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Racismo y antirracismo, ¿En que jaula estamos?

Por: Santiago Alba Rico. Cuarto Poder. 14/07/2017

El escritor Helios Fernández Garcés, uno de los más lúcidos y brillantes teóricos del antirracismo decolonial en nuestro país, publicaba hace una semana en Diagonal un artículo con el que pretendía abrir un debate en torno a la insoslayable cuestión del “racismo y la izquierda” en una Europa que cierra fronteras en el exterior, pero que carga desde hace siglos con sus propias fronteras internas. Las líneas que siguen son una tentativa de sumarme a ese debate planteando algunas dudas que –estoy seguro– franquearán nuevas sendas de entendimiento y divergencia en esta necesaria discusión.

En un interesante debate de 1988 recogido en el libro Raza, nación y clase, los marxistas Wallerstein y Balibar diferían sobre la relación de mayor o menor autonomía del racismo respecto del capitalismo y del mercado. Balibar, que asociaba el racismo más bien al nacionalismo, criticaba a los antirracistas que identifican el racismo con la “ausencia de pensamiento”, recordando que, al contrario, el racismo es una forma de pensar y que “cambiar una forma de pensar es lo más difícil que existe”. Wallerstein, por su parte, insistía en la funcionalidad de las diferencias de raza y sexo en el seno de la economia-mundo capitalista y atribuía al universalismo formal el papel de un freno interno que conjuraría el peligro de esos “nihilismos” racistas, del tipo fascista y nazi, que podrían destruir el sistema desde el interior.

El libro de Wallerstein y Balibar mantiene en buena parte su vigencia, pero revela también los límites del pensamiento marxista y las transformaciones –algunas anticipadas por el propio Balibar– que ha experimentado el mundo en los últimos 30 años.

El racismo ya no es “una forma de pensar”. Ya no es una “teoría” y mucho menos una teoría de raíz biologicista, como lo fue en Chamberlain o Gobineau y, desde luego, durante la primera mitad del siglo XX. Nadie “piensa” ya que existan razas ni que determinen nuestra posición social. Nadie “piensa” que los gitanos sean ladrones por naturaleza, los negros menos inteligentes y los moros rijosos y astutos desde la cuna. El grado de destrucción de la Segunda Guerra Mundial, en efecto, dio paso a un “universalismo” piadoso, bajo cuyas plumas se han seguido empollando todas las diferencias, pero lo cierto es que ahora, cuando el universalismo sucumbe definitivamente en una Europa en crisis, varada con el colonialismo dentro, cuando los derechos devienen privilegios, cuando hay que repartirse entre pocos lo que dejan los ricos, no vuelve la “raza”, como cabría esperar, sino que es la cultura la que decide en su lugar entre los buenos y los malos, entre los dignos y los indignos, entre “nosotros” y “ellos”.

Nadie “piensa” ya racista y por eso el racismo es más “libre” y más decisivo que nunca. El racismo no es una forma de pensar, sino una forma de mirar, gesticular, afirmar el espacio, decidir sin palabras el destino del otro. Una actitud general que permite, al mismo tiempo, “pensarse” como no racista o, en el caso de la islamofobia, “pensar” categorías de exclusión pretendidamente inscritas en la tradición ilustrada y en los derechos humanos: en el laicismo, por ejemplo, o en el feminismo. Este “racismo sin raza”, que ya anticipaba con inquietud Balibar en 1988, y que ha puesto a la propia izquierda francesa en manos del Frente Nacional, es justamente criticada por Helios Fernández Garcés en su artículo de Diagonal. En la linea del pensamiento decolonial y de los Indigènes de la République, Fernández Garcés reprocha con razón al marxismo esa especie de pensamiento mágico que, a partir de la reducción de todos los conflictos a la “contradicción principal” (la de clase), pretendería voltear el mundo desde un solo punto y con un solo gesto, y ello de tal suerte que, mediante este birlibirloque, no sólo ha acabado por ignorar o menospreciar otros conflictos centrales sino que, a fuerza de ignorarlos, los ha reproducido tanto en el mundo exterior como en sus propias filas. El caso del colonialismo y el racismo (o el del sexismo) son sin duda tan banales como evidentes.

Un mundo “sin pensamiento racista” es, en realidad, un mundo plenamente racista y para combatirlo lo primero que hay que hacer es reflotar el concepto que quieren escamotearnos: hay que sacar del armario “la raza”, reivindicar la “raza”, politizar la “raza” como sujeto e instrumento de lucha. Los racistas no quieren que pronunciemos la palabra: gritémosla; los que nos tratan como “negros” se niegan a llamarnos así: llamémoslos nosotros “blancos” con el mismo desprecio que oculta su silencio cuando no nos llaman “negros”.

Ahora bien. Conviene saber qué es esto de “raza” allí donde estamos de acuerdo en que no tiene ningún fundamento biológico. La raza es una historia en el cuerpo; y una historia, como la del hierro sobre el ganado, de intervención performativa desde un poder desigual. “Clasificar es pensar”, dice Balibar, “y pensar es existir”. El “racismo” está potencialmente activo en el embrión mismo de las relaciones sociales; es inseparable de la existencia humana y, si deviene jerarquizante y destructivo, es porque los cuerpos son objeto no sólo de clasificación, sino de sujeción y dominio. Eso es justamente lo que hay que pensar.

La “raza” es la matriz simbólica de las relaciones de poder desiguales porque, no importa de cuál se trate, todo poder dominante encierra en su propio cuerpo a los dominados. Hay que hablar, pues, de una racialización “natural” del sometido, del subalterno, del excluido, del explotado, y ello hasta tal punto que puede localizarse un elemento “racial” en todas las estructuras de poder económico o cultural: en el patriarcado, la homofobia, el esclavismo o el clasismo. Todas estas formas de dominio han estado íntimamente articuladas en la relación de dominio que la Europa histórica ha ejercido sobre buena parte del resto del mundo: el colonialismo. Fernández Garcés tiene mucha razón en reprochar a la izquierda (más anti-imperialista que anti-colonialista) su silencio o indiferencia, que en el caso de España afecta a un “cuerpo” interno permanentemente racializado: los gitanos.

El colonialismo occidental, por así decirlo, ha encerrado sin salida en el cuerpo de sus víctimas cuatro o cinco formas de sujeción diferentes. Es lógico, por tanto, que un sector militante del pensamiento decolonial interprete la liberación como un restablecimiento de los cuerpos en la primera línea de combate. Al “blanco” lo llamamos “blanco”, porque se cree espiritual, porque se cree bueno, porque se cree menos cuerpo que nosotros; porque olvida, en definitiva, el cuerpo a cuerpo mediante el cual lleva siglos sometiendo a otros pueblos.

Hay que señalar a los “blancos”, constituirlos en objeto de conocimiento, encerrarlos también en sus cuerpos. Porque frente a ellos, los “blancos”, están los “no-blancos”, esos a los que Hegel llamaba “negros”, es decir, todos aquellos que se “benefician” de una relación colonial directa o indirecta, incapaces como son de “ningún desarrollo cultural”, tan incapaces que permanecerían eternamente “fuera de la historia” si no lo evitara la intervención “blanca”: “La única conexión esencial entre los negros y los europeos es la esclavitud”, dice el filósofo alemán, y añade a continuación: “La esclavitud ha sido la oportunidad para el aumento del sentimiento humano entre los negros”. La extraordinaria novelista negra Toni Morrison llama “racismo” a las consecuencias que esta “conexión esencial” tuvo para los europeos: “Los volvió locos”, “rompió Europa”, “se deshumanizaron al tiempo que deshumanizaban a los esclavos” y todo eso hizo posible, dice, la Primera y la Segunda Guerras Mundiales como ápices siniestros del horror humano. En términos históricos sabemos que este proceso de racialización del “no-blanco”, asociado a la empresa colonial, implica a partir de la Revolución Francesa la sustitución de la Religión por la Civilización como motor de la conquista.

Ahora bien, el problema de los pensamientos binarios es que son “muy europeos” y “muy izquierdistas” y también lo es, en este sentido, la oposición blanco/noblanco con la que se quiere denunciar y superar la clásica oposición marxista burguesía/proletariado. El rescate del concepto escamoteado de “raza” para combatir el racismo –liberado ahora en el silencio– presenta a mi juicio tres problemas.

El primero, es que hace con los “blancos” lo mismo que hace el marxismo clásico con los “burgueses”: los encierra en una “jaula epistemológica”, que acaba siendo más ontológica que la raza biológica y que pemite muy pocas diferencias internas y, desde luego, ningún “arrepentimiento” lo bastante profundo como para que los “blancos” nos liberemos de nuestra “blanquitud”. Tan blanco es Robespierre, que abolió la esclavitud, como Napoleón, que la restableció, tan blanco es Bartolomé de las Casas o la Escuela de Salamanca como Sepúlveda y Torquemada, tan blanco es Thomas Müntzer y los campesinos rebeldes de 1520 como Lutero y el Emperador, tan blanco Sultan Galiev como Stalin, tan blanca la historiadora ilustrada Florence Gauthier como Sarkozy. Este antirracismo decolonial, en definitiva, no reconoce que, más allá de los gitanos y de los musulmanes, ha habido y puede haber un indigenismo europeo racializado en el interior por la Europa colonial, un “indigenismo” cuyas resistencias mal integradas y a veces recíprocamente pugnaces –mujeres, campesinos, trabajadores, homosexuales, etcétera– no fueron y no siempre son una simple función de reproducción de la Europa colonial y su jaula epistemológica.

El segundo problema es que, el antirracismo racial hace con los no-blancos lo mismo que hace el marxismo clásico con los “proletarios”: los convierte en un Sujeto liberador pastoso, universalmente particular, cuya legitimidad es siempre reactiva y por lo tanto “irresponsable”, un Sujeto al que se perdona todo salvo el “colaboracionismo blanco”, lo que incluye cualquier autocrítica que recoja rastros de la “epistemología blanca”: feminismo, por ejemplo, o laicismo, explotables –es verdad– por la infame “conexión esencial”. La oposición blanco/noblanco oculta o reprime las diferencias entre los no-blancos, a los que se exige que, como los blancos, hablen con una sola voz, so pena de convertirse en “blancos voluntarios”.

El tercero es que, como el marxismo clásico, una vez asentada en una oposición irreconciliable, la reivindicación “racial” se siente tentada por la violencia o tentada a justificar o celebrar cualquier forma de violencia, simbólica o real, dirigida contra los “blancos”. Frente al “primero los blancos” de la ultraderecha europea, el “primero los cuerpos” considera cualquier marca impuesta al cuerpo de los “blancos” como una victoria, y ello venga de donde venga, incluidas las versiones más fanáticas de la religión. Toda violencia “no-blanca” es emancipatoria o, al menos, reveladora de la violencia “blanca” y, en ese sentido, potencialmente decolonial. Se convierte el colonialismo en “contradicción principal”, en sustitución del capitalismo, y se llega al mismo resultado sumario y oscurecedor.

