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Libro(PDF): «Ciencia, tecnología y sociedad en América Latina. La mirada de las nuevas generaciones»

Reseña: CLACSO

Los estudios sociales en ciencia y tecnología en América Latina cuentan ya con medio siglo de desarrollo en la región. El origen del campo en los años sesenta dotó de características propias que permanecieron, a lo largo de las décadas con diferentes niveles de intensidad, en el marco de nuevos modelos y formas de pensar el desarrollo y de afrontar las condiciones de pobreza y exclusión de nuestras sociedades. Una vez recorrida la etapa de profesionalización del campo –y en diálogo con la dinámica de construcción de estos estudios en los países del norte– se retomaron desde nuevas preguntas y perspectivas aquellas reflexiones iniciadas en los años sesenta, al tiempo que se generaron esfuerzos por construir miradas originales sobre los significados sociales, económicos y políticos de la ciencia y la tecnología. Así se construyeron enfoques y perspectivas analíticas que aprovechan los aportes del campo a nivel internacional y los alimentan con perspectivas regionales. Ciencia, tecnología y sociedad en América Latina está organizado en cinco secciones variadas y heterogéneas, referidas todas ellas a América Latina, en las que se discuten problemas sociales muy diversos. El rico caudal de estas investigaciones sostiene como objetivo común la superación del atraso y de la dependencia de nuestros países, y la búsqueda de estrategias adecuadas en pos de mejorar las condiciones de vida en la región. Con una perspectiva múltiple e interdisciplinar, investigadores jóvenes del continente muestran la riqueza y la relevancia de los estudios actuales en este campo.

Autores (as):  Rosalba Casas. Tania Pérez-Bustos. [Compiladoras]
Mauro Ricardo Alonso. Judith Naidorf. Nathalia Hernández Vidal. Ezequiel Sosiuk. Miguel Muñoz. Johanna Alexandra Cervantes García. Emiliano Martin Valdez. Adela Parra-Romero. Derly Yohanna Sánchez Vargas. Marcos Silbermann. Sandra Milena Agudelo-Londoño. Oscar Javier Maldonado Castañeda. Olga Restrepo Forero. María Schmukler. Lucca Vichr Lopes. Henry Chávez. César Camilo Castillo Estupiñán. Juan Layna. [Autores de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO. ESOCITE.

Año de publicación: 2019

País (es): Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-722-426-9

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El conocimiento como problema

Por: Gerardo Barbera.

 

Estoy  convencido de que elaborar un texto de filosofía es una tarea muy problemática, ya que es difícil hablar de “objetividad”, “datos ciertos”, “hechos           comprobables”. Por otra parte, la Filosofía no se reduce a  una cuestión de “opinión personal”, como quien dice: “cada cual tiene su propia filosofía”. Las cosas no son tan sencillas.

Hacer filosofía no es tarea que se resuelve en una conversación de borrachos, o basta leer una “Atalaya”, para ser un filósofo, se necesitan  años de camino en esta disciplina, con  actitud  seria y comprometida, con mucho amor al saber, con una vocación  profunda de encontrar la Verdad, o de acercarse lo más posible. Al respecto,  Hessen presenta un comentario de Hegel  muy interesante:

Hay una frase de Hegel que apunta al esclarecimiento de este hecho y que aun hoy vale la pena tomar en consideración: “Esta ciencia tiene la mala suerte de que aun aquellos mismos que nunca se han ocupado de ella se imaginan y dicen comprender naturalmente los problemas que trata, y ser capaces, ayudados de una cultura ordinaria, y en especial de los sentimientos religiosos, de filosofar y juzgar en Filosofía. Se admite que, respecto de las demás ciencias, sea preciso haberlas estudiado para conocerlas, y que sólo en virtud de dicho conocimiento se esté facultado para formular un juicio sobre ellas. Nadie duda que para hacer un par de zapatos es preciso haber aprendido y ejercitado el oficio de zapatero, aun cuando cada uno de nosotros tengan la medida de su zapato en su propio pies, y tenga manos, y con ellas la habilitación natural para dicho oficio. Sólo para filosofar no se necesitará ni estudio, ni aprendizaje, ni trabajo… (p.12)

¿La Verdad?, este es el problema central del saber en general, particularmente, de la Filosofía, y  la parte de la Filosofía que estudia este aspecto del saber, “el conocimiento verdadero”, es la Epistemología, que procura responder a la pregunta sobre el criterio del saber “científico”. Se trata de fundamentar la posibilidad del conocimiento verdadero, o la imposibilidad de éste.

No es una cuestión caprichosa, o una simple creencia.  La Filosofía cuando abarca el tema del conocimiento, busca  los criterios por los cuales se afirma que un conocimiento particular es verdadero o es falso, lo que en el fondo establece la postura gnoseológica en cuanto a la posibilidad del conocimiento verdadero, y arroja cierta luz sobre la postura fundamental de la propia existencia. En el problema de la Verdad se resuelve el problema sobre el sentido de la vida, “ el hombre es un animal racional “.

En este trabajo, no se tiene la intención de crear nuevas y originales formulaciones ante el problema fundamental del conocimiento, ni siquiera el de exponer ideas “profundas”, con el lenguaje “más preciso”, se pretende, simplemente, ofrecer un texto, como cualquier otro, sin pretensiones  de grandezas; pero con la difícil misión de explicar, de la manera “más sencilla” posible, las diferentes posturas epistemológicas, o las diferentes Teorías del Conocimiento que se han presentado a lo largo de la  historia de la humanidad, por lo menos en Occidente, a bachilleres, estudiantes de Educación, que tal vez, nunca han escuchado la palabra “Epistemología” y que por primera vez en su vida asisten a una clase de Filosofía.

Por lo tanto, no se persigue la creación de un “tratado completo” sobre Epistemología, ni presentar las tesis más avanzadas y complejas sobre el tema, simplemente, se analizarán algunos puntos centrales, que  le permitan al alumno que se inicia, la elaboración de un esquema que le facilite la comprensión de la asignatura y su relación con todas las demás asignaturas del pensum de estudio, de tal manera, que pueda integrar las variadas parcelas del saber dentro de las diferentes corrientes epistemológicas. Y situarse, con propiedad y madurez, ante las propuestas del mundo de la ciencia, y pueda adquirir los fundamentos esenciales, que le ayuden a enfrentar los interrogantes existenciales más profundos.

Por otra parte, se presenta un material que inicia, un trampolín, que sólo tiene sentido en cuanto se convierte en motivación  hacia el campo de la investigación. Sería negativo que este material se convirtiera en un texto completo, suficiente, lo necesario para “pasar la materia”, o para dar una clase.

El adquirir un esquema del conjunto de las diferentes corrientes epistemológicas, no se puede lograr con la simple lectura de un texto, esto es sólo el principio, se requiere de una fuerte dosis de interés por los temas tratados, que impulse hacia la investigación; o mejor, hacia el hábito de la investigación, una fiebre desenfrenada, que se convierta en un problema existencial, que no deje jamás descansar el pensamiento en la estructura fija de una determinada postura filosófica, sino que lleve a la superación de cualquier dogmatismo, en un compromiso únicamente con la Verdad.

El peor alumno, es el conforme, el que cree que todo acaba con el examen final, el que piensa que la única meta es graduarse, y que ve en las diferentes asignaturas los obstáculos, que una vez superados son historias.

El hombre es un ser insaciable de conocimientos, necesita conocer. La búsqueda de la verdad no es un trabajo, es una necesidad vital, imposible de postergar, no se puede ser neutro ante el mundo que nos rodea. La vida del hombre es un interrogante perenne. No sé si el hombre es un “espíritu encarnado”, un “cuerpo animado”. Lo  menos que se puede afirmar del hombre es que es una “materia que piensa”, y cuando este derecho de pensar le es arrebatado, ya no queda hombre de quien hablar. De  tal manera, que el verdadero hombre es el eterno alumno en búsqueda de la Verdad.

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El problema del conocimiento  tiene su punto de partida, en el hecho gnoseológico, que  condiciona la naturaleza y alcance  del conocimiento  humano, y  que puede  ser anunciado con la siguiente afirmación: “ES IMPOSIBLE TOCAR LO QUE VEMOS “. Así de sencillo, si se logra explicar el significado de esta frase, la mitad del camino estaría recorrido, ya que todo lo que se presente después, serían las diferentes respuestas al problema del conocimiento. Es decir, para comprender lo que se estudia, hay que conocer la situación problemática, o el hecho que da origen al problema que se pretende analizar. Y  por supuesto, hay que comprender la pregunta  que orienta y da sentido a todo el estudio.

La comprensión del problema es fundamental en el camino del conocimiento. Por esta razón, los esquemas de investigaciones actuales, tanto en los proyectos, como en las tesis, siempre se comienza con el “Planteamiento del Problema”. Lo mismo se hará aquí, plantearemos el problema con la siguiente pregunta: Si no podemos tocar lo que vemos, ¿qué valor tiene nuestro conocimiento de la realidad?

