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Chile: Nueva ley de educación superior

Chile / www.elmostrador.cl / 7 de Febrero de 2018

Respecto del financiamiento basal para las universidades estatales, me parece importante que se aprobara el financiamiento de planes de fortalecimiento institucional, aunque no entiendo que se limitara dicho financiamiento a los próximos 10 años.

Hace pocos días el Congreso aprobó, después de una larga y complicada tramitación, los proyectos de ley que regulan la educación superior y enmarcan el desarrollo de las universidades estatales. Ambos proyectos se encuentran actualmente en revisión por parte del Tribunal Constitucional, para su posterior promulgación.

Sin duda se trata, en términos generales, de una buena noticia. La incertidumbre normativa en que estaba el sistema de educación superior desde los anuncios hechos hace cuatro años, habían complicado el desarrollo de planes institucionales y mejoras en las entidades. Contar con un marco más claro facilitará el desarrollo futuro de las instituciones, junto con cumplir el compromiso que a tal efecto había asumido el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.

Lo primero que se debe destacar en ambos proyectos es la definición de la educación superior como un derecho. Esto constituye un avance notable si recordamos que la discusión nacional de la primera mitad del siglo XX fue la obligatoriedad de la educación básica de seis años (que recién aumentó a ocho años a mediados de los 60), y que alcanzó los doce años de educación obligatoria (incluyendo la educación media) recién al comenzar el siglo XXI, en el gobierno del Presidente Lagos. Por supuesto, el ejercicio de este derecho está enmarcado en las posibilidades económicas del país y depende del mérito de cada estudiante, pero no deja de ser una señal de progreso el que podamos considerar la educación superior, en cualquiera de sus manifestaciones, como un derecho de los ciudadanos, y por lo tanto, una obligación de la comunidad, organizada a través del Estado.

Mediante esta nueva normativa, se establece un sistema de gobierno de la educación superior que incluye la creación de una subsecretaría (cuestión que era una necesidad evidente), y de una superintendencia a cargo de supervisar el cumplimiento de la normativa vigente por parte de las instituciones de educación superior.

La ley de educación superior distingue dos subsistemas: el universitario y el de la educación técnico profesional (institutos profesionales). Con ello, se da continuidad a la situación actual sin aportar solución a un cuestionamiento recurrente respecto a la falta de vínculo y continuidad entre ambos subsistemas, sobre todo desde la perspectiva de las trayectorias formativas de los estudiantes, que deberían poder transitar entre un subsistema y otro con mayor facilidad y fluidez que la actual. La ley tampoco pone especial énfasis en la educación continua o a lo largo de la vida, sino que su foco está fundamentalmente en la preparación de cuadros profesionales y técnicos, según corresponda, ni tampoco profundiza en la tarea de las instituciones de educación superior como generadoras de conocimiento.

La ley mantiene la figura del Consejo de Rectores y establece los requisitos y mecanismos por los cuales otras Universidades podrían hacerse parte de él. Algunos requisitos son razonables, como ser instituciones autónomas, acreditadas por al menos cinco años, contar con una carrera académica y formas de gobierno compatibles con la ley. Otros son discutibles, como la obligación de estar adscritas al financiamiento para la gratuidad, tener puntajes de acceso determinados, impartir programas de magíster y doctorado, y demostrar trabajo académico en red con universidades nacionales y extranjeras. No es que no sean condiciones deseables para las universidades, pero parece extraño que sean requisito para postular al Consejo. ¿Qué ocurrirá con las instituciones que son parte del Consejo actualmente o lo sean en el futuro que incumplan alguna de estas condiciones? La ley no establece condiciones o mecanismos que describan esta situación. También resulta extraño que al Consejo se postule, con la posibilidad de que dicha postulación pueda ser rechazada, aun cumpliendo con los requisitos propuestos en la ley.

La ley se propone también definiciones relevantes y necesarias respecto del sistema de acceso a la educación superior, que debieran ayudar a transparentar y unificar criterios objetivos y justos de acceso. Lo único que me resulta extraño es que se establezca que se podrá contratar, para la administración de dicho sistema, a “instituciones de reconocido prestigio y experiencia en la administración de sistemas de acceso a la educación superior” (art. 13), considerando que en Chile solo hay una institución que cumpliría con dicha descripción.

