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Los alumnos de ESO se informan más sobre ciencia a través de Google

Europa/España/26-12-2019/Autor(a) y Fuente: www.agenciasinc.es

Por: SINC

La mayor parte de la cultura científica se adquiere durante la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y es Google (y no los profesores) la primera fuente de información que consultan los adolescentes, según una investigación de la Universidad Complutense de Madrid. Según los científicos, los alumnos muestran un nivel alto en conocimientos de ciencia básica frente a la media europea.

Ampliar la cultura científica del alumnado de Educación Secundaria Obligatoria es uno de los retos de la educación actual. En esa misión están implicados sus profesores, a pesar de que son la segunda fuente de información científica de los adolescentes, superados ya por un potente actor mundial: Google.

A Google (66,5%) y a los profesores (57,7%) les sigue la televisión y YouTube como fuentes de información científica

“Esto confirma claramente que el paradigma de adquisición de información está cambiando y se debe tener en cuenta para todas las decisiones que impliquen la transmisión de la ciencia y la cultura”, destaca José Antonio López Moreno del departamento de Psicobiología y Metodología en las Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Estos resultados se extraen del proyecto “Evaluación digital de la Cultura Científica en ESO”, cofinanciado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y la Universidad Camilo José Cela, y en el que han participado 4.730 alumnos de ESO de la Comunidad de Madrid matriculados en centros públicos, privados y concertados.

Según la investigación, la mayor parte de nuestra cultura científica se adquiere entre los 12 y 16 años. Para llegar a esta conclusión, los investigadores han comparado los resultados obtenidos por los alumnos de ESO con los resultados obtenidos por adultos en Estados Unidos y en varios países de Europa.

“A pesar de los informes PISA, los alumnos de ESO de la Comunidad de Madrid muestran un nivel alto en conocimientos de ciencia básica frente a la media europea”, añade López Moreno.

Albert Einstein, el más conocido

Sin embargo, destaca el alto porcentaje de alumnos que no conoce a ningún investigador español: el 77%. El científico más conocido es Albert Einstein, seguido de Marie Curie e Isaac Newton, resultados que concuerdan con los resultados de otros estudios internacionales.

A Google (66,5%) y a los profesores (57,7%) les sigue la televisión y YouTube como fuentes de información científica. En las redes sociales, uno de cada cuatro estudiantes afirma que ha adquirido conocimiento científico a través de ellas, a pesar de que su uso está asociado a un menor tiempo dedicado a la ciencia y a la cultura.

Según la investigación, la mayor parte de nuestra cultura científica se adquiere entre los 12 y los 16 años

“Un aspecto relativamente preocupante del estudio es que el 30% de los estudiantes de la ESO nunca han ido a una biblioteca y que uno de cada cuatro alumnos de ESO declara no haber realizado nunca alguna actividad relacionada con la ciencia y la cultura en su tiempo libre”, dice el investigador.

Varias cuestiones versaron sobre los estereotipos de los científicos. La mayoría concibe en su imaginario al científico como una persona “mayor, con gafas, inteligente y poco mentirosa”. Para la gran mayoría de los alumnos, un científico podría ser presidente del Gobierno de España, pero lo que más claro tienen, más del 90%, es que esta profesión es menos querida que la de futbolista.

“Nuestros resultados muestran esencialmente que los alumnos de ESO tienen un nivel de conocimiento científico muy parecido a los adultos de Estados Unidos y de Europa con el mismo nivel de formación. Sin embargo, todavía queda mucho por avanzar y se debe investigar la influencia de internet, a través de todos los dispositivos, sobre el aprendizaje de la ciencia. El siguiente paso es replicar esta evaluación a nivel nacional, tomando una muestra representativa de alumnos en cada comunidad autónoma de España”, concluye López Moreno.

Fuente e Imagen: https://www.agenciasinc.es/Noticias/Los-alumnos-de-ESO-se-informan-mas-sobre-ciencia-a-traves-de-Google

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Libro en youtube: 21 lecciones para el siglo XXI. Autor: Yuval Noah Harari

Reseña: «No tener smartphone es símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno. Lo nuevo es protegerse contra los ladrones que quieren retener nuestra atención». Así lo asegura el autor de «21 lecciones para el siglo XXI», que saltó a la fama con «Sapiens» y «Homo Deus», best seller del momento, con más de diez millones de copias vendidas en todo el mundo.

En su nuevo libro aparecen temas de sus obras anteriores, pero si el primer ensayo se centraba en el pasado y el segundo en el futuro, el tercero se ocupa del presente. El ser humano a punto de desaparecer , en uno o dos siglos el homo sapien desaparecerá y será remeplazadopor entidades, el fin de la evolucion tal y como la hemos conocidfo en cuatrobillones de años. Dentro de uno o dos siglos la seleccion natural serña sustiuida por el diseño inteligente, a punto de despedir el homo sapiens

El pensador israelí Yuval Noah Harari alerta en 21 lecciones para el siglo XXI (Debate) sobre la “dictadura del algoritmo” que podría avecinarse: un mundo en el que las principales decisiones políticas, económicas y sociales son tomadas por complejos cálculos de computación que ya muy pocos comprenden, socavando la libertad individual y generando una nueva masa de desheredados. “Toda la riqueza y todo el poder podrían estar concentrados en manos de una élite minúscula, mientras la mayoría de la gente sufriría no la explotación, sino algo mucho peor: la irrelevancia”.

