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Combatir la desinformación desde la educación

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

  • Desde hace años, la desinformación y las fake news se han convertido en un problema importante para las democracias en el mundo. Varias iniciativas intentan impactar en la población más joven para que sepan identificarlas y tener una mirada crítica hacia todo aquello que ve y lee a lo largo del día.

La situación de pandemia por Covid-19 se ha convertido en el caldo de cultivo más reciente para la explosión de las noticias falsas (fake news) y la desinformación a nivel global. En los últimos meses casi cualquier pesona ha podido ver en las redes sociales, desde Facebook a Instagram, pasando por WhatsApp noticias falsas de diversa índole. Desde remedios alternativos para protegerse del contagio a bulos relacionados con la creación de la Covid en algún laboratorio.

Pero, aunque ahora mismo nos encontramos inmersas e inmersos en esta situación, la desinformación lleva siendo un problema para el mundo desde hace ya muchos años. Desde los primeros 2000 principalmente, gracias al auge de internet y particularmente, de la creación y extensión de las redes sociales.

Recientemente, Marc Amorós, periodista y experto en el fenómeno de las fake news ha publicado ¿Por qué las fake news nos joden la vida?, un volumen en el que repasa algunos de los hitos relacionados con este tipo de falsas informaciones en los últimos años. Un libro con el que coger la medida al fenómeno, en el que abruman las cifras de consumo mediático de la población a través de las redes sociales.

Para él, la educación es uno de los pilares importantes en los que sostener la fomación mediática de la infancia y la adolescencia para el desarrollo de un pensamiento crítico y la detección de las informaciones falsas. Informaciones que no son neutras, siempre tienen detrás importantes intereses económicos o políticos y que, por increíbles que sean, tienen un impacto en la vida de las personas (muchas personas han muerto en los últimos meses por hacer caso de remedios inventados contra el virus, por ejemplo).

«La última gran esperanza blanca ante este fenómeno tiene que pasar por la educación», bromea durante la conversación por videollamada. Para él, el sistema educativo ha de comprender que tiene entre manos a unas nuevas generaciones que están en un entorno de consumo de la información que les empuja «a pensar rápido, por tanto, la racionalidad, la paciencia, la capacidad de ver diferentes puntos de vista desaparece». Al mismo tiempo, asegura, «nos definimos ante los demás en función de lo que compartimos y difundimos en redes sociales».

Para este periodista «la educación puede contribuir a recuperar una cierta pausa para intentar informarse mejor» en un minuto, recoge en su libro, en el que dedicamos entre ocho y 10 segundos a decidir si una información es falsa o no, si la leemos o no.

Amorós señala, además de lo anterior, cómo el consumo de información y gracias a las redes sociales, ha dejado de ser activo para ser pasivo. Te asalta en tus redes sociales, en el muro de Facebook, el el time line de Twitter. A esto se suma, asegura, que hay estudios que afirman que «las nuevas generaciones premian las informaciones que se plantean de forma polarizadora, divisiva, que generan confrontación». La importancia de esto reside en que, si no se hace nada, «estaremos educando y formando a generaciones que en lugar de confrontar ideas confrontarán posturas».

¿Qué podemos hacer?

Jacqueline Sánchez y Enrique A. Martínez, han editado sendos manuales con los que acercan a menores y docentes el concepto de las fake news, cómo identificarlas y defenderse de ellas. Ambos llevan años trabajando en alfabetización mediática desde el Taller Telekids.

El primero de los libros, Educar en el aula sobre fake news, está pensado para el profesorado. En él se facilita información básica sobre este fenómeno, así como una serie de ejemplos para entender mejor la cuestión. Incluye un cuaderno de trabajo para utilizar con el alumnado y con propuestas en función de diferentes edades de chicas y chicos. E incluye una serie de verificadores para que sean usados para encontrar noticias falsas.

El otro, Con las fake news no se juega, se dirige al alumnado del primer curso de primaria y de secundaria obligatoria; «es cuando empiezan a conocer el mundo de la información y de los medios con un poco de énfasis», asegura Sánchez. El libro se estructura en cuatro partes: conceptos básicos sobre las noticias falsas; tipos básicos de contenidos falsos; cómo descubrir estas fake news y, la última, dedicado a conceptos más complejos como el funcionamiento de internet a la hora de conocer nuestros datos, intereses y preferencias.

