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Save the Children alerta de los efectos de la segregación socioeconómica en la escuela y pide que se aborde de forma urgente y prioritaria

Europa/España/plataformadenfancias.org

La segregación escolar socioeconómica es uno de los principales problemas del sistema educativo español. Se produce cuando hay una distribución desigual en centros escolares de los niños y niñas que pertenecen a las familias con menos recursos. Cuando esta situación se agrava se producen situaciones de alta concentración de alumnado vulnerable en determinados centros.

Save the Children ha denunciado que la concentración de alumnado de perfil socioeconómico bajo en España afecta al 46,8% del total de los centros educativos y que de estos últimos el 90% son públicos. Los datos pertenecen al informe Mézclate conmigo. De la segregación socioeconómica a la educación inclusiva, que alerta de que este problema se ha agudizado en los últimos diez años y de que los sistemas educativos no inclusivos “limitan las posibilidades de desarrollo de la infancia, sobre todo de la más vulnerable”.

El estudio establece que un colegio tiene una alta concentración de alumnado en situación de pobreza cuando esta realidad afecta a más del 25% de sus matriculados. Sobre esta premisa, hay un 9% de los colegios a los que la Save the Children califica directamente de ‘centros gueto’ por tener más de un 50% del alumnado en situación de vulnerabilidad y otro 37,8% de las escuelas con niveles altos de concentración (entre el 26% y el 50% de los estudiantes con nivel socioeconómico bajo).

En la actualidad, el 44% del alumnado en España está escolarizado en centros que sufren concentración de alumnado vulnerable. En el caso de los estudiantes con nivel socioeconómico más bajo, el 72% acude a estudiar a colegios con este problema.

“Es intolerable la situación que vive casi la mitad del alumnado en España con un acceso a los recursos educativos precarios y que no responden a las necesidades especiales que requieren. El Estado debe garantizar políticas educativas que aseguren una educación equitativa que no deje atrás a los niños y niñas que proceden de entornos socioeconómicos más desfavorables impidiéndoles romper así con su círculo de pobreza”, ha señalado el director general de la ONG, Andrés Conde.

Sexto país que más segrega en la Unión Europea

El informe, presentado este miércoles en Bilbao, también denuncia que España es el sexto país de la UE con mayor índice de este tipo de segregación en la escuela (0,31) frente a la media europea del 0,27. En los últimos diez años (2006-2015), este marcador ha aumentado un 13,4% en el país.

Se necesita poner en marcha medidas que luchen contra la segregación escolar

Luchar contra la segregación escolar beneficia no solo a la infancia que procede de contextos socioeconómicos más desfavorecidos, sino a toda la sociedad en su conjunto. La falta de oportunidades de interaccionar con niños y niñas de otros contextos limita la formación y el desarrollo de habilidades de empatía que pueden tener consecuencias negativas en el futuro a nivel de cohesión social dando lugar a actitudes de intolerancia y exclusión. Los altos niveles de repetición y abandono en España, a los que la segregación contribuye, tienen un alto coste económico y social.

Tanto la legislación española en su Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE) como la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), reconocen la necesidad de impulsar un sistema educativo equitativo. El Comité de los Derechos del Niño, así como la Comisión Europea, han instado recientemente al Gobierno de España a revisar e implementar políticas que aborden la segregación y apuesten por una educación inclusiva basada en dar apoyo a los niños y niñas.

Por eso Save the Children pide a las administraciones educativas que aborden la segregación escolar de forma urgente y de manera prioritaria. Piden un Plan Estatal por la Equidad y la Inclusión en la Escolarización.

Save the Children propone: 

  • Políticas de oferta o planificación implicadas en el diseño del mapa escolar con medidas como la reserva de plazas en centros educativos, la apertura y cierre de grupos y centros o la oferta académica especializada.
  • Políticas de admisión del alumnado que regulen los niveles de concentración de manera más sistémica con medidas como el establecimiento de cuotas mínimas y máximas, el desarrollo de acciones informativas a las familias o el establecimiento de zonas de escolarización que favorezcan la reducción de la segregación escolar.
  • Políticas de compensación y atracción que ayuden a paliar los efectos de la alta concentración con medidas como la dotación de más recursos, planes de incentivos especiales al profesorado o la puesta en marcha de proyectos de innovación en este tipo de centros.

Descarga el informe Mézclate conmigo en la web de Save the Children

Fuente: http://plataformadeinfancia.org/save-the-children-pide-abordar-segregacion-escolar-urgentemente-a-favor-equidad-inclusion/

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Desarrolla Cuba proyectos para niños con necesidades especiales

Centro América/Cuba/26 Abril 2018/Fuente: Prensa Latina

Dos libros electrónicos relacionados con la inclusión de niños con necesidades educativas especiales en la enseñanza general y el desempeño de los psicopedagogos constituyen hoy un importante apoyo para la enseñanza especial en esta provincia.
Esas investigaciones contribuyen a perfeccionar la labor preventiva y responden al proyecto de atención integral a la familia desde una perspectiva multifactorial y multidisciplinaria que desarrolla la Universidad de Guantánamo (UG), informó la asesora de la actividad científica en la Dirección Provincial de Educación Liera Tait Salazar. Por otro lado en las instituciones para la primera infancia se implementó durante el pasado año el proyecto de alimentación, que propició más aceptación de los menús en los procesos básicos de nutrición y permitió desarrollar una cultura nutricional saludable en educandos y familias.

El fortalecimiento de las relaciones intersectoriales con la Universidad, las instituciones de Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, la Cruz Roja y otras dependencias estatales, posibilitaron la aplicación de esas experiencias, dijo la funcionarial.

La Dirección de Educación en este territorio del oriente cubano cuenta con dos mil 595 Máster y 41 en proceso, seis Doctores en Ciencias, dos en vías de defender sus tesis, 13 en formación, nueve con temas aprobados y 12 matriculados en la Escuela de Formación Doctoral de la UG, según estadísticas oficiales.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=172711&SEO=desarrolla-cuba-proyectos-para-ninos-con-necesidades-especiales
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La primera maestra con síndrome de Down de Argentina, recibe premio en Ecuador

América del Sur/Ecuador/ 23.04.2018 /Fuente: www.elcomercio.com.

