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La Nigeria de la vergüenza, uno de los países con más desigualdad del mundo

Nigeria/24 julio 017/Fuente: El Diario

  • Nigeria es el último en la lista de 152 países ordenados según su “compromiso para reducir la desigualdad”, según un reciente informe de Oxfam y el grupo Development Finance International.
  • El número de personas viviendo en la pobreza aumentó de 69 millones en 2004 a 112 millones en 2010, a pesar de que el país tuvo un crecimiento de más del 7%.
  • «Si eres un pobre trabajando para ricos, prefieren que seas pobre el resto de tu vida», cuenta un empleado que trabaja para los ricos del país.

En Nigeria, al menos 86 millones de personas viven en la pobreza extrema. Se dice que el hombre más rico del país, Aliko Dangote,  gana cada día 8.000 veces más que lo que un compatriota pobre gastaría en sus necesidades básicas en un año entero.

“ En Nigeria, la desigualdad de ingresos es uno de los problemas más serios y, a la vez, el menos discutido”, asegura Matthew Page, que fue antiguamente el mayor experto en Nigeria para la inteligencia de Estados Unidos. “La brecha entre ricos y pobres, más que la pobreza misma, genera un sentimiento de resentimiento contra el Gobierno y en el futuro podría generar agitación social”, añade.

El análisis de Page está respaldado por un nuevo índice mundial, producido por Oxfam y el grupo Development Finance International, que pone a Nigeria última en la lista de 152 países ordenados según su “compromiso para reducir la desigualdad”. El gasto social de Nigeria (en salud, educación y protección social) es, según el informe, “vergonzosamente bajo” y “se refleja en una protección social muy pobre para sus ciudadanos”.

El multimillonario Dangote —que es también el hombre más rico de todo el continente— es un nigeriano de 60 años, magnate del cemento y filántropo. Su residencia principal en Lagos se encuentra en  Banana Island, el distrito residencial más caro del país y un refugio para los súper ricos.

“ La gente piensa que todos los que trabajan en Banana Island ganan mucho dinero, pero no es así”, afirma David Obi, que ha trabajado desde 2006 para los millonarios y multimillonarios de esta isla artificial (que se construyó en forma de banana).

“ Los ricos pagan mal, pero te hacen trabajar sin parar”, señala Obi. “Una vez trabajé para un hombre rico de allí y cuando había terminado mi trabajo, la familia me llamaba a la 1 o 2 de la madrugada para que fuera a servir al jefe. Pero cuando llegaba fin de mes, no me pagaban. Me tuve que ir porque me debía varios meses de salario”, añade.

Obi reside en una parte de esta comunidad cerrada donde los trabajadores no pueden vivir con sus familias. “Mientras los ricos viven en sus mansiones, los que trabajamos para ellos dormimos en espacios muy pequeños. A veces dos o tres trabajadores compartimos una pequeña habitación”, cuenta.

“ Los ricos no quieren que los pobres salgamos adelante”, concluye. “Si eres un pobre trabajando para los ricos, prefieren que seas pobre el resto de tu vida. Piensan que si mejoras tu vida y te vuelves rico, no trabajarás más para ellos. Lo único que les importa es que ellos y sus familias sean ricos para siempre.”

Un “nivel de riqueza apabullante”

Noel Anago es un cocinero de 32 años que trabaja para los ricos en eventos sociales en Lagos. “A menudo me sorprende cómo exhiben su riqueza”, dice. “Veo empresarios multimillonarios, expresidentes, políticos de primera línea y gobernadores, muchos con custodia policial y agentes del servicio secreto estatal. Me sorprende la ropa carísima que llevan, los zapatos y los bolsos de primera calidad de las esposas. Todo vale miles de dólares.”

De acuerdo con Oxfam, entre 2004 y 2010 la desigualdad en Nigeria empeoró significativamente, ya que los ricos se beneficiaron de dudosas amnistías fiscales y los legisladores tuvieron salarios que se ubican entre los más altos del mundo.

Mientras tanto, el número de personas viviendo en la pobreza aumentó de 69 millones en 2004 a 112 millones en 2010, a pesar de que el país tuvo un crecimiento económico de más del 7%. En el mismo período, el número de millonarios en Nigeria aumentó en un 44%.

“ En Nigeria, la superposición entre poder político y económico es casi total”, asegura Page. “Los políticos suelen utilizar sus empresas personales para desviar dinero de las arcas públicas y muchos magnates de los negocios se han hecho millonarios gracias a su relación cercana a políticos, obteniendo grandes contratos con el Estado o beneficiándose de políticas proteccionistas. Nigeria se parece a Estados Unidos, de alguna forma, pero con menos transparencia y sin casi ningún control independiente de lo que a menudo son conflictos de interés”.

En 2014, un informe del exministro de economía, Ngozi Okonjo Iweala, reveló que el Gobierno nigeriano  había perdido entre 2011 y 2013 más de 2.000 millones de euros en amnistías fiscales y beneficios a empresas y corporaciones. El informe concluyó que estas amnistías no suponían ningún beneficio para la economía nigeriana.

Nigeria ofrecerá amnistía a rebeldes para acabar tensiones en delta de Níger
El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari. EFE

“ A veces, el nivel de riqueza resulta apabullante”, cuenta Anago. “La desigualdad tiene un impacto en mi vida: trabajo duro para sobrevivir, mientras los ricos lo tienen todo. Pueden ir a hospitales en el extranjero, mientras los pobres nos quedamos aquí y no podemos ir al médico hasta que la situación ya es gravísima. Cuando no tienes dinero ni para comer, no puedes pensar en tu salud. Sólo piensas en cómo llenar tu estómago”.

