18 septiembre 2017/Fuente: Educaweb
Katerina Sergidou (Chipre, 1981) es licenciada en Historia y Arqueología. Residente en Atenas, actualmente trabaja como investigadora en Comunicación, Cultura e Historia en la Universidad Panteión de Atenas. También es miembro de los grupos de Historia Oral en Atenas. Participa en los movimientos sociales de solidaridad hacia los refugiados. Colabora con diarios de Grecia y España como periodista y forma parte del consejo de redacción de Rproject.gr. Forma parte de la Unidad Popular y Red Roja. Es miembro de la Organización griega Deport Racism y participa activamente en el movimiento feminista. Es nuestra última invitada y ponente de Barcelona Inclusiva. Congreso Internacional de orientación para la inclusión.
Algunas voces han comentado que el fenómeno de los refugiados ha puesto en cuestión la imagen de Europa como defensora de los derechos humanos. ¿Está de acuerdo? ¿Se puede hablar entonces de la existencia de una Europa inclusiva?
Quienes hablan de una Europa Fortaleza, de una Europa de exclusión, xenofobia y racismo, desafortunadamente tienen razón. Miles de personas huyen de sus países, fuera de las guerras. Guerras de las cuales no son responsables. Llegan a Europa en busca de una vida digna. En este viaje, muchos no logran llegar a sus destinos. El mediterráneo se ha convertido en la mayor fosa común del mundo. Pero las guerras no acaban cuando uno llega a Europa. Entonces, los y las refugiadas tienen que enfrentarse otra vez a muros, centros de concentración, cárceles, la policía de fronteras, barcos interceptados, etc. Por no hablar de las condiciones inhumanas en que encuentran en los países que les acogen.
En Grecia, por ejemplo, el año pasado muchos refugiados murieron de frío en los campamentos. También la inestabilidad constante tiene repercusiones negativas para su salud mental. Son las personas sin futuro, quienes tienen que demostrar que son débiles y enfermos para ganar el derecho al asilo, quienes, aunque estén enfermos o posean ciertas discapacidades, tienen que vivir en tiendas, en lugares donde hay un medico para centenares de personas.
Estas imágenes nos recuerdan el pasado más oscuro de Europa. En realidad vivimos una distopía constante; en un estado de excepción, como diría Agaben. El acuerdo de la vergüenza de Europa con Turquía ha atrapado a miles de refugiados y ha demostrado de la manera más clara que vivimos en la Europa de la violación de los derechos humanos.
Afortunadamente, en este viaje los refugiados pueden ver también la Europa de la solidaridad. Una Europa de ciudadanos y colectivos solidarios que acogen a los refugiados y que construyen espacios inclusivos, que rompen las fronteras. Esa gente forma parte de lo que hoy llamamos Europa inclusiva. Un nuevo paradigma está emergiendo en el aquí y en el ahora y creo que con esto podemos arriesgarnos a decir que una Europa inclusiva no es algo tan lejano.
¿Por qué deberíamos aspirar a una Europa inclusiva y qué significaría en la práctica?
Una Europa inclusiva significa muchas cosas. El asunto de los refugiados es lo más importante ahora pero no es lo único. Se trata también de cómo vivir con dignidad, cómo participar en procesos democráticos. En Grecia hemos vivido de la manera mas trágica la exclusión, y lo que llamamos la Europa autoritaria, cuando el OXI (el «NO») del pueblo griego y la voluntad colectiva no han sido escuchados. Junto con el sexismo, el machismo y el racismo, nuevos muros se elevan contra los pueblos del sur, donde la juventud que emigra y trabaja a cambio de salarios famélicos.
Una Europa inclusiva es el cuerpo de ciudadanos que no aceptan esa realidad. Iniciativas de los municipios, de profesores, de organizaciones políticas, colaboraciones internacionales, etc., pueden abrir nuevos caminos en cada espacio para eliminar las exclusiones. En muchos casos esos nuevos paradigmas ocurren dentro de actos de solidaridad y desobediencia.
En Grecia la lucha de las escuelas abiertas -como la hemos llamado- ha sido muy importante. En este caso la demanda de inclusión no era algo abstracto sino una apuesta concreta. Teníamos que organizar y defender la decisión que permitió a los niños refugiados ir a las escuelas. En el ultimo año esa demanda era fundamental porque grupos fascistas y xenófobos prohibieron la entrada de estos niños a las escuelas. Los medios de comunicación trataron de convencer a la opinión publica de que los niños eran un peligro para los niños griegos, ya que podrían contagiar enfermedades en las clases. La sociedad civil se organizó. Pasamos muchos días fuera de las escuelas con maestros y médicos hablando y explicando, y al final ganamos. Esa experiencia queremos llevarla hasta Barcelona en la conferencia de Barcelona inclusiva. Ha sido un paradigma fuera y dentro de la clase. Las escuelas que han nacido en los campamentos, en los barrios, en las costas. Nuevas prácticas que demuestran que la educación inclusiva es asunto urgente y no algo secundario.