Freente a un salón repleto de maestros, Noelia Garella resumió parte de su vida y los retos que tuvo que superar desde la escuela, en la universidad y luego en el trabajo. La joven de 32 años es maestra de inicial en un jardín de su natal Córdoba, en Argentina. Pero llegar a cumplir ese sueño -que siempre la persiguió desde niña- no fue tan sencillo. “Les enseño a los chicos que no discriminen a nadie. Ellos tienen una maestra especial. Si desde pequeños lo aprenden, de grandes lo recordarán”, cuenta ‘Noe’, como le dicen cariñosamente.

Noelia es la primera maestra con síndrome de Down de su país y una de las pocas del mundo. Llegó a Guayaquil con su familia para participar en el IV Congreso Internacional de Ciencias Pedagógicas, organizado por la fundación Fidal y el Instituto Superior Tecnológico Bolivariano.

Sus padres Mercedes y Delfor, y su hermana Romina -también profesora-, la acompañan. La próxima semana viajará a Quito para recibir un premio a la excelencia académica y ser parte un conversatorio en la Primera Expoferia de Innovación y Excelencia Educativa. Risueña y paciente para explicar -tal como si estuviera frente a un salón-, la maestra cuenta que recibió su título en el 2007, en el Instituto de Educación Superior de la ciudad de Córdoba.

Conseguir un empleo en su profesión no fue fácil. Durante cinco años trabajó, sin sueldo, en campañas de salud bucal con niños de su localidad. “Hacía títeres y les regalaba formitas de muelitas. Los motivaba para que pierdan el miedo cuando iban a hacerse atender”.

Esa destreza para enseñar la catapultó a un trabajo más estable, en el jardín municipal Capullitos. La comunidad, grupos de maestros y hasta la directora de esa escuela pidieron a las autoridades locales que la incluyeran en el equipo de educadores. Y fue así como empezó a dar clases de estimulación temprana a la lectura a niños de entre 3 y 5 años de edad. “Yo les motivo a los chicos para que ellos sean buenos lectores. Hago gestos y bailes; ellos se ríen, me abrazan”

. Esmerada en dar la mejor educación a los chicos, recuerda que llevaba mucho material didáctico al aula. “Un día mis compañeras me dijeron: ‘Noe, no traigas tantas cosas, si solamente es jugar con ellos y que se diviertan’. No, yo les leo los cuentos infantiles pero siempre les dejo mensajes de la amistad, del amor, de los valores, de compartir”.

Su pasión por la enseñanza rompió las barreras de la discriminación. Sus colegas y la comunidad tuvieron una respuesta positiva a su trabajo y su nombre comenzó a difundirse por su país, donde se ha convertido en una figura de inspiración. Noelia ha recibido varios reconocimientos por su profesión y su historia ha pasado fronteras a través de las publicaciones en medios de comunicación internacionales.

Actualmente da clases en jardín maternal Jeromito, más cercano a su casa en Córdova. Tiene cerca de 40 estudiantes, de entre 1 y 3 años de edad, de quienes se alejó por unos días para dar conferencias en Ecuador.

Fuente de la noticia: http://www.elcomercio.com/actualidad/sociedad-noelia-maestra-infantes-down.htm

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Uruguay: Admisión de rezago educativo

Uruguay/21 de Abril de 2018/El Observador

La severidad de las conclusiones de Ineed y Unicef exige la atención oficial negada hasta ahora

Las alertas sobre las carencias en la educación pública y los riesgos que conllevan para el país no han logrado hasta ahora horadar el muro oficial de desaprensión e incompetencia. Merecen mejor atención las advertencias más recientes, ya que no provienen de opositores políticos o técnicos privados sino que están contenidas en un informe conjunto de un organismo estatal y Naciones Unidas. Un estudio del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) y Unicef concluyó de manera tajante que si Uruguay no sale del rezago educativo, los estudiantes de hoy tendrán dificultades más adelante en encontrar empleo y sufrirá «la competitividad global del país». Y en momentos en que sindicatos docentes presionan por más recursos para la educación pública sin ofrecer contrapartida de resultados, el informe, al enfatizar «los bajos niveles» actuales en la formación estudiantil, destaca la probable inutilidad de asignar mayores partidas presupuestales si paralelamente no se reforma el sistema.
Ineed, organismo estatal autónomo, y Unicef concuerdan en reconocer avances en la generalización educativa para la primera infancia y la incorporación de tecnologías para uso pedagógico, especialmente con el Plan Ceibal. Pero advierte contra el atraso en que se encuentra Uruguay en el mundo actual en materia de calidad de la educación. Destaca que la situación es especialmente grave en la enseñanza media, por lejos el eslabón más flojo en la cadena de la enseñanza pública por sus deficiencias curriculares y docentes, y altos niveles de deserción y repetición. Enfatiza además que para llevar el país a las exigencias del siglo XXI se necesitan «consensos de largo plazo tanto políticos como con actores relevantes».
La observación está dirigida directamente a los dos sectores responsables de la pobreza educativa. La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que preside Wilson Netto, se niega una y otra vez a implementar cambios que todos conocen pero nadie pone en marcha. Incluyen adecuadas propuestas específicas planteadas por los técnicos de Eduy21 y otros muchos expertos del sector privado. Y los tres gobiernos del Frente Amplio han mostrado una incomprensible tolerancia con la renuencia de ANEP. Todo empezó con la defectuosa ley de educación, aprobada durante la primera administración del presidente Tabaré Vázquez y resistida hasta en ámbitos docentes. Siguió con la vacua promesa del expresidente José Mujica de modernizar la educación pública y ha culminado bajo el gobierno actual. Vázquez le puso a la intrascendente ministra de Educación, María Julia Muñoz, dos laderos técnicos para llevar adelante las reformas. Pero ambos desaparecieron prontamente de la escena oficial cuando Netto frenó cambios que hubieran puesto el país a rueda del mundo actual, aprovechando la tolerancia culposa del Poder Ejecutivo.
El informe de Ineed y Unicef reclama «garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos», destaca como «factor de riesgo» la baja formación docente, especialmente en secundaria, y propone metas para corregir las deficiencias. La severidad de las conclusiones de ambos organismos exige la atención oficial negada hasta ahora, a menos que se acepte denigrar el futuro de la juventud uruguaya y el desarrollo del país.
Fuente: https://www.elobservador.com.uy/admision-rezago-educativo-n1224544
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Cuba y Unicef impulsan proyecto por una adolescencia más inclusiva

Centro América/Cuba/19 de Abril 2018/Fuente: Prensa Latina

La representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Cuba, María Machicado, reconoció hoy en esta ciudad el trabajo conjunto realizado por ese organismo y Cuba en favor de una adolescencia más inclusiva.
Durante la inauguración del III Torneo Nacional de fútbol inclusivo en los niveles educativos Secundaria Básica y Especial, Machicado resaltó el desafío que representa conseguir la igualdad entre niñas y niños y el esfuerzo que el Ministerio de Educación (Mined) cubano realiza con ese objetivo.

