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100 Años De Paulo Freire

Artículo del escritor brasileño, activista político, filósofo y teólogo Frei Betto, donde analiza el legado de Paulo Freire y su amistad con el insigne pedagogo. 

Por: Frei Betto

“…si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. ” – Frei Betto

Puedo afirmar, sin miedo a exagerar, que Paulo Freire está en la raíz de la historia del poder popular brasileño a lo largo de 50 años, entre 1966 y 2016. Ese poder surgió como un árbol frondoso de la izquierda brasilera actuante en la segunda mitad del siglo XX: grupos que lucharon contra la dictadura militar (1964-1985); las comunidades Eclesiales de Base de las Iglesias cristianas; la amplia red de movimientos populares y sociales que despuntaron en los años 70; el sindicalismo combativo; y, en la década de 1980, la fundación de la CUT (Central Única de los Trabajadores); de la ANAMPOS (Articulación Nacional de los Movimientos Populares y Sindicales) y enseguida de la CMP (Central de Movimientos Populares); del PT (Partidos de los Trabajadores); y del MST (Movimento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra); y de tantos otros movimientos, ONGs y entidades.
Si tuviese que responder a la pregunta: “Indique una persona causante de todo eso”, diría sin ninguna duda: Paulo Freire. Sin la metodología de educación popular de Paulo Freire, no habría esos movimientos, porque él nos enseñó algo muy importante: a ver la historia desde la óptica de los oprimidos y hacerlos protagonistas de los cambios en la sociedad.
Los excluidos como sujetos políticos
Al salir de la prisión política, a finales de 1973, tuve la impresión de que toda lucha, aquí fuera, había acabado por la fuerza de la represión de la dictadura militar, y porque todos nosotros, imbuidos de la pretensión de ser los únicos entendidos en la lucha capaz de rescatar la democracia, estábamos en la cárcel, muertos, o en el exilio. Cuál no fue mi sorpresa, al encontrar una inmensa red de movimientos populares diseminados por todo Brasil.
Cuando fue fundado el PT, en 1980, vi a compañeros de izquierda reaccionar: “¿Obreros? No. Es mucha pretensión querer que los obreros sean la vanguardia del proletariado. Somos nosotros, intelectuales teóricos, marxistas, quienes tenemos capacidad para dirigir a la clase trabajadora”. No obstante, en Brasil los oprimidos empezaban a volverse no sólo sujetos históricos, sino también líderes políticos, gracias al método Paulo Freire.
Una vez, en México, compañeros de izquierda me preguntaron:
– ¿Cómo hacer aquí algo parecido al proceso de ustedes en Brasil? Porque ustedes tienen un sector de izquierda en la Iglesia, un sindicalismo combativo, el PT… ¿Cómo se obtiene esa fuerza política popular?
– Empiecen haciendo educación popular –respondí– y de aquí a treinta años…
Ellos me interrumpieron:
– ¡Treinta años es demasiado! Queremos una sugerencia para tres años.
– Para tres años no sé cómo hacer –observé–, pero para treinta años conozco el camino.
En resumen, todo el proceso de acumulación de fuerzas políticas populares que resultó en la elección de Lula como presidente de Brasil, en 2002, y mantuvo al PT en el gobierno federal durante trece años, no cayó del cielo. Todo fue construído con mucha tenacidad a partir de la organización y movilización de las bases populares aplicando el método Paulo Freire.
El método Paulo Freire
Conocí el método Paulo Freire en 1963. Yo vivía en Rio de Janeiro, formaba parte de la Dirección Nacional de la Acción Católica. Al surgir los primeros grupos de trabajo del método Paulo Freire, me comprometí en un equipo que los sábados subía a Petrópolis, a 70 km de Rio de Janeiro, para alfabetizar a obreros de la Fábrica Nacional de Motores. Allí descubrí que nadie enseña nada a nadie, unos ayudan a otros a aprender.
¿Qué hicimos con los trabajadores de aquella fábrica de camiones? Fotografiamos las instalaciones, reunimos a los obreros en el salón de una iglesia, proyectamos diapositivas e hicimos una pregunta totalmente simple:
– En esta foto, ¿qué es lo que ustedes no hicieron?
– Bueno, no hicimos el árbol, la planta, el camino, el agua…
– Eso que ustedes no hicieron es naturaleza –dijimos–.
– ¿Qué es lo que hizo el trabajo humano? –indagamos–.
– El trabajo humano hizo el ladrillo, la fábrica, el puente, la cerca…
– Eso es cultura –dijimos–. ¿Y cómo fueron hechas estas cosas?
Ellos discutían y respondían:
– Fueron hechas a medida en que los seres humanos transformaron la naturaleza en cultura.
Enseguida aparecía la foto del patio de la Fábrica Nacional de Motores ocupado por muchos camiones y las bicicletas de los trabajadores. Simplemente preguntábamos:
– En esta foto, ¿qué hicieron ustedes?
– Los camiones.
– ¿Y qué tienen ustedes?
– Las bicicletas.
– ¿No estarán ustedes equivocados?
– No, nosotros fabricamos los camiones…
– ¿Y por qué no van a casa en camión? ¿Por qué van en bicicleta?
– Porque el camión cuesta caro y no es nuestro.
– ¿Cuánto cuesta un camión?
– Cerca de 40 mil dólares.
– ¿Cuánto ganan ustedes al mes?
– Bueno, ganamos en promedio 200 dólares.
– ¿Cuánto tiempo tiene que trabajar cada uno de ustedes, sin comer, sin beber, sin pagar alquiler, economizando todo el salario para ser un día dueño del camión que construye?
Ahí ellos empezaban a calcular y tomaban conciencia de la esencia de la relación capital x trabajo, lo que es la plusvalía, la explotación, etc.
Las nociones más elementales del marxismo, en cuanto crítica del capitalismo, venían por el método Paulo Freire. Con la diferencia de que no estábamos dando clase, no hacíamos lo que Paulo Freire llamaba ‘educación bancaria’, o sea, meter nociones de política en la cabeza del trabajador. El método era inductivo. Como decía Paulo, nosotros, los profesores, no enseñábamos, ayudábamos a los alumnos a aprender.
Culturas distintas y complementarias
Cuando llegué a São Bernardo do Campo (SP), en 1980, había militantes de izquierda que distribuían periódicos entre las familias de los trabajadores. Cierto día doña Marta me preguntó:
– ¿Qué es “contradicción de clase”?
– Doña Marta, olvide eso.
– No soy de mucha lectura –se justificó– porque mi vista es mala y la letra pequeña.
– Olvide eso –le dije–. La izquierda escribe esos textos para leerlos ella y quedarse contenta, creyendo que está haciendo la revolución.
