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Ya tenéis igualdad, ¿qué más queréis?

Coral Herrera Gómez

¿Qué más queréis? Es la pregunta favorita de la gente que no sabe sobre desigualdad, que no sabe qué es el feminismo, que afirma que «no son machistas ni feministas», que no saben historia ni teoría política, que no leen los periódicos.

¿Qué más queréis?, y suena a reproche: «las feministas siempre protestando por todo». En ese reproche se condensan todos los demás: que si nos violan es porque andamos solas de noche por las calles, que si sufrimos abusos sexuales es porque vamos vestidas en modo provocativo, que si los maridos o parejas masculinas nos matan a diario es porque «algo habremos hecho» (abandonarles, darles celos, ser infieles, desobedecerles, llevarles la contraria), o bien porque no sabemos elegir bien con quién nos juntamos….

El neomachismo te dice: «Ya podéis votar, ya podéis estudiar y trabajar, ya no necesitais el permiso de vuestro marido para abrir una cuenta en el banco, ya podéis conducir coches, ser alcaldesas o presidentas, ya podéis hacer lo mismo que los hombres, ¿qué más queréis?».

Bueno a esa gente yo le digo:

«Queremos que nos dejen de violar y de matar a diario en todo el mundo. Queremos que nos dejen de mutilar los genitales, queremos que no nos encierren en las casas, queremos que dejen de esclavizarnos para la trata sexual, queremos que dejen de desaparecernos, queremos que dejen de someter a las niñas a matrimonios forzados, queremos viajar solas sin que nos maten, queremos caminar libres por las calles sin miedo, queremos parir en los hospitales sin riesgo a morir o a sufrir malos tratos, queremos que nos dejen ser madres cuando elijamos, queremos que las niñas y las jóvenes puedan estudiar, queremos parar el acoso sexual en las universidades y en el trabajo, queremos empleo y salarios dignos, queremos que se nos deje de usar como botín de guerra en los conflictos armados, queremos que se garanticen nuestros derechos humanos en todo el planeta».

Y es que a los y las neocmachistas y a los ignorantes que creen que ya viven en un mundo de igualdad, les faltan muchos datos. Aquí unos pocos que sirven para rebatir su teoría del mundo feliz en el que las mujeres tenemos los mismos derechos y oportunidades que los hombres: 

1. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que existen 4 millones y medio de víctimas de explotación sexual forzada en el mundo y que el 90% son mujeres y niñas, según un reciente estudio de Anesvad.

2. Un tercio de las mujeres son casadas antes de los 18 años. Y 1 de cada 9 se casa antes de cumplir los 15 (Estudio Internacional Child Marriage Facts & Figures).

3. Las adolescentes menores de 15 años tienen 5 veces más probabilidades de morir en un parto que las mujeres que están en la veintena (Estudio Internacional Child Marriage Facts & Figures).

4. El 38% de las mujeres que mueren en el mundo es a causa de la violencia de género (WHOReportaje Violence of Women).

5. Recientes estudios aseguran que la brecha salarial podría tardar más de 75 años en desaparecer (Oxfam).

6. Aproximadamente el 40-50% de las mujeres que viven en la Unión Europea sufren acoso en el trabajo (Amarsanaa Darisuren,UNWomen).

7. Globalmente, solo el 21% de los puestos directivos son ocupados por mujeres (Internationalbusinessreport.com).

8. En la actualidad tan solo un 4,6% de mujeres son CEO y un 19,2% Consejeras, según datos emitidos en el X Foro sobre Mujer y Liderazgo.

