Calidad educativa
Argentina: El 31 por Santiago y el 4 de abril, paro nacional de CTERA
El 29, con estatales y la CTA ¡Que SUTEBA convoque en unidad!
Alternativa docente/ 29 de Marzo de 2016/ Docentes y estatales fuimos parte de las multitudinarias movilizaciones del 24 de marzo en el país. Rechazamos la impunidad de ayer y de hoy e, igual que el 24 de febrero, le dijimos no a Macri, su ajuste, protocolo, pago de la deuda y a los buitres. Se expresó además el repudio a Obama, jefe del imperialismo que apoyó el golpe 40 años atrás, a los ingleses en Malvinas y ahora a los buitres, las corporaciones y megamineras que saquean y contaminan.
En estos días se convocan 3 medidas de alcance nacional: La Jornada de Lucha del martes 29 de la CTA Autónoma y los gremios estatales que van a otro paro de 48hs con movilización, a las 11hs hacia la Casa de la Provincia en Capital con ATE, Cicop, Judiciales, organizaciones sociales y políticas como el MST. Para confluir luego, a las 12hs, con la CTA Autónoma y la Multisectorial en Avda. de Mayo y 9 de Julio para marchar al Congreso.
El jueves 31, la CEA y Cisadems llaman marchar a la casa de Santiago del Estero en Capital. Lamentablemente la CEA se niega a llamar paro y no difunde la marcha. Esta es una de las entidades docentes que pactó con Macri y Bullrich un aumento insuficiente, dejando solas a las luchas provinciales como la de Santiago. Lo mismo hizo la Celeste de CTERA que, luego de exigírselo, decidió llamar a Paro Nacional el 4 de abril. Lo anuncian en Mendoza, donde el gobierno de la UCR-Cambiemos quiere meter por decreto el ajuste y un «ítem aula» que es un presentismo encubierto. Y cuando sigue el conflicto docente en Tierra del Fuego, Chaco, Misiones, Santiago del Estero, Santa Cruz, Mendoza y Jujuy.
En la provincia no cobramos aún el insuficiente aumento salarial; muchas escuelas tienen problemas, los auxiliares luchan a brazo partido contra el vergonzoso aumento del 15% que quiere imponer Vidal a los estatales con la traición de UPCN o Fegeppba, la represión y las patotas como en el hospital San Martín. Hay también reclamos por infraestructura, el IOMA, la ART, los comedores o la falta de cargos. ¡Motivos sobran para luchar en unidad con los estatales el 29! Como hicimos el 24 y el 29 de febrero, luego el 9 y el 16 de marzo.
Por responsabilidad de la Celeste, el FGDB y Udocba no hay conflicto organizado. Las Seccionales combativas de SUTEBA debemos llamar a pelear en unidad el 29. Y exigir a la Celeste de SUTEBA que llame a luchar con los estatales ese día. Y el 31 debemos acompañar la marcha para que triunfe la gran huelga de la docencia santiagueña.
El lunes 4, ¡sumarnos todos al paro de CTERA! Pese a que llega tarde, debemos exigir que sea activo y parte de un plan de lucha; con un pliego de reclamos que diga que plata hay. Con lo que Macri quiere pagar a los buitres, se pueden dar los $ 12.000 de inicial al 1,1 millón de docentes del país. Y sobra para emplear a medio millón de trabajadores por un año. O elevar el presupuesto educativo al 10% del PBI. Es necesario un paro y movilización nacional de las CTA y las CGT para lograrlo. ¡Vamos por ello, unificando a docentes y estatales!
Simposio Internacional Educación Comparada en el Siglo XXI
Simposio Internacional EDUCACION COMPARADA EN EL SIGLO XXI
Ensenada Baja California México
Sábado 30 y domingo 31 de julio 2016
Finlandia, Cuba y Shanghai Los primeros lugares en EDUCACION en PISA y UNESCO ¿Cómo lo hacen? › Profesor Yuha Souranta Director Instituto Freire (Finlandia) › Profesora Ana Renfors Profesora de primaria (Finlandia) › Profesor Huang Zicheng Instituto Ed. Comparada (Shanghai) › Profesor Lisardo García Ramis Instituto Pedagógico (Cuba) Estados Unidos, México
¿Qué debemos hacer para superarla? › Profesor Peter McLaren Investigador Univ., Chapman (USA) › Profesor Manuel Gil Antón El Colegio de México (México) La buena educación La educación en crisis
La educación alternativa Colombia, Bolivia y Venezuela ¿Qué proponen? › Profesor Noel Aguirre Ledezma Viceministro Educación ( Bolivia) › Profesor Luis Bonilla Instituto Miranda ( Venezuela) › Profesor Marco Raúl Mejía Univ. Javeriana (Colombia)
TALLERES
1. El Buen vivir como Política Publica Dr. Noel Aguirre Ledezma viceministro de educación de Bolivia
2. La Reforma Educativa en Venezuela Dr. Luis Bonilla.director del Instituto Miranda, asesor del gobierno venezolano
3. Políticas Publicas en la Educación de Finlandia Doctores Souranta. Directivos del instituto Freire de Finlandia.
4. Políticas Publicas de Educación en Shanghái Dr. Huang Zichen Director del instituto de Educacion Comparada de Shangai.
5. Estrategias de la educación En Cuba socialista representante de Cuba
Ocho conferencias magistrales y cinco talleres y presentación de libros Salón La Troje del Hotel Las Palmas
En el Ecuador el modelo pedagógico no ha cambiado
Entrevista con Rosa María Torres por Desirée Yépez de Revista Plan V
En el primer trimestre del año pasado, desde el Ministerio de Educación se anunció el inicio de un convenio de cooperación entre Ecuador y Finlandia con el fin de mejorar la calidad educativa en el país. Para muchos, la educación básica en el país nórdico es un modelo a seguir. Rosa María Torres es pedagoga, investigadora, y en octubre de 2015 viajó hacia el país europeo a analizar el funcionamiento del sistema finlandés que se quiere replicar a escala mundial. ¿Es posible que funcione en Ecuador? Ella responde.
En marzo de 2015 se anunció que Finlandia asesoraría a Ecuador en temas de educación inicial y práctica docente ¿Por qué se toma a Finlandia como referente educativo?
Finlandia se convirtió en estrella mundial de la educación a raíz de las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), en el año 2000. Finlandia sorprendió, y se sorprendió a sí misma, en las tres áreas que mide esa prueba: lectura, matemáticas y ciencias. Ahora los finlandeses están creando algo que llaman ‘educación para exportación’. Programas, instituciones, proyectos, para ayudar a otros países. Finlandia viene colaborando en la mayoría de países de América Latina. El Ecuador es uno de ellos.
Desde su experiencia como pedagoga, ¿qué cree que es importante replicar del modelo finlandés en Ecuador?
No se puede separar lo pedagógico de lo curricular, la formación docente, la sociedad, los medios de comunicación… todo es un paquete. Un modelo educativo responde a una determinada sociedad, a un momento específico, y tiene componentes culturales que no son fácilmente transferibles.