Para ello, Mined y Unicef auspician este evento, que reúne a 16 equipos integrados por adolescentes de escuelas regulares y especiales en competencia para fomentar el trabajo conjunto, y bajo reglas estrictas, declaró la alta representante a Prensa Latina.

Según detalló, el campeonato compromete a las escuelas a buscar estrategias para la participación por igual de hembras y varones en un mismo equipo así como de al menos un integrante de la educación especial.

De esta forma, es necesario dosificar el tiempo que están en el campo los jugadores para lograr un buen resultado. Se trata de un ejercicio de aceptación, de reconocerse el uno al otro y descubrir potencialidades.

Queremos que los competidores noten que esas diferencias son positivas en el resultado del equipo, que la vida es mixta y existen hombres y mujeres con talentos distintos, aseguró Machicado.

A celebrarse entre el 16 y el 20 de abril en Sancti Spíritus, 365 kilómetros al este de La Habana, este III Torneo reúne equipos de todas las provincias cubanas y el municipio especial Isla de la Juventud, compuestos por adolescentes en edades desde quinto grado hasta Secundaria Básica.

La representante de Unicef en Cuba reconoció además como un excelente paso el compromiso del Mined para ampliar el alcance de las escuelas regulares a niños con necesidades especiales.

El hecho de que existan escuelas altamente especializadas por discapacidad es muy importante también, los niños necesitan un lugar donde realmente atiendan sus necesidades. Les da más alternativa y ese es el compromiso que vemos y la inversión que se está haciendo para lograrlo, agregó.

Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, así como lograr la igualdad entre género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas son dos de los 17 objetivos incluidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Estos objetivos, aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2015, constituyen un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=170774&SEO=cuba-y-unicef-impulsan-proyecto-por-una-adolescencia-mas-inclusiva
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Obstáculos a la inclusión

Autores: Gerardo Echeita (Universidad Autónoma de Madrid) e Ignacio Calderón (Universidad de Málaga)

RESUMEN
El principal propósito de este artículo es alimentar un debate improrrogable entre los orientadores y orientadoras en ejercicio (al igual que entre técnicos de la administración, académicos e investigadores en este ámbito), sobre las evaluaciones psicopedagógicas y por extensión, sobre la tarea de la orientación en las instituciones escolares, en particular en el caso del alumnado considerado con necesidades educativas especiales y a la luz del derecho que les asiste a una educación inclusiva. Durante los últimos años, dichas labores están tendiendo a vincularse más a la justificación de opciones excluyentes (como forzar el cambio en modalidades de escolarización), próximas al criticado modelo médico de la discapacidad (Barton, 1998), que a la planificación de propuestas inclusivas para todo el alumnado, contradiciendo la legislación educativa nacional e internacional (Convención de los derechos de las personas con discapacidad, UN, 2006). Por ello, sacar el debate del terreno de la burocracia y devolverlo al de la ética puede servirnos para replantear la lógica educativa que debe prevalecer en la orientación. ¡Porque no podemos descargar la lucha por la equidad en las escuelas sobre los hombros del alumnado más vulnerable y sus familias! Para este cometido y complementariamente al objetivo de denuncia del actual estancamiento y debilidad del proceso hacia sistemas, culturas y prácticas más inclusivas, apuntamos algunas críticas y esbozamos una serie de propuestas alternativas para la evaluación psicopedagógica (Calderón y Habegger 2012), que podrían contribuir a corregir la deriva actual y fortalecer los procesos de resistencia frente a las fuerzas excluyentes del sistema educativo.

Palabras clave:
Evaluación, orientación, educación inclusiva, equidad

 ABSTRACT
The main purpose of this paper is to stimulate a debate extendable between counsellors in exercise (like between technicians of the administration, academics and researchers in this field), on psychopedagogical assessments  and by extension, on the task of the educational counselling in the schools, in particular regarding students considered with special educational needs and in the light of the their right to an inclusive education. During the past few years, these tasks are tending to be linked more to the justification of segregation options (such as forcing the change in schooling), next to the criticized medical model of disability (Barton, 1998), than to the planning of inclusive proposals for all students, contradicting in many cases national and international legislation (Convention on the rights of persons with disabilities, UN, 2006). For this reason, return the debate in the field from bureaucracy to the ethics can help us to rethink the educative perspective that must prevail in these tasks. Because we cannot download the fight for equity in the schools on the shoulders of the most vulnerable students and their families¡ For this purpose, and besides the target of critize  the current impasse and weakness of the process toward more inclusive systems, cultures and practices, we pointed out some criticisms and outline a number of alternative proposals for  the psychopedagogical assessment (Calderon and Habegger 2012), which could contribute to correct current drift and strengthen the resistance processes against the  exclusionary forces operating in the educative system.

Keywords:
Evaluation, school counseling, inclusive education, equity

INTRODUCCIÓN
El principal objetivo de este artículo es generar un debate sobre concepciones y prácticas relativas a la evaluación psicopedagógica (EPSP), entre los “profesionales de la orientación educativa” que, aun trabajando en estructuras organizativas relativamente distintas en las diferentes Comunidades Autónomas de nuestro país y en diferentes etapas educativas, comparten, sin embargo -entre otras-, el desempeño de esa importante función. Como todo el mundo sabe, la evaluación psicopedagógica es un asunto de muchas caras y facetas, susceptible, por lo tanto, de ser analizado y debatido desde múltiples puntos de vista disciplinares y con diferentes pretensiones (teóricas, prácticas, administrativas, éticas y deontológicas, etc.) (Sánchez Cano 2007: Alonso Tapia, 2012).

Nosotros no pretendemos, ni de lejos, asomarnos a todas ellas (aunque todas ellas están interrelacionadas), sino llamar la atención y denunciar la barrera que determinadas miradas, concepciones y prácticas de evaluación psicopedagógica están desempeñando en relación al derecho que asiste al alumnado con discapacidad o diversidad funcional (y por extensión a cualquier alumno en riesgo de segregación, marginación o fracaso escolar), a una educación inclusiva. Nos situamos, por lo tanto, más bien en un plano político y ético, siendo conscientes que se trata, al igual que si lo hiciéramos desde otros lugares, de un análisis parcial y por todo ello, insuficiente.