9. Sólo 2 mujeres de color han formado parte del Senado de Estados Unidos (cawp.rutgers.edu).

10. Las mujeres representan dos tercios de los 792 millones de adultos analfabetos en el mundo (Unesco).

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2016/03/ya-teneis-igualdad-que-mas-quereis.html

Fuente de la imagen: http://2.bp.blogspot.com/-fUUac42Tgwc/Tbn4evQSB3I/AAAAAAAABWQ/afWn6dQHtA8/s1600/gender_equality.jpg

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Alemania: Social justice is becoming a bigger issue

Europa/Alemania/Octubre de 2016/Fuente: Economist

RESUMEN: La crisis de refugiados no es el único problema que podría decidir la elección del Bundestag del próximo otoño. Si los tres partidos de izquierda de Alemania obtienen su deseo, la justicia social puede llegar a ser tan polémico. Los socialdemócratas (que actualmente gobiernan como socios menores en virtud de la canciller, Angela Merkel), junto con los Verdes y La Izquierda, que desciende del partido comunista en la antigua Alemania del Este, son la esperanza de formar una coalición de izquierda en este tema para desbancar la señora Merkel en 2017. Su sueño es llegar a provocar un movimiento Bernie Sanders-como-que esta siendo Alemania, no en Estados Unidos, podría barrer al poder. Por lo que han comenzado a recitar una metáfora que suena amenazante: la «tijera» (es decir, la brecha) entre ricos y pobres se mantendrá la ampliación a menos que lleguen a gobernar el país.Sea o no la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor es discutible. En comparación con la década de 1990, la desigualdad de ingresos es mayor, medida por el coeficiente de Gini. Pero alcanzó su punto máximo en 2005 y desde entonces se ha mantenido prácticamente estable. Dentro de la UE, Alemania es un país mediocre en términos de desigualdad de ingresos, detrás de unos pocos países más igualitarios, como Suecia, y muy por delante de las sociedades más desiguales en Europa meridional y oriental, así como Gran Bretaña. Pero cuando se trata de la distribución de la riqueza, Alemania está cerca de la parte superior de la escala de la desigualdad, sólo por detrás de Austria en la zona euro. El 10% de los hogares alemanes poseen aproximadamente el 60% de la riqueza del país, mientras que el 20% no posee nada, o están en deuda (esto se explica en gran parte por alemanes alquilar casas de más de poseer, y confiando más en las pensiones del gobierno).

THE refugee crisis is not the only issue that could decide next autumn’s election of the Bundestag. If Germany’s three left-wing parties get their wish, social justice may become just as contentious. The Social Democrats (who currently govern as junior partners under the chancellor, Angela Merkel), along with the Greens and The Left, which descends from the communist party in the former East Germany, are hoping to form a leftist coalition on this issue to unseat Mrs Merkel in 2017. Their dream is to spark a Bernie Sanders-like movement that—this being Germany, not America—could sweep them into power. So they have begun reciting a menacing-sounding metaphor: the “scissors” (ie, the gap) between rich and poor will keep widening unless they get to run the country.

Whether or not the divide between haves and have-nots is increasing is debatable. Compared with the 1990s, income inequality is higher as measured by the Gini coefficient. But it peaked in 2005 and has since remained broadly stable. Within the EU, Germany is a middling country in terms of income inequality, behind a few more egalitarian countries, such as Sweden, and well ahead of more unequal societies in southern and eastern Europe, as well as Britain. But when it comes to the distribution of wealth, Germany is near the top of the inequality scale, behind only Austria in the euro zone. The top 10% of German households own about 60% of the country’s wealth, whereas the bottom 20% own nothing, or are in debt (this is largely explained by Germans renting homes more than owning, and by relying more on government pensions).

Whether all of this amounts to a crisis depends on one’s vantage point. The Institute of Economic and Social Research (WSI), which is affiliated to the trade unions, concludes that Germany has a big problem. The Cologne Institute for Economic Research, which has ties to employers’ organisations, argues the opposite. Nonetheless, the perception of growing inequality is widespread. And according to a study in 2013 by the Allensbach Institute, a polling outfit, 69% of Germans think that income and wealth are unfairly distributed. But they may in fact be confusing actual inequality with something else: declining social and economic mobility. The WSI has found that moving either up or down has become harder since the 1990s, and much trickier in eastern Germany. Compared with other countries, intergenerational mobility (children ending up in a different class from their parents) is low.

