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Medio ambiente: el encuentro de los dos grandes tratados por el clima

Diciembre de 2017/Fuente: La Prensa

La comunidad internacional celebra esta semana el aniversario de los dos grandes tratados del clima y medio ambiente, los 20 años del Protocolo de Kioto, mañana lunes, y los dos del Acuerdo de París el martes, con una llamada a acelerar el cambio de modelo económico para luchar contra el cambio climático.

Con el fin de hacer un llamamiento al cambio de flujos financieros – de actividades que generan emisiones al medio ambiente a otras que las reduzcan o no las produzcan -, París alberga el martes la cumbre Un Planeta (One Planet, en inglés), a la que asistirán más de 50 jefes de Estado y Gobierno, además de altos representantes del mundo financiero.

La cita, coincidente con el segundo aniversario de la adopción del Acuerdo de París, surge a iniciativa del presidente francés, Emmanuel Macron, está respaldada por la ONU y el Banco Mundial, y a la misma no ha sido invitado el presidente estadounidense, Donald Trump, el único que ha pedido salir del pacto del clima.

“Lo más importante es que esta falta de entendimiento de la gravedad del cambio climático por parte del político de turno – en referencia a Trump – no ha logrado hacer perder la confianza en el Acuerdo de París”, señala a Efe Christiana Figueres, quien era jefa de cambio climático de la ONU cuando se logró ese pacto en 2015.

Figueres afirma que la cita de París tiene el objetivo de que “cada dólar o euro vaya al lugar correcto, y se dejen de financiar actividades que dañen el planeta y pongan en riesgo el bienestar humano”.

En esa línea, la expectativa es que el martes salgan de París anuncios de coaliciones de fondos soberanos de pensiones, de grandes aseguradoras o de fondos de inversión comprometiéndose a mover el dinero que actualmente tienen en combustibles fósiles a renovables, coche eléctrico u otras tecnologías limpias.

El vicepresidente de la Comisión Europea Valdis Dombrovskis presentará la hoja de ruta de la UE para las finanzas sostenibles; se esperan adhesiones de países a la Plataforma 2050, de países que se comprometen a ser neutros en emisiones ese año; y a la alianza de países que se comprometen a abandonar el carbón.

Además, se espera una declaración de la Organización Marítima Internacional (IMO, por sus siglas en inglés) con un compromiso de reducción de emisiones en el sector de la navegación.

Veinte años después de la adopción del Protocolo de Kioto, la lucha contra un calentamiento cada vez más agravado es objeto de las mayores reuniones multilaterales que se celebran actualmente.

Frente al Acuerdo de París, Kioto sólo incluía obligaciones de reducción de emisiones para los países industrializados y ponerlo en marcha costó una década, en tanto que en 1997 los países no sabían ni medir sus emisiones ni disponían de marcos regulatorios ni tecnologías para hacerlo.

Las cifras rebaten a quienes dicen que no sirvió para nada: las naciones ricas se comprometieron a bajar sus emisiones un 5 % respecto a 1990 entre 2008-2012, y la reducción final fue de más de un 20%.

Ante la imposibilidad de lograr un nuevo tratado que le diera continuidad en la fallida cumbre de Copenhague, Kioto se prorrogó hasta 2020 mediante la llamada Enmienda de Doha, adoptada en la capital de Qatar en 2012.

Con los impactos del cambio climático más visibles, la evidencia científica sobre el fenómeno consolidada y las tecnologías más baratas y accesibles (la solar ha reducido su coste en un 90% en una década), cerca de 200 países se comprometieron a cooperar para transitar hacia un mundo libre de emisiones en la segunda mitad de siglo mediante el Acuerdo de París.

Su objetivo es que la temperatura no suba más de 2 grados a finales de siglo, y si es posible no más de 1,5, y para ello los países presentan objetivos nacionales de lucha contra el cambio climático que se renovarán al alza cada cinco años.

Poner en marcha París costará menos de cinco años gracias al aprendizaje de Kioto.

Fuente: https://laprensa.peru.com/actualidad/noticia-medio-ambiente-usa-kiota-paris-clima-76595

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La Metáfora Pascua

Por: Ignacio Ramonet
La Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP23) se llevó a cabo en Bonn (Alemania), del 6 al 17 de noviembre pasado. Recibió a más de 25.000 participantes, incluidas delegaciones nacionales, a representantes de unas quinientas ONG y a más de mil periodistas.

Dos temas influyeron de modo determinante en el desarrollo de la COP23: la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París (COP21) y una mayor incidencia de fenómenos potencialmente asociados al cambio climático en muchos lugares del planeta. Que Fiyi –Estado archipiélago amenazado de desaparición por la subida del nivel del mar– haya presidido la COP23, siendo un conjunto de islas supervulnerable que acaba de enfrentarse, hace solo unos meses, al ciclón más potente registrado y con un programa muy ambicioso de despliegue de energías renovables, pone en el centro del debate los impactos, la adaptación y la mitigación desde el mundo en desarrollo, dejando en evidencia la Administración de Trump, que ha convertido a su país en el único miembro que no formará parte del Acuerdo de París a partir de 2020.