Paulo Freire nos enseñó, no sólo a hablar en lenguaje popular, plástico, no académicamente conceptual, sino también a aprender con el pueblo. Enseñó al pueblo a recuperar su autoestima.
Al salir de la cárcel, viví cinco años en una favela en el Estado de Espíritu Santo. Allí trabajé en educación popular con el método Paulo Freire. Al volver a São Paulo, a finales de los 70, Freire me propuso hacer un balance de nuestra experiencia en educación y, gracias a la mediación del periodista Ricardo Kotscho, produjimos el libro titulado “Esa escuela llamada vida” (editorial Ática). Es su relato como educador y creador del método, y mi experiencia como educador de base.
En el libro cuento que, en la favela donde yo vivía, había un grupo de mujeres embarazadas de su primer hijo, asesoradas por médicos de la Secretaría Municipal de Salud. Pregunté a los médicos por qué trabajar sólo con las embarazadas de primer hijo.
– No queremos mujeres que ya tengan vicios maternales –dijeron–, queremos enseñar todo.
Pues bien, pasados unos meses, llamaron a mi puerta.
– Betto, queremos su ayuda.
– ¿Mi ayuda?
– Hay un cortocircuito entre nosotros y las mujeres. Ellas no entienden lo que hablamos. Usted, que tiene experiencia con ellas, nos podría asesorar.
Fui a presenciar el trabajo de ellos. Al entrar en el Centro de Salud del barrio, me asusté. Allí estaban mujeres muy pobres, y el Centro había sido adornado con carteles de bebés Johnson, rubios de ojos azules, propaganda de Nestlé etc. Delante de aquel espectáculo visual, reaccioné:
– Todo está equivocado. Cuando las mujeres entran aquí y ven esos bebés perciben que eso es otro mundo, no tiene nada que ver con los bebés de ellas.
Presencié el trabajo de los médicos. Hablaban en FM y las mujeres estaban sintonizadas en AM. La comunicación realmente no funcionaba. En una sesión, el doctor Raúl explicó, en lenguaje científico, la importancia de la alimentación materna y, por tanto, de las proteínas, para la formación del cerebro humano. Cuando él terminó la exposición, las mujeres lo miraron como yo al abrir un texto en mandarín o árabe: sin entender nada.
– Doña María, ¿usted entendió lo que dijo el doctor Raúl? –pregunté–.
– No, no entendí, sólo entendí que él dijo que nuestra leche es buena para la cabeza de los niños.
– ¿Y por qué no lo entendió usted?
– Porque no tengo estudios. Fui poco a la escuela, nací pobre en el campo. Yo tenía que trabajar la tierra y ayudar al sustento de la familia.
– ¿Y por qué el doctor Raúl supo explicar todo eso?
– Porque él es doctor, tiene estudios. Él sabe y yo no sé.
– Doctor Raúl, ¿usted sabe cocinar? –pregunté–.
– No sé ni hacer café.
– Doña María, ¿usted sabe cocinar?
– Sí sé.
– ¿Sabe hacer pollo en salsa oscura (plato que en Espirito Santo y también en algunas áreas del Nordeste se llama galinha de cabidela)?
– Sé.
– Por favor, póngase de pie –le pedí–, y cuéntenos cómo se hace un pollo en salsa oscura.
Doña María dio un aula de culinaria: cómo se mata el pollo, cómo se despluma, cómo se prepara la carne y se hace la salsa, etc.
Cuando se sentó, dije:
– Doctor Raúl, ¿usted sabe hacer un plato así?
– Claro que no, me gusta, pero no sé cocinar.
– Doña María –concluí–, usted y el doctor Raul, están perdidos en un bosque espeso, muertos de hambre, y de pronto aparece una gallina. Él, con toda su cultura moriría de hambre, usted, no.
La mujer abrió una sonrisa de oreja a oreja. En aquel momento ella descubrió un principio fundamental de Paulo Freire: no existe nadie más culto que otro, existen culturas distintas, socialmente complementarias. Si ponemos en la balanza toda mi filosofía y teología y la culinaria de la cocinera del convento en el que vivo, ella puede pasar sin mis conocimientos, pero yo no puedo pasar sin los de ella. Ésa es la diferencia. La cultura de una cocinera es imprescindible para todos nosotros.
Paulo Freire y desafíos de futuro
Ante la emergencia de tantos gobiernos autoritarios y la profusión de mensajes antidemocráticos, racistas, homofóbos, machistas y negacionistas en las redes digitales, me parece de suma importancia volver a Paulo Freire en esta fecha del centenario de su nacimiento.
El reflujo de las fuerzas progresistas en América Latina en los últimos años y el despuntar de figuras neofascistas como Bolsonaro en Brasil, nos obligan a reconocer que hace décadas abandonamos el trabajo de base de organización y movilización populares. Ese vacío en las poblaciones de la periferia, de las favelas, de las zonas rurales pobres, está siendo ocupado por el fundamentalismo religioso, por el narcotráfico y los milicos.
Paulo Freire nos enseña en sus obras que no hay movilización sin concientización previa. Es preciso que las personas tengan un “perchero”, donde colgar los conceptos políticos y las claves de análisis de la realidad. El “perchero” es la percepción del tiempo como historia.
Hay civilizaciones, tribus, grupos, que no tienen percepción del tiempo como historia. Los griegos antiguos, por ejemplo, creían que el tiempo era cíclico. Hoy, el tiempo retorna por medio del esoterismo, del negacionismo, del fatalismo y del fundamentalismo religioso. Pero retorna sobre todo por el neoliberalismo.
La esencia del neoliberalismo es la deshistorización del tiempo. Cuando Fukuyama declaró que “la historia acabó”, expresó esto que el neoliberalismo nos quiere inculcar: ¡Hemos llegado a la plenitud de los tiempos! El modo neoliberal de producción capitalista, basado en la supremacía del mercado, es definitivo. Pocos son los escogidos y muchos los excluidos. Y de nada sirve querer luchar por una sociedad alternativa, ¡por “otro mundo posible”!
De hecho, hoy en día es difícil hablar de sociedad alternativa. Socialismo, entonces, ¡ni pensar! Se ha creado un pudor, un bloqueo intelectual y emocional. “El socialismo se acabó, se derrumbó, colapsó, fue enterrado”, alardean las pitonisas. Las alternativas que se plantean son por lo general intrasistémicas.
La noción de que el tiempo es historia viene de los persas, pasada a los hebreos y acentuada por la tradición judaica. Tres grandes paradigmas de nuestra cultura son de origen judaico –Jesús, Marx y Freud– y, por lo tanto, trabajaron con la categoría de tiempo como historia.
