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Calendario ecológico 2021: estas son las fechas más importantes para el medio ambiente

Desde el día mundial de la educación ambiental en enero hasta el de las montañas en diciembre, el calendario ecológico anual está lleno de fechas conmemorativas para atraer la atención sobre los problemas del medioambiente y sensibilizar a la población mundial.

El día mundial de la nieve inaugurará el calendario ecológico de 2021 el próximo martes 19 de enero: es la primera fecha relevante de un almanaque lleno de efemérides convocadas por la ONU u otras instituciones internacionales para promover mayor armonía y más respeto de la sociedad por la Naturaleza.

El mismo mes de enero, el día 26 se dedica a la educación ambiental y, el 28, a la reducción de las emisiones de CO2.

Febrero cuenta con tres días consecutivos de interés: el 1, coincidiendo con el fin del período cinegético, rinde tributo al galgo, la raza de perro que sufre más maltratos y abandonos en España; el 2, fija el día mundial de los humedales y, el 3, el día mundial sin pajita, para sensibilizar sobre la contaminación por plásticos.

/ EFE Verde

(Puede hacer clic aquí para ver en alta calidad el calendario de días ambientales de EFEverde)

A ellos hay que sumar el 10 de febrero otra jornada mundial: la de las Legumbres para concienciar sobre sus beneficios nutricionales y medioambientales en la producción sostenible de alimentos.

Ya en marzo y bajo el lema ‘Garantizar el sostenimiento de la vida en la Tierra’, el 3 celebra el día mundial de la vida silvestre; el 5, el de la eficiencia energética; el 21, el de los bosques, el 22, el del agua y el 28 cierra el mes con la ‘Hora del planeta’ convocada anualmente por WWF para concienciar a la sociedad con un apagado general de la iluminación.

En abril, destacan el 17 como día de la lucha campesina y el 22, el dedicado a la Madre Tierra.

Mayo es otro mes con mucha actividad, pues el segundo sábado se festeja el día mundial de las aves migratorias; el 17, el del reciclaje; el 20, el de las abejas y el 22, el de la diversidad biológica.

Mención aparte merece el 21 de mayo, día europeo de la Red Natura 2000, insituido por la Unión Europea gracias a una iniciativa de la sociedad civil desarrollada por la ong SEO/BirdLife y Agencia Efe, a través de su plataforma de información medioambiental Efeverde, desarrollada en el programa Life Activa Red Natura.

Ya en junio, el 3 es el día de la bicicleta y el sábado 5, el día mundial del medioambiente, la fecha ecologista más destacada del calendario oficial de las Naciones Unidas y que, desde 1974, se ha convertido en motivo de celebración para gobiernos, empresas, instituciones y ciudadanos.

El 8 de junio nos ofrece el día mundial de los océanos; el 17, el de la lucha contra la desertificación; el 18, el de la gastronomía sostenible y, finalmente, el 28, el de los árboles.

El medioambiente nunca toma vacaciones, así que el 3 de julio celebramos el día internacional sin bolsas de plástico; el 7, la conservación del suelo y el 26, la de los manglares, mientras que, en agosto, el 9 está dedicado a los pueblos indígenas y el 29, fijado contra los ensayos nucleares.

El 7 de septiembre se festeja al aire limpio y el cielo azul; el 16, a la capa de ozono; el 22 es el día europeo sin coches y, el 24, el mundial marítimo.

De octubre cabe subrayar el 5, como día mundial del hábitat; el 13, para concienciar sobre la reducción de desastres naturales; el 15, para agradecer a las mujeres rurales su papel en la agricultura y el suministro alimentario y el 31, como jornada mundial dedicada a las ciudades.

Ya en noviembre, la ONU dedica el 5 a concienciar sobre tsunamis; el 6, como día internacional para prevenir la explotación del medioambiente en la guerra y los conflictos armados y el 19 es el día del retrete, reconociendo su rol fundamental para lograr el ODS número 6: agua y saneamiento para todos en 2030.

Por último, el 5 de diciembre es el día mundial del voluntariado y también el del suelo y el 11, el de las montañas.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/calendario-ecologico-2021-estas-son-las-fechas-mas-importantes-para-el-medio-ambiente/

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Libro (PDF): Educación y vínculo social : experiencias de maestras presas políticas en una cárcel de mujeres

Reseña: CLACSO

Cuando las condiciones de vida cambian abruptamente y se confrontan diferentes subjetividades en contextos de encierro, control y poder, se hace necesario reflexionar sobre los vínculos que se tejen. El vínculo social se reconfigura como la urdimbre de las relaciones ético-políticas que se traman en la nueva cotidianidad carcelaria. Aquí, las relaciones éticas son entendidas en el marco de lazos humanos con la subjetividad, la identidad y la alteridad como elementos predominantes. Lo ético se concibe como la reflexión sobre los comportamientos humanos, porque la ética está más allá del ser, se refiere a la relación del ser con el otro, a la responsabilidad con el otro, al encuentro con el otro. Aquí, las relaciones políticas se configuran en el marco de relaciones de poder. En esa medida lo político se asume como aquello que lleva a mujeres y hombres a tener una práctica de justicia social. Aquí, la experiencia de estar presa conlleva a que los vínculos consigo misma y con los otros se vean notoriamente modificados, configurando distanciamientos, crisis y desarraigos; también generando que la condición de mujer, de maestra y de activista política confluyan en el encierro carcelario para activar inéditas posibilidades encuentro y de compromiso social.

 

 

Autor/a:                               Arias Gómez, Diego Hernán –   Ortega Valencia, Piedad –   Torres Puentes, Elizabeth
Editorial/Editor: Editorial Aula de Humanidades
Año de publicación:  2015
País (es): Colombia
Idioma: Español
ISBN : 978-958-58913-5-7
978-958-58913-4-0
Descarga:   Libro (PDF): Educación y vínculo social : experiencias de maestras presas políticas en una cárcel de mujeres
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/
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La literatura colombiana tras medio siglo de guerrilla

Redacción: El País

Los escritores colombianos siempre han dado cuenta del conflicto armado del país. Pero el acuerdo de paz representa nuevos retos para su narrativa.