Nosotros denunciamos que el enfoque mayoritario que las Administraciones educativas competentes en este ámbito están adoptando a través de sus respectivas normas, así como el desempeño de muchos orientadores en este ámbito (consciente o impuesto), en lugar de acercarse a la bien intencionada función con la que fue establecida a mediados de los años 90 (MEC, 1996), se alejan de ella y además están sirviendo como freno y obstáculo al cumplimiento del derecho una educación más inclusiva. Un derecho humano, una exigencia ética y jurídica, que tiene su sustento legal en la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPCD) (UN, 2006), en concreto su art. 24

Nos parece importante resaltar que no pretendemos individualizar (en la figura de los orientadores y orientadoras) un problema que es social y construido históricamente en base a determinadas concepciones sobre cómo afrontar el dilema de la diversidad en la educación escolar (Echeita, Simón, López y Urbina, 2013) y en particular el ámbito de la discapacidad. Analizar la discapacidad desde la perspectiva de los derechos humanos, (Asís, Campoy y Bengoechea, 2007) nos obliga ¡ya!, a una suerte de revolución copernicana tanto en el ámbito educativo como en el resto de los que configuran nuestra vida personal y social. Revolución entre cuyos pilares están los principios de “igualdad de derechos”, “no discriminación”, “accesibilidad universal”, “diseño para todos” o “inclusión,” y que, si bien con dificultades, se van abriendo camino en la legislación, no terminan de afianzarse en nuestro siempre conservador sistema educativo.

En todo caso y para no quedarnos en la mera denuncia –aun siendo ésta absolutamente imprescindible en estos momentos de una “visión débil de la inclusión” (Parrilla, 2007) –, también queremos apuntar en este texto que hay alternativas a las evaluaciones psicopedagógicas que denunciamos, alternativas que se alinean con el objetivo básico de promover los cambios y mejoras que permitan la eliminación de aquellas barreras que limitan la presencia, el aprendizaje y rendimiento de este alumnado, así como su plena participación y reconocimiento (Echeita, 2013).

DE LAS BUENAS INTENCIONES A LOS DERECHOS
Creemos poder afirmar, con conocimiento de causa, que en sus orígenes (MEC, 1996), el espíritu que animaba la EPSP era el de ser una medida de garantía de equidad para que aquellas decisiones de acceso, curriculares u organizativas aplicables a un alumno o alumna en el marco de las llamadas desde entonces “medidas extraordinarias de atención a la diversidad” (Martín y Mauri, 2011), no se tomaran de forma arbitraría o con poco fundamento (sino todo lo contrario, con el respaldo del análisis psicopedagógico riguroso y experto que podían y pueden aportar los orientadores y orientadoras), toda vez que por su naturaleza (ruptura de la comprensividad del currículo y/o derivación hacia agrupamientos o centros con diferentes grados de segregación respecto al marco común), tales medidas conllevan un riesgo evidente de inequidad, marginación y discriminación.

Y para ello el modo como se definía la EPSP en la Orden del 14 de febrero de 1996[1] (vigente durante mucho tiempo y en todo caso seguida y asumida en sus fundamentos por las diferentes Comunidades Autónomas en España una vez que todas asumieron las competencias en materia de educación), aportaba indudables aspectos de progreso en relación con los modelos y prácticas vigentes hasta entonces, (¿hasta hoy?), especialmente centrados en el “diagnostico” y la “categorización” del alumnado, en consonancia con el “modelo médico” de la discapacidad tan fuertemente arraigado en la profesión (Farrel, 2008).

Segundo.- 1. Seentiende la evaluación psicopedagógica como un proceso de recogida, análisis y valoración de la información relevante sobre los distintos elementos que intervienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje, para identificar las necesidades educativas de determinados alumnos que presentan o pueden presentar desajustes en su desarrollo personal y/o académico, y para fundamentar y concretar las decisiones respecto a la propuesta curricular y al tipo de ayudas que aquéllos pueden precisar para progresar en el desarrollo de las distintas capacidades…

1.- La evaluación psicopedagógica constituye una labor interdisciplinar que trasciende los propios límites del equipo de orientación educativa y psicopedagógica o del departamento de orientación, y en consecuencia incorpora la participación de los profesionales que participan directamente en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Sin duda era novedosa la consideración de la EPSP, como un proceso y no como un hecho puntual, asumiendo con ello una perspectiva del desarrollo y el aprendizaje dinámica y cambiante. Por ello se argumentaba la necesidad de centrarse no tanto en los aspectos “deficitarios” del alumnado objeto de evaluación sino “en los distintos elementos que intervienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje”, asumiendo de lleno una concepción interaccionista sobre los mismos. En todo caso, dicho modelo de evaluación tenía como objetivo fundamental adaptar los procesos de enseñanza y el currículo y precisar “las ayudas requeridas”, para el progreso del alumnado objeto de evaluación en su aprendizaje y desarrollo. Se apoyaba, entonces, en una comprensión del aprendizaje como un proceso modificable mediante una acción educativa ajustada a las necesidades educativas del aprendiz (Coll y Miras, 2001) y se acompasaba plenamente con la perspectiva sobre el papel de “los apoyos” (en su sentido más amplio) que con el tiempo se iría imponiendo en la comprensión de las discapacidades intelectuales y del desarrollo (Verdugo y Shalock, 2010). De igual modo nos parece destacable el establecimiento de un “trabajo colaborativo y multidisciplinar” que no sólo incorpora los saberes de los profesionales de las ciencias de la educación, sino también el conocimiento experto del profesorado respecto a su tarea y su alumnado. Todo ello suponía, de nuevo, un distanciamiento más que notable del modelo médico de evaluación, donde los psicólogos/pedagogos son los “expertos” que saben y donde el profesorado, el alumnado y las familias asumen un rol “dependiente” de sus dictámenes. Con todo ello, la EPSP lejos de ser una acción puntual originada por las necesidades educativas de un alumnado considerado “especial”, aspiraba a convertirse en una palanca para promover mejoras que llegaran a todo el alumnado.