Trataremos de ir avanzando desde lo más sencillo y general, a lo más complejo y particular. En primer lugar, todos los seres vivos tienen una tarea que les unifica en un mismo movimiento dialéctico en relación con el medio ambiente, que además,  les identifica y define, precisamente como seres vivos: sobrevivir. Lo que puede traducirse como  “mantenerse vivos”. Todas las actividades de los seres vivientes  giran en torno al objetivo de mantenerse vivos. La Vida es el valor fundamental, y la muerte la desgracia más grande.

En el hombre, las actividades con miras a mantenerse vivo están dirigidas por el sistema nervioso central, principalmente por el cerebro. En tal sentido, Diane Papalia, ofrece un comentario interesante:

“Un tema muy popular en las historias de ciencia-ficción es el trasplante de cerebro de una persona al cuerpo de otra. La razón de que este argumento resulte tan atractivo se halla en la pregunta: ‘¿Quién es esta persona? ¿El cuerpo o el cerebro?’. La casi invariable conclusión es: el cerebro gobierna el cuerpo. Lo podemos ver en nuestras vidas diarias. Por ejemplo, este pequeño órgano arrugado es el que nos ha despertado esta mañana, el que nos ha permitido reconocer dónde estábamos, el que nos hizo salir de la cama, mover brazos y piernas, recordar que teníamos una clase y cómo llegar a ella, entender las palabras que hemos estado escuchando y leyendo y formular nuestros propios pensamientos originales enriquecidos en palabras. Este órgano nos dice cuándo estamos contentos, tristes, asustados, enfurecidos o dominados por cualquier otro sentimiento”.       (p. 16)

Tanto es así, que se puede decir, que  el cerebro  necesita estar vivo, y controla a todo el organismo para tal fin. No es que el cuerpo humano está vivo gracias a la actividad ejercida por el cerebro, es todo lo contrario, es el cerebro quien se mantiene vivo gracias a la actividad de todo el cuerpo humano.  El cerebro humano es el misterio más profundo con que el hombre se ha encontrado, tal vez porque resume en sí mismo el secreto del pensamiento y el encuentro entre el sujeto y el objeto, o quizás porque entre sus neuronas se encuentra el secreto de la vida. Con razón, el profesor Juan David García Bacca, en su libro, “Elementos de Filosofía”,  nos habla del misterio del funcionamiento del pensamiento:

Durante siglos y siglos el hombre ha estado ‘viendo’, y con todo hasta no hace mucho no ha sabido cómo está hecho el ojo; está el hombre discurriendo con el entendimiento desde miles de años, y todavía no sabemos seguramente cómo funciona ese aparato que es el pensamiento (p.33)

La relación con el medio ambiente es la actividad fundamental por medio de la cual todos los seres vivos logran  mantenerse con vida sobre este planeta. Barragán Linares,  plantea la relación con el medio ambiente, como algo que va más allá de lo racional, como algo que define la existencia en todas sus dimensiones:  “Cuando hablamos de nuestra actividad cognoscitiva estamos implicando no sólo nuestro modo de vivir sino, ante todo, la manera como nos relacionamos con el mundo que nos rodea” (p.13)

Es el medio ambiente la fuente de  toda “la comida”, así de sencillo. Y esto es lo que el cerebro humano le exige al cuerpo, para esto lo controla y lo dirige, para relacionarse con el medio ambiente. Desde este punto de vista puede interpretarse toda la estructura y la actividad del cuerpo humano. ¿Qué son los sentidos? : son receptores de estímulos a través de los  cuales la persona, encerrado en su intimidad,  se relaciona con el medio ambiente, sin salir de sí. O tal vez, como lo señalaba el viejo espiritismo, el alma encerrada en el cuerpo veía las imágenes de la realidad en el cerebro, como lo afirma, Allan Kardec, en su obra «el libro de los Mediums”:

Llegadas las imágenes del cerebro por los ojos, dejan en él una impresión, que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto sólo es cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes…” (p.45)

De tal manera que no vemos con los ojos, ni oímos con los oídos, ni sentimos con el tacto, ni saboreamos con el gusto, ni olfateamos con la nariz; todas estas actividades las realiza el cerebro. En cierto sentido, es el cerebro quien ve, oye, siente, saborea y huele, todo esto a través de los sentidos. En su obra, “ La esencia de la naturaleza humana”, hablando del sentido de la vista,  Cosgrove Markp, afirma:

Las células de alguna manera, combinan su información para proyectar imágenes en la corteza visual. De modo que el cerebro podría compararse con una pantalla de televisión en este caso, donde las últimas células de la corteza visual muestran lo que el ojo ha visto, con pequeños cambios producidos por la interferencia y ampliación procedentes de la memoria y de las zonas del cerebro que concentran la atención (p. 31)

Una lesión en el sistema nervioso central hace inútil a cualquiera de los sentidos; es decir, el órgano de la vista puede estar en perfectas condiciones, pero una lesión cerebral nos puede dejar ciego. Se podría objetar, que de nada sirve un cerebro en perfectas condiciones si el pobre hombre perdió los ojos en un accidente, esto sólo significa que el cerebro no puede ver porque le dañaron el órgano que utilizaba. Es como decía un coronel a la tropa con motivo de un accidente en donde resultó un soldado muerto: ”No es el fusil el que mata, es el hombre”. El fusil sin el hombre, es sólo un pedazo de metal. El cerebro es el “dónde” se toma conciencia de la realidad. La toma de conciencia, que es el verdadero ver, es un proceso que se da en la intimidad de la persona, La profesora Papalia, en su libro, “Psicología”, recuerda el proceso de la percepción visual:

El maravilloso órgano conocido como ojo humano es una esfera que contiene diversas estructuras. Veámoslas repitiendo el camino que sigue la luz cuando entra en el ojo.

Primero, la luz pasa a través de la córnea, el tejido transparente que se encuentra  delante del ojo. La córnea está constituida por el mismo material que la esclerótica, la parte blanca exterior del globo ocular, pero es transparente debido a la forma en que están ordenadas las moléculas cornéales. La esclerótica, “la piel” del ojo, contiene receptores para presión, temperatura y dolor.

La luz entra después en la cámara anterior del ojo, situada inmediatamente detrás de la córnea y delante del cristalino. Esta cámara está llena de un fluido llamado humor acuoso; que ayuda a alimentar la córnea y que continuamente es secretado, liberado y repuesto.

Tras haber pasado por la cámara anterior, la luz entra en la cámara que hay justamente detrás de ésta a través de una pequeña oquedad llamada pupila, que parece un pequeño círculo negro. En condiciones de oscuridad la pupila se dilata, para que entre más luz y se contrae cuando la luz es intensa.

El tamaño de la pupila es controlado por el iris, la parte coloreada del ojo, un conjunto de músculos pigmentados que rodean la pupila. Una vez aquí, la luz atraviesa el cristalino, una estructura redonda y elástica, que enfoca la luz en una imagen proyectada a través del humor vítreo sobre la zona fotosensible del ojo, la retina. El humor vítreo es un fluido claro  que no se recicla como el humor acuoso, pero permanece en el ojo durante toda la vida. El cristalino enfoca sobre la retina de la misma forma las imágenes cercanas como las lejanas, proceso conocido como ‘acomodación’.

La parte más importante y compleja del ojo es la retina, formadas por neuronas, células gliales y fotorreceptores, llamados bastones y conos. Cada retina contiene aproximadamente 120 millones de bastones y 6 millones de conos. La luz pasa a través de todas las neuronas  antes de llegar a los fotorreceptores, donde se originan las respuestas visuales. Estas se transmiten luego a través de una complicada red de nervios a las células ganglionares. Cada ojo tiene aproximadamente un millón de células ganglionares que llevan toda nuestra información visual al cerebro. Los axones de estas células convergen en un punto de la retina, conocido como disco óptico, y mandan impulsos al cerebro, donde  los mensajes enviados a través de las células ganglionares son decodificados para saber qué es lo que vemos.  (p. 78)

Por otra parte, es la persona quien utiliza los pies para caminar, las manos para agarrar. No se ama, ni se odia con el corazón, sino con el cerebro. En fin, todas las actividades del ser humano son controladas por el Sistema Nervioso Central con el único fin de mantenerse vivo. Pero el cerebro no mantiene contacto directo con el medio ambiente, sino a través del cuerpo y de los sentidos, tiene que codificar e interpretar las sensaciones que recibe del medio ambiente. Se puede decir que el cerebro es un ciego y el cuerpo le hace de perro guía. Como lo da a entender las profesoras  Maritza Carpio y Nidia Isturiz en su obra, “¡Mira! ¡Escucha! Y Contáctate con la P.N.L “:

Cada uno de nosotros crea una representación, mapa o modelo, del mundo en que vivimos. Este modelo, mapa o representación nos sirve para generar conductas. No operamos directamente en el mundo en que vivimos sino que creamos modelos o mapas del mundo… (p.34)

En todo acto de conocimiento siempre están presentes, por lo menos, dos elementos: El Sujeto, quien realiza el acto de conocer. Y el Objeto, lo conocido. Hartmann, plantea la misma situación:

En todo conocimiento se halla frente a frente un cognoscente y un conocido, un sujeto y un objeto del conocimiento. La relación existente entre ambos miembros es insuprimible y ostenta el carácter de  mutua separación originaria, o trascendencia. (p. 34)

Hessen Juan, plantea la misma situación, como esencial al acto del conocimiento:

En el conocimiento se hallan frente a frente la conciencia y el objeto. El conocimiento se presenta como una relación entre estos dos miembros, que permanecen en ella eternamente separados el uno del otro. El dualismo del sujeto y objeto pertenece a la esencia del conocimiento. (p.11)

Como resultado de esta relación de conocimiento, dentro del sujeto se forma una “imagen”, una reproducción mental del objeto. En definitiva, el cerebro humano recibe estímulos del mundo externo y elabora su propia imagen. Tal cual como lo afirma  Huber  Carlos, en su libro “Crítica del saber”:

Con frecuencia el conocimiento se explica en este modo: tenemos en nuestra mente una especie de imagen de las cosas. La cosa real está fuera de nuestra mente, pero en nuestra mente hay una imagen de ella que hace sus veces y es como su representación (p. 75)

Y como no se puede meter los objetos dentro del cerebro, y quedar vivos para narrar la experiencia, resulta ser que la mente humana siempre ve la imagen que ha formado y no al objeto directamente, de tal manera que no podemos tocar lo que vemos, ya que siempre vemos solamente la imagen interna, mientras que el objeto permanece fuera de la mente. Se podrá, en tal caso, tocar al objeto del cual provienen los estímulos, eso nadie lo duda; lo que no podemos tocar es lo que vemos, la imagen interna. La profesora Maritza Carpio opina al respecto:

Los ojos son controlados de manera que cada uno envía información a ambos hemisferios. La mitad izquierda del espacio visual es contemplada por el hemisferio derecho y la mitad derecha es percibida por el hemisferio izquierdo (p.37)

Por cuestión de “hábito de vida”, o a fuerza de costumbre, siempre hemos identificado lo que vemos (la imagen), con el objeto, ya que no se “experimenta” separación alguna, por el contrario, se siente  que no hay separación, y que ambos son una misma cosa. Cuando veo una camisa, creo fielmente que estoy viendo al objeto camisa tal cual es y punto; es decir, que estoy viendo la camisa, y no una imagen de la camisa.  Si damos algunos pasos, y agarramos la camisa y se muestra a los demás, diciendo: “esta es una camisa”. Estaríamos agarrando a un objeto que produce estímulos con los cuales la mente elabora una representación o imagen, que es la que se ve, y más nada.

¿Por qué siempre se ha pensado que vemos al objeto y no a una imagen del mismo? Simple: porque no experimentamos la elaboración de la imagen. Aunque en realidad no sea así, siempre la imagen aparece de forma automática con el objeto, no sentimos el proceso de formación de la imagen. Este hábito de identificar el objeto con la imagen es lo que se llamó, durante los primeros siglos de la filosofía griega, “Conocimiento Vulgar”, propio de la gente inculta, carente de sabiduría, que se conformaba con lo que aparece, con la apariencia, y nada más. ¡Un conocimiento útil para la supervivencia biológica. No será prudente  estar preguntándonos si la imagen de serpiente corresponde al objeto que se mueve hacia nosotros, o esperar a que nos muerda para comprobar la identidad!.

Ahora bien, en el proceso del conocimiento, la mente humana es como un hombre que está sentado  frente a un espejo y de espalda a una gran ventana. La mente está condenada a ver  lo que ocurre del otro lado de la ventana mirando la imagen en el espejo, no se puede hacer otra cosa. Si la imagen es igual al objeto, el conocimiento es verdadero. Si la imagen no es igual al objeto, el conocimiento no es verdadero. El profesor Teodoro Lascaris, plantea la situación de la siguiente manera: “La Teoría del Conocimiento o EPISTEMOLOGIA se pregunta sobre el conocimiento en general: ¿corresponde el pensamiento con la realidad o nos engaña en sus datos? ¿Será o no una creación de la mente? “(p.31)

¿Cómo puedo estar seguro de que la imagen es igual al objeto?, o si se quiere, ¿Cuál es el criterio para afirmar que un conocimiento es verdadero?, ¿Se puede establecer algún criterio para saber si un conocimiento es verdadero?, ¿Cómo encontrar un puente entre la imagen y el objeto?. Huber Carlos hace el mismo interrogante: “La Teoría del Conocimiento se ocupará de las relaciones entre los neomas y los objetos. Esta relación entre el neoma y los objetos reales será de correspondencia (verdad) o de discrepancia (falsedad)” (p.33) No es el momento de buscar respuestas a estos interrogantes, lo importante es captar con toda la energía posible la intensidad de las preguntas y de los interrogantes que nacen del hecho de  que “ES IMPOSIBLE TOCAR LO QUE VEMOS”. , problema que generalmente ha sido llamado “problema del puente”, como lo indica Verneaux, en su “Epistemología General”: “Pasar del pensamiento al ser, y especialmente demostrar la existencia del mundo material. Este problema se ha llamado “Problema del puente” (p.21)

A lo largo de la historia de la humanidad se ha tratado de construir tres grandes puentes entre el mundo y la conciencia:

1.                              La Fe: El Conocimiento Mítico.

2.                              La Razón Lógica: El Conocimiento Filosófico

3.                              El Método Experimental: El Conocimiento Científico  

 

Fuente del artículo: http://ontoepistemico.blogspot.com/2016/11/el-conocimiento-como-problema-gerardo.html

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Henry Giroux: De críticos y rebeldes

Redacción: Noticias de Gipuzkoa

Las periferias, geográficas e intelectuales, suelen tener el atractivo de las iniciativas que surgen para dar voz a intereses diversos y a menudo ignorados o silenciados desde los centros. Ira Katznelson, profesor de Ciencia Política en Nueva York, nos decía que la buena democracia es aquella que procede por medio de “movimientos” y no “grupos”, “de abajo arriba y de los márgenes al centro”;y esta expresión resume gráficamente el valor fundamental de las alternativas, del pensamiento crítico, de la disidencia, de la libertad y de la saludable rebeldía.

Las convenciones y el poder institucional, del tipo que sean, pueden sostener la democracia en tiempos de crisis, pero tienen el riesgo de anquilosarse en una lógica que no favorece la búsqueda del conocimiento y la verdad, el “argumento mejor”, lo contra-intuitivo, o el libre-pensamiento.

Son precisamente los movimientos -culturales, sociales y políticos- los que dinamizan la sociedad civil, ese “mundo de la vida”, ciertamente ambivalente, en el que Habermas sitúa la posibilidad de utopía. Con la imposición galante de consensos (que son a veces dogmas encubiertos), desaparece el valor esencial de lo alternativo, lo crítico y lo rebelde.

No resulta por ello sorprendente que el conservadurismo haya tenido siempre a gala excluir de su concepción de democracia y de lo público todo aquello que pudiera competir con el poder institucional (muchas veces secuestrado por grupos de interés) y que haya desconfiado también de forma elitista y obsesiva de la sociedad civil y su acción colectiva.

Hay infinidad de ejemplos que muestran esta lógica de tensión entre “centro” y “periferia”, o entre “coerción” y “capital”, según la formulación esquemática que Charles Tilly usa para explicar la formación de los estados europeos desde el siglo XV. Es una tensión dialéctica similar a la que se observa entre la crítica rebelde, por un lado, y la hegemonía del poder, por otro. Y ello no solamente en el campo de la política. De hecho, uno de los más claros ejemplos de la contradicción entre los polos opuestos que venimos mencionando es el sistema académico en su versión neoliberal, la que impera hoy en día.

Henry Giroux, teórico de la pedagogía crítica, afirma que privatización, mercantilización, militarización y desregulación son las nuevas categorías de orientación a través de las cuales se definen las escuelas, los maestros, la pedagogía y los estudiantes. Esta “pedagogía del analfabetismo” impulsada por el mercado ha liquidado la noción de libertad, convirtiéndola en gran parte en el deseo de consumir e invertir exclusivamente en relaciones que sirven solo a los intereses individuales. Perder la individualidad es ahora equivalente a perder la capacidad de consumir. El consumismo superficial junto con una indiferencia hacia las necesidades y el sufrimiento de otros ha producido una política de desconexión y una cultura de irresponsabilidad moral.

