Japón / 18 de febrero de 2018 / Autor: Iwashige Yoshiharu / Fuente: Nippon
Aunque uno de cada dos universitarios japoneses (1,77 millones) estudiaban con beca en 2013, lo cierto es que el sistema de becas nipón, basado en la premisa del aumento exponencial de los salarios, no es coherente con la presente situación de inestabilidad laboral del país. Resulta evidente que Japón debe revisar dicho sistema para adaptarlo a las circunstancias de la era actual.
Jóvenes aplastados por el yugo de deudas despiadadas
Las ganas de aprender son lo más importante para los jóvenes. Sin embargo, las becas en las que los universitarios japoneses confían para desarrollar sus estudios, que son en realidad créditos a devolver, a menudo se convierten en un pesado lastre para la vida posterior de los jóvenes. La carga del endeudamiento no solo les erosiona el vigor físico y mental, sino que también les arrebata opciones de vida cruciales, como casarse o tener hijos, despojándolos incluso del orgullo propio y la dignidad como personas. Esta suerte de círculo vicioso afecta, de hecho, a los beneficiarios de las becas oficiales de JASSO (Japan Student Services Organization).
El encarecimiento de las tarifas educativas y las dificultades financieras de los hogares están haciendo que se dispare el número de jóvenes que piden becas a devolver. No son pocos los jóvenes que, tras graduarse, se ven obligados a empezar su vida adulta con una deuda de varios millones de yenes. Con unos salarios cada vez más bajos y una precariedad laboral creciente, derivados de la proliferación de prácticas como el empleo irregular, son muchos los que se ven en el atolladero de no poder devolver la beca que pidieron para estudiar. JASSO reacciona ante este panorama intensificando la presión para reclamar los pagos: registrando a los deudores en listas de morosos, utilizando empresas de cobro de deudas e incluso interponiendo demandas con juicio. Resulta lógico, pues, que cada vez haya más personas que se ven acorraladas a pesar de que hacen todo lo que pueden por pagar.
Medidas de rescate que no salvan a nadie
La diferencia entre las becas a devolver y los demás créditos es que las primeras se otorgan sin conocer el empleo ni los ingresos futuros de los beneficiarios, y por lo tanto entrañan un riesgo intrínseco de impago. Lo lógico sería que el sistema previera el rescate para los deudores que dejen de poder pagar, pero, por desgracia, las medidas vigentes son absolutamente insuficientes.
Las becas de JASSO cuentan, por ejemplo, con un sistema de extensión del período de devolución, al que pueden acogerse aquellos que tienen dificultades para pagar y perciben unos ingresos anuales de menos de 3 millones de yenes, pero el período máximo de disfrute es de diez años; pasado ese tiempo, dejan de poder beneficiarse del sistema aunque sigan teniendo pocos ingresos. Y existen más problemas en la aplicación de este tipo de limitaciones. Por ejemplo, si una persona que tiene una morosidad no logra devolver tanto el dinero del préstamo oficial como el de los pagos atrasados, pierde el derecho a acogerse a las medidas de rescate. Caer en la morosidad porque no se puede pagar y, al no poder pagar esa morosidad, no poder recibir rescate es una incoherencia flagrante.
Ante las numerosas críticas que vienen recibiendo estas condiciones draconianas, desde abril de 2014 se empezó a reconocer el derecho a la extensión de pagos a pesar de tener una morosidad, pero solo en casos excepcionales, como si el deudor ingresa menos de 2 millones de yenes al año. Aun así, en diciembre del mismo año JASSO decidió imponer limitaciones también en este nuevo sistema, declarando lo siguiente: “Las personas que hayan ido a juicio o hayan declarado la prescripción de parte de la deuda no podrán acogerse al sistema de extensión del período de devolución”. Resulta injusto que personas con dificultades queden excluidas del sistema por ir a juicio o que se les nieguen las medidas de rescate por reclamar su legítimo derecho a declarar la prescripción de la deuda. JASSO alega que “la evaluación sobre la necesidad de aplicar medidas de rescate como la extensión del período de devolución queda a discreción de nuestra entidad y no es un derecho del deudor”, pero de nada sirve contar con un sistema de rescate si el prestamista se reserva el derecho a cambiar las condiciones siempre que le convenga.
Más becas sin devolución o sin intereses
La situación que hemos expuesto hasta aquí demuestra que las becas de JASSO no son, en realidad, más que préstamos estudiantiles. Y la mayoría de los que sufren para devolver esas becas se convirtieron en víctimas del sistema por motivos que escapan a su control. Evitar caer en la trampa de las becas no está en manos de los beneficiarios. La única medida básica que puede aplicarse al respecto es cambiar el sistema desde la raíz. Propongo las siguientes reformas para mejorar el sistema.
