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Mundo: 1.000 millones de niños están gravemente expuestos a los efectos de la crisis del clima según UNICEF

Los niños de la República Centroafricana, el Chad y Nigeria se encuentran entre los más vulnerables a los efectos del cambio climático, según el primer Índice de Riesgo Climático de la Infancia de UNICEF.

Los jóvenes que viven en la República Centroafricana, el Chad, Nigeria, Guinea y Guinea-Bissau son más vulnerables a los efectos del cambio climático, un fenómeno que pone en peligro su salud, su educación y su protección y los expone a enfermedades mortales, según un informe que ha publicado hoy UNICEF.

La crisis climática es una crisis de los derechos del niño: Presentación del Índice de Riesgo Climático de la Infancia” es el primer análisis exhaustivo de los riesgos climáticos desde la perspectiva de los niños. En el índice, los países se clasifican en función de la exposición de los niños a las perturbaciones climáticas y medioambientales, como los ciclones y las olas de calor, así como su vulnerabilidad a esas perturbaciones según su acceso a los servicios esenciales.

Presentado en colaboración con Viernes para el Futuro cuando se conmemora el tercer aniversario del movimiento mundial de lucha por el clima de los jóvenes, el informe revela que alrededor de 1.000 millones de niños (casi la mitad del total de 2.200 millones que hay en el mundo) viven en uno de los 33 países considerados “de muy alto riesgo”. Estos niños se enfrentan a la combinación letal de estar expuestos a múltiples perturbaciones climáticas y medioambientales y ser altamente vulnerables debido a la precariedad de los servicios esenciales que reciben, como el agua y el saneamiento, la atención médica y la educación. Los resultados del informe muestran la cantidad de niños afectados en la actualidad y revelan unas cifras que seguirán empeorando a medida que los efectos del cambio climático se aceleren.

“Por primera vez disponemos de un panorama completo que nos revela dónde y de qué forma los niños son vulnerables al cambio climático, y se trata de un panorama mucho más grave de lo que podíamos imaginar. Las perturbaciones climáticas y medioambientales están menoscabando la totalidad de los derechos de los niños, desde su acceso a un aire limpio, alimentos y agua potable, hasta su derecho a una educación, a una vivienda, a estar protegidos contra la explotación e incluso a sobrevivir. La vida de prácticamente todos los niños resultará afectada”, declaró Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF. “Los niños llevan tres años alzando la voz desde todos los rincones del mundo para pedir que se tomen medidas. UNICEF respalda su reivindicación en favor del cambio con un mensaje irrefutable: la crisis del clima es una crisis de los derechos de los niños”.

El Índice de riesgo climático para la infancia revela los siguientes datos:

  • 240 millones de niños están muy expuestos a las inundaciones costeras;
  • 330 millones de niños están muy expuestos a las inundaciones fluviales;
  • 400 millones de niños están muy expuestos a los ciclones;
  • 600 millones de niños están muy expuestos a las enfermedades transmitidas por vectores;
  • 815 millones de niños están muy expuestos a la contaminación por plomo;
  • 820 millones de niños están muy expuestos a las olas de calor;
  • 920 millones de niños están muy expuestos a la escasez de agua;
  • 1.000 millones de niños están muy expuestos a niveles cada vez más elevados de contaminación atmosférica[1].

Si bien casi todos los niños del mundo corren el riesgo de sufrir alguna de estas amenazas climáticas y medioambientales, los datos revelan que los países más afectados se enfrentan a crisis múltiples y a menudo solapadas que podrían mermar el progreso en materia de desarrollo y aumentar las carencias de la infancia.

Se estima que 850 millones de niños (uno de cada tres en todo el mundo) viven en zonas donde se solapan al menos cuatro de las perturbaciones climáticas y medioambientales anteriormente citadas. Además, nada menos que 330 millones de niños (uno de cada siete en todo el mundo) viven en zonas afectadas como mínimo por cinco peligros considerables.

Del mismo modo, el informe revela incoherencias entre los países donde se generan las emisiones de gases de efecto invernadero y aquellos en los que los niños sufren las peores consecuencias del cambio climático. En conjunto, los 33 países “de muy alto riesgo” emiten tan solo el 9% de las emisiones mundiales de CO2. Por el contrario, los 10 países que generan más emisiones representan casi el 70% de las emisiones mundiales. Sin embargo, solo uno de estos países se encuentra clasificado como país “de muy alto riesgo” en el índice.

“El cambio climático es profundamente desigual. Aunque ningún niño es responsable del aumento de las temperaturas mundiales, ellos sufrirán las peores consecuencias. Los niños de los países menos responsables sufrirán más que nadie”, afirmó Fore. “Sin embargo, todavía nos queda tiempo para actuar. Mejorar el acceso de los niños a los servicios esenciales, como el agua y el saneamiento, la salud y la educación puede aumentar notablemente su capacidad para sobrevivir a los peligros del clima. UNICEF insta a los gobiernos y a las empresas a escuchar a los niños y dar prioridad a las medidas que los protejan de los efectos del cambio climático, al tiempo que aceleran el trabajo para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero”.

