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Científicos lanzan una nueva advertencia a la humanidad: los insectos están desapareciendo

Redacción: ABC Ciencia

Han publicado un extenso documento de medidas de conservación y un manifiesto para recordar la mala situación en la que están unos animales de los que depende nuestro futuro.

Los científicos y técnicos que están repartidos por todo el globo son los que pueden mirar a través de un telescopio o leer un sismógrafo para alertar de la visita de un asteroide o la erupción de un volcán. También son los que estudian el clima y tratan de predecir cómo cambiará y los que hace años encontraron evidencias de que el mundo no estaba preparado para afrontar una gran pandemia, como la que ahora está sacudiendo los cimientos de nuestra sociedad. Pero, como pasa en cualquier película de catástrofes, los políticos y demás responsables no siempre escuchan a los científicos.

Desde hace años están avisando de algo que muchos pensarán que es irrelevante: los insectos están desapareciendo. Ni siquiera hay medios para comprender qué está pasando globalmente, pero en sitios muy distantes se ve cómo cae la abundancia y la diversidad de especies de muchos de estos animales. Esto estaría mal por sí solo, pero resulta que los insectos son esenciales para la supervivencia de casi todos los demás animales terrestres y también para la supervivencia de las plantas; de hecho, el biólogo Edward Osborne Wilson dijo de ellos que « son la base de los ecosistemas y las pequeñas cosas que mantienen el mundo en funcionamiento». Además, el hecho de que desaparezcan es un síntoma de que los engranajes de la naturaleza están fallando a causa de la presión humana.

Esta semana, un grupo de 30 científicos ha publicado un manifiesto en la revista « Biological Conservation» donde han recogido «lo que saben sobre las causas que están detrás la extinción de los insectos, sus consecuencias y sobre su impacto negativo para la humanidad», tal como han escrito en el artículo. Este texto está inspirado en los manifiestos publicados por la «Alianza de científicos del Mundo», un grupo de miles de investigadores que ha lanzado ya dos advertencias sobre la necesidad de detener la destrucción del medio ambiente. Además, lo han acompañado de otro artículo donde han propuesto una extensa lista de soluciones para mitigar la desaparición de los pequeños insectos.

«Estamos causando la desaparición de los insectos a través de la destrucción de hábitats, su degradación y fragmentación, el uso de sustancias contaminantes y dañinas, la dispersión de especies invasoras, el cambio climático global, la sobreexplotación y la co-extinción de especies que dependen de otras», escriben los autores del artículo.

Por poner algunos ejemplos, la deforestación, la expansión del suelo destinado a agricultura, la urbanización o las presas acaban con muchos hábitats de los animales, a la vez que crean parches de naturaleza no conectados entre sí donde es más difícil la supervivencia de sus habitantes. El uso del suelo también provoca que desaparezcan muchas charcas y la polución se ceba con todos los ecosistemas acuáticos. Además de todo esto, los insecticidas matan a innumerables especies de forma inespecífica.

Los servicios de los que depende la humanidad

La desaparición de estas especies tiene unas consecuencias que van más allá de la mera estadística. «Con estas extinciones, perdemos mucho más que especies», escriben en su artículo. Tal como explican, se pierde biomasa, diversidad, una gran porción del árbol de la vida, funciones y rasgos ecológicos únicos y partes fundamentales de las redes de interacciones que definen a los seres vivos. «Este tipo de pérdidas conducen a una decadencia de los servicios de los ecosistemas de los que depende la humanidad. Desde la polinización a la descomposición, hasta la obtención de nuevos medicamentos». Funciones que, por otra parte, resulta imposible suplir globalmente con tecnología o innovaciones.

Para evitar estas pérdidas irremplazables, los investigadores han hecho una llamada a una «acción urgente» para tratar de salvar a los ecosistemas y a la propia humanidad, dependiente de ellos. En un extenso artículo, han enumerado, ecosistema por ecosistema, cómo es posible emprender acciones concretas para asegurar la superviviencia de los insectos en coexistencia con los humanos.

Un cambio de mentalidad y otro en las ciudades

Como punto de partida, discuten la necesidad de mejorar la estrategia de comunicación con el público, promoviendo el cuidado por los insectos y visibilizando los resultados de sus acciones y las relaciones que se forman entre ellas y los animales. Siempre sin olvidar que «la apreciación y la valoración de los insectos ahora es fundamental para nuestra futura superviviencia».

También discuten cómo proteger a los insectos en bosques, praderas o campos agrícolas, entre otros lugares. Quizás algunas de sus recomendaciones más curiosas son las que buscan facilitarle la vida a los insectos, como mariposas o escarabajos, en las ciudades. Entre otras cosas proponen fomentar y respetar los espacios verdes, que pueden ser desde parques a parches de vegetación situados bajo líneas de alta tensión o incluso pequeños jardines situados en las azoteas.

