Saltar al contenido principal
Page 11 of 12
1 9 10 11 12

Personas distraídas tienen más materia gris en el cerebro

Por: Journal of Neuroscience

Las personas que son fáciles de distraer o que hasta una mosca las saca de concentración tienen más materia gris en su cerebro, según estudios recientes.

Un grupo de neuronas en el lóbulo parietal superior es el causante de esa facilidad con que se distraen algunas personas, concluyó un estudio científico publicado en la revista Journal of Neuroscience. Los resultados del estudio revelaron que las personas más distraídas generalmente tienen un mayor volúmen de masa gris en dicha región del cerebro.

Esto no es necesariamente bueno, pues tener mayor materia gris no significa que se sea más inteligente o que se tenga un cerebro más ágil o funcional, y es más bien contradictorio en este caso específico, pues el exceso de masa en el lóbulo parietal superior hace que algunos individuos encuentren más difícil alcanzar un estado de concentración.

 La concentración, un reto en la era digital

Con la sobre oferta de información y el océano de datos que representa la web hoy en día, la cosa se vuelve más difícil para aquellos que tienen esta condición. “En la era de la sobrecarga de información, la atención es todo un reto”, afirma Ryota Kanai, investigador del London University College y coautor del estudio.

Kanai estudió el cerebro de 145 personas que habían completado previamente un formulario para calcular su propensión a la distracción en la cotidianidad (olvidar dónde parquearon el auto, tener lapsus mentales, olvidar una cosa de la lista de compras del supermecado, etc).

Los resultados demostraron que había algunas diferencias cerebrales que estaban ligadas con la capacidad de mantener la concentración y la atención en una tarea específica. La conclusión central del estudio fue que aquellas personas que tenían más volúmen cerebral en el lóbulo en cuestión, eran más propensas a perder la concentración fácilmente y a distraerse con lo mínimo.

La hipótesis de Kanai y su grupo de investigadores es que, a medida que el cerebro madura, se pierden o destruyen algunas neuronas de esa zona, y ese proceso ayuda a que mejore la concentración y la capacidad de prestar atención.

Fuente: http://www.lr21.com.uy/tecnologia/1301056-personas-distraidas-mas-materia-gris-cerebro

Comparte este contenido:

Dormir la siesta mejora la memoria y el aprendizaje de los niños

Por: La Gaceta de Salamanca

Investigadores del Instituto de Neurociencias de la Universidad Libre de Bruselas han demostrado el papel fundamental del sueño en la mejora de la memoria y el aprendizaje en los niños. «Una siesta de media hora les permite asimilar y memorizar mejor lo aprendido», explican.

Durante el sueño, el cerebro todavía está activo y se consolidan dos tipos de memoria: la memoria declarativa, relacionada con el aprendizaje de conceptos teóricos (por ejemplo, definiciones) y la memoria de procedimiento, relacionada con las técnicas adquiridas (por ejemplo, tocar el piano).

Además, el sueño también juega un papel clave en la consolidación de la memoria, pasando de memoria a corto plazo a memoria a largo plazo ya que, mientras se duerme, la información se transfiere desde el hipocampo a las áreas de corteza de la memoria a largo plazo.

Charline Urbain y Philippe Peigneux, del Centro de Cognición y Neurociencias de la Facultad de Psicología y Educación, han estudiado el impacto de una siesta en el aprendizaje de los niños.

Los investigadores llevaron a cabo un experimento en un grupo de niños sanos, con una edad media de 10 años, mediante magnetoencefalografía (MEG) en el Hospital Erasmus. En la primera fase se presentaron a los niños imágenes de objetos imaginarios, cada uno con una definición que tenían que aprender. Descubrieron que el hipocampo estaba fuertemente implicado en ese aprendizaje.

A continuación, se dividió a los niños en dos grupos, uno que durmió media hora de siesta, mientras que el resto permaneció descansando sin dormir. En la segunda fase de la investigación todos los niños regresaron al MEG, donde los investigadores volvieron a presentarles las imágenes de los objetos imaginarios, a los que debían dar una nueva definición.

«Nos dimos cuenta de en que en los niños que habían dormido la siesta áreas de la corteza prefrontal (y no el hipocampo) estuvieron predominantemente activas. En otras palabras, con una breve siesta de media hora, la consolidación de la memoria (transición a largo plazo) ya se había producido», explica Philippe Peigneux, director del equipo de investigación.

«Esta transferencia del hipocampo a la corteza prefrontal ya se había observado en los adultos, pero sólo 3 meses después de aprendizaje. Nuestro estudio sugiere que el sueño en el niño permite una asimilación más rápida de nuevos aprendizajes y la práctica de post-aprendizaje tras pequeñas siestas puede mejorar la consolidación de la memoria, concluye Charline Urbana, primera autora del estudio, que acaba de ser publicado en la revista ‘NeuroImage’.

Fuente: http://www.lagacetadesalamanca.es/salud/2016/08/20/dormir-siesta-mejora-memoria-aprendizaje-ninos/182970.html

Comparte este contenido:

Neuroeducación: Nuevas metodologías y motivación del alumno en el aula inclusiva

Por. Paula Sanjuan García

Vivimos en una época de grandes avances, en la que los cambios tecnológicos existentes, y en referencia a las tecnologías de visualización cerebral, tenemos la posibilidad de obtener un mayor conocimiento sobre cómo aprende nuestro cerebro.

Según Salas (2003), la Neurociencia hace referencia a un “conjunto de ciencias cuyo sujeto de investigación es el sistema nervioso, con particular interés en cómo la actividad del cerebro se relaciona con la conducta y el aprendizaje” (p. 156). Entendemos que el estudio del cerebro humano es un proceso realmente complejo, pero nos encontramos en un momento de crecimiento en el que gracias a los nuevos conocimientos aportados por la Neurociencia, disponemos de suficiente información empírica, que nos permite abarcar y poner en práctica distintos programas y metodologías educativas innovadoras y afines, a las competencias y necesidades personales y de aprendizaje que presentan nuestros alumnos.

