Gobierno boliviano prioriza desarrollo de la educación

América del Sur/Bolivia/18 Febrero 2017/Fuente y Autor:prensa-latina.cu
El vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, entregó hoy una nueva escuela en el departamento de La Paz y consolidó así la línea gubernamental de desarrollar la educación, una de sus máximas prioridades.
Durante la ceremonia de apertura de la unidad educativa asociada Villa Barrientos, García Linera llamó a los alumnos a ser disciplinados y constantes en el estudio para garantizar un buen desempeño profesional en el futuro.

A pocos días de conmemorarse el aniversario 138 de la invasión chilena a Antofagasta, el vicepresidente explicó a los estudiantes la necesidad para Bolivia de recuperar su acceso soberano al océano Pacífico, arrebato mediante esa acción.

Luego de una inversión de más de 280 mil dólares, el centro educativo de 10 aulas beneficiará a más de 250 estudiantes de los diferentes niveles de enseñanza.

Durante los 11 años de gestión del presidente Evo Morales, más de un millón de bolivianos aprendieron a leer y escribir, con lo cual la tasa de analfabetismo se redujo de 13,3 por ciento a 2,9, la más baja en la historia de Bolivia.

Tras la llegada al poder del mandatario indígena en 2006, la educación se convirtió en una de las prioridades del gobierno, en la última década fueron construidas cuatro mil escuelas y se invirtieron más de dos mil 878 millones de dólares anuales en el sector.

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La educación en el centenario de la Constitución: Primera parte

Roberto Rodríguez

Sobre el derecho a la educación, la constitución de 1857 se limitaba a la siguiente norma, de espíritu liberal:“La enseñanza es libre. La Ley determinará qué profesiones necesitan título para su ejercicio, y con qué requisitos se deben expedir” (Constitución de 1857, artículo Tercero).

El proyecto enviado por Venustiano Carranza al Congreso Constituyente, que sesionó en 1916 y 1917, formulaba la garantía del derecho a la educación conforme a la siguiente fórmula: “Habrá plena libertad de enseñanza; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, y gratuita la enseñanza primaria superior y elemental, que se imparta en los mismos establecimientos” (Artículo Tercero de la Iniciativa de Ley Constitucional, citado por Félix F. Palavicini en Historia de la Constitución de 1917, tomo I, pág. 175). La iniciativa del Ejecutivo Federal mantenía el postulado de libertad de enseñanza, pero añadía la obligación de laicidad para la educación pública y la gratuidad en la enseñanza básica.

El debate del artículo tercero tuvo lugar los días 13, 14 y 16 de diciembre de 1916. En primer lugar, se leyó el dictamen de la Comisión de Constitución, presidida por el general Francisco J. Mújica. En este se incluían dos propuestas: la primera, no aprobar el texto propuesto en la iniciativa. La segunda, reemplazarlo por el siguiente: “Habrá libertad de enseñanza; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares.

Ninguna corporación religiosa, ministro de algún culto o persona perteneciente a alguna asociación semejante, podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria, ni impartir enseñanza personalmente en ningún colegio. Las escuelas primarias particulares solo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia del gobierno. La enseñanza primaria será obligatoria para todos los mexicanos y en los establecimientos oficiales será impartida gratuitamente.” El dictamen fue suscrito por los siguientes miembros de la Comisión: Francisco J. Múgica, Alberto Román, Enrique Recio y Enrique Colunga (Diario de Debates del Congreso Constituyente 1916-1917, pág. 442).

Además, se dio lectura al voto particular del diputado sonorense Luis G. Monzón, también miembro de la Comisión de Constitución: “Ciudadanos diputados: Los miembros de la comisión de puntos constitucionales hemos formulado de común acuerdo el artículo 3o. de la Constitución reformada, como aparece en el dictamen relativo, y no hemos disentido sino en el empleo de una palabra, que precisamente es la capital en el asunto de referencia, porque es la que debe caracterizar la educación popular en el siglo XX. Esa palabra es el vocablo laica, empleado mañosamente en el siglo XIX, que yo propongo se substituya por el término racional, para expresar el espíritu de enseñanza en el presente siglo.” (ídem pág. 442-443).

Como señala Armando Soto Flores, el debate sobre el artículo tercero polarizó al Congreso en primer lugar porque la Comisión contradecía fundamentalmente la iniciativa presidencial. La discusión en el pleno subió progresivamente de tono haciendo notar las discrepancias entre las fracciones leales a la causa carrancista y las que serían afines al proyecto de Álvaro Obregón. También se reflejó la discrepancia entre las posturas propiamente liberales y las del positivismo anticlerical.

El presidente Carranza, al saber que en esta discusión no había acuerdo para apoyar el proyecto original, acudió y estuvo presente, aunque sin tomar la palabra, en las sesiones plenarias. El debate crucial se daría entre las posturas defendidas por Múgica (en favor de la generalización de la educación laica) y por Félix Palavicini, quien defendía el texto de la iniciativa. Al abrir su intervención en el debate, Múgica argumentaba la postura de la Comisión “a truques de que se me considere enemigo del clericalismo, pues si así se me considera, si así se me juzga, si con ese calificativo pasa a la historia mi palabra, no importa, señores, porque efectivamente soy enemigo del clero, porque lo considero el más funesto y el más perverso enemigo de la patria”. Palavicini, por su parte, hacía notar la evidente contradicción en garantizar la libertad de enseñanza para inmediatamente después coartar la opción de la educación religiosa.