Uno de los corolarios necesario de este modelo de evaluación debía ser el de un “Informe Psicopedagógico” que sirviera eficazmente, en primer lugar, de medio de comunicación entre las partes (orientadores, profesorado, familias), en un intento de separarse de los modelos que, de nuevo, refuerzan la dependencia y el extrañamiento de quienes los reciben, especialmente a través de una “jerga pseudocientifista”. Pero, lo más importante, vislumbrándose como un importante instrumento de trabajo conjunto entre las partes, donde hacer explícitas las propuestas de ajuste educativo y los apoyos (escolares, familiares, u otros) necesarios para tratar de llevar a la práctica el mandato de una respuesta educativa inclusiva.

Pero no hemos escrito este texto para loar un enfoque educativo y una norma que, como tantas otras[2] resultó más que insuficiente para cambiar muchos años de concepciones y prácticas profesionales muy alejadas de su “espíritu” y de su “letra”. Como tantas veces se ha dicho “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, y esta norma bien intencionada y, sin duda alguna –como acabamos de apuntar– innovadora respecto a los modelos imperantes, no sólo se ha ido pervirtiendo con el paso del tiempo en posteriores concreciones y desarrollos en algunas Comunidades Autónomas[3], sino que, en el mejor de los casos, y a tenor del derecho a una educación inclusiva establecido en la CDPCD, también resulta ya claramente inadecuada.

En efecto, aquella Orden de 1996 y las normas similares que con posterioridad se han establecido en diferentes CC.AA., siguen asumiendo una mirada excluyente sobre la igualdad (Skliar, 2008), en tanto en cuanto dan por sentado, desde el punto de vista educativo que sigue siendo posible, necesario y adecuado diferenciar al alumnado según su diversidad y escolarizar a determinados alumnos en contextos segregados. ¡Ya no estamos ahí!

La educación inclusiva ahora, no es un simple principio bienintencionado inspirador de las políticas educativas, asumible “hasta donde sea posible”, sino un derecho establecido con toda la contundencia moral y la fuerza legal que tienen los derechos fundamentales amparados por las leyes. Volvemos a insistir, para quien lo desconozca, que la CDCP es un tratado internacional firmado y ratificado por España e incorporado a su ordenamiento jurídico (BOE 21 de abril de 2008). En tanto que trata asuntos vinculados con los derechos fundamentales de las personas, y al amparo del Art. 10.2 de la Constitución Española, su mandatos obligan a revisar las leyes y normas, nacionales y autonómicas, que versan sobre aspectos contemplados en dicha Convención, como de hecho ya se está haciendo[4] (no sin contradicciones).

No es nuestra intención hacer un análisis extenso sobre lo que supone la “perspectiva de los derechos” en su proyección en el ámbito de la discapacidad, toda vez que otros lo han hecho con rigor (Asis, Bariffi, y Palacios, 2007). Ahora bien, para el análisis que estamos haciendo nos parece importante resaltar el valor de “la igualdad” como sustento de una educación inclusiva que realizan los citados autores:

Todas las personas poseen –no sólo un valor intrínseco inestimable– sino también que son intrínsecamente iguales en lo que se refiere a su valor, más allá de cualquier deficiencia física, psíquica o sensorial. Esto no equivale a decir que no existan diferencias entre las personas. No debe confundirse la diversidad (diferencia) con desigualdad. La igualdad parte de la diversidad… Por ello una sociedad que respeta auténticamente el principio de igualdad es aquella que adopta un criterio inclusivo respecto a las diferencias humanas y las tiene en cuenta de forma positiva…
(Asis, Bariffy y Palacios, 2007, p. 102)

Todos estamos obligados – ¡los orientadores también!–, a hacer efectivo y llevar a la práctica el derecho de todo el alumnado a una educación inclusiva (y de aquellos más vulnerables, como el alumnado con discapacidad, en primer lugar), pues como dijo María Emilia Casas (2007, p. 43), ahora expresidenta del Tribunal Constitucional, “no puede olvidarse que la imposibilidad del ejercicio de los derechos, no es cosa distinta, en sus efectos, a la ablación llana y lisa de su titularidad”.

En este sentido este texto es una humilde pero enérgica y desesperada[5] llamada de atención a los que directa o indirectamente (como técnicos de las administraciones educativas, profesionales en ejercicio, formadores o investigadores), nos desempeñamos en el ámbito de la orientación, para que reflexionemos sobre si nuestras orientaciones, prácticas, enseñanzas o investigaciones -entre otras en lo que respecta a la EPSP–, están contribuyendo a la discriminación del alumnado que la precisa o, si por el contrario, se pueden configurar como una de las palancas para su plena igualdad y reconocimiento. En definitiva, si queremos ser parte constitutiva del problema de opresión y exclusión que cotidianamente les afecta en la escuela, o parte de la solución para su plena inclusión educativa. Y, lo queramos o no, se es parte del problema desde el momento en el que la forma de llevar a cabo la EPSP y sus consiguientes informes, se están utilizando como prueba de cargo que justifica la segregación de determinados alumnos considerados con diversidad funcional[6].

Por lo que a nosotros respecta, no queremos solo “predicar” sino también “dar trigo”. Por eso, ponemos a debate y consideración de nuestros colegas una incipiente pero honesta propuesta alternativa sobre una evaluación psicopedagógica (y su preceptivo modelo de informe) que intenta sostener el derecho a una educación inclusiva y que, en todo caso, ya ha servido para parar propuestas educativas excluyentes y permitir que algunos sigan el camino de la inclusión educativa al que tienen derecho (Calderón y Habegger, 2012).

En todo caso, esta propuesta que presentamos brevemente en el apartado siguiente, no parece estar alejada –más bien lo contrario–, del propósito, los principios y las recomendaciones hechas por la actual Agencia Europea para las Necesidades Educativas Especiales y la Inclusión Educativa (2007) en su proyecto “La evaluación en contextos inclusivos: Temas centrales para las políticas y prácticas”:

“La meta global de la evaluación inclusiva es que todas las políticas y procedimientos de evaluación deberían reforzar y apoyar la inclusión y participación exitosa de todo el alumnado vulnerable a los procesos de exclusión, incluidos aquellos con necesidades educativas especiales.”
(AEDNEE, p.47)

Nosotros, al igual que se hace en la mencionada propuesta de la Agencia Europea, creemos que la evaluación psicopedagógica, junto con otras prácticas evaluadoras en el contexto escolar, debe guiarse, entre otros por los siguientes principios:

✓    Servir para “celebrar” la diversidad, identificando y valorando el progreso y rendimiento individual de todo el alumnado.
✓    Ayudar a informar y promover el aprendizaje de todo el alumnado en contextos inclusivos, centrándose en mejorar las prácticas de enseñanza y los modelos organizativos que lo favorecen.
✓    Contar con la participación de los propios alumnos destinatarios, así como de sus familias.
✓    Contribuir a prevenir la segregación, eliminando o minimizando los procesos de etiquetado.

