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Opinión | La exigencia a los docentes después de la pandemia

Por: Paulette Delgado

Poco se ha hablado de cómo la pandemia de COVID-19 ha aumentado la carga de trabajo del profesorado.

En julio, septiembre y diciembre del 2023, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, convocó el Panel de Alto Nivel sobre la Profesión Docente, se reunió para hablar sobre cómo transformar la educación. Gran parte de esta cumbre se centró en los docentes, ya que se les considera como “la columna vertebral de todos los sistemas educativos de calidad” y la sociedad no los valora lo suficiente. Este tema no es novedad; desde el 2018 aquí en el Observatorio hablábamos de cómo esta profesión ha perdido su prestigio y la crisis que atraviesa.

El informe del evento, titulado United Nations Secretary-General’s High-Level Panel on the Teaching Profession destacó la importancia de las y los docentes, ya que, según se mencionó, “son fundamentales para nutrir el mayor recurso de cada país: las mentes de su gente”. La realidad es que existe una escasez de educadores en el mundo, y los que hay, carecen de capacitación continua, algo que se vio durante la pandemia, por lo cual el panel se centró en dar recomendaciones y hacer un llamado a la acción para “garantizar que cada estudiante tenga acceso a un maestro profesionalmente capacitado, calificado y bien apoyado”.

La pandemia alteró el sistema educativo significativamente, intensificó la carga laboral de los docentes, los obligó a cambiar repentinamente la manera en la que enseñan y los presionó a usar nuevas tecnologías. Y aunque la ONU está enfocándose en el tema, se necesita hablar aún más de cómo este suceso sigue aumentando la demanda laboral y la presión que tiene la sociedad sobre las y los educadores.

En la pandemia, en cuestión de semanas, la enseñanza y aprendizaje pasó a ser remoto, a pesar de que muchos docentes nunca habían enseñado en línea y, por lo tanto, carecían de conocimientos sobre enfoques pedagógicos en línea o incluso de habilidades tecnológicas básicas lo que los dejó sintiéndose poco preparados y abrumados. En el contexto australiano, por ejemplo, los docentes experimentaban una disminución de la moral, agotamiento, baja autoeficacia y una percepción de falta de apoyo.

La enseñanza a distancia y la tecnología educativa cobraron una relevancia urgente y renovada debido al abrupto cambio hacia la educación en línea provocado por la pandemia, frecuentemente apoyados por diversas tecnologías y plataformas. Aunque para algunas personas, este evento fue una oportunidad para innovar y experimentar, para otras se volvió en una carga emocional y psicológica. A medida que el mundo avanza para recuperarse después de este suceso, es momento de reflexionar sobre los cambios que este ha producido en los sistemas educativos, sobre todo en la carga de trabajo de los educadores y el impacto de estas tendencias globales.

Si bien podría decirse que la pandemia ha generado una «oportunidad sin precedentes para transformar la educación en sistemas completos» y el potencial para reimaginar el papel de las tecnologías digitales en los modelos de impartición educativa, ha habido poca investigación sobre cómo este evento puede haber aumentado el uso de la tecnología en la educación por parte de las escuelas, y cuáles son las implicaciones para la organización y ejecución del trabajo de los docentes. Además, no se habla de cómo la tecnología está remodelando el trabajo docente, solo hablan de cómo estos la integran o utilizan.

Conscientes de la necesidad de investigar el tema, las docentes Mihajla Gavin y Susan McGrath-Champ escribieron una publicación titulada Teacher workload and the organisation of work: a research agenda for a post-pandemic future, centrándose específicamente en la educación pública de Nueva Gales del Sur. En su investigación, las autoras analizan patrones que se están produciendo en el mundo laboral, tales como el trabajo remoto, la automatización y el aumento de las tareas que tienen que llevar a cabo los docentes para entender qué está pasando con su profesión.

Gavin y McGrath-Champ en su investigación se preguntan: “¿hasta qué punto la COVID-19 ha alterado (o podría) fundamentalmente la impartición de educación y las nociones duraderas de aprendizaje cara a cara en la educación escolar? Además, ¿cómo puede esto moldear la organización del trabajo de los docentes e impactar su carga de trabajo?”. Las académicas explican que muchas escuelas están experimentando con formas de aprendizaje híbridas, como en Queensland, Australia y en Missouri, Estados Unidos, que están introduciendo y probando tener una semana escolar de cuatro días para ahorrar tiempo a los docentes, gestionar costos y la escasez de personal.

Además, el Departamento de Educación de Nueva Gales del Sur creó un programa llamado “Tiempo de Calidad” donde tienen bancos de material de planificación de lecciones para apoyar la preparación de las clases y ahorrarle tiempo a los docentes. Otros lugares están experimentando utilizando la inteligencia artificial para automatizar tareas repetitivas y estandarizar procesos para permitir que los educadores trabajen de manera más eficiente y eficaz. Estas innovaciones tienen el potencial de impactar la manera en que los docentes realizan su trabajo y cómo este está cambiando.

La pandemia no solo provocó repensar la forma de enseñar, también intensificó las expectativas de la sociedad sobre los docentes y como esperan que estos estén siempre disponibles y trabajando. Uno de los entrevistados por Mihajla Gavin y Susan McGrath-Champ comentó que el trabajo docente «es una locura, parece que no tiene fin, sientes como si estuvieras constantemente frente a tu computadora».

