En el censo de la Universidad de Córdoba (UCO) hay inscritas 94 personas que tienen algún tipo de discapacidad. A pesar de su enfermedad o síndromes, no tienen ningún problema a la hora de afrontar cada curso académico y son alumnos con todas las de la ley. Eso sí, algunos de ellos prefieren no revelar que sufren alguna discapacidad e intentar salir adelantos por ellos mismos, aunque otros sí que necesitan un pequeño apoyo por parte de compañeros y profesores, que se encargan de que su patología no les impida hacer nada. el Día ha hablado con dos de ellos; reconocen que no tienen ningún problema a la hora de afrontar sus estudios universitarios y que, además, la UCO les presta, por el momento, el apoyo necesario.
Una de ellas es Arabia Serrano, alumna sorda del primer año del grado de Educación Primaria y para quien no existen barreras de ningún tipo. A pesar de ser sorda profunda, la joven se quita el mérito de contar con una intérprete de signos que la acompaña cada hora lectiva. Arabia habla a la perfección y, a pesar de no escuchar nada en absoluto, sabe leer los labios como nadie. Al respecto, reconoce que «mucha gente piensa al verme hablar que lo tengo solucionado, pero no tiene nada que ver». Tras pasar su etapa educativa obligatoria en diferentes centros de la provincia, acabó en el instituto Virgen de las Nieves de Granada, centro en el que, según cuenta, acuden alumnos sordos y oyentes. Luego llegó el Bachillerato y, debido a su sordera, en lugar de hacer los dos años preceptivos, ella empleó tres. Su reto académico continuó y siguió sus estudios. Su sueño en la vida era convertirse en maestra de Educación Infantil, pero su patología se lo impide por ley: «Un sordo tiene que tener los sentidos al 100%», asegura. Ahora acude cada día a la facultad de Ciencias de la Educación y su objetivo es ser profesora de Primaria y dar clases a niños sordos. «Lo tengo muy claro», subraya. Durante el periodo de prácticas como maestra, que ya ha hecho, asegura que los pequeños se han sorprendido de su enfermedad y subraya que, a pesar de ello, a ellos mismos «les doy esperanzas y quieren aprender la lengua de signos». Arabia dice que nada más llegar a la UCO pidió una intérprete de signos, la fiel Azahara Naranjo. Van juntas a todas partes y ambas saben que en clase no son amigas, sino que una hace un trabajo para que la otra pueda sacar el curso adelante.
«Dentro de la Universidad estamos trabajando, luego nos vamos y somos superamigas, pero dentro no», explica Naranjo, quien insiste en que «dentro de la clase yo soy la intérprete y ella la alumna». «Está muy claro». Azahara es la única intérprete de signos que tiene por el momento la UCO y el grado de Primaria ya lo ha hecho varias veces, además de a título propio, también como intérprete. El hecho de ser la única intérprete de la institución académica hace que, por ejemplo, ahora mismo trabaje también con un empleado de la Universidad que hace un curso de mantenimiento. Con una gran sonrisa, asegura que ahora mismo ella sabe mucho del mundo de las tuberías gracias a este curso.
La UCO dispone de una Unidad de Educación Inclusiva que atiende y presta servicio a este tipo de alumnos. Su responsable es la docente María García-Cano, quien explica que al profesorado se le remite una serie de las recomendaciones cuando llega, por ejemplo, una persona con discapacidad y solicita un intérprete de signos. «La legislación no obliga a las universidades a adaptar todos los apoyos necesarios para facilitar la integración y los apoyos académicos de ese alumnado», lamenta. Por eso, continúa, «lo que hace la Universidad con esta oficina es responder a esa legislación y recomendar, nunca obligar, al profesorado a que en lugar de un examen de desarrollo, por ejemplo, ponga uno tipo test». «Lo que se hace desde la unidad es diseñar qué apoyos necesitan cada alumno», subraya.
Ana Castillejo es alumna de doctorado de Lengua y Cultura. Natural de Pedro Abad, a sus 33 años Ana tiene esclerosis múltiple, una enfermedad crónica y degenerativa que le detectaron a los 21 años tras una adolescencia repleta de síntomas, pero que nadie supo confirmar. La esclerosis llegó en plena juventud y cambió su vida por completo. En esas fechas, la joven estudiaba Humanidades en la Facultad de Filosofía y Letras de la UCO y relata que le costó mucho acabarla por los brotes que sufría. «Estuve a punto de abandonar la carrera porque no podía más, pero había dos profesores de Filosofía y Letras que se encargaron de mi caso», rememora, al tiempo que recuerda con cierta sonrisa que en muchas ocasiones «hacía los trabajos desde el hospital».Así hasta que concluyó su carrera. Decidió seguir estudiando y ahora realiza una tesis doctoral sobre la enseñanza del castellano a extranjeros a través de cómics. A pesar de su fortaleza, ella también defiende que la discapacidad de cada alumno es diferentes. En el caso de la esclerosis, «tenemos muchas cosas que no se ven». «Yo tengo muchos problemas de sueño, cognitivos y falta de concentración y tienes que hacer frente a ello», detalla. Y subraya que por eso muchas veces cuando se pone delante del ordenador para trabajar tiene que conectar «alarmas para ver qué puedes hacer en el tiempo».
Tanto Arabia como Ana están en contacto con la citada unidad, que cubre sus necesidades y con la que siguen en contacto cada vez que lo requieren.