Rusia: La educación en el país de los soviets

Ariel Iglesias

Eugenia Steininger

“La vida se convierte en creación solo cuando se libera definitivamente de las formas sociales que la deforman y mutilan. Los problemas de la educación se resolverán cuando se resuelvan los problemas de la vida” (Lev Vigotsky, {Psicología pedagógica}, 1926).

Los socialistas revolucionarios que en este sistema defendemos la educación pública gratuita, científica, para el pueblo laborioso, lo hacemos en la perspectiva de cambiar la sociedad de raíz. Por eso nos adentramos en esta nota en la educación en la Revolución rusa, donde los revolucionarios se distinguieron por ser abiertamente contrarios a la resignación y a las reformas cosméticas, experiencias muy importantes para pensar los problemas de la política educativa y las prácticas pedagógicas en la actualidad. A continuación, desarrollamos sus principales innovaciones.

Una vez realizada la revolución que tomó el poder político del Estado, los bolcheviques tuvieron que enfrentar el atraso, la miseria y el analfabetismo, en medio de una guerra civil, donde 14 ejércitos imperialistas invadieron el Estado obrero y trataron durante 4 años de reinstalar a la derrocada autocracia rusa. Al terminar la Guerra Civil, Rusia se encontraba exhausta y arruinada: el conflicto armado se había cobrado la vida de 10 millones de habitantes, y luego, las sequías de 1920 y 1921 y la hambruna de 1921 empeoraron la situación.

Así, el camino del comisariado de Educación no estuvo exento de dificultades; operaba sobre un inmenso territorio caracterizado por tremendas desigualdades y diferencias abismales en sus grados de desarrollo. Con lo cual, el intento de crear una escuela unificada del trabajo basada en niveles continuos y que se desarrollara como una comuna autónoma, en el sentido de la descentralización pedagógica y la autodeterminación de las comunidades para definir prácticas y contenidos de la enseñanza, centrada en el trabajo y abierta a la experimentación con diversos métodos, implicó un proceso arduo, con éxitos y fracasos.

Democratización de la educación

En este contexto se decidió impulsar soviets de enseñanza, elegidos por la población, que serían los encargados de la administración de la enseñanza y que serían controlados “en los aspectos políticos” por el soviet local. Krupskaia [1], que era miembro del Narkomprós, defendía el desarrollo de los soviets en educación, compuestos por maestros, representantes de la población trabajadora del distrito y alumnos mayores, junto con un representante del departamento local de educación.

Esta experiencia pionera tuvo muchas dificultades materiales, para llevarse adelante, pero la defensora de los soviets de educación sostenía que

No tuvimos miedo de organizar una revolución. No tengamos miedo del pueblo, no tengamos miedo de que se equivoque al elegir a los representantes, de que meta a los curas [en los soviets N. de R.]. Queremos que el pueblo dirija el país y sea su propio dueño… Nuestro trabajo consiste en ayudar realmente al pueblo a tomar su destino en sus manos [2].

Este impulso a la autoorganización educativa implicaba que la población pobre dirija el país. Para eso era fundamental la gratuidad de las funciones estatales, que debían ser asumidas como tarea militante. Para que esto pasara debía formarse desde la infancia, en la autonomía y no en la obediencia acrítica y el conformismo. Krupskaia propugnaba la autogestión de los niños desde la escuela y en la organización de pioneros [3].

La autoorganización de las masas impulsa la iniciativa y la creatividad para desarrollar una nueva organización del trabajo, y esto exige una formación educativa universal de las masas obreras. Esta organización de la sociedad genera “un efecto tanto mayor, con mejores resultados, cuanto mejor preparado esté el obrero en el sentido técnico, cuanto mejor comprende todos los procesos de producción, su relación, cuanto más amplio es su horizonte politécnico” [4].

La preocupación del Consejo de Educación por la iniciativa y la autonomía local no excluía una política educativa centralizada, ocupaba el lugar de un organismo en la cima de la pirámide, pero negándose a sí mismo el derecho a actuar como un “poder dirigente central”. Así, el Estado brindaba un apoyo financiero y político, y las cuestiones pedagógicas específicas se resolvían descentralizadamente. Es decir, que las comunidades determinaban democráticamente los contenidos de la enseñanza. La descentralización permitía mayor libertad para la experimentación en términos de prácticas pedagógicas y también que se pudiera ligar a la realidad, lengua, costumbres según la zona.

El Narkomprós

Para transformar la educación, el gobierno de los soviets puso en pie el Narkomprós, Comisariado del Pueblo de Educación o Comisariado del Pueblo para la Instrucción Pública, y la tarea la asumió Anatoli Lunacharski [5]Tenían el desafío replantearse toda la política educativa del Estado, alfabetizando a una población mayoritariamente analfabeta, que los zares habían mantenido mayoritariamente al margen de este derecho. Y se hizo impulsando la iniciativa popular. Este desafío fue un proceso heterogéneo, con dificultades para llevarlo adelante a escala de todo el país. Lunacharski plantea en el decreto sobre la a educación popular del 11 de noviembre que:

Es preciso señalar la diferencia entre enseñanza y educación. Enseñanza es la transmisión de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. La educación es un proceso creador. Durante toda la vida la personalidad del hombre se «educa», se extiende, se enriquece, se afirma y se perfecciona [6].

En este sentido, Krupskaia plantea que

… el objetivo de esta escuela nueva debe ser asegurar el pleno desarrollo de los individuos para que tengan una visión global de las cosas, comprendan claramente la naturaleza y la sociedad que los rodea, aptos tanto en la práctica como en la teoría para ejercer cualquier trabajo físico o intelectual y capaces de forjar una vida en sociedad sensata, rica en contenidos, llena de alegría y de belleza [7].

El Narkomprós fue partidario del fomento de la creatividad e individualidad del niño, del desarrollo de sus instintos sociales, de las relaciones informales entre alumnos y maestros, de los métodos de enseñanza activa, de la ampliación del plan de estudios para que incluyera el estudio del medio ambiente, de la educación física y estética y de la preparación en las habilidades y los oficios manuales. Estos principios fueron más de una vez considerados por Lunacharski como motivo de legítimo orgullo ante Europa [8].

Entre las primeras reformas emprendidas estaban la abolición de los exámenes y el sistema de concesión de calificaciones y certificados. A esto siguió la introducción de la coeducación de los sexos. Después de casi un año de intenso debate, el 30 de septiembre de 1918, el Comisariado anunció su política y el programa para el futuro de la educación soviética conocida como “Declaración y Principios sobre la Escuela Unificada del Trabajo”. Esta se basaba en tres premisas: la red única de enseñanza, la escuela unificada y la relación de la escuela con la producción.

La alfabetización es el camino al comunismo (1920), El conocimiento rompe las cadenas de la esclavitud (1920), ¡Mujer! Aprende a leer y escribir (1923), Si no lees libros, te olvidarás de la gramática (1925), Campesina, consolida la unidad de los trabajadores y campesinos (1925).

La educación debía ser “libre, igual, obligatoria y universal” desde los 8 a los 17 años de edad. También debía unificarse en un sistema único de educación en lugar del sinnúmero de escuelas (parroquias, iglesias, escuelas agrícolas, escuelas de comercio, gimnasios para niños, escuelas secundarias completas, gimnasio para niñas, etc.). Habría una sección primaria de cinco años seguida por una educación secundaria de cuatro años. Esta iba a ser una “escalera única e ininterrumpida. Todos los niños deben entrar en el mismo tipo de escuela y comenzar su educación por igual y todos tienen igual derecho de subir la escalera a sus peldaños más altos”. De ahí en adelante, los niños que hubiesen completado un nivel serían automáticamente admitidos en el nivel superior. Esto rompió las barreras estructurales erigidas para impedir que los niños de las clases sociales más bajas y las niñas ingresaran en las instituciones de educación superior y creó la base de una escuela común para todos los niños.

La Declaración sobre la educación preescolar de noviembre de 1917 estableció que la educación pública de todos los niños debe comenzar en los primeros meses de vida. También indicó que la educación preescolar debía estar orgánicamente vinculada con toda la red de la estructura educativa, no solo para preparar a los niños para la educación primaria, sino como un instrumento para liberar a las mujeres de la pesada carga de los trabajos domésticos y socializar el cuidado infantil. La educación preescolar se implementó en gran escala y fue inaugurada en 1919.

Las escuelas debían funcionar todos los días de la semana durante nueve meses (con un mes adicional de instrucción al aire libre durante el verano). Cada semana se dedicaba un día y medio a clubes y excursiones y, en el marco de las difíciles condiciones de la guerra civil, se servía una comida todos los días y los niños también debían recibir ropa. El componente “trabajo” de esta política había sido muy debatido y se le dio un entendimiento práctico con un triple significado: el aprendizaje sería una actividad basada en la práctica y no simplemente escolástica o libresca; en segundo lugar, la enseñanza debía hacerse con y por medio de trabajo productivo y, por último, el trabajo productivo no se limitaría a un solo oficio o industria, sino que introduciría a los estudiantes en una amplia gama de procesos de producción y tecnología modernos (educación politécnica). Se trataría de una enseñanza activa [9], con actividades, con un uso mínimo de los libros de texto, sin tareas en el hogar, examen o castigo.

Los educadores del Comisariado prefirieron un proceso en las aulas que no dividiese muy estrictamente a los niños en clases basadas en la edad, sino en grupos mixtos que emprendían proyectos de trabajo, preferentemente basados en el trabajo productivo. También estaban en contra de un plan de estudios compartimentado en áreas disciplinarias como Historia, Geografía o Matemáticas. En su lugar, se visualizó un aprendizaje temático e integrado, centrado alrededor del trabajo productivo. La escuela iba a funcionar como un colectivo vivo, con un claro propósito y visión colectivas y tomando las decisiones en forma comunitaria.

