Juan Pedro Romera, 60 años, ha sido cofundador de dos de las compañías de teatro más destacadas de la Región de Murcia, PupaClown, Premio Nacional de Teatro Juvenil e Infantil este 2017, y Arena Teatro.
Por Eldiario.es
Natural de Lorca, se mudó al barrio del Progreso de Murcia en 1982. Desde hace 11 años, junto a su mujer Maria José, participa en el programa “Familias Canguro” de acogida temporal de niños de cero a tres años con dificultades familiares para evitar el orfanato. Su pasión por la vida, su compromiso con las artes escénicas a lo largo de casi 40 años y la honestidad en su desempeño vital lo convierten en un referente.
Con un gran sentido del humor no exento de profundidad, Juan Pedro Romera nos habla de su trayectoria vital y artística, para qué hacer teatro o cómo, en la sociedad de la hiperinformación y fugacidad, basta con volver la mirada a los niños para encontrar a los verdaderos maestros. Orientaciones en el desierto para toda persona interesada en conocer, al menos, algo de sí misma.
En el año 1998, Pepa Astillero y yo creamos Pupaclown, Payasos de Hospital. Empezamos a trabajar en el hospital Virgen de la Arrixaca con niños enfermos. Para mí lo más sorprendente fue la humanidad que existe detrás del dolor y de la enfermedad. La entereza y fortaleza con la que sobrellevan esta situación. Comprendí la muerte y lo que es el acompañamiento y la compasión. Aprendí también el poder de la risa y el poder de que nada importa, que todo es relativo. Esta primera etapa del proyecto Pupaclown, que nació inspirada por la experiencia de Clinic Clown en Holanda, me marcó profundamente.
Al llegar a la Arrixaca comprendí que aquello era otro mundo y no pudimos empezar. Teníamos la técnica pero necesitábamos prepararnos emocionalmente. Me fui a Barcelona a realizar diversos cursos sobre la muerte y el dolor. Para mí fue un antes y un después. Tenía 40 años y empecé a comprender el sentido de la trascendencia que había estado camuflado de otras formas. Lo había buscado a través del teatro e incluso a través de la política pero sin saber realmente lo que era y rechazándolo siempre.
Tiendo a pensar que el teatro adquiere sentido en su interacción con lo real, a veces oculto o doloroso… ¿cómo se entra y se sale de una experiencia así?
En el hospital Virgen de la Arrixaca no hay un teatro, bueno sí hay un teatro, pero no se trataba de eso. Los niños estaban en las habitaciones y no podían salir y algunos se estaban muriendo. Esto me planteó una cuestión: ¿Qué hago si visito un niño y cuando vuelvo dos días después se ha muerto y el niño se reía conmigo? ¿Qué hago?. ¿Me muero yo? Entendí, como te decía, que necesitaba esa preparación interior. Comprender qué es la enfermedad, qué es la muerte y desde esa comprensión poder hacer cosas con ellos y ayudarles. Esos dos primeros años fueron muy intensos por todo lo vivido en el hospital y por las enseñanzas que recibí, curiosamente, para vivir. También vi muchos niños con discapacidad que no se cuidan adecuadamente al ser pocos y costar mucho dinero el tratamiento de los lugares que frecuentan. Eso es maltrato institucional. Pero cada ser humano tiene muchísimo valor y debes prestarle atención.
Y en el año 2010 se creó el Centro Escénico Pupaclown
Sí, el proyecto fue creciendo y construimos el Centro Escénico de Integración Social Infantil y Juvenil Pupaclown. Sólo la existencia de este teatro ya merecería un libro entero. De cómo se llegó a construir un espacio escénico tan caro pero con una idea de fondo tan poderosa. Pasado el tiempo diría que ese teatro se hizo pese a nosotros. Porque llegó un momento en que hubo muchos problemas y dificultades hasta tal punto que nos planteamos abandonar el proyecto. Pero siempre aparecía alguien que te daba el último empujón. Yo estuve cinco años en la dirección del teatro y la dirección artística. En el 2015, después de algunos desencuentros, preferí dejarlo y seguir otro camino. Pero lo cierto es que como experiencia artística y a nivel personal ha sido muy importante en mi vida.