Un sentido de urgencia y la equidad como aspectos centrales del debate marcaron el entorno en que se movió esta COP23.

La cumbre concluyó con un balance paupérrimo, sin apenas progresos, y con el único consuelo de que la comunidad internacional sigue unida en la lucha contra el calentamiento global pese a la deserción de la Administración estadounidense por decisión del presidente Donald Trump. Además, en agosto pasado, Washington anunció que retiraría todos los fondos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), el órgano de la Organización de las Naciones Unidas encargado de investigar el cambio climático.

Las casi doscientas delegaciones presentes en la antigua capital de la República Federal Alemana no lograron ni siquiera ponerse de acuerdo sobre los mecanismos técnicos que permitirán poner en marcha el acuerdo suscrito hace dos años en París en la COP21. Fue una cumbre decepcionante. Ahora, el peso recae sobre la próxima cumbre, que se celebrará, en diciembre de 2018, en la ciudad polaca de Katowice, situada en el epicentro de una gran cuenca carbonífera…

La cumbre de Bonn fue decepcionante también porque la mayoría de los asuntos han sido, sencillamente, aplazados. A pesar de que un número creciente de sucesos catastróficos nos recuerda cada día la gravedad del problema que, en el último año, se ha agravado al haber crecido un 2% las emisiones de CO2 a la atmósfera, tras dos años de esperanzador estancamiento. Las inundaciones en la India y Nigeria, las sequías en amplios territorios del planeta, los ciclones del Caribe y los incendios que se desataron en Estados Unidos y Europa en este 2017, sirvieron de telón de fondo. “El mar se traga aldeas, devora la costa y arruina los cultivos –declaró Timoci Naulusala, de 12 años, procedente de las islas Fiyi, en un apasionado discurso–. Las muertes por hambre y sed, el realojamiento de personas, los llantos por los seres queridos perdidos… Quizá crean que eso solo afectará a los países pequeños. Se equivocan”.

El gran objetivo de esta cumbre fallida era empezar a redactar el reglamento del Acuerdo de París (2015), pero los actores reconocieron que será preciso un empuje mucho mayor para que el documento esté concluido antes de finales de 2018. La ausencia de Washington en los debates decisivos de la cumbre, suplida en parte por numerosos representantes de la sociedad civil estadounidense, no se dejó sentir demasiado, pero muchos participantes acusaron el golpe, conscientes de que esa deserción hiere gravemente el acuerdo.

“La acción a nivel nacional está muy lejos de lo que se necesita –sintetizó Manuel Pulgar-Vidal, de la asociación WWF–. El abismo entre lo que estamos haciendo y lo que debemos hacer es gigantesco”. En el mismo sentido se pronunció Wolfgang Jamann, de Care International: “Los acuerdos políticos no han abordado suficientemente la dura realidad climática a la que ya se enfrentan millones de personas”. “Nunca había visto una COP con una tasa de adrenalina tan baja”, expresó un diplomático europeo en declaraciones a la agencia France Presse. Y también muy sintomático fue el comunicado emitido por la delegación española: “En Bonn, se ha continuado trabajando para construir el Acuerdo de París y no habido retroceso en ninguno de los temas tratados…”.

Los principales escollos en las negociaciones, que se prolongarán el año que viene en Katowice (Polonia), atañían a dos asuntos clave. El primero, conocido como “Diálogo de Talanoa” (1), es la revisión de los compromisos de reducción de emisiones de CO2 que se anunciaron en París, es decir: qué criterios se aplicarán para que los países ofrezcan propuestas más ambiciosas con vistas al 2020, cuando se pondrá en marcha el nuevo tratado, puesto que las que se encuentran ahora sobre la mesa no garantizan la estabilización de las temperaturas globales, sino que las impulsan más de tres grados por encima de los valores preindustriales. En Katowice, con nuevos datos del IPCC (el grupo de expertos en clima de la ONU), se realizará una nueva evaluación colectiva de cómo están evolucionando el calentamiento global y las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero.

El segundo escollo fue nuevamente la financiación que los países industrializados destinarán para que los países en desarrollo puedan adaptarse al calentamiento global, ahora con el agravante de la ausencia de Estados Unidos, lo que podría obligar a las restantes potencias a aumentar su contribución (la Administración de Trump ya ha anunciado que no abonará su participación al llamado Fondo Verde de la ONU). En la COP15 de Copenhague (2009), se acordó que los países industrializados aportarían 100.000 millones de dólares anuales a partir del año 2020, pero los detalles de la implementación no se han precisado.