Nigeria está ahora pasando por su recesión más larga en más de 25 años y sufre una de las crisis humanitarias más graves del mundo, empeorada por la violencia del grupo insurgente Boko Haram. Más de 4,7 millones de personas sufren inseguridad alimenticia en la región, según la ONU, mientras que el 49% de los jóvenes están subempleados en trabajos insuficientes y de media jornada o directamente desempleados.

Sin embargo, según Nonso Obikili, un economista residente en Nigeria, el debate público sobre la desigualdad ha disminuido en los últimos años. “En tiempos de crecimiento económico, bajo el Gobierno anterior, se hablaba más de “crecimiento inclusivo”, pero incluso entonces no se hizo nada significativo al respecto.

“ Ahora hay recesión, así que el país está concentrado en volver a crecer”, explica el economista. “El Gobierno actual ha mejorado la situación en términos de corrupción, pero los cambios no han sido sistémicos, y eso es un problema.”

Una notoria campaña contra la corrupción, uno de los principales compromisos del presidente Muhammadu Buhari durante las elecciones de 2015, ha intentado reducir los niveles históricos de corrupción del país. Se recuperaron y apropiaron varias propiedades, bienes y dinero público y los investigadores continúan trabajando.

“ La desigualdad, resultado de la corrupción”

Sin embargo, si se les pregunta a Anago o a Obi, ellos dudan de que haya cambiado algo. “La desigualdad es el resultado de la corrupción”, afirma Obi. “Este país tiene muchos recursos, que si se administraran bien, no habría pobreza. Pero los ricos utilizan esos recursos para enriquecerse ellos y sus familias”.

Según Anago, “la corrupción es el factor número uno que explica la brecha entre ricos y pobres en Nigeria. Muchos de los ricos hicieron su dinero gracias a la corrupción”. Anago ofrece un crudo ejemplo de la diferencia entre un rico y un pobre en este país. “Si eres pobre en Nigeria, nunca tendrás acceso a la justicia. Por ejemplo, cuando un policía arresta a un pobre, le pide dinero para salir de la cárcel. Si no tienes dinero, vas preso”.

“ Hace poco le sucedió a uno de mis primos: la policía lo arrestó y le pidió 120 euros. Tuvimos que juntar el dinero entre todos e incluso rogarle a los policías que acepten menos dinero. El dinero es muy importante en el sistema judicial, porque el dinero hace girar todos los engranajes cuando se trata de obtener justicia en Nigeria”, lamenta.

Oxfam ha criticado duramente a la clase política nigeriana, asegurando que a pesar de tener los recursos adecuados, la reducción de la pobreza ha sido obstaculizada por “el mal uso, la apropiación y la adjudicación errónea de recursos”. Los negocios pequeños y los comerciantes tienen que pagar muchísimos impuestos, mientras que los ricos se benefician de amnistías fiscales arbitrarias, según la investigación.

“ No estoy seguro de que el Gobierno quiera atacar el problema de la desigualdad en Nigeria”, afirma Obi. “Si fuera así, lo habrían hecho hace mucho tiempo. Si el propio Gobierno está pagando un salario mínimo bajísimo, ¿cómo va a atacar el drama de la pobreza?”.

El año pasado,  Nigeria quedó en el puesto 118 del ránking de 144 países que integran el Informe Mundial sobre la Brecha de Género. Los desafíos económicos y educativos que aquejan a los nigerianos pobres son mucho peores para las mujeres: en el estrato más pobre de la sociedad, el 75% de las mujeres no van a la escuela y en áreas urbanas el 51% no recibe educación, una cifra que duplica la de los hombres.

“ Las mujeres nigerianas son una fuerza política insignificante y debilitada”, apunta Oxfam. Nigeria es el país del África subsahariana con menos proporción de mujeres parlamentarias.

“ El Gobierno debe construir un sistema económico y político nuevo que le funcione a todo el mundo y no sólo a unos pocos afortunados” dice Celestine Okwudili Odu, coordinadora de un programa de buen gobierno de Oxfam en Nigeria. “El Gobierno podría comenzar por atacar la corrupción y proteger los derechos de las mujeres”.

Sin embargo, en Banana Island, Obi se pone filosófico sobre la brecha entre ricos y pobres que ve tan claramente cada día. “Este sitio está lleno de multimillonarios, pero algunos no quieren que nadie sepa que están aquí”, afirma.

“ Prefiero mi vida a la de los millonarios, porque yo soy libre. Cuando ellos salen a la calle, deben salir rodeados de policías, en cambio yo soy libre. A mí no me busca nadie. Sí, ellos tienen dinero, tienen comida, pueden hacer lo que quieran, pero yo tengo más libertad que ellos”.

Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/Nigeria-verguenza-paises-desigualdad-mundo_0_666334157.html

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Para hablar de igualdad hay que hablar de feminismo

Por:  i

Miguel Lorente, forense y experto en violencia de género, asegura que el problema de los hombres es que han vivido la infancia, pero no han sido sido niños.

Para Miguel Lorente Acosta, profesor titular del Departamento de Medicina Legal, Toxicología y Antropología Física de la Universidad de Granada, una de las profundas raíces del machismo en la sociedad actual es que hombres no han sido niños. “Hemos vivido la infancia, pero no hemos sido niños”. La manera de entender lo que es ser hombre va a venir marcada por un contexto y referencias que se van a “interiorizar” en el proceso “madurativo, educativo y de socialización”, expone.

