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Post-Covid 19: ¿qué virtudes asumir? (IV)

Por: Leonardo Boff

 

 Este modo de vida sostenible se traduce en prácticas virtuosas que hacen real el modo sostenible de vivir. Son muchas las virtudes para otro mundo posible. Seré breve, ya que publiqué tres volúmenes con este mismo título «Virtudes para otro mundo posible» (Sal Terrae 2005-2006). Enumero 10 sin detallar su contenido, lo que nos llevaría lejos.

La primera es el cuidado esencial. Lo llamo esencial porque, según una tradición filosófica que proviene de los romanos, cruzó los siglos y adquirió su mejor forma con varios autores, especialmente en el núcleo central de Ser y Tiempo de Heidegger. En él se considera el cuidado como la esencia del ser humano. Es la condición previa para el conjunto de factores que permiten el surgimiento de la Vida. Sin cuidado, la Vida nunca irrumpiría ni podría sobrevivir. Algunos cosmólogos como Brian Swimme y Stephan Hawking vieron el cuidado como la dinámica misma del universo. Si las cuatro energías fundamentales no tuvieran el cuidado sutil de actuar sinérgicamente, no tendríamos el mundo que tenemos. Todo ser vivo depende del cuidado. Si no hubiésemos tenido el cuidado infinito de nuestras madres, no sabríamos cómo salir de la cuna y buscar nuestro alimento, ya que somos seres biológicamente carentes, sin ningún órgano especializado, necesitamos el cuidado de otros. Todo lo que amamos también lo cuidamos, y todo lo que cuidamos, lo amamos. Con respecto a la naturaleza significa una relación amistosa, no agresiva y respetuosa de sus límites.

La segunda virtud es el sentimiento de pertenencia a la Naturaleza, a la Tierra y al Universo. Somos parte de un gran Todo que nos desborda por todos los lados. Somos la parte consciente e inteligente de la naturaleza. Somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama y venera. Este sentimiento de pertenencia nos llena de respeto, de asombro maravillado y de acogida.

La tercera virtud es la solidaridad y la cooperación. Somos seres sociales que no sólo viven, sino que conviven con otros. Sabemos por la bioantropología que fue la solidaridad y la cooperación de nuestros antepasados antropoides la que, al buscar alimentos y traerlos para el consumo colectivo, les permitió dejar atrás la animalidad e inaugurar el mundo humano. Hoy, en el caso del coronavirus, lo que nos está salvando es la solidaridad y la cooperación de todos con todos. Esta solidaridad debe comenzar por los últimos e invisibles, sin los cuales deja de ser inclusiva de todos.

La cuarta virtud es la responsabilidad colectiva. Ya hemos expuesto su significado más arriba. Es el momento de la conciencia en el que cada uno y toda la sociedad se dan cuenta de los efectos buenos o malos de sus decisiones y actos. Sería absolutamente irresponsable la deforestación descontrolada de la Amazonia porque desequilibraría el régimen de lluvias de vastas regiones y eliminaría la biodiversidad indispensable para el futuro de la vida. No necesitamos referirnos a una guerra nuclear cuya letalidad eliminaría toda la vida, especialmente la humana.

La quinta virtud es la hospitalidad como deber y como derecho. El primero en presentar la hospitalidad como un deber y un derecho fue Immanuel Kant en su famoso texto «En vista de la paz perpetua» (1795). Entendía que la Tierra es de todos, porque Dios no entregó propiedad de ninguna parte de ella a nadie. Pertenece a todos sus habitantes, que pueden caminar por todas partes. Cuando se encuentra a alguien, es el deber de todos ofrecer hospitalidad, como signo de pertenencia común a la Tierra, y todos tenemos derecho a ser acogidos, sin distinción alguna. Para Kant, la hospitalidad junto con el respeto de los derechos humanos constituirían los pilares de una república mundial (Weltrepublik). Este tema es de mucha actualidad, dado el número de refugiados y las muchas discriminaciones de diferentes clases. Tal vez sea una de las virtudes más urgentes en el proceso de planetización, aunque una de las menos vividas.

La sexta virtud es la convivencia de todos con todos. La convivencia es un hecho primario porque todos venimos de la convivencia que tuvieron nuestros padres. Somos seres de relación, que es lo mismo que decir que no vivimos, simplemente, sino que convivimos a lo largo del tiempo. Participamos de la vida de los demás, de sus alegrías y angustias. Sin embargo es difícil para muchos convivir con aquellos que son diferentes, ya sea de etnia, de religión, de partido político. Lo importante es estar abiertos al intercambio. Lo diferente siempre nos trae algo nuevo que nos enriquece o nos desafía. Lo que nunca podemos hacer es convertir la diferencia en desigualdad. Podemos ser humanos de muchas maneras diferentes, a la manera brasileña, italiana, japonesa, yanomami. Cada manera es humana y tiene su dignidad. Hoy, a través de los medios de comunicación cibernéticos, abrimos ventanas a todos los pueblos y culturas. Saber convivir con estas diferencias abre nuevos horizontes y entramos en una especie de comunión con todos. Esta convivencia implica también a la naturaleza, convivir con los paisajes, con los bosques, con los pájaros y los animales. No sólo para mirar el cielo estrellado, sino para entrar en comunión con las estrellas, porque de ellas venimos, y formamos un gran Todo. En definitiva, formamos una comunidad de destino común con toda la creación.