Tras decenas de intervenciones, unas a favor del proyecto de Carranza, otras en pro de la postura de la Comisión, se aprobó finalmente el texto que sería incluido en la Constitución. Dice así:

“La enseñanza es libre; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria, elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa, ni ministro de algún culto, podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria. Las escuelas primarias particulares solo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial. En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la enseñanza primaria.” Este texto, al ser votado en el Congreso, obtuvo el siguiente resultado en el pleno: aprobado por 99 votos a favor y 58 votos en contra. Desde luego una derrota para Carranza quien, al final de su periodo presidencial, envió al Congreso un proyecto para reformular el texto constitucional en materia educativa (11 de septiembre de 1919), iniciativa que tampoco prosperó.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/la-educacion-en-el-centenario-de-la-constitucion-primera-parte/

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Estonia, Portugal y Uruguay

Por Ricardo Peirano

Estancamiento es quizá la palabra más adecuada para describir la situación en la que está Uruguay en la educación.

Seguirán por algunos días las repercusiones de las pruebas PISA 2015, de las idas y venidas, de las mejoras y de los retrocesos, y sobre todo del estancamiento, quizá la palabra más adecuada para describir la situación en que se encuentra Uruguay respecto de sí mismo y de los demás países que participan del examen.

Algunos dirán que nos conviene retirarnos de las pruebas PISA y evitarnos así el bochorno trianual. Otros minimizan su importancia. Lo cierto es que, tomado a lo largo del tiempo, es un buen instrumento para comparar la evolución de nuestra educación con otros países y con nosotros mismos, y para determinar caminos futuros de acción.

Según un estudio del BID, para Uruguay es «inalcanzable» llegar al promedio de los países de OCDE en las pruebas PISA (lo mismo dice para Chile, Brasil, Costa Rica y México).

El dato tiene una nota de pesimismo, pues en 2012 el BID había dicho que a Uruguay le llevarían «20 años alcanzar el promedio PISA». Ahora ya no tenemos ni chance. Y ello debido a que casi la mitad de los jóvenes escolarizados no cuentan con las capacidades para vivir en el siglo XXI o, por decirlo de otra manera, en la sociedad moderna.

Sin embargo, el estancamiento no puede ser considerado como una condena a la desesperanza. El ranking de los líderes en las pruebas PISA suele variar muy poco y siempre están países asiáticos (Singapur, Hong Kong) o nórdicos como la llevada y traída Finlandia. Pero en el medio de la tabla sí hay movimiento y hay dos países que merecen que se les preste atención: Estonia y Portugal.

Estonia ya comienza a jugar en las grandes ligas y compite con Japón, Canadá y supera a Finlandia en ciencias, área tradicionalmente dominada por los finlandeses. ¿Será que a los países nórdicos se les da bien el estudio porque hace frío y los chicos se quedan en casa o será porque tienen políticas públicas de largo plazo que incentivan la mejora? Los países bálticos hace 30 años no eran ejemplares y se debatían por conseguir su independencia. Ahora se centran en mantener la excelencia educativa.

Quizá más llamativo sea el caso de Portugal. En 2015, supera claramente la media de la OCDE cuando 10 años atrás estaba claramente por debajo. Ejemplo claro de que «sí, se puede». Y en ciencias, supera a potencias como Francia, Austria, Italia o España, y se compara con países avanzados como Dinamarca y Bélgica. Y más llamativo aún es que ese progreso se hizo en una época de enormes dificultades económicas por la crisis financiera del 2008 y sus secuelas de ajuste del gasto público.

De hecho, en Portugal la mejoría se consiguió pese a que se redujo el gasto público por estudiante como consecuencia de las políticas de ajuste que tuvo que llevar a cabo la nación lusitana para no hundirse financieramente y continuar dentro de la UE.
Estonia no ha reducido su gasto educativo pero tiene los mismos resultados que Dinamarca, cuyo gasto por estudiante es el triple.

De ahí la insistencia del informe PISA: el aumento del gasto en educación es importante para alcanzar un nivel mínimo de exigencia, pero por encima de ese nivel no hay relación clara entre aumento de gasto y desempeño educativo.
Estos ejemplos son buenos para que no tiremos la toalla y sepamos que llegar al promedio PISA no es una utopía ni algo inalcanzable, como sostiene el BID extrapolando los resultados en los últimos tres o seis años.

Es algo que está a nuestro alcance. Depende sobre todo de la voluntad política de mejorar la educación pública, algo que en los últimos tres gobiernos ha estado presente en las palabras pero no en los hechos.

Y que está a nuestro alcance es algo que han demostrado los liceos privados que trabajan en la cuenca de Casavalle y en otros lugares de contexto social crítico.
Ahora, esa meta sí es imposible de lograr si seguimos jugando a las escondidas, a que no se puede mejorar por algún factor genético desconocido, o si seguimos haciendo trampas al solitario como ocurrió con el Codicen a la hora de comparar los resultados y echar campanas al vuelo para marcar una mejora que no existió.

Lo que existió y seguirá existiendo, hasta que alguien se anime a poner a la educación como prioridad nacional, es la mediocridad. Estamos mal, vamos empeorando, pero igual somos con Chile los mejores de América Latina.

Razonamiento nefasto que solo conduce al retroceso. Algo que ya no se puede tolerar más, como la violencia en el fútbol. Pero si no tomamos el tren de las reformas con rapidez, seguro que la proyección del BID será una triste realidad que afectará a quienes vienen detrás de nosotros. Y ello no tendría perdón.

Fuente:http://www.elobservador.com.uy/estonia-portugal-y-uruguay-n1010306

Imagen: media.elobservador.com.uy/adjuntos/181/imagenes/014/112/0014112117.jpg

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