«Hambre y olvido»: Más de 16.000 niños están en riesgo de desnutrición en La Guajira colombiana

Según una investigación periodística, al menos 29 niños han muerto en esa región este año por causas asociadas a la falta de alimentos.

Un total de 16.000 niños y niñas están en riesgo de desnutrición o ya la padecen en La Guajira, región nororiental de Colombia, según los datos que maneja el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

Yaneris Cotes, directora del ICBF en La Guaijira, detalló a Noticias Caracol que tras una evaluación a unos de 84.000 niños, de entre 0 y 5 años, el instituto pudo determinar qué población ya padece la desnutrición o está en riesgo de sufrirla.

Según ese mismo medio local, la situación también ha provocado la muerte de 29 menores de edad, en lo que va de año, por causas asociadas a la desnutrición en ese departamento, donde viven las poblaciones indígenas wayúu, así como los kogi, ika, kankuamo y los wiwa.

Pilar Redondo, nutricionista de la Fundación Aporta tu granito en La Guajira, ubicada en el municipio Uribia, comentó que este año han recibido a 131 niños con desnutrición, muchos de ellos graves y con signos marcados «tipo marasmo, que es cuando la piel está pegada a los huesos«.

También fue consultada Liliana Fernández, una madre wayúu que lleva a su hija a este centro de asistencia nutricional porque no puede producir suficiente dinero para proveer la alimentación de la pequeña. Además, en la región escasean el agua potable y la gasolina.

Ante la situación, el movimiento Guajira Resiste, una organización que se ha dedicado a denunciar las vulnerabilidades que sufre esta población colombiana, se ha declarado en «huelga de hambre» y mantiene una protesta pacífica que el jueves se instaló en la plaza Bolívar de Bogotá, el «epicentro político de toma de decisiones del país», para que el Estado colombiano tome acciones definitivas contra «el hambre y olvido».

La gravedad de la situación en La Guajira fue señalada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2016, cuando solicitó al Estado colombiano la adopción de «medidas necesarias para preservar la vida y la integridad personal de los niñas, niños y adolescentes de las comunidades de Uribia, Manaure, Riohacha y Maicao del pueblo wayúu, en el departamento de La Guajira», ya que para ese momento se registraban 4.770 niños muertos en un plazo de ocho años.

«Vulneración generalizada»

En 2017, la Corte Constitucional de Colombia constató que en el departamento de La Guajira se presentaba una «vulneración generalizada, injustificada y desproporcionada de los derechos fundamentales al agua, a la alimentación, a la seguridad alimentaria y a la salud de los niños y niñas del pueblo wayúu».

Una sentencia derivada de la Corte sostenía que la responsabilidad sobre estos hechos recaía en organismos e instituciones del Estado, como la presidencia de la República y los ministerios de salud, vivienda, agricultura, así como el Departamento Administrativo de Prosperidad Social, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Superintendencia Nacional de Salud, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, el Departamento de La Guajira y los municipios de Uribia, Manaure, Riohacha y Maicao.

Por esto, la Corte ordenó a la presidencia, para entonces a cargo de Juan Manuel Santos, que en 48 horas debía «iniciar o continuar», según fuera el caso, un plan de acción para atender la crisis. De no cumplir con la medida, los responsables cometerían desacato al amparo de tutela.

En agosto de este año, la Sala Plena de la Corte Constitucional le pidió al Gobierno de Iván Duque que explicara las medidas preventivas que se han adoptado en materia sanitaria para evitar las muertes de niños de La Guajira, por causas asociadas a la desnutrición, además de otras condiciones de vida, como pobreza y marginalidad.

La Corte también le pidió al Gobierno que explicara por qué afirmaba que se habían reducido las muertes de menores, si aún persisten los fallecimientos a pesar del tiempo que ha transcurrido desde la sentencia T-302 de 2017.