Lorente ha participado estos días en el curso de verano ‘Niños son, ¿qué hombres serán?’, organizado por la Universidad del País Vasco. Durante este curso, varios especialistas han puesto el foco en los niños y en su desarrollo como hombres: qué mensajes reciben (educativos, familiares, comunicativos…) y de qué manera contribuyen (o limitan)  su desarrollo integral, su aprendizaje de las relaciones de convivencia y del ejercicio del poder; el manejo de la violencia y su implicación a favor de la igualdad real. En este sentido,  “para hablar de igualdad tenemos que hablar de feminismo, que es el ‘ especialista de la igualdad. El feminismo es una referencia para remodelar las identidades sobre la igualdad”.

La identidad es el elemento que tienen en común todos los hombres. Miguel Lorente clasifica la identidad de dos maneras. Por un lado la identidad subjetiva, que es lo que “somos ante nosotros mismos”. Por otro, la identidad inter-subjetiva: “lo que somos ante los demás”. La segunda es la que más preocupa a los hombres, ya que lo que quieren es “ser reconocidos ante los demás como hombres”. De modo que desde pequeños interiorizan ciertos comportamientos que un “hombre” no debería de tener y empiezan a actuar de esa manera. Por ejemplo rechazando el color rosa o los “juguetes femeninos” en la infancia.

La infancia negada

“Antes que ese hombre hay una cultura, que es el machismo. Desde pequeños los niños viven situaciones y experiencias que les hacen entender lo que tienen que hacer para poder llegar a ser un hombre. Es la infancia negada, ya que desde pequeños los niños producen un rechazo hacia lo femenino, ocultan sus emociones, tienen mucha competitividad a la hora de jugar con los demás y empiezan a tener una imaginación sobre la violencia. Además están expuestos a diferentes juegos, series, películas o situaciones que todavía refuerzan más esa cultura machista”.

Esa cultura ha ido creando una “normalidad tramposa” en la que la sociedad entiende que hay algunos espacios, elementos o circunstancias de desigualdad, como por ejemplo en el trabajo o el sueldo, pero no la asocian con el machismo. “Por un lado está la desigualdad que ven en ciertas situaciones y por otro el machismo. La idea es entender que la propia normalidad es el machismo porque si no se seguirán construyendo estas identidades y no las cuestionaremos”.

Lo que la sociedad tiene que hacer es “educar la cultura” tanto en las familias, colegios  e incluso instituciones. “El objetivo del machismo es mantener la cultura ya que la cultura es machismo”, advierte. Por lo tanto, “ hay que hacer ver a los niños desde una edad muy temprana que esto no es así”.

Los nuevos cambios conseguidos gracias a la transformación de las mujeres no son bien recibidos por los hombres. “Esta nueva situación ha hecho que los hombres se sientan amenazados o cuestionados y en vez de avanzar recurren al machismo y con ello a la violencia. La violencia no ha disminuido porque los hombres no están a favor de este cambio, por lo que responden con violencia para intentar conseguir con ella lo que antes se conseguía con el control social: la ‘normalidad tramposa’. Los hombres tienen que incorporarse a ese cambio social y entender que ese modelo construido desde la infancia es erróneo”.

Fuente: http://www.eldiario.es/norte/euskadi/hablar-igualdad-feminismo_0_662134697.html

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La educación sexual en México se quedará igual: SEP

América del Norte/México/09 Julio 2017/Fuente:yucatan /Autor:El Universal

La SEP presentó su Estrategia Nacional para la Equidad e Inclusión, la cual busca reducir las brechas de desigualdad y los rezagos en el sistema educativo

La educación sexual en México se quedará igual que como se ha impartido los últimos 30 años, señaló el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Aurelio Nuño Mayer.

Al término de la presentación de la Estrategia Nacional para la Equidad e Inclusión descartó que en los nuevos libros de texto o en el modelo educativo se incluya el reconocimiento a la diversidad sexual, aunque señaló que se promueve el respeto “a las creencias de todo tipo”.

El comentario fue en respuesta a que durante la presentación de la estrategia, el mandatario de Morelos y presidente de la Comisión de Educación de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), Graco Ramírez, señaló que parte del acoso escolar está relacionado con no observar la diversidad sexual y dijo que “la obligación del Estado es reconocer los derechos y nombrar la diversidad sexual.

“La educación sexual inicia en cuarto de primaria con las clases de biología, apropiadas y acordes con la edad del niño, y va evolucionando. En ese aspecto no hay cambios. La visión del nuevo modelo educativo es inclusiva y de construcción de tolerancia en todos los aspectos, para todo tipo de creencias y de todo tipo, pero en el caso concreto de la educación sexual, se mantiene como ha estado en los últimos 30 años”, afirmó Nuño Mayer.

La SEP presentó su Estrategia Nacional para la Equidad e Inclusión, la cual busca reducir las brechas de desigualdad y los rezagos en el sistema educativo, como parte del nuevo modelo educativo.

Con esta se quiere ampliar el número de planteles incluidos en el programa de Escuelas de Tiempo Completo, y llevar cuando menos 20% de los recursos de programas federales a escuelas indígenas e impulsar la educación inicial.

Nuño Mayer dijo que lo más importante “es romper con la desigualdad que existe en las escuelas y tener escuelas con las condiciones idóneas para que los niños estudien”.