No se consigue estudiar el marxismo sin profundizar en los modos de producción anteriores, para entender cómo se llegó al modo de producción capitalista. Y entender, enseguida, cómo sus contradicciones podrían llevar a los modos de producción socialista y comunista. El análisis marxista supone por tanto el rescate del tiempo como historia.
Si alguien hace análisis o psicoterapia, el psicoanalista pregunta al paciente sobre su pasado, su infancia, su educación. Si el paciente puede hablar sobre su vida intrauterina, tanto mejor… Toda la psicología de Freud es un rescate de nuestra temporalidad como individuos.
La perspectiva de Jesús era histórica. El Dios de Jesús se presenta con currículum vitae: no es un dios cualquiera –es Dios de Abraham, Isaac y Jacob–, o sea, un Dios que hace historia. La categoría principal de la predicación de Jesús es histórica: el Reino de Dios. Aunque situado allá arriba por el discurso eclesiástico, teológicamente no se sitúa allá arriba. El Reino es algo ahí adelante, es la culminación del proceso histórico.
Es curioso que en la Biblia la historia, como factor de identificación del tiempo, es tan fuerte que en el relato del Génesis la Creación del mundo ya aparece marcada por esa historicidad del tiempo antes de la aparición del ser humano.
Para muchos, historia es lo que hombres y mujeres hacen. Entonces, no habría historia antes del surgimiento de hombres y mujeres, tanto es así que se habla de prehistoria. Para la Biblia, ya hay historia antes de la aparición del ser humano. Tanto que los griegos consideraban al dios de los hebreos una entidad muy incompetente. Un verdadero dios crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como muestra el relato bíblico. En el relato de la Creación, en siete días, ya hay historicidad. Y Paulo Freire, hombre de formación cristiana y militante adepto a los fundamentos del marxismo, supo percibir la importancia de la lectura del mundo como condición para la lectura del texto.
Al neoliberalismo no le conviene esta perspectiva. Por eso, no se puede hacer educación popular sin tener el “perchero vertical” en el que colgar las ropas… Ese “perchero” –el tiempo en cuanto historia– es fundamental para poder visualizar el proceso social y político. Esto sucede también en la dimensión micro de nuestras vidas. ¿Por qué hoy muchos tienen dificultad para hacer proyectos de vida? ¿Por qué hay jóvenes que llegan a los 20 años sin la menor idea de lo que pretenden ser o hacer en la vida? Para muchos de ellos, todo es aquí y ahora.
Por eso, si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. Y si creemos que la democracia debe ser, de hecho, el gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo, no queda alternativa sino adoptar el proceso educativo paulofreiriano que sitúa a los oprimidos como protagonistas políticos e históricos.
Cuando Paulo Freire volvió de 15 años de exilio, en agosto de 1979, nos encontramos en São Paulo. Éramos vecinos y con frecuencia lo visitaba. Estrechamos mucho nuestras relaciones personales.
Un texto de hace 24 años
Termino este homenaje con este texto que escribí el día 2 de mayo de 1997, fecha de la transvivenciación de Paulo Freire:
“Ivo vio la uva”, enseñaban los manuales de alfabetización. Pero el profesor Paulo Freire, con su método de alfabetizar concientizando, hace que adultos y niños en Brasil y en Guinea-Bissau, en la India, en Nicaragua y en tantos otros lugares, descubran que Ivo no vio sólo con los ojos. Vio también con la mente y se preguntó si uva es naturaleza o cultura.
Ivo vio que la fruta no resulta del trabajo humano. Es Creación, es naturaleza. Paulo Freire enseñó a Ivo que sembrar uva es acción humana en y sobre la naturaleza. Y la mano, multiherramienta, despierta las potencialidades del fruto. Así como el propio ser humano fue sembrado por la naturaleza en años y años de evolución del Universo.
Coger la uva, aplastarla y transformarla en vino es cultura, señaló Paulo Freire. El trabajo humaniza la naturaleza y, al realizarlo, el hombre y la mujer se humanizan. Trabajo que instaura el nudo de relaciones, la vida social. Gracias al profesor, que inició su pedagogía revolucionaria con trabajadores del Sesi de Pernambuco, Ivo vio también que la uva es recogida por temporeros, que ganan poco, y comercializada por intermediarios, que ganan mucho más.
Ivo aprendió con Paulo que, aun sin todavía saber leer, él no es una persona ignorante. Antes de aprender las letras, Ivo sabía levantar una casa, ladrillo a ladrillo. El médico, el abogado o el dentista, con todos sus estudios, no son capaces de construir como Ivo. Paulo Freire enseñó a Ivo que no existe nadie más culto que otro, existen culturas paralelas, distintas, que se complementan en la vida social.
«Ivo vió la uva», y Paulo Freire le mostró los racimos, el parral, toda la plantación. Enseñó a Ivo que la lectura de un texto es tanto mejor comprendida cuanto más se inserta el texto en el contexto del autor y del lector. De esa relación dialógica entre texto y contexto, Ivo extrae el pretexto para actuar. En el inicio y en el fin del aprendizaje la praxis de Ivo es lo que importa. Praxis-teoría-praxis, en un proceso inductivo que torna al educando sujeto histórico.
Ivo vio la uva y no vio el ave que, desde arriba, mira la parra y no ve la uva. Lo que Ivo ve es diferente de lo que ve el ave. Así, Paulo Freire enseñó a Ivo un principio fundamental de epistemología: la cabeza piensa desde donde pisan los pies. El mundo desigual puede ser leído con la óptica del opresor o con la óptica del oprimido. Resultan lecturas tan diferentes una de otra como entre la visión de Ptolomeo, al observar el sistema solar con los pies en la Tierra, y la de Copérnico, al imaginarse con los pies en el Sol.
Ahora Ivo ve la uva, el parral y todas las relaciones sociales que hacen del fruto fiesta en el cáliz de vino, pero ya no ve a Paulo Freire, que se sumergió en el Amor la mañana del 2 de mayo de 1997. Nos deja una obra inestimable y un testimonio admirable de competencia y coherencia.
Paulo debía ir a Cuba, donde recibiría el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana. Al sentir dolorido su corazón, que tanto amó, pidió que fuese yo a representarlo. Pero yo tenía que ir a Palestina y no me fue posible atenderlo. Sin embargo, antes de embarcar fui a rezar con Nita, su mujer, y con sus hijos en torno a su semblante tranquilo: Paulo veía a Dios.