Una experiencia educativa desbordante

La toma del poder por la clase obrera mostraba la superioridad de la teoría marxista también en el campo de la educación. Marx había escrito que “La teoría materialista de que todos los hombres son producto de las circunstancias y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado” [10]. Este principio dialéctico empezaba a hacerse realidad en la Rusia soviética, pero de forma caótica.

Todas estas transformaciones en la educación provocaron lo que James Bowen ha calificado como de “experimentación desbordante” [11]. Todas las escuelas quedaron bajo la órbita del estado revolucionario soviético y la educación religiosa fue eliminada del currículum. Asimismo, se habilitaba la enseñanza en la lengua materna de cada una de las repúblicas que, desde 1922, iban a conformar la URSS. Recordemos que el régimen zarista sometía a las nacionalidades del Imperio ruso a la más feroz opresión: según el censo de 1897, el último bajo el régimen imperial, de una población de 129 millones de habitantes solo 55,6 millones eran rusos, un 43 % del total. Sin embargo, la lengua rusa, la religión ortodoxa oficial y la administración zarista eran impuestas al 57 % restante, compuesto por decenas de nacionalidades y grupos étnicos: ucranianos, bielorrusos, polacos, finlandeses, lituanos, letones, judíos, los pueblos caucásicos, los pueblos turco-tártaros, moldavos, alemanes, etc. A menudo, los funcionarios, los maestros, los curas y los terratenientes, todos ligados al régimen zarista, ni siquiera hablaban o entendían la lengua nativa. Este proceso fue con sobresaltos, pasos adelantes y retrocesos, producto de la misma situación de la revolución y la guerra civil en curso.

Este reconocimiento por los derechos de las nacionalidades oprimidas por el zarismo fue un hecho nunca antes hecho en la historia y bajo condiciones terribles provocadas por la guerra civil en curso. Pero los bolcheviques en este terreno también impulsaban una transformación radical de la relación entre los pueblos, dejando atrás el pasado y abriendo un presente y un futuro basado en la confianza y el respeto mutuo. En este sentido, la política educativa fue parte de garantizar consecuentemente este derecho que se guiaba por las palabras de Lenin, que decía “¿Puede acaso ser libre un pueblo que oprime a otros pueblos? No” [12].

La periodista norteamericada Anna Louise Strong, cuando conoció la URSS en 1920, expresó:

En la Rusia de la Revolución hay escuelas que se manejan en sesenta idiomas diferentes y con libros de texto impresos en todas ellas. Alrededor de diez o doce de estos idiomas primero debieron ser reducidos a la escritura. Este programa de enseñanza a los nuevos ciudadanos de los soviets está basado en un programa definido de igualdad de oportunidades para todas las razas [13].

Así también, Dewey decía: “Aparte de los inmediatos resultados educativos, uno se impresiona con la idea de que el escrupuloso respeto a la independencia cultural característico del régimen soviético es una de las principales causas de su estabilidad, dadas las creencias no comunistas de la mayor parte de estas poblaciones” [14].

La escuela politécnica

Para llevar adelante esta organización democrática, unas de las principales prioridades en Rusia fue acabar con el analfabetismo “organizando una red de escuelas que responda a las exigencias de la pedagogía moderna” [15] y al mismo tiempo crear una serie de escuelas normales para formar docentes acordes a estos propósitos. La instrucción debía tener un carácter politécnico; para esto se impulsó la Escuela Única del Trabajo y se le dio el presupuesto más grande de la historia de Rusia. Krupskaia fue muy firme en defender la educación politécnica:

La escuela elemental (7 a 12 años) provee conocimiento general, matemáticas y conocimiento gráfico, enseña a los alumnos cómo transformar los libros, las matemáticas y el dibujo en instrumentos de trabajo. Enseña cómo observar, hacer generalizaciones y verificarlas a través de la experimentación, mientras proporciona el conocimiento de los métodos básicos del autoeducación y el conocimiento elemental de la realidad (estudio de la naturaleza y la realidad). En la escuela elemental el conocimiento es adquirido a través del trabajo. Su característica es la participación colectiva en las formas elementales de trabajo social y proveer habilidades laborales elementales […] La escuela secundaria (13–17 años) está relacionada con la enseñanza de aspectos generales de la producción; y son estudiados en función de su relación entre teoría y práctica. Se estudia las ramas básicas de la producción y se hace especial énfasis en la explicación teórica y en actividades prácticas. Al mismo tiempo se estudia la historia del trabajo… [16].

Los estudiantes estarían preparados para la transmisión solamente después de completar la educación secundaria a los 16-17 años de edad. Para Krupskaia, la educación politécnica era una aproximación a la educación que incorporaba trabajo productivo en la enseñanza de todos los temas, que ayudó a los niños a desarrollar la comprensión teórica del proceso del trabajo. En esto se diferenciaba de la habilidad o la formación profesional que se centró en habilidades relacionadas a los oficios, también se diferenció de la educación académica convencional que divorció los estudios teóricos del trabajo productivo. El compromiso con el trabajo productivo debía hacerse tanto en los talleres de la escuela como en las granjas estatales.

El país de los soviets impulsaba una escuela politécnica porque en un país que se industrializa rápidamente (y que depende entonces del progreso tecnológico); se necesita que los aprendices tengan una idea de la producción en su conjunto, conozcan en qué dirección se desarrolla la técnica y sepan trabajar en cualquier máquina, es decir, que posean cultura general del trabajo y conozcan en general la materia. Los bolcheviques partían del siguiente programa “enseñanza gratuita, obligatoria, general y politécnica […] para todos los niños de ambos sexos hasta los 16 años, y estrecha relación de la enseñanza con el trabajo social productivo de los niños”. Y a su vez, “la prohibición para los patronos de utilizar el trabajo de menores de edad escolar (menores de 16 años) limitación a 4 horas de la jornada de trabajo de los adolescentes (desde los 16 a los 20) y prohibición de su utilización en trabajos nocturnos o en industrias insalubres y en las minas”.

El sentido de este programa pedagógico es que la escuela proporcione conocimientos de carácter politécnico orgánicamente vinculados al trabajo productivo social de los adolescentes, y que esté ligado enseñanza laboral y con el estudio multifacético de la técnica y la ciencia.

Los objetivos de la educación comunista

Partimos de que solo en una sociedad socialista, con la desaparición del sistema actual dominado por la propiedad privada, desaparecerán las oposiciones sociales entre los poseedores y los que no tienen nada, entre hombres y mujeres, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. En este sentido, la experiencia soviética permite resaltar la singularidad del modelo educativo. En palabras de una de sus impulsoras, que decía:

La burguesía educa de distinta manera a los hijos de los trabajadores y a los hijos de los capitalistas. De los primeros trata de hacer sumisos esclavos, y de los segundos, jefes. La educación soviética está orientada a desarrollar las aptitudes de todos los niños, a elevar su actividad, su conciencia y a robustecer su personalidad e individualidad. Por eso, nuestros métodos de educación son distintos que los de la escuela burguesa. Nosotros procuramos hacer de nuestros hijos personas multifacéticamente desarrolladas, consientes y sanas de cuerpo, que no sean individualistas, sino colectivistas, que no se contrapongan a la colectividad, sino que constituyen su fuerza y acrecienten su importancia [17].

Hoy, en pleno siglo XXI cuestionamos la educación existente, porque luchamos por la igualdad de oportunidades, por el ejercicio pleno del derecho de las jóvenes generaciones a apropiarse plenamente de la cultura acumulada de la humanidad. Estamos convencidas/os que la igualdad es una frase vacía si por ella no se entiende la supresión de las clases, el fin de la explotación del hombre por el hombre. Por eso peleamos por conquistar un gobierno de los trabajadores que expropie a la burguesía y avance en la planificación democrática de la economía [18].

La revolución rusa demostró que solo a través de la trasformación radical de la sociedad es posible cambiar el horizonte de la educación para que posibilite un desarrollo integral e igualitario de todas las personas. A su vez, dejó planteadas, con sus iniciativas en el terreno de la educación, experiencias muy importantes para pensar los problemas de la política educativa y las prácticas pedagógicas en la actualidad, frente a quienes defienden sin críticas la educación pública en general y frente a las políticas de vaciamiento que impulsa el FMI y el Banco Mundial en Argentina, y que aplican los distintos gobiernos de turno. La resolución integra y efectiva solo puede ser el resultado de la abolición de la propiedad privada, es decir, de una sociedad sin explotados ni explotadores, que termine con el trabajo asalariado y con él, la alineación y deshumanización que conlleva. La Revolución rusa inició este proceso, pero no lo concluyó.

Para terminar esta entrega, recuperamos las palabras de Blonsky:

La escuela del futuro debe identificarse con la vida social, es decir, la sociedad debe hacer desaparecer la escuela en cuanto institución del Estado y trasladarla a la vida del trabajo social. Este constituye el núcleo central de una pedagogía de la «escuela sin escuela» y la solución del problema de la enseñanza en el sentido estricto del término [19].

de la educación

En este contexto se decidió impulsar soviets de enseñanza, elegidos por la población, que serían los encargados de la administración de la enseñanza y que serían controlados “en los aspectos políticos” por el soviet local. Krupskaia [1], que era miembro del Narkomprós, defendía el desarrollo de los soviets en educación, compuestos por maestros, representantes de la población trabajadora del distrito y alumnos mayores, junto con un representante del departamento local de educación.

Esta experiencia pionera tuvo muchas dificultades materiales, para llevarse adelante, pero la defensora de los soviets de educación sostenía que

No tuvimos miedo de organizar una revolución. No tengamos miedo del pueblo, no tengamos miedo de que se equivoque al elegir a los representantes, de que meta a los curas [en los soviets N. de R.]. Queremos que el pueblo dirija el país y sea su propio dueño… Nuestro trabajo consiste en ayudar realmente al pueblo a tomar su destino en sus manos [2].