Es una responsabilidad fundamental de académicos, investigadores y profesores luchar por los derechos de los estudiantes para obtener una educación que no esté colonizada por intereses corporativos y no esté dirigida a desarrollar valores neoliberales y una personalidad empresarial. La rebeldía intelectual consiste aquí en transmitir a los estudiantes que deben ser plenamente conscientes de que un mundo mejor requiere que defiendan la responsabilidad civil, la justicia social y la democracia.

Aunque el poder institucional neoliberal instalado en las universidades pretenda lo contrario, mucho antes de que el mundo corporativo y financiero comenzara a hablar de “innovación de productos”, los educadores e investigadores ya habían adoptado el principio Heraclitiano de “todo fluye, nada permanece”. Esto se reflejó tradicionalmente en los planes de estudio y los contenidos de cursos específicos. La innovación es una forma de creatividad aplicada, y la creatividad y la intuición siempre han sido características destacadas en el trabajo de los mejores investigadores en cualquier campo del conocimiento (el “núcleo súper-creativo” de Richard Florida), desde los antiguos griegos hasta el presente.

Son los movimientos -culturales, sociales y políticos- los que dinamizan la sociedad civil, ese “mundo de la vida” en el que Habermas sitúa la posibilidad de utopía. Con la imposición galante de consensos (a veces dogmas encubiertos), desaparece el va

Existen innumerables ejemplos de creatividad aplicada en las ciencias, la filosofía, las artes y las ciencias sociales que demuestran la naturaleza esencialmente dinámica de la búsqueda de la verdad y el conocimiento y la tendencia de los investigadores a innovar constantemente. En este sentido, el mundo corporativo, dada su fascinación por la innovación, podría aprender significativamente de educadores, investigadores y académicos.

En el primer capítulo de su libro El científico rebelde, el gran físico y matemático Freeman Dyson escribe que el elemento común de la visión científica “es la rebelión contra las restricciones impuestas por la cultura local” y que los científicos “deben ser artistas y rebeldes, obedeciendo sus instintos propios más que demandas sociales o principios filosóficos”. Contrariamente a este concepto liberal, incluso libertario, de mentalidad científica abierta, ha habido una creciente presión sobre los científicos para respaldar lo que hoy en día se llama el “consenso científico”, en numerosos temas polémicos.

Los científicos disidentes frecuentemente se enfrentan al ostracismo y la denuncia cuando se atreven a ir a contra corriente. Los científicos rebeldes como Dyson, poco amigos de los “consensos”, siempre han tenido que enfrentar condena y resentimiento. La ciencia, de la mano del neoliberalismo, se ha hecho más autoritaria. Los estudiantes y jóvenes científicos deben, heroicamente, desarrollar independencia intelectual y autonomía en un mundo burocrático de poder institucional del que es difícil escapar.

Dyson se ha calificado a sí mismo como “hereje del calentamiento global”, el “dogma”, dice, más notorio de la ciencia moderna. La ansiedad por el calentamiento global le parece extremadamente exagerada y ha expresado abiertamente sus dudas sobre la validez de los modelos climáticos. Estos modelos, argumenta, “hacen un trabajo muy pobre al describir las nubes, el polvo, la química y la biología de los campos, las granjas y los bosques;no describen bien el mundo real en el que vivimos”.

Freeman Dyson es un hombre feliz de pertenecer a una pequeña minoría de científicos que se atreven a expresar abiertamente sus dudas respecto al consenso existente. Afirma que los modelos climáticos se ajustan a los datos observados, pero que no hay razón para creer que los mismos factores del modelo pudieran ofrecer el comportamiento correcto en un mundo con una química diferente, por ejemplo en un mundo con un aumento de CO2 en la atmósfera.

Lo importante de mantener esta postura es no solo que se hace gala de una gran valentía intelectual, sino que se intenta hacer prevalecer la idea de que, en la lógica del descubrimiento científico, es esencial poder preservar posibilidades de refutación de las teorías que son mayoritariamente aceptadas en cada momento.

Como sabía y nos explicó Karl Popper, la lógica de la ciencia es una sucesión de conjeturas y refutaciones, y sin la opción de la “falsabilidad” no hay propiamente conocimiento científico, una postura impecable y no objetable desde el punto de vista procedimental.

En su atalaya de crítico rebelde, Dyson no cree que haya habido un cambio reciente de ideas progresivas a ansiedades distópicas acompañando el relativo declive de Occidente y la conciencia creciente de un final no lejano para el planeta. Lúcidamente, Dyson nos recuerda que los mejores escritores siempre han sido distópicos: “En la década de 1890 tuvimos La Máquina del Tiempo de Wells y La Isla del Doctor Moreau. En la década de 1930, Un mundo feliz de Huxley. Nada de lo que se ha escrito recientemente es más triste que Wells y Huxley. Y a pesar de eso, siempre ha habido optimistas como Amory Lovins y yo. Recomiendo a Amory Lovins como un antídoto para la oscuridad y la fatalidad”.

Y Dyson, siempre fiel a sí mismo, asegura: “Hay una envidia duradera por parte de los académicos hacia la comunidad empresarial que no tiene nada que ver con el cambio climático. Los académicos que predican pesimismo y tristeza esperan poder vengarse de la comunidad empresarial al conquistar el poder”.

Fuente: https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/2019/07/11/opinion/tribuna-abierta/de-criticos-y-rebeldes

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Eduard Punset sobre la inteligencia y el aprendizaje

Redacción: National Geographic

«El viaje más emocionante» es el título de este editorial de la revista especial «National Geographic Cerebro y Emociones» publicado en 2010 y en el que el famoso divulgador nos explicó por qué la ciencia se ha inmiscuido de un tiempo a esta parte en campos tan trascendentales como la salud mental, la educación o la vida empresarial de las personas.

De unos años a esta parte hemos empezado a reflexionar -y, en cierto modo, a inventar- la inteligencia emocional, la inteligencia social y el aprendizaje social y emocional. Se trata de tres conceptos que están ya siendo aplicados en campos tan trascendentales como la salud mental de las personas, los sistemas educativos y la vida corporativa.
Las 15 frases más inspiradoras de Eduard Punset

En primer lugar, por el hecho insólito de que la esperanza de vida se haya casi triplicado en los últimos 200 años. Los recién nacidos en este nuevo siglo dispondrán, en promedio, de 40 años de vida redundante en términos biológicos. Una vez cumplidos los cometidos evolutivos como el de perpetuar la especie, nos siguen quedando a los humanos varias décadas para plantearnos misiones, objetivos y procesos que hace sólo unos años no nos hubiéramos podido ni siquiera imaginar. Por primera vez en la historia, la gente puede sustituir la vieja e inconclusa pregunta de si hay vida después de la muerte por la constatación de que hay vida antes de la muerte, que merece la pena vivirla.

Por primera vez en la historia podemos cambiar la pregunta de si hay vida después de la muerte por la constatación de que hay vida antes de la muerte y que merece la pena vivirla

El Segundo factor responsable de este cambio radica en la revolución tecnológica, que está permitiendo medir por primera vez los procesos internos como el estrés, la actividad cerebral y hasta la propia capacidad de aprender e imaginar. Las técnicas, basadas la mayoría de ellas en las resonancias magnéticas funcionales, han permitido a los científicos diferenciar los papeles desempeñados por el entorno y por la genética, y calibrar el impacto mental del aprendizaje o, simplemente, del paso del tiempo en el entramado neuronal. Esta entrada en tromba de la ciencia en la gestión de las emociones representará un alivio insospechado para la gente. A eso me refiero cuando hablo de la irrupción de la ciencia en la cultura popular.

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Nueva secretaria ejecutiva de Clacso impulsará rediscusión de criterios de evaluación de investigadores en ciencias sociales

Karina Batthyány, primera uruguaya en ocupar la secretaría ejecutiva del Clacso.

Por Facundo Franco en educacion.ladiaria.com.uy

Hace pocos días, la socióloga Karina Batthyány asumió la secretaría ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) por tres años y se convirtió en la primera uruguaya en desempeñar ese cargo, que antes fue ocupado por el argentino Pablo Gentili. Clacso es una prestigiosa organización que concentra su acción en Latinoamérica y el Caribe, conformada por una red de más de 650 instituciones y asociaciones académicas del campo de las ciencias sociales y las humanidades. Entrevistada por la diaria, Batthyány habló de sus desafíos de gestión del cargo, para el que fue electa a finales de 2018 en la 26ª asamblea general, que tuvo lugar en Buenos Aires, y para el que fue impulsada por un colectivo de cientistas sociales. Según consideró, la elección, que le permitió ser la segunda secretaria general mujer en la historia de Clacso, constituye un “reconocimiento” a las ciencias sociales y humanas uruguayas. Además, valoró que es interesante reflexionar sobre cómo se ven las ciencias sociales desde países pequeños como Uruguay respecto de los más grandes de la región, como Brasil, Argentina y México.