Tras el éxito de Sapiens, conseiderado la historia o un viaje al pasado, publicó Homo Deus, un viaje a un futuro dominado por la tecnología, que también fue bastante bien recibido en las librerías. Falta por ver qué pasa con su nuevo libro, que como el mismo Harari ha explicado está inspirado en artículos suyos publicados en varios periódicos y debates que han surgido durante las conferencias que ha pronunciado y las entrevistas que ha concedido. En él aparecen temas de sus libros anteriores, pero si el primer ensayo se centraba en el pasado y el segundo en el futuro, el tercero se ocupa del presente.

Nuestros tres principales problemas son globales. Un solo país no puede arreglarlos. Hablo de la amenaza de una guerra nuclear, del cambio climático y de la disrupción tecnológica, en especial el auge de la inteligencia artificial y la bioingeniería. Por ejemplo, ¿qué podría hacer el Gobierno español contra el cambio climático? Aunque España se convirtiera en el país más sostenible y redujera sus emisiones a cero, sin la cooperación de China o Estados Unidos, no serviría de mucho. En cuanto a la tecnología, aunque la UE prohíba experimentar con los genes de una persona para diseñar superhumanos, si Corea o China lo realizan, ¿qué haces? Es probable que Europa acabara creando seres superinteligentes para no quedarse atrás. Es difícil ir en la dirección contraria.

En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder. La censura no funciona bloqueando el flujo de información, sino saturando a la gente de desinformación y distracciones. 21 lecciones para el siglo XXI atraviesa estas aguas pantanosas y afronta algunas de las cuestiones más urgentes de la agenda global.

¿Por qué está la democracia liberal en crisis? ¿Ha vuelto Dios? ¿Estamos a las puertas de una nueva guerra mundial? ¿Qué implica la victoria de Donald Trump? ¿Qué podemos hacer con la epidemia de noticias falsas? ¿Qué civilización domina el mundo: Occidente, China, el islam?  ¿Puede el nacionalismo resolver los problemas de desigualdad y el cambio climático? ¿Qué deberíamos hacer con el terrorismo? ¿Qué deberíamos enseñar a nuestros hijos?

Somos miles de millones las personas que apenas podemos permitirnos el lujo de indagar en estas cuestiones porque tenemos cosas más urgentes que hacer: ir a trabajar, cuidar de nuestros hijos u ocuparnos de nuestros padres ya ancianos. Lamentablemente, la historia no hace concesiones. Si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados dando de comer y vistiendo a nuestros hijos, ni los demás ni nosotros nos libraremos de las consecuencias. Esto es muy injusto, pero ¿quién dijo que la historia es justa?

Un libro no proporciona alimento ni ropa a la gente, pero sí puede ofrecer cierta claridad y de esta manera contribuir a nivelar el terreno de juego global. Si esta obra empodera aunque solo sea a un puñado de personas para que se incorporen al debate sobre el futuro de nuestra especie, habrá cumplido su cometido.

Después de que Sapiens ahondara en el pasado de la humanidad y Homo Deus considerara nuestra existencia en un futuro impulsado por el diseño inteligente, 21 lecciones para el siglo XXI se detiene para centrarse en las cuestiones más importantes de nuestro presente. ¿Qué está ocurriendo ahora mismo? ¿Cuáles son los grandes retos y opciones de nuestro presente? ¿A qué debemos prestar atención?

21 lecciones para el siglo XXI se construye sobre las ideas exploradas en los dos libros previos para tomar el pulso al actual clima global. Desenmaraña cuestiones políticas, tecnológicas, sociales y existenciales, y pone de relieve cómo impactan en nuestro día a día. Presentando de forma clara y accesible los complejos retos contemporáneos, este libro invita al lector a plantearse valores, significados y compromisos personales en un mundo lleno de ruido e incertidumbre.

Relato comunista, fascista y liberal…

¿Qué preguntas son importantes para usted?, le preguntó Cristina Galindo en ELPAIS cuando el autor promovía el nuevo libro, y Harari respondió: «El mayor problema político, legal y filosófico de nuestra época es cómo regular la propiedad de los datos. En el pasado, delimitar la propiedad de la tierra fue fácil: se ponía una valla y se escribía en un papel el nombre del dueño. Cuando surgió la industria moderna, hubo que regular la propiedad de las máquinas. Y se consiguió. Pero ¿los datos? Están en todas partes y en ninguna. Puedo tener una copia de mi historial médico, pero eso no significa que yo sea el propietario de esos datos, porque puede haber millones de copias de ellos. Necesitamos un sistema diferente. ¿Cuál? No lo sé. Otra pregunta clave es cómo conseguir una mayor cooperación internacional.

“No tener smartphone es símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno. Lo nuevo es protegerse contra los ladrones que quieren retener nuestra atención”

Previamente, Iñaki Gabilondo había entrevistado a Yuval Noah Harari, entre cuyos seguidores se encuentran Barack Obama o Mark Zuckerberg. En su siguiente libro ‘Homo deus’ pinta un negro futuro para la humanidad. Pronostica que la humanidad se dividirá entre una superélite de humanos mejorados y una masa de personas «inútiles». El mundo va a cambiar radicalmente gracias a los algoritmos, el big data y la inteligencia artificial.