Respecto de la Superintendencia de Educación Superior, aparte de manifestar que sus funciones no se superponen con las de otros organismos (como la Contraloría General de la República o los tribunales de justicia), la ley hace poco por delimitar las competencias y saber cómo en la práctica se resolverían eventuales conflictos al respecto. Por ejemplo, asigna a la Superintendencia las tareas de “formular cargos, sustanciar su tramitación, adoptar medidas provisionales y resolver los procesos” … “imponer sanciones” (Art 20). Es probable que esta definición tan amplia encuentre en el Tribunal Constitucional problemas similares a los que enfrentó la nueva ley del Servicio Nacional del Consumidor. Es curioso, asimismo, que no se establezca un período de inhabilidad para que directivos de la Superintendencia, cuando dejan de serlo, pasen a trabajar en las instituciones que les tocó supervisar, como si se hace respecto de muchos otros cargos.

La ley también reformula la composición y funcionamiento de la Comisión Nacional de Acreditación, pero no resuelve del todo el conflicto de interés que podría producirse cuando en dicha comisión participan actores que son parte también de las instituciones que deben acreditarse: nueve de sus 12 miembros son académicos de las mismas instituciones que la Comisión debe acreditar.

En todo caso, resulta alentador que la acreditación de calidad haya sido establecida obligatoriamente para todas las instituciones autónomas de educación superior, y se haya desechado la pésima idea de eximir de dicha acreditación a las universidades estatales. También es importante que existan niveles de acreditación (básica, avanzada y de excelencia) y que existan incentivos para que las instituciones avancen en dichos niveles (no se puede repetir la acreditación básica y la gratuidad solo está disponible para los niveles avanzado y de excelencia).

Finalmente, las leyes aprobadas establecen las condiciones de financiamiento de la educación superior, empezando por la regulación de la gratuidad. No deja de ser importante que esto se encuentre regulado por una ley específica, incluyendo las condiciones en que la gratuidad podrá crecer a nuevos deciles de la población. Lo que no parece descrito con suficiente claridad es la forma y los criterios con que se establecerán las vacantes disponibles para gratuidad y su distribución entre las instituciones de educación superior. Tampoco si los aranceles regulados alcanzarán a cubrir los costos reales de las instituciones y podrán contar con la flexibilidad para reconocer las diferencias entre las instituciones.

Respecto del financiamiento basal para las universidades estatales, me parece importante que se aprobara el financiamiento de planes de fortalecimiento institucional, aunque no entiendo que se limitara dicho financiamiento a los próximos 10 años. Me parece que, en cuanto dueño y controlador, el Estado debiera asegurar, a partir de proyectos y planes específicos, que sostiene las inversiones necesarias en las instituciones para asegurar y sostener su calidad. Por supuesto, el “gasto corriente” tiene otros mecanismos de financiación, pero las inversiones debieran tener también un fondo permanente.

En síntesis, y a pesar de algunos aspectos pendientes de definición o que serán regulados mediante reglamentos y decretos, y de lo que deberemos aprender en el proceso mismo de aplicación de las nuevas normativas y los ajustes que de esa implementación surjan, las leyes aprobadas representan un marco necesario y urgente para favorecer el desarrollo de la educación superior chilena de cara al siglo XXI.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/02/05/nueva-ley-de-educacion-superior/

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Momento decisivo para la educación superior

Gustavo Yamada

Así se titula un reciente reporte del Banco Mundial sobre América Latina. Es un momento decisivo porque la demanda por educaciónsuperior se ha multiplicado en las últimas décadas. La proporción de jóvenes entre 17 y 22 años que asisten a universidades e institutos creció de 17% en 1991 a 40% en el 2010. Esta ha sido la expansión comparativa mundial más grande de estas últimas décadas.

En el caso peruano, ya estamos en una matrícula bruta cercana al 50%, según la Unesco. Esta mayor demanda no ha sido solo de parte de los hijos de una élite tradicional, sino que se trata de la primera generación de diversas familias de clases populares y emergentes que aspiran acceder a la educación superior como vehículo de movilidad social.