Explica que en las formaciones que llevan tiempo dando a profesorado sobre alfabetización mediática ha ido surgiendo el interés sobre el fenómenos de las noticias falsas. «Algunos de los docentes querían saber más sobre la desinformación y otros aprender a reconocerlas, sobre todo, para compartir este conocimiento con su alumnado», comenta Sánchez vía correo electrónico. También asegura que «el profesorado tiene claro que es un tema importante en nuestros días».

Según la periodista, en los últimos años han constatado las dificultades de chicas y chicos para diferenciar fake news de informaciones veraces, «incluso para la realización de sus deberes», dice. Una situación, continúa, que «se agravó desde la pandemia cuando una gran cantidad de información falsa relacionada con la COVID-19 empezó a publicarse para todo tipo de público. Vimos que era conveniente aportar algo».

Destapar las fake news desde el juego

Desde hace ya un curso lectivo, la FAD, en colaboración con Google, han puesto en marcha un proyecto, (In)fórmate con el que quieren realizar un esfuerzo en alfabetización mediática, informacional, según palabras de Miguel Ángel Rodríguez, responsable del programa.

Lo hacen centrándose en el alumnado de 3º y 4º de ESO («aunque los hay mayores y menores») para «dotarles de las capacidades para manejar información» a través del pensamiento crítico, saber si una información es veraz o no y si es útil.

La parte central del programa es una formación gamificada de módulos a la que han llamado Eraser. El objetivo último es que el alumnado sea capaz de detectar las informaciones, chequearla para ver si es correcta o no, buscar su posicionamiento frente a ellas y, por último, buscar la acción por su parte.

Este trabajo se realiza con ejemplos reales de fake news que han aparecido en las redes sociales, tuits, campañas, vídeos… En ellos se tratan temas como la tolerancia y el racismo, la igualdad de género o la ideología, explica Rodríguez. La dinámica establecida es que el alumnado vaya respondiendo a cuestiones para identificar dónde hay desinformación, al mismo tiempo que se realiza un trabajo relacionado con los valores: «Igualdad, respeto a la diversidad, a lo diferente».

Como material complementario, utilizan vídeos cortos de entre 5 y 7 minutos de duración en los que se enseña a chicas y chicos el trabajo de los periodistas en situaciones de conflicto, cómo realizan su labor en la redacción de algún medio, de una agencia de noticias o cómo hace los vídeos un youtuber. Entre los temas que se trabajan está el de la diferenciación entre lo que es opinión y lo que es información.

Quienes utilizan el proyecto de Eraser pueden participar en la fase de producir su propia información como parte de un concurso al que se pueden presentar. El concurso trata de que el alumnado genere una noticia, bien en formato audiovisual, escrito o en un podcast y durante el proceso son acompañados por un periodista especialista en alguno de estos tres soportes.

«La clave es el pensamiento crítico», asegura Rodríguez. En realidad, aclara, es el leit motiv que mantiene la FAD en todas sus iniciativas, sean esta o las campañas sobre consumo de sustancias.

El pensamiento crítico, la capacidad de análisis y de criba de la información a la que todos los días estamos expuestas y expuestos es la clave principal para poder luchar contra una situación, la de la desinformación, que está poniendo en jaque a buena parte del planeta. Que individuos como Trump (uno de los mayores creadores de fake news) o Bolsonaro estén donde están tiene relación con este caldo de cultivo generado por las redes sociales y quienes las utilizan para transmitir sus mensajes falsos.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/10/15/combatir-la-desinformacion-desde-la-educacion/

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Opinión: La desvalorización de los expertos en tiempos de COVID

Por: Sofía García-Bullé

El problema no es dudar del conocimiento experto, es descartarlo por completo en favor de la experiencia y perspectiva individual.

 

Cuando los primeros casos de COVID-19 comenzaron a presentarse al final del año pasado en Wuhan, China y las medidas de contingencia comenzaron a aplicarse, nadie imaginó que la situación de emergencia se extendería tanto. En artículos anteriores hemos hablado de diferentes impactos psicológicos y sociales que la pandemia está causando, como el estrés, la ansiedad, así como formas de sobrellevar diversos aspectos del aislamiento y navegar responsablemente para cuidar nuestra salud emocional.