Fuente: https://www.ibercampus.es/21-lecciones-para-el-siglo-xxi–38269.htm

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Harvey Sánchez: ‘El debate sobre educación superior es superficial’ . Ecuador

Redacción: El Comercio

Hace más de dos años dejó el Instituto de Evaluación Educativa (Ineval). Es uno de los cuatro consejeros técnicos de alto nivel del Laboratorio de la Evaluación de la Unesco. Y, como ecuatoriano nacionalizado, sigue de cerca los procesos en el país. Desde Rusia, Harvey Sánchez habló con este Diario a propósito de los ajustes al Ser Bachiller, examen que ayudó a construir.

En Ecuador, hasta antes del 2012, no había una prueba nacional de ingreso a la ‘U’ pública. Varias tenían filtros, pero la regla era hacer fila por un cupo. ¿De qué dimensión fue el vuelco con la prueba?

El ENES inició como una colaboración entre las universidades públicas relevantes. La Senescyt financió su ampliación nacional, coordinada por la Espe, en los primeros años. El objetivo: transparentar el ingreso y hacer más eficientes los procesos de admisión, un problema histórico por el limitado número de espacios, que aumenta, hay más graduados.

¿Pero cuál fue el impacto?

​Que se pueda concursar en un único proceso transparente, de forma libre y voluntaria, por todos los cupos del sistema. Y no solo por los que quedaban después de los dados por favores y coimas.

Desde que se empezó a tomar el examen se debate sobre si están todos aptos para ir a la ‘U’. ¿Qué opina?​

En la educación ecuatoriana hay desafíos que no se debaten o que solo se mencionan superficialmente. Es más fácil simular cambios que transformar al sistema de raíz. Hay puntos vitales para debatir: acceso y calidad; se basan en el mismo derecho de los humanos a desarrollar aprendizaje en condiciones de igualdad.

Los políticos repiten que las madres sufren porque sus hijos no acceden a cupos. Culpan a la prueba. ¿Qué pasa en el mundo?​

La angustia de las familias está justificada, además esta tensión seguirá sin resolverse porque no se afronta el desafío con claridad. En todos los países y universidades del mundo existen procesos de evaluación. En la mayoría son de admisión y en absolutamente todos la permanencia depende de las evaluaciones.

¿Es un desafío para los países, la admisión a la ‘U’?

La distribución de oportunidades es el desafío, no hay espacio para todo aspirante y no todo bachiller se gradúa con aprendizajes indispensables.

¿Qué se debe considerar?

​Que el seleccionado tenga habilidades para afrontar los estudios y que no se discrimine por haber nacido en un lugar con marginación. Por eso debe haber acciones afirmativas en el proceso de ingreso.

Se anunciaron ajustes a la prueba, ¿se culpa al filtro?

​Aplica el dicho: ‘se culpa a la báscula porque la vaca no engorda’. Es fácil darse cuenta del engaño. Es claro lo que se necesita, mejorar la calidad de la educación, especialmente en el bachillerato en los lugares más marginales del Ecuador, para que las oportunidades sean verdaderas y, al mismo tiempo, ampliar y diversificar la oferta, ya que sin importar si hay examen o rifa para asignar el mismo número de cupos, el número de angustiados seguirá creciendo.

¿Cómo lograr equidad?​Las habilidades de pensamiento están mejor distribuidas entre los estudiantes que los conocimientos aprendidos en las aulas, mediante el currículo. Por eso orientar el Ser Bachiller al currículo y eliminar razonamientos como el abstracto impactará negativamente en quienes asisten a las escuelas de menor capacidad y en donde los alumnos aprenden menos, aunque tienen igual capacidad e inteligencia. Son las del ámbito rural, interculturales.

¿Ellos requieren un examen diferenciado?​

El punto no es medir diferente sino trazar estrategias para atender bajos resultados, motivados por la pobreza. En vez de maquillar la situación hay que hacer correcciones. En el gobierno anterior se impulsaron avances. Pero no se logró cambiar la matriz productiva. Se pusieron en marcha cambios, varios continúan por ser valiosos y otros se han sustituido por ocurrencias sin mirada a largo plazo. Hace falta expandir la oferta sostenidamente y de forma pertinente.

¿Eso qué implica?​

Continuar con los institutos y aumentar los programas semipresenciales con un fuerte componente de evaluación y certificación, que garantice que los títulos son equivalentes. Es necesario insistir en la calidad como punto central o tendremos un problema mayor en los siguientes años, ya que no solamente no cambiará la matriz productiva, sino que no podremos ni abastecer nuestras necesidades mínimas de tecnología.

En América aún los bachilleres buscan ir a la universidad, ¿qué opción hay?​

Pese a las múltiples opciones productivas, la educación superior es central para el desarrollo de los países. Las personas bien preparadas crean e innovan autónomamente. Para aumentar las probabilidades de éxito en un emprendimiento se necesitan habilidades, muchas se aprenden en los estudios superiores. Pero hay que aumentar la oferta; hay oficios que son y seguirán siendo bien remunerados.

Fuente: https://www.elcomercio.com/actualidad/harvey-sanchez-debate-educacion-superior.html

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Serie de animación “La mujer en la ciencia”

 

Por: mujeresconciencia.

Una de las limitaciones para que más niñas quieran seguir una carrera científica es la falta de referentes femeninos en estos campos. Con el objetivo de acabar con este hándicap, el Museo de Ciencias Universidad de Navarra presenta el proyecto “La mujer en la ciencia”: una serie de animación que narra, a través de pequeños videos y en un tono divulgativo, la biografía de científicas relevantes en su campo pero que resultan desconocidas para el público general.