Para afrontar esto, en Nueva Gales del Sur y Queensland están creando políticas para otorgarles a las y los docentes el derecho a desconectarse digitalmente; algo que parece totalmente descabellado, tener que crear legislaciones para que los educadores puedan limitar su tiempo personal, sin embargo, es necesario. Esta medida se espera que esté disponible para toda Australia. Aunque es bueno que instituciones educativas y políticos busquen mejorar y cambiar el sistema educativo, falta ver si estas pueden perdurar en la profesión docente y sus implicaciones en su carga de trabajo; sobre todo determinar si ayudan a reorientar la atención hacia lo más importante: enseñar.

Estos ejemplos y muchos otros tipos de innovaciones han sido criticadas por su capacidad, o falta de, para abordar eficazmente el problema de carga de trabajo docente. Muchas de estas “soluciones” se centran en reducir el número de horas o proporcionar conjuntos de planes de lecciones, es decir, en el aspecto de la carga de trabajo, sin embargo, no ayudan a solucionar los puntos de presión dentro del trabajo de los docentes.

Se suele asumir sin cuestionar que la tecnología es beneficiosa pedagógicamente tanto para el profesorado como para el alumnado, sin embargo, perspectivas más críticas señalan que estas tecnologías pueden desvalorizar el trabajo de los docentes o complicar y hacer más desafiante su labor. Aunque su uso puede ayudar a hacer el trabajo docente más manejable, no significa que sea menos trabajo.

La instructora en la Universidad de Calgary, Jaime L. Beck, escribió en el 2017 sobre la intensificación del trabajo docente, describiéndolo como “horas pesadas”, ya que constantemente las y los educadores sienten que están siendo jalados en distintas direcciones debido a las demandas contradictorias y competentes en un momento dado. Esto resulta en la deserción, poco interés en la docencia como carrera y en muchos profesionales sintiéndose nada satisfechos laboralmente. Los líderes escolares también experimentan una gran carga de trabajo, ya que tienen que gestionar la escuela, marketing, recaudación de fondos y lidiar con cuestiones legales, dejándoles poco tiempo para el liderazgo educativo.

El aumento de la carga de trabajo y la intensificación del trabajo del profesorado están contextualizados y asociados con cambios en las políticas que caracterizan la mercantilización de la educación. Hasta pareciera que el objetivo de la educación pasó de buscar, como describe la Secretaría de Educación Pública de México (SEP) “contribuir a formar ciudadanos libres, participativos, responsables e informados, capaces de ejercer y defender sus derechos, que participen activamente en la vida social, económica y política”, a ser considerado un bien económico privado.

Estos cambios de política crean un desempeño laboral más pesado e intenso para los educadores; su trabajo se volvió performativo debido a la cuantificación y medición constante a la que se enfrentan. Continuamente su trabajo está cambiando, hay nuevas iniciativas, nuevos programas, nuevos informes o nuevas tecnologías, y poca información sobre si alguna de estas variaciones funcionan bien. Además, deja a las instituciones con un financiamiento reducido para servicios de apoyo para que los líderes y docentes puedan ofrecer educación de alta calidad.

La carga de trabajo y la intensificación del trabajo afectan negativamente la salud y el bienestar de los educadores, especialmente porque tienen poco tiempo para descansar, puesto que tienen que llevar su trabajo a casa y sienten que tienen que estar siempre disponibles; esto los deja agotados, no solo físicamente, emocionalmente también.

La intensificación del trabajo afecta la capacidad de las y los educadores para abordar las prioridades centrales de la educación. Esto plantea la necesidad de intervenciones políticas que no solo aborden la carga de trabajo y la intensificación del trabajo, sino que también reconozcan y mitiguen la «pobreza de tiempo» experimentada por el profesorado. Esta pobreza de tiempo influye en experiencias subjetivas de estrés, agotamiento y satisfacción laboral entre los profesionistas.

Además, durante la pandemia de COVID-19, los docentes no solo se sentían abrumados por la falta de preparación para enseñar de manera remota, también tenían que lidiar con las necesidades socioemocionales de sus estudiantes. Esto, aunque necesario, agregó una capa más de agotamiento, especialmente porque la sociedad veía esto como una parte de la profesión docente.

En el mencionado panel, la ONU enfatizó la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo de las y los docentes: ofrecer salarios adecuados, condiciones de trabajo dignas, contratos estables, acceso a tecnología y recursos, así como oportunidades de desarrollo profesional. Se mencionó también que mejorar las condiciones materiales de los docentes es fundamental para garantizar la calidad de la educación, el bienestar de los educadores y la dignidad de la profesión docente. Sin embargo, la crisis actual que enfrentan los docentes no es nuevo y pareciera que, en lugar de mejorar, se ha agravado, especialmente debido a la pandemia.

Está claro que hace falta investigar más sobre el tema; saber qué medidas realmente funcionan y cuáles no, pero también permitirles a las y los docentes concentrarse en su trabajo más importante: educar.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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8 de marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Por: Nelva Reyes

“[…] en Panamá, hoy, hay empresas que están solicitando pruebas de embarazo para que una mujer pueda entrar a laborar; pero más grave aún, están solicitando certificaciones del salpin o que estén operadas para no tener más hijas e hijos!”

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, ha sido escrito con sangre y dolor por mujeres que desde 1857, han venido demandando mejores condiciones de trabajo, reconocimiento de los sindicatos, rebaja de las horas de trabajo, igual trabajo, igual salario que los hombres, la lucha por estas demandas llevó a que los dueños de las fábricas textiles en New York le pusieran candados a las puertas de las mismas y 146 de ellas murieran carbonizadas.