Anunció que la estrategia tiene un paquete de seis ejes para acabar con los rezagos y desigualdades: dar atención prioritaria a los hablantes de lenguas indígenas, inclusión de personas con discapacidad, énfasis en el desarrollo infantil temprano, centrar las becas en quienes más las necesitan, disminuir las brechas de género, y abatir el rezago educativo.

El secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda, dijo que no se puede pedir a un alumno o maestro que vaya a la escuela sin alimentarse, “No se podrá alcanzar la excelencia académica con el estómago vacío”. Dijo que con la SEP se trabaja para que los más de nueve mil comedores de Sedesol funcionen y a finales de agosto de 2017 haya este servicio en todas las entidades del país.

Fuente de la noticia: http://yucatan.com.mx/mexico/la-educacion-sexual-mexico-se-quedara-igual-sep

Fuente de la imagen: http://yucatan.com.mx/wp-content/uploads/2017/07/Libros_de_Texto_Puebla-4.jpg

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México: Desigualdad, enemiga de la democracia

Por: Rosa Gómez Tovar

Este año el INE ha organizado dos conferencias magistrales que han abordado de alguna forma el problema de la desigualdad. En abril, el profesor emérito de la UNAM, Rolando Cordera, en su disertación sobre la cuestión social, nos recordaba que la desigualdad económica y social se reproduce en el sistema económico moderno y que ni siquiera la violencia, los jóvenes al servicio de la delincuencia organizada o la pérdida de credibilidad en la política habían logrado que el Estado tomara un papel central en la recomposición de la política para el desarrollo.
Los datos respecto a la situación de nuestro país son vergonzosos, el indicador de desigualdad por excelencia, el coeficiente de Gini, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), es el más alto entre los países integrantes de este organismo, en 2014 el coeficiente en México era de 0.459, mientras que el promedio de la OCDE era 0.318 (entre más alto sea el indicador, más desigual el país). Peor aún, la política tributaria y de subsidios a la población mejora el coeficiente de Gini un 2.8%, mientras que en promedio en la OCDE la mejoría es de 27%. Es decir, nuestra política de gasto no tiene un impacto importante en la reducción de la desigualdad.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la ONU, en el documento Panorama Social de América Latina 2016, nos revela un diagnóstico similar. México creció 2.6% en promedio entre 2003 y 2014, sin embargo, la riqueza lo hizo a un promedio anual de 7.9%, implicando que la riqueza se duplicó en este periodo en el país. Sin embargo, la riqueza no se reparte de forma equitativa: el porcentaje de los ingresos por el trabajo en 2002 era alrededor del 35% del PIB, mientras que en 2014 esta proporción disminuyó al 30%. No sólo la situación es desigual entre los dueños del capital y los trabajadores, el coeficiente de Gini para los activos físicos de las empresas y unidades de producción es de 0.93, esto implica que el 10% de las empresas tiene en su poder el 93% de los bienes de capital en el país.
En la segunda conferencia magistral de este año, John Keane mencionaba, como una de las tendencias que ponen en riesgo el futuro de la democracia, a la brecha que existe entre los ricos y los pobres en todas las democracias resultado del modelo capitalista. De acuerdo con Keane, la democracia se entiende como el autogobierno de la gente, donde todos son considerados iguales con los mismos derechos, entonces la desigualdad económica es un gran riesgo, ya que implica que el voto pueda perder su poder igualador. No obstante, sin elecciones libres, “entonces el acceso de los ciudadanos a los recursos fiscales, a otros poderes de gobierno, se pierden”.
Una explicación sobre el gran descontento hacia las autoridades electorales es que en el Estado de México y Coahuila no habrá cambio de gobierno y, por ende, de política. No obstante, esto no debe permear el análisis objetivo del desempeño del INE o los institutos locales en estas elecciones. Ambos han brindado de forma trasparente información sobre lo ocurrido el día de la jornada electoral y, hasta ahora, sus detractores, no han presentado pruebas de que los resultados electorales hayan sido alterados. Para aquellos que desean minar la confianza del INE ante la ciudadanía, deben recordar que la única forma pacífica para el cambio de poder, y en ese sentido, de la política social en contra de la desigualdad, siguen siendo las elecciones.

Fuente:http://www.cronica.com.mx/notas/2017/1031570.html

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Panamá: Hace falta mucho para lograr una educación de calidad

Panamá/26 junio 2017/Fuente: Panamá America

Rómulo Roux, secretario general del opositor partido Cambio Democrático (CD), considera que hace falta mucho para lograr una educación de calidad que ponga a Panamá de referente en Latinoamérica.

Advirtió que «no se aguantan las desigualdades en la educación del país», por lo que se “necesita que la estrategia de educación incorpore valores como solidaridad y justicia social entre otros».

«No puede ser que el camino hacia los centros educativos sea una trampa de muerte para estudiantes y docentes de muchas áreas del país”, afirmó, en referencia al fallecimiento de dos docentes en la Comarca Ngabe Buglé.

Fuente: http://www.panamaamerica.com.pa/nacion/hace-falta-mucho-para-lograr-una-educacion-de-calidad-1074709

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«La pobreza es un estado mental»: desigualdad y el mito de la meritocracia

Por: José Maria Aguera Lorente

«La injusticia siempre exige justificaciones y argucias; las causas justas mucho menos»
(Robert Trivers: La insensatez de los necios)

Oigo la escueta noticia a través de la radio: Ben Carson, el secretario de vivienda estadounidense, afirma que la pobreza es «un estado mental». Busco en internet qué hay tras lo que aparece en forma de titular en varios medios digitales. Así me entero de que el señor Carson, neurocirujano de oficio, fue el primer afroamericano en ser nombrado jefe de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil Johns Hopkins de Baltimore.