Este impulso a la autoorganización educativa implicaba que la población pobre dirija el país. Para eso era fundamental la gratuidad de las funciones estatales, que debían ser asumidas como tarea militante. Para que esto pasara debía formarse desde la infancia, en la autonomía y no en la obediencia acrítica y el conformismo. Krupskaia propugnaba la autogestión de los niños desde la escuela y en la organización de pioneros [3].

La autoorganización de las masas impulsa la iniciativa y la creatividad para desarrollar una nueva organización del trabajo, y esto exige una formación educativa universal de las masas obreras. Esta organización de la sociedad genera “un efecto tanto mayor, con mejores resultados, cuanto mejor preparado esté el obrero en el sentido técnico, cuanto mejor comprende todos los procesos de producción, su relación, cuanto más amplio es su horizonte politécnico” [4].

La preocupación del Consejo de Educación por la iniciativa y la autonomía local no excluía una política educativa centralizada, ocupaba el lugar de un organismo en la cima de la pirámide, pero negándose a sí mismo el derecho a actuar como un “poder dirigente central”. Así, el Estado brindaba un apoyo financiero y político, y las cuestiones pedagógicas específicas se resolvían descentralizadamente. Es decir, que las comunidades determinaban democráticamente los contenidos de la enseñanza. La descentralización permitía mayor libertad para la experimentación en términos de prácticas pedagógicas y también que se pudiera ligar a la realidad, lengua, costumbres según la zona.

El Narkomprós

Para transformar la educación, el gobierno de los soviets puso en pie el Narkomprós, Comisariado del Pueblo de Educación o Comisariado del Pueblo para la Instrucción Pública, y la tarea la asumió Anatoli Lunacharski [5]Tenían el desafío replantearse toda la política educativa del Estado, alfabetizando a una población mayoritariamente analfabeta, que los zares habían mantenido mayoritariamente al margen de este derecho. Y se hizo impulsando la iniciativa popular. Este desafío fue un proceso heterogéneo, con dificultades para llevarlo adelante a escala de todo el país. Lunacharski plantea en el decreto sobre la a educación popular del 11 de noviembre que:

Es preciso señalar la diferencia entre enseñanza y educación. Enseñanza es la transmisión de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. La educación es un proceso creador. Durante toda la vida la personalidad del hombre se «educa», se extiende, se enriquece, se afirma y se perfecciona [6].

En este sentido, Krupskaia plantea que

… el objetivo de esta escuela nueva debe ser asegurar el pleno desarrollo de los individuos para que tengan una visión global de las cosas, comprendan claramente la naturaleza y la sociedad que los rodea, aptos tanto en la práctica como en la teoría para ejercer cualquier trabajo físico o intelectual y capaces de forjar una vida en sociedad sensata, rica en contenidos, llena de alegría y de belleza [7].

El Narkomprós fue partidario del fomento de la creatividad e individualidad del niño, del desarrollo de sus instintos sociales, de las relaciones informales entre alumnos y maestros, de los métodos de enseñanza activa, de la ampliación del plan de estudios para que incluyera el estudio del medio ambiente, de la educación física y estética y de la preparación en las habilidades y los oficios manuales. Estos principios fueron más de una vez considerados por Lunacharski como motivo de legítimo orgullo ante Europa [8].

Entre las primeras reformas emprendidas estaban la abolición de los exámenes y el sistema de concesión de calificaciones y certificados. A esto siguió la introducción de la coeducación de los sexos. Después de casi un año de intenso debate, el 30 de septiembre de 1918, el Comisariado anunció su política y el programa para el futuro de la educación soviética conocida como “Declaración y Principios sobre la Escuela Unificada del Trabajo”. Esta se basaba en tres premisas: la red única de enseñanza, la escuela unificada y la relación de la escuela con la producción.

La alfabetización es el camino al comunismo (1920), El conocimiento rompe las cadenas de la esclavitud (1920), ¡Mujer! Aprende a leer y escribir (1923), Si no lees libros, te olvidarás de la gramática (1925), Campesina, consolida la unidad de los trabajadores y campesinos (1925).

La educación debía ser “libre, igual, obligatoria y universal” desde los 8 a los 17 años de edad. También debía unificarse en un sistema único de educación en lugar del sinnúmero de escuelas (parroquias, iglesias, escuelas agrícolas, escuelas de comercio, gimnasios para niños, escuelas secundarias completas, gimnasio para niñas, etc.). Habría una sección primaria de cinco años seguida por una educación secundaria de cuatro años. Esta iba a ser una “escalera única e ininterrumpida. Todos los niños deben entrar en el mismo tipo de escuela y comenzar su educación por igual y todos tienen igual derecho de subir la escalera a sus peldaños más altos”. De ahí en adelante, los niños que hubiesen completado un nivel serían automáticamente admitidos en el nivel superior. Esto rompió las barreras estructurales erigidas para impedir que los niños de las clases sociales más bajas y las niñas ingresaran en las instituciones de educación superior y creó la base de una escuela común para todos los niños.

La Declaración sobre la educación preescolar de noviembre de 1917 estableció que la educación pública de todos los niños debe comenzar en los primeros meses de vida. También indicó que la educación preescolar debía estar orgánicamente vinculada con toda la red de la estructura educativa, no solo para preparar a los niños para la educación primaria, sino como un instrumento para liberar a las mujeres de la pesada carga de los trabajos domésticos y socializar el cuidado infantil. La educación preescolar se implementó en gran escala y fue inaugurada en 1919.

Las escuelas debían funcionar todos los días de la semana durante nueve meses (con un mes adicional de instrucción al aire libre durante el verano). Cada semana se dedicaba un día y medio a clubes y excursiones y, en el marco de las difíciles condiciones de la guerra civil, se servía una comida todos los días y los niños también debían recibir ropa. El componente “trabajo” de esta política había sido muy debatido y se le dio un entendimiento práctico con un triple significado: el aprendizaje sería una actividad basada en la práctica y no simplemente escolástica o libresca; en segundo lugar, la enseñanza debía hacerse con y por medio de trabajo productivo y, por último, el trabajo productivo no se limitaría a un solo oficio o industria, sino que introduciría a los estudiantes en una amplia gama de procesos de producción y tecnología modernos (educación politécnica). Se trataría de una enseñanza activa [9], con actividades, con un uso mínimo de los libros de texto, sin tareas en el hogar, examen o castigo.

Los educadores del Comisariado prefirieron un proceso en las aulas que no dividiese muy estrictamente a los niños en clases basadas en la edad, sino en grupos mixtos que emprendían proyectos de trabajo, preferentemente basados en el trabajo productivo. También estaban en contra de un plan de estudios compartimentado en áreas disciplinarias como Historia, Geografía o Matemáticas. En su lugar, se visualizó un aprendizaje temático e integrado, centrado alrededor del trabajo productivo. La escuela iba a funcionar como un colectivo vivo, con un claro propósito y visión colectivas y tomando las decisiones en forma comunitaria.

Una experiencia educativa desbordante

La toma del poder por la clase obrera mostraba la superioridad de la teoría marxista también en el campo de la educación. Marx había escrito que “La teoría materialista de que todos los hombres son producto de las circunstancias y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado” [10]. Este principio dialéctico empezaba a hacerse realidad en la Rusia soviética, pero de forma caótica.

Todas estas transformaciones en la educación provocaron lo que James Bowen ha calificado como de “experimentación desbordante” [11]. Todas las escuelas quedaron bajo la órbita del estado revolucionario soviético y la educación religiosa fue eliminada del currículum. Asimismo, se habilitaba la enseñanza en la lengua materna de cada una de las repúblicas que, desde 1922, iban a conformar la URSS. Recordemos que el régimen zarista sometía a las nacionalidades del Imperio ruso a la más feroz opresión: según el censo de 1897, el último bajo el régimen imperial, de una población de 129 millones de habitantes solo 55,6 millones eran rusos, un 43 % del total. Sin embargo, la lengua rusa, la religión ortodoxa oficial y la administración zarista eran impuestas al 57 % restante, compuesto por decenas de nacionalidades y grupos étnicos: ucranianos, bielorrusos, polacos, finlandeses, lituanos, letones, judíos, los pueblos caucásicos, los pueblos turco-tártaros, moldavos, alemanes, etc. A menudo, los funcionarios, los maestros, los curas y los terratenientes, todos ligados al régimen zarista, ni siquiera hablaban o entendían la lengua nativa. Este proceso fue con sobresaltos, pasos adelantes y retrocesos, producto de la misma situación de la revolución y la guerra civil en curso.

Este reconocimiento por los derechos de las nacionalidades oprimidas por el zarismo fue un hecho nunca antes hecho en la historia y bajo condiciones terribles provocadas por la guerra civil en curso. Pero los bolcheviques en este terreno también impulsaban una transformación radical de la relación entre los pueblos, dejando atrás el pasado y abriendo un presente y un futuro basado en la confianza y el respeto mutuo. En este sentido, la política educativa fue parte de garantizar consecuentemente este derecho que se guiaba por las palabras de Lenin, que decía “¿Puede acaso ser libre un pueblo que oprime a otros pueblos? No” [12].

La periodista norteamericada Anna Louise Strong, cuando conoció la URSS en 1920, expresó:

En la Rusia de la Revolución hay escuelas que se manejan en sesenta idiomas diferentes y con libros de texto impresos en todas ellas. Alrededor de diez o doce de estos idiomas primero debieron ser reducidos a la escritura. Este programa de enseñanza a los nuevos ciudadanos de los soviets está basado en un programa definido de igualdad de oportunidades para todas las razas [13].