“Al caer el sol, las tropas guerrilleras bailan: siempre chico y chica juntos, muy jóvenes, apretados, él con una mano en la cadera de ella, los pies moviéndose con destreza, entrelazándose sin llegar a pisarse. Cada canción les aleja un poquito más de la única vida que han conocido: la guerra. En su mirada, un combate: el de un horizonte sin armas contra un pasado en el que la violencia se llegó a normalizar”.

Si la literatura responde al espíritu del momento en una sociedad, el relato de X: el francotirador rebelde, del periodista José Fajardo, refleja el que vive Colombia: un periodo de transición después de una guerra de medio siglo tras la firma de un acuerdo de paz, el reacomodo, la incertidumbre o, como los personajes de este libro, un combate por dejar el pasado violento atrás. «Colombia ha sido el país de los nadie, del que mata y no quiere que su nombre se sepa, del que muere y nadie se acuerda’, dice Fajardo en el libro en el que se ocupa de un excombatiente al que la guerra le borró la identidad.

La literatura sobre posconflicto o, si se quiere de paz, una palabra aún polémica porque es esquiva en amplias regiones del territorio nacional, no es nueva en Colombia. Más bien, como ha dicho el escritor Sergio Álvarez (La Lectora35 muertos) el conflicto hace parte del ADN de la narrativa del país. No hay escritor que haya escapado a esta realidad. Se encuentra en Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez; en Los Ejércitos, de Evelio Rosero; o en Delirio, de Laura Restrepo, por mencionar unos pocos. Álvarez, por ejemplo, ha contado la historia de los campesinos desplazados, pero también ha navegado en el mundo de delincuentes, narcotraficantes y guerrilleros. Sin embargo, como dijo en el Festival Internacional de Literatura de Berlín en 2017, espera que el proceso de paz fructifique y que “podamos empezar a contar lo que viene después, la construcción de un país distinto y la secuela de todos esos enfrentamientos violentos, pero vistos de una forma más constructiva”.

La literatura sobre paz en Colombia se entiende también como memoria. La novela- dice el escritor Santiago Gamboa (Será larga la noche)- es un espejo. “Nosotros hemos tenido tres grandes catarsis como sociedad en los últimos 15 años, ¿y de donde han provenido? Del arte. La primera, El olvido que seremos, libro de Héctor Abad Faciolince, que refleja la muerte del padre, la orfandad. Es el padre de Héctor Abad, pero lo leemos como un espejo, entonces lloramos con ese libro y nos conmueve profundamente. Es el más leído en Colombia después de García Márquez porque produjo una gran catarsis nacional”, dice Gamboa, cuyo último libro da voz a un excombatiente. “La segunda, la obra de Doris Salcedo: la paz, la reconciliación, la dureza de las armas, las víctimas. Y la tercera, las fotos de Jesús Abad Colorado. Es el arte el que nos permite comprender la realidad y conmovernos con ella. Eso produce mejores ciudadanos”, agrega.

Pero encarar esta nueva etapa de Colombia no es un desafío sencillo para los escritores y cada uno se acerca desde distintos ángulos. Se trata de una narrativa de la fragilidad porque da cuenta de una paz endeble, quebradiza. Pablo Montoya (Tríptico de la infamia, Los derrotados), afirma que tras los acuerdos de paz abunda la narrativa testimonial y que se viene una avalancha de literatura sobre desaparecidos porque “necesitamos nombrarlos y rescatarlos desde la literatura misma”.

Para Montoya, quien lanza este año su novela sobre la escombrera, una gran fosa común en las laderas de Medellín, en un país con tantas víctimas -cerca de 83.000 desparecidos-, la literatura tiene el papel de darles voz a quienes han estado silenciados y de “aguar la fiesta” a aquellos que buscan pasar la página como si Colombia no estuviera fracturado. “Nuestra obligación es más recordar que olvidar, más remover los escombros del ayer que ocultarlos o ignorarlos”, dice el ganador del premio Rómulo Gallegos.

“La pregunta que, por lo tanto, me concierne como escritor es: ¿cómo la literatura podría participar en esta confluencia de múltiples inquietudes desprendidas por los acuerdos de paz firmados en La Habana? Debe sustentarse en un credo que ha movido la escritura literaria más arrojadiza: ha de hundirse en zonas turbias”, agrega en su ensayo Paz y literatura.

El relato oficial sobre lo que ha pasado en Colombia es un terreno en disputa. Y las grandes editoriales han apostado por novedades de no ficción, por el relato de algunos de sus participantes. La más conocida es La Batalla por la Paz (Planeta), escrita por el expresidente Juan Manuel Santos, que aborda la filosofía y detalles sobre cómo llegó al proceso de paz. El título del libro que alude, tal como el de los personajes de X: el francotirador rebelde, a la paz como una batalla por dar, a un combate.

En esa misma línea y desde adentro, también está Revelaciones al final de una guerra, el testimonio del negociador del gobierno, Humberto de la Calle. Y Disparos a la paz (Penguin Random House), de los exministros Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera. Ambos libros revelan episodios desconocidos sobre el proceso de paz, las dificultades durante el plebiscito y lo que viene para los actores del acuerdo.

Pero no son las únicas voces que se están levantando. Los excombatientes también quieren narrar cómo han vivido la guerra y ahora, la paz. Martín Cruz Vega, que estuvo en la guerrilla de las FARC durante 43 años, es un prolífico escritor y desde que se selló el acuerdo de paz ha publicado varios libros: Diario de la guerra y la pazEl último fusilDe las trochas a la pazCrónicas clandestinas y Orbitar en mis versos, este último por salir. “Publiqué el primer libro en 2017 cuando todavía estábamos con las armas en las manos. Pero el proceso de paz fue un estímulo. Mi vida en la selva fue muy larga y siempre escribí. Ese era mi bálsamo e iba recopilando todo esperando para publicar. Es importante la literatura sobre lo que pasó en la guerra para que no vuelva a pasar en ninguna parte del mundo”, dice. “La posibilidad para escribir es ahora en la paz”, concluye Cruz Vega.