Much of the problem lies in the education system. In Germany success at school and university is more strongly correlated with the education of parents than elsewhere in Europe. There has traditionally been little emphasis on pre-school education, even though it has long-term benefits, especially for children from poor families. And Germany, like Austria, has an unusual school system that sends pupils, usually after the age of ten, either on an academic track or a blue-collar career path.

The Allensbach study found that what Germans mean by “social justice” is a fair chance of success and fair (but not equal) rewards for achievement. They are also concerned about young people not being overburdened by providing for the old. Brute redistribution ranked lowest as a definition of the term. As such, just promising to soak the rich—by calling for new wealth taxes, say, as the leftists are doing—misses the point. It makes more sense, for any political party, to invest in better schools and, as the centre-right parties argue, to keep the employment motor humming. That may be why, even taken together, Social Democrats, Greens and The Left would not be able to win a majority of the Bundestag if voting took place today. Like Mr Sanders, they may be doomed to succeed by raising the issue but letting somebody else, most likely Mrs Merkel, find the solution.

Fuente: http://www.economist.com/news/europe/21709356-expect-it-come-up-federal-election-next-year-social-justice-becoming-bigger-issue

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Entrevista a Samir Amin. La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital

Entrevista a Samir Amin
«La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital «

 

Por: Raffaele Morgantini
Investig’Action
Los análisis sobre la crisis que agita -de manera estructural- el actual sistema capitalista llegan a ser de una esterilidad patética. Mentiras de los medios, políticas económicas antipopulares, olas de privatización, guerras económicas y “humanitarias”, flujos migratorios. El cóctel es explosivo, la desinformación es total. Las clases dominantes se frotan las manos frente a una situación que les permite mantener y reafirmar su predominio. Intentemos entender algo. ¿Por qué la crisis? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuáles son ahora y cuales deberían ser las respuestas de los pueblos, de las organizaciones y de los movimientos preocupados por un mundo de paz y justicia social? Entrevista con Samir Amin, economista y pensador egipcio sobre las relaciones de dominación (neo)-coloniales, presidente del Foro Mundial de Alternativas.

-Raffaele Morgantini (Investig’Action): Durante varias décadas, sus escritos y sus análisis nos dan elementos de análisis para descifrar el sistema capitalista, las relaciones de dominación Norte-Sur y las respuestas de los movimientos de resistencia de los países del Sur. Hoy hemos entrado en una nueva fase de la crisis sistémica capitalista. ¿Cuál es la naturaleza de esta nueva crisis?

-Samir Amin: La crisis actual no es una crisis financiera del capitalismo, sino una crisis del sistema. Esto no es una crisis en “U”. En las crisis capitalistas ordinarias (las crisis en “U”) las mismas lógicas que llevan a la crisis, después de un período de reestructuraciones parciales, permiten la recuperación. Estas son las crisis normales del capitalismo. Por contra, la crisis actual desde los años 1970 es una crisis en “L”: la lógica que llevó a la crisis no permite la recuperación. Esto nos invita a hacer la siguiente pregunta (que es también el título de uno de mis libros) ¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?

Una crisis en “L” indica el agotamiento histórico del sistema. Lo que no significa que el régimen vaya a morir lenta y silenciosamente de muerte natural. Al contrario, el capitalismo senil se vuelve malo, y trata de sobrevivir redoblando la violencia. Para los pueblos la crisis sistémica del capitalismo es insostenible, ya que implica la creciente desigualdad en la distribución de los beneficios y de las riquezas dentro de las sociedades, que se acompaña de un profundo estancamiento, por un lado, y la profundización de la polarización global por el otro. A pesar de que la defensa de crecimiento económico no es nuestro objetivo, hay que saber que la supervivencia del capitalismo es imposible sin crecimiento. Las desigualdades con estancamiento, se convierten en insoportables. La desigualdad es soportable cuando hay crecimiento y todo el mundo se beneficia, incluso si ello es de forma desigual. Como en los gloriosos años 30. Entonces hay desigualdad pero sin pauperización. Por contra, la desigualdad en el estancamiento se acompaña necesariamente de empobrecimiento, y se convierte en socialmente inaceptable. ¿Por qué hemos llegado aquí? Mi tesis es que hemos entrado en una nueva etapa del capitalismo monopolista, que yo califico la de los “monopolios generalizados”, caracterizada por la reducción de todas las actividades económicas al status de facto de la subcontratación en beneficio exclusivo de las rentas de los monopolios.