Así también, Dewey decía: “Aparte de los inmediatos resultados educativos, uno se impresiona con la idea de que el escrupuloso respeto a la independencia cultural característico del régimen soviético es una de las principales causas de su estabilidad, dadas las creencias no comunistas de la mayor parte de estas poblaciones” [14].

La escuela politécnica

Para llevar adelante esta organización democrática, unas de las principales prioridades en Rusia fue acabar con el analfabetismo “organizando una red de escuelas que responda a las exigencias de la pedagogía moderna” [15] y al mismo tiempo crear una serie de escuelas normales para formar docentes acordes a estos propósitos. La instrucción debía tener un carácter politécnico; para esto se impulsó la Escuela Única del Trabajo y se le dio el presupuesto más grande de la historia de Rusia. Krupskaia fue muy firme en defender la educación politécnica:

La escuela elemental (7 a 12 años) provee conocimiento general, matemáticas y conocimiento gráfico, enseña a los alumnos cómo transformar los libros, las matemáticas y el dibujo en instrumentos de trabajo. Enseña cómo observar, hacer generalizaciones y verificarlas a través de la experimentación, mientras proporciona el conocimiento de los métodos básicos del autoeducación y el conocimiento elemental de la realidad (estudio de la naturaleza y la realidad). En la escuela elemental el conocimiento es adquirido a través del trabajo. Su característica es la participación colectiva en las formas elementales de trabajo social y proveer habilidades laborales elementales […] La escuela secundaria (13–17 años) está relacionada con la enseñanza de aspectos generales de la producción; y son estudiados en función de su relación entre teoría y práctica. Se estudia las ramas básicas de la producción y se hace especial énfasis en la explicación teórica y en actividades prácticas. Al mismo tiempo se estudia la historia del trabajo… [16].

Los estudiantes estarían preparados para la transmisión solamente después de completar la educación secundaria a los 16-17 años de edad. Para Krupskaia, la educación politécnica era una aproximación a la educación que incorporaba trabajo productivo en la enseñanza de todos los temas, que ayudó a los niños a desarrollar la comprensión teórica del proceso del trabajo. En esto se diferenciaba de la habilidad o la formación profesional que se centró en habilidades relacionadas a los oficios, también se diferenció de la educación académica convencional que divorció los estudios teóricos del trabajo productivo. El compromiso con el trabajo productivo debía hacerse tanto en los talleres de la escuela como en las granjas estatales.

El país de los soviets impulsaba una escuela politécnica porque en un país que se industrializa rápidamente (y que depende entonces del progreso tecnológico); se necesita que los aprendices tengan una idea de la producción en su conjunto, conozcan en qué dirección se desarrolla la técnica y sepan trabajar en cualquier máquina, es decir, que posean cultura general del trabajo y conozcan en general la materia. Los bolcheviques partían del siguiente programa “enseñanza gratuita, obligatoria, general y politécnica […] para todos los niños de ambos sexos hasta los 16 años, y estrecha relación de la enseñanza con el trabajo social productivo de los niños”. Y a su vez, “la prohibición para los patronos de utilizar el trabajo de menores de edad escolar (menores de 16 años) limitación a 4 horas de la jornada de trabajo de los adolescentes (desde los 16 a los 20) y prohibición de su utilización en trabajos nocturnos o en industrias insalubres y en las minas”.

El sentido de este programa pedagógico es que la escuela proporcione conocimientos de carácter politécnico orgánicamente vinculados al trabajo productivo social de los adolescentes, y que esté ligado enseñanza laboral y con el estudio multifacético de la técnica y la ciencia.

Los objetivos de la educación comunista

Partimos de que solo en una sociedad socialista, con la desaparición del sistema actual dominado por la propiedad privada, desaparecerán las oposiciones sociales entre los poseedores y los que no tienen nada, entre hombres y mujeres, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. En este sentido, la experiencia soviética permite resaltar la singularidad del modelo educativo. En palabras de una de sus impulsoras, que decía:

La burguesía educa de distinta manera a los hijos de los trabajadores y a los hijos de los capitalistas. De los primeros trata de hacer sumisos esclavos, y de los segundos, jefes. La educación soviética está orientada a desarrollar las aptitudes de todos los niños, a elevar su actividad, su conciencia y a robustecer su personalidad e individualidad. Por eso, nuestros métodos de educación son distintos que los de la escuela burguesa. Nosotros procuramos hacer de nuestros hijos personas multifacéticamente desarrolladas, consientes y sanas de cuerpo, que no sean individualistas, sino colectivistas, que no se contrapongan a la colectividad, sino que constituyen su fuerza y acrecienten su importancia [17].

Hoy, en pleno siglo XXI cuestionamos la educación existente, porque luchamos por la igualdad de oportunidades, por el ejercicio pleno del derecho de las jóvenes generaciones a apropiarse plenamente de la cultura acumulada de la humanidad. Estamos convencidas/os que la igualdad es una frase vacía si por ella no se entiende la supresión de las clases, el fin de la explotación del hombre por el hombre. Por eso peleamos por conquistar un gobierno de los trabajadores que expropie a la burguesía y avance en la planificación democrática de la economía [18].

La revolución rusa demostró que solo a través de la trasformación radical de la sociedad es posible cambiar el horizonte de la educación para que posibilite un desarrollo integral e igualitario de todas las personas. A su vez, dejó planteadas, con sus iniciativas en el terreno de la educación, experiencias muy importantes para pensar los problemas de la política educativa y las prácticas pedagógicas en la actualidad, frente a quienes defienden sin críticas la educación pública en general y frente a las políticas de vaciamiento que impulsa el FMI y el Banco Mundial en Argentina, y que aplican los distintos gobiernos de turno. La resolución integra y efectiva solo puede ser el resultado de la abolición de la propiedad privada, es decir, de una sociedad sin explotados ni explotadores, que termine con el trabajo asalariado y con él, la alineación y deshumanización que conlleva. La Revolución rusa inició este proceso, pero no lo concluyó.

Para terminar esta entrega, recuperamos las palabras de Blonsky:

La escuela del futuro debe identificarse con la vida social, es decir, la sociedad debe hacer desaparecer la escuela en cuanto institución del Estado y trasladarla a la vida del trabajo social. Este constituye el núcleo central de una pedagogía de la «escuela sin escuela» y la solución del problema de la enseñanza en el sentido estricto del término [19].

NOTAS AL PIE
[1Nadia Krúpskaya fue una militante del Partido Bolchevique y una de las principales responsables de la creación del sistema educativo soviético y pionera del desarrollo de las bibliotecas rusas. En 1915 escribió su obra más larga, en la que expuso los puntos principales de su concepto de educación socialista: Educación pública y democracia. También escribió La educación comunista: Lenin y la juventudLa mujer trabajadoraMi vida con Lenin y Recuerdos de Lenin. Se mantuvo como vicecomisaria de Educación entre 1919 y 1939.
[2Citado en Fitzpatrick, S., Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921), México, Siglo XXI, 1977.
[3Pioneros: diversos grupos scout acogieron las ideas revolucionarias, formando agrupaciones de talante scout afines al comunismo, o jóvenes comunistas.
[4Citado en Fitzpatrick, S., ob. cit.
[5A. V. Lunacharski, dirigente del partido bolchevique. Fue comisario de Instrucción para el Narkomprós, puesto que desempeñó desde 1917 hasta 1929.
[6Lunacharski, A. V., “Decreto sobre la educación popular”, 1917, disponible en https://www.marxists.org/espanol/lunacha/obras/1917-11-11.htm.
[7Kroupskaia, N., Instrucción Pública y democracia, 1917.
[8Fitzpatrick, S., ob. cit.
[9La Escuela Nueva o Activa, impulsada por Dewey, como tendencia pedagógica, enfatiza la importancia que tiene que el educando asuma un papel activo, consciente de lo que desea aprender, en consecuencia con sus posibilidades e intereses, lo que trae aparejado un cambio importante de las funciones que entonces debe realizar el profesor en el desarrollo del proceso enseñanza-aprendizaje que posibilite alcanzar realmente, de forma medible, los objetivos propuestos.
[10Marx, K., “Tesis sobre Feuerbach”, 1845.
[11Bowen, J., “El milenio socialista: La Unión Soviética. 1917 -1940”, en Historia de la educación occidental, Tomo III, Barcelona, Herder Editorial, 1985.
[12Lenin, V. I., “El derecho de las naciones a la autodeterminación”, 1914.
[14John Dewey, Impressions of soviet Russia and the revolutionary world. Mexico, China, Turkey, 1929.
[15Lunacharski, A. V., “Decreto sobre la educación popular”, ob. cit.
[16“Tesis sobre las escuelas politécnicas” en la 1920 Primera Conferencia del Partido sobre Educación Pública, 1920.
[17Krupskaia, “El movimiento de Pioneros como problema pedagógico”, en La educación de la Juventud, Madrid, Nuestra Cultura, 1978
[19Blonsky, P., en Dietrich, T., Pedagogía Socialista, Salamanca, Ed. Sígueme, 1976.Fuente de la Información

 

Fuente de la Información: https://www.laizquierdadiario.com/La-educacion-en-el-pais-de-los-soviets

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El valor, apuntes para su enseñanza

El valor, apuntes para su enseñanza

Por:

Alejandro Martínez
Rebelión

El valor, sin dudas, es una de las categorías más importantes del sistema teórico de Marx en El Capital. En realidad, es mucho más: es el eje central de toda su crítica a la economía política. Su papel en la obra, la forma en que lo expone Marx, las teorías precedentes y que le siguen, sumado de sus numerosas interpretaciones posteriores, lo convierten en una especie de leyenda, de cosa oscura para el amplio espectro del marxismo. Ha sido interpretado de diversas maneras, haciendo que entre economistas y filósofos existan todo tipo de teorías del valor. Lo que hace que definirlo correctamente es empezar a entender otra economía política marxiana y fijar una postura ante la gama teórica que lo rodea.