A lo largo de más de 166 años las mujeres han logrado conquistas importantes, que van desde el derecho a ejercer el voto, a la educación, salud, trabajo, al estudio de la Ciencia, a la igualdad de género, a la no violencia contra las mujeres, al derecho a la participación política y sindical y a la tenencia de la tierra, entre muchas otras conquistas producto de la lucha demandada por las propias mujeres.

Hoy, amparados o teniendo como excusa la pandemia de COVID-19, el sector empresarial se ha aprovechado de las circunstancias que hemos tenido que vivir haciendo recaer el peso de la pandemia en las y los trabajadores, recargando en las compañeras el trabajo que hacían cinco, dejando sólo a dos que lo realicen, manteniendo contratos suspendidos por más del tiempo estipulado por los decretos establecidos por el Ministerio de Trabajo, se dejó un vacío en lo concerniente a la licencia de maternidad, que aún a la fecha hay compañeras que no han podido cobrar la misma. A las mujeres se les hizo recaer el cuidado de los familiares, adultos mayores, los niños, al no poder asistir a la escuela de manera presencial, recayó en la madre fundamentalmente el cuidado y la atención escolar de ellos, en la casa, además del teletrabajo que realizaban y los quehaceres domésticos.

Las compañeras trabajadoras del hogar fueron las primeras a quienes se les envió para sus casas muchas veces sin pagarle sus prestaciones, dado que con quienes trabajaban fueron despedidas o suspendidas de sus trabajos.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) Panorama Laboral 2022, América Lanita y el Caribe indica que en el tercer trimestre de 2022 la tasa de participación laboral femenina regional fue de 51.8 %, siendo inferior en casi 23 puntos porcentuales a la de los hombres (70,3).

La OIT indica que resulta imperioso adoptar políticas públicas con perspectiva de género que permitan eliminar las barreras a la entrada al mercado del trabajo y que amplíen el abanico de oportunidades laborales para las mujer en general y con particular atención en aquellas de menor calificaciones.

Han transcurrido 166 años desde que mujeres dieron sus vidas por el derecho al trabajo, por una jornada laboral cónsona y justa, que les permitiera trabajar. Si embargo, en Panamá, hoy, hay empresas que están solicitando pruebas de embarazo para que una mujer pueda entrar a laborar; pero más grave aún, están solicitando certificaciones del salpin o que estén operadas para no tener más hijas e hijos. Esto es una flagrante discriminación a las mujeres y lo peor que se está solicitando tanto en la empresa privada como en instituciones del Estado.

Ante la cantidad de compañeras y compañeros desempleados, la Central General Autónoma de Trabajadores (CGTP) está demandando una Ley que contemple un Plan de Urgencia Nacional que le garantice a esos miles de trabajadoras jefas de familia un trabajo digno con un salario justo. No podemos permitir que las y los hijos de estas compañeras mueran de hambre, que no tengan para asistir a la escuela.

Así como hay dinero para pagar altos salarios, que van desde cinco mil a veintiséis mil balboas, que se le permite a cientos de empresas evadir impuestos, que se exija el pago de esos impuestos y se le garantice a las trabajadoras desempleadas un trabajo, como lo ha manifestado la OIT, un trabajo decente.

Que este 8 de marzo sea un día de demandar justicia para la mujer trabajadora que hoy llenan las calles y aceras de la ciudad y de todo el país tratando de vender algo para subsistir, ese trabajo informal con más de 16 horas laborando, sin prestaciones sociales, sin poder participar en reuniones de la comunidad para exigir agua en sus viviendas nos retrotrae a las razones por las cuales compañeras de 1857- 1905 salieron a las calles a luchar y a impulsar y promover huelgas y, dados los hechos tan violentos realizado por los empleadores, la socialista alemana Clara Zetkin, en 1910, planteó, en la Segunda Conferencia Internacional de la mujer, que el 8 de marzo de cada año se estableciera como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, luego, en 1977, la Asamblea General de las Naciones Unidas establece el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Saludos en el Día Internacional de la Mujer.

https://www.laestrella.com.pa/opinion/columnistas/230307/8-marzo-dia-internacional-mujer

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El tratado mundial de la OMS contra las pandemias: ¿qué debemos aprender de los errores de la conferencia sobre el cambio climático?

Nature

El proyecto de acuerdo de la OMS propone un proceso similar al de la COP. Es poco probable que mejore la desastrosa respuesta mundial a la COVID.

La Organización Mundial de la Salud ha redactado un borrador de tratado sobre pandemias para evitar que se repita lo que denomina el «catastrófico fracaso de la comunidad internacional a la hora de mostrar solidaridad y equidad» durante la COVID-19. Las decisiones se tomarían a través de una conferencia de las partes (COP), un proceso caro y lento. Como han demostrado las COP sobre el clima y la biodiversidad, un foro de unos 200 países no es la mejor manera de garantizar el cumplimiento, argumenta un editorial de Nature, sobre todo cuando la responsabilidad de actuar recae en un pequeño número de naciones de altos ingresos.

Editorial Nature

La respuesta mundial al COVID-19 representó un «fracaso catastrófico de la comunidad internacional a la hora de mostrar solidaridad y equidad». La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó la semana pasada el primer borrador de un nuevo acuerdo internacional sobre pandemias. El acuerdo pretende ayudar al mundo a prepararse mejor para futuras pandemias. Las negociaciones sobre los detalles comenzarán a finales de este mes y es probable que duren al menos un año.