Y la urgencia es enorme: “Este año, tres ciclones excepcionalmente violentos devastaron el Caribe, las inundaciones destruyeron miles de hogares y escuelas en el sur de Asia y la sequía trajo devastación a millones de personas en el este de África –declaró Tracy Carty, jefa de la delegación de Oxfam–. Ya no estamos hablando del futuro. Los países y comunidades más pobres del mundo ya están luchando por sus vidas contra los desastres intensificados por el cambio climático”. Por su parte, Jens Mattias Clausen, jefe de la delegación de Greenpeace, añadió: “Hablar no es suficiente. Nos falta la acción. Llamamos a Francia, Alemania, China y otras grandes potencias a intensificar y mostrar el liderazgo que dicen tener. Aferrarse al carbón o a la energía nuclear y desfilar como campeones del clima mientras no se puede acelerar la transición hacia la energía limpia no es más que mala fe”.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), las centrales de carbón siguen produciendo casi el 40% de la electricidad mundial, y son uno de los principales factores causantes del cambio climático. Además, la contaminación del aire por la quema de carbón causa enfermedades respiratorias severas y otros muchos efectos nocivos para la salud.

La canciller de Ecuador, María Fernanda Espinosa, destacó en su intervención, en nombre del Grupo negociador G77+China (que agrupa 134 países), que se necesita avanzar prioritariamente en el financiamiento del Fondo Verde para el Clima (FVC), que permite captar recursos financieros de los países desarrollados para que las naciones en desarrollo más vulnerables puedan afrontar las consecuencias del cambio climático. El FVC espera contar con unos 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. Sin duda, uno de los grandes retos de los próximos años será avanzar en ese tema.

María Fernanda Espinosa recordó también que el planeta ya afronta las consecuencias desastrosas del cambio del clima, a través de graves inundaciones, derretimiento de glaciares, sequías, que además son amenazas para la seguridad alimentaria. Asimismo hizo un llamamiento para proteger a las mujeres, niños, niñas, migrantes y refugiados, quienes son los más afectados por el cambio climático, que calificó de “mayor amenaza global de este siglo”.

Aunque Donald Trump lo niegue, el calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono (CO2), producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema. Porque los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero.

Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes, los ciclones y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán…

Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables del África Subsahariana, de Asia del Sur y del Sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de “refugiados climáticos” a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas… Las “guerras climáticas” proliferarán.

Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la comunidad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable.

Por otra parte, debemos cambiar nuestro modelo económico despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente, la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y, demográficamente, estos no cesan de crecer. Somos ya 7.500 millones, y en 2050 seremos más de 9.000 millones… Lo cual complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas… Y no disponemos más que de una única Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.

A este respecto se recordó en Bonn, en reiteradas ocasiones, la “metáfora Pascua”, en alusión al desastre que conoció la isla de Pascua o Rapa Nui (Chile). A esa tierra, una de las más aisladas del planeta, llegó entre los años 800 y 1200 una expedición polinesia que quedó cortada del resto del mundo. Pequeña (unos 160km2), la isla estaba recubierta con una suntuosa vegetación, rodeada de aguas muy ricas en peces, con costas llenas de moluscos y millones de aves migratorias que allí anidaban. En unos cuantos decenios, los rapanuis se multiplicaron y desarrollaron una brillante civilización (la de los moai), que aún hoy asombra al mundo. Pero lo hicieron a base de explotar con exceso y sin precaución las riquezas de la isla. Resultado: en poco tiempo, no quedaba un árbol en la isla, ni un pez en sus mares, ni un molusco en sus costas, ni un ave en sus nidos… Cuando el escritor francés Pierre Loti visitó la isla en 1872, solo quedaban unos cientos de habitantes, “un pueblo de fantasmas, desnudos, esqueléticos y hambrientos; últimos escombros de una raza misteriosa” (2).

Con la excepción de Donald Trump, cada día quedan menos escépticos frente a las evidencias del cambio climático. Cada habitante de nuestro planeta puede constatar, en particular, estas siete realidades: 1) la temperatura global sigue aumentando (2017 ha sido uno de los tres años más cálidos de la historia desde que existen estadísticas); 2) la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos sigue en aumento; 3) la concentración de CO2 sigue acumulándose; 4) sigue subiendo el nivel de los mares; 5) la acidificación de los océanos no disminuye; 6) las capas de hielo de la Antártida siguen reduciéndose; 7) sigue disminuyendo el hielo marino en el Ártico.

En Bonn, los países más desfavorecidos exigían a los más industrializados que indicasen, con dos años de antelación, cuánto dinero iban a aportar y en qué plazos. Con el objetivo de que pudieran saber con qué fondos podrían contar. Fuentes de la delegación de la Unión Europea (UE) aseguraron que con los márgenes presupuestarios que manejan los países europeos no es factible decir, aquí y ahora –como les estaban exigiendo–, cuánto dinero van a aportar en un horizonte de diez años, si bien no ha sido la UE quien se ha opuesto a avanzar en este exhaustivo reporte, sino Estados Unidos, Australia y Japón. Por su parte, Angela Merkel se comprometió a duplicar los fondos para el clima y ayudar a los países en desarrollo para 2020, y explicitó su compromiso de ayudar a las naciones en desarrollo en iniciativas como sistemas de información climática y gestión de riesgo de desastre.