La socióloga explicó las implicancias del “enfoque crítico” con el que trabaja la organización y consideró que no implica una toma de postura por ninguna postura epistemológica ni metodológica en particular. Además, Batthyány adelantó que desde Clacso planteará la necesidad de rediscutir los mecanismos de evaluación académica a la que están sometidos los cientistas sociales, que en los últimos años se han regido principalmente por una lógica mercantil. Como docente de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República (Udelar), Batthyány se dedicó a investigar dentro de los estudios de género y al respecto reflexionó sobre el crecimiento de ese campo de conocimiento y de la investigación feminista.

En el plan de gestión de tu candidatura se mencionaba varias veces la palabra “crítica” para referirse al tipo de trabajo científico que se necesita en el continente. ¿Qué sentido tiene en el contexto actual de América Latina y el Caribe?

El enfoque teórico con el que trabaja Clacso y en el que me inscribo es el de los pensamientos críticos –me gusta decirlo en plural–, en el marco de la teoría crítica. La idea es trabajar en la producción de conocimientos, en la reflexión teórica, pero con la voluntad de incidir y transformar la realidad social. En mi caso, eso está bastante marcado porque provengo del campo de los estudios de género, como socióloga he dedicado toda mi vida a trabajar sobre las desigualdades entre varones y mujeres. Las teorías de género son en sí mismas teorías críticas: si uno rastrea su origen se inscriben dentro de esa corriente. Los desafíos principales que enfrentamos en América Latina son tratar de entender de dónde venimos, qué es lo que ha pasado, por qué se están dando transformaciones en nuestro continente y el mundo, pero preguntándonos qué es lo que podemos hacer para construir alternativas que permitan transformar la realidad social. En ese sentido es que se usa la palabra “crítica”, que más bien es pensamiento crítico.

¿Qué lugar ocupa la teoría crítica en las ciencias sociales en relación con miradas neopositivistas?

Las ciencias sociales siempre se han caracterizado por la multiplicidad de visiones, enfoques teóricos y perspectivas de producción de conocimiento, y está muy bien que así sea. Si hay algo que las ha caracterizado en Uruguay y la región, es esa diversidad de formas de pensar y de investigar. La discusión que ha marcado la trayectoria de las ciencias sociales en general tiene que ver con las corrientes metodológicas, si [optamos por] lo cualitativo o lo cuantitativo, pero creo que eso ya está un tanto superado en la medida en que se han encontrado perspectivas de diálogo entre ambos enfoques. No creo que el lugar de la teoría crítica en las ciencias sociales sea menor o que tenga poco impacto, más bien todo lo contrario. En América Latina el pensamiento y los intelectuales que hemos tenido están muy marcados por el pensamiento crítico, y hay un conjunto muy importante de intelectuales que se enmarcan dentro de esta corriente. Lo mismo ocurre en el caso de Uruguay. Y cuidado: la teoría crítica no toma partido por ninguna de las posturas epistemológicas en la forma de concebir los objetos de estudio y la práctica científica en las ciencias sociales, sino que se plantea la diversidad y la pluralidad metodológica como el camino para acercarse a una mejor comprensión de la realidad social. Con la voluntad de incidir en la realidad que pretendemos conocer, de transformarla hacia sociedades más justas, más igualitarias, más democráticas, que respeten los derechos humanos de las personas, que integren lo diverso, lo plural, las distintas formas de conocer y aprehender la realidad en nuestra región. Esa es la razón de ser de Clacso, por eso reúne en este momento a más de 600 instituciones, más de 400 en la región latinoamericana y otras fuera, que se inscriben dentro de esta perspectiva.

¿Qué opinás de los actuales mecanismos de evaluación a los que están sometidos los cientistas sociales, que muchas veces responden a modelos estandarizados que provienen de otros países y ciencias?

Ese es uno de los puntos que destacamos en el plan de trabajo para la secretaría ejecutiva, que armamos con un conjunto de investigadores e investigadoras. Se ha impuesto un modelo de evaluación que no es el de nuestra región, que lleva a adoptar rápidamente y de manera no crítica estándares de producción y evaluación del conocimiento que por lo menos merecen ser discutidos. Creo, además, que deben ser transformados y que desde la región latinoamericana se deben proponer alternativas a esos modelos que se nos han impuesto, que tienen que ver con lo que se llama capitalismo cognitivo y con la mercantilización de la producción académica. Ahora debemos publicar, pero no en cualquier revista; en revistas arbitradas que pertenezcan al primer cuartil [indicador para medir su impacto], que generalmente son en inglés. Si no, nuestra producción parece no existir, no valer o no estar de acuerdo con los estándares para permanecer en la carrera científica. Los criterios con los que nos están evaluando, además de ser impuestos desde afuera, a veces también son impuestos desde otras prácticas científicas, claramente desde las ciencias naturales y las ciencias exactas. Eso hay que discutirlo, y Clacso es una herramienta privilegiada para hacerlo. Impulsó hace muchos años –y sigue trabajando con fuerza en torno a eso– el derecho al conocimiento, para que lo que producimos quienes trabajamos en investigación sea de acceso abierto para quien quiera acceder y que no sea publicado en medios que impliquen una mercantilización, revistas en las que hay que pagar para publicar y para leer. Ahora es el momento de discutir los criterios de evaluación que se han impuesto en todas nuestras universidades y de tratar de modificarlos. Hay iniciativas a nivel internacional, algunas vinculadas a lo que se conoce como el programa Dora, para proponer indicadores de evaluación que tengan en cuenta otros criterios, como el tipo de producción que se hace, la profundidad de ese conocimiento, los medios por los que se accede; distintos indicadores que son difíciles de resumir en esta entrevista. Como Clacso vamos a dar esa discusión. En 2019 vamos a organizar un debate regional en torno a este tema, vamos a producir documentos y posicionamientos que empiecen a intentar modificar o, por lo menos, no tomar estos criterios como los impuestos.

¿Estas políticas de publicación no van en contra de que los hallazgos y debates salgan fuera del ámbito académico? ¿Cómo considerás que se ha avanzado en ese sentido?

Otro desafío tiene que ver con para qué producimos conocimiento en las ciencias sociales. No es simplemente por el placer de conocer, sino para conocer y transformar. Para transformar se necesitan muchas cosas, pero sin duda hay dos que son indispensables: el contacto de ese conocimiento y de quienes lo producen con los movimientos y actores sociales, con las distintas formas de expresión social y también con las políticas públicas, que son herramientas que producen transformación social. Es importante que las políticas públicas estén informadas en base al conocimiento que producen las ciencias sociales. Hay muchos ejemplos, pero siempre pongo uno en el que me ha tocado trabajar como investigadora, que es la producción de conocimiento en torno a la temática del cuidado en Uruguay. La academia uruguaya ha generado muchísimo conocimiento, pero no quedó guardado en una oficina de la FCS; se puso en interacción con la sociedad civil, con todos los movimientos en torno a las políticas de cuidado, principalmente el de mujeres, el de personas mayores, el de los movimientos por la infancia, etcétera. También entró en articulación con quienes hacen la política pública –ahora la Secretaría Nacional de Cuidados– para interactuar en la búsqueda de cuáles son las mejores herramientas para cambiar la situación de los cuidados en Uruguay, a la que tenemos identificada como el nudo crítico de la desigualdad de género. Así surge, entre otros aportes, la política del Sistema Nacional Integrado de Cuidados. Ese es un ejemplo de lo que se busca cuando uno genera conocimiento en las ciencias sociales, y es el objetivo de Clacso.

¿Cómo te proponés encarar desde Clacso las desigualdades de género dentro del mundo académico?

En los últimos años, a nivel latinoamericano ha crecido el movimiento feminista o la ola verde, como se le dice. Tiene su manifestación, como hemos visto en Uruguay los 8 de marzo, por ejemplo, o en los temas vinculados con la violencia de género. Se ven la expresión y la fuerza de ese movimiento, pero es una corriente que recorre toda América Latina. Ese tema también interpela a las ciencias sociales, más allá de que son un campo de participación profesional muy feminizado, en el que las mujeres somos mayoría. Por otro lado, están las dificultades de acceso a la toma de decisiones que tenemos las mujeres en todos los ámbitos. En el parlamentario es en el que la gente lo ve con mayor facilidad, salvo en los países que tienen leyes paritarias. En el caso de Uruguay, la representación política de las mujeres es muy baja también en el ámbito ejecutivo y en la academia, aunque ha crecido. Las universidades son un lugar de mucha resistencia a la llegada de las mujeres a puestos de decisión. La Udelar nunca ha tenido una rectora: tiene muchas decanas, cada vez más, pero no rectoras. Una se pregunta por qué, con la cantidad de mujeres que trabajamos en la Udelar. Lo mismo ocurre en otras instituciones académicas y en Clacso, donde en 50 años de existencia sólo una mujer había estado en la secretaría general [la puertorriqueña Marcia Rivera, entre 1991 y 1997]. Desde nuestra propuesta también interpelamos eso diciendo que es momento de que se pueda dar oportunidad a las mujeres de Clacso, no sólo para integrar los grupos de trabajo o el comité directivo, donde hemos estado siempre, sino en los lugares de toma de decisión o de mayor jerarquía. Durante la campaña y antes de conocer los resultados de la elección, planteamos que mi candidatura también buscaba mostrar que hay mujeres dispuestas a ser candidatas. Muchas veces dicen que sería bueno que hubiera una mujer pero no hay candidatas, o que no hay mujeres con los perfiles adecuados para llegar a esos lugares. Eso es falso, es un mito: hay mujeres igual de capacitadas que los hombres en cualquier institución que te plantees, me resulta difícil pensar en una en la que no haya una mujer con las mismas condiciones que un varón para llegar a la dirección de esa institución. También había que demostrarlo en Clacso y por eso acepté, impulsada por un grupo importante de feministas latinoamericanas. El resultado fue favorable y me permite ocupar este lugar. Es un desafío muy importante, también porque implica lo que debe ser un devenir feminista de Clacso, que realmente sea sensible y esté permeado por esta perspectiva de género. Que permita la participación de mujeres en todos los niveles y también de varones, pero los varones ya participan.