Si no se toman las medidas necesarias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero cuanto antes, los niños seguirán sufriendo más que nadie. En comparación con los adultos, los niños necesitan más alimentos y agua por cada unidad de peso corporal; tienen menos capacidad para sobrevivir a los fenómenos meteorológicos extremos; y son más susceptibles a las sustancias químicas tóxicas, los cambios de temperatura y las enfermedades, entre otros factores.

“Seguirán surgiendo movimientos de jóvenes activistas por el clima que continuarán creciendo y luchando por lo que es justo porque no tenemos elección”, afirmaron Farzana Faruk Jhumu (Bangladesh), Eric Njuguna (Kenya), Adriana Calderón (México) y Greta Thunberg (Suecia), pertenecientes al movimiento Viernes por el Futuro y coautores del prefacio del informe, al que también prestan su apoyo. “Debemos afrontar los hechos, reconocer que el cambio climático es una crisis y actuar con la premura necesaria para garantizar que los niños de hoy hereden un planeta habitable”.

UNICEF exige a los gobiernos, las empresas y los actores relevantes que tomen medidas como las siguientes:

  1. Aumentar las inversiones destinadas a la adaptación y la resiliencia al clima en los servicios más importantes para la infancia. Si queremos proteger a los niños, a las comunidades y las personas más vulnerables de los efectos más graves del cambio climático que ya están comenzando a surgir es necesario adaptar los servicios más importantes, como los sistemas de agua, saneamiento e higiene y los servicios de salud y educación.
  2. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. A fin de evitar los peores efectos de la crisis climática, es necesario emprender acciones contundentes de inmediato. Antes de 2030, los países deben reducir sus emisiones un 45% como mínimo (en comparación con los niveles de 2010) para impedir que la temperatura aumente más de 1,5ºC.
  3. Proporcionar a los niños educación sobre el clima y competencias ecológicas, ya que son fundamentales para su adaptación y su preparación ante los efectos del cambio climático. A pesar de ser los menos responsables, los niños y los jóvenes sufrirán las desastrosas consecuencias de la crisis del clima y la inseguridad del abastecimiento de agua. Tenemos el deber de actuar en defensa de todos los jóvenes y de las generaciones futuras.
  4. Incluir a los jóvenes en todas las negociaciones y las decisiones relacionadas con el clima a nivel nacional, regional e internacional, incluida la COP26. Los niños y los jóvenes deben participar en todos los procesos de formulación de decisiones relacionadas con el clima.
  5. Garantizar que la recuperación de la pandemia de COVID-19 sea respetuosa con el medioambiente, genere bajas emisiones de carbono y beneficie a todo el mundo, de una forma que no ponga en peligro la capacidad de las generaciones futuras para abordar y responder a la crisis climática.

Fuente: https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/1000-millones-ninos-gravemente-expuestos-efectos-crisis-del-clima

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El cambio climático y la universidad

Por: Miguel Ángel Casillas

El 7 de agosto se difundió el reporte del Panel intergubernamental sobre cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas, 2021: Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change.

En ese reporte se analiza con datos y referencias científicas la evolución del cambio climático que experimenta la Tierra como producto de las actividades humanas y presenta un modelo de evolución climática donde se hace observable la ruptura de todo equilibrio en los últimos 50 años, desde que el impulso a la industrialización y la ampliación del comercio han tenido consecuencias funestas para el planeta, que ponen en riesgo su existencia y con ella también la del género humano.

El informe tiene como base empírica un conjunto de indicadores. Se observa un incremento en la concentración de gases con efecto invernadero y de aerosoles producidos por las actividades humanas. Ha aumentado el dióxido de carbono, el metano, el óxido de nitrógeno. Se constata un aumento de la temperatura global del planeta. Hay un cambio en los patrones de lluvias acusando un importante incremento en en siglo XX. Hay un cambio en los niveles de salinidad del mar, su acidificación y sus niveles de oxígeno. Ocurre un intenso derretimiento de nieves y glaciares. Aumenta el nivel del mar y se desatan fenómenos climáticos extremos: temperaturas muy altas y muy bajas, desertificación, intensificación en el número y la fuerza de ciclones y tormentas tropicales.

El grupo de expertos de la UNU formula diversos escenarios, pero en general se anuncia la catástrofe hacia 2050 y peor hacia 2100. Si no se hace nada la temperatura puede aumentar todavía más, hasta en 5 grados centígrados y si realmente proyectáramos una modificación profunda de la vida social, aún así el mundo seguirá calentándose por el efecto acumulado de la actividad humana. En el peor escenario de aumento superior a 4 grados, las consecuencias pueden ser terribles: por ejemplo América Central y casi toda Sudamérica sufrirían un proceso de desertificación, mientras que las lluvias se concentrarán en demasía en África, Asia menor y en los polos donde no habría más hielo. Hacia 2150 el mar habría aumentado hasta 8 metros su nivel, desbordando diques y costas.