Propuesta para fomentar la conservación de los insectos en las ciudades
Propuesta para fomentar la conservación de los insectos en las ciudades

Cualquier persona puede ayudar

Aparte de eso, han propuesto algunas ideas para que cualquier persona pueda ayudar a proteger a los insectos, especialmente para aquellos que vivan en casas pero no en pisos. Para ello, proponen:

-Evitar cortar el césped con mucha frecuencia, para permitir que su crecimiento alimente a los insectos.

-Plantar plantas nativas, o dejar crecer a «las malas hierbas», que son las que crecen de forma natural en el medio y que son las más adaptadas a las condiciones naturales.

-Evitar los pesticidas.

-Dejar tocones y hojas muertas en su lugar, porque cobijan a muchas especies.

-Reducir tu huella de carbono.

-Colaborar con organizaciones de conservación.

-No importar ni liberar animales ni plantas que puedan dañar a las especies nativas.

-«Ser más cuidadoso con las pequeñas criaturas; siempre mirar al lado pequeño de la vida».

Fuente: https://www.abc.es/ciencia/abci-cientificos-lanzan-nueva-advertencia-humanidad-insectos-estan-desapareciendo-202004072007_noticia.html

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La huella ecológica humana tiene al menos 10.000 años

Por: Tendencias 21

El impacto humano ha crecido exponencialmente desde el final de la última Edad de Hielo

El ser humano ha transformado el planeta desde hace al menos 10.000 años. Alteró los patrones de biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y el clima para adaptarlos a sus necesidades, impactando sobre animales y plantas.

Miles de años antes de que los humanos comenzaran a quemar combustibles fósiles, habían alterado intensamente el mundo natural a través de la alimentación, el pastoreo de animales y la agricultura, según un nuevo estudio realizado por un consorcio internacional de arqueólogos.

El estudio, publicado en la revista Science, sintetiza datos de 255 arqueólogos para proporcionar la primera investigación global de la transformación de la Tierra a través del uso de la tierra en los últimos 10.000 años.

Los resultados desafían la opinión común de que el cambio ambiental a gran escala causado por el ser humano es un fenómeno relativamente reciente. También demuestra cómo el impacto general del comportamiento humano ha crecido exponencialmente desde el final de la última Edad de Hielo.

«La revolución industrial y la agricultura a gran escala a menudo vienen a la mente cuando las personas piensan en el impacto humano sobre el medio ambiente, pero estos hallazgos muestran que los humanos han estado transformando el paisaje desde hace al menos 10.000 años», dijo la antropóloga Jessica Thompson, coautora del estudio, en un comunicado.

«La línea que separa el mundo natural ‘prístino’ del mundo transformado por las personas es más borroso y se remonta más atrás de lo que comúnmente se cree», añade Thompson.

Alteración del paisaje

“Las sociedades humanas han transformado y manejado el paisaje a lo largo de miles de años, alterando los patrones de biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y el clima”, escriben los autores en su artículo.

El estudio fue realizado por el Proyecto ArcheoGLOBE, un consorcio de arqueólogos de instituciones de todo el mundo. De los 255 arqueólogos que aportaron datos, 120 son coautores del artículo.

Entre ellos figuran los investigadores del CSIC Ferran Borrell y José Antonio López-Sáez, de la Institución Milá y Fontanals (IMF-CSIC) en Barcelona, y del Instituto de Historia del CSIC, en Madrid, según informa el CSIC.

Los investigadores compartieron datos sobre el uso de la tierra en 145 unidades regionales, que cubren todos los continentes, excepto la Antártida, desde un período que comenzó hace 10.000 años hasta 1850.

Los investigadores concluyeron que los recolectores, agricultores y pastores habían transformado el planeta hace 3.000 años, mucho antes del plazo derivado de las reconstrucciones de uso de la tierra más comunes utilizadas por los científicos.

En algunas regiones, la investigación demostró los efectos del uso intensivo de la tierra más de 1.000 años antes de las estimaciones anteriores.

La investigación descubrió que la búsqueda de comida, que incluye la caza, la recolección y la pesca, era común hace 10.000 años en 120 (el 82%) de las 145 regiones.

Sin embargo, los recolectores no eran ocupantes pasivos: también cambiaron drásticamente los paisajes, como a través de la quema extensa, para mejorar las condiciones de caza y recolección, según el estudio.

Impacto significativo

«Ciertamente, los recolectores tuvieron un impacto significativo en las comunidades de plantas y animales donde vivían», dite Thompson.