Tal y como indica Lacoboni (2009) “Estamos en un punto en el que los resultados de la neurociencia pueden ejercer una influencia significativa en la sociedad y en la comprensión de nosotros mismos y cambiarlas” (Lacoboni, 2009,p. 260). El término Neurociencia también es definido por el doctor en Medicina y Neurociencia, catedrático de Fisiología Humana, Francisco Mora Teruel, siguiendo las ideas y planteamientos de Eric Kandel, premio Nobel de Neurociencia en el año 2000. Mora define la Neurociencia como un “conjunto de conocimientos sobre cómo funciona el cerebro y el producto de ese funcionamiento, que es el pensamiento, los sentimientos y la conducta humana”. (Mora, 2009, p.5).

En la actualidad, gran cantidad de especialistas de distintas disciplinas, (Jessell, Kandel &  Schwartz, 1997; Beiras, 1998; Geake, 2002; Sierra & Sierra 2000); resaltan la necesidad de cambiar la forma de enseñar y de aprender en colegios y universidades. Destacan la importancia de generar y aplicar metodologías basadas en la información que podemos obtener sobre el funcionamiento del cerebro, incidiendo en cómo estas modificaciones en las sesiones, pueden mejorar el proceso educativo y de desarrollo de nuestros alumnos.

Autores como (Robinson, 2009; Mora, 2016 y Sáez, 2014); se incluyen en este grupo de profesionales, los cuales apuestan por una nueva visión de la enseñanza basada en el cerebro, la Neuroeducación. La Neuroeducación nace de los grandes avances descubiertos en los últimos 25 años en el estudio del funcionamiento del cerebro (Neurociencia), y esta demostrando la inefectividad de los modelos educativos tradicionales que imperan en las aulas.

La Neuroeducación, se ha desarrollado a través de la propia comunidad de maestros, al intentar hallar nuevos métodos educativos, basados en datos empíricos. De este modo observamos como la confluencia entre la educación y la Neurociencia, ofrece la posibilidad “de encontrar vías a través de las cuales poder aplicar en el aula los conocimientos que ya poseen sobre los procesos cerebrales de la emoción, la curiosidad y la atención, y cómo estos procesos se encienden y con ellos se abren puertas al conocimiento a través de los mecanismos de aprendizaje y memoria” (Mora, 2016, p.27)

De acuerdo con la Neuroeducación, la enseñanza debe potenciar y perfeccionar las habilidades propias y biológicas de cada sujeto, “porque cada cerebro es único y singular, y tiene un ritmo de maduración concreto, (…) cuando se utilizan estrategias en consonancia con la forma natural de aprendizaje de nuestro cerebro, el proceso se facilita” (Guillen, 2015). (Bueno 2015; Howard-Jones, 2011 y Sáez, 2014); añaden que la misión de la Neuroeducación es la de ayudar, ampliar y facilitar el aprendizaje, tanto para aprender como para enseñar, a partir de los descubrimientos obtenidos sobre el cerebro.

Es necesario resaltar, que en el ámbito de la Atención a la Diversidad, y en especial, en alumnos con dificultades de aprendizaje, la Neuroeducación puede influir de forma significativa en el proceso de detección e intervención de déficits en el aula; que puedan obstaculizar o disminuir distintas habilidades como la lectura, la escritura, el cálculo o aprendizaje, de manera temprana. Además de ayudar a “prevenir, reducir o mitigar todas aquellas consecuencias de vivir en ambientes estresantes y negativos o de constante amenaza, con lo que adquieren hábitos que influyen también de manera negativa en el desarrollo normal de sus cerebros” (Mora, 2016, p. 29).

Tenemos que tomar conciencia de que este nuevo planteamiento resalta la necesidad de trasformar la manera de educar y de trasferir el conocimiento, de “enterrar” y dejar de lado, los antiguos enfoques metodológicos tradicionales y diseños curriculares que imperan aún en la actualidad, y en la gran mayoría de aulas. Aunque no debemos de olvidar que estos cambios, para ser efectivos deben de ir acompañados de la formación adecuada a cada caso, con la perspectiva de que los docentes se aprovechen de estos nuevos conocimientos sobre el  funcionamiento del cerebro humano y como aplicarlos en el aula.

Es importante mencionar que estas metodologías  insisten en la importancia de entender al alumno como un ser global, y cómo su formación en conceptos puramente académicos deben ir ligados a la comprensión del funcionamiento de su entorno cotidiano, tanto nivel conceptual como instrumental. ¨Muchas veces formamos a las personas para que sean grandes profesionales, pero nos olvidamos de que antes tienen que ser personas” (Sáez, 2014, p.79). De manera transversal y como señala Jesús C. Guillem, autor de diversos artículos pertenecientes a la Neuroeducación, y colaborador de Master Class realizada en la Universidad Internacional de Valencia (VIU), insiste en que los docentes han de ser capaces de fomentar aptitudes y valores correspondientes a la Inteligencia emocional, crear climas positivos de aprendizaje en los que los alumnos se sientan valorados, escuchados y respetados, fomentar la empatía y las habilidades emocionales que les permitan entenderse, valorarse y seguir motivados cuando algo no les sale como esperaban.

En el Máster Universitario de Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana de la VIU parte de la Neuroeducación, siendo aplicada a los alumnos con Necesidades Educativas Especiales, favoreciendo así su inclusión en el sistema educativo, teniendo a su disposición metodologías basadas en la Neurociencia.