Las ilustraciones y la animación del vídeo de este proyecto son del profesor de bioquímica Iñigo Izal Azcárate y la narración en voz en off corre a cargo de la periodista Eva Lus (Radio Universidad de Navarra). También colabora en esta serie de animación el grupo Women for Science and Technology y diferentes personas expertas asesoran en la elaboración de los guiones de las distintas biografías.

Iremos añadiendo los videos a medida que vayan apareciendo.

De momento, las protagonistas de estas historias son la microbióloga Alice Catherine Evans (1881-1975), la enfermera y estadística Florence Nightingale (1820-1910), la bióloga y divulgadora Rachel Louise Carson (1907-1964), la astrónoma Cecilia Payne-Gaposchkin (1900-1979), …

Edición realizada por Marta Macho Stadler

Fuente del documento: https://mujeresconciencia.com/2019/11/19/serie-de-animacion-la-mujer-en-la-ciencia/?fbclid=IwAR3HEyeABAdxmr3kq67VkhSPTGl21xCKJbTtre-1lSggIUHMuzowipfjnyA

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Vídeo del taller: ¿Qué es la ciencia y cómo se debe afrontar desde la izquierda?

Redacción: Rebelión

Descripción del vídeo

Taller “¿Qué es la ciencia y cómo se debe afrontar desde la izquierda?” de la Escuela de Verano 2019 de Izquierda Unida, con:

· Alfredo Caro Maldonado – Doctor en biología y miembro del colectivo “La paradoja de Jevons” de El Salto Diario

· Immacolata Giordano – Investigadora del Centro de Investigación Cooperativa en Biociencias.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261639&titular=%BFque%26%23769%3B-es-la-ciencia-y-co%26%23769%3Bmo-se-debe-afrontar-desde-la-izquierda?-
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De cómo la ciencia ha cambiado nuestro sentido de identidad

Por: Nathaniel Comfort

Los avances biológicos han cambiado repetidamente la percepción que tenemos de nosotros mismos, escribe Nathaniel Comfort, en el tercer ensayo de una serie, en conmemoración del aniversario de Nature, sobre cómo los últimos 150 años han ido moldeando la ciencia actual.

En el icónico frontispicio de Evidence as to Man’s Place in Nature [Evidencias sobre el lugar que ocupa el hombre en la naturaleza] de Thomas Henry Huxley (1863), esqueletos de primates caminan a través de la página, presumiblemente hacia el futuro: “Gibón, orang, chimpancé, gorila, hombre”. Pruebas recientes de anatomía y paleontología habían situado el lugar de los humanos en la escala natural de forma científicamente irrefutable. Vamos inequívocamente en compañía de los animales, aunque encabecemos la fila.

Atribuido a Paul D. Stewart/SPL

Nicolás Copérnico nos había desplazado del centro del universo; ahora Charles Darwin nos desplazaba del centro del mundo vivo. Independientemente de cómo se tomara uno esta degradación (Huxley no estaba preocupado; Darwin sí), no había duda del mensaje más amplio de Huxley respecto a que la ciencia por sí sola puede responder a lo que él llamaba la “pregunta de las preguntas”: “El lugar del hombre en la naturaleza y sus relaciones con el universo de cosas”.

La pregunta de Huxley ocupó un lugar destacado en los primeros números de la revista Nature. Ingenioso y provocativo, el “Bulldog de Darwin” era uno de los ensayistas más solicitados de la época. Norman Lockyer, editor-fundador de la revista, se anotó un buen tanto cuando persuadió a su amigo para que se convirtiera en colaborador habitual. Y Huxley reconocía una tribuna en cuanto la veía. Dio el salto y utilizó las páginas de Nature para defender el darwinismo y la utilidad pública de la ciencia.

Fue en el séptimo número, el 16 de diciembre de 1869, cuando Huxley propuso un esquema para lo que llamó “darwinismo práctico”, que nosotros llamamos eugenesia. Convencido de que el dominio continuo del Imperio británico iba a depender del carácter “emprendedor enérgico” inglés, meditó respecto a la selección de una actitud dinámica entre los británicosi. Reconociendo que la ley, por no mencionar la ética, podría interferir, escribió: “Es posible influir, indirectamente, en el carácter y la prosperidad de nuestros descendientes”. Francis Galton -primo de Darwin y un planeta exterior al sistema solar de Huxley- estaba ya escribiendo sobre ideas similares y llegaría a ser conocido como el padre de la eugenesia. Entonces, cuando apareció esta revista, la idea de “mejorar” la herencia humana estaba en la mente de muchas personas, sobre todo como una potente herramienta del imperio.

La visión radiante de Huxley –sobre un progreso y triunfo humanos infinitos, propiciados por la marcha inexorable de la ciencia- incorpora un problema con los llamados valores de la Ilustración. El precepto de que la sociedad debería basarse en la razón, los hechos y las verdades universales ha sido un tema rector de los tiempos modernos. Lo que en muchos sentidos es algo espléndido (últimamente he visto suficiente gobernanza sin evidencias como para toda una vida). Sin embargo, la navaja de Occam tiene un doble filo. Los valores de la Ilustración se han adaptado a creencias chirriantemente discordantes, como que todos los hombres son creados iguales, que habría que decapitar a los aristócratas y que puede venderse a las personas como esclavos.

Quiero sugerir que muchos de los peores capítulos de esta historia son el resultado del cientifismo: la ideología de que la ciencia es la única forma válida de comprender el mundo y resolver los problemas sociales. Donde la ciencia ha expandido y liberado a menudo nuestro sentido de identidad, el cientifismo lo ha limitado.