La séptima virtud es el respeto incondicional. Cada ser, por pequeño que sea, tiene valor en sí mismo, independientemente del uso humano. Albert Schweitzer, gran médico suizo que fue a Gabón, África, para atender a los hansenianos, desarrolló el tema en profundidad. Para él el respeto es la base más importante de la ética, porque incluye la acogida, la solidaridad y el amor. Debemos empezar por el respeto a nosotros mismos, manteniendo actitudes dignas y formas que despierten el respeto de los demás. Es importante respetar a todos los seres de la creación, porque ellos valen por sí mismos; existen o viven y merecen existir o vivir. Es especialmente valioso el respeto ante toda persona humana, pues es portadora de dignidad, de sacralidad y de derechos inalienables, sin importar de dónde provenga. Debemos un respeto supremo a lo sagrado y a Dios, el misterio íntimo de todas las cosas. Sólo ante Él podemos arrodillarnos y venerar, pues sólo ante Ella cabe esta actitud.

La octava virtud es la justicia social y la igualdad fundamental de todos. Justicia es más que dar a cada uno lo que es suyo: entre los humanos, la justicia es el amor y el mínimo respeto que debemos dedicar a los demás. La justicia social es garantizar lo mínimo a todas las personas, no crear privilegios, y respetar sus derechos en pie de igualdad, porque todos somos humanos y merecemos ser tratados humanamente. La desigualdad social significa injusticia social y, teológicamente, es una ofensa al Creador y a sus hijos e hijas. Tal vez la mayor perversidad que existe hoy en día sea la que deja a millones de personas en la miseria, condenadas a morir antes de tiempo. En este tiempo de coronavirus, se ha demostrado la violencia de la desigualdad social y la injusticia. Mientras algunos pueden vivir en cuarentena en casas o apartamentos adecuados, la gran mayoría de los pobres están expuestos a la contaminación y a menudo a la muerte.

La novena virtud es la búsqueda incansable de la paz. La paz es uno de los bienes más ansiados, porque, por el tipo de sociedad que construimos, vivimos en permanente competencia, con llamadas al consumo y a la exaltación de la productividad. La paz no existe en sí misma; es la consecuencia de valores que deben ser vividos previamente, los que dan como resultado esa paz. Una de las formas más acertadas de comprender la paz nos viene de la Carta de la Tierra, donde se dice: «La paz es la plenitud que resulta de las relaciones correctas con uno mismo, con otras personas, con otras culturas, con otras vidas, con la Tierra y con el Gran Todo del cual somos parte» (nº 16f). Como se puede ver, la paz es la consecuencia de relaciones adecuadas y el fruto de la justicia social. Sin estas relaciones y esta justicia sólo conoceremos una tregua, nunca una paz permanente.

La décima virtud es el cultivo del sentido espiritual de la vida. El ser humano tiene una exterioridad corporal mediante la cual nos relacionamos con el mundo y con las personas y tenemos también una interioridad psíquica donde se anidan, en la estructura del deseo, nuestras pasiones, los grandes sueños, y nuestros ángeles y demonios. Debemos controlar estos últimos y cultivar amorosamente los primeros. Sólo así podremos disfrutar del equilibrio necesario para la vida.

Pero también poseemos una profundidad, esa dimensión en la que residen los grandes interrogantes de la vida: ¿quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos, qué podemos esperar después de esta vida terrenal? ¿Cuál es la Energía Suprema que sostiene el firmamento y mantiene nuestra Casa Común alrededor del Sol y la mantiene siempre viva para permitirnos vivir? Es la dimensión espiritual del ser humano, hecha de valores intangibles como el amor incondicional, la confianza en la vida, el coraje para enfrentar las inevitables dificultades. Nos damos cuenta de que el mundo está lleno de sentidos, que las cosas son más que cosas, son mensajes, y tienen otro lado invisible. Intuimos que hay una Presencia misteriosa que impregna todas las cosas. Las tradiciones religiosas y espirituales han llamado a esta Presencia con mil nombres, sin poder sin embargo descifrarla totalmente. Es el misterio del mundo que se remite al Misterio Abisal que hace que sea todo lo que es. Cultivar este espacio nos humaniza, nos hace más humildes y nos arraiga en una realidad trascendente, adecuada a nuestro deseo infinito.

Conclusión: ser simplemente humanos

La conclusión que sacamos de estas largas reflexiones sobre el coronavirus 19 es: debemos ser simplemente humanos, vulnerables, humildes, conectados entre sí, parte de la naturaleza y la porción consciente y espiritual de la Tierra con la misión de cuidar la herencia sagrada que hemos recibido, la Madre Tierra, para nosotros y para las generaciones futuras.

Son inspiradoras las últimas frases de la Carta de la Tierra: «Que nuestro tiempo sea recordado por el despertar de una nueva reverencia ante la vida, por el firme compromiso de alcanzar la sostenibilidad e intensificar la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida».

Fuente:  http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=987

Imagen: https://www.diariocolmenar.com/media/k2/items/cache/8e481b6d0e658fe6d85565ec9d0b85b3_L.jpg

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¿Qué puede venir después del coronavirus?

Por: Leonardo Boff

Muchos lo han visto claramente: después del coronavirus, ya no va a ser posible continuar el proyecto del capitalismo como modo de producción, ni del neoliberalismo como su expresión política. El capitalismo sólo es bueno para los ricos; para el resto es un purgatorio o un infierno, y para la naturaleza, una guerra sin tregua.

Lo que nos está salvando no es la competencia –su principal motor–, sino la cooperación; ni el individualismo –su expresión cultural–, sino la interdependencia de todos con todos.