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Afganistán, la zona más letal para ser niño

Redacción: El País

Solo en los nueve primeros meses de 2019, nueve menores de edad murieron o fueron mutilados cada día por un conflicto que dura ya 40 años.

Además del impacto directo de la violencia causada por el conflicto que vive Afganistán desde hace 40 años, las vidas de los niños también se ven afectadas por los efectos combinados de los desastres naturales, la pobreza y el bajo desarrollo del país. Uno de los principales problemas es la desnutrición aguda severa. En la imagen, Agha Naaz, de 40 años, está sentada junto a Ali Zafar, su hijo de tres, en el hospital pediátrico Ata Turk en Kabul, donde está siendo tratado de esta enfermedad.

 

Más del impacto directo de la violencia causada por el conflicto que vive Afganistán desde hace 40 años, las vidas de los niños también se ven afectadas por los efectos combinados de los desastres naturales, la pobreza y el bajo desarrollo del país. Uno de los principales problemas es la desnutrición aguda severa. En la imagen, Agha Naaz, de 40 años, está sentada junto a Ali Zafar, su hijo de tres, en el hospital pediátrico Ata Turk en Kabul, donde está siendo tratado de esta enfermedad. BOUVET UNICEF
    • En Afganistán viven unos 600.000 niños menores de cinco años que están severamente desnutridos, según el informe 'Manteniendo la esperanza en Afganistán: proteger a los niños del conflicto más letal del mundo', de Unicef. En la foto Sana, de 30 años, sentada junto a su hijo Khalid, de dos años, tratado de desnutrición severa en el hospital pediátrico Ata Turk, en Kabul.
      2. En Afganistán viven unos 600.000 niños menores de cinco años que están severamente desnutridos, según el informe ‘Manteniendo la esperanza en Afganistán: proteger a los niños del conflicto más letal del mundo’, de Unicef. En la foto Sana, de 30 años, sentada junto a su hijo Khalid, de dos años, tratado de desnutrición severa en el hospital pediátrico Ata Turk, en Kabul. BOUVET UNICEF
    • Entre 2009 y 2018, cerca de 6.500 niños fueron asesinados y otros 15.000 resultaron heridos, haciendo de Afganistán una de las zonas de guerra más letales del mundo en 2018. Un grupo de niños en un dormitorio del orfanato Shaheed Abdul Ahad Khan Karzai, en la ciudad de Kandahar. Hay al menos 180 niños de entre seis y 18 años que viven allí.
      3. Entre 2009 y 2018, cerca de 6.500 niños fueron asesinados y otros 15.000 resultaron heridos, haciendo de Afganistán una de las zonas de guerra más letales del mundo en 2018. Un grupo de niños en un dormitorio del orfanato Shaheed Abdul Ahad Khan Karzai, en la ciudad de Kandahar. Hay al menos 180 niños de entre seis y 18 años que viven allí. BOUVET UNICEF
    • “Los jóvenes afganos necesitan saber que hay perspectivas laborales más allá de unirse a un grupo armado o de escapar del país para tratar de encontrar un trabajo en el extranjero”, explica Aboubacar Kampo, representante de Unicef en Afganistán. Un grupo de niños desayuna en el orfanato Shaheed Abdul Ahad Khan Karzai, en Kandahar.
      4. “Los jóvenes afganos necesitan saber que hay perspectivas laborales más allá de unirse a un grupo armado o de escapar del país para tratar de encontrar un trabajo en el extranjero”, explica Aboubacar Kampo, representante de Unicef en Afganistán. Un grupo de niños desayuna en el orfanato Shaheed Abdul Ahad Khan Karzai, en Kandahar. BOUVET UNICEF
    • “Los niños, sus familias y las comunidades sufren las terribles consecuencias del conflicto todos los días. Esos mismos niños están desesperados por crecer, ir a la escuela, aprender y construirse un futuro. Podemos, y debemos, hacer mucho más para fortalecer su extraordinaria valentía y resiliencia”, asegura la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore. En la foto uno de los huérfanos que vive en el orfanato Shaheed Abdul Ahad Khan Karzai, en Kandahar.
      5. “Los niños, sus familias y las comunidades sufren las terribles consecuencias del conflicto todos los días. Esos mismos niños están desesperados por crecer, ir a la escuela, aprender y construirse un futuro. Podemos, y debemos, hacer mucho más para fortalecer su extraordinaria valentía y resiliencia”, asegura la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore. En la foto uno de los huérfanos que vive en el orfanato Shaheed Abdul Ahad Khan Karzai, en Kandahar. BOUVET UNICEF
    • .Unicef está aumentando el uso de sistemas de agua abastecidos por gravedad y por energía solar para apoyar a parte de los 2,8 millones de afganos afectados por la grave sequía del año pasado. Aun así, solo el 64% de la población tiene acceso a agua potable y libre de contaminación externa. En la imagen, una familia de desplazados internos en el campo de Shayadee, en Herat.
      6. Unicef está aumentando el uso de sistemas de agua abastecidos por gravedad y por energía solar para apoyar a parte de los 2,8 millones de afganos afectados por la grave sequía del año pasado. Aun así, solo el 64% de la población tiene acceso a agua potable y libre de contaminación externa. En la imagen, una familia de desplazados internos en el campo de Shayadee, en Herat. BOUVET / UNICEF
  • El conflicto eternizado en Afganistán ha provocado que 3,7 millones de niños no estén yendo a la escuela, una circunstancia que afecta especialmente a los menores de edad que viven en las zonas rurales. El Gobierno afgano declaró 2018 el año de la educación para subrayar la importancia de reestablecer la educación como motor para reconstruir el país.
    7. El conflicto eternizado en Afganistán ha provocado que 3,7 millones de niños no estén yendo a la escuela, una circunstancia que afecta especialmente a los menores de edad que viven en las zonas rurales. El Gobierno afgano declaró 2018 el año de la educación para subrayar la importancia de reestablecer la educación como motor para reconstruir el país. UNICEF BOUVET
  • Una media de nueve niños fueron asesinados o mutilados cada día entre enero y septiembre de 2019, según el informe de Unicef 'Manteniendo la esperanza en Afganistán: proteger a los niños del conflicto más letal del mundo'. En la imagen, Rahimullah, de 15 años, camina gracias a unas muletas. Perdió sus dos piernas en un accidente con una mina hace seis años.
    8. Una media de nueve niños fueron asesinados o mutilados cada día entre enero y septiembre de 2019, según el informe de Unicef ‘Manteniendo la esperanza en Afganistán: proteger a los niños del conflicto más letal del mundo’. En la imagen, Rahimullah, de 15 años, camina gracias a unas muletas. Perdió sus dos piernas en un accidente con una mina hace seis años. UNICEF BOUVET
  • Unos 400.000 jóvenes afganos acceden al mercado laboral cada año, pero muchos carecen de la formación profesional necesaria para encontrar un empleo. Rahimullah, además de haber sufrido la pérdida de sus piernas por una mina, no enfoca bien ni escucha adecuadamente desde la explosión. Recibe educación diaria en el orfanato donde vive.
    9. Unos 400.000 jóvenes afganos acceden al mercado laboral cada año, pero muchos carecen de la formación profesional necesaria para encontrar un empleo. Rahimullah, además de haber sufrido la pérdida de sus piernas por una mina, no enfoca bien ni escucha adecuadamente desde la explosión. Recibe educación diaria en el orfanato donde vive. BOUVET UNICEF
  • “El año 2019 ha sido especialmente mortífero para los niños, incluso para los macabros estándares de Afganistán”, asegura la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore. Rahimullah y su hermano Hafeezullah perdieron a sus padres hace dos años: su madre murió a causa del conflicto y a su padre por un cáncer. Los dos viven en el orfanato Abdul Ahad Karzai, en Kandahar.
    10. “El año 2019 ha sido especialmente mortífero para los niños, incluso para los macabros estándares de Afganistán”, asegura la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore. Rahimullah y su hermano Hafeezullah perdieron a sus padres hace dos años: su madre murió a causa del conflicto y a su padre por un cáncer. Los dos viven en el orfanato Abdul Ahad Karzai, en Kandahar. BOUVET UNICEF
  • En 2017, el 42% de los jóvenes estaban desempleados. El acceso al mercado laboral es un paso fundamental para su supervivencia, de ahí la importancia de que reciban una educación adecuada, pues solo así podrán romper el ciclo de violencia y subdesarrollo del país en el que están inmersos. En la imagen, Rahimullah asiste a una clase en el orfanato donde vive, en Kandahar.
    11. En 2017, el 42% de los jóvenes estaban desempleados. El acceso al mercado laboral es un paso fundamental para su supervivencia, de ahí la importancia de que reciban una educación adecuada, pues solo así podrán romper el ciclo de violencia y subdesarrollo del país en el que están inmersos. En la imagen, Rahimullah asiste a una clase en el orfanato donde vive, en Kandahar. BOUVET UNICEF
  • Unicef ha estimado que necesita 290 millones de euros para seguir con sus operaciones en Afganistán en 2020. “Con el apoyo adecuado, pueden empezar a romper el ciclo de la violencia y el subdesarrollo, y crear un futuro mejor para sí mismos y para el país”, explica Aboubacar Kampo, representante de esta agencia de la ONU en el país.
    12. Unicef ha estimado que necesita 290 millones de euros para seguir con sus operaciones en Afganistán en 2020. “Con el apoyo adecuado, pueden empezar a romper el ciclo de la violencia y el subdesarrollo, y crear un futuro mejor para sí mismos y para el país”, explica Aboubacar Kampo, representante de esta agencia de la ONU en el país. BOUVET UNICEF
  • Solo en los nueve primeros meses de 2019, nueve menores de edad murieron o fueron mutilados cada día por un conflicto que dura ya 40 años
    13. Solo en los nueve primeros meses de 2019, nueve menores de edad murieron o fueron mutilados cada día por un conflicto que dura ya 40 años

    Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/12/18/album/1576660078_320560.html#foto_gal_13

 

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Deshumanización y guerras en el mundo

Por: Víctor Arrogante

Los conflictos armados producen desigualdad y millones de personas desplazadas y refugiadas. La concienciación de lo que ocurre en el mundo empieza con la información, pero es tanta y tan poco rigurosa que no se termina de entender la dimensión de la tragedia, salvo por las cifras escandalosas. Escuchamos hablar en los medios de la guerra de Siria y Afganistán, Irak, Yemen, República Democrática del Congo, Libia o Somalia, pero existen más guerra en el mundo, sobre las que va disminuyendo la información, hasta su desaparición total.

En la actualidad, se están dando los niveles más altos de desplazamiento registrados. Según datos de ACNUR; 70,8 millones de personas, se han visto obligados a abandonar su hogar. Entre ellos 25.9 millones de refugiados de los que más de la mitad son menores de 18 años. También hay millones de apátridas a quienes se les niega la nacionalidad y el acceso a derechos básicos como la educación, la atención médica, el empleo y la libertad de circulación. En el mundo, casi una persona es desplazada por la fuerza cada dos segundos, como resultado de un conflicto o persecución.

La guerra en Siria es una de las más largas y cruentas de la región. Por el tamaño y la población del país, ha generado una de las crisis de refugiados más graves desde la Segunda Guerra Mundial. Todo empezó en el año 2011, cuando miles de personas pidieron en las calles la dimisión del presidente Asad y que se realizaran diversas reformas políticas. Los opositores tomaron fuerza y se creó el Ejército Sirio Libre. Con el paso del tiempo entraron en escena los partidarios del yihadismo y el Estado Islámico. En el año 2014 se formó una coalición internacional liderada por Estados Unidos que comenzó a bombardear al Estado Islámico. El país se dividió en zonas, unas controladas por el régimen de Asad y otras por los rebeldes.