Negro, es decir, hombre perteneciente a una minoría que, atendiendo a los datos estadísticos de toda índole, es el grupo de la ciudadanía que más sufre la pobreza en un país de por sí con un importante índice de desigualdad; para ponerlo en cifras, el índice de Gini, que cuantifica la desigualdad en los Estados, se situó en la república norteamericana en 0,48 puntos según informe de 2015 , siendo en España de 0,33 puntos y del entorno de 0,25 en los países nórdicos, los de menor desigualdad del mundo dado que el máximo lo marca el 1. Pero como ciudadano de la desfavorecida minoría negra el secretario Carson es un magnífico exponente del american dream, igual que el personaje que interpreta Will Smith –antaño irreverente príncipe de Bel Air– en la película titulada En busca de la felicidad, en la que un desgraciado padre cambia su situación de patético loser por la de ejecutivo triunfador merced a su «mentalidad ganadora», la que precisamente el exneurocirujano ahora miembro de la administración Trump propugna que han de inculcar los padres a sus hijos. Por eso, seguramente y dicho sea de paso, en nuestro sistema educativo postLOMCE se haya considerado conveniente la implantación de una asignatura denominada «Cultura emprendedora y empresarial» con el fin de inculcar en nuestros jóvenes el «espíritu emprendedor» y promover el «autoempleo».

De modo que la pobreza –según cabe inferir de este planteamiento– es, principalmente, el efecto natural de un modo de afrontar los retos de la vida desde el derrotismo, actitud que bien pudo ser herencia de unos padres que fallaron a sus hijos a la hora de dotarles del sano espíritu emprendedor que les insuflara la fuerza moral del triunfador. O expresado en versión corta: si eres pobre, tú te lo buscas por cultivar el espíritu perdedor; ya que, como dicta la ética capitalista, el que trabaja, innova y emprende, siempre recibe su merecido premio.

Si la estructura social del Antiguo Régimen legitimaba las desigualdades entre los integrantes de los diversos estamentos mediante el discurso religioso, el cual hacía del designio divino el fundamento moral del orden establecido, en el caso de nuestro actual statu quo, que tiene en las desigualdades económicas el elemento decisivo que marca las diferencias sociales, habrá que buscar su legitimación no ya en la dimensión trascendente, que no es válida en una cultura secularizada, sino en la inmanente de la propia responsabilidad individual, muy acorde con la concepción liberal de la democracia, que es la preeminente. Así la aristocracia viene a ser reemplazada por la meritocracia. Es el mérito ahora y no la superioridad del linaje el que da razón de la riqueza material que viene a ser moralmente aprobada, puesto que ha sido ganada en buena lid por el individuo en un contexto de competición en igualdad de condiciones. En consecuencia, la desigualdad resultante del enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros no tiene por qué ser objeto de corrección, puesto que en nada contradice el canon de la ética capitalista. Meritocracia y aristocracia comparten el núcleo legitimador, que no es otro que la virtud (areté en griego), lo que otorga valor a algo o alguien (meritum en latín); y en el que se sustenta una jerarquía moralmente justa.

Considero que este constructo ideológico de la meritocracia es parte primordial de la ética de los trabajadores de las democracias modernas; y permite explicar en parte la casi inexistente resistencia y hasta resignación que caracteriza la actitud mayoritaria de la ciudadanía ante el crecimiento de la desigualdad económica y social. Cuando el ciudadano no trabaja, o tiene un trabajo indigno, cuando no logra darse a sí mismo la vida a la que el sistema le dicta que ha de aspirar como ideal, le ahoga la vergüenza del loser, del perdedor que no ha hecho méritos suficientes para obtener los favores del capital (yo lo he visto en personas de carne y hueso que conozco; apelo a la experiencia del lector). Aquí, como señala certeramente el filósofo Byung-Chul Han, descansa una parte principal de la estabilidad del orden establecido, que ha logrado en más de los que creemos hacer de su persona amo y esclavo a partes iguales; o dicho de otro modo, ha convertido al individuo en empresario empleador de sí mismo. No cabe, pues, la crítica a la sociedad, pues sólo uno es culpable de su propio fracaso.

La meritocracia va camino de convertirse, si no lo es ya, en una de esas creencias de las que hablaba José Ortega y Gasset hace casi un siglo en su ensayo titulado Creer y pensar; es decir, en una de esa clase de ideas que conforman el estrato más profundo de nuestro pensamiento, de las que no somos conscientes, pero con las que contamos sin más para hacer nuestras vidas, de tal modo que bien se puede decir que constituyen el continente de nuestras acciones. No vivimos con tales creencias, sino que estamos en ellas.