En último lugar y vinculado al punto anterior, la reivindicación “racial” es puramente reactiva, deconstructiva y negativa. Invirtiendo el adagio spinozista, para ella “toda negación es afirmación”. Al igual que el marxismo clásico, no ofrece ningún criterio epistemológico ni ninguna alternativa política. “¿Para qué desmontar si podemos demoler?”, dice un famoso aforismo de Lichtenberg. Ese principio parece a menudo inspirar la militancia anti-blanca. ¿Desde dónde hablan los que hablan desde fuera de la “jaula epistemológica”? ¿Quién decide quién está dentro y quién está fuera? ¿Qué hay en el exterior que deba atraer no ya a los “blancos”, descartados por su blanquitud, ni a los “humanos”, inexistentes en su generalidad, sino a los no-blancos en proceso de liberación?

El acierto de la posición de Fernández Garcés y de la tradición decolonial de la que se reclama heredero es innegable a la hora de criticar a la izquierda clásica y de recordar que, puesto que la batalla se juega cada vez más en el cuerpo a cuerpo del relato identitario, es necesario liberarse desde ahí. Pero permítaseme acabar descendiendo a la caricatura a fin de evidenciar las aporías del anrirracismo racial mediante una reducción al absurdo. Soy hombre, soy blanco y soy burgués. ¿Qué hago con esto? Si no tiene remedio, si estoy atrapado en esa triple condición como en una “jaula espistemológica” y, al mismo tiempo, soy o me creo bueno, lo único que puedo hacer es “repartirme la historia” con las mujeres, los “negros” y los “proletarios”: “nosotros” hemos dominado durante miles de años, ahora hay que dejar que dominen “ellos” el mismo tiempo. ¿Puedo ser algo más que un blanco “bueno”? ¿Se puede ser algo más que un “no-blanco” cargado de razón? ¿Se es sólo “blanco” o “negro” como la izquierda clásica quería que sólo hubiera burgueses o proletarios o cierto feminismo pretende que sólo hay hombres o mujeres? ¿O hay algún punto desde el que podamos mejorar objetivamente el mundo sin “reparto” de la injusticia ontologizada?

Cualquier lector de Kant sabe que la Razón, que es solo un esquema incapaz de proporcionarse sus propios contenidos, no puede ser colonial o racista o europea sin dejar de ser razonable; y que sólo es racista y europea y machista cuando se extralimita, es decir, cuando no se somete a sus propios límites. El colonialismo “blanco” es, si se quiere, la razón fuera de sus fronteras: la sinrazón. Al mismo tiempo, como bien explica Luis Alegre Zahonero en su libro El lugar de los poetas, cualquier lector de Kant sabe también que todas aquellos dilemas que no puede resolver la razón –que son innumerables– los debe resolver el “juicio” y no el indigenismo o la raza o la religión. Es a ese “juicio”, precario y siempre rozado por el mundo, a lo que yo llamo “civilización”, de manera provocativa, en el artículo que cita Helios Fernández Garcés en el suyo. Conozco muy bien, y he escrito largamente sobre ello, el uso que el colonialismo ha hecho de ese término con el fin de “teologizar” la conquista colonial. Pero es que la conquista colonial es lo contrario de la civilización, concepto que hay que pensar más bien, como hace Toni Domenech, frente a la práctica de la “domesticación”: la conversión –es decir– de ciertos grupos humanos en animales domésticos. No me parece un negocio rentable rescatar la “raza” y entregar a los colonizadores, los machistas, los racistas y los homófobos  “la civilización”. Si es colonialismo no es civilización; si es machismo no es civilización, si es racismo y homofobia no es civilización. Todo eso es, sí, barbarie domesticadora.

De acuerdo: no sabemos muy bien lo que es la civilización, pues está en construccion y porque hay que construirla con juicio y por lo tanto con cautela máxima y siempre al borde del abismo, pero sí sabemos, en cambio, lo que es la barbarie: la esclavitud, el patriarcado, la jerarquización sexual o racial del mundo, la persecución religiosa (ya sea laica o teocrática). Tirar a la basura los logros civilizatorios, que son los del Derecho y los de los derechos cuidadosos, sólo puede acelerar el concreto proceso de domesticación y barbarie global abierto por el colonialismo europeo hace siglos y agravado en las últimas décadas por el neoliberalismo. Necesitamos, pues, un antirracismo “juicioso” que rompa con el racismo escamoteado de la izquierda y su mágica “contradicción principal”, pero también con la lógica claustral de la jaula epistemológica y su cortocircuito sin salida. Necesitamos, sí, un antirracismo “juicioso” que explore con prudencia colectiva un frágil “afuera” común de todas las jaulas, epistémicas, sociales y políticas.

Fuente: https://www.cuartopoder.es/ideas/2017/03/25/racismo-y-antirracismo-en-que-jaula-estamos/

Fotografía: Los Replicantes

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Los extractivistas epistémicos y los francotiradores

Atawallpa Oviedo Freire

En el 2013 Leanne Betasamosake Simpson, una mujer indígena del pueblo Mississauga Nishnaabeg de Canadá puso en escena el concepto de “extractivismo cognitivo”. El cual ha sido revalorizado por algunos intelectuales bajo el nombre de “extractivismo epistémico”, especialmente por Ramón Grosfoguel en su artículo: “Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y al «extractivismo ontológico»: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo.[1]

Las palabras “extractivismo epistémico” no son nuevas pero el concepto ya es antiguo, así por ejemplo, hay quienes han hablado de colonialismo interno o de anatopismo, ésta última quiere decir: interpolar conocimientos de fuera de una realidad para leer e interpretar a otros pueblos, a fin de imponerles una concepción del mundo desde la razón del dominador y hasta hacerlos aparecer como propio, bajo el argumento de que es por “su bien” o “su progreso” o “su bienestar”. Es decir, es una asimilación de lo otro o de la alteridad al sistema estatuido, haciéndole perder su carácter propio y por ende su espíritu alternativo y alterativo. A esto muchos lo llaman interculturalidad pero en realidad es integrismo.

Al respecto Grosfoguel dice -en el referido artículo-: “Este principio de asimilación es epistemicida porque termina destruyendo los saberes y las prácticas ancestrales. (…) Si el «ecologicidio» destruye la vida, el «epistemicidio» y «existencialicidio» consiste en destruir los conocimientos y formas de vida asociadas a los artefactos, saberes y «objetos» extraídos para asimilarlos a la cultura y formas de ser y existencia capitalistas occidentales.”

Pasemos a ver ejemplos de extractivismo epistémico y a hacer comentarios a algunos intelectuales, sin con ello dejar de desconocer su aporte valiosísimo, incluso nuestra admiración a algunos que nos han enseñado tanto. Sin embargo nadie es infalible en sus elaboraciones conceptuales, pues somos partes de un mundo colonizado y susceptibles de ser afectados e infectados de distintas maneras por el colonialismo y el extractivismo epistémico-ontológico.

No creemos que haya alguien plenamente descolonizado en la intelectualidad, ni en quienes han tenido contacto con la civilización u occidente, es decir, que sea des-colonizado o des-occidentralizado. Para nosotros, no hay diferencia entre civilización y occidente, pues la única civilización en el mundo es la de occidente. Por lo que resulta una tautología decir “civilización occidental”. Sabemos que los pueblos de fuera de occidente, no llegaron jamás a separarse de la naturaleza ni de lo sagrado, no construyeron un sistema social contra natura, como sí lo hizo la civilización conduciéndonos al caos ambiental actual que ha puesto en peligro la sobrevivencia misma de la especie humana.

Por tanto, es equivocado hablar de “choque o encuentro de civilizaciones”, como dicen los intelectuales occidentalistas o colonialistas, sino la destrucción paulatina y sostenida por parte de la civilización de los pueblos, culturas, comunidades, aldeas, que vivían y viven en el continuo de la naturaleza. Civilizar es colonizar. Colonizar es occidentalizar.

Incluso, consideramos que el proceso de des-occidentalocentrismo se está dando mucho más al interior de occidente que fuera de ella. Especialmente en Europa, hay quienes ya se han dado cuenta que fueron ellas las primeras víctimas de las élites colonialistas o civilizadoras. Los semitas, cristianos, helenos y latinos, configuraron desde el patriarcalismo esclavista la “civilización occidental”. Dicho de otra manera, la gran obra de esclavistas, patriarcalistas, colonialistas, mecanicistas, reduccionistas, antropocentristas, es su concreción o unificación de todo ello en lo que llegaron a denominar “civilización”, la misma que ha buscado y logrado extenderse por casi todo el mundo.

Primero civilizaron a todos los europeos, y a su vez ellos lo hicieron con el resto del mundo, particularmente los últimos 500 años. Logrando colonizar a casi todos en su etapa de la modernidad, a través de su capitalismo/socialismo la civilización casi ha conseguido occidentalizar el mundo. Pero sucede que hoy se está produciendo un paulatino despertar, un reflotar de pensamientos, resistencias y luchas anti civilizatorias, es decir, un sinnúmero de acciones para que regresemos a vivir en el continuo de la naturaleza, y con ello recuperar lo común-integral dentro de un sistema de armonía complementaria.

A estas distintas expresiones y formas los agrupamos bajo el término “aldeidad” o “aldeismo”, palabra ésta que viene de aldea (similar a comunidad), pues consideramos que para revertir el cambio climático hay que “aldeizar” el mundo antes que el sistema ciudad-civilización acabe con todos. Es decir, entrar en un proceso de neo-ruralización o re-campesinación[P1] -como el que llevan las ecoaldeas o las cooperativas integrales– antes que el urbanismo depredador inunde con sus “selvas de cemento” la vida, es decir, la naturaleza no-humana. Y ante todo, hay que profundizar el proceso autonómico o de autogobierno, como el que vienen empujando ciertas aldeas milenarias –así los zapatistas- para proteger lo que contiene, sostiene y mantiene al ser humano, pues entienden que sin la naturaleza el hombre no es nada.

No se trata de transformarse o de crear más ciudades sostenibles, inteligentes, compactas, o en transición, sino de terminar con el modelo que viene destruyendo la vida, y ese es la ciudad-civilización. Apenas el 4% del territorio del planeta ocupan todas las ciudades en su conjunto, pero emiten gases de efecto invernadero en alrededor del 78%. Deben quedar máximo ciudades de unos 50.000 habitantes –como era hasta hace unos 100 años la gran mayoría-, para ello debe decrecer la población mundial, como una serie de factores complementarios de decrecimiento.

Ello implica entender que la disyuntiva no es entre la civilización liberal-capitalista y la civilización marxista-socialista, sino entre la civilización de derecha/izquierda versus la aldeidad o comunalidad. Eso es lo que el mundo tiene que elegir: más contra natura o retomar el continuo de la natura. Eso no significa regresar al pasado ni no utilizar la tecnología, que es el pobre argumento de quienes tienen una mirada miope y anoréxica.