Bajo este contexto, uno de los aspectos más críticos que ha disparado la pandemia es una creciente falta de confianza en la ciencia y los expertos. La democratización de contenidos puede ser algo positivo cuando se busca aprender o desarrollarse en alguna disciplina establecida, pero puede tener implicaciones peligrosas si el objetivo es informarse sobre una situación con alto nivel de incertidumbre, como lo sería el avance de esfuerzos para detener la pandemia.

La red contiene una enorme cantidad de información sobre la pandemia y las medidas para protegernos de esta, y en muchas ocasiones, esta es contradictoria, polarizada o proviene de fuentes poco confiables. Todo lo anterior ha provocado una tendencia de confusión y desconfianza tanto a la información sobre la pandemia, como hacia quienes producen los datos.

Este patrón ya existía desde el 2016, con la llegada al poder de varios líderes derechistas como Donald Trump, en Estados Unidos y Jair bolsonaro, en Brasil. La opinión pública estribó hacia el cuestionamiento y la depreciación de las élites sociales y políticas. Ambos mandatarios construyeron su campaña presentándose como los voceros de una minoría social engañada por los poderes sociales y políticos establecidos, hicieron su camino a la presidencia de sus respectivos países sembrando esta semilla de desconfianza que se extendió más allá de las clases políticas y sociales dominantes, alcanzando a la academia.

Tom Nichols, autor del libro “La Muerte de la experiencia”, explica porqué no solo la desconfianza, sino la desacreditación del conocimiento establecido y quienes lo comunican, es un retroceso social de alto riesgo en un mundo post COVID-19.

De acuerdo con Nichols, el problema real es más complejo que simplemente no confiar en un discurso científico; cuando eso sucede, simplemente se pueden buscar más fuentes que corroboren aquel discurso que no nos convence, de la misma forma que buscaríamos una segunda opinión cuando queremos confirmar un diagnóstico médico; pero lo que sucede no es esto. Para una porción importante del público en general no es una cuestión de que no estén del todo convencidos de la veracidad de la información que reciben, sino que piensan que la forma en que buscan, procesan y aprenden de la información obtenida los vuelve igual o más versados que los expertos reales.

“Escribí el libro porque el público general comenzó a aleccionar a expertos dentro del campo que dominan, es algo que vemos aún más ahora”.

El académico y autor, publicó su libro en 2017, mucho antes del caos de comunicación e información consecuente de la pandemia, y el ensayo en el que el libro está basado es aún más viejo, data del 2014. En su texto, Nichols menciona la idea de los gatekeepers (o porteros) en su forma más pura y desvinculada con las acepciones negativas con las que hoy los conocemos.

Rubros como la cultura popular y la arena de la justicia social, han usado el término para referirse a personas que regulan hostilmente el acceso a un grupo de afición o intereses comunes. Esa acepción ha tomado mucha tracción en la última década, pero antes de eso, en la academia, los gatekeepers eran quienes tenían un alto nivel de conocimiento en determinada disciplina de estudio. Este nivel de conocimiento les permitía ser moderadores en la conversación y validadores de cualquier información nueva que surgiera dentro de su campo epistemológico.

Nichols expresó, más de una vez, su fe en que una crisis ambiental como el cambio climático o de salud, como la pandemia, ayudará a quienes abogan por la democratización del conocimiento a hacer las paces con quienes lo producen. Pero no fue así.

“No contaba con que habría una infraestructura política y de medios completa con un serio interés en no ayudar al público a salir de un estado de desconocimiento”.

Nichols explicó que su suposición de que la sociedad se uniría para avanzar en una sola dirección, y que sistemas de poder gubernamental y mediático los ayudaran en este avance, resultó ser ingenua. “No contaba con que habría una infraestructura política y de medios completa con un serio interés en no ayudar al público a salir de un estado de desconocimiento”, mencionó el académico. El individualismo incentivado por estas estructuras se convirtió en algo más importante que los hechos.

¿Cómo resolvemos un problema de desinformación como este en tiempos de pandemia? El primer paso sería entender que no se trata de un problema de desinformación, sino más bien uno cognitivo. Si tenemos arraigada la idea de que nuestras investigaciones personales en la red tienen más peso que el trabajo de científicos y médicos expertos en su campo, no importará cuántas ni cuáles las fuente que usemos, dado que buscaríamos aquellas que confirmaran esta falacia.