Tras ocho años de guerra, la ONU está tratando de crear un comité para redactar una nueva constitución, el primer gran paso para lograr la paz definitiva. En 2019, ocho años después del inicio de los combates, 6,1 millones de personas están desplazadas de sus hogares y 5,6 millones son refugiados en otros países de la región. La cifra de refugiados sirios aumenta cada día, en la mayor crisis de refugiados en el ámbito mundial de los últimos 25 años. Aunque países como Turquía, Líbano y Jordania han abierto sus puertas a las personas que huyen de los bombardeos en Siria, la ayuda humanitaria escasea tras tantos años de conflicto.

Azotado por la guerra y la violencia política desde los años 70 del siglo XX, Afganistán ha sido uno de los grandes focos de inestabilidad y desplazamientos forzados en Asia Central. Tras la salida de las tropas soviéticas en 1989, comenzó una nueva etapa de violencia interna que culminó con la intervención de la OTAN en 2001. En octubre de 2017 se cumplieron 16 años desde que Estados Unidos bombardeara por primera vez Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre. En este tiempo se han sucedido tres presidentes: George W. Bush, que declaró la guerra; Barack Obama, que la dio por terminada sin éxito en el año 2014; y Donald Trump, que ha visto cómo se han intensificado las acciones terroristas en los últimos meses. Para presionar en las negociaciones de paz, los Talibanes impiden a las ONG hacer su trabajo, cerrando clínicas y centros de ayuda.

El conflicto en Irak entre grupos armados y fuerzas gubernamentales, en los últimos años ha generado que en 2018 hubiera 1,8 millones de desplazados internos en el país, de los que el 53% son niños. A finales de 2017, la ofensiva gubernamental para recuperar el control de la ciudad de Mosul llevó al conflicto a su punto álgido. Aunque el país no se encuentra totalmente pacificado y muchos desplazados siguen sin poder regresar a sus casas, Irak fue el país con mayor número de retornados en 2018, con 945.000. Antes, el 20 de marzo de 2003, se produjo la llamada guerra de Irak, segunda guerra del Golfo, o conocida como Operación Libertad Duradera. El Estado Islámico ya no tiene el control efectivo de territorios, pero se mantiene fuerte en zonas desérticas o montañosas, desde donde lanza ataques estratégicos contra líderes tribales y políticos, tratando de aumentar la tensión entre las comunidades árabes y kurdas.

Se da la circunstancia de que una parte importante de la sociedad española se manifestó en contra del apoyo a la intervención en Irak, mostrado por el entonces presidente del gobierno José María Aznar. Este hecho y los atentados del 11-M, entre otros, motivaron un cambio de gobierno en el que el PSOE obtuvo mayoría tras las elecciones generales el 14 de marzo de 2004. Una de las primeras medidas del nuevo Gobierno, fue ordenar la retirada de España de Irak, restando apoyo internacional a la ocupación. La coalición comandada por Bush, no encontró ninguna de las armas de destrucción masiva que fue el engaño para invadir Irak. (Ver Guerra de Irak, participación de España y armas de destrucción masiva).

Yemen, con más de cuatro años de guerra, se ha convertido en el escenario de una de las peores crisis humanitarias del planeta. El alto el fuego en Hodeidah en 2018 disminuyó significativamente la cifra de muertes de civiles, pero no así en otras zonas del país. La extensión del conflicto, el colapso de la economía, la inseguridad alimentaria y el derrumbamiento de los servicios públicos básicos, han generado que el 80% de la población necesite ayuda humanitaria para sobrevivir. La ONU alerta de que la hambruna en Yemen, podría ser la peor de los últimos 100 años en el mundo. El 53% de la población no tiene nada que comer y más de un millón y medio de niños sufren desnutrición aguda. La guerra se ha cebado con los más débiles, en uno de los países más pobres del mundo.

Yemen sufrió un golpe de Estado en 2014, y la guerra se ha convertido en un conflicto que enfrenta a las diferentes entidades que quieren formar el gobierno. En este caso también ha intervenido el Estado Islámico y Al-Qaeda. El problema se agravó cuando una coalición de estados árabes dirigida por Arabia Saudí comenzó a bombardear el país en el año 2015. Tras cinco años de guerra, servicios básicos como la Sanidad o la Educación prácticamente ya no existen. Además, según la ONU, hay más de tres millones de desplazados y el 80% de la población necesita ayuda. Los más pequeños, como siempre, se llevan la peor parte. Unicef ha calificado el país como «un infierno en la tierra» para los niños, donde miles de ellos se están convirtiendo en niños soldado.

Si hay una guerra que no termina nunca es la de la República Democrática del Congo. Comenzó en el año 1996 y todavía perdura, produciendo personas refugiadas, hambre y muerte. La tensión aumentó gravemente a raíz de la negativa del presidente Kabila a dejar el poder después de haber sucedido a su padre en el año 2001. La guerra ha arrasado los campos de cultivo, han aumentado los precios y miles de personas se han visto obligadas a dejar sus casas. En julio de 2019, la OMS ha calificado como emergencia internacional un nuevo brote de ébola. Esto se une a un brote de sarampión con más de 115.000 afectados. Guerra interminable, epidemias, campamentos de refugiados superpoblados e insalubres, donde la situación es desesperada.

Otro conflicto vivo es el de Libia, que se encuentra a un paso de la guerra civil y amenaza a toda la región, sin signos de una paz en un futuro cercano. El panorama muestra una probable fragmentación del país. Durante 2019 ha ido fortaleciéndose el Ejército Nacional de Libia, una facción bajo el mando de Khalifa Haftar, opositor al gobierno reconocido internacionalmente, que cada vez cuenta con menos territorio bajo su control. El ENL ha ampliado su presencia e influencia en el sur de Libia desde mediados de enero. Ha firmado la paz con grupos armados tuareg y se ha enfrentado con otros, para mantener el control de campos petrolíferos.

Somalia, considerado como ejemplo paradigmático de estado fallido, lleva en guerra interna desde los años 90 del siglo pasado. La mayor parte del país está fuera de control del Gobierno, que en los últimos años ha logrado recuperar su influencia en el sur del país tras una ofensiva apoyada por la Unión Africana. A la violencia armada hay que sumar los estragos del cambio climático. Más de 2 millones de personas se han convertido en desplazados a causa de la sequía, las inundaciones y el propio conflicto. Esto ha provocado que la población desplazada se duplique hasta los 2,6 millones.