En este sentido, la descolonización es para todos, colonizadores y colonizados. No hay descolonización si no hay descivilización. Actualmente en occidente hay un importante sector que se ha abierto al mundo y han comenzado a actuar de igual a igual con otros pueblos y culturas, aunque todavía son una minoría. Han comprendido que la “liberación” es para todos o no es posible para nadie. Liberación en el sentido de soltarse o zafarse de algo, para entrar en la armonía complementaria de la naturaleza no-humana. No, a como lo conciben en occidente, de que la liberación es ser libre de todo y de todos. Quién es libre del sol, de respirar, de comer.

La libertad es el mayor sofisma de la civilización. Si no se encuentra la armonía y el equilibrio, la “liberación” pasa a constituirse en otra forma de dominación y explotación por un nuevo sector que cree representar a todos o que actúa a nombre de los demás. Los marxistas no comprenden que la explotación del hombre terminará cuando termine la explotación de la naturaleza no-humana, y no al revés. Por eso han fracasado todos sus proyectos en todo el mundo.

Grosfoguel y el francotirador

En general, compartimos con Grosfoguel su crítica del extractivismo epistémico, como asimismo con la mayoría de lo que hemos leído de sus escritos. No obstante, hemos observado que guarda rezagos coloniales e incluso se contradice en algunos ámbitos. Algo que pasa en la totalidad de intelectuales -entre los que nos incluimos- aunque no sabemos si somos intelectuales o al menos no pretendemos serlo, pues nos gustaría ser algo más que un pensador o un razonador.

Empezaremos nuestro análisis a partir del video “I Escuela ecosocialista y pensamiento crítico nuestroamericano”[2] realizado este 10 de octubre de 2016 en Venezuela y a donde Grosfoguel fue invitado por el chavismo a dar una conferencia.

Hasta antes de que Grosfoguel comenzará -casi al final de su conferencia- a defender al castrismo y al chavismo, nos parecieron coherentes sus posturas y compartíamos con su exposición. Pero luego surgieron sus contradicciones y que consideramos rayan en el “extractivismo epistémico”, que tanto critica Grosfoguel. Por ejemplo, criticó al socialismo del siglo 20 de que había principalizado la economía en desmedro de otras acciones paralelas, así contra el racismo, el sexismo, el eurocentrismo, el cristianocentrismo, etc.; y que a la final, estos socialistas reprodujeron otras formas de dominación en forma de burocratismo, imperialismo, colonialismo, etc.

Repitió varias veces que no vivíamos en un sistema capitalista sino en una civilización con varios ejes, uno de los cuales era la economía (capitalismo) y que al principalizarlo o centralizarlo esto conllevó a que fracasará el socialismo del siglo 20. Punto de vista éste, con el que estamos plenamente de acuerdo. Pero cuando se refirió o habló del socialismo del siglo 21 no dijo nada al respecto, y más bien respondiendo preguntas al finalizar su conferencia, tomó como referente justamente a un indicador económico -el de la reducción de la pobreza- para justificar y alabar al chavismo.

También habló de las comunas populares como un gran giro decolonial y pasó a justificar de que no se lo había empujado a fondo porque Chávez no lo podía hacer todo, y que el error era de los chavistas de que no lo habían avivado desde que Chávez murió. Pero que ahí estaba el gran legado teórico de Chávez y que con eso había que “echar pa´lante”.

En resumen, en la conferencia de Grosfoguel los socialistas del siglo 21 no habían repetido el mismo esquema de priorizar lo económico, sin embargo, ya en la parte de las preguntas del público, al fin se atrevió a decir que el problema del chavismo estaba en que no se había diversificado la economía, al centralizarse en el petróleo. Con ello volvió a referirse a economía, pero en la conferencia como tal no hizo críticas al socialismo del siglo 21, más por el contrario, los defendió.

De otra parte, acaso los socialistas del siglo 21 no han caído en las garras del imperialismo chino a través de los préstamos y altos intereses que le generan dependencia hacia el gigante asiático. Continuando con la misma actitud de los antiguos comunistas latinoamericanos que adoraban a los soviéticos y ahora sus coterráneos lo hacen con los chinos. Cuál es la diferencia en criticar al imperialismo soviético –como lo hizo Grosfoguel- y no decir nada del imperialismo chino.

Y por otro lado, querer justificar al chavismo con el argumento simplón de que él no lo podía hacer todo, sin mirar toda la interseccionalidad -de la que él tanto habla- pues jamás hubo esa acción integral al haberse concentrado en la economía y en lo material. Fijamiento que han tenido todos los socialistas del siglo 21, y que ahora les está pasando la factura cuando han caído los precios del petróleo y de los minerales. Por lo que a la final no resolvieron nada, como tampoco lo hicieron los del siglo 20 -y a los que Grosfoguel criticó duro en dicha conferencia-. En todo caso, habría que preguntarle a Grosfoguel, cuál es la diferencia y el aporte de los socialistas del siglo 21 a lo que hicieron los del 20. Son incomparables o son más de lo mismo.

Las comunas chavistas, resultaron un proyecto más, pues en todos los años en que estuvo Chávez al frente del gobierno, pudo realmente haberle dado un carácter principal o fundamental que permita realmente construir el “poder social”, el que a su vez haga posible o genere el “poder político”, para que sea una constatación efectiva el “poder popular” en la que el pueblo sea el creador y el actor de su propio destino, y no el que creía Chávez. Pero los socialistas del 21 lo hicieron al revés, siguieron centralizándose en el poder político, de ahí la actual situación en la que se encuentran y más bien han terminado abriendo las puertas para que regresen los neoliberales.

Y ahora aparece Grosfoguel compadeciéndose de Chávez y culpando al madurismo. Realmente nos cuesta creer que para Grosfoguel esa propuesta tibia de las comunas chavistas sea un giro decolonial, da mucho que pensar qué es lo decolonial para él. Parece que con los socialistas del 21 se le olvidó todo lo que ha escrito al respecto, o refleja el extractivismo epistémico que guarda Grosfoguel. Lo que también nos parece ser un “francotirador”, como calificó a aquellos que no apoyan ciertos proyectos porque hay alguna cosa que no comparten. Francotirador, como el purista que rechaza a otros porque no comparten plenamente un proyecto. Serán los socialistas del 21 decoloniales, o mucho más decoloniales que el movimiento indígena y popular, quienes han cuestionado al “progresismo” por ser justamente proyectos neocolonialistas de izquierda del siglo 21. Al parecer Grosfoguel se alinea con los “progresistas” y rompe con la alteridad que viene resistiendo por 500 años. No es eso ser francotirador y extractivista epistémico.

Justamente en el artículo que venimos haciendo referencia, Grosfoguel se apoya en la boliviana Silvia Rivera y en el ecuatoriano Alberto Acosta para hacer sus críticas al “extractivismo epistémico” de Quijano y de Mignolo, “olvidándose” que Rivera y Acosta han denunciado los atropellos del evismo, del correismo y de todo el socialismo del siglo 21. Acaso Grosfoguel eso no lo ha leído y frente a los chavistas no dijo nada y más bien se lavó las manos como Pilatos lanzándoles loas. Tres veces repitió la frase de Castro: “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”. Cuando Rivera, Acosta y tantos otros, han denunciado que los “progresistas” no aceptan ninguna crítica “dentro de la revolución” y más bien han sido perseguidos y criminalizados. O es que Grosfoguel pensará que Rivera, Acosta y demás críticos del socialismo del 21 están en contra de la revolución. O creerá como Enrique Dussel -que también dio una conferencia ese mismo día- que son críticas de “extrema izquierda”.

Criticó que se han creado nuevas universidades pero que siguen los mismos esquemas, disciplinas y carreras occidentalocéntricas. Sin embargo, no hizo referencia a que eso es justamente lo que han hecho los socialistas del 21, como por ejemplo, las universidades correistas, chavistas y evistas, que repiten o reproducen todo el esquema de las universidades del imperio que tanto critica Grosfoguel. Es más, Correa procedió a cerrar la única que había en el Ecuador y en toda Sudamérica, que rompía con el esquema eurocéntrico de universidad. De eso no dijo nada.

También señaló el problema de la actitud ecologicida que está produciendo el cambio climático, y de que no es una opción la decolonialidad sino que es una necesidad frente a la muerte que está provocando la civilización. Que no hay elección, que es la vida o la muerte. Algo con lo que también estamos de acuerdo con Grosfoguel, pero luego pasó a defender el extractivismo de los socialistas del 21 con el argumento de que no se puede ser anti-extractivista desde “hoy en la noche”. Sin hacer ninguna referencia, a lo que Rivera, Acosta, Gudynas y cuantos otros han denunciado de que los extractivistas “progresistas” quieren salir del extractivismo con más extractivismo, es decir, que no se plantean disminuirlo sino aumentarlo. Siendo esa justamente la crítica que se ha hecho, de que no han emprendido acciones decrecidas sino más bien de crecimiento y ampliación del extractivismo. Nadie ha propuesto que se quiere terminar con el extractivismo “hoy en la noche”, lo que se ha dicho es que no hay que aumentar la frontera extractivista y más bien tender a su disminución paulatina lo más rápido que sea posible. No haber claramente así, es ser también francotirador y un extractivista epistémico más. No hay diferencia entre lo que se critica y lo que se dice.

Criticó muchas veces a la civilización capitalista/patriarcal occidentalocéntrico/cristianocéntrico moderno/colonial -y que estamos de acuerdo-, pero la salida que dio era de crear otra civilización. Acaso es cuestión de crear otra civilización con simplemente otros ingredientes. Acaso la civilización no es el resultado o la configuración de toda esa transversalidad que enuncia Grosfoguel. Acaso la civilización no es la que nos está llevando a la muerte con el cambio climático -como repitió tantas veces-, y a pesar de ello quiere otra civilización. Es decir, no entiende a cabalidad que la civilización es el sumun de toda la interseccionalidad de la que habla y de que principalmente es la muerte en sí mismo. Por lo que NO necesitamos una nueva civilización ni siquiera una transmodernidad (Dussel) o una poscivilización sino una transcivilización. Es decir, algo totalmente diferente a la civilización y ello también pasa por su nombre. Sino, seguimos en lo mismo, así cuando se critica el desarrollo y el crecimiento, procediendo a hacer retoques sustentables o identitarios pero nada de cambios totales o profundos. O lo que es lo mismo, de que se critique al socialismo del siglo 20 y no a los del 21.

Habló de crisis o de que habían varias “criseses”, sin que todavía comprenda Grosfoguel que lo que estamos viviendo son extremos de la crisis que es toda la civilización en sí mismo. No hay crisis o criseses sino que todo el sistema en su conjunto es crisis por su propia configuración, y que lo que hace es producir erupciones de tanto en tanto. No hay crisis, hay “caos total”, y los niveles máximos están reflejando con más claridad que todo el sistema es atentatorio a la vida. La crisis no es algo que aparece de vez en cuando, sino que tiene picos en los que llega a niveles extremos. La civilización con toda la interseccionalidad que la contiene, está estructurada o compuesta con diferentes tipos de crisis constitutivas.