Después de 17 años en Pupaclown y ser el fundador del proyecto junto a Pepa Astillero. ¿Cómo has recibido el Premio Nacional de Teatro Infantil y Juvenil 2017?
Por un lado el premio debía haber llegado hace tres o cuatro años. Con la apertura hace siete años del Centro escénico y ampliación del proyecto nos llegaron a decir que era un proyecto único en el mundo. De hecho estuvimos nominados en varias ocasiones pero nunca se falló a favor. Que venga ahora es una bendición, evidentemente. Están muy contentos. Me llamó Pepa Astillero, la actual directora de Pupaclown y me dijo: «tú has luchado mucho por este proyecto y te mereces ser el primero en saberlo». Le agradezco el detalle.
¿Y cómo un licenciado en Historia acabó en el teatro?
A principios de los años 70 empecé en el teatro universitario. Era una época en la que había mucho movimiento político y el teatro se convirtió en una herramienta de intervención en los barrios. Con César Oliva y José Antonio Aliaga aprendí los primeros rudimentos del teatro. Fue un periodo más aficionado y a mi me interesaba utilizarlo como agitación política. Estaba muy influenciado por Bertolt Brecht.
Al terminar la carrera, en plena transición, estaba un poco perdido y apareció un curso de títeres que organizaba Miguel Payá desde el Ayuntamiento de Murcia. Se trataba de crear un grupo de títeres en Murcia ya que no existía algo así en la Región. Para mí fue un flechazo, descubrí otro mundo a través de los títeres. Hasta el punto de que al finalizar el curso montamos un grupo de títeres, Fábula Teatro, y ese mismo año nos fuimos a Barcelona, al Instituto del Teatro, a estudiar la formación específica sobre títeres que entonces se impartía a lo largo de dos años. Toda la base de teatro más importante para mí lo aprendí allí. Era mucho más que una escuela de títeres. En el Instituto del Teatro, en aquella época, te relacionabas con Nuria Espert, con Kantor, con Brook… todos los que pasaban por Barcelona.
Posteriormente, en 1986, nació Arena Teatro. Nuestra intención era trabajar con Esteve Graset, seguía la línea de Roy Hart y había trabajado con el Odin Teatret. Arena Teatro se convirtió en un referente internacional muy pronto. A mi me marcó muchísimo la forma de trabajar y concebir el teatro de esta época. Siempre me ha interesado mucho llevar lo real al teatro, lo verdadero. En los espectáculos infantiles que dirigía con Fábula o Pupaclown, todo tenía que ver con eso. Aunque trabaje con la ficción, me gusta que lo ocurre sobre un escenario sea de verdad.
¿Qué ha cambiado y qué permanece en el Juan Pedro Romera de Arena Teatro al de la Casa de la Piedra?
Permanece un compromiso que tiene que ver con mi forma de ser. Compromiso entendido como un intento de ser fiel a unos principios. No ceder ante determinadas cosas por dinero o fama. Yo lo aprendí con estos primeros maestros, como Peter Brook o Grotowski que iban más allá de lo que era el teatro. Lo importante es cómo vives tu vida, cómo te relacionas con los demás, qué tipo de entrega haces. El teatro es entrega.
En los cursos de cuentos u oratoria que ahora imparto en la Casa de la Piedra siempre les digo una cosa: hablar, comunicar, es un ejercicio de generosidad, dar y no esperar recibir nada. Y esto tiene que ver con una forma vivir. No eres importante. Acepta cómo eres, acepta que hay cosas que no puedes entender, que hay cosas superiores a ti en cuestión de organización que tienen sentido y tu no sabes cuál es.
Me acuerdo mucho de Yehudi Menuhin. Cuando le decían que era un violinista extraordinario él respondía que no era ningún genio. Que contaba con una música excepcional, un violín que era un Stradivarius y un arco maravilloso y lo único que tenía que hacer era juntarlo todo y quitarse de en medio. Y a mi eso me parece fascinante porque al final te conviertes en vehículo, un mero transmisor de algo que no sabes bien de dónde surge pero que es sagrado. Cuando la trascendencia te toca no te deja igual. Buscar eso en teatro para mi se convirtió en un objetivo, pero al final tienes que dejar que fluya y ocurra y si es que tiene que ocurrir.