A lo largo de los últimos 150 años, podemos ver que tanto la ciencia como el cientifismo moldean la identidad humana de muchas maneras. La psicología del desarrollo se centró en el intelecto, lo que llevó a la transformación del CI (coeficiente intelectual) de una herramienta educativa en un arma de control social. La inmunología redefinió el “yo” en términos del “no-yo”. La teoría de la información proporcionó nuevas metáforas que reformulaban la identidad como algo que reside en un texto o en un esquema eléctrico. Más recientemente, los estudios celulares y moleculares han relajado las fronteras del yo. La tecnología reproductiva, la ingeniería genética y la biología sintética han hecho que la naturaleza humana sea más maleable; la epigenética y la microbiología complican las nociones de individualidad y autonomía; y la biotecnología y la tecnología de la información sugieren un mundo donde el yo está repartido, disperso, atomizado.

Las identidades individuales, arraigadas en la biología, tal vez nunca hayan jugado un papel más importante en la vida social, incluso cuando sus límites y parámetros se vuelven cada vez más difusos.

Diseños sobre la inteligencia

“Es preciso introducir métodos de precisión científica en todo el trabajo educativo para llevar a todas partes el buen sentido y la luz”, escribió el psicólogo francés Alfred Binet en 1907 (traducción al inglés publicada en 1914ii). Una década antes, Binet y Théodore Simon desarrollaron una serie de pruebas para escolares franceses para medir lo que llamaron la “edad mental”. Si la edad mental de un niño fuera inferior a su edad cronológica, podría recibir ayuda adicional para ponerse al día. El psicólogo alemán William Stern llevó la ratio de la edad mental a la cronológica, que dio lo que llamó coeficiente intelectual y, en teoría, podían hacerse comparaciones a través de los grupos. Mientras tanto, Charles Spearman, estadístico británico y eugenista de la escuela de Galton, encontró una correlación entre el rendimiento de un niño en diferentes pruebas. Para explicar las correlaciones, teorizó una cualidad innata, fija y subyacente que llamó “g” para la “inteligencia general”. Luego, el psicólogo estadounidense Henry Goddard, con el eugenista Charles Davenport susurrando en su oído, afirmó que un coeficiente intelectual bajo era un rasgo mendeliano simple. Por lo tanto, paso a paso científico, el coeficiente intelectual se convirtió de una medida del rendimiento pasado de un niño determinado en un indicador del rendimiento futuro de cualquier niño.

El coeficiente intelectual se convirtió en una medida no de lo que haces, sino de quién eres: una puntuación para el valor inherente de uno como persona. Durante la Era Progresista, los eugenistas se obsesionaron con la inteligencia baja, creyendo que era la raíz del crimen, la pobreza, la promiscuidad y la enfermedad. Cuando Adolf Hitler expandió la eugenesia a grupos étnicos y culturales enteros, decenas de miles de personas en todo el mundo habían sido ya arrancadas del acervo génico, esterilizadas, institucionalizadas, o ambas cosas.

Yo no

Los inmunólogos adoptaron otro enfoque. Localizaron la identidad en el cuerpo, definiéndola en términos relacionales más que absolutos: el yo y el no-yo. El rechazo al injerto de tejido, las alergias y las reacciones autoinmunes podrían entenderse no como una guerra sino como una crisis de identidad. Se trataba de un terreno bastante filosófico. De hecho, el historiador Warwick Anderson ha sugerido queiii en inmunología, el pensamiento biológico y social han estado “mezclándose promiscuamente en un entorno tropical común bajo las palmeras”.

El Platón inmunológico fue el inmunólogo australiano Frank MacFarlane Burnet. El diseño de Burnet de la inmunología como la ciencia del yo fue una respuesta directa a su lectura del filósofo Alfred North Whitehead. Ojo por ojo, los teóricos sociales desde Jacques Derrida hasta Bruno Latour y Donna Haraway se han apoyado en las imágenes y conceptos inmunológicos al teorizar el yo en la sociedad. El hecho es que el pensamiento científico y el social están profundamente implicados, reverberantes, co-construidos. No puedes entender completamente el uno sin el otro.

Más tarde, Burnet se sintió atraído por las nuevas metáforas tomadas de la cibernética y la teoría de la información. “Está en el espíritu de los tiempos”, escribió en 1954iv, creer que pronto habría “una ‘teoría de las comunicaciones’ del organismo vivo”. De hecho, la hubo. En el mismo período, los biólogos moleculares se enamoraron también de las metáforas de la información. Después de la solución de 1953 de la doble hélice del ADN, cuando el problema del código genético tomó forma, los biólogos moleculares encontraron que las analogías con la información, el texto y la comunicación eran irresistibles, tomando prestadas palabras como “transcripción”, “traducción”, “mensajeros”, “transferencias” y “señalización”. El genoma «se deletrea» en un «alfabeto» de cuatro letras, y casi siempre se discute como texto, ya sea un libro, un manual o una lista de partes. No por coincidencia estos campos crecieron junto con la informática y la industria informática.

El yo de la posguerra se convirtió en una cifra que había que decodificar. Las secuencias del ADN podrían ser digitalizadas. Sus mensajes podrían, al menos en teoría, ser interceptados, decodificados y programados. Pronto se hizo difícil no pensar en la naturaleza humana en términos de información. En la década de 1960, se empezó a conocer el ADN como el “secreto de la vida”.