Desde su surgimiento produjo una ruptura con el sistema-mundo aldea o modelo cocreador de vida, al que lo ha ido destruyendo poco a poco hasta llegar a los límites actuales. Por tanto, no cabe hablar de crisis ambiental sino de caos ambiental, en la que hay picos y bajadas de la crisis o de la civilización como tal. Entonces, no se trata de salir de la crisis ambiental o de crear otra civilización, sino de replantear todo para encontrar la armonía y equilibrio complementario, que es cómo funciona la vida.

Hablar de crisis es mirar solo un factor o categoría – a igual como la economía- y no entender que hay un origen de todo. La llamada “crisis de civilización” no es el resultado de algo esporádico o casual, es el sistema en su esencia. La crisis solo se da en sistemas sustentables o sanos, como las enfermedades que aparecen en personas sanas y que luego desaparecen, pero si la persona no aprende de las enfermedades se vuelve la enfermedad en sí mismo y se muere. La civilización nunca fue sana sino contra natura, nació enferma y su enfermedad es la que ha venido destruyendo la vida, tanto de la “salvaje naturaleza” como la de los pueblos “bárbaros y salvajes”, hoy llamados subdesarrollados o tercer mundistas. Éstas últimas categorías, también son definiciones neocoloniales y todos las siguen repitiendo como cantaleta. Ni siquiera las resignifican y eso es también extractivismo epistémico.

El extractivista epistemico de Enrique Dussel

Dussel también lanzó algunas lisonjas a Chávez, Castro y Evo. De éste último dijo, que le andan criticando que está ocupado con el extractivismo y de que no se dedica a hacer la revolución. Y Dussel respondió burlescamente, acaso ya está la teoría de alternativa al capitalismo. Al parecer, todavía no se ha enterado del sumak kawsay/suma qamaña[3], o quizás piensa como sus defendidos socialistas del 21 de que los paradigmas y sistema de vida de los “pueblos primeros” son solo un modelo de desarrollo o un medio para el socialismo y no un fin en sí mismo, a igual como conciben a la naturaleza. O creará que no son profundos sus postulados y que no tienen la condición de ser toda una propuesta anticapitalista y de transmodernidad. O de que el pensamiento indio no puede superar el eurocentrismo.

No es suficiente con criticar al eurocentrismo de Marx –como lo hizo Dussel y con lo que estamos de acuerdo-, sino que además hay que pensar desde las racionalidades construidas milenariamente desde fuera del eurocentrismo, y no desde la mentalidad de alguien que se ve como desterrado de Europa en América. Una cosa es ser latinoamericano y otra ser indoamericano (y no es cuestión de etnia o de fenotipo, es de voluntad o de decisión, como de hecho la han tomado los que nacieron en América pero que siguen pensando como occidentales).

Y Dussel sigue deliberando como latino o mestizo, es decir, desde las categorías europeas, pues una nueva cultura no se produce en 500 años y además porque los pueblos milenarios están ahí, a pesar de que él y otros no los puedan ver en esencia sino tan solo folclóricamente. Por ello –dijo-, que había que crear nuevas categorías políticas por “nosotros” –en referencia a los intelectuales del siglo 21, lo que significa que las categorías amerindias no valen o no son suficientes para repensar el mundo. En el fondo, Dussel se sigue viendo como blanco-mestizo y no como indio-mestizo.

En realidad, lo que pasa en Dussel y en muchos, es que no conocen la alteridad y solo hablan desde fuera del indio, del pobre, del oprimido. Desde el intelectual que defiende al dominado y que lucha por liberarlo, pero desde la razón independizadora del latino o mestizo, en última instancia, del occidental en Amerindia y no desde la propia racionalidad milenaria de los “pueblos primeros”.

Nos preguntamos, si Dussel, Grosfoguel y tantos defensores de los “indios” conocerán, por ejemplo, las categorías andinas de: complementariedad, reciprocidad, correspondencia, ciclicidad, armonía, integralidad, estabilidad dinámica, polaridad, etc. Habrán leído de los mundos andinos: jawa/janaj pacha, kay pacha, kay/urun pacha, y todo lo que entrañan cada una de estas categorías. Sabrán que la lógica del pensamiento andino es tetraléctica (tawantin), pero ellos siguen hablando desde la dialéctica europea.

Dussel dijo que la civilización más antigua y la más importante surgió en Mesopotamia hace 5000 años. No se ha enterado de la aldea Caral al norte de Lima (cerca de Argentina donde él nació) que tiene la misma antigüedad y que ha despertado la admiración de muchos investigadores.

Criticar realmente al eurocentrismo, es criticar desde una racionalidad construida por una cultura elaborada y no desde la individualidad de un exiliado o excluido europeo en otras tierras. No conocer las racionalidades de fuera de occidente y más que todo de haberlas asimilado en su ser, es seguir criticando al eurocentrismo desde la razón critica europea. El mestizo siempre tiende a eso, dice: los conocimientos de los indios son de ellos, pero como yo no soy indio – aunque tampoco soy blanco- tengo que tomar una fuente de pensamiento y la mejor que hay es la europea, pues la de los indios es muy elemental o no ha sido sistematizada todavía, o cualquier otro argumento para zafarse o distanciarse de lo “indio”.

Es decir, no hacen el esfuerzo por investigarla, ni siquiera han leído a los que hemos hecho ese trabajo y que seguimos bregando en ello. De quienes tomamos la opción de reconocernos en la tierra madre que nos vio nacer y que nos da su vida cada día, antes que solo mirar a la genética humana que portamos para desde ahí adscribirnos al conocimiento occidental. Lo que tampoco significa rechazarla o desconocerla, sino establecer niveles. Si valoraran lo “indio” se hubieran integrado a su cultura y no se llamarían mestizos siguiendo la racialización impuesta por el occidentalocentrismo. Muchos intelectuales lo siguen haciendo consciente o inconscientemente, a pesar de que pretenden ser decoloniales o anticoloniales.

Dussel critica al eurocentrismo pero siempre nombra a una serie de escritores, pensadores y hasta conoce de memoria las fechas históricas de occidente, pero casi no nombra a ningún intelectual amerindio o indigenista. Es fácil criticar o alabar a los “indios” desde afuera y muy diferente es rebasar los racismos para saberse y sentirse hijo de la tierra que les ha parido, procediendo a estudiarla milenariamente y no solo desde la modernidad sintiéndose que recién han llegado con el conquistador a América. Pero al revés si lo hacen, se dicen que son nacidos en América pero se siguen sintiendo descendientes de la cultura europea o buscan seguirla reproduciendo en la “atrasada” o “subestimada” Abya Yala. Mirar desde afuera estando adentro de Amerindia, es también eurocentrismo.

Quién no ha asimilado la racionalidad[4] o senti-pensamiento amerindio habiendo naciendo en estas tierras, sigue siendo un occidental en Abya Yala. Por eso, la mayoría de pensadores y profesionales siguen viajando directa o indirectamente al “norte global” para profundizar su sentido de la vida, y nunca llegan a ver desde la amerindia que está en sus pies, y tan solo buscan reajustar su mirada occidental desde América. Irónicamente, hay actualmente occidentales que van a Abya Yala a estudiar y asimilar su cultura, su espiritualidad, sus lenguas, su medicina, y hasta se casan con su gente. El “mestizo” o “blanco” nacido en América, nunca llega a conocer amerindia sino solo América Latina, por lo que irónicamente después de 500 años siguen sin “descubrir” América y mueren como Colón sin saber que estuvieron en Abya Yala, tan solo dedicándose a aprovechar de sus riquezas materiales o buscando europeizarla, es decir, civilizarla, como lo han hecho todos los invasores o extractivistas en todo este tiempo.

En nuestro caso, no nos hemos mirado en el espejo y hemos dicho: como mi fenotipo es blanco-mestizo, entonces soy civilizado y no primitivo, por lo que pertenezco a la civilización occidental y no a la de pueblos atrasados. Nos hemos reconocido en la integralidad que nos ha construido los Andes, en la conciencia de que la tierra andina es la que nos alimenta en todo sentido, aunque nuestra mente haya sido educada eurocéntricamente. Y cuando tomamos conciencia de aquello, nos dejamos envolver por ella y empezamos a despertar todo lo que los Andes como geografía y como cultura había construido en miles de años, pues sabíamos que ya estaba también en nosotros todo ello. Nos hemos sentido hijos plenos de los Andes y no hijos pródigos o prófugos de España.

Por eso no hablamos de “nuestros indios” o “nuestros indígenas”, con ello separándonos o marcando distancia sino que hablamos integradamente y decimos: “nosotros”, “nuestros antepasados”. No actuamos en tercera persona para referirnos a ellos. Ni esperamos que algunos “indios” nos reconozcan así, pues nos han dicho que la cultura andina es solo de ellos, queriendo también apropiársela de ella. Simplemente sabemos que la madre andina acoge a todos sus hijos y no discrimina a nadie, así no la reconozcan porque tienen otro color de piel. Es la pachamama andina la que nos ha parido y formado, pero muchos la desconocen en una suerte de matricidio premeditado. Nuestra mamá biológica está conectada con la madre tierra y está con la madre cosmos, y en ese sentido nos vemos como una expresión de todas ellas. Y lo mismo con todo el principio masculino de vida.

La vida nos puso en los Andes para desde ahí mirar la existencia, en la búsqueda de la integralidad y la armonía complementaria, no para generar la dicotomía centro/periferia. Los Andes son nuestro centro, pero como punto de mediación o consenso, y no como como punto alrededor del cual debe girar todo, como en el eurocentrismo. Por ello, jamás surgió en los Andes la ciudad-civilización como sistema-mundo que concentra y centraliza todo, sino que funcionaba (y funciona) en la descentralización y la desconcentración, que es como funciona el sistema aldea o comunitario.

Hemos ido al interior de los Andes para desde ahí poder conversar con las demás partes del mundo, caso contrario, no habría diálogo o “polilogo” sino la imposición, el dominio, el control, el disciplinamiento, y por el otro lado, el asimilacionismo, el coptacionismo, el integrismo, que es lo que vivimos actualmente por derechas e izquierdas y su tutelaje de que lo hacen por “nuestro bien” o “nuestro progreso” o “nuestro bienestar”. En resumen, no nos vemos solo como seres humanos, sino en prolongación fractal como “ser humanidad”, “ser tierra”, “ser cosmos”.