El siguiente paso sería comprender que la ciencia no es un interruptor que acallará nuestras inquietudes y nos brindará una solución rápida. El trabajo de los científicos es estudiar la situación, generar hipótesis de cómo solucionarla y probar estas hipótesis hasta encontrar una que funcione. La incertidumbre, el ensayo, el error y el acierto, son parte de su día a día.

Es esta incertidumbre la que nos motiva a investigar por nuestra cuenta y llegar a nuestras propias conclusiones. Es crucial tener presente que si bien estas conclusiones nos pueden traer paz mental al pensar que tenemos entendimiento y quizás algo de control sobre determinada situación que nos angustia (como la pandemia), este conocimiento no se equipara al de personas que han dedicado años de carrera al estudio de disciplinas como la medicina, la virología y los protocolos de salud.

Distinguir la diferencia entre nuestra experiencia, la opinión que se genera de esta y los hechos comprobables que se producen a través de la investigación científica, no solamente podrían ayudarnos a tener una base más firme para procesar el panorama actual, sino a tomar decisiones informadas e inteligentes que juegen un papel importante en el combate a la pandemia.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/desvalorizacion-expertos

 

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Los científicos se unen ante otra epidemia: la desinformación

Por: Sofía García-Bullé

La unión y transparencia de la comunidad científica ante una crisis como el coronavirus es crucial para frenar el avance de la epidemia.

Las cifras del coronavirus (COVID-19) siguen en aumento desde su aparición en diciembre del año pasado. A la fecha, ha cobrado más de 2,126 víctimas mortales, el número de infectados asciende a 75,700 personas, de las cuales 74,576 son chinos.

Los científicos y profesionales de la medicina en China enfrentan un reto enorme para contener la epidemia y evitar que se siga propagando a otras regiones del mundo. En artículos anteriores hablamos sobre el origen del virus COVID-19 y la importancia de ser crítico con la información que circula durante una crisis de salud mundial.

Desde programas y protocolos especiales para atacar el progreso de la enfermedad, hasta la dedicación de profesionales médicos y científicos que no dejaron de trabajar ni siquiera después de contagiarse, China está luchando a todo vapor contra el avance del coronavirus, pero tiene otro enemigo: la saturación de contenidos y la desinformación.

Un despliegue nacional excepcional 

El esfuerzo para controlar el brote epidémico conforma una estrategia coordinada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología chino (MOST por sus siglas en inglés). El ministerio lanzó un programa llamado “Lidiando con la epidemia del COVID-19”, que incluye cuatro bloques de 20 programas de emergencia hasta la fecha. Además de los proyectos específicamente creados para contener la epidemia, también se están reevaluando dos de los mayores proyectos científicos y tecnológicos de China, como los titulados “Creación de importantes e innovadoras medicinas” y “Prevención y tratamiento de contagios severos”.  Varios descubrimientos consecuentes de la aplicación de estos programas ya se están aplicando en el país para detener el avance del COVID-19.

Además, el despliegue de esfuerzos también se reflejó en el tema de infraestructura. China logró construir dos hospitales en tan solo 10 días. Ambos edificios prefabricados proveerán de 2,600 camas, 30 unidades de cuidados intensivos (en tan solo uno de los dos hospitales temporales) y demás recursos para tratar pacientes ambulatorios.

Solidaridad académica

Alrededor del mundo, miembros de diversas comunidades científicas se han pronunciado en apoyo al trabajo, dificultades, descubrimientos y resultados de la comunidad científica china ante esta crisis de salud. Decenas de científicos y académicos utilizaron la plataforma del diario británico The Lancet para escribir una declaración en apoyo a las personas que están tratando directamente con el epicentro del brote en China.

“Firmamos esta declaración en solidaridad con todos los científicos y profesionales de la salud en China, que continúan salvando vidas y protegiendo la salud global durante el desafío de la epidemia COVID-19. Estamos en esto juntos con nuestros homólogos chinos en el frente de esta nueva amenaza viral”.

La agrupación que firma la declaración menciona cómo la comunidad científica, especialmente la china, ha trabajado rápida y efectivamente para identificar el patógeno detrás de la epidemia. Además de aplicar medidas certeras para reducir su impacto y compartir la información y resultados con el resto del mundo.

Cerrando filas ante rumores

El objetivo de esta declaración no era solamente destacar el trabajo de los profesionales de la ciencia y la salud ante la epidemia, sino mostrar un frente común contra la desinformación y los rumores que presumen que el COVID-19 tuvo un origen fabricado.