Lo de Finlandia es un proceso, son cinco décadas que los finlandeses están dedicados de manera sistemática a reformar su educación. Vienen de una situación de gran precariedad. A mediados del siglo pasado, los pobres iban por un lado, los ricos por otro … En este lapso lograron desarrollar una sociedad profundamente igualitaria, una educación democrática que valora el juego, que pone en el centro el aprendizaje. No hay el concepto de escuela de excelencia; todos los profesores son buenos. No es solo la pedagogía; hay una cultura de confianza, que es un valor de la sociedad. Por el contrario, en América Latina los niveles de desconfianza son altísimos; En ese contexto, es difícil instalar la confianza en la cultura escolar.
¿Cómo trasladar ese modelo a Ecuador?
Se trata de un cambio cultural, tomaría décadas. Finlandia tiene los índices más altos en todas las cosas buenas a las que uno aspira. Es el segundo país menos corrupto del mundo. A nivel económico, político y social tiene indicadores positivos. Eso no se traslada fácilmente, está en la cultura, en la historia, en la gente.
El cambio fundamental en educación está en la pedagogía. Se puede tener la mejor infraestructura, la mayor inversión, pero si no cambian las relaciones de enseñanza-aprendizaje en las aulas, entre profesores y alumnos, todo lo demás es decorativo.
En el Ecuador no ha habido un cambio pedagógico. Las Unidades Educativas del Milenio tienen gran infraestructura, computadoras, pero adentro de esa estructura se reproduce la educación tradicional, el modelo pedagógico frontal, transmisivo, pasivo.
Lo pedagógico es la gran fortaleza de Finlandia. No se ven cosas espectaculares en infraestructura. Vi cosas extraordinarias en escuelas modestas, modestas desde el punto de vista arquitectónico y de recursos tecnológicos, pero de enormes riquezas en términos pedagógicos. Profesores haciendo maravillas con recursos mínimos.
El modelo finlandés parecería contradictorio con el ecuatoriano, pues parte de los logros que recalca la ‘Revolución Ciudadana’ es el despliegue de infraestructura y tecnología en espacios como las Unidades Educativas del Milenio…
Vivimos momentos distintos. Cuando empiezas antes, antes te das cuenta de los errores, investigas, afinas cosas… En Finlandia se eliminaron los laboratorios informáticos en las escuelas. En Ecuador se inauguran las Unidades Educativas del Milenio, con despliegue tecnológico, laboratorios informáticos que se presentan como una innovación… En otros contextos las TIC ya están incorporadas en las aulas.
Foto: Gabriela Yépez |
En América Latina seguimos en la etapa en que primero compras las computadoras, las pizarras electrónicas, y luego se piensa qué hacer con eso. En Finlandia muchos profesores usan la pizarra verde o la blanca con marcadores. Vi pocas pizarras electrónicas.
Finlandia ha hecho el recorrido que seguramente vamos a hacer, en 10, 20 años: desechar aquello que no sirve, aquello que distrae, y confiar en los profesores como lo fundamental.
Parte del convenio entre Ecuador y Finlandia es la formación de profesores en centros zonales de práctica y desarrollar programas de actualización. ¿Se sabe algo de los resultados en este primer año?
Hay poca información. Es difícil hacer investigación educativa en el Ecuador. La información que da el Ministerio de Educación es escueta. Me fui a enterar en Finlandia acerca de qué están haciendo aquí los finlandeses, allá me reuní con alguna de la gente que está trabajando en el Ecuador.
¿Y qué están haciendo aquí los finlandeses?
Entre otros están ayudando en capacitación docente. Cómo lo están haciendo y si hay resultados, lo desconozco.
La formación docente es un proceso complejo. De hecho, en Finlandia me comentaban que cuando hacen capacitación en otros países les obligan a replicar cosas que ellos ya dejaron de lado, como las capacitaciones masivas. Procesos estandarizados, donde se replica la pedagogía que no se quiere.
La idea es formar a los docentes del mismo modo que se les pide a ellos que se relacionen con los alumnos. De hecho, en Finlandia el criterio principal de selección de los maestros no radica en la cantidad de títulos que posea, ni en sus calificaciones. Se realiza una entrevista personal, donde se valora su compromiso con la comunidad, si fue o es voluntario en alguna causa, habilidades artísticas, sus sensibilidades como persona… Solo el 10% de quienes se presentan obtienen una plaza.
En Finlandia no hay rankings y se evita las pruebas estandarizadas. No se rankea a las escuelas, menos a los alumnos, no hay ‘tú eres el mejor’ o ‘tú eres el peor’. El sistema educativo finlandés fomenta la colaboración, no la competencia. El principal objetivo es la equidad, no la excelencia. El Ecuador se enrumba en un sentido contrario, basado en la competencia y la excelencia. En Finlandia el lema es ¨toda escuela, una buena escuela¨.
¿Cuáles son los defectos de ese sistema?
Encontré pocas situaciones que me sorprendieron negativamente… Por ejemplo, entré a una clase de secundaria y la profesora les pidió a los alumnos pararse y saludar a la visitante, como en los planteles más tradicionales. Luego la exhibición era que yo viera cómo hacían, en parejas, un Powerpoint sobre Finlandia, usando Wikipedia: ¡la cosa más convencional del mundo hoy en día! Tal vez la profesora pensaba que yo, visitante de país del tercer mundo, me sorprendería con eso. Al salir me di cuenta que no era el aula, sino que toda esa escuela es así. Eso es lo más «terrible» que vi en mi visita en Finlandia…
Los finlandeses me decían que vaya al norte del país para analizar lo que pasa en la zona rural, pues Helsinki, la capital, es una cosa, la zona rural – como en todo lado – es otra … Las peores cosas las vi en situaciones de ‘show-off’, donde los profesores están pensando en el visitante y no en los alumnos.
¿Cómo trasladar los aspectos positivos a un contexto escolar como el ecuatoriano?
Hay muchas cosas que pueden hacerse sin necesidad de trasladar o copiar de nadie. Ver a los chicos finlandeses en el comedor escolar es un poema. Los chiquitos aprenden a servirse, comer tranquilos, compartir, desechar, poner las cosas en su sitio y reciclar.
Quisiera ver qué pasa en el Ecuador en el comedor de una Escuela del Milenio… Todo eso pueden aprender a hacer nuestros niños, si tienen el ejemplo y la guía adecuada. Se trata de ejercicios ciudadanos que tienen un impacto sobre la vida para siempre.
¿De qué depende que esos aspectos se puedan replicar en Ecuador?
De los sistemas escolares que he visto, el finlandés es el más atento a las necesidades del alumno. Hay un valor subyacente que es la empatía y otro que es el respeto. Hay que pensar en los chicos, son personas y cada uno es distinto. Basta con comprender eso, son valores universales.