La idoneidad intelectual

En fin, Grosfoguel y Dussel recibieron muchos aplausos del chavismo, no tuvieron la fuerza y la contundencia para hacer una crítica profunda “dentro de la revolución”, tal como lo hicieron con los socialistas del siglo 20. Prefirieron que les lancen flores a que les pifien una sala llena de “izquierdistas occidentalizados”. Sino, quién mismo es la izquierda occidentalizada. Acaso el chavismo, el castrismo y todos los demás “progresistas” no lo son. Y si no son ellos, es que son Rivera, Acosta, Gudynas, y todos los que nos hemos pasado enfrentando a los intelectuales del siglo 21 como García Linera[5], Atilio Borón[6] y Emir Sader. Y esto es lo que nos dio más tristeza, de que Grosfoguel y Dussel hayan terminado siendo parte de este sí grupo de francotiradores y extractivistas epistémicos.

Por cierto, el escritor uruguayo Raúl Zibecchi denunció en una conferencia a la que asistí en La Paz-Bolivia, de que Emir Sader había sido pagado por el gobierno de Dilma Rouseff, y eso explicaba muchas cosas. Esto nos hace pensar en la idoneidad de los intelectuales, no sé si el chavismo les pagó a Grosfoguel y Dussel para que fueran a lanzar vítores a Chávez y Castro. No lo creemos, en todo caso fueron muy corteses y devolvieron con creces la invitación que les hicieron. Obvio, nunca les invitarían a Venezuela ni a ningún país del “progresismo” a Rivera o Acosta o Zibecchi o Gudynas o Svampa, etc.

Esto, al mismo tiempo me recuerda la coherencia de otros intelectuales, como la de Boaventura de Souaza Santos cuando alguna vez me precisó que él era crítico con el “progresismo”, escribiéndome: “Por esta razón no estoy de acuerdo en que me ponga en el mismo lugar de Atilio Boron (o Emir Sader)”.

Estos episodios me conectan con otros, por ejemplo, el que tuve con un gran intelectual sudamericano especialista en temas ambientales y que es muy conocido en varios círculos académicos de Latinoamérica y el mundo. Me contactó para hacerme una entrevista en Quito, que es la ciudad que está más cerca de donde yo vivo, pues prefiero vivir en el campo y ser coherente con mis creencias. Me recibió en el lujoso hotel en que estaba hospedado, y que seguramente los organizadores de un evento por el que había llegado al Ecuador le habían reservado ahí y no porque él haya pedido que le instalen en un hotel de 5 estrellas.

Me invitó a almorzar en el restaurante del hotel, donde había un buffet extraordinario. Se sirvió algunas carnes y cogió una coca cola light, ante lo cual yo me quedé anonadado de ver eso de mi amigo ecologista, pues, yo estaba optando por ser vegano político ya que sabía que la industria cárnica produce en el mundo el 18% de gases contaminantes de efecto invernadero, siendo mucho más a lo que producen todos los medios de transporte en el mundo y que llega al 11%. Realmente son cosas que no comprendo.

En fin, podría contar otras historias con diferentes intelectuales, políticos, maestros espirituales, que he conocido en mi camino, en la que no hay coherencia entre el discurso y la práctica cotidiana. No los juzgo, porque sé que yo también tengo mis incoherencias, la vida me lo hace saber de diferentes formas. Y eso pretendo con Grosfoguel y demás, pues no creo que lo hagan a propósito. Repito, no tengo la intención de ganarme enemigos (todo lo contrario) para obtener algún rédito con estas críticas o comentarios, sino la intención de aportar para que todos cambiemos por la armonía de cada uno y de nuestros cometidos.

La única que se salva -de alguna manera- entre los connotados (y no me estoy mofando sino haciendo referencia a los que se han hecho famosos) es Silvia Rivera, pues se diferencia de todos los demás porque ha pasado por su cuerpo lo aymará. Habla desde adentro y no desde un observador externo, y eso lo apreciamos sobremanera. Algo que no se ve en Luis Tapia o Raúl Prada, entre los más conocidos afuera de Bolivia. Sin embargo, hay algunos aymará que la critican duramente y creo que tienen razón en algunos casos, por ejemplo, su postura de lo ch´ixi o de lo mestizo, algo con lo que nosotros tampoco estamos de acuerdo y esperamos escribir sobre ello en algún momento. En todo caso, valoramos ampliamente su proceso de internalización paulatina, a diferencia de todos los intelectuales que solo hablan desde la externalidad.

Siendo ese el problema de Grosfoguel, Dussel y demás intelectuales, de que solo hablan desde la externalidad y la razón, y no desde la interioridad y la sabiduría a pesar de que critican el objetivismo y el positivismo. En la práctica siguen en la actitud reflexiva del “objeto de conocimiento” y no llegan a la relación sujeto a sujeto, que es aprender a senti-pensar desde el otro sujeto, sea humano o no-humano. Y esto es también extractivismo epistémico.

Dussel sigue hablando desde Europa donde se formó, cuando nació en Sudamérica y ha vivido muchos años en México. Grosfoguel habla de Sudamérica desde Norteamérica, que es lo que conoce profundamente, especialmente Puerto Rico su país de origen y de Estados Unidos donde trabaja ya muchos en la Universidad “imperialista” de Berkeley, por más que le hayan arrebatado un espacio a los gringos como contó en la conferencia que estamos haciendo referencia. Que en todo caso está bien, si realmente se está trabajando por la descolonización plena, aunque no sabemos cuáles son los resultados concretos que ha obtenido en ese propósito. Lo cierto es que Grosfoguel no conoce bien Sudamérica, no es suficiente leer a algunos sudamericanos o hacer unas pocas visitas, sino que hay que vivir un cierto tiempo para conocer un lugar y poder hablar con más propiedad. Él conoce bien al imperialismo norteamericano y puede hablar con criterio profundo.

En nuestro caso vivimos 5 años en Francia y viajamos bastante por algunos países europeos, por lo que conocemos algo del eurocentrismo por nosotros mismos. Por cierto, no fuimos a estudiar allá, ni a trabajar para ellos, nos han ido llevando por 12 años por varios países de Europa para que les enseñemos Sabiduría Andina[7]. Y hasta nos han traducido 3 libros, pero en “nuestra tierra” se interesan poco[8]. Somos más conocidos en los países francófonos que en los Andes. Obviamente, no nos invita la gente del mundo académico pues ellos solo buscan intelectuales, especialmente aquellos que sean objetivistas y que miren todo como objeto externo de conocimiento. Lo mismo, rara vez nos han invitado en América Latina ya sea de la academia o de fuera. Esas son las paradojas. No les interesa lo nuestro[9].

Entonces, es extractivismo epistémico el de Grosfoguel al hablar del “progresismo” sudamericano sin conocerlo vívidamente y ser francotirador apoyando a estos gobiernos de la “izquierda occidentalizada”. Compartimos la crítica que Grosfoguel hace de Quijano y Mignolo por su extractivismo epistémico, pero él repite lo mismo con Sudamérica. Por cierto, cuando critica a Quijano comete otro error, cuando hablando desde un lenguaje racial dice que Quijano es “mestizo” y de que Javier Lajo es “indígena”. Seguramente no conoce personalmente a Lajo (nosotros lo conocemos), pero en nuestro caso -como andinos de nacimiento- sabemos bien los fenotipos de los Andes y Quijano tiene más rasgos “indígenas” que Lajo, quien tiene la piel y el fenotipo más blanco que moreno.

Obviamente, nosotros no creemos en estos conceptos raciales y hablamos desde otras categorías. Esto, es para nosotros un giro decolonial, el no seguir hablando desde categorías coloniales racistas como las palabras: indio, indígena, negro, mestizo, blanco, que es la creación de los invasores en su colonial apartheid de Abya Yala. Descolonización es también cuestionar estos lenguajes, para hablar mas bien desde lo geográfico y lo cultural. Por ello, nosotros hablamos de pueblos andinos o tawantinsuyanos, en donde hay gente de distintos colores de piel, y lo que marca la diferencia entre ellos: es su pensamiento andino milenario o su pensamiento occidentalizado de izquierda o de derecha, marxista o liberal.

Y éste también es el meollo de lo que Grosfoguel, Dussel, Quijano y demás decoloniales hablan de “lo nuestro”. Qué es lo nuestro. Lo que han producido los occidentales latinoamericanos en estos 500 años, o lo que han enraizado en miles de años los pueblos primeros de Abya Yala. Éste el extractivismo epistémico de los intelectuales que han encarnado lo occidental en América y que observan al originario o autóctono como objeto de conocimiento. Ni siquiera han escuchado a sus sabios, ni han estudiado la racionalidad andina o maya o mapuche. Peor que lo hayan pasado por su cuerpo y ante todo por su corazón.

El suizo Josef Estermmann sabe más de “filosofía andina” que García Linera que ha vivido toda su vida con los “indios”. Al vicepresidente de Bolivia solo le interesa Marx, Lenin, Gramsci, y todos los intelectuales europeos con sus filosofías y razones occidentralizadas de izquierda. Dice defender a los indios y hasta se declara indianista, pero desconoce sus cosmovisiones, filosofías, y racionalidades. Por ello, les habla a los pueblos originarios como que fueran niños o torpes o como que fueran sus tutelados a los que los cuida “por su bien”, “su progreso” y “su bienestar”. En general, las izquierdas los ven como de poco entendimiento o como “limitaditos”, palabra ésta del también extractivista epistémico y gran francotirador: Rafael “Trump” Correa[10].

En realidad, pasa en todos los occidentalocentrados -incluso en mucha gente del propio “movimiento indígena”- quienes hablan desde afuera, sin que hayan pasado la otredad en su vivencia cotidiana, pero hablan a nombre y en defensa de los otros, de los olvidados. Hasta hacen cualquier cosa a nombre y representación de ellos (Evo Morales). Eso es también extractivismo epistémico.

Es lo que siempre han hecho y siguen haciendo los eurocentrados de izquierda con su indianismowash. Se lavan la cara para ocultar sus verdades intenciones de imponerles el marxismo y el socialismo por “su bien”, “su progreso” y “su bienestar”, y con ello borrar sus propias racionalidades. Tal como los cristianos con sus evangelios, o la derecha con sus teorías neoliberales de que ellos son los que les generan las fuentes de trabajo. Quien no se ha descolonizado, es un eurocentrista: liberal o marxista o positivista o nihilista…

Todo lo que hemos señalado anteriormente, no significa que seamos antimarxistas o antiizquierdistas o antioccidentales. Entendemos que el marxismo y todo el aporte de occidente es una parte, mas no es el todo. Creemos que la izquierda es complementaria del pensamiento alternativo, y que debemos caminar juntos y no atrás de la clase obrera o del partido. Nos peguntamos si la izquierda y la intelectualidad serán capaces de comprender aquello o seguirán imponiendo su eurocentrismo y calificando a los otros de revisionistas, contrarrevolucionarios, atrasados, extremistas, etc.

Seguramente, en nosotros también hay extractivismo epistémico, indianismowash y somos francotiradores. Estamos abiertos a que nos lo hagan ver, eso nos ayudará a ser coherentes en nuestro camino personal, al interior y exterior. Y esto, creemos que deberían hacer todos y preguntarse si son algo de ello.

Notas

[1] http://www.revistatabularasa.org/numero-24/06grosfoguel.pdf

[2] https://www.youtube.com/watch?v=QSw6Rfc8E0U

[3] https://es.scribd.com/document/337734545/4ta-Version-Que-es-el-Sumak-Kaw…

[4] Entendemos por racionalidad en diferencia y en contradicción con razón o logos, cuando este último ya se había desmembrado de la sensibilidad, de la emoción, del sentimiento. Cuando la filosofía dejó de ser la sabiduría del amor para ser “amor” al logos, es decir, la fijación de la mente dictatorial.

[5] https://lalineadefuego.info/2015/10/20/analisis-el-poder-de-la-soberbia-…

[6] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192299

[7] https://es.scribd.com/document/329460668/Los-Caminantes-Del-Arcoiris-por…

[8] https://es.scribd.com/document/63995249/El-Retorno-Del-Hombre-Rojo

[9] En el Ecuador, algunos medios –especialmente web- han rechazado abiertamente publicar nuestros trabajos. Solo “Línea de Fuego” nos ha dado espacio. Otros nos sacaron posteriormente. Agradecemos a los medios internacionales de Alai y Rebelión que se han atrevido a publicar nuestros escritos.

[10] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=212964

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222600

Fuente de la imagen:

 http://www.eldiplo.info/portal/media/k2/items/cache/dca6745fdbb9da5b038270324f6ced2f_Generic.jpg

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España: Una científica asturiana dirigirá una investigación sobre racismo en la UE y América

Europa/ España/ 5 Diciembre 2016/ Autor: Carlos García/ Fuente: La Voz de Asturias.

La investigadora asturiana del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal), Silvia Maeso, dirigirá un proyecto de investigación sobre el racismo estructural que se desarrollará durante cinco años en Latinoamérica y Europa. Se trata de un estudio de análisis a largo plazo que contará con una financiación de 1,9 millones de euros, aportados por el Consejo Europeo de Investigación.

Maeso explicó en una entrevista con la Agencia EFE que en esta iniciativa, seleccionada entre 2.300 propuestas, participarán la Universidad de Sevilla, la Universidad de Coimbra, la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil) y la Universidad Nacional San Marcos de Lima (Perú). Esta investigadora, natural de Langreo y doctora en Sociología Política por la Universidad del País Vasco, trabaja en la Universidad de Coimbra desde 2007 y, según avanzó, abordará el racismo como «un fenómeno estructural».

En este sentido, precisó que no se analizarán cuestiones individuales o prejuicios de las personas, sino las estructuras que provocan condiciones de discriminación a la hora de acceder a una educación de calidad, a la vivienda o, incluso, al mercado laboral, entre otras. Este proyecto pretende revelar «procesos históricos sedimentados de opresión» y se centrará en diferentes niveles en los que se trabaja el «antirracismo». La acción política, la administración pública, la legislación, los actores que producen el conocimiento -universidades- o las propuestas de lucha «antirracismo» serán algunos de los niveles investigados en este proyecto.

En cuanto a entidades Supranacionales, esta investigación, que lleva por título «Politics», analizará las políticas que se aplican sobre la cuestión del racismo o «antirracismo» en la UE, la ONU y la Organización de los Estados Americanos (OEA). La producción del conocimiento en las universidades públicas de Brasil, Perú, España y Portugal será otro de los capítulos del proceso de estudio para saber «cómo se aborda el conocimiento sobre el colonialismo y el racismo». «Pocas veces analizamos cómo producimos este tipo de conocimiento», argumenta Silvia Maeso para justificar la importancia de investigar cómo se aborda la cuestión del racismo en las estructuras universitarias.

En un tercer nivel, el proyecto abordará cómo son y de qué manera se canalizan los procesos de denuncia del racismo. En este sentido, se centrarán de forma especial en los movimientos de base y en la violencia policial, tanto en países de Europa como de Latinoamérica. En un último capítulo, la investigación abordará, según Silvia Maeso, los diferentes espacios de diálogo de lucha contra el racismo y los espacios de conflicto que se desencadenan para solucionar este problema social.

Este proyecto se pondrá en marcha durante 2017 a través del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, que desde 2010 ya ha logrado la financiación de seis proyectos – por un total de 9 millones de euros- por parte de la UE para desarrollar investigaciones sociales.

Fuente: http://www.lavozdeasturias.es/noticia/asturias/2016/12/05/cientifica-asturiana-dirigira-investigacion-sobre-racismo-ue-america/00031480939679429230781.htm

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De los países alienados a los países No Alineados (Análisis Internacional)

Por: Jesús Chucho García

“Aquí está el Movimiento NOAL creo que entrando a una nueva etapa. Así lo creo. Necesario es que confluyamos los movimientos, las ideologías, los gobiernos y los pueblos”

Hugo Chávez Frías
La Habana, 2006

Dentro de pocos días la República Bolivariana de Venezuela, será la sede de la XVII Cumbre de los Países No lineados, organización que ha venido jugando un papel esencialmente antihegemónico frente a las superpotencias capitalistas mundiales, sobre todo aquellas de signos neoliberales.

Cerca de 118 países conforman el Mnoal, como se le conoce a esta organización que fue fundada en 1961 por los presidentes Joseph Tito Broz (antigua Yugoeslavia), Kwame Kruma (República de Ghana), Pandit Jawaharlal Nehru (India), por Egipto, Gamal Abdel Nasser, y el presidente de Indonesia, Achmed Sukarno.

COLONIALISMO Y ALIENACIÓN

Los países asiáticos, árabes y africanos habían sufrido, como el resto del planeta, un proceso bestial de colonización, marcado por los proyectos mineros extractivos y reparto de sus territorios por las potencias europeas y Estados Unidos. La conferencia del reparto de Africa conocida como la Conferencia de Berlín 1885/86 fue un ejemplo de ello, mientras que por otro lado Inglaterra se apoderaba de la India, intervenía en China, y Francia, aparte de África, se impuso en Indochina (hoy Vietnam). Pero mas allá de ese reparto también introdujeron la alienación a través del Indirect Rule (término inglés: gobernar indirectamente con los “nativos” pero como los colonizadores querían) o la asimilación francesas: que gobiernen pero bien “asimiladitos” a nosotros.

La resistencia heroica de los pueblos asiáticos y africanos tuvo como resultado la famosa Conferencia de Bandung, realizada en Indonesia en 1955, la cual destacaba el principio de respeto a la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones. Es de ahí de donde 5 años más tarde se crearan las condiciones para lanzar el Movimiento de los No Alineados, integrado por aquellos países que dejaron de ser ALIENADOS y sometidos al colonialismo y al neocolonialismo.

En esa oportunidad, fueron cinco pensadores marcados por la autodeterminación y anticolonialismo de distintas partes del planeta para romper con el proceso de dependencia que había marcado el colonialismo y mantener una posición ante las dos potencias mundiales de ese entonces como lo eran Estados Unidos y Rusia. Precisamente fue el general Tito Broz, que planteó esa reunión en Belgrado, ya que este no se afilió al bloque soviético dirigido por Josepf Stalin. Todo fue una voz soberana en el marco de la Guerra Fría. Desde el ataque al régimen del viejo apartheid en Sudáfrica y hasta la lucha contra el imperialismo, marcaron las líneas del Mnoal.

RECORDANDO A CHÁVEZ EN LOS ALINEADOS

En la Cumbre de los No Alineados en 2006 en La Habana, Cuba, la prensa cubana expresó en torno a la intervención de Chávez diciendo que bromeó con su propia costumbre de traspasar el límite de tiempo de comparecencia en este tipo de reunión y lo sobrepasó para denunciar las amenazas del Gobierno de Estados Unidos no solo contra Cuba y Venezuela, sino contra otros gobiernos y finalmente contra la humanidad. Pidió en ese contexto unidad al Movimiento No Alineado y a los países del Sur para construir un nuevo orden internacional y un mundo mejor de paz y fraternidad, frente al actual “con una potencia policíaca y de guerras”. En representación del grupo de América Latina y el Caribe en el Movimiento NOAL, el Presidente venezolano destacó el papel histórico y actual de Cuba, de su Gobierno y de su líder, Fidel Castro, como “ejemplo de resistencia ante los atropellos del imperialismo norteamericano”. Expuso lo que definió como una reflexión dirigida a los “hermanos de Asia, de África y Europa, ustedes que nos visitan a este ‘Caribe Nostrum’ a esta América Latina, igual que ustedes colonizada, arrollada, masacrada durante siglos”, y reclamó unión para un mundo mejor, que, manifestó, es posible. “Aquí está el Movimiento NOAL creo que entrando a una nueva etapa. Así lo creo. Necesario es que confluyamos los movimientos, las ideologías, los gobiernos y los pueblos que batallamos por un nuevo orden internacional, por otro mundo necesario e imprescindible, absolutamente posible”. “Aquí está el mundo levantándose de nuevo”.

REUNIÓN EN NUEVA ESPARTA DEL MNOAL

Esta XVII Cumbre de los No Alineados se realizará a partir del 13 de septiembre en la isla de Margarita, y se da en un contexto complejo a nivel mundial donde, pese al poderío de Estados Unidos, ya no tienen el control total del mundo con sus aliados europeos. En estos diecisiete años, con el liderazgo del expresidente Chávez, nuestro país cumplió o complementó el sueño de Bandung y de Belgrado en la lucha contra el imperialismo y la creación de nuevas políticas de integración, y por ello unos de los puntos de esta cumbre es “el establecimiento de una alianza internacional con bloques de integración regional de América Latina, en el contexto del auge de un mundo multipolar”. También se abordará el rechazo a las agresiones y el terrorismo en Medio Oriente, así como a las acciones intervencionistas de Estados Unidos,”. El neoliberalismo en América Latina está de vuelta, es una realidad, desde Bolivia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y algunos países del ALBA y Petrocaribe se resiste a volver a caer en el neoliberalismo salvaje, la alienación, alineación y neocolonialismo. Por su parte, la oposición venezolana buscará por todos los medios sabotear la cumbre, conjuntamente con sus aliados de Mercosur y evitar que asumamos la presidencia de este estratégico movimiento que tiene el 55 por ciento de la población mundial y el 80% de los recursos estratégicos del planeta.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/opinion-libre/paises-alienados-a-paises-no-alineados-analisis-internacional/

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Entrevista a Boaventura De Sousa Santos: «La Europa defensora de los derechos humanos es un mito romántico”

31 Julio 2016/Fuente:ctxt /Autores: AMANDA ANDRADES / JOSÉ LUIS MARÍN

Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 1940) nació en una familia obrera. Fue, según ha contado él mismo, de los primeros de esa clase en acceder a la Facultad de Derecho de la Universidad de Coimbra, santuario de las élites en aquella época. Tal vez por eso su larga carrera académica y activista ha estado vertebrada por la necesidad de ir más allá del conocimiento oficial. Tal vez por eso esa curiosidad insaciable por los “otros” que articula su trabajo.

Los pensamientos de De Sousa tejen una red de experiencias de luchas y aprendizajes de derrotas en múltiples lugares del planeta. Conectan lo que ocurre en los distintos sures del mundo, lugares no geográficos, sino “epistémicos antiimperialistas”, lugares en los que habitan los refugiados y los migrantes, esos a los que no consideramos “tan humanos como lo somos nosotros”, pero también los “europeos de segunda”: griegos, portugueses y españoles, muchos de los cuales, sin embargo, dan la espalda a los que huyen de la guerra y la pobreza. Indiferencia fruto de una línea de separación muy profunda. “Nuestro pensamiento abismal nos divide de una manera total, su sufrimiento no es el mismo que el nuestro”, explica este intelectual que no desea estar en la vanguardia, sino en la retaguardia, según cuenta.

La charla con este pensador referente del altermundismo y  participante destacado del Foro Social Mundial no fluye en una línea recta como “la historia de los vencedores”, sino que caracolea como las estrategias de los vencidos, pero siempre tiene un nexo de unión, la denuncia de las ausencias creadas por los discursos hegemónicos. Ese ocultar lo que existe, pero es “producido como ausencia”, el colonialismo, la exclusión, la condena de los otros a la “subhumanidad”. Ese mecanismo que, según De Sousa, ha permitido a Europa crear un “mito romántico” que la convertía en un lugar de defensa de los derechos humanos. Un mito que era posible porque “la Europa de después de la guerra tenía el control de las personas que quería para trabajar. Con los refugiados de ahora ya no es posible controlar, es demasiada gente. Entonces todos los tratados, que la UE debía cumplir, se convierten papel mojado”.

Dos de los ejes de su trabajo son lo que usted ha denominado sociología de las ausencias y epistemología del sur, ¿en qué consisten?

Las epistemologías del sur son un proyecto para valorar y validar los conocimientos nacidos de la lucha de grupos sociales que han sufrido sistemáticamente las injusticias, las discriminaciones, las exclusiones del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Normalmente, nuestros conocimientos, los valorados, por ejemplo, por las universidades, son los de los vencedores. Nuestra historia, la que se cuenta en las escuelas, es la contada por los vencedores. Los vencidos nunca contaron la historia. Las epistemologías del sur pretenden demostrar que la comprensión del mundo es mucho más amplia que la occidental y que el pensamiento occidental produjo una línea abismal que dividió las sociedades entre metropolitanas, las visibles, y las coloniales, las que no cuentan, las invisibles. Esto llevó a que se produjera todo un vastísimo campo de ausencias. Talcott Parsons, un grandísimo teórico, escribe una historia y una teoría general de la sociedad americana sin casi mencionar la esclavitud, cuando ésta fue absolutamente estructural en la formación de los Estados Unidos. Lo ausente existe. Simplemente es producido como ausencia.

¿Y hoy en día?

Lo vemos con los refugiados, son subhumanos, no tienen derechos. No nos sentimos, digamos, muy horrorizados con lo que les pase porque, en el fondo, están del otro lado de la línea. No son tan humanos como lo somos nosotros. Tienen más deberes que derechos. Nosotros siempre convertimos a parte de la humanidad en inferior. No hay concepto de humanidad sin deshumanidad. Las mujeres han sido víctimas de esto; también, los trabajadores; y obviamente, los pueblos colonizados, los gitanos, los judíos. Mi trabajo consiste en rescatar ese conocimiento de las luchas contra el capitalismo, pero también contra el colonialismo y el patriarcado. Tenemos movimientos feministas, anticoloniales, antirracistas, sindicales, pero esta división nos tiene perdidos porque la dominación junta siempre.

¿Es sistémico?

Por supuesto. Y además basa su poder en dividirnos, en fragmentarnos.

Habla usted de los refugiados como pertenecientes a la categoría de los no humanos, de los olvidados. ¿Cómo hemos llegado hasta esto?

Es la historia del colonialismo europeo que tiene cinco o seis siglos y que  se repite en ciertas ocasiones. Siempre es la misma manera de crear rápidamente invisibilidad. A Turquía durante mucho tiempo se le decía que no podía entrar en la UE porque era musulmán y en Europa había valores cristianos. Ahora el momento en que puede hacer el servicio de crear un inmenso depósito de refugiados, e impedir que los que están del otro lado de la línea crucen la frontera que divide el ser (europeo) del no ser, se permite que los turcos vayan a ser europeos, si mantienen encerrados en su país el no ser de los refugiados. Se crea una línea abismal que les excluye.

¿Ese ser o no ser (europeo) funciona también dentro de Europa?

Dentro de Europa se hace también con los griegos, con los portugueses y muchas veces con los españoles. Hay la idea de que hay europeos de primera clase y de segunda. Y estos últimos no valen la pena, no deberían de ser. Están aquí por un favor. Por eso, las políticas no tienen el mismo significado. Cuando Grecia pide solidaridad a Europa para que le ayude a pagar la deuda, Alemania dice que es una cuestión de los bancos y que  no pueden ayudar. Ahora tenemos la venganza, los refugiados no quieren quedarse en Grecia. Quieren ir a Alemania, que tiene un problema y pide el apoyo de Europa. Al tener más poder que Grecia impone ese apoyo. Y además tiene la solución, utilizar a Turquía. Pero tampoco la lógica europea que debería de haber existido para la deuda griega se está utilizando para los refugiados. Los del Este no quieren refugiados, Austria cierra fronteras. Vivimos el fin de un proyecto.

¿Todos estos movimientos responden a algún interés? ¿Por qué se da ese tratamiento y no otro?

Se basa en una idea muy vieja de Europa, debido a toda su tradición colonial, la del nosotros y ellos. Los ellos no tienen los mismos derechos. Durante muchos siglos Europa logró mejorar la vida de sus obreros y de sus mujeres, pero ¿con qué? Con todas las rentas que venían de las colonias, del saqueo de los recursos naturales. Al inicio del siglo XIX en Europa emergía un derecho laboral que protegía a los trabajadores. En ese mismo momento, en el otro lado de la línea, en las colonias, era derecho penal, trabajo forzado. Esta dualidad es tan abismal que la gente no la ve, parece que nuestros derechos humanos son universales, pero están en vigor sólo acá. Del otro lado de la línea, no. Por eso, trabajo por un pensamiento postabismal que busca incorporar a todos. Por eso, estoy a favor de fronteras abiertas para los refugiados. Supondría un cambio enorme dentro de Europa, sería una manera de responder a una injusticia histórica. Y no sería tan dramático como la gente piensa. Portugal en 1975 tenía nueve millones de habitantes. En pocos meses, después de la descolonización, regresó medio millón de colonos y se integraron por las aldeas, los pueblos. Si hubiera voluntad política, sería posible porque los ciudadanos quizás mostrarían esa solidaridad. Simplemente nuestro pensamiento abismal nos divide de una manera total, su sufrimiento no es el mismo que el nuestro.

Hay quienes defienden, sin embargo, que los refugiados y/o migrantes no son integrables.

Hay que ser saber primero qué es lo integrable. La integración puede ser autoritaria o solidaria. Si tú defines los términos en los que quieres que la gente se integre, por ejemplo, tienes que conocer la historia de España, aunque ésta sea totalmente ofensiva para ellos porque dice cosas horribles de sus ancestros, esa es una integración autoritaria, excluyente. La incluyente es aquella que cambia las condiciones de inclusión junto con los grupos que entran. Por ejemplo, los grupos y organizaciones de migrantes de Bolivia y Ecuador tienen el derecho de contribuir para cambiar la historia y que los héroes no sean sólo los españoles, sino también los indígenas que lucharon ellos. Ahí la integración ya sería más inclusiva. La integración es básicamente la idea de poder representar el mundo como tú lo ves. Si se representa el mundo en el que vivimos como nuestro, podemos cambiar las cosas, podemos unirnos y organizar partidos, movimientos sociales. Ahora, si, por ejemplo, vienes de Senegal y te dicen eres subdesarrollado o te integras aquí o nada, no tienes autoestima para representar el mundo como tuyo y, por eso, tampoco puedes transformarlo de acuerdo a tus aspiraciones.

Parece que Europa está fallando ahora como si antes a lo largo de su  historia hubiese sido siempre un baluarte de los derechos humanos…

Hay un mito romántico en el que Europa era un lugar de defensa de los derechos humanos. Es un discurso hegemónico que no permitía ver lo que se estaba dejando fuera. Con la crisis, el terrorismo, etcétera se ha visto que esta idea romántica no ha tenido nunca razón de ser. Existía porque la Europa de después de la guerra tenía el control de las personas que quería para trabajar. Con los refugiados de ahora ya no es posible controlar, es demasiada gente. Entonces todos los tratados, que la UE debía cumplir, se convierten en papel mojado. Los tratados de asilo dicen que nunca debe haber una deportación colectiva, y están deportando. Ha habido una idea de Europa como la imperialista buena. Por ejemplo: Israel destruía Palestina y la UE llegaba y reconstruía. Ahora las cosas son distintas, porque Europa tiene un problema. Tal vez si el capitalismo financiero no hubiese logrado destruir la autoestima de griegos, portugueses, españoles y fomentar la extrema derecha, la crisis de los refugiados hubiese sido resulta de mejor forma, con unos ciudadanos europeos con más confianza y menos temor.

¿Es un signo de agotamiento de un modelo político que colapsa?

La UE es un proyecto de paz y solidaridad en una Europa brutalmente golpeada por la guerra. En los sesenta y en los setenta aún había gente que recordaba el conflicto. Por eso se creó una Europa de paz. La generación siguiente no tiene idea de ese pasado. Así, con la presión del globalismo financiero, se volvió a lo  de siempre,  al egoísmo estructural del capitalismo. Mi éxito será más grande cuanto más grande sea tu fracaso. Y no al contrario.

¿Las relaciones norte-sur se repiten también en la periferia?

Claro. El sur de las epistemologías del sur no es geográfico. Es epistémico, antiimperial. En el sur obviamente también hay mucho norte. Si vas a Sao Paulo, sus élites no son sur, son norte. A veces, más nortistas que las del norte. La élite egipcia hasta hace poco tiempo iba al barbero a Londres. Australia es norte, a pesar de estar en el hemisferio sur, pero tiene un sur, el de los pueblos indígenas que fueron masacrados y casi exterminados. En Marruecos la estructura de poder no es un sur antiimperial, al contrario, es un lacayo del colonialismo europeo que trueca algunas ventajas, sobre todo para el Rey, a cambio de hacer el trabajo sucio de contención de los saharauis.

¿Y dentro de la Unión Europea también hay sures y nortes?

Sí, tenemos otras formas de colonialismo interno. Hoy se habla mucho, por ejemplo, de eso en España. La semana pasada estuve en Barcelona y la gente hablaba no de dependencia o independencia, sino de que debería de haber formas de autonomía que no están por ahora consagradas debido a las soluciones que se dieron en la Transición. Por eso hablamos de colonialismo interno, naciones sin Estados: gallegos, vascos, corsos… Pero también vamos a asistir a otras formas de colonialismo interno, Estados sin Estado, como Grecia, Portugal o mañana, España. Estados controlados por un protectorado alemán que domina nuestra política económica, de la que no podemos salir fácilmente. Lo estamos intentando, pero es un proceso histórico largo.

Usted habla de que nos enfrentamos a un poder dronificado, ¿qué es esto?

La palabra dron tiene hoy una imagen suave. Te dicen, por ejemplo, que los paquetes de correo pueden repartirse con drones. Pero nació como una tecnología de guerra. Y es de esta tecnología de lo que hablo. Son las posibilidades de unos instrumentos bélicos con alta capacidad de matar, no tripulados y manejados a distancia. Ahí existe la posibilidad de un poder que se quiere afirmar como invencible. No tiene que arriesgar, que negociar, porque no hay nada que negociar. Destruye y ya está. Es un poder que se afirma como invencible y que, por eso, tiene la dinámica de desarmar cualquier alternativa. Empezó con Margaret Thatcher en los ochenta y su “there is no alternative”. Se han creado formas de poder que quieren mostrar que no hay alternativa, como los drones financieros. En estos momentos no tenemos ninguna manera de controlar una decisión especulativa en contra de un país, de un día para otro deciden que te liquidan. Así fue con Grecia. Y no tienes capacidad de respuesta. El daño es inmediato. Son unos asesinos. Además, estas gentes que son de buenas familias, cuidan de sus hijos, son religiosos, etcétera, cuando están enfrente de la pantalla de la televisión son psicópatas, si pueden destruir Grecia, lo hacen y si pueden aumentar las tasas de ganancia de la deuda griega, las aumentan.

¿Y las resistencias?

Vamos a ver, por ejemplo, nuevas formas de guerrilla. No las militares, a las que estábamos acostumbrados, sino informáticas o gente como Snowden o Assange. Ni el Estado Islámico es inmune a eso. La idea de poder invencible no existe en la dimensión humana. Hay que ver dónde están las brechas para entrar con una gran concentración tecnológica. Es, si quieres, otra versión de la teoría del foco de Regis Debray o el Che Guevara. O sea, creas un punto para poder hacer un ataque fuerte y decisivo a tu enemigo. No tienes que preocuparte de crear hegemonía o de ser conocido. Muchas de las lógicas que existen hoy tienen estas características. Son gente que no está conectada con movimientos sociales. Assange sí lo estaría un poco, con el movimiento de software libre, pero Snowden es un hombre que estaba dentro del sistema y que vio tanta locura que decidió pasar la información. Vamos a ver más casos de esto en el futuro.

¿Los Estados desaparecen y aparecen nuevas formas de poder?

Sí, el Estado fue durante mucho tiempo el soberano y el centro del poder legítimo. Había un poder constituyente, que era el pueblo, aunque nunca se supo muy bien qué era el pueblo –¿eran todos? ¿las bases populares? ¿los oprimidos?– y éste constituía al Estado y le obedecía. Esa era la idea moderna del Estado. Pero en los últimos 40 o 50 años, se ha visto que todos los países pueden ser soberanos, pero unos son más soberanos que otros. Después surgieron organizaciones internacionales, como la ONU, que crearon la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otras que limitan el poder de los Estados. Y después llegaron instituciones transnacionales, como la OMC, el FMI o el BM con prerrogativas para imponer a los Estados sus políticas de  ajuste estructural que en Europa llamamos austeridad. El poder constituido desaparece, y sólo tendría alguna utilidad si volviera a ser constituyente, si los Estados del sur de Europa el día de mañana tuvieran algún poder para ir a Bruselas y reclamar otra UE. Por ahora esto no está ocurriendo y los Estados están siendo francamente desplazados en su soberanía. Por ello, surgen también las autonomías con más fuerza. La centralidad del Estado fue debilitada y abrió espacio para las autonomías. No solamente aquí, también en América Latina.

En España en 2011 hubo una gran movilización social, el 15-M, cuya concreción política, para algunos, es Podemos y/o las confluencias municipalistas que han entrado en la esfera institucional. Usted defiende la necesidad de vincular la democracia representativa con la participativa. Parece complicado…

Fue la gran novedad y en lo que aprendimos más de América Latina. Esta vía no está agotada. La gente quiere participar y se siente a veces triste porque las expectativas de participación se ven frustradas debido a la urgencia de las elecciones: los líderes políticos son pocos y sólo van a los mítines y no a trabajar con los círculos de ciudadanos, con las asambleas. Hay una gran voluntad de participar en la política, la gente piensa que puede ser importante su participación, y no está aún completamente desilusionada. Está un poco frustrada, porque quizás tuvo demasiadas expectativas. Estas nuevas formas de partido son muy jóvenes, no tienen ni cinco años de existencia. Hay que ir despacio y seguirlos con mucha atención. Puede pasar que los nuevos partidos de movimiento se transformen en viejos partidos sin movimiento. No me parece, sin embargo, que pueda ocurrir fácilmente en un periodo de tanta contestación social y de tanta agresividad de las élites. No sólo en España, también en Portugal con comisarios de la UE que nos visitan todos los días y nos dan órdenes. O en las calles de Brasil. O Macri, que tiene a ejecutivos de la banca como ministros. Gobierna el capitalismo financiero internacional.

¿Cómo se articulan mecanismos para que en esa participación realmente puedan entrar los excluidos?

Los que más necesitan participar son muchas veces los que menos pueden. A veces, ni siquiera son invitados. Cuando lo son, no es fácil que vengan. No tienen las condiciones para ello y, sobre todo, saben que no van a discutir en sus propios términos sino en los adecuados para la gran mayoría blanca, o mestiza, que discute la política de un país. Participan cuando ven que su cultura cuenta, que es protegida y se articula con otras en lo que llamo traducción intercultural. Cuando no es benevolencia filantrópica, sino enriquecimiento de la cultura europea.

Algunos sectores de la izquierda plantean la necesidad de un proceso constituyente en España. ¿La solución de los problemas pasa por ahí?

La Constitución está bloqueada. Fue una constitución negociada, pero con algunas imposiciones del bando militar que eliminó muchas posibilidades de las naciones internas para ser consagradas. En  el momento en el que el bipartidismo entra en crisis y la UE ya no es una referencia, todo se fragiliza y las naciones reivindican su lugar. Este problema ya no se va a poder resolver sin un proceso constituyente. Pero no pienso sólo en procesos constituyentes en los países porque también necesitamos a la UE para avances como la regulación de los mercados financieros. Si no, todo va a ser un desastre. Los procesos constituyentes tienen un riesgo, permiten radicalizar la política sin hablar demasiado de capitalismo,  de colonialismo y de patriarcado. Quizás se hable de las  autonomías, pero de los otros, de los inmigrantes, los gitanos. ¿Van a estar presentes los movimientos de resistencia?

Fuente de la noticia: http://ctxt.es/es/20160323/Politica/4947/Boaventura-de-Sousa-Santos-entrevista-Europa-fronteras-derechos-humanos-colonialismo.htm

Fuente de la imagen: http://ctxt.es/images/cache/800×540/nocrop/images%7Ccms-image-000005968.JPG

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La Invención del Tercer Mundo: Construcción y deconstrucción del desarrollo

Autor: Arturo Escobar

Año: 2007

Pais: Venezuela

Editorial: Fundación Editorial el Perro y la Rana

ISBN: 978-980-396-776-5

Sinopsis: Por casi cincuenta años, en América Latina, Asia y África se ha predicado un peculiar evangelio con un fervor intenso: el “desarrollo”. Formulado inicialmente en Estados Unidos y Europa durante los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial y ansiosamente aceptado y mejorado por las elites y gobernantes del Tercer Mundo a partir de entonces, el modelo del desarrollo desde sus inicios contenía una propuesta históricamente inusitada desde un punto de vista antropológico: la transformación total de las culturas y formaciones sociales de tres continentes de acuerdo con los dictados de las del llamado Primer Mundo. Se confiaba en que, casi que por fiat tecnológico y económico y gracias a algo llamado planificación, de la noche a la mañana milenarias y complejas culturas se convirtieran en clones de los racionales occidentales de los países considerados económicamente avanzados. El presente libro narra el surgimiento de este sueño, y cómo poco a poco se tornó en pesadilla. Porque en vez de la tan anhelada transformación, parece que el desarrollo solo hubiera logrado multiplicar al infinito los problemas socioeconómicos de Asia, África y América Latina. Basta una mirada superficial a los paisajes biofísicos, económicos y culturales de la mayor parte del Tercer Mundo para darse cuenta de que el desarrollo está en crisis, y que la violencia, pobreza y deterioro social y ambiental crecientes son el
resultado de cincuenta años de recetas de crecimiento económico, “ajustes estructurales”, macroproyectos sin evaluación de impacto, endeudamiento perpetuo, y marginamiento de la mayoría de la población de los procesos de pensamiento y decisión sobre la práctica social. El enfoque del libro es posestructuralista, en el sentido de que parte del reconocimiento de la importancia de las dinámicas de discurso y poder en la creación de la realidad social y en todo estudio de la cultura. El desarrollo, arguye el estudio, debe ser visto como un régimen de representación, como una “invención” que resultó de la historia de la posguerra y que, desde sus inicios, moldeó ineluctablemente toda posible concepción de la realidad y la acción social de los países que desde entonces se conocen como subdesarrollados. El libro retoma los hitos más importantes de esta historia, analiza el papel de los economistas y planificadores en ella, y se detiene a examinar en detalle las estrategias de desarrollo concernientes a los campesinos, las mujeres y el ambiente. Como lo sugiere el título, y como se discute en la conclusión, el desarrollo y el mismo Tercer Mundo están en vías de desmoronarse. Esto ocurre no tanto porque el Segundo Mundo (las economías socialistas de Europa del este) haya desaparecido y la sagrada trinidad del orden mundial de la posguerra esté llegando a su fin, sino por el fracaso rotundo del desarrollo en términos de sus propios objetivos, y gracias a la creciente resistencia y oposición a él por parte de un número cada vez mayor de actores y movimientos sociales de importancia. Las voces que claman por el fin del desarrollo como experimento histórico que ha llegado a su fin crecen cada día. Confiamos en que al tratar de escribir su obituario, como pretendemos aquí junto a otros estudios que comparten el presente enfoque, contribuimos a imaginar alternativas, cambios de rumbo, otras formas de representar y diseñar nuestras múltiples realidades sin reducirlas a un patrón único ni a un modelo cultural hegemónico.

Descargar: http://www.cronicon.net/paginas/Documentos/No.10.pdf

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