El informe de la ONU es contundente, no deja lugar a medias tintas: las actividades humanas ligadas a la industrialización y la ampliación del consumo han generado una situación catastrófica que es necesario detener y hacerlo de manera urgente. Urge un cambio civilizatorio que modifique radicalmente los patrones de producción, el consumo de energías, las formas industrializadas de agricultura, los niveles de consumo de mercancías, el uso de medios de transporte, las maneras en como cuidamos y conservamos el medio ambiente.

Las universidades están obligadas a contribuir en la lucha contra el cambio climático. Ya se hacen muchas cosas, pero es todavía insuficiente su contribución. Hay que ampliar sus capacidades de investigación y de producción de nuevo conocimiento sobre los efectos locales del cambio climático; tienen una enorme responsabilidad en la difusión y concientización de la sociedad entera; disponen de una agenda de acciones que favorecen el ahorro y el reciclaje; muchas de las instituciones participan en proyectos de protección y restauración ambiental. Sin embargo, hasta la fecha no se ha modificado el contenido de la enseñanza profesional ni se han generado procesos de socialización suficientemente efectivos como para hacer de los universitarios agentes del cambio social requerido para salvaguardar el planeta.

En las universidades recientemente se ha desdibujado la lucha contra el cambio climático bajo el eufemismo de la responsabilidad social universitaria, que confunde y oculta el fundamento radical que se necesita en la transformación. Al mismo tiempo se construyen enormes aparatos burocráticos que tienden a disociarse de las comunidades y a generar sus propios espacios de poder. Urge replanter las prioridades y las formas de impulsar un cambio profundo en el sentido del trabajo universitario.

Las profesiones y las disciplinas deben reformular sus prácticas y contenidos; no pueden seguir formando egresados que reproduzcan los patrones de producción y consumo que nos están llevando a la ruina. Desde la universidad debemos luchar por cambiar las prácticas profesionales y las maneras de trabajar. Es inadmisible que las universidades sigan fomentando el consumo de energías no renovables, que se fomente la industrialización desmedida y el consumo de combustibles fósiles en todas las carreras de ingeniería, que no se consideren los impactos ambientales y sociales de seguir promoviendo la industrialización de la producción agropecuaria, que se desconozcan los impactos ambientales de los procesos económicos y que las carreras sigan promoviendo la cultura del negocio por encima de los criterios de conservación y protección del patrimonio natural.

Las universidades son el espacio privilegiado para la investigación y el desarrollo de energías limpias. Tienen ante sí el reto de comprender y brindar soluciones a los impactos específicos a escala regional del cambio climático: en la agricultura y la producción de alimentos, el agua, el aumento del nivel mar, y los riesgos meteorológicos. Pero también las universidades, en tanto agencias culturales, deben construir una nueva socialización que sostenga nuevas maneras de ser y vivir, reduciendo la dinámica global de consumo, de desperdicio y de gasto inútil; cuidando el impacto ambiental de las acciones humanas y reduciendo los efectos de la reproducción humana sobre el planeta; cuidando, conservando y restaurando los ecosistemas.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-cambio-climatico-y-la-universidad/

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“Basura Cero”: un tema de agenda nacional

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Una buena gestión de residuos sólidos es mucho más  que contar con una ciudad limpia. La verdadera solución al problema no se logra solamente reaccionando al desastre que ocasiona su desbordamiento.

Nunca será suficiente denunciar y gritar la peligrosidad y toxicidad de la basura.  La alerta tiene sentido porque la basura daña considerablemente el medio ambiente y la salud física y mental de la población, especialmente los más vulnerables: niños, embarazadas, población adulta mayor y población en extrema pobreza.

La basura no conoce de límites municipales. Los desechos de un municipio se convierten en una seria amenaza para los habitantes del propio municipio y los demás  municipios formando así una tétrica cadena de peligros.

Ante el fracaso de los gobiernos municipales para solucionar la problemática de la basura se hace necesario asumirla como un tema de la agenda nacional. Bien haría al país el que el actual gobierno la asumiera con ese carácter.

Una buena gestión de residuos sólidos es mucho más  que contar con una ciudad limpia. La verdadera solución al problema no se logra solamente reaccionando al desastre que ocasiona su desbordamiento  o para acallar los justos reclamos y las protestas de los habitantes frente a la crisis.

Sin un buen sistema de gestión de residuos sólidos no se puede aspirar a construir una ciudad sostenible ni habitable. Pero no se trata únicamente de soluciones técnicas. Existen impactos climáticos, de salud y de seguridad, así como otras consideraciones sociales importantes que exigen una respuesta responsable.

Existen ya respuestas adecuadas y probadas. BASURA CERO es una de ellas. Una  iniciativa mundial  que surge a partir de la problemática ambiental generada por el aumento descontrolado de residuos que se depositan o se incineran diariamente en los rellenos sanitarios del mundo.