Pero vayamos al punto central: hemos descubierto que el valor supremo es la vida, no la acumulación de bienes materiales. El aparato bélico montado, capaz de destruir varias veces la vida en la Tierra, ha demostrado ser ridículo, frente a un enemigo microscópico invisible que amenaza a toda la humanidad. ¿Podría ser el Next Big One (NBO), el que los biólogos temen que va a llegar, “el gordo˝, “el próximo gran virus” que pueda destruir el futuro de la vida? No lo creemos. Esperamos que la Tierra siga teniendo compasión de nosotros y nos esté dando sólo una especie de ultimátum.

Dado que el virus amenazador proviene de la naturaleza, el aislamiento social nos ofrece la oportunidad de preguntarnos: ¿cuál fue y cómo debe ser nuestra relación con la naturaleza y, más en general, con la Tierra como Casa Común? La medicina y la técnica, aunque muy necesarias, no son suficientes. Su función es atacar al virus hasta exterminarlo. Pero si continuamos atacando a la Tierra viva, “nuestro hogar con una comunidad de vida única”, como dice la Carta de la Tierra (Preámbulo), ella contraatacará de nuevo con más pandemias letales, hasta una que nos exterminará.

Sucede que la mayor parte de la humanidad y de los jefes de estado no son conscientes de que estamos dentro de la sexta extinción masiva. Hasta ahora no nos sentíamos parte de la naturaleza ni tampoco como su parte consciente. Nuestra relación no es la relación que se tiene con un ser vivo, Gaia, que tiene valor en sí mismo y debe ser respetado, sino de mero uso según nuestra comodidad y enriquecimiento. Estamos explotando la Tierra violentamente, hasta el punto de que el 60% de los suelos han sido erosionados, en la misma proporción los bosques húmedos, y causamos una asombrosa devastación de especies, entre 70-100 mil al año. Esta es la realidad vigente del antropoceno y del necroceno. De seguir esta ruta vamos al encuentro de nuestra propia desaparición.

No tenemos otra alternativa que hacer, en palabras de la encíclica papal “sobre el cuidado de la Casa Común”, una conversión ecológica radical. En este sentido, el coronavirus no es una crisis como otras, sino la exigencia perentoria de una relación amistosa y cuidadosa con la naturaleza. ¿Cómo implementarla en un mundo que se dedica a la explotación de todos los ecosistemas? No hay respuestas listas. Todo el mundo está a la búsqueda. Lo peor que nos podría pasar sería, después de la pandemia, volver a lo de antes: las fábricas produciendo a todo vapor, aunque con cierto cuidado ecológico. Sabemos que las grandes corporaciones se están articulando para recuperar el tiempo perdido y las ganancias.

Pero hay que reconocer que esta conversión no puede ser repentina, sino gradual. Cuando el presidente francés Macron dijo que “la lección de la pandemia era que hay bienes y servicios que deben ser sacados del mercado”, provocó la carrera de decenas de grandes organizaciones ecologistas, como Oxfam, Attac y otras, pidiendo que los 750.000 millones de euros del Banco Central Europeo destinados a remediar las pérdidas de las empresas se destinaran a la reconversión social y ecológica del aparato productivo, en aras de un mayor cuidado de la naturaleza, así como de más justicia e igualdad sociales. Lógicamente, esto sólo se hará ampliando el debate, involucrando a todo tipo de grupos, desde la participación popular hasta el conocimiento científico, hasta que surjan una convicción y una responsabilidad colectivas.

Debemos ser plenamente conscientes de una cosa: al aumentar el calentamiento global y aumentar la población mundial devastando los hábitats naturales, acercando así los seres humanos a los animales, éstos transmitirán más virus a los que no seremos inmunes, que encontrarán en nosotros nuevos huéspedes. De ahí surgirán las pandemias devastadoras.

El punto esencial e irrenunciable es una nueva concepción de la Tierra, ya no como un mercado de negocios que nos coloca como sus señores (dominus), fuera y por encima de ella, sino como una superentidad viviente, un sistema autorregulado y autocreador, del que somos precisamente su parte consciente y responsable, junto con los demás seres como hermanos (fratres). El paso de dominus (dueño) a frater (hermano) requerirá una nueva mente y un nuevo corazón, es decir: ver a la Tierra de manera diferente, y sentir con el corazón nuestra pertenencia a ella y al Gran Todo. Unido a ello, el sentido de inter-retro-relación de todos con todos y una responsabilidad colectiva frente al futuro común. Sólo así llegaremos, como pronostica la Carta de la Tierra, a “un modo de vida sostenible”, y a una garantía para el futuro de la Vida y de la Madre Tierra.

La fase actual de recogimiento social, puede significar una especie de retiro reflexivo y humanista, para pensar en tales cosas y nuestra responsabilidad ante ellas. Es urgente, y el tiempo es corto, no podemos llegar demasiado tarde.    

Publicado originalmente en: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=981

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/pandemia-y-aprendizajes/8813037-que-puede-venir-despues-del-coronavirus/

Imagen: Marion en Pixabay

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Comunidades Virtuales de Aprendizaje: pedagogías emergentes para el confinamiento (I)

Por: Educación 3.0

Las Comunidades Virtuales de Aprendizaje pueden contribuir a que los estudiantes se sientan menos aislados y más apoyados durante las semanas de cierre de los centros educativos, así como a descargar tanto a profesores como alumnos de tareas que pueden realizarse de forma compartida. Sara Onsurbe Belló, licenciada en Derecho, educadora social y cooperante colaboradora en la Fundación Kirira, analiza su utilidad en la formación a distancia.