En la medida que EEUU deja de liderar el orden internacional, más países tratan de reforzar su influencia, mediante la intromisión en conflictos de otros Estados. Desde el inicio del siglo XXI las guerras se han multiplicado principalmente en África y Oriente Medio, conflictos que provocan un mayor número de desplazamientos forzados y víctimas en pleno 2019; conflictos interminables que tienen consecuencias muy graves sobre los países y especialmente sobre, la población civil, que es siempre la principal damnificada y las mujeres son las principales víctimas de los conflictos armados.

Más de 24.000 niños fueron asesinados, heridos, mutilados, reclutados a la fuerza y secuestrados, o sufrieron abusos sexuales y otras violaciones de sus derechos humanos durante el año 2018, según el último Informe Anual del Secretario General sobre Niños y Conflictos Armados. De esa cifra, más de la mitad corresponde a quienes perdieron la vida o quienes resultaron con graves heridas, como la pérdida de algún miembro de su cuerpo, principalmente por incidentes de fuego cruzado, restos de explosivos de guerra, minas terrestres y otras acciones de combate perpetradas tanto por grupos no estatales, como actores estatales y fuerzas multinacionales.

La paz es el estado ideal de armonía, libertad, seguridad en un mundo democrático. Podemos construir un mundo en el que impere la paz, la justicia y la solidaridad, trabajando de manera colectiva, enriqueciéndonos con las diferencias culturales y aprendiendo cada día. Somos responsables de crear un mundo mejor.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259296

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Niños soldados, triste realidad de cada día (+Video)

Por:  Zeus Naya*/Prensa Latina 

Historias como la de Matthew, Shaida, Wafa o Abdelkarim marcan cada día al mundo del siglo XXI, con diferentes pronunciamientos en función de protegerlos, liberarlos o reincorporarlos a una vida normal, pero sin la sombra de alguna fórmula precisa para detener a los señores de las guerras.

A mí no me mandan a las misiones, me ponen a lavar ropa, recoger cosas y a vigilar. Un día estaba de guardia y vi a un hombre. Le disparé y él levantó los brazos. Lo llevé ante el comandante y este dijo que era un ladrón, así que le cortó los dedos de una mano’, cuenta en Nigeria el primero, con su gorra camuflaje a través de la cual asoman sus ojos infantiles.

La camerunesa Shaida, por su parte, con apenas 15 años califica de lo peor el amanecer en el que se vio desnuda junto a su pequeña hermana Shaida y, ante la insistencia de ellas, un jefe confesó la droga empleada para evitarles el agotamiento de ‘tanto uso’.

Actualmente un número considerable de menores son explotados como esclavos sexuales, domésticos, utilizados de mensajeros, guardaespaldas, detectores de minas, cargadores, cocineros e incluso fabricantes de bombas, forzados a casarse, robar en las entidades locales, plantar explosivos o efectuar ataques suicidas.

Muchos de estos menores fueron secuestrados; a otros, la pobreza, la inseguridad, la falta de educación, la injusticia personal o comunitaria, la presión de la sociedad o el deseo de vengarse les impulsan a unirse a grupos armados.

DIA MUNDIAL CONTRA LA UTILIZACIÃ’N DE NIÑOS SOLDADOS

Desde su sede en Londres, Reino Unido, Child Soldiers International reveló en un informe reciente que el reclutamiento de niños soldados en el mundo experimentó un aumento del 159 por ciento entre 2012 y 2017.

Según esta organización no gubernamental dedicada a prevenir el fenómeno, mientras en el primer año se contabilizaron tres mil 159 casos en 12 países, en el último se produjeron ocho mil 185 en 17. En el caso de las niñas, en 2017 se registraron 893, cuatro veces más que los 216 de 2012.

A consecuencia de su empleo en labores de apoyo, según Child Soldiers International, las pequeñas suelen quedar fuera de las estadísticas oficiales y pasan desapercibidas para las estructuras de protección, de ahí que se sospeche la cifra podría ser mayor.

Las luchas abiertas en Oriente Próximo, Somalia, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, República Centroafricana y otros lugares ‘están dejando a los pequeños cada vez más expuestos al reclutamiento’, denunció la entidad.

Por iniciativa de la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 1998 se instauró el 12 de febrero como jornada internacional contra la utilización de niños soldados, también llamada a partir de 2002 Día de las Manos Rojas, en referencia al símbolo propuesto para denunciar esta práctica.

MÁS ALLÁ DE ESE DÍA

El afgano Abdelkarim, de 16 años, pasó un lustro en plena guerra y asegura vio cosas espantosas: ‘la explosión de un coche bomba frente a mi antigua escuela, allí varios familiares en el suelo y, tras esas muertes, busqué cada día la forma para escaparme, hasta que conseguí llegar al centro de tránsito’.

La representante especial de la ONU para la cuestión de los niños y los conflictos armados, Virginia Gamba, estima importante entender que la reintegración es un proceso y si no se hace debidamente puede convertirse en un círculo vicioso donde puede haber re-reclutamiento de menores de forma voluntaria.

Gamba advierte que ‘estos niños experimentan unos niveles de violencia tan horribles que probablemente tendrán consecuencias dramáticas, tanto físicas como psicológicas, en los adultos en los que se convertirán y es nuestra obligación mostrarles que hay esperanza (…), que pueden vivir en paz y vivir sus sueños’.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en una de sus últimas exposiciones sobre el asunto aseguró estar ‘más convencido que nunca de que la organización y los Estados miembros deben seguir dando máxima prioridad a la protección de los pequeños afectados por conflictos armados’.

Su difícil situación debe ser la causa primordial para no empezar un conflicto y para acabarlo, remarcó en 2018; mientras, el pasado Día de las Manos Rojas desde el Vaticano el Papa Francisco llamó a detener esta plaga que, dijo, involucra a cerca de 240 millones de menores en zonas de conflicto.

De acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, unos 300 mil niños soldados participan en más de 30 guerras en todo el planeta, desde Iraq, Israel/Estado de Palestina, Siria, Chad, Uganda, Yemen, Benín, Níger hasta Myanmar.