Hemos tenido un gran avance cuantitativo, pero los problemas de heterogeneidad de calidad, pertinencia y empleabilidad son más evidentes. Ello tiene que ver con la forma en que la oferta respondió a esta mayor demanda. Las universidades públicas de prestigio se estancaron en población estudiantil y estándares de calidad académica debido a la crisis económica del Estado y la politización excesiva de los claustros. Una buena parte de las universidades privadas de calidad se expandieron, pero no a las tasas requeridas para absorber la mayor demanda potencial.

En este sentido, la nueva legislación para abrir universidades e institutos decretada en los noventa puede explicarse como una respuesta ante esta demanda inédita. Sin embargo, esta no fue acompañada por una regulación necesaria para monitorear eficazmente la calidad y pertinencia de la oferta. En el CIUP evidenciamos que los estándares de calidad promedio de la nueva oferta fueron menores a los previamente vigentes y este deterioro explicaría los mayores niveles de subempleo profesional actual. También es cierto que los estándares académicos de los nuevos jóvenes ingresantes fueron inferiores.

En estos últimos tres años se está implementando progresivamente un nuevo modelo de regulación universitaria y de institutos, para que todo el sector llegue a equilibrios de acceso y calidad razonables que contribuyan a brindar mejores oportunidades a las familias e impulsen el desarrollo. Los procesos de licenciamiento y acreditación, y la difusión de información de empleabilidad de egresados con Ponte en Carrera son imprescindibles.

En el Consejo Nacional de Educación estamos formulando una propuesta de política integral de desarrollo de la educación superior de largo plazo. Esta servirá para que nos terminemos de enrumbar, con mayores niveles de acceso y mucha mayor calidad, al desarrollo de capital humano de alto nivel que alimente lo que será el nuevo Proyecto Educativo Nacional al 2036.

P.D.: En la columna anterior revisamos lo poco invertido en ciencia, tecnología e innovación. Hoy nos esperanza la designación de Fabiola León-Velarde, brillante científica y gestora universitaria, como presidenta de Concytec.

Fuente del articulo: https://elcomercio.pe/economia/momento-decisivo-educacion-superior-gustavo-yamada-442444

Fuente de la imagen:

 https://img.elcomercio.pe/files/article_content_ec_fotos/uploads/2017/07/14/596999603d126.j

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Fábrica de ideas

Roberto Moreno Godoy

Cerca de siete de cada diez guatemaltecos tienen menos de 30 años de edad. Ellos viven en una época marcada por un cambio vertiginoso y exponencial, que les presentará una gama creciente y cada vez más exigente de expectativas y retos, pero que también les abrirá oportunidades inimaginables. Lo único cierto es que a ellos les tocará pagar la factura de lo hecho por las generaciones que les antecedieron, resolver problemas que aún no han sido enunciados, usar tecnologías que no han salido a la luz pública, enfrentar dilemas éticos impensables y realizar trabajos que no existen todavía. Deberán estar listos para desenvolverse en condiciones de incertidumbre, en campos poco convencionales y formar parte de equipos dinámicos e interdisciplinarios. Serán los llamados a comenzar nuevos caminos y a crear fórmulas alternas. Las comunicaciones desvanecerán barreras de tiempo y espacio, exponiéndoles a ambientes abiertos, flexibles y multiculturales. Formarán parte de una población económicamente activa cuyo desempeño estará sujeto a la generación de conocimiento, a la tecnología y a la innovación. Todo ello les colocará en una tensión permanente entre la modernidad y la globalización, por un lado, y el rezago de la sociedad a la pertenecen, por el otro lado. Esto determinará su visión, los valores y principios que guíen sus pasos, las opciones que escojan, lo que deberán aprender, las competencias que habrán de desarrollar, y, al fin de cuentas, el tipo de personas en que se convertirán. El destino de sus pueblos y ciudades dependerá de la preparación que reciban y de la forma en que ejerzan sus derechos y deberes ciudadanos.

Las instituciones de educación superior no podemos quedarnos inertes ante esta situación.  Tenemos la inmensa responsabilidad de atender las demandas del entorno y preparar a los agentes de cambio que requieren nuestras naciones. Nos corresponde formar personas creativas y emprendedoras, conscientes de su realidad, de principios sólidos y comprometidas con un desarrollo fundamentado en el bien común. Esto invita a impulsar un modelo educativo vanguardista, basado en competencias, con metodologías activas y colaborativas, que propicie la innovación y el pensamiento crítico, que tienda puentes con diversos sectores, que fomente la interdisciplinariedad, que cuente con una sólida base científica, que ofrezca opciones relevantes de carrera y que vincule la docencia, la investigación y la extensión.  Llama a crear un ambiente vibrante para que los estudiantes, educadores, investigadores, emprendedores, industria y miembros de las comunidades se conecten y colaboren. Un ecosistema de innovación donde proliferen los emprendimientos sociales y empresariales sólidamente fundamentados y validados, proyectos de investigación, así como metodologías innovadoras para el aprendizaje. ¡Vaya si se trata de un gran desafío!

