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“Las redes alteran el sentido de valoración e identidad en los niños”.

Por: Jorge Salazar García

En la entrevista que el ex empleado deGoogle, TRISTAN HARRIS diera a Jeff Orlowski, director del documental “El dilema de las redes sociales”, informó que en la Universidad de Stanford hay laboratorios donde desarrollan tecnologías de persuasión; ahí enseñan técnicas para modificar el comportamiento humano invadiendo el tronco cerebral del usuario, plantarle un hábito inconsciente y programarlo sin que se de cuenta. Revela que cuando estaba en Gmail nadie hacia nada para reducir esa adictividad inducida. Eso le condujo a elaborar una presentación en la que además de alertar a la gente sobre los impactos negativos que el uso irracional de las redes ocasionan dio origen a un movimiento cuyo propósito es evidenciar cómo Google y Facebook, con técnicas de crecimiento acelerado, logran retener su atención. Es como un experimento carcelario: atrapan personas en la matrix y, aprovechando sus debilidades psicológicas hackean su mente para ganar grandes cantidades de dinero. Por cierto, el tío Sam utiliza la tecnología digital en sus golpes blandos y guerras híbridas en contra de los países que no se someten a sus dictados. Empleando las redes sociales magnifica la inconformidad, altera la realidad y crea estados de pánico para derrocar gobiernos legalmente constituidos, tal como lo están intentando con CUBA en estos momentos con la campaña “#SOSCuba”.

“Necesitamos un chupete digital para no sentirnos solos ni temerosos”

Tristan agrega que, operando algoritmos sofisticados, logran alterar el sentido de valoración e identidad de los niños, quienes, al demandar “likes”, esperan ser aceptados socialmente cada cinco minutos. A pesar de que ningún padre quiere que sus hijos crezcan manipulados comparándose con estándares irreales de belleza, las redes los manipula ofreciéndoles un “CHUPETE DIGITAL” cada vez que la soledad, el temor, la tristeza y frustración les invade. Recomienda que, aunque estemos en desventaja frente a esta tecnología, NO debemos darnos por vencidos. Hacerlo, significaría más adicción, polarización, apología de la ignorancia y nihilismo existencial. Imaginen, propone, un mundo en el que ninguno cree en la verdad ni en nadie: sería un jaque mate a la humanidad. Culpa al MODELO actual de NEGOCIOS, pues su corrosiva codicia determina el uso negativo de la tecnología digital.

GUILLAUME CHASLOT: Este ex ingeniero diseñó un algoritmo extremadamente eficiente para aumentar la polarización social dando abrumadoramente “recomendaciones”.

CYNTHIA M. WOKG, (Investigadora de internet y observadora de los Derechos Humanos) afirma que Facebook ENTREGÓ AL EJÉRCITO la tecnología para manipular la opinión pública. Con ella lograron incitar la violencia en contra de los musulmanes, incluyendo asesinatos masivos, incendios de aldeas, violaciones y otros crímenes de lesa humanidad que han obligado a 700 mil a abandonar su país. Desde el centro de mando en Silicon Valley, controlan la información, tal como lo aceptó el director de la Liga Anti difamación judía y ex asesor de Obama, Jonathan Greenblatt, al expresar: “nosotros le decimos a YouTube, Facebook y Twitter a quienes deben censurar”.

¿Cómo logran hacernos adictos?

Utilizando estrategias invasivas de persuasión en las redes se puede generar confusión, ansiedad, estrés, miedo, frustración, narcisismo y adicción. Se inyecta a la gente fuertes dosis de teorías de SUPERACIÓN e individualismo extremos. Mediante programas de RECOMPENSAS INMEDIATAS (likes) se estimula la producción de DOPAMINA (neurotransmisor relacionado con el placer, el bienestar) para trocar las emociones negativas por sensaciones de satisfacción y felicidad. La trampa, como en la drogadicción, es que para generar el mismo placer inicialmente obtenido, conforme pasa el tiempo, debe incrementarse la dósis, lo cual profundiza la dependencia y los estados emocionales que se pretenden evitar.

Tecnopatologías generadas por la red.

Especialistas e investigadores (psicólogos, neurólogos, pedagogos, etc.) han atribuido los siguientes trastornos a la adicción digital.

Nomofobia: pánico a quedarse sin celular o ser apartado de él.

Ciberadicción: necesidad imperiosa de estar conectado a la red. Aún sin ser adicto, como afirmara John Horgan del Wall Street Journal, “el Internet esta convirtiendo a nuestros hijos en cabezas de chorlito, acelerados e incapaces de meditaciones profundas”.

Síndrome de la llamada imaginaria: constante sensación de haberse perdido una llamada o mensaje.

Cibermareo: desequilibrio físico por mantener una postura anormal frente a la pantalla.

Depresión del Facebook: pérdida de interés por las actividades y responsabilidades cotidianas.

Cibercondria: preocupación excesiva de padecer enfermedades conocidas en la red.

Efecto Google: rapidez con la que el cerebro olvida nombres, datos, textos, debido a su disponibilidad inmediata en internet. ¿Para qué gastar memoria si todo esta ahí cuando se necesita?

El síndrome F.O.M.O. (fear of missing out): miedo a perderse algo.

Apnea de WhatsApp: revisión compulsiva del celular para ver si alguien se ha puesto en contacto.

¿Cómo evitar ser atrapados por la red?

Lo primero es reconocer el hecho de que permanecer conectados podría causarnos la pérdida de control de nuestras vidas. Lo segundo es convencernos de que la información es filtrada a conveniencia de quienes pagan por ello, cambiando la manera en que interpretamos el mundo y; por último, intentar usar racionalmente las redes sociales.

Acciones concretas para curar o evitar la adicción.

a)Deshabilitar las notificaciones no útiles.

b)No usar redes sociales hasta los 16 años.

c) Rechazar recomendaciones para ver videos o contenidos de fuentes desconocidas.

d) Seguir a personas con opinión opuesta a la nuestra. De ese modo rompemos “tendencias”, se amplían la visión y la tolerancia; aprendiendo, incluso, de quienes no nos agradan.

e) Desconectarse una hora antes de ir al dormitorio dejando fuera de este el celular, tableta y ordenador.

f) Reflexionar antes de cliquear likes.

Los padres de la generación “Alfa” (2010-2025), de niños que crecieron con el celular o la tableta en las manos, deben saber que el aumento de la depresión, ansiedad y SUICIDIOS de menores está relacionado con el uso de la tecnología digital. El psicólogo social Jonathan Haidt dice, con base en datos oficiales de los Estados Unidos, que la segunda causa de muerte en esas edades es el SUICIDIO después de los accidentes. En mujeres de 15 a 19 años se duplicaron entre 2007 y 2015 y entre los niños creció 30% en el mismo periodo. Tal tragedia NO es el resultado sólo del uso irresponsable de las redes sociales, sino de la forma irresponsable en la que las redes tratan a sus usuarios.

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com

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“Pagar la deuda es contaminación, dependencia y superexplotación”

Con un foro sobre “Energía y modelo productivo” concluyeron las instancias de denuncias del Juicio Popular a la deuda y al FMI convocado por la Autoconvocatoria por la suspensión del pago e investigación de la deuda. En las próximas semanas se escucharán los alegatos de las fiscalías. A continuación transcribimos la intervención en esa jornada, fruto del trabajo colectivo,del Observatorio Petrolero Sur (OPSur) y en el Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (EJES).

Sostenemos que es necesario investigar si la deuda -y en todo caso qué parte- es legítima y legal o, por el contrario, es fraudulenta y odiosa. Y, sabiendo que hay múltiples motivos para pensar que puede ser declarada fraudulenta, queremos focalizarnos en tres aspectos del modelo energético, más precisamente hidrocarburífero, que se vinculan con la deuda externa.

El primero de estos aspectos es el vínculo entre bienes comunes y deuda. Desde los organismos internacionales se asume como garantía del pago de deuda la explotación de los recursos naturales o bienes naturales. Los distintos gobiernos asumen también una definición similar. Por lo tanto, una vez contraída la deuda, las políticas públicas presionan para la expansión de los procesos de extracción, nocivos para el ambiente y las poblaciones, como una forma de “honrar las deudas”. Esa presión se constata en distintas regiones del país focalizadas en el agronegocio con sus nuevas transgenias y megafactorias, en la megaminería y en los hidrocarburos, entre otras.

Entonces, la propuesta de “desarrollo” escondida detrás de los acuerdos de deuda podría resumirse en obtener dólares a cambio de la degradación a niveles preocupantes del espacio y el ambiente, que no puede ser escindido de quienes viven allí. La deuda es una condena a quedar atrapados/as en esa lógica.

Al respecto nos parece elocuente una nota al pie de la primera revisión periódica del FMI en torno al acuerdo arribado con Macri. En octubre de 2018, el organismo al analizar la política fiscal señalaba los malos resultados pero indicaba que se iban a compensar con “un repunte de las exportaciones agrícolas después de  la sequía, y un esperado aumento de las exportaciones de energía a medida que la producción en la cuenca de Vaca Muerta se recupere”[1]. Exportación del campo y de energía como mecanismos para cumplir las metas fiscales y poder garantizar el pago de la deuda.

Para ilustrar la perspectiva gubernamental podemos tomar el plan energético que se publicó en 2018 durante la gestión de Javier Iguacel a cargo del área. Allí se estimaba que en 2027 los ingresos por exportaciones de hidrocarburos superarían a los ingresos de exportación agropecuaria[2].

Más cuidadosamente la gestión actual también cree que con la explotación fundamentalmente de Vaca Muerta se van a minimizar, o incluso superar, los problemas de la restricción externa y, en el mejor de los casos, se podría en unos años hacer frente a los compromisos de deuda[3]. Lo que nos lleva al segundo punto que queríamos señalar en torno a la perniciosa relación entre deuda y sector energético: la fuga de divisas.

Uno de los objetivos de la explotación de Vaca Muerta mediante fracking es la obtención del gas que Argentina consume y, por lo tanto, evitar la importación, es decir la salida de dólares. Pero hay un punto que habitualmente es omitido y agrava el panorama: las divisas no sólo se van cuando se compra energía, también lo hacen cuando las empresas del sector extranjerizan sus excedentes o pagan deuda.

La deuda pública contraída por el macrismo sabemos permitió la fuga de divisas en cantidades similares a las que ingresaron. En ese proceso uno de los sectores que mayor injerencia tuvo fue el energético. La lógica de la inversión del sector que es festejada y promovida por las distintas gestiones implica como contracara un endeudamiento a corto plazo, muchas veces con préstamos intrafirmas. Es decir, lo que se festeja como inversiones salen rápidamente del país engordado por los intereses. Si fuéramos mal pensados/as podríamos suponer que en esas operatorias hay toda una serie de maniobras espurias, sino fraudulentas, como las que se constataron con el vaciamiento de Vicentin, que se ponen en práctica.

El nivel de fuga del sector energético en los últimos años fue notable. En la lista de las 100 empresas que más fugaron publicada por El Cohete a la Luna, aparecen 27 energéticas que, en conjunto, fugaron casi 6.000 millones de dólares. De esas 27 empresas, 15 tienen una participación central en Vaca Muerta y fugaron casi 4.000 millones de dólares. Lo que creemos pone en duda que la apuesta por los hidrocarburos no convencionales sea tan redituable como se suele esgrimir[4].

Pero ¿qué tiene que ver la deuda privada con la deuda externa? La deuda privada, la remisión de utilidades al exterior u otros mecanismos de fuga de dólares presiona sobre la reservas del Banco Central y, por lo tanto, sobre el tipo de cambio. Esas presiones sobre la cantidad de dólares del Banco Central promueve procesos de devaluación. Las devaluaciones encarecen cada dólar y por tanto devolver los préstamos privados que fueron presentados como inversión implica cada vez más pesos. De esta manera se vuelve cada vez más costoso poder devolver ese dólar privado. Pero la devaluación no sólo encarece el pago de las deudas privadas sino también el pago de las deudas públicas. Es decir, que los endeudamientos millonarios de las petroleras redundan en mayores dificultades para afrontar la deuda pública en dólares.

Finalmente, en esta articulación entre deuda y explotación energética, nos parece relevante señalar la situación de las provincias cuyas economías dependen de los hidrocarburos. Justamente porque poseen esos recursos, esos distritos pueden endeudarse abultadamente en dólares. Ante devaluaciones o ante las cada vez más recurrentes caídas del precio internacional del barril, esas abultadas deudas complican fuertemente sus economías[5]. Por esas crisis de dependencia el gobierno nacional debe auxiliar a esas provincias.

Esas ayudas tienen dos destinatarios. Directamente las arcas provinciales o mediante subsidios a las empresas, de manera tal de reactivar las economías. Pero con estos subsidios las compañías garantizan que van a devolver los préstamos que necesitan para invertir y pueden acceder a nuevos créditos que seguirán expandiendo la espiral de la deuda privada que impacta sobre el tipo de cambio y, por tanto, también sobre todas las deudas públicas en dólares.

Entonces, ante este Tribunal, queremos denunciar que los organismos internacionales y los fondos de inversión, así como el estado nacional y los estados provinciales saben que la toma de deuda como se hizo implicaba la profundización de una matriz productiva dependiente, extractivista y contaminante. Y que incluso, como señala el FMI en su nota al pie, sabía que esa explotación de recursos naturales era la garantía del pago. Lo cierto es que ese esquema aunque profundizó la destrucción de la naturaleza, no puede pagar la deuda. Por lo tanto, más allá de cómo se contrajo y para que se usó la deuda hay una imposibilidad real del pago. Y a su vez, el pago implica continuar con este modelo de financiación para pagar deuda infinita que condena a la contaminación, la dependencia y la superexplotación. Creemos que debemos cortar esa rueda siniestra y el no pago de la deuda con motivos fundados brinda posibilidades para eso.

Como sanción que se declare fraudulenta y que se defina el desconocimiento de la deuda contraída.

Que se reconozca y señale públicamente a quienes fueron participes desde las instancias gubernamentales del endeudamiento.

Que se reconozca y señale públicamente a las empresas y capitales que fugaron las divisas que habían entrado al país como deuda pública.

Que las empresas energéticas devuelvan los dólares que se llevaron, que se imposibilite la remisión de la riqueza generada en Argentina a otros países.

[1]   IMF (2018, October). First review under the stand-by arrangement. Country Report No. 18/297. International Monetary Fund. Pag. 9 Recuperado de: https://www.imf.org/~/media/Files/Publications/CR/2018/cr18297-ArgentinaBundle.ashx

[2] SGE (2018). Plan Energético Argentino: Lineamientos. Secretaría de Planeamiento Estratégico. Secretaría de Gobierno de Energía de la Nación. Recuperado en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/energy_plan_-_oil_gas_guidelines_-_november_12_2018-min_0.pdf

[3] Telam (01/06/2020). “Kulfas afirma que Vaca Muerta mantiene el mismo potencial y retoma la idea de la Ley de Hidrocarburos”. Recuperado de: https://www.telam.com.ar/notas/202006/470976-kulfas-afirma-que-vaca-muerta-mantiene-el-mismo-potencial-y-retoma-la-idea-de-ley-de-hidrocarburos.html

[4] Kofman, Marco (14/06/2020). “La Vaca Desatada”. Recuperado en: https://www.elcohetealaluna.com/la-vaca-desatada/ Más precisiones al respecto en García Zanotti, Gustavo (2020). “Vaca Muerta y el desarrollo argentino” Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (EJES). Recuperado de: https://ejes.org.ar/economistas/vaca-muerta-espanol.pdf

[5] Va con Firma (28/10/2020). “La provincia quedó a 30 días del default”. Recuperado en: https://vaconfirma.com.ar/?articulos/id_12293/la-provincia-quedo-a-30-dias-del-span-classfindeddefaultspan

Fuente e imagen: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/11/10/pagar-la-deuda-es-contaminacion-dependencia-y-superexplotacion/

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OCDE: Las desigualdades entre los mayores crecerán en los próximos años

Por: Ángel Calvo

Las desigualdades entre las personas mayores crecerán en el futuro, con mayores riesgos de pobreza a edades avanzadas debido al rápido envejecimiento de la población y a factores como los recorridos profesionales «irregulares» de las nuevas generaciones.

Esta es una de las principales conclusiones del informe publicado hoy por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que señala que los nacidos a partir de los años 1960 ya no experimentarán un aumento de sus ingresos medios respecto a anteriores generaciones, como ocurría en la mayoría de países en las últimas décadas.

Si bien se espera que la esperanza de vida siga subiendo, su vida laboral ya está marcada por una mayor inestabilidad, lo que significa periodos de desempleo y de condiciones contractuales más precarias, lo que repercutirá negativamente en las pensiones, en particular de las personas con menor nivel educativo.

Además, el sistema de pensiones va a estar sometido a una presión superior por la aceleración del envejecimiento, ilustrada por la llamada tasa de dependencia.

En 1980 había 20,5 personas de media en la OCDE mayores de 65 años por cada 100 en plena edad laboral (de 20 a 64 años), una proporción que subió a 28 en 2015 y que debería elevarse a 53,2 en 2050.

Japón, que ya es ahora el país con mayor tasa de dependencia, con un 47 %, seguido por Italia (37,9 %), Grecia (36,1 %) y Finlandia (36,1 %), lo seguirá siendo a mediados de siglo, con un 77,4 %.

En segunda posición se situará España con un 75,5 %, y luego vendrán Italia (73,9 %), Portugal (72 %), Corea del Sur (71,8 %) y Grecia (71,6 %).

Detrás de eso está, junto a la caída de la tasa de fecundidad, el aumento de la esperanza de vida, que no es lineal para toda la población sino que depende mucho desde muy temprano del nivel educativo, de la salud, del empleo o de los ingresos.

A modo de ejemplo, un hombre con educación universitaria de 25 años tiene una esperanza de vida de 7,5 años más que otro de la misma edad sin estudios (entre las mujeres la diferencia es de 4,6 años).

Esa fractura educativa tiene su correlato en la vida activa, ya que alrededor del 30 % de los hombres de 50 a 64 años con bajo nivel educativo declaran tener limitaciones para trabajar por problemas de salud, algo que sólo le ocurre al 10 % de los universitarios de esa edad.

La OCDE constata que las desigualdades en los ingresos se están ensanchando con las nuevas generaciones, mientras que hasta ahora sus condiciones económicas mejoraban globalmente.

Desde mediados de la década de 1980, los ingresos del grupo de 60 a 64 años han subido un 13 % más que para el de 30 a 34 años, y esa tendencia ha sido particularmente marcada en países como Italia, España, Francia y Dinamarca.

Pero las evidencias sobre quienes vienen detrás auguran un deterioro de esa situación, entre otras cosas por las circunstancias en que se produce la jubilación.

De hecho, sólo un 44 % del grupo de 55 a 64 años con bajo nivel de estudios tienen trabajo, mientras que el porcentaje es del 70 % entre los que han hecho estudios superiores.

La OCDE subraya que las generaciones nacidas en los años 1960, ahora en la cincuentena, tienen ingresos que ya no son superiores a los nacidos una década antes cuando tenían su misma edad. Lo mismo ocurre con las generaciones de los años 1970.

La cuestión reside en saber si esto es el reflejo de la recesión que se desencadenó hace ahora una década, o si se confirma que es una corriente de fondo.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20171018/432159581488/ocde-las-desigualdades-entre-los-mayores-creceran-en-los-proximos-anos.html

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Subimperialismo I: revisión de un concepto

Claudio Katz

Las características del subimperialismo fueron estudiadas por Marini en su exposición de la teoría de la dependencia. Ese concepto suscitó controversias en la década del 70 y ha sido reconsiderado en los últimos años. ¿Tiene relevancia y utilidad?

FUNDAMENTOS Y OBJECIONES

Marini asignó al subimperialismo una dimensión económica, otra geopolítico-militar y aplicó ambos significados al caso brasileño.

En el primer terreno observó que las inversiones extranjeras habían aumentado la capacidad de producción, generando excedentes invendibles en el mercado interno. Destacó que las empresas multinacionales promovían la colocación de esos sobrantes en los países vecinos y utilizó el nuevo término para describir esa acción compensatoria (Marini, 2008: 151-164).

El subimperialismo retrataba la conversión de una economía latinoamericana dependiente en exportadora de mercancías y capitales. Las firmas contrarrestaban la estrechez del mercado local con ventas en el radio circundante. Esa incursión externa desbordaba la esfera industrial e incluía a las finanzas (Marini, 2007: 54-73).

Marini reformuló una tesis expuesta por Luxemburg a principios del siglo XX. Ese enfoque ilustraba cómo las principales economías europeas afrontaban la adversidad de sus estrechos mercados internos. Señalaba que las potencias contrarrestaban esa limitación con políticas imperialistas de expansión hacia las colonias (Luxemburg, 1968: 158-190).

El teórico de la dependencia retomó esa idea de una salida externa para los desequilibrios de sub-consumo. Pero ubicó el fenómeno en economías de menor porte y le atribuyó una escala más acotada (Marini, 1973: 99-100).

Marini vinculó el segundo sentido del subimperialismo al protagonismo geopolítico de Brasil. Señaló que el principal país de Sudamérica actuaba fuera de sus fronteras con métodos prusianos, para cumplir con un doble papel de gendarme anticomunista y potencia regional autónoma.

Presentó ese rol como un rasgo complementario y funcional de la expansión económica. Destacó que los gobiernos brasileños actuaban en sintonía con el Pentágono siguiendo las reglas de la guerra fría.

El subimperialismo implicaba un perfil represivo pero no meramente subordinado a los dictados del Norte. Las clases dominantes buscaban su propia preeminencia, para garantizar los intereses de las corporaciones instaladas en el país (Marini, 2007: 54-73).

Marini subrayó esta combinación de dependencia, coordinación y autonomía de Brasil, en el período de convulsiones abierto por la revolución cubana. Presentó al subimperialismo como un instrumento de los opresores para sofocar la amenaza revolucionaria. Señaló que operaba en una época signada por disyuntivas entre dos modelos antagónicos: el socialismo y el fascismo.

Otra exponente de la misma teoría ratificó esa caracterización, destacando que el principal propósito de la acción subimperial era impedir la gestación de un escenario pos-capitalista a escala regional (Bambirra, 1986: 177-179).

Pero el concepto fue objetado dentro del campo marxista. Los pensadores próximos a la ortodoxia comunista cuestionaron la revisión de las tesis leninistas y el desconocimiento del rol dominante de las finanzas.

Rechazaron la existencia de un poder subimperial en Brasil, destacando su incompatibilidad con el sometimiento del país a las potencias del Primer Mundo (Fernández; Ocampo, 1974). Los críticos percibieron que Marini tomaba distancia de los viejos diagnósticos sobre el imperialismo y descalificaron esa reconsideración sin evaluar sus fundamentos.

También Cardoso impugnó el nuevo concepto. Cuestionó la consistencia del subimperialismo y señaló que Marini sobrevaloraba las crisis de realización (Martins, 2011: 233-236).

Otro tipo de observaciones planteó un importante teórico marxista que convergió con el dependentismo. No invalidó el subimperialismo, pero sí su aplicación a Brasil. Estimó que, por su elevada subordinación a Estados Unidos, el país sudamericano no alcanzaba ese estatus (Cueva, 2012: 200).

También el principal colega de Marini mantuvo reservas frente a la nueva categoría. Señaló que planteaba un desarrollo posible, pero dudó de su concreción. Observó que un estatus subimperial generaría conflictos indeseados de las clases dominantes con el poder norteamericano (Dos Santos, 1978: 446-447).

EVALUACIÓN DE UN CONCEPTO

Marini replanteó la teoría clásica del imperialismo asimilando distintas actualizaciones. Una reevaluación remarcaba la nueva hegemonía militar de Estados Unidos (Sweezy-Magdoff) y otra subrayaba la atenuación de las confrontaciones bélicas junto al agravamiento de las disputas económicas (Mandel).

El teórico brasileño absorbió esas ideas, junto a la caracterización de un imperialismo colectivo apadrinado por el Pentágono, para gestionar el creciente entrelazamiento internacional del capital (Amin) (Katz, 2011: 33-49).

No sólo fusionó varios elementos de esas miradas (Munck, 1981). También retomó las tesis de otro pensador que subrayaba el nuevo accionar conjunto de las potencias, en desmedro de las viejas contradicciones inter-imperialistas (Thalheimer, 1946).

Bajo esas influencias Marini habló de una novedosa «cooperación hegemónica» entre los centros. Añadió a ese esquema el papel de los países intermedios. Describió la conexión de las potencias subimperiales con los dominadores del planeta.

Su enfoque resaltó el rol de los nuevos centros intermedios de acumulación en la pirámide imperial de posguerra. El análisis de esos países fue su principal objeto de estudio.

Denominó subimperialismo a las semiperiferias estudiadas por la Teoría del Sistema Mundial (Dos Santos, 2009). Indagó la legalidad específica de esas formaciones en la dinámica global (Marini, 2013: 24-26).

El pensador brasileño optó por el término subimperialismo en polémica con otra denominación (satélite privilegiado), que sobrevaloraba la incidencia geopolítica del fenómeno, en desmedro de su impacto económico. La misma objeción formuló contra otra calificación (potencia mediana), que omitía el papel de las empresas multinacionales (Marini, 1991: 31-32).

Con mayor énfasis rechazó la presentación de Brasil como una potencia imperialista. Descartó, además, clasificar al país en el casillero de los imperialismos menores de posguerra (Suiza, Bélgica u Holanda).

Marini situó en el status subimperial a las economías dependientes intermedias, que mantenían relaciones singulares con el imperialismo central. Frente a la errónea identificación del prefijo «sub» con la subordinación a mandatos ajenos, precisó que esa conexión implicaba una combinación del sometimiento con asociación y autonomía.

Señaló que el subimperialismo involucraba a economías en proceso de industrialización, sujetas a los turbulentos efectos del ciclo dependiente. Este modelo fue posteriormente teorizado como un patrón de reproducción de ciertos países subdesarrollados (Osorio, 2012).

En el terreno geopolítico estimó que la acción subimperial implicaba cursos expansionistas, amoldados a la hegemonía mundial de Estados Unidos. Subrayó el papel de los liderazgos regionales asociados a la supremacía del imperialismo norteamericano.

Marini vinculó también la vigencia del subimperialismo al tipo de predominio prevaleciente en la cúspide de las clases dominantes. Destacó la preeminencia alcanzada en Brasil por las empresas industriales y sus socios financieros. Resaltó que ese sector comandaba la expansión al vecindario próximo (Bueno, 2010).

Con esa observación sugirió importantes márgenes de variabilidad del subimperialismo, en función del sector capitalista predominante. Señaló la vigencia de fases cambiantes de ese estatus y planteó que esa modalidad carecía de la estabilidad imperante en las potencias imperiales.

Marini también puntualizó el acceso selectivo a la condición subimperial. Estimó que sólo algunas economías intermedias reunían los requisitos exigidos para alcanzar ese estamento. Ubicó a Brasil pero no a la Argentina en ese lugar.

Para el teórico dependentista un posicionamiento subimperial suponía gran cohesión política de la burguesía en torno a su estado. Entendía que la ausencia de esa homogeneidad, impedía tanto a la Argentina como a México, emular el lugar alcanzado por Brasil. En el primer caso atribuía esa limitación a la prolongada crisis del sistema político y en el segundo a la gran dependencia hacia Estados Unidos (Luce, 2015: 31-32, 37).

Marini precisó que en contextos económicos semejantes el tipo de estado era determinante de la acción subimperial. Con este razonamiento redujo a pocos casos los países con ese tipo de aptitudes. Situó en ese campo a Brasil, Israel, Irán y África del Sur (Luce, 2011).

La teoría de Marini tuvo ciertos precedentes en caracterizaciones de los imperios subsidiarios (España) o relegados (Rusia). Pero fue concebida como un rasgo exclusivo del capitalismo de posguerra. No retrotraía la vigencia del subimperialismo brasileño al siglo XIX. Su concepto contribuyó a superar anacronismos e incentivó un fructífero programa de investigación.

OTRO ESCENARIO

Un análisis actual del subimperialismo debería registrar la diferencia radical que separa al capitalismo del siglo XXI con el vigente en la época de Marini.

Desde los años 80 el modelo keynesiano de posguerra quedó sustituido por un esquema neoliberal de agresión permanente contra trabajadores. La precarización deteriora el salario y el desplazamiento de la industria a Oriente abarata la fuerza de trabajo. El desempleo intensifica la marginalidad urbana y los capitalistas utilizan la informatización para aumentar la rentabilidad, destruyendo empleos y potenciando las desigualdades.

Este contexto difiere del estudiado por Marini. Las economías intermedias que focalizaron su atención continúan cumpliendo un rol clave, pero operan en un nuevo marco de empresas transnacionales, tratados de libre-comercio y finanzas mundializadas.

En comparación a los años 70, los mercados internos de los países intermedios han perdido relevancia frente a la actividad exportadora. La cadena global de producción incrementa, además, las variedades de esas formaciones (Domingues, 2012: 47-55).

En la actualidad se verifican tres modalidades de economías equivalentes a las indagadas por Marini. Algunas semiperiferias con mayor desarrollo precedente mantienen su vieja especialización en exportaciones básicas y una reducida incidencia global (Argentina). Otras se insertaron en procesos mundiales de fabricación sin expandir su influencia regional (Corea del Sur). Un tercer tipo exhibe enorme peso en su zona aledaña con bajo porcentual de PBI per cápita (India).

Estas economías continúan distanciadas de los países nítidamente periféricos (Mozambique, Angola, Bolivia) y de las potencias centrales (Estados Unidos, Alemania, Japón). Se ubican en el lugar investigado por Marini. Pero, a diferencia de la etapa precedente, ha irrumpido una nítida diferenciación al interior de ese segmento, en función de la conexión que cada país ha establecido con la mundialización neoliberal.

También se ha profundizado la brecha entre estructuras económicas semiperiféricas y roles subimperiales. Lo que determina el pasaje del primer estatus al segundo no es la incidencia en la cadena de valor. Países más enlazados a la internacionalización productiva (Corea) o poco integrados a esa red (Argentina) no han modificado sus carencias subimperiales. El potencial divorcio entre ambas situaciones que sugirió Marini ha cobrado nuevas formas.

INTERPRETACIONES ECONÓMICAS

La distinción entre economías intermedias y potencias subimperiales es un dato clave del escenario actual. Esta diferencia fue omitida en las caracterizaciones que extendieron a México o Argentina el papel asignado por Marini a Brasil. Se supuso que la performance subimperial correspondía a naciones latinoamericanas con cierto desarrollo industrial y consiguiente distanciamiento de los países puramente agro-mineros (Bambirra, 1986: 177-179).

Un gran estudioso de la teoría de la dependencia mantiene ese criterio, resaltando la envergadura alcanzada por las empresas multilatinas (Techint, Slim, Cemex) (Osorio, 2009: 219-221). Estima que los bloques regionales y las uniones aduaneras han potenciado la vocación subimperial de todos los estados que albergan ese tipo de compañías (Osorio, 2007). Pero el peso de esas firmas no ubica necesariamente en el mismo casillero subimperial a países con perfiles geopolíticos, militares y estatales muy distintos.

En los últimos años este problema desbordó el ámbito latinoamericano. La aparición del bloque integrado por los BRICS abrió el debate sobre la validez de la categoría subimperial para ese conglomerado.

Autores que valorizan el enfoque de Marini retomaron sus objeciones a la simple caracterización de los integrantes de ese grupo como potencias medianas. Recuerdan las insuficiencias de un mote divulgado por la ciencia política convencional (Bond, 2015: 243-247).

Pero una clasificación de los BRICS en el universo subimperial omitiría la heterogeneidad de ese bloque. Uno de los participantes de esa sociedad -China- ya traspasó el estatus intermedio e ingresó en el núcleo de las economías centrales. Este dato impide situar a todo el alineamiento en el estamento estudiado por Marini.

Esa aplicación afronta además otro inconveniente: los BRICS han establecido una alianza económica sin clara proyección geopolítica. Sus miembros mantienen relaciones muy diferentes con las potencias centrales.

Basta comparar la ligazón de India con Estados Unidos con la establecida por China o Rusia para notar ese abismo. Cada componente del conglomerado actúa en función de sus prioridades regionales y la búsqueda de esa preeminencia mantiene abiertos los potenciales conflictos entre China, India y Rusia.

A diferencia del imperialismo colectivo de la tríada, los BRICS no surgieron en escenarios pos-bélicos para garantizar objetivos estratégicos comunes. Ese grupo emergió para conformar un espacio de negociación dentro de la globalización neoliberal. Es una alianza al interior de esa estructura.

Por esta razón todas las cumbres de los BRICS han girado en torno a iniciativas económicas (bancos, inversiones, uso de monedas) y recrean debates empresariales afines al foro de Davos (García, 2015: 243-247). Este curso ha confirmado que el concepto de subimperio no se extiende a un bloque. Es sólo pertinente para potencias regionales que disputan influencia zonal.

REPLANTEO DE UN ESTATUS

Las formas subimperiales han cambiado en un escenario geopolítico signado por la extinción de la guerra fría. Desapareció el propósito anticomunista primordial que condicionaba todas las relaciones de Estados Unidos con sus socios. Los conflictos entre las clases dominantes se procesan ahora en un marco de negocios globalizados y rediseños de fronteras, que contrastan con el congelado mapa de posguerra.

El viejo contexto de bipolaridad aún vigente en el debut del neoliberalismo (1985-89) fue sucedido por una fase de supremacía unipolar (1989-2008) y otra de multipolaridad (2008-2017).

Pero en períodos tan cambiantes ha persistido un dato ordenador del planteo de Marini: la preponderancia militar estadounidense. La primera potencia mantiene el liderazgo de la gestión imperial concertada, que a mitad del siglo XX sustituyó a las viejas confrontaciones inter-imperialistas.

Esa preeminencia persiste junto a la pérdida de primacía económica norteamericana. El garante del orden capitalista mantiene su función protectora de las clases dominantes del planeta. Ya no tiene capacidad de acción unilateral, pero preserva un gran poder de intervención.

Estados Unidos fija por ejemplo las pautas del club nuclear, que penaliza a quienes intentan acceder en forma autónoma a esos recursos. También dirige las coaliciones de Occidente que perpetran ocupaciones o desplazan gobiernos contestatarios. Las agresiones que Bush consumaba con pretextos banales fueron continuadas con modalidades encubiertas por Obama.

La lógica del subimperialismo se adecúa a ese padrinazgo del Pentágono. Pero adopta un contenido amoldado a los crecientes conflictos por la primacía regional dentro de la mundialización neoliberal.

Esas tensiones no tienen la envergadura mundial que caracterizó a la primera mitad del siglo XX (Panitch, 2015: 62). Presentan una escala acotada que no repite lo ocurrido en el pasado. Tampoco prepara la tercera guerra mundial que erróneamente anticipan algunos autores (Sousa, 2014). Los subimperios actúan para reforzar su primacía, sin involucrar a las grandes potencias en conflagraciones generales.

Otro dato del periodo es la ausencia de proporcionalidad entre la supremacía económica y la hegemonía político-militar. Japón y Alemania se han consolidado como dominantes en el primer terreno y huérfanos en el segundo, mientras que Francia e Inglaterra han protagonizado un curso inverso.

Como en la época de Marini los subimperios actuales son potencias regionales en el plano económico y político-militar y estatal. Deben reunir estas dos condiciones y no sólo una de ellas.

No basta con la presencia de empresas transnacionales (Corea, México, Chile), acciones belicistas sistemáticas (Colombia) o esporádicas incursiones guerreras (Argentina durante Malvinas). Sólo quiénes concentran todos los componentes del perfil subimperial asumen ese rol.

Tal como señaló Marini la denominación corriente de esos países -potencias intermedias- no alcanza para caracterizarlos. Pero son naciones que ubicadas en ese estrato. Ninguna es un típico país del Tercer Mundo.

En la actualidad el aspecto geopolítico-militar es determinante del estatus subimperial. Esa condición exige un grado de autonomía suficiente para remover tableros a favor de las principales clases dominantes de cada zona.

Pero la condición subimperial también requiere mantener la sintonía con la primera potencia. Estos dos rasgos subrayados por Marini (asociación con Estados Unidos y poder propio) han persistido.

La propia denominación de subimperio indica una elevada gravitación de la acción militar. Economías poderosas con reducidos ejércitos quedan excluidas de ese estamento. Por eso los subimperios corresponden, en general, a países que ya desenvolvieron en el pasado un rol militar significativo fuera de sus fronteras.

El ejercicio efectivo de ese poder es incierto por el vulnerable lugar de esos países en la jerarquía global. Los gendarmes regionales están corroídos por agudos desequilibrios, que contrastan con la estabilidad alcanzada por los imperios centrales. Esa fragilidad determina la transitoriedad de los subimperios. Pocos candidatos del espectro posible logran corporizar efectivamente esa condición (Moyo, 2015: 189-192).

CONTROVERTIDAS EXTENSIONES

En nuestra reformulación sólo algunos países -como Turquía o India-cumplen actualmente los requisitos del subimperio. Son economías semiperiféricas con gran desenvolvimiento intermedio, que mantienen una estrecha relación con Estados Unidos y buscan aumentar su predominio regional. El componente geopolítico-militar define un estatus que se ajusta a varios enunciados de la teoría marxista de la dependencia.

Otra interpretación propone una mirada ampliada del subimperialismo, como nuevo determinante de conflictos de gran porte. Este enfoque rechaza el sentido que asignó Marini al concepto. Considera que el crecimiento de posguerra redujo la brecha centro-periferia y facilitó un gran desarrollo de los capitalismos nativos. Estima que esa expansión genera confrontaciones subimperiales, que recrean los clásicos choques inter-imperialistas del pasado (Callinicos, 2001).

Con este abordaje se postuló en la década pasada un listado más extendido de subimperios. En Medio Oriente, Irak, Egipto y Siria fueron añadidos a Turquía e Irán. En Asia, la India fue acompañada de Pakistán y Vietnam y en el continente negro Nigeria se sumó a Sudáfrica. En América Latina, Brasil quedó complementado con Argentina.

En esta interpretación todo país con proyección regional y procesos de acumulación significativos participa del universo subimperial. Esta ampliación del concepto pondera el impacto local del fenómeno. Resalta su gravitación zonal y relativiza las conexiones con la estructura global del imperialismo.

Marini propuso un número inferior de subimperios por la doble impronta que asignaba al fenómeno. Definió esa condición por relaciones de asociación y autonomía con las potencias centrales y por acciones de gendarme regional. Por eso su listado excluía a Irak, Egipto, Siria, Vietnam, Nigeria o Argentina. Su enfoque no magnificaba la presencia de los subimperios y evitaba divorciarlos del orden mundial.

En esa mirada había una implícita distinción entre subimperios potenciales y efectivos. Pakistán y Argentina podían contener pretensiones de ese estatus, pero no lograban consumarlo. Bajo gobiernos dictatoriales ambos países mantenían su estrecha subordinación al Pentágono sin desenvolver estrategias autónomas.

Marini evitaba, además, confundir aspiraciones subimperiales con acciones antiimperialistas. Aunque Vietnam afrontaba serios conflictos con sus vecinos, estuvo involucrado en la principal guerra contra Estados Unidos del continente asiático. Por su parte, Egipto y Siria confrontaban primordialmente con Israel, que era el principal exponente de los intereses norteamericanos en Medio Oriente.

La mirada extendida del subimperio omite estas caracterizaciones indispensables, para ubicar adecuadamente la categoría en cada circunstancia. Además, concibe guerras entre esas formaciones como un rasgo de la época actual. Atribuye ese alcance a los conflictos armados que enfrentaron a Grecia con Turquía, a India con Paquistán y a Irak con Irán. Supone que esas sangrías reemplazan a las conflagraciones entre potencias centrales de la era del imperialismo clásico.

Pero esa comparación es inadecuada no sólo por la diferente magnitud de ambos conflictos. Omite la relación que presentan los choques regionales con el papel rector de Washington. Aunque Irak inició la guerra contra Irán con objetivos propios, esa aventura fue propiciada por Estados Unidos para doblegar al régimen de los Ayatollah.

Los subimperios no repiten las viejas rivalidades inter-imperialistas. Se desenvuelven en un período de extinción de esas conflagraciones. Estados Unidos ya no guerrea con Japón por el control del Pacífico, ni con Alemania por la supremacía en Europa. Coordinan una gestión imperial conjunta y a veces enlazada con la acción de subimperios regionales.

La tesis extendida exagera el poder de las configuraciones intermedias. Olvida que esos países actúan por referencia a un imperialismo colectivo liderado por Estados Unidos. No registra que los conflictos bélicos entre subimperios tienden a quedar acotados por los umbrales que fijan las potencias globales.

Una caracterización sobredimensionada de los subimperios conduce, además, a evaluaciones políticas erróneas. Por asignarle a la Argentina un status subimperial se interpretó la guerra de las Malvinas como una confrontación inter-imperial entre potencias de distinta envergadura (Callinicos, 2001).

Esa mirada omitió que el trasfondo de ese conflicto era la usurpación colonial de una porción del territorio argentino. En Malvinas, no colisionó un imperio maduro con otro en gestación. El colonialismo británico reafirmó su atropello de la soberanía del país sudamericano. La legitimidad de una demanda nacional de Argentina queda diluida en la caracterización subimperial de ese país.

INCOMPRESIÓN DE UNA CATEOGRÍA

Un autor crítico del subimperialismo objeta la sustitución del análisis clasista de la explotación por interpretaciones centradas en la sujeción de países. Cuestiona especialmente la existencia de una regla tripartita de opresión nacional, considerando que es falso imaginar una explotación en cadena de Bolivia por Brasil y de Brasil por Estados Unidos. Afirma que para analizar la tensión entre burguesías por el reparto de plusvalía, no hay ninguna necesidad de recurrir a las categorías del imperialismo (Astarita, 2010: 62-64).

Pero esta mirada atribuye a Marini una tesis que nunca postuló. Jamás supuso que el subimperialismo implicaba mecanismos de explotación entre países. Siempre especificó que las empresas multinacionales lucraban con la extracción de plusvalía a los trabajadores de naciones vecinas a Brasil.

Explicó de qué forma ese proceso obedecía a contradicciones del capitalismo. Señaló que el curso de la acumulación chocaba con límites a la realización del valor, que inducían a los capitalistas a compensar desequilibrios desbordando las fronteras.

Marini tampoco reformuló el esquema tripartito de metrópolis-satélites postulado por Gunder Frank. Desenvolvió una tesis marxista singular, que ha sido malinterpretada por las lecturas antidependentistas (Katz, 2017).

Pero el principal problema de esa crítica al subimperialismo es el desconocimiento del sentido geopolítico-militar del concepto. No capta su relevante papel en la jerarquía global imperante bajo el capitalismo contemporáneo.

El objetor supone que basta con señalar la dinámica agresivo-competitiva de este sistema para comprender su funcionamiento. Pero ignora que esa caracterización es tan sólo el punto de partida del problema. El capitalismo opera a escala mundial y depende de un orden coercitivo que requiere dispositivos imperiales.

Por omitir este dato desconoce cómo el análisis del subimperialismo contribuye a esclarecer las múltiples formas actuales de opresión mundial. Esos dispositivos son indispensables para la reproducción del capitalismo.

El subimperialismo es una categoría de ese orden mundial y su validez proviene de la existencia de guerras y conflictos regionales. Al olvidar esa estructura (o suponer que al economista no le corresponde evaluar ese tema), el crítico empobrece el análisis inaugurado por Marini.

Más que analizar cadenas de exacción del excedente entre economías grandes, medianas y pequeñas, el subimperialismo alude al papel geopolítico de las potencias regionales. Es un concepto esclarecedor de la estructura piramidal de dominadores, socios y vasallos que sostiene al capitalismo

CONTRAPOSICIÓN CON SEMICOLONIA

Algunos autores consideran que el subimperialismo contradice la tradicional contraposición entre el centro y la periferia. Resaltan especialmente el atraso de Brasil y recuerdan su distancia con las potencias centrales. Estiman que el país continúa sometido a una condición semicolonial compartida con Argentina y México (Matos, 2009). Esa visión subraya, de hecho, la persistencia del escenario descripto por los marxistas clásicos a principio del siglo XX.

Pero este abordaje desconoce la obsolescencia del viejo retrato de un puñado de potencias sofocando a indistintas periferias. Ese tipo de dominación imperial fue reemplazada hace mucho tiempo por otras sujeciones. Las tres formas típicas de subordinación de la centuria precedente (colonias, semicolonias y capitalismos dependientes) dieron lugar a variedades más complejas de estratificación, que fueron analizadas por un teórico marxista en los años 70 (Mandel, 1986).

El retraso productivo, el rentismo agrario o la estrechez de los mercados no definen actualmente el estatus semicolonial de un país. Sólo indican brechas de desarrollos o modalidades de inserción internacional. Esa categoría no esclarece si un país es agro-minero o industrial mediano. Tampoco clarifica si alcanzó cierto desenvolvimiento del mercado interno o depende de las exportaciones.

La noción semicolonia retrata un estatus político. Ilustra el grado de autonomía con las principales potencias. En las colonias las autoridades son designadas por las metrópolis y en las semicolonias son digitadas en forma encubierta por los centros.

Las colonias son actualmente marginales y las semicolonias persisten sólo en aquellos países que padecen la subordinación total al Departamento de Estado. Honduras es un ejemplo de ese tipo. Lo mismo ocurre con Haití. Pero ese estatus no rige para Brasil que es ocupante de esa isla. No es lógico colocarlos en el mismo plano, olvidando que el principal país sudamericano es miembro del G 20.

Por el margen de autonomía que tienen sus estados, Brasil, México o Argentina están situados fuera del casillero semicolonial. Esa condición se extinguió en el siglo pasado y no reapareció con la preeminencia de gobiernos afines a Washington. El estado es manejado por clases dominantes locales y no por emisarios de la embajada estadounidense.

Es cierto que la economía brasileña depende de recursos naturales y padece un alto grado de apropiación externa. Pero esos rasgos no definen por sí mismos el posicionamiento del país en el orden global. Hay potencias imperialistas con grandes reservas naturales (Estados Unidos) y otras con significativa extranjerización de su economía (Holanda).

Tampoco las crisis económicas recurrentes determinan la ubicación internacional de cada país. Muchas naciones de la periferia inferior languidecen sin grandes turbulencias periódicas y otras del centro afrontan un alto grado de inestabilidad económica.

Quienes sitúan a Brasil en el universo semicolonial resaltan la brecha de productividad o PBI per cápita, que separa al país de las economías avanzadas. Pero una fractura semejante se verifica con las empobrecidas naciones de la periferia inferior. La distancia con Nicaragua o Mozambique es tan significativa como la existente con Francia o Japón.

Marini justamente indagó el universo del subimperialismo para superar la simplificada ubicación de Brasil en la periferia del planeta. En una conceptualización actualizada de distintas ubicaciones geopolíticas correspondería distinguir a las potencias dominantes de los países que cargan con grados muy diferenciados de dependencia. La subordinación de Honduras contrasta con la autonomía de Brasil.

INCONSISTENCIAS DOGMÁTICAS

La reivindicación del concepto semicolonia en contraposición a la noción de subimperialismo, presupone la total actualidad del diagnóstico expuesto por Lenin sobre el imperialismo. Esa mirada se asemeja a la adoptada por la ortodoxia comunista frente a Marini en los años 70. Ambas desestiman los cambios registrados en la dinámica imperial desde la mitad del siglo XX.

En nuestro libro sobre el imperialismo (Katz, 2011) hemos expuesto una actualización con abordajes semejantes a Marini. Registramos los mismos cambios que el pensador brasileño intuyó en la posguerra en tres planos: la existencia de una mayor integración mundial de los capitales, la ausencia de guerras inter-imperialistas y el rol dominante de Estados Unidos. Resaltamos la gravitación del mismo proceso de «cooperación hegemónica» entre las potencias imperiales. Nuestra revalorización del subimperialismo se apoya en esta coincidente mirada.

Algunos críticos objetan nuestro enfoque con los mismos argumentos que cuestionan la tesis subimperial. Aceptan la vigencia de fuertes tendencias a la convergencia entre capitales de distinto origen nacional, pero subrayan la dinámica contradictoria de ese proceso. Destacan que no se han creado clases dominantes transnacionales despegadas de los viejos estados. Consideran que este marco genera tendencias explosivas que habríamos ignorado. No aclaran, sin embargo, cuál ha sido nuestra omisión (Cri; Marcos, 2014).

Desde el momento que la burguesía no forjó clases y estados mundializados esos desequilibrios saltan a la vista. Los objetores se limitan a exponer las mismas tensiones que registramos nosotros y que a su vez recogemos de otros autores.

Pero su retrato de ese curso es llamativo. Por un lado aceptan la preeminencia de empresas multinacionales y por otra parte postulan su irrelevancia. Resaltan la asociación internacional de capitales y al mismo tiempo subrayan la continuidad de la rivalidad. Con esa dualidad no especifican cuál es la tendencia predominante.

Los objetores entienden que ambos procesos coexisten con la misma fuerza del pasado. Pero en ese caso prevalecería una continuidad del escenario leninista, que ha sido alterado por la mayor integración de los capitales. Ejemplifican la persistencia de las viejas rivalidades, en las disputas que actualmente oponen a Alemania con Estados Unidos por el manejo de las crisis monetarias. Afirman que omitimos esas contradicciones.

Pero nuestro enfoque no desconoce esos choques. Simplemente los contextualiza en un escenario de ausencia de guerras entre potencias. Postulamos que las conflagraciones que inspiraron las tesis de Lenin no se verifican en la actualidad. Por eso nadie vislumbra la repetición de conflictos armados entre Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón o Inglaterra.

No queda claro si los críticos opinan lo contrario y pronostican la reaparición de confrontaciones entre los ejércitos que integran la OTAN. En lugar de precisar ese diagnóstico retratan las divergencias suscitadas por las cotizaciones del euro y el dólar. Pero es evidente que esas discrepancias financieras no se equiparan con los choques, que desembocaron en la Primera o Segunda Guerra Mundial.

No alcanza con exponer generalidades sobre las tensiones inter-imperiales. Hay que mensurar su envergadura y potencial desenlace. Por eso señalamos que carecen de corroboración las hipótesis de reiteración de lo ocurrido a comienzo del siglo XX.

La triada ejerce actualmente un chantaje nuclear contra terceros que no extiende a sus miembros. Los conflictos económicos en el seno de esa alianza no se proyectan a la esfera militar. Nadie quiere desarmar el sistema de protección capitalista que controla el Pentágono y una eventual confrontación con Rusia o China, tampoco repetiría los conflictos inter-imperialistas del pasado.

En vez de abordar estos problemas, los objetores se limitan a constatar la existencia de tendencias opuestas. Registran la mayor integración mundial de capitales y al mismo tiempo objetan la disipación de las guerras inter-imperialistas.

Pero con esa exposición de cursos diversos no evalúan las consecuencias de sus propias formulaciones. Si hay mayor entrelazamiento burgués mundial y también idénticas posibilidades de guerras, no se entiende la lógica de la indagación.

Esa inconsistencia deriva de suponer que el capitalismo contemporáneo es un calco del vigente en la centuria pasada. Para conservar la lealtad a la teoría clásica del imperialismo -con datos que modifican ese escenario- crean un nubarrón de oscuridades.

Ese eclecticismo se extiende a la evaluación del rol estadounidense. Los críticos reconocen el abismo de fuerzas militares que separa a la primera potencia de cualquier otro concurrente. Pero no deducen ningún corolario de esa singularidad.

Resaltan el agotamiento del liderazgo norteamericano sin compartir los pronósticos de reemplazo de esa supremacía. Optan por la ambigüedad. Rechazan las teorías del declive y también las tesis de continuidad de la primacía norteamericana.

Con ese posicionamiento repiten lo obvio (Estados Unidos ya no cuenta con la fuerza de posguerra), sin explicar por qué razón el dólar perdura como refugio ante las crisis, las compañías yanquis lideran el desarrollo de la tecnología informática y el Pentágono persiste como pilar de la OTAN.

Para subrayar analogías con el escenario leninista los críticos registran «trazas kaustkianas» en nuestro enfoque, señalando afinidades con el «modelo ultra-imperialista». Estiman que esta visión supone imaginar un «imperio sin desafíos», en la «gestión de un capitalismo estable y fuerte» (Chingo, 2012).

Nuestro texto abunda en datos y evaluaciones de los desequilibrios que genera el imperialismo actual. Una simple lectura de esas caracterizaciones desmiente cualquier impresión de estabilidad del sistema. Pero ordenamos esas contradicciones en la lógica de un sistema económico más internacionalizado y gestionado de manera colectiva bajo el comando estadounidense.

A diferencia de los enfoques dogmáticos, Lenin situaba cada problema en la especificidad de su tiempo. Por eso resaltaba la peculiaridad bélica de los conflictos frente a las expectativas pacifistas de Kautsky. Esta contraposición podría actualizarse contrastando las visiones antiimperialistas, con las ilusiones socialdemócratas en el intervencionismo imperial «humanitario».

En lugar de intentar esa aplicación, los críticos trazan una divisoria entre intérpretes de la crisis (ellos) y teóricos de la estabilidad (nosotros). Esta clasificación carece de sentido.

Para comprender el imperialismo actual hay que asumir riesgos analíticos, reconocer hallazgos y abandonar tesis perimidas. Nuestros objetores soslayan estos compromisos y quedan afectados por el mal que nos achacan: navegar en la ambigüedad. Al reconocer una cosa y lo contrario, no aportan sugerencias sobre la dinámica actual de la opresión imperial y sus complementos subimperiales.

Marini delineó varias ideas para comprender esos procesos. ¿Pero cómo operan en la actualidad? Plantearemos nuestra respuesta en el próximo texto.

16-3-2017.

RESUMEN

Marini asignó al subimperialismo una dimensión económica compensatoria del sub-consumo y otra geopolítico-militar de protagonismo brasileño. Reconsideró la teoría clásica del imperialismo y registró la nueva hegemonía regional de ciertas formaciones intermedias.

La mundialización neoliberal diferencia a esas economías por su lugar en la cadena de valor. El subimperialismo actual no tiene aplicaciones puramente económicas, ni se extiende a bloques de países. Rige para gendarmes asociados y autónomos de Estados Unidos. No se repiten las conflagraciones inter-imperialistas del pasado. Los mecanismos de dominación global se han diversificado y la semicolonia ha perdido relevancia conceptual.

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Fuente del Artículo:

https://www.aporrea.org/ideologia/a243740.html

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Ecuador: Obtiene préstamo de USD 364 millones del FMI para tareas de reconstrucción tras el terremoto

América del Sur/Ecuador/11 de Septiembre de 2016/Autor: Francesco Grigoli/Fuente: FMI

  • Ecuador enfrenta enormes estragos económicos tras el peor terremoto en décadas
  • La reconstrucción costará USD 3.300 millones, el crecimiento se contraerá considerablemente en 2016
  • El FMI está preparado para seguir apoyando a Ecuador a hacer frente a sus dificultades económicas

El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó y desembolsó un préstamo de emergencia por USD 364 millones para Ecuador con el fin de ayudar al país a financiar las tareas de alivio y reconstrucción tras uno de los terremotos más fuertes en décadas.

El 16 de abril, Ecuador fue sacudido por un fuerte terremoto de magnitud 7,8, el peor sufrido desde 1979. Las regiones más afectadas (véase el gráfico) son las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas, pero el terremoto también afectó a las dos ciudades más grandes, Quito y Guayaquil. Los costos de reparación de los daños, que dejaron al menos 675 muertos o desaparecidos, más de 4.600 personas heridas y 33.000 personas en refugios temporales, pueden ascender USD 3.300 millones, según una evaluación conjunta realizada por las autoridades y Naciones Unidas (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). El país espera recibir apoyo externo rápidamente de instituciones financieras y donantes internacionales.

Se espera que el desastre acentúe la recesión reinante en el país, y los esfuerzos de recuperación se verán entorpecidos por la falta de reservas fiscales. La tasa de crecimiento de Ecuador —que depende en gran medida del petróleo y las exportaciones— ya había disminuido de 3,7% en 2014 a apenas un poco de cero en 2015 debido al desplome de los ingresos derivados del petróleo, el fortalecimiento del dólar de EE.UU. (la economía está totalmente dolarizada) y el acceso limitado al financiamiento internacional. El FMI prevé que el crecimiento PIB real se contraiga aproximadamente 2¼% en 2016, pudiéndose atribuir alrededor de ½% al impacto del terremoto.

El país ya recibió los recursos en el marco del Instrumento de Financiamiento Rápido del FMI, cuyo objeto de ayudar a las autoridades a atender una urgente necesidad de balanza de pagos provocada por la gravedad del terremoto. La operación consistió en un solo desembolso inicial, sin condicionalidad. El préstamo tiene un período de gracia de 3¼ años y vencimiento de 5 años, y una tasa de interés igual 100 puntos básicos más la tasa de interés del Derecho Especial de Giro (lo que al 7 de de septiembre de 2016 equivale a una tasa total de 1,05%).

Rápida respuesta del gobierno

Las autoridades respondieron rápidamente enviando más de 1.500 efectivos del personal de emergencia a las zonas afectadas, restableciendo el suministro de agua y energía eléctrica en la mayoría de las zonas afectadas y brindando atención médica a más de 31.000 personas en las primeras dos semanas. Desde entonces, el Gobierno también ha abierto varios albergues en que están acogiendo a parte de la población damnificada mientras se llevan a cabo las tareas de reparación y reconstrucción de viviendas. El gobierno espera que el resto de los sobrevivientes del terremoto que se vieron desplazados encuentren otras soluciones de vivienda (por ejemplo, alquilando o alojándose con familiares o amigos) con la ayuda de transferencias financieras.

Las autoridades respondieron también con medidas fiscales dirigidas a obtener recursos para financiar las tareas de alivio, como un aumento excepcional de dos puntos porcentuales de la tasa del impuesto al valor agregado por un año y un recargo solidario por una sola vez a los impuestos sobre los salarios, las utilidades de las empresas y el patrimonio personal. Al mismo tiempo, las autoridades consideraron necesario prorrogar las salvaguardias de la balanza de pagos (recargos a las importaciones) hasta mayo de 2017.

Apoyo externo

La comunidad internacional también se movilizó rápidamente. Dos semanas después del terremoto, un equipo del FMI visitó Ecuador para ayudar al gobierno a evaluar el impacto económico y determinar las necesidades de financiamiento conexas. El país obtuvo compromisos de apoyo externo para las tareas de emergencia y reconstrucción de varias instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, así como de Naciones Unidas, organismos no gubernamentales y donantes bilaterales y multilaterales.

Aparte de los USD 364 millones desembolsados por el FMI en el marco del Instrumento de Financiamiento Rápido para ayudar al país con la rehabilitación y la reconstrucción, las autoridades esperan recibir unos USD 360 millones adicionales en forma de donaciones o préstamos en 2016. A fin de asegurar la transparencia del proceso, el gobierno tiene previsto instrumentar un mecanismo independiente de información sobre todos los gastos relacionados con el terremoto.

Un largo camino por delante

La reconstrucción probablemente tomará entre dos y tres años. Aunque el gobierno ha restablecido de forma temporal la mayoría de los servicios básicos, llevará tiempo crear soluciones permanentes ya que el terremoto alteró la composición de los suelos. En algunos casos, esto requerirá reubicar comunidades enteras y, por ende, también los servicios básicos.

El gobierno está trabajando asimismo en la reactivación económica de las zonas afectadas, que seguramente se verá impulsada por las actividades de reconstrucción. No obstante, volver a poner en funcionamiento a las economías locales tomará tiempo. El FMI está preparado para seguir ayudando a Ecuador a afrontar estas necesidades económicas actuales y futuras.

fmi

Fuente: http://www.imf.org/es/news/articles/2016/07/21/18/20/na070816-ecuador-gets-364-million-imf-loan-to-tackle-earthquake-reconstruction

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Estados Unidos: Directorio del Banco Mundial aprueba nuevo Marco Ambiental y Social

América del Norte/Estados Unidos/14 de Agosto de 2016/Fuente: Banco Mundial

El Directorio Ejecutivo del Banco Mundial aprobó hoy un nuevo Marco Ambiental y Social (MAS) que amplía los resguardos para las personas y el medio ambiente en los proyectos de inversión financiados por el Banco. La revisión de salvaguardias incluyó el más amplio proceso de consulta jamás realizado por el Banco Mundial. Es el punto final de casi cuatro años de análisis y cooperación a lo largo del mundo junto a gobiernos, expertos en desarrollo y grupos de la sociedad civil, abarcando a casi 8000 partes interesadas en 63 países. El marco forma parte de un esfuerzo de gran alcance por parte del Grupo Banco Mundial para mejorar los resultados de desarrollo y racionalizar su trabajo.

“La misión del Grupo del Banco Mundial es la de erradicar la pobreza extrema y reducir la desigualdad en el mundo, y este nuevo marco será un factor crítico para ayudarnos a alcanzar dichos objetivos”, dijo el Presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim. “Estas nuevas salvaguardias incorporarán a nuestros proyectos resguardos actualizados y mejorados para las personas más vulnerables del mundo y nuestro medio ambiente. También incrementaremos sustancialmente el financiamiento de estas salvaguardias para asegurarnos que esto funcione como estaba previsto —con financiamiento suficiente tanto para la implementación como el desarrollo de capacidades en los diferentes países, para que puedan tener un papel más activo en la protección de personas y del medio ambiente”.

El marco coloca a los resguardos ambientales y sociales del Banco Mundial en mayor armonía con los de las demás instituciones para el desarrollo, presentando importantes avances en áreas como transparencia, no discriminación, inclusión social, participación pública y rendición de cuentas —incluido un papel más amplio para los mecanismos de reparación de reclamos.

Para respaldar este nuevo marco —y cumplir con requisitos adicionales de control— el Banco Mundial incrementará significativamente el financiamiento de estas salvaguardias.

El fortalecimiento de sistemas nacionales en los países prestatarios fue identificado como uno de los objetivos de desarrollo centrales del Banco Mundial y la mayoría de sus accionistas. En línea con este objetivo, el marco pone un mayor énfasis en el uso de los marcos de los países prestatarios y desarrollo de capacidades, con el objetivo de lograr instituciones prestatarias sostenibles y una mayor eficiencia.

“El nuevo marco encapsula el compromiso del Banco Mundial con los resguardos ambientales y sociales y responde a los nuevos y variados requisitos y desafíos del desarrollo que han surgido con el tiempo”, dijo Alex Foxley, Director Ejecutivo del Banco Mundial para Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay y Presidente del Comité sobre Efectividad del Desarrollo, un comité del Directorio del Banco Mundial que supervisa cuestiones de política. “La experiencia y capacidades de muchos prestatarios han mejorado y nuestros requisitos han sido actualizados para reflejar las realidades del presente. El marco fue diseñado para mejorar los resultados de desarrollo en proyectos del Banco haciendo fuerte énfasis en la sostenibilidad, uso responsable de los recursos y monitoreo y evaluación”.

El Marco Ambiental y Social recién aprobado introduce resguardos exhaustivos en términos laborales y de condiciones de trabajo; un principio fundamental de no discriminación; medidas de salud y seguridad comunitarias que abordan la seguridad vial, respuesta ante emergencias y mitigación de desastres; y la responsabilidad de incluir la participación de las partes interesadas a lo largo del ciclo del proyecto.

El nuevo marco fomentará en mejores —y perdurables— resultados de desarrollo. Proporciona mayor cobertura y acceso, beneficiando a más personas, en especial grupos vulnerables y desfavorecidos. También fortalecerá las alianzas con otros bancos multilaterales de desarrollo, socios en el desarrollo y donantes bilaterales.

El Banco Mundial ahora dará inicio un período intensivo de preparación y capacitación (12-18 meses) para estar listo frente a la transición hacia el nuevo marco. Se espera que el marco entre en vigor a comienzos de 2018.

La implementación se centrará en apoyar y fortalecer las capacidades de los prestatarios; capacitar al personal del Banco y Prestatarios en la implementación del marco; fortalecer los Sistemas de Gestión de Riesgos Ambientales y Sociales del Banco; y fortalecer las alianzas estratégicas con nuestros socios en el desarrollo. Se espera que los actuales resguardos del Banco Mundial operen en paralelo al MAS por alrededor de siete años para regir los proyectos aprobados antes de la puesta en marcha del nuevo MAS.

Antecedentes:

Evaluar y gestionar impactos ambientales y sociales en los proyectos financiados por el Banco Mundial ha sido una de las principales preocupaciones de la institución por más de 40 años. Las políticas actuales del Banco, publicadas hace casi 20 años, fueron vistas por mucho tiempo como las pautas a seguir por parte de los Bancos Multilaterales para el Desarrollo en términos de resguardos para personas y medio ambiente.

La actual revisión de salvaguardias comenzó en julio de 2012. Respondiendo en parte a un informe de 2010 del Grupo de Evaluación Independiente (IEG, por sus siglas en inglés) del Banco Mundial, el Directorio ordenó a la dirección revisar las políticas de salvaguardia existentes para incrementar la cobertura, inclusión social y armonización a lo largo del Grupo del Banco; mejorar las capacidades, responsabilidad y sentido de propiedad de los clientes; fortalecer la supervisión, monitoreo y evaluación de salvaguardias para asegurar la implementación rigurosa de nuestras políticas; y mejorar los sistemas e instrumentos de rendición de cuentas y reparación de reclamos para aquellas comunidades e individuos que quieran expresar sus preocupaciones respecto a los proyectos financiados por el Banco Mundial.

Fuente: http://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2016/08/04/world-bank-board-approves-new-environmental-and-social-framework

 

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Entrevista a Jorge Moreira : “La corrupción es la realidad inexorable de todos los países capitalistas”

14 Agosto 2016/Fuente: Resumen Latinoamericano / Rebelión Autora: Catherine Bryan 

Jorge de Brito Vital Moreira es profesor, escritor, sociólogo, filósofo y músico. Sus áreas de trabajo son el marxismo, la filosofía, la música y la crítica cultural (literatura, cine y música) de inspiración filosófica marxista (Manuel Sacristán, Fredric Jameson, Terry Eagleton, David Harvey, Darcy Ribeiro y Glauber Rocha).-Catherine Bryan.
¿Qué le parece si vamos directamente a la primera pregunta? ¿Cuál es su opinión acerca de la eliminación de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil?
-Jorge Moreira. Dilma Rousseff fue reelegida presidenta de Brasil por la voluntad y deseo de 54 millones de brasileños. Por lo tanto, el alejamiento de Dilma de la presidencia por una banda de políticos ladrones y por organizaciones políticas mafiosas, es, sin duda, una nueva forma de golpe de estado contra el pueblo brasileño.-C. B. ¿Un nuevo tipo de golpe de estado?

-J.M. Sí. Para aquellos que todavía no están informados del golpe militar de 1964 impuesto al Brasil por el gobierno de Estados Unidos y sus súbditos brasileños, les debo aclarar: el entonces presidente de Brasil, João Goulart, constitucionalmente elegido por la mayoría de la población brasileña, fue depuesto y sometido al exilio político por un golpe de estado que estableció una dictadura militar en beneficio de los intereses económicos y políticos del imperio americano y de la élite brasileña antinacionalista. Esta dictadura, planificada y programada por los EE.UU., duró más de 20 años (1964 a 1986) e implementó en Brasil, la tortura, la desaparición y el asesinato de trabajadores del campo y la ciudad, maestros, estudiantes, líderes sindicales y políticos de la oposición, así como el cierre del Congreso brasileño, colocando sin efecto la constitución de Brasil.

-C. B. ¿Cuál es la diferencia entre el golpe militar de 1964 y este golpe de 2016?

-J. M. En el plano estructural (bajo las apariencias de la superficie), no hay diferencias significativas entre los dos golpes. En ambos casos, se trataba y se trata, por un lado, de dar continuidad al proyecto del imperialismo de los EE.UU., para saquear las riquezas de Brasil para el beneficio de las empresas multinacionales estadounidenses; y por otro lado, se trataba y se trata de imponer un modelo de dominación política para seguir defendiendo los intereses de la minoría privilegiada (en la actualidad, una oligarquía nacional e internacional de menos del 1% de la población) que domina y controla la mayor parte de la riqueza del planeta.

-C.B. Pero, ¿qué papel ha jugado la corrupción del Partido dos Trabalhadores (PT) y del ex presidente Luis Inácio da Silva (Lula) en el golpe de estado?

-J.M. La real corrupción del PT y de Lula es sólo uno de los factores del proceso que resultó en el golpe. La corrupción del PT es una especie de pretexto para el golpe articulado por los políticos corruptos del Partido do Movimento Democrático Brasileiro, PMDB (Michel Temer, Eduardo da Cunha, Renan Calheiros, el ex presidente José Sarney, etc.), del Partido da Social Democracia Brasileira, PSDB (Aécio Neves, José Serra, Geraldo Alckmin, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, etc.), por la Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (FIESP), por la Red Globo de Televisión (de propiedad de la familia de Roberto Marinho), por la prensa corporativa de Brasil como las revistas Veja, Isto é, además del diario Folha de São Paulo . C.B. ¿Cuáles otros grupos participaron en el golpe de estado actual?El golpe también fue articulado por la mafia de los juristas asociada con el golpe y por el fundamentalismo protestante (los evangélicos) con el fin de cancelar, como ya he mencionado, la decisión de 54 millones de brasileños que votaron por la presidenta, Dilma Rousseff.

-C.B. Sí, he sido informada de que el Departamento de Justicia de Brasil está siendo cuestionado por sectores vinculados a los trabajadores del país por ser un instrumento para el beneficio de este golpe. ¿Qué opina de esta declaración?

-J.M. Creo que el cuestionamiento de los trabajadores del campo y de la ciudad (y de organizaciones vinculadas al trabajo) sobre el carácter corrupto y partidario de la “justicia brasileña” es algo esencial, necesario y fundamental. Las preguntas son: ¿Por qué las acusaciones y las pruebas contra el Aécio Neves (candidato del PSDB, que perdió las elecciones contra Dilma Rousseff) y contra el senador del PSDB, Antonio Anastasia, no son tomadas en cuenta por la Procuradoria Federal de la República (PFR) o por el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil? ¿Por qué los fiscales y los jueces de la “Operación Jato” son incapaces de detener y poner en la cárcel a Eduardo Cunha y Aécio Neves, los símbolos de la corrupción en Brasil? ¿Por qué solamente los políticos del PT son castigados por el “sistema judicial brasileño”? ¿Cómo podemos creer en la “justicia brasileña”? Recientemente, Emanuel Cancella publicó un importante artículo sobre este tema en el periódico brasileño Tribuna da Imprensa … (1)

-C.B. ¿Tiene usted respuesta a esa pregunta que acaba de plantear: ¿Por qué solamente los políticos del PT son castigados por el “sistema judicial brasileño”?

-J.M. Por supuesto. Para mí, la respuesta es muy clara:

1) es debido a que el PT (a pesar de la corrupción y de la política reformista a favor del neoliberalismo), estaba a favor de mantener la propiedad estatal y nacional de la Petrobras y del Pré-Sal;

2) es debido a que el PT defendía la participación e integración de Brasil en el gobierno de los países que conforman los BRICS (la asociación económica, comercial e financiera entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica);

3) y es debido a que el gobierno del PT defendía la política de las organizaciones regionales anti-USA y anti-OEA, como el MERCOSUR, y las organizaciones articuladas por el presidente venezolano fallecido Hugo Chávez como la red de televisión regional (TELESUR), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Banco del Sur y otros.

Por lo tanto, debo repetir: el golpe ha sido implementado para el beneficio y el poder económico de la clase política nacional e internacional dominante (una minoría de menos del 1% de la población mundial). Creo que este es el momento apropiado para informar/recordar al público de esta entrevista que una de las noticias más censuradas entre 2014-2015 fue la siguiente: El 1% más rico del mundo tiene 50% de la riqueza mundial. Es decir, el 1% más rico de la población mundial ya tiene tanta riqueza como el resto combinado del 99%, según las proyecciones para el año 2016 de un estudio publicado por Oxford Committee for Famine Relief , Oxfam (Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre) una organización sin fines de lucro que tiene como objetivo eliminar la pobreza en el mundo (2). Así, afirmo que la lucha de clases en Brasil por la apropiación de la riqueza social en beneficio de esta minoría internacional y nacional es la noción marxista fundamental para revelar las verdaderas motivaciones para el golpe actual en Brasil.

La lucha de clases sociales (o la guerra entre clases) es la piedra de toque para, por una parte, explicar la lucha del gobierno de Estados Unidos (Barack Obama) para desestabilizar el Brasil con el fin de tomar posesión de Petrobras y del Pré-Sal; por otra parte, para explicar el plan de Estados Unidos para destruir los BRICS y el MERCOSUR, TELESUR, etc. Para ampliar este punto, me gustaría argumentar que el concepto de lucha de clases (o guerra de clases) tiene la capacidad de explicar, por ejemplo, la razón de la complicidad y sumisión del gobierno de derecha del presidente Mauricio Macri, de la Argentina, para defender los objetivos antinacionalistas y antidemocráticos de la administración de Barack Obama contra el pueblo de Argentina y de América Latina; para explicar, por ejemplo, la subordinación y la complicidad del gobierno servil del presidente Juan Manuel Santos de Colombia (y la subordinación de la Organización de Estados Americanos, OEA), para beneficiar los intereses geopolíticos de los EE.UU., o sea, para destruir el proceso de estabilización económica, social y política del gobierno popular del presidente Nicolás Maduro en Venezuela.

Como podemos observar, un objetivo fundamental de la geopolítica de los Estados Unidos es apropiarse del petróleo de Venezuela para entregar a las multinacionales tales como Chevron y otras del sector petrolero. El caso venezolano es aun más complejo que otros países, ya que el gobierno de Estados Unidos no podría tomar el poder político en Venezuela a través de un golpe de estado “blando” como se hizo contra el pueblo de Paraguay, o en contra de la población brasileña. En Venezuela, tendría que ser más parecido al golpe de estado llevado a cabo por los EE.UU. con la ayuda de los militares hondureños contra el gobierno del presidente Manuel Zelaya y contra el pueblo de Honduras. Sin embargo, creo que sería aun más difícil para el Departamento de Estado que sus ONGs sean capaces de corromper a los militares venezolanos para apoyar un golpe militar contra el pueblo de Venezuela.

-C.B. Volviendo a Brasil, usted ha mencionado que la corrupción del PT fue solo uno de los factores y un pretexto para el golpe de estado ejecutado por el PMDB, el PSDB, los grandes medios corporativos de información, y otros. Pero ¿cuáles son otros factores que cree usted que jugaron un papel decisivo en este proceso golpista?

-J.M. En el plano interno, el alejamiento de la presidenta Dilma está conectado, por un lado, al hecho de que el grupo de los políticos, de las organizaciones brasileñas y de hombres de negocios corruptos, quería cancelar la “Operación Lava Jato” debido a que continuar con la operación podría resultar en el encarcelamiento de ciertos miembros de esos grupos.

Por otro lado, los políticos corruptos del PMDB, del PSDB, la mafia de juristas asociada y los evangélicos no consiguieron evidencia para demostrar que Dilma estuvo involucrada en el caso de corrupción del PT. En cambio, los políticos que alejaron a Dilma de la presidencia y que ahora están “gobernando” el Brasil ilegalmente, tienen expedientes judiciales que demuestran cómo todos ellos estaban y están involucrados en corrupción activa y/o pasiva. Podemos mencionar, por ejemplo, las relaciones ilegales entre esos políticos y el conglomerado del estado de Bahía conocido como la OAS (la organización corrupta fundada por el ex gobernador Antônio Carlos Magalhães, el famoso “Toninho Perversidad” del partido Aliança Renovadora Nacional, ARENA); entre ellos y el conglomerado Norbert Odebrecht, incluyendo las empresas constructoras Camargo Correa y Andrade Gutierrez (3). Como lo demuestran los testimonios documentados contra estos políticos corruptos de la derecha, el golpe de estado se llevó a cabo con agenda secreta para evitar, como ya mencioné, que la “Operación Lava Jato” revelara sus crímenes y que la justicia pudiera castigarlos por los delitos de corrupción que cometieron.

-C.B. Bueno, ahora que usted ha mencionado factores internos, ¿cuáles son los factores externos del golpe de estado actual?

-J.M. Externamente (y ya lo he mencionado anteriormente), el actual golpe de estado de 2016 en Brasil fue, como el golpe militar en Brasil de 1964, planificado y coordinado por el gobierno de Estados Unidos, con la participación de la derecha brasileña, con el objetivo fundamental, en los dos casos, de apropiarse de la riqueza material y energética de Brasil.

Entre los indicadores de la asociación espuria actual están los datos sobre la conexión entre el vicepresidente Michel Temer (PMDB) y el abogado Sergio Moro (PSDB) con la Central Intelligence Agency (CIA), la tenebrosa organización estadounidense famosa por su participación sistemática en los delitos políticos tales como la organización de sabotaje y la promoción de los golpes de estado contra Brasil y los países de América Latina y del “Tercer Mundo” (4). Pero eso no es nuevo en la historia política de Brasil. En el pasado muy reciente, el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, del PSDB, recibió dinero de la CIA, a través de la Organización Ford, para fundar y financiar el famoso Centro Brasileño de Análisis y Planificación (CEBRAP). Los datos de las relaciones entre Fernando Henrique Cardoso y la CIA se pueden encontrar en dos excelentes libros: el de Frances Stonor Saunders, y el de Brigitte Leoni Hersant (5).

También podríamos hacer referencia al plan interno brasileño y mencionar algunas de las pruebas de la corrupción que existen en contra de Fernando Henrique Cardoso durante el período en que él era el presidente de Brasil. Por ejemplo, el periodista Fernando Rodrigues publicó una brillante investigación sobre la compra de votos que llevó a la reelección de Fernando Henrique Cardoso. Después de la denuncia de este periodista, varios diputados (que vendieron sus votos) dimitieron de sus mandatos (6).

Por lo tanto, externamente, la novedad de este golpe de estado se encuentra en su asociación con las actuales estrategias geopolíticas de los Estados Unidos: contar con la complicidad y la traición de la derecha política brasileña para destruir el MERCOSUR y todas las instituciones autónomas e independientes que habrían sido inspiradas y organizadas por el liderazgo del difunto presidente Hugo Chávez y por el movimiento popular de izquierda de América Latina.

En resumen, podemos también observar que entre los objetivos económicos y geopolíticos de los EE.UU. de este golpe de estado en Brasil, se encuentra el desarrollo de una política estratégica para destruir la asociación de los países del BRICS. Entonces, en un sentido amplio, el plan de Estados Unidos es derrotar a los gobiernos de izquierda en América Latina a través de golpes (“blandos o duros”) como ya se ha visto en los golpes contra Honduras y contra Paraguay en este siglo XXI. También podríamos mencionar que los dos golpes de estado anteriores, implementados por los EE.UU en contra del gobierno del ex presidente Hugo Chávez, no tuvieron éxito.

Actualmente, los EE.UU. estaría planeando (con la activación del Comando Sur y con la ayuda del gobierno de Juan Manuel Santos de Colombia) invadir a Venezuela para destruir el gobierno nacionalista y popular del presidente Nicolás Maduro. Esta nueva forma de guerra de los EE.UU. contra los gobiernos de izquierda (o gobiernos “enemigos”) se puede nombrar, de acuerdo al periodista Pepe Escobar (y otros intelectuales internacionalistas lúcidos), de “guerra híbrida”. (7)

-C.B. En este punto, me gustaría preguntar ¿cómo se posiciona usted políticamente, considerando no solo la distancia sino su doble nacionalidad (brasileña y estadounidense), en relación a los partidos políticos brasileños: ¿Está usted afiliado al PT y se identifica con los gobiernos de Lula y/o de Dilma?

-J.M Antes de responder a su pregunta, debería colocar ciertas coordenadas espaciales y temporales, informándole que como brasileño, que estudió y vivió en México, y después, estudió y está viviendo en los Estados Unidos, nunca di mi voto a los candidatos de los partidos políticos brasileños como el PMDB, PSDB o el PT. En pocas palabras, nunca voté, en el pasado o en el presente, por Fernando Henrique Cardoso, del PSDB, ni por Lula del PT, ni por Dilma Rousseff.

También le informo que, como ciudadano estadounidense, nunca voté por candidatos del Partido Republicano o del Partido Demócrata, ya que la mayoría de sus representantes (los que son elegidos a la presidencia de Estados Unidos, al Senado, o a la Cámara de Representantes), tiene sus campañas políticas subvencionadas por el dinero de Wall Street, por el dinero de los grandes bancos estadounidenses, por el dinero de las grandes empresas y organizaciones tales como The American Israel Public Affairs Committee, el AIPAC (el Comité de Asuntos públicos Estados Unidos-Israel) y otras. Así, desde el punto de vista objetivo, casi todos los funcionarios del gobierno de Estados Unidos están a servicio de los intereses del gran capital que financian sus elecciones.

Debo resumir este punto declarando que estoy en contra de cualquier tipo de corrupción. Pienso que toda autoridad política corrupta de Brasil, de los EE.UU. o de cualquier otro país capitalista, debería ser punida criminalmente por un sistema legal verdaderamente democrático e igualitario.

Sin embargo, también soy forzado a reconocer que la corrupción es la realidad inexorable de todas las sociedades capitalistas; la corrupción es una realidad sistemática entre todas las clases dominantes, entre todos los partidos políticos de todos los países del sistema capitalista del planeta tierra.

En la España capitalista de hoy, por ejemplo, el rey Juan Carlos de Borbón, su familia real, sus instituciones franquistas, su iglesia católica, sus partidos políticos tradicionales, (como el PP, el PSOE y otros) han sido denunciados sistemáticamente por estar involucrados en escándalos de corrupción masiva. Pero la monarquía española, borbónica, franquista (con sus instituciones y sus medios corporativos capitalistas) y sus partidos políticos de derecha siguen viviendo en la misma impunidad de siempre.

Los Estados Unidos de América (EE.UU.) es uno de los extraordinarios ejemplos del sistema de corrupción y corruptor que modela el mundo contemporáneo. Los Estados Unidos es actualmente uno de los países donde hay uno de los mayores niveles de corrupción en todo el mundo. Y sin embargo, la media corporativa, las instituciones tradicionales y las autoridades gubernamentales de EE.UU. no permiten que la mayoría del pueblo estadounidense tome consciencia de lo que está pasando, por lo que seguirá promocionando la mitología que “los EE.UU. es la mayor democracia del mundo”, “los EE.UU. es el país que más respeta los derechos humanos de los individuos”…

Todo esto es mitología política como vemos, recientemente en el artículo del periodista David DeGraw titulado, “The Wall Street’s Pentagon Papers: Biggest Financial Scam In World History”, donde demuestra que el banco central de Estados Unidos (la Reserva Federal, FED) realizó un “backdoor bailout” (rescate secreto) con el dinero de los impuestos de los contribuyentes estadounidenses. Es decir, la Reserva Federal (FED) ha distribuido en secreto $12.3 TRILLION tax dollars, del dinero de los contribuyentes estadounidenses a un pequeño grupo de banqueros. (8)

Este gigantesco fraude ya fue denunciado anteriormente por el senador Bernie Sanders, (el actual candidato a la presidencia de los Estados Unidos). En diciembre de 2012, Sanders denunció la Reserva Federal y su presidente (Chairman), Ben Bernanke, al Senado de Estados Unidos, además de informarnos de lo ocurrido (de este gigantesco proceso de corrupción financiera) en su artículo “A Real Jaw-Dropper at the Federal Reserve” en el Huffington Post (9). 

En Brasil, la corrupción ha existido desde los tiempos de la colonización portuguesa y también ha sido ampliamente practicada en el siglo XX-XXI por los partidos políticos tradicionales, tales como la antigua Unión Democrática Nacional (UDN), y ARENA (el partido de la dictadura militar de 1964), por el PSDB, por el PMDB y muchas otras organizaciones, políticas, económicas, militares y religiosas del país.

En Brasil, la corrupción no es una característica única y exclusiva del Partido dos Trabajadores (PT). ¿Cómo olvidar, por ejemplo, que el ex presidente Fernando Collor de Mello fue elegido a la presidencia por una campaña política contra la corrupción (contra los “marajás” contra las “mordomias” en Brasil) y luego, finalmente, fue sometido a juicio político e impeached (impedido) por ser uno de los políticos más corruptos de nuestro país?

No tengo ninguna duda que el PT, Lula, y sus representantes políticos han practicado y promovido la corrupción y que se han beneficiado de la corrupción que han promovido. Sin embargo, estoy del lado de todos los analistas que han argumentado que hasta ahora, los líderes del golpe no han podido demostrar ni probar nada que sea legalmente sustancial contra la presidenta, Dilma Rousseff; y que todo lo que los estafadores afirman en contra de Dilma ha sido solo propaganda para justificar y legitimar el golpe de estado a través del proceso anti-constitucional de destitución de la presidenta.

Fuente de la entrevista: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/07/13/entrevista-al-sociologo-jorge-moreira-sobre-el-golpe-de-estado-en-brasil-i-la-corrupcion-es-la-realidad-inexorable-de-todos-los-paises-capitalistas/

Fuente de la imagen:  http://media.ws.irib.ir/image/4bk70a2732d88e9kfa_800C450.jpg

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