En el Ecuador, el Ministro de Educación dice que aspira a que nuestro país tenga «el mejor mejor sistema escolar del mundo». No sé qué entiende él por eso… Hay muchos criterios para definir qué es un buen sistema educativo. Los puntajes en pruebas no son lo único ni lo más importante. Eso revela apenas un aspecto de una escuela. Falta saber cómo se sienten los alumnos en una escuela, si tienen miedo o si aprenden motivados, con alegría. No estoy de acuerdo con rankear escuelas con base en pruebas. Finlandia no lo hace. Y otros países están dejando de hacerlo. Es una lástima que el Ecuador empiece a hacerlo cuando otros lo abandonan.
Mientras se habla del ‘boom’ de la educación finlandesa, en Ecuador se destaca un supuesto ‘milagro ecuatoriano’ en educación, que se refiere básicamente a la inversión que el gobierno de Rafael Correa ha destinado a ese rubro. ¿En términos educativos, existe realmente un milagro ecuatoriano?
El ‘milagro ecuatoriano’ destinó la inversión principalmente a tres rubros: carreteras, hospitales y escuelas.
En educación, la prioridad en estos nueve años se ha puesto en la infraestructura. Recuperar la gratuidad ha sido una conquista importante pero la calidad sigue siendo un desafío grande y pendiente. La infraestructura es un aspecto secundario de la calidad educativa; el factor más importante para el cambio educativo siguen siendo los docentes, y ese es tema complejo y proceso largo.
Publicado originalmente en http://otra-educacion.blogspot.com/2016/03/en-el-ecuador-el-modelo-pedagogico-no-ha-cambiado.html
Why Are Liberal Commentators Acting as Apologists for Trump’s Racism?
The lynch-mob mentality that permeates Donald Trump’s campaign rallies was made visible once again this month at a rally in Fayetteville, North Carolina, when Rakeem Jones, a 26-year-old Black protester, was sucker punched by a white Trump supporter. A video of the incident documents how, after Jones was punched, the audience cheered and the police threw Jones to the ground and handcuffed him. John McGraw, the man who admitted on camera that he had punched Jones, was later arrested. When asked why he did it, McGraw, 78, not only admitted to having committed the assault, but said he «liked it, clocking the hell out of that big mouth,» whom he said he thought might be a member of ISIS. He then added, «Yes, he deserved it. We don’t know who he is, but we know he’s not acting like an American … the next time we see him, we might have to kill him.»
Of course, this incident was not out of the ordinary. Trump supporters have a consistent history of attacking those protesting Trump’s policies. When an activist named Mercutio Southall Jr. started shouting «Black Lives Matter!» at a Trump rally in Birmingham, Alabama, on November 21, 2015, some Trump supporters punched and choked him. Dara Lind observes that the Southall Jr. attack «isn’t an isolated incident. Trump supporters have gotten physical with protesters at several other events throughout his candidacy. A protester was dragged out of a Trump rally in Miami. A Trump supporter ripped up a protester’s sign. A Trump bodyguard was filmed sucker-punching a protester outside Trump Tower in early September. And at a rally in DC, photographers captured a Trump supporter pulling a protester’s hair.» Meanwhile, last week, after a March 11 rally was cancelled in Chicago, a number of skirmishes and fistfights broke out between Trump supporters and protesters. Many commentators noted that the rally offered a signpost of the escalating violence that has taken place at Trump’s rallies.
At their core, Trump’s politics and appeal are built around violence.
Trump has repeatedly indicated his support for such actions by saying he «would like to punch a protester in the face» and labeling protesters as «bad Americans.» He also incited this violence through his response to the November incident that occurred in Alabama, when Trump supporters punched and choked Southall Jr., who started shouting «Black Lives Matter!» as Trump started to speak. When asked about the incident, Trump responded in a Fox News interview with the remark: «Maybe he should have been roughed up.»
Such comments make clear that at their core, Trump’s politics and appeal are built around violence. Trump’s encouragement of violence can be seen very starkly in his decision to look into paying for McGraw’s legal fees. In defense of such actions,Trump told «Meet the Press» that McGraw «obviously loves his country,» and that he might «have gotten carried away.» Meanwhile, some Trump supporters havereportedly expressed interest in forming a makeshift militia called the Lion’s Guard to oppose «far-left agitators.»
One would think that these incidents would be enough to convince liberals that Trump’s popularity is deeply tied to his open advocacy of racist violence, but a disconcerting number of liberal commentators have sought to downplay Trump’s racist and fascist tendencies.
Liberal Apologists for Trump
Some conservatives, such as Wall Street Journal columnist Peggy Noonan, predictably downplay the racist and fascist undertones of Trump’s candidacy, arguing that Trump is simply a symptom of massive disillusionment among Americans who are exhibiting a profound disdain, if not hatred, for the political and economic mainstream elites. Disappointingly, however, this argument is also often bolstered by liberals who go too far in their efforts to prove that criticism of Trump’s bigotry and racism cannot fully account for Trump’s political appeal.
For instance, historian Thomas Frank (also a former Wall Street Journal columnist)observes that Trump actually embraces a number of left-leaning liberal positionsthat make him popular with working-class white people with lower education levels. He cites Trump’s criticism of free trade agreements, his call for competitive bidding with the drug industry, his critique of the military-industrial complex and its wasteful spending, and his condemnation of companies that displace American workers by closing factories in the United States and opening them in much poorer countries such as Mexico in order to save on labor costs.
Trump’s appeal to fear, aggression and violence makes people more vulnerable to authoritarianism.
Purveyors of this view present the working class as a noble representative of a legitimate populist backlash against neoliberalism and appear to deem irrelevant the question of whether or not this backlash embraces an American form of fascism. Frank, however, has a long history of ignoring cultural issues, ideologies and values that do not simply mimic the economic system. As Ellen Willis has pointed out in her brilliant critique of Frank’s work, Frank makes the mistake of imagining popular and media culture, or what I call the educative nature of culture and politics, as simply «a pure reflection of the corporate class that produces it.» Hence, the racism, ultra-nationalism, bigotry, religious fundamentalism and other anti-democratic factors get downplayed in Frank’s analysis of Trump’s rise to power.
Journalist John Judis, a senior writer at The National Journal, extends this argument by comparing Trump with Bernie Sanders, claiming that they are both populists and outsiders while suggesting that Trump occupies a legitimate outsider status. Judis argues that Trump raises a number of criticisms regarding domestic policies for which he should be taken seriously by the American people and not simply dismissed as a racist, clown or pompous showman. In a piece for Vox, he writes:
Sanders and Trump differ dramatically on many issues — from immigration to climate change — but both are critical of how wealthy donors and lobbyists dominate the political process, and both favor some form of campaign finance reform. Both decry corporations moving overseas for cheap wages and to avoid American taxes. Both reject trade treaties that favor multinational corporations over workers. And both want government more, rather than less, involved in the economy…. Both men are foes of what they describe as their party’s establishment. And both campaigns are also fundamentally about rejecting the way economic policy has been talked about in American presidential politics for decades.