CUESTIONANDO EL MODELO HEGEMÓNICO DE EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Hace ya unos años uno de nosotros, en colaboración con otra colega, elaboró un contrainforme psicopedagógico (Calderón y Habegger, 2012), motivado por la defensa de los derechos educativos de un alumno con síndrome de Down a quien se le obligaba a cambiar de modalidad de escolarización. Dicho cambio se asentaba en otro informe psicopedagógico avalado por dos equipos de orientación. Un informe que no distaba demasiado de los que mayoritariamente acaban legitimando dictámenes de escolarización que segregan al alumnado con discapacidad de las escuelas ordinarias.

El contrainforme básicamente pretendía defender los derechos educativos del menor, al poner el foco en la herramienta excluyente que utilizan a menudo los centros escolares para mantener las prácticas homogeneizadoras que excluyen del aprendizaje y la participación a buena parte del alumnado considerado con necesidades específicas de apoyo educativo. La triste realidad es que la mayor parte de las evaluaciones psicopedagógicas escolares se solicitan (por parte del profesorado) y/o se producen (por los equipos o departamentos de orientación) con la intención de evitar el cuestionamiento del orden generado en clase a través de una metodología, organización y actividades concretas. Y no solemos presentar impedimentos si para ello hay que segregar a parte del alumnado. La EPSP se convierte así en la herramienta de segregación más potente que utilizan las escuelas (más incluso que las calificaciones), constituyendo la supuesta objetividad de las pruebas un argumento incontestable. Así, al excluir al chico o a la chica en cuestión, nuestras concepciones y prácticas profesionales nunca se verán alteradas, lo que constituye también un freno a la necesaria transformación de la escuela. En todo ese proceso, las familias se ven forzadas, la mayor parte de las veces, a aceptar las EPSP, bien por que terminan interiorizando la tendencia a culpabilizar del alumnado de su situación educativa, o bien por el miedo al poder de los profesionales y de la institución.

Los informes psicopedagógicos al uso, por tanto, constituyen actualmente una forma encubierta de legitimar las desigualdades socioculturales (Calderón, 2014): las evaluaciones psicopedagógicas y sus posteriores derivaciones y propuestas diferenciadas consiguen concienciar a través de los años a estudiantes y familiares de la incapacidad del alumno o la alumna, convencen de la imposibilidad de que concluya con éxito su escolarización y asocian el pobre rendimiento con la resignación ante el posterior destino social.

En nuestro caso el citado contrainforme caminaba en la dirección de mostrar la inconsistencia de la mayoría de los actuales, al posicionarse desde otros postulados científicos, y tratando de contribuir, con ello, a la deconstrucción de la discapacidad: esto supone, en palabras de Danforth y Rhodes (1997, p. 361) “desmontar el andamiaje lógico que respalda el proceso de diagnóstico, lo que demuestra el razonamiento inherente defectuoso de dicho procedimiento. El resultado es la desorganización y la invalidación de la supuesta racionalidad de la práctica común de clasificación de los estudiantes en las categorías de capacidad y discapacidad”. Una tarea necesaria en la medida en que las evaluaciones psicopedagógicas se convierten en carta blanca para justificar el fracaso escolar, el sostenimiento de categorías dicotómicas estigmatizantes y la segregación escolar.

ALGUNOS APUNTES PARA UNA EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA INCLUSIVA
De aquel trabajo se destilaron algunas ideas que permiten la construcción de nuevas fórmulas más justas y educativas (y por tanto humanas), para realizar evaluaciones psicopedagógicas con la finalidad de desarrollar escuelas más inclusivas. Pasamos a continuación a apuntar algunas de estas claves.

En primer lugar hay que enfrentar la realidad de que la mayoría de las EPSP suelen utilizar pruebas psicométricas para legitimar el etiquetado y la segregación, con toda la carga de pretendida objetividad que conllevan. En la propuesta que sostenemos proponemos que la respuesta inclusiva se asiente, sobre todo, en herramientas cualitativas y participativas: entrevistas a las familias, a los docentes y al alumnado, observación participante, análisis documental, grupos focales… No se trata de competir con las evaluaciones psicopedagógicas al uso en objetividad (sobradamente cuestionada desde la academia), sino de revertir las prioridades: lo importante no es solo la objetividad de los resultados, sino aceptar la subjetividad de las realidades humanas y sobre todo buscar la justicia social al pretender siempre la inclusión en la realidad concreta.

Otra de las prácticas dañinas ampliamente utilizadas en la labor orientadora es el estudio del alumno o la alumna a solas frente a una prueba “objetiva”, lo que implica haber cargado sobre sus espaldas toda la responsabilidad de su realidad educativa, remitiéndonos, una vez más al modelo médico de la discapacidad. Se obvia, por tanto, la carga social e histórica que acarrea cualquier persona con discapacidad. Por eso, el hecho de acercar los juicios profesionales a todas las personas que viven la realidad evaluada facilita que la EPSP se nutra de otras concepciones sobre la discapacidad, más allá de la hegemónica. Estaríamos acercándonos con ello a los postulados del modelo social de la discapacidad (Barton, 1998), ya que se trata de enfocar nuestros esfuerzos por la mejora en las relaciones que se establecen entre todos. No cuestionamos a la persona (que es incuestionable), sino que ponemos la energía en entender las interacciones y enriquecerlas.

Como consecuencia de esto, estaríamos dando un paso decisivo para revertir el reparto de roles que se establece en las escuelas, porque no se trata solo de extraer información a través de pruebas, entrevistas, observaciones o grupos de discusión, sino de construir conocimiento. Ni el alumnado tiene que obedecer a las familias, ni las familias al profesorado, ni el profesorado al equipo de orientación… Esta estructura de poder que domina las escuelas puede y debe ser cuestionada, porque está burocratizando la tarea de educar, tanto en lo referente a la docencia como a la orientación. Porque la obediencia supone delegar en otros la responsabilidad moral de lo que estamos haciendo, lo que nos lleva a pensar que simplemente somos “técnicos” que aplicamos lo que otros diseñan. La escuela reproduce y crea desigualdades en base a esta premisa, por lo que no podemos eludir nuestra responsabilidad. El modelo social de la discapacidad hace hincapié precisamente en que no es sólo responsabilidad del niño o de la niña, sino que ésta es compartida por todos los actores. Por tanto, la democratización de las evaluaciones psicopedagógicas (tanto en la recogida de información como en la elaboración de interpretaciones), es una pieza fundamental para reequilibrar las relaciones, valorar y reconocer las diferentes voces, y conquistar como educadores nuestra posición de intelectuales críticos en lugar de burócratas técnicos.