“Manipularon el paisaje para mejorar sus posibilidades de supervivencia. Quemaron tierras para aumentar su productividad o influir en cómo crece la vegetación para atraer animales a cazar. Necesitamos comenzar a pensar más en serio sobre esa actividad cuando consideramos lo que constituye un entorno o paisaje transformado por las personas. Y eso requiere que los arqueólogos sean parte de la conversación sobre los impactos humanos modernos», añade.

El estudio también destacó lagunas significativas en los datos arqueológicos, con algunas regiones que se han estudiado mucho más intensamente que otras. Las regiones más estudiadas históricamente se concentran en Europa, el suroeste de Asia y partes de América del Norte y del Sur. Las regiones del sudeste asiático y África central y occidental han recibido menos atención de los investigadores, concluyó el estudio.

Thompson señaló que la variabilidad en la calidad de los datos muestra una sorprendente necesidad de centrar la atención en  las regiones menos estudiadas.

«Esencialmente, sabemos mucho más sobre lugares que tienen extensas historias de investigación», explica. “Eso es emocionante porque demuestra lo poco que sabemos acerca de gran parte del mundo en términos de tendencias a largo plazo en el uso de la tierra humana. Muestra que hay mucho trabajo por hacer y muchas oportunidades para producir una investigación impactante”, concluye.

Referencia

Archaeological assessment reveals Earth’s early transformation through land use. Lucas Stephens et al. Science, 30 Aug 2019: Vol. 365, Issue 6456, pp. 897-902. DOI:10.1126/science.aax1192

Fuente: https://www.tendencias21.net/La-huella-ecologica-humana-tiene-al-menos-10-000-anos_a45429.html

 

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Cultura oceánica para todos: kit pedagógico

El kit pedagógico Cultura oceánica para todos, aporta una importante contribución al trabajo de la UNESCO sobre Educación para el Desarrollo Sostenible. Destinado a educadores y estudiantes de todo el mundo, proporciona herramientas, métodos y recursos innovadores que pretenden ayudar a entender los complejos procesos del océano y sus funciones, a la vez que advierte de los problemas oceánicos más urgentes. También presenta los principios científicos esenciales y la información necesaria para comprender la relación causa-efecto entre el comportamiento individual y colectivo y los impactos que ponen en peligro la salud del océano.

Código del documento:IOC/2017/MG/80
ISBN: 978-92-3-300089-6
Fuente y Descarga en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000263062?posInSet=5&queryId=N-d9f7b26b-2288-4d72-98a2-3a7e33334d62
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Argentina: El Operativo Aprender se realizará el 7 de noviembre

22 octubre 2017/Fuente y Autior:elpatagonico

En Comodoro Rivadavia el Operativo aprender, que se realizará el martes 7 de noviembre con alumnos de 6º grado y 6º año, se coordinará a través de seis cabeceras. Desde Supervisión de Escuelas destacaron la realización de esta evaluación, ya que permite «mejorar las acciones que estamos llevando adelante en la escuela», explicó la supervisora, Adriana Di Sarli.

En Chubut más de 16.500 estudiantes participarán del Operativo Aprender que se realizará el 7 de noviembre en 386 escuelas de nivel primario y secundario de la provincia. Como adelantó El Patagónico, en la provincia ya se está trabajando en su organización y luego de las reuniones que mantuvieron los coordinadores de cada cabecera con la titular de la Dirección de Evaluación, Gestión de la Información e Investigación Educativa, Lara Mac Donnell, se llevaron a cabo los encuentros con los directivos de los establecimientos involucrados.

Según confirmó la supervisora escolar, Adriana Di Sarli, quien encabeza el operativo en la ciudad, en la última semana concluyeron los encuentros con los directores de Primaria y Secundaria y ahora se realizarán las capacitaciones entre directivos y los aplicadores; es decir quienes tomarán el examen a los alumnos de 6º grado y 6º año. Se estima que serán entre tres o cuatro docentes por establecimiento.

En diálogo con El Patagónico, Di Sarli adelantó además que en marzo se conocerán los resultados de la evaluación y destacó su realización. “El operativo lo que tiene de interesante es lo que después la escuela puede hacer con los datos obtenidos porque el operativo en sí puede ser discutido; puede uno estar de acuerdo o no, pero finalmente algún parámetro tenemos que tener para saber dónde estamos”, señaló.

La supervisora también destacó que la evaluación “permite saber también sobre el clima institucional y cómo se siente el alumno con la escuela”. Y consideró: “eso le da al establecimiento una información que de otra manera sería muy difícil de obtener”.

Por todo esto, estima: “lo interesante es la información que el operativo le puede proporcionar a la escuela”.

Di Sarli explicó que en los próximos días también se trabajará con “los alumnos para concientizarlos sobre la importancia que tiene el operativo”. En ese sentido, indicó: “es importante entender que es nada más que un pedido de información para poder mejorar las acciones que estamos llevando adelante en la escuela, que son muchas”.