¿Cómo es tener una agenda feminista de investigación en un ámbito muchas veces resistente a ello?

La investigación feminista y con perspectiva de género siempre ha sido muy resistida y considerada un tema menor –no hablo de Clacso sino a nivel general–. Además, se decía que se trataba de un problema de las mujeres y ellas debían ocuparse: “Que lo investiguen las mujeres y que ellas propongan las soluciones”. Eso está cambiando, realmente se está abriendo la perspectiva de que es un tema central para la igualdad y la equidad social. No es un tema menor ni poco importante, sino que está realmente en el núcleo de las desigualdades sociales, y si uno quiere comprender la realidad social no puede esquivarlo. Eso ha dado mucho trabajo, ha sido un esfuerzo importante de muchas investigadoras y algunos investigadores de la región y el mundo para ubicar este tema dentro de los principales de las ciencias sociales. Hoy lo está, más allá de que también puedan existir presiones, más propias del pasado que del presente, que sigan considerando esto un tema menor que hay que hacer porque es políticamente correcto. Eso ha empezado a transformarse, hay muchos ejemplos de lo que ha sido la trayectoria de los estudios de género en la Udelar, en la Universidad de Buenos Aires o en universidades mexicanas, chilenas, brasileñas o muchas otras. Ha sido un largo trabajo de muchas cientistas sociales para colocar este tema dentro de las corrientes principales del pensamiento crítico social latinoamericano. Dentro de Clacso este tema siempre estuvo planteado como un eje de investigación y de preocupación. En esta gestión que empieza vamos a fortalecer esa perspectiva.

¿Cómo debe darse el vínculo entre las disciplinas dentro de las ciencias sociales, donde muchas veces entran en competencia, y de estas con otras ciencias?

Entiendo el trabajo de las ciencias sociales como interdisciplinario por naturaleza, más allá de las especificidades o las particularidades de cada disciplina, que son importantes y no hay que desdibujarlas. La única forma de comprender lo que está ocurriendo es la perspectiva interdisciplinaria. Eso también ha avanzado en nuestra forma de trabajo, pero también hay que profundizar el diálogo con otras ciencias, sobre todo con las ciencias naturales, con las que tenemos grandes temas. Por ejemplo, todo lo que ocurre a nivel de medioambiente y en la cuestión de género, donde es necesario ese diálogo. Si no, es imposible que el conocimiento avance, que se produzcan las transformaciones que queremos impulsar. Nuestra propuesta para el próximo período es promover mejores canales de diálogo y de trabajo conjunto con otras ciencias, en los que en primer lugar se buscará el diálogo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. El conocimiento que proviene de las ciencias naturales nos interpela a los cientistas sociales, incluso a lo que ya podíamos tener integrado a nuestro conocimiento. Va a ser un desafío interesante.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/1/nueva-secretaria-ejecutiva-de-clacso-impulsara-rediscusion-de-criterios-de-evaluacion-de-investigadores-en-ciencias-sociales/
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Esbozos de complejidad (3): Los ensayos clínicos no son conocimiento científico

Por: Abel Novoa

A propósito de la controversia en las redes por un texto que escribí hace unos meses titulado “Esbozos de complejidad: Por qué los profesionales de la salud no deberían estudiar ciencias básicas” repaso un artículo del filósofo de la ciencia argentino Mario Bunge titulado “Acción” que se encuentra en la estupenda recopilación editada por Karl Mitcham y Robert Makey “Filosofía y tecnología”

En mi texto, reflexionaba alrededor de la propuesta de Vinay Prasad y Adam Cifu de reducir la formación básica de la carrera de medicina (física, química, biología, fisiología y fisiopatología..) por transmitir una idea simplista y reduccionista de la biología humana:

Entrenamos a nuestros estudiantes en el reduccionismo y no en el empirismo. Por eso, los alumnos acaban creyendo que los medicamentos funcionan gracias a los mecanismos básicos sobre los que parece que actúan. Y eso no es cierto.”

Y continuaban:

La ciencia básica no es lo primero que deben aprender los estudiantes. La primacía que se le da a estas materias explica que a los cardiólogos les cueste aceptar que reducir el colesterol en prevención primaria no salva vidas o a los traumatólogos que operar meniscos dañados por los años tiene los mismos resultados que no hacerlo. Esos estudiantes se convierten en médicos que piensan: “¿Cómo puede este estudio empírico contradecir el mecanismo básico?”. La realidad es que el organismo humano es tan complejo y nuestra comprensión sobre su funcionamiento tan escasa que con demasiada frecuencia pensamos que funciona lo que realmente no funciona”

Para concluir que la teoría científica es muy poco útil para la medicina clínica:

Los tradicionales estudios preclínicos deberían desaparecer para que los alumnos aprendieran a enfrentarse a los enfermos desde la experiencia empírica más que desde la teoría científica”

Por “experiencia empírica” se refieren Prasad y Cifu a actuar considerando, con las debidas precauciones, las conclusiones que puedan extraerse de ensayos clínicos bien diseñados o estudios epidemiológicos sólidos.

Los profesionales sanitarios ¿somos empiristas pero no científicos?

Seré extremo en esta afirmación: el conocimiento científico es para los profesionales sanitarios una curiosidad mayoritariamente irrelevante y potencialmente generador de sesgos en los procesos de toma de decisiones clínicas.

Me explicaré utilizando el mencionado texto de Mario Bunge

Los ensayos clínicos o los estudios epidemiológicos no son conocimiento científico, en sentido estricto, sino tecnológico. Su orientación es práctica, no cognoscitiva:

“ Consideradas desde el punto de vista práctico, las teorías tecnológicas son más ricas que las teorías científicas en el sentido de que -lejos de limitarse a dar cuenta de lo que puede ocurrir, ocurre, ocurrió u ocurrirá, sin tener en cuenta lo que hace el que toma decisiones- ellas se ocupan de averiguar lo que hay que hacer para conseguir, evitar o simplemente cambiar el ritmo de los acontecimientos o su desarrollo de un modo predeterminado” (negritas nuestras)

Su orientación práctica es la que, precisamente, empobrece sus bases conceptuales:

“ En cambio, desde el punto de vista conceptual, las teorías tecnológicas son claramente más pobres que las de la ciencia pura: son siempre menos profundas, porque el hombre práctico, al qué se dedican, … lo que quiere saber es como puede conseguir que trabajen para él las cosas que se encuentran a su alcance, y no como son realmente las cosas de cualquier clase. Así, por ejemplo, el especialista de electrónica no necesita preocuparse de las dificultades de las teorías cuánticas del electrón” (negritas nuestras)

Los ensayos clínicos actúan con un sistema de caja negra, es decir, solo consideran “variables externas”: inputs y outputs, ignorando los demás niveles intermedios. Por ejemplo, un ensayo clínico quiere saber si es útil un analgésico para quitar el dolor: para ello controla la intervención y sus resultados pero no le interesa (mejor dicho, es irrelevante desde el punto de vista de la acción) saber qué pasa en medio, es decir, qué fenómenos fisiológicos producen la analgesia. De hecho, con muchos medicamentos (por ejemplo, antidepresivos o neurolépticos), desconocemos las razones de sus efectos clínicos.

Es cierto que para plantear el ensayo clínico del analgésico hace falta que los investigadores utilicen determinados “fragmentos” de la teoría científica (la que hay detrás de la fisiopatología del dolor) pero estos fragmentos de teoría científica no son “toda la teoría” ya que, a la vez, en el diseño del estudio, se ignorarán “todas las micropropiedades que no se manifiesten de modo apreciable” en el fenómeno de la analgesia.