Some liberals such as scholar and blogger Arthur Goldhammer go so far as to suggest that Trump’s appeal is largely an extension of the «cult of celebrity» and his attentiveness to «a very rational and reasonable set of business practices» and to the anger of a disregarded element of the working class. Goldhammer asserts without irony that Trump «is not an authoritarian but a celebrity,» as if one cancels out the other. While celebrity culture confers authority in a society utterly devoted to consumerism, it also represents less a mode of false identification than a manufactured spectacle that cheapens serious and thoughtful discourse, and puts into play a focus on lifestyles and personalities. This has given rise to mainstream media that devalue politics, treat politicians as celebrities, refuse to give politicians a serious hearing and are unwilling to raise tough questions. This occurs because the media assume that celebrities are incapable of answering difficult questions and that the public is more concerned about their personalities than anything else.
Celebrity culture is not simply a mode of entertainment; it is a form of public pedagogy central to creating a formative culture that views thinking as a nuisance at best or dangerous at worse. Treated seriously, celebrity culture provides the architectural framing for an authoritarian culture by celebrating a deadening form of self-interest, narcissism and civic illiteracy. As the historian of Germany Fritz Sternhas argued, the dark side of celebrity culture can be understood by the fact that it gave rise to Trump and represents the merger of financial power and a culture of thoughtlessness.
Roger Berkowitz, the director of the Hannah Arendt Center, takes Goldhammer’s argument further and claims that Trump is a celebrity who knows how to work the «art of the deal» (a reference to the title of Trump’s well-known neoliberal manifesto). That is, he suggests that Trump’s appeal rests on his role as a celebrity with real business acumen and substance. In particular, Berkowitz argues that Trump’s appeal is due, in part, to his image as a smart and successful businessman who gets things done. Berkowitz goes into overdrive in his claim that Trump is not Hitler, as if that means he is not a demagogue unique to the American context.
The authoritarian tendencies of Trump’s followers cannot be explained through economic analyses alone.
Without irony, Berkowitz goes so far as to write that «it is important to recognize that Trump’s focus on illegal immigrants, protectionism, the wall on the Mexican border, and the terrorist danger posed by Muslims transcends race.» I am assuming Berkowitz means that Trump’s racist ideology, policies and rhetoric can be separated from the hateful policies for which he argues (such as torture, which is a war crime) and the violence he legitimates at his rallies. Indeed, Berkowitz implies that these policies and practices derive not from a fundamentally racist and xenophobic orientation but rather are rooted in Trump’s sound understanding of economic issues related to his business practices.
The sound business practices that Berkowitz finds admirable have a name: neoliberal capitalism. This neoliberal capitalist system has produced an untold degree of human misery, political corruption and inequality throughout the world. It has given us a social and political formation that promotes militarization, attacks the welfare state, aligns itself slavishly with corporate power and corrupts politics. Moreover this system seeks to justify the disproportionate police violence directed toward Black communities by referring to Black people as «criminals» and «thugs.» Proponents of this political and economic system may not constitute a fascist party in the strict sense of the word, but they certainly embrace toxic elements of a new style of American authoritarianism.
In declaring that Trump isn’t being racist and in claiming that the difference between Trump and Sanders is one of attitude and not policy, Berkowitz reveals the extent to which his eagerness to defend neoliberal capitalism requires him to overlook Trump’s racism. Berkowitz even goes so far as to downplay the differences between Trump and Sanders on racism by arguing that they have both «pushed the limits of racial propriety.» This statement whitewashes Trump’s overt racism and appears to suggest that both candidates share similar ideological positions toward people of color and inhabit the same racist landscape, truly a claim that borders on the absurd and represents an intellectual deceit in its claims to legitimate a false equivalency. Of course, if Berkowitz had used the word «racism» instead of «racial propriety,» the latter claim would not make sense given Sanders’ long history of fighting racial injustices.
I strongly doubt that Trump’s call to ban Muslims from entering the United States, his call to expel 11 million undocumented immigrants, his appeal to white nationalism, his intention to kill terrorists and their families as well, or his support for state-sponsored torture, among other egregious policy practices, constitute simply different attitudes between him and Bernie Sanders.
Trump attempts to generate intolerance out of misfortune while Sanders goes to the political, economic and social roots of the problems that cause it. Trump promotes an intense culture of fear that cannot be excused by appealing to his alleged good business practices or for that matter to his criticism of some of the Republican Party’s more regressive domestic and foreign policy endeavors. On the contrary, Trump’s appeal to fear, aggression and violence makes people, especially those who have been politically victimized, more vulnerable to authoritarianism.
The Downplaying of Trump’s Racism
Berkowitz’s argument is more than apologetic; it is a species of postracial discourse that became commonplace during the Obama years. It is also disingenuous and nonsensical. It is hard to make up such apologetic reasoning at a time in which racist invective and actions are more visible than ever: Police brutality against Black people is widespread; racist comments against Obama proliferate without apology; Black congregants are killed while praying in their church; white supremacists target immigrants, Muslims and Planned Parenthood with repeated acts of violence; and all the while the racially coded prison system is bursting at its seams. We also live at a time when a dangerous resurgence of racism, Islamophobia and anti-immigrant sentiment is on the rise. Against the reality of a society immersed if not saturated in racial violence, Berkowitz’s postracial and market-drenched discourse mimics a naive form of liberalism, if not a species of right-wing ideology too afraid to name itself, and too unwilling to address Trump’s authoritarian and myopic drive for power.
Trump echoes a fascist script that has been updated to address the fears and anxieties of people who feel betrayed by mainstream politics.
Critical race theorist David Theo Goldberg is right in arguing that this line of argument is a form of «postraciality [that] heightens the mode of racial dismissal» and «renders opaque the structures making possible and silently perpetuating racially ordered power and privilege» (see Goldberg’s book Are We All Postracial Yet?). Trump’s followers cannot be defined simply by an anger that is associated with oppressive economic institutions, policies and structures. They are also defined by an anti-democratic politics that embraces the long legacy of racialized human trafficking and enslavement, a hatred of immigrants and an embrace of the ethos of privatization.
The positions that many liberals such as Thomas Frank, Arthur Goldhammer and Roger Berkowitz have taken on Trump often sound like apologies for Trump’s reactionary utterances. Moreover, they tend to downplay his toxic racism, nativism, class bullying, demagogic policies and chilling embrace of violence. In focusing on Trump’s populism alone, these analyses ignore David Neiwert’s insight that Trump’s updated neo-fascist rhetoric is «designed to demonize an entire class of people by reducing them to objects fit only for elimination.»