Pero los participantes se decepcionaron cuando Merkel anunció su plan para reducir la dependencia del carbón de Alemania. Alrededor del 40% del sector energético de ese país depende del carbón y, de seguir así, Alemania no cumplirá sus objetivos en materia de reducción de emisiones contaminantes para 2020. De hecho, la Unión Europea no podrá lograr su objetivo de reducir los gases de efecto invernadero en por lo menos un 40% para 2030, respecto de los niveles de 1990, a menos que cambien las políticas y redoblen sus compromisos. España, por su parte, es uno de los países de Europa Occidental –junto con Polonia y Alemania– que no ha firmado el compromiso gradual para poner fin a la producción de carbón con el año 2030 como horizonte…

En este sentido, desde el inicio, la cruzada de las negociaciones ha tenido como punto central definir cómo pueden los países más ricos ayudar a los menos desarrollados en la adaptación y en la compensación. Bajo el primer concepto entran las distintas formas de cambiar las economías para depender menos del petróleo, gas y carbón.

La tarea, ya de por sí titánica, se complicó este año cuando Donald Trump anunció que sacaba a su país del Acuerdo climático. Desde su campaña electoral en 2016, el republicano prometió esta medida. Y es que, entre otras razones, el presidente Trump considera que el cambio climático es una “mentira” fabricada por los chinos para minar la economía estadounidense…

Sin embargo, el proceso de renuncia lleva tres años, lo que convierte a Estados Unidos en un signatario hasta entonces. Por eso vino a Bonn una pequeña delegación oficial, con el secretario de Estado, Rex Tillerson, al frente. Y es que un grupo rival de gobernadores, alcaldes y líderes empresarios también estuvo presente en Bonn: la desafiante coalición norteamericana “We Are Still In”, liderada por el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en nombre del Centro de Acción Climática de Estados Unidos. Así pues, hubo dos delegaciones estadounidenses en la cumbre, lo que llevó a los expertos a preguntarse cuál era la que realmente hablaba en nombre del país y a los asistentes a preguntarse con cuál hablar…

En este contexto, los expertos coinciden en que Estados Unidos dejó un vacío en el liderazgo climático. Más allá del compromiso que muestra la Unión Europea, la lupa se puso en los dos mayores responsables junto a EEUU de las emisiones: la India y China. El primero ya asumió el desafío al hacer de la energía solar un proyecto a gran escala. Por su parte, Pekín también da indicios de no querer echarse para atrás. Con su plan para un nuevo mercado nacional de carbono, China propone poner un precio a las emisiones corporativas.

Visto el fracaso de la COP23 y la inacción gubernamental, y visto que no podemos “bajarnos del mundo” como decía Mafalda, nuestras principales esperanzas residen actualmente en las 7.500 ciudades y entidades de todo tipo, en particular centenares de asociaciones de ciudadanos, que se han propuesto avanzar por su cuenta hacia una sociedad baja o nula en carbono. Está en juego el destino de la humanidad.

NOTAS:

(1) El “Diálogo de Talanoa” es importante para suplir el vacío entre el Protocolo de Kioto (vigente hasta el 31 de diciembre de 2012 y extendido por ocho años más hasta el 31 de diciembre de 2020) y el Acuerdo de París, que entrará en vigor en 2020.

(2) Pierre Loti, L’île de Pâques. Journal d’un aspirant de “La Flore”, Éditions La Simarre, Joué-les-Tours, 2016.

Ignacio Ramonet, director de Le Monde diplomatique en español

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/24589/la-metafora-pascua/

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Entrevista a Gary T. Gardner: “La educación de las niñas es la inversión menos costosa y más efectiva contra el cambio climático”r

03 Diciembre 2017/Fuente: El País/Autora: KRISTIN SULENG

Gary T. Gardner, del Worldwatch Institute, alerta sobre la necesidad de incidir en las soluciones prácticas al calentamiento global

El politólogo estadounidense Gary T. Gardner es miembro desde hace 23 años del Worldwatch Institute, una de las organizaciones internacionales sin ánimo de lucro más prestigiosas en el estudio científico del impacto de las acciones de la humanidad sobre el medio ambiente y la vida. Gardner visitó Valencia la semana pasada para departir sobre el escenario mundial del cambio climático con motivo de un congreso organizado por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), justo después de dejar hace un mes su puesto de director de publicaciones por el de consultor externo en la misma organización, debido a los problemas de financiación del instituto.

“Soy optimista de que llegaremos al momento en el que haremos lo que debemos hacer para vivir una ciudad sostenible. Pero la pregunta es cuánto tiempo durará y cuántas personas van a tener que sufrir en esa transición”, cuestiona Gardner durante la entrevista tras su conferencia en el Oceanogràfic de Valencia.

Pregunta. 15.000 investigadores internacionales alertabanrecientemente a la humanidad de los peligros que implica el cambio climático, como segundo aviso después de 25 años. ¿Cuál es la forma más efectiva de trasladar el mensaje a la sociedad, con la alarma de miles de científicos o con las soluciones de un empresario como Paul Hawken?

Respuesta. En el Worldwatch Institute hemos pensado durante muchos años que tenemos que dar alertas porque la situación es peligrosa, pero estamos convencidos de que las soluciones atraen más la atención del público. La gente no atiende a las noticias negativas. Una perspectiva más positiva tendrá más y mejores resultados. Pero hay quienes al leer el libro de Hawken piensan que el problema está solucionado. Esa tampoco es la idea.