El primer elemento es la concepción en sí de valor. Todos estarían de acuerdo de no es otra cosa que el tiempo de trabajo socialmente necesario (Marx, 2002,48,). Sin embargo, en algunas ediciones de El Capital, como la editada en Cuba (Marx, 7,1962), solo deja la definición en este nivel, obviando una traducción más exacta: ‘’…en cuanto, en la producción de una mercancía, sólo utiliza el tiempo de trabajo promedialmente necesario, o tiempo de trabajo socialmente necesario (Marx, 2002, 48). ’’La parte de promedialmente necesario, más allá de la omisión de elementos del original, distorsiona entender la categoría.

Ese tiempo ‘’socialmente necesario’’, es el que la sociedad va a reconocer como racional. El problema es, para el que lea eso, cómo saber cual es este ‘’tiempo’’. Para ello sirve la idea: ‘’El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo. ’’

Aquí, y obviando (por ahora) lo de ‘’promedialmente necesario’’, lleva al error ya cometido al descifrar las palabras ‘’grado social medio de destreza’’. Se suele interpretar esto (el valor), en algunos autores y académicos de la siguiente manera: de los gastos de diferentes productores ordenados bajo criterio de eficiencia, los de las condiciones medias, son los del medio. En términos estadísticos, se ha entendido esto como una mediana, un valor central de un grupo de datos ordenados.

En realidad la ‘’destreza media’’, son condiciones medias de producción, es decir, las condiciones promedios para producir una mercancía. Estas condiciones no son otras que las que más mercancías producen en una rama. La sociedad va a reconocer como el gasto de trabajo racional, como valor, el ‘’gasto’’ de trabajo que predomina. No dudamos nunca en pensar que un precio nos parece raro (bajo o alto) con respecto a uno que es el que estamos adaptados. Ese que predomina, que es la referencia de los consumidores, es el que está determinando el valor. Es el que está determinando el ‘’gasto’’ de trabajo reconocido como racional.

Sin embargo, se está olvidando la parte más importante de la definición, la de ‘’socialmente necesario’’. Esto nos está diciendo que la parte final en la determinación del valor viene dado por el reconocimiento social, por la aprobación social, por la precepción y decisión de la sociedad. Entonces, ¿quiere decir que los individuos recopilan los gastos de trabajo de cada productor, hayan su frecuencias absoluta y relativa y se lanzan a calcular un promedio o mediana (por otros autores) para determinar el valor? Claro que no, en ningún tiempo histórico de sociedad los individuos se han sentado a pensar semejantes cosas y calculado eso. Entonces, la pregunta sigue siendo: ¿cómo la sociedad determina el valor?

Quizá el propio Marx dio origen a confusiones al definir al trabajo como sustancia del valor, y decir que este se mide en tiempo, en tiempo de trabajo. El primer error está al darle, una connotación física a este, al convertirlo en una unidad cuantificable. Consecuentemente con esta definición, el valor parece contener sustancia, un trabajo que se cuantifica en tiempo. Pero el propio Marx desmiente esto: “En contradicción directa con la objetividad sensorialmente grosera del cuerpo de las mercancías, ni un solo átomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores.’’ Por tanto no es trabajo como unidad cuantificable de lo que se habla. Con esto, el valor pierde todo sentido como magnitud física (tiempo, masa, energía) siendo toda aritmética que opera con horas no más que una abstracción, un error de interpretación. Quedando solo, que es puramente social: ‘’…en la expresión del valor del lienzo, simboliza una propiedad supranatural de ambas cosas: su valor, algo que es puramente social’’ (Marx, 2002,70).

En la idea del valor cuestionada, se construye una definición desde los gastos físicos de trabajo. Esto responde a entenderlo como determinado en la producción, en las condiciones de producción medidas en tiempo. Pudiera pensarse como si fuera una teoría de costos de producción (sociales) que utiliza como unidad de medida el tiempo. La causa pudiera estar en el propio subtítulo del tomo I, El proceso de producción del capital, que pone una etiqueta de análisis centrado en la producción, y se pudiera entender producción en un sentido muy estricto a la hora de explicar la mercancía. Nada más alejado de la realidad, Marx empieza estudiando la mercancía en la circulación y desde aquí, define el valor. Cuando lo hace, la producción es solo un referente teórico, una cosa solo mencionada como algo escondido en la mercancía, como la relación social que está detrás de la cosificación (mercancía). Las condiciones en sí que se da la producción en que se crea una mercancía (la que contiene el valor), la estructura técnico-productiva de una rama no se analiza para nada, por tanto, las condiciones específicas de producción (entendida como la estructura técnica interna) de una mercancía carecen de sentido al entender el valor. Solo importarían, para entender las condiciones especificas en las que intervino su productor y para determinar la corporeidad de los productos de este.

Los productos del trabajo, al ser diferentes, van a tener diferente reconocimiento y esto hace que se reconozcan de manera diferenciada los trabajos que las originaron. Al entenderse solo como abstracción, como trabajo en general, se entiende que al cambiar cantidades de productos, se cambian también en esencia cantidades de trabajo, teniendo sentido el entendimiento del trabajo en ‘’cantidad’’. Esas cantidades abstractas de trabajo, solo cobran sentido en su medición, en su aparente cuantificación para ser medidas. Esa medida solo puede ser el tiempo, el tiempo de trabajo. Pero solo es una referencia, porque como ya se vio, no es ese tiempo unidad física, sino que Marx al definir cantidades diferentes, implicaba una medición para entender cantidad, solo se puede entender como tiempo. Dicho de otra forma, reconocer el trabajo de alguien, es reconocerle el tiempo que estuvo trabajando.

Esta es la construcción desde lo superficial a lo esencial que hace Marx. El llegar al concepto de tiempo de trabajo, es solo una necesidad metodológica, al hablar de cantidades diferentes de trabajo, se necesita medida de cuantificación. Y sobre todo nada más lógico que decir que reconocer la cantidad de trabajo, es reconocer el tiempo de trabajo.
Hasta aquí, queda demostrado como el propio Marx no hace uso de esas definiciones que cuantifican el valor, sin embargo al desaparecer esa idea, su determinación parece ser una quimera o algo imaginario. Pero en su obra, da una explicación coherente y objetiva.

Antes de pasar a determinar cómo se determina el valor, hay entender su contenido. Al referirse a él de Marx plantea: ‘’ Su objetividad en cuanto valores, por tanto, es de naturaleza puramente social’’ (Marx, 2002,58). Si la naturaleza de su sustancia es social, dice que su origen está en el contexto social. Esta es la clave para entenderlo. Es la sociedad la que dice qué valor tiene una mercancía. Hay que aclarar que el valor es una categoría históricamente condicionada, y esto lo despoja de todo contenido subjetivista, y que solo debe entenderse como el trabajo reconocido.

Cuando se da un proceso de intercambio, quiere decir que hubo una conmensurabilidad, un proceso de equiparar los objetos de este. Ese algo que los hacía conmensurables, venía desde los tiempos de Aristóteles, y renaciendo con Petty, siendo la relación social objeto de búsqueda de la economía política, y eso es el valor. Es decir, es solo esa relación social que encontró la economía política que está detrás del producto (del trabajo) y que está equiparando las mercancías. Este valor, como relación social, encierra una cantidad de poder social. El poder de un producto sobre el trabajo ajeno (sobre el producto ajeno), capaz de relacionar a su portador, a través del producto de su trabajo con otros productores con el producto del trabajo de estos últimos, es el valor. En pocas palabras, el poder que atribuye la sociedad de intercambiabilidad de un producto sobre otros.

Para entenderlo, solo debe mirarse un intercambio de dos mercancías. Al realizarse este, el valor de la primera mercancía se expresa en la segunda, su valor es la segunda (entendido de forma muy elemental). Al comprar algo, se obtiene resultado de otro trabajo. El valor es, que de otra mercancía (que es producto de otro trabajo) se pueda obtener normalmente esta por lo que mercancía se porta. Relación que se figura en un cuanto específico. Ahí está la esencia del valor, en decir que todo el poder que tiene (su magnitud) está, en lo que es capaz de aceptar normalmente la sociedad por él, que se expresa en cantidad de otra mercancía y esto que acepta la sociedad sale del trabajo. El valor de una mercancía, se puede concluir, es cuánto es reconocida esta por la sociedad. Ese reconociendo está dado por todas por las que puede ser cambiada y su cantidad. Esto es, cuánto trabajo cosificado se puede obtener, es decir, cuanto resultado de trabajo (cosas útiles) se puede obtener por el resultado del que se ofrece. Esta idea es expresada por Marx: ‘’Las mercancías, pues, en absoluto se enfrentan entre sí como mercancías, sino solamente como productos o valores de uso’’ (Marx, 2002,105). Al cambiar, la sociedad confiere y acepta un poder de cambio en los resultados del trabajo, llamarle a esto precio es correcto pero es dejar el análisis a medias, en la cosificación de las relaciones, debe profundizarse descosificar las relaciones y llegar a entenderlo como trabajo materializado.

Pareciera este proceso de reconocimiento social algo caótico. Puede compararse con una negociación, un acuerdo casual: ‘’La proporción cuantitativa de su intercambio es, en un principio, completamente fortuita’’ (Marx, 2002, 107). El reconocimiento social del trabajo no se hace de forma directa. Al ser los productos del trabajo los que cosifican al trabajo, son ellos los que lo representan en el cambio. Así el reconocimiento social del trabajo, deja de ser del trabajo en sí para ser el de su producto. Según sea reconocido este, será reconocido su trabajo, es decir, para buscar el reconocimiento social del trabajo, se debe mirar qué papel juega en la sociedad su producto.