What is disturbing about accounts that celebrate, however cautiously, Trump’s more liberal tendencies is that, in the words of sociologist Pierre Bourdieu, «they give racist contempt the impeccable alibi of ethical and secular legitimacy.» This type of restricted discourse runs the risk of absolving the Republican Party and Trump and his followers of some of their most vile, right-wing, nativist legacies. These liberal cover-ups do more than underplay Trump’s fascist tendencies; they also overlook a moment in which political authoritarianism is on the rise and in which the very fate of humanity and the planet are at risk. As Los Angeles Times reporters Don Lee and Kurtis Lee observe:
If Donald Trump were president, [he would end abortion rights, repeal Obamacare,] put U.S. ground troops in Iraq to fight Islamic extremists, rescind President Obama’s executive orders that protect millions of immigrants from deportation, eliminate American citizenship for U.S.-born children whose parents are in the country illegally and «police» but not necessarily revoke the nuclear pact with Iran. Trump wants to deport all immigrants in the U.S. illegally — an estimated 11 million people — but says he wouldn’t break up families because their families would be deported too. «We’re going to keep the families together … but they have to go,» he said in a wide-ranging interview on NBC’s «Meet the Press.» «We have to make a whole new set of standards. And when people come in, they have to come in legally.» Deportees who qualify could return, he said. Trump would end Obama’s Deferred Action for Childhood Arrivals program, which allows young people brought to the country illegally as children to work and attend college without facing deportation.
Trump’s toxic racism and discourse has been leading to violence for some time. According to an August 2015 article in Rolling Stone by Matt Taibbi, when two brothers from South Boston urinated on and severely beat with a metallic pipe a Latino man, «one of the brothers reportedly told police that ‘Donald Trump was right, all of these illegals need to be deported.'»
Taibbi adds:
When reporters confronted Trump, he hadn’t yet heard about the incident. At first, he said, «That would be a shame.» But right after, he went on: «I will say, the people that are following me are very passionate. They love this country. They want this country to be great again. But they are very passionate. I will say that.»
Trump later modified his response, one that both appeared to condone and legitimate the violence done in his name, but the fact remains that he is disseminating hate and creating the conditions for dangerous ideas to mobilize real-life violence in a society seething with a toxic disdain for immigrants. In what can only be interpreted as an openly racist justification for such violence — reminiscent of similar attacks against Jews in Nazi Germany — Trump’s initial response truly reflects the degree to which right-wing extremism has become an acceptable register of US politics.
The authoritarian tendencies of Trump’s followers cannot be explained through economic analyses alone. Denying the importance of racism, xenophobia, corporate-driven public pedagogies and a culture shaped by the financial elite greatly ignores modes of domination that go far beyond economic discontents and are produced and legitimated daily in mainstream cultural apparatuses. As Ellen Willis has pointed out, domination is not simply structural — it takes shape through beliefs, persuasion, rhetoric and the pedagogical dimensions of politics. What Trump has tapped into is not simply economic resentment but also decades of a formative culture that is as divisive as it is anti-democratic. Violence is ubiquitous in US society and has become normalized, furthering a politics of anxiety, uncertainty and bigotry.
Trump has taken advantage of a proliferating culture of fear to create what Susan Sontag has described as a mimicry of fascinating fascism that trades in a carnival of violence and hatred. This spectacle furthers a politics of nihilism and brings many Americans closer to the abyss of proto-fascism. Under such circumstances, it is fair to argue that many of Trump’s supporters have embraced the core elements of totalitarian politics. In this instance, politics has become a staged event, a spectacle that both normalizes violence and makes it a source of pleasure.
Trump echoes a fascist script that has been updated to address the fears and anxieties of people who feel betrayed by mainstream politics and channel their anger toward immigrants, Black people and anyone they deem un-American. Given the way in which racism mixes with the growing fear and anger over economic precariousness of working-class white people in this country, is it any wonder, that Trump presents himself as the strong leader, the mythic strongman offering redemption, revenge and a revitalized white Christian United States? Trump is not only the new face of proto-fascism, but also the logical end result of neoliberal capitalism’s numerous assaults on democracy itself.
May not be reprinted without permission .
Publicado originalmente en http://www.truth-out.org/news/item/35240-why-are-liberal-commentators-acting-as-apologists-for-trump-s-racism
¿Qué nos enseña la crisis brasileña?
29 de marzo de 2016/ Una crisis política enorme se cierne sobre ese gigante que es Brasil. Una investigación judicial, denominada operación «Lava Jato», ha puesto en evidencia un esquema de corrupción que compromete a altos funcionarios de Petrobras, a grandes empresas constructoras, entre ellas la conocida Odebrecht, y a políticos brasileños de una multiplicidad de partidos.
Todos los grandes partidos están salpicados por la corrupción
Las denuncias de corrupción involucran no solo del Partido de los Trabajadores (PT), como quieren hacer ver los medios de comunicación, sino que incluyen al Partido Progresista (PP) y al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), ambos de ideología de derecha. Otras investigaciones anticorrupción ya habían señalado a gobernadores del partido socialdemócrata PSDB («tucano»), como Geraldo Alckim en el estado de San Pablo. Con lo cual, todos los grandes partidos del sistema electoral brasileño están manchados por la corrupción.
Pero la derecha, que no ha ganado las elecciones federales durante tres períodos consecutivos, maniobra con ayuda de los medios de comunicación burgueses, encabezados por la red Globo, y el guiño cómplice de la embajada de Estados Unidos, para enfilar las acusaciones únicamente contra la presidenta Dilma Rousseff, contra el ex presidente Ignacio Lula Da Silva y el PT. El objetivo es evidente, sacar a Dilma antes de finalizar su mandato e impedir la nueva postulación de Lula a la presidencia en las próximas elecciones, porque Lula tendría posibilidades reales de ganar según diversas encuestas.
La maniobra golpista de la derecha y los medios de comunicación de masas
El objetivo es imponer un golpe de estado parlamentario, como el que se hizo contra Lugo en Paraguay, forzando el juzgamiento («impeachment») de la presidenta por el Congreso, a cuya cabeza está el evangélico de extrema derecha, Eduardo Cunha, acusado de recibir más de 5 millones de dólares de sobornos («propinas») de Petrobras.
La maniobra golpista consistiría en sacar a Dilma, mediante un juicio amañado del Congreso corrupto, para hacerse con el poder imponiendo al vicepresidente, Michel Temer, del derechista PMDB, aliado al gobierno del PT, sin convocar nuevas elecciones, ni un referéndum revocatorio, ni mucho menos una Asamblea Constituyente, ni ningún tipo de consulta popular.
Este golpe parlamentario contra Dilma embona con la ofensiva de la derecha latinoamericana, teledirigida desde Washington, para sacar del poder o debilitar todo lo posible a gobiernos «progresistas» que ganaron el voto popular durante los últimos 15 años.
La maniobra parlamentaria brasileña hace parte del esquema que se ejecuta simultáneamente en todo el continente: tratar de sacar a Nicolás Maduro de la presidencia de Venezuela antes de cumplir su mandato; hacer fracasar el plebiscito por la reelección de Evo Morales en Bolivia; debilitar el gobierno de Rafael Correa en Ecuador; incluso acusar de corrupción a la moderada socialdemócrata Michelle Bachelet en Chile.