“El problema central en el mundo es que las mujeres en muchos países pobres no tienen el poder de escoger cuántos niños quieren tener”

P. Su idea es que en cambio climático no solo se trata de señalar de lo que hacemos mal, sino que seamos críticos con las soluciones simpáticas pero sin evidencia.

R. Necesitamos soluciones y tener una actitud crítica de las soluciones. No quiere decir que lo que Hawken ha publicado no sea cierto. Lo que no podemos asumir es que lo que dice está listo para aplicarse. Sus iniciativas implican muchos costes que tenemos que debemos estar dispuestos a priorizar y pagar.

P. A su juicio, ¿los medios de comunicación nos pasamos de optimistas cuando hablamos de sustituir unos determinados hábitos por otros para revertir el cambio climático?

R. Muchas veces, los expertos que salen hablan de un cambio en su especialidad, pero no de cambios sistemáticos. La ciudad sostenible no será posible si no cambiamos el sistema en su conjunto. Eso se ve muy bien en la economía circular. Se habla de reciclar, de subir la tasa del reciclaje… todo es bueno, pero solo es una porción de toda la materia que pasa por la economía. Una economía circular implica un pensamiento distinto, ya no vale pensar en las minas, las fábricas y los vertederos. Toda la materia debe circular. No es sustituir una cosa por otra, sino de vivir más sencillamente. Un buen ejemplo es compartir el coche, como ya se ve en muchas ciudades. Para tener acceso y servicio ya no necesita ser dueño.

P. ¿Estamos dispuestos a renunciar a poseer cosas?

R. Lo más importante es el servicio, no la cosa. Si puedo tener el mismo servicio con el coche, entonces puede disminuir el número de automóviles, y eso implica utilizar muchos menos recursos. Se necesita un gran cambio, pero no será doloroso. Puede haber una reducción considerable de recursos y energía sin hacer muchos sacrificios. Pero también necesitamos algunos sacrificios, como comer menos carne, porque no habrá un servicio que la sustituya.

P. Critica que políticos y periodistas no sepan aprovechar las catástrofesambientales para hablar de cambio climático.

“La ciudad sostenible no será posible si no cambiamos el sistema en su conjunto”

R. Hay muchos políticos que conocen muy bien los vínculos entre los desastres y el cambio climático, pero es difícil que lo digan públicamente. En mi país, los republicanos saben manipular muy bien al público y pueden tener más apoyo diciendo que esto es un invento de China, como lo dijera un senador y también el presidente Trump. Han tenido mucho éxito con esas estrategias. Pero en todo esto hay una parte muy alentadora. Los políticos a nivel de estado y ciudades en Estados Unidos se están organizando para combatir el cambio climático. El gobernador de California, Jerry Brown, estuvo en Bonn hace un par de semanas para proponer sus iniciativas a nivel estatal. Es una muestra de que los Estados pueden contrarrestar la política de Trump.

P. Y a nivel internacional, ¿qué efecto puede tener Trump en la política contra el cambio climático?

“Los políticos a nivel de estado y ciudades en Estados Unidos se están organizando para contrarrestar la política de Trump contra el cambio climático”

R. El presidente no tiene tanto poder como él cree, aunque tiene bastante. Ha podido cambiar la política mundial, y está alentando a los líderes más autoritarios como Putin o Duterte. Es una tendencia espantosa que puede tener repercusiones en el clima. Sería muy malo que Trump pudiera persuadir a otros líderes oponiéndose al cambio climático, pero no veo pruebas todavía de que eso pueda suceder. En el congreso no ha tenido ningún efecto, y eso es muy bueno, pero donde tiene poder para nombrar jueces, y eso me preocupa mucho. No creo que para Trump el cambio climático sea una gran prioridad en el campo internacional. A nivel nacional tiene a su gente en el gobierno cambiando muchas leyes medioambientales, pero a nivel estatal no tiene poder.

P. Una de sus líneas de trabajo es la demografía, un tema que se aborda poco al hablar de cambio climático. ¿Qué nos tiene que preocupar del crecimiento de la población?

R. El problema central en el mundo es que las mujeres en muchos países pobres no tienen el poder de escoger cuantos niños quieren tener. Sin ese poder, tendremos una población creciente. En África, una educación mejorada podría resultar en 1.800 millones menos de personas que las Naciones Unidas estima para 2050. La educación para las niñas es la inversión menos costosa y más efectiva. Los países en los que las niñas no acceden a la educación primaria y secundaria cuentan con una alta tasa de crecimiento de la población y una alta fertilidad. La educación ayudará a reducir esa tasa de crecimiento, y a eso no se puede negar los conservadores. Es una solución con la que todos podemos estar de acuerdo. No critico a los sectores religiosos, porque tienen un juego de valores que no siempre coincide con el mantenimiento del crecimiento de la población. Por ejemplo, Polonia es un país muy católico pero su tasa de crecimiento es baja, Italia también.