Muchos yoes

A finales de los años sesenta y setenta, los críticos (incluidos varios científicos) se preocuparon cada vez más de que la nueva biología pudiera alterar lo que significa ser humano. Los problemas éticos y sociales planteados eran “demasiado importantes para dejarlos exclusivamente en manos de las comunidades científica y médica”, escribió James Watson (famoso por sus aportaciones sobre el ADN que más tarde cayó en la infamia) en 1971.

En 1978, Patrick Steptoe y Robert Edwards tuvieron éxito con la fertilización humana in vitro, lo que llevó al nacimiento de Louise Brown, la primera “bebé probeta”. En 1996, la clonación humana parecía estar a la vuelta de la esquina tras la clonación de una oveja que Ian Wilmut y su equipo llamaron Dolly.

La clonación y la ingeniería genética impulsaron mucha búsqueda del alma pero poco encuentro del alma. Durante mucho tiempo ha habido algo terrible y fascinante en la idea de fabricar una persona, quizás no exactamente una persona. ¿Tendrían los individuos clonados los mismos derechos que los nacidos naturalmente? ¿Se deshumanizaría de alguna manera a un bebé concebido o diseñado para ser donante de tejidos? ¿Tenemos derecho a alterar los genes de los no nacidos? O, como han argumentado los provocadores, ¿tenemos la obligación de hacerlo? El reciente desarrollo de potentes herramientas de modificación de los genes, como CRISPR, solo ha hecho que sea más urgente una participación amplia en esa toma de decisiones.

Macaco sometido a un trasplante de hígado de cerdo en China en 2013
Foto: VCG/Getty

Los argumentos, tanto a favor como en contra, en torno a la ingeniería humana se apoyan a menudo en una comprensión demasiado determinista de la identidad genética. El cientifismo puede ir en ambas direcciones. Un profundo reduccionismo localizó la naturaleza humana dentro del núcleo celular. En 1902, el médico inglés Archibald Garrod escribióv sobre una “individualidad química” basada genéticamente. En la década de 1990, cuando los primeros tsunamis de datos de secuencias genómicas comenzaron a bañar las costas de la ciencia básica, se hizo evidente que la variación genética humana era mucho más extensa de lo que habíamos pensado. Garrod se ha convertido en un tótem de la edad del genoma.

A finales de siglo, los visionarios habían comenzado a promocionar la llegada de la “medicina personalizada” basada en tu genoma. No más “tallas únicas”, decía el eslogan. En cambio, el diagnóstico y la terapia se adaptarían a ti, es decir, a tu ADN. Después del Proyecto del Genoma Humano, el coste de la secuenciación del ADN cayó en picado, haciendo que “tu genoma forme parte” de la cultura de masas.

Hoy en día, las universidades con tecnología avanzada ofrecen perfiles de genoma a todos los estudiantes que ingresan en primer curso. Las firmas de moda pretenden usar tu genoma para componer listas de vinos personalizadas, suplementos nutricionales, cremas para la piel, batidos o bálsamo labial. La secuencia se ha convertido en el yo. Como dice en el kit de prueba del ADN de la compañía de secuencias 23andMe, “Bienvenido a ti mismo”.

Los límites se difuminan

Pero tú no eres todo tú, ni mucho menos. El modelo de ADN como cianotipo está desactualizado, es casi pintoresco. Para los principiantes, todas las células en un cuerpo no tienen los mismos cromosomas. Las mujeres cisgénero son mosaicos: la inactivación aleatoria de un cromosoma X en cada célula significa que la mitad de las células de una mujer expresan la X de su madre y la otra mitad la de su padre. Las madres también son quimeras, gracias al intercambio de células con un feto a través de la placenta.

El quimerismo puede cruzar también el límite de la especie. Se han producido embriones chimpancés-humanos en el laboratorio, y los investigadores están trabajando de forma ardua para tratar de desarrollar órganos humanos inmuno-tolerantes en cerdos. Los genes, las proteínas y los microorganismos fluyen continuamente entre casi cualquier forma de vida que viva una junto a otra. John Lennon tenía razón: “Yo soy él como tú eres él como tú eres yo y somos todos a la vez”.

Incluso en términos estrictamente científicos, “tú” eres más que el contenido de tus cromosomas. El cuerpo humano contiene al menos tantas células no humanas (principalmente bacterias, arqueas y hongos) como humanasvi. Decenas de miles de especies microbianas se apiñan y empujan sobre y a través del cuerpo, con profundos efectos sobre la digestión, el aspecto, la resistencia a las enfermedades, la visión y el estado de ánimo. Sin ellos, no te sientes como si fueras tú; de hecho, no eres realmente tú. El ser biológico ha sido reformulado como un grupo de comunidades, todas ellas comunicadas entre sí.

Estas también retozan promiscuamente debajo de las palmeras. Los científicos descubrieron que podían usar el microbioma de una persona para identificar a su pareja sexual en el 86% de las vecesvii. Hallaron que las comunidades con mayor similitud en parejas que conviven están en los pies. El microbioma del muslo, por el contrario, está más estrechamente relacionado con su sexo biológico que con la identidad de su pareja.