Aunque no lo dice explícitamente, la declaración de la OMS puede interpretarse como una reprimenda a los líderes de los países ricos, subrayando el hecho de que su respuesta a la pandemia en curso no ha sido un modelo de cooperación o compasión. La promesa de apoyar adecuadamente un plan de distribución de vacunas llamado COVAX no se cumplió, socavando su potencial. Los países ricos hicieron pedidos excesivos y acapararon vacunas, impidiendo que llegaran a personas de otros países que las necesitaban. Algunas de las empresas farmacéuticas más conocidas y respetadas del mundo lucharon para impedir que se compartiera la propiedad intelectual. Si no lo hubieran hecho, más fabricantes podrían haber producido vacunas y tratamientos, y se habrían salvado más vidas. El tratado redactado por la OMS pretende garantizar que este comportamiento no vuelva a repetirse. Pero, como ya ha argumentado Nature, un tratado por sí solo no ofrece ninguna garantía de que se cumplan las promesas.

Compartir y compartir

El proyecto de texto fomenta la renuncia a los derechos de propiedad intelectual aplicables durante un periodo definido durante una pandemia. Además, al menos una quinta parte de las vacunas pertinentes deben depositarse en la OMS, para garantizar que un número suficiente llegue a las personas más pobres y vulnerables del mundo al mismo tiempo que a los habitantes de los países más ricos. Los precios y los contratos deben hacerse públicos, algo que no ocurrió durante la pandemia de COVID-19, lo que permitió a los países pujar más que otros por las vacunas ofreciendo precios más altos de los que sólo formaban parte las empresas farmacéuticas.

La redacción actual también reconoce la importancia de una ciencia abierta y de compartir datos como las secuencias del genoma viral. El mes pasado, la OMS instó a las autoridades chinas a compartir los datos de las secuencias, así como la información sobre casos, hospitalizaciones y tasas de vacunación. Otro punto destacado en el borrador cero es que los países que comparten sus conocimientos científicos -como hicieron muchos países de bajos ingresos durante la pandemia- también deberían participar en los beneficios.

Todo esto es necesario y debería haberse hecho hace tiempo, y cuenta con el respaldo de científicos y organizaciones activistas. Pero a los investigadores les preocupa, y con razón, la falta de claridad sobre cómo funcionará el tratado en la práctica y cómo se exigirá a los firmantes que cumplan sus promesas. La OMS recomienda que los países tomen decisiones a través de una conferencia de las partes (COP), un foro democrático en el que todos los países tienen la misma voz en la toma de decisiones.

Pero el funcionamiento de las COP es costoso, y la creación de un marco de este tipo significaría que la OMS -que se enfrenta a una lucha constante para conseguir que los países la financien adecuadamente- tendría aún más dificultades. Las COP también tardan en tomar decisiones, como bien sabemos por las que rigen la acción internacional en cuestiones como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

Quizá lo más importante de todo sea que un foro de 200 países, más decenas de miles de observadores y grupos de presión, no es la mejor manera de garantizar el cumplimiento de un acuerdo, sobre todo cuando la responsabilidad de actuar recae en un número relativamente pequeño de países de renta alta. El proceso de la COP sobre el cambio climático ha demostrado que ni siquiera los acuerdos jurídicamente vinculantes pueden obligar a los países a cumplir sus compromisos.

Sensatamente, la OMS quiere que los países acuerden algún tipo de sistema de seguimiento, una forma de que informen sobre si se están cumpliendo las promesas de financiación, propiedad intelectual o vacunas. Pero los negociadores y sus equipos también harían bien en explorar vías alternativas para alcanzar los objetivos del acuerdo. Los investigadores que estudian el impacto de los tratados internacionales podrían asesorar sobre otros posibles modelos.

Del borrador cero de la OMS se desprende claramente que el organismo está decidido a evitar que se repitan algunos de los peores comportamientos observados durante la pandemia. Y es tranquilizador ver que en todo el texto se anima a gobiernos y empresas a ser transparentes y estar dispuestos a compartir, sobre todo cuando se trata de conocimientos técnicos y productos basados en investigaciones financiadas con fondos públicos. Si esto hubiera ocurrido antes, la pandemia de coronavirus bien podría haber quedado atrás.

El mundo tiene poco más de un año para convertir el borrador en un texto acabado. Es probable que los compromisos de la versión actual se diluyan antes de llegar a un acuerdo. Pero mientras los investigadores se preparan para publicar sus estudios y los activistas se apresuran a acelerar las campañas, es fácil olvidar la necesidad de determinar los tipos de institución y estructura esenciales para garantizar que se cumpla un acuerdo. Las estructuras institucionales son tan importantes como el contenido de los tratados. La OMS y los negociadores nacionales deben preguntarse qué valor tiene un acuerdo si incluye todo lo que figura en el borrador cero de la OMS, pero resulta inviable en la práctica.

7/2/2023

Nature 614, 195-196 (2023)

Global pandemic treaty: what we must learn from climate-change errors

doi: https://doi.org/10.1038/d41586-023-00339-z

https://www.nature.com/articles/d41586-023-00339-z

+ Info:

Seth Berkley. Even after COVID, the world’s vaccine strategy is failing. Without a global, publicly funded strategy, the market will fail to deliver vaccines to stop pandemics before they surge.

https://www.nature.com/articles/d41586-022-04423-8

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Escenario Económico Internacional del 21-11-2022 Temas centrales: Petróleo, Gas, Rusia, Covid, China, Alemania, Criptomonedas, FTX, Argentina, CAF

Observatorio Latinoamericano y Caribeño de Organismos Multilaterales, Bancas de Desarrollo, Corporaciones Tecnológicas y Filantropía

Escenario Económico Internacional del 21-11-2022

Temas centrales: Petróleo, Gas, Rusia, Covid, China, Alemania, Criptomonedas, FTX, Argentina, CAF

Tope al precio de petróleo ruso perjudicaría a Europa: estaría afectando el precio del transporte de metaneros que ya se multiplica por cuatro, de la media de los últimos cuatro años.