-¿Cómo evalúa vd. las respuestas actuales a la crisis por parte de los países y de los diferentes movimientos?

-Ante todo, me gustaría recordar que todos los discursos de los economistas convencionales y las propuestas que avanzan para salir de la crisis, no tienen ningún valor científico. El sistema no saldrá de esta crisis. Vivirá, o tratará de sobrevivir, a costa de destrucciones crecientes en una crisis permanente. Las respuestas a esta crisis son hasta el momento, lo menos que se puede decir, limitadas, poco fiables e ineficaces en los países del Norte.

Pero hay respuestas más o menos positivas en el Sur que se expresan por lo que se llama “la emergencia”. La pregunta que surge entonces es: ¿emergencia de qué? Emergencia de nuevos mercados en este sistema en crisis controlado por los monopolios de la tríada (de los imperialismos tradicionales, de la tríada Estados Unidos, Europa Occidental y Japón) o de las sociedades emergentes? El único caso de emergencia positiva en esta dirección es el de China que intenta asociar su proyecto de emergencia nacional y social para su posterior integración en la globalización, sin renunciar a ejercer el control sobre las condiciones de esta última . Esta es la razón por la que China es probablemente el mayor oponente potencial a la tríada imperialista. Pero también están los semi-emergentes, es decir, aquellos a los que les gustaría serlo, pero que no lo son realmente, como la India o Brasil (incluso en el tiempo de Lula y Dilma). Países que no han cambiado nada en las estructuras de su integración en el sistema mundial, permanecen reducidos a la condición de exportadores de materias primas y productos de la agricultura capitalista .Son “emergentes” en el sentido de que registran en ocasiones tasas de crecimiento no demasiado malas acompañadas por un crecimiento más rápido de las clases medias. Aquí la emergencia es la de los mercados, no de las sociedades. Luego están los otros países del Sur, los más vulnerables, notablemente los países africanos, árabes, musulmanes, y aquí y allá otros en América Latina y en Asia. Un Sur sometido a un doble saqueo: el de sus recursos naturales para el beneficio de los monopolios de la Tríada y los ataques financieros para robar los ahorros nacionales. El caso argentino es emblemático en este sentido. Las respuestas de estos países son a menudo por desgracia “pre-modernas” y no “post-modernas”, como se las presenta: retorno imaginario al pasado, propuesto por islamistas o cofradías cristianas evangélicas en África y en América Latina. O aún respuestas pseudo-étnicas que hacen hincapié en la autenticidad étnica de pseudo-comunidades. Respuestas que son manipulables y a menudo eficazmente manipuladas, aunque dispongan de bases sociales locales reales (no son los Estados Unidos quienes inventaron el Islam o las etnias). Sin embargo, el problema es grave, por que estos movimientos tienen grandes recursos (financieros, mediáticos, políticos, etc.) puestos a su disposición por las potencias capitalistas dominantes y sus amigos locales.

-¿Qué respuestas se podrían imaginar, por parte de los movimientos de la izquierda radical a los retos planteados por este capitalismo peligrosamente moribundo?

