Page 40 of 246
1 38 39 40 41 42 246

Mundo: ‘Permanezca alerta’ contra las tecnologías maliciosas que podrían poner en peligro a las generaciones futuras

Mundo/09-07-2021/Autor(a) y Fuente: news.un.org

Con más de 4.600 millones de usuarios de Internet en todo el mundo, los avances digitales continúan revolucionando la vida humana, pero «debemos permanecer alerta» frente a tecnologías maliciosas que «podrían poner en peligro la seguridad de las generaciones futuras», dijo el director de la Oficina de Desarme de las Naciones Unidas. Affairs (ODA) dijo al Consejo de Seguridad el martes.

“Las tecnologías digitales están poniendo cada vez más a prueba las normas legales, humanitarias y éticas existentes, la no proliferación, la estabilidad internacional y la paz y la seguridad”, advirtió Izumi Nakamitsu en la reunión dirigida por Estonia, centrada en la paz y la seguridad en el ciberespacio.

Además, continuó, están reduciendo las barreras de acceso y abriendo nuevos dominios potenciales para el conflicto, dando a los actores estatales y no estatales la capacidad de llevar a cabo ataques, incluso a través de las fronteras internacionales.

El compromiso del Consejo de Seguridad sobre este tema es primordial: jefe de desarme de la ONU

Aumento de la ciberdelincuencia

Para 2022, se estima que 28.5 mil millones de dispositivos en red estarán conectados a Internet, un aumento significativo de los 18 mil millones en 2017, según el jefe de la ODA.

Desde la desinformación hasta las interrupciones deliberadas de la red, en los últimos años ha habido un aumento espectacular en los incidentes maliciosos dirigidos a las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) que disminuyen la confianza entre los Estados y amenazan la infraestructura crítica que depende de ellos.

La Sra. Nakamitsu recordó la preocupación del Secretario General   por el aumento de los ataques cibernéticos a los centros de salud durante la pandemia de COVOID, y pidió a la comunidad internacional que haga más para prevenirlos y ponerles fin.

“El extremismo violento y la trata de personas en línea tienen un impacto diferenciado que a menudo se pasa por alto en mujeres, hombres y niños, al igual que otras amenazas relacionadas con las TIC, como el ciberacoso, la violencia de pareja íntima y la difusión no consensuada de información e imágenes íntimas”, dijo. citando esto como la razón por la cual se debe priorizar la “participación igual, plena y efectiva” de mujeres y hombres en la toma de decisiones en el ámbito digital.

Defiéndete

Si bien las amenazas de las TIC van en aumento, también lo hacen los esfuerzos para abordarlas.

Durante más de una década, grupos de expertos a nivel gubernamental han estudiado y formulado recomendaciones para abordar los peligros de las TIC existentes y emergentes para la seguridad internacional, incluidas medidas de fomento de la confianza, creación de capacidad y cooperación, mientras que el denominado Grupo de Trabajo de composición abierta ha adoptado “Recomendaciones concretas y orientadas a la acción”, dijo el funcionario de la ONU.

Mientras tanto, las organizaciones regionales también están realizando esfuerzos, desde la implementación de normas voluntarias y no vinculantes para los Estados hasta la adopción de medidas regionales pioneras de fomento de la confianza o la adopción de herramientas regionales para reducir los riesgos de las TIC.

Foto: UIT
ITU
Foto: UIT

La batalla de todos

Si bien la responsabilidad principal de la seguridad internacional recae en los Estados, las TIC son una parte integral de las sociedades, y los participantes también tienen un papel que desempeñar en la seguridad del ciberespacio, atestiguó el Alto Representante.

“Las perspectivas del sector privado, la sociedad civil y el mundo académico aportan una parte única e importante de la solución colectiva a la ciberseguridad que busca la comunidad internacional”.

Programa de desarme

La Sra. Nakamitsu dijo que la ONU «está dispuesta a apoyar a los Estados» y a otros en la promoción de un entorno pacífico de las TIC, y citó el Panel de alto nivel sobre cooperación digital del Secretario General   junto con las posteriores mesas redondas que llevaron a una  Hoja de ruta , que recomienda acciones para cooperación en el espacio digital.

La Agenda para el Desarme del jefe de la ONU aborda tecnologías de nueva generación que plantean desafíos a “las normas legales, humanitarias y éticas existentes; no proliferación; y paz y seguridad ”, agregó.

La agenda pide trabajar con científicos, ingenieros y la industria en la innovación tecnológica con fines pacíficos, y colaborar con los Estados Miembros para «fomentar una cultura de responsabilidad y adherencia a las normas, reglas y principios emergentes sobre comportamiento responsable en el ciberespacio».

El compromiso del Consejo es ‘primordial’

Dado que el espacio digital ha llegado a ser la base de la mayoría de los aspectos de la vida diaria, la escala y la omnipresencia de la “inseguridad” de las TIC es una preocupación importante, dijo el jefe de Desarme.

Instó a ser cauteloso sobre la asignación de responsabilidad por los ataques de las TIC, que podrían tener «consecuencias importantes, incluidas respuestas armadas no deseadas y una escalada»; Estados que adoptan «posturas ofensivas» para usos de tecnología hostiles; y el desarrollo de “capacidades potencialmente desestabilizadoras” por parte de grupos armados y criminales no estatales, “con un alto grado de impunidad”.

“La participación del Consejo de Seguridad en este tema es primordial”, concluyó el funcionario de la AOD.

Fuente e Imagen: https://news.un.org/en/story/2021/06/1094992

Comparte este contenido:

El impacto de la pandemia COVID-19: sus consecuencias educativas y laborales en el largo plazo

AUTOR: Morduchowicz, Alejandro

FECHA:  Jul 2021

Español (46 descargas)

DOI: http://dx.doi.org/10.18235/0003363

El cierre de escuelas, como consecuencia de la pandemia de COVID-19, tiene un impacto en la escolaridad de los estudiantes en México y este tendrá un impacto en sus ingresos en el mediano y largo plazo. Este documento cuantifica el potencial efecto económico y educativo de las decisiones educativas para mitigar cierre de escuelas para en los ciclos escolares 2019-2020 y 2020-2021. La falta de clases presenciales limitará el aprendizaje, en particular de la población más vulnerable. El presente documento presenta resultados que sugieren que hoy más inversión en educación y mejor distribución de estos recursos serán claves para mitigar la presente situación.

Descargar : https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/El-impacto-de-la-pandemia-COVID-19-sus-consecuencias-educativas-y-laborales-en-el-largo-plazo.pdf

Fuente e Imagen: https://publications.iadb.org/es/el-impacto-de-la-pandemia-covid-19-sus-consecuencias-educativas-y-laborales-en-el-largo-plazo

Comparte este contenido:

¿Cuándo abrirán las escuelas?: Piden acelerar la vacunación de los docentes para el retorno a clases presenciales. Perú

América del Sur/Perú/09-07-2021/Autor(a) y Fuente: rpp.pe

La presidenta de IPAE, Elena Conterno, y la vocera del Colectivo Volvamos a Clases Perú, Milagros Sáenz, expresaron la importancia del retorno a las aulas y de priorizar la vacunación de maestros.

El retorno a las clases presenciales luego de un año y medio es necesario para el aprendizaje y desarrollo de los alumnos, sostuvo Elena Conterno, presidenta de IPAE, en conversación con RPP Noticias

Conterno celebró el avance de la campaña de vacunación en el país, sin embargo, consideró que “hay que ver bien la priorización, pensar en los maestros y en el retorno a clases”.

Asimismo, recordó que -de acuerdo a estudios realizados en países como Bélgica o Estados Unidos- la educación remota tiene impactos significativos en los estudiantes.

“El número de alumnos que a los 10 años ya sabe leer está reduciéndose, hay un conjunto de aprendizaje que no se está logrando”, precisó.

Para detener esta situación y retomar las clases presencialesConterno señaló que el primer paso es “que se vacune a todos los maestros a nivel nacional” y que el retorno a las aulas no se haga “de golpe”.

“Podemos empezar 3 veces por semana, por horas o grupos, para que los alumnos puedan empezar con clases semipresenciales que les permita a que las pérdidas no sean mayores”, dijo.

Cabe anotar que al menos la mitad de los maestros ya deben haber recibido al menos la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19, puesto que el promedio de edad es de 50 y 60 años y dicho grupo etario está en el actual cronograma de vacunación.

Conterno celebró, además, que ya se haya dispuesto que los maestros rurales sean vacunados y que ya exista un cronograma de 200 mil docentes en la lista.

Respecto a la infraestructura de las escuelas a nivel nacional, la presidenta de IPAE lamentó que sólo un tercio de las escuelas cuenten con los 3 servicios básicos: luz, agua e internet.

PADRES PIDEN RETORNO A LAS AULAS

De otro lado, la socióloga Milagros Sáenz, vocera del Colectivo ‘Volvamos a Clases Perú’, conformado por padres y madres de colegios públicos y privados, mencionó que están convencidos de que es necesario el regreso a las clases presenciales.

“Nos hemos unido a raíz de esta desesperación y de esta necesidad que vemos en casa. Abogamos por un retorno voluntario, gradual, flexible y seguro, porque a estas alturas estamos convencidos de que nuestros hijos están mejor yendo al colegio de una manera semipresencial”, explicó.

“No puede ser que 3 de cada 10 niños estén siendo afectados, no solo por el encierro prolongado, sino por la falta de vínculos con sus pares, con su compañero y maestros”, añadió en RPP Noticias.

También, calificó de “terrible” los resultados del estudio que señala a los niños, cuyos padres han sido más golpeados por la pandemia, como aquellos que tienen más tendencia de angustia mental, como depresión infantil, ataques de ansiedad, etc.

En ese sentido, invocó a los ministros de Salud y de Educación, Óscar Ugarte y Ricardo Cuenca, respectivamente, para que vacunen a los profesores.

La vocera compartió que ya hay 2400 escuelas rurales que ya están funcionando desde mediados de abril y en estas ha habido “cero contagios”.

“Una excelente noticia, porque nos demuestra que las escuelas son lugares seguros, cuando se toman los protocolos”, acotó Sáenz.

Fuente e Imagen: https://rpp.pe/peru/actualidad/piden-acelerar-la-vacunacion-de-los-docentes-para-el-retorno-a-clases-presenciales-noticia-1345628

Comparte este contenido:

El mantenimiento de las comunidades de aprendizaje durante y más allá del COVID-19

Por: Keith Holmes

El espacio LAB de Ideas de los futuros de la educación está diseñado para destacar visiones académicas y foros sobre temas que se exploran como parte de la iniciativa Los futuros de la educación de la UNESCO. Las ideas expresadas aquí son las de los autores; no son necesariamente las de la UNESCO y no comprometen a la Organización.

Según la UNESCO, 1 580 millones de estudiantes que deberían estar en la escuela o la universidad están ahora en casa, lo que representa más del 91% de todos los educandos matriculados. Un total de 191 países han decretado el cierre de escuelas y universidades en todo su territorio.

Hace apenas unas semanas, habría sido inimaginable oír a tantos gobiernos decir a los estudiantes que no fueran a la escuela o a la universidad y a los trabajadores que no fueran a trabajar a menos que su trabajo fuera esencial. Ahora, su mensaje es “quédense en casa”.

Aunque los países están viviendo la pandemia de COVID-19 de diferentes maneras y en diferentes marcos temporales, hay una sensación cada vez mayor que la humanidad está unida ante esta situación. En general, las medidas de política nacional parecen haber convergido en lugar de divergir, incluyendo a la esfera de la educación.

Estos cierres de escuelas tan generalizados dicen mucho sobre lo que piensan las sociedades respecto a la educación y, en particular, respecto al papel de las escuelas. Conceptos como “ir a la escuela” o “abandonar la escuela”, e incluso “cierre de escuelas” se refieren a a los edificios donde se lleva a cabo la escolarización, y no a las personas que componen la escuela: la comunidad del aprendizaje. En el marco del COVID-19, con el apoyo adecuado, los estudiantes y el personal pueden continuar aprendiendo y enseñando, aunque estén separados físicamente.

La primera reacción instintiva al cierre de escuelas por el COVID-19 generalmente consistió en recurrir a las tecnologías de la educación. Para compensar por el cierre de los edificios escolares, la prioridad fue movilizar “soluciones de aprendizaje a distancia”. Los estudiantes, los docentes y los padres o cuidadores tuvieron que adoptar rápidamente las tecnologías digitales para hacer posible la transferencia del aprendizaje basado en los planes de estudios a los hogares y los espacios virtuales, a fin de reducir al mínimo la interrupción del aprendizaje y la enseñanza. Ya sea a través de programas de radio y televisión de baja tecnología o de aplicaciones móviles de alta tecnología, la visión era la misma: construir entornos de aprendizaje que no dependieran de los edificios escolares.

Sin embargo, si el concepto de “escuela” se hubiera entendido principalmente como referencia a la gente, es decir, la comunidad del aprendizaje formada por los estudiantes, el personal, los padres y otras partes interesadas —y no a los edificios—, las reacciones iniciales y posteriores podrían haber sido diferentes. En lugar de una respuesta material o tecnológica a los cierres, podría haber habido una respuesta más humanista, que diera prioridad a las relaciones humanas y la amplia gama de necesidades de los niños, jóvenes y adultos sometidos al distanciamiento físico. El mantenimiento de la salud y el bienestar socioemocional de los estudiantes, los docentes, los padres y otras personas —especialmente las más vulnerables— podría haber recibido una atención más inmediata que el aprendizaje basado en los planes de estudios. La prioridad del contacto y la comunicación entre escuelas, hogares y comunidades, así como la facilitación de información y asesoramiento, podrían haber servido de base para evaluar necesidades y tomar decisiones sobre los servicios necesarios y las tecnologías, si hay alguna, que hubiera habido que desplegar.

En condiciones de distanciamiento físico, las niñas y los niños, los jóvenes y los adultos no solo se ven privados de sus interacciones sociales y rutinas normales, sino que también se ven obligados a adaptarse a circunstancias nuevas, en una amplia variedad de condiciones y con un apoyo social, emocional o psicológico mínimo. También se interrumpen las actividades extracurriculares y otras actividades sociales. Muchos estudiantes ya no se benefician de las comidas escolares, las instalaciones sanitarias u otros servicios médicos y sociales a los que antes accedían en los edificios escolares. Para los educandos cuyos exámenes se han cancelado o pospuesto, ha desaparecido un hito decisivo en su vida. La ansiedad por los exámenes ha sido sustituida por la ansiedad por el COVID-19, las perspectivas educativas y profesionales y los planes para el futuro. Todos los afectados por esta crisis estamos sintiendo, hasta cierto punto, una sensación de pérdida y posiblemente de duelo.

En estas circunstancias, en las que el distanciamiento físico es una medida preventiva temporal, la idea de la “escuela” como comunidad del aprendizaje puede ayudar a replantear el problema. El “problema” pasa a ser cómo mantener —a corto y medio plazo— las relaciones, el aprendizaje entre compañeros, la actividad intelectual, los servicios y el sentimiento de pertenencia. Es posible que las soluciones requieran más continuidad que cambio, a fin de velar por que la escuela, como comunidad de aprendizaje, se mantenga próspera y empática, inclusiva y activa, utilizando tecnologías apropiadas, entre ellas la radio, la televisión, el teléfono y los servicios postales de la comunidad.

En los casos en los que los sistemas educativos ya han estado invirtiendo en el desarrollo de comunidades de aprendizaje, como las escuelas comunitarias de la ciudad de Nueva York, mediante el fomento de altos niveles de confianza entre las escuelas y las comunidades, compromiso y apoyo familiar, podría ser más factible mantener el aprendizaje durante el COVID-19 y posteriormente que en otras situaciones. Como miembros de las comunidades de aprendizaje, los estudiantes han forjado relaciones mutuamente enriquecedoras y han adquirido competencias y valores como la capacidad de aprender a aprender, la empatía y la solidaridad, que resistirán la prueba del tiempo. Los papeles pueden cambiar, pero los educandos, los docentes, los padres y otras personas con redes sólidas y capital social pueden averiguar juntos cómo mantener las comunidades de aprendizaje, incluyendo los procesos de aprendizaje, prósperos en épocas de crisis. En tales contextos podría haber un riesgo menor de desconexión y “abandono” cuando los edificios escolares vuelvan a abrir sus puertas. Sin embargo, en aquellos casos en los que ya existe una gran distancia social y cultural entre la “escuela” y el “hogar”, es posible que las comunidades de aprendizaje formales sean más débiles y tengan una resiliencia menor. En esas situaciones, será necesario redoblar los esfuerzos para mantener la comunicación y las relaciones, especialmente con los grupos desfavorecidos.

La crisis del COVID-19 es cualitativamente diferente a otras emergencias como conflictos, huracanes, terremotos o incendios forestales. Además, es de una escala sin precedentes. Desviar la atención en los entornos físicos o virtuales y centrarla en las personas y en el desarrollo de competencias sociales y emocionales esenciales, comprendidas la empatía y la solidaridad, podría ser una estrategia de supervivencia para mantener las comunidades de aprendizaje durante y más allá de la crisis del COVID-19. La inversión en las comunidades de aprendizaje podría fortalecer la resiliencia antes de que se produzcan otras crisis y situaciones de emergencia.

Un día, cuando el mundo recuerde el año 2020, tendremos mucho que aprender unos de otros. Las respuestas educativas a la crisis tienen el potencial de cambiar los significados, propósitos y valores de la “escuela” y podrían ayudar a crear futuros más humanistas para la educación y el aprendizaje en todo el mundo.

Keith Holmes trabaja en el Equipo de Investigación y Prospectiva en Educación de la UNESCO. Este artículo fue publicado simultáneamente en el blog de la Red sobre las políticas y la cooperación internacionales en educación y formación (NORRAG), el 27 de abril de 2020.}

Fuente de la información e imagen: https://es.unesco.org

Comparte este contenido:

Opinión | El Ritual Escolar: Utopía, verdad y espiritualidad frente a la pandemia

Por: Andrés García Barrios

2020 y 2021 no son años perdidos, son años salvados. Salvados por y para las escuelas. Más que nunca somos una comunidad en busca de un equilibrio entre lo que deseamos y lo que en realidad podemos y debemos.

¿Bomberazo mundial?

En México llamamos “bomberazo” a las tareas que nos caen de forma inesperada y que hay que atender de manera urgente. Para todo equipo de trabajo, los primeros bomberazos suelen responder a reales imprevistos. Sin embargo, esta forma de resolver problemas tiende a instalarse como modus operandi entre nosotros: fácilmente nos acostumbramos a posponer las cosas importantes hasta que se vuelven urgentes; quizás es porque, dado que los bienes no abundan, preferimos esperar a que la tarea en cuestión demuestre que de verdad es necesaria. Sí, tal vez todo se reduce a una economía de recursos.

El mundo en general ha vivido la pandemia como si de la noche a la mañana nos hubiera caído encima un virus de alto contagio y alta letalidad, al cual la humanidad hubiera tenido que apresurarse a hacer frente. Manguera en mano, sin previo aviso aprendimos a estar en casa las 24 horas, a lavarnos las manos con inusual frecuencia, a usar cubrebocas, a mantenernos alejados de los demás y a realizar nuestras actividades de forma remota (por desgracia muchos tuvieron que aprender también a perder a sus seres queridos, su empleo, su modo de vida).

Sin embargo, la llegada de la pandemia en realidad no era una novedad; se oía hablar de ella desde hacía muchos años, por todo el mundo. Para referirme sólo a la evidencia que he encontrado en mi biblioteca personal, en 2009 el Dr. Octavio Gómez Dantés advertía sobre el tema en un artículo publicado en una revista de gran circulación y prestigio; ese mismo año otra revista universitaria de ciencia titulaba una de sus portadas “La epidemia anunciada”.  Asimismo, el título de un libro de 2015 prácticamente demuestra lo que estoy diciendo: La influenza mexicana y la pandemia que nos viene. En él, seis autores anuncian que se avecina una catástrofe sanitaria mundial como la que estamos viviendo.

Entonces, ¿por qué no se hizo nada para prevenirnos? En ensoñaciones podemos remontarnos unos cuantos años atrás e imaginar reuniones mundiales de líderes para resolver sobre futuras pandemias: congresos tipo la ONU donde se dictarían medidas para reducir el impacto esperado; acuerdos económicos, disposiciones legales, campañas de información, de prevención hospitalaria, de desarrollo de tecnología virtual.

A partir de ese imaginario congreso, las organizaciones internacionales en materia de educación, como la UNESCO, convocarían a los sistemas escolares de todo el mundo a desarrollar contenidos y prácticas de prevención, y a aprovechar el imparable influjo de los medios electrónicos para organizar de forma preventiva, tanto logística como tecnológicamente, el despliegue de la educación remota de emergencia (así nos ha enseñado a llamarle Fernanda Ibáñez en un artículo publicado en este mismo espacio). Entonces se habrían tenido años para ejecutar simulacros de entrenamiento con los estudiantes y docentes, y desarrollar estrategias de enseñanza, prevención de la salud, uso de cubrebocas, sana distancia, etcétera.

Naufragio

¿Por qué entonces no se hizo nada?

Víctor Briones, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, nos lo explica en dos palabras: toda esa preparación “es cara”. Con sólo escuchar esto, se apodera de nosotros una profunda indignación: ¿qué tan cara podía ser para que resultara mejor sacrificar a la población mundial y para ―hablando ya de nuestro campo― obligar a toda la comunidad educativa a volverse experta en enseñanza remota de un momento a otro? La maestra Maya Niro atina al llamar a todo esto un naufragio: “… a partir de ese momento me subí a un barco en medio de una tempestad, donde me dieron un timón diferente al que yo sabía maniobrar”.

Con rabia e impotencia imagina uno a los gobiernos de todo el mundo pasando en silencio la estafeta a sus sucesores… o más que la estafeta, la pistola de una ruleta rusa que llevaba dentro un virus que pondría a toda la humanidad contra las cuerdas.

*

Sin embargo, la rabia merma cuando la respuesta de Briones empieza a dejar ver su realismo. Vuelve la calma. Comprendemos entonces que al decir “cara” el analista está hablando de un “caro” impensable, no sólo en dinero, tiempo y esfuerzo, sino también en riesgo: riesgo para los más grandes intereses económicos y políticos, sí, pero también riesgo emocional y mental para la población mundial ante la noticia. El anuncio de que, quién sabe cuándo, va a ocurrir una catástrofe, puede generar inmensa angustia, para algunos más que el evento mismo. En esas circunstancias, prevenirnos y prepararnos podría ser un desastre: ya se ve venir una ola de grandes desacuerdos, enfrentamientos, conflictos: un posible caos social, a final de cuentas.

Tal vez, a pesar de la supuesta racionalidad humana,  coordinarnos para un evento así sería tan difícil como lograr que las abejas del mundo se organizaran ante la amenaza del cambio climático.

*

Nuevo golpe de timón. ¿Y si los líderes mundiales decidieron entonces dejar que llegara la pandemia y que funcionara un poco como “simulacro” para otras crisis sanitarias que se espera que vengan pronto?

Con sólo pensarlo, vuelven la rabia y el espanto: mil teorías conspiratorias vienen a la mente, crece la desconfianza hacia las autoridades (incluyendo las científicas), y por todas partes bullen propuestas pseudocientíficas, rechazo al sistema médico/hospitalario, a las vacunas… Se habla con gran esperanza de tratamientos alternativos.

Finalmente, sobre este fondo de indignación, resignación y dolorosas dudas, queda la imagen de un grupo de líderes esperando año tras año la aparición del paciente cero para dar la alarma mundial y convocarnos a todos (¡ahora sí!) a apagar el incendio.

¿Somos víctimas?

Si en estas dos décadas se hubiera actuado, si los líderes mundiales hubieran decidido prevenir y preparar a la población frente a una posible pandemia, si hubieran organizado reuniones internacionales y simulacros de educación remota de emergencia, todos en el mundo habríamos acabado haciéndonos la crucial pregunta: ¿por qué es inevitable una pandemia? Entonces habríamos volteado con alarma angustiante hacia rincones del planeta que por el momento prefieren mantenerse ocultos, ahí se concentran millares de industrias que literalmente desgarran los ecosistemas planetarios, pervirtiendo entre otras cosas la convivencia animal e impulsando la proliferación y diversificación de virus.

El Dr. Julio Frenk, exsecretario de salud de México y actual rector de la Universidad de Miami, no se ha cansado de repetir que la pandemia de COVID-19 es un fenómeno que tiene su origen en la actividad humana. En una entrevista con la revista CONECTA del Tec de Monterrey, resume enérgicamente: “Las pandemias no son eventos naturales, son antropogénicas, reflejo de prácticas inhumanas”.

Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, confirma: “No hay un gran misterio sobre la causa de la pandemia de COVID-19 —o de cualquier pandemia moderna—. Las actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan riesgos de pandemia a través de sus impactos en nuestro medio ambiente”.

El problema es más o menos así: mientras más animales con enfermedades contagiosas hay y más se reproducen y conviven, más variantes de virus surgen y más probable es que uno de éstos resulte altamente contagioso y letal para los humanos. Lo mismo pasa cuando se destruye un ecosistema y los animales migran y se concentran en hábitats donde la sana distancia es imposible y el contagio viral aumenta. Históricamente, el asunto se reduce a que mientras la cría de animales se mantenía en pequeños jacales atendidos por unas cuantas personas, las probabilidades de que surgiera una enfermedad mortal eran pocas. Pero cuando hablamos de virus mutando y esparciéndose entre una inmensa piara de cerdos en una granja industrial de “producción” de carne atendida por cientos de personas (como hoy ocurre en tantas partes del mundo), o cuando se trata de miles de murciélagos en una cueva en China, arrinconados ahí por haber perdido sus bosques, entonces es más probable que surja una mutación viral homicida.

*

A lo anterior añadamos una población humana que vive en espacios estrechos dentro de una localidad superpoblada, a la que acuden todo tipo de roedores, aves y primates buscando mejores condiciones de vida; digamos que además esas personas acostumbran comer carne, muchas veces de animales silvestres, y asisten a corridas de toros o peleas de gallos; que frecuentan mercados con animales vivos, cazan o trafican fauna, fabrican abrigos de piel y realizan rituales o practican medicina tradicional con animales; algunas tienen sistemas inmunes débiles por mala nutrición, viven en condiciones de poca higiene, trabajan en labores de limpieza y saneamiento, y no tienen acceso a servicios de salud adecuados; además, para colmo, muchos de ellos (ricos y pobres) viajan por su país o atraviesan fronteras en redes de transporte terrestre  y aéreo supercongestionadas… Cuando estas cosas ocurren, mayor es la creación de virus letales y menor el tiempo en que se expanden por el mundo entero.

Todos estos factores son lo que los epidemiólogos se han dedicado a estudiar desde el siglo pasado, y han llegado a realizar pronósticos bastante confiables.

Y es en todo lo anterior en lo que se basa el Dr. Julio Frenk para asegurar que la pandemia de COVID-19 es de origen humano. En efecto, no somos víctimas. Cuando se alude a la posibilidad de que el virus SARS-CoV-2 haya sido creado en un laboratorio, no podemos sino pensar que es cierto, que los seres humanos hemos convertido a la naturaleza en un inmenso laboratorio donde la creación de virus letales es ya una probabilidad inmensa.

¿Comunidad desecha?

Y a todo esto, ¿qué puede hacer la escuela con tanta y tan cruda información? Cierto que lo primero que dan ganas es dejar hecha la pregunta y salir corriendo. ¿No basta con lo que hemos vivido? Porque en la desafiante y terrible actualidad, la escuela parece estar desbaratada, deshecha. Nos hemos tenido que adaptar a un modelo sin convivencia física, a un encuentro con caras sin cuerpo en aulas virtuales sin aire común; a escuchar voces sin aliento y a verter nuestra presencia en cables electrónicos, resintiendo por todas partes la falta de recursos. Las tres dimensiones del espacio has sido remplazadas por dos, por una, por cero (muchos estudiantes no han podido recibir ningún tipo de clase y sólo esperan a que llegue el día de volver al colegio).

La tensión que generan las clases por Zoom crea un tipo de socialización al cual no estamos acostumbrados; maestras y maestros lamentan tener que comunicarse con sus alumnos a través de una pantalla; niñas y niños han dejado de tocarse y correr juntos, y esa ausencia de tacto, esa falta de simultaneidad física, parece haber restado tridimensionalidad al mundo y provocado una especie de desecación del entorno y hasta una dolorosa costumbre al aislamiento.

En el monitor, lo que conocemos como “grupo” se vuelve un mosaico, un muro. Es casi imposible establecer complicidades y el manejo por parte del maestro se entorpece. “Ahora los docentes ―nos recuerda Paulette Delgado― están lejos de sus estudiantes, lo que puede desatar ansiedad al no saber cómo están e impotencia al no poder ayudarlos”. Las tecnologías aún no están suficientemente avanzadas como para permitir ese caos de voces que da vida al aula presencial cuando todos hablan al mismo tiempo. No hay percepción sensorial completa, y todo se limita a lo visual y auditivo. Solo tenemos una apreciación bidimensional de los otros. En resumen, impera la pérdida de los espacios colectivos y privados que son parte de la socialización escolar.

Utopía

Sin embargo, a pesar de todo esto, somos valientes y nos detenemos a pensar un poco. ¿De verdad la socialización presencial es la única posible? ¿No hay otra que de alguna forma habíamos descuidado? Entonces, una primera respuesta llega a la mente. Tiene que ver con el ritual escolar.

Recordemos, para empezar, la idea del filósofo Emil Wittgenstein de que toda una mitología está contenida en nuestro lenguaje. A mi parecer, eso significa, por ejemplo, que ya el hecho de saber “soy parte de una escuela” (aunque sea en línea o a distancia) me enrola en una comunidad de aprendizaje donde se juegan múltiples papeles sociales y en la que se compromete y ejercita la personalidad entera. En esa comunidad mitológica todos somos a veces héroes, a veces sabios, a veces villanos, y bullimos del orden al desorden atraídos por un objetivo común que da sentido a nuestro encuentro.

Hoy, cuando es difícil ver de frente la realidad y comprender qué podemos hacer con ella, la escuela aún palpita en ese juego de roles, quizás más movilizada que nunca para dar su muy particular respuesta. Ahí, el lenguaje y su mitología se encuentran en un estado de libertad y frescura que permite tramitar la cruda realidad con espontaneidad incomparable.

Cuando al inicio de la pandemia se vio la posibilidad de no volver a la escuela ni siquiera de forma virtual y de abandonar todo hasta nuevo aviso, todos los miembros de esta comunidad clamaron con valor de héroes que querían continuar e hicieron lo necesario para conseguirlo. Descubrieron entonces una nueva y poderosa forma de socialización: confirmaron como nunca que pertenecen a ese mundo convulsionado, no como víctimas sino como seres de los que el planeta necesita y espera algo. Están activos, participan, resisten, reaccionan indignados y conmovidos como héroes de una mitología compartida que avanzan hacia un diálogo conjunto y profundo.

Un diálogo no sólo entre ellos y con el resto de la humanidad, sino con la naturaleza, a la cual creíamos haber impuesto nuestro discurso y que ha reaccionado. La naturaleza, que nos hizo inteligentes y ante la cual nos hemos pasado de listos. Hoy los chavos se debaten interiormente contra la perdurable creencia de que somos dueños de todo entorno y empiezan a asumirse como seres biológicos sensibles e inmersos en una existencialidad dolorosa pero empática y en busca de sentido. Están juntos; aprendiendo y temblando juntos. Y evitando el triunfalismo, mantienen la utopía, cumpliendo aquello que enseña el escritor Eduardo Galeano de que ésta no es algo que se alcanza sino algo que está ahí para orientarnos en el avance.

Hoy los jóvenes se ven, se tocan al menos imaginariamente, sintiendo que existe algo común. Sueñan con hazañas en las que se arriesgan, peligran e incluso mueren y resucitan varias veces. Toda su mitología interior bulle. De muchas maneras intuyen que eso que está pasando afuera también ocurre dentro de ellos, y finalmente toman la verdad de su tiempo en las manos, porque por triste que resulte, sigue siendo su verdad.

Verdad

En la escuela, el llamado a la verdad pone a conversar todas nuestras ideas, supersticiones y creencias en una sola dirección, atrayéndolas hacia un sitio en el que caben todas, incluyendo las conspiratorias y las pseudocientíficas. Ya en ese sitio, al que llamamos “diálogo”, los docentes pueden conducirlas poco a poco hasta empezar a entrever una verdad común.

Así es como los estudiantes han ido tomando conciencia de que es prácticamente seguro que vuelva a ocurrir algo como lo que estamos viviendo (el magnate Bill Gates, con toda la información a la que tiene acceso, ha declarado que una nueva pandemia puede tardar entre 3 y 20 años). Hoy, apurados por impulsar cambios que reduzcan entre otras cosas el riesgo de pandemias, los estudiantes se informan y dialogan sobre cómo convencer a los gobiernos a invertir recursos en prevención de enfermedades, aunque no se sepa si éstas van a llegar ni cuándo (finalmente, dejarlas venir puede resultar muchísimo más caro que prevenirlas); indagan y discuten sobre cómo fortalecer el sistema global de salud y nuestra higiene básica; sobre cómo crear e impulsar formas de producción que no impliquen sobrepoblación de espacios ni acaparamiento de recursos en manos de unos cuantos; cómo evitar que el aumento de bienestar familiar siga siendo sinónimo de sobre-consumo de carne (tal como ocurre en todo el mundo), y cómo disminuir paralelamente la ganadería industrial, que además de cruel exige grandes deforestaciones (como las recientes del Amazonas) y provoca una emisión catastrófica de gases de efecto invernadero.

2020 y 2021 no son años perdidos, son años salvados; salvados por y para las escuelas. Más que nunca somos una comunidad (mundial, por si fuera poco) en busca de un equilibrio entre lo que deseamos y lo que en realidad podemos y debemos, comprendiendo ―como nos explica el filósofo español Fernando Savater― que el destino de los demás es el nuestro propio.

Razón y espiritualidad

En la escuela, la Verdad más que una conclusión es un llamado; a ella nos convoca el timbre escolar.

Pero ¿cómo será esa verdad? Sólo por curiosidad nos hacemos esta pregunta, pues sabemos lo difícil que será responder. Pero queremos al menos imaginar un poco, juntos, el tipo de verdad que podemos concebir desde esta actualidad amenazada pero esperanzada que hemos descrito.

El primer indicio de respuesta lo encontramos en la presencia cada vez más visible de las llamadas “ciencias falsas” o pseudociencias. Es un hecho que, con la pandemia, esa presencia evidenció sus dimensiones globales, explotando en una especie de boom que muchos científicos empiezan a temer seriamente. Todos hemos visto brotar teorías astrológicas o conspiratorias sobre el origen del SARS-CoV-2 y tratamientos al COVID-19 que según la ciencia no han sido estudiados con suficiente rigor o son de plano supercherías.

Mi opinión que es que, por descabelladas que resulten, estas posturas llegan para ocupar un espacio que la razón, y sobre todo el pensamiento científico, tienden a abandonar: me refiero a ese delicado terreno en que la objetividad y algo que podemos llamar “espiritualidad”, se dan la mano.

Mucha gente de ciencia afirma que sus certezas son la única forma de conocimiento confiable. Argumentan que, al haber sido comprobadas, sólo en ellas debemos basarnos si queremos tomar buenas decisiones (esto incluye las ciencias no exactas, como la psicología y la pedagogía).  ¿Cómo no escucharlos si, con metódico idealismo, aseguran que existe una verdad última no sólo asequible sino comprobable? El prestigioso divulgador Brian Greene, por ejemplo, afirma que es posible que la llamada Teoría de Cuerdas pronto resuelva el principal enigma del universo. Cierto que afirmar que se es capaz de alcanzar la Verdad parece una postura engreída, de sabelotodos, pero hay que reconocer que en un mundo donde la mayoría nos sentimos portadores de la verdad, parecen humildes quienes se limitan a lo que pueden comprobar.

Claro que tampoco deja de ser cierto que ―como dice con fina ironía el escritor G. K. Chesterton― algunos de esos científicos se muestran “muy orgullosos de su humildad”. Muchos de ellos, y sus partidarios, en ocasiones se extralimitan y afirman que, aparte del suyo, no existe ningún otro conocimiento verdadero. Daniel C. Dennet, famoso filósofo racionalista, afirma que “nada que queramos abordar puede situarse más allá de los límites de la ciencia”. Dios, la espiritualidad y esas cosas, deben ser abordados como fenómenos culturales que pueden explicarse con estudios científicos sobre la evolución y el cerebro (Dennet es conocido mundialmente como uno de los Cuatro Jinetes del Nuevo Ateísmo).

Es el antiguo problema filosófico ―uno de los primeros― entre dos tendencias: la de “obligar a la vida, a la vida toda, (a seguir) el destino del conocimiento”, como señala la filósofa María Zambrano, y la de aceptar que existe algo más allá de la razón a lo que tenemos acceso por otros medios: a la razón, a lo razonable ―nos explica Erich Fromm―, le compete admitir sus limitaciones y saber que “nunca captaremos el secreto del hombre y del universo, pero que podemos conocerlos, sin embargo”, de otras formas.

Sorprende saber que algunas de las más importantes teorías que niegan que se pueda alcanzar una total certidumbre vienen de la ciencia misma. Sin necesidad de creer en “un más allá”, expertos como Niels Bohr (ese cuyo modelo atómico estudiábamos en la secundaria) han demostrado que el más acá tampoco es tan “cierto” como se creía. Eugene Wigner, Premio Nobel de Física, de plano afirma que no es posible explicarnos la realidad sin referirnos a una conciencia cósmica infinita.

Lo anterior nos pone de frente a la pregunta sobre la manera en que el ámbito educativo debe abordar el asunto de la verdad científica y de su no siempre humilde oposición a lo llamado “espiritual”. Para resumir, opino que la verdad escolar, conservando su inclinación científica, debe volver a formas de conocimiento como las que Fromm describe (en uno de sus libros más famosos se refiere específicamente al conocimiento a través del Amor). Y es que si los partidarios de la ciencia no abordamos con actitud razonable ―para empezar en la escuela misma― el ámbito donde se enlazan lo explicable y lo inexplicable, estaremos dando cabida a que todo tipo de ideas inconsistentes se apoderen de ese territorio. Sí, mientras el conocimiento racional siga pretendiendo que tiene la última palabra sin admitir sus límites ni honrar con verdadera humildad el sitio que le corresponde a lo espiritual; si la razón se niega a tender la mano “más allá” de sí misma, vislumbrando una especie de continuidad entre razón y misterio, estará dejando ese rincón vacante y prácticamente alentando a que lo ocupen posturas oportunistas, algunas de ellas quizás sólo ingenuas al querer resguardar con supersticiones el delicado vínculo.

En la discusión entre ciencia y creencia (mejor deberíamos decir “pleito abierto”), la escuela se ha mantenido al margen, respetando sin duda el criterio científico, pero presentándose al mismo tiempo como neutral en lo que compete al otro frente. Sin embargo, confiemos en que sus aulas se conviertan cada vez más en el sitio de la reconciliación, elevando su búsqueda de la verdad a otras realidades en las que, estando bien plantados en la tierra, podamos florecer.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/

Comparte este contenido:

Enrique Escandon: «Estar tan pendientes de ese suspenso, de los repasos… crea un mal ambiente en casa que no aporta nada positivo»

Por: Laura Peraita

Según Enrique Escandon, director de Alameda International School, para un alumno sin dificultades académicas, «hacer deberes en vacaciones es como un castigo porque pensará que si ha hecho lo que tiene que hacer durante el curso, ¿por qué tengo que seguir haciendo tareas?»

Enrique Escandón, experto en Educación y director de Alameda International School, asegura que el año escolar que acaba de finalizar ha sido muy intenso y complejo debido fundamentalmente al peso de la mochila emocional de los alumnos después de los meses de confinamiento.

¿Han logrado concluir el curso reforzados por su flexibilidad y capacidad de hacer frente a la adversidad o, por el contrario, han tenido mayor desconexión de sus obligaciones educativas?

En general nos tenemos que quitar el sombrero con los alumnos. Sin duda, han salido reforzados. Emocionalmente hemos tenido altibajos porque nos hemos enfrentado a algo desconocido y hemos tenido que improvisar, y en educación a veces se nos da regular esta cuestión porque trabajamos bajo la planificación. Hay que recordar que el pasado septiembre nos cambiaron las reglas del juego para impartir las clases y en espacios diferentes, con profesores nuevos para cubrir los diferentes grupos… Hemos aprendido sobre la marcha y esa parte emocional nos ha costado más asumirla. Pero los alumnos han demostrado que tienen una valentía y fuerza enorme porque se han adaptado fenomenal a estos cambios y peticiones. No podemos decir que educativamente haya sido el mejor de los años, pero lo que hemos conseguido como sociedad, sí.

Han llegado las notas finales, ¿quién sufre más cuando hay un suspenso: los alumnos o los padres?

¡Cuantas veces he escuchado de un padre: «Es que me han suspendido!». Pero, no, quien suspende es el hijo. Extrapolamos como padres lo que les sucede a nuestros pequeños por ese vínculo emocional que nos puede. Tenemos que conseguir que sean ellos los que estudien, aprueben, suspendan. Y, por otro lado, debemos tener claro que el suspenso es simplemente un momento puntual que hay que aprovechar para decirles que hay que esforzarse más y analizar cómo hacerlo. No hay que magnificar un suspenso porque es una oportunidad de mejorar y aprender más. Hay alumnos que necesitan a veces ese parón para darse cuenta de que tienen que ponerle remedio. Pero el estudiante, no los padres, que suelen tener gran sensación de angustia, generan mayor tensión en casa y, al final, consiguen empeorar la situación.

¿Qué les dirías a esos padres que piensan que son ellos quienes han suspendido?

Sobre todo que relativicen, salvo que su hijo sea un alumno de Bachillerato o EVAU. Hay que valorar qué hemos hecho para que tengan esa calificación y qué se puede hacer para mejorar. A veces es cuestión de tiempos en el estudio; otras, de atención, de que los hijos son adolescentes con muchos cambios hormonales, corporarles y su concentración se dispersa muchísimo o su capacidad de dormir. Hay que entenderles y saber cómo motivarles.

Por cultura, en España nos focalizamos mucho en el error, en lo que hacen mal, mientras que en otras se potencian los aciertos, de manera que se fortalece la autoestima, la confianza. Por ello, relativicemos esa parcela en la que no van a brillar en su vida.

Desafortunadamente no hay un manual que nos diga cómo educar a un hijo. Debemos analizar su grupo de amigos, su personalidad, cómo es su centro educativo… Hay muchos aspectos. A los padres, un suspenso en verano nos sienta mal porque implica que hay que estudiar en vacaciones, lo que es complejo, pero hay que establecer prioridades.

¿Qué posibilidades tienen los padres de que su hijo adquiera durante el verano mayor interés por ciertas asignaturas y por el colegio cuando no es un buen estudiante?

Invitándoles a realizar todas esas actividades que les gustan y que no pueden hacer durante el año, como puede ser robótica. Hay que potenciar esa parte que les motiva para que el verano sea interesante para ellos y en el colegio desarrollen ciertas inquietudes y dirijan mejor su futuro.

¿Por qué hay tanto dilema cada año en si deben o no hacer deberes en verano?

Porque hay quienes pensamos que cuando vamos de vacaciones no nos gusta llevarnos trabajo para poder disfrutar de la familia, hacer cosas que no se puede durante el año… Tenemos 10 meses para trabajar mucho en clase y, en el mejor de los casos, los alumnos disponen de dos meses para descansar, de los cuales solo uno es para estar con sus padres. Ese mes debe ser para la familia, para estar juntos de viaje, ir al pueblo, tener tiempo de disfrute… porque ese tiempo de aprendizaje también es muy importante. Sin embargo, si estamos muy pendientes de esa mala nota, de ese repaso de matemáticas, se crea un ambiente en casa que no nos va a ayudar nada positivo.

Otro tema es qué hacemos con el otro mes. Si los resultados han sido buenos, los estudiantes pueden hacer mil actividades, desde campamentos a talleres donde se lo van a pasar bien. Lo que no podemos es tener a un niño o adolescente en casa y pretender que esté motivado con deberes. Es muy difícil. ¿Qué sentido educativo tiene acabar el curso, hacer el libro de deberes y entregarlo en septiembre, si tras hacerlo hay un mes en el que van a desconectar totalmente? Cuando llegue septiembre no se van a acordar de nada. Es una forma de cumplir con el expediente que pide el colegio, pero pedagógicamente, ¿ha mejorado tu hijo?, ¿ha afianzado conceptos en un mes de julio al que ha llegado cansado? Hay que medir muy bien esta herramienta pedagógica que está muy bien, pero quizá debería emplearse para realizarse en los últimos 15 días antes de empezar el colegio para que el alumno esté más cerca del inicio de curso. Quizá nos deberíamos centrar más en cómo cambiar las clases durante el curso que en cómo lograr que sigan conectados en el verano.

En un alumno sin dificultades hacer deberes en vacaciones lo veo más como un castigo porque pensará que «si he hecho lo que tengo que hacer durante el curso, ¿porqué tengo que seguir con tareas en el verano? Si se estandariza esta herramienta pierde su sentido.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-dialogos-familia-estar-pendientes-suspenso-repasos-crea-ambiente-casa-no-aporta-nada-positivo-202106290104_noticia.html

Comparte este contenido:

México: Pandemia dispara pubertad precoz; crecimiento también se ve afectado

América del Norte/México/04-07-2021/Autor: LAURA TORIBIO/Fuente: www.excelsior.com.mx

El sobrepeso, el estrés y los cambios hormonales por componentes emocionales están entre las causas.

La falta de ejercicio y sobrepeso entre las niñas contribuyen a adelantar el primer periodo menstrual.

CIUDAD DE MÉXICO.

El sobrepeso y el estrés, originados por la pandemia de covid-19, son factores que han acelerado el inicio de la pubertad en las niñas en México.

De acuerdo con Carlos Antillón, endocrinólogo pediatra, cada vez se ve a más niñas de entre siete y ocho años de edad teniendo su primer periodo menstrual.

En conferencia de prensa, el especialista explicó que la pubertad precoz  siempre ha existido. Sin embargo,  con la pandemia se ha exacerbado.

“El proceso de pubertad tiene componentes multifactoriales, muchos temas influyen en la pubertad, por ejemplo, si hay sobrepeso u  obesidad, se acelera; tiene también un componente emocional, hay hormonas que se liberan  y, si tenemos una niña que dejó el ejercicio, subió más de peso, está  estresada —pues los niños no están  felices de estar encerrados—, eso va a influir”, indicó.

“Hasta 2019 yo podía ver en promedio una niña con pubertad precoz cada cuatro, seis, semanas; ocho, diez al año, hoy, cuatro a la semana”, ejemplificó.

De manera paralela, advirtió que el confinamiento ha contribuido a frenar el crecimiento infantil por factores como el estrés, el cambio de hábitos de sueño y alimentación.

Detalló que en el país entre 7% y 10% de los niños presentan problemas crecimiento y el problema también se ha agudizado en el último año.

Esto, debido al hecho, por ejemplo, de que, al no dormir en horarios adecuados, los niños no segregan la hormona del crecimiento.

“Mientras más horas pase el niño dedicado a los videojuegos u otros dispositivos electrónicos y se desvele en forma habitual, menos centímetros va a crecer, ya que el 70% de la hormona del crecimiento se libera entre las 10 de la noche y las seis de la mañana, siempre y cuando los niños estén en sueño profundo”, indicó el especialista.

Fuente e Imagen: https://www.excelsior.com.mx/nacional/pandemia-dispara-pubertad-precoz-crecimiento-tambien-se-ve-afectado/1457710

Comparte este contenido:
Page 40 of 246
1 38 39 40 41 42 246