“Para Trump el cambio climático no es una gran prioridad en el campo internacional”

P. Hasta hace poco usted era el director de publicaciones del Worldwatch Institute, pero ahora, tras los cambios internos debido a la falta de subvenciones y donaciones, los diez miembros del instituto son consultores externos. ¿Es un síntoma de que preocupa poco el estudio del cambio climático?

R. Ha sido una manera de racionalizar las operaciones. Los gerentes quieren asegurarse de tener los fondos necesarios antes de comprometerse en proyectos. Las fundaciones en Estados Unidos están diciendo desde los últimos diez o quince años que quieren ver pruebas del impacto de los proyectos, de lo contrario no dan más dinero. Nosotros hacemos publicaciones y es difícil decir que una determinada publicación ha cambiado una política o los patrones de consumo de las personas. Las fundaciones tienen una visión muy cortoplacista. Otras instituciones tienen el mismo problema, pero lo han resuelto por unirse con el sector privado o aceptando dinero de corporaciones. Eso no queremos hacerlo porque influye en nuestra investigación y reputación.

 

Fuente de la entrevista: https://elpais.com/elpais/2017/11/21/ciencia/1511283526_948937.html

Fuente de la imagen: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2017/11/21/ciencia/1511283526_9

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EEUU se retira del acuerdo global de la ONU sobre inmigración

Estados Unidos/Diciembre de 2017/Autor: Ricardo Mir de Francia/Fuente: El Periódico

La decisión se suma a las renuncias a la Unesco y los tratados sobre el clima. La Administración Trump argumenta que choca con sus políticas migratorias.

Estados Unidos ha notificado a Naciones Unidas su intención de abandonar el pacto global por la inmigración adoptado hace poco más de un año por 193 países para aportar una respuesta más humana a los millones de personas desplazadas de sus países por la pobreza, la violencia y las catástrofes naturales. La embajadora estadounidense ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, afirmó que la Declaración de Nueva York sobre los Refugiados y los Inmigrantes socava la soberanía nacional de su país y contradice las políticas de la Administración de Donald Trump, que ha hecho de las restricciones en inmigración y del cupo de refugiados uno de los pilares de su presidencia. Esta decisión tendrá más consecuencias simbólicas que prácticas, porque el pacto no tenía carácter vinculante.

De lo que no hay duda es de que con Trump en la Casa Blanca, EEUU ha renunciado a ejercer el liderazgo mundial en los foros internacionales, un repliegue que recuerda al que se produjo durante el mandato de George W. Bush. El pasado mes de noviembre, Washington ya anunció su salida de la Unesco, la agencia de la ONU dedicada a proteger el patrimonio cultural y a promover la educación y la ciencia, en protesta por su supuesta hostilidad hacia Israel.

PACTO DEL CLIMA

Pocos meses antes había renunciado a cumplir con los compromisos adoptados por Barack Obama en la Cumbre del Clima de París, un pacto global también auspiciado por la ONU para reducir las emisiones de gases contaminantes.

«Nuestras decisiones en política migratoria deben tomarlas siempre los estadounidenses y únicamente los estadounidenses», afirma Haley en la carta enviada al secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres. «Nosotros decidiremos cómo controlar mejor nuestras fronteras y a quién se permitirá entrar en nuestro país», añade.

La Declaración de Nueva York fue adoptada por la Asamblea General en forma de resolución no vinculante en septiembre del 2016, por entonces con el apoyo entusiasta de la Administración Obama. El texto promueve la cooperación internacional en el control de fronteras, fija parámetros para ayudar a los inmigrantes y los refugiados a integrarse en sus países de acogida y se compromete a proteger las rutas migratorias para salvaguardar la seguridad y los derechos de los desplazados. En realidad, no es más que una larga lista de buenas intenciones, que no obstante, ha servido para que varios países enmienden su legislación o que organizaciones como el Banco Mundial aumenten su contribución para paliar las penalidades de la odisea migratoria.

Pero en la Casa Blanca, con una Administración recelosa del multilateralismo y las respuestas coordinadas a los problemas globales, se ha interpretado como una intromisión. «El planteamiento global de la Declaración de Nueva York no es compatible con la soberanía estadounidense», sostiene Nikki Haley.

Fuente: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/internacional/eeuu-retira-acuerdo-global-onu-inmigracion_1247513.html

 

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La trsite correlación entre el calentamiento global y el matrimonio infantil

Por: Pousta

Improbable pero cierto.

Cada sociedad tiene una idea fija del impacto que puede generar el cambio climático en su cultura y estilo de vida. La preocupación en Chile radica principalmente en la pérdida de los glaciares milenarios del extremo sur del país y cómo el aumento de las temperaturas puede afectar la agricultura en un futuro cercano.

Sin embargo para muchas naciones del mundo, la imagen del calentamiento global se traduce en miles de niñas obligadas a la maternidad cuando no han cumplido siquiera 14 años al ser puestas en venta por sus propias familias como un fin para salir de la hambruna causada por monzones y sequías.

El cambio climático está creando una nueva generación de niñas que deben contraer matrimonio como única forma de supervivencia, y te equivocas si crees que se trata de un problema de países de África Subsahariana o del Medio Oriente.