“Es interesante tener algún parámetro para saber cuánto hay de impacto de esas acciones porque en realidad el operativo da datos y convertir esos datos en información es la tarea del equipo directivo para que resulte en una acción concreta para el año que viene porque siempre hay cosas para mejorar”, sentenció.

Fuente de la noticia: https://www.elpatagonico.com/el-operativo-aprender-se-realizara-el-7-noviembre-n3045778

Fuente de la imagen: https://media.elpatagonico.com/adjuntos/193/imagenes/028/596/0028596398.jp

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Enfrentar las sequías con aguas residuales

Sergio Ferrari
La búsqueda de alternativas para el riego destinado a la producción de alimentos se convierte en un tema casi obsesivo entre técnicos y especialistas. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) anticipó algunas propuestas concretas.

Las mismas se dan en el marco de un aumento constante de las temperaturas planetarias y su incidencia directa en cultivos y cosechas.

Es el momento de dejar de pensar que las aguas residuales son un desecho y se hace necesario aprovecharlas como un recurso útil para los cultivos y la agricultura. Un método oportuno para hacer frente a la demanda creciente de alimentos y a la escasez de agua, sostuvo un alto funcionario de la FAO durante un Foro Global que aborda estos desafíos y que se realiza en la tercera semana de enero en Berlín, Alemania.

Olcay Ünver, director adjunto en la FAO para asuntos de la tierra y el agua, explicó en ese cónclave la importancia de hacer frente al grave problema de la escasez de ese líquido. “Dos tercios de la población mundial sufrirán de escasez de agua en algún momento del año, por un periodo de al menos un mes. Esto es significativo”, enfatizó.

Con el aumento de la población, los cambios en la dieta y un incremento de la competencia por los recursos hídricos se ampliará cada vez más el problema de la escasez de agua, anticipó.

La agricultura utiliza ya el 70% del agua que se obtiene de las capas subterráneas y la perspectiva es que de aquí a 2050 las demandas agrícolas aumentarán, tendencialmente, en un 50%.

A fines de diciembre pasado, la Organización Meteorológica Mundial publicó un informe que indicaba que en 2016 se registraron las más altas temperaturas desde que se procede a medirlas. Lo que implicó que se dieran los niveles más altos de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, además de un mayor calentamiento de los océanos. Se registraron en todo el planeta numerosas inundaciones, olas de calor y ciclones tropicales que afectaron tanto a millones de personas como a los cultivos.

El funcionario de la FAO insistió en el evento de Berlín en que las aguas residuales, que incluyen las utilizadas en las casas, la industria y la lluvia, pueden usarse de forma segura para la producción agrícola. Aunque advirtió sobre la necesidad de tratamientos imprescindibles de las mismas. Si no fueran tratadas pueden contener con frecuencia microbios y patógenos, residuos químicos y antibióticos que amenazan la salud de los agricultores, los trabajadores de la cadena alimentaria y los consumidores. El organismo de la ONU subrayó que existe una serie de tecnologías y estrategias en el sector para sobreponerse a esos riesgos.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221942

Fuente de la imagen: https://www.alainet.org/sites/default/files/aguas_residuales_fa

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La UNESCO hace el primer inventario del estado de las ciencias oceánicas en el mundo

28 de junio de 2017 / Fuente: https://es.unesco.org/

Un pequeño número de países industrializados domina las ciencias oceánicas en el mundo. Sin embargo, recoger datos y medir el estado del océano es una urgencia y una necesidad para todos los países, dada su importancia económica y su papel en la regulación del clima. Esta es la paradoja que revela el Informe Mundial sobre las Ciencias Oceánicas, presentado por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO (COI), que aboga por un aumento de las inversiones en investigación y un refuerzo de la cooperación científica internacional en materia de ciencias oceánicas.

El informe, titulado Estado actual de las ciencias oceánicas en el mundo, establece por primera vez una cartografía mundial de la cuestión y se presentará el 8 de junio, Día Mundial del Océano, en la sede neoyorquina de la ONU, en el marco de la Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos, que se celebra del 5 al 9 de junio.

“La publicación del Informe Mundial sobre las ciencias oceánicas marca un punto de inflexión, en la medida en que representa el primer instrumento puesto a disposición de los países y otros actores para orientar sus decisiones e inversiones en favor del océano. Este informe está llamado a desempeñar un papel importante para medir los avances de cara a cumplir el Objetivo de desarrollo sostenible número 14 adoptado por las Naciones Unidas para preservar el océano, un recurso clave para la humanidad”, declaró la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova.