Fuente de la información e imagen: https://www.bloghemia.com

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Entrevista a Catherine L’Ecuyer: “La tecnología crea serias hipotecas en el aprendizaje y no debemos confiar la educación a ella”

Entrevistas/Autora: Beatriz Lucas/elpais.com

Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, es una de los más de 100 expertos firmantes de un manifiesto contra las pantallas como eje educativo principal durante la pandemia

Para Catherine L’Ecuyer (Quebec, 1974) la tecnología en la educación es “como el traje nuevo del emperador. Todos lo saben pero nadie se atreve a decirle que va desnudo”. Ella es una de los más de 100 pedagogos, científicos y médicos firmantes en Estados Unidos de un manifiesto contra la tecnología como eje educativo principal durante la pandemia y que ha promovido también con una petición en Change.org. El documento, ya traducido al español, reclama a los Gobiernos alternativas y propone soluciones más allá de las pantallas. Además, respalda con más de una veintena de estudios científicos los efectos nocivos del abuso tecnológico en el desarrollo de la infancia y alerta del comercio que las empresas hacen con los datos de las familias aprovechando estos momentos de vulnerabilidad.

Este movimiento aspira a convertirse en global y ya busca en España y los países de lengua hispana respaldo de entidades, docentes y familias que apuesten por otra forma de educar a los niños sin comprometer su desarrollo. L’Ecuyer, psicóloga y especialista en educación, madre de cuatro hijos afincada en Barcelona y autora de los libros Educar en el asombro y Educar en la realidad —más de 100.000 ejemplares vendidos en ocho idiomas y más de 50 países— explica por qué se ha comprometido con esta campaña y deja una pregunta para la reflexión. “¿Por qué si la tecnología es tan beneficiosa para el desarrollo de los niños, los altos ejecutivos de las empresas tecnológicas de Silicon Valley escolarizan a sus hijos en escuelas sin pantallas?”

Pregunta. ¿Por qué surge este manifiesto y qué busca?

Respuesta. Esta campaña la han promovido dos organizaciones que trabajan en defensa de los derechos de la infancia —Campaign for a Commercial-free Childhood (Infancia libre de comercio) y Children´s Screen Time Action Network (Red de acción sobre la exposición de la infancia a las pantallas)— que han protagonizado ya algunas batallas judiciales contra empresas como Baby Einstein por vender beneficios educativos que no existen, o con Google (Youtube Kids), por comerciar con los datos de los niños. Y yo la he respaldado y he iniciado una petición en Change.org porque está por demostrar la eficacia de la tecnología como solución educativa. Es una respuesta facilona simplista y rápida: parece que resuelve el problema, pero la evidencia científica demuestra que la educación con tecnología no es mejor y en cambio puede tener efectos negativos. Nos han vendido la idea de que los niños llevan las riendas ante la pantalla, pero en realidad no es así: como su mente es inmadura, el niño es como un puerto USB que reacciona ante unos estímulos frecuentes e intermitentes programados por algoritmos. La tecnología crea serias hipotecas en el aprendizaje y no debemos confiar la educación a ella.

P. ¿Cuáles son esas hipotecas?

R. Muchos pediatras, pedagogos y docentes firman este documento porque les preocupa el efecto de la sobreexposición a las pantallas en la salud neurológica de los niños y su desarrollo cognitivo. Pero somos David contra Goliat. La industria tecnológica tiene muchos medios para hacer llegar su marketing y sus estudios parciales pero nosotros solo tenemos los medios de comunicación y campañas como esta para llegar a los padres. Cada semana recibo decenas de correos de padres indignados porque les han impuesto en sus aulas tabletas obligatorias y chrome books sin consultarles y no saben a dónde dirigirse. Cuando acuden a la dirección del centro ya es tarde porque han firmado un contrato con la empresa tecnológica y no hay marcha atrás ¿Cómo puede ser que no haya una movilización masiva en contra de esto? Esta campaña quiere divulgar los estudios científicos que demuestran que la tecnología no es tan educativa como nos venden y busca la concienciación y movilización de los ciudadanos para romper con esa inercia. La población general debe saber lo que está pasando y lo que está en juego.

P. ¿Y qué es lo que está en juego?

R. Mucho más de lo que creemos. Los estudios indican que los niños menores de seis años aprenden a través de las relaciones interpersonales y las experiencias sensoriales, por lo que no tiene sentido ofrecerles contenidos online en esa franja de edad. Es más, hay una relación entre el consumo de pantallas en edades tempranas y la inatención, la impulsividad, la disminución del vocabulario, el déficit de aprendizaje, las adicciones, y problemas de vista, trastornos del sueño, obesidad… Hay un estudio que demuestra que por cada hora diaria de pantalla en menores de tres años aumenta un 10% la probabilidad de sufrir inatención con siete años. Esto está relacionado con que los dispositivos imponen a los niños que los usan ritmos frenéticos, músicas estridentes, luces, colores…, y los pequeños se vuelven inquietos, ansiosos y se aburren en los ritmos más lentos que ofrece la realidad. La Sociedad Canadiense de Pediatría y la Academia Americana de Pediatría recomiendan que los niños de menos de dos años no vean nada de pantallas y los de dos a cinco años, menos de una hora al día.

P. Y según los estudios que cita el manifiesto ¿por qué tienen este efecto las apps educativas?

R. Con el juego libre o semi estructurado, el niño busca retos que se ajustan a sus capacidades, por eso suben a los toboganes por la pendiente, para ellos subir por las escaleras es demasiado fácil. En el juego libre es el niño el que planifica y protagoniza su propia experiencia de aprendizaje. Hace trabajar la memoria, tiene que inhibir los estímulos externos, medir sus límites y aprender a autocontrolarse. Las aplicaciones dirigidas por algoritmos son todo lo contrario: el niño va a remolque de lo que recibe, se vuelve pasivo y se acostumbra a estímulos cada vez más rápidos. Acaba inadaptado a la realidad, porque está es demasiado lenta. Esto contribuye a la pérdida del interés por aprender, de la iniciativa. Hemos de saber que muchas aplicaciones están diseñadas para dirigirles y tenerles conectados durante el mayor tiempo posible.

P. ¿Y qué consecuencias tiene en el aprendizaje?

R. El efecto no es el mismo en los niños que en los adultos. Los niños necesitan que respetemos su asombro, su deseo de conocer, pero las tecnologías tienen el efecto contrario: lo hacen todo por él acostumbran a los pequeños a los estímulos inmediatos y acortan el tiempo de atención. Y sin atención no hay aprendizaje. Los profesores lo notan en las escuelas, cada vez los estudiantes tienen menos capacidad de atender a las explicaciones y de concentrarse. Haríamos bien en preguntarnos por qué los directivos de empresas tecnológicas del Silicon Valley mandan a sus hijos a colegios privados que hacen bandera de no usar tecnología, mientras sus empresas venden dispositivos a colegios públicos de la misma zona. Ellos pueden permitirse el lujo de las relaciones interpersonales. Si algo nos ha quedado claro con esa pandemia es que necesitamos interacción personal. Entonces, si podemos permitirnos ese lujo, ¿por qué prescindir de él?