Petróleo por debajo de 80 dólares: el precio clave estaría en 75$, cayendo debajo de este valor podría regresar a los 55$.

Mercado seguirá a la baja indica Goldman Sachs: plantea que puede alcanzar su punto mínimo a finales de 2023.

Gas más caro en Alemania: las plantas flotantes estarían costando más del doble de lo que se pensaba.

Nueva ola de Coronavirus podría afectar la economía china: el nuevo brote por COVID-19, estaría originando nuevos confinamientos, y ralentizando la economía.

Tope del precio al petróleo ruso se ubica en 30$: esto sacaría del mercado a los hidrocarburos.

FTX arrastra otras empresas en el mercado de criptomonedas: Blockfolio, Liquid y LedgePrime se declararon en bancarrota, y Quantia, Genesis, Multicoin Capital y Paradigms poseen dinero retenido.

Grayscale puede hundir el mercado de criptomonedas: el principal fondo de
inversiones en Bitcoin podría estar afectada por la quiebra de FTX, y se han negado a hacer prueba de reserva.

Argentina evalúa tipo de cambio especial para productores de soja: con el objetivo de incrementar las liquidaciones para el sector productivo argentino.

CAF emite 800 millones de dólares en Bonos: para los planes de activación económica y social de América Latina y el Caribe.

Indicadores más relevantes
Þ Futuros de crudo: caída del 1,11 % durante la semana ubicándose alrededor de los 79,38 dólares.
Þ Bitcoin: caída de 1,33% ubicándose alrededor de los 16.054 dólares Calendario económico
Þ Inventarios de crudo en EEUU: : 23/11/2022

Descarga el documento en formato PDF:  EEIOVE-21112022

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Opinión | El ritual escolar: Frente a la pandemia, reconstruirnos

Por: Andrés García Barrios

En esta entrega del “Ritual escolar”, Andrés García Barrios propone no olvidar lo que aprendimos en los últimos dos años y realizar un acto comunitario de reconstrucción tras la pandemia.

Escribo estas notas para tratar de comprender (y si es posible ayudar a otros a comprender) en qué consiste este extraño estado de ánimo en que, después de dos años de vicisitudes, nos ha dejado la pandemia de COVID-19 (ciertamente, no podemos dar ésta por terminada, pero sí es posible afirmar que “empieza a vislumbrarse su final”, como hace el Dr. Julio Frenk, rector de la Universidad de Miami y ex-secretario de salud de México, en su libro de divulgación para niños “Lisina, Triptofanito y la Pandemia”, de próxima publicación).

Hablo de “estado de ánimo” en su acepción amplia de “estado del alma”, para incluir además de los aspectos físico, emocional y mental, ese algo que podemos llamar “espiritual” y que también se ha visto afectado en este par de años. Empezaré por hablar de un tipo de experiencia que muchos vivimos en algún momento de la pandemia, al menos de forma pasajera; experiencia que ―por su intensidad― algunos nos apresuramos a arrojar al rincón de los trebejos en cuanto pudimos: me refiero a la sensación de que con el COVID-19 llegaba “el fin del mundo” (la expresión es dramática pero nombra con exactitud lo que quiero describir).

Alguien podría preguntarnos: “¿En algún momento pensaste que se acabaría el mundo?”, y tal vez responderíamos que “no tanto” pero que “sí tuvimos mucho miedo”. Sin embargo, quiero afirmar que en realidad sí es algo que todos vivimos (aunque sólo fuera por un momento, insisto) ya sea de forma consciente o más o menos inconsciente. Si me interesa hablar de ello aquí es porque pienso que esa sensación ―aunque algunos nos hayamos apresurado a echarla de inmediato al olvido―  no se fue del todo de nuestras vidas sino que continúa habitando no sólo dentro de cada uno de nosotros sino entre todos nosotros, motivando una actitud personal y una atmósfera social que nos siguen desafiando.

Intentaré explicarme. La sensación de fin del mundo no sólo tiene que ver con una súbita convicción de que la propia muerte es inminente sino con la de que pronto todos los seres humanos a nuestro alrededor morirán también. En el tiempo que dura esa sensación (su duración puede alargarse o ser fugaz) no existe ningún atenuante que venga a tranquilizarnos: surge de pronto ante nuestras narices la evidencia de que estamos existencialmente solos, no nada más como individuos sino también como colectivo. La historia se detiene: el futuro naufraga: nadie hay que venga a decirnos adiós, no existe nadie a quien legar nada. Vemos cómo los demás se hunden en un destino que pronto será también nuestro. Todos esperamos turno.