Ante tales historias, números, reclamos, los magnates de la industria guerrista debieran detenerse; sin embargo, esta realidad les sobrepasa cuando saben bien que sus políticas solo agravan el problema, causan más desastre y víctimas.

Distintos expertos abogan por propuestas de paz, piden suspender la venta de armas, instan a los medios a una información responsable y exigen control en las redes sociales para que no inciten a la violencia.

La complejidad del fenómeno requiere una acción global coordinada, planes de desarrollo para las regiones afectadas, establecer corredores humanitarios como salida del teatro de operaciones, ayudar a crear entornos protectores para los infantes, entre otras.

A la altura del siglo XXI, los menores merecen una infancia digna y propia de su edad, que todos, cada día, sean niños, no soldados.

*Periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina

*Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=263376&SEO=ninos-soldados-triste-realidad-de-cada-dia-video

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Carta de una madre siria a su hija. El documental “Para Sama” muestra la guerra de un modo inusualmente íntimo

Redacción: Sarah Aziza

La mayor parte del público occidental concibe la región de “Oriente Medio” como una gran franja de caos constante e inescrutable. En función de esa idea, los diversos conflictos, insurgencias y revoluciones civiles se asientan en un único paisaje de horror, representado por imágenes ubicuas de oleadas de humo y destrucción incolora. L a violencia es, al parecer, endémica en la región, tan natural e inevitable como el desierto infinito y hostil.

Esta falta de historicidad -y la posterior negación de responsabilidad- puede atribuirse en parte a los medios de comunicación occidentales que favorecen los titulares sensacionalistas y reduccionistas por encima de los matices. En función de ello, a muchos residentes de la región, incluidos los que viven en zonas de conflicto, se les niega cualquier apariencia de cobertura mediática libre y precisa, al mismo tiempo que los principales medios locales se dedican a traficar con la propaganda gubernamental. En ambos escenarios, las voces de los ciudadanos “comunes” están deplorable y peligrosamente ausentes.

Este doble déficit es lo que los cineastas Waad al-Katib y Edward Watts intentaron remediar en su nuevo documental “Para Sama”, que se estrena este fin de semana en algunas ciudades, y que se emitirá más adelante en Frontline PBS. El póster de la película juega con el estereotipo: una mujer aparece de pie contra un fondo de edificios destrozados y escombros. Su rostro estoico y el entorno sombrío evocan asociaciones rutinarias de tragedia, pero la imagen contiene un detalle inesperado: una niña pequeña, de rostro vivaz y ojos muy abiertos, mira desde el portabebés atado al pecho de su madre. Ella es la homónima Sama, la primogénita de al-Katib, cuyo nacimiento y primeros años enmarcan una película que es una carta de amor maternal y la historia de una revolución. “Sama, he hecho esta película para ti”, dice al-Katib en una voz en off. “Necesito que entiendas por qué estábamos luchando”.

Es este marco el que distingue “Para Sama” de tantos documentales de guerra. La mayor parte de la película se centra en la vida confinada y desgarradora de la joven familia al-Katib durante el asedio de las fuerzas del gobierno sirio sobre el este de Alepo en 2016. Está limitada a un elenco reducido de personajes: un equipo de médicos y activistas que dirigen un hospital provisional, y un o de los hogares del vecindario, introduciendo así al público en la realidad tensa y enclaustrada de la rutina diaria y entumecida de la guerra.

Este enfoque íntimo fue la forma en la que al-Katib perturbó y amplió la cobertura convencional sobre su pueblo. “Nunca me sentí representada en las noticias respecto a Siria”, dijo al-Katib en una entrevista con The Intercept. “No hay percepciones humanas en esos informes. Hablan de una ‘guerra’ y la gente piensa en ejércitos, líneas de frente, tanques, pero no es así. No se trata de dos bandos luchando entre sí en pie de igualdad. Se trata de personas que luchan por una vida mejor, por la libertad, y de ejércitos que quieren destruirlas”.

El alcance narrativo de la película, basada en los personajes, en forma alguna excluye las dimensiones políticas del conflicto de Siria. al-Katib se involucró desde el principio en los levantamientos civiles contra el presidente sirio Bashar Asad, y llegó al periodismo a través de su participación y activismo en las calles. Las primeras escenas de la película la muestran con 18 años, una joven activista que participa en la oleada inicial de esperanza eufórica que desbordó a la Universidad de Alepo, donde estudiaba, cuando comenzó la revolución. Pronto empieza a filmar de forma amateur las protestas y manifestaciones, primero en su teléfono, luego con cámaras prestadas y, finalmente, con la suya propia.

La historia pasa de las entusiastas protestas del campus a los eventos cada vez más sombríos y violentos de la represión del régimen. Cuando el contingente rebelde es derrotado en el este de Alepo, al-Katib decide seguirlos, junto con un pequeño grupo de jóvenes luchadores por la libertad y de médicos voluntarios. En medio de una campaña progresiva de bombardeos por parte del régimen y de las fuerzas rusas, el grupo levanta un pequeño hospital improvisado que atiende a los heridos en condiciones cada vez más precarias.

La película muestra secuencias muy duras de ver. Tomas de morteros que caen y escenas de gran confusión en el hospital, donde los médicos trepan por suelos manchados de sangre, luchando por salvar a las víctimas destrozadas que llegan y les desbordan minutos después de cada explosión. Al-Katib lo graba todo en el marco de su cámara de mano, negándose a retroceder ante imágenes mucho más horribles de lo que la mayoría de las audiencias occidentales están acostumbradas a ver.

La decisión de los cineastas de incluir estas escenas más impactantes conllevaba un alejamiento deliberado de la distancia esterilizada que veían en la mayor parte del periodismo occidental dominante. Al-Katib y Watts tienen poca paciencia para los debates sobre la “idoneidad” de mostrar los aspectos más horripilantes de la guerra. “No creo que haya que proteger a la gente”, dijo al-Katib. “¡Estas cosas están sucediendo! Ofrecer a la gente la opción de ignorarlo es un error. Los niños están muriendo, los hospitales están siendo bombardeados, y estos horrores continúan en lugares como Idlib”.