¿Qué se puede contar con el teatro que no se puede contar por otro medio?
Lo que tiene el teatro y quizá la música también es la conexión directa con el imaginario del espectador, con su alma. Esto lo he podido experimentar en el último espectáculo que hicimos con Fábula para bebés de 0 a 3 años junto a Luis Paniagua. Nunca imaginé que en un espectáculo para bebés, aparentemente muy sencillo, podía encontrar la esencia absoluta del teatro. Esa comunión sólo con la mirada. Algunas de estas funciones fueron realmente extraordinarias. Cuando hay una conexión alma con alma lo has conseguido todo. El teatro no es falsedad, no es una representación de algo que no existe. Cuando me dicen qué personaje te gustaría interpretar siempre respondo lo mismo: a mi. El teatro te permite un grado máximo de comunicación.
Has fundado algunas de las compañías más importantes de la región como Arena teatro y Pupaclown, has recorrido muchos países con una obra de teatro debajo del brazo, has impartido formación a futuras generaciones, has escrito libros ¿Qué te queda por hacer?
No tengo el concepto de que haya hecho mucho ni poco. Yo hago. Hago porque no puedo vivir de otra manera y a veces es un problema. Tengo una gran curiosidad por el conocimiento, me gustaría saberlo todo. Es algo fascinante, pero creo que es pura soberbia. Como te decía, a veces hay cosas que no puedes saber por más que te empeñes.
Con Pupaclown empezó un proceso antiguo pero para mi novedoso, el conócete a ti mismo. Es un proceso largo que me ha ocupado estos 20 años y mi crisis personal más importante ha sido precisamente hace poco, cuando me estaba acercando a los 60 años. En el 2015, cuando dejé Pupaclown después de más de 15 años, estaba desesperado y me fui al desierto. Alquilé una casa en el desierto y me tiré dos meses solo conmigo y mis demonios porque no sabía qué hacer ni hacia dónde tirar. Estaba entrando en la ancianidad y tienes que aceptar que el cuerpo comienza a pasar factura de determinadas cosas y no recuperas con tanta rapidez.
Es necesario entregarse y aceptar que las cosas son como son y, a partir de ahí, empieza todo ese viaje interior tan fascinante del autoconocimiento. Estar vivo me parece fascinante. La vida es tan alucinante que sólo con mirar un bebé la sientes.
También colaboras con músicos experimentales como El Bosco en conciertos para un público infantil; ¿los niños entienden más cosas de las que pensamos los adultos?
Los niños tienen una forma de comprensión que es totalmente irracional. No tienen el sentido lógico de los adultos. Ellos no decodifican lo que están escuchando o viendo. Lo que perciben pasa directamente a su imaginario. Por eso los cuentos son tan poderosos y a mí me interesan tanto. Porque el nivel de comunicación a través de los símbolos no pasa por la razón, no tienes que interpretar nada.
El Bosco hace, para mi, una música inclasificable que tiene un toque mítico, de cuento. Cuando me propusieron la colaboración me pareció un poco arriesgado pero la realidad es que padres e hijos disfrutan del concierto y es una experiencia que va más allá de la música. Se convierte en una especie de ritual, de celebración colectiva. La gente va a sus conciertos porque siempre es algo más que música.
¿Por qué debemos seguir contando cuentos a los niños en un tiempo en que da la impresión que una tablet con conexión a internet contiene todo lo necesario para entretener o educar?
Por una razón muy sencilla, porque es un acto de amor. No importa el contenido del cuento, el hecho de dedicar un tiempo a tu hijo o hija, jugando con él o contándole una historia es la gran medicina del mundo. No hay tablet que pueda con eso.
¿Algún niño o niña ha sido un maestro para ti?