-Una de las tentaciones, que voy a descartar de inmediato, es que frente a una crisis del capitalismo global, la respuesta buscada también debe ser global. Tentación muy peligrosa porque inspira estrategias condenadas al fracaso seguro: “la revolución mundial”, o la transformación del sistema global desde arriba, por decisión colectiva de todos los Estados. Los cambios en la historia nunca se han hecho de esa manera. Han partido siempre de aquellas naciones que son eslabones débiles en el sistema global; de progresos desiguales de un país a otro, de un momento al otro. La deconstrucción se impone antes de la reconstrucción. Esto vale para Europa por ejemplo: deconstrucción del sistema europeo si se quiere reconstruir otro posteriormente, sobre otras bases. Debemos abandonar la ilusión de la posibilidad de “reformas” llevadas a cabo con éxito dentro de un modelo que ha sido construido en hormigón armado para no poder ser otra cosa que lo que es. Lo mismo para la globalización neoliberal. La deconstrucción, llamada desconexión aquí, ciertamente no es un remedio mágico y absoluto, que implicaría la autarquía y la migración fuera del planeta. La desconexión llama a la inversión de los términos de la ecuación; en lugar de aceptar ajustarse unilateralmente a las exigencias de la globalización, se intenta obligar a la globalización a adaptarse a las exigencias del desarrollo local. Pero atención, en este sentido, la desconexión no es jamás perfecta. El éxito será glorioso si se realizan sólo algunas de nuestras principales demandas. Y esto plantea una cuestión fundamental: la de la soberanía. Este es un concepto fundamental que debemos recuperar.

-¿De qué soberanía está hablando? ¿Cree vd. en la posibilidad de construir una soberanía popular y progresista, en oposición a la soberanía tal como fue concebida por las elites capitalistas y nacionalistas?

-¿La soberanía de quién? Esa es la pregunta. Hemos sido acostumbrados a través de la historia a conocer lo que se ha denominado como la soberanía nacional, la implementada por la burguesía de los países capitalistas, por las clases dominantes para legitimar su explotación, en primer lugar sobre sus propios trabajadores, pero también para fortalecer su posición en la competición con los otros nacionalismos imperialistas. Es el nacionalismo burgués. Los países de la tríada imperialista nunca han conocido hasta el momento más nacionalismo que ese. Por contra, en las periferias hemos conocido otros nacionalismos, procedentes del deseo de afirmar una soberanía antiimperialista, trabajando contra la lógica de la globalización imperialista del momento.

La confusión entre estos dos conceptos de “nacionalismo” es muy fuerte en Europa. ¿Por qué? Pues bien, por razones históricas obvias. Los nacionalismos imperialistas han estado en el origen de dos guerras mundiales, fuente de estragos sin precedentes. Se entiende que estos nacionalismos sean percibidos como nauseabundos. Después de la guerra, la construcción europea ha dejado creer que ayudaría a superar este tipo de rivalidades, para el establecimiento de un poder supranacional europeo, democrático y progresista. Los pueblos han creído en eso, lo que explica la popularidad del proyecto europeo, que sigue en pie a pesar de sus estragos. Como en Grecia, por ejemplo, donde los votantes se han pronunciado contra la austeridad pero al mismo tiempo han conservado su ilusión por otra Europa posible.

Hablamos de otra soberanía. Una soberanía popular, en oposición a la soberanía nacionalista burguesa de las clases dominantes. Una soberanía concebida como un vehículo de liberación, haciendo retroceder la globalización imperialista contemporánea. Un nacionalismo antiimperialista, por tanto, que nada tiene que ver con el discurso demagógico de un nacionalismo local que aceptaría inscribir las perspectivas del país implicado en la globalización local, que considera al vecino más débil como su enemigo.

-¿Cómo se construye pues un proyecto de soberanía popular?

-Este debate lo hemos llevado a cabo varias veces. Un debate difícil y complejo teniendo en cuenta la variedad de situaciones concretas. Con, creo, buenos resultados, especialmente en nuestras discusiones organizadas en China, Rusia, América Latina (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil). Otros debates han sido aún más difíciles, especialmente los organizados en los países más frágiles.