Los docentes españoles nos enfrentamos estos días a un importante desafío: reestructurar forzosamente toda nuestra metodología de enseñanza para adaptarla al nuevo entorno digital. No obstante, estas circunstancias ofrecen también una oportunidad para poner en práctica nuevas formas de enseñar a nuestro alumnado. Una de ellas podría ser la creación de una Comunidad Virtual de Aprendizaje. ¿Por qué no aprovechar los recursos que tenemos al alcance de nuestra mano para construir un espacio de aprendizaje colaborativo?

Un espacio de cooperación

Las Comunidades de Aprendizaje se caracterizan por ser espacios en los que los participantes cooperan e interactúan activamente en la construcción conjunta de unos objetivos de aprendizaje previamente definidos. La efectividad de este tipo de interacciones en el desarrollo de un aprendizaje significativo está vinculada con el sentimiento de pertenencia y la posibilidad de participar y compartir conocimientos con otros aprendices, lo cual conlleva una mayor implicación por parte de los estudiantes, así como una mayor conexión con los resultados de su trabajo.

Además, dadas las circunstancias en las que nos encontramos, la creación de una Comunidad Virtual de Aprendizaje puede contribuir a que los estudiantes se sientan menos aislados y más apoyados, así como a descargar tanto a profesores como alumnos de tareas que pueden realizarse de forma compartida.

¿Cómo podemos crear una Comunidad Virtual de Aprendizaje?

Las Comunidades Virtuales de Aprendizaje se pueden crear a través herramientas como redes sociales, foros o cualquier plataforma que permita una colaboración entre los distintos miembros de la comunidad. Podemos utilizar recursos que permitan una comunicación tanto síncrona como asíncrona, o una combinación de ambas; y es importante que tanto el profesor como los estudiantes estén implicados en la creación de la comunidad.

El profesor debe actuar de facilitador, estableciendo pautas de comunicación y participación efectivas, promoviendo temas de discusión y resolviendo las dudas que puedan surgir. Asimismo, puede asignar tareas que requieran de la colaboración entre los participantes (tanto en el grupo general como en pequeños grupos para luego poner en común las conclusiones), establecer revisiones entre pares o procedimientos de tutorización entre compañeros, de modo que se ayuden unos a otros en la comprensión de los materiales trabajados.

ecosistemas virtuales de aprendizaje

El objetivo de la comunidad debe ser la construcción de un conocimiento colectivo del que todos puedan apropiarse, a través del intercambio de experiencias, ideas y opiniones. Debe primar la importancia del diálogo, de naturaleza bidireccional, y la participación y colaboración de todos en torno a un mismo fin. El resultado final debe ser fruto del consenso y de la integración de las aportaciones de todos los miembros de la comunidad, de modo que no pueda atribuirse individualmente a ninguno de los participantes.

Un ejemplo de Comunidad Virtual de Aprendizaje lo encontramos en el proyecto Cero en conducta, nacido en el curso 2016/17 en la red social Twitter con el hashtag #CineyEducación, con el objetivo de introducir el cine en el modelo educativo como recurso didáctico y medio de expresión, para que los alumnos aprendan no solo a ver películas como modo de entretenimiento, sino a observar críticamente la realidad.

En él participan docentes que comparten recursos audiovisuales, recomiendan películas educativas y aportan ideas para implementar en las aulas. El proyecto ha ido alcanzando cada vez mayor relevancia hasta llegar a la Academia de Cine Española.

Algunas consideraciones

Una de las ventajas que presenta el espacio virtual frente al presencial es que favorece la comunicación tanto síncrona como asíncrona, tanto oral como escrita o audiovisual y, por tanto, todos los participantes tienen la posibilidad de exponer sus ideas por distintos canales, además de disponer de más tiempo para procesar la información y organizar el contenido de sus mensajes. Otra ventaja es que el resultado del trabajo se encuentra disponible para su consulta en cualquier momento posterior.

Referencias: Domínguez Rodríguez, F. J. (2017). Organización y funcionamiento de una comunidad de aprendizaje. Fundamentación científica. Educación y Ciencia, 6(48), 104-115. Lai, K.-W. (2015). Knowledge construction in online learning communities: a case study of a doctoral course. Studies in Higher Education, 40(4), 561-579. Murdock, J. L., & Williams, A. M. (2011). Creating an Online Learning Community: Is it possible? Innovative Higher Education, (36), 305-315. Yuan, J., & Kim, C. (2014). Guidelines for facilitating the development of learning communities in online courses. Journal of Computer Assisted Learning, (30), 220-232.

Sara Onsurbe Belló es licenciada en Derecho, educadora social y cooperante colaboradora en la Fundación Kirira. Este artículo forma parte de un proyecto de aprendizaje-servicio coordinado por el profesor Fernando Trujillo Sáez y Conecta13 dentro del Máster en Innovación Educativa de la Universidad Carlos III, la Fundación Estudio y la Institución Libre de Enseñanza.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/comunidades-virtuales-de-aprendizaje/

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Educar para la solidaridad, la cooperación y la justicia social: ética post-coronavirus

“Solo juntos lo conseguiremos”. “Este virus lo paramos unidos”. “Es el momento de ayudarnos unos a otros”… Todos y todas hemos oído este tipo de mensajes, que se han repetido, desde el inicio de la crisis del coronavirus. ¿Aprenderemos la lección una vez que pase la crisis?

En la escuela, “educar para cooperar” es un principio básico, que se ha venido planteando y proponiendo desde infantil hasta la Universidad (hasta que llegó la LOMCE, con su “competencia estrella” del emprendimiento neoliberal).