- Reducir el precio de las tasas educativas, que en Japón son extremadamente elevadas en comparación con el resto del mundo.
- Aumentar el número de becas sin devolución.
- Eliminar los intereses de las becas con devolución.
- Aplicar un sistema de devolución flexible que se adapte a la capacidad económica del becario.
Discretos avances
La opinión pública ha logrado que el sistema de las becas, plagado de defectos, inicie un paulatino progreso de mejora.
En primer lugar, se han creado, al fin, becas sin devolución. En 2017 el Gobierno de Japón ofreció las primeras becas públicas sin devolución, dirigidas a jóvenes criados en orfanatos, procedentes de hogares exentos de impuestos o con dificultades para continuar los estudios. Con todo, las becas ofrecidas son muy escasas tanto en número —20.000 becas por curso escolar— como en cuantía —entre 20.000 y 40.000 yenes al mes—, por lo que es imprescindible complementarlas con créditos. Además, los criterios de asignación por méritos académicos del nuevo sistema resultan inviables si se tiene en cuenta que la mayoría de los jóvenes que han crecido en un entorno con problemas tampoco han disfrutado de las condiciones adecuadas para estudiar. También se prevé la posibilidad de que los becarios que no mantengan un expediente brillante tengan que devolver el dinero de la beca y, como los criterios son ambiguos, es posible que muchos jóvenes renuncien a pedir beca por miedo a tener que devolverla después. La introducción de las becas sin devolución supone un avance, pero su sistema todavía está repleto de errores de diseño.
En segundo lugar, se tiende a eliminar el interés de las becas. Aunque JASSO ofrece becas con y sin intereses, hasta la fecha la cuota de becas sin intereses era muy reducida, por lo que muchos estudiantes se quedaban sin ellas a pesar de cumplir con los criterios para recibirlas. A partir del año fiscal 2017, el Ministerio de Educación se propone otorgar becas sin intereses a todos los solicitantes que satisfagan los criterios establecidos. Los que se mueven en el sector educativo advierten que la cifra de estudiantes fuera de cupo de las becas sin intereses que estima el Ministerio de Educación —24.000 personas— se queda muy corta. Hay que tener presente que el endurecimiento de las condiciones —ingresos y cualificaciones— para recibir estas becas es lo que ha ido diezmando el número de solicitantes, y que 24.000 son solo los que quedan tras la criba de esos estrictos criterios.
En tercer lugar, tenemos la introducción de un sistema de devolución adaptado a los ingresos. En el año fiscal 2017, se ha introducido el Sistema de Devolución de Becas por Ingresos que permite determinar el monto de cada cuota en función de los ingresos del deudor. Esta iniciativa, no obstante, también presenta imperfecciones que la alejan de su objetivo original, como la obligación de pagar al menos 2.000 yenes mensuales aunque no se cuente con ningún ingreso o se provenga de un hogar exento de impuestos. La opción de ampliar el plazo de devolución para personas con bajos ingresos existe, pero no se ofrece ninguna solución a los problemas del sistema de rescate que planteaba más arriba. Tampoco se ataja el problema del alargamiento del período de devolución como consecuencia de fijar cuotas de devolución bajas. Otro inconveniente es que los ingresos a partir de los que se calculan las cuotas de devolución no solo incluyen los ingresos del beneficiario de la beca, sino también los de la persona que lo mantiene (en el caso de que el beneficiario sea económicamente dependiente).
Toda la sociedad ha de apoyar la educación
Los responsables de elaborar las políticas educativas señalan la falta de presupuesto, pero es precisamente ese presupuesto educativo, al que Japón dedica una cantidad de fondos irrisoria, lo que debemos cuestionar. Frente a la media del 5,4 % del PIB que los países de la OCDE asignan a la educación, Japón solo invierte el 3,6 %; y, considerando solo el presupuesto destinado a la educación superior, Japón es el último de la lista, con tan solo un 0,5 % del PIB. Tras estos datos se halla la concepción errónea de que el beneficiario de la educación es quien debe pagar por ella. La educación no solo beneficia al individuo, sino que es un pilar que sustenta a la sociedad, por lo que beneficia a toda la sociedad en su conjunto. La situación actual, en que muchos jóvenes han de solicitar cuantiosos créditos porque los padres no pueden financiarles los estudios, representa, además de una injusticia, una violación del artículo de la Constitución que reza “Todos los ciudadanos tendrán el derecho de recibir igual educación”.
Urge abrir un debate nacional en Japón para crear un sistema en que la sociedad apoye el desarrollo y el aprendizaje de los niños y los jóvenes, dedicando a la educación un presupuesto acorde a los niveles de la OCDE.
Fuente de la Noticia:
https://www.nippon.com/es/currents/d00355/