Esther García tenía seis años de edad en 1972, cuando un terremoto sacudió su ciudad, Managua, Nicaragua. Ella estaba con su nana cuando la habitación empezó a moverse. Las dos salieron a toda prisa y se encontraron con que, en la calle, comenzaba la devastación: las casas cercanas se mecían hacia un lado, luego hacia otro y finalmente se desplomaban, entre gritos provenientes de adentro. Una tras otra iban cayendo. Esther miraba al fondo un cielo teñido de un rojo infernal. Parada en la acera junto a su nana, sólo pudo decir “Y yo no crecí”, convencida de que moriría pronto. La nana abrazó a la niña con la esperanza de que su destino sería distinto, de que ellas no tenían por qué correr la misma suerte que quienes estaban muriendo. “Y yo no crecí”, sensación de fin del mundo en que el destino de todos también se cumple en nosotros. Sensación de fin del mundo que Esther evoca ahora mientras conversamos, ya convertida en jefa de enfermeras del South Miami Hospital, en donde, durante la pandemia, se vio muchas veces rodeada de seres humanos que morían, sin poder hacer nada más para ayudarlos.

Pienso en la angustia que el filósofo alemán Martin Heidegger describe como la presencia de la Nada en nuestras vidas; angustia que no se desprende de un miedo concreto hacia algo específico sino que llega así, “por nada”, como si de pronto todo lo existente se arrojara sobre nosotros, atravesándonos como lo haría un ente fantasmal y dejándonos vacíos, sin realidad enfrente, sin mundo, de pie ante la nada que nos acosa. En la sensación de fin del mundo, donde la experiencia incluye a lo humano entero, a esa nada se le añade la certeza de que no sólo yo, sino todos, desapareceremos.

En la pandemia, la experiencia de fin del mundo no se cumplió, gracias a Dios. Vivimos la angustia pero no el hecho (trágicamente, muchas personas tuvieron que añadir a esa angustia el dolor por la muerte de seres amados). Pero el que no se haya cumplido no significa que la hayamos superado: se quedó con nosotros y en uno de nuestros rincones internos seguimos como desasidos de la realidad, buscando ésta como a una especie de fantasma. Algunos han empezado a acercársele tímida pero decididamente, con la intención de regresarla a su sitio. Pero creo que la mayoría de nosotros estamos optando por aceptar la inercia y acostumbrarnos a su ser espectral. Es peligroso que esto ocurra y que nos quedemos como flotando en el aire, con esa angustia anquilosada dentro.

El filósofo alemán Karl Jaspers, que tras la segunda Guerra mundial participó en la reconstrucción de Alemania, prevenía a su pueblo contra la tentación de dejar los hechos simplemente atrás, como si no hubieran ocurrido, e insistía en la necesidad de sanar a la sociedad a fondo para seguir adelante, en busca de un crecimiento sin el lastre de la culpa. En el caso de la pandemia ―donde el culpable más evidente es un virus que ni siquiera llega a estar vivo― el lastre puede radicar en culpar a los científicos, a los gobiernos, a esos otros seres humanos que con sus acciones anti-ecológicas favorecieron la proliferación de virus y bacterias, e incluso a la naturaleza o a la vida misma… y tapiar la angustia dentro, sin posibilidad de expresarse y sanar.

Pero la amnesia no es, de ninguna manera, sano olvido: es cero superación. No es mi interés meterme a médico o neurólogo, pero me parece que no voy demasiado lejos al suponer que, como en todo tipo de amnesia y estrés post-traumáticos, las consecuencias de olvidar sin sanar se expanden por toda nuestra psique, afectando al conjunto de nuestras sensaciones e ideas: entramos en confusión y perplejidad, tenemos problemas de concentración, sufrimos extrema laxitud o tensión corporal, llegamos a sentirnos como ajenos a nuestros propios procesos mentales y corporales, nos embargan sentimientos de desapego o extrañamiento hacia los demás, e incluso experimentamos cambios en nuestra percepción del tiempo, del espacio y de los objetos del mundo.

A lo anterior se añade el temor de que aparezca un nuevo brote, el miedo a nuestros semejantes, la desconfianza y el deseo irracional y continuamente frustrado de culpar a otros, y en casos extremos a todo el mundo. Y sin embargo, simultáneamente, dado que se trata de una súbita sensación de muerte colectiva (en la que peligra no sólo nuestro “yo” sino también nuestro “nosotros”), llega acompañada de esa soledad en la que de pronto vimos sumida a la humanidad entera: así pues, nos vemos embargados de compasión hacia nuestros semejantes y sentimos una identificación profunda, una nostalgia de hermandad: nos inunda el deseo de acercarnos y confiar, de romper barreras y superar todos los obstáculos que nos separan…

Angustia, miedo, compasión. Ante esa extrañeza que nos ha quedado, a todos nos anima la idea de revitalizarnos y revitalizar la comunidad en la que vivimos. Para mí, este texto es una oportunidad de hablar del tema con un lector que imagino ahí, oyéndome. Sí, escribir y hablar son poderosas opciones: comunicarnos. Todos podemos hacerlo, charlar sobre lo que nos pasa con alguien que quiera y pueda oírnos.

En el ámbito escolar ¿también podemos alentar ese diálogo? ¿Es posible, a través de grupos guiados de manera informada y cuidadosa, platicar sobre nuestras experiencias, hablarnos y escucharnos, estremecernos juntos para recuperar un modo de vibrar común? ¿Será conveniente alentar la comunicación de ideas de recuperación y reconstrucción personal y colectiva, y realizar actos comunitarios, especie de rituales que nos permitan compartir con los demás nuestro compromiso y esperanza, confiando en que no sólo la enfermedad se propaga sino también la salud?

Ciertamente ―como me ha hecho ver la directora de primaria de la escuela de mi hijo― planear un acto comunitario de memoria y reconstrucción tras la pandemia, exige sumo cuidado para no invadir la intimidad y la susceptibilidad de las personas y las familias: cualquier tinte religioso puede malinterpretarse; asimismo, una acción que contenga un simbolismo demasiado confrontador puede hacer surgir sentimientos desbordados, y resultar contraproducente. Sin embargo, estoy seguro de que todos los miembros de la comunidad educativa podemos pensar juntos cuál o cuáles actividades pueden resultar adecuadas para nuestras aulas o nuestra escuela.