Es decir, el ensayo clínico, que es conocimiento tecnológico, utiliza el conocimiento científico ocasionalmente (por ejemplo, para satisfacer el criterio de plausibilidad), pero siempre de manera superficial e, inevitablemente, empobreciéndolo.

La razón es económica: el investigador clínico necesita conocimiento de gran eficiencia, es decir, con  una razón input / output elevada”. Y los ensayos clínicos “ dan mucho por poco”, o sea, dan resultados a pesar de tener una teoría científica detrás muy pobre. Los ensayos clínicos producen un conocimiento “menos verdadero”, más simple, pero, a la vez, más eficiente, más útil, desde el punto de vista práctico, que el conocimiento científico.

Bunge lo dice claramente:

“La verdad profunda y precisa, que es un desideratum de la investigación científica pura, no es económica”

El bajo coste de los ensayos clínicos (en el sentido de la poca cantidad de teoría científica que necesitan para ser planteados) compensa su baja calidad.

De hecho, necesitan tan poca teoría científica que ésta podría ser incluso falsa y, aun así, el ensayo clínico demostrar efectividad.

¿Cómo es posible?

Hay varias razones, pero la más importante es que toda teoría, aunque globalmente falsa, puede tener algún enunciado verdadero que es el que tiene capacidad de ser efectivo:

“ Una teoría puede contener un gramo de verdad que sea lo único utilizado en las aplicaciones de la teoría. En realidad, una teoría es un sistema de hipótesis, y basta con que sean verdaderas o aproximadamente verdaderas unas pocas de ellas para acarrear consecuencias adecuadas, siempre que los ingredientes falsos sean prácticamente inocuos”

Y pone dos ejemplos:

“Por ejemplo, es posible fabricar un acero excelente combinando exorcismos mágicos con las operaciones prescritas por esa técnica; también es posible mejorar la condición de los neuróticos por medio del chamanismo, mientras se combinen con él otros medios realmente eficaces”

Esta paradoja epistémica es compartida por las “pseudociencias” y la “mala ciencia”: tanto unas como otras pueden ser efectivas a pesar de que sus bases conceptuales sean erróneas. La homeopatía funciona porque se aprovecha de la efectividad que procura una entrevista clínica terapéutica y el efecto placebo (tiene “gramos de verdad” en una teoría globalmente falsa). Un ensayo clínico donde “se tortura la p”, sobre todo con medicamentos preventivos, se aprovecha de la falacia ecológica (la caja negra tiene “tantas cosas dentro” que es imposible realizar atribuciones causales relevantes clínicamente por más que se demuestre correlación estadística).

Que funcione no significa que sea verdadero.

Bunge lo dice de otra manera:

“La práctica no tiene ninguna fuerza convalidadora; solo la investigación pura puede estimar el valor veritativo de las teorías”

Esta es la razón por la que las teorías científicas, las ciencias básicas, son inútiles y, diría, peligrosas para los profesionales sanitarios y su enseñanza no debería ser, en absoluto, una prioridad, como ocurre en la actualidad.

Las ciencias básicas son inútiles porque ni las decisiones clínicas requieren una comprensión profunda ni las intervenciones efectivas están basadas en un conocimiento básico científico. Como dice Bunge, a los profesionales prácticos, como los sanitarios, les “interesa conseguir cosas, no una comprensión más profunda de ellas”

Las ciencias básicas son también peligrosas porque trasmiten una falsa idea de coherencia y seguridad. De hecho, es muy frecuente la utilización comercial de la ciencia básica por parte de los laboratorios: nos venden los medicamentos con bonitos gráficos que explican el mecanismo fisiológico que, no es que sea mentira, sino que, sencillamente, no es explicativo del efecto clínico del fármaco.

La paradoja entre conocimiento científico y técnico en medicina es muy similar a la que existe entre el conocimiento teórico y práctico. Saber tomar decisiones en medicina no es lo mismo que saber de medicina.

Tener conocimiento teórico (hablamos, por ejemplo, de “saberse los protocolos” para una determinada patología) y saber-hacer no son lo mismo:

“Es falso que el conocimiento sea idéntico con el saber-hacer. La verdad es más bien esta: el conocimiento mejora considerablemente las posibilidades del hacer lo correcto, y el hacer puede llevar a un mejor conocimiento, no porque la acción sea conocimiento, sino porque, en cabezas inquisitivas, la acción puede impulsar el planteamiento de problemas”

Es decir, ¿hay que tener conocimiento teórico? Por supuesto (siempre que este conocimiento tenga una mínima calidad que, como sabemos, no es lo que está pasando en este momento). ¿Es suficiente para buenas decisiones clínicas? En absoluto.

La medicina es una práctica y, sin duda, es una práctica racional, pero no porque esté basada en conocimiento científico sino en “conocimiento relevante” utilizado lógicamente en un sistema medios-fines:

“Un acto puede considerarse racional si (1) es máximamente adecuado a un objetivo previamente puesto y (2) el objetivo y los medios para conseguirlo se han escogido o realizado mediante el uso consciente del mejorconocimiento relevante disponible” (negritas nuestras)

Bunge define conocimiento relevante como aquel que se encuentra “en cualquier tramo del amplio espectro encerrado por los límites del conocimiento común y el conocimiento científico”.

Con cada enfermo, el conocimiento relevante es diferente. Las evidencias (el conocimiento teórico) que necesitamos para un grupo de pacientes con la misma enfermedad pueden ser las mismas pero las decisiones muy diferentes.

Por eso la investigación en variabilidad tiene limitaciones epistémicas muy importantes y nunca debe aplicarse a enfermos individuales. Los estudios sobre la variabilidad de la práctica clínica solo otorgan conclusiones poblacionales. La variabilidad claramente “mala” es la que tiene que ver con el diferente acceso a los servicios.

¡Cuidado! porque los estudios de variabilidad son otro de los caballos de Troya epistémicos (como las ciencias básicas) que la industria introduce en la racionalidad clínica.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=249170&titular=esbozos-de-complejidad-(3):-los-ensayos-cl%EDnicos-no-son-conocimiento-cient%EDfico-

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Tienen una discapacidad y mil ideas para disfrutar de la ciencia

Europa/España/agenciasinc.es

No hace falta mirar por un telescopio para percibir los cráteres de la luna ni ser un genio para hacer un experimento de química. Personas con ceguera, sordera o con discapacidad intelectual disfrutan del conocimiento científico gracias a proyectos inclusivos. En ocasiones son ellos mismos los que hacen divulgación.

El equipo de PDI Ciencia. De izquierda a derecha: Pepi Montero (operadora de cámara), Antoñoli Padilla (director de producción), Enrique Bermúdez (presentador), Iluminada Castillo (presentadora), Ramón Ruvira (claqueta, voz en off, figurante) y Diego Ortega (guión y dirección). Estos youtubers han sido ganadores de los Premios de Internet 2018 en emprendimiento e investigación. / PDI

Iluminada y Enrique forman un buen equipo. Juntos han entrevistado a científicos de la talla de José María Bermúdez de Castro, han explicado por qué la contaminación lumínica no nos deja ver las estrellas y han analizado de qué está compuesto el aceite de palma. Y todo ello con mucho humor. Ambos son divulgadores y sudiscapacidad intelectual no les ha impedido convertirse en youtubers con el programa PDI Ciencia.

“Esperamos que hayáis visto el videoclip de Mi gran noche científica”, nos dice Enrique. Como los presentadores de televisión, él lee en el teleprompter las frases que tiene que decir y ayuda a Iluminada –Lumi– con las suyas. “Como no sé leer, me lo dice Enrique y yo lo repito”, aclara Lumi.

La idea del programa surgió en diciembre de 2016. Su creador, el ilustrador y divulgador Diego Ortega Alonso, llevaba varios años en contacto con la Asociación de Familiares y Amigos de Personas con Discapacidad Intelectual de Bailén, a la que pertenecen Enrique y Lumi.

“¿Por qué no va a poder una persona con discapacidad hacer entender al público conceptos científicos?”, se pregunta Ortega Alonso

“Se trataba de visibilizar las enormes capacidades que tienen las personas con discapacidad intelectual”, señala Ortega Alonso a Sinc. A partir de ahí, con mucho trabajo y un equipo donde la discapacidad está presente delante y detrás de las cámaras, se ponen manos a la obra para producir los programas.

El nombre de PDI tiene un doble sentido. Además de ‘personal docente investigador’, que son los profesores universitarios, también significa ‘personas con discapacidad intelectual’. Con esta iniciativa, su director trata de que la presencia de este colectivo sea más amplia en todos los sectores, incluyendo la divulgación científica.

“¿Por qué no va a poder una persona con discapacidad hablar con Bermúdez de Castro, hacer que el público entienda conceptos científicos y, de rebote, que comprenda que las personas con discapacidad tienen capacidad para hacer este tipo de cosas?”, se pregunta Ortega Alonso.