Hagamos méritos, entonces, y el sistema nos otorgará sus bendiciones. Seamos mejores, hagámoslo mejor que los otros, como dicta la regla dorada de la competición, y tendremos lo que nos merecemos. Y los que tienen más y son, en consecuencia más, es porque se han hecho merecedores de ello. Son mejores que los otros. Este sería el cuadro de la denominada por el economista francés Thomas Piketty «sociedad hipermeritocrática», un invento dice él de los Estados Unidos armado a lo largo de las últimas décadas con el fin de justificar la magnitud creciente de la desigualdad. Ésta va camino de alcanzar las cotas de concentración de riqueza extremas en las sociedades del Antiguo Régimen y en la Europa de la Bella Época (con típicamente el 90% de la riqueza total para el decil superior y el 50% para el percentil superior en sí mismo). Es el reparto según el modelo de la «sociedad hiperpatrimonial» o «sociedad de rentistas». Sólo que en este imperio del libre mercado global en el que nos hallamos instalados en nuestros días y que camina firme año tras año hacia el mayor crecimiento de la desigualdad el modelo es de una «sociedad de superestrellas» o una «sociedad de superejecutivos». En cualquier caso los ganadores de semejante sociedad justifican la jerarquía que la estructura por el valor del mérito. Ahora bien, éste no es objetivo ni absoluto. Es muy difícilmente cuantificable y varía a lo largo del tiempo. Fijémonos por un momento en el salario de los altos ejecutivos, que no ha hecho más que crecer de forma exagerada en las últimas décadas, aumentando la brecha con respecto a los asalariados con menos sueldo de las empresas. ¿Cómo evaluar con objetividad su productividad marginal? ¿Cómo se mide la productividad individual cuando se forma parte de un equipo, de una estructura, de una empresa? Sus ganancias dependen más de las normas sociales vigentes entre ellos y los accionistas, así como de la tolerancia de los trabajadores de bajo nivel salarial y de la sociedad en su conjunto, para lo cual la batalla ideológica es decisiva. Como precisa el mismo Piketty: «Estas normas sociales dependen principalmente de los sistemas de creencias respecto a la contribución de unos y otros en la producción de las empresas y en el crecimiento del país. Teniendo en cuenta las enormes incertidumbres a este respecto no sorprende que estas percepciones varíen respecto a las épocas y a los países, y dependen de cada historia nacional particular. El punto importante es que, teniendo en cuenta lo que son estas normas en un país determinado, es difícil que una empresa particular se oponga a ellas». (A este respecto, el visionado de la película titulada El capital del incisivo director Costa-Gavras hará las delicias del lector con sensibilidad masoquista.)

La creencia, no obstante, del pensamiento liberal, que impregna la atmósfera mental que respira la ciudadanía, es que las notables diferencias en las retribuciones reflejan una desigualdad en el talento y la ejecución, necesaria para incentivar y alentar el trabajo duro, así como el reconocimiento del mayor esfuerzo, responsabilidad y estrés que conlleva el desempeño de los altos cargos. Este cuadro legitimador se resiente, sin embargo, cuando uno se entera de la ineptitud e incompetencia de muchos altos directivos, los cuales, empero, no dejan de cobrar sus escandalosas indemnizaciones, pensiones y bonus (¿necesitamos evocar la figura de nuestro ínclito Rodrigo Rato como referencia?). A ello hay que añadir que en el mundo real la productividad no es mero resultado del talento y esfuerzo de los individuos, sino del sistema socioeconómico en el que se desenvuelven. El heterodoxo economista Ha-Joon Chang, profesor de Economía Política del Desarrollo en Cambridge, plasma meridianamente lo mucho que de mito tiene la meritocracia en este párrafo extraído de su libro 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo: «Esa idea tan extendida de que la única manera de que todas las personas reciban un salario correcto, y por lo tanto justo, pasa por que los mercados sigan su curso, es un mito; un mito del que habrá que olvidarse, comprendiendo lo que tiene de político el mercado y de colectiva la productividad individual, si pretendemos construir una sociedad más justa, en la que se decida cómo retribuir a las personas tomando en cuenta como se lo merecen la herencia de la historia y los actos colectivos, no solo el talento y el esfuerzo individual.»

Hay quien percibe, incluso, un proceso de secesión que pone en peligro la integridad del sistema democrático asociado a la legitimación meritocrática de la creciente desigualdad en la posesión de la riqueza. Los muy ricos constituirían ya un grupo de personas que han adquirido pautas de comportamiento e idiosincrasia exclusivas, resultantes en gran medida de identificar sus riquezas y las posiciones conquistadas en las últimas tres décadas con lo que conciben como su talento y su mérito singulares. Entienden que alcanzar las más altas cimas de la opulencia conlleva unos determinados derechos, que en realidad son privilegios, y que hacen todo lo posible por asegurar y acrecentar, segregándose del común de los mortales al mantenerse a salvo de los riesgos vitales e incertidumbre que no hacen más que aumentar en un mundo dominado por el omnipotente y veleidoso capital financiero. Es la tesis mantenida por los profesores Antonio Ariño y Juan Romero en su libro de hace un año titulado, precisamente, La secesión de los ricos, donde advierten, en efecto, del quebranto que se causa al fundamento mismo de la democracia cuando la ideología del mérito socava –como hemos apuntado más arriba– los principios políticos de la justicia y la igualdad legitimando la concesión de un poder tan desmesurado a determinados grupos.

La empatía social se resiente cuando no hay reconocimiento de la afinidad en la vulnerabilidad, que es el requisito casi indispensable según la filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum para que los seres humanos se compadezcan. La meritocracia contribuye a reforzar el punto de vista desde el cual contemplamos a los perdedores del sistema como objetos distantes cuyas experiencias no tienen nada que ver con la vida propia. Su desdicha –pobreza, paro, exclusión social, pérdida de estatus…– es percibida no como algo inmerecido; es decir, la creencia es que la persona de la que se trate, de algún modo, ha provocado su propio sufrimiento. Las desigualdades devienen justas al asumir como evidencia irrefutable un terreno social en el que todos los individuos compiten en presunta igualdad de condiciones, ya que pueden recibir la educación que necesitan y son juzgados al margen de la colectividad en la que crecen. La socialización afirma la individualidad y sus virtudes, de forma que el triunfo y el fracaso se convierten en resultados de la actuación personal, incluida la pobreza, claro está, que es la consecuencia natural de la conducta de quienes no han sabido aprovechar las oportunidades que la vida y una sociedad abierta les ha brindado.