La repetición y constancia del las proporciones del cambio fija la expresión del valor, y destruye toda la mística: ‘’La costumbre las fija como magnitudes de valor’’. (Marx, 2002,108). Sin embargo, justo aquí está el punto de partida del movimiento social, su lucha de clases. El uso de la costumbre, no es pacífico y termina en períodos de lucha por imponer condiciones, por imponer un tipo de reconocimiento del trabajo de un grupo de productores sobre otros, marcando el inicio y la aparición de formas que responde a la lucha de clases.

El valor no es más que el reconocimiento del poder social de la actividad (del hombre en sí mismo) que se determina dentro de la misma lucha desencadenada en la sociedad. Siendo la expresión del valor, tan solo la proporción, el precio (hoy) sostenido en el tiempo. Marx solo intentaba romper con las concepciones fetichistas contemporáneas, no redefinir como se determinaba socialmente este, sino solo descosificar esas relaciones.

Comprender esto sería un primer paso para comenzar a armar un marxismo sin mitos, sin esas bases de manuales e interpretaciones salidas de tareas orientadas por partidos políticos. Sería comenzar un marxismo propio. En estas, la interpretación de categorías tan importantes como cuota media de ganancia, precio de producción, la renta de la tierra adquiría otra significación muy distinta a la que poseen hasta ahora. Se dejarían de establecer esas teorías que plantean que si tal precio es incorrecto porque no se ajusta al valor. Ciertamente, este es un tema que requiere mucho más desarrollo, pero iniciar su debate serio y continuar sobre esta construcción teórica es tarea que no pocos debemos asumir.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234342

Imagen:https://lh3.googleusercontent.com/vs8v792GS-k3Myp3WTyvaxiOnLpmZ96anFkE9HNhXx88Syhxz1Y6LzCgyd-g21sQVa5i4g=s85

 

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En la escuela se enseña más de lo que se aprende..

Salvador Rodríguez Ojaos

«La dimensión de la experiencia queda totalmente despachada por un saber prêt-à-porter, siempre disponible, que, de hecho, genera anorexia mental, rechazo de la búsqueda del conocimiento en el nombre de su adquisición sin esfuerzo.» Massimo Recalcati

La escuela está llena de paradojas y algunas de ellas son bastante significativas y tienen un efecto considerable en su funcionamiento y en los resultados que se obtienen. Una de estas paradojas es que se enseña mucho más de lo que se aprende, pero, al mismo tiempo, se aprende mucho más de lo que se enseña. Y deberíamos ser capaces de encontrar el equilibrio entre lo que se enseña y lo que se aprende.

Es verdad que los docentes enseñan muchos más contenidos de los que los alumnos aprenden, pero no es menos cierto que los alumnos aprenden de los docentes ciertas capacidades, actitudes, destrezas y saberes que el docente no enseña de manera voluntaria y consciente.

No me canso de repetir a todo aquel que quiera escucharme que en la escuela se cumple aquello de que «menos es más»; que es mejor enseñar menos cosas pero de manera profunda y comprensiva, que muchas cosas de manera superficial y memorística. Se trabaja con currículos escolares absolutamente sobredimensionados que incitan a pasar por encima de las cosas que hay que aprender de manera rápida y ligera, generando esa anorexia mental de la que habla Recalcati.

Y en los tiempos que corren no podemos permitirnos seguir enseñando y aprendiendo de esa forma. Según un reciente informe de la Fundación Cotec, el 60% de los empleos tiene al menos un 30% de actividades que se pueden automatizar, y por tanto son susceptible de ser hechas por robots. La educación, concluye este informe, es uno de los sectores que menos potencial tiene de ser automatizado. Por eso creo en la necesidad de potenciar al máximo el aprendizaje de aquellos contenidos, procesos cognitivos y no cognitivos que presentan mayor resistencia a ser automatizados. Y enseñarlos de forma activa, inductiva, creativa, colaborativa y con espíritu crítico.

Así la escuela educará a personas que no puedan ser sustituidas por robots.

Fuente del articulo: http://www.salvarojeducacion.com/2017/07/en-la-escuela-se-ensena-mas-de-lo-que.html

Fuente de la imagen:

 https://3.bp.blogspot.com/-6d66ePU44Rk/WV4pGtLlXqI/AAAAAAAABkw/u7gQOA8TRHEfxfpKG_FVYfoXFz1QZYnWQCLcBGAs/s200/horizontal-2

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Colombia: Educación para la Esperanza

América del Sur/Colombia/Julio del 2017/Noticias/http://lasillavacia.com

Uno de los grandes retos de los educadores es enseñar a los estudiantes a cuestionar sus realidades, de manera crítica, con el fin de que sean capaces de iniciar y participar en procesos de cambio. Esto se puede lograr a través de procesos de concientización.  Poder leer primero nuestro propio mundo para poder leer el mundo externo. Casi siempre empezamos al revés.

La educación y su relación con el cambio social es un área  en donde todavía surgen más preguntas que respuestas. Muchas de las discusiones alrededor de políticas públicas educativas se mueven alrededor de los resultados, estadísticas y del área cognoscitiva. Aunque en estos años hemos visto una tendencia hacia la exploración y medición del área formativa de la educación, todavía falta mucho. Es necesario hacer énfasis en un concepto más holístico de las necesidades individuales y colectivas de las personas. En las experiencias de vida. Es importante retar las tendencias educativas tradicionales como la competencia, y enfatizar en temas como la empatía y la creación de ambientes de aprendizajes en donde la compasión, el cuidado y el auto-conocimiento sean las piedras angulares.  Ambientes en los que se promocione la imaginación, la curiosidad, y la esperanza. En donde las experiencias estén por encima del conocimiento.

Paulo Freire habla mucho sobre la esperanza. Dice que la esperanza es una necesidad ontológica. Cuando sentimos desesperanza nos paralizamos, nos volvemos fatalistas y se nos hace más difícil sacar la fortaleza que necesitamos para poder aportar prácticamente al mundo que queremos construir. La esperanza es esa idea de que las cosas pueden ser distintas, que somos capaces de romper viejos discursos y tomar acción para transformar. Es ver las situaciones de la vida como oportunidades y no como algo que ya esta determinado. Es vernos como agentes de cambio y no como sujetos. Es por esto que la esperanza está profundamente relacionada con nuestra voluntad para actuar. La esperanza entonces debe estar anclada en la práctica, debe ser construida diariamente.

Creo que uno de los grandes retos de los educadores es enseñar a los estudiantes a cuestionar sus realidades, de manera crítica, con el fin de que sean capaces de iniciar y participar en procesos de cambio. Esto se puede lograr a través de procesos de concientización.  Poder leer primero nuestro propio mundo para poder leer el mundo externo. Casi siempre empezamos al revés. Enseñando todo lo externo, y midiendo que tanto sabemos.

La educación no puede reducirse únicamente a estadísticas y conocimientos que sean medibles. El foco principal debería ser en la humanidad de cada persona. El bienestar y el crecimiento individual requiere que los procesos educativos tengan en cuenta las necesidades y particularidades de cada individuo para poder crear ambientes en donde cada uno pueda nutrir sus propios procesos de sanación y auto-conocimiento. Esta es la base para que pueda crecer la esperanza.

Esta  ´Educación para la Esperanza´ primero piensa en el bienestar de cada individuo. Propone que los procesos de educación promocionen la curiosidad y la imaginación, y den espacio para que las personas puedan hablar de sus experiencias y necesidades desde la práctica y no desde la teoría. La esperanza es muy importante para el cambio, el bienestar es fundamental para la esperanza, y el cambio social solo puede darse con cambios en los comportamientos y actitudes y retando los viejos discursos que tenemos. Solo se puede dar cuando estamos en contacto con nuestras propias experiencias de vida.

Es necesario tener nuevas generaciones que no pierdan la esperanza en el cambio para que puedan contribuir al mismo. Y no como una utopía, sino como un proceso práctico y experiencial. Como dice Freire “Para vivir necesitamos una esperanza crítica , así como los pescados necesitan agua limpia.

Fuente:

http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/educacion-para-la-esperanza-61700

 

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/JR_F9-IrxrcX80xu_pNFUyMsWedkfa0UUFxiidgST4WS0JezV5_JL_k63yrQxWGBimMy=s85

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Africa: Born into revolution: reflections on a radical teacher’s life

África/ Marzo del 2017/Noticia/https://theconversation.com/

Reseña:

Alie Fataar profesor y maestro radical, fue uno de los muchos desconocidos sudafricanos cuya vida y trabajo, lo destaca como referente en el país. Fataar y sus compañeros desarrollaron un proyecto educativo sin precedentes durante los días más oscuros del colonialismo y el apartheid. Su trabajo de los años 40 explícitamente desacreditaron la noción racista pseudo-científica. Este fue sin duda el espacio político más controvertido y creativo y el período en la historia de Sudáfrica. Pero sus detalles no están incluidos en las narrativas de la lucha del pos-apartheid – y por lo tanto estos maestros radicales no son conocidos. Sin embargo, fueron ellos quienes crearon una fuerte narrativa contraeducativa a los principios deshumanizantes de la educación colonial y del apartheid. En este sentido se asevera que  la enseñanza de calidad, les dió herramientas para Radicalizar la enseñanza con una orientación de justicia social, hacia la creación de una sociedad radicalmente nueva.

Fuente:

https://theconversation.com/born-into-revolution-reflections-on-a-radical-teachers-life-75137

Born into revolution: reflections on a radical teacher’s life

Alie Fataar was a teacher. Perhaps that doesn’t seem glamorous and very important. But Fataar, who would have turned 100 this month, is one of the many South African unknowns whose life and work can point the country today in a direction it ought to follow.