La soberanía popular no es fácil de imaginar, porque está atravesada por contradicciones. La soberanía popular se da el objetivo de transferir un máximo de poderes reales a las clases populares. Estos pueden ser tomados en los niveles locales, pudiendo entrar en conflicto con la necesidad de una estrategia a nivel del Estado. ¿Por qué hablar del estado? Por que nos guste o no, se continuará viviendo bastante tiempo con los Estados. Y el Estado sigue siendo el principal lugar de decisión que pesa. Aquí está el fondo del debate. En un extremo del abanico del debate, tenemos a los libertarios que dicen que el Estado es el enemigo con el que se debe luchar a toda costa, y que se debe actuar fuera de su esfera influencia; en el otro extremo tenemos las experiencias nacionales populares, especialmente las de la primera ola del despertar de los países del Sur, con los nacionalismos antiimperialistas de Nasser, Lumumba, Modibo, etc. Estos líderes han ejercido una tutela verdadera sobre sus pueblos, y pensado que el cambio sólo podía venir desde arriba. Estas dos corrientes han de dialogar, comprenderse para construir las estrategias populares que permitan auténticos avances.

¿Qué se puede aprender de aquellos que han podido ir más lejos, como en China o América Latina? ¿Cuáles son los márgenes que estas experiencias han sabido aprovechar? ¿Cuáles son las fuerzas sociales que son o podrían ser favorables a estas estrategias? ¿Por qué medios políticos podemos esperar movilizar sus capacidades? Estas son las preguntas fundamentales que nosotros, los movimientos sociales, los movimientos de la izquierda radical, militantes antiimperialistas y anticapitalistas, debemos preguntarnos a nosotros mismos y a las que hay que responder, con el fin de construir nuestra propia soberanía, popular, progresista e internacionalista .

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217929

Imagen: http://www.ayudaeficaz.es/el-modelo-economico-breve-introduccion-al-pensamiento-critico/

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La disparidad entre niñas y niños perpetúa los estereotipos de género, advierte UNICEF

Octubre de 2016/Fuente: ONU

El Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) publicó hoy un informe en el que alerta sobre la disparidad que existen en todo el mundo entre las tareas domésticas que desempeñan las niñas y los niños, con las mujeres invirtiendo un 40% más de tiempo, o 160 millones más de horas al día, que los hombres.

En vísperas del Día de las Niñas, que se celebrará el próximo 11 de octubre, UNICEF aseveró que esta inequidad perpetúa los estereotipos de género.

“La carga excesiva de tareas domésticas no remuneradas empieza desde una etapa muy temprana de la niñez y se intensifica cuando las niñas llegan a la adolescencia”, dijo la asesora de género de UNICEF, Anju Malhotra.

Agregó que como resultado, las niñas sacrifican oportunidades importantes de aprender, crecer y disfrutar su infancia.

El informe detalla que las niñas entre 5 y 9 años pasan 30% más tiempo que los niños de su edad en esas tareas y explicó que esa brecha aumenta con el tiempo. Así, cuando las niñas tienen entre 10 y 14 años, dedican 50% más tiempo que sus contrapartes masculinos a esas labores.

UNICEF recuerda que los quehaceres domésticos como cocinar, limpiar, cuidar a otros miembros de la familia y colectar agua o leña constituyen un trabajo menos visible y poco valorado comparado con el que hacen los hombres.

Fuente: http://www.un.org/spanish/News/story.asp?NewsID=36016#.V_mRsRJGT_s

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«Estos tiempos de la economía en el mundo necesitan excluidos»

4 de octubre de 2016/Fuente: UNOSANTAFE

Resignificar. La pedagoga Graciela Frigerio se refirió a los desafíos de la escuela en el difícil contexto actual. Habló de la jornada extendida y de la necesidad de reflexionar sobre las políticas educativas que se proponen.