Pero ¿y el resto de la sociedad? ¿Educa para cooperar? Puesto que “para educar se necesita a toda la tribu”, como ahora todo el mundo recuerda.

Lo cierto es que el mensaje que han recibido constantemente nuestros niños, niñas y jóvenes, ha sido, hasta ahora, el de la competencia individualista del modelo neoliberal. Un mantra ideológico, eje esencial del capitalismo. Un mantra constante y persistente que se repite en los medios de comunicación, se ensalza en el deporte, se induce en el trabajo, se insiste en la economía…

Sorprende este dogma tan extendido y difundido por la agenda mediática, política y económica, cuando los seres humanos preferimos cooperar a competir en nuestra vida diaria, especialmente cuando buscamos el bien común. Esto es lo que ha demostrado el estudio antropológico de la universidad de Oxford que ha encabezado titulares en todo el mundo por la universalidad de sus hallazgos (i).

Sorprende cuando incluso desde la biología, la prestigiosa académica Lynn Margullis, una de las principales figuras en el campo de la evolución biológica, muestra que todos los organismos mayores que las bacterias son, de manera intrínseca, comunidades. Cómo la tendencia es hacia el mutualismo y cómo “la vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación” (ii). Cómo nuestra evolución no ha sido una competición continuada y sanguinaria entre individuos y especies. Sino que la vida conquistó el planeta no mediante combates, sino gracias a la cooperación. De hecho, los nuevos datos están descubriendo una naturaleza que cuestiona radicalmente la vieja biología: “de cooperación frente a competencia, de comunidades frente a individuos”, como concluye Sandin (iii). La tendencia fundamental en la dinámica de la vida, de toda clase de vida, por lo tanto, es la simbiosis mutualista, la cooperación universal (iv).

Estas investigaciones confirman lo que ha planteado uno de los grandes pensadores de la economía colaborativa: Kropotkin. Frente al darwinismo social, el anarquista ruso Kropotkin, demostraba que el apoyo mutuo, la cooperación, los mecanismos de solidaridad, el cuidado del otro y el compartir recursos son el fundamento de la evolución como especie del ser humano.

Esta realidad, que se nos vuelve obvia en momentos de crisis como ésta, contrasta con los principios y propuestas que rigen el núcleo y finalidad esencial del capitalismo neoliberal: el individualismo competitivo.

Apoyar al grupo, apoyarnos en la comunidad, contrasta con ese dogma de “libertad individual” al margen del bien común. La solidaridad, el no dejar a nadie atrás, choca con la competitividad que predica el neoliberalismo económico. El relato del “hombre” hecho a sí mismo, competitivo e individualista, que no le debe nada a nadie y que busca conseguir su “idea de éxito” para enriquecerse y olvidarse de las dificultades, suyas y de los demás. Mito difundido por el populismo empresarial norteamericano y que la ideología neoliberal y neoconservadora ha traducido en la escuela a través del mantra del emprendedor. Ideología que mantiene como dogma de fe esencial que la competencia por la riqueza y el poder es el único motor que mueve al ser humano.

Estamos comprendiendo, porque lo estamos comprobando y constatando con esta crisis, que esta ideología neoliberal, que reivindica regularnos mediante “la mano invisible del mercado” es una postverdad (v), una fábula, una invención que no tiene fundamento real. Que cuando vienen mal dadas, cuando nos jugamos lo vital y esencial de las sociedades, necesitamos el amparo del grupo, de la comunidad, de la solidaridad colectiva para superar las crisis.

Es entonces cuando nos lamentamos, tardíamente, de los recortes de miles de millones que se han hecho en la sanidad pública o en la educación pública. Nos arrepentimos de no haber invertido en suficientes residencias públicas de mayores (las privadas tienen como finalidad obtener beneficios). Nos damos cuenta del error que es no tener ya una banca pública que sostenga la economía y la inversión pública para generar nuevos empleos que sustituyan a los que los “temerosos mercados” van a destruir.

La ideología neoliberal siempre ha sido muy clara: aplicarse a sí mismos el capitalismo de “libre mercado” (subvencionado siempre) cuando obtienen beneficios, para repartírselos entre los accionistas. Pero reclamar el socialismo y la intervención del Estado para que se les rescate cuando tienen pérdidas (hemos rescatado a la banca con más de 60.000 millones de euros, a Florentino Pérez con el Castor, a las autopistas…). Es lo que hacen también ahora, con esta crisis. Aunque a algunos les sigue sorprendiendo todavía que estos “creyentes” exijan más medidas de rescate y de intervención del Estado, renegando de su fanático credo en el “libre mercado” y su “mano invisible”.

A ver si aprendemos por fin. Y superamos el dogma neoliberal y el sistema económico capitalista y avanzamos hacia un sistema económico e ideológico basado en el bien común, la cooperación, la justicia social, la equidad y la solidaridad.

Esperemos que la salida de esta crisis sea “una oportunidad” para ello. Que el “solo juntos lo conseguiremos” no se olvide tras ella. Y que, después del coronavirus, haya un auténtico Pacto de Estado, consensuado por todos, que blinde y destine cantidades escandalosas de nuestros presupuestos a la Sanidad Pública, a la Educación Pública, a los Servicios Sociales Públicos, a las Pensiones Públicas… Que aprendamos de una vez por todas que el capitalismo y la ideología neoliberal que lo sostiene es tóxico para la especie y el planeta. Y que, sin ayuda mutua, sin cooperación, sin solidaridad y justicia social estamos abocados a la extinción como especie y como planeta.