Fuente: http://www.viu.es/neuroeducacion-nuevas-metodologias-motivacion-del-alumno-aula-inclusiva/

Imagen: http://www.viu.es/wp-content/uploads/2016/08/head-776681_960_720-e1470830086167.jpg

Comparte este contenido:

Cuidado con el reptil

Pedro Muller

Pues la verdad (en mi opinión), creo que todos somos más parecidos de lo que creemos, somos una serie de respuestas preprogramadas en nuestro cerebro que nos hacen responder de la misma manera a todos, como cualquier otro animal. La diferencia está en el desarrollo de nuestro cerebro, somos “seres pensantes con uso de razón”, pero hay momentos en los que literalmente nuestro mismo cerebro nos juega sucio, incluso desde pensar de manera tendenciosa hasta probablemente ser manipulados.

Daniel Kahneman, psicólogo, ganador de un Premio Nobel en Ciencias Económicas, escribió en su libro “Pensar rápido, pensar despacio” (Thinking Fast and Slow) una teoría basada en la dicotomía de dos maneras de pensamiento; el sistema UNO es rápido, automático, frecuente, es emocional y corre en el subconsciente, llenando los vacíos de información con supuestos y prejuicios; el sistema DOS, el cual es más lento, requiere esfuerzo, es calculador, lógico y consciente.

También resalta que la gente pone demasiada confianza el juicio humano y que muchas veces no resulta ser tan bueno como parece y lo demuestra con una serie de pruebas empíricas que hizo a lo largo de su carrera profesional sobre cómo nuestro cerebro toma decisiones bajo diferentes circunstancias en las cuales hasta el mismo Einstein hubiera reaccionado de la misma manera que tú y yo.

¿Qué es lo primero que piensas cuando ves esta foto? Pues que es un tipo que te está mirando y está enojado por una situación, que posiblemente te quiera reclamar algo, sería mejor no confrontarlo y salir corriendo porque te puede hacer daño o prepararse para una pelea. Básicamente esas son conclusiones que hace nuestro sistema UNO por nosotros, llena los vacíos de información y saca una conclusión casi automáticamente.

¿Qué pasa cuando ves 1459 x 225? Si bien sabes que es una multiplicación, no te detuviste a hacerla, simplemente identificaste que es una operación matemática. Si lo intentas tus pupilas se van a dilatar, lo harás muy probablemente despacio; en este caso estarías usando tu sistema DOS. Puedes seguir viendo más ejemplos acá:

Te podría interesar saber cuáles son los países más emocionales de América Latina(sistema 1).

En el libro de “El poder del hábito” (The Power of Habit), por Charles Duhigg, se habla de cómo los hábitos afectan también nuestra toma de decisiones en la vida cotidiana, Duhigg explica que mientras más repetimos una acción es más probable crear un hábito hasta volverse una acción automática. Cuando esto pasa, dicha acción se almacena en los ganglios basales del cerebro; actividades como seleccionar el zapato que te pones primero al vestirte, escoger el pie con el que te levantas, la ruta que eliges del trabajo a la casa, son actividades que de tanto repetirlas se convierten en acciones de piloto automático. De esta manera, muchas de las decisiones que tomamos a diario podrían ser un reflejo de nuestros hábitos.

Para crear o cambiar un hábito se necesitan tres pasos:
El disparador, la recompensa y la rutina. Por ejemplo, si te quieres hacer del hábito de hacer ejercicio, puedes ir al terminar tu trabajo (disparador), comerte un pollo a la parrilla después (recompensa) y hacerlo de lunes a viernes (rutina), esta es la base para crear o modificar cualquier hábito.

Malcolm Gladwell, en su libro “Fueras de serie (Outliers)” dice que para ser un experto tienes que practicar por lo menos 10,000 (la regla de las 10,000 horas). Esto quiere decir que si inviertes 20 horas por semana en una actividad muy probablemente en 10 años podrás ser un experto en ello, o si inviertes 40 horas a las semana pues son 5 años. Malcom cita a Mozart, el cual empezó a componer a los 7 años y no fue hasta después de los 21 cuando escribió algunas de sus grandes composiciones, lo mismo sucedió con los Beatles, Bill Gates, entre otros.

Por un lado, Gladwell afirma que con la repetición continua se alcanza un nivel experto en cualquier cosa, y por el otro, Duhigg dice que las acciones repetitivas se vuelven hábitos. ¿Será que hay una correlación entre las dos teorías? ¿Tendrá algo que ver de qué manera nuestro cerebro procesa las acciones?

El Reptil

Seth Godin y Clotaire Rapaille comentan también cómo el cerebro afecta la toma de decisiones, ambos hablan del cerebro reptiliano o cerebro de lagartija; esta es más bien una referencia a nuestra corteza límbica: en nuestro cerebro, el sistema límbico se encarga de ejecutar todas las funciones primitivas que tenemos como seres vivos, así que podemos decir que una lagartija es hambrienta, egoísta, miedosa, cómoda, temperamental y solo le interesa reproducirse y sobrevivir con el menor esfuerzo posible.

Yo diría que, lamentablemente para nosotros, esa parte del cerebro no ha evolucionado como debería para nuestros tiempos, todavía quedan rasgos de supervivencia que en este siglo ya nos necesitamos.
El reptil entra en juego cada vez que piensas:

  • Esto no va a funcionar
  • Se van a reír de mí si digo esto
  • No creo que pueda
  • Mejor lo hago mañana
  • Me voy a meter en problemas
  • Cuando te enojas cuando alguien se te mete en tu carril en el tráfico
  • Cuando te sientes seguro (trabajo estable, hacer acciones repetitivas)
  • Cuando haces lo que te dicen (sin pensar si quieres o no)

Para variar, ahora en día hay muchos que abusan de nuestro pobre cerebro de lagartija. Por ejemplo, el marketing (neuromarketing) apunta literalmente al reptil a la hora de venderte algo; básicamente, te venden comodidad, seguridad, facilidad y, para terminar, a todo le agregan un toque sexy porque, como sabes, el reptil solo piensa en reproducirse.