Fataar and his comrades developed an unparalleled educational project during the darkest days of colonialism and apartheid. Their work from about the 1940s explicitly debunked the pseudo-scientific racist notion that intelligence and human worth were unequal by virtue of physical characteristics such as skin colour and the texture of one’s hair.

In the 27 years between starting his career as a teacher and fleeing into exile from the apartheid government, Fataar profoundly influenced five generations of oppressed pupils. He instilled in them the virtues of critical citizenship and a profound, articulated anti-racism. His mantra, and that of the progressives he worked alongside, was: “There is only one race – the human race.”

Fataar was the subject of my PhD thesis. Why does he interest me so much and why am I now writing this reflection on a life that has been relegated to the margins of South Africa’s education resistance history? Quite simply, because he exemplifies the type of teacher South Africa sorely requires today if its classrooms are to be used to develop a new generation of critical, engaged students.

Fataar and his comrades showed that South Africa needs teachers who know that teaching is, by definition, an acutely political act. It requires a critical outlook that is independent, fearless and sustained.

Who was Alie Fataar?

Alie Fataar was born on March 26 1917 in Claremont, a working class suburb in Cape Town. 1917 was a significant year: in Russia, the revolution was to shape the world in significant ways. World War 1, the “Great War”, continued to maim and kill millions. South Africa was a colony of Great Britain, which introduced apartheid-style legislation that oppressed the country’s not-white citizens. In 1918, Nelson Mandela was born.

Fataar was the youngest of 12 children. His father, Salamudien Fataar, was a tailor at Garlicks, a fine goods retailer and his mother, Janap Moosa, was a washerwoman.

Fataar’s father was not literate, but the young man was obsessive about reading and progressing through education. When he enrolled at Claremont’s Livingstone High School in 1929 he continued a pattern established during his primary school years, placing him at the top of the class.

Livingstone shaped Alie Fataar. There he encountered soaring intellects in teachers like Hassan Abrahams and E.C. Roberts. They were members of the Teachers’ League of South Africa (TLSA) and declared unequivocally that their students were anybody’s equal – simply by virtue of being human. This thinking was revolutionary at a time when South Africans who were not white were considered and treated as inferior.

The combined Livingstone High School Standards 9 and 10 (Grades 11 and 12) classes in 1934. (Standing) Left to right: A. Solomon, C. Wade, Alie Fataar, P. Francis, N. Thomas, W. Ludolph, D. Hendricks. (Sitting) Left to right: J. Slinger, C. Parker, J. Henry, M. Dennis, T. Basson, W. Williams. (Front: mascot) J. Rhoda. Absent: I. Salie. Courtesy of Alie Fataar

After school, in 1935, Fataar enrolled at Cape Town’s Zonnebloem College of Education. In 1937, he landed a post at his alma mater, Livingstone High School. As a senior English teacher he revelled in the responsibility of moulding his students into people who rejected an imposed inferior status, and who aspired to actualise their full human potential. Fataar was banned in 1961 under the Suppression of Communism Act and was no longer allowed to play any role in organisations like the TLSA, African Peoples’ Democratic Union of Southern Africa and the Non-European Unity Movement.

He kept teaching while under surveillance by the notorious special branch. He was accused of breaching his banning order several times and fled into exile in 1965.

Between then and his return to South Africa in 1993, Fataar lived in three newly decolonised African states: Botswana, Zambia and Zimbabwe. He initially struggled to find work but then began a “second life” in education. He taught in all three countries and worked for both the Zambian and Zimbabwean governments as an education specialist. He eventually retired when he was 71, having served education in Africa for an astounding 51 years.

He was 76 when he returned to South Africa in 1993. He engaged robustly with public education, globalisation and the militarisation of public life through newspaper articles, letters to the editor and community radio forums that had been established in the post-apartheid era. His appetite for political debate and engagement was not dulled by age.

Radicalising teaching

Fataar was not the only radical thinker and educator influenced by the Teachers’ League of South Africa.

The organisation emerged in the first decades of the 20th century as an assimilationist “coloured” political entity. The concept “coloured”, like most racial tags, is shrouded in controversy even today. Here, for analytical purposes, it indicates the politically-inscribed community that emerged from the colonial sexual encounter with the enslaved, indigenous population at the Cape. This “community” was labelled “coloured” by the colonial and later apartheid regimes.

In the late 1930s literature from the Russian revolution was finding its way into Cape Town’s progressive intellectual circles. The league was captured by young radicals. The radicalised league and its teachers became explicitly and organisationally committed to the creation of a new world. Through their teaching, they aimed to undo the violence of the colonial and later the formal apartheid education dispensations.

It was a revolutionary moment in South Africa’s making. These intellectuals created the vision of a new, just society through writing, publishing, debate, and a fierce contestation of ideas both against the enemy, and within their own ranks.

Historians and public intellectuals such as Ciraj Rassool have written about this project that aimed at nothing less than “taking a nation to school”.

This was arguably the most contested and creative political space and period in South Africa’s history. But its details are not included in post-apartheid’s struggle narratives – and so these radical teachers are not known. Yet it’s they who created a fierce counter-educational narrative to the dehumanising tenets of colonial and apartheid education.

And their work remains relevant today.

The ideals of a teacher born 100 years ago need to be inserted into the country’s official narratives. Fataar, who died on June 9 2005, left a legacy of teaching as an act of defiance in the face of intellectual dishonesty. Quality teaching, he taught us, is teaching with a social justice orientation, geared towards the creation of a radically new society.

 

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/B_-sOaWhEwTvBTVSWysCxXZ-aLyPqa7dS85nrRxhNycQtXhA5lHt6Ule_vwJuBV1BZx3BA=s85

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México: La educación financiera desde la infancia en los colegios

América del Norte/México/26 Febrero 2017/Fuente y Autor: diariodeleon

El consejero de Educación, Fernando Rey, presidió las primeras charlas sobre educación financiera y emprendimiento que la Fundación María Jesús Soto lleva ya al sistema educativo mexicano. En dos charlas ante los alumnos del Colegio Benedictino y las alumnas del Colegio Guadalupe, Rey insistió en la necesidad de este tipo de formación. «Sin economía no entendemos nada», señaló ante los alumnos. «Y los chicos viven también las dificultades económicas de los hogares cuando se producen, por eso es importante que entiendan las razones de lo que está pasando y cómo funcionan los sistemas».

También destacó el consejero que, más allá de los esquemas puramente financieros, la economía y la historia tienen que ser vistas «desde el punto de vista de los valores, de la necesidad de compartir y la solidaridad. Porque es claro que las grandes diferencias sociales generan violencia y no son sostenibles».

En cuanto al emprendimiento, Rey insistió en que «la actitud emprendedora no es sólo aquella que concluye en la constitución de una empresa, sino la creatividad permanente, el fijarse objetivos y luchar para lograrlos».

Igualmente, animó a los alumnos, y especialmente a las alumnas, a tomar las riendas de su vida y luchar por ser independientes, así como a fijarse metas y «espabilarse» para conseguirlas.

Por su parte la presidenta de la Fundación, María Jesús Soto, insistió ante los casi 300 asistentes (de entre 14 y 16 años) en la necesidad de entender que la economía son la personas, que son las que toman las decisiones. Y les instó a no dejar morir nunca el espíritu emprendedor. «El verdadero fracaso es no intentar nada, lo importante es tomar iniciativas, salgan bien o mal. Pero el que deja morir su espíritu emprendedor ya no tiene nada que aportar a la sociedad».

Fuente de la noticia: http://www.diariodeleon.es/noticias/leon/educacion-financiera-infancia-colegios-mexicanos_1140697.html

Fuente de la imagen:https://www.segurosdetuatu.es/PublishingImages/la-importancia-de-la-educacion-financiera-desde-la-infancia_cd.jpg

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Un an après : comment parler des attentats aux plus jeunes ?

Europa/Francia/Noviembre 2016/Noticias/http://theconversation.com/

Trouver les mots justes ? Changer les codes ?

Les élections aux USA n’ont pas grand chose en commun avec les événements terroristes à Paris, et pourtant… ils laissent sans voix, sidérés. Et l’on se demande comment parler aux jeunes générations de la société qui se dessine pour leur avenir. Derrière la peur ou la panique qui saisit, derrière les déclarations fracassantes relayées par la presse, il y a des valeurs qui ont pris le large, que l’on n’a plus assez dites et contextualisées dans le quotidien, qui deviennent l’occasion de contradictions et laissent place aux individualismes.

Avant de « trouver les mots justes », l’école doit réinterroger le sens et réinventer les mots eux-mêmes, au nom de la liberté : « sur les murs de l’école, j’écris ton nom, Liberté ». Et puis, finalement, l’école ne devrait-elle pas changer ses codes, réviser les rôles en donnant une place davantage proactive aux élèves, à tous les élèves dans le respect de l’inclusion ? Les « mots justes », s’ils existent, se diront ensemble.

Les enfants d’aujourd’hui doivent apprendre à vivre dans le fluide, les incertitudes, ce qui rend encore plus nécessaire le recours à leurs bases, à des valeurs éducatives et citoyennes que les enseignants comme les familles devraient aider à construire dans une cohérence concertée.

(Un an après la première publication du texte ci-dessous, le dessinateur Rémi Malingrey a porté un regard graphique et personnel sur cet article)


16 novembre 2015

Après les attentats, l’école a repris, les classes ouvrent de nouveau et le deuil national de 3 jours est encore présent. Comment parler aux enfants, aux élèves et aux étudiants, à nos jeunes ? Durant tout le week-end se sont déroulés des rassemblements spontanés, des bougies ont été allumées. Sur le sol, on a écrit « Pour eux » avec la date. Mais comment les jeunes peuvent-ils comprendre ?

Plusieurs enseignantes venant de niveaux de classes et de disciplines diverses ont réfléchi et ont partagé avec nous les différentes actions qu’elles vont mener, sans penser qu’il s’agisse pour autant de modèles.