El lunes se llevará a cabo la lección inaugural de la Universidad del Valle de Guatemala.  El orador invitado es el Dr. Ian Charnas, gerente de think[box] de la Case Western Reserve University (http://thinkbox.case.edu/).  La presentación ilustrará uno de los esfuerzos universitarios más relevantes en los campos de innovación y emprendimiento.  Seguramente, el visitante nos ayudará a comprender cómo la apertura de nuevos esquemas de vinculación entre la academia, el sector privado y otros actores hace posible abrir fábricas de ideas, que se convierten en auténticos talleres de realidades.

Fuente del articulo: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/01/26/fabrica-de-ideas/

Fuente de la imagen:

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Formación integral en el ámbito universitario acerca de la «enseñanza» de las humanidades en la educación superior

31 de enero de 2018 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/

Por: Revista Educación y Desarrollo Social-Universidad Militar

Este texto analiza la pertinencia de la formación integral y de la enseñanza de las humanidades en la educación superior.

En las siguientes páginas se plasma una reflexión que tiene como origen una serie de discusiones que desde la década pasada un grupo de docentes universitarios hemos venido desarrollando, a propósito de la dimensión humanística en la educación superior y sobre el significado que ésta puede adquirir en la formación integral en el ámbito universitario.

Se trata de analizar la pertinencia de la formación integral y de la enseñanza de las humanidades en la educación superior en el marco de una universidad y de una sociedad que ha decidido resolver sus conflictos por vía violenta; lo anterior, visto desde los presupuestos de la “tradición educativa vigente”.

La reflexión sobre la formación integral en el ámbito universitario es el desafío más grande para la sociedad futura pues, ¿dónde, si no en la educación superior, han de formarse los hombres y mujeres para lo superior?

Si no es en la formación superior en donde se cultivan los grandes ideales de la humanidad, ¿en qué otra parte los podremos encontrar? Por tanto, la tarea que en la práctica es poco o no reconocida ha de ser la más noble de todas para la constitución de la condición humana.

Así las cosas, la pregunta sobre la formación integral y sobre la “enseñanza” de las humanidades en la educación superior no se puede postergar, menos en un país como el nuestro que se nos desbarata a causa de una violencia fratricida.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/opinion-y-analisis/columnas/formacion-integral-en-el-ambito-universitario-acerca-de-la-ensenanza-de-las-humanidades-en-la

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A vueltas con la financiación universitaria

Por: Alejandro Tiana

Me permitirán que vuelva a escribir sobre financiación universitaria, aunque hace apenas tres meses y medio que lo hacía en estas mismas páginas. Pero es que desde que escribí mi última colaboración mensual a comienzos del pasado mes de diciembre han aparecido dos valiosos informes que aportan nueva información al respecto y que reclaman nuestra atención. El primero ha sido el informe correspondiente a 2017 del Public Funding Observatory, de la Asociación Europea de Universidades (EUA), que fue presentado en Bruselas el pasado 13 de diciembre. El segundo, el informe ¿Quién financia la universidad?, elaborado por el Observatorio del Sistema Universitario, que se presentó en Madrid el pasado 16 de enero. Ambos documentos contienen información relevante y rigurosa a la que quiero hacer referencia.

El informe de la EUA presenta en su primera parte los datos relativos a la evolución de la financiación pública que han recibido entre 2008 y 2017 las universidades de 34 sistemas universitarios europeos (algunos países tienen más de un sistema, como es el caso de Bélgica o el Reino Unido), ajustándola a la inflación y utilizando como elemento de contraste el número de estudiantes y el crecimiento económico. En la segunda se centra en los cambios ocurridos en 2016 y 2017.