La definición de BASURA CERO fue adoptada por la Alianza Internacional Basura Cero: “Basura Cero es la conservación de todos los recursos a través de la producción y el consumo responsables, la reutilización y recuperación de todos los productos, envases y materiales sin incinerarlos y sin generar emisiones al suelo, agua o aire que supongan una amenaza para el ambiente o la salud humana.” (ZWIA, 2018).

BASURA CERO es un objetivo y un plan de acción. Dirigidos tanto a conservar y proteger los recursos naturales y el medio ambiente como al logro de la justicia ambiental y social, la regeneración, la equidad y el respeto por la naturaleza poniendo fin al tratamiento de los  residuos en incineradores, vertederos y rellenos sanitarios.

Propone la educación como el  centro  de una cultura del consumo consciente y responsable, de la clasificación de residuos y de su aprovechamiento, con lo cual  se contribuye a mejorar el ambiente y avanzar en la aplicación de nuevas tecnologías.

BASURA CERO  integra a toda la ciudadanía, en tanto como consumidora de bienes y servicios y generadora de basura. Los fabricantes y comerciantes, por su condición de productores y proveedores Las autoridades, por su condición de responsables del saneamiento.

BASURA CERO comprende acciones de estímulo a la producción de bienes de consumo reutilizables o biodegradables, construcción de una cultura de separación de residuos en la fuente, recolección separada, procesos industriales de reciclaje y aprovechamiento final y minimización de la disposición en relleno sanitario.

Al diseñar e implementar planes BASURA CERO  a nivel local, los municipios deben respetar e involucrar a todos los sectores que componen el ecosistema de los residuos, incluyendo comunidades y trabajadores formales y de la economía popular.

Sin embargo, hay que considerar que las operaciones del modelo BASURA CERO son costosas. En muchos de los países en vías de desarrollo, la gestión de residuos sólidos puede llegar a consumir del 20% al 50% del presupuesto de un municipio.

Desde el año 2000, los préstamos del Banco Mundial para proyectos de gestión de residuos sólidos han alcanzado los  USD $4,500 millones y apoyado 329 programas de residuos sólidos alrededor del mundo.

También existen otras salidas convergentes. La República Dominicana (RD) ha asumido  el compromiso con la consecución de los objetivos del Acuerdo de París bajo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), en el proceso de mejora y actualización de la Contribución Nacionalmente Determinada de RD 2020 (NDC-RD 2020). ¡La iniciativa requiere ser difundida”

Con la  propuesta del PLAN BASURA CERO no sólo se trata de anunciar  una idea nueva para mirarla y acariciarla de lejos. Se trata de  una clara invitación al cambio responsable por parte de los gobiernos locales y del gobierno nacional.

En todos los municipios y en el país debemos  mirar con ojos nuevos la agobiante y riesgosa situación de la basura. Apuremos el paso o llegaremos tarde.

Hagamos caso a la advertencia que Albert Einstein nos hace a todos: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/basura-cero-un-tema-de-agenda-nacional-8971246.html

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Cepal advierte sobre deterioro del medio ambiente en la región

América Latina/13-08-2021/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv

Bárcena alertó que el presupuesto destinado a la gestión medioambiental cayó en un 35 por ciento en el último año.

La secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, alertó este miércoles sobre el deterioro medioambiental en la región, fundamentalmente de las superficies boscosas y la necesidad de políticas más eficaces para la protección de este.

El último informe publicado por la Cepal señala que la región alberga 23 por ciento de la superficie boscosa mundial y advierte que entre 1990 y 2020, la proporción de cobertura boscosa disminuyó sistemáticamente desde un 53 a un 46 por ciento de dicho territorio.

Asimismo, el documento puntualiza que a inicios de la década de los 90 el área boscosa de la región alcanzaba unos 1.070 millones de hectáreas, para 2010 se había reducido hasta 960 millones y al 2020 disminuyó hasta 932, lo cual implica una pérdida de 138 millones de hectáreas.

Causas como nuevos usos de la tierra para agricultura, silvicultura y ganadería; y en menor medida, la expansión de las ciudades, así como la construcción de carreteras asociadas a actividades económicas variadas, incidieron en la disminución de la superficie cubierta por bosque natural en 150 millones de hectáreas, lo cual representó una reducción del siete por ciento en la cobertura forestal.

Esta tendencia se sostiene debido a descensos crecientes en los últimos 30 años de grandes países boscosos como Brasil, que alberga el 53.3 por ciento de los bosques de toda la región, y ha perdido 92.3 millones de hectáreas, al punto de convertirse por primera vez, la Amazonía en un emisor neto de gases de efecto invernadero.

Bárcena también alertó sobre la caída de los presupuestos destinados a la protección ambiental, con una caída del 35 por ciento en 2020 respecto a 2019; y apenas un 0.2 por ciento del Producto Interno Bruto de los países destinados a solventar este problema.