Los académicos que respaldan la declaración en el Lancet se pronuncian terminantemente contra la diseminación de datos no comprobables que no vengan directamente de la comunidad científica. “Científicos de múltiples países han publicado y analizado genomas del agente causativo, síndrome respiratorio severo agudo coronavirus 2 (SARS-CoV-2), y todos concluyen por unanimidad que el coronavirus se originó en la naturaleza, como muchos otros patógenos emergentes”.

A la postura de los científicos participantes de esta declaración se suma una carta de los presidentes de las Academias de Ciencia, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, escrita a principios de febrero y avalada por todas las comunidades científicas que representa. Esto como parte de los esfuerzos de comunicación nacional estadounidense.

Las cifras y datos sobre el coronavirus, su avance y las medidas para contenerlo, están actualizados al 20 de febrero del 2020, para información más reciente en días posteriores, se recomienda revisar las fuentes incluidas y referenciadas en este texto.

Para combatir la desinformación y la distribución de datos falsos, el diario científico The Lancet, pone a disposición del público un repositorio de recursos con información certera sobre el desarrollo y estudios del COVID-19. También invita a otros académicos, investigadores y científicos a compartir estos recursos, así como firmar su declaración de transparencia y apoyo a la comunidad científica que trabaja para contener la epidemia.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/cientificos-desinformacion-coronavirus

Imagen: Gerd Altmann en Pixabay

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Estudiantes del doble itinerario en Ambientales e Ingeniería Forestal denuncian desinformación e irregularidades por parte de la Universidad de León

Por: Tercera Información

Denuncian desinformación e irregularidades por parte de la ULe, lo que ha tenido como consecuencia que estén cursando asignaturas que no les servirán para su titulación, según informan desde el sindicato Estudiantes en Movimiento.

Desde hace varios años, se oferta en la ULe la opción de cursar este doble itinerario en los dos campus (Ponferrada y León, tres años en uno y dos en otro), opción que se basa en la desinformación y el intento obstinado de ocultar irregularidades al estudiantado.

“Llevamos pidiendo una solución al problema desde diciembre de 2018, cuando en el campus de Vegazana nos dimos cuenta de que a los alumnos que comienzan en ambientales les faltan seis créditos”, denuncia una estudiante. La explicación que reciben los alumnos a esta supuesta falta de créditos es que las convalidaciones del doble itinerario se hacen por competencias y no por el número de créditos.

“En enero de 2019 recibimos una charla informativa en la que nos enteramos de que teníamos que matricularnos en dos optativas más para recibir el título, y algunos ya llevábamos cursados tres años de Ambientales, y ya nos encontrábamos en Ponferrada realizando la parte de Forestal”, continúa explicando. Para el alumnado desplazado a nivel nacional o internacional, la Universidad no proporcionó ni información alguna ni facilidades para solucionar el problema a distancia.

La situación es aún más sangrante tras la matrícula de algunos alumnos afectados este año (en el que ya los responsables están más que al tanto de los problemas), que se matricularon en optativas que, a posteriori, han sido tachadas por los responsables como inválidas para el itinerario, haciendo perder a los afectados este año de estudios y el dinero correspondiente. Otro caso que se han encontrado alumnas que empezaron en Ponferrada y llegaron aquí es la necesidad de cursar adicionalmente una asignatura inexistente en Ponferrada como requisito para cursar una obligatoria al llegar a León.

En un inicio el problema solo se atisbaba en una pésima organización de horarios y una falta de comunicación entre León y Ponferrada, siendo mucho más grave el caso de Vegazana, donde el alumnado ha tenido que enfrentarse a clases, prácticas obligatorias y exámenes simultáneos. El número de estudiantes sobrepasa el aforo de los laboratorios y, en ocasiones, llegan a tener jornadas de ocho horas seguidas de clase sin pausa siquiera para comer. Asimismo, los créditos cuatrimestrales están mal repartidos, oscilando entre los 28,5 y 40,5 créditos por cuatrimestre.

Los matriculados tampoco son informados de algunos temas coyunturales de este doble itinerario como son el acceso a becas, solamente disponibles durante el primero de los dos grados (dejando, como mínimo, dos años que seguramente se cursen en una ciudad distinta a la del alumno, sin beca) y matrículas de honor, inservibles con el traslado de expediente. Desde la ULe se están ocultando estas cuestiones importantes para la economía de los estudiantes, cuyo pago de matrícula, por ser dos grados, es mucho mayor.