REFERENCIAS

i Scott Curry, O., Mullins, D. A., & Whitehouse, H. (2019). Is it good to cooperate? Current Anthropology, 60(1), 47-69.

ii Margulis, L. et al. (2002). Una revolución en la evolución. Valencia: Universitat de Valéncia.

iii Sandin, M. (2010). Pensando la evolución, pensando la vida. La biología más allá del darwinismo. Cauac: Nativa.

iv Puche, P. (2019). Hacia una nueva antropología, en un contexto de simbiosis generalizado en el mundo de la vida. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 147, 15-34.

v Vivero Pol, J.L. (2019). La España vacía está llena de bienes comunes. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 147, 85-97.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/03/20/educar-para-la-solidaridad-la-cooperacion-y-la-justicia-social-etica-post-coronavirus/

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Diez ideas de Bertrand Russel sobre la educación perfectamente vigentes

Por: Jaume Carbonell

Se cumplen cincuenta años de la muerte de uno de los filósofos -también fue un gran matemático- más influyentes del siglo XX. También merece ser destacada su aportación a la educación. Aquí se rescatan algunas de sus ideas y textos.

Este pensador galés (1872-1970) recibió el Premio Nobel de Literatura en 1950, por la profundidad de sus textos y su humanismo. Russell fue un liberal progresista en el más noble sentido de la palabra, nada que ver con la pléyade de los numerosos políticos actuales que pervierten este término para alentar las políticas neoliberales y conservadoras más duras.

Dejamos la filosofía, y nos centramos en sus aportaciones educativas, recogidas sobre todo en su ensayo Sobre educación –con especial referencia a la primera infancia– (Espasa, Madrid, 1998), y que continúan siendo de una enorme actualidad.

¿De dónde le viene a Russell la preocupación por la educación? De dos acontecimientos que marcaron su biografía: la Primera Guerra Mundial, cuando se dio cuenta de que las escuelas convencionales fomentaban el militarismo. “Las escuelas públicas, a fin de conseguir hombres dispuestos a luchar, tenían que promover la estupidez”. El segundo fue el nacimiento de sus hijos. Frente a la insatisfacción de la educación autoritaria vigente, junto con su esposa Dora, decidieron abrir su propia escuela, con el nombre de Beacon Hill, a la que enviar a sus dos hijos. Un centro con carácter experimental, con poco alumnado en régimen de internado y externado, situada en plena naturaleza, siguiendo la estela de las escuelas activas y libres de la época. Una experiencia que Russell dirigió desde sus inicios, en 1927, hasta 1934, tomando el relevo Dora hasta una década después.

Las ideas educativas de este humanista se condensan, sumariamente, en estos diez puntos.

1.Oposición frontal a la escuela del Estado y de la Iglesia. Según él, sus enseñanzas impedían el desarrollo de la inteligencia, la libertad e independencia de criterio de la ciudadanía, sometida al adoctrinamiento y la propaganda: del Estado, al fomentar el patriotismo, el militarismo y el nacionalismo; y de la Iglesia, por perpetuar el dogma y la superstición, negando el acceso a la verdad y a la felicidad. “El nacionalismo y el cristianismo se imponen así en las mentes de los ciudadanos desde su más tierna infancia, cuando aún no tienen la oportunidad de pensar por su cuenta. La influencia del ‘rebaño’ acaba de completar esa tendencia hacia el conformismo”. Cabe recordar que la militancia pacifista de Russell frente a la II Gerra Mundial le provocó diversos problemas, como la expulsión del Trinity College de la Universidad de Cambridge.

2. Extensión del derecho a la educación. Esta va estrechamente ligada a la democracia: no se entiende una sin la otra. De aquí su empeño por el logro de la universalización del derecho a la escolarización en clave igualitaria, tratando de dar las mismas oportunidades a toda la población. “Es deseable como experimento que los padres tengan la oportunidad de ensayar nuevos métodos. Pero estos métodos debieran ensayarse con el fin de que llegaran a universalizarse en caso de éxito, en vez de relegarse al beneficio de unos pocos”. Por eso ponía como ejemplo las escuelas infantiles en los barrios más pobres impulsados por la doctora Montessori, de quien se convirtió en un fiel estudioso y admirador.

3. Educación útil y “ornamental”. Russell dedicó muchas páginas a discurrir sobre el concepto de utilidad, sobre sus diversas acepciones, tanto en los procesos como en los resultados, contraponiéndolo al de “ornamental”, que asociaba a la belleza, a la ética y al conocimiento valioso. Se hacía las mismas preguntas que otros muchos autores han formulado a lo largo de la historia de la humanidad acerca de la relevancia del “conocimiento inútil”, situado en la lógica económica del utilitarismo. ¿Es cierto que solamente el conocimiento útil es intrínsecamente valioso? ¿Es cierto que todo conocimiento intrínsecamente valioso es útil? Este pensador lo ilustra a partir de una obra de Shakespeare: “La comprensión de Hamlet puede no ser de gran utilidad práctica, pero da al hombre un dominio mental del que sería desagradable carecer y, en cierto modo, lo convierte en mejor ejemplar humano. Y este último conocimiento es el que prefiere quien arguye que la utilidad no es el único fin de la educación”. ¡Cuánto placer se obtiene del conocimiento inútil!