Se puede entender que una parte del cuerpo, un pozo negro, un vagón de metro, un aula, -cualquier lugar con una comunidad característica- tienen una identidad genética. En dicha comunidad, la información genética pasa dentro y entre los organismos individuales a través del sexo, la depredación, la infección y la transferencia horizontal de genes. En el último año, los estudios han demostrado que las comunidades de microbios simbióticos en los mejillones de aguas profundas se aíslan genéticamente con el tiempo, como las especies. En los hongos, los genes llamados Spok (asesino de esporas) fluyen y refluyen y se recombinan a través de las especies mediante un “impulso meiótico”, una especie de botón genómico de avance rápido que permite que se produzca un cambio genético hereditario lo suficientemente veloz como para responder a un entorno que cambia rápidamente. El genoma, como dijo la genetista Barbara McClintock hace mucho tiempo, es un órgano sensible de la célula.

La epigenética disuelve aún más los límites del yo. Los mensajes codificados en el ADN se pueden modificar de muchas maneras: mezclando y combinando módulos de ADN, seleccionando u ocultando bits para que no puedan leerse, o cambiando el mensaje una vez leído, modificando su significado en la traslación. El ADN se enseñó una vez como un texto sagrado transmitido fielmente de generación en generación. Ahora, cada vez más evidencias apuntan al genoma nuclear como algo más que una bolsa de sugerencias, frases turísticas, sílabas y galimatías que usas y modificas según sea necesario. El genoma parece ahora menos la sede del yo y más un juego de herramientas para modelar ese yo. Entonces, ¿quién está haciendo la configuración?

El yo repartido

Los implantes cerebrales, las interfaces hombre-máquina y otros dispositivos neurotécnicos extienden el yo al dominio del “universo de las cosas”. La compañía Neuralink de Elon Musk en San Francisco, California, intenta hacer que la interfaz perfecta de la mente y la máquina -ese tropo de la ciencia ficción- sea una realidad (virtual). La inteligencia natural y la inteligencia artificial se juntan ya; no es descabellado que de alguna manera, algún día, se fusionen.

¿Puede el yo llegar no simplemente a ampliarse sino a distribuirse? El escritor y exeditor de Nature, Philip Ball, permitió a los investigadores tomar muestras de las células de su piel, convertirlas nuevamente en células-madre (con el potencial de convertirse en cualquier órgano) y luego cultivarlas en un “mini-cerebro”, tejido neural en una placa que desarrolló patrones de disparo eléctricos típicos de las regiones del cerebro. Otros productos básicos de ciencia ficción, como cultivar cerebros enteros en placas de Petri o cultivar órganos humanos en animales de granja, aún están muy lejos, pero se están realizando esfuerzos activos para lograrlos.

Control del yo

Sin embargo, hay una mosca de la fruta en la pomada. La mayoría de estas nociones de identidad del Siglo de las Luces y los escenarios dominantes de ciencia ficción del futuro post-humano han sido desarrollados por hombres con educación universitaria que no estaban discapacitados y que provenían de las clases medias y altas de las naciones ricas del norte global. Sus ideas reflejan no solo los hallazgos, sino también los valores de quienes han dominado durante demasiado tiempo el sistema científico: positivista, reduccionista y centrado en dominar la naturaleza. Quienes controlan los medios de producción de secuencias son quienes escriben la historia.

Eso ha comenzado a cambiar. Aunque queda mucho camino por recorrer, una mayor atención a la equidad, la inclusión y la diversidad ha moldeado ya profundamente el pensamiento sobre la enfermedad, la salud y lo que significa ser humano. Es importante que Henrietta Lacks, cuyas células tumorales se usan en laboratorios de todo el mundo, cultivadas y distribuidas sin su consentimiento, fuera una mujer pobre afroamericana. Su historia ha estimulado innumerables conversaciones sobre desigualdades y prejuicios en la biomedicina, y ha cambiado las prácticas en el mayor financiador biomédico de Estados Unidos: el National Institute of Health.

Considerando la genealogía genómica desde una perspectiva afroamericana, la socióloga Alondra Nelson ha revelado esfuerzos complejos y cargados de emociones para recuperar las historias familiares perdidas en el pasaje del medio. En la comunidad nativa americana, la creación de una identidad nativa genética fue una coproducción de la ciencia occidental y la cultura indígena, como demostró la historiadora Kim TallBear. Las concepciones de etnicidad basadas en el ADN están lejos de no ser problemáticas. Pero el impulso de hacer que las tecnologías del yo sean más accesibles, más democráticas –que tengan más que ver con la autodeterminación y menos sobre el control social- es, en su base, liberador.

En ninguna parte se ve esto más claro que en las personas que viven con discapacidades y que utilizan tecnologías de asistencia. Podrían ganar o recuperar modos de percepción, podrían comunicarse y expresarse de nuevas maneras y ganar nuevas relaciones en el universo de las cosas.

La artista Lisa Park juega con estas ideas. Ella usa tecnologías de biorretroalimentación y sensores derivados de la neurociencia para crear lo que ella llama representaciones audiovisuales del yo. Un árbol de luz que florece y deslumbra mientras los espectadores se dan la mano; piscinas de agua que resuenan armónicamente en respuesta a las ondas de electroencefalograma de Park; una “orquesta” de músicos androides que usan sensores cardíacos y cerebrales hacen una música inquietantemente bella al reaccionar e interactuar de diferentes maneras cuando Park, la directora de la orquesta, les indica que se quiten las vendas de los ojos, se miren, se hagan guiños, rían, se toquen o se besen. Sin embargo, incluso este sentido artístico, subjetivo e interactivo del yo está ligado a una identidad limitada por la biología.