En Estados Unidos se han casado más de 200 mil menores de edad en un periodo de 15 años, incluyendo tres niñas de 10 y un niño de 11 años. Países como Arabia Saudita permiten que la edad para contraer matrimonio sea como cada familia lo estipule, y en México se legisla recién esta semana para que en algunos lugares de su territorio los menores de edad no puedan casarse.

“Esposas del Sol”, organización que comienza a visibilizar la relación del matrimonio infantil con el cambio climático –específicamente en Malawi- afirma  que cada día más de 37 mil niñas son obligadas a contraer matrimonio en el mundo y la situación va en aumento según advierte la entidad.

Agnes Mposwa de de 15 años, conversó con los miembros de la organización mientras sostenía a su hija de dos años en los brazos. Su vida en una sencilla aldea de Malawi se vio completamente truncada cuando sus padres –granjeros de tabaco- vieron sus ingresos limitados luego de una fuerte sequía que azotó el interior del país.

Si el clima no hubiese cambiado, en este momento estaría estudiando. Mis padres hicieron todo lo posible para evitar la situación, pero finalmente, no hubo otra alternativa” aseguró al sitio.

La correlación entre el aumento de las temperaturas y el matrimonio infantil se refleja también en Afganistán, país cuya economía se basa principalmente en el cultivo de amapolas para posteriormente extraer  heroína.  En el país un 57% de las mujeres contrae matrimonio antes de los 19 años por factores que van desde la estructura familiar hasta la religión, agregando la alicaída situación de la agricultura insostenible en un clima de contrastes que se acentúa al extremo debido al calentamiento global. En consecuencia, las familias venden a sus hijas  intentando alejarlas del hambre.

La situación es incluso peor en Bangladesh, donde el 30% de las mujeres en el país se casa antes de cumplir 15 años. Mientras el nivel del mar sube y el agua destruye los recursos, las familias sienten una presión aún mayor por casar a sus hijas y poder apalear los costos de las pérdidas causadas por los monzones.

Unicef también ha dicho que de los 15 millones de matrimonios infantiles que ocurren al año, un 18% corresponden a varones. Esto equivale a 2 millones y medio de “niños esposos”.

Fuente: https://pousta.com/calentamiento-global-matrimonio-infantil/

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El negocio del cambio climático y la geoingeniería

Por: Silvia Ribeiro 

“Las negociaciones de fondo van a paso mucho más lento que la urgencia que marca el caos climático y los impactos que ya estamos sufriendo. Esto abre el camino para que propuestas altamente riesgosas como la geoingeniería ganen terreno.”

Acaba de concluir otra ronda de negociaciones internacionales sobre el cambio climático, con la 23 Conferencia Global de Naciones Unidas sobre cambio climático en Bonn, Alemania (COP 23, CMNUCC, 6-17 noviembre). Aunque en esta conferencia se avanzó en algunos temas, como la adopción de una plataforma indígena y un plan de acción de género, las negociaciones de fondo van a paso mucho más lento que la urgencia que marca el caos climático y los impactos que ya estamos sufriendo. Esto abre el camino para que propuestas altamente riesgosas como la geoingeniería ganen terreno.

En 2015, el Acuerdo de París sobre cambio climático acordó limitar el aumento de la temperatura a muy por debajo de 2 ºC, pero no fijó la obligación de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), medida crucial por que éstas son las que causan el cambio climático. Por tanto, los países principalmente responsables de las emisiones de GEI, siguen sin considerar medidas reales que ataquen las causas y permitan una solución de largo plazo. En su lugar empujan soluciones falsas, como mercados de carbono y medidas tecnológicas como la geoingeniería: la manipulación tecnológica y a gran escala del clima para manejar los síntomas del cambio climático.

La manipulación del clima tiene origen militar, pero es también un negocio redondo para las empresas petroleras, de agronegocios y otras de las más poderosas del planeta: significa que pueden seguir calentando el planeta con la contaminación de combustibles fósiles, sistema alimentario agroindustrial y urbanización descontrolada y al mismo tiempo hacer nuevas ganancias con la venta de tecnología para enfriarlo o para remover el dióxido de carbono de la atmósfera.

Hay una veintena de propuestas para manipular el clima a nivel global, algunas son para bloquear o reflejar los rayos de luz solares, por ejemplo instalando una gran nube volcánica artificial sobre el Ártico, inyectando sulfatos en la estratósfera o blanqueando nubes con miles de naves no tripuladas. Otras son para remover gases de la atmósfera, echando millones de toneladas de minerales y sustancias químicas en los mares, o absorbiendo carbono por medios mecánicos y químicos para luego enterrarlo en fondos geológicos; otras pretenden alterar el tiempo a nivel local, como siembra de nubes y manejo de huracanes. Todas las propuestas conllevan impactos ambientales, sociales y geopolíticos graves. Por ejemplo, bloquear parte de la luz del sol sobre el Ártico tendría impactos devastadores en otras regiones, provocando sequías o inundaciones en África, Asia y América Latina, poniendo en riesgo las fuentes de agua y alimentos de millones de personas (aquí).

