 16 centros sanitarios de atención primaria, que atienden a 160.000 personas, sufrieron daños. La detonación también dejó totalmente destruida la unidad de cuidados intensivos para recién nacidos del Hospital de Karantina. Igualmente, una decena de contenedores con cientos de miles de guantes, batas y mascarillas fueron destruidos, al igual que cinco de las siete cámaras frigoríficas para vacunas de un almacén de cuyo mantenimiento se encarga Unicef.
Además de los daños materiales en los centros médicos y hospitales, el caos y las aglomeraciones tras el brutal estallido aceleraron la expansión de la covid-19 en el Líbano. En el ultimo mes se ha registrado un aumento significativo de los contagios y, desde el inicio de la pandemia en febrero, se han contabilizado más de 20.426 positivos y 191 muertes, según datos del Ministerio de Salud Pública libanés.
Ante esta situación de emergencia sanitaria, Unicef ha adquirido dos neveras solares nuevas que se instalarán en el Hospital Rafic Harriri y ha suministrado más de 430.000 mascarillas de tela a la población y Equipos de Protección Personal (EPI) a centros de atención primaria. Del mismo modo, la Cruz Roja Libanesa ha estado trabajando las 24 horas del día para dar apoyo en el transporte en ambulancia de casos confirmados y sospechosos de COVID-19 y de tests PCR.
Una vuelta a las aulas marcada por la incertidumbre
La interrupción del año escolar vinculada a las manifestaciones antigubernamentales en octubre-noviembre y, más tarde, al caos económico y al cierre de las escuelas por la pandemia, ha hecho que muchos niños no hayan podido mantenerse al día con su trabajo escolar debido a un aprendizaje remoto inaccesible o inadecuado, revela una encuesta de Save the Children. A esto se añade que, tras la explosión muchas familias han visto reducidos sus ingresos a cero, por lo que sus hijos corren el riesgo de tener que renunciar a su educación.
De nuevo, esto afecta principalmente a los niños y jóvenes en situación de desplazamiento, quienes a menudo ya habían perdido años de educación debido a la guerra y, además, el 70% de ellos viven en hogares bajo el umbral de pobreza. Así, incluso antes de los cierres, más de la mitad de los niños sirios entre 3 y 18 años (el 58%) estaban fuera de la enseñanza formal, de acuerdo con datos de la ONU.
Por otro lado, la explosión también ha dejado huella en muchas escuelas del Líbano y unos 183 centros educativos están dañados o destruidos, algo que afecta a más de 77.000 niños y adolescentes.
Unicef —actor clave en la provisión de educación en el Líbano— ha recordado que se necesita actuar urgentemente y aumentar la ayuda para garantizar que todos los niños afectados por las explosiones de Beirut puedan tener acceso a la educación cuando a finales de mes cuando comience el nuevo curso escolar.
“Cuando se produce un desastre como este, la educación puede suponer un salvavidas para los niños cuyas vidas se han vuelto del revés, ya que proporciona un espacio seguro si pueden ir a la escuela, y una sensación de normalidad en medio del caos”, expone la representante de Unicef en Líbano, Yukie Mokuo. Por ello el organismo ha pedido a la comunidad internacional que aumente con urgencia su apoyo a la educación de los niños en Beirut y los recursos se están movilizando con rapidez para iniciar la rehabilitación de las instituciones educativas menos dañadas (un 80% de los centros totales) y que puedan estar operativas antes del comienzo del nuevo año escolar en octubre.
Asimismo, la covid-19 es una dificultad añadida y, debido a ella, todas las escuelas planean implementar un enfoque mixto que combine la educación presencial con la online. “Debemos asegurarnos de que los niños estén protegidos contra la infección por la covid-19”, ha incidido Mokuo en la rueda de prensa, haciendo hincapié en que la planificación del “nuevo año escolar con el apoyo de la educación a distancia” es una “prioridad máxima”.
Sin embargo, estos planes también se han complicado debido al impacto de la explosión. Dado que muchas familias perdieron sus hogares y sus medios de subsistencia, ahora se enfrentan a problemas para tener conectividad y adquirir materiales educativos.
“Es fundamental que encontremos soluciones urgentes para que los niños retomen su educación —también en remoto— lo antes posible”, sostiene Mokuo. “Con el tiempo que puede llevar reconstruir y rehabilitar las escuelas dañadas y reemplazar los muebles y el material escolar perdido, urge impulsar alternativas de aprendizaje remoto para los niños afectados”, agrega. Para ello Unicef ha adelantado que durante los próximos tres meses suministrará material escolar y dispositivos electrónicos y proporcionará Internet a los estudiantes, así como capacitación y apoyo a los maestros “para garantizar que los niños, especialmente los de las áreas afectadas más pobres, reciban no solo un aprendizaje remoto de calidad, sino también el nivel de atención psicosocial que necesitan para superar el trauma”, detalla la responsable de Unicef en el Líbano.
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