El estudiantado del grado denuncia también que no fue avisado de estas problemáticas a la hora de hacer la matrícula de sus asignaturas a pesar de que esto ocurrió forzosamente en modalidad presencial teniendo conocimiento de los problemas únicamente por compañeros de cursos superiores o por la propia experiencia después de sufrirlos.

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/2020/03/10/estudiantes-del-doble-itinerario-en-ambientales-e-ingenieria-forestal-denuncian-desinformacion-e-irregularidades-por-parte-de-la-universidad-de-leon

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Austria: Universidad austriaca responderá a teorías de la conspiración y desinformación sobre nuevo coronavirus

Europa/Austria/09-02-2020/Autor(a) y Fuente: Spanish. xinhuanet. com

La Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió a un equipo de respuesta rápida de una universidad de Austria responder a las teorías de la conspiración y la desinformación existentes en torno al nuevo coronavirus, se indicó en un informe de Austria Press Agency (APA) publicado hoy.

La OMS solicitó al profesor Gerald Gartlehner, jefe de medicina y evaluación basadas en evidencias de la Universidad Krems del Danubio, formar un equipo de emergencia para elaborar resúmenes de estudios basados en evidencias sobre el nuevo coronavirus, informó APA.

El equipo, integrado por 10 maestros y estudiantes, apoyará a la OMS revisando estudios y reportes sobre el nuevo coronavirus en un lapso de 24 horas, lo que permitirá a la OMS basar sus decisiones en hechos confiables.

«Preparar y analizar la información para los encargados de la toma de decisiones es la especialidad de nuestro departamento, y años de experiencia nos convierten en expertos en este campo», dijo el científico, quien prometió «el mejor apoyo posible» para la OMS.

Fuente: http://spanish.xinhuanet.com/2020-02/07/c_138761900.htm

Imagen: Gerd Altmann en Pixabay

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Los Daños Sociales de la Des-Información. Nuevos Delitos de Lesa Humanidad

Por: Fernando Buen Abad

No se tipifican ni penalizan, con los rigores éticos o jurídicos más obvios, los daños que produce la desinformación y que son siempre muy severos contra el tejido social todo, ocurran donde ocurran. No hay atenuantes. A estas alturas de la historia la agenda temática indispensable para cualquier sociedad no es un misterio ni un enigma indescifrable. No hay territorio en el planeta que no tenga urgencia de saber qué pasa (verdaderamente) con la economía, no como la trama de negociados procaces culpables de la miseria sino como la realidad cruda y dura del paradero de las riquezas producidas por los trabajadores. Y sobre eso reina la inanición informativa. No hay territorioque no requiera saber, con nitidez escrupulosa, qué hacen los “políticos”, no por el entramado tóxico del trafico de influencias, favores u odios entre ellos, sino por la calidad y la cantidad de los problemas sociales que deben atender bajo mandato democrático. No hay palmo de planeta que pueda confiar en su estructura social sin conocer la dinámica completa del avance de sus derechos y sus responsabilidades frente a la complejidad misma de su dialéctica histórica, en las ciencias, en las artes, en la conflictividad y principalmente en la evolución de sus luchas, todas y cada una, en el espectro complejo de las conductas en comunidad. Y eso es de lo que más se silencia y tergiversa. Desfigurar los hechos es también des-informar.

Hace mucho tiempo, en los métodos y los instrumentales científicos de la producción informativa, dejo de tener valor la excusa de la ignorancia. Lo que se publica -o lo que se silencia- tiene la marca de los grupos de “inteligencia”, públicos o privados, que operan dentro y fuera de los medios de información. Ahí se cuecen los datos, su extensión, su profundidad su calidad y su cantidad. Ahí se definen los temas y se define el “canon” informativo obligatorio que una sociedad requiere para su desempeño cotidiano. Pero, bajo el capitalismo, que ha convertido la información también en mercancía, secuestrada para tribulaciones políticas o mercenarias, el “canon” (el conjunto mínimo obligatorio de información) no obedece a la producción social de conocimiento colectivo sino a la lógica de la ignorancia de mercado.