Es menester una buena dosis de autoengaño para no caer en la cuenta de las consecuencias políticas que todo esto acarrea, y que tienen que ver con la deslegitimación del estado de bienestar. El mito de la meritocracia es un barreno en el pilar de la solidaridad, uno de los que sustenta dicho estado de bienestar, cuyo presupuesto es que las desigualdades no son producto exclusivo de las acciones de los individuos que forman parte de él, o sea, que hay factores en la dimensión colectiva que objetivamente perjudican a unos y favorecen a otros al margen de sus méritos personales.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227547&titular=%22la-pobreza-es-un-estado-mental%22:-desigualdad-y-el-mito-de-la-meritocracia-

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Entrevista a la Socióloga Roberta Paltrinieri.»La gente feliz genera vínculos;la infeliz compra compulsivamente»

Por: Clarín. 26/05/2017

Defensora de la idea de “felicidad responsable”, la entrevistada apuesta a las relaciones humanas saludables y afectivas como fórmula para salir de cualquier crisis.

Un buen día la socióloga Roberta Paltrinieri dejó de mirar vidrieras. Repasó sus hábitos de consumo y no volvió a comprarse ropa, entre otras costumbres que abandonó. “Fue un viaje al interior de lo que sucedía en la crisis de la sociedad de la abundancia que me llevó a mí y a quienes me rodean a tomar conciencia”, dice Paltrinieri, doctora en Sociología y profesora de Sociología del consumo en la Universidad de Bologna, la más antigua del mundo occidental. Fue así como se propuso orientar su vida y la de su familia hacia una felicidad responsable, término con el que bautizó a su último libro. “Mi materia de estudio surge de mi autorreflexión sobre mi comportamiento cotidiano y el de mi familia -se sincera-. Y decidimos iniciar, como pequeño núcleo, una búsqueda de comportamientos de consumo sostenible.” Sus hijos -de 8 y 12 años- crecen sabiendo que no deben derrochar agua, que la basura se debe separar según su materia prima -orgánica, papel, plástico, vidrio- y que el trueque con otras familias es divertido, sustentable y sienta bien. “Mi vida no se ha empobrecido. Como docente empleada pública, es cierto que tengo mi sueldo congelado desde hace tres años, pero también cuento con la seguridad de que mes a mes recibo mi paga. Admito que no he sentido la crisis que veo a mi alrededor, pero esto no implica que en mí no se hayan activado modos de investigación para dar con formas más virtuosas de consumo”, dice la socióloga que también dirige el Centro de Estudios Avanzados sobre el Consumo y la Comunicación del Alma Mater Studiorum de la Universidad de Bologna y es parte de la Research Network Sociology of Consumption. Y allí fue Paltrinieri detrás de la felicidad responsable que, según ella, “es un modo distinto de pensar el bienestar individual y colectivo. Es la superación de un modelo cultural que hizo del ‘Consumo, luego existo’ el leitmotiv de los últimos treinta años, a favor de un modelo cultural que valorice las relaciones antes que los símbolos de status”.

¿Dónde busca la sociedad de hoy la felicidad?

Desde el punto de vista aristotélico, el concepto de felicidad se refiere a la obtención del placer a través de una acción. Sobre la base de esta dimensión aristotélica se ha ido construyendo la sociedad de consumo. En este sistema, a través de los objetos de consumo, los hombres deberían obtener aquel placer que, de algún modo, se presupone para una cierta felicidad. La sociedad del consumo como nosotros la conocimos en Europa, desde la posguerra, es decir desde los años ‘50 hasta los inicios de esta crisis en 2008, prometió la obtención del placer basándose paradojalmente en mecanismos que producen constantemente infelicidad. Desear comprar ha sido un imperativo para la sociedad de consumo europea. Consumir y desear seguir haciéndolo por más que se posean ya muchos bienes. El problema no es la posesión de bienes sino la insaciabilidad: una promesa constante de algo que se debe desear y que una vez obtenido no da satisfacción y por eso reenvía a la necesidad constante de continuar en este accionar. De aquí nacen los procesos de consumo compulsivo. La sociedad europea y la norteamericana son sociedades enfermas desde el punto de vista de la compulsividad, porque a través de este acto se intenta calmar un ansia que está dentro nuestro y que es el estado existencial de la subjetividad en una sociedad que progresivamente ha hecho desaparecer otras formas del placer.

Con este diagnóstico, ¿hoy es posible ser feliz?

Es necesario superar la dimensión instrumental del bienestar individual para estimular un nuevo modelo que ponga en el centro el bienestar colectivo entendido como relación que desarrolla confianza, reciprocidad. Las sociedades felices son las que producen relaciones, vínculos. Las infelices son las que en el lugar de las relaciones venden productos. En síntesis: la gente feliz genera vínculos; los infelices compran compulsivamente.

Usted ha señalado que la felicidad y el bienestar no han sido medidos adecuadamente.

El primer texto que intenta superar la idea del PBI como único indicador del bienestar es el estudio que el ex presidente francés Nicolás Sarkozy encargó en 2008 al economista Joseph Stiglitz, donde se utiliza una serie de indicadores que arrojan luz sobre cómo medir el bienestar. A partir de esto, en Italia hemos desarrollado el índice de Bienestar Equitativo Sostenible -Benessere Equo e Sostenibile (BES)-. Es interesante porque hace foco en el bien relacional. De algún modo dice que la tutela del ambiente y las relaciones son fundamentales para medir el bienestar. Un elemento fundamental que está en la base de este nuevo modelo que estoy intentando promover de la felicidad responsable es la dimensión de la participación. Personas que participan en términos activos dentro de la propia comunidad son personas más felices.