P. ¿Y los adolescentes?

R. Hemos de ayudarles a no confundir la conexión wifi con la conexión humana. Tienen carencias de experiencias reales y humanas. El año pasado YouGov sacaba un estudio que demostraba que los milennials son la generación que se siente más sola en nuestra sociedad. El 27% no tiene amigos cercanos y el 30% no tiene un “mejor amigo” a pesar de pasar muchas horas al día conectados en redes. Los padres pensamos que cuando compramos los dispositivos les ayudamos a socializar, pero no es así. Darles un móvil con conexión a Internet cuando no están preparados a ello, no les ayuda a estar más en el mundo, contribuye a aislarles, les resta oportunidades de experiencias interpersonales reales y humanas. Para un adulto maduro y consolidado afectivamente, las redes sociales pueden ser inocuas. Pero los adolescentes tienen un concepto de sí mismos aun frágil y es más fácil para ellos entrar en unas dinámicas obsesivas por la validación de sus iguales, por el “me gusta”. Eso crea relaciones superficiales, frívolas.

P. ¿Cómo aplica esta política de reducción de pantallas en casa con cuatro hijos, adolescentes incluidos?

R. Que estemos en contra del abuso de las pantallas no implica que vivamos desconectados del mundo. En casa tenemos una tele que usamos para ver cine que nosotros seleccionamos y noticias puntualmente. Tenemos dos móviles con Internet y dos ordenadores, pero solo sirven para mi trabajo y el de mi marido. Durante el confinamiento, usamos un dispositivo adicional de forma excepcional para que cada uno supiera las tareas que tenía y lo usara el menos tiempo posible, en una franja horaria concreta y con supervisión. Y tenemos un móvil sin Internet que a partir de los 14 años pueden usar para hacer llamadas cuando lo necesitan. No usan pantallas como ocio, salvo el cine, o para buscar recetas si cocinan, o para comunicarse por Skype con la familia de Canadá. Y nunca se han quejado porque tienen miles de aficiones en el mundo off line. En el confinamiento, mis tres hijos mayores han tenido dos horas al día con todas las explicaciones del profesor online y el resto de material en papel. Y muchísimas lecturas. Mi hija de nueve años no ha hecho nada online, todo en papel. Y eso nos ha funcionado muy bien, ha sido una oportunidad para crecer en autonomía y en responsabilidad.

P. ¿Cómo podemos plantear una respuesta educativa adecuada sin tecnología si nos vuelven a confinar?

R. Estamos ante algo muy excepcional y nadie tiene la respuesta perfecta. Tenemos que aprender a vivir con la incertidumbre viendo qué uso hacemos de las pantallas sin convertirlas en la escuela. Por ejemplo, las recomendaciones de las asociaciones de pediatras hacen una excepción y permiten videollamadas con personas con las que el niño tiene un vínculo de apego, después de que los estudios demostrasen que podía ser positivo que un niño se comunique por Facetime con un familiar cercano que, por motivo laboral, estaba fuera de su país. Esto podemos trasladarlo al ámbito educativo. En un vídeo de un profesor a sus alumnos no hay sonidos estridentes, ni algoritmos que decidan por ellos, y hay una relación previa con la persona. No me parece mal que, en una situación tan excepcional como es la de una pandemia global, un alumno de 13 años reciba dos horas de clase en grupos reducidos de materias básicas impartidas por un docente que ya conoce. Pero deben combinarse con algo analógico —leer y escribir en papel, hacer tareas que requieran atención sostenida—. Debemos dejar al margen las aplicaciones dirigidas por algoritmos y los vídeos de Youtube. Para introducir las tecnologías de forma masiva, algunos recurren al argumento de la conciliación durante el confinamiento. Pero uno de los problemas con los ejercicios online descontextualizados es que el niño siempre va a necesitar a sus padres. Si usa aplicaciones y no hay un maestro que actúe de intermediario para explicar la materia y que resuelva dudas en directo, el padre tiene que estar explicándole o ayudándole todo el rato y eso requiere que se convierta en maestro. Durante el confinamiento, algunos padres hemos tenido que improvisar el don de la bilocación.

P. Las Administraciones han optado por la compra de dispositivos en España para reducir la brecha digital. Pero usted niega la existencia de esa brecha. ¿Por qué?

R. El argumento de la brecha digital asume que dotar masivamente de tecnología a los alumnos de entornos sociales más complicados mejora sus resultados académicos y por lo tanto reduce las desigualdades sociales. Los estudios demuestran justamente lo contrario: se da un incremento de las conductas abusivas de esta tecnología en entornos sociales más complicados.

P. ¿Cómo deberíamos entonces abordar esta situación?

R. Facilitar un dispositivo o Internet a quienes no lo tienen en tiempo de pandemia si van a estar tres meses encerrados no me parece mal si es solo para recibir clases online poco tiempo al día, bajo supervisión y el alumno tiene más de 11 años. Otra cosa sería digitalizar todo para siempre. En cualquier caso, hemos de ser conscientes de que la educación online es un drama en hogares con graves problemas donde hay violencia, abusos… Para esos niños, la escuela podría ser el entorno seguro que les de una oportunidad de salir adelante. Los dispositivos no solucionan sus dificultades sociales ni su desventaja. En vez de invertir en soluciones tecnológicas cortoplacistas, las Administraciones deberían centrarse en implantar las medidas de seguridad necesarias, e invertir en la reducción de las ratios y en proporcionar todos los medios a los centros escolares para que fueran seguros para poder garantizar la presencialidad en las aulas. La educación es un asunto humano, no tecnológico.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/educacion/2020-08-19/la-tecnologia-crea-serias-hipotecas-en-el-aprendizaje-y-no-debemos-confiar-la-educacion-a-ella.html

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Editor: Luis Matosas López
ISBN: 978-84- 15665-35-9
Publicación: Febrero de 2019

Cubierta ¿Cuáles son los indicadores de la calidad educativa que preocupan a la comunidad iberoamericana?

¿Cuáles son los indicadores de la calidad educativa que preocupan a la comunidad iberoamericana?

Editora: Ana María Morales Nevárez
ISBN: 978-84-15665-34-2
Publicación: Febrero de 2019

Cubierta - Práticas docentes, metodologias e inclusão

Práticas docentes, metodologias e inclusão: um olhar desde a complexidade da Escola à universidade.

Editora: Dra. Jenny Patricia Acevedo-Rincón
ISBN: 978-84-15665-33-5
Publicación: Enero de 2019

Cubierta - Mixtura educativa a la carta

Mixtura educativa a la carta: reflexiones en torno a la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación.

Editora: Dra. Marisol E. Cipagauta
ISBN: 978-84-15665-30-4
Publicación: Diciembre de 2018

Cubierta - Estudios latinoamericanos de Enseñanza y Aprendizaje. Compilación de casos.

Estudios latinoamericanos de Enseñanza y Aprendizaje. Compilación de casos.