En conclusión:

Debemos estar conscientes de que nuestro comportamiento está influenciado grandemente por cómo está hecho y desarrollado nuestro cerebro. Esto va para todos por igual sin distinción, nuestro cerebro más de alguna vez nos puede jugar una mala pasada sin saberlo, o puede ser manipulado para tomar ciertas decisiones (sin que conscientemente nos demos cuenta); también existe la posibilidad de que muchas de nuestras decisiones probablemente las tomemos en piloto automático y que quizás ya sea un hábito, y tengamos más de 10,000 horas de práctica.

A mí me gusta observar en las redes sociales y ver cómo se comporta la gente. Te recomiendo hacer lo mismo: mira cómo mucha gente repite frases que Bill Gates, Steve Jobs o el Papa nunca dijeron, no validan lo que leen, lo que nos lleva a creer en la desinformación y a tomar decisiones subjetivas, instintivas y emocionales o, peor aún, que sean manipuladas.

Si te detienes a pensar cuándo fue la última vez que:

  • Tomaste una crítica constructiva con calma
  • Discutiste de algún tema con alguien con un punto de vista diferente sin pelear (religión, política, deporte)
  • No sacaste conclusiones con la poca información que tenías
  • Trataste de retar el status quo (dejar algo cómodo por hacer algo que te de miedo)
  • Tomaste un riesgo en tu vida
  • Identificaste y cambiaste un mal hábito (dejar de tomar, fumar, procrastinar)
  • Creaste un buen hábito (leer, escuchar, reflexionar, ejercicio, etc.)
  • Filtraste cualquier tipo de contenido que consumiste (ser escéptico con la información)

Estos son algunos ejemplos de cómo retar a nuestro cerebro, las distintas partes que lo componen y su naturaleza. Entender de alguna manera cómo nos comportamos y por qué, nos podría llevar a lograr una mejor toma de decisiones, crear mejores estrategias. También a retarnos a nosotros mismos ¿Y si cambiamos como individuos, que pasaría como colectivo? ¿cambiaríamos la cultura?

Fuente del articulo: http://pedromuller.com/2016/07/13/cuidado-con-el-reptil/

Comparte este contenido:

«La educación no está contribuyendo a desarrollar la inteligencia emocional en los niños»

Entrevista/4 de agosto de 2016/Fuente: abc

La psicóloga María Jesús Álava Reyes reflexiona sobre cuál es la manera para conseguir que niños y adultos sean felices.

Aprender a quererse a uno mismo y, sobre todo, a perdonarse. Esta es una de las bases que, María Jesús Álava Reyes, psicóloga y directora de Apertia Consulting y de la clínica de psicología Álava Reyes, asegura que puede acercar a las personas a la felicidad. Sin embargo, la educación que los padres dan a sus hijos también es clave no solo para alejar a los niños del sufrimiento, sino también a los adultos.

Álava Reyes, autora de varios libros relacionados con su materia, partcipa en Santander en el curso «Cómo mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida», organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Durante sus ponencias, trata de acercar a los asistentes al Palacio de la Magdalena a la felicidad, transmitiéndoles las claves para lograr afrontar el sufrimiento.

¿Cómo se puede evitar el sufrimiento?

Siendo conscientes de nuestros pensamientos, de que la mayoría de las veces sufrimos por temas que no son tan importantes, son evitables, y que no son las circunstancias las que condicionan nuestra vida, sino la actitud con la que afrontamos el día a día. Ante circunstancias muy difíciles, hay gente que las vive bien, y hay personas que con una vida regalada son tremendamente infelices.

¿De qué manera se puede controlar esa actitud con la que afrontamos el día a día?

Primero, lo que tenemos que hacer es intentar conocernos mejor, conocernos en profundidad. Y para ello, deberíamos llevar siempre un lápiz o directamente en el móvil, para apuntar, cada vez que nos sentimos mal, qué estamos pensando en ese instante. Y lo mismo cada vez que nos sintamos bien. Al cabo de un par de días veremos que la mayoría de las veces, cuando nos hemos sentido mal, los pensamientos que hemos apuntado no son demasiado racionales, a veces son poco objetivos, a veces incluso distorsionados. En muchas ocasiones son interpretaciones erróneas que hacemos. Pero nuestra mente, nuestro cerebro, se cree fielmente lo que pensamos y es el pensamiento el que produce la emoción, el que produce el sufrimiento. Si nosotros conseguimos modificar esos pensamientos, pararlos cuando están en automático y luego reconvertirlos para que luchemos contra las dificultades y no nos dejamos hundir, cambia nuestra actitud frente a la vida, y con ella nuestro estado emocional. Si controlamos nuestros pensamientos, seremos dueños de nuestras emociones.

¿Y cómo se pueden llegar a controlar esos pensamientos?

Una vez que eres consciente, hay una serie de técnicas que podemos aplicar, que intento detallar mucho en «La inutilidad del sufrimiento», uno de mis libros, que es, cuando nos afecta mucho, tenemos que parar el sufrimiento. Y la mejor forma de pararlo es intentar llevar nuestro pensamiento a otro sitio. Puede ser algo que nos interese mucho, pero que no nos cause tensión, o algo simplemente que nos distraiga. A veces nos podemos hacer incluso pequeñas preguntas mentales, juegos de palabras… etc. Trasladar nuestro pensamiento a otro sitios, nos centramos en la actividad que tengamos en ese momento, dándonos órdenes a nuestro cerebro. Sea la actividad que sea, aunque sea cenando, da igual. Es decir, lo que tenemos que hacer es dar órdenes a nuestro cerebro para que se centre en lo que está haciendo, porque si no le damos órdenes, cuando nos sentimos mal de nuevo va a ir al pensamiento que nos hace causarlo.