Advertencia

Como parte de mis reflexiones anteriores, recurrí a la lectura del I Ching, libro oracular de la antigua china. Mi consulta me llevó primero a un texto conmovedor, el que corresponde al símbolo Tai, La Paz. En su imagen, El Cielo y La Tierra (seres originarios de todo lo existente) se colocan uno sobre otro y “unen sus virtudes en una armonía íntima”. De esa concordia surgen las condiciones para que la naturaleza brote y prospere, siempre y cuando ―el I Ching lo subraya― reciba la ayuda humana. “Esta actividad humana sobre la naturaleza, devuelve lo bueno al ser humano.”

Lo anterior concluye con una cruda advertencia (yo la interpreto no tanto como una alerta ante la pandemia de COVID-19 sino frente a eventos futuros). Todos sabemos que la naturaleza a nuestro alrededor ha sido afectada de formas atroces y que la aparición de pandemias y otras catástrofes sólo se puede frenar con nuestra acción decidida. Tal vez pensemos que no es momento de recordar cosas como ésta, y sin embargo tal conciencia no tiene por qué abatir nuestra esperanza actual ni la voluntad de hacer memoria y reconstruirnos; al contrario, puede ser el elemento crucial para no perder nuestra paz naciente.

Así es como lo dice el I Ching:

Todo lo terrenal está sometido al cambio. El ascenso es seguido por el descenso. Tal es la ley eterna sobre la Tierra. Esta convicción permite no ilusionarnos cuando llegan las épocas favorables, ni quedar deslumbrados por la buena fortuna pensando que es duradera. Si seguimos atentos al peligro, evitaremos los errores. Mientras que el ser humano se mantenga interiormente superior al destino, permaneciendo más fuerte y rico que la felicidad exterior, la fortuna no lo abandonará.

Estas palabras se reiteran en el otro símbolo que el I Ching añadió a mi consulta: Lin, El Acercamiento: “Si uno se enfrenta con el peligro antes de que se manifieste como fenómeno, más aún, antes de que haya comenzado a dar señales, llegará a dominarlo”. Lin ―cuya composición contiene el ícono de El Lago― concluye dando un papel primordial en todo esto a los maestros: “El noble no tiene límite en su intención de enseñar”, dice, y explica: “Así como aparece inagotable la profundidad del lago, así también es inagotable la disposición del sabio para instruir a los demás seres humanos”. Convertido en soporte, el maestro es también protector de la humanidad, “sin excluir parte alguna de ésta”.

En una situación como la actual, describir al maestro como protector de los seres humanos no me parece mera exaltación poética. Quieran o no admitir el papel que les asigna el I Ching, los maestros tienen quizás la mayor responsabilidad en ese “trabajo” sobre la naturaleza que ya todos reconocemos como necesario; más responsabilidad incluso que los gobiernos y las industrias, quienes, al parecer, también necesitan ser educados. Y aunque la verdadera y más profunda educación está en manos de todos los ciudadanos, la comunidad escolar es uno de sus principales ámbitos: reconstruirse como maestro puede muy bien apuntar hacia ocupar ese papel de Protector.


Andrés García Barrios es escritor y comunicador. Su obra reúne la experiencia en numerosas disciplinas, casi siempre con un enfoque educativo: teatro, novela, cuento, ensayo, series de televisión y exposiciones museográficas. Es colaborador de las revistas Ciencias de la Facultad de Ciencias de la UNAM; Casa del Tiempo, de la Universidad Autónoma Metropolitana, y Tierra Adentro, de la Secretaría de Cultura.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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México: 1.4 millones de estudiantes dejaron la escuela en pandemia

En este ciclo escolar, 6,121 alumnos de educación inicial; 174,630 de preescolar; 213, 041 de primaria; 89,707 de secundaria y 123,914 de nivel medio superior abandonaron la escuela.

La organización Educación con Rumbo detectó que en el ciclo escolar 2021-2022, 607,413 estudiantes abandonaron la escuela, los cuales se suman a los 815,740 alumnos del ciclo escolar 2020-2021, por lo que en total 1 millón 432,153 dejaron las aulas en los dos últimos años escolares, los correspondientes a la pandemia de covid.

Solo en el ciclo escolar que está por concluir, 6,121 alumnos de educación inicial; 174,630 de preescolar; 213, 041 de primaria; 89,707 de secundaria y 123,914 de nivel medio superior abandonaron la escuela y muy probablemente no regresen al siguiente ciclo escolar.

Patricia Ganem, coordinadora del área de investigación de Educación Con Rumbo, señaló que los sistemas de información de la Secretaría de Educación Pública (SEP) son deficientes por lo que no es posible saber dónde están, si se reincorporaron o abandonaron, pero las consecuencias pueden ser mayores a futuro.

“Un chico que no concluye su primaria, que no concluye su secundaria, que no concluye media superior no tiene los suficientes elementos lingüísticos, de lógica, que sería deseable que se llevara para la vida”, dijo en conferencia de prensa virtual.

Por estados, la organización expuso –con base en información del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval)– que Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Guerrero registran los mayores índices de rezago educativo, con 47.3%, 43.3%, 42.2% y 42.2%, respectivamente.