Inversiones de geometría variable

La primera constatación del Informe es que las ciencias oceánicas son caras. Para sondear el océano se necesitan barcos de investigación, imágenes satelitales y maquinaria para interpretarlas, robots submarinos o vehículos sumergibles teledirigidos, lo cual representa una inversión considerable. La investigación se apoya asimismo en la colecta y el tratamiento de los datos por parte de miles de científicos que trabajan en alta mar o en laboratorio. Estados Unidos, Australia, Alemania, Francia y la República de Corea son los países que más presupuesto dedican a las ciencias del océano.

De manera general, la implicación de los países varía en función de su tamaño, de la longitud de sus costas y de la importancia económica de sus recursos marinos. Según datos recogidos en el Informe*, el porcentaje del presupuesto nacional de las ciencias naturales dedicado a las ciencias oceánicas varía del 0,1% de la Federación de Rusia al 21,4% de la Argentina. El porcentaje del presupuesto en investigación y desarrollo dedicado a las ciencias oceánicas también difiere según los países, yendo del 0,04% del Ecuador al 4,7% de Croacia. Croacia, Estados Unidos, Noruega, Tailandia, Trinidad y Tobago y la República de Corea figuran entre los países que dedican una parte importante de su I+D a las ciencias oceánicas.

Las ciencias oceánicas dependen todavía en buena medida de los fondos públicos nacionales, que representan en promedio un 70% del presupuesto total dedicado a la investigación del océano. Pero estos fondos públicos fluctúan debido a motivos coyunturales: entre 2009 y 2013, países como Noruega, Turquía e Italia aumentaron su financiación, en tanto que Australia y España la redujeron en el mismo periodo.

Sin embargo, para los autores del Informe, es importante y justificado perennizar la financiación, dado que los ingresos procedentes de la explotación económica del océano son considerables. En 2010, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos evaluaba el valor añadido del océano en 1,5 billones de dólares, de ahí la necesidad de buscar otras fuentes de financiación para la investigación.

De hecho, el sector privado cada vez presta más apoyo. Existen barcos comerciales que recogen datos en el marco de programas científicos y ONG y fundaciones privadas, como la fundación Príncipe Alberto II de Mónaco o la Fundación David y Lucile Packard, que financian programas relativos a la ciencia o la protección del océano.

El papel clave del equipamiento

Las instituciones especializadas en ciencias oceánicas y los laboratorios marinos desempeñan un papel capital para llevar a cabo estudios sobre la biodiversidad de los ecosistemas marinos, la acidifación del agua o el impacto del hombre en el medio ambiente costero. Este tipo de instituciones son particularmente numerosas en Estados Unidos, España, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá Japón, República de Corea y Brasil.

La especialización de estas instituciones revela cuáles son las prioridades de cada país. Así, India, Noruega y Finlandia poseen numerosas instituciones especializadas en pesca, en tanto que Italia, la Federación de Rusia, Argentina o Kuwait concentran sus esfuerzos en la observación del océano.

Los buques científicos sobre otro elemento importante de la infraestructura de investigación, en la medida en que permiten acceder a la vez a las zonas de costa y alta mar. En total, existen 371 en todo el mundo. Estados Unidos (51 barcos), Japón (29), Alemania (28), Turquía (27), la República de Corea (26), Canadá (20), Italia (20) y Francia (18) son los países con flotas más numerosas.

Mayoría de investigadoras

En el plano de los recursos humanos existen también diferencias considerables. China es el país con un mayor contingente de empleados en la ciencia oceánica (38.000 entre investigadores y personal técnico). Vienen después Estados Unidos (4.000 investigadores). Alemania (3.300), Francia (3.000), República de Corea (2.400) e Italia (2.100). En número de investigadores por millón de habitantes, el primer país es Noruega (364), seguida de Bélgica (74).

La investigación oceánica cuenta con un mayor porcentaje de mujeres que otras disciplinas científicas. En 2013, 38% de los investigadores en ciencias oceánicas eran mujeres, es decir, 10% más que el porcentaje de investigadoras en otras ciencias. En Croacia, Ecuador, Argentina, Surinam y Angola más de la mitad de los investigadores son mujeres.

Para evaluar la importancia de las ciencias oceánicas respecto a otras disciplinas, los autores del Informe contaron también el número de publicaciones científicas. Entre 2010 y 2014 su cifra total ascendió a 372.852. Con un 33% del total, Europa fue el continente con más publicaciones, seguida de Asia (28%) y América del Norte (26%). A escala nacional, los países que más publicaron son Estados Unidos, seguido de China, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá, Australia y Japón. Pero la progresión más fuerte en número de publicaciones se observa actualmente en China, seguida de otros países emergentes como Brasil, India, Irán y la República de Corea.

La cooperación, piedra angular de la investigación oceánica del futuro

En sus conclusiones, el Informe formula una serie de recomendaciones destinadas a los encargados de la toma de decisiones. En particular, aboga por una cooperación reforzada entre países e instituciones que permita a más países realizar investigaciones y aumentar el impacto de éstas. También recomienda que se refuerce la colecta y el tratamiento de datos y que se exploren modelos de financiación alternativos a los actuales.

El Informe Mundial COI-UNESCO sobre la ciencia oceánica se propone identificar las lagunas y los avances en esta ciencia, que tiene una repercusión directa en la economía y el medio ambiente. Se publicará cada cinco años y servirá también para evaluar los avances conseguidos en torno al cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 14:(link is external) “Conservar y utilizar n forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos”.

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*Los datos por país proceden de las respuestas a un cuestionario enviado por el equipo a cargo del Informe y respondido por las autoridades de cada país.

Más información sobre el Informe

Contactos de prensa: Agnès Bardon, Servicio de prensa de la UNESCO. Tel: +33 (0) 1 45 68 17 64, a.bardon@unesco.org(link sends e-mail)

Vinicius Lindoso, Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO. Tel: +33 (0)789630131 v.lindoso@unesco.org

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La extrema década del clima

08 de enero de 2017 / Fuente: http://www.razonpublica.com/

Por: Manuel Guzmán Hennessey

Un examen sereno de los datos muestra que entre 2000 y 2010 se agravaron los fenómenos climáticos, que ellos son causados por el hombre y que las perspectivas indican mayores riesgos. El fracaso de las negociaciones internacionales, sin embargo, puede dar pie a la esperanza paradójica de que por fin se actúe frente al desafío.

Manuel Guzmán Hennessey*

Un daño hecho por el hombre

La primera década del siglo XXI bien podrá ser considerada como uno de los períodos decisivos en la evolución del cambio climático global. Este fenómeno, que algunas veces se nombra como «calentamiento global» y otras como «cambio climático», es nuevo en la historia humana, y su origen no va más allá del siglo XX, por lo cual debe considerarse lo que los expertos llaman «un fenómeno emergente de la cultura«, relacionado con el ideal de progreso humano que guió a la civilización desde el siglo XIX.

En esta década se confirmó lo que muchos sospechaban desde hacía mucho tiempo: que el responsable del fenómeno había sido el comportamiento del hombre y no el de la naturaleza. Esto ocurrió en 2007, y el dato causó revuelo cuando el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) lo reveló en París. Los científicos confirmaban la fuente del fenómeno con un adjetivo enfático: es inequívoca la responsabilidad de la acción humana en el cambio climático.

Luego sucedieron otras cosas, que se encargaron de corroborar hasta qué punto esta acción humana podía modificar las condiciones de la atmósfera, y desencadenar con ello un proceso complejo de desequilibrio creciente en las relaciones del hombre con la biosfera.

Entre 2000 y 2010 ocurrieron los peores desastres climáticos de los últimos cien años, algunos directamente relacionados con el cambio climático, otros indirectamente.

La ciencia no ha avanzado aún lo suficiente como para establecer estos vínculos, pero todo parece indicar que buena parte de lo sucedido dentro de ese periodo, en materia de desastres naturales, de inundaciones, sequías, deshielos polares, deforestación, pérdida de cosechas, nuevas enfermedades, olas de calor, nevadas inusuales e inviernos severos, está relacionado con el fenómeno climático global.

Largo sería hacer aquí una revisión pormenorizada de aquellos sucesos. Dos son los indicadores más significativos del problema. Uno, el aumento de la temperatura promedio del planeta; y, el otro, el aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera.

El primer indicador nos remite al calentamiento global, y con ello a los múltiples efectos que este aumento de las temperaturas origina en los ecosistemas vivos. El segundo confirma la responsabilidad humana en el problema, pues las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera provienen especialmente de la actividad de los hombres, es decir,  por la producción de energías provenientes de combustibles fósiles, el uso incontrolado de la electricidad, la deforestación, el uso de medios de transportes contaminantes, y un largo etcétera.

2000 a 2010, la década del clima

Me concentraré en lo que ocurrió durante la primera década de este siglo, tan solo en el indicador de la temperatura promedio del planeta, para no atiborrar de datos y consideraciones demasiado técnicas esta nota periodística.

Empiezo por el año 2010, que fue, con 2005, el más caliente desde 1880, que es el año cuando empezamos a tener registros de temperatura. El dato lo confirmó el Instituto Godard de Estudios Espaciales, de la Administración Nacional Aeronáutica y del Espacio (NASA), de Estados Unidos, cuyo director, James Hansen, es uno de los más connotados científicos abanderados de la lucha contra el cambio climático. El instituto dijo que «si la tendencia de calentamiento continúa, como es esperable, si siguen aumentando los gases de efecto invernadero (especialmente el dióxido de carbono) el récord de 2010 no durará mucho«.