Tal “canon” y su dialéctica histórica, son hoy una referencia ineludible para medir la calidad y cantidad de la producción, la distribución y la interlocución con la información ofertada. Hay perfiles etarios, de género, de oficio, de orientaciones políticas, estéticas o científicas. Hay datos poblaciones suficientes, relevamientos geográficos, climatológicos económicos, políticos y culturales abundantes, como para proveer a las sociedades enteras con informaciones pertinentes, oportunas, amplias y críticas. Sin excusas, sin pretextos y sin omisiones. Y, sobre todo, proveer al “canon” con verdad científica, diversa, rica, consensuada y enriquecida permanentemente. Hay métodos avanzados para garantizarlo a pesar de que la niebla de mediocridad y servilismo que cubre a la mayoría de los “medios” no permita que se conozca la fuerza de la ciencia al servicio de la información social cotidiana.

Desinformar no sólo es suspender la “transmisión” de “datos”, es también sepultar un canon social informativo obligatorio. Es reducir el acto de informar al capricho convenenciero de los fabricantes de “noticias”. Es redactar corpus cercenados, al antojo de una ofensiva contra la consciencia de los interlocutores, para entregarles una visión (o noción) de la realidad deformada, desfigurada, desinformada. Es un fraude de punta a punta. No es una “omisión” más o menos interesada o tendenciosa…no es una “falla” del método; no es un accidente de la lógica narrativa; no es un incidente en la composición de la realidad; no es una “peccata minuta” del “descuido”; no es una errata del observador; no es miopía técnica ni es, desde luego, “gaje del oficio”. Es lisa y llanamente una canallada contra el conocimiento, un delito de lesa humanidad. Es como privar a los pueblos de su Derecho a la Educación.

A estas alturas de la Historia y, especialmente de la historia de los “medios de comunicación”, es insustentable e insoportable cualquier escusa para no informar oportuna, amplia y responsablemente. No hay derecho que justifique la acción deliberada de silenciar lo que ocurre y, en el poco probable caso de que un medio de información no se entere de los que ocurre, ese medio realmente no merece respeto alguno. La excusa de “no saber”, de “no conocer”, de “no tener información” para, por ello, no asumir la responsabilidad profesional y ética que le compete a un medio informativo… es francamente sospechosa y ridícula. ¡Renuncien!. Ningún pueblo debería soportar la ineficiencia inducida de un medio, concesionado por tal sociedad, para el ejercicio profesional y obligatorio de transmitir la información que es propiedad social. Hay tecnología y metodología suficientes que invalidan toda palabrería esmerada en excusar las intenciones míseras de los que desinforman. Incluso si lo hacen mintiendo con emboscadas finamenteelaboradas en laboratorios de guerra psicológica.

Artículo: 19 Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.” Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la vista de todas las canalladas inventadas por el capitalismo para violar el legítimo derecho de los pueblos a la mejor información evaluada ética y científicamente por las sociedades, bien vendría instruir una revolución jurídico-política hacia una nueva  Justicia Social, irreversible, que tuviera como ejes prioritarios los que competen a la Cultura y a la Comunicación como inalienables. O dicho de otro modo, que nunca más la Cultura, la Comunicación ni la Información puedan ser reducidas, retaceadas ni regateadas por el interés de la clase dominante contra las necesidades de las clases oprimidas, impunemente.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/los-danos-sociales-de-la-des-informacion-nuevos-delitos-de-lesa-humanidad/

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Los daños sociales de la desinformación

Por: Fernando Buen Abad

No se tipifican ni penalizan, con los rigores éticos o jurídicos más obvios, los daños que produce la desinformación y que son siempre muy severos contra el tejido social todo, ocurran donde ocurran. No hay atenuantes. A estas alturas de la historia la agenda temática indispensable para cualquier sociedad no es un misterio ni un enigma indescifrable. No hay territorio en el planeta que no tenga urgencia de saber qué pasa (verdaderamente) con la economía, no como la trama de negociados procaces culpables de la miseria sino como la realidad cruda y dura del paradero de las riquezas producidas por los trabajadores. Y sobre eso reina la inanición informativa. No hay territorio que no requiera saber, con nitidez escrupulosa, qué hacen los “políticos”, no por el entramado tóxico del trafico de influencias, favores u odios entre ellos, sino por la calidad y la cantidad de los problemas sociales que deben atender bajo mandato democrático. No hay palmo de planeta que pueda confiar en su estructura social sin conocer la dinámica completa del avance de sus derechos y sus responsabilidades frente a la complejidad misma de su dialéctica histórica, en las ciencias, en las artes, en la conflictividad y principalmente en la evolución de sus luchas, todas y cada una, en el espectro complejo de las conductas en comunidad. Y eso es de lo que más se silencia y tergiversa. Desfigurar los hechos es también desinformar.