Editora: Profa. Cecilia Villavicencio
ISBN: 978-84-15665-23-6
Publicación: Enero de 2018

Cubierta - Caleidoscopio educativo: Prácticas y reflexiones iberoamericanas

Caleidoscopio educativo: Prácticas y reflexiones iberoamericanas

Editora: Dra. Carmen Sánchez Ovcharov
ISBN: 978-84-15665-19-9
Publicación: Diciembre de 2017

Cubierta - Novos Rumos da Educação

Novos Rumos da Educação: Caminhos Teóricos e Práticos

Editora: Dra. Magda Pereira Pinto
ISBN: 978-84-15665-22-9
Publicación: Diciembre de 2017

Cubierta - Escolas Ecossistêmicas

Escolas ecossistêmicas e complexas: Olhares para além da fragmentação

Organização: Dra. Magda Pinto e Dra. Paula Scherre
ISBN: 978-84-15665-24-3
Publicación: Diciembre de 2017

Cubierta Desafíos del paradigma educativo en el siglo XXI: investigación, innovación y formación

Desafíos del paradigma educativo en el siglo XXI: investigación, innovación y formación

Editora: Dra. Cándida Filgueira Arias
ISBN: 978-84- 15665-17- 5
Publicación: Diciembre de 2016

Fuente de la reseña: http://sobrelaeducacion.com/libros/coleccion/

 

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Australia: Research shows the importance of parents reading with children – even after children can read

Oceanía/Australia/Septiembre del 2017/Noticias/https://theconversation.com/

Many of us will be able to recall the enjoyment of shared reading: being read to and sharing reading with our parents. However, my research has found that of the 997 Year 4 and Year 6 respondents at 24 schools who took part in the 2016 Western Australian Study in Children’s Book Reading, nearly three-fifths reported that they were not being read to at home.

A sample of these children also participated in interviews, where I asked them how they felt about shared reading. While a few children did not mind no longer being read to, others were disappointed when it stopped. For example, when I asked Jason about his experience of being read to by his parents, he explained:

… they kind of stopped when I knew how to read. I knew how to read, but I just still liked my mum reading it to me.

His experience is common, with other recent research suggesting that more than one-third of Australian respondents aged six to 11 whose parents had stopped reading to them wanted it to continue.

But why is it so important for us to keep reading with our children for as long as possible?

Research has typically found that shared reading experiences are highly beneficial for young people. Benefits of shared reading include facilitating enriched language exposure, fostering the development of listening skillsspellingreading comprehension and vocabulary, and establishing essential foundational literacy skills. They are also valued as a shared social opportunity between parents and their children to foster positive attitudes toward reading.

When we read aloud to children it is also beneficial for their cognitive development, with parent-child reading activating brain areas related to narrative comprehension and mental imagery. While most of the research in this area focuses on young children, this does not mean that these benefits somehow disappear as children age.

As young people’s attitudes towards reading reflect their experiences of reading at home and at school in childhood and beyond, providing an enjoyable shared reading experience at home can help to turn our children into life-long readers.

However, not all shared reading experiences are enjoyable. Some children described having poor quality experiences of being read to, and children did not typically enjoy reading to distracted or overly critical parents. In some cases, parents attempted to outsource this responsibility to older siblings, with mixed results.

While many children really enjoyed the social aspects of reading and being read to as valuable time with their parents, they also felt that they learned from these experiences. For example, listening was felt to provide an opportunity to extend vocabulary, and improve pronunciation. Gina recalled the advantage she lost when her parents stopped reading to her, as:

… when they did read to me when I was younger, I learnt the words; I would like to learn more words in the bigger books and know what they are so I could talk more about them.

Similarly, Craig explained how being read to enabled his academic advantage in literacy, as “they were teaching me how to say more words”, and “that’s why I’m ahead of everyone in spelling and reading and English”. When this stopped “just because my mum thought I was smart enough to read on my own and started to read chapter books”, Craig was disappointed.

In addition, children were sometimes terrified of reading aloud in the classroom, and this fear could potentially be alleviated through greater opportunities to practice at home.

Hayden’s anxiety around reading aloud at school related to his lack of confidence, and his tendency to compare his skills with those of his peers. He described himself as “always standing up there shivering, my hands are shivering, I just don’t want to read, so I just start reading. And I sound pretty weird”. No-one read with him at home, so he had limited opportunity to build his confidence and skills.

This research suggests that we should not stop reading with our children just because they have learned to read independently.

We should continue reading with our children until they no longer wish to share reading with us, ensuring that these experiences are enjoyable, as they can influence children’s future attitudes toward reading, as well as building their confidence and competence as readers. It is worth the effort to find time to share this experience with our children in the early years and beyond.

Fuente: https://theconversation.com/research-shows-the-importance-of-parents-reading-with-children-even-after-children-can-read-82756

Imagen: https://lh3.googleusercontent.com/HJvBgzyBnur4OIJFzg7YAmbScb_R41EWLo4__PVbFfhzA5iFnR-UxUM3DW2fuvgVyhVgPQ=s85

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Enseñar, descubrir, amar.

Por: Gabriel  Mª Otalora. 

Descubrí mi amor por la enseñanza por esas cosas que tiene la vida, cuando el destino profesional de pronto le hace a uno ver y sentir las excelencias de posibilitar experiencias más allá de ofrecer información. Si el objetivo educativo se reduce a comprender y memorizar “lo que hay”, sin cuestionar las mejores alternativas de pensamiento y acción, el hecho de aprender no sería otra cosa que adquirir procedimientos y técnicas para sobrevivir en el medio social. Es la diferencia entre “aprender” como el acto de memorizar, instruirse en algo pasivamente hasta alcanzar nuevos niveles de conocimiento, pero no siempre con éxito; la razón es que el nuevo nivel al que he llegado, no lo he hecho mío, solo lo he incorporado. Y “aprehender”, en el sentido de capturar o hacer mía una realidad como una nueva construcción que tiene sentido para mí y la interiorizo de forma activa logrando que el resultado llegue a ser parte de mí.

Soy consciente de que educación es un mundo complejo y difícil, por eso no quiero decir a otros lo que tiene que hacer al compartir mis reflexiones, que bastante tienen. Por aquél entonces, yo leía al inconformista Henry Giroux, uno de los fundadores de la pedagogía comprometida norteamericana que proponía una combinación de teoría y práctica encaminada a la transformación social en beneficio de los más débiles. Lo interesante de Giroux es la denuncia del modelo de alumno como una “vasija vacía” que hubiese que rellenar con contenidos rentables aunque alejados de la realidad social. Lo que trataba de evitar era que salgan de la escuela “trabajadores sumisos, consumidores expectantes y ciudadanos pasivos”. Este enfoque suyo considerando a la educación con el deber de adquirir un compromiso con la justicia y la equidad me vino muy bien entonces, y también después, porque educar excede con mucho del trabajo clásico en el aula.