Originalmente, al-Katib se propuso capturar estas escenas en un esfuerzo por crear un cuerpo de evidencias que esperaba que algún día ayudara a acusar al régimen. “Realmente, sentí que no saldríamos vivos de Alepo”, dijo, “así que pensé, lo menos que puedo hacer es dejar un registro para que un día, cuando Asad sea llevado ante la justicia, haya pruebas de todos sus crímenes”. El archivo resultante totalizó más de 500 horas de metraje, que comprenden anotaciones personales, tipo diario, desde el dormitorio improvisado de al-Katib, y la campaña del régimen contra civiles y hospitales, hasta tomas de operaciones de rescate posteriores al bombardeo emprendidas por debajo de un cielo que aún retumba.

Algunas de las imágenes más impresionantes se producen en los momentos más tranquilos de la película. En uno, al-Katib está abrazando a su recién nacida cuando la idílica escena se ve interrumpida por el sonido de los bombardeos cercanos. Ella dice: “Hoy hay muchos ataques aéreos, ¿verdad? ¡Pero no nos han alcanzado, ay!”. En otra escena, una toma de Sama con sus mejillas rosadas contrasta con el cuerpo gris azulado de un niño muerto de aproximadamente la misma edad.

“No soy solo una mujer”, dijo al-Katib sobre estas escenas íntimas, “pero esta fue una de las principales formas en que experimenté el conflicto: como mujer, como madre. Veo a ese bebé, muerto, y por supuesto que estoy pensando: podría ser Sama. Podría ser la madre de un bebé muerto. Podría morirme en cualquier momento. Tenía que mostrar ese momento, ese sentimiento”.

 

Waad, Hamza y Sama al-Katib miran los grafitis que pintaron en un edificio bombardeado, protestando por el exilio forzado de la población civil en el este de Alepo en diciembre de 2016. (Foto: Cortesía de PBS Distribution)

La yuxtaposición de ternura y horror a lo largo de la película muestra todo lo que está en juego en el conflicto sirio en sus dimensiones ineludiblemente personales. Esto era algo esencial para al-Katib y Watts, quienes reconocen el cansancio que sienten muchos en Occidente ante el problema sirio. Watts espera que la película logre que el “conflicto” se comprenda en términos más tangibles y humanos. “La gente tiene una actitud muy confusa con respecto a Siria y Oriente Medio en general, la sensación de que las guerras son una especie de desastres naturales que se extienden sin contexto ni razón”, dijo Watts. “Queremos cambiar eso”.

Otro de los “personajes” principales se alza más allá del marco de la película de al-Katib: la comunidad internacional, personificada en las ONG y los relatores que están en contacto con el equipo del hospital más allá de las fronteras sitiadas de Alepo. El esposo de Al-Katib, Hamza al-Katib, es el punto de contacto para muchas de estas conversaciones, realizando entrevistas con los medios de comunicación y consultas con los negociadores a través de su teléfono celular. También en estas interacciones surge la cuestión de la eficacia. “Pasé horas y horas hablando con ellos (periodistas, la Organización Mundial de la Salud, la ONU), pero no sé si eso cambió la situación”, dijo Hamza en una entrevista con The Intercept. “No parecía que los informes de los medios tuvieran algún impacto en los responsables políticos. Y las ONG creían tener una idea muy clara de la forma ‘correcta’ de ‘resolver’ un conflicto: escuchaban muy poco nuestros deseos”.

Durante todo el conflicto, el personal del hospital y los activistas presentaron una petición esencial, que no fue atendida, dijo Hamza: “Por favor, si quieren ayudar, saquen a Asad del poder. Después de eso, los sirios se encargarán de Siria”. En cambio, dijo, la comunidad internacional “se puso a negociar con el régimen. Y, mientras tanto, ese régimen iba matándonos”.

La mayor decepción de todas, dicen los al-Katib, fue la evacuación forzada de su ciudad en 2016, equivalente a la derrota. “Ese dolor fue peor que cualquier cosa que experimentamos durante toda la guerra”, dijo Waad al-Katib. “Dejar nuestro hogar, después de luchar durante tanto tiempo, nos rompió el corazón. Los negociadores de la ONU dijeron que estaban ‘salvando a Alepo’ y, sin embargo, estaban actuando a favor del régimen”.

Los al-Katib viven ahora como refugiados en el Reino Unido. Dicen que la cálida acogida de su película [en el Festival de Cannes] les ha dado un renovado sentido de empoderamiento e incluso de esperanza. “Lo que no esperábamos era que tantas personas nos fueran a preguntar después de ver la película, ‘¿Qué podemos hacer?’”, dice Waad con un tono entusiasta en la voz. En respuesta, los al-Katib planean lanzar campañas de concientización y defensa sobre el bombardeo de hospitales por el régimen de Asad, y abordar la difícil situación de los refugiados sirios.

“Nadie crece soñando con convertirse en refugiado”, dijo Hamza, quien no ha podido ejercer como médico desde que abandonó su país. Waad agregó: “Queremos que la gente entienda que cada refugiado es un individuo con una historia. Hay razones por las que estas personas son refugiados: están huyendo del peligro y solo quieren una vida mejor para ellos y sus familias”. Los al-Katib continúan pidiendo, abierta e inequívocamente, la destitución del régimen de Asad, mientras alimentan las esperanzas de poder volver un día. “Puede que esto no suceda en cinco ni en diez años, pero necesitamos creer que volveremos”, dijo Waad. Hamza se mostró de acuerdo: “Si a Asad se le permite ganar, si el mundo se niega a llevarlo ante la justicia, estamos viviendo en un mundo terrible. No podemos permitirnos creer que es así”.

“Si tuviera algún mensaje, sería este”, agregó: “No den la espalda a Siria”.

Sarah Aziza centra su interés en cuestiones relativas a las relaciones exteriores, derechos humanos y de género. Sus trabajos han aparecido publicados en Harper’s, The Atlantic, Slate y The Nation, entre otros medios.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=258993

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