Luego hay que tener siempre que podamos una interacción con los demás (preguntar algo a alguien, llamar a alguien por teléfono…) o hacer un poquito de ejercicio. El ejercicio físico produce una modificación en nuestros neurotransmisores que hace que nos sintamos bien. Pero si intentamos hablar con una persona que nos caiga bien, un amigo, normalmente cambia también nuestro estado de ánimo. Y hay un tema que es fundamental: tenemos que aprender a ser nuestros mejores amigos, porque somos las únicas personas que vamos a estar permanentemente a nuestro lado. Y para ser nuestros mejores amigos, una de las cosas que deberíamos hacer, es cada hora, por ejemplo, decirnos algo agradable, porque cuando estamos mal en un espacio de una hora son tantos los pensamientos negativos que nos vienen a la cabeza que tenemos que intentar contrarrestar, tener una actitud de cierta positividad ante la vida, de tal manera que ante las dificultades, veamos que son una oportunidad siempre para aprender. Y cuando fallamos, somos personas y cometemos errores, y eso es algo que tenemos que saber asumir. Para ser felices, tenemos que aprender a perdonarnos. Tenemos que perdonarnos bien, querernos mejor, y coger las riendas de nuestra vida.

En este aspecto, ¿qué papel juega la inseguridad de cada uno?

La inseguridad, como la poca confianza en uno mismo, es un elemento muy perturbador. La inseguridad mina nuestras defensas, nos impide creer en nosotros mismos. Ante cualquier dificultad, inmediatamente la agranda, ve peligros por todas partes, y hace que nuestros pensamientos sean muy inseguros. Siempre decimos que tenemos que empezar por conocernos bien, en profundidad, y cuando tenemos inseguridad, miedo, desconfianza, es lo primero que tenemos que empezar a trabajar. Por eso comentaba que nos tenemos que perdonar, porque hay gente que sienta mal porque tiene un fallo, que a lo mejor hace mucho tiempo pero sigue presente en él, entonces te tienes que aprender a perdonar. Y a partir de ahí realmente dirigir tu vida. Si no, la gente que tiene mucha inseguridad, es muy manipulable, tremendamente manipulable, y esto es una de las cosas más trágicas que puede suceder. Los jóvenes actuales tienen una inseguridad en sí mismos, y cuando hemos analizado por qué, entre otras cosas es producto de una educación donde les hemos sobreprotegido en exceso. Y esa sobreprotección ha hecho que les hayamos impedido enfrentarse a las dificultades, no tienen resistencia ante la frustración. Y ante las primeras dificultades fuertes ante las que se encuentran solos, no tienen recursos para afrontarlas. Y esto es un auténtico drama. Cuanto más insegura es una persona, más débil, más frágil, más vulnerable y más manipulable.

Entonces, ¿cuál es la clave para que unos padres consigan que su hijo sea una persona segura de sí misma?

Siempre es un equilibrio entre una serie de límites que hay que poner clarísimos. Es decir, con los niños hay que empezar desde bebés, tenemos que considerar que en los seis primeros años se forman un poquito las bases de lo que va a ser la personalidad y el carácter. Entonces los padres tienen que saber muy bien, primero qué etapa está atravesando su hijo, y cómo fortalecerle. Cuanto más claros estén los límites, las pautas, las normas que tengan establecidas, más seguro se va a sentir un niño, pero también un adolescente. Hay normas con las que a lo mejor se puede intentar dialogar, pero hay límites que no se deben de mover. Desde pequeños, les tenemos que dar confianza en lo que realmente valen. Los que tienen dificultades, hacer que lo asuman como una parte de su vida, hay que enseñarles cómo es la vida en realidad, con sus dificultades, con sus problemas, con gente maravillosa, con gente tremendamente egoísta, con gente manipuladora y con gente agresiva, para que aprendan a enfrentarse contra ellos. Y saber que cuando algo no sale bien, si seguimos luchando, normalmente terminamos consiguiendo el objetivo. Pero que a veces las cosas no salen como nos gustaría o llegan mucho más tarde, que lo importante es el esfuerzo, no tanto el éxito.

Los padres tienen que saber poner límites y enseñarles a que den valor a las cosas. Los niños empiezan por no dar valor a las cosas y terminan por no dar valor a las personas. Las cosas se consiguen con esfuerzo, lo que se regala realmente ni se valora ni te produce felicidad, y ese esfuerzo es el que ellos tienen que aprender a desarrollar, sabiendo que muchas veces no obtienen lo que van a intentar buscar.

¿Y esa educación que se da hoy en día a los niños provoca que cada generación sea más infeliz que la anterior?

Hay un drama ahí. La educación no está contribuyendo a desarrollar la inteligencia emocional, es decir, los niños, los jóvenes de ahora, son los que tienen más nivel de aprendizaje, han crecido mucho en conocimientos generales, y sin embargo han bajado en inteligencia emocional. Están menos preparados para la vida, valoran menos lo que tienen, tienen menos recursos, menos defensas para enfrentarse a las dificultades, y les hemos educado casi en una insatisfacción permanente. Esto es un error enorme. Hace unos años, quizás dábamos más importancia a ese esfuerzo desde que eran pequeños, ahora mismo es uno de los principales errores que hemos podido cometer.

Es verdad que los niños al principio son muy felices, que a veces cuando llegamos a la adolescencia y a la juventud hay un momento más delicado, y que luego a medida que cumplimos años, a partir de los 55 o así, la gente vuelve a ser más feliz, entre otras cosas porque son capaces de relativizar más las cosas, porque son más tolerantes y mucho más flexibles. Es normal que un adolescente no sea flexible, está en esa etapa. Lo que no tenemos que dejar es que realmente su agresividad traspase todos los límites, y no podemos caer permanentemente en sus provocaciones, o que sea él quien dirija su vida, en una etapa en la que aún no está preparado para ello.

¿La facilidad de acceso de los niños a las nuevas tecnologías puede afectar también a su estado de ánimo?