Quiere decir esto que entre 2010 y 2020 puede haber años más calurosos que 2010, y con ello debemos esperar el desencadenamiento de un conjunto de consecuencias asociadas con este fenómeno. Lo que actualmente vive Colombia, en forma mal llamada de «emergencia invernal», es tan solo una alerta sobre lo que nos puede pasar en la década que acaba de comenzar.

Otros datos refuerzan el argumento de que la década 2000-2010 fue la década del clima. Durante ella ocurrieron 7 de los 8 años más calurosos de los últimos cien años. Los de 2010 y el 2005, que ya mencioné, y los de 2002, 2003, 2006, 2007 y 2009.

Y como si lo anterior fuera poco, 2010 fue el año más húmedo desde que hay registros, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), otro centro científico de Estados Unidos que trabaja en el seguimiento del cambio climático.

Los niños y las niñas

Me referiré brevemente a «los niños y las niñas», como suelen decir con alguna vehemencia el señor vicepresidente, Angelino Garzón, y tres o cuatro damas bravas de este país atravesado por la retórica de los géneros.

El fenómeno de El Niño, y el de La Niña no son consecuencia del cambio climático, pero se relacionan con éste si ocurren en períodos o muy cálidos, o muy lluviosos, y como el aumento de la pluviosidad y los períodos de calor sí están indiscutiblemente ligados al fenómeno del clima, una de las cosas que habrán de acometer las nuevas ciencias del clima, es la de estudiar conjuntamente ambos fenómenos.

La Niña, un fenómeno periódico que enfría la temperatura en el océano Pacífico, fue en buena parte responsable del mal llamado fenómeno invernal de Colombia durante el 2010, pero el cambio climático está ahí, imbricando sus consecuencias con «niños y niñas», y aumentando la complejidad de las relaciones que establece el hombre con su medio ambiente.

El Niño, que vendrá este año, probablemente será peor en materia de sequías y establecerá un nuevo récord, como se anticipó a decirlo el investigador Phil Jones, del Reino Unido será de sequías, que como se sabe, son otro fenómeno asociado con el  efecto climático.

Temperaturas record

Los científicos suelen hacer el seguimiento del problema comparando década tras década. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la década pasada es la más cálida de los últimos cincuenta años, puesto que se presentaron temperaturas 0,46 grados por encima de la media que hubo en el período 1961-1990.

De la misma manera que los fenómenos de «El Niño» y «La Niña» repercuten de manera contraria en aumentos de la sequía o de las lluvias, el cambio climático puede manifestarse con inviernos muy severos (como ocurrió en buena parte de Europa central, Irlanda y Escocia, principalmente),  o veranos muy calientes, como el de Rusia, que en 2010 soportó una ola de calor similar a la que en 2003 sacudió a Europa occidental.

– La temperatura media durante el pasado mes de julio en Moscú, fue 7,6 grados por encima de la media. El día 29 de ese mes se estableció un récord en la capital rusa que parecía imposible, pues el registro llegó a los 38,2 grados. Y durante los siguientes 33 días se mantuvo por encima de 30 grados, causando 11.000 muertes.

– En Mohenjo Daro (Pakistán) se alcanzaron los 53,5 grados el 26 de mayo del año pasado, la mayor temperatura registrada en Asia desde 1942.

– El norte de África y la Península Arábiga también registraron picos en 2010 como los 50,4 grados en  Doha (Qatar), o los 47,7 de Taroudant (Marruecos), según datos de la OMM, y en el norte del Canadá se registraron temperaturas de hasta seis grados por encima de la media.

Ahora bien, en los primeros nueve años de la década que pasó, las temperaturas mundiales promedio registraron un aumento de 0,7 grados centígrados sobre el promedio que hubo entre 1951 y 1980, según la NASA.

Deshielo y escasez de agua

En los últimos tres veranos el mar Ártico sufrió importantes deshielos. Groenlandia aumentó en un 3 por ciento la cantidad de agua que vierte a los océanos, y la capa de permafrost cedió cada vez más (permafrost es el hielo subterráneo sobre el cual se asientan grandes ciudades de las regiones polares del planeta).

En la década 2000-2010 hubo un enorme retroceso en los glaciares (entre ellos los de Colombia) y se redujeron significativamente las fuentes de agua dulce para millones de indios, chinos y suramericanos. Igualmente perdieron agua los grandes lagos del África debido al aumento de las temperaturas, la evaporación y las sequías.