El análisis de la financiación recibida a lo largo de estos diez años permite hablar de cuatro grupos de países. El primero, que incluye Austria, Alemania, Noruega o Suecia, han experimentado un crecimiento significativo y sostenido de los fondos recibidos, por encima del 20% en el conjunto del periodo. Un segundo grupo, con países como Francia, Holanda o Polonia, ha registrado crecimientos menores, entre el 5% y el 20%. Un tercer grupo, que incluye a Islandia o Portugal, es el de los que se han beneficiado de una etapa reciente de reinversión tras un periodo previo de recortes, recuperando en 2017 una situación presupuestaria bastante similar a la de 2008. Y un cuarto grupo está formado por países como Italia, Letonia, el Reino Unido o Irlanda, que han experimentado recortes superiores al 5% a lo largo de la década. España ocupa una posición especialmente negativa en este último grupo, pues la caída de la financiación pública ha llegado al 24%, teniendo solo cinco sistemas universitarios por detrás. Si bien cabría alegar que los recortes se han producido en España en un contexto de caída del PIB, que no se ha registrado en todos los países, los datos indican que el descenso de la inversión presupuestaria ha sido mayor que el declive económico en términos generales.

Al poner en conexión estos datos con la evolución del número de estudiantes, los países se clasifican en cinco grupos: dos de ellos se encuentran en una situación globalmente positiva (los denominados sistemas adelantados y en crecimiento bajo presión), que combinan el crecimiento presupuestario con el del número de estudiantes, aunque uno y otro en mayor o menor proporción; los otros tres se encuentran en una situación globalmente negativa (los denominados sistemas en contracción, en decrecimiento bajo presión o en peligro), pues en todos ellos ha caído la inversión presupuestaria, aunque en algunos ha crecido el número de estudiantes mientras que en otros ha disminuido. España se sitúa al borde de los sistemas en decrecimiento bajo presión, salvando algo su situación el hecho de haberse prácticamente estabilizado el número de estudiantes en estos años, pero estando en riesgo de caer entre los sistemas en peligro si este número aumentase próximamente. A ello se ha sumado una caída paralela del número de docentes universitarios, lo que ha impedido aliviar la presión.

No cabe duda de que la situación en que se encuentra España en el contexto europeo es, de acuerdo con este informe, más que preocupante, con unas muy ligeras señales de recuperación en el último año, que no permiten albergar excesivas esperanzas. Y, además, en términos comparativos, las diferencias entre los países que aumentan la financiación pública de sus universidades y los que la reducen continúa creciendo. Como afirma el informe, una vez efectuados los recortes, su recuperación exige mucho tiempo y eso se deja sentir durante un periodo dilatado.

¿Por qué el sistema universitario no se ha hundido en estas circunstancias? La respuesta la da el informe del Observatorio del Sistema Universitario: porque se han transferido esos recortes a las familias y los estudiantes. La aportación de las matrículas al presupuesto de las universidades ha pasado de representar el 11% de media en 2009 al 18% en 2015. Los precios públicos de los estudios han crecido en el mismo periodo un promedio del 31%, alcanzando el 67,6% en Cataluña, el 59,4% en la Comunidad Valenciana y el 40,7% en Madrid. Por el contrario, la financiación pública media ha bajado del 78% al 71% en el mismo periodo (me permitirán un ligero desahogo: en la UNED la financiación pública representa apenas el 40% del presupuesto anual, lo que resulta profundamente injusto para sus estudiantes).

Así pues, por si teníamos pocos datos acerca del declive de la inversión pública en las universidades españolas, la transferencia de parte de esta a las familias y los estudiantes, y la situación general de infrafinanciación en que vive el sistema universitario, las evidencias aportadas por estos dos informes no hacen sino corroborar la sensación general de desatención por parte de las autoridades. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar para que se comience a revertirla?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/01/23/vueltas-la-financiacion-universitaria/

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Seminario Internacional de Educación Superior para el Siglo XXI

Chile / 25 de enero de 2018 / Autor: 13i Chile / Fuente: Youtube

Publicado el 24 ene. 2018

Destacados expositores pasaron por el Seminario Internacional de Educación Superior para el Siglo XXI organizado por la Red CINDA. Entre ellos, Carolyn Hayle (University Council of Jamaica), Luis Loncomilla (Universidad Austral), María Elisa Zenteno (IAC), Mónica Marquina (Ministerio de Educación Argentina), y Peter Maassen (Universidad de Oslo), quienes conversaron con Carmen Gloria Solís sobre la importancia de la autonomía y calidad de la educación superior.