Las nuevas tecnologías pueden ser un avance fantástico y un peligro brutal. Hay que saberlo dosificar. El problema es que la mayoría de los padres no están controlando el uso y el acceso que tienen los niños ahí. Muchos han perdido completamente la información de lo que hacen sus hijos. Muchas veces nos vienen casos muy dramáticos donde los hijos han tenido vidas en paralelo y los padres no se han enterado en absoluto. Y las nuevas tecnologías en muchos casos producen enormes aislamientos, chicos con dificultades para relacionarse que se pasan la vida delante del ordenador. Y están desarrollando nuevas adicciones difíciles de tratar. Y en este sentido, cuanto antes se detecten mucho mejor.

¿Es necesaria la sobreprotección en este caso?

No, nunca. Cuanto más sobreprotección, más van a hacer los hijos lo que quieren, entre otras estar enganchados todos los días. Los padres, lo que tenemos que hacer, es ir al lado, en paralelo, viendo las dificultades e intentando prepararles para que las puedan afrontar. La sobreprotección en este punto siempre es negativa. Cualquier cambio repentino en nuestros hijos debería ser señal de alarma. Cuanto antes intervengamos, mayores posibilidades de éxito.

¿Y cuál es la actitud que deben tomar los padres ante estos cambios repentinos?

Inmediatamente tienen que dar la señal de alarma, ver si en el resto de las áreas de su vida, como en los estudios, se ha producido algún cambio o modificación, y cuando estén algo perdidos tienen que pedir ayuda psicológica de forma inmediata.

En general, ¿somos mayoritariamente infelices?

No exactamente, pero los españoles, cuando se les hacen encuestas, la mayoría dicen que son muy felices, y hay muchas personas que mienten. Les da miedo reconocer que no son realmente felices. Los niños en general son felices, los adolescentes están en una etapa de crisis en la que les cuesta identificarse con ellos mismos, los jóvenes se encuentran ante un futuro en el que a veces les faltan recursos, y en la madurez el problema es que hay muchas personas adultas que se quedaron en la adolescencia y siguen teniendo una insatisfacción permanente. En términos generales, podríamos decir que además de los niños, son algo más felices los hombres que las mujeres, y si pensáramos por qué, es por dos temas fundamentales: los hombres perdonan bien en general, y a sí mismos, mientras que a las mujeres nos cuesta perdonarnos, y además nos llenamos de responsabilidades hasta un extremo casi imposible. Y hay algo que las mujeres hacemos muy mal, no nos dejamos tiempo para nosotras mismas, no nos dejamos de media una horita al día, cosa que los hombres suelen hacer, y lo hacen bastante bien. A veces a las mujeres nos puede nuestra complejidad. Los hombres en este sentido son más pragmáticos, y tienen un sentido de la vida algo más positivo.Cuando hay una dificultad, intentan afrontarla pero no se enredan dando tantas vueltas.

¿Tan importante es ese tiempo para uno mismo?

Es fundamental. Si no nos lo damos, el esfuerzo del día a día nos va vaciando nuestra hucha emocional. Cada día nos tenemos que buscar ese tiempo, no solo el fin de semana, e ir llenando nuestra hucha emocional. Si no reflexionamos, no aprendemos. Esta es una tragedia que no nos podemos permitir, y para reflexionar tenemos que tener ese espacio de tiempo con nosotros mismos.

¿Considera que le damos la suficiente importancia a nuestra salud mental?

No, desgraciadamente no. Las personas que necesitan ayudan psicológica desde el sistema público de salud tienen el acceso muy restringido. No le estamos dando la importancia que necesita.

Y pese a estas dificultades, ¿hay alguna manera en que nosotros mismos podamos cuidarla?

Primero, yo le diría a la gente que cuando se sienta mal vaya a su centro de salud y pida que le deriven a salud mental, que aunque sea un camino largo, lo haga, que lo intente. Pero podemos hacerlo, protegiéndonos, conociéndonos de verdad y haciéndonos ese traje a medida que nos haría un psicólogo profesional. Viendo dónde están nuestras debilidades, cómo podemos luchar contra ellas, nuestros puntos de mayor vulnerabilidad… y trabajando para que alcancemos la seguridad y la estabilidad emocional que la mayoría necesitamos. Y eso lo podemos hacer. Y yo le diría a la gente que de la misma forma que no le importa ir al médico cuando se ha roto un brazo o cuando tiene un dolor agudo, una infección… que el hábito de empezar a ir al psicólogo sea algo normal en sus vidas, que no esperen a estar muy mal.

Fuente: http://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-educacion-no-esta-contribuyendo-desarrollar-inteligencia-emocional-ninos-201608032107_noticia.html

Imagen: http://www.viu.es/wp-content/uploads/2015/05/iStock_000013091991_Large1-1024×682.jpg

Comparte este contenido:

Salud, dinero y cerebro: por qué vale la pena estudiar

Por. Fabricio Ballarini

La formación impacta en la calidad de vida de las personas y de los pueblos. La importancia de acortar las brechas de acceso.

¿Vale la pena estudiar una carrera en la universidad? Disparaba una nota hace un par de días bajo una chorrera de estadísticas que vinculan el grado de estudio y la chances de obtener trabajo. El artículo plantea algo que probablemente sea real, puede que la universidad no esté formando personas para los trabajos que se necesitan hoy o se necesitarán en el futuro. Ocurre que los cambios en los planes de estudio de las carreras universitarias son mucho más lentos que los cambios en la tecnología que afecta a la sociedad y al tipo de capacidades que debería tener un ciudadano que entra al mundo laboral. Será por eso que, en un intento por alcanzar las necesidades sociales, se crean nuevas universidades con nuevas carreras, pero esto, evidentemente no es suficiente. O sea, hay que tener una discusión sobre lo que se enseña en la universidad, de eso no tenemos dudas, pero de ahí a preguntarse si vale la pena estudiar una carrera universitaria (o desaconsejarlo, como una madre estadounidense a sus hijos en una carta que se viralizó) hay un trecho, probablemente tan largo como la muralla china o una manada de 400 elefantes tomados de sus colitas. El problema está en suponer que la educación solamente sirve para conseguir un trabajo. Quizás nos traten de jipis anticapitalistas, pero creemos que la educación va mucho más allá de lo laboral. Pero ¿hay evidencias para sostener esto? Bueno, veamos.