¿Cómo operaba la corrupción en el caso brasileño?
La crisis tiene como actores centrales a directivos de la empresa petrolera estatal, Petrobras, nombrados por el gobierno del P.T., Renato Duque (ex tesorero del partido) y Pedro Barusco, y un ex senador de ese partido, Delcidio Amaral, ex director de Petrobras con el gobierno de Fernando Herique Cardoso, pero captado para el P.T. en esos juegos de «alianzas» con la derecha, que tanto gustan a los socialdemócratas y estalinistas.
El esquema corrupto consistía en que la petrolera estatal brasileña, Petrobras, vendía a precios inferiores a los de mercado internacional, principalmente gasolina, a la subsidiaria de Odebrecht, llamada Braskem. Las ganancias millonarias de Braskem y, por contra, la lesión contra el patrimonio de Petrobras, se estima en 6 mil millones de reales, o 1600 millones de dólares, entre 2009 y 2014.
Luego Odebrecht, a través de sus oficinas y empresas de maletín, en paraísos fiscales, como Suiza y Panamá, pagaba «propinas» a los funcionarios que le habían facilitado estos lucrativos negocios a costa de la empresa estatal. Estas «propinas» servían tanto para enriquecimiento personal de los corruptos, como para financiar a los partidos políticos.
La página 147 de la denuncia del Ministerio Público Federal, muestra el organigrama que seguía el dinero saqueado a Petrobras para beneficio de Odebrecht. A través de varias subsidiarias y luego a «empresas de maletín» en Suiza y Panamá. Con la banderita panameña, aparecen mencionadas, en los niveles de lavado del dinero 2 y 3: «Del Sur», «SAGAR», «QUINUS», «PEXO», «MILZART» y «SYGNUS». Por ayudar a facilitar ese esquema aparece mencionado en Brasil el bufete del abogado Ramón Fonseca Mora, dirigente del Partido Panameñista y hasta hace poco consejero del presidente Varela.
La investigación estima que la «propina» de Duque y Barusco era aproximadamente del 2% del valor de cada contrato. Al ser Duque tesorero del PT, se estima que parte del dinero se usó para financiar al partido. Pero como se ha dicho, la corrupción también salpica al jefe de la oposición derechista del Senado, Eduardo Cunha, acusado por el Supremo Tribunal Federal de recibir coimas por 5 millones de dólares.
También se acusa a los directivos de Odebrecht y al «operador» del PMDB, Fernando Falcón Soares o Fernando Baiano. Al igual que al directivo de Petrobras, relacionado con el Partido Progresista, Paulo Roberto Costa (Hora Do Povo, No. 3.366, 29 a 30 de julio de 2015). Como ya se sabe, Marcelo Odebrecht, cabeza de la empresa, ya ha sido condenado a 20 años de prisión por estos delitos.
Lo que los medios callan: el sistema político es la madre de la corrupción
La descripción de cómo operaba la corrupción en torno a Petrobras es interesante porque podemos suponer que el mismo esquema se utiliza en otros países de Latinoamérica, incluyendo el nuestro. Aquí siempre se ha rumorado acerca del pago de «propinas» a funcionarios por contratos de parte de empresas privadas o pagos a la deuda pública a bancos. Supuestamente, en Panamá eso no es ilegal.
Lo que no dicen los medios de comunicación, es que los sistemas políticos supuestamente «democráticos» requieren millonadas crecientes de dinero para poder participar en los procesos electorales con alguna opción de «ser elegido». Como la médula del sistema «democrático» es la capacidad de gastar millones en publicidad, los partidos y políticos buscan la manera de obtener el financiamiento de sus campañas. Ahí es donde aparecen empresas dispuestas a financiar a cambio de jugosos contratos con el estado.
Dónde más claramente la intromisión del poder económico determina los resultados electorales es en Estados Unidos, donde los políticos son financiados directamente por poderosas empresas y multimillonarios, tanto en las campañas, como en sus funciones mediante el llamado «lobby». Para los medios de comunicación afiliados a la SIP, eso no es corrupción, sino una virtud democrática norteamericana.
En el caso panameño, aunque los partidos y candidatos están obligados a informar de sus fuentes de financiamiento privado, estas se convierten el secreto mejor guardado por los magistrados del Tribunal Electoral, con lo cual se hacen cómplices de este tipo de manejos corruptos. Aquí también entran fuentes de financiamiento que rayan en el delito, como el uso arbitrario y sin control de fondos públicos como el del Programa de Ayuda Nacional (PAN), que regaló 400 millones de dólares entre los diputados de todas las bancadas en las últimas elecciones.
Los medios de comunicación de masas, especialmente los afiliados a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), también esconden que ellos y sus dueños, teniendo el monopolio absoluto sobre los medios de comunicación, e imponiendo los precios sobre las pautas publicitarias, son los principales beneficiaros de los costos millonarios de las campañas electorales y, por esa vía, son cómplices directos de la corrupción.
Lo dicho no pretende justificar los manejos corruptos de funcionarios de ningún partido, los cuales, comprobados los cargos deben ser sancionados, pero sí pretende explicar las dimensiones extraordinarias del fenómeno de la corrupción, que atraviesa todos nuestros países y partidos políticos. En el caso de Odebrecht, se rumora la posibilidad de que pronto salgan a relucir nombres de políticos financiados con esquemas semejantes en otros países del continente, incluyendo Panamá.
Lula y Odebrecht
Ha trascendido recientemente, la relación estrecha entre el ex presidente Lula Da Silva y las empresas constructoras brasileñas Odebrecht, Camargo Correa y OAS. Las investigaciones han sacado a la luz que, entre 2011 y 2013, Lula recibió «patrocinios» de esas empresas y donaciones de hasta 20,7 millones de reales (unos US$ 5 millones) al «Instituto Lula» (fundación) y 10 millones de reales (US$ 3 millones) le fueron pagados en regalías por sus conferencias en el extranjero.
Lula aduce que esos pagos son legales, y que otros ex presidentes también viajan por el mundo promoviendo empresas de sus países y cobran fuertes emolumentos por dictar conferencias. Esto lo hacen desde Clinton hasta Álvaro Uribe. Pero los medios de comunicación también callan sobre este asunto y solo atacan a Lula.
No sólo es creíble la versión de Lula de la legalidad de esos emolumentos, sino que es público que él no se ha negado nunca a declarar ante los jueces sobre el tema. Por eso es repudiable el manejo político del juez que lo mandó a conducir detenido para escarnecerlo ante la jauría derechista y para beneplácito de sus enemigos políticos.
Sin embargo, desde el punto de vista de clase obrera, a la que Lula ha representado por décadas, la relación tan estrecha con una empresa transnacional como Odebrecht, sí presenta dilemas ético – políticos que pueden y son debatidos en Brasil.