«Uno de los mayores problemas»

De acuerdo al informe «Desnutrición en la primera infancia: Causas estructurales y vulneraciones prevenibles y evitables», presentado a mediados de septiembre por la Defensoría del Pueblo, entre 2017 y 2020, el Instituto Nacional de Salud (INS) registró a 54.693 niñas y niños menores de cinco años, con desnutrición aguda en Colombia, una situación que deja «graves consecuencias físicas, psicológicas y cognitivas irreversibles, que afectan su desarrollo integral».

En 2020, señala el estudio, hubo 9.902 niños con desnutrición aguda, de los cuales 2.177 (19,8 %) son menores de seis meses; 2.312 (21,1 %) tienen de 6 a 12 meses, y 6.484 (59,1 %) son niños mayores de un año. Los departamentos que presentan el mayor número de casos registrados de desnutrición en niños y niñas son Bogotá (1.756), la Guajira (1.121), Antioquia (724), Cundinamarca (625) y Cesar (493).

«La desnutrición infantil es uno de los mayores problemas para la primera infancia en Colombia, e incide negativamente en las posibilidades de construir un país con bases sociales, económicas y culturales sólidas. En esa medida, la solución pasa por la articulación de los actores responsables y la comprensión de las causas y consecuencias de esta enfermedad», cita el informe de la Defensoría.

El estudio añade que la pobreza y las desigualdades sociales también «afectan la sobrevivencia de los hogares donde se concentra la primera infancia» y truncan la accesibilidad a los servicio básicos, lo que hace que el desarrollo integral de la vida y el efectivo ejercicio de los derechos humanos fundamentales se vean truncados.

Los grupos más afectados por inseguridad alimentaria son los que habitan en «zonas rurales y dispersas», entre ellos están las mujeres cabeza de familia, los pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes, que también se ven afectados por el desempleo, la falta de oportunidades y bajos niveles de acceso a la escolaridad.

«La desnutrición crónica sigue afectando a niñas y niños en los diferentes departamentos y municipios del país, tal como lo señalan los resultados del Índice de Desnutrición Crónica realizado por la Fundación Éxito», señala la Defensoría, que detalla que el problema nutricional afecta a 626 municipios de los 1.076 que hay en el país.

Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/406399-ninos-riesgo-desnutricion-guajira-colombia-persiste

Comparte este contenido:

La literatura infantil en creole y wayuu reivindica a las minorías

Por: Fanuel Díaz.

‘Wal descubre a los bucaneros’ y ‘Narraciones indígenas’ son dos novedosas propuestas en librerías.

La literatura infantil consolida un espacio de representación social. Como muchos discursos culturales, y a pesar de que esta literatura apela a una minoría (los niños), sus formas de construir la realidad se apoyan en ideologías dominantes. Muchos estereotipos se replican a través de la literatura para niños: el prototipo tradicional de familia, la supremacía racial, la cultura patriarcal, el antropocentrismo y el mundo adultocéntrico son algunos de los modelos que perpetúan la cultura normalizada.

Apostar por libros que rompan ciertos esquemas puede generar importantes transformaciones, especialmente porque los libros se convierten en espacios subversivos y abren posibilidades para que la diversidad se instale como un modelo mucho más realista y humano. La literatura, en este caso, debe darle visibilidad a las minorías, como una forma de asegurar una sociedad inclusiva y plural.

¿Qué sucede cuando una sociedad echa tierra a sus raíces? Desconocer los orígenes, definitivamente, debilita la identidad y aleja las posibilidades de encontrarnos en esos viajes necesarios hacia la semilla. Hoy en día Colombia es un país diverso, no solo por su maravillosa e imponente naturaleza sino por su cultura multiforme y mestiza.

Los grupos étnicos en Colombia conforman un 13 por ciento de la población, entre los que cuentan los pueblos indígenas y las comunidades afrodescendientes, principalmente. Los aportes culturales de estos enclaves por la riqueza de su literatura oral son innegables, además de todo el patrimonio inmaterial que poco a poco ha formado parte de ese heterogéneo rostro del país.