pedagoga Graciela Frigerio llamó a pensar por qué hay escuela y cuál es el objetivo de la educación como una instancia necesaria para definir qué políticas públicas se necesitan para combatir la desigualdad. Además se refirió al operativo de evaluación nacional Aprender y a las dificultades que presentan las propuestas actuales de jornada ampliada. También hizo hincapié en que se debe crear condiciones económicas que acompañen los procesos educativos.
«Estos tiempos de la economía en el mundo necesitan excluidos, marginales, vulnerables, esclavos para que un puñadito de gente se quede con casi todo», alertó.
Frigerio estuvo en Santa Fe para brindar la conferencia «Resignificar la educación, resignificar la escuela», organizada por el diputado Paco Garibaldi (FPCyS). Durante su visita a la capital provincial dialogó con Diario UNO sobre el impacto de la crisis en la escuela y reconoció: «No soy muy optimista».
—¿Qué se necesita para hacer frente a la desigualdad?
—En un país que se proponga que haya menos desigualdad, la gente tendría que poder trabajar. Habría que crear condiciones para el trabajo. Eso no es menor porque todo el discurso de igualdad de oportunidades es, salvando las intenciones de quienes lo sostienen, falso. Si yo pongo a 10 personas en la misma línea de salida para una carrera donde en la meta hay solo tres lugares, hay siete que corran como corran y salgan o no a la vez, no van a tener lugar. Entonces hay que pensar a quiénes no se está dando lugar. Los nuevos, los que llegan a la escuela, tienen derecho a reclamar un lugar que no sea cualquier lugar. Y me parece que la cuestión del desgranamiento, la repitencia y el mal llamado fracaso escolar, también lo tenemos que reinterpretar o resignificar desde una perspectiva diferente.
—¿De qué manera?
—Por lo general lo pensamos como algo que pone en evidencia un efecto no deseado. Pero la hipótesis que estamos sosteniendo es que la sobreedad, la repitencia y el desgranamiento son efectos no confesados pero deseados y buscados por un sistema que necesita que el 86 por ciento de la riqueza esté en mano del 10 por ciento de la población y que necesita mantener, por lo menos, al 50 por ciento de la población sin nada. Creo que si queremos, de verdad, empezar a intentar ofrecer algunas oportunidades hay que empezar a dar vuelta las hipótesis.
—Se suelen hacer muchos análisis y evaluaciones sobre lo que pasa en las aulas, ¿qué opinión tiene del nuevo operativo Aprender?
—Yo he sido, históricamente, muy crítica con esos operativos y con la nueva regla que mide a todo el mundo, Pisa (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes de Ocde, por sus siglas en inglés). Me parece que hay una cuestión a atender que es el modo en que algunas políticas conllevan, sugieren o dan a entender, un desprecio hacia lo que hacían en la escuela. Cualquier maestro evalúa, la escuela está llena de evaluaciones. ¿Qué es lo que hace que esas pruebas no sean creíbles y necesitemos otras? Cuando sacás del educador lo que forma parte de todo trabajo pedagógico que es, en algún momento, hacer un balance de cómo están las cosas; y decís que en él no podés confiar y te vas a la globalización de la evaluación, estás despreciando lo que pasa en la escuela. Es como todos los programas que agregan prótesis a la escuela. Un contraturno, una jornada extendida o un par de horas más pero con un discurso en el que dicen que los alumnos van a hacer ahí lo que la escuela no puede dar ¿qué está construyendo sobre la escuela? Lo que se está diciendo es que en esa escuela no puede pasar nada, es inmodificable y hay que inventarle una prótesis donde ahí podría pasar lo bueno. En el fondo hay una desvalorización, desjerarquización, que atenta contra aquello mismo que se dice querer proteger: la escuela.
—¿Entonces qué se puede hacer?
—Si queremos escuela, hay que hacer una apuesta sobre ella, una apuesta de confianza. No desvalorizar todo el tiempo a la institución y a sus actores. Si se quiere hacer algo por la escuela, se tiene que hacer con y en la escuela. Hay unos efectos paradojales que se pueden llegar a producir en nombre de evaluar. No hace falta una nueva cifra sobre las matemáticas para darnos por enterados de lo que ya sabemos. Evaluar no está mal, el problema es cuando la propuesta a nivel general es que lo que hay que hacer es evaluar. El control no reemplaza al imaginario motor. Y acá hemos perdido capacidad de imaginario motor, estamos plegados a un orden de globalización totalmente injusto que criticamos pero no estamos dispuestos sino a formar parte. ¿Por qué hay que formar parte de un mundo injusto? ¿Por qué tengo que formar para un mundo globalizado? ¿Por qué tengo que preocuparme por las competencias?
En su comienzo la palabra escuela venía de skholè, daba cuenta de un tiempo libre de urgencias y de presiones para poder pensar urgencias y presiones del tiempo. No soy nostálgica, no digo que eso existió efectivamente, sino que las palabras conservan la traza, la huella, de unos significados y sentidos que, a lo mejor, hay que volver a recordar, no restituir como eran. Porque esa restitución es nostálgica, inútil e imposible.