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=10j5LTTqZGY

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Chile: Mejoras y problemas persistentes en educación superior

Por: Raúl Figueroa Salas.

La fórmula del gobierno implica que el Congreso actual estará tomando decisiones sobre recursos cuyo origen se desconoce y que no están disponibles, para ser gastados en un futuro incierto. En rigor, corresponde que otro gobierno y otro Congreso legislen sobre la materia, una vez que los recursos estén y se genere el debate respecto de en qué conviene gastarlos.

Luego de un trabajo intenso, la Comisión de Educación del Senado aprobó la semana pasada el proyecto de ley sobre educación superior. Aunque persisten deficiencias asociadas fundamentalmente al financiamiento de la gratuidad y su diseño, el paso por el Senado permitió enmendar una serie de aspectos del proyecto original, reenfocando el nuevo marco normativo a una lógica de respeto a la diversidad de proyectos y la autonomía de las instituciones de educación superior para llevarlos a cabo. La puesta en marcha de la nueva subsecretaría y superintendencia de educación superior, así como los cambios a la Comisión Nacional de Acreditación, serán tareas complejas que el próximo gobierno deberá asumir con la responsabilidad de llevarlas a cabo sin perder el foco en la promoción de la calidad, la diversidad y la calidad del sistema.

En lo que a financiamiento se refiere, la fijación de aranceles y vacantes sigue siendo una de las cuestiones más polémicas. Desde todos los sectores políticos y técnicos existen dudas respecto de qué tan posible es para el Estado determinar adecuadamente el monto de los aranceles de las instituciones de educación superior, así como del riesgo de que dicho cálculo termine afectando la calidad de proyectos que, tal como ya está ocurriendo con la gratuidad, sufren déficits como consecuencia de una fijación de precios inadecuada. A esto se agrega la alta dependencia estatal que el nuevo mecanismo de financiamiento implica, vinculando directamente el desarrollo de las instituciones de educación superior a la disponibilidad de recursos del fisco.

Otra cuestión compleja dice relación con la cobertura de la gratuidad y la fórmula que el gobierno escogió para ir aumentándola en el tiempo. Así como no hay duda de que los jóvenes pertenecientes a familias del 60% de menores ingresos tendrán gratuidad, está también claro que el país no tiene los recursos para ampliar esa política a los de mayores recursos. Con el afán de mantener, al menos en el papel, su promesa de gratuidad universal, el gobierno propuso una fórmula en virtud de la cual los jóvenes de mayores ingresos tendrán acceso a la gratuidad en la medida que se cumplan ciertas condiciones que pasan por la constatación de un aumento de los ingresos fiscales en relación al producto interno bruto. Esta innovación implica un reconocimiento al hecho de que la gratuidad universal no está hoy financiada, lo que hace dudar de la constitucionalidad del mecanismo. De hecho, El ejecutivo explicó que para que se cumplan las condiciones fijadas serán necesarias nuevas reformas tributarias y que lo que se recaude por esa vía se destinará al menos en parte a la gratuidad, confirmando que se trataría de una afectación tributaria a una finalidad específica, vulnerando las normas constitucionales sobre la materia.

La fórmula del gobierno implica que el Congreso actual estará tomando decisiones sobre recursos cuyo origen se desconoce y que no están disponibles, para ser gastados en un futuro incierto. En rigor, corresponde que otro gobierno y otro Congreso legislen sobre la materia, una vez que los recursos estén y se genere el debate respecto de en qué conviene gastarlos.

La postura de los senadores de oposición, que no fue considerada por el Ejecutivo, se hacía cargo de este asunto, agregando a las condiciones para el avance de la gratuidad la necesidad de enviar, en su momento, un proyecto de ley que haga referencia a recursos existentes y permita debatir seriamente sobre su destino.

Por último, con este proyecto no queda duda de que la realidad financiera del país sólo permite financiar la gratuidad para los jóvenes del 60 % de menos recursos, lo que obliga a contar con un sistema de créditos que complemente las políticas de acceso a la educación superior.

Fuente: http://ellibero.cl/opinion/mejoras-y-problemas-persistentes-en-educacion-superior/

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