4. Curiosidad hacia el conocimiento. La curiosidad, el espíritu de libertad y aventura y la amplitud de criterio son cualidades a las que debe aspirar la educación para acceder al conocimiento, al tiempo que se hace tabla rasa de las creencias. “El espíritu científico exige, en primer término, el deseo de encontrar la verdad; cuanto más ardiente sea este deseo, mejor. Supone además ciertas cualidades intelectuales”. Entre estas se citan la observación, el rigor en el método, la disciplina científica, la paciencia y la concentración. El pensador galés propone que esta aventura intelectual no abrume al alumnado, sino que sea estimulante y sugestiva, al tiempo que la educación formal conecte con la vida: “Hagamos que la relación del conocimiento con la vida real sea palpable para los alumnos, y hagámosles comprender cómo puede transformarse el mundo por medio del conocimiento”.

5. Independencia desde la cooperación. Russel sostiene, al propio tiempo, la más absoluta independencia con la necesidad de cooperación, por aquello de la sociabilidad de los seres humanos. Ni el aislamiento intelectual ni la disolución en la masa conducen a ninguna parte. El saber precisa ser compartido, sobre todo en una sociedad que se dice democrática: “Donde quiera que haya competencia debe haber independencia. Pero el hombre no debe ser un erizo rodeado de púas para mantenerse siempre a distancia. La mayor parte de nuestras actividades ordinarias debieran ser cooperativas y la cooperación debe tener una base instintiva. Sin embargo, todos debiéramos capacitarnos para pensar por nosotros mismos en nuestra especialidad”.

Foto: Bassano Wikipedia. Dominio Público

6. La disciplina como hábito, no como obligación. La tesis es tan simple como conocida: la verdadera disciplina consiste, no en obligaciones externas, sino en hábitos cerebrales que conducen a actividades deseables. Su fuente de inspiración es, una vez más, María Montessori y su pedagogía científica, a la que dedicó múltiples comentarios elogiosos. “Cuando envié a un hijo mío de tres años a una escuela Montessori, pude notar que inmediatamente se hizo más disciplinado, y que aceptaba de buen grado las reglas de la escuela. Pero él no experimentaba sentimiento alguno de obligación externa: las reglas eran como las de un juego y eran obedecidas como un placer. Antiguamente se creía que a los niños no les interesaba aprender, y que sólo se decidían a estudiar atemorizándoles. Hoy se ha averiguado que la culpa no era de los niños, sino de los pedagogos”.

7. La enseñanza de la literatura. “A nada conduce, al enseñar literatura lo mismo a pequeños que a mayores, el que aprendan las fechas de los autores, los nombres de sus obras, etc. Lo que se puede hallar en un manual no tiene valor”. Sin embargo, y a diferencia de la opinión de psicólogos y educadores modernos, sí era partidario de la memorización para familiarizarse con pasajes de buena literatura: para gozar de la belleza del lenguaje hablado y escrito. Porque entiende que el entrenamiento memorístico también contribuye al desarrollo del pensamiento. Por otro lado, reivindica la necesidad de disponer de bibliotecas espaciosas y adecuadas en todos los colegios.

8. La enseñanza de la Historia y la Geografía. Sostiene este Premio Nobel que la historia debe conocerse de manera veraz y completa, y que no puede darse la espalda a la realidad por muy dramática que sea. “Yo he conocido a algunos pacifistas que querían que la historia se enseñase sin mencionar las guerras y creían que los niños vivían, durante el mayor tiempo posible, ignorando la crueldad del mundo. Pero no puedo elogiar ‘la virtud fugitiva y enclaustrada’, que depende de la ausencia de conocimiento”. Por otro lado, es partidario de enseñar geografía a partir de la fascinación que producen en la infancia los viajes imaginarios con barcos y trenes, mediante el soporte del Atlas, fotografías, cine y otros recursos que encienden su imaginación.

9. La conquista de la felicidad. Este es, precisamente, el título de uno de sus libros más emblemáticos. La educación y la democracia, que aplicó en su escuela y que teorizó en sus escritos, son de suma importancia para combatir las principales causas de la infelicidad actual: mala salud, pobreza y vida sexual insatisfactoria. Para ello hay que lograr la universalización de otros derechos democráticos y superar los prejuicios y la represión sexual. Russell conocía a fondo la obra de Freud y, aunque no era un entusiasta seguidor, sí le sirvió para desvelar los efectos que condicionaban la libertad sexual. Su discurso también aboga por la contención y la austeridad en la obtención de deseos materiales y de otro tipo: “Carecer de alguna de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad”.

10. Debate libre contra el adoctrinamiento. “Lo que se necesita no es la voluntad de creer, sino el deseo de averiguar, que es exactamente lo contrario”. Y en esta búsqueda de investigación de la verdad, presenta el debate, seriamente dirigido, como uno de los instrumentos más pertinentes. “En ellos el maestro no debería adoptar ningún partido, aun cuando sus convicciones fueran muy enérgicas. Cuando la mayor parte de los alumnos se pronuncian en un sentido, el maestro debe contradecirles, tan sólo para avivar la discusión. De otro modo, su actuación se reduciría a corregir equivocaciones en cuanto a los hechos. Así los alumnos verían en la discusión un medio de averiguar la verdad y no una contienda para obtener una victoria retórica”.

Tras leer textos como este, ¿quién puede negar la enorme actualidad de Bertrand Russell? Todas las grandes cuestiones educativas de hoy disponen de ilustres y sabios antecedentes. Desde hace un siglo, y desde mucho antes.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2020/02/26/diez-ideas-de-bertrand-russel-sobre-la-educacion-perfectamente-vigentes/

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Cuba: Universidades de Venezuela y Nicaragua acuerdan cooperación

América Central/Cuba/16-02-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net/

El convenio busca impulsar el desarrollo de la UBV y la UNAM-Managua en el plano académico, científico y docente.

La Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) y la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua-Managua (UNAM-Managua), suscribieron este miércoles el Convenio Marco de Cooperación Interinstitucional, para fortalecer el Sistema de Educación Superior en ambas naciones.

El acuerdo se firmó en la principal casa de estudios universitarios de La Habana (UH), Cuba, durante la I Reunión de Ministros, Ministras y Altas Autoridades en Educación Superior, en el marco Universidad 2020.

Dicho convenio busca impulsar el desarrollo de la UBV y la UNAM-Managua en el plano académico, científico y docente, a la vez que contempla programas específicos, intercambio de estudiantes, profesores, científicos y empleados de ambas instituciones.

Univ. Bolivariana de Venezuela@ubv

| Suscrito convenio entre la y @UNANManaguav en el marco de la I Reunión de Ministros, Ministras y Altas Autoridades en Educación Superior, que se llevó a cabo en la ciudad de La Habana,
.
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.@NicolasMaduro@CesarTrompizVEN@MppeuVE

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Durante las rúbricas, por la parte de Venezuela estuvo presente el ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria y rector de la UBV, César Trómpiz, quien destacó la importancia del convenio como forma de reforzar los lazos entre los países.

Además, la rectora de la UNAM-Managua, Ramona Rodríguez Pérez, estuvo acompañada por el viceministro para Asuntos Multilaterales del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores de Venezuela, Alexander Yáñez.

Según la nota de prensa de la página del Gobierno de Venezuela, este acuerdo reitera los principios rectores de la relación entre ambos países, «como son la cooperación, complementariedad, el respeto y la defensa de la soberanía y la libre autodeterminación de los pueblos».

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/venezuela-nicaragua-acuerdo-universidad-ubv-unam-managua-cooperacion-20200212-0033.html

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Educación + Cooperación = Cohesión

Por: Rafael Ernesto Góchez.

El principal problema es el quebranto de las unidades básicas de la sociedad salvadoreña. Eso se expresa en la desintegración familiar, el abandono de los niños, la pérdida de la escuela pública y la falta de organización en la base de la pirámide social.

Si a lo anterior se le suma la estrechez del mercado laboral, la debilidad del sistema de justicia y la penetración del crimen, se tiene como resultado una vertiginosa espiral de violencia y una masiva emigración. Esta dura realidad se expresa en la angustia en que viven incontables madres de familias por los peligros que rodean a sus hijos.

Ante semejante situación, existen diferentes opciones para sacar adelante el país, entre las cuales están las siguientes: (a) el triángulo virtuoso: mejorar la educación, aplicar la ley y crear empleos formales, (b) el binomio riguroso: represión e inversión, y (c) la fórmula clásica: seguridad pública, crecimiento económico y Estado de derecho.

Optar por una de estas tres vías o cualquier otra es una decisión de Estado y requiere del respaldo social para ser exitosa. Consiguientemente, la ciudadanía debería exigir la adopción de un abordaje integral para interrumpir la violencia. Es decir, acompañar el accionar policial y judicial, con mayor inversión social y generación de empleo a nivel local.

Además, la vida de los salvadoreños se ve afectada por dos corrientes desmedidas: (1) la militarización como medio para frenar el éxodo centroamericano hacia EUA, y (2) el uso de la fuerza bruta como modus vivendi en suelo cuscatleco. Esto último es demoledor porque la escuela está en medio de la disputa territorial entre el crimen y el Estado. Habría, entonces, que impulsar una Iniciativa de País con cuatro puntos cardinales.

1. Sanear y reforzar las finanzas del Ministerio de Educación (MINED) para facilitar el acceso a una educación de calidad y la permanencia de los niños en el sistema educativo. Aumentar el presupuesto cada año, entre 2020-2024, en el equivalente a 0.5 % del PIB y destinarlo a formación docente, primera infancia e infraestructura escolar.

2. Mejorar las actitudes y aptitudes de educadores, estudiantes, padres de familia y líderes comunitarios para prevenir el abuso y el maltrato infantil. Una acción estratégica es la promoción de valores y la educación para la sana convivencia. Lo esencial es construir relaciones de afecto y respeto entre los niños, la familia y la escuela.

3. Priorizar el rescate de la escuela pública. Este afán requiere que los salvadoreños se movilicen alrededor de un objetivo común: lograr que todos los niños tengan acceso a una educación de calidad. FEDISAL, FEPADE, FUSALMO y otros podrían asociarse con el MINED para mejorar el proceso de aprendizaje.

4. Propiciar la cooperación pública-privada para hacer de la innovación un motor del crecimiento económico y la transformación productiva. La cuestión es ayudar a que El Salvador se sume a la revolución industrial en marcha. FUSADES, UCA, UDB, UFG y otros podrían apoyar al MINED en este inaplazable cometido.

Conclusión: el MINED –con la cooperación de la sociedad civil, el círculo académico y la comunidad internacional– debería enfocarse en (1) lograr que la educación sea un tema de país, (2) rescatar la escuela pública, (3) mejorar el proceso de aprendizaje, y (4) prevenir la violencia en los centros escolares. Esto significa convertir a la comunidad educativa en la «columna vertebral» de la cohesión social.

Fuente del artículo: https://www.laprensagrafica.com/opinion/Educacion–Cooperacion–Cohesion-20190802-0492.html

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