La ONU sin dientes

En la institucionalidad de las Naciones Unidas sucedieron también cosas importantes en la década que acaba de terminar. Se cumplieron las conferencias de Bali, Copenhague y Cancún, poniendo en evidencia cuán frágil puede ser este sistema para enfrentar los problemas comunes del hombre del Siglo XXI.

La década terminó con la creación de un fondo verde en la última conferencia de las partes del Protocolo de Kyoto, que expira en 2012. No obstante, es evidente que las negociaciones sobre la crisis climática global no avanzan como la humanidad espera. Unas veces fracasan estruendosamente, como en la pasada cumbre de Copenhague, de diciembre de 2009; otras, como en Cancún 2010, entregan victorias pírricas, que en ningún caso reflejan las afugias que la ciencia le ha señalado a la sociedad sobre la verdadera magnitud del problema[1].

Muchos tienen la sensación de que la ciencia va por un lado y los negociadores por otro.

En efecto, si uno revisa el IV Informe de Evaluación del IPCC publicado en 2007, encuentra que los escenarios proyectados para el periodo 2020-2040 resultan más que alarmantes.

Una luz de esperanza

Aunque pueda sonar un poco extraño, al empezar la segunda década del siglo y constatar, como en efecto constatamos que el Protocolo de Kyoto va camino de  fracasar  y que por un lado sigue yendo la ciencia y por otro la dirigencia del mundo, vamos camino de recuperar la esperanza en la solución de la crisis climática global.

La sociedad, metida entre el sándwich de la ciencia y sus dirigentes, ha empezado a reaccionar. El optimismo sobre la luz que podemos entrever en el final del túnel, se basa en esta paradoja, probablemente cruel: en la primera década de este siglo fracasaron todas las negociaciones entre los países firmantes del Protocolo de Kyoto orientadas a reducir las emisiones de carbono de los países industrializados.

El volumen de las emisiones ha crecido, sobre todo en países como China, Brasil, India e Indonesia; el Protocolo de Kyoto muy probablemente expirará sin haber alcanzado el cumplimiento de la pequeña meta que se propuso: un 5,2 por ciento de reducción de las emisiones globales de carbono, a pesar de que en las cumbres de Bali (2007), Copenhague (2009) y Cancún (2010), tanto los científicos como las organizaciones de la sociedad, abogaron conjuntamente por metas que oscilaban entre un 40 y un 80 por ciento, para los años 2020 y 2050, respectivamente[2].

Una de las principales enseñanzas que hoy nos deja el fracaso de Kyoto es que la humanidad erró el camino de la confianza en el sistema de las Naciones Unidas como organismo idóneo para solucionar sus grandes crisis en general, pero la del cambio climático en particular.

No obstante, si miramos el problema desde otro ángulo, descubriremos la oportunidad agazapada en la crisis, como bien lo señala el ideograma chino: la principal ventaja que puede tener este descalabro de la diplomacia internacional es que podemos poner los ojos en otros esquemas de soluciones que nos permitan plantearnos metas más escalables en áreas que hoy resultan estratégicas y que, partiendo de acuerdos entre pocos países, puedan ser más viables.

En eso estamos.

Postdata

Una nota de actualidad me sirve para cerrar este artículo, pues la considero una buena síntesis de lo que nos deja la década del clima: a Nicholas Stern, autor de un amplio estudio sobre el impacto económico del cambio climático, encargado por el Gobierno británico, le fue entregado esta semana el premio «Fronteras del Conocimiento de Cambio Climático», de la Fundación BBVA.

En el acto de premiación hizo una rectificación esencial: «Estimamos que la mayor probabilidad era un impacto (económico) de un 5 por ciento del PIB mundial y ahora creo que estará más cerca de un 20 por ciento, que era nuestra estimación más pesimista».

Pero al lado de su rectificación deslizó una esperanza, también en forma de enmienda: «Otro error es que no nos dimos cuenta antes de lo atractivas que resultan las economías bajas en carbono, una nueva revolución industrial llena de innovación y descubrimientos, una oportunidad para crecer en tiempos de crisis«.

¿Cómo asumirá la sociedad este desafío? ¿Cómo educar a las nuevas generaciones sobre la necesidad de construir las bases de una nueva sociedad? Esa es la reflexión que aquí les dejo a los lectores.

Fuente artículo: http://www.razonpublica.com/index.php/economia-y-sociedad/1722-la-extrema-decada-del-clima.html

Foto: https://www.google.co.ve/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjuzsL6v67RAhVHZCYKHUSqAVAQjhwIBQ&url=http%3A%2F%2Fwww.juventudrebelde.cu%2Fmultimedia%2Ffotografia%2Fgenerales%2Fdebaten-sobre-el-clima%2F&psig=AFQjCNEEK0AMiPs_7pnbezJ8AIIB5ohRYg&ust=1483825784170383

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