¿Cómo se hace para hablar de bienestar colectivo en una sociedad de tanta desigualdad?

El modelo económico al cual nos ha habituado la sociedad de consumo es un modelo en el que lo determinante es el bienestar individual medido económicamente. El verdadero problema es que se debe correr el bienestar individual al bienestar colectivo. De hecho, las personas no viven solas, aisladas. Pero la verdadera posibilidad de producir bienestar colectivo nace de la posibilidad de producir bienes relacionales. Una cosa importante en el interior de una comunidad para desarrollar el bienestar no es tanto el dinero cuanto una buena cualidad de las relaciones humanas. El bienestar colectivo debe ser producido a través de las relaciones humanas cualitativamente buenas. Bienes relacionales producen confianza, intercambio, reciprocidad. Las relaciones se vuelven importantes también en términos de desigualdad: si yo produzco relaciones dentro de un sistema, produzco formas de solidaridad y la forma de solidaridad produce cohesión social. Donde existe la desigualdad se pueden activar estos mecanismos de la solidaridad. Si produzco individualismo, no produzco cohesión social.

Da la sensación de que en la sociedad actual sólo participan activamente los que tienen tiempo o los que abrazan una causa y militan a favor de ella. ¿Cómo se crea esta conciencia de responsabilidad compartida en el ciudadano medio?

En Italia no estamos en una fase ascendente de la democracia sino decreciente. Crisis de gobernabilidad, altos niveles de desconfianza, temas que tal vez le resulten familiares a usted … Por eso es necesario crear un nuevo pacto de confianza. Y la responsabilidad social compartida como respuesta a la crisis nos compete a todos. Tenemos que dar el salto hacia una teoría colectiva de las relaciones. Buscar cómo podemos responder a la crisis a través de nuestras capacidades específicas.

¿Cuál es hoy la principal característica del comportamiento social?

Hoy es difícil hablar de una teoría del accionar colectivo porque de hecho vivimos en una sociedad donde los procesos de socialización retrocedieron en su capacidad de orientar las relaciones. Hoy más que nunca, en esto veo también el reflejo del paradigma económico neoliberal dominante, hablamos de sujetos individualizados. De hecho, el hombre está cada vez más solo y debe responder a los desafíos de una sociedad global. Hemos perdido los valores normativos que nos orientaban. Es como si el individuo tuviera constantemente que reflexionar sobre las propias acciones. Disminuyó la mediación de la estructura. En el pensar, el comportamiento social ha retrocedido. Esto quiere decir que no hay más un cuadro normativo de referencia sino que hay que proceder por autorreflexión. Se trata de una constante necesidad de encontrar dentro de sí las fuerzas, las capacidades para responder a la emergencia o a la urgencia que el ámbito social le impone.

En usted la crisis fue una ocasión para repensar su comportamiento como consumidora. La idea de crisis como oportunidad, ¿se puede aplicar a todas las clases sociales?

Es claro que desde un punto de vista sistémico esto puede ser una oportunidad para las clases medias y altas de reflexión para repensar el propio comportamiento. Por una cuestión de insostenibilidad, es preciso pensar en un nuevo modelo para la sociedad de consumo tal como la conocemos hasta ahora. Es claro que no tienen la misma posibilidad los sectores medio y bajo que hoy están experimentando un gran desgaste. La crisis como oportunidad también nos enfrenta al problema de la desigualdad. En Italia, como seguramente también sucede en Argentina, lo que está sucediendo respecto del pasado es que estamos viendo que los mecanismos del ascenso social ligados, por ejemplo, a la instrucción, no funcionan más. Mientras en el pasado era normal que el hijo del campesino o del obrero se convirtiera en médico, hoy ese ascensor social ya no existe. Estamos asistiendo a una autorreproducción de las castas y ya no hay mecanismo de movilidad ascendente entre generaciones. Es lo ineludible de un destino: los hijos de las clases bajas no tendrán posibilidad de superar su propio status. Las nuevas generaciones están experimentando condiciones de vida peores que las de sus padres.

¿Esto es válido para ricos y pobres?

Sí. El elemento central en este proceso de pobreza es que los hijos de las clases sociales medias-altas, los hijos de la burguesía, también experimentan condiciones de vida peores que las de sus padres. Yo estoy segura de que, si mis hijos no se van al exterior y se quedan en Italia, no tendrán la condición de vida ni las oportunidades que he tenido yo.

Desde la mirada argentina, es como si Europa, aquel Primer Mundo de nuestro imaginario, estuviera descubriendo algo que nosotros, lamentablemente, ya conocemos en carne propia en materia de crisis.

En realidad lo que muchos países latinoamericanos, Argentina en primer lugar, han experimentado como técnicas de supervivencia en un mundo globalizado -siempre a favor de un Primer Mundo que como consecuencia de este intercambio desigual venía favorecido-, hoy se convirtieron en las técnicas que estamos observando para responder a nuestra propia crisis. Los argentinos nos pueden enseñar mucho al respecto.

Fuente: https://www.clarin.com/home/genera-vinculos-infeliz-compra-compulsivamente_0_r17SVIrsvQe.html

Fotografía: clarín

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