«Querido lector, tu formación educativa influye directamente en el tamaño del cerebro de tu hijo»

Si bien a simple vista la respuesta a si vale la pena estudiar parecería muy obvia, es saludable, en principio, entender que existen correlaciones que vinculan conceptos muy simples y específicos. Conceptos e ideas que si bien parecen lógicas y demasiado obvias, a veces pasan desapercibidas para una parte grande la humanidad. Es por ese motivo que es importante comprender y enseñar el por qué es importante estudiar.

Para comenzar este entramado educativo arrancaremos por uno de los conceptos más estudiados estadísticamente que dice “cuantos más años de estudios tenemos, mejor dicho, cuantos más años de educación tienen los individuos de los países, más ricos son esos países”. O lo que es igual pero más terrible, cuando menor es el acceso a la educación más pobres son los países. Seguramente muchos podrán argumentar que es una simple correlación y probablemente van a tener razón.

Pero qué pasa si a esta mera correlación le sumamos otra que dice que el grado de riqueza varía con la salud de los pueblos. Es lógico y también está muy estudiado, pero está bueno parar un segundo y deducir quemás educación es más riqueza y más riqueza es mejor salud, en ese u en otro orden, así que como mínimo estaría siendo muy copado el hecho de ponerse guardapolvo y aprender.

Mirá también: 10 aportes de la neurociencia para aprender a pensar

Ahora bien, con esta información quizás podamos reformular la pregunta inicial y preguntarnos: ¿está bueno estudiar para vivir mejor? Si vivir mejor es tener más esperanza de vida, salud y dinero. Parecería que sí.

Entonces ¿tener dinero me acerca de alguna u otra forma una mejor calidad de vida? No necesariamente, pero existen evidencias científicas que confirman que poseer un mínimo de dinero nos proporciona la suficiente liberación de carga mental que es necesaria para tomar buenas decisiones. Cobrar un sueldo no solo puede aliviar tu situación financiera, sino también liberar un gasto de «energía mental» que puede ser empleada en resolver otros problemas que tienen que ver con inhibir impulsos que nos llevan a tomar malas decisiones una y otra vez. En otras palabras, cuando el bolsillo te urge y cada día tenés que apretar el cinturón un poco más, la demanda cognitiva por la supervivencia es tan elevada que le quita la posibilidad redistribuir parte de esa «energía o nafta» en resolver otras demandas cognitivas.

Si a esta altura del texto seguís dudando sobre la importancia de la educación te puedo contar que desde hace unos años la humanidad tiene la posibilidad de espiar cómo funciona el cerebro, gracias a un aparato llamado resonador magnético funcional. Este avance tecnológico además de generar miles de datos para mejorar el diagnóstico de enfermedades, nos permite empezar a comprender qué partes de nuestro cerebro son activadas ante determinados estímulos, situaciones o decisiones.

Esta tecnología, por ejemplo, les permite a los científicos medir la superficie de la corteza (o sea la parte externa de nuestro cerebro). Estructura que funcionaría como una posible área del cerebro a ser candidata como indicador sensible sobre las capacidades cognitivas. Es decir que más desarrollo cognitivo correlacionaría con el crecimiento de esta región periférica y fundamental de nuestro cerebro.

Mirá también: Así influye la música en la salud del cerebro

Fue así que a partir del uso de esta tecnología hace muy poco muchos neurocientíficos se preguntaron ¿qué tal si analizamos el nivel educativo de los padres y lo comparamos con el tamaño de las regiones relacionadas con el lenguaje, la lectura y las funciones ejecutivas (razonar, tomar de decisiones) de sus hijos? Quizás de esa forma podremos comprender por qué vale la pena estudiar.

La respuesta fue realmente bastante abrumadora. Cuando los padres no fueron a la universidad (tuvieron 12 años de educación formal) los científicos hallaron que sus hijos tenían la corteza cerebral más pequeña (aproximadamente 3 %) que los hijos de padres que sí habían ido. Así es querido lector, tu formación educativa influye directamente en el tamaño del cerebro de tu hijo.

Pero no termina ahí. Para sumar culpa al desarrollo cerebral de tus hijos, los investigadores hicieron la misma evaluación pero separando a los padres según los ingresos. De nuevo, encontraron una correlación entre el tamaño de la corteza y los recursos económicos. Esta vez, con diferencias cercanas al 6% cuando comparamos las cortezas de los hijos de familias pobres con las de las familias de clase media. Cuanto más pobre sos, más jíbaros son tus hijos. Terrible.

Pero entonces, ¿necesito ser rico para tener más capacidades cognitivas? Definitivamente no. Porque no se observan diferencias entre los cerebros de personas de recursos medios y altos. A partir de la clase media, tener más dinero no mejora tu cognición.

Entender que tener el cerebro más pequeño a causa de la marginalidad está vinculado directamente a déficits cognitivos es comprender una parte importante de la condena social. En simples palabras, justificar científicamente que las deficiencias económicas y sobre todo educativas producen un deterioro intelectual, por el que seguramente se perpetúe infinitamente la pobreza. Tomar malas decisiones, no tener la capacidad para comprender, no poder razonar correctamente o tener problemas de aprendizaje se asocia con los niveles terribles de desigualdad. Acotar esa brecha es brindar la posibilidad de poder crecer.

Por vos, por tu salud, por tu cerebro, por tus hijos, por un mundo mejor definitivamente VALE LA PENA ESTUDIAR.