“De los 14.6 billones destinados por las 50 economías más grandes del mundo a la recuperación verde en 2020, solo el 2.5 por ciento se emplearon realmente en función de materializar dicha recuperación”, detalló Bárcena.

Añadió también la necesidad de “hacer valer los preceptos del Acuerdo de Escazú, mecanismo implementado en la región para proteger a los defensores del medio ambiente y avanzar en la información y acceso a la justicia ambiental”, concluyó.

Según el último informe de Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2020, el área total de bosques en el mundo es de 4.060 millones de hectáreas, correspondientes al 31 por ciento de la superficie total de la tierra. Más de la mitad se concentra en solo cinco países, siendo Brasil el segundo que más bosques alberga.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/cepal-advierte-deterioro-medio-ambiente-region-20210811-0029.html

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Capitalismo catastrófico

Por: John Saxe-Fernández

El documento del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) es histórico. Ofrece la síntesis de unos 14 mil estudios científicos que llevan a entender que el cataclismo climático en curso puede frenarse y que es el ahora o nunca, el momento humano para movilizarse, levantarse contra un grave riesgo existencial que durante algunas semanas dejó ver los altos órdenes de destrucción física y de vidas que conlleva. Más que un cambio climático, ante la posposición suicida y omnicida de toda regulación de los gases de efecto invernadero, prefiero calificarlo de colapso climático capitalogénico y a un omnicidio contra la biosfera terrestre, que puede y debe ser frenado y revertido en la medida en que esto todavía es posible.

António Guterres, secretario general de la ONU, acertó al calificar el texto del IPCC dado a conocer el 9 de Agosto de código rojo para la humanidad. Desde fuentes como Bloomberg se indica que “en declaraciones preparadas vinculadas a la publicación, el secretario general Guterres dijo que –textual–: Este informe debe sonar como una sentencia de muerte para el carbón y los combustibles fósiles (CF) antes de que destruyan nuestro planeta. Una potente observación lanzada urbe et orbi, desde esta secretaría general de la ONU. ¿Por qué? Porque es expresión que toda posposición en la regulación drástica e inmediata de los combustibles fósiles llevaría a una velocidad e intensidad tan sorprendentes como los peores escenarios que hemos vivido en fechas recientes: acontecimientos en el ascenso de los niveles marítimos, inundaciones con cuerpos de agua inusitados e incendios forestales en Estados Unidos del tamaño de algunos estados mientras en Grecia y Turquía arrecian fuerte. Eventos que los modelos cibernéticos proyectaban para 2030 o 2050, pero que están en curso ahora.

Ante la urgencia, mejor hablar claro. Eso hizo Guterres al mencionar especificidades que permiten la localización de las instituciones y fuerzas sociales centrales en la gestación del problema. La acción social ante la enormidad de esta grave amenaza existencial, cuya naturaleza antropogénica ha quedado demostrada desde hace décadas no es suficiente. Ahora es necesaria la localización en el sistema socio-económico dominante de donde emanan esos gases de efecto invernadero. El origen capitalogénico del fenómeno; resulta crucial empezando por los subsidios estatales a los CF hasta las fuentes bancario-financieras de las industrias vinculadas a los CF.

En relación a los subsidios, los economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), institución pública de EU que junto al Banco Mundial se maneja en función de intereses articulados por la presidencia de Estados Unidos, estiman que los subsidios gubernamentales a nivel mundial a los CF ascendían en 2015 a la friolera de 5.3 billones anuales de dólares ( trillions en el sistema numérico de ese país).

Esa cifra todavía no refleja los impactos de los poderosos monopolios privados que manejan esos CF, no en función de la humanidad o el hombre, sino de sus inversionistas a quienes tienen que dar cuenta.

Cuando algunos de esos inversionistas hicieron algún esfuerzo por alentar la inversión, en energías limpias, digamos , en lo que ahora es Exxon-Mobil, las fuerzas que dirigen esa institución rechazaron la propuesta aunque viniera de los nietos del fondo de los hermanos Rockefeller. Ahora el FMI hace los cálculos sobre los costos del clima, el medio ambiente y la salud humana. Se informa que las implicaciones fiscales de esa inmensidad en subsidios, esos 5.3 billones al sector de la energía exceden la inversión pública mundial en salud, según los economistas del FMI, Benedict Clements y Vitor Gaspar en un blog que acompaña el magno dato elaborado por David Coady y otros.