¿Dónde residen las principales dificultades?
Las dificultades que enfrentamos en cada paso para construir ese paradigma son enormes. Tenemos que superar todos los tipos de racismo institucional y extra-institucional, el obstáculo del idioma, la ignorancia. En mi opinión, el problema más grande son las políticas europeas que siguen poniendo freno a la libre circulación de las personas y que aplican programas de austeridad. Esa situación de crisis y de pobreza ha perjudicado más a los refugiados, las mujeres, los jóvenes y los grupos más vulnerables de la sociedad. Hoy en Grecia muchos niños no tienen la posibilidad de terminar la escuela y al mismo tiempo el estado social está cargando el peso sobre las espaldas de las mujeres.
¿Cuáles serían los pasos a seguir?
En Grecia la apuesta es lo que llamamos escuelas y ciudades abiertas. Grecia es un país que cada año acoge millones de turistas. Objetivamente, puede gestionar el alojamiento de 50.000 refugiados. Hoy Grecia, con tantos edificios abandonados, tiene la capacidad de acoger muchos refugiados que no pueden seguir viviendo atrapados en la temporalidad, en campamentos fuera de las ciudades, en las montañas. En ciudades provisionales donde el frío mata.
La segunda apuesta son escuelas abiertas donde los niños refugiados estén en las mismas clases -no en diferentes horarios- donde los niños griegos participan, aprenden y conviven. Y también escuelas para adultos. Además, en este nivel hemos tomado muchas iniciativas. Es importante ver qué puede aprender la sociedad de los refugiados, de sus culturas y sus historias. No estamos hablando de un punto de » superioridad». Son sus voces las que tenemos que escuchar y no hablar en su nombre. El diálogo, la coordinación y el intercambio de experiencias son necesarios en torno a todas esas experiencias. Por eso la conferencia Barcelona inclusiva es una iniciativa excelente. Y este año venimos con muchas cuestiones y ganas de escuchar. Creo que hemos de ser conscientes de que ningún cambio puede ser posible si no se inscribe en la cultura, en la educación, y el adn cultural es el primer paso.
¿Qué se puede hacer desde el punto de vista político?
Necesitamos la coordinación de todos los colectivos y las personas que desde su punto de vista están luchando por lo que llamamos Europa inclusiva: arte inclusivo, educación inclusiva, sociedad inclusiva etc. Necesitamos regresar a lo político y no solamente a la política. Necesitamos que los argumentos de los especialistas se mezclen con las experiencias de la sociedad civil, de los solidarios, de las instituciones, especialmente en el nivel local. Necesitamos un discurso que pueda inspirar, que pueda unir las diferentes culturas, que en medio de la crisis pueda ilusionar a la gente y transformar nuestros espacios en espacios de educación y creatividad. Y por supuesto, también necesitamos un discurso claro que no acepte la realidad de una Europa fortaleza, que dice no a la guerra y al racismo. En todas las ocasiones, con todas las practicas, en el ámbito científico, a nivel institucional, en la calle, la escuela, el barrio, necesitamos prácticas que abran caminos.
¿Puede concretar en el ámbito educativo?
Creo que el campo de educación es clave. Necesitamos un nuevo paradigma educativo, necesitamos una transformación profunda donde la gente participe y aprenda, y cambie su vida. Quizás parece un oxímoron y una contradicción hablar de una educación inclusiva y transformativa en una Europa que sufre la crisis, en países que están tan golpeados. Vivir en Grecia me lleva a creer que, en estas condiciones, la educación, los maestros y nuestros nuevos vecinos, los refugiados, nos están enseñando que sin estos esfuerzos por tener una educación diferente no tendríamos nada.
¿Qué puede hacer un ciudadano europeo?
Conectarse con un red de apoyo, luchar, desobedecer, pensar que todo es posible. Abrir la puerta de su casa, su barrio y acoger a los y las que están excluidos de la supuesta normalidad.
¿Conoce algún país europeo que esté avanzando al respecto y en el que podamos inspirarnos?
Creo que el país que hoy construye un paradigma diferente es España. Tenemos mucho que aprender de sus movimientos, de la gente normal, de los intelectuales, de los voluntarios, de toda esa gente maravillosa. Dice Galeano que mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo. Y es más que verdad. Escogería esa frase para describir mucha de la gente y las iniciativas que hoy en día en España, en Catalunya, en el País Vasco, están construyendo parte de la solución y la inspiración que necesitamos.
Fuente: http://www.educaweb.com/noticia/2017/09/13/ningun-cambio-puede-ser-posible-si-no-se-inscribe-cultura-educacion-15099/