Desde el primer gobierno encabezado por Lula, hacia 2003-2004, se produjeron en el Partido de los Trabajadores varias rupturas de los sectores más consecuentes y revolucionarios, que acusaban a la dirección del partido y a Lula de traicionar sus compromisos con la clase trabajadora y gobernar para beneficio de los grandes bancos, empresas constructoras y el agronegocio.
De esa manera surgieron partidos ubicados a la izquierda del PT, como el Partido del Socialismo y la Libertad (PSOL), y otras rupturas posteriores, como por ejemplo la de Marina Silva, antes Partido Verde y ahora Partido Socialista Brasileño (PSB).
La política económica de Dilma le enajena la base social obrera de su electorado
Aplastada entre una creciente crisis capitalista, la caída de los precios de las materias primas, las crecientes luchas sociales, en especial de los jóvenes y estudiantes, que salieron a las calles con fuerza previo al Mundial de Fútbol de 2014, así como la campaña mediática en su contra, la presidenta Dilma Rousseff y el PT, en vez de ir hacia la izquierda, ceden a las políticas neoliberales, con lo cual debilitan su base social. Ese mirar a la derecha en busca de respaldo lo demuestra su alianza con el PMDB.
Si bien el gobierno del PT inauguró en América Latina las llamadas políticas sociales de «transferencias» con el «Plan de Hambre Cero», de Lula, como una forma de atenuar los males sociales de 20 años de neoliberalismo, lo cierto es que no ha habido cambios de fondo en ninguno de los aspectos que se esperaban de un gobierno que decía ser de los trabajadores. Por el contrario, el gobierno de Dilma se inclina cada vez más hacia medidas de carácter neoliberal.
La situación social se deteriora: en 2015, se perdieron millón y medio de puestos de trabajo. En 2016, la tasa de desempleo nacional es del 7,6% y creciendo. El desempleo juvenil en la zona metropolitana de San Pablo supera el 28%. La inflación el año pasado bordeó el 11%.
Este año, la presidenta Dilma Rousseff, adoptó dos acuerdos que le han ganado repudio sindical: por un lado, en acuerdo PT, PSDB y PMDB decidió entregar al sector privado reservas petroleras de PETROBRAS; por otro, decidió el congelamiento del salario mínimo y de los sueldos de los empleados públicos, si primero no se superaba el mínimo para garantizar el pago de la deuda a la banca.
Por una salida democrática y popular a la crisis
Para hacer frente a la crisis social, algunas corrientes de izquierda han propuesto la necesidad de un Plan de Emergencia, de grandes inversiones públicas para recuperar el empleo, así como un ajuste salarial acorde con el costo de la vida, y la ruptura del PT con las medidas neoliberales.
Frente a la crisis política de envergadura que se cierne sobre Brasil y frente a la maniobra de la derecha que pretende un golpe parlamentario para sacar a Dilma y sustituirla por su vicepresidente, importantes sectores de la oposición de izquierda denuncian la jugada contra la democracia y contra el pueblo, proponiendo que no puede haber ninguna salida que no contemple la participación popular.
Por eso algunos han empezado a denunciar que el Congreso no tiene moral para juzgar a la presidenta y que en todo caso habría que convocar a nuevas elecciones generales (Partido Patria Livre). Incluso se habla de la convocatoria a una Asamblea Constituyente Popular (MES-PSOL), a la que el PT se había comprometido, y que junto con otras cosas olvidó por el camino.
Algunas lecciones de la crisis brasileña
1. La «democracia» burguesa es profundamente corrupta ya que su base es el poder económico. La corrupción es el alma de los sistemas electorales basados en campañas multimillonarias.
2. Los medios de comunicación de masas hipócritamente se disfrazan de adalides morales de la sociedad, pero son los principales beneficiarios del sistema político corrupto por la vía de las pautas millonarias en publicidad política.
3. La izquierda que aspiramos a ejercer nuestros derechos democráticos de participación política y electoral, debemos ser especialmente cuidadosos con la manera en que financian los proyectos electorales, so pena de ser escarnecidos en público al menor error, incluso los que los medios y las autoridades perdonan en partidos de derecha.
4. Como principio, nadie que se defina como progresista, de izquierda o revolucionario puede justificar ninguna forma de corrupción y robo al estado, por ende, debemos exigir investigación y esclarecimiento total, junto con la debida sanción penal a los responsables, sin importar la procedencia política de los involucrados.
5. Pero lo anterior no significa que avalemos ningún intento de golpe de estado parlamentario en Brasil, menos para beneficio de un Congreso y unos partidos de derecha demostradamente corruptos y al servicio de los intereses del imperialismo yanqui.
6. Con diferencias o sin ellas, hay que partir por reconocer que Dilma Rousseff es la presidenta legítima de Brasil, electa por el pueblo. Si la investigación y las circunstancias forzaran su dimisión, es inaceptable que sea sustituida por una jugarreta de políticos venales, encabezados por su vicepresidente, Michel Temer.
7. Si la presidenta Dilma debe o no renunciar debiera salir de una consulta democrática al pueblo brasileño, mediante un referéndum revocatorio, como únicamente se hace en la Venezuela bolivariana, y al que en su momento se sometió Hugo Chávez, saliendo victorioso en unas circunstancias golpistas semejantes. Y, en caso de caer el gobierno de Dilma Rousseff, la única alternativa legítima sería la participación del pueblo brasileño mediante la convocatoria de nuevas elecciones o una Asamblea Constituyente Popular.
8. La experiencia latinoamericana en general, y la brasileña en particular, demuestran que la única manera de salvar procesos políticos progresistas de los embates de la derecha y el imperialismo, no es tratando de pactar y ceder a sus requerimientos, sino convocando la movilización popular y radicalizando las medidas de carácter socialista.
Determinando la calidad para que la escuela sea mejor
(Texto para “Otras Voces en Educación”. Caracas, 27/03/2016)
Aurora Lacueva
Tratar de determinar, aun de manera aproximada, la calidad del trabajo que se realiza en las escuelas puede ayudarlas a avanzar y es así un esfuerzo valioso. Sin embargo, hay procedimientos e instrumentos que resultan poco útiles, poco incisivos e incluso perjudiciales; por ejemplo, el uso de pruebas estandarizadas para medir conocimientos estudiantiles o las clasificaciones jerarquizadas (rankings) entre países, zonas o escuelas. De ellos hablamos en anterior artículo para este portal web. Hace falta desarrollar procedimientos más integrales y profundos, y también más participativos,capaces de iluminar verdaderamente logros e insuficiencias del quehacer escolar con miras al mejoramiento/transformación de la escuela.
Por nuestra parte, proponemos cuatro estrategias que se complementan(las presentamos más extensamente en Lacueva, 2015b, ver también Lacueva, 2015a): autoevaluación de cada plantel con apoyo experto externo, estudios de caso por parte del ente rector en educación, estudios muestrales grandes para problemas específicos, a cargo del mismo organismo y, finalmente, recolección de información estadística pertinente, veraz y completa.