En el caso de Estados Unidos y la Unión Europea las principales beneficiarias de esta política son bien conocidas. Encabezadas por lo que ahora es Exxon-Mobil, se incluye a Chevron Texaco, Equinor, Repsol, Total, Shell, ENI, conocidas como las mayores se inclinan a presentarse al público en las conferencias sobre el cambio climático, jugando el papel de que somos parte de la solución, cuando son parte central del problema. Muchas de sus subsidiarias o firmas s son usadas en el magno saqueo de la riqueza pública. Pero para eso está la ahora fusionada banca comercial y de inversión del tipo que siempre gustó a los especuladores. Todo eso es también parte nodal del problema. Si los gobiernos del mundo no colocan drástico freno a la inversión bancaria en CF, no habrá un clima capaz de ser soportado por el cuerpo humano. Los 60 bancos más grandes del mundo durante los siguientes cinco años del acuerdo de París 2015. En 2016, 709 mil millones de dólares (mil mdd); 2017, 740 mil mdd; 2018, 781.8 mil mdd; 2019, 824.8 mil mdd; 2020, 751.8 mil mdd, para un total de 3.4 billones de dólares con un saldo de miles de vidas.

www.jsaxef.blogspo.com

Facebook: JohnSaxeF

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/08/12/opinion/022a1eco

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Mundo: ONU advierte sobre aumento de hambre extrema en próximos meses

Mundo/06-08-2021/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

El organismo multilateral señala que la pandemia, el cambio climático y los conflictos bélicos son los principales causantes de la hambruna.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), alertaron este lunes sobre el incremento del hambre extrema en el mundo, donde al menos 23 focos poblacionales la sufrirán en los próximos cuatro meses.

En un informe en conjunto señalan que los agricultores sentirán los mayores efectos de dicho fenómeno, entre otras causas por la burocracia y la falta de fondos, los cuales imposibilitan brindar ayuda alimentaria, y poder plantar cultivos a gran escala en el momento indicado.

Asimismo, advierte que a la problemática se suman otras variables como los efectos económicos causados por la pandemia de la Covid-19 y el cambio climático, los cuales acrecentarán la inseguridad alimentaria en al menos 23 sitios.

“Las familias que dependen de la asistencia humanitaria para sobrevivir penden de un hilo. Cuando no podemos llegar a ellos, este hilo se corta y las consecuencias son sencillamente catastróficas”, indicó el director Ejecutivo del PMA, David Beasley.

El documento de la ONU y del PMA destaca que Madagascar y Etiopía serán dos zonas de alerta roja, pues en el segundo país al menos 401.000 personas sufrirán de hambre extrema como consecuencia de los enfrentamientos bélicos entre las tropas federales y eritreas. Mientras, en Madagascar un aproximado de 28.000 ciudadanos padecerán escasez de alimentos, reflejo de una de las peores sequías en los últimos 40 años, el aumento de los precios de los alimentos, las tormentas de arena, y las plagas que dañan cosechas.

Otros polos de hambruna reseñados en el informe indican a Afganistán, Angola, la República Centroafricana, la zona del Sahel central, Chad, Colombia, la República Democrática del Congo, El Salvador, Honduras, Guatemala, Haití, Kenia, El Líbano, Mozambique, Myanmar, Nigeria, Sierra Leona, Liberia, así como Somalia, Sudán del Sur, Siria y Yemen, como países de posibles mayores carencias.

Al respecto, el pasado mes de junio, la FAO y el PMA señalaron que 41 millones de personas corren riesgo de sufrir de escasez de alimentos a menos que reciban ayuda inmediata. En 2020, 155 millones de personas en 55 países se enfrentaban a inseguridad alimentaria.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/onu-advierte-aumento-hambre-extrema-proximos-meses-20210802-0041.html

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El planeta se derrite: EE.UU., Canadá, Italia, Grecia, Groenlandia y Turquía sufren las consecuencias del cambio climático en el hemisferio norte

Europa , Asia y Amércia del Norte está siendo azotada por una serie de fenómenos climáticos extremos, con incendios forestales, temperaturas superiores a 50°C, olas de calor y deshielos.

Altas temperaturas, olas de calor, deshielos, inundaciones, altas presiones, ausencia de vientos, incendios y sequías son algunos de los ingredientes que afectan actualmente al planeta. En invierno o verano, y en distintos continentes, el cambio climático está causando estragos.

En Chile, a pesar de estar en invierno, la estadística indica registros cercanos a 30°C, acompañado de olas de calor. Esto además de un importante déficit de lluvias de 50% en la zona central y 84% en la Región Metropolitana, considerando el invierno meteorológico. El actual invierno se posiciona como el más cálido y como el segundo más seco de la historia en el país, con solo 22,9 mm de agua caída.

En buena parte de Europa la situación es aún más compleja. Italia, Chipre, Grecia, Groenlandia y Turquía sufren la consecuencias del cambio climático en pleno verano. Las olas de calor han producido altas temperaturas en la región. “La temperatura en la superficie del suelo en Turquía y Chipre superó nuevamente los 50º Celsius”, indicó la Agencia Espacial Europea (ESA).

También se han visto seriamente afectados por incendios, los que han dejado decenas de fallecidos. Algunos granjeros en Turquía señalaron que “nunca habían visto nada igual”. Por su parte, Grecia es testigo de la peor ola de calor en 30 años. En Italia, Sicilia ha registrado 160 incendios en los últimos días, con más de 30.000 hectáreas quemadas. En Groenlandia una ola de calor provocó deshielos de aproximadamente 8.000 millones de toneladas (posee la segunda capa de hielo más grande del mundo después de la Antártica).