Sus aportaciones a la práctica educativa priman lo ético ya desde el lenguaje a utilizar por los profesores. Esto es algo que hicieron pionero los jesuitas hace algunos siglos además de conseguir la primera educación interclasista en las aulas. Es importante una educación comprometida y no neutral que conciba la escuela (o cualquier educación) como Giroux, el lugar de encuentro idóneo y estratégico para tratar asuntos sociales que conciernen a la colectividad de la que forma parte. Las escuelas, a su manera de ver, las entiende como lugares donde avanzar en el fomento de los valores públicos, en contraposición al consumismo, la brutal competitividad y el individualismo americano. Cosas de rojos irredentos, dirán algunos, pero que tienen un sustento clarísimo en trabajar la libertad humana, que es lo contrario a cualquier totalitarismo.

Ante la ofensiva neoliberal al rebufo de la globalización, muchos profesionales desencantados de la educación han interiorizado que poco se puede hacer ante el empuje de la educación al servicio de un nuevo utilitarismo. Sin embargo, Giroux se muestra beligerante con el conformismo, el desencanto, el inmovilismo claudicante del “no se puede hacer nada” y con la desazón pesimista del presente. Está convencido de que se puede (re)establecer la interdependencia entre cultura, educación, ética, democracia y la crítica constructiva. Su propuesta pasa por el desarrollo de un pensamiento crítico que supere el inmovilismo que tanto desazona y frustra, impulsando acciones educativas transformadoras con orientaciones más justas en la práctica, especialmente con los menos favorecidos del multiculturalismo presente en las aulas, también en las nuestras.

Ciertamente lo norteamericano nos queda lejos, y no es precisamente bueno todo lo que exportan, pero eso no quita que personas como Giroux insuflen lucidez y esperanza proponiendo el revolcón en algunas concepciones mentales y valores que son cada vez más urgentes en nuestra sociedad y en la educación en general.

Al calor de estas reflexiones veraniegas, recuerdo lo que me fastidió (pero con jota) la propuesta de la LOMCE que contemplaba la supresión de Ética, materia común de 4º ESO. Además, la Historia de la filosofía dejaba de ser una materia común en 2º de Bachillerato. Todavía no entiendo que la ética se quede como una “asignatura espejo” (tal y como la denominó el ministro Wert). No deben limitarla a ser un mero reflejo para los que no optan por la religión católica, entre otras cosas porque la base religiosa cristiana contiene a la ética. Una ética racional y laica es la esencia de un pensamiento crítico y universalista que da sentido a una sociedad tolerante y plural, porque enseña a convivir a ciudadanos de diferentes creencias integrando sin discriminar la religión o sus ideas políticas. No tiene ningún sentido impartir una ética exclusivamente para ateos, musulmanes o judíos, que segregue a la sociedad entre quienes priorizan las creencias y los que anteponen las ideas. La estrategia de segregación es un semillero de conflictos futuros. En mi opinión, reflexionar en clave educativa sobre ambas es necesario y no resta; ambas son necesarias y compatibles.

A partir de aquí, el objetivo esencial del verdadero aprendizaje pasa porque el educando aprenda a descubrir. En este sentido adquiere una gran importancia el trabajo encaminado a colmar el derecho a una educación que enseñe a reflexionar, crítica y racionalmente, sobre el mundo en el que vive, como se hace en las clases eficaces de ética. Con todo lo anterior quiero señalar que la elección entre religión y ética (“Valores éticos”) responde a una falsa disyuntiva, puramente ideológica, como reconoció en su día el propio ministro Wert, desvirtuando así el sentido de la filosofía moral y demostrando que el meollo humanista del asunto le importaba un pito berenjeno.

La ética, como la realidad religiosa para una persona cristiana como yo, o con cualquier otra sensibilidad, debe ser algo más que una mera percepción subjetiva donde uno busca refugio o confesión. Su pretensión es convertirse en saber dialogado cuya experiencia oriente al aprendizaje de ser libres de verdad; es decir, a ser comprometidos y responsables. Sin la ética como elemento educativo primario, corremos el riesgo de no conocer la esencia del ser humano y de pasar por alto el entorno más próximo, lo que en el tiempo posmoderno se llama indiferencia. En una época de crisis en que la ciudadanía se distancia de la política al percibir que el poder económico le ha arrebatado su soberanía, el lugar educativo de la ética, la filosofía y la religión -y en general de aquellas materias que aportan creatividad y reflexión- resultan esenciales para posicionarse con acierto en la realidad.

Ya que el sujeto educativo, adulto o joven, no puede sentir demasiado interés en lo que no sabe, lo primero en la tarea de enseñar es hacerlo con el corazón; esto ayudará a lograr un “aprehendizaje” fructífero en ambas direcciones: alumno y maestro: en casa, en la escuela, en la universidad o en la empresa. Un trabajo que implica el enfrentamiento de lo nuevo y lo viejo, no para destruirlo sino para hacer de éste algo más potente y constructivo. Una batalla entre lo que uno es capaz de hacer y las limitaciones que le impone el descubrimiento paulatino que no acaba nunca en forma de estímulo hacia la curiosidad por crecer honestamente.

Se puede opinar sin parar de la educación y del aprendizaje. Y todavía más del el rol arduo del educador y su responsabilidad en esta sociedad tan utilitarista. Difícil sería ponerse de acuerdo acerca de cuál sería la mejor manera de hacerlo. Pero resulta esencial el trabajo de la fundamentación espiritual de la educación -incluido el fomento de la llamada inteligencia espiritual-, con la ética como protagonista, que posibilite criterios y conductas solidarias, maduras. Amueblando el corazón, sin duda que hacemos más rentable el resultado de amueblar el cerebro.

Fuente: http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2017/08/17/opinion/tribuna-abierta/ensenar-descubrir-amar

Imagen: http://static.noticiasdegipuzkoa.com/images/2017/08/17/7555906_7428_1.jpg

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Reino Unido: The Victorians taught children about consumerism – and we can learn from them too

/Europa/Reino Unido/Abril del 2018/Noticias/https://theconversation.com

Every parent dreads the day their child asks where babies come from. But perhaps we should be more concerned about how children learn where other things come from. What do we say when they ask where we get the clothes we wear, the furniture in our homes, the food we eat?

Considering the volume of advertising of all kinds of products designed for and marketed directly to children – everything from toys, to cereals, to fashion – it is surprising how little time we spend on helping children to become educated and empowered consumers.