Sí, todos. El primero mi hijo que tiene ahora 35 años. Y a lo largo de su vida ha sido un maestro. Una vez, con una niña de acogida de 1 año, que había nacido prematura y su madre era politoxicómana, estaba durmiendo y yo la miraba. Pensaba porqué siendo tan pequeña ha nacido con tanto sufrimiento. De pronto sentí la voz de la niña que me decía: calla y mece. Como si me dijera: lo que para ti es dolor para mi es un proceso de vida totalmente diferente. Haz lo que tienes que hacer, no preguntes más y hazlo lo mejor que puedas.
Los niños son auténticos maestros. No hay niños malos, hay niños heridos. Ningún niño se porta mal si está bien. Y un niño lo único que necesita es amor. Muchas veces venían las madres a Pupaclown y decían “hombre es que esto es muy violento”, se referían al ogro que se comía a algún niño o a Pulgarcito. Pero lo que realmente es violento y produce terror a los niños es ver a sus padres pelearse.
En otra entrevista de hace unos años confesabas que tu afición era el silencio. ¿Hablamos demasiado?
No buscamos el silencio demasiado. Se puede hablar todo lo que uno quiera pero busca el silencio en tu vida. Hay un dicho para recordar la importancia de la meditación que dice: busca al menos cinco minutos a lo largo del día para meditar y si no los encuentras entonces necesitas una hora. La necesidad que tenemos de silencio es básica porque es el momento de conectar con uno mismo. No tanto el silencio externo, que ayuda, sino el silencio que se produce al dejar de pensar, de proyectarte en los demás y entrar dentro de uno mismo. Y dentro de mí qué hay, nada. Una pantalla negra delante de tus ojos cerrados. No busques nada más. Por eso la experiencia del desierto fue lo más duro y lo mejor que he pasado en mi vida.
Eres uno de los 200.000 afectados por la llegada en superficie del AVE a Murcia, ¿cómo estás viviendo estos días?
El trabajo de la plataforma, el movimiento vecinal que se ha generado, me parece espectacular, de reclinatorio. Pero la cortedad de miras de la clase política y la humillación y el insulto a que nos someten me parece alucinante. Me llego a preguntar, ¿de verdad son tan tontos los que gobiernan para permitir esta situación? o ¿es que hay otros intereses ocultos que no quieren contar?. Es una barbaridad que no se escuche a unos vecinos y rápidamente dar una solución.
¿Te sigue interesando el panorama de las artes escénicas en Murcia?
Hay cosas que sí me siguen interesando. El teatro es un reflejo de la sociedad, de la estructura del sistema. Un sistema horrible que no funciona, antihumano. Y esto ha generado otra forma de hacer teatro más comercial y con grandes presupuestos. Pero el teatro tiene mucha fuerza, se ha convertido con el paso de los siglos en algo importante y resurge por muchos lados. Pequeñas compañías, pequeños grupos y asociaciones de artistas como la Chimenea Escénica o Teatro Pequeño y otros con un componente social son, los que en mi opinión, le dan valor al teatro. Lo demás son artificios comerciales que no me interesan. No me interesa tanto que un actor imposte la voz y técnicamente pueda llegar al final del auditorio aunque seguro que hay cosas buenas que no conozco. Pero si me interesan esas pequeñas propuestas nuevas, que a veces son balbucientes pero otras toman fuerza y van cogiendo lo mejor que tiene el teatro: la necesidad de comunicar algo importante, verdadero, sea de denuncia o poético. Algo que vaya más allá del mero ejercicio de la representación.
¿Qué podemos encontrar en La Casa de la Piedra?
Fundamentalmente formación relacionada con la comunicación. Cursos de oratoria y cursos de contar cuentos. Aunque el objetivo es diferente la técnica es la misma. Lo que más me encuentro es miedo al juicio de hablar en público y problemas con la autoestima. También hay otros cursos de teatro terapia Gestalt.
¿Cómo te gustaría despedir la entrevista?
La vida es fascinante. Me parece increíble estar vivo. Nos vemos en el otro lado.
Fuente: http://www.eldiario.es/murcia/cultura/vida-alucinante-solo-mirar-sientes_0_695030644.html