Imagen obtenida el pasado 29 de julio por el satélite Copernicus Sentinel-2 muestra verdaderas lagunas en el hielo de Groenlandia que se está derritiendo a un ritmo nunca visto. Foto: Reuters

El mismo escenario se repite en EE.UU. El Servicio Meteorológico Nacional en Las Vegas emitió un aviso de riesgo de calor “muy alto”, para gran parte de California y Nevada, además el noroeste de Arizona y el suroeste de Utah. Esto considera ciudades como Sacramento, Bakersfield, Las Vegas, Palm Springs y Phoenix.

Martín Jacques, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción, señala que las olas de calor son eventos meteorológicos extremos que corresponden o son consecuencia de patrones de circulación del aire característicos. En particular, se producen por una alta presión que genera una suerte de bloqueo de la circulación, un estancamiento del aire y eso inhibe la formación de nubes y genera entonces condiciones de muy alta radiación solar. “Y también de estabilidad atmosférica, lo que significa que generalmente tenemos zonas de descenso de aire, entonces el aire se comprime y se calienta también, además de la radiación solar. Estos factores, si son persistentes en el tiempo, pueden generar altas temperaturas y si tenemos altas temperaturas por varios días, sobre un cierto umbral, sobre un cierto valor crítico, entonces se clasifica ese evento como ola de calor”.

Esta es la situación que vemos ahora en el centro de Chile, donde hemos estado presenciando una ola de calor de invierno. “Las olas de calor de invierno presentan temperaturas máximas sobre esta temperatura crítica. Con valores cercanos a los 30 °C ya tenemos olas de calor de invierno, porque las olas de calor son relativas al momento en que suceden”, añade Jacques.

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, explica que lo sucedido en el hemisferio norte, “se debe a que se está calentando mucho más rápido que el del sur. Lo que estamos viendo en ese hemisferio es una ventana de tiempo y es lo que va a sucedernos a nosotros en el hemisferio sur, más pronto que tarde. La diferencia es que el hemisferio norte comenzó a calentarse antes que el sur y lo está haciendo más rápido”.

Luis Carrasco, académico de la Escuela de Prevención de Riesgos y Medio Ambiente de Universidad Tecnológica Metropolitana, explica que la temperatura de la Tierra ha aumentado más de 1ºC desde el período anterior a la Revolución Industrial y no deja de subir, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). “Si se sigue emitiendo más dióxido de carbono, su concentración en la atmósfera alcanzará máximos históricos. Este gas es capaz de permanecer allí durante siglos, y el que está en los océanos aún más, ’perpetuando’ así el calentamiento global”.

California se ha visto seriamente dañado por el calor y por los incendios. Foto: AP

La ola de calor es una condición atmosférica que se produce cuando las temperaturas alcanzan niveles extremos en determinadas épocas del año y se generan por una masa de aire caliente que llega desde otro continente. “Éstas serán cada vez más intensas y frecuentes conforme pasen los años. La comunidad científica asegura que el calor en todo el mundo está vinculado con actividades humanas como la deforestación de bosques y selvas, quema de combustibles fósiles y excesivo uso de fertilizantes. A medida que avanza el calentamiento, provoca cambios en el ambiente que a su vez pueden provocan otros cambios climáticos en donde se destaca la variabilidad climática, olas de calor y frío”, señala Carrasco.

¿Por qué el hemisferio norte se está calentando más rápido? “Por efecto de la Antártica y el Polo Norte. La Antártica no se está calentando tanto como el Polo Norte, lo que de alguna manera nos está protegiendo”, agrega Cordero.

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En el caso de Grecia, por ejemplo, y zonas del Mediterráneo en Europa ahora, “lo que estamos presenciando son olas de calor de verano. Por lo tanto, este valor umbral sobre el cual tiene que estar la temperatura máxima por varios días persistentemente es mucho más alto y ahí las olas de calor que estamos presenciando sobrepasan los 40 °C”, explica el investigador del CR2.

Jacques considera que en el centro de Chile ahora y en el Mediterráneo, particularmente en Grecia, “lo que vemos es esta condición de bloqueo atmosférico producido por una alta presión. En el caso de Europa, esto se proyecta como un valor posiblemente récord de temperatura a nivel europeo. Así que, por supuesto las olas de calor son esperables cada verano, pero valores tan altos como los que estamos viendo en Grecia, son completamente extraordinarios”.

Un auto quemdado en Varybombi, un suburbio de Atenas, afectada por incendios forestales debido a una ola de calor. Foto: AFP

El académico de la Utem argumenta que el cambio climático es una de las responsables de estas olas de calor. “En términos científicos, una ola de calor se produce conforme las ondulaciones atmosféricas se vuelven más amplias y estacionarias. Las ondas pueden ser de aire frío o caliente, invaden regiones fuera de su latitud habitual. El resultado: intercambio entre masas de aire frío y caliente que dan lugar a las olas de calor. Pese a que éstas son un fenómeno que se produce de manera natural, los científicos observan que la frecuencia y la intensidad de las mismas no lo es tanto”.