La coordinadora del área de investigación insistió en que si no se hace algo, en los próximos años vamos a ver que el nivel de años de escolaridad concluidos va a disminuir. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) con datos del Banco Mundial, la pérdida debido al cierre de las escuelas en México será aproximadamente de dos años.

“Por lo menos son dos grados escolares que no han terminado en los dos pasados ciclos escolares. Abandonan, no concluyen los grados escolares y además hay pobreza de aprendizaje”, dijo al presentar los datos de los organismos.

En cuanto a aprendizajes, detalló que de acuerdo a los resultados Medición Independiente de Aprendizajes (MIA) – Estudio Equidad y Regreso, alumnos de 4° de primaria– el 94.1% no sabe hacer una división y el 96.8 % no sabe resolver problemas de matemáticas.

En ese sentido, destacó que la SEP “ha quedado mucho a deber”. “Las estrategias que ha implementado la SEP para frenar el abandono de miles de estudiantes han sido pocas, casi nulas, sin sostenimiento propio y poco pertinentes”, aseguró Ganem.

Educación con Rumbo hizo un llamado a las autoridades federales para dejar de hacer política de gobierno y que se implemente política de estado, a largo plazo y que impacten directamente en los niños, niñas y adolescentes.

https://politica.expansion.mx/mexico/2022/07/26/educacion-con-rumbo-1-4-millones-de-estudiantes-dejaron-la-escuela-en-pandemia

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La universidad, un proyecto cultural frágil

Por: Miguel Ángel Casillas

Las universidades surgieron en Europa en el siglo XII como entidades especializadas en la producción y difusión de los conocimientos. Así llegaron al continente americano, con la conquista y las colonias. Con las independencias nacionales se fueron configurando los sistemas de educación de muy diversas maneras, asociando a las universidades con el desarrollo y el avance político de las sociedades. En América Latina además de la enseñanza y la investigación, se incorporó desde principios del siglo XX a la difusión cultural como una función específica de las universidades.

A lo largo de su historia, las universidades han tenido que luchar por defender su autonomía para pensar, investigar, debatir, enseñar, y divulgar sus conocimientos con libertad. La independencia y la autonomía se han defendido siempre frente al poder: el poder económico de terratenientes, empresarios, comerciantes y banqueros; el poder religioso y de las iglesias; y el poder político de los príncipes, los tiranos, los partidos y los gobernantes. El problema del conocimiento científico es que no puede ser limitado por ninguna ideología ni por religión alguna, porque no sostiene verdades eternas, porque todo lo cuestiona, porque se alimenta del rigor, la objetividad y la crítica.

En América Latina y específicamente en México la defensa de la autonomía es un problema recurrente, las universidades y el resto de las instituciones de educación superior, son frecuentemente objeto de intervenciones de cualquier índole. En este artículo quisiera resaltar tres casos de orden político:

En Chihuahua, en el contexto del anterior gobierno del PAN, en el seno de la Universidad autónoma, se venía desarrollando un muy importante y significativo proceso de reforma académica que, con amplia participación de la comunidad, generaba una nueva forma organizacional transitando del viejo sistema de las facultades hacia divisiones interdisciplinarias; de la enseñanza tradicional hacia un nuevo modelo educativo que incluía el uso intensivo de las TIC, la valoración de los derechos humanos y el desarrollo de una conciencia ambiental que ha sido referencia hasta de la UNESCO. En el contexto del nuevo gobierno del PAN, fue desplazado el rector y se ha generado una situación de involución en la que se ha determinado una vuelta al pasado, a los viejos planes de estudio en el antiguo sistema de facultades.

En Guadalajara no son infrecuentes los conflictos entre la Universidad y el campo político a lo largo de su historia. En la actualidad, la Universidad lleva desarrollando un largo movimiento de defensa de su patrimonio que es ejemplar. En el contexto de la pandemia, el gobierno decidió utilizar fondos económicos por muchos millones de pesos que estaban destinados a la Universidad para financiar un hospital. Desde entonces, cada vez con mayor participación de estudiantes y profesores, con mayor intensidad en sus demandas, el clima político en Jalisco se degrada y la Universidad sostiene su largo movimiento de defensa por recuperar su patrimonio.

La fragilidad de estas instituciones no sólo es un problema nacional, la Universidad de San Carlos en Guatemala ha sido objeto de una intervención directa del campo político sobre su vida institucional. Violando todas las reglas y sofisticados procesos que tiene la Universidad para renovar su rectoría, a espaldas de la comunidad, con apoyo de la policía y de golpeadores, se ha impuesto a un nuevo rector ligado a las cúpulas de siempre.

El sometimiento de la vida universitaria por parte de cualquier poder que no sea el académico supone una victoria pírrica de los gobernantes, las iglesias o los dueños del dinero, que siempre resulta contraproducente para las sociedades y los pueblos. Estos poderes pueden en efecto subordinar a la universidad y hasta someterla, pero si ya era un absurdo por querer contravenir a su naturaleza, en el contexto de la sociedad del conocimiento es casi un suicidio para cualquier estado o país.

Las universidades son instituciones sociales frágiles, que requieren ser conservadas y protegidas para que puedan realizar sus funciones y desarrollar su vida institucional sin intervenciones, con libertad, con la fuerza que dan los argumentos y la crítica académica, con sus formas colegiadas para la gestión y el gobierno. Para poder consolidarse, necesitan de apoyos financieros y respeto a su vida interna, necesitan libertad para pensar y para poner cualquier idea en entredicho.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-universidad-un-proyecto-cultural-fragil/

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