Este rol de “técnicos” que algunos han aceptado acríticamente ha traído a la tarea de orientar un halo de oscurantismo, probablemente porque sabemos que lo que hacemos es éticamente reprobable o cuanto menos cuestionable. Un ejemplo claro de esto es que a menudo son los padres los últimos en enterarse de decisiones radicalmente importantes sobre la escolarización de sus hijos. Por ello es ineludible dedicar esfuerzos a hacer transparente toda nuestra actividad. Si nos da vergüenza decirlo o preferimos esconderlo, deberíamos sospechar[7].

En cualquier caso, las decisiones no deberían ser sólo nuestras, sino consensuadas con todas las partes. Esta apuesta por la participación radical de las familias asegura que no perdamos el cometido de la EPSP: la mejora de la acción educativa, y en ningún caso la exclusión. Las propuestas tienen que ser inclusivas (Stainback y Stainback, 1999) en el sentido de no apartar física, cultural ni socialmente al alumnado. Hacer un juicio sin utilidad para la mejora (como las puntuaciones del C.I., por ejemplo), no tiene otra justificación que pretender subordinar y excluir. Muchos informes psicopedagógicos constituyen un listado de pretendidos defectos del alumno o la alumna con la intención evidente de derivarlo a un centro, unidad o apoyo segregado. Para que sea inclusivo, todo en las prácticas evaluativas tiene que ser de utilidad para la tarea educativa del equipo docente y la familia (AEDNEE, 2007). Por otra parte, los análisis colectivos pueden ser de gran utilidad, puesto que permiten desvelar los prejuicios de cada uno de los actores para reconstruir nuestras concepciones educativas a partir de evidencias y reconducir las relaciones. Las familias tienen conocimientos y competencias de las que carecemos los profesionales y viceversa.

Como profesionales tenemos el deber y la obligación de cuestionar continuamente los marcos de referencia psicológicos y educativos sobre los que nos asentamos (Echeita, Simón, López y Urbina, 2013). No todos buscan la inclusión, y todos ellos tienen concepciones diferentes acerca del ser humano y las relaciones. Por ejemplo, diseñar “ajustes razonables” inclusivos implica hacer uso de las teorías que tienden a la justicia social y la libertad. Pero sobretodo, conlleva entender que como intelectuales críticos somos los profesionales los que podemos construir teorías situadas y “a medida”, que poco a poco vayan desbordando lo que entendemos por inteligencia, clase, curso, grupo, curriculum, relaciones, crecimiento, desarrollo, etc.

En definitiva, se trata de construir una auténtica evaluación inclusiva que ofrezca aportes a algunas de las carencias que en la actualidad tienen nuestros centros, nuestras clases y nuestro sistema educativo, en lugar de responder a “los problemas” del alumnado con o sin discapacidad. Es decir, debemos adoptar una perspectiva sistémica que nos permita mejorar los diferentes elementos del proceso educativo, entendiendo la interrelación entre ellos. Eso sí, para que esto ocurra no basta con saber cómo hacerlo, cosa que podemos llegar a conseguir.

La “normativa vigente” no puede seguir siendo excusa o motivo para desarrollar la tarea de orientación en la dirección que con preocupación observamos. Podemos y debemos hacer de la escuela un sitio más habitable para todos y todas, resistiendo junto a las familias a las propuestas excluyentes que nos coartan.

Pero como decíamos no basta con saber. También tenemos que querer hacerlo, algo que nos remite al debate ético que queremos promover con este texto.

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Referencias Bibliográficas:
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Notas:

[1]Orden del 14 de febrero de 1996 por la que se regula el procedimiento para la realización de la evaluación psicopedagógica y el dictamen de escolarización y se establecen los criterios para la escolarización de los alumnos con necesidades educativas especiales. BOE 47/96 DE 23 DE FEBRERO DE 1996)
[2]Que importante sería analizar y evaluar también lo que está ocurriendo con los documentos sobre las Adaptaciones Curriculares Individualizadas –DIACs–, porque la investigación internacional disponible (Andreasson, Asp-Onsjö & Isakson, 2013) también nos viene advirtiendo que lejos de cumplir la función educativa con la que se pensaron, están sirviendo solamente para funciones administrativas, acreditativas y reforzadoras de los procesos de categorización del alumnado considerado destinatarios de las mismas.
[3]Véanse, entre otras, los casos de la RESOLUCIÓN NS/1544/2013, de 10 de julio, de la atención educativa al alumnado con trastornos del aprendizaje, del Departament de Enseyement de la Generalitat de Catalunya, o la RESOLUCIÓN DE 17 DE JULIO DE 2006, del Director General de Centros Docentes para actualizar y facilitar la aplicación de la Resolución de 28 de julio de 2005, por la que se establece la estructura y funciones de la Orientación Educativa y Psicopedagógica en Educación Infantil, Primaria y Especial de la Comunidad de Madrid.
[4]Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social. BOE nº 289 de 3 de diciembre de 2013.
[5] Desesperada, porque son muchos los niños y niñas, adolescentes y jóvenes (y sus familias con ellos), que están sufriendo aquí y ahora la lacerante discriminación de ver incumplido su derecho a una educación inclusiva de calidad (http://www.forovidaindependiente.org/node/225). Véase también http://www.asociacionsolcom.org/
[6] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/02/06/actualidad/1391695803_720639.html
[7] De hecho, una forma de afrontar las “cruzadas burocráticas” respecto a los dictámenes de escolarización por parte de las familias es poner a todos los agentes bajo el punto de mira de otro. Es decir, hacer transparente lo que la institución pretende invisibilizar. 