El calentamiento global es una causa del cambio climático

En la primera y segunda década del siglo XXI, las olas de calor han sido más intensas y frecuentes que las observadas en las décadas de los 70, 80 y 90. De tal modo que el factor humano es relevante en el aumento global de las temperaturas. “El calentamiento global es la causa del cambio climático, con el aumento de la temperatura del planeta provocado por las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero derivadas de la actividad humana, se producen variaciones en el clima que de manera natural no se producirían; para mediados de siglo las temperaturas promedio de verano podrían ser hasta 4,5 grados más altas. Las olas de calor serían con toda seguridad más frecuentes, y más intensas”, establece Carrasco.

El hecho de que cada verano se vayan batiendo récords de temperatura de forma sucesiva o que prácticamente cada año suceda eso, nos está mostrando que hay una tendencia hacia valores promedio de la estación cada vez más altos, ya sea verano o invierno. “Eso entonces es una suerte de escenario de condición de fondo más cálida, que por lo tanto facilita la ocurrencia de eventos extremos. Hay que considerar que tenemos un escenario más cálido, por ejemplo, las temperaturas están siendo más cálidas en términos generales, entonces sobrepasar estos umbrales de temperatura para que se determine una ola de calor es más fácil y ese es el efecto del cambio climático, que está generando una condición de fondo más cálida”, señala Jacques.

El derretimiento del hielo en Siberia también es consecuencia del cambio climático. Foto: Reuters

Jacques agrega que hay que ver esto como una superposición de factores, uno lo puede ver como una muralla en la que hay ladrillos, uno sobre el otro. “Entonces, si tenemos una parte de la muralla construida con un verano cálido en Europa, por ejemplo, el de ahora, es más fácil añadir sobre esa parte de la muralla un par de ladrillos más, que serían las condiciones meteorológicas particulares que genera la ola de calor, ese es el efecto del cambio climático”.

La Tierra ya se ha calentado y enfriado en otras ocasiones de forma natural, “pero los ciclos siempre han sido más lentos, desarrollándose en millones de años, mientras que ahora y como consecuencia de la actividad humana, estos ciclos son rápidos y violentos, los que podrían traer impactos que en otras épocas superaron 200 años. Como consecuencia de esto, enfrentamos pérdida de biodiversidad, derretimiento de glaciares, fenómenos climáticos extremos, acidificación de océanos, cambios en los hábitats, entre otros”, agrega Carrasco.

Calentamiento Global
Los deshielos son una importante consecuencia del calentamiento global.

El Acuerdo de París estableció como objetivos mantener el aumento de la temperatura media global a no más de 2 °C y tratar de no superar los 1,5 °C. Se entiende que el acuerdo se refiere a aumentos durante un largo período de tiempo en lugar de un solo año. “Por el momento, las proyecciones sugieren que incluso con las promesas recientes de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el mundo está en camino de calentarse hasta en 3 °C”, sostiene Carrasco.

Y ¿esperamos que esto se siga viendo en el futuro? “Sí, efectivamente esperamos eso, porque el calentamiento global es consecuencia de un aumento sostenido de los gases de efecto invernadero en términos históricos, es decir los gases de efecto invernadero que se han emitido desde hace muchas décadas, entonces esperamos que ese efecto siga presente hacia el futuro. Eso no impide que eventualmente tengamos un verano relativamente frío en Europa o un invierno nuevamente más frío en Chile central, eso es parte de la variabilidad interanual, año a año que puede existir, y es esperable que haya nuevamente inviernos lluviosos en Santiago o más fríos. Pero, en general, la tendencia que esperamos, en términos más amplios en el tiempo es una tendencia sostenida al calentamiento y por lo tanto tener nuevos récords de temperatura de aquí al futuro”, analiza Jacques.

A medida que el clima se calienta, tendremos más meses por encima de 1,5 °C, “luego una secuencia de ellos, luego un año entero en promedio por encima de 1,5 y luego dos o tres años y luego prácticamente todos los años. Hay un riesgo significativo de convertir los sistemas naturales, que actualmente ayudan a mantener bajas las temperaturas, en fuentes masivas de carbono que nos pondrían en un “camino irreversible” hacia un mundo que está 4 o 5 grados más cálido que antes de la Revolución Industrial, donde el planeta ya no sería el mismo”, señala el docente de la Escuela de Prevención de Riesgos y Medio Ambiente de la UTEM.

Fuente: https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/el-planeta-se-derrite-eeuu-canada-italia-grecia-groenlandia-y-turquia-sufren-las-consecuencias-del-cambio-climatico-en-el-hemisferio-norte/KI44UNMVZ5FXBPNE5Q3PM2YA5M/

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