Nous sommes toutes démunis devant l’horreur, chacune va contribuer à sa manière, aucune ne recule. Toutes affichent qu’il est possible de faire quelque chose avec les enfants dès le plus jeune âge, les jeunes et les étudiants. Aucun silence ne répondra pour elles à l’agression du 13 novembre à Paris.

Des questions chez les enseignants

Annabelle, enseignante en collège, écrit : « C’est sûr, les professeurs de français se sentent concernés et s’interrogent !… Faut-il parler des attentats, comment en parler, sommes-nous légitimes en faisant cela, ne va-t-on pas faire plus de mal que de bien, comment gérer des réactions extrêmes ou inacceptables éventuelles de la part de certains élèves ? Si on ouvre l’espace de parole, il faut sans doute accepter de tout entendre (on l’a vu au mois de janvier). Comment réagir alors ? L’institution nous demande de signaler tout dérapage… Est-ce la bonne façon de gérer tout cela ? Les élèves vont-ils en parler à chaque heure de cours (dans ce cas, ça perd de son intérêt si on a la classe l’après-midi) ?

Et puis, j’ai conscience qu’en parler veut dire être capable de gérer toutes les remarques en restant professionnel, digne, fort, solide, pour aider les élèves, mais … je me sens au bord des larmes, fragile. J’en ai parlé avec ma fille qui est revenue du lycée samedi midi. Je lui ai demandé si elle avait parlé des attentats en classe, elle m’a répondu « Non, les profs, ils s’en foutent, ils ont dit qu’on avait autre chose à faire ». J’ai compris ce qu’ils avaient voulu dire avec maladresse, mais ça m’a fait mal. Je pense qu’en dehors de l’ampleur du nombre de victimes, il s’agit essentiellement de jeunes, agressés dans des moments de loisir, donc nos élèves se sentent vraiment concernés. Je crois que c’est sur ça que je voudrais d’abord les faire réfléchir. Quels étaient les lieux visés, pourquoi, en quoi c’est une atteinte à la liberté, qu’est-ce que ça veut dire la tolérance… ».

Ainsi, la liste de diffusion de Weblettres, le site associatif des professeurs de lettres, se fait l’écho des questions qui agitent les enseignants de français. Comment retrouver une place de guide lorsque le drame nous submerge ? Le site livre des pistes pour tous ceux qui se sentent démunis, mais ne veulent pas fuir. Les valeurs d’humanisme, la liberté, la culture, c’est tous ensemble dans la classe. Il s’agit de (re)créer la communauté et de la faire vivre.

Le besoin de rassurer

Monique, directrice d’école primaire dit : « En arrivant à l’école, je vais entendre mes collègues, voir comment nous allons procéder pour cette minute de silence, rassurer les élèves. Il s’agira pour nous dans un premier temps, d’accueillir les paroles des élèves, mettre des mots sur les ressentis, rester factuel, ne pas interpréter. »

Certains élèves ne comprennent pas ce qui se passe. Le « même pas peur » des adultes leur est étranger, ils balayent la réalité d’un revers de manche, s’enferment dans des postures de repli. Que faire ? Nombre d’entre eux sont aussi touchés par la peur qu’ils sentent malgré tout dans l’attitude des adultes.

Et certains se sentent stigmatisés, en danger peut-être… Il faut rassurer la jeunesse, ne pas laisser libre cours à cette ambiance.

Dany, enseignante en primaire, a décidé de mettre en place des activités autour de symboles : la paix, le vivre ensemble, par des activités de coopération positive et non de conflit ou de compétition. Elle a choisi des tâches développant les compétences sociales, des activités et des jeux pour se respecter, s’écouter, négocier ensemble.

Dans ces jeux, on poursuit un objectif commun, personne ne gagne ou ne perd seul et l’on découvre que c’est plus facile de perdre ensemble ou que l’on a bien plus de plaisir à résoudre collectivement un défi que seul (ex. le jeu allemand Tempo kleine Schnecke de Ravensburger, les jeux de plateaux, La ronde des oies, Le bal masqué des coccinelles). Ou encore on coopère pour atteindre un but ensemble, comme avec les jeux de rôles collectifs où chaque enfant est impliqué et apporte sa pierre à l’édifice (construire ensemble, faire une valise qu’un animal défait, etc.).

Selon le site non-violence actualité, « le développement des compétences psychosociales telles que la négociation, la résolution de conflits, la pensée créatrice, la capacité à prendre des décisions, à faire face aux évènements, les relations interpersonnelles et la communication, sont des éléments importants pour permettre un mieux-être individuel et collectif. Les recherches conduisent aux mêmes conclusions pour ce qui concerne la prévention des violences. Les phénomènes de violence résultent souvent d’une absence de parole ».

Dans ces jeux, le plaisir est présent et fondement de l’acte d’apprendre ensemble et de résoudre des problèmes en groupe.

Le besoin d’échanger et de partager

Carole, une enseignante de grande section, a opté pour accrocher un grand drap blanc dans la classe, sur lequel en arrivant à l’école les enfants ont dessiné avec de gros feutres de couleur ce qu’ils ont entendu, ressenti, vu durant ce week-end. Ensuite, assis en cercle, ils en ont discuté ensemble. Certains ne disaient rien, mais tous avaient dessiné. La parole ne libère pas toujours, surtout chez les très jeunes enfants. Mettre des mots sur l’indicible, s’apercevoir que les mots ne suffisent pas toujours.

Dans cette classe, il y a une forte proportion d’enfants dont le français n’est pas la langue de la maison. On a alors particulièrement pris en compte leurs dessins. Et expliqué ensuite les événements pour mettre des mots sur les faits, pour comprendre : « C’est quoi un attentat ? Tu as peur d’aller à l’école, toi ? Papa et maman ont éteint la TV ce week-end ; pourquoi ? »

Pour Carole, comme pour beaucoup d’autres enseignants, le temps de s’exprimer est primordial, mais aussi et avant tout le temps d’écouter les angoisses et les questions des jeunes. Ensuite, les élèves ont fait une ronde en écoutant des musiques du monde. Ensemble, par la musique et la danse, ils ont combattu les démons. L’art et le corps au service de la paix.

En primaire, et dans un second temps, une enseignante prévoit de mettre en place des débats réglés et d’organiser des ateliers philo. Une autre ne sait que faire, alors elle utilise le dossier d’Astrapi. Chacun sa solution, mais ne pas laisser le silence et l’ignorance s’installer…

Fatma, enseignante d’anglais en collège, s’exprime en anglais pour en parler :

1 : Listen
2 : Share
3 : Draw conclusions that have never been put foward !

My option will be a constructive approach :
1 : The lessons in the next few weeks will be focussed on the future :
2 : These lessons will be followed up by a conditionnal tense : to promote a creative sence of a future.

Le besoin de recourir à nos fondements culturels

Dans la classe de Valérie, les élèves vont relire des textes littéraires. Ils verront qu’à diverses époques, Céline (Voyage au bout de la nuit) ou Camus (« Chaque génération, sans doute, se croit vouée à refaire le monde. La mienne sait pourtant qu’elle ne le refera pas. Mais sa tâche est peut-être plus grande. Elle consiste à empêcher que le monde se défasse »), tout comme bien d’autres grands penseurs, ont aussi contribué aux questions d’aujourd’hui.

Plusieurs enseignants de français soulignent l’importance d’expliquer l’Humanisme et les Lumières. Weblettres propose un choix de textes sous le titre « Notre arme à nous, c’est la culture ». Dans la classe de Nathalie, c’est le cinéma qui va aider les élèves avec le point de vue suivant : « Je veux leur montrer, comme prévu, cet extrait de La Nuit américaine de Truffaut.

Le besoin de s’inscrire dans la durée

A la fin de la matinée en maternelle, les enfants de la classe de Carole ont décidé d’écrire à d’autres enfants du 11e arrondissement dont on leur avait parlé il y a quelques temps.

Et puis il y a le danger des rumeurs qui font et défont les croyances avec davantage d’impact que le travail dans la durée parfois. Alors par exemple, on utilisera au second degré des articles parus sur les sites de presse.

Chez Monique, la directrice d’école primaire, c’est aussi dans la durée que l’on va s’inscrire. Pas seulement en agissant les premiers jours, mais en proposant des activités hebdomadaires pour développer le sens de l’autre et du respect.

Elle s’appuie sur les travaux de Serge Tisseron et notamment sur le jeu des 3F (le jeu des trois figures). Serge Tisseron est psychiatre, et chercheur associé à l’université Paris 7. Les avis des psychiatres, leur aide est nécessaire pour les enseignants démunis. Ici, les 3F ce sont les trois figures de l’agresseur, de la victime et du tiers. Dans un jeu de rôle sur un thème inventé, les élèves vont alternativement jouer chacun des trois rôles et les discuter ensuite.

Ce travail de recherche a servi notamment pour évacuer la violence devant les écrans de TV. Monique va le reprendre et d’adapter à la situation présente. Ces activités se dérouleront chaque semaine durant un mois.

D’autres envisagent des expositions sur la paix, la tolérance, construites par plusieurs classes et réunies dans le hall d’accueil de l’établissement. Les enseignantes (dont les noms ont été modifiés) qui nous ont soumis leurs suggestions sont des femmes de tous les jours, avec des doutes et leurs propres peurs.

Mais elles ont partagé pour que ne s’installe pas la barbarie.

Fuente:

http://theconversation.com/un-an-apres-comment-parler-des-attentats-aux-plus-jeunes-50807

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/ljQvgC1zmLoPDjLGW9DfJS-uZWGfnj3L8iMFp1U8CNTzClqOCkGKv3H1AnKwhDYe6qato3o=s85

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