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La divulgación inclusiva implica que las personas con y sin discapacidad trabajen juntas, como en este taller de I.amAble. / Rocío Pin-Art

Sentir el cosmos con las manosEn uno de los programas apareció Enrique Pérez Montero, investigador científico del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía. En 1999, al astrónomo le diagnosticaron retinosis pigmentaria, una enfermedad congénita degenerativa de la retina que no tiene cura.

Es astrónomo pero no puede ver las estrellas. “Las personas con baja visión y ciegas hemos sido tradicionalmente las que más problemas hemos tenido para acceder a la divulgación de la astronomía, al realizarse de manera preferentemente visual”, indica a Sinc.

Hace unos años puso en marcha el proyecto Astronomía Accesible que, con conferencias, talleres, visitas y materiales adaptados, acerca esta ciencia a quienes no pueden ver. Una de las actividades fue una visita al Observatorio de Calar Alto (Almería). Los participantes tocaron los instrumentos y se adentraron en la cúpula del mayor telescopio del centro, donde percibieron sus movimientos y la amplitud del espacio.

Modelos táctiles de los astros acercan el universo a personas con discapacidad visual

“La sensación más habitual que experimentan es la sorpresa, ya que a muchos les han convencido de que hay ciertos conceptos que no pueden aprender porque no pueden ver”, afirma el científico.

Fuera de nuestras fronteras, en la ciudad india de Vadodara, las niñas con ceguera pueden sentir cómo es la Luna tocando las esferas que han recibido gracias al proyecto A touch of the universe, dirigido por la astrónoma Amelia Ortiz Gil.

Este proyecto internacional surgió tras dos iniciativas anteriores: El Cielo en tus Manos y un modelo táctil de la Luna. Uniendo los materiales, a Ortiz Gil se le ocurrió montar un kit para que educadores de África, Asia y América acercaran el cosmos a personas con discapacidad visual.

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Niñas con ceguera de un colegio de Vadodara (India) tocan la esfera de la Luna gracias al proyecto ‘A touch of the universe’. / Divyadarshan D. Purohit

“Los lugares los elegimos a partir de una convocatoria pública que realizamos a través de proyectos internacionales de difusión y educación en astronomía, que llevan muchos años trabajando en países en desarrollo y con colectivos marginados”, detalla a Sinc la divulgadora del Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia.

Al tocar la Luna, a los participantes les sorprende que sea una esfera, pues en los libros la habían percibido como un círculo plano. El equipo también ha desarrollado globos táctiles de Venus, Marte y Mercurio. “Los modelos los hemos creado bajo licencia Creative Commons y puede descargarlos cualquier persona que desee imprimirlos”, informa Ortiz Gil.

La diversidad enriquece la divulgación

Las universidades también se están sumando a la divulgación inclusiva. La asociación Ciencia sin Barreras surgió a partir del proyecto Geodivulgar, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Nuestras acciones están dirigidas a todo tipo de personas, independientemente de sus capacidades”, subraya a Sinc Alejandra García Frank, vicepresidenta de la asociación y profesora de la facultad de Ciencias Geológicas de la UCM.

Personas con ceguera, sordoceguera, sordera, diversidad funcional cognitiva y sin ninguna alteración fisiológica participan en sus talleres y excursiones, como la que hicieron a Zumaia (Guipúzcoa) para sentir los millones de años de antigüedad de los estratos sedimentarios.

Desde que empezaron en 2012, cada vez son más los profesores que se suman a sus actividades y han notado un aumento de los proyectos de ciencia inclusiva. “Muchos jóvenes científicos, divulgadores, docentes o periodistas están aprendiendo desde el inicio de su carrera que una pequeña adaptación puede beneficiar a mucha más gente”, resume la geóloga.

Los talleres científicos inclusivos mejoran la autoestima de los estudiantes con diversidad cognitiva

A solo unos metros de Geólogicas se encuentra la facultad de Ciencias Químicas, donde es profesor Santiago Herrero Domínguez, coordinador del proyecto I.amAble: la ciencia al alcance de la sociedad.

“Al principio hacíamos visitas y talleres solo con personas con discapacidad intelectual, pero a partir de 2015 comenzamos a diseñar talleres científicos inclusivos”, describe Herrero Domínguez a Sinc. Eso significa que los estudiantes con diversidad cognitiva trabajan en parejas con alumnos de colegios ordinarios para realizar juntos los experimentos químicos.

Huevos fritos de color verde, máscaras de zombis o biopolímeros fabricados con almidón de patatas son las pruebas que tienen que superar los participantes. Aunque a muchos al principio les parecen difíciles, consiguen sacarlas adelante. “Les sirve como incentivo para aceptar otros retos ya que mejora su autoconfianza y su autoestima”, destaca el docente.

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Salva aprecia el flysch de Zumaia con la ayuda de Almudena, su guía-intérprete, en una excursión de Ciencia sin Barreras. / SINC

Un empujón económico

Todos estos proyectos han aparecido en las Jornadas de Divulgación Innovadora D+i, que reúnen en Zaragoza iniciativas pioneras en la divulgación.

La convocatoria D+i TOP financia iniciativas de divulgación dirigidas a públicos más alejados

Pilar Perla, responsable del suplemento Tercer Milenio del Heraldo de Aragón, es su coordinadora. “Si miramos a esos lugares que no acabamos de alcanzar, nos encontraremos con las personas con discapacidad, los sectores desfavorecidos, los habitantes del medio rural, las niñas que no se apuntan a los talleres de tecnología o esa mayoría de encuestados queno incluye la ciencia entre sus intereses”, enumera Perla a Sinc.

Las jornadas han evolucionado para dar lugar a la convocatoria D+i TOP, que apoya económicamente iniciativas dirigidas a públicos más alejados. De las 89 candidaturas de la primera edición, tres consiguieron financiación. “Recibir casi noventa proyectos en una primera convocatoria fue una sorpresa que constata que ya hay un cambio de mirada, incluyendo a nuevos públicos”, recalca la periodista.

Evitar el enfoque paternalista

El también periodista Raúl Gay ve muy positivo acercar la ciencia a la discapacidad. Él nació con focomelia, una enfermedad rara cuyo principal rasgo es un acortamiento de las extremidades. Eso no le ha impedido licenciarse en Ciencias Políticas, tener un máster de Periodismo, ejercer en varios medios y hoy ser diputado de Podemos en las Cortes de Aragón.

Gay recuerda bien cómo en los 80 y 90 apenas había talleres de ciencia en los que participar. “El orientador trató de encaminarme hacia unas oposiciones, ya que al ser discapacitado era una vida más cómoda”, cuenta a Sinc. “Stephen Hawking, con una discapacidad muy alta, ha iluminado la ciencia durante décadas, así que no es incompatible”, aduce.

Para Raúl Gay, hay que desmontar el mito de la superación y adaptar los contenidos

El año pasado publicó Retrón. Querer es poder (a veces), un ensayo sobre discapacidad que está en las antípodas de los libros de autoayuda. Como periodista es consciente de que adaptar una noticia para que llegue a todo tipo de público es complicado y por eso apuesta por un cambio de enfoque.

“Tengo la sensación de que los medios se centran en el lenguaje en lugar de pensar de forma diferente, es decir, buscar noticias con otro enfoque menos paternalista”, sostiene. A su juicio, si los medios cambiaran la forma de ver la discapacidad, desmontando mitos como el de la superación, el siguiente paso sería adaptar todo lo posible los contenidos. Y ese reto lo tiene también la divulgación científica.

¿Acceder al conocimiento es un derecho?

La Declaración Universidad de los Derechos Humanos en su artículo 27 recoge que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.

¿El acceso al conocimiento es un derecho? “Es una parte de un proceso mucho más amplio”, matiza en conversación telefónica desde Ginebra (Suiza) Facundo Chávez Penillas, asesor de Derechos Humanos y Discapacidad de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

El documento al que se acogen las personas con diversidad funcional es la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, del que son Estados parte 177 países, entre ellos, España. “Se está aproximando rápidamente a ser un tratado universal. Creemos que en los próximos años se va a alcanzar la totalidad de los países”, estima Chávez Penillas.

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Mapa que muestra los Estados parte, firmantes y no firmantes de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad. / OHCHR

Para garantizar el acceso al conocimiento de este colectivo, además de la accesibilidad de los materiales, el asesor recuerda que existen otras medidas, respaldadas por el Tratado de Marrakech, como enviar libros en formato accesible a través de distintas fronteras sin restricciones aduaneras.

En su opinión, se está avanzando mucho para que las personas con diversidad funcional puedan acceder a estos conocimientos, tanto en los países ricos como en los pobres. “Hay muchas personas con discapacidad en países en desarrollo que vienen participando en espacios públicos de mejor manera y con mayor información”, mantiene el experto.

Fuente: https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Tienen-una-discapacidad-y-mil-ideas-para-disfrutar-de-la-ciencia

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