Growing interest in eco-friendly and sustainable products has led to increased awareness among modern consumers of where our clothes, food and other goods come from. Documentaries like Ethos (2011), The True Cost (2015), and campaigns like Buy Nothing Day and the Clean Clothing movement inspired by the Savar Building collapse in Rana Plaza in 2013, encourage us to think carefully about our choices as consumers. Most of the educational campaigns aimed at young consumers focus on the things they eat and drink, whereas those aimed at older consumers focus on industry and manufacture.

Perhaps this is because we assume children are more interested in what they eat than where their wellies or beds come from. But perhaps we need to think about a more holistic approach. Indeed, consumer interest in sustainability is far older than many of us realise. Though the interest in conscious consumerism may feel like a modern phenomenon, it existed in the 19th century, too. And the Victorians had some interesting solutions to the problem of telling children where our stuff comes from.

Victorian consumers

The Great Exhibition of 1851 brought together goods from all over the world in Crystal Palace, an enormous glasshouse in south London. There were fantastic things on display: a steam engine small enough to fit inside a walnut, a fabulous fake medieval court, a model that transformed from dwarf to giant at the touch of a button. There were very mundane things there, too: blocks of coal and alum, piles of wood, sheets of paper, tablecloths, and ordinary cutlery and crockery.

Considering that the modern department stores and shopping malls didn’t exist yet – Le Bon Marché opened in 1852 – this was the first time so many things could be seen in a single building, making the exhibition a bewildering experience for many visitors. A considerable portion of these visitors were children.

The Great Exhibition. V&A Museum

Many books were written about the Great Exhibition for children – both guide books to lead young visitors around the Crystal Palace and stories about the exhibition after the spectacle closed. These books emphasise the provenance and production of the things on display and encourage child readers to think about where these things come from, who made them, and how they were made.

Children’s Prize Book of the Great Exhibition.Pollard Collection, Trinity College Dublin

These writers wanted to engage children with the material goods around them and, by doing so, to mould them into informed consumers who understood where things came from, how they were made, and how they fit into a wider global economy. For example, the child reader of The Children’s Prize Book of the Great Exhibition, a souvenir book for young visitors, is reminded that “some of the nice butter that you eat on your rolls comes from Ireland” and that the food on the breakfast table doesn’t appear by magic.

Licking alum

The master of this sort of lesson for young consumers was Samuel Prout Newcombe. He appears in various census records as a photographer and a teacher, but by 1851 he was a writer and educator. His books about the Great Exhibition encourage children to investigate the objects around them and really think about where they came from.

He has some unconventional methods. In one book, Little Henry’s Holiday, the characters Henry and Laura are encouraged to touch the objects on display in the Crystal Palace and even to lick the huge block of sharp-tasting alum (aluminium potassium sulfate, which is used today in baking powder and deodorant crystals). It’s a playful, and tactile sort of learning – the kind of approach we associate more readily with Sesame Street than with the 19th century. Newcombe emphasises that the children should engage all of their senses and learn about the whole manufacturing process, from raw materials to the finished product.

A little later in the century, Annie Carey’s Threads of Knowledge (1872) focuses on helping young readers to understand the social and environmental impact of common items made from cloth.

Once she realises her children consume without thought or reflection, the Mamma of the story decides to instruct her children about the origins of the most common items of clothing, reminding them that young children are involved in the manufacture of some of the items they consume thoughtlessly. She reminds the children that though industrialisation has created employment, its history is “a history of much misery and many mistakes”, and tells them of the harmful effects of the chlorine used to bleach cotton on both people and the environment.

By positioning child characters – and by extension child readers – at the centre of a global economy, Carey’s work, like Newcombe’s, helps child readers to become informed, thoughtful consumers.

These Victorian books foreshadowed modern concerns about consumerism and sustainability. Today, our emphasis is on the informed choices that adult consumers can make. But we need to start educating consumers earlier – much earlier.

The Victorians’ playful, narrative-based approach engages the young consumer in the whole process of making, selling, buying and using household goods. We could do worse than learn from the Victorians, and their strategies for teaching young children about production and consumption at a time when consumerism and industrial manufacture were just getting started.

Fuente:

https://theconversation.com/the-victorians-taught-children-about-consumerism-and-we-can-learn-from-them-too-76658

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/ZDY082RFX7ScYKbjGUI-IUXPN3wqdzA0WygnBqoRwXtm9nIB526FZKirfi-JCZijk650jQ=s85

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Argentina: Neurociencias en el aula: una nueva forma de mejorar el aprendizaje

América del sur /Argentina/Noviembre 2016/noticias/http://aulaintercultural.org/

“La cantidad de jóvenes que en la actualidad se muestran desmotivados, que no tienen deseos de estudiar o creen que lo que aprenden no les sirve para nada es preocupante.” La definición es de Facundo Manes, rector de la Universidad Favaloro y presidente de la Fundación Ineco, que tejió alianzas con el Ministerio de Educación de la Nación y el bonaerense para introducir las neurociencias en el aula.

Los primeros pasos de este vínculo se darán en poco tiempo, cuando los docentes de todo el país reciban información sobre cómo aplicar esta disciplina en su proyecto pedagógico.

El Gobierno creó un laboratorio de neurociencia aplicada a la educación que incluirá talleres específicos sobre cómo las emociones están relacionadas con el aprendizaje. Corrientes será la primera provincia en desarrollar un taller para sus maestros; esa experiencia inicial sucederá en las próximas semanas. “Involucrar las emociones en el aprendizaje se vuelve fundamental para motivar, para captar la atención del cerebro y así potenciar y mejorar habilidades y talentos, o detectar déficits en los niños en los primeros años de la escuela sin tener que esperar a situaciones casi irreversibles”, dice Manes.

Mercedes Miguel, secretaria de Innovación y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación, plantea la necesidad de “dar luz a los grises que tiene la pedagogía”. No se encierra sólo en la importancia de instruir a los docentes sobre aspectos neurocientíficos, sino en pensar en algunas modificaciones del sistema educativo para mejorar la atención del alumno en el aula.

Una de las cuestiones que desliza es la posibilidad, sin fecha cierta, de que el horario de inicio de clases matutino del nivel medio se retrase un poco. “En algún momento tendremos que dar esa batalla”, anticipa a LA NACION la funcionaria.

“Los adolescentes son típicamente búhos. Las agujas de su reloj biológico apuntan a más tarde”, resume el doctor en biología Diego Golombek. Y da un ejemplo: “En 1996, el Edina High School de Minnesota, Estados Unidos, pasó de iniciar sus clases a las 7.30, a las 8.20. El resultado fue muy bueno para sus alumnos”.

 

 

Fuente :

http://aulaintercultural.org/2016/11/23/neurociencias-en-el-aula-una-nueva-forma-de-mejorar-el-aprendizaje/

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/RkTh5IaQeHf4-2XzkCrH6mAKd6MF-y8J0zdmNXI2pAfuGRbfUg3xrylgPGwg3mfZulXp=s85

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