Correspondencia con los autores: Gerardo Echeita. Universidad Autónoma de Madrid. E-mail: gerardo.echeita@uam.es. Ignacio Calderón. Universidad de Málaga. E-mail:ica@uma.es

Fuente del artículo: http://ambitsdepsicopedagogiaiorientacio.cat/es/obstaculos-a-la-inclusion-cuestionando-concepciones-y-practicas-sobre-la-evaluacion-psicopedagogica/

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España: Si hablamos de educación, hablamos de educación inclusiva

España / 8 de abril de 2018 / Autor: Grupo de Educación Inclusiva Podemos Comunidad de Madrid / Fuente: El Diario de la Educación

Es preocupante la respuesta educativa que se está dando a las necesidades del alumnado y las leyes que amparan esta forma de proceder desde el inicio de su escolarización, pasando la travesía del curriculum para terminar saliendo del sistema, en algunos casos (demasiados) sin ninguna titulación a pesar del esfuerzo y tiempo empleado, que les permita abrirse un camino hacia la vida laboral, personal y social.

Esta inquietud compartida entre un grupo de profesionales de la educación nos animó, dentro del Área de Educación del grupo parlamentario de Podemos en la Comunidad de Madrid, a analizar detenidamente la situación actual. Fruto de esta reflexión surgió la necesidad de elaborar una propuesta de ley, que cambiase el enfoque del actual sistema educativo, dirigiendo la mirada hacia las modificaciones que puede y debe tomar el centro educativo para asumir a un alumnado que se sienta presente, que se muestre activo y que pueda ser protagonista de su éxito personal y social. Nos estamos refiriendo a un sistema que organice, planifique e incluya la diversidad como componente esencial del grupo humano.

Una visión que también tienen otros profesionales, familias y comunidad educativa en general. Muestra de ello es la reciente Iniciativa Legislativa de los Ayuntamientos de Medidas Prioritarias para la Promoción de la Escolarización Inclusiva que se va a debatir en la Asamblea de Madrid.

Con esta motivación, presentamos una propuesta de Ley para la Equidad y la Educación Inclusiva con el ánimo de corregir los desperfectos, las goteras y la sangría provocada por políticas de abandono y recorte en la enseñanza en general y en la pública en particular, por enfoques educativos ligados a la rentabilidad económica de unos pocos, dejando en la cuneta al alumnado que no puede viajar en el mismo vagón bajo el discurso de una escolarización para todos pero vacía de las medidas adecuadas para cumplir con este predicamento.

Esta propuesta de Ley pretende ser un marco normativo que comprometa a la Comunidad de Madrid a aplicar políticas que favorezcan una verdadera educación para todos y todas, que respete las diferencias individuales, permita el aprendizaje desde el reconocimiento propio y ajeno de esa diversidad y desde la necesidad de un proceso colaborativo en un curriculum transformador.

El origen de la idea de inclusión se sitúa en el Foro internacional de la UNESCO (Tailandia, 1990), donde se promovió el compromiso de una Educación para todas las personas dentro del sistema de educación formal.
La Declaración de Salamanca (1994) marcó sin duda el punto de inflexión para la Educación Especial. En ella se enfatiza la urgencia de impartir la enseñanza a todos los niños y niñas, jóvenes y adultos, dentro de un mismo sistema común de educación. La generalizó la inclusión como principio central que ha de guiar la política y la práctica de la construcción de una educación para todas las personas.

El término de “educación inclusiva” o “inclusión educativa” se puede entender desde dimensiones diferentes. En general, a escala internacional, el término es visto como una manera de acoger y apoyar la diversidad entre todo el alumnado.

La diversidad es un término que reconoce un hecho consustancial al género humano; somos distintos en multitud de dimensiones que interseccionan entre sí y crean nuestras identidades: cultura familiar, género, capacidad, procedencia, lengua, orientación afectivo sexual, medios económicos y residencia, siendo en este sentido donde se quiere poner la mirada en esta Ley.

La Educación Inclusiva pone el foco de atención en la institución que acoge y en cómo realiza esta función, más que en las dificultades del individuo lo que beneficia a toda la comunidad educativa no solo a la población más vulnerable.

Los centros educativos son el motor del cambio, el espacio donde se producen las verdaderas transformaciones y es precisamente en este escenario donde hay que buscar medios para incluir a todo el alumnado sin exclusión alguna, por lo que necesitan nutrirse igualmente del tejido social y municipal.

El avance hacia planteamientos inclusivos exige la colaboración e implicación activa de toda la comunidad educativa y de la sociedad en general.

En el informe de la UNESCO se señala que “el objetivo de la inclusión es brindar respuestas apropiadas al amplio espectro de necesidades de aprendizaje tanto en entornos formales como no formales de la educación. La educación inclusiva, más que un tema marginal que trata sobre cómo integrar a ciertos estudiantes a la enseñanza convencional, representa una perspectiva que debe servir para analizar cómo transformar los sistemas educativos y otros entornos de aprendizaje, con el fin de responder a la diversidad de los estudiantes…” (UNESCO, 2008: Conferencia Internacional de Educación).

En la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, el artículo 24 punto 2b señala: “… las personas con discapacidad puedan acceder a una educación primaria y secundaria inclusiva, de calidad y gratuita, en igualdad de condiciones y oportunidades con las demás, en la comunidad en la que vivan”, ratificado por el Estado español en el BOE 21 de abril 2008.

Con la Ley que presentamos se pretende el máximo desarrollo en cada alumna y alumno, valorando las diferencias individuales y la diversidad como enriquecedora. En definitiva se trata de posibilitar que todo el alumnado alcance el éxito escolar y, por tanto, se aumenten los niveles de equidad, calidad y excelencia del sistema educativo.

La inclusión es un indicador de calidad y equidad porque supone garantizar el derecho a la educación de todo el alumnado y a una enseñanza personalizada. Es una necesidad imprescindible a la que hay que responder en una sociedad democrática. Necesitamos diversificar las oportunidades, experiencias y recursos de aprendizaje para poder ajustar la acción educativa a las características, necesidades e intereses de los alumnos y alumnas; favoreciendo que cada cual pueda construir su trayectoria de aprendizaje, dándole un sentido personal a lo que aprenden y decidiendo sobre el propio proceso de aprendizaje.

Sólo un sistema educativo que contemple la diversidad y apueste por una flexibilidad en el proceso de enseñanza aprendizaje del currículum ordinario puede ser garante de la igualdad de oportunidades y de la calidad.

“En un mundo lleno de diferencias, la normalidad no existe”. (Vlachou, 1999)

Grupo de Educación Inclusiva de Podemos Comunidad de Madrid

Fuente de la Noticia:

http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/03/14/si-hablamos-de-educacion-hablamos-de-educacion-inclusiva/

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