La colección ‘Narraciones indígenas’ conforma un mosaico interesante de tres etnias que representan tres importantes ecosistemas: la sierra, la selva, el desierto. La recuperación de la voz ancestral en estas ediciones bilingües marcan un hito sobresaliente en la reciente edición de libros para niños en el país. Un trabajo documentado, que cuenta con el apoyo de compiladores, antropólogos y lingüistas, encuentra en estas páginas un entorno visual deslumbrante como una forma de acoplar el mundo de las palabras y la calidad cromática de estos pueblos, cuya cosmogonía guarda un incalculable tesoro: animales míticos, leyendas, explicaciones no científicas, lugares del imaginario ancestral, seres fantasmagóricos, sonidos y visiones del entorno.

La literatura, en este caso, debe darle visibilidad a las minorías, como una forma de asegurar una sociedad inclusiva y plural.

Apostar hoy en día por esta recuperación ofrece la continuidad de un legado para que nuevas generaciones de colombianos tengan fuentes disponibles para abrevar sobre sus orígenes, para acercarse a un universo cultural más amplio desde una visión interior, porque los informantes son oriundos de las comunidades. Esto implica asegurar un espacio dentro de la literatura infantil nacional para las minorías.

Libro Wal descubre a los bucaneros

Carátula de ‘Wal descubre a los bucaneros’

Una mirada raizal

En geografías más lejanas, quizás por tratarse de islas, se ha conformado lentamente una cultura minoritaria que se conoce como raizal y que tiene rasgos muy particulares del Caribe. El uso de una lengua propia, el creole, la sobrevivencia a un pasado de esclavitud, la presencia de piratas y bucaneros, la influencia de la cultura protestante y elementos comunes con tradiciones españolas e inglesas sin duda confluyen en este variopinto crisol. Así lo testifica Wal, el pequeño protagonista de una maravillosa aventura por el pasado de las islas de San Andrés y Providencia.

‘Wal descubre a los bucaneros’, escrito por Ignacio Barrera y Edna Morales, se plantea como un viaje de conocimiento de un niño que va preguntando a su abuela por hechos curiosos que sirven como pretexto para recorrer la historia de estas islas, acompañados de Lizzy, una lagartija azul endémica de este territorio.

La literatura tiene muchos propósitos, además de contribuir con el enriquecimiento del vocabulario, de nutrir el imaginario inquieto, también puede construir puentes entre los seres humanos

Nuevamente, un libro que ayudará a entender a muchos lectores estos procesos lentos de poblamiento y mestizaje. Junto con las ilustraciones de Eduardo Rico, el lector podrá realizar un recorrido por pasajes remotos y lugares exuberantes.

La literatura tiene muchos propósitos, además de contribuir con el enriquecimiento del vocabulario, de nutrir el imaginario inquieto y asegurar travesías inolvidables, también puede construir puentes entre los seres humanos. Por eso, libros de esta naturaleza no solo ofrecen representatividad a las minorías sino que también contribuyen a mirar al otro con respeto y admiración.

Si queremos construir sociedades más inclusivas, si queremos despejar estereotipos y darle voz a los que carecen de escaños poderosos y convencionales, no hay mejor vehículo que la literatura que hermana los hombres y ayuda a entender que el mundo es muy amplio, complejo y diverso. Los libros para niños, justamente, ofrecen esta posibilidad porque exponen a los lectores a una visión poliédrica desde temprana edad, de manera que en un futuro tengan una conciencia ancha del mundo y una mejor comprensión de todos los seres que habitamos en él.

Fuente de la reseña: https://m.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/libros-infantiles-escritos-en-creole-wayuu-y-otras-lenguas-341588?fbclid=IwAR0q506RhdHY9jF3bpT3QhKh63giYHPce7-4tbSer2q3zs8Kjca-j62VQ60

Comparte este contenido: