Los padres de Silicon Valley crían a sus hijos sin tecnología y hay una buena razón para ello

09 de Marzo 2018/Fuente: businessinsider /Autor:Chris Weller

  • Aquellos que son padres en Silicon Valley pueden comprobar de primera mano, ya sea viviendo o trabajando en el Área de la Bahía de San Francisco (EE.UU), que la tecnología es potencialmente dañina para los niños.
  • Muchos padres están restringiendo –o directamente prohibiendo– el tiempo que sus hijos pasan frente a la pantalla.
  • La moda sigue una práctica asentada entre los ejecutivos tecnológicos de primer nivel que llevan años restringiendo el uso entre sus propios hijos.
  • Esta es la segunda entrega de la serie de artículos Your Brain on Apps, de Business Insider, en la que se investiga el modo en que las aplicaciones más adictivas pueden influir en el comportamiento.

Son las 9 de la mañana en Sunnyvale, California, y Minni Shahi va camino al trabajo en la sede de Apple en Cupertino. Su esposo, un ex Googler llamado Vijay Koduri, se reúne con su socio comercial en un Starbucks local para hablar sobre su nueva empresa, un negocio de producción de clips en YouTube llamado HashCut.

Los dos hijos de Shahi y Koduri, Saurav de 10 años y Roshni de 12, ya están en la escuela, probablemente inmersos en uno de los Chromebooks de Google que se lanzaron a principios de año.

La vida de los Koduris es la de una típica familia Silicon Valley, excepto por una cuestión. La tecnología desarrollada por los empleadores de Koduri y Shahi está prácticamente prohibida en su hogar.

No hay ni rastro de algún videojuego en el interior de la casa de los Koduri, y ningún niño dispone de un smartphonepropio todavía. Saurav y Roshni pueden jugar con los teléfonos de sus padres, pero sólo durante 10 minutos a la semana. Sin embargo, no existen límites para utilizar la biblioteca familiar, repleta de juegos de mesa. Hace un tiempo, la familia compró un iPad 2, pero durante los últimos cinco años ha permanecido en la estantería más alta de un armario de ropa de cama.

«Sabemos que en algún momento necesitarán tener sus propios teléfonos», dijo Koduri, de 44 años, ante Business Insider. «Pero lo estamos prolongando el mayor tiempo posible.»

«La diferencia es que no se consideran peligrosos»

Koduri y Shahi representan un nuevo tipo de padres de Silicon Valley. En vez de decorar sus hogares con la última tecnología, muchos de los padres que trabajan o viven en el mundo de la tecnología hoy en día están limitando –y a veces prohibiendo abiertamente– la cantidad de tiempo que sus hijos pasan frente a la pantalla.

Esta estrategia se debe a que los padres observan de primera mano, ya sea a través de su trabajo o simplemente viviendo en el Área de la Bahía – la región en la que se encuentran las empresas tecnológicas más valiosas del mundo en California– cuánto tiempo y esfuerzo se dedica a hacer que la tecnología digital sea irresistible.

Según una encuesta realizada en 2017 a 907 padres de esta región por la Silicon Valley Community Foundation, a pesar de la alta confianza en los beneficios de la tecnología, muchos padres están verdaderamente preocupados acerca del impacto de la tecnología en el desarrollo psicológico y social de los niños.

«No puedes pasar la mayoría de tiempo frente a un dispositivo y esperar desarrollar una buena capacidad de atención», dijo el ingeniero jefe de inteligencia artificial en la startup de aprendizaje de máquinas One Smat Lab, Taewoo Kim, a Business Insider. Kim practica el budismo y está enseñando a sus sobrinos y sobrinas, de 4 a 11 años, a meditar y a apreciar los juegos no tecnológicos y los rompecabezas. Una vez al año, los lleva a retiros espirituales y sin tecnología en templos budistas cercanos.

Los antiguos empleados de las principales empresas tecnológicas –algunos de ellos altos ejecutivos– han hecho públicas sus condenas a la obsesión de las empresas en la creación de productos adictivos. La polémica ha desencadenado nuevas investigaciones por parte de la comunidad psicológica, las cuales han ido convenciendo paulatinamente a muchos padres de que la palma de la mano de un niño no es lugar para dispositivos tan potentes.

«Las compañías de tecnología son conscientes de que cuanto antes se acostumbra a los niños, adolescentes o adolescentes a su plataforma, más fácil es convertirlo en un hábito de por vida», dijo Koduri a Business Insider. No es una coincidencia, dijo, que Google haya irrumpido en las escuelas a través de herramientas con Google Docs, Google Sheets y la suite de gestión del aprendizaje Google Classroom.

Convertir a los niños en clientes leales de productos poco saludables no es una estrategia novedosa. Algunos cálculos estiman que las principales compañías tabacaleras gastan casi 9.000 millones de dólares (unos 7.250 millones en euros) al año –o 24 millones de dólares al día (aproximadamente unos 19 millones de euros)– comercializando sus productos con la esperanza de que los niños los consuman para toda la vida. El mismo principio permite explicar por qué las cadenas de comida rápida ofrecen comidas infantiles: la lealtad a la marca es lucrativa.

«La diferencia (con Google) es que no se consideran a sí mismos peligrosos», dijo Koduri. «Google piensa sobre sí mismo: «Oye, nosotros somos los buenos. Estamos ayudando a los niños. Estamos ayudando en las aulas». Y seguro que Apple comparte la misma opinión, al igual que Microsoft».

En San Francisco, los padres han detectado un ‘malestar generado por el scrolling

Erika Boissiere no tiene ninguna duda de que la tecnología es como un veneno para los cerebros jóvenes.

Esta madre de dos hijos de 37 años en San Francisco trabaja como terapeuta familiar junto con su esposo. Señaló que ambos hacen un esfuerzo por mantenerse al día con la investigación acerca del tiempo que se emplea frente a la pantalla, el cual, a pesar de no contar todavía con los efectos a largo plazo, produce numerosos efectos a corto plazo entre los adolescentes que son grandes usuarios de la tecnología. Éstos incluyen un mayor riesgo de depresión, ansiedad y –en casos extremos– suicidio.

Muchos de los otros padres con los que ella y su esposo han tratado también han experimentado un sentimiento anti-tecnológico. Sólo por vivir en el epicentro tecnológico del mundo, la pareja tiene asientos en primera fila de lo que Boissiere llamó un «malestar generado por el scrolling«.

«Vivimos en una calle muy transitada», le comentó Boissiere a Business Insider. En los 15 años que llevan viviendo allí, ella ha notado «un gran cambio, que todo el mundo está ensimismado con sus teléfonos en el autobús. No sueles ver a nadie leyendo un Kindle, por ejemplo».

Boissiere hará todo lo posible para evitar que sus hijos, Jack de 2 años y Elise de 5 años, tengan interacción alguna con la tecnología. Ella y su esposo no han instalado ningún televisor en la casa, y evitan utilizar sus smartphones en presencia de los niños, una política estricta que la pareja también le pida a su niñera de 28 años, quien Boissiere dijo que ha sido sorprendida haciendo scroll en el trabajo.

La pareja ha ideado una estrategia para ayudarles a mantener su política. Cuando los dos llegan del trabajo a casa, dejan el teléfono móvil junto a la puerta. La mayoría de las noches, revisan los teléfonos una o dos veces antes de irse a la cama, dijo Boissiere. A veces rompe la regla y, más de una vez sus hijos han entrado en la habitación mientras ella está escribiendo un mensaje, de modo que tiene que esconderse en el baño más cercano.

Alrededor de las 22:30, Boissiere y su esposo se acuestan y terminan el día viendo un episodio de Black Mirror en su portátil: una dosis de morbosidad que les reafirma en su enfoque anti-tecnológico.

La educación de los niños alejados de la tecnología ha sido una tendencia silenciosa entre los magnates de Silicon Valley durante años

Los padres de Silicon Valley que apuestan por una renuncia parcial o total de la tecnología en la crianza de sus hijos pueden parecer excesivamente cautelosos, pero en realidad continúan con las prácticas tradicionales de antiguos y actuales gigantes tecnológicos como Bill Gates, Steve Jobs y Tim Cook.

En 2007 el ex director ejecutivo de Microsoft, Gates, quiso limitar el tiempo frente a la pantalla del ordenador cuando su hija comenzó a desarrollar un apego insano a un videojuego. Más tarde, convirtió en una política familiar su prohibición de que los niños tuvieran sus propios teléfonos móviles antes de cumplir 14 años. Hoy en día, el niño estadounidense medio recibe su primer teléfono alrededor de los 10 años de edad.

En una entrevista para The New York Times realizada en 2011, Jobs, quien fue director ejecutivo de Apple hasta su muerte en 2012, declaró haber prohibido a sus hijos utilizar el iPad que se había estrenado recientemente. «Limitamos la cantidad de tecnología que usan nuestros hijos en casa», le dijo Jobs al reportero Nick Bilton.

Incluso Cook, el actual director ejecutivo de Apple, admitió el pasado enero que no permite que su sobrino se una a las redes sociales. El comentario siguió al de otras celebridades tecnológicas, que han condenado a los medios sociales por ser perjudiciales para la sociedad.

Cook aseguró que los productos Apple no están diseñados para un uso constante.

«No soy de la opinión de que nuestro éxito venga dado porque la gente utilice la tecnología todo el tiempo», comentó. «No estoy de acuerdo con esa idea en absoluto.»

Los niños no están necesariamente enganchados de por vida

Hay un resquicio de esperanza para un uso tecnológico constante, y es que los efectos negativos no parecen ser permanentes.

Uno de los estudios más esperanzadores –que a menudo es citado por los psicólogos– fue publicado en 2014 en la revista especializada Computers in Human Behavior. Involucró aproximadamente a 100 preadolescentes, la mitad de los cuales pasaron cinco días en un retiro sin tecnología dedicado a actividades como tiro con arco, caminatas y orientación. La otra mitad se quedó en casa y sirvió como el grupo de control.

Después de sólo cinco días en el retiro, los investigadores percibieron notables aumentos en los niveles de empatía entre los niños participantes. Los del grupo experimental comenzaron a puntuar más alto en sus lenguaje emocional no verbal, sonriendo con más frecuencia ante el éxito de otro niño o mostrándose angustiados frente a una caída desagradable.

Los investigadores concluyeron que «los resultados de este estudio deberían introducir un diálogo social muy necesario acerca de los costes y beneficios de la enorme cantidad de tiempo que los niños pasan frente a las pantallas, tanto dentro como fuera del aula».

La respuesta de las escuelas para los padres que están en contra de la tecnología

No todos los padres que restringen la tecnología de la crianza de sus hijos se esfuerzan por mantener los mismos estándares en lo que se refiere a la educación. Los niños de Koduri, por ejemplo, comparten un Macbook Air para tareas y usan Google Chromebooks en la escuela.

Alrededor de Silicon Valley, han surgido varias escuelas alejadas de la tecnología en un esfuerzo por reintroducir lo básico. En la Waldorf School of the Peninsula, una escuela privada en Los Altos, California, los niños usan pizarras y lápices del número dos. La escuela no utiliza dispositivos basados en pantallas hasta que los niños llegan al octavo grado.

En Brightworks School, una escuela privada de San Francisco, los niños aprenden a ser creativos utilizando herramientas eléctricas, desmantelando radios y asistiendo a clases en casas de árboles.

Mientras tanto, en muchas escuelas públicas, la tecnología se ha convertido en una fuerza muy potente, según los educadores Joe Clement y Matt Miles. En su libro de 2017Screen Schooled, los coautores argumentan que la tecnología hace mucho más daño que bien, incluso cuando se usa para mejorar las notas en lectura y matemáticas.

«Es interesante pensar que en una escuela pública moderna, en la que se exige que los niños utilicen dispositivos electrónicos como iPads, los hijos de Steve Jobs serían los únicos que optarían por no hacerlo», escribieron. (Los hijos de Job han terminado la escuela, así que es imposible verificar qué habría sucedido si eso hubiera sido cierto.)

Comentan que existe un doble rasero. Tal y como escribieron los autores:«¿Qué es lo que estos ejecutivos tecnológicos ricos saben acerca de sus propios productos que sus consumidores desconocen?»

Los padres de niños mayores han observado cambios a través de las generaciones

En la costa occidental de la bahía de San Francisco –en San Mateo– la empresaria tecnológica Amy Pressman vive con su esposo y dos hijos, Mia de 14 años y Jacob de 16 años. Su hijo mayor, Brian, de 20 años, está en su segundo año de universidad. (Business Insider ha cambiado el nombre de los niños a petición de Pressman.)

Aunque ella ya no ejerce ningún control sobre lo que Brian hace cuando está fuera en la escuela, en casa Pressman es estricta. No hay aparatos sobre la mesa. Después de las 22:00, los niños deben entregar sus teléfonos y dejarlos cargando en la cocina durante la noche. Los vieojuegos se limitan de cinco a siete horas a la semana.

Al igual que Koduri, que dijo recordar con cariño los momentos de su infancia en los que jugaba al aire libre y haber criado a sus propios hijos con esa educación en mente, Pressman anhela volver a un mundo más análogo.

«Los niños ya no salen a jugar en la calle», comenta la cofundadora y presidenta de la empresa de software Medalia, Pressman, a Business Insider«Mi hijo mayor tenía más amigos que venían a jugar con él y que se quedaban a dormir, que los que tienen mis hijos pequeños».

En los últimos años, la familia ha mejorado mucho en cuanto a pasar tiempo juntos, apunta. En vez de que los miembros de la familia regresen a casa y se instalen en habitaciones separadas con los ojos pegados a los aparatos electrónicos, ahora compran abonos de temporada para ir al teatro y mantienen una clasificación de las mejores heladerías de San Francisco.

Hace un par de años, Pressman planeó un viaje a Death Valley durante un puente. La ausencia de puestos de carga USB y de Wifi fueron dos de los principales atractivos del destino.

«La conectividad allí era bastante abismal», recuerda. «Eso fue encantador.»

Las restricciones diarias son duras, pero pueden que valgan la pena

Pressman y otros padres comentaron a Business Insider que a menudo es difícil encontrar un equilibrio para limitar el uso de la tecnología, ya que los niños rápidamente comienzan a sentirse excluidos de su grupo de compañeros. Cuanto más tiempo intentan los padres imponer sus restricciones, más temen estar criando a un marginado.

«No cuento con un modelo a seguir para tratar con este mundo», dice Pressman. «Este mundo no existía cuando yo era niña, y las restricciones que mis padres ponían a la televisión no tienen sentido en el mundo de la tecnología en el que los ordenadores son tu fuente del entretenimiento, de deberes y tu enciclopedia».

Muchos padres que hablaron con Business Insider dijeron que su mejor defensa contra la adicción a la tecnología es introducir actividades de reemplazo o encontrar maneras de usar la tecnología más productivamente. Cuando las sequías de California acabaron con el patio trasero de Koduri, llenó la parcela con cemento y construyó una cancha de baloncesto, que usan sus hijos y amigos. Cuando Pressman notó que su hija se interesaba por los ordenadores, las dos se matricularon para aprender a programar juntas.

Estos padres esperan poder enseñarles a sus hijos a adentrarse en la edad adulta habiendo recibido una instrucción saludable sobre cómo usar –y, en ciertos casos, evitar– la tecnología. De vez en cuando, dicen, resplandece un rayo de esperanza.

En los pocos años que Pressman lleva optando por una forma de vida menos tecnológica, su hijo mayor ha comenzado a valorar los beneficios de reducir el tiempo frente a las pantallas. Brian, un estudiante de matemáticas que prefiere usar libros de tapa dura, le comentó a su madre que siente que las versiones digitales le distraen.

Pressman recordó un momento clave durante un viaje familiar por Navidad. De forma inesperada, su hijo le sorprendió con algo que pocos padres llegan a escuchar: admitió estar equivocado.

«¿Te acuerdas cuando siempre estabas metiéndote contra las redes sociales y yo pensaba que estabas completamente equivocada?», recuerda Pressman que su hijo Brian le dijo entonces sobre las veces que ella le decía que tuviera una interacción humana «real». «Bueno», dice Pressman que su hijo le dijo en ese momento que empezaba a pensar que ella tenía razón.

Fuente de la noticia:https://www.businessinsider.es/padres-silicon-valley-crian-sus-hijos-tecnologia-191414

Fuente de la imagen:https://cdn.businessinsider.es/sites/navi.axelspringer.es/

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Entrevista a Robert Skidelsky: “Una buena idea sería ralentizar la automatización. ¿Qué prisa tenemos?”

23 Abril 2017/Fuente:economia.elpais. /Autor:MANUEL V. GÓMEZ

El profesor emérito de Política Económica en la Universidad de Warwick cree que «la tecnología «va una velocidad enorme y es más destructiva”

Robert Skidelsky cree que la profecía que John Maynard Keynes lanzó en Madrid en 1930 de que los nietos de su generación trabajarían 15 horas semanales puede cumplirse con la revolución tecnológica. Este economista y lord británico, nacido en Manchuria en 1939, autor archipremiado por la biografía del gran economista inglés, piensa que esta vez los cambios que trae la digitalización no van a generar más empleo: “Va a una velocidad enorme y es mucho más destructiva [que anteriores avances tecnológicos]. Además, está penetrando en muchas ocupaciones y tareas mentales. Antes, en la revolución industrial era solo un suplemento físico. El coche es una mejora sobre el caballo, pero es un sistema de transporte y es solo un servicio para la actividad humana. Ahora [con la inteligencia artificial] mucho empleo cognitivo y mental de la clase media puede ser automatizado. No hay barreras ni obstáculos”.

Desarrolla sus ideas en una conversación en el patio de la cafetería de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra, donde este diario ha viajado invitado por el organismo internacional. Acaba de dar la conferencia inaugural del evento El Futuro del Trabajo organizado los pasados 6 y 7 de abril por la OIT, inmersa en un proceso largo y ambicioso de reflexión sobre hacia dónde se dirige el mundo laboral con la revolución tecnológica y la globalización que culminará en 2019, cuando este organismo tripartito (Gobiernos, sindicatos y empresarios) cumpla 100 años de existencia.

Está tan convencido de que esta vez la tecnología sí que va a destruir empleo que afirma que los luditas —los seguidores de Ned Lud que en el siglo XIX destruían máquinas porque temían perder su empleo— “no estaban completamente equivocados”. Entonces “hubo un gran aumento del desempleo”. Pero “en la segunda mitad del siglo XIX 30 ó 40 millones de europeos fueron a tierras deshabitadas del nuevo mundo. Los españoles fueron a Sudamérica y los ingleses y los alemanes a Norteamérica. Dónde van a ir ahora los desocupados”.

La velocidad a la que van los cambios ahora es una de los argumentos que repite. Y afirma: “La idea de ralentizar la automatización sería una buena idea. ¿Qué prisa tenemos?”.

Cree que ha llegado el momento de pensar qué hacer cuando baje el número de horas de trabajo: “La gente quiere trabajar, pero no cualquier número de horas. Tú puedes encontrar sentido a la vida sin trabajar 60 horas a la semana”, prosigue. “Necesitamos ser útiles, sentirnos útiles. El trabajo por un salario ha sido la forma tradicional en que la gente ha contribuido, pero hay otras formas”. Aunque admite, como ya había apuntado ante el auditorio, que en este argumento hay un problema: “La gente prefiere trabajar menos, pero siempre que no gane menos”. No obstante, rechaza que esto sea porque “las personas sean insaciables” sino por —y aquí toma una idea de otro gran economista del siglo XX, John K. Galbraith— el papel de la publicidad y su estimulo del consumo.

Y si la gente trabaja menos y cobra menos por ese trabajo, ¿cómo sustituir esos ingresos? “Una renta básica universal daría a la gente la posibilidad de elegir cuánto trabajar”. Mentar este argumento en la OIT, en su sede central, no es inocuo. Recibir un ingreso, “independientemente” de la renta o la edad, sin haber trabajado para recibir ese derecho, abriendo la posibilidad a pagar salarios más bajos o a desplazar determinados costes de la precariedad al erario público no suele gustar en una de las tres partes que componen la organización, los sindicatos, de la que procede su actual director general, el británico Guy Ryder. De hecho, este último se revolvió incómodo cuando en broma, jugando con su idea, el profesor emérito de Política Económica de la Universidad de Warwick propuso añadir al nombre de la organización la palabra “ocio”.

La financiación de esta puede salir “de una combinación de crecimiento y redistribución”. Porque Skidelsky ya no es partidario de un impuesto sobre los robots: “Es una idea atractiva, pero tiene la dificultad de decidir qué es un robot, que es humano y qué es un sistema mixto”.

Fuente de la entrevista: http://economia.elpais.com/economia/2017/04/16/actualidad/1492366906_906684.html

Fuente de la imagen:

 http://ep01.epimg.net/economia/imagenes/2017/04/16/actualidad/1492366906_906684_1492367218_noticia_normal_recorte1.jpg

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Italia: Obispo declara que Pokémon GO es una fábrica de cadáveres andantes

Europa/Italia/21 Agosto 2016/Fuente y Autor:epanews

Lo dijo el obispo de la ciudad italiana de Noto, en Sicilia, monseñor Antonio Stagliano, que amenazó con presentar una denuncia formal contra el juego.

El obispo de la ciudad italiana de Noto, en Sicilia, monseñor Antonio Stagliano, amenazó con presentar una denuncia formal contra el juego Pokémon Go, que calificó de “fábrica de cadáveres andantes”, informó este jueves la prensa italiana.

El obispo aseguró que tiene lista una serie de “acciones legales” para que el videojuego, que se ha convertido en un fenómeno global, sea prohibido.

El juego que aumenta en forma virtual la realidad, se inició el 6 de julio y se convirtió rápidamente en la sensación del año.

El pasatiempo ha recibido una lluvia de críticas en todo el mundo porque pide entre otras cosas al usuario el acceso a Google y a sus correos electrónicos.

El director de cine estadounidense, Oliver Stone, condenó duramente a finales de julio ese juego, ya que considera que fomenta una forma de “totalitarismo”, dado que tiene un alto “nivel de intrusión” en la intimidad de las personas.

Monseñor Stagliano ya se había pronunciado contra Pokémon Go por crear una fuerte dependencia entre sus usuarios y “alienar a miles y miles de jóvenes”.

El religioso no dudó en comparar el juego al “sistema totalitario nazista”.

Conocido por los medios de comunicación italianos, el obispo de Noto ya se había distinguido por interpretar canciones de Noemi y Mengoni durante la misa, dos cantantes de rock célebres en Italia.

Fuente de la noticia: http://epanews.media/tecnologia/pokemon-go-es-una-fabrica-de-cadaveres-andantes/

Fuente de la imagen: http://epanews.media/wp-content/uploads/2016/08/0017817501.jpg

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Los enemigos de la innovación

Por: Nuño Dominguez

En los últimos 600 años las sociedades humanas se han opuesto a la llegada del café, la imprenta, la agricultura mecanizada, los frigoríficos, la música grabada o los transgénicos con tácticas muy parecidas

“No hay ninguna idea inteligente que pueda ganar aceptación general sin mezclarla antes con un poco de estupidez”. La frase es de Fernando Pessoa y toca un problema que las sociedades humanas afrontan desde que comenzaron a existir: la oposición a nuevas tecnologías que pueden cambiar el mundo.

Desde el café a la agricultura mecanizada, pasando por la electricidad, los refrigeradores o la música grabada, la historia está llena de ejemplos de cómo las sociedades humanas se han resistido a adoptar innovaciones sin las que hoy no podríamos entender el mundo.

Los transgénicos son comida Frankenstein como el teléfono fue invento del demonio

“Es una reacción que está en nuestro ADN, en la forma en la que está organizada nuestra mente”, explica a Materia Calestous Juma, experto en innovación y cooperación internacional de la Universidad de Harvard (EE UU). Juma fue jefe de la Convención de Diversidad Biológica de Naciones Unidas y como tal vivió de primera mano debates internacionales sobre nuevas tecnologías como los transgénicos. Ahora ha reunido su trabajo de investigación de años en el libro Innovación y sus enemigos (Innovation and its Enemies, Oxford University Press), un recorrido por casi 600 años de historia analizando algunos de los casos de oposición a nuevas ideas y tecnologías que tenían el potencial de transformar el mundo.

En 1866, durante la Exposición Universal de París, Luis Napoleón III lanzó un reto a los científicos: encontrar una fuente de proteínas alternativa a la mantequilla que fuera más barata. En su cabeza estaba la necesidad de alimentar a una población cada vez más empobrecida y a un ejército famélico y amenazado por la voluntad expansionista de otras potencias europeas. El premio lo ganó Hippolyte Mège-Mouriés, inventor de la margarina.

Mientras Europa adoptó el nuevo producto, en EE UU provocó el nacimiento del lobby de la industria láctea, que emprendió una guerra abierta contra el alimento. Los productores lograron que el lácteo se prohibiera en varios estados y esas leyes fueron sostenidas hasta por el Tribunal Supremo. Para conseguir frenar el consumo del nuevo producto, mucho más asequible que la mantequilla, la industria se sirvió de estudios científicos inventados y campañas de odio diciendo que la margarina era “antiamericana” porque contenía un producto importado, el aceite de coco. La industria estigmatizó a los hogares que la consumían porque estaban usando un producto barato, lo que cuestionaba la capacidad del padre de familia de proveer para los suyos.