Hace mucho tiempo, en los métodos y los instrumentales científicos de la producción informativa, dejó de tener valor la excusa de la ignorancia. Lo que se publica -o lo que se silencia- tiene la marca de los grupos de “inteligencia”, públicos o privados, que operan dentro y fuera de los medios de información. Ahí se cuecen los datos, su extensión, su profundidad su calidad y su cantidad. Ahí se definen los temas y se define el “canon” informativo obligatorio que una sociedad requiere para su desempeño cotidiano. Pero, bajo el capitalismo, que ha convertido la información también en mercancía, secuestrada para tribulaciones políticas o mercenarias, el “canon” (el conjunto mínimo obligatorio de información) no obedece a la producción social de conocimiento colectivo sino a la lógica de la ignorancia de mercado.

Tal “canon” y su dialéctica histórica, son hoy una referencia ineludible para medir la calidad y cantidad de la producción, la distribución y la interlocución con la información ofertada. Hay perfiles etarios, de género, de oficio, de orientaciones políticas, estéticas o científicas. Hay datos poblaciones suficientes, relevamientos geográficos, climatológicos económicos, políticos y culturales abundantes, como para proveer a las sociedades enteras con informaciones pertinentes, oportunas, amplias y críticas. Sin excusas, sin pretextos y sin omisiones. Y, sobre todo, proveer al “canon” con verdad científica, diversa, rica, consensuada y enriquecida permanentemente. Hay métodos avanzados para garantizarlo a pesar de que la niebla de mediocridad y servilismo que cubre a la mayoría de los “medios” no permita que se conozca la fuerza de la ciencia al servicio de la información social cotidiana.

Desinformar no sólo es suspender la “transmisión” de “datos”, es también sepultar un canon social informativo obligatorio. Es reducir el acto de informar al capricho convenenciero de los fabricantes de “noticias”. Es redactar corpus cercenados, al antojo de una ofensiva contra la consciencia de los interlocutores, para entregarles una visión (o noción) de la realidad deformada, desfigurada, desinformada. Es un fraude de punta a punta. No es una “omisión” más o menos interesada o tendenciosa…no es una “falla” del método; no es un accidente de la lógica narrativa; no es un incidente en la composición de la realidad; no es una “peccata minuta” del “descuido”; no es una errata del observador; no es miopía técnica ni es, desde luego, “gaje del oficio”. Es lisa y llanamente una canallada contra el conocimiento, un delito de lesa humanidad. Es como privar a los pueblos de su Derecho a la Educación.

A estas alturas de la Historia y, especialmente de la historia de los “medios de comunicación”, es insustentable e insoportable cualquier escusa para informar oportuna, amplia y responsablemente. No hay derecho que justifique la acción deliberada de silenciar lo que ocurre y, en el poco probable caso de que un medio de información no se entere de los que ocurre, ese medio realmente no merece respeto alguno. La excusa de “no saber”, de “no conocer”, de “no tener información” para, por ello, no asumir la responsabilidad profesional y ética que le compete a un medio informativo… es francamente sospechosa y ridícula. ¡Renuncien! Ningún pueblo debería soportar la ineficiencia inducida de un medio, concesionado por tal sociedad, para el ejercicio profesional y obligatorio de transmitir la información que es propiedad social. Hay tecnología y metodología suficientes que invalidan toda palabrería esmerada en excusar las intenciones míseras de los que desinforman. Incluso si lo hacen mintiendo con emboscadas finamente elaboradas en laboratorios de guerra psicológica.

Artículo: 19 Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.” Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la vista de todas las canalladas inventadas por el capitalismo para violar el legítimo derecho de los pueblos a la mejor información evaluada ética y científicamente por las sociedades, bien vendría instruir una revolución jurídico-política hacia una nueva Justicia Social irreversible que tuviera como ejes prioritarios los que competen a la Cultura y a la Comunicación como inalienables. O dicho de otro modo, que nunca más la Cultura, la Comunicación ni la Información puedan ser reducidas, retaceadas ni regateadas por el interés de la clase dominante contra las necesidades de las clases oprimidas, impunemente.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=257419

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