Aunque no está en la agenda oficial, en la COP 23 la propuesta de geoingeniería que más se promovió fue BECCS: bioenergía con captura y almacenamiento de carbono. Se trata de mega-plantaciones (árboles y cultivos), para quemarlas para bioenergía y capturar el dióxido de carbono de ésta y otras actividades para almacenarlo en fondos geológicos, como pozos de petróleo usados. Esta última técnica proviene de la industria petrolera (Enhanced Oil Recovery), fue diseñada para recuperar reservas profundas, pero no la usan por no ser económicamente viable. Rebautizada como técnica para el cambio climático podrían conseguir subsidios y créditos de carbono, logrando ganancias adicionales al extraer más petróleo y que además les paguen por combatir el cambio climático que esas mismas empresas causaron.

Por otro lado, para que BECCS tuviera algún efecto para mantener el aumento de temperatura en menos de 2 ºC o hasta 1.5 ºC, habría que plantar de 500 millones a 6 mil millones de hectáreas de monocultivos, lo cual es absurdo. Toda la tierra cultivada actualmente son mil 500 millones de hectáreas. Eso no evita que igual se promuevan esas mega-plantaciones, que aunque no sirvan para el cambio climático, serán negocio de quien las instale, compitiendo con la producción de alimentos y amenazando el territorio de campesinos e indígenas, ahora a nombre del combate al cambio climático.

Al mismo tiempo que la COP 23, en el Congreso de Estados Unidos se realizó una audiencia especial sobre geoingeniería, lo cual muestra que no hay contradicción entre negar el cambio climático y promover la geoingeniería. (aqui)

Parafraseando a un directivo de Exxon, la fórmula es nosotros [Estados Unidos, la industria petrolera] no causamos el cambio climático, pero si existe, tenemos la solución tecnológica

Como todos saben que BECCS no funcionará para frenar el cambio climático (aunque lo que se haga con BECCS tendrá impactos sociales y ambientales muy negativos) otras propuestas de geoingeniería para bloquear la luz del sol o remover carbono se presentan como la verdadera solución. Pese a que por sus altos riesgos e impactos potenciales, el desarrollo de geoingeniería está bajo una moratoria en el Convenio de Diversidad Biológica, el Programa de Geoingeniería Solar de la Universidad de Harvard, ya está planteando hacer un experimento a campo abierto (SCoPEx), en zonas indígenas de Arizona, cerca de la frontera con México. (aquí)

Existen muchas vías reales, socialmente justas y ecológicamente sanas para enfrentar el cambio climático, como la agroecología campesina, restauración de ecosistemas desde las comunidades, rediseño del transporte público, energías renovables y locales justas, entre muchas otras. La geoingeniería se debe prohibir: es una apuesta de riesgos inaceptables, para mantener los privilegios de quienes provocaron el cambio climático y aumentar sus ganancias.

*Fuente: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/negocio-del-cambio-climatico-la-geoingenieria/

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A debate la educación e información sobre cambio climático en España

España/30 noviembre 2017/Fuente: Granada Digital

El XIV Seminario sobre Respuestas de la Comunicación y la Educación al Cambio Climático se celebrará del 29 de noviembre hasta el 1 de diciembre.

El municipio de Cazalla de la Sierra (Sevilla) acogerá desde el 29 de noviembre hasta el 1 de diciembre el XIV Seminario sobre Respuestas de la Comunicación y la Educación al Cambio Climático, que anualmente organiza el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM) y que en esta edición se celebra en el marco del Plan Andaluz de Formación Ambiental que desarrolla la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio.

En el encuentro se abordarán el desarrollo en España de la educación, la información y participación ciudadana en temas relacionados con el cambio climático, así como la aplicación de políticas y medidas destinadas a mitigar los efectos de este fenómeno global. También se promoverán la colaboración y el intercambio de ideas y experiencias para potenciar el uso de las energías renovables, el ahorro energético y la movilidad sostenible.

El Seminario, que se celebrará en el Centro de Naturaleza El Remolino, va dirigido a técnicos de educación ambiental que desarrollan proyectos sobre energía y movilidad sostenible en las administraciones públicas, empresas y organizaciones no gubernamentales, y a todos aquellos dedicados a la promoción de las energías renovables y el ahorro energético.

PLAN DE FORMACIÓN

Este año, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio ha ofertado a través del Plan Andaluz de Formación Ambiental 23 cursos gratuitos con 575 plazas para mejorar la cualificación profesional de quienes trabajan en el sector medioambiental y promover nuevos yacimientos de empleo, vinculados a los recursos naturales de Andalucía.

Así mismo, las actividades formativas se organizan en torno a tres líneas. Una relacionada con la gestión de espacios naturales y conservación de la biodiversidad, otra con la sostenibilidad urbana y el cambio climático y una tercera dirigida específicamente a los profesionales de la educación ambiental. Esta iniciativa se financia con el Programa de Desarrollo Rural de Andalucía 2014- 2020 del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural.

Fuente: http://www.granadadigital.es/a-debate-la-educacion-e-informacion-sobre-cambio-climatico-en-espana/

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