Fuente: http://www.clarin.com/buena-vida/psico/Salud-dinero-cerebro-pena-estudiar_0_1624037607.html

Imagen:http://images.clarin.com/buena-vida/psico/menor-acceso-educacion-pobres-paises_CLAIMA20160801_0034_28.jpg

Comparte este contenido:

España: ¿Ha cambiado nuestro cerebro con las redes sociales?

España/MADRID/Rocío Galán  /Miércoles  04.05.2016/EFE

Los expertos apuntan que las redes sociales han sido capaces de provocar modificaciones en nuestros cerebros. Pero, ¿se trata de una evolución a mejor, o las redes sociales, la tecnología e Internet nos perjudican? Afectan, sobre todo, a los llamados nativos digitales.

Hace aproximadamente diez años que las redes sociales llegaron a nuestras vidas y según los expertos en neurología, en este tiempo ya han sido capaces de modificar nuestro cerebro. Este ha sido uno de los temas centrales de la reunión ‘Redes III’, organizada por la compañía biomédica Pfizer, que ha reunido a psiquiatras de toda España en Córdoba.

Sobre los efectos de las redes sociales sobre el cerebro, el doctor Pedro Bermejo, neurólogo y presidente de la Asociación Española de Neuroeconomía explica que “ya se han comprobado sobre nativos digitales y se conoce que estos aprenden de un modo ligeramente diferente a los que no lo son.

Efectos positivos pero también negativos

Según las conclusiones de esta reunión, el uso de redes sociales tiene numerosos efectos positivos sobre el cerebro: desde el desarrollo de nuevas conexiones cerebrales hasta la creación de nuevos métodos de aprendizaje.

De hecho, el cerebro parece ser capaz de crear nuevas redes neuronales mientras se navega por Facebook, Twitter o Youtube entre otras. Para los profesionales sanitarios, esto significa que el cerebro tiene la suficiente plasticidad para adaptarse a este tipo de nuevos retos.

Sin embargo, los expertos también señalan que las redes sociales y las nuevas tecnologías pueden provocar adicción dado que parte del procesamiento cerebral de las redes sociales tiene lugar en los circuitos relacionados con las recompensas y su uso no controlado podría estar asociado a algunos trastornos psiquiátricos como las adicciones.

“Los nativos digitales son capaces de hacer varias tareas a la vez con mejor resultado y por otra son más rápidos buscando información para dar respuesta a preguntas concretas”, explica el neurólogo, añadiendo que “se ha comprobado que tienen mayor dificultad para discernir entre las fuentes de información fiables y la que no lo son, dándole más importancia a la información que captan de sus amigos y conocidos, y menos a las páginas web oficiales y más confiables”.

Las redes sociales desde el punto de vista médico

Desde una perspectiva biológica, se ha demostrado que las redes sociales provocan cambios en los neurotransmisores como la oxitocina, la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la testosterona y el cortisol.

EFE/Rolf Vennenbernd

EFE/Rolf Vennenbernd

Mayores niveles de oxitocina se relacionan con más compras e inversión, y con una mayor influencia de la familia y la pareja. La adrenalina, que se libera puntualmente en el uso de redes sociales estaría vinculada con la agresividad mientras que la dopamina se libera cuando se recibe un ‘like’. De esta manera se activan los centros de recompensa y se incrementa la sensación de felicidad.

El aumento de la serotonina podría modificar los comportamientos sociales hacia un carácter más introvertido y la prioridad de los intereses individuales frente a los de grupo. Por otra parte, altos niveles de testosterona se vinculan con una menor tendencia a establecer nuevas amistades en Facebook y el cortisol tendría impacto en la fidelidad a las amistades.

Entre los cambios en las capacidades cerebrales, los expertos también señalan  la influencia de las redes sociales en cuestiones como la pérdida de capacidad de concentración y de prestar atención, así como la de leer y escribir textos largos. Respecto a los beneficios sociales de las redes sociales existe consenso sobre el papel definitorio de las redes sociales en la búsqueda de pareja o relaciones sexuales, su impacto en la educación, búsqueda de trabajo o compra online.

Tecnología, cerebro y salud… ¿en riesgo?

Tal y como explica el especialista, “la utilización de Internet es capaz de activar numerosas áreas del cerebro adulto aunque todavía no se ha evaluado cómo las nuevas tecnologías pueden contribuir en la rehabilitación de pacientes con daño cerebral adquirido, como ictus o traumatismos craneoencefálicos. Es necesario incrementar la evidencia científica sobre la aplicación terapéutica de las nuevas tecnologías a los pacientes con lesiones cerebrales”.

Aunque las ventajas son múltiples, un uso irresponsable de las redes sociales también puede poner en peligro la salud, los expertos vinculan algunas enfermedades inflamatorias o auditivas a un uso excesivo. Incluso alertan de que utilizar el teléfono móvil por la calle aumenta los atropellos y se calcula que en más del 90% de los accidentes en los que el responsable es el peatón, están relacionados con el uso de los smartphones.

El doctor Bermejo concluye que “aunque es muy difícil realizar predicciones en este tema, parece claro que nuestro cerebro se adaptará a tener una gran cantidad de información disponible con la que poder trabajar y cada vez será menos necesario almacenar información. Por ello, se prevé que las áreas de memoria de trabajo para manejar varios datos a la vez se ampliarán en detrimento de aquellas regiones cerebrales que utilizamos para memorizar a largo plazo”.

Fuente: http://www.efesalud.com/noticias/ha-cambiado-nuestro-cerebro-con-las-redes-sociales/

Imagen: http://www.efesalud.com/wp-content/blogs.dir/2/files_mf/cache/th_73d9f63cbf68d5d7391d41bb4dcbecbf_amnesia-digital-3-efesalud.jpg

Comparte este contenido:
Page 11 of 12
1 9 10 11 12
OtrasVocesenEducacion.org