El café, los tractores, los refrigeradores o la imprenta también fueron objeto de campañas de desprestigio

Los productores de margarina reaccionaron sustituyendo el aceite de coco por el derivado de plantas más “americanas” como el algodón y la soja y establecieron alianzas con los productores nacionales de estas cosechas. La demanda de margarina creció hasta que su consumo rebasó a la mantequilla en los años 50 del siglo XX, después de que se derogaran las leyes aprobadas contra ella a mediados del siglo anterior.

Este “es uno de los mejores ejemplos de cómo la industria afectada, usando instrumentos legales, puede dañar o eliminar nuevas tecnologías”, escribe Juma.

El café, los tractores en la agricultura, los refrigeradores o la imprenta en el mundo musulmán también fueron objeto de campañas de desprestigio. El primero sufrió durante siglos la prohibición impuesta por autoridades religiosas musulmanas, que cerraron por ley las cafeterías. Lo hicieron no tanto por la infusión en sí como porque se consumía en lugares de esparcimiento donde se hablaba y compartían ideas, el sitio perfecto para que surgiesen voces disidentes con el poder establecido. Las cafeterías se prohibieron en la Meca, Isfahán, Cairo y Constantinopla durante 200 años.

«Dependemos de las nuevas tecnologías ante los desafíos globales», dice Juma

Cuando el café saltó del Imperio Otomano a Europa, el efecto fue el mismo y los reyes de algunos países decretaron el cierre de cafeterías y «clubes del café» que comenzaban a aparecer en las universidades. Antes de que Italia fuese la patria del expreso, el país se resistió al nuevo producto por miedo a que dañase al sector del vino. Pero el papa Clemente VIII hizo una inteligente defensa de la infusión en 1600: “Esta bebida de Satán es tan deliciosa… que sería una pena que sólo los infieles puedan usarla. Engañaremos a Satán bautizándola y haciéndola una bebida genuinamente cristiana”, escribió.

Juma traza paralelismos entre las tácticas y argumentos usados en el pasado y los que dominan polémicas actuales como la de los transgénicos, el rechazo a las vacunas o la inteligencia artificial. A los transgénicos se les llama “Comidas Frankenstein”. Al café se le tildó de “alcohol juvenil” en India, y en Inglaterra, Francia y Alemania alertaban de que producía esterilidad. Las comidas refrigeradas eran “alimentos embalsamados”, el teléfono, “instrumento del demonio” y la margarina “mantequilla de toro”.

La supuesta novedad disruptiva de algunos productos es muchas veces la causa para su rechazo. En el caso de los organismos modificados genéticamente, se trata de variantes vegetales que han sido modificadas genéticamente para producir toxinas Bt, que eliminan a las plagas más habituales del maíz y otros vegetales. A pesar de que el medio de usar el Bt de esta forma es nuevo, el concepto en sí es muy antiguo, tan tradicional casi como la agricultura, pues ya en el antiguo Egipto se usaban toxinas Bt para evitar las plagas en la agricultura, escribe Juma.

La huelga contra los vinilos

En 1942, el sindicato de músicos más importante de EE UU prohibió a sus miembros hacer discos y llamó a todos sus miembros a una huelga contra la industria discográfica. Pensaban que la grabación de canciones acabaría con la música en directo. Los responsables del sindicato llegaron a exigir como compensación que las radios contratasen a músicos y que solo estos estuvieran capacitados para darle la vuelta a los vinilos. En parte tenían razón al predecir la pérdida de muchos empleos, escribe Juma, pero la llegada de los discos transformó la industria hasta convertirla en un sistema donde los artistas pueden alcanzar un poder y riqueza impensables.

Juma resalta que nuestras sociedades no han mejorado mucho desde hace seis siglos a la hora de gestionar la llegada de tecnologías transformadoras y esto supone un riesgo, pues cada vez más dependemos de ellas para afrontar problemas globales como la escasez de alimentos y la pobreza en un planeta superpoblado, el desarrollo de energía limpia e inagotable, o la búsqueda de nuevos remedios contra las enfermedades de la vejez .

La conclusión del autor es que “las sociedades no se oponen a las ideas porque sean nuevas, sino porque perciben pérdida”, ya sea de trabajos, ingresos o el desmantelamiento de un modo de vida concreto. Los mismos dilemas que ocasionó el café hace siglos están hoy presentes con la agricultura transgénica y, en un futuro, lo estarán en otros campos. Los más acuciantes, dice Juma, son la inteligencia artificial, la edición genómica y la impresión en 3D.

Tomado de: http://elpais.com/elpais/2016/07/22/ciencia/1469179145_789347.html

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