por: Carlos Ornelas
Las relaciones entre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y los gobernadores de Oaxaca parecen surgir de un cuento tenebroso. Algunos aplauden la “visión” del novel gobernador, Alejandro Murat, por haberse reunido, a escasos días de iniciar su gobierno, con la Comisión Política de la Sección 22 y lograr acuerdos con los maestros disidentes. Éstos se comprometieron, según el boletín del gobierno local, a respetar el calendario escolar, normalizar la prestación de los servicios de educación y que los egresados de las normales participen en la evaluación para el ingreso.
A cambio de ello, el gobernador se comprometió a regularizar la situación de tres mil 699 trabajadores que comprobaron estar laborando, incluyendo salarios “devengados”, que, según esto, personal del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca revisó en cada escuela.
A otros observadores, como Jorge Fernández Menéndez, no les extrañó que se llegara a ese pacto, aunque sea ominoso. José Murat, padre del actual gobernador, acostumbraba otorgar canonjías a grupos de la S22 con el fin de controlarlos. Hecho que nunca logró, pues los docentes recibían las mercedes y luego seguían con sus prácticas. Aunque en los tiempos del gobernador Ulises Ruiz, en particular en 2006, José Murat contribuyó a encender los ánimos en contra de su examigo.
Peor aún, José Murat fue el “asesor” de la Secretaría de Gobernación para lidiar con la CNTE entre 2013 y 2014, justo cuando el subsecretario Luis Enrique Miranda firmaba minutas entregándoles puestos y dinero a cambio de que regresaran a Oaxaca y rompieran las huelgas. Los líderes de la S22 se burlaban de los altos funcionarios. Aceptaban los frutos de sus chantajes, pero continuaban con la movilización. Si algo los distingue es no cumplir con los pactos. ¡Y les va muy bien!
Parecía que el gobierno había tomado la medida a los disidentes cuando dejó de prestar atención a sus amenazas y, en una sacudida, se aventuró a reconquistar el IEEPO. Asunto que granjeó credibilidad al presidente Peña Nieto y al exgobernador Gabino Cué.
Ya sin recursos, con las cuentas congeladas, con sus dirigentes en la cárcel, la CNTE iba en retirada, el escenario político sugería que el gobierno afinaba su tecnología del poder y limitaba a los aguerridos disidentes. Pero llegó Nochixtlán. El descontrol del gobierno central mostró la fragilidad de sus estrategias. La CNTE se reanimó. Sus movilizaciones en Oaxaca y Chiapas le rindieron dividendos.
Al final de cuentas, Nochixtlán reconvino al secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, y —paradoja— premió a Enrique Miranda, hoy secretario de Desarrollo Social, dador de bienes a la disidencia y vapuleador de diputadas.
Aurelio Nuño, el abanderado de la reforma, el que empujaba con ardor por “recuperar la rectoría de la educación”, le bajó a su discurso contra “los malos docentes”. Además, declaró: “No es un acuerdo sindical, esto es un acto de justicia con un grupo de maestros que están trabajando frente a grupo y otro grupo de trabajadores administrativos que estaban en una cuestión laboral que no tenían por qué estar”. ¡Órale!
Además, Nuño aseguró que la regularización de esos trabajadores “es un proceso que lleva varios meses haciéndose, en donde se hicieron las inspecciones para saber que los maestros efectivamente estaban frente a grupo…” (El Universal, 8 de diciembre).
Sin embargo, Samael Hernández, en su blog, documenta que la S22 giró instrucciones a sus bases de no permitir la entrada a las escuelas de los funcionarios del IEEPO. Éstos no verificaron la situación del personal ni el expediente de los trabajadores “regularizables”. Las autoridades recibieron información de directores de los planteles, fieles de la S22.
La reunión del 7 de diciembre de Alejandro Murat con los maestros encabezados por Rubén Núñez pasará a la historia como un acto de ingenuidad —o perversidad— política. Ese pacto es un ejercicio en optimismo. La Comisión Política de la S22 firmó —si es que lo hubo— el convenio. La Asamblea Estatal aceptará la regularización de las plazas, pero va por más. Pronto, los maestros disidentes regresarán a los paros.
Aunque lo parezca, no es un cuento macabro. El gobierno cumple con los acuerdos que firmó el exsubsecretario Luis Enrique Miranda en 2013.
Los maestros de Chiapas insistirán en que también les cumplan a ellos. Siguen la huella de sus camaradas de Oaxaca, tan pronto como llegue enero darán otra vuelta de tuerca
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2016/12/14/1134147