El valor de las palabras

La educadora hizo hincapié en que este es un momento en el que están dadas las condiciones para repensar la escuela y su objetivo. «Creo que, como en todo momento donde está todo patas para arriba, sería la ocasión para ver si se nos ocurre algo distinto», indicó.
Y agregó: «No soy muy optimista, a pesar de que no desconozco, homenajeo, honro y me conmuevo frente a pilas de maestros emancipadores, que ponen cabeza y cuerpo para evitar que la desigualdad aterradora arrase con los pibes que tienen en sus clases. Ellos lo intentan tantas veces como sea necesario, creen en la igualdad y no adjetivan».
—¿Por qué es un problema adjetivar?
—Cuando las políticas empiezan a adjetivar estamos fritos porque el adjetivo te lleva a la acción de la política. Te anula. Si decís «Voy a hacer una educación inclusiva» ¿qué estás diciendo? ¿Que la que tenés no lo es? La educación es la educación.
En relación a la política de jornada extendida, la experta en educación analizó: «Tampoco podés ampliarles la jornada a unos porque son pobres. Porque entonces más que un beneficio o un derecho parece una condena. Es como decirles: «Como además sos pobre y desconfío tantísimo de vos prefiero que estés más tiempo en una parte de la escuela que no va a funcionar como la escuela porque la escuela no podría hacer de vos nada bueno». Ese es el problema de la adjetivación. No creo que la gente que piensa estas cosas sea malvada sino que, a veces, no nos detenemos a pensar lo que construimos discursivamente y el discurso es una práctica, una marca política».
Y siguió: «Cuando decís que tenés que incluir es porque excluiste. Entonces la pregunta es cómo hago para no excluir. Cuando te ponés en un adjetivo omitís pensar qué produjo lo otro. Entonces corrés el fuerte riesgo de reproducir más de lo mismo».
—¿Cuál es el mensaje y el impacto que ese tipo de adjetivación genera en los sectores más vulnerables?
—Si formás parte de cierto sector social ya la sociedad te vienen diciendo que el problema es el sector social al que pertenecés y que vos, pobre, no vas a poder hacer nada. Pero la política te dice que va a hacer un esfuerzo por vos y te la va a hacer un poco más sencilla. Cuando el sujeto va y no logra encontrar un sentido a su experiencia, la desesperación es terrible porque el sujeto dice: «Me la hicieron fácil y ni siquiera puedo esto». Es una humillación agotadora, que arrastra una decepción profunda.
De todas maneras, aclaró: «En la escuela conviven la reproducción y la emancipación; las prácticas que tienen menos en cuenta al sujeto y las más atentas y protectoras».
—¿Es un tema que se debe abordar solo desde la educación?
—No. La responsabilidad de las políticas consiste en ver cómo se las ingenia para que la escuela haga lo que tiene que hacer pero si la economía no hace lo suyo, la desigualdad no cambia. Habrá algunos meritocráticos, término que vuelve a estar de moda. Ahora si sos pobre pero meritocrático podrás convertirte en un mutante y funcionar como si fueras de clase media. Pero la política no puede sugerir la meritocracia, tiene que ofrecer las condiciones para que la desigualdad no construya vidas dañadas. Es otra historia.
Fuente: http://www.unosantafe.com.ar/estos-tiempos-la-economia-el-mundo-necesitan-excluidos-n1254828.html
Imagen: www.lanueva.com/upload/news/mdeckerdiaz/2015/06/558fd825b9b24_large.jpg
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