El núcleo de la determinación de calidad debe estar en la autoevaluación desarrollada en cada escuela, con orientación y apoyo externos,que suponemos normalmente ofrecidospor el ente nacional rector en educación o -según países- el local.Así se abre la “caja negra” de la acción escolar, gracias a la colaboración protagónica de los propios involucrados –única manera de lograrlo a cabalidad. Nos interesa conocer a la escuela, a cada escuela, por dentro, para poder luego tomar e implementar decisiones que les permitan ser mejores. ¿Qué considerar en esta evaluación? Sería algo a discutir en cada país, llegando a consensos. Creemos que los aspectos a tener en cuenta no deben conformar una larga lista, sino que conviene centrarse en asuntos clave y proponer mecanismos de evaluación factibles, evitando exigirde las y los participantes un exceso de tiempo y esfuerzo. Entre esos asuntos clave deben estar el local, la dotación (tanto la dirigida al centro como la que llega directamente a cada estudiante), las actividades pedagógicas que se desarrollan, los logros estudiantiles, el cogobierno y la gestión escolar, el clima institucional, las interrelaciones con la comunidad, y los programas sociales (como los de alimentación, salud o vestuario, entre otros).
En la autoevaluación de cada escuela es importante utilizar procedimientos variados, naturalísticos y flexibles, que estudien la vida de la institución sin alterarla demasiado y que permitan adentrarse en la complejidad de sus situaciones y devenir. Ejemplos de procedimientos adecuados seríanobservaciones (de clases, reuniones, patio…); análisis de documentos (cuadernos y trabajos de estudiantes, planificaciones docentes, evaluaciones, minutas de reuniones de cogobierno…); estudio de portafolios (de estudiantes, docentes, directivos…); entrevistas; grupos focales; cuestionarios sobre opiniones y experiencias; y recopilación y análisis de datos estadísticos del plantel y de cada estudiante.
El ente rector en educación debe colaborar con las escuelas ofreciéndoles pautas e instrumentos para su autoevaluación, pues resultaría demasiado arduo generarlos en cada centro y, además, ello haría imposible la consolidación de información, necesaria para visiones de conjunto del sistema educativo.También debe enviar a cada plantel a un pequeño grupo de asesores que acompañen el proceso. No proponemos estudiar necesariamente a cada docente ni, mucho menos, a cada estudiante: en la mayoría de los casos basta con una selección sistemática entre ellos, que permita caracterizar la situación de cada institución educativa, sus logros y sus necesidades. Y es que la evaluación de la calidad educativa no es sinónimo de supervisión o de evaluación del rendimiento, se trata de tres procesos distintos que deben mantenerse diferenciados.Además, una autoevaluación a fondo anual representa una carga fuerte, difícil de asumir tanto para el gobierno como para cada centro educativo, es suficiente con cumplirla cada tres o cuatro años, en turnos anuales por grupos.
La autoevaluación de cada plantel necesita complementarse con estudios de caso desarrollados de modo, si se quiere, más metódico: en el sentido de uniformidad en la aplicación de procedimientos, atención a los detalles, sistematicidad, reducido involucramiento de las y los evaluadores con la realidad evaluada, etcétera. Se trata de estudios a profundidad realizados “desde afuera” de las escuelas, conformando de manera científica un grupo pequeño de casos, que exprese la variedad de planteles existentes en el país. Estos estudios permiten controlar, contrastar y ampliar los resultados de las autoevaluaciones de centros. En su implementaciónpor parte del ente rector educativo pueden ser importantes colaboradoras las universidades del país.
También el ente rector en educación puede realizar por sí mismo o encargar a universidades o a expertos ad hoc grandes estudios muestrales. Así, mientras los estudios de caso ofrecen profundidad y abordaje de la complejidad, los grandes estudios muestrales permiten amplia cobertura: los dos tipos de investigación se apoyan uno a otro. Desde luego, no es posible ni tampoco necesario atender a muchos factores a la vez con esta modalidad de evaluación, ni aplicarla de forma permanente para cada asunto considerado. La misma puede utilizarse cuando se quieran calibrar mejor las características e incidencia de un determinado problema o situación, que puede incluso haber sido detectado por las autoevaluaciones y los estudios de caso. No sólo lo negativo puede estudiarse, también es útil conocer más sobre lo que parece funcionar de manera positiva.
Por su parte, una pertinente y efectiva consolidación de datos estadísticos ofrece a gobierno y ciudadanía información valiosa para las decisiones de política educativa: tasa de escolaridad, repitencia, nivel de formación del profesorado… así como otros datos hoy menos destacados y que conviene relievar, por ejemplo, días de inasistencia docente o número de estudiantes por espacios laboratorio y taller. La propia autoevaluación de escuelas puede generar nueva información capaz de expresarse numéricamente en las tablas estadísticas, sería el caso de los tipos de actividades pedagógicas predominantes o las modalidades de participación del estudiantado en la vida escolar.
Progresivamente, las autoevaluaciones y los estudios de caso y muestrales pueden complejizarse y conducir de lo descriptivo y evaluativo a locorrelacional, lo interpretativo crítico, y lo explicativo, ramificándose así hacia investigaciones de punta dentro del ámbito educativo, generadoras de nuevas visiones pedagógicas, nuevas elaboraciones teóricas y estimulantes propuestas teórico-prácticas. Así mismo, de ellas pueden derivar poderosas investigaciones en la acción e innovadoras producciones de materiales educativos, como libros, simulaciones, videos, manuales de actividades, etcétera.
Estas cuatro vías de determinación de la calidad educativa escolar se complementan y refuerzan mutuamente, ofreciendo una alternativa a los toscos procedimientos predominantes en el presente. Al iluminar los procesos que se viven al interior de los centros educativos y al incorporar masivamente, junto al ente rector en educación, a profesorado, alumnado, familias y personal de apoyo en la evaluación y en la reflexión sobre resultados, sientan las bases para productivos procesos de diseño y aplicación de cambios. Cambios que podrán ser tanto realistas como ambiciosos, apuntando a superar dificultades y alcanzar una escuela cada día mejor.
(Incluimos en este artículo algunos planteamientos que estamos desarrollando para un trabajo en la revista Temas de Educación de la Universidad de La Serena, Chile).
Referencias
Lacueva, A. (2015a). Evaluación de la calidad educativa: democrática y para avanzar. Revista de Pedagogía. 36(99): 51-67. Disponible: http://saber.ucv.ve/ojs/index.php/rev_ped/issue/view/1246.
Lacueva, A. (2015b). La Determinación de la Calidad de la Educación Escolar: ¿Tecnocrática o Democrática? ¿Parcial o Integral? Informe preparado para el Ministerio del Poder Popular para la Educación de la República Bolivariana de Venezuela, en el marco de la Consulta Nacional por la Calidad Educativa. (Versión revisada y actualizada). Recuperado dehttp://saber.ucv.ve/jspui/handle/123456789/10853.