Desde la Ilustración, hemos tendido a definir la identidad humana y el valor en términos de los valores de la ciencia misma, como si solo ellos pudieran decirnos quiénes somos. Esa es una noción extraña y estrecha de miras. Frente al colonialismo, la esclavitud, las epidemias de opioides, la degradación ambiental y el cambio climático, la idea de que la ciencia y la tecnología occidentales son las únicas fuentes confiables de autoconocimiento no puede sostenerse ya. Esto no significa poner toda la miseria humana a los pies de la ciencia, ni mucho menos. El problema es el cientificismo. Definir el yo solo en términos biológicos tiende a oscurecer otras formas de identidad, como el rol laboral o social de uno. Quizás la respuesta a la “pregunta de preguntas” de Huxley no sea, después de todo, un número. 

Referencias:

i H. [Huxley, T. H.] Nature 1, 183–184 (1869).

ii Binet, A. & Simon, T. Mentally Defective Children (Arnold, 1914).

iii Anderson, W. Isis 105 , 606–616 (2014).

iv Burnet, M. Sci. Am. 191 , 74–78 (1954).

v Garrod, A. E. Lancet 160 , 1616–1620 (1902).

vi Sender, R., Fuchs, S. & Milo, R. Cell 164 , 337–340 (2016).

vii Ross, A. A., Doxey, A. C. & Neufeld, J. D. mSystems 2 , e00043-17 (2017).

Nathaniel Comfort es profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Johns Hopkins, Baltimore, Maryland.

Fuente: https://www.nature.com/articles/d41586-019-03014-4

(Nature, núm 574, pág. 167-170, 2019)

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261888&titular=de-c%F3mo-la-ciencia-ha-cambiado-nuestro-sentido-de-identidad-

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Sexo y género, las dos variables que la ciencia ignora

Redacción:  La Vanguardia

Expertos afirman que ambos factores pueden mejorar los experimentos, reducir sesgos y fomentar la igualdad social.

Tener en cuenta el sexo y el género puede ayudar a los científicos a mejorar sus investigaciones. Así lo afirma un nuevo artículo publicado hoy en la revista Nature . En él se asegura que estos factores a menudo son ignorados en la ciencia.

“Es sorprendente hasta qué punto se pasan por alto”, dice en un comunicado de la Universidad de Exeter el biólogo marino Robert Ellis, coautor del estudio. “Necesitamos incluirlos en todos los niveles de investigación o, en caso de no hacerlo, proveer justificaciones basadas en evidencia experimental sobre por qué no son importantes”.

Según afirma el artículo, titulado “Sex and gender analysis improves science and engineering”, incorporar ambos factores supone ante todo fomentar la igualdad social al asegurar que los hallazgos de las investigaciones son aplicables a toda la población. A su vez puede mejorar los experimentos, reducir sesgos y promover nuevas oportunidades para los descubrimientos y la innovación.

Mejoras

Incorporar ambos factores supone ante todo fomentar la igualdad social al asegurar que los hallazgos de las investigaciones son aplicables a toda la población.

Ignorar el sexo (atributos biológicos que distinguen entre mujeres, hombres o intersexuales/hermafroditas) y el género (construcción social que afecta a cómo un individuo se identifica en el entorno) conlleva el riesgo de malinterpretar los datos y, posiblemente, alcanzar resultados perjudiciales. Ese fue el caso de los maniquíes empleados para pruebas de choque.

“Los maniquíes originales estaban basados en el físico masculino. Sin embargo, un estudio encontró que, como resultado, las mujeres conductoras estadounidenses tenían un 47% más de probabilidades que los hombres de sufrir lesiones graves en un accidente de coche similar”, afirma Ellis en el comunicado.

El campo de la biomedicina es el que más tiene en cuenta el sexo y el género en sus investigaciones

El campo de la biomedicina es el que más tiene en cuenta el sexo y el género en sus investigaciones (Pepo Subiranas)

Donde sí se tienen especialmente en cuenta ambos factores es en el campo de la biomedicina. Aquí se han realizado los mayores avances en la comprensión de las diferencias sexuales, por ejemplo, en relación con las bases genéticas y el sistema inmune.

“Sabemos que las células inmunes funcionan de forma diferente dependiendo de si tienen el complemento cromosómico XX o XY o si están expuestas a diferentes concentraciones de hormonas sexuales en el cuerpo. Hay implicaciones interesantes de tratamientos con anticuerpos y nuevas inmunoterapias para el cáncer”, afirma en el comunicado Cara Tannenbaum de los Institutos Canadienses de Investigación de la Salud, también coautora del estudio.

Como solución

Los autores proponen guías para formular mejor las preguntas en las investigaciones, diseñar metodologías e interpretar datos

Fuera de este campo se pasan por alto en gran medida. Por ello en el artículo se llama a los investigadores, organismos de financiación, revistas científicas y universidades a coordinar esfuerzos para implementar métodos robustos de análisis de sexo y género.

“Los pasos más inmediatos que deben tomar los investigadores son informar del sexo de los organismos de su estudio e incluirlo como un factor experimental. Ambos ayudarán a generar un cuerpo de evidencia de la importancia del sexo en la investigación o destacar los casos en los que el sexo no necesite ser considerado”, dice Ellis.

Entre sus propuestas se incluyen consideraciones estratégicas para establecer prioridades en los estudios o guías para formular mejor las preguntas en las investigaciones, diseñar metodologías e interpretar datos. De esta forma se podrá alcanzar la excelencia y la responsabilidad en ciencia e ingeniería, concluyen.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/ciencia/20191106/471429268